El Gran Libro Sobre La Transhumancia
El Gran Libro Sobre La Transhumancia
El Gran Libro Sobre La Transhumancia
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…el viaje más importante de nuestra vida es el que hacemos
al interior de nosotros mismos…
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Presentación
La iniciativa para elaborar el presente trabajo, en el que me he tomado la libertad
de sintetizar algunos de los episodios más destacados de los que tengo memoria,
surge como consecuencia de mi interés por hacer del conocimiento, de las cuatro
estrellas de mi universo personal, de algunos de los detalles que considero más
sobresalientes de la historia vital de quien ha sido esposo, y padre de la familia
que integramos con Olga Inés, y en la que compartimos con nuestros hijos:
Catalina Inés, Carlos Ignacio, y Natalia Isabel.
Es muy posible que dicho interés por exteriorizar para ustedes mis vivencias,
pudiera haber tenido su origen en el profundo vacío existencial que trajo a mi vida
la ausencia de ese padre del que no volví a tener memoria desde un poco antes
de haber cumplido los siete años de edad. Sin embargo, llegado este momento
me parece injusto concederle un protagonismo que no merece, y que no ganó en
buena lid, si para ello se considera que en su lugar, otros seres que rodearon mi
vida, suplieron su espacio, haciendo patente su cariño hacia mí con innumerables
muestras de afecto, al grado de haberme convencido – porque en algún momento
llegué a pensar lo contrario -, de que siempre fui un ser bien recibido dentro del
seno familiar.
A los tres hijos que tuvimos el gusto de integrar al seño familiar, desde ahora, y
por siempre, quiero que sepan que son los seres humanos más importantes de mi
vida; que suceda lo que suceda – que puede acontecer – y si llegara a
presentarse la ocasión, mi último suspiro estará dedicado a ellos, así como al
profundo amor y respeto individual con el que siempre los he distinguido.
A los dos nietos, Valentina y Rodrigo, así como a Raúl Dino Alfonso Campagna,
les reitero que forman parte de ese círculo íntimo de mis afectos mas entrañables,
los quiero por igual, les echo de menos con infinita frecuencia, y en los casos de
Valentina y Rodrigo los considero como una verdadera extensión de mi propio ser.
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Por lo que respecta a los otros seres más queridos de mi entorno más íntimo, a la
madre, doña Martha Yolanda Pita Gómez Duhart, a mis hermanos Martha Patricia,
Carlos Adolfo, y Sylvia del Carmen, siempre les viviré agradecido, ya que, gracias
a su gran afecto, me fue posible disponer del empuje suficiente durante los
primeros años de mi vida, como para evitar enfrentar el riesgo de cualquier posible
desvío del camino más adecuado.
A los adorados abuelos, Don Carlos Pita y doña Leopoldina Gómez Duhart,
quienes no sólo hicieron posible que dispusiera de un hogar, sino que sus brazos
estuvieron siempre abiertos y dispuestos para hacerme sentir su más cálido
afecto.
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Capitulo 1
Nací en el Sanatorio Reforma, en la ciudad de México, D.F., a las 18:20 horas del
miércoles 12 de abril de 1950, y me correspondió el privilegio de ser el segundo
hijo – primer varón – de la pareja formada por José Guadalupe Gutiérrez
González, y de Martha Yolanda Pita Gómez Duhart. El médico que atendió el
parto, don Carlos Martínez Lavín manifestó, una vez terminado el proceso: “este
niño parece chinito, es completamente amarillo”.
La inmensa alegría de tenerme cerca y sentir el suave calorcito que emanan todos
los recién nacidos, opacó, casi por completo dicha característica que, con el
transcurso de los años, se vería transformada en un mal de carácter hepático, al
que habré de referirme posteriormente.
Don Ignacio Guadalupe, mi padre, debo suponer que tuvo que haberse sentido
sumamente orgulloso al darse por enterado de mi nacimiento. Imagino que, al
tomarme por primera vez entre sus brazos habrá sentido profunda satisfacción al
ver un cuerpecito en movimiento, hecho con amor a su imagen y semejanza. No
recuerdo fehacientemente el momento en que cruzamos miradas por vez primera,
o la recepción de sus besos y caricias, ya que no tuve oportunidad de sentir más
de cerca la figura paterna, como hubiera sido mi deseo, truncado efímeramente,
unos años después. Tampoco dispongo de un testimonio gráfico que confirme
dicho primer encuentro.
Don Ignacio Guadalupe, nació a las veintiuna horas del 22 de diciembre de 1917,
en el seno de una familia formada por el médico militar cirujano Adolfo Guadalupe
Gutiérrez, y doña Emilia González, ambos residentes de la ciudad de México, en
la calle de Chihuahua 126, entonces colonia Roma.
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El matrimonio Gutiérrez González tuvo, además, otros dos hijos: Adolfo y Emilio.
Al primero no lo conocí, supe, solamente, que vivía en el norte de México, a
Emilio, sí lo conocí, lo mismo que a un par de sus hijos, de quienes no guardo
memoria, ya que los habré visto, cuando mucho, un par de veces en toda mi vida.
Según comenta doña Martha, mi madre, conoció a quien fuera su esposo a partir
del 11 de agosto de 1948, fecha en que se celebró la ceremonia de matrimonio en
la Iglesia de Nuestra Señora de la Paz, en la calle de Enrico Martínez - oficiando el
padre de apellido Robles -, en la oficina en donde ambos trabajaban, la Dirección
General de Estadística, de la Secretaría de Economía, ubicada, en ese entonces,
en pleno centro histórico de la ciudad capital.
Su padre, don Mariano Pita, mi tatarabuelo, médico cirujano, fue actor importante
durante el episodio épico de la batalla del 5 de mayo de 1862, en ocasión de la
invasión francesa de nuestro territorio nacional, ya que, ese día, muy temprano
asistió a los oficios religiosos que acostumbraba cada mañana, y durante el
transcurso de la misa, se comenzaron a escuchar los estruendos producidos por
las explosiones de la artillería sobre los fuertes de Loreto y Guadalupe, por lo que
don Mariano, de inmediato, se trasladó al hospital principal de la capital del
Estado, lugar en donde atendió, sin distinción de bandera, a los primeros heridos
en esa fecha memorable en los anales de la historia patria.
Por lo que respecta a don Joaquín, una vez concluidos los episodios
revolucionarios más cruentos, y en camino hacia la consolidación del proceso, le
correspondió ocupar el cargo de Inspector General de Policía, en la ciudad capital
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del país, siendo Presidente el general Victoriano Huerta. A partir de dicho
episodio, don Joaquín pasó a retiro de la vida pública, conservando en alto el valor
de su acción durante ese lapso de su existencia, causando la baja militar, con
todos los honores que le correspondieron.
Con Carlos, mi abuelo, en todo caso, inicia la zaga que habría de ponerme a mí de
frente, en este pícaro planeta. Nació, como todos sus hermanos, en la Puebla del
siglo XIX que muchos anhelan, incluso ahora, el 4 de noviembre de 1889, supongo
que en la casa paterna de Espejo número 7, esquina calle Santa Clara. A los 18
años realizó su primer viaje a Europa, sin conocer el idioma, e imagino que
tampoco con conciencia de la aventura que iniciaba, como un síntoma de rebeldía,
y de envidia – de la buena – hacia uno de sus más afectos amigos de juventud.
Cuenta don Carlos que su madre – mama tata – lloraba pidiéndole a don Joaquín
que no dejara que el niño se fuera solo a un lugar tan desconocido como lo era,
para ese entonces, la ciudad de Paris. No obstante las súplicas maternas, don
Carlos abordó el pulman del ferrocarril Interoceánico con rumbo al Puerto de
Veracruz, y de ahí al vapor que lo llevaría más allá de las fronteras de su muy
querido México, hacia la búsqueda de su propio destino.
Como suele suceder, don Carlos siempre corrió con suerte, y aunque, como dije,
no sabía ni pedir un plato de lentejas en el idioma vernáculo, poco a poco, fue
aproximándose más y más a la cultura más admirada por él, después de la propia:
la francesa. Además, según comentó el propio don Carlos, la experiencia le
posibilitó confirmar la razón por la que se afirma que: Paris bien vale una misa.
El signo del destino hizo menester su retorno a México, tras su primer viaje, ya
que estalló, en el viejo continente, la primera guerra mundial. Unos años después,
para 1928, habría de regresar con su familia propia. Imagino que en dicho inter fue
que conoció a la que sería su esposa: doña Leopoldina, mi abuela, a su vez,
nacida en la población de El Cuesillo, en León de los Aldama, en Guanajuato, el 8
de junio de 1902. Hija del matrimonio de Luis Gómez Duhart y Luz Contreras,
quienes a su vez procrearon ocho hijos: Dolores, Leopoldo, Angelina, Leopoldina –
estas dos últimas fallecieron siendo muy pequeñas – Angelina, y Leopoldina
(segundas), Luis y Mercedes.
Como fruto del matrimonio entre don Carlos y Leopoldina, nació en calidad de hija
única, doña Martha Yolanda Pita Gómez Duhart, quien pronto incursionó a su vez
por el mundo. A la muy tierna edad de 9 años realizó su primer viaje por vapor al
viejo continente, fijando su residencia en París, ciudad que sirvió de sede a su
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educación más próxima, y que perdura en el tiempo, no sólo por la calidad de la
misma, sino por el hecho de que gracias a sus estudios europeos, muchas puertas
sociales y laborales se le fueron abriendo. Como consecuencia de la guerra civil
española, la familia Pita Gómez Duhart retornó a México, en el año de 1937.
Por lo que respecta a mi relación con él, a pesar de lo que pudiera imaginarse,
guardo en mi mente un profundo afecto, así como recuerdos imborrables que
sirven de testimonio de lo singular de un sentimiento que no pudo madurar, por
razones ajenas a mí voluntad, y sólo atribuibles al destino que emergió de entre
las tinieblas, obscureciendo la posibilidad de ubicarlo con precisión, más allá del
limitado tiempo que pude disfrutarlo.
Con motivo de sus frecuentes viajes hacia el norte del país – nuestra madre refiere
que, para ese entonces trabajaba en el Estado de Sonora, con dos asociados,
Víctor Estrella, y Dino Meza, en el negocio de la captura de camarón, en Puerto
Peñasco – no fue sencillo ahondar una relación más allá de la mera formalidad, es
más, fue sumamente difícil concretar aspectos básicos de la vida familiar, como
fueron: el registro civil, y la ceremonia del bautismo. Uno y otro se realizó fuera de
tiempo, el primero, el 5, y el segundo, el 7 de septiembre, ambos de 1951, más de
año y medio después de mi feliz nacimiento.
Tengo entendido que la razón principal de que se produjera una situación como la
descrita, fue la imposibilidad de hacer coincidir las agendas de don Ignacio
Guadalupe, y quien a la postre sería mi padrino más querido, don Héctor Soto
Máynez, y su esposa, América Paniagua.
Para ese entonces, Patricia, mi hermanita mayor, y mi más querida amiga de esa
tierna infancia, tenía ya más de dos añitos. Nacida en Guadalajara, Jalisco,
ciudad en la que sentaron su primera residencia mis padres, tras su feliz
matrimonio, se trasladaron a la gran ciudad capital, en donde sentaron su domicilio
permanente, imagino que por razones familiares, es decir, de mayor seguridad
para nuestra madre y para sus tiernos críos, si se considera para ello los
frecuentes viajes de negocio de nuestro padre.
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Nuestro hogar fue situado en la Avenida Álvaro Obregón 234, esquina con la calle
de Medellín, en el edificio “Comodoro”, que aún existe a la fecha. Ocupamos el
departamento dos – lo recuerdo con claridad, gracias al merolico que anunciaba:
agua Mundet. A lo que la abuela contestaba: al dos, al dos - . En dicho inmueble
vivimos hasta agosto de 1954, ya que nos vimos forzados a marcharnos como
resultado del desahucio de que fue objeto el inmueble por parte de la compañía
“La Latinoamericana”, su propietaria.
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fuimos amontonados: padre, madre y abuela, ya que don Ignacio Guadalupe, no
obstante que andaba para arriba y para abajo, desarrollando actividades diversas
por todo el país, en algunos momentos solía acompañarnos.
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escoba, con cabeza de muñecos viejos, sin ojos. Fue ahí en donde caí en cuenta,
conscientemente, por primera vez, sobre el contraste entre uno y otros.
Otro paseo realizado con mi padre, fue para encontrarse con uno de sus amigos y
socios, el señor Víctor Estrella, alojado en el Hotel Bamer, en la avenida Juárez
del centro de la ciudad. En ese entonces, en México no era necesario pasar por la
recepción del hotel para anunciarte, como pasa ahora. Recuerdo que al llegar,
subimos directamente al piso en donde estaba la habitación del señor Estrella,
quien salió a la puerta de su cuarto en calzoncillos y camiseta, al ver que
acompañaba a mi padre, entró corriendo para cubrirse con una bata.
En otra ocasión, siendo un día domingo, nuestro padre ofreció llevarnos a pasear
a Patricia y a mí, para lo cual pasaría a recogernos a la casa de la calle de Colima.
Recuerdo con inmensa tristeza que, tanto Patricia, como yo, estuvimos
esperándolo desde que amaneció, hasta que anocheció. No llegó, y jamás
supimos la razón del primer plantón paterno de mi vida.
Por lo demás, nuestra infancia en la casa del abuelo fue siempre placentera. La
edad que teníamos a nuestra llegada – yo, cuatro años, Patricia, cinco, y Carlos,
diez meses – hacía que fuera imposible que estuviéramos consientes de que
nuestra familia se veía amenazada por la disfuncionalidad.
Un hecho que llegó a nuestras vidas de forma accidental, previo a nuestro cambio
a la casa de Colima, se registró en la cocina del departamento de la avenida
Álvaro Obregón. Nos encontrábamos Patricia y yo cerca de la estufa en donde
hervía la leche, cuando de repente la olla volcó sobre ambos. Todas las miradas
se dirigieron hacia mí, ya que me toque la entre pierna, lugar a donde había ido a
caer la leche, afortunadamente para mí, nada sucedió en esa parte tan importante
de mi anatomía. Por el contrario, Patricia se llevó sus manitas al pecho, lugar que
había sido lacerado por leche hirviendo, quemándole un seno, dejándole como
secuela una cicatriz en esa zona tan importante de su anatomía, misma que
conservó de por vida.
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Capitulo 2
El entorno que nos rodeó en nuestra casa de la calle de Colima, fue siempre grato,
don Carlos, nuestro abuelo, era un ciudadano respetado en nuestra comunidad.
Abrió el primer negocio de antigüedades a consignación de la ciudad capital, bajo
la razón comercial de “Las Novedades” y su fama fue siempre su mejor tarjeta de
presentación. Elegantemente ataviado, de traje y corbata, con zapatos bien
lustrados, y polainas para el otoño e invierno, fumador empedernido de cigarrillos
“soberbios”, y gustoso de los buenos vinos y la viandas de la cocina gourmet. Sus
quesos favoritos rondaron los Roquefort, y previo al almuerzo, invariablemente su
copita de Pernod que combinaba con agua y hielo.
Con ese respeto con que se veía al caballero de la calle de Colima, fuimos
recibidos sus familiares más cercanos. Recuerdo bien que frente a nuestra casa
había tres misceláneas: “Lilia”, “La Luz”, y “La Covacha”. La primera, entiendo era
la mejor en todos los aspectos, mayor surtido, calidad y precio, cuando esas
cualidades eran valoradas por los vecindarios, que dicho sea de paso, estaban
plagados de negocios similares.
Nuestra vecina inmediata era la señora Adela Damm, una dama muy discreta que
vivía con su señora madre, en el número 243, de la calle de Colima, que era
funcionaria de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes de la época. Un
poco más hacia la calle de Tonalá, en el número 241, la familia Figueroa, cuya hija
mayor, Marta, fue pretendida, años más tarde por Carlitos, mi hermanito.
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misma confianza que no he vuelto a tener por virtud de que ahora nadie te deja
entrar al negocio como Pedro por su casa. Tanto Lilia, como la señora Teresa,
también nos dispensaron el mismo sentimiento, y me permitían entrar y
despacharme sin que me estuvieran vigilando, ni nada por el estilo. Entre todas
las misceláneas, la tintorería Olimpia, ofertaba sus servicios a los vecinos también
Junto a nuestra residencia, otra muy parecida, en el número 244, la del abogado
de apellido Solórzano, su esposa, doña Cuca, y sus dos hijos – ambos medio
loquitos -, de nombres Fernando y Oscar, y sus dos empleadas domésticas,
Porfiria y Berna, en el 246 vivió mucho tiempo un personaje conocido como
monono, con una esposa, también medio zafada de la cabeza, llamada doña
Rosalía. Más tarde, una vez fallecido monono la casa fue ocupada por su hijo,
Luis Velasco González, casado con María Elena Munguía, y padres de Luisito y
Laura Patricia Velasco Munguía, los cuales fueron para nosotros dos grandes
amigos y compañeros de juegos.
Nuestras primeras letras para Patricia y para mí, fueron en el Instituto Infantil,
ubicado en la calle de Ámsterdam número 120, en la colonia Hipódromo Condesa.
La Directora, la señora Angélica Díaz Covarrubias de Almazán, cariñosamente
conocida como Miss Almazán, de muy grato recuerdo, así como su esposo el
teacher, quien era una especie de “todólogo”, ya que impartía clases, manejaba la
camioneta que nos recogía diariamente, una Chevrolet 1952, color café con leche.
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único, jamás visto por mí antes: un sacapuntas mecánico. Disfrutaba mucho
viendo al teacher utilizarlo, ya que era el único en todo el colegio, y estaba ahí,
justamente en mi primera aula de clases.
La anécdota más chistosa de que tenga memoria en el Instituto Infantil, tiene que
ver con un accidente involuntario que sufrí en carne propia – debo de reconocer
que no sentí nada de vergüenza – sucedió que me hice popó en los calzones y me
quedé callado hasta que empezó a oler muy mal en la clase. Nos empezaron a
investigar a cada niño y niña, hasta que llegaron a mí, constatando el hecho. De
inmediato, la Miss Almazán llamó a la casa y pidió a mi madre que viniera a
recogerme, lo que hizo en breve tiempo.
Nuestra estancia en dicha institución educativa no fue tan larga como nos hubiera
gustado. Por razones idénticas a las enunciadas con respecto a la salida del
departamento de la calle de Álvaro Obregón, fuimos a parar a una escuela oficial,
como se conocía entonces a las que el estado mexicano administraba a través de
la Secretaría de Educación Pública. Guardo en mi mente con toda claridad la
conversación que sostuvieron una mañana indefinida la abuela y mi madre, en
torno a la razón que se daría a la Miss Almazán por nuestra partida. Doña Martha
le dijo a la abuela: “pues dile que los niños – es decir, Patricia y yo – nos íbamos
para Acapulco”.
Y, así fue. Nada más que en lugar de irnos para Acapulco, llegamos a nuestros
nuevos colegios. En mi caso, el Alberto Correa, y Patricia, en el Manuel López
Cotilla, ambos estaban ubicados muy cerca de nuestra casa, en la Plaza Miravalle
(hoy Plaza Cibeles).
La verdad sea dicha, a mis seis años cumplidos, no tuve la capacidad para percibir
la gravedad de los acontecimientos, sobre todo, considerando para ello que mi
madre tenía un embarazo de cuatro meses, cuyo final se produjo el 16 de julio
siguiente, con el nacimiento de mi adorada hermanita Sylvia del Carmen.
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Junto con los recuerdos que he venido refiriendo, mi padre me legó,
indirectamente, media docena de trajes que permanecieron colgados – como
mudos testigos de su ausencia – en el closet que estaba junto al desayunador de
la casa de Colima 242. Ese closet, y los trajes, pasaron a mi dominio personal.
Sobre las prendas recuerdo que doña Martha, mi madre, concluyó que yo debía
usarlas, pero para ello, habrían de ser ajustadas, por las obvias razones de la
diferencia de tallas.
Fuimos con un sastre que tenía su taller en la propia calle de Colima, casi esquina
con Orizaba. Ahí, el maistro hizo el milagro de convertir un traje de hombre, en
uno para niño. Poco a poco, creo que a uno por año, me fueron confeccionando
una especie de disfraz que me hizo asemejar algo que todavía no era en la
práctica: un adulto.
Además de los trajes y algunas camisas talla large que siempre intenté ponerme,
recibí su joyero en piel de vaca color caramelo, con algunas piezas de
mancuernas y pisa corbatas que aún conservo hasta estos días, menciono
especialmente, el juego para ropa de etiqueta, que consta de botones en piedras
de azabache, y mancuernas en oro de 18 quilates, así como otras mancuernas
con diseño en monedas antiguas, utilizadas por mí durante muchos años, hasta
que se extravió una, quedando incompleto el juego.
La pipa para fumar marca Dunhil, nueva, me sirvió muchos años de inspiración en
momentos especiales de la vida. La conservé hasta el día que decidí dejar el
vicio, del que me había convertido en habitual; en un momento indeterminado fue
obsequiada, junto con la colección que llegué a acumular a lo largo de los años.
Otra cosa que conservé del intangible legado, fue un claro sentimiento de culpa
por algo que no había hecho, y que se transformó con el tiempo en un sentimiento
de baja autoestima personal, que he venido arrastrando, hasta nuestros días.
La experiencia de nuestra nueva escuela, al menos para mí, fue normal. Lejos de
sentirme menos preciado, intenté, desde que tuve el primer contacto con la Alberto
Correa, sentirme a mis anchas. Recuerdo con especial afecto a mi primera
profesora, la maestra Águeda, del segundo año de educación primaria. Nuestra
aula no disponía del mobiliario adecuado, lo que motivó que mi abuelo me
comprara una mesa de trabajo, y una silla a juego, mismas que llevamos cargando
desde nuestra casa, hasta el propio colegio. Aunque yo no lo recuerdo, mi madre
refiere que la situación descrita en torno al mobiliario, tuvo que ver con el hecho de
que, a través de una visita que hizo a mi salón, me vio sentado prácticamente en
el suelo, lo que le causó profundo dolor.
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De mi primer curso en el Alberto Correa, recuerdo, además, que la maestra
Águeda me regaló una maqueta con un diseño dental modelado en plastilina,
guardada en un gabinete escolar, durante muchos años - según refirió la propia
profesora – .
Por lo que respecta a Patricia, mi hermanita muy querida, refiere mi madre que su
primer año fue fatal, ya que, por ser güerita – como lo era yo también -, y con pelo
ensortijado, ninguna niña quería compartir con ella, es decir, fue discriminada - es
más, alguna profesora con ánimos de ofensa, la había nombrado carpera término
que por aquel entonces no entendimos ni ella ni yo - lo que se tradujo en que cada
día, a la hora del recreo, nuestra abuela, doña Leopoldina, iba al colegio, para
verla desde la calle y conversarle todo cuanto pudiera para que la niña no se
sintiera solita.
Nuestra estancia en la escuela oficial fue de dos años completos, 1957 y 1958.
En el segundo periodo lectivo, es decir, el tercer año de educación primaria, yo ya
me sentía como pez en el agua. El aula que ocupábamos, era en el primer piso y
disponía de un balcón hacia el patio mayor del colegio. La titular era una
profesora llamada Blanca, cuyo rostro tengo muy presente. Como rasgo especial
de esa profesora, su aspecto era diferente al de la maestra Águeda, quien parecía
una madona antigua. Esta era joven y dinámica. Usaba falda y el pelo muy
cortos, en tono rojizo, este último, además, disponía de grandes ojos verdes.
Por esas mismas fechas del año 1958, Patricia y yo hicimos la primera comunión,
justamente el día de la virgen de Lourdes, el 11 de febrero, para lo cual fuimos
puntualmente preparados por dos damas que habían dedicado su existencia a la
congregación del apostolado de la oración, mi tía Raquel, hermana del abuelo don
Carlos, y María Mendoza, una rezandera de las muchas que se encontraban por
todas partes dentro de nuestro ambiente familiar. La ceremonia fue en la capilla
de la Inmaculada, anexa al templo de San Felipe de Jesús, en la avenida Madero
de la capital del país, y tanto Patricia, como yo, fuimos engalanados con trajes
especiales. En mi caso, adquirido en la tienda “El Niño Elegante”, un traje gris
perla, con camisa de ceremonia, cuello Eaton, con corbata de moño del mismo
tono que el traje, crucifijo al cuello y cirio en las manos, junto con el tradicional
misal y el rosario bendito. Obra testimonio gráfico de la ceremonia en múltiples
archivos.
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Héctor Soto Máynez, quien fue de gran apoyo para nosotros, especialmente, en
las circunstancias por las que atravesamos con la ausencia de nuestro padre.
El padrino le dio trabajo en los dos principales negocios que tenía por aquel
entonces: La Terraza Casino – centro nocturno de moda – y la Lavandería “La
Terracita”, ubicada en la calzada México Tacuba.
Superado el primer estadio del trauma familiar vivido, doña Martha se dedicó en
cuerpo y alma al trabajo. Recuerdo sus agotadoras jornadas laborales, entre una
y otra de sus tres obligaciones, apenas le quedaba tiempo para estar con
nosotros, y por supuesto, para descansar. Sus ausencias fueron suplidas por la
presencia permanente de la abuela, quien además de hacer pie de casa estaba
siempre alerta de los cuatro nietecitos – debo reconocer ahora que especialmente
de su Nachito consentido -.
Por ese mismo entonces llegó a nuestro domicilio nuestro primer aparato de
televisión, de marca Philco, y por supuesto, en blanco y negro. Una vez que fue
instalada la antena en la azotea de la casa, de inmediato pudimos captar lo que
fue mi primer programa en vivo y en directo, la serie: mapi y papi, protagonizada
por Mapi y por Fernando Cortés. La señal era del canal 2, del que era propietario
el fundador de la dinastía Azcárraga, don Emilio, dueño, a su vez de la estación de
radio XEW, la de mayor audiencia a nivel nacional, al menos eso es lo que se
decía.
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pública para niños de su edad llamada Benito Juárez, y hasta ahí lo fuimos a
dejar, con la abuela, una fresca mañana de comienzos del año. Cuando cayó en
cuenta que nos íbamos, y que él se quedaba ahí solito puso una carita que jamás
olvidaré, pero se resignó a ese destino que le marcaban sus mayores.
Nunca supe, hasta esta fecha, lo que implicó para mi hermanito nuestra nueva
situación familiar. La ausencia de nuestro padre ocurrió cuando Carlos Adolfo
apenas contaba con un poco más de tres años. Confío en que, por virtud de esa
juventud, los efectos de no conocer mejor a uno de los autores de nuestras vidas,
hayan sido menos doloroso que lo que pudieron haber sentido adultos y niños que
nos vimos afectado por una circunstancia de gran injusticia.
Nuestra calle, como ya referí, era un ejemplo clásico del México de los años
cincuenta. Había, siempre, en la esquina de Colima, con la avenida de los
Insurgentes, un agente de la Dirección General de Policía y Tránsito, en uniforme
que coadyuvaba a dirigir el tráfico en un cruce de gran relevancia, ya que a media
cuadra se encontraba la sede central de la Cruz Roja Mexicana, por lo que todos
los semáforos de la ruta, desde la avenida Cuauhtémoc, hasta Insurgentes se
encontraban sincronizados para dar paso a las emergencias cotidianas.
Por la noche, a partir de la diez se escuchaba “el sereno” vigilante nocturno que
garantizaba la tranquilidad de nuestra calle cada vez que hacía sonar su silbato.
Cada diez o quince minutos pasaba, a gran velocidad un vehículo de transporte
foráneo de la línea Flecha Roja, en su ruta: México-Toluca-San Luis-Metepec-
Querétaro.
Una tarde cruzó por enfrente de nuestra casa el vehículo presidencial a bordo del
cual iba nuestro Primer Mandatario, don Adolfo Ruíz Cortines. Mi abuelo, quien se
encontraba afuera del negocio “Las Novedades” se descubrió en señal de respeto,
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y le hizo un afectuoso saludo, mismo que, desde dentro del automóvil fue
contestado.
Con otros amigos con quienes nos veíamos frecuentemente, fue con los Soto
Paniagua, los hijos de mis padrinos América y Héctor. Por virtud de sus
posibilidades económicas, a mi padrino le iba muy bien, viajamos al centro
vacacional de moda: Tequesquitengo, en el estado de Morelos, donde disponían
de una lujosa casa, con piscina (alberca) y jardín envidiables. El centro vacacional
dispone de un hermoso lago, utilizado para realizar todo tipo de deportes
acuáticos, como el esquí de competencia, la natación, etc.
Los viajes a “Teques”, como mejor conocíamos el lugar se dieron con mucha
frecuencia, desde la primera vez en que fuimos invitados, hasta la víspera de que
vendieran la casa, en donde pasamos una estancia de gran tristeza para todos.
Para ese entonces, no sabía nadar. Recuerdo que en mi primera visita al lago, los
Soto se fueron lanzando una a uno, sin mayor protección que la confianza de
saber sostenerse en el agua de un lago tan grande y profundo como el que
teníamos frente a nuestros ojos. Sin pensarlo, me lance al agua, y me sumergí
hasta lo profundo – como dos metros – no fue sino hasta ese instante que caí en
cuenta que no sabía qué hacer. Tomé impulso y empujé mis pies desde el fondo
hacia la superficie, alcanzando a salir sosteniéndome de la orilla en donde estaba
el muelle que servía para amarrar las lanchas de motor del condominio en donde
estábamos alojados.
Me pude morir ese día por irresponsable, afortunadamente, no pasó nada y aquí
sigo, vivito y coleando.
Otros primos a los que queremos muchísimo, son los Zavala Hurtado, hijos de la
tía Lucero y de Raúl Zavala – empresario del Teatro Lírico, ahora desaparecido –
Jorge, Pepe, Lee (Víctor Manuel) Juanito y Norma Guadalupe. Por regla general
la tía Lucero los llevaba a casa de su madre (que era, a su vez, hermana de la
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abuela) la madrina Angelina los sábados y domingos de cada semana. Con ellos
íbamos de un lado a otro, jugábamos futbol en cuanto espacio encontrábamos y
hacíamos todo tipo de diabluras. También convivíamos con Agustín y Maricela
Benítez Ortega, hijos de una señora que había sido adoptada por la madrina
Angelina, y que a su vez consideraba como verdaderos nietos.
Las semanas santas de cada año, fueron vividas dentro de la más pura tradición
de nuestra familia, por aquel entonces, y no obstante la laicidad del estado
mexicano, algunas expresiones de religiosidad cobraron auge, como serían los
casos de las procesiones del Vía Crucis, y del Santo Entierro, ambas se
realizaban el viernes en que se conmemoraba la muerte de Cristo, y eran
organizadas por una sociedad civil muy religiosa, y la cofradía del sacerdotes de la
iglesia de la Sagrada Familia, encabezados por Benjamín Pérez del Valle.
Don Carlos Pita, nuestro muy querido abuelo, siempre nos sorprendía, no sólo con
todo el afecto que nos tuvo, sino con hechos reales y tangibles, cuya memoria es
permanente, como el viaje realizado por tren a Veracruz. La primera vez que vi el
mar, fue justamente en el puerto más importante de México. El viaje fue toda una
odisea, según pudimos comprobarlo todos los que en el participamos. Al abuelo
siempre le gustó el tren Interoceánico – había, en esa época dos opciones: el
propio Interoceánico, y El Mexicano. Compró boletos para en primero, incluidos
carros dormitorio y un “gabinete”, especie de camarote con dos camas y baño.
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noche anterior, por lo que el resto del viaje fue menester comer de lo que se
ofrecía en cada parada de las muchas que realizaba el tren, en su ruta al puerto.
Como señalé, el clima no nos ayudó mucho, por lo que la lluvia cada vez
intensificó más su fuerza, lo que motivó, entre otras cosas, que tuviéramos que
ubicarnos en otro alojamiento. Esta vez, fuimos recomendados por los Mena
Brito, para ser recibidos en un lindo y nuevo hotel, “El Vacaciones”, que
prácticamente estrenamos. Ahí permanecimos hasta el fin de nuestra estancia, y
por supuesto, nuestro retorno a la ciudad de México, cosa que hicimos a bordo del
famoso ferrocarril Interoceánico, en condiciones similares a las del viaje de ida,
aunque en esa ocasión, el carro en el que nos tocó, era el último del convoy, lo
que hacía posible que nos asomáramos por la puesta del final del tren para
disfrutar del panorama.
Nos tocó bajar del tren, auxiliados por la población que se agolpaba a nuestro
alrededor, unos para ayudar, y otros para buscar aprovechar la oportunidad y
saquear lo que pudieran. Tengo muy presente la imagen protectora de nuestro
abuelo, quien llevaba su inseparable bastón, que en dicha ocasión, sirvió como
una especie de batuta con la que organizó nuestra salida en busca de un taxi que
nos trasladara hasta nuestra residencia en la ciudad de México, a la que llegamos
muy tarde por la noche, pero con una emoción incontenible por los sucesos recién
registrados, y de los cuales salimos sin consecuencia alguna. La experiencia,
como señalé, fue inolvidable.
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21!
Al concluir el segundo y último año cursado la Escuela Alberto Correa, nuestra
madre solicitó y obtuvo una entrevista con la directora, una anciana maestra de
carrera que había acumulado más de cuarenta años de servicio activo, quien la
recibió con un poco de sorpresa, ya que el motivo del encuentro era para
agradecer a la autoridad colegial por haberme tenido los últimos dos años en el
seno de la institución. Refiere doña Martha que la directora le dijo que en todos
los años que llevaba educando a muchas generaciones de estudiantes, jamás
alguien la había buscado – como hiciera doña Martha – para agradecerle por los
servicios recibidos.
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22!
Capitulo 3
Para el año de 1959 nos fueron reservadas sorpresas muy agradables. Nuestra
madre estaba trabajando intensamente y dispuso, finalmente, de recursos
suficientes para cambiarnos de escuelas, al menos a Patricia y a mí. Por lo que
respecta a mi hermanita, tenía plaza reservada en el Colegio Oxford, de gran
renombre y fama, por la calidad de estudios que impartía, nuestra madre era ya
una de sus profesoras de francés más estimadas por la directora principal, la
señora Alice Riveroll, quien le otorgó media beca, para el año lectivo señalado.
Dentro del término para cumplir con los requisitos formales del caso, nuestra
madre pensó de inmediato en la salida para mi hermanito Carlos, quien como
indiqué estaba ya en el jardín de niños Benito Juárez. Fuimos los dos a tomar las
fotografías, y juntos, también, a formalizar su inscripción para ingresar a maternal,
ya que contaba con apenas cinco añitos, recién cumplidos.
Y, fue así que quedamos inscritos los dos en el Zumárraga, al tiempo que
cumplíamos con los trámites para adquirir uniformes y libros, costumbre curiosa
que casi todas las escuelas privadas, consideran como exclusivas, es decir,
!
23!
teníamos que adquirir en las propias instituciones todo el material, a los precios
que ellos mismos marcaban, y con las condiciones previstas por virtud de los
intereses económicos de cada cual.
En fin, nuestra madre tuvo la entereza de enfrentar todos y cada uno de los
requerimientos, tanto para Carlitos, como para mí, y de forma muy especial para
nuestra hermanita Patricia. Comenzamos, de esa manera, una nueva aventura
educativa que nos llevaría por los senderos más adecuados, hasta la culminación
de nuestra primera preparación para enfrentar la vida.
Mis clases en el tercer año fueron muy gratas. Recuerdo a mi maestra, Laura
María Salgado, quien a su vez tenía una hermana menor que daba clases en
segundo año de primaria, y a su madre, la maestra Graciela Salgado, quien era la
titular de las clases de inglés, y de quien recibí mis primeras nociones sobre esa
importante lengua.
Como toda escuela con deseos de dejar huella imborrable en sus estudiantes, el
Fray Juan de Zumárraga tenía el lema: Esto Vir, que en latín significa: ser hombre.
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24!
Además de las personalidades ya señaladas con anterioridad: el señor Vázquez
Bracho, el padre Ugartechea, las profesoras Salgado y la maestra Sylvia, otros
personajes relevantes de nuestra nueva alma mater fueron: la señora Consuelo
Algarabel, quien era la Directora Técnica, la madre San Pablo, que era una
especie de asistente ejecutiva de la secretaría del Zumárraga, y el maestro
Espejel, quien era el prefecto en turno, además, de don Mario, el chofer del
autobús número tres, nuestro camión de transporte escolar, y el portero del
inmueble, Marcos.
Conforme iba avanzando el curso de nuestro primer año lectivo, tanto Carlitos,
como yo, nos sentíamos con más confianza y llenos de ánimo, por tener la
oportunidad de combinar nuestra rutina escolar diaria, con las actividades que
realizábamos en nuestra casa, cerca de nuestra madre, abuelos y hermanas.
Por esas mismas fechas teníamos una gata muy simpática y querendona, algo
huraña con quien no conocía, pero especialmente cariñosa conmigo, tal cual
referiré más adelante.
Nos llevaban, cada día, a la puerta de la casa dos o tres litros de leche,
proveniente del establo “El Rosario”, el mejor de la ciudad. La leche, aunque era
pasteurizada, debía hervirse cada día para poder tomarse. A mí me toco en
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25!
infinidad de oportunidades, vigilar, en la cocina, que la leche hirviera, lo que me
emocionaba muchísimo. Después, la abuela sacaba la nata, con la que hacía
pasteles, o untaba en pan. A mí nunca me gustó la nata, ni me ha gustado jamás.
Y, andando en eso, resulta que un buen día me desperté un poco más amarillo de
lo que de forma natural era. Además de la piel, recuerdo que los ojos estaban a
tono y en combinación con todo mi cuerpecito. Por esas mismas fechas, una
especie de epidemia de sarampión pululaba por nuestro hogar, victimizando a la
mayoría, a mí, un poco después de haberme sido diagnosticado por el doctor
Agustín Navarro, mi pediatra, que tenía hepatitis con cuatro cruces, según se
reveló en los análisis de sangre que me fueron practicados al efecto.
Si, debo reconocer que dichos primeros análisis de sangre fueron traumáticos. A
la salida de la consulta con el doctor Navarro, mi madre me llevó al laboratorio que
era de una amiga de la familia, la doctora Rojina, a quien odié con alma, vida y
corazón, por haber sido la primera persona que practicaba tormentos conmigo,
gracias a la elemental necesidad de obtener una biometría hemática para la
lectura de mi estado de salud.
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26!
Todos en casa me atendieron como si fuera su “Majestad el Niño” que dicho sea
de paso, lo fui en una única intervención en televisión, en un programa con tal
nombre, al que asistí con mi madre, y que era sobre conocimientos generales. Lo
ganamos (bueno, lo ganó doña Martha) y obtuvimos como premio un sillón
reclinable de la fábrica de muebles “Cuauhtémoc”. Con motivo de la enfermedad,
obtuve premios y regalos de todo tipo. Uno de esos regalos, el que más recuerdo,
era un juego para armar: Tinker Toy, me pasaba horas imaginando las estructuras
más complicadas, e intentando emularlas. Coleccioné también tiras cómicas con
motivos de Walt Disney, o de la Pequeña Lulú, Vidas Ejemplares, etcétera.
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27!
mayo, en que se celebra a los profesores y maestros. Le compró un piyamero con
forma de muñeco, cuya envoltura era, en comparación con el resto de regalos
exhibidos en el propio salón de clase, el mayor.
Para el mes de noviembre de ese 1959, recibí mi boleta de pase al cuarto año de
educación primaria, junto con la felicidad por haber superado esa etapa de mi
formación escolar.
Un curioso detalle que no quisiera dejar de mencionar, tiene que ver con el hecho
de que dentro de mi grupo escolar, y también en otros más de los que integraban
la plantilla del Zumárraga había alumnos que padecían poliomielitis, enfermedad
muy común en el México de los años cincuenta.
En el ámbito más íntimo de nuestro círculo, nuestra madre llevó a casa un lindo
cachorrito, producto del cruce de dos razas: french poodle y maltés, era macho y
de color gris, le nombramos: jackrubi scooby douby maccartney. La verdad es que
era nuestra primera mascota canina y le fue obsequiado a doña Martha por sus
amigos y alumnos, los Diez Barriga. Señalo que fue nuestra primera mascota
canina – además de dominó – ya que tuvimos gatos, pollos y gallinas.
Nuestro abuelo que era consentidor a ultranza. En algún momento, nos compró
una docena de pollitos, que pronto crecieron, transformándose en gallos y gallinas.
Con el fin de cuidarlos, se construyó en la azotea un gallinero, y ahí subíamos
todos. Era como una especie de club privado a donde llevábamos juegos y nos
divertíamos sanamente.
Por esas fechas llegó a trabajar a la casa una empleada doméstica llamada Ofelia.
Recuerdo muy bien que iba vestida con un hábito café, de carmelita, ya que
estaba cumpliendo una manda o promesa, justamente a la virgen del Carmen. De
esa empleada guardo muy buenos recuerdos, ya que nos conversaba mucho a mi
hermanita Patricia y a mí. A veces sus relatos eran de miedo, como el de la
llorona, o quizá aquel de un bicho de su pueblo, mejor conocido como la cabrilla
especie de parásito que se incrustaba en las entrañas chupando toda nuestra
sustancia vital.
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28!
México. Cada año, reunía en su espacioso jardín a sus empleados y se
organizaba una celebración decembrina para conmemorar las fiestas estivales.
Invitaban artistas renombrados, y siempre se repartían regalos de Santa Claus o
de los tres Reyes Magos. Por supuesto, nosotros, aunque no éramos convidados,
veíamos, desde nuestra azotea todo el espectáculo.
Otros insectos que adornaron con su color nuestra infancia, fueron los
azotadores, especie de orugas multicolores que abundaban en los árboles que se
encontraban plantados en la acera de nuestra casa de la calle de Colima.
Como nuestra madre siempre fue muy activa en lo que respecta a las obras
sociales, y a los muchos contactos de que disfrutábamos en nuestro entorno, el
Comité de la Cruz Roja Mexicana la designó como Jefe de Manzana, que era
como el representante de la institución en su vecindario. La función más
importante del Jefe de Manzana, era la de promover la compra de boletos que se
vendían dentro de la colecta anual. El talonario tenía aportaciones por un total de
$1,000.00, repartidos en pequeños cupones que iban desde la denominación de
cien, hasta un peso.
Por supuesto, las celebraciones de cumpleaños para cada uno de nosotros eran
siempre un acontecimiento en el que dominaba la imaginación y la iniciativa de
nuestra madre. Casi siempre nos disfrazábamos. En mi caso en particular, los
más célebres fueron de payaso, y de marinero. Nuestros primos, así como la
familia Soto Paniagua eran los invitados permanentes, y había de todo: merienda,
pastel, sombreritos, serpentinas, piñata, y confeti, además de las melodías
tradicionales, como la que comienza:”…En un hermoso día…”
Para fortalecer su economía, nuestra madre, apoyada siempre por el abuelo, abrió
un negocio en la misma planta baja de nuestra casa – además del de
antigüedades – que fue una papelería, y una librería, esta última, denominada
“Cultura”. Ahí, se recibieron acervos importantes pertenecientes a personajes
conocidos, como don Luis Sánchez Pontón, quien fuera secretario de instrucción
pública.
Varios bibliófilos pasaron por sus puertas, recordando, muy especialmente, a don
Carlos Septién, quien más tarde llevó a su primo, Manuel González de Cossío, a
la postre gobernador del estado de Querétaro.
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29!
Francisco González de la Granja; el general Adolfo León Osorio y Agüero, el señor
José de Ambrosi y Carrara, caballero del Santo Sepulcro, el señor Fauzi Haddad,
la familia de la Reguera, o los Arienzzo, Carmen Carrasco viuda de Hoyos, la
misma María Félix – con fama de ser mala paga -, y tantos otros, con quienes de
una u otra forma estuvimos vinculados y en contacto como consecuencia del
ejercicio profesional de don Carlos.
Una afición que mantuvimos por bastante tiempo con mi hermanita Patricia, fue la
de coleccionar figuras de nuestros personajes favoritos de una zaga de Walt
Disney que por aquel entonces sacó la embotelladora de Coca Cola en México, y
que canjeaban por un número indeterminado de corcho latas, más unas cuantas
monedas.
Ese fin de año del 59, Santa Claus me trajo como regalo principal un reloj de
cuerda que traía dibujada en su carátula al llanero solitario. El segundero era una
!
30!
especie de manita blandiendo la pistola del legendario luchador por la libertad. A
Patricia, mi hermanita le obsequiaron una magnífica bicicleta, misma que
disfrutamos ambos por igual, ya que siempre me la prestó, y a mis otros dos
hermanitos regalos y ropa.
Me asignaron al cuarto año “A” con la religiosa Rosa Garrido, de quien guardo una
memoria magnífica. No obstante su hábito, siempre lucía hermosa, era sonriente
conmigo, aunque enérgica cuando hacía falta, y disponía de unos ojos muy bellos,
y dentadura perfecta. Como deferencia especial, siempre que estábamos en clase
me solicitaba que le prestara mi reloj – si, el del llanero solitario que acababa de
recibir como regalo de navidad -, imagino que como medio para calcular el tiempo
que demoraba en impartirnos alguna de las muchas materias que cursé bajo su
batuta.
Desde el primer curso que llevé en mi nueva escuela tuve conocimiento de una
costumbre que fue práctica habitual todos los años que duró mi experiencia en el
Zumárraga, la devoción del viernes primero de mes, que implicaba la celebración
de una misa solemne, a las siete de la mañana, seguida de dos horas de asueto,
generalmente utilizadas para ir a desayunar, toda vez que, para aquel entonces,
sólo se podía comulgar si se había ayunado desde la víspera de tomar el
sacramento.
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31!
En alguna ocasión, la madre Rosa, mi profesora del cuarto año “A”, y yo
conversamos sobre vocaciones sacerdotales, y por una indudable y estúpida
razón, insinué que me encantaría ser curita, respuesta que fue suficiente como
para que intentara llevarme por el mejor camino posible. Fue así que una tarde
me invitó, y fui con ella hasta la sede de una oficina que atendía un sacerdote de
apellido Barreto (padre), creo que tenía que ver o con el seminario, o con el Opus
Dei, la verdad es que entré en pánico, y todos ellos entendieron que mi camino no
era como ministro de Dios, sino como un irredento pecador.
Ese curso comencé a cultivar amistad con los compañeros con quienes mayores y
mejores recuerdos llevo encima, como por ejemplo, con Ricardo Flores Magón –
sí, efectivamente, bisnieto del prócer de la revolución -, o con Tirso Cascajares, o
con Alan Aboumrad Miured, entre otros muchos cercanos y allegados, con
quienes disfrutábamos de nuestros tiempos libres para el ocio más inocente.
Por ese entonces, también, comenzaron a gestarse las actividades que, por su
importancia, me irían siendo asignadas, como por ejemplo, encargado de la
disciplina en el autobús escolar, secretario de grupo, abanderado de la escolta, y
jefe de la misma, durante varios años a lo a largo de los cursos que duró mi
primera formación de educación básica, dentro de dicho plantel educativo.
Para las vacaciones nos tocó en suerte viajar con el abuelo y la familia al puerto
de Acapulco. Esta vez, fue diferente, ya que no había ferrocarril, tomamos el
expreso de lujo de la línea Estrella de Oro, la que disponía de autobuses de dos
pisos, aire acondicionado, baño y, con dos choferes, asistenta de viaje, y bufet
comercial a bordo, todo ello para un recorrido que duraba, más o menos, seis
horas.
Salimos en la noche, a las cero horas, lo que suponía la llegada como a las seis
de la mañana. El día del viaje, una vez que abordamos nuestro potente medio de
transporte, la radio transmitía en directo una pelea por el campeonato mundial que
sostenía, en la Arena Coliseo, algún púgil mexicano, contra otro extranjero. Lo
importante del combate era que el propio presidente de la república, don Adolfo
López Mateos, gran aficionado al box, se encontraba entre el público que apoyaba
a nuestro feroz compatriota.
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32!
cerca de la playa del mismo nombre, lugar que, en todo caso, fue testigo de
nuestros ratos de solaz esparcimiento. A este viaje fuimos los cuatro hermanitos,
además de nuestra madre y abuelos. Visitamos los lugares más importantes,
como Pie de la Cuesta, la Quebrada, realizamos un paseo en la lancha con fondo
de cristal que iba a la isla Roqueta, muy cerca de donde se encontraba sumergida
una imagen de la virgen de Guadalupe, patrona de México, y de sus océanos.
Unos años más tarde, realizamos nuestro segundo y último viaje a Acapulco, en
las mismas condiciones antes descritas.
Ese viaje, por cierto, nos renovó a todos, y nos permitió regresar a la ciudad
capital llenos de entusiasmo y nuevos bríos para continuar, cada uno, asumiendo
nuestras respectivas responsabilidades, en mi caso, asistir al curso lectivo
correspondiente al quinto año de educación primaria.
Este curso, sin duda fue el mejor año escolar de toda mi vida de estudiante, ya
que, conjuntamente con el recuerdo del maestro Alfonso Curiel, fue memorable,
no sólo por las calificaciones y premios obtenidos, sino por la experiencia
multidisciplinaria que fuera adquirida.
El maestro Curiel, como todos los profesores del Zumárraga era muy religioso,
pero también joven y conocedor de la problemática que enfrentábamos los
alumnos de su clase, lo que motivaba que siempre estuviera ideando nuevas
tácticas de estudio y aprendizaje, con excelentes resultados. Cada vez, montaba
equipos, es decir, dividía el salón en dos grupos: Esparta y Atenas, como ejemplo,
y nos sometía a concursos de conocimiento que variaban entre historia, geografía,
ciencias naturales, lengua y literatura, e incluso moral término que se utilizaba
para ampliar nuestros conocimientos sobre religión.
Por eliminación, se iba viendo quiénes en el grupo iban mejor en los aspectos de
conocimiento sobre la materia en cuestión. En mi caso, casi siempre estuve entre
los finalistas de cada eliminatoria, también, fui asiduo a las actividades extra
curriculares, muchas de las cuales se llevaban a cabo fuera del aula de clases,
como por ejemplo, una excursión a las fuentes brotantes, o una ida al lago de
Chapultepec, lugar en que por primera vez en mi vida, me monté a una lancha de
remos solo con un compañero de nombre: Fernando Treviño Garzón. Ni
Fernando ni yo sabíamos remar, lo que causó risas a todos nuestros compañeros,
incluido el maestro Curiel.
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33!
Otra actividad que asumí con pasión fue mi participación en el equipo de futbol del
quinto año “A”, inscribimos en la liga estudiantil al Tottenham, y logramos
excelentes resultados.
Ese mismo año, fui nombrado “secretario” del grupo, distinción que implicaba un
mayor grado de confianza, ya que era el que iba y venía entre el salón de clases y
la dirección del plantel, llevando documentos de importancia, entre los que
destacaba la lista de asistencia. Cada viernes se hacía entrega de las boletas de
calificación con los resultados de tres mediciones: conducta, aprovechamiento y
asistencia. Los que obtenían puros dieces (que era la más alta calificación)
recibían una boleta de “Excelencia”, quienes obtenían dos dieces y un nueve,
obtenían una boleta de “Mención Honorífica”. La acumulación de unas y otras,
servía de sumatoria a la hora de calcular el promedio final.
Por los méritos acumulados a lo largo de todo el curso, y la estima en que siempre
me tuvo el maestro Curiel, fue posible que, en las postrimerías del año, obtuviera
el promedio más alto de la suma de todos los reportes semanales de las boletas
de calificaciones, mismo que alcanzó: 9.68 lo que se tradujo en la obtención de la
máxima distinción posible para alumno en el Fray Juan de Zumárraga: La
Excelencia, condecoración que me honró en su momento, y cuya joya sigo
conservando con especial cariño, a más de 50 años de haberla obtenido, y en
memoria de ese año de 1960, considerado, como - ya ha sido señalado -, el mejor
y más satisfactorio de mi historia escolar.
Al final del acto, estaba que no cabía en mí por la emoción. Recibí saludos y
felicitaciones de maestros y alumnos, entre otros Alan Aboumrad Meured, a quien
gané tal distinción. Otro, quizá el más significativo, fue el de la madre Rosa
Garrido – mi profesora de cuarto año – quien a través de doña Martha, mi madre,
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34!
quiso que yo estuviera enterado del enorme gusto que le dio saberme reconocido
por mis méritos como estudiante.
Ese fin de año recibí, también por parte de mi madre – a través de Santa Claus –
el regalo de un juego de futbolín magnético. La caja de empaque traía el siguiente
mensaje: Nachito, por tus condecoraciones, fue como todos los presentes
recibidos, especialmente significativo.
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35!
Recuerdo que pasaba horas contemplando el nacimiento y jugaba con los
pastorcillos, o con los borreguitos y tantas figuras que combinábamos con el
ánimo siempre de divertirnos en la más sana intimidad de nuestro hogar. Por
supuesto, nuestra chimenea contribuía a ofrecer todo el calor necesario en las
frías noches del fin de año mexicano.
Otra actividad importante a la que referí con anterioridad, era la que semana a
semana realizábamos conjuntamente con nuestra madre, los domingos íbamos a
misa a la Sagrada Familia, templo ubicado en la esquina de las calles de Orizaba
y Puebla, en la colonia Roma. Nos gustaba ese horario porque había muchísima
gente joven, proveniente de las cercanías de nuestro entorno citadino. Conocí ahí
a una bellísima rubia con trenzas doradas llamada Eugenia Margain Compeán de
la que medio me enamoré, ya que, por las mismas fechas, advertí también la
presencia de otro bellísimo ejemplar del sexo femenino: Lourdes Barrón Favela,
ambas asistían, como yo, a ver chicos y chicas y a hacer nuevos amigos.
Entre los años 1960-1961 de repente nuestra parroquia fue testigo de un hecho
insólito, al menos para nosotros, en esa época: el exilio cubano, derivado de la
toma del poder en enero de 1959 del comandante Fidel Castro Ruz. El templo
consagró la misa de las 11:00 horas de todos los domingos, como foro para que
los sacerdotes que habían sido expulsados de su patria, pudieran llevar un
mensaje a los atónitos feligreses de la iglesia de la Sagrada Familia.
Para el mes de febrero, los cursos en el Zumárraga iniciaron, con una novedad, el
horario que se había determinado como discontinuo durante muchos años, sería
corrido, es decir, de las ocho de la mañana, a las dos de la tarde, lo que suponía,
en todo caso, un cambio importante para la rutina de los alumnos y para todos los
profesores.
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36!
de sentimiento similar que nos trasladó a un grupo de alumnos con quienes
armamos el proyecto.
La idea era reunirse cada mañana, a las siete en punto, para hacer la escoleta, o
ensayo para ir conociendo, tanto los instrumentos, como las diferentes marchas y
melodías que deberíamos interpretar, una vez, estuviésemos listos para el gran
día de la inauguración. Por supuesto, junto con los ensayo, también se debía
confeccionar un uniforme, lo más sobrio posible, ya que representaríamos a una
institución educativa de gran prestigio a nivel de la ciudad capital.
La odisea fue para mí, y para Carlitos, mi hermanito, quien con gusto me
acompañó en esta aventura – tal cual lo hiciera en muchas otras más -.
Abordábamos puntualmente entre las siete y las siete y diez el tren, pagábamos
cada uno treinta y cinco centavos, y en diez minutos estábamos frente a la puerta
del Zumárraga, y en mi caso, dentro del aula donde habitualmente realizábamos la
escoleta.
Así fue todo el año, y dividí mi tiempo entre las clases de sexto y la práctica con la
banda de guerra. El maestro Perdomo fue siempre muy entusiasta con el
proyecto, es más nos inscribió, a nombre del Instituto Fray Juan de Zumárraga, en
al menos dos eventos que fueron realizados en puntos diversos de la ciudad, en
los que se buscaba a la mejor banda de guerra. Por supuesto, no fuimos
ganadores, pero nos divertimos muchísimo con esta nueva experiencia que, en mi
caso particular, me llenó de profunda y legítima satisfacción.
En algún momento del año lectivo que se ha venido comentando, la dirección del
plantel anunció, en el marco de un acto cívico el sensible fallecimiento de un
compañerito al que por apodo los malosos de siempre decían Tomás (en
referencia a una canción de moda que rezaba: Tomás, qué feo estás), resulta que
el alumno de apellido Herrera Lasso y Antonini padecía de una seria enfermedad
cardiaca, la que se hacía visible por vía de su apariencia violácea, es decir, tanto
su piel, como los ojos y las uñas tenían dicha tonalidad.
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37!
Otro evento importante de nuestra vida familiar fue la posibilidad de que finalmente
nuestro hogar de la calle de Colima quedara libre de huéspedes que no fueran de
nuestro propio entorno, como el caso de Josefina, la hermana de mi abuelito, lo
anterior, se tradujo en la posibilidad de que Carlitos y yo dispusiéramos de nuestra
propia recámara, ubicada en el tercer piso del inmueble, en lo que fue un cuarto
de lavado, que contaba con baño propio, de regadera y una terraza que miraba a
la parte posterior de nuestra residencia.
Recuerdo con especial entusiasmo que nuestro abuelo mandó pintarla en color
verde pistache. El encargado del trabajo fue el señor Arias, quien como ya quedó
asentado, trabajaba en la restauración de muebles finos, pero que llegó a sentir un
real aprecio por nosotros, y por don Carlos. Nuestra madre, para variar, se saltó la
cerca y solicitó un crédito a los almacenes Sears, mismo que, al obtenerlo hizo
posible que nos compraran unas camas nuevas, que constaban de preciosas
literas en madera color avellana en donde pasamos muchas noches de agradable
descanso. Completaba nuestro mobiliario un gabinete con entrepaños y su llave,
en donde guardábamos nuestra ropa.
Esa tarde de toros aprendí dos términos escuchados del propio Héctor Pita, quien
dijo: “ese toro es cornivuelto y cornigacho” Jamás supe su significado, pero
quedaron grabados indeleblemente en mi memoria, al menos, hasta hoy.
Otro aspecto relevante de nuestra vida en casa, tiene que ver con el gusto de
doña Martha, quien nos llevaba a Patricia y a mí a ofrecer flores, todos los días, a
las cinco de la tarde, hora del rosario, los meses de mayo y junio. Recuerdo como
si fuera ayer que los cuatro hermanos vestidos especialmente para la ocasión,
Carlitos y yo de acólitos, Patricia de vestido blanco, y Sylvita de ángel.
Dos accidentes domésticos nos tomaron por sorpresa – como sucede casi
siempre con este tipo de eventos -: una tarde, antes de sentarme a comer, doña
Martha, mi madre, me pidió que me fuera a lavar las manos – había un bañito
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38!
afuera del desayunador, que utilizábamos para esos fines – lo cual hice, pero me
entretuve jugando con el agua y haciendo un poco de desorden en el mini bañito,
lo que irritó a la progenitora, quien fue por mí enojada y me pegó una dura
nalgada. Lo lamentable del caso, es que para defenderme, puse las manos en
mis posaderas para amortiguar el golpe, y grande fue la sorpresa de doña Martha
que le rajé el dedo índice de la mano derecha, ya que en mis manos sostenía un
lápiz sin goma y todo mordido, lo que transformaba el instrumento de escribir, en
una verdadera arma punzo cortante.
El resultado del accidente fue que mi madre tuvo que ser transportada por el
abuelo a la Cruz Roja – bastante cerca de la casa – en donde fue curada de
emergencia.
Cerca de nuestra casa en Colima, dentro del vecindario, vivían en privadas como
se conocía por aquel entonces a las casitas ubicadas dentro de un patio en
común. En nuestra cuadra había dos, una en Colima 247 y la otra en Colima 259.
En la primera vivía la familia de la Barrera, quienes eran muy distinguidos y fieles
asistentes a la misa de los domingos en la Sagrada Familia; en la otra privada
residían los Palacios Cruz, una familia trabajadora, integrada por la matriarca de
profesión enfermera de la Cruz Roja, y don Armando, quien hacía y vendía
deliciosas tortas.
Sus hijos eran: Vicente, Anselmo, Armando, Francisco y Ricardo, éste último, muy
amigo nuestro, de profesión pintor, artista y bohemio, lo que nos hizo ponerle
como sobre nombre von Vinci ya que siempre traía en la mano y lápiz o un
carboncillo para hacer bocetos y dibujos diversos.
Otros vecinos conocidos eran el consultorio veterinario del doctor Andonegui, así
como el negocio de corchos cuyo propietario era un nacional de Portugal, el señor
Antonio Sancho, buen amigo de don Carlos, mi abuelo.
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39!
mayor que yo – y que era transportado también por don Mario, me puso mi primer
apodo conocido, me decía: polilla como una especie de distinción, derivada del
giro del negocio de antigüedades del abuelo, y por virtud de que, efectivamente,
cada día, cuando llegábamos a bordo del autobús, todos los compañeritos
observaban con atención el beso con el que lo obsequiábamos sus nietos.
La molestia derivó no sólo por el apodo, sino por el hecho de que se burlaban que
le diéramos un beso a nuestro querido abuelito, nada más bajarnos del camión.
Le comenté el suceso a doña Leopoldina, entre sollozos, y en respuesta, al día
siguiente se subió al autobús y regañó a Aguirre, diciéndole: “…polilla, pero
rico…”, imagino que este último calificativo referido a nuestra condición económica
más desahogada.
Ese fin de año alguno de mis compañeros había comentado que en lugar de irse a
jugar los dos meses de receso entre períodos lectivos, iría a los negocios de sus
padres o familiares para aprender cosas nuevas, y de esa forma, también ganarse
un dinerito adicional. En mi caso, la opción era el negocio de don Carlos, mi
abuelo, nada más que con él, no había forma de hacerse del dinerito extra, ya que
en esa materia, en nuestra familia, siempre andábamos escasos.
No obstante, la iniciativa tuvo de inmediato eco, y don Carlos, una vez enterado de
mi interés, me ayudó a conseguir el primer trabajo formal de mi vida. Recuerdo
perfectamente que para asistir a la cita preparada por don Carlos, me puse mi
uniforme de la banda del colegio, al que agregué mis condecoraciones de quinto y
sexto años de primaria, lo que me hacía parecer impresionante, acudimos con el
señor Gabriel Pastor Luego, un español exilado, quien había incursionado con
éxito en el negocio de importación de regalos, mismos que traía de destinos
diversos de Europa.
El negocio, Casa Pastor, se ubicaba en una regia mansión (que había sido sede
de la embajada de Suiza) situada en la calle de Colima, esquina con Tonalá – que
mi propio abuelo había intermediado para su adquisición -. Don Gabriel escuchó
con atención la solicitud de don Carlos, y con gran simpatía me recibió para
trabajar con él los meses de diciembre y enero, que dicho sea de paso, eran los
de mayor intensidad durante todo el año.
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40!
Y, así empecé con mi primera responsabilidad laboral, rodeado de un ambiente de
gran cordialidad, tanto de parte de don Gabriel y sus familiares más cercanos, que
a su vez trabajaban ahí, como el hijo Andrés, Julito Luengo, doña Julia, su
segunda esposa, Margarita, la secretaria de toda la vida, Emma, veracruzana,
mecanógrafa, Pedro, el chofer, y Daniel, el mensajero y mozo. Llegaban, a veces,
los sábados los otros hijos, Noemí, y Julio (Pastor García) además de algunos
habituales, como José Pi, vendedor estrella y Antonio Luengo, hijo de uno de los
asociados de don Gabriel en el negocio de Casa Pastor.
Mi primer salario fue de trescientos cincuenta pesos al mes, cantidad que nunca
en mi vida había visto junta. Recuerdo que decidí guardar los setecientos pesos
que había juntado como resultado de mi esfuerzo laboral por dos meses, para
ayudar a mi madre con los preparativos previos para ingresar al colegio, como
eran los gastos correspondientes a uniformes y libros. Qué gran satisfacción tuve
en ese entonces, al saberme útil y al haber apoyado en gastos tan importantes a
mi progenitora. Desconozco si con mi tesoro pude o no solventar el total de
gastos de ese comienzo de año, lo que fue relevante para mí, es el haberme
demostrado el poder que tiene la fuerza de voluntad y el sacrificio – para mí el
dejar de estar haciendo nada dos meses, durante las vacaciones escolares -.
Ese fin de año nuestra madre confirmó algo que, al menos Patricia y yo, ya
imaginábamos: que Santa Claus no existía, que los regalos nos los daban
nuestros propios padres, y que teníamos que ser indulgentes a la hora de nuestras
peticiones, so pena de no recibir nada a cambio de las mismas..
Otro gran acontecimiento que se registró en ese temprano despertar hacia una
adolescencia cuya proximidad ya se veía llegar, tuvo que ver con un
descubrimiento que hice en el patio de recreo del propio Zumárraga. Algunos
compañeritos mayores en edad y malicia de las que yo tenía, se ocultaban debajo
de una escalera de caracol que comunicaba al piso superior, con acceso a las
oficinas administrativas del Instituto. Lo que más llamó mi atención, fue el hecho
que se juntaban muchos más cada vez que ascendía por las propias escaleras
una de las muchas profesoras que trabajaban en el plantel.
La verdad, tal cual lo pude comprobar más adelante, era que quienes estaban
acechando a las profesoras, eran un grupo de mirones – a los que me uní
posteriormente – cuyo fin primordial era verles los calzones en vivo y en directo, lo
que a unos y otros – algunos conscientemente, y otros inconscientemente – nos
producía una extraña sensación de placer, hasta entonces, desconocida.
Al final de ese curso, y tras haber observado a casi todas las profesoras, realice
una promesa: no volver a contemplar calzones de profesoras indefensas, y en
!
41!
todo caso, inconscientes de lo que estaba sucediendo en la base de la escalera.
Por supuesto, debo reconocer ahora, que jamás cumplí dicha promesa.
Por las tardes, a lo largo de todo el año lectivo, la abuela recibía la visita de la tía
Delfina, hermana del abuelo don Carlos. La tía Fina como era mejor conocida,
disponía de una gran afición: las telenovelas que por aquel entonces ya producía
el canal de las estrellas. Comenzaban a partir de las cinco de la tarde, y se
alargaban hasta las nueve de la noche. La tía Fina llegaba puntual, y se despedía
muy tarde al anochecer, y salía con rumbo a su casa, en la propia calle de Colima,
pero casi esquina con la avenida Sonora. Antes de irse, por supuesto ya había
merendado con nosotros, y se había fumado medio paquete de cigarrillos Raleigh,
comprados por la abuela expresamente para el disfrute vespertino de las dos.
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con la abuela doña Leopoldina con cuatro años de edad
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con$Patricia$y$don$Carlos,$el$abuelo$
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cumpleaños maravilloso !
con$Patricia,$mi$hermana$
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Con el maestro Perdomo, sexto año en el Fray Juan de Zumárraga
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mi mejor año en el Fray Juan de Zumárraga,
obtuve la Excelencia.
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52!
Capitulo 4
Sobre los nuevos profesores, recuerdo con mucho cariño a varios, en primer lugar,
al maestro José Guadalupe Moreno, quien fungía como una especie de titular del
primer año de secundaria, así como prefecto del Fray Juan de Zumárraga, por la
ausencia del maestro Espejel, a quien ya referí en su momento. Además de los
cargos enunciados, el maestro Moreno nos impartía: Lengua y Literatura
Castellana.
Otros profesores de gran estima para mí, fueron: Juan Abascal Carranza, de
historia patria, otro de apellido Rojas, que nos daba civismo, el de matemáticas, un
arquitecto de apellido Bisogno, Austreberto Montoya el pollo, Melesio Villalba P.,
de taller de electricidad, por cierto una de las materias que más provecho me trajo,
el profesor de biología, que fumaba en clase como si fuera el último cigarrillo del
mundo, y un amplio etcétera, del que guardo muy gratos recuerdos, como sería el
caso de la experiencia con Abascal Carranza.
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53!
El padre de Juan Abascal Carranza fue cofundador de la Unión Nacional
Sinarquista que representaba los intereses de esa vieja clase católica mexicana,
que justa o injustamente, se hacía llamar como victimizada por el estado
mexicano, a cuyos representantes caracterizaban con el término de jacobinos.
!
54!
Otros de los amigos habituales de esa época fueron Francisco Ceballos, y
Guillermo Gómez “El Taroco”
La ventaja de ir con Adolfo era doble, por una parte, al ser mi amigo, yo siempre
me divertía, no obstante que las señoritas eran mayores en edad, casi siempre,
pero muy hermosas, y por otra, que teníamos garantizado el transporte, ya que
don Gilberto estaba siempre puntual tanto para recogernos y llevarnos a la fiesta,
como para pasar por nosotros, al término de la misma, y dejarnos en nuestra casa
de la calle de Colima 242.
Así fue que, de la mano de mi hermanita Patricia, y al amparo del nutrido ramillete
de amigas del Colegio Oxford, fui despertando, poco a poco, a una realidad
insoslayable, mi advenimiento a la tierna adolescencia, y mi búsqueda incesante
de una identidad propia.
De gran ayuda para abonar en dichos menesteres fue mi gran amigo Adolfo, quien
disfrutaba de una regia mansión en la calle de San Francisco, en la colonia del
Valle, y era afecto a visitar los estudios Churubusco, durante los días en que su
padre, don Gilberto se encontraba dirigiendo alguna de las muchas películas que
obran en su propio acervo, llevándome consigo, como si fuera su sombra.
Ahí tuve oportunidad de conocer a muchos artistas del cine mexicano, así como a
técnicos, fotógrafos, utiliteros, y un amplio etcétera, dentro de los que más se me
quedaron grabados en la memoria, destaca Norma Duval, mujer joven y preciosa,
viviendo su plenitud, Javier Solís, cantante, actor y boxeador, quien tenía
deferencias muy especiales con Adolfo, al que regaló una hebilla de plata con sus
iniciales, a Viruta y a Capulina, personajes cómicos de la época de mi tierna
infancia y adolescencia, al galán Armando Silvestre, al otoñal Carlos Agosti, a
Pedro de Urdimalas, al gallo giro Luis Aguilar, y a muchos otros más.
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55!
Hasta donde tengo entendido, nunca se recuperó la inversión, ya que la película
no se pudo colocar como hubiese gustado a la contraparte mexicana, y el fracaso
fue mayúsculo, al grado de que, de ahí en adelante, don Gilberto tuvo que vender
algunas de sus más estimables propiedades particulares.
Otra cosa que intenté, pero que nunca logré armar, fue un radio de bulbos, ya que
había que comprar material diverso, y si bien es cierto doña Martha, mi madre,
siempre se esmeró en proporcionarme los recursos suficientes para avanzar
conforme a las exigencias, yo prefería gastarlos en otros menesteres, mucho más
efímeros.
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56!
Una de las fiestas más memorables a las que me tocó ser invitado, fue el
cumpleaños número quince de Conchita Hernández Zavala (Tacha), la hija favorita
de don Arturo Hernández, dueño del teatro Lírico, y de la señora Concepción
Zavala, hermana de nuestro tío Raúl Zavala, esposo de Lucero Hurtado. Previo al
evento, durante seis meses, se organizaron los ensayos para preparar el vals La
Bella Durmiente, bailado en el momento culminante de la fiesta, regiamente
presentada en el Salón Fiesta del Hotel María Isabel (el mejor y más lujoso de esa
época).
A los ensayos fue invitada Patricia, ya que estaba avocada a ser una de las quince
damas que acompañarían a la Tacha en la ceremonia de su presentación en
sociedad. Dichos ensayos fueron pautados para realizarse tres días a la semana,
en el domicilio particular de la celebrante, en la calle de Tiber, casi esquina con la
avenida Melchor Ocampo, en la colonia Cuauhtémoc. El vals fue puesto por el
propio coreógrafo del Teatro Lírico, el señor Xavier Fuentes (todo un personaje en
la farándula de teatro de revista).
Y, como a donde iba Patricia, no muy lejos, podrían encontrarme a mí, sin ser uno
de los chambelanes convocados al efecto, fue el de los más asiduos, y de esa
manera es que aprendí a bailar al ritmo de vals.
Durante algún tiempo estuvimos en contacto con la Tacha, quien además, nos
invitó a otra fiesta de ensueño: La noche hawaiana. En dicha ocasión la
residencia de los Hernández fue decorada y ambientada como si realmente
entrásemos a una casa de la Isla del Pacífico. Las damas en trajes de fibra de
piña y coco, y los caballeros con sus camisas de verano tropical. Por supuesto,
una orquesta en vivo, y la joven cantante: Diana Mariscal, entonando una canción
que por aquél entonces cantaba Marie Laforet: Olvidemos el Engaño.
La novel Diana Mariscal alcanzó la fama, un poco más tarde, al ser la protagonista
de la película: Fando y Liz, dirigida por el realizador chileno Alejandro Jodorovski,
quien a la postre también alcanzó la fama con su obra, ya que la misma despertó
una inmensa polémica en México, por hacer aparecer a la tierna niña en una
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57!
escena, completamente desnuda. Como era la primera vez que públicamente se
exhibían escenas como las descritas, las críticas y las condenas hacia la
protagonista no se hicieron esperar.
Poco después, la propia Tacha nos invitó a una fiesta celebrada en el jardín de la
casa de su hermana, cerca de la calzada México-Tacuba, fue la primera lunada a
la que asistí, por supuesto, en mi calidad de chaperón, aunque en esta ocasión
también fue doña Martha, nuestra madre, lo anterior, por virtud de la cercanía con
Lucero, la segunda esposa del tío Raúl, quien a su vez era padre de Raúl, Beto y
Carlos Zavala, éste último, asiduo a muchas de nuestras actividades de
adolescentes, y permanente, pretendiente de Patricia.
La lunada fue para mí toda una nueva experiencia de tipo existencialista, ya que
casi todos los invitados se comportaban como los personajes de una película que
hizo moda en México: West Side History, cuya traducción en México fue: “Amor
sin Barreras”. La música, casi toda instrumental, interpretada por la orquesta de
Ray Conniff, como plato fuerte, dentro de un escenario cuya única luz era la fogata
al centro del jardín.
Por lo que respecta al ambito escolar, como ya quedó asentado, mis años de
secundaria fueron muy gratos. El ambiente en el Zumárraga, en el edificio al que
me trasladé para el segundo curso, en la calle de Gabriel Mancera, era de franca
camaradería, así como de intensa competencia en casi todas las actividades,
tanto estudiantiles, como deportivas. Comencé a interesarme por los autos, los
veía con una mirada diferente, es decir, tratando de conocer mejor las diferencias
entre los diversos tipos de vehículos que circulaban por la gran ciudad, y en
aquellos en que algunos padres llevaban a sus respectivos hijos, puntualmente,
cada mañana.
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58!
Providencia, recogía a Carlitos, y ambos abordábamos el tren en la avenida
Coyoacán, trasladándonos hasta la casa, en la parada de la avenida Álvaro
Obregón con la calle de Tonalá.
Por dicha razón, nos veíamos con frecuencia en horarios fuera del colegio, y eso
contribuyó a que frecuentáramos amistades en común, como el caso de Lourdes
Barrón Favela, y un poco más tarde, Martha Ludlow Wiechers, hermana de un
compañero de Carlitos, mi hermanito, el buen Alberto, quien tenía a su vez, otros
cinco hermanos: Alejandro, Jorge, Beatriz, Leonor y Antonio.
Con Joaquín compartíamos el gusto por el boliche, por lo que fuimos con Adolfo
infinidad de veces a practicarlo. Otra afición que fue recurrente, tiene que ver con
el gusto por ir a la Cruz Roja, ubicada muy cerca de mi casa, y ver la llegada de
!
59!
las ambulancias con el descargue de heridos y lesionados. Podíamos pasarnos
horas y horas, simplemente viendo como salían y llegaban los equipos de
emergencia de la benemérita institución. Un poco más tarde, descubrimos la
morgue, ubicada en el sótano del nosocomio, con ventanas hacia la calle de
Durango, desde donde se podían ver los cadáveres tendidos sobre improvisadas
camillas de emergencia.
De forma paralela, y siempre atendiendo un especial interés por los temas cívicos,
a iniciativa de mi madre, y siempre con su apoyo, cada vez que se desarrollaba
una visita de algún dignatario extranjero a México, acudíamos puntualmente a
verlo en persona, para lo cual ibamos al monumento a la Independencia, el
famoso Angel, ubicado en el Paseo de la Reforma, lugar en el que la mayoría de
mandatarios cumplia con el acto protocolario de depósito de una ofrenda ante la
tumba de los héroes de la independencia, cuyos restos reposan en la propia
columna. De los dignatarios más destacados de que tengo memoria pude
observar en esa calidad de público infantil, fueron: John F. Kennedy, de los
Estados Unidos de América; y Juan Bosch, de la República Dominicana.
Por lo que respecta a otro de mis gustos favoritos, la música de mi preferencia fue
la del ritmo que estaba de moda por esas fechas: el rock and roll, cuya influencia
cultural en México no ha dejado de ser significativa, incluso, hasta estas fechas en
las que seguimos escuchando a algunos de los representantes más conocidos
como sería el caso del sexagenario Alex Lora, integrante del grupo “The Three
Soulds in my Mind”.
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60!
De los grupos de música romántica, los hermanos Carrión fueron de mis favoritos,
así como el grupo de los Mods – seguramente desconocidos por muchos –
integrado por los hijos de una amiga de doña Martha mi madre, y vecinos del
barrio “Romita”.
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61!
Capitulo 5
Mi reclutamiento en las juventudes del PRI, en el año de 1964, fue gracias a una
circunstancia fortuita, motivada por la empatía desarrollada con un transeunte de
nuestra calle en la colonia Roma. El personaje en comento era Alberto Pozzi
Pardo, más tarde apodado “fistolito” en referencia a que algunos opinaban que era
anticuado e inútil. Yo, por mi parte, jamás comulgué con el calificativo atribuido a
la familia Ludlow Wiechers, de la que formaría parte, unos años después, como
consecuencia de su matrimonio con Martha, de los mismos apellidos.
En todo caso, el PRI fue para mí una nueva ventana, desde la que tuve
oportunidad de ver las cosas desde una perspectiva mucho más amable de la que,
por lo general, había sido característica, desde que tuve memoria a ese entonces.
De nuestras correrías en el comité directivo del primer distrito electoral del D.F.,
recuerdo que a mi llegada fui designado como jefe de la sección 59, y más tarde
secretario de organización de la dirección juvenil distrital, ocasión que me brindó la
oportunidad de comenzar mis visitas a la sede del comité distrital en la avenida
Alvaro Obregón (un local ubicado casi esquina con la calle de Monterrey).
Ahí conocí, entre la fecha de mi ingreso, y el año de 1966, a mucha gente que
deambulaba por las instalaciones del partido. Tanto ciudadanos común y corriente
– como era mi caso – hasta viejos dirigentes partidistas, o seguidores que
continuaban añorando las mieles de un poder que jamás les hizo justicia.
!
62!
la postre, Carlos Reta Martínez, y a sus cercanos colaboradores, mismos que eran
entusiastas representantes de los tres sectores que integran el propio partido:
popular, obrero y campesino.
Más tarde, también visitamos la sede del Comité Ejecutivo Nacional, en la avenida
de los Insurgentes, esquina con Héroes Ferrocarrileros. Por aquel entonces el
presidente era Lauro Ortega, cuyo secretario auxiliar se proyectaba hasta nuestros
días, nada más y nada menos que Manuel Bartlet Díaz. El director nacional
juvenil de aquellos años era Rodolfo Echeverría Ruiz, buen amigo durante muchos
años. Aún ahora, seguimos el fraternal vínculo.
Por lo que respecta al comité del que yo formaba parte, el número Uno, el
presidente que fue designado por ahí de 1966, era don Jaime Esteva Silva, cuyo
encargo principal fue el de ir preparando los cuadros distritales para las elecciones
federales que habrían de celebrarse durante el mes de julio de 1967.
No recuerdo otra fiesta en la que hubiera bailado más. Me parece que todas las
melodías que fueron ejecutadas, tuvieron como febril aficionado en la pista a
Ignacio Gutiérrez, siempre acompañado de una pareja, que podría ser una tía,
!
63!
prima, o en su caso, la señora Guadalupe Paniagua, hermana de la madrina
América, quien se divirtó de lo lindo con mi grata compañía – al menos eso fue lo
que me dijo al final del convivio -.
El año de 1967 fue para mí, de gran relevancia, ya que, entre otras cosas, marcó
una etapa renovada de mi muy incipiente actividad pública, sobre todo, de cara a
lo que sería el rumbo definitorio de mi principal esfuerzo profesional, es decir, mi
pertenencia al Servicio Exterior Mexicano SEM. En tal sentido, conviene recordar
que, para este año, mi ascenso en las filas de la juventud revolucionario del PRI,
en la que me fui involucrando, como ya se mencionó, desde el año de 1964, hizo
posible acceder a un espacio preferente dentro del proceso de la campaña política
para renovar a nivel federal la Cámara de Diputados al H. Congreso de la Unión,
cuya XLVII Legislatura habría de ser elegida el primer domingo de julio de ese
año.
A la par de dicho progreso, sucedió algo que resulta inevitable, si para ello se le
considera que, como consecuencia directa de mi vinculación partidista, descuidé,
en mucho, otro aspecto fundamental de mi formación personal. Mis estudios en el
Fray Juan de Zumárraga, mismos que pasaban por un muy mal momento. La
verdad, debo reconocer que me dejé llevar por ese mal consejero, intangible, que
se aparece a dichas alturas de la vida, en este caso, de la propia.
!
64!
propietario (al menos formalmente) de nuestra institución académica, la que en
realidad pertenecía a la escuela de la novedosa corriente – para ese entonces –
de los Legionarios de Cristo, fundada, como se conoce ya ampliamente, por el
tristemente célebre Marcial Maciel.
Dentro de mis expectativas para ese 1967, junto con la expulsión escolar, se
presentaba un evento de gran magnitud, al que me referí anteriormente: la
campaña para las elecciones federales del mes de julio.
Muy lejos estaba yo, y tal vez, mis tres hermanitos de tener algún sentimiento de
culpa por tal hecho, de gran trascendencia para nuestra realidad familiar,
convertida en una especie de pesadilla de la que posiblemente nunca
despertaríamos.
Las circunstancias vitales de Patricia, con su graduación del Colegio Oxford el año
anterior, así como la asistencia de Carlos Adolfo al Fray Juan de Zumárraga, han
venido acompañando el presente relato, mismo en donde poco se ha mencionado
a Sylvia del Carmen, mi hermanita más pequeña, y por supuesto más querida.
Para ese entonces, cursaba como alumna, en el propio Colegio Oxford.
Fue una niña muy querida por todos. Mi abuelo, la adoraba, era como la luz de
sus ojos, y su compañera cada noche, antes de pasar a descansar. El no haber
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65!
conocido a nuestros padre, que también fue el suyo, sirvió – al menos eso imagino
yo – para blindar su corazoncito y hacerlo inmune a un sentimienteo que, en una u
otra forma guardábamos sus otros tres hermanitos.
Por lo que respecta a mi actividad partidista, y tal cual era lógico en un año
electoral, las campañas empezaron con mucha anticipación, y a la que fui
asignado, en mi calidad de dirigente juvenil del PRI en el primer distrito electoral
del Distrito Federal, tuvo como candidato a Pedro Luis Bartilotti, a quien
acompañó, en la fórmula como diputado suplente, a don Andrés Díaz Pavia, más
conocido por su nombre artístico, el del legendario Andrés Soler.
Por tratarse de un candidato afecto a las altas esferas del poder partidista, Pedro
Luis Bartilotti, dispuso de ingentes recursos económicos, así como apoyos de todo
tipo, como medida para concretar una campaña muy significativa, si se compara
con la línea tradicional en que se mueven otras campañas proselitistas, aun en
nuestros días.
Recuerdo con mucho interés la variedad de afiches, así como la creatividad de los
mismos; el equipo de trabajo que se unió al proceso dentro del primer distrito
electoral, encabezado por el abogado Jaime Esteva Silva, presidente del comité
distrital, y al que le simpatice siempre, tal vez, por la inocencia política con que me
fui aproximando a los entretelones de lo que fue llamado, con justicia por Octavio
Paz, como el Ogro Filantrópico.
Fue quizá por ese sentimiento de simpatía con que me veía Esteva Silva, que una
mañana me llamo para solicitarme que aceptara ser el conductor y encargado de
un vehículo especializado en campañas políticas, ya que disponía de megáfono,
planta de luz, proyector, cabina cerrada, y un largo etcétera, muy adecuado para
constituirse, en ese momento, como mi refugio personal y centro emisor de
vitamina “P” (política) hacia todo mi entorno.
Una vez a cargo de dicho baluarte – que consideré transitoriamente como mi más
valiosa posesión – se abrió ante mí un panorama de inusual popularidad, dentro y
fuera de mi casa era visto con admiración, sobre todo, al término de las largas
jornadas de proselitismo, ya que llegaba y estacionaba ese vehículo mágico a las
afueras de nuestra casa de la calle de Colima.
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66!
Compartí mi vocación dirigente con otros aficionados políticos, como serían los
casos Juan Claudio Meyer, Luis Araiza, Rodolfo Amador, Miguel García Cordero y
por supuesto con Alberto Pozzi, quien por razones laborales, en dicho entonces,
limitaba su participación a un horario reducido.
Con Rodolfo y Miguel compaginamos nuestros gustos partidistas con otros del
orden de aventuras juveniles, como el de las amigas, caso especial, las hermanas
Dighero, con las que saliamos en parejas, por aquel entonces.
Una tarde, de las muchas que pasé a bordo de la camioneta del PRI, se acercó
hasta mí una señora, de las cotidianas seguidoras del partido que con frecuencia
llegaban a las oficinas del comité distrital, me preguntó que a qué horas me iba, y
que si podría darle un aventón a su casa. Señaló que vivía en el centro de la
ciudad, en la calle de Dolores, pero que con gusto cooperaría con la gasolina si a
mí me parecía bien.
Debo afirmar que, en lo personal, fue una estupenda experiencia que me ofreció
múltiples oportunidades de aprendizaje – además del enunciado a bordo de la
camioneta -, y la posibilidad de disponer de dicho vehículo hasta el final de la
campaña. Es más, por diversos azares del destino, tuve en mi poder, de forma
gratuita, otra camioneta pick up, de la marca Jeep Willis, imagino que del año 54 o
!
67!
55, adornada, a su vez, con los distintivos partidarios, alusivos a la campaña del
candidato a diputado por nuestro distrito electoral.
Este vehículo estuvo en mi poder hasta comienzos del año siguiente: 1968, y tal
cual sucedió con su predecesora, contribuyó a enriquecer mi popularidad, sobre
todo entre los amigos y parientes que tuvieron el gusto de disfrutarla; es más, en
la misma, iba a recoger a Martha Ludlow a su colegio en Polanco, el Margarita de
Escocia, casi siempre acompañado el perro San Bernardo de nombre “Viejo”,
propiedad de la familia Ludlow Wiechers.
Como ya fue escrito, el mes de julio, un poco después de las elecciones federales,
falleció el muy querido abuelo, don Carlos Pita. Tuvo, en sus últimos momentos
todo el auxilio que es menester en estas transiciones, tanto desde el punto de
vista médico, como del espiritual – tan importante para toda nuestra familia -.
Me tocó el triste privilegio de verlo expirar en mis brazos. Ahí cayó el caballero
que fue nuestro padre sustituto y protector, y sobre quien siempre guardaré mi
más amplio reconocimiento por su afecto y cariño hacia sus cuatro niños.
Para variar, su muerte nos tomó desprevenidos, como casi siempre nos
encontrábamos, ante cualquier eventualidad. Mi madre, tuvo que recurrir a Luis
Velasco González, en búsqueda de auxilio para hacer viable el cumplimiento de
las formalidades previas al entierro, es decir, la velación, la sala funeraria, y los
gastos en paralelo que se debe sufragar en este tipo de transiciones.
Dentro de lo más relevante del día del funeral, la asistencia al mismo de un viejo
amigo de la familia: don José Muñoz Zapata, a la postre, embajador de México y
Director General del Ceremonial en la Secretaría de Relaciones Exteriores.
Refiere mi madre que Pepe Muñoz Zapata conoció a don Carlos durante sus
correrías por Europa, en la ciudad de París, lugar en el que ambos parrandearon
juntos, al tiempo que convivieron con la abuela Leopoldina, y con mi propia madre,
durante el lapso en que vivieron en la bella capital de la República Francesa.
!
68!
Don Pepe Muñoz Zapata, desde ese entonces, ya trabajaba para la cancillería
mexicana, en nuestra embajada en Paris, en la 9 Rue de Longchamp y Presidente
Wilson. Su actividad era importante, ya que gracias a sus conocimeintos de
contaduría había sido nombrado pagador general para todas las embajadas de
México en Europa.
En el día de los hechos, es decir, el funeral de don Carlos Pita, Pepe Muñoz
Zapata acudió puntualmente, por la mañana, para presentar sus respetos a
nuestra abuela, y a doña Martha. Ahí lo conocí, y de inmediato se generó una
empatía. Me preguntó que qué tipo de actividad desarrollaba, a lo que contesté
que, de momento, era estudiante, a lo que señaló: si te interesa trabajar, avísame
y me entregó su tarjeta personal en la que anotó su número de teléfono directo, el
529 4153 en la nueva torre de la cancillería, de la avenida Nonoalco número 1
(más tarde Ricardo Flores Magón) en Tlatelolco.
Ese número telefónico que aun guardo en la memoria, resultaría clave, ya que, en
circunstancias similares, de no haberlo tenido, me hubiera sido prácticamente
imposible comunicarme con tan distinguido personaje de la vida diplomática de
nuestro país.
Cabe mencionar también que, por este período, Adolfo Martínez Solares se
convirtió nuevamente en habitual, gracias al interés que le despertó la posibilidad
de hacerse novio de Lourdes Barrón, a quien admiraba con la discreción que
siempre le caracterizó.
!
69!
Por lo que respecta a mi trabajo en la dirección juvenil del PRI, la experiencia de
haber vivido una campaña a elecciones federales en la que la participación de los
jóvenes fue muy relevante, abrió el camino para un mayor involucramiento, en
este caso, dentro de un proyecto que venía fraguándose a nivel nacional: la
apertura de nuevos espacios de participación para los más de ocho millones de
jóvenes que en ese entonces registraba el censo más actualizado.
Fue de esa manera que durante el trance del agravamiento de la salud de don
Carlos, nunca faltó ni médico, ni medicinas; fue necesario – sobre todo durante los
días finales del mes de julio – disponer de un tanque de oxígeno, como mejor
forma de ventilar los pulmones de nuestro querido abuelo, quien – como ya se
mencionó – se fue consumiendo poco a poco, hasta que llegó el desenlace fatal
de sus últimas horas, en donde estuvo siempre acompañado de sus seres más
queridos: esposa, hija, nietos, hermanas y sobrinos.
Una vez que se produjo la muerte, y los eventos naturales que este hecho tan
normal traen como consecuencia, doña Martha asumió la dirección del negocios
que nos daba el sustento diario y que era la forma en que ingresaban los ingentes
recursos económicos con que sobrevivimos durante mucho tiempo, hasta que
dicha fuente se fue agotando poco a poco, entre otras razones, por las muchas
deudas que don Carlos fue acumulando a lo largo de los años, como
consecuencia de la incertidumbre que primó en un negocio tan promisorio como lo
fueron las antigüedades.
Enfrentar dichos adeudos, sin que para ello, quedara en duda la honorabilidad de
nuestro abuelo, fue, como se señaló, un verdadero calvario para todos, ya que, el
pago de los compromisos inherentes al manejo de un negocio tan especial,
minaba nuestra capacidad de bienestar familiar, lo que nos afectaba, de una u otra
manera a todos.
!
70!
obligaciones morales heredadas al querido abuelo, por su padre, Joaquín. Como
consecuencia de una promesa realizada al borde de la muerte, el bueno de Carlos
Pita ofreció a su agónico padre cuidar y procurar a su hermanita, mientras sus
posibilidades físicas y emocionales se lo permitieran.
Dicha obligación no era extensible, por lo que, más tarde que temprano, nuestra
abuela, Leopoldina, encaró a su cuñada y la conminó a abandonar la casa de
Colima 242, a la brevedad del caso. Con lo anterior, quedó saldada una vieja
deuda entre cuñadas, misma que causó profundo daño a la relación de don Carlos
y la abuela.
Por lo tanto, junto con mis deberes escolares, es decir, el avance de los estudios
de preparatoria, la militancia partidista – cuya actividad principal de ese año, como
ya se indicó, fueron las elecciones federales -, se anotaba el cumplimiento del
servicio militar, con mi inscripción en el centro de reclutamiento de la Universidad
Iberoamericana, cuya sede, en ese entonces, estaba en la avenida de las Torres,
en la colonia Prado Churubusco.
En otro orden de ideas, lejos estaba yo de suponer que el haber conocido a don
Pepe Muñoz Zapata, el día del funeral de mi muy querido abuelo, traería como
consecuencia la posibilidad de obtener mi primer trabajo formal remunerado, como
oficial administrativo en la Secretaría de Relaciones Exteriores, lugar al que llegué,
como siempre se accede a este tipo de actividades laborales: por recomendación
personal de un embajador de carrera.
La verdad sea dicha, había realizado, sin éxito, un par de intentos para concretar
cita con el embajador Muñoz Zapata, a los fines de recordarle que estaba a la
espera del llamado para obtener la crucial oportunidad de obtener un empleo,
sobre cuyo contenido o desempeño no tenía la más mínima idea, por lo tanto, por
encima de mi capacitación laboral, primaba mi más amplio deseo por disponer de
!
71!
un lugar que hiciera posible mi independencia económica, al menos, en lo relativo
a no tener que estarle pidiendo dinero a nuestra madre, quien atravesaba por una
situación económica de gran fragilidad, como ha quedado ya debidamente
anotado.
Don Pepe me dijo: sube a hablar con José Gallástegui, el es el Oficial Mayor, su
despacho está en el piso 17. Subí de inmediato, y me indicaron que debería
!
72!
esperar en la antesala, lo que hice, durante unas tres horas, al cabo de las cuales,
el susodicho Oficial Mayor me recibió un par de minutos para indicarme que bajara
al piso 7, al departamento de personal, en donde la señorita Victoria Trueba, a la
postre, jefa de personal, ya tenía instrucciones para emitir un nombramiento en mi
favor.
Con absoluta sorpresa bajé al lugar indicado, y tras una breve espera, fui recibido
por doña Victoria, quien me entregó una serie de documentos que harían posible,
tanto mi nombramiento, como mi filiación en calidad de servidor público, y demás
trámites inherentes.
!
73!
Capitulo 6
El resto del personal, comenzando por Ada Esther Gutiérrez, que era la secretaria
de don Pepe Muñoz Zapata; María de los Ángeles Hernández, Secretaria del
Subdirector; Julieta Ortega, encargada del despacho de franquicias; Josefina
Cerritos, secretaria; Héctor Jasso, secretario; Teresa Amezcua de Haussner,
encargada del departamento de importación de vehículos; Luis Terán, jefe de
archivo, a quien auxiliaba Antonio Medina Arriaga; Maura Carrillo, afanadora;
Alberto Lozada, mensajero, y don Hilario Ochoa, chofer del director general.
Mi primera actividad, como señalé, fue la de apoyar los trabajos que realizaba el
señor Francisco Borrego, quien estaba encargado del departamento de
acreditación e identificación, que implicaba llevar el registro del personal integrante
del cuerpo diplomático acreditado ante el Gobierno de México, así como todo lo
relativo a los privilegios e inmunidades que para esas fechas, disfrutaban en
nuestro país.
!
74!
Ese año del 68, además de la evolución de la denominada guerra fría, se
consolidó, principalmente, en el continente europeo, un movimiento que pugnaba
en contra del sistema internacional prevaleciente, caracterizado por un
consumismo exacerbado, así como un estatismo nugatorio de las libertades
individuales y personales. Fue una verdadera revolución existencialista y
anarquista, contra la guerra, el militarismo y la sociedad de consumo. Dicho
movimiento tuvo como verdaderos protagonistas a miles de jóvenes
contestatarios, quienes, principalmente, desde sus centros educativos clamaron
por un mundo menos excluyente y de más y mejores oportunidades.
Los casos más emblemáticos de dicho movimiento, sin lugar a dudas, fueron los
estudiantes universitarios de la ciudad de París (la primavera), así como los
intentos por democratizar las estructuras políticas en Checoslovaquia, cuyo
desenlace fue la invasión de tropas del pacto de Varsovia, comandadas por el
régimen soviético de la época. Se supo, y yo fui uno de los muchos sorprendidos
a nivel mundial, de la inmolación en las calles de la ciudad de Praga, del joven
universitario Ian Palach, transformado, con el paso de los años, en un ícono del
clamor por la libertad personal.
Sin querer, fui avanzando en el proyecto de mayor acercamiento del partido hacia
los jóvenes de mi generación, por vía de organizaciones como el Movimiento
Juvenil Revolucionario MJR, del que fui militante fundador, y cuya semilla
trascendió el período de gobierno diazordacista, consolidándose años más tarde,
en el brazo juvenil del PRI
!
75!
Niños Héroes, jóvenes cadetes del Colegio Militar, que ofrendaron su vida por la
defensa del castillo de Chapultepec.
Ahí estuvieron Beatriz, Leonor y Martha Ludlow Wiechers, así como sus dos
hermanos, Antonio y Alberto; y Lourdes Barrón Fabela. Lo destacado de dicha
presencia es que, en los casos de Beatriz, Leonor y Martha, representaban la
antítesis del movimiento revolucionario; circunstancia comprobada unos meses
más tarde, ya que las tres asumirían posiciones radicales y anti gobiernistas, como
consecuencia del infortunado evento del 2 de octubre, en la plaza de Tlatelolco, al
que me referiré un poco más adelante.
El año transcurrió sin mayores sobresaltos en lo laboral, ya que, poco a poco fui
asumiendo el rol que me correspondía jugar dentro del trabajo de la Cancillería en
Tlatelolco, y a pesar de que, para ese entonces, era uno más de los muchos
trabajadores que pululaban por los pasillos de la regia torre – por cierto, apenas
inaugurada dos años antes -, ni mi presencia, ni el trabajo que desarrollaba
pasaron desapercibidos, sobre todo, para aquéllos que estaban a la caza de
!
76!
simpatizantes personales o ideológicos, como lo eran muchos de los diplomáticos
acreditados, sobre todo, los de los países bajo la órbita soviética, comenzando por
la propia embajada de la URSS.
Los nombres de algunos de los funcionarios enunciados, sobre todo los de las
embajadas de la URSS y Checoslovaquia, tuvieron cierta importancia, sobre todo,
los últimos, ya que durante ese año del 68, como ya se mencionó, el ejército
soviético desplegó sus fuerzas militares en territorio del vecino país, acto que fue
condenado internacionalmente, pero de forma muy especial, por México, durante
el informe presidencial de septiembre 1 de 1969 – el primero al que asistí como
ayudante del ceremonial -.
Aún recuerdo con viva emoción que el presidente Gustavo Díaz Ordaz, desde la
tribuna del Congreso de la Unión, de forma emotiva, y mirando hacia el palco que
ocupaba el H. Cuerpo Diplomático, saludó al pueblo checo, representado por su
!
77!
embajador, condenando nuevamente el uso de la fuerza como medida para la
solución de conflictos por parte de la URSS, hacía un país que lo único de
clamaba era por su libertad. En respuesta, el embajador Hanus se levantó y
saludó con respeto a nuestro jefe de estado, al tiempo que recibía un caluroso
aplauso de todos los ahí presentes.
La verdad, este año de 1968 nos sobre pasó a todos, ya que México fue escenario
de múltiples eventos de gran relevancia, entre los que se destaca la celebración
de la XIX edición de las Olimpiadas, para lo cual se realizó un amplio despliegue
de esfuerzos, tanto a nivel del Gobierno Federal, como a nivel de la iniciativa
privada, medios masivos de comunicación, autoridades encargadas de fomento y
promoción de la cultura, estas últimas, como consecuencia de que a nuestro país
le interesaba sobremanera que la cultura fuera una parte importante de la
proyección que se intentaba dar de una joven nación latinoamericana - por cierto,
la primera que asumía la responsabilidad de un evento olímpico -.
!
78!
Me correspondió vivir muy de cerca este fenómeno que pudo poner en riesgo la
estabilidad institucional de México, ya que fue creciendo exponencialmente, hasta
que prácticamente se les salió de las manos a todos, culminando con los sucesos
registrados en la Plaza de las Tres Culturas, que más adelante serán reseñados.
Esa jornada fue ampliamente difundida por la prensa nacional, la cual destacó, en
su edición del día 14, en primera plana - ver periódico El Nacional - la presencia
de nuestro contingente.
Otra de las misiones que hicieron época, fue la de la República de China (Taiwán)
que representaba al gobierno encabezado por Chang Kai Shek, a la postre, uno e
los Cinco Grandes que surgieron como consecuencia del final de la Segunda
Guerra Mundial. El representante, un embajador de carrera, el señor Chih Ping
Chen, quien junto con su esposa, la señora Liliana Wong, concretó una misión
!
79!
inolvidable, que culminó con su precipitada salida de nuestro país, en fecha
cercana al reconocimiento diplomático que realizó México de la administración de
Mao Zedong, cabeza de la República Popular China.
!
80!
Culturas, así como los edificios más emblemáticos del entorno, como sería el caso
del “Chihuahua” (desde donde se supone el comité de huelga encabezaría su acto
de protesta).
El ambiente que pude presenciar fue de gran tensión. Toda la mañana fue de un
inmenso silencio, únicamente interrumpido por disparos aislados que se
escuchaban en las afueras de la torre de Tlatelolco. Más o menos al medio día, un
nuevo disparo, claro y sonoro, llamó la atención de todos, lo que hizo posible que
fuéramos testigos visuales de la forma en que una víctima de la represión caía
herido de muerte sobre la avenida San Juan de Letrán (hoy Eje 1 Lázaro
Cárdenas).
Sin embargo, el éxito deportivo y cultural del evento, permitió que la evaluación
final sobre el papel que jugamos en ese año histórico para los movimientos
sociales en el mundo, fuera bastante positivo, toda vez, que aún a estas alturas –
a más de 45 años de distancia – se siga poniendo en tela de juicio la idoneidad de
los actores gubernamentales principales, así como el castigo histórico del que
debieron ser acreedores.
Por lo que respecta al público en general, y ese fue mi caso, el ambiente olímpico
nos sobre pasó. Caímos en una especie de euforia colectiva, y todos nos
convertimos en coleccionistas de escudos olímpicos, engalanados con leyendas
diversas y logotipos en infinidad de idiomas, tantos, cuantos atletas estuvieron
durante los quince días de paroxismo nacionalista.
!
81!
De las delegaciones más importantes, por supuesto la de los Estados Unidos y la
de la entonces URSS, una de cuyas integrantes cautivó a los mexicanos: Natalia
Kuchinscaya, de apenas unos 16 o 17 añitos, y competidora en gimnasia, la gran
favorita de su delegación, cuya competencia con la homóloga checa Vera
Chaslavska, de aproximadamente 28 años, polarizó los gustos nacionales,
algunos, con tintes políticos, ya que, ese mismo año la URSS había recién
victimizado a la pequeña Checoslovaquia con la presencia invasora de sus fuerzas
armadas.
Me tocó recibir, en calidad de obsequio del señor Francisco Borrego (mi jefe) dos
boletos para asistir en el estadio olímpico “México 1968” a igual número de
eventos, celebrados entre semana y por la tarde, con lo que no tuve de faltar a mis
obligaciones laborales en nuestra Cancillería, en Tlatelolco.
!
82!
específico en donde desahogaría su diligencia, hasta participar en alguno de los
muchos eventos sociales que se celebraban a la sombra de nuestra Cancillería,
como serían el caso de una recepción diplomática, generalmente presidida por el
Secretario, quien a la postre era don Antonio Carrillo Flores, cuya esposa, doña
Fanny Gamboa, sentía especial aprecio por mi, incluso, se me llegó a denominar:
“el junior del ceremonial”.
Ese mismo año también, ingresó a la secretaría Pablo Cuevas Hilditch, a la postre
hijo de un conocido embajador, Francisco Cuevas Cancino – representante
permanente de México ante la ONU – a Pablo lo asignaron como auxiliar en
ceremonial. El pretexto era tenerlo ocupado mientras se tomaba el tiempo para
decidir qué actividad sería la rectora de su destino personal.
!
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carrara color blanco, de cuyo muro lateral pendía un magnífico mural de David
Alfaro Siqueiros denominado “relaciones exteriores”. Ahí, al pie del mural, y en la
escalera baja, se colocaba la línea de recepción del ceremonial, en la que casi
siempre me ubicaban a mí, lo que hacía posible que fuera recibiendo y saludado
de mano, a uno por uno de los invitados, así como a los funcionarios de la casa
(Secretaría) quienes poco a poco, comenzaron a identificarme como el “junior del
ceremonial”.
Además de los integrantes del cuerpo diplomático que figuraban como invitados
permanentes, Carrillo Flores, nuestro canciller, disponía de excelentes relaciones
personales y oficiales con los empresarios más importantes de la época, como
serían los casos de Carlos Trouyet, Licio Lagos, Emilio Carrillo Gamboa (director
de Telmex) y muchos más, a quienes conocí en los salones de la Secretaría,
cumpliendo mis funciones oficiales.
Para ese momento de mi vida, una de mis inquietudes más importantes fue la
culminación del servicio militar, ya que, dentro de los requisitos para concretar mi
filiación como servidor público, se contaba la necesidad de disponer de la “cartilla”
liberada, es decir, con los respectivos sellos de haber cumplido con dicha
obligación ciudadana.
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84!
No obstante lo anterior, mi agenda de actividades hacía un tanto cuanto difícil
dedicarle el tiempo y esfuerzo suficientes para avanzar en el cumplimiento de
dicho compromiso, por lo que comenté a don Pepe Muñoz Zapata mi
preocupación por no poder avanzar en ese tema, a lo que me respondió que me
colaboraría. Acto seguido, conversó con alguno de sus amigos en el Estado
Mayor Presidencial, a la postre dirigido por el general Luis Gutiérrez Oropeza,
quien le solicitó el envío de la cartilla, asegurándole que, al término de ese mismo
año, quedaría liberada, como finalmente sucedió.
Debo confesar que más de uno – entre quienes me contaba yo - se quedó con la
boca abierta cuando pudimos ser testigos de ese famoso alunizaje, concretado por
el comandante de la misión, Neil Armstrong.
De las funciones oficiales en que comencé a participar ese año, se destacan los
rituales de la época, como sería el caso del informe presidencial, el 1 de
septiembre; la celebración del sacrificio de los Niños Héroes de Chapultepec, el 13
del propio mes, así como los dos eventos más relevantes de la conmemoración de
la proclamación de la Independencia Nacional: El Grito, la noche del día 15; y el
desfile militar, durante la mañana del día 16.
!
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de las calles de Allende con República de Cuba, a que uno a uno, los jefes de
misión del H. Cuerpo Diplomático acreditado, hicieran su llegada al evento formal
de nuestro gobierno.
Recuerdo, con viva emoción, como me acercaba a los vehículos oficiales en que
los embajadores eran conducidos hasta el recinto – muy significativo el de la Gran
Bretaña, ya que era un Rolls Royce, de color verde -, los saludaba y les daba la
bienvenida, invitándoles a trasladarse hasta el palco de honor, en el primer piso
del recinto, lugar en el que ya los esperaba el personal de la Cancillería,
encabezado por el Jefe de Ceremonial, don José Muñoz Zapata.
Por esa misma puerta ingresaban los integrantes del gabinete presidencial, así
como los integrantes de los tres poderes de la Unión, lo que hacía posible que yo
les viera en persona, y en algunos casos, que ellos también me vieran a mí, como
sucedió con el Secretario de Relaciones Exteriores, don Antonio Carillo Flores,
con quien cruce una mirada de soslayo al tiempo que descendía de su vehículo
oficial, un Chevrolet Impala, color negro.
Además del enunciado con respecto a los temas de política exterior, otro instante
muy significativo, fue cuando el propio presidente declaró asumir todas las
consecuencias políticas e históricas a que hubiere lugar, como resultado de los
sucesos del 2 de octubre de 1968, ordenados por su gobierno.
Por lo que respecta al evento conmemorativo del sacrificio de los Niños Héroes de
Chapultepec, el día 13 de ese mes de septiembre, la ceremonia ha sido siempre
muy significativa y entrañable, ya que nos recuerda a todos una más de las
muchas invasiones estadounidenses de que fue objeto nuestro país, en ese caso
específico, en el año de 1847, por el hecho de que las tropas imperiales llegaron
hasta la misma capital de la joven república mexicana.
La misión del ceremonial, como lo fue el día del informe, consistía en atender al H.
Cuerpo Diplomático acreditado, durante su participación en este evento formal de
nuestro ritual republicano, por lo que, cada uno, en este caso, me incluyo,
asumimos nuestro rol, es decir, me correspondía recibir a los jefes de misión
diplomática a su llegada al monumento en Chapultepec, y conducirlos hasta una
tribuna especialmente señalada para dicho efecto. Ahí, todos presenciábamos la
!
86!
llegada del presidente, gabinete, integrantes de los tres poderes de la unión, y
fuerzas vivas de la nación, para dar comienzo a un acto, que no por conocido,
dejaba de ser – y sigue siendo – muy emocionante.
Por lo que respecta a la recepción oficial de la noche del día 15, precedida por la
ceremonia de “El Grito”, la participación del ceremonial de la Secretaría de
Relaciones Exteriores, se sujetó a la atención de los jefes de las misiones
diplomáticas extranjeras acreditadas, a las que se recibió en el patio central del
propio palacio nacional, para acto seguido, conducirles a los salones protocolarios
del primer piso, lugar desde el cual el presidente de la república salía al balcón
central desde el cual procedía con la ceremonia más emocionante de nuestro
repertorio patrio.
Para llegar al Palacio Nacional esa noche, don Pepe Muñoz Zapata me solicitó
acompañar a una de las dos personas que colaborarían en el evento de atención
al cuerpo diplomático, la señora Ruth Martínez Ross, a quien fui a recoger a su
residencia particular en la colonia Escandón, lugar al que me trasladé en una de
las dos limousines Cadillac de que disponía la cancillería, conducida por el señor
Arias (un viejo oficial de transportes con muchísima experiencia en este tipo de
eventos formales).
La señora Martínez Ross, a su vez, se hizo acompañar de su hija, una chica como
de dieciséis años – muy bella, por cierto – de nombre Mirdza.
Una vez que estuvimos los tres en el vehículo, nos trasladamos hasta el palacio
nacional, y cada uno por su lado, y todos en conjunto, realizamos nuestras
funciones formales esa noche magnífica de mi debut en la sede del poder
ejecutivo de nuestra patria, a la edad de 19 años me encontraba ahí, como pez en
el agua.
Algo similar sucedió la mañana del día siguiente, el día 16, durante el desfile
militar realizado en el Zócalo, frente al balcón central. Me tocó presenciar desde
un lugar inusitado un evento al que, año con año, había asistido en compañía de
familiares y amigos, como ya ha sido relatado con anterioridad. Invitados, más
bien animados por Jorge Párraga, nuestro querido tío “coco”, siempre de la mano
!
87!
de doña Martha, nuestra madre, partíamos muy temprano con rumbo al
monumento a la independencia, en cuya base, sobre el Paseo de la Reforma,
acudíamos puntualmente, a nuestra cita anual.
Esta vez, en todo caso, fue diferente, ya que, por razón de nuestra ubicación – en
una tribuna en la parte baja el balcón central – la mayoría de tropas y banderas
giraban, justo frente a nosotros, en señal de respetuoso saludo a su Comandante
en Jefe.
El balance de los eventos septembrinos celebrados ese verano de 1969 fue para
mí decisorio, es decir, hubo un antes y un después en mi vida, lo que se tradujo en
que, prácticamente, caí subyugado ante el mundo que se abría en mi horizonte
personal y la proyección profesional derivada del mismo, percibida a partir del
encantamiento vivido como consecuencia del rol que me tocó desempeñar a la
sombra de la Cancillería mexicana, lugar en donde fui acogido con la mayor
naturalidad.
Un hecho que no guardaba relación alguna con mi diario acontecer, pero que a la
larga se transformaría en un acto de carácter histórico, se dio como consecuencia
de la inestable situación que a finales de los años sesenta se vivían en la
República de Panamá, lugar en donde además de un presidente de la república
tenía un “hombre fuerte”, es decir, el jefe de la guardia nacional, en ese entonces,
Omar Torrijos, a quien algunos oficiales jóvenes intentaron dar un golpe de estado
mientras se paseaba por México, asistiendo a las carreras en el hipódromo de
“Las Américas”
Ante tales circunstancias, Torrijos debía de volver a su patria para intentar retomar
el poder, circunstancia que se le dificultó por la falta de contactos que, como
consecuencia de la coyuntura, se le dieron. Sin embargo, tuvo la gran suerte de
que una compatriota, en aquel entonces agregada a la embajada en México, la
señora Emilia Arosemena, dispusiera de su crédito personal para alquilar el avión
en que el hombre fuerte regresó a su tierra, y retomó el poder. Como
consecuencia inmediata de esa feliz circunstancia, a doña Emilia la designaron
embajadora en México, cargo que ostento, desde el año de 1970, hasta finales de
los ochenta.
Con Emilia Arosemena se desarrolló una amistad personal desde esa época,
hasta que tuve la suerte de vivir en Panamá, como embajador de México, a partir
de 1992.
!
88!
con el simple transcurso del tiempo, continuaron llevándose a cabo, como una
especie de inercia que las empujaba, intentando con ello, no dejarlas ancladas en
el desván de los recuerdos.
El año no podía haber concluido mejor, sin que para ello se me asignara, en
calidad de “oficial de protocolo” en los trabajos que nuestra cancillería desarrollo
para la creación del Organismo para la Proscripción de las Armas Nucleares en
América Latina y el Caribe, derivado de la vigencia de “Tratado de Tlatelolco”. MI
actividad se resumió a recibir y a acompañar dignatarios, auxiliando en ello a don
Fernando Flores Tejada, subdirector del ceremonial, bajo cuyas acertadas
indicaciones desempeñé mis primeras funciones en un evento multilateral.
A pesar de que los trabajos se extendieron por espacio de una semana, yo percibí
que habían sido muy cortos, ya que, a esas alturas, estaba ávido de nuevas y
excepcionales experiencias que iban impregnando todo mi ser, hasta formar parte
de mí.
Fue ahí en donde vi por primera vez a casi todos los actores principales del
multilateralismo de nuestra cancillería, como serían los casos del propio Alfonso
García Robles, subsecretario; o Jorge Castañeda y Álvarez de la Rosa, director en
jefe para asuntos multilaterales, cuya esposa, la señora Noema Gutman, años
más tarde sería crucial para mi en mi desempeño profesional; o don Carlos Peón
del Valle, Director en Jefe para asuntos especiales; y un amplio etcétera, como
serían los casos de Gustavo Iruegas Evaristo, Virginia García (esposa de don
Fernando Flores); así como la hija menor, Rocío Flores García.
Por lo que toca al ambiente meramente familiar, una tarde llegó Patricia, mi
hermana, junto con el que ya para ese entonces era su novio formal, comentó con
doña Martha, nuestra madre que su novio le había propuesto matrimonio, evento
que se realizó a la brevedad del caso, en la ciudad de Nueva York, en la iglesia de
!
89!
San Juan Nepomuceno. Les tocó viajar, invitados por el suegro, don Francisco
Cuevas Cancino a la ceremonia privada, tras lo cual, regresaron y se instalaron en
el departamento que para ese entonces Pablo compartía con su hermana Ana
Manuela.
La verdad, uno y otro eventos fueron traumáticos para todos, ya que, el hecho
cerrar definitivamente las cortinas de “Las Novedades” que así se llamaba el
negocio del abuelo, y abandonar nuestra casa de Colima 242, tuvieron, no sólo el
costo económico que hubo que sufragar, sino uno que no puede cuantificarse, y
que atiende a circunstancias emocionales muy particulares para cada uno de los
que concretamos el traslado, además de mi caso particular, el de mis hermanitos
Carlos y Sylvia, así como el de nuestra madre, doña Martha, escoltada, como
siempre, por la abuela Leopoldina.
!
90!
Capitulo 7
Por mi parte, con una situación laboral en camino de consolidar el nivel inicial, me
sentí con el ánimo de incursionar en el proceso que allanaría mi ingreso al servicio
exterior, por vía del examen público de concurso, para lo cual, aunque ya me
sentía muy preparado, lejos estaba de imaginar los complicados vericuetos que
era menester superar, como vía única, hacia la consecución de ese sueño.
La vía, como siempre, fue el consejo del embajador Muñoz Zapata, así como la
cercanía con algunos de los aspirantes que intentaban allanarse, como era mi
caso, la vía más adecuada para vivir dicha experiencia derivada de la vocación por
el servicio público.
Por lo que a mí respecta, los cursos fortalecieron mi interés por avanzar lo más
!
91!
posible en el conocimiento de las herramientas que me abrirían las puertas de la
nueva profesión que elegí, deslumbrado por los hechos presenciados, mismos
que, día a día, sobrepasaban mi capacidad de sorpresa.
En ambos eventos fui invitado a participar como oficial de protocolo, cargo similar
al que ya había desempeñado en comisiones similares en años anteriores. Por lo
que respecta a la asamblea general del OPANAL, la fecha de su inauguración fue
muy significativa, ya que como invitados especiales, participaron, en primer lugar
el Presidente de la República, Gustavo Díaz Ordaz, y el secretario General de la
ONU, U Thant.
Por lo que respecta a la UIOOT, las delegaciones fueron muy numerosas, y el alto
funcionario de nuestra cancillería que interactuó como anfitrión fue el embajador
Jorge Castañeda y Álvarez de la Rosa, quien años más tarde, sería nombrado
titular de nuestra Secretaría por el presidente José López Portillo.
El evento en cuestión era una especie de festival artístico de las juventudes del
PRI. Me valí de la posibilidad que me ofrecía el disponer de números de teléfono
!
92!
de la mayoría de los actores y actrices más conocidos en el ambiente artístico
nacional, mismos que me habían sido proporcionados por Carlos Zavala, hijo del
tío Raúl Zavala, dueño del Teatro Lírico.
La verdad es que nuestras entrevistas con los artistas fueron muy exitosas, una
vez que les comentamos que la idea era concretar presentaciones en un estadio
del tamaño del toreo, la idea les encantó, asegurándonos su activa participación.
De los actores con quienes nos entrevistamos, la que más impresionados nos
dejó, fue Zulma Fayad, vedette argentina, la que disponía de un espectáculo diario
en el hotel Regis del centro de la ciudad capital.
Lo dramático de ese recuerdo, lo que lo volvería trascendental, tiene que ver con
el hecho de que esa misma noche, un empleado doméstico de nacionalidad etíope
que colaboraba en la residencia oficial de la embajada, había enloquecido,
asesinando a la esposa del señor embajador, e hiriendo a dos de sus hijos
menores.
A fin de proveer los auxilios que la emergencia demandaban, fue necesario que
!
93!
don Antonio Carrillo Flores, titular de la Secretaría, hiciera acto de presencia en la
residencia oficial del embajador, y autorizara, por razones humanitarias, el acceso
de los socorristas de la Cruz Roja quienes trasladaron a los servicios de
emergencia a los familiares ahí agredidos.
Fue un paso muy importante para mí, ya que ingresé a una institución de prestigio,
misma que ofrecía excelentes oportunidades para quienes, como era mi caso,
trabajábamos y estudiábamos de forma simultánea. El horario matutino era de 7 a
9 horas; por la tarde, de las 5 a las 8, y se cursaban cinco materias durante el
primer año de estudios.
Durante el curso inaugural, nuestra primera cátedra la recibí de parte del abogado
Fausto Rico, quien impartía la materia de derecho civil I; otros profesores de
quienes guardo un imborrable recuerdo son: Genaro María González, que impartía
la cátedra de Introducción al estudio del derecho; y Fauzi Hamdam, de economía
política.
Sin embargo, mucho más relevantes resultaron algunos de los compañeros con
quienes compartí este curso, entre otros, Julio Sánchez Beristaín (hijo del
procurador general); German Corona del Rosal (hijo del Jefe del departamento del
D.F.); Fernando Lerdo de Tejada (hijo del secretario general del gobierno del
D.F.); David Franco Lugo (hijo del Secretario del Patrimonio Nacional) y José Luis
Nassar (hijo del director federal de seguridad); Rolando Téllez Strafond (hijo del
que fuera presidente de la suprema corte de justicia de la nación) y un amplio
etcétera.
!
94!
trinchera gubernamental – fueron los padres de los que ese curso fueron mis
condiscípulos.
Mis incursiones a eventos del Cuerpo Diplomático siempre iban acompañadas por
algún amigo o amiga, ya que al no disponer de vehículo propio, me movilizaba
gracias al aporte de dichos conocidos. Especial significado tuvieron en esa época,
amigos como Miguel García Cordero, en cuyo Volkswagen subí y baje, entre el
cielo de las invitaciones del Cuerpo Diplomático, y el purgatorio que significaba
andar de cacería por las calles de mi entorno urbano.
Debo reconocer que fue una época muy intensa en la que la vida me abrió nuevas
ventanas, y obtuve perspectivas sobre mi rol en la sociedad que me rodeaba que
!
95!
jamás me habría imaginado.
Considero que en ese momento comenzó una nueva etapa de cuya memoria no
quisiera perder el rastro. Sobre todo por el cúmulo de relaciones, tanto
diplomáticas como personales que fueron floreciendo a la luz de las muchas
expectativas que se creaban en torno a mi desempeño en la Cancillería mexicana,
en la que me sentía como pez en el agua.
!
96!
No obstante mi prudencia, diversos eventos, de relativa importancia se dieron en
nuestro país como consecuencia directa de la tensión prevaleciente, como fueron
los casos de las acusaciones formuladas por el gobierno cubano – a través de su
embajador, Joaquín Hernández Armas -, en contra del consejero y agregado de
prensa a nuestra embajada en La Habana, a quien se señaló como agente de la
CIA.
De ahí surgió una relación diferente con Aida Moreno Mancinelli, quien como
señalé, formaba parte del grupo de estudio que se había integrado con el objetivo
de atender los cursos diarios que impartía don Indalecio Sánchez Gavito. Con
Aida, quien ya era canciller del servicio exterior, y que había estado comisionada
con ese cargo en diversas misiones en el continente europeo, salíamos de vez en
cuando juntos, o en grupos heterogéneos, como fue el caso de un viaje que
realizamos por carretera al puerto de Acapulco.
El objetivo de ese viaje era que Aida quería ver a su novio, quien trabajaba como
gerente del Hotel Papagayo en ese puerto del pacífico mexicano. Salimos por la
noche de un jueves, y llegamos a nuestro destino en la madrugada del viernes;
!
97!
además de Aida y yo, iban en el paseo José Luis Cuevas (hermano menor de
Pablo, mi cuñado) y Lourdes Castro, otra amiga de la Secretaría.
Las cosas con Aida siguieron su curso, nos veíamos de vez en cuando en la torre
de Tlatelolco – ella trabajaba en el piso 17, y yo en el 15 – hasta que una tarde
recibí una llamada de una persona que no se identificó, y cuya consigna era
informarme que Aida se había internado en el hospital siquiátrico Fray Bernardino
de Sahagún, ubicado por el barrio de Tlalpan. El mensajero señaló que la
interesada había pedido por favor que la fuera a visitar a dicho lugar.
Para variar, se me incluyó dentro del selecto grupo de integrantes del ceremonial
que colaboraron con este importante y solemne evento que marcó el final de la
administración del Gustavo Díaz Ordaz.
!
98!
oportunidad de saludar de mano al todavía presidente, quien me devolvió el
saludo con una sonrisa. Esa misma noche, en el gran salón de recepciones de la
propia cancillería, el todavía titular, don Antonio Carrillo Flores, ofreció una
espléndida recepción en honor de los ilustres invitados.
En ese escenario algunos de los altos dignatarios lucieron sus galas más
impresionantes, como sería el caso del embajador británico, el señor Charles
Peter Hope, CMG y TD, quien portaba su uniforme de caballero del Imperio
Británico, mismo que incluía su bicornio borlado con plumas.
El registro de dichas fechas fue muy relevante, ya que tuve la oportunidad de estar
en los escenarios políticos más destacados del país, en los momentos más
cruciales del acontecer nacional.
De forma paralela, mi interés por las carreras de Fórmula 1, hicieron posible que
durante los grandes premios de México, correspondientes a los años 1969 y 1970,
asistiera – en compañía de Pablo, mi cuñado, y Patricia, mi hermana -, siendo
testigo del gran espectáculo que dicho acontecimiento tenía (y sigue teniendo en
la actualidad).
Todavía retumban en mis oídos el claro zumbido de los bólidos de Fórmula 1, así
como el sensible olor de sus motores, aceites y lubricantes, cuyo aroma
impregnaba el escenario.
Dentro de los favoritos siempre estuvieron los corredores mexicanos, en los casos
en que yo estuve como espectador, Pedro Rodríguez, uno de los dos legendarios
corredores – Ricardo, su hermano, fue el otro – de la escudería Ferrari. Sin
!
99!
embargo, el escocés volador, Jim Clark se llevó ambos trofeos, ganando las dos
ediciones del Gran Premio de México que dispusieron de mi testimonio presencial.
!
100!
Capitulo 8
Era habitual en la transición sexenal de la época que, una vez que se conocía el
nombre del candidato del PRI a la primera magistratura, éste sugería al gobierno
que se mantenía en el centro del poder político, la designación de un embajador
ante el gobierno de los Estados Unidos de América, en cuyo caso, al comienzo de
la nueva administración, retornaba al país para hacerse cargo de la titularidad de
la Secretaría de Relaciones Exteriores.
!
101!
A pesar de que el embajador Muñoz Zapata fue ratificado, unos meses después
de la toma de posesión presidencial, solicitó su jubilación, y pasó a retiro –
circunstancia que, personalmente, lamenté muchísimo -. En su lugar, fue
designado otro embajador de carrera, Joaquín Bernal y García Pimentel, a quien
impusieron algunos cambios en la dirección general del ceremonial, entre otros,
con la llegada de Elisa Díaz Lombardo de Buch, amiga íntima de la señora
Socorro Gamboa de Rabasa (la coquis) quien era la esposa del nuevo secretario,
así como el cónsul en Boston, Jaime Peña Vera, quien fue designado subdirector
general.
Otro hecho trascendental que se presentó, muy al inicio del sexenio echeverrista,
y que se suscitó como consecuencia de una protesta estudiantil, el jueves 10 de
junio de 1971, derivando en un desenlace poco prometedor para las esperanzas
de apertura democrática ofertadas durante la campaña proselitista de quien
ocupaba ya en ese momento la primera magistratura del país. El acto de protesta
culminó en el marco de la represión de que fueron víctimas sus protagonistas, por
parte de un cuerpo de choque – armado con bastones de bambú, al estilo de las
artes marciales de Corea -, al que se denominó posteriormente como “Los
Halcones”.
Se supo que dichos elementos pertenecían a las fuerzas armadas, y que habían
sido entrenados como grupo de choque para “romper” cualquier tipo de protesta
ciudadana, de cara a mantener el status quo de un sistema político que
comenzaba a “echar agua”.
!
102!
En ese contexto se dieron los avances específicos para el examen de ingreso al
servicio exterior, al que concurrí como el más joven aspirante – y quizá, el que
menos experiencia profesional tenía, desde las perspectivas de formación
académica - , no obstante, mi entusiasmo, quienes estuvieron a cargo de la
organización, consideraron que mi perfil no alcanzaba – en ese momento – el de
un candidato con posibilidades reales de triunfo, por lo que debería esperar hasta
la siguiente oportunidad, en cuanto esta se presentase.
Con quienes desarrollé una relación más cercana fueron Sandra Fuentes; Martha
Lara, y Martha Ortíz de Rosas, a las que invité infinidad de veces a las muchas
recepciones diplomáticas a las que yo mismo era convidado por esa época. De
los eventos más familiares, es decir, entre personal de la Secretaría y los nuevos
aspirantes, recuerdo con especial afecto, las reuniones en las que participó
Manuel Tello Macías, quien años más tarde alcanzaría el honor de presidir nuestra
Cancillería, como su titular.
Tanto en este año, como en el siguiente, 1972, el área que organizaba los
concursos en la Cancillería, era la del director en jefe, correspondiente al
embajador Carlos Peón del Valle, cuya asistente personal, Sylvia Klee, fue una
amiga muy querida. En la parte operativa, de forma directa, dos entrañables
amigos de ese momento y de los años por venir: el embajador Donaciano
González, y Federico Urruchúa Durand, quien para esas fechas era segundo
secretario, en el escalafón del servicio exterior.
!
103!
1972, nuevamente inscribí mi nombre, y tuve, en esa oportunidad el privilegio de
resultar como uno de los quince candidatos seleccionados como ganadores,
dentro de un universo de más de quinientos solicitantes.
El concurso de ingreso, dispuso, como todos, con sus propios protocolos y reglas
de una formalidad impecables: la convocatoria, la inscripción, el período se
selección, el concurso propiamente dicho, los resultados y conclusiones, y la
expedición de un nombramiento provisional por espacio de un año, como
Vicecónsul del Servicio Exterior Mexicano.
Fue así que a lo largo de unos treinta días se llevó a cabo el concurso de ingreso,
mismo que incluía exámenes orales con sinodales, todos ellos representantes de
las más importantes instituciones de educación superior del país. Las materias
eran muy específicas, y todas ellas enfocadas al mejor conocimiento y
!
104!
aprovechamiento de las herramientas al alcance de la mano para el mejor ejercicio
del cargo como integrante del servicio exterior.
Al concluir el concurso, nos integramos a las filas del servicio exterior mexicano,
en calidad de vicecónsules, los siguientes compañeros: José Luis Yunes Celis,
con el primer lugar de esa generación; Antonio Villegas Villalobos; Sergio Romero
Cuevas; Elda P. Paz, Martha Millán Becerril; Ana Celia Pérez Charles; Valentín O.
Treviño; Salvador Cassian Santos; Ismael Orozco Guzmán; Fernando Vega Mora;
Mario Morales; Alfonso de Aquino; Héctor Aguilar Meza; e Hipólito Santillán.
Lo más interesante de ese concurso tiene que ver con la decisión que asumieran
las altas autoridades de la Cancillería, en el sentido de comisionarnos para llevar a
cabo una experiencia inédita: enviarnos a realizar prácticas al exterior, en el
contexto de un programa que incluía la estancia por tres semanas en el consulado
general en Laredo, Texas; de ahí, participar en una reunión de la comisión
interparlamentaria bilateral, a realizarse en San Antonio, Texas; participar como
invitados al curso de formación para funcionarios de las Cancillerías de los países
miembros de la OEA, en la sede de dicho organismo regional en Washington; y de
ahí, algunos de los egresados partirían hacia otro curso, este, en Nueva York, en
la sede de la ONU.
Por lo que a mí respecta, todo estaba listo, ya que mi disponibilidad era inmediata.
Algunos de nuestros compañeros de generación, los que estaban ya
comisionados en el exterior, como fueron los casos de Gustavo Iruegas y de
Sergio Romero Cuevas, tuvieron que retornar a sus adscripciones, en donde, en
todo caso, disfrutarían ya de su nuevo estatus como funcionarios del servicio
exterior mexicano.
Los preparativos para el viaje, previsto para los meses de mayo y junio del propio
!
105!
año de 1972, ocuparon importantes espacios de mi tiempo disponible, partiendo
del hecho de que mis responsabilidades laborales como ayudante del ceremonial,
se mantuvieron en todo momento, hasta mi regreso, y posterior nombramiento
para desempeñarme de forma permanente, en nuestra embajada en La Paz,
Bolivia, lugar al que llegué en agosto del propio año.
Un dato curioso que refleja con claridad la forma en que se manejaban los asuntos
administrativos de la secretaría en ese entonces, tiene que ver con el hecho de
que nuestras autoridades confiaban en que la mayoría de nosotros pertenecía a
familias acomodadas, las que podían cargar – al menos en un principio – con los
gastos relativos a esta, nuestra primera comisión del servicio exterior. Como
resulta lógico, en dicho imaginario no me encontraba yo, aunque, para ese
entonces ya trabajaba, mi salario mensual apenas alcanzaba para sufragar mis
gastos personales directos.
Una vez avanzados todos los preparativos, la fecha de salida implicó para mí, por
varios motivos, un día de la más absoluta emoción, por un lado viajar finalmente
fuera de México – nunca lo había hecho -, y además, tomar un vuelo en avión, que
tampoco lo había realizado.
!
106!
La verdad, lo del avión, no representó ningún tipo de emoción especial – tal cual
había imaginado -, por supuesto, ninguno de mis compañeros sabía que en esos
menesteres era primerizo, así que las cosas se desarrollaron con absoluta
tranquilidad, toda vez que para nuestra salida desde el Aeropuerto Internacional
de la ciudad de México, se había organizado una despedida familiar para los
quince vicecónsules, a los que se nos destinó la apertura del salón “Mexicano” de
protocolo.
Como señalé, el viaje fue tranquilo, un par de horas después de haber abordado el
vuelo de Mexicana de Aviación, llegamos a nuestro destino, y ahí nos esperaba el
Cónsul General en Laredo, Texas, el señor Héctor Jara, con quien cruzamos la
frontera del Río Bravo, utilizando para ello nuestros respectivos pasaportes
diplomáticos, sellados al momento de ingresar a los Estados Unidos de América,
por la vía terrestre.
Al día siguiente, muy temprano, nos trasladamos a la sede del Consulado General,
en el 1612 de la calle Farragut, fuimos recibidos por un muy simpático portero al
que todos llamaban “tonino”. Ahí, al tiempo que fuimos presentados con el
personal que laboraba en nuestra representación, presenciamos la importancia de
dicha oficina del servicio exterior, cuyos servicios diarios eran demandados, más o
menos, por unos quinientos usuarios, siendo el trámite de visa de facturas
consulares, la gestión más numerosa.
Para ese entonces, la importancia de nuestro Consulado General tenía que ver
con una doble función: la de protección de ciudadanos mexicanos, y la de
recaudación por concepto del pago de las visas a las facturas consulares, con
ingresos superiores al millón de dólares al año. En la actualidad dicho cobro ya no
se realiza, al haber desaparecido el requisito de visado por tal concepto.
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107!
mexicanos, etc.
En dicho punto se centró nuestra atención principal durante todos los días del
entrenamiento, período que también aprovechamos para conocer – un poco – el
ambiente fronterizo prevaleciente de uno y otro lado de la frontera en común entre
México y los Estados Unidos de América.
La verdad sea dicha, por lo que a nuestro país se refiere, la situación fronteriza era
deprimente – fenómeno que aún a estas alturas de la vida se mantiene -, los
contrastes hieren cualquier sensibilidad, y si bien es cierto, por decoro, tratamos
de disimular las diferencias entre cada uno de los lados de la frontera, la verdad
pesa mucho más sobre cualquier intento altruista por nuestra parte.
Lo curioso del caso, es que dentro de los insumos que quedaron en nuestro poder,
se singularizan, por ejemplo, la plancha que compró Hipólito Santillán, o la
!
108!
máquina de escribir – mecánica - de Héctor Aguilar. Yo por mi parte, adquirí un
radio-reloj-despertador, que consideré de gran utilidad, y lo tuve hasta que culminé
mi primera misión diplomática permanente, en el año de 1973.
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109!
sabía que a don Rafael, a la edad de 19 años lo habían designado como
vicecónsul, en virtud de un nombramiento expedido por el presidente de México,
don Venustiano Carranza.
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110!
Otra de las visitas más significativas fue la que realizamos a la sede del Banco
Interamericano de Desarrollo, en ese entonces presidido por el eminente
mexicano don Antonio Ortíz Mena, quien, con su característica amabilidad, nos
recibió, y ofreció un coctel de bienvenida, al tiempo que nos brindó la oportunidad
de conocerlo personalmente, lo que, en algunos casos, como fue el mío,
representó una experiencia extraordinaria.
Por lo que respecta a nuestro acercamiento con la misión ante la OEA, recuerdo
que don Rafael de la Colina se sirvió extendernos una cordial y calurosa invitación
para que le visitáramos y para que nos incorporáramos al esquema de trabajo
prevaleciente en esa importante sede del gobierno de México. Don Rafael
acostumbraba guardar en su mente un cúmulo de información sobre las diversas
incidencias de su larga trayectoria diplomática, soportaba los datos recabados en
pequeñas tarjetas anotadas a mano con la síntesis de cada una de las ideas ahí
salvaguardadas.
Otro aspecto que llamó poderosamente mi atención tiene que ver con el esquema
diario de trabajo en nuestra misión ante la OEA, en el que tanto el titular, como
todo el personal adscrito, compartían un área conjunta, en la que se encontraban
dispuestos todos los escritorios del equipo que nos representaba ante la
organización regional.
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111!
Para despedirnos, además del evento de las altas autoridades de la organización
regional, algunos de nosotros, como fue mi caso, fuimos invitados por Alicia Pareja
y Edgar Maya, nuestros “lazarillos” a un convivio de especial significado.
Los lugares más trascendentales del edificio sede, son: la Asamblea General, y el
Consejo de Seguridad, ambos han sido testigos de la toma de decisiones
importantes desde la fundación de la ONU, en el año de 1945.
De regreso a la capital del país, uno a uno fuimos desfilando ante diversos
interlocutores, los cuales intentaron determinar – conforme a nuestras
capacidades personales – el destino inmediato para nuestra primera comisión
!
112!
permanente en el exterior. En mi caso, y a través de una conversación telefónica
que tuve estando en Washington, el colega Raúl Valdés, en ese entonces
subdirector de la Dirección del Servicio Diplomático, me había confiado que estaba
ya firmado mi acuerdo para ser adscrito “al cono sur”, sin especificar a qué país
concretamente.
El tiempo que trascurrió entre el comienzo del mes de julio y la fecha en que
debería programar mi viaje a La Paz, Bolivia, lugar en donde finalmente quedaría
adscrito durante mi primera comisión permanente del servicio exterior, pasó como
un suspiro, no lo sentí, a pesar de las muchas cosas que quedaban en el camino,
como serían los casos de mis enamoramientos permanentes, y todas las
actividades que, de una u otra forma formaban parte de mi entorno en esa
importante etapa de mi vida.
Además del círculo familiar más íntimo, entre quienes figuraban madre, abuela y
hermanos, la familia del padrino Héctor Soto Máynez, y su esposa América, se
hicieron presentes colaborando conmigo en todo lo posible, hasta la fecha de mi
salida fuera de México; lo mismo podría decirse con respecto a las hermanas de
don Carlos, mi abuelo, especialmente la tía Raquel Pita viuda de Campero.
Para mi salida de México fui provisto de un pasaje de primera clase, así como los
correspondientes cupones de exceso de equipaje previstos para mi menaje de
casa en la ruta: México-Lima-La Paz, por la compañía Braniff International, para el
día 6 de agosto, fecha que puede ser tomada como punto de referencia de la
verdadera trashumancia de la existencia que aquí se pretende relatar.
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113!
Capitulo 9
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114!
lugares – calificados por ella como santos – en donde se rendía culto a una y al
otro objeto de su culto.
Es posible que bajo la influencia de esa nueva realidad existencial, cerrara para
siempre el capítulo abierto, en el ya lejano momento del mes febrero de 1957, con
la partida definitiva de don Ignacio Gutiérrez, coautor de la historia de mi vida, y de
quien aún sigo pensando lo difícil que pudo haber sido para él olvidar a sus muy
queridos retoños, entre los que me encontraba yo.
Ese viernes del mes de agosto, abordé mi vuelo con destino a La Paz, capital
política de la República de Bolivia. Con viva emoción, y desconociendo, bien a
bien lo que me esperaba, llevando en mi maleta una sola carpeta que me había
sido entregada por el joven diplomático de nuestra cancillería, don Raúl Valdés,
quien me recomendó leerla con atención, ya que abordaba todo lo relativo a la
figura de asilo político y territorial, que según me explicó, sería de gran utilidad a la
hora de poner en práctica mi nueva actividad profesional.
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115!
autor de la creación.
Una vez concluidos los trámites de migración, y con mis maletas dispuestas, se
me aproximo una persona, cuyo nombre era José Batachis, empleado
administrativo de nuestra representación, quien acudió a darme la bienvenida a
nombre de todo el equipo de la representación diplomática que, a partir de esa
fecha, sería mi centro de trabajo.
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116!
A la mañana siguiente me trasladé a las instalaciones de nuestra embajada, en la
avenida 6 de agosto 2932, ubicada en lo que fue una residencia de carácter
familiar de dos pisos con un pequeño jardín, alquilada a los efectos de servir como
oficina y sede de la misión diplomática de México en la ciudad de La Paz.
A mi llegada fui recibido por el propio señor Batachis, quien de momento estaba a
cargo de los servicios consulares, mismos que ocupaban parte importante de la
planta baja del inmueble. Me señaló que en el primer piso estaban las oficinas del
señor embajador, Humberto Martínez Romero, y que en dicho espacio también
estaban las oficinas que servirían a los fines de mi despacho personal como
secretario de la Embajada, rango con el que finalmente quedé acreditado
formalmente ante el gobierno nacional.
Mi primer contacto con el embajador fue muy grato, ya que lo había visto en
algunas ocasiones durante mi estancia en México en las labores propias de
ceremonial. A esas fechas, Martínez Romero fungía como Director General de
Asuntos para Trabajadores Migratorios, siendo su segundo de a bordo el abogado
Juan Barona Lobato.
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117!
entidad encargada de la seguridad de las misiones diplomáticas extranjeras
acreditadas en el país.
Las labores principales que me fueron asignadas eran las normales y lógicas de
una representación ubicada en un país profundamente conflictivo en donde nadie
sabía bien a bien, el tipo de acontecimientos políticos que verían la luz del día, a la
mañana siguiente. Dentro de mis primeras asignaciones, la instrucción pertinente
para el manejo del servicio de télex – que era el medio más idóneo de
comunicación en la mayoría de representaciones de México en el exterior -, así
como los dos volúmenes de claves para cifra de documentos confidenciales,
guardados siempre bajo llave, en una caja de seguridad, ubicada en el propio
despacho del embajador.
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118!
La propietaria del inmueble, la señora Aída Valdivieso, estuvo encantada de que
me movilizara a su departamento, ya que, cobrara de renta, aproximadamente
unos dólares $ 200.00, que en esa época era, más o menos, un tercio de mi
salario como vicecónsul del servicio exterior.
Para esas fechas, se anunció la llegada del nuevo canciller, el señor Víctor Hugo
Ramírez Lavalle, quien viajó a La Paz, acompañado de su esposa Ingrid y de su
pequeña hijita Astrid.
Con Víctor Hugo concretamos un gran amistad, más allá el mero compañerismo,
ya que tuvimos que sobrellevar, conjuntamente, la euforia del embajador por
enviar mensajes políticos confidenciales, cuyos textos nos correspondía traducir al
lenguaje cifrado prescrito por la norma de nuestra Cancillería. En dicho menester,
tuvimos largas jornadas en la sede de nuestra embajada, en donde una vez que
concluíamos la cifra, nos tocaba procesar los textos para ser enviados por la vía
del télex, lo que, en términos actuales, implica una trabajo artesanal del que ya
poco se realiza en los términos de nuestras embajadas en el extranjero.
!
119!
Para dicha celebración – el 21 de agosto de 1972 – fueron invitados
representantes de diversos medios de comunicación internacionales, entre los que
figuraba la empresa mexicana Televisa, la que envió a Juan Manuel Rentería, un
periodista reconocido, y a un camarógrafo que, para ese entonces, iba dispuesto
de una cámara de ocho milímetros.
Conviene mencionar sobre dicho particular que, por esas mismas fechas, una
misión de legisladores mexicanos viajó, en visita de trabajo, por diversos países
europeos, y que durante su periplo por el viejo continente, visitaron nuestras
representaciones diplomáticas acreditadas ante los Estados objeto de su recorrido
europeo.
La verdad, fue un escándalo muy sonado, lo que suscitó, a su vez, una profunda
reflexión en torno a la forma en que se deberían reencauzar las partidas a gastos
correspondientes dentro del presupuesto que ejercía la Secretaría de Relaciones
Exteriores, en los rubros pertinentes, lo que implicaba austeridad en otras partidas
que previamente habían sido priorizadas.
En dicho ambiente, los periodistas que visitaron Bolivia le pusieron una trampa a
nuestro embajador, ya que, tras un opíparo almuerzo al que fueron invitados, y en
el que no faltó una buena dosis de bebidas espirituosas, se trasladaron a la
embajada, lugar en el que comenzó el interrogatorio sobre la poca calidad del
mobiliario, así como el lamentable estado en que el mismo se encontraba.
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120!
sus ahorros financiaba mensualmente un déficit de más de cinco mil dólares que
se erogaban por diversos conceptos, entre los que enunció el necesario decoro
con el que se debía representar a nuestro país en el extranjero. Para variar, el
embajador me involucró a mí, invitándome a que sirviera de testigo a los fines de
puntualizar con toda claridad que el era un hombre de gran patriotismo que lo
único que buscaba era el bien para México.
La reacción de la Secretaría, una vez que el video captado por la crónica de Juan
Manuel Rentería, fue transmitido por el canal de las estrellas en el marco de uno
de sus noticieros, fue de gran malestar. Según recuerdo, Martínez Romero me
comentó que había recibido una llamada de Enrique Gutiérrez, a la postre Director
General de Información, manifestándole en nombre propio y del Secretario, su
malestar por lo expresado ante los medios masivos de nuestro país.
El otro evento de gran trascendencia, en este caso familiar, tiene que ver con doña
Martha, mi madre, quien finalmente tuvo la fortuna de obtener, el mes de octubre
de este año, el empleo que merecía, y en el cual, siempre ha ocupado el espacio
adecuado a sus méritos personales y al gran empeño con que asume los retos
que le ha ido marcando la vida, el Grupo Bal, entonces dividido en diferentes giros
comerciales, encabezado por don Alberto Bailleres, de quien fue, y seguirá siendo
durante mucho tiempo, la mano derecha.
!
121!
militantes de dichas fuerzas representativas, como fueron los casos de Mario
Gutiérrez, quien fue designado – como ya ha sido señalado – Ministro de
Relaciones Exteriores, y Ministro de Educación, a Jaime Tapia Alipaz, con quien
consolidé una relación personal muy cercana.
Aunque las semanas que permanecí como huésped en la casa de la señora Mary,
fueron muy gratas, resultó mucho mejor la posibilidad de cambiarme a un
departamento en un moderno edificio de la avenida Arce, lugar en el que, a su
vez, había vivido mi predecesor Vicente Cueto y Jiménez, cuya madre, la señora
Margarita, aún permanecía en Bolivia, como invitada de la señora Aída Valdivieso,
propietaria del inmueble que me serviría de hogar por unos tres meses.
Fue justamente, en casa de doña Aída Valdivieso, una tarde casual, en que me
invitara a cenar, que conocí a María Laura Ávila, quien resultó a la postre una
especie de talón de Aquiles para mí, al menos durante el tiempo en que estuve en
Bolivia. La nueva amiga trabajaba como asistente de vuelo para la empresa
Braniff en el aeropuerto internacional de El Alto, lo que la tenía ocupada la mayor
parte del día, y muchas noches, ya que su empresa asistía a los vuelos de la filial
de Canadian Pacific, la que cumplía con un itinerario desde su origen hacia
Buenos Aires, con escala a media noche en La Paz.
Lo primero que hice una vez que firmé contrato con el señor Manuel Crespo –
quien había sido Canciller del gobierno de Hernán Siles Suazo – es enviar a
pintar, principalmente las paredes, en colores fuertes, por ejemplo, la sala y el
comedor en rojo/naranja, la estancia del primer piso y mi habitación, en azul, la
cocina en blanco con franjas rojas, y el baño, también en blanco con franjas
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122!
amarillas. Compré un refrigerador a tono con la cocina, es decir, en rojo, y poco a
poco le fui añadiendo diversos detalles en la decoración, como sería el caso de
una chimenea en cobre que me fuera prestada por don Juan Pascoe, a la postre,
de nacionalidad mexicana, y representante del PNUD en Bolivia.
Por razones que desconozco, pero estoy seguro de que tenía que ver mucho el
mal genio de la esposa del embajador, el mayordomo de la residencia, Juan, fue
despedido. Tuve la pésima idea de sentir pena ajena y lo contraté como mi
mayordomo personal, lo que, desde el punto de vista de mi trabajo, me dejaba en
malas condiciones frente al embajador, aunque desde el punto de vista personal,
me otorgaba una seguridad que, aunque no la necesitaba, me hacía sentir
cómodo, sobre todo porque me encantaba recibir amistades en mi casa.
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123!
Con Pepe Gallástegui siempre existió un grado de confianza especial, ya sea
porque siempre supo que había entrado a la Secretaría a través de mi relación con
José Muñoz Zapata, o porque mi buen amigo Rodolfo Echeverría – en ese
entonces sobrino del presidente Echeverría Álvarez – le había confiado que era
dirigente juvenil del PRI.
Por lo antes señalado, le comentó al embajador Martínez Romero que yo era una
persona muy estimada en la Cancillería, y que debía ser especialmente cuidadoso
en su trato conmigo.
La verdad, como señalé, es que me encontraba como pez en el agua, y decidí que
para el 20 de diciembre realizaría en mi casa una posada mexicana, en la que
tendríamos de todo, empezando por la piñata, así como muchos amigos del
cuerpo diplomático y de la Cancillería, además de amigos y amigas especiales,
como sería el caso de María Laura Ávila, a la que tendría que recoger en el
aeropuerto, después de la media noche de la madrugada de la celebración.
Como consecuencia del evento relatado, organizado por mí, sin mayor pretención
que la de divertirme y trasladar a los amigos en Bolivia el saber hacer de su
!
124!
colega mexicano, se abrió para mi presente diplomático en ese país, una puerta
que jamás habría imaginado estaría a mi alcance, al menos, en los términos de
edad y rango con el que fungía en nuestra embajada en ese momento. La verdad,
ahora que lo recuerdo en la lontananza del tiempo, sólo puedo concluir que
cuando se tiene madera, se tiene, lo que se traduce en esa sensibilidad que hace
la diferencia entre el que puede planear a largo plazo, y quien vive de la coyuntura
del momento, la que llega y se va en un instante.
En dicho sentido, una mañana, recibí la llamada del colega Marcelo Antezana –
del protocolo de la Cancillería – quien me pidió que lo pasara a visitar a la sede del
Ministerio de Relaciones Exteriores, ubicado en la Plaza Murillo, en pleno centro
de la capital paceña. Me dispuse de inmediato a obsequiar la invitación, y en
breve plazo estaba estacionando mi vehículo en el espacio reservado para dicho
efecto en el perímetro de la propia plaza, a las afueras de la Cancillería.
Entramos sin mayor trámite, y de ahí a la antesala del despacho del mayor
Escobar, quien, por cierto, era muy joven y amable. Me invitó a pasar y
conversamos sobre la posibilidad de que le apoyara en la gestión para hacer
posible que el avión presidencial, un Beetchchaft de modelo reciente, pudiera ser
llevado a una revisión de rutina, con el agente de la marca, cuya sede estaba en
México.
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125!
me confió el mayor Escobar – es que el lugar en donde habitualmente se reunían
para este tipo de eventos, un restaurante chino “chifa” propiedad del segundo
viceministro del interior, el señor Oscar Greminger, estaba ocupado para la fecha
escogida, por lo que estaría buscando un lugar reservado y discreto, al cual acudir
con la confianza que la convocatoria requería.
El mayor Escobar supo, desde el momento en que me vio entrar, que yo era la
persona adecuada para implementar su plan estratégico, que consistía en que
voluntariamente ofreciera mi casa para llevar a cabo la fiesta. Una condición me
habían puesto, y la misma tenía que ver con que desde ese despacho se
proveería todo lo necesario para contribuir al éxito de la fiesta de despedida.
Me solicitaron que invitara algunas amigas, de las mismas que habían acudido a la
posada mexicana, entre las que se encontraban varias muy bellas y simpáticas,
como fue el caso de Leticia Brun, quien había concursado en el certamen de
señorita Bolivia, representando al departamento de Santa Cruz, lugar de la
geografía local en donde – según decían – estaban las mujeres más guapas del
país, Irene Simón, María del Carmen Grisi, y otras más.
Lo importante, en todo caso, fue que, tal cual había sido previsto, la reunión se
realizó en fecha y hora señalados, resultando, como siempre, un evento de
referencia en los corrillos de quienes giraron en mi entorno, considerados mis
amigos.
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126!
de la mayor informalidad, al jefe de estado en funciones, en los salones de sus
residencias particulares.
Para mí, fue una gran deferencia. No me lo imaginaba, pero me pareció normal,
una vez que aterrice la facilidad de la que siempre dispuse para hacerme un
ambiente propicio, en cada una de las empresas que me tocó emprender a esas
alturas de mi vida.
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127!
Dos casos muy significativos comento aquí, ya que, ambos tuvieron sus
consecuencia específicas de cara a mi análisis sobre el balance de la misión
desempeñada en este mi primer puesto en el extranjero.
El primer caso, el de la familia Liendo, integrada por la pareja de esposos que una
tarde llegaron a la sede de nuestra embajada, en las avenida 6 de agoto, para
solicitar asilo político. La práctica en esos casos, consistía en una entrevista a
cada uno de los solicitantes, por separado, y al final de la misma, con base a los
datos aportados, elaborar un informe en el que se hiciera constar, de ser el caso,
el fundamente con el que se les otorgaba el asilo solicitado.
Supe por los señores Liendo que, cuando fueron detectados por las fuerzas de
seguridad del estado, en su escapatoria, fue aprehendida su menor hija – de tres
meses de edad – a la que estarían torturando en los calabozos ubicados en el
sótano del ministerio de interior, del cual era titular el coronel Mario Adett Zamora.
Una vez que tomé la decisión de otorgar asilo a los dos integrantes de la familia
Liendo, y comunicar mi decisión a la Secretaría – la que la aceptaba, sin mayor
requerimiento -, notifiqué a la Cancillería local del hecho, fundando mi decisión en
la Convención respectiva a asilo político de 1954, suscrita en Caracas Venezuela,
al mismo tiempo, solicitaba el salvoconducto respectivo para que los refugiados
pudieran viajar a nuestro país, bajo el amparo y protección del gobierno mexicano.
La parte más difícil del episodio, tuvo que ver con la menor de edad que había
sido secuestrada por los esbirros de los organismos de seguridad del estado, y la
cual estaba siendo torturada – según señalaron sus padres – en los sótanos del
ministerio del interior.
No tuve que esperar mucho, esa misma tarde, el un vehículo privado fue enviada
la hija menor de los señores Liendo, a la sede de la embajada. Ahí la recibimos
!
128!
en articulo mortis y comprobamos que, efectivamente, había sido víctima de la
falta de sensibilidad de los torturadores oficiales, quienes la habían despojado de
las uñas en todos sus deditos en manos y pies.
La escena, la verdad sea dicha, fue dantesca. Nunca me llegué a imaginar que
algo así podría suceder, pero pasó. Lo importante en ese momento, era atender
la emergencia médica, por vía de hacerle llegar el auxilio de un especialista, que la
revisara y que le tratara las heridas que le habían sido causadas como
consecuencia de la venganza gubernamental en contra de la ideología de sus
progenitores.
El otro caso de asilo que me tocó determinar tiene que ver con un refugiado que
llegó subrepticiamente a la residencia oficial de la embajada, en la calle 5 de
Obrajes. La circunstancia que se dio como consecuencia de la ausencia del señor
embajador, fue que el personal doméstico que se encontraba a cargo, se
comunicó conmigo por la vía telefónica para avisarme que un desconocido se
había saltado por la barda de la residencia y que estaba a la espera de conversar
conmigo.
!
129!
el edificio principal, en donde me detuve, al tiempo que vi a un extraño, al que
supuse fue el motivo de la llamada de emergencia.
Cuando me acerqué a conversar con él, me preguntó que quién era yo, a lo que
respondí que el encargado de negocios, y acto seguido, sacó un arma y
apuntándome con ella, me indicó: “vengo a que me de asilo, o lo mato”. La
verdad, y sin pensarlo mucho, me di media vuelta, ofreciendo, inconscientemente,
mi espalda, como una señal de que no creía en lo que me había dicho, ya que,
además, su suerte – si es que ameritaba el asilo – estaba plenamente en mis
manos.
Otro de los eventos que me dejaron profunda huella en esta experiencia boliviana,
tiene que ver con el deseo que, inconscientemente, fuera manifestado a mis
amigos de la casa militar, entre ellos al capitán Palenque, sobre mi interés en volar
en uno de los aviones T-33 que acababa de adquirir la Fuerza Aérea Boliviana
FAB, en un programa de asistencia militar con el gobierno de Canadá.
A dicho fin, fui convocado una mañana muy temprano, y desde la plataforma
!
130!
militar, salimos en un vuelo de prueba, tripulado por el propio capitán Polanco,
cuyos efectos inmediatos, y de largo plazo, siguen estando presentes en mi
mente, y lo seguirán estando hasta el final de mis días. La experiencia se
constituyó como lo más horrible que me ha sucedido en esta vida.
Una de las primeras cosas que hizo López Ochoa a su llegada a La Paz, fue
visitar al señor embajador, quien más tarde que temprano organizó en la
residencia oficial una serenata a la que invitó, además de conocidos de la colonia
mexicana, a un grupo selecto de damas de la sociedad paceña. La presentación
privada resultó muy exitosa, ya que el actor no sólo cantó y deleitó al público
femenino, sino que comprobó su calidad de favorito entre todos los asistentes.
López Ochoa señaló que estaba convencido de que el empresario que lo había
defraudado no disponía de respaldo alguno para enfrentar el adeudo, por lo que
había concluido que la única forma de resarcir su trabajo en el país, era a través
de una donación de los fondos para las obras sociales de la primera dama de la
república, doña Yolanda Prada de Banzer, solicitando el apoyo de nuestra
embajada para obtener la cita, y hacer la entrega del cheque respectivo.
Para ese entonces, de repente recibí una llamada telefónica de doña Martha, mi
madre, quien me anunciaba el enlace matrimonial de mi hermanito, Carlos Adolfo,
con la señorita Carlota Padilla, con quien formaría un hogar, al que llegaron, en su
momento, dos bellas hijas: Karla Angélica y María Fernanda, sobrinas muy
!
131!
queridas.
Durante el segundo semestre de ese año de 1973, conocí a una familia chilena,
quienes estaban vinculados, a su vez, con la familia de Rolando Tapia, mi mejor
amigo boliviano. Los nuevos conocidos estaban de visita en la ciudad de La Paz
como resultado de las circunstancias que se estaban presentando en su país,
como consecuencia de las vicisitudes por las que atravesaba el gobierno de la
Unidad Popular, encabezado por Salvador Allende.
En dicho contexto les conocí, y me vinculé con ellos, especialmente con María
Inés, la hija mayor, con quien salí casi a diario, durante las dos semanas que duró
su visita a La Paz. Antes de concluir el viaje, María Inés me hizo una invitación
para visitarles en Chile – país que, por cierto, no conocía -, como era de esperar,
acepté de inmediato, confiando en que, mal que bien, podría obtener la
autorización del embajador para concretar mi viaje.
La verdad sea dicha, en ese momento, lo que menos me interesaba era el tipo de
insumos asequibles a importar bajo régimen de franquicia, ni los beneficios que
como consecuencia de su venta a terceros pudiera obtener, como lo hacían
muchos de los colegas del cuerpo diplomático. Mis únicas adquisiciones en la
época de referencia fueron, por una parte, el vehículo Dodge 1500, varias cajas de
bebidas alcohólicas, diversos cortes de casimir, y un radio transoceánico marca
Zenith 7001 Y, mismo que disponía de la más alta tecnología de esa época.
!
132!
con María Inés, quien tenía su domicilio en Alberto Magno 1405, (Providencia) en
Santiago, aprovechar esa oportunidad para llevarles productos diversos,
especialmente de higiene personal, y dar un vistazo a la crítica situación que ya se
vislumbraba como inminente.
Mi viaje fue en la madrugada del día 10, por vía de la línea aérea Canadian
Pacific, con vuelo directo entre La Paz y Santiago. Llegue a la capital de Chile
muy temprano, y de inmediato me dispuse a ir al hotel Sheraton, ubicado en pleno
centro de la ciudad de Santiago, casi enfrente al Palacio de la Moneda, por cierto,
epicentro de los acontecimientos políticos que se llevarían a cabo a partir de la
madrugada siguiente, es decir del día 11 de septiembre.
Ese día fue muy agradable, ya que por la mañana me trasladé hasta la casa de
mis amigos, a los que hice entrega del material que había traído desde Bolivia. En
su momento, almorzamos, conversamos y pasamos una tarde divertida en la que
hubo música, algunos traguitos y ambiente de gran camaradería.
Había tanto miedo en el entorno al hotel, así como por todos los rumbos de la
ciudad capital, que lo único que atiné a resolver, era la forma más expedita en que
debía salir del país, a los fines de reincorporarme a mis funciones en nuestra
embajada en La Paz, Un aspecto que me gustaría resaltar, tiene que ver con el
hecho de que mi viaje se había producido en el contexto de una autorización
económica por parte del embajador, lo que se traduce en que no se había
!
133!
informado a México del susodicho viaje de placer, por lo que debíamos de
mantenerlo en la más absoluta reserva.
Debo reconocer en este momento, que tuve la entereza para actuar de la forma
más adecuada a mis intereses en esa coyuntura, por lo que decidí emprender, de
forma inmediata la retirada, ya sea por vía aérea, o de cualquier otra manera que
me pusiera, a la brevedad en La Paz.
La forma más idónea, al menos en ese momento, fue por tierra, es decir, a través
de un transporte público que viajaba – con diversas escalas - desde la ciudad de
Santiago, hasta el puerto de Arica, distante a más de mil kilómetros. Desde Arica,
la segunda parte del viaje fue de ingreso a Bolivia, a través de la frontera en el
departamento de Oruro. Demoré más de dos días en ese febril traslado,
acompañado por muchas vicisitudes que resultaron a la postre, muy formativas.
Al poco tiempo de mi regreso del viaje a Chile recibí, por la vía del télex de nuestra
cancillería, la orden de traslado hacia un nuevo destino, en este caso, a la
República de Haití, en donde quedaría adscrito hasta nuevas órdenes – según
rezaba la fórmula tradicional utilizada por nuestra secretaría -.
!
134!
colegas de profesión dicen, sobre dicha primera experiencia, que nos pasa como
acontece con la primera novia: nunca la olvidas.
!
135!
Capitulo 10
El día 3 de octubre de 1973 salí del país en el vuelo de la línea aérea Iberia en
ruta La Paz-San Juan, Puerto Rico, y de ahí, a la ciudad de Port au Prince, en
Haití.
Junto con mis pertenencias, equipaje, algunos adornos y piezas de artesanía local
- como una colcha de alpaca y un tambor -, en mis valijas, guardé con especial
cariño dos recuerdos en plata boliviana – un plato y un vaso -, recibidos ambos,
como testimonio de la misión diplomática desempeñada por tan corto tiempo.
Dichas piezas forman parte aún de lo más preciado de mi menaje de casa
personal.
La conexión de San Juan a Port au Prince fue a través de Air France, cuyo vuelo
directo entre uno y otro punto, se cumplió conforme al itinerario. Mi llegada a la
capital de Haití se presentó sin mayores sobresaltos. Estaba en el aeropuerto
internacional para recibirme, Emilio Gaytán, el canciller de la embajada, quien
gentilmente me colaboró hasta el punto de dejarme en el hotel Villa Creole, en
Petion Ville, lugar en el que se había concretado una reservación a mi nombre.
Lejos estaba yo de adivinar en ese momento que, justamente, en esta Perla del
Caribe encontraría la primera estrella de mi universo personal, quien ha sido
para mí la mayor y mejor influencia a lo largo de la vida.
!
136!
Al día siguiente de mi llegada a Haití, con toda puntualidad, me trasladé en un taxi
de turistas hacia la sede de nuestra embajada en la Route Delmas. La
representación se ubicaba en una vieja casa-oficina que cumplía con cierta
dignidad la función que se le había encomendado.
Mi primer contacto con el embajador Mario Armando Amador Durón, fue grato y
conveniente a los fines de mi futuro dentro de la representación, la que disponía
del personal mínimo, como suele suceder en la mayoría de nuestras misiones en
el exterior, como señalé, además del jefe de misión, se contaba con los servicios
de un canciller, quien estaba a cargo de la sección consular, el jefe de cancillería –
que en el presente caso, era yo – y varios empleados auxiliares, como era el caso
de la señorita Karin Mews, secretaria del embajador; el señor Anati, mensajero, el
señor Louis, portero, y el señor Letamp, chofer.
La familia del embajador estaba integrada por su esposa, la señora María Meza-
Calix; la hijita de ambos Angélica, quienes vivían en la residencia oficial, la Maiçon
Shresburry ubicada en la Montaña Negra, en los suburbios de la ciudad capital,
cerca del hotel Djambalá. Dentro del personal doméstico, el mayordomo era el
señor Charles, había una niñera, una cocinera, y un mozo de oficios.
Por lo que respecta al personal del servicio exterior, Emilio Gaytán estaba con su
esposa, Carmen, y con su hijo menor, Mauricio, quienes vivían en una residencia
muy agradable, propiedad de la familia Anglad.
Por lo que a mi respecta, mis primeros días fueron muy gratos, ya que permanecí
alojado en el hotel Villa Creole, como consecuencia que tenía planeado viajar a
México en uso de mis primeros treinta días de vacaciones, iniciadas a finales del
mes de octubre, y durante parte de noviembre del propio año de 1973. En ese
periodo, mi hermanito Carlos Adolfo contrajo nupcias con su novia, Carla Padilla.
!
137!
Ingrid Roí, esposa de Sergio Romero Cuevas, colega del servicio exterior. Mi
anfitrión fue el señor Pierre Roí, padre de la propia Ingrid, quien además contaba
con una familia numerosa y divertida, con la que estreché muy buenos vínculos
personales.
El señor Roí, fue muy amable conmigo y me facilitó todo cuanto estuvo a su
alcance, como fue el caso de alquilarme un apartamento en el condominio
horizontal de su propiedad, ubicado el la Rue Villate número 50, en Petion Ville,
ahí me encontré rodeado de una gran mayoría de extranjeros, quienes, como era
mi caso, tenían alguna función a desempeñar, como fueron los casos de Mario
Bello Andino, Ministro de la embajada de la República Dominicana, y Edgar
Hernández y Rojas, secretario de la misión de Colombia en Haití.
!
138!
promoción de una creciente industria turística, cuyos momentos estelares se
vieron durante la década de los años setenta, tras la inauguración de importantes
proyectos, como fue el caso de La Habitación Leclerc, ubicada en los predios de
una vieja hacienda que perteneció a la hermana de Napoleón, Paulina Bonaparte.
Dentro del grupo de amigos con el que me fui vinculando, además de Mario Bello
Andino -con el que mi relación de extendió más allá de este período de mi vida, ya
que, unos meses más tarde sería trasladado a México - y Edgar Hernández, el hijo
del encargado de negocios de Chile, Marcelino Moreno comenzó a buscarme, bajo
el pretexto de ser amable, y en todo caso, de que le facilitara mi motocicleta
Suzuki de llantas anchas que había comprado como vía de propiciar salidas hacia
el campo haitiano, de una belleza extraordinaria.
!
139!
La verdad, es que para ese momento, no disponía de recursos suficientes para
adquirir un auto propio, cosa que me fue posible, unos meses después, gracias a
la generosidad del médico mexicano, el doctor Hernández, quien trabajaba como
titular para la Oficina Sanitaria Panamericana, en el programa de erradicación de
la malaria. A su salida del país, me ofreció a un excelente precio, una camioneta
Ford Cortina, adquirida por mí, gracias a un préstamo obtenido en el Banco
Colombo-Haitiano.
La primera oportunidad en que nos cruzamos con esta esa belleza, fue la noche
del 24 de diciembre, en ocasión de la invitación que ambos habíamos recibido
para participar en una cena de navidad en casa de Sergio Moreno, representante
chileno en Haití.
Me tocó acudir a la cena, acompañando a Ana María, la hija mayor de don Sergio,
y de su esposa, Martha, mientras que Marcelino, el hijo menor, iba con Olga Inés,
la que se encontraba en el país como becaria del gobierno, en el Instituto Lope de
Vega, dirigido por el muy conocido académico, el señor Guy Lamothe, gran
promotor de la cultura hispana en todo el país.
No me fue posible imaginar esa noche, que Olga Inés había llegado en ese
momento a mi vida, para no salir nunca jamás, y que a la postre, se convertiría,
como ya señalé, en la primera estrella de mi universo personal.
La verdad, concluí que este último compromiso estaba de más. Creo que debí
!
140!
quedarme en la embajada de Chile, ya que ahí quedó la persona que en ese
momento fue el centro de mi mayor atención.
A Olga Inés, por razones ajenas a nuestra voluntad no la vi más durante los
siguientes meses, ya que cada uno de nosotros desarrollaba por su cuenta sus
propias actividades. En mi caso, en la embajada, y por su parte, estudiando,
dando clases de español, y trabajando en la boutique La Bagatelle, en la que
realizaba diseños de moda y vestidos pintados a mano por ella misma.
De esa forma, una vez que Amador Durón recibió su orden de traslado a
Paraguay, me volvió a formular la misma pregunta, a lo que yo anticipé mi
respuesta afirmativa. Al menos, para ese momento, ya sabía mi siguiente destino,
aunque sin disponer aun de la certeza sobre la fecha posible de partida.
!
141!
Lo curioso de este viaje de doña Martha es que no conoció a Olga Inés, ya que
para esas fechas, nuestras salidas no eran frecuentes, como consecuencia de que
ambos teníamos actividades diferentes que, pocas veces coincidían con lugares
comunes.
Éste último, como suele suceder con todos los cobardes, no manifestó interés, ni
capacidad para resolver un caso de protección de su propia connacional,
comentando que ese caso, seguramente su colega de México – refiriéndose
concretamente a mí - podría ofrecer una vía de solución, como finalmente sucedió.
El tema que aquejaba a Olga Inés, tiene que ver con el hecho de que la beca que,
se supone debería estar cobrando mes a mes, desde su llegada al país, no le
había sido entregada, por el Ministerio de Industria y Comercio, lo que implicaba
para ella un enorme sacrificio personal, ya que nunca mencionó en su casa en
Medellín, que se encontraba si percibir los recursos que le había sido ofrecidos
como estímulo para su viaje a Haití.
La verdad, para mi, la resolución del problema no fue difícil, ya que tenía una
magnífica relación con el alto funcionario, a quien invité a una cena privada en la
residencia oficial, a la que asistió acompañado de su esposa. Por supuesto, yo
estaba con Olga Inés, quien aprovechó la afortunada circunstancia para abordar el
tema, y de esa manera, obtener una resolución definitiva, que implicaba el pago
del total de los recursos destinados al efecto, para la beca gubernamental, y que
habían sido objeto de extrañas manipulaciones por parte de personal cercano al
despacho del propio ministro.
A partir de entonces, nos hicimos inseparables, visitamos juntos los lugares más
conocidos, como el restaurante Chez Gerard, o la discoteca La Cave, e incluso la
Hipopótamo de la Habitación Leclerc. También acudimos a las playas más
famosas como Kiona, o Kaloa, ambas con infraestructura suficiente para atender a
un creciente número de visitantes, especialmente extranjeros.
!
142!
Algunas de las anécdotas inolvidables de ese romance sucedieron como
consecuencia de hechos casuales, como la invitación a comer, más bien a cocinar
que me hiciera Olga Inés, quien, por otra parte, no tenía idea de cómo se guisaban
los pescados recién capturados, a los que no supo quitarles las tripas, y así me los
dio a comer, o la sopa de tomate, a base de salsa cátsup.
De ahí mi promesa a tener siempre en casa a una persona que le ayudara, como
mejor medida de garantizar que sus manitas se mantuvieran consagradas al
sagrado corazón de Jesús.
Una cena en el Palacio Presidencial a la que también asistimos invitados por Jean
Claude Duvalier, fue el marco para una broma al embajador de los Estados Unidos
de América, quien habitualmente se descalzaba durante este tipo de eventos
sociales. Esa noche, junto con mi colega de Colombia, Edgar Hernández y Rojas,
escondimos los zapatos del embajador, quien al buscarlos debajo de la mesa, se
sorprendió cuando un mesero se los hizo llegar sobre una bandeja de plata.
La verdad, tuve mucha suerte, ya que, poco a poco, casi sin pensarlo demasiado,
me fui enamorando de quien con el paso del tiempo, se transformó en el ser
humano más importante de mi vida.
La vista panorámica que se vislumbró ante mis ojos, no sólo era producto de la
perspectiva desde la cual se divisaba el ancho mar, a través del balcón de la regia
mansión, sino del nivel de compromisos oficiales que iban aparejados al ejercicio
de una encargaduría de negocios, en un pequeño país, en el que además de las
!
143!
fiestas cotidianas, se trataban asuntos de fondo, como sucedió en el caso del
doctor Héctor Acuña Monteverde.
Para ese entonces, nuestro amigo Emilio Gaytán, canciller de la embajada, había
sido trasladado a un nuevo encargo en el consulado de México en Tucson,
Arizona, lo que lo llenó de inmensa alegría, ya que su familia era del estado de
Sonora, es decir, del otro lado de la frontera en común.
Sin embargo, Heriberto era una persona inteligente y buen trabajador, por lo que,
con el transcurso del tiempo se fue adaptando a su nueva adscripción, y
conseguimos integrar una excelente relación personal.
Otra visita importante que me tocó atender fue la del secretario de Patrimonio
Nacional, el economista Francisco Javier Alejo, integrante de la efebocracia
echeverrista, término que se dio a personajes del sexenio que, por su edad, como
era el caso de Alejo, apenas había dejado las aulas universitarias, y ya estaba en
un cargo de primer nivel en un país como lo era México.
!
144!
bordo de un avión gubernamental, tipo Falcon, acompañado de dos funcionarios
de su propio entorno, y por una señorita, Susy González Tauch, hija de un antiguo
funcionario del servicio exterior, quien además me solicitó asilo económico en la
embajada, por el tiempo que iba a estar en el país.
El hecho de que Renato Irigoyen fuera designado para el cargo, suscito diversas
interrogantes planteadas, en su momento, por Mario Armando Amador, quien para
esas fechas ya se encontraba en Paraguay ejerciendo sus nuevas funciones.
El tema es que Mario Amador hizo algunas trampas con los recursos provenientes
de México para el mantenimiento de nuestra misión diplomática en Haití. El
hecho, me hizo recordar situaciones parecidas, vividas en mi anterior adscripción,
bajo el mando de Humberto Martínez Romero, quien actuaba de forma similar a lo
que Amador Durón dejo antes de partir de Haití.
Por lo que, durante los meses en que duró mi encargo como titular de la
representación, tuve que cubrir de mi peculio personal, tanto el monto
correspondiente a la renta de la Maiçon Shresburry, propiedad del estadounidense
Frederick Strong, como diversos gastos inherentes a las partidas autorizadas a
dicho efecto por el gobierno de México.
Sin embargo, el nuevo embajador, Irigoyen Alonso, distaba mucho de ser bisoño
!
145!
en estos menesteres administrativos de las misiones de México en el extranjero,
resultó igual de marrullero, por lo que, durante varios meses, a partir de su
llegada, y posteriormente, durante algún tiempo correspondiente con mi estancia
en Asunción, estuvo promoviendo todo tipo de sanciones en mi contra, - muy
merecidas, por otra parte - como consecuencia de haber creído un cuento que no
disponía de soporte hacia el área de auditoria interna de nuestra Cancillería.
!
146!
tardaría en llegar la aprobación respectiva.
A dicho fin, dirigí una atenta carta a don José Gaviria Berrío, con la que traté de
expresarle mis sentimientos hacia su adorada hija, a la que deseaba desposar a la
brevedad del caso.
Sin embargo, dicha legislación determinaba una serie de pasos concretos, como
serían de las amonestaciones, charlas prematrimoniales, análisis de laboratorio, y
un amplio etcétera que, por el tiempo que faltaba para la fecha determinada por
nosotros para la boda, hacía muy difícil que pudiéramos superarlos.
Con respecto a los análisis de laboratorio, Olga Inés me confió una de sus
seculares debilidades, misma que tenía que ver con el pánico que le producía todo
lo relativo al tema de venas y sangre. Más tarde, supimos que dicho temor se
denomina científicamente como flebofobia.
!
147!
el doctor Jacques M. Oriol, quien señaló estar disponible para atender nuestra
solicitud, en fecha y hora en que nosotros lo determinemos, para lo cual, el
acudiría en persona a los fines de unirnos como pareja.
Fue muy emocionante para todos, ya que, procedente de Colombia llegó a Haití
doña Fabiola, quien fue recibida por nosotros en el aeropuerto internacional, y
trasladada a la residencia de la familia de Jerry y Gladys Teophile a bordo del auto
oficial de la embajada, conducido por Letamp, el chofer.
Para esto, ambos habíamos sido objeto de una serie de despedidas, como la que
organizaron las dos propietarias de la boutique Bagatelle, en donde trabajaba Olga
Inés, otra en la embajada de Chile, con la familia Moreno, y una más en la
embajada del Perú, con nuestro amigo en común, el embajador Raúl Gutiérrez, y
su familia.
Para estar lo más acorde con ese momento, adquirimos trajes de baño idénticos,
en color verde chillante, así como dos flotadores en color azul y blanco,
combinados.
!
148!
Fueron pocos días, pero los aprovechamos muy bien. La verdad sea dicha, se
desarrolló una empatía extraordinaria, y a pesar de que cada uno disponía de una
visión de la vida muy diferente, coincidimos en lo más importante, que era
justamente el interés por avanzar nuestra relación de la forma más conveniente
para ambos. Integramos, desde un principio un equipo triunfador.
Para esas fechas, buscamos y encontramos una casita muy hermosa, ubicada
sobre una montaña en la zona de Butiliere, con magnífica vista al mar, e
incorporada a un complejo residencial cerrado. Ahí permanecimos, adorándonos,
hasta la fecha en que partimos con rumbo a nuestro siguiente destino, la ciudad
de Asunción en Paraguay, previas varias escalas muy importantes, que hicieron
posible que pasáramos tanto por la ciudad de México, como por la de Medellín, en
donde tuve el gusto de conocer a todos los integrantes de la familia Gaviria Vélez.
!
149!
Estados Unidos de América, México, Panamá, Medellín, Buenos Aires, y
finalmente Asunción, en Paraguay.
Antes de nuestra salida de Haití, el embajador nos pidió que si podíamos llevar
con nosotros a su señora madre, una viejecita suave y dulce, a quien
acompañamos hasta la ciudad de México, con la escala previa en Miami, a donde
estuvimos un día solamente, pero que ambos aprovechamos para disfrutar de
nuestra recíproca compañía.
Se me olvidó comentar que, previo a nuestro viaje a México, Olga Inés se tiñó el
pelo de negro, algo que no volvió a hacer nunca más. La verdad es que no
encuentro explicación a la razón que validó la iniciativa, aunque a mí me pareció
adecuada, ya que, en todo caso, se veía lindísima, y yo estaba muy enamorado.
!
150!
Capitulo 11
Llegamos pues a México, y ahí fuimos recibidos por toda la familia, desde el
aeropuerto internacional, hasta la fecha en que salimos, una semana después,
con rumbo al nuevo destino, no dejaron de atendernos todos, y hacernos sentir
verdaderamente en casa.
Un solo detalle hizo que nuestra visita a México resultara afectada negativamente,
el hecho es que doña Martha, suponiendo que nos hacía un favor, estuvo
realizando gestiones encaminadas a que concretáramos nuestra unión
matrimonial, por vía de un rito católico, a lo que, adelantó gestiones en la curia
mexicana para obtener no sé que tipo de permisos estúpidos, y hasta ofensivos
para ambos, como consecuencia de que la abuela comentaba: que si no nos
casábamos por la Iglesia católica, viviríamos amancebados.
!
151!
casado con la señorita Nora Guendica.
Desde nuestra llegada al domicilio particular, hasta la hora del almuerzo – más o
menos a las 12:30 – fueron llegando, poco a poco, todos los hermanos: Blanca
Ruth, casada con Carlos Alfredo Cock, quienes vivían en un pequeño
departamento en la planta baja de la casa paterna, Juan Guillermo, José Obdulio,
Luz Beatriz, Luis Mario, Hernán Darío, Álvaro Mauricio, Jorge Fernando, Jaime
Humberto, y el menor Diego Alejandro.
En Medellín estuvimos, más o menos, una semana, período que sirvió para que
realizáramos algunos paseos inolvidables a lugares de interés dentro del
departamento, como La Ceja, lugar en el que habían nacido los ocho primeros
hijos de don José y doña Fabiola, entre otros mi adorada mujercita; la Piedra del
Peñol, en el municipio de Guatapé, la zona conocida como “vuelta de Oriente” que
corre por la periferia en donde cruzan caminos de extraordinaria belleza, por
donde don José tuvo un sinnúmero de fincas y propiedades a las que llevaba a
sus retoños, cada fin de semana a disfrutar del bello campo antioqueño.
De los familiares cercanos a los Gaviria Vélez, tuvimos el gusto de conocer a doña
Carmen Emilia “mamá Mila” la abuela materna e integrante del clan de los Vélez,
oriundo, como ya se mencionó de La Ceja, que contaba con una numerosa prole,
entre las que se contaban, además de doña Fabiola, sus hermanos: Gregorio,
Gustavo, Alfredo, Mario, Cecilia, Norma, Elena y Elvia.
Además del círculo íntimo señalado, tuve el gusto de conocer a los Guendica,
padres de Norita, la esposa de Carlos Alberto. El señor Conrado y la señora
Amanda, padres de la cuñada de Olga Inés, fueron en exceso generosos, ya que,
además de invitarnos a conocer su bellísima mansión en El Poblado, nos invitaron
un rico almuerzo, y de ahí subimos a su pabellón de radio aficionados, desde
!
152!
donde se comunicaban con el mundo, a través de las siglas: HK4BXV.
Esa tarde intentamos abrir un canal de comunicación con algún radio aficionado
en Paraguay, y tuvimos suerte, salió al aire: ZP5JU, cuyo titular era el señor Simón
Uner, comerciante de origen judío, afincado en la ciudad de Asunción, con quien
desarrollamos, en su momento, una muy cordial relación personal, una vez que
llegamos a nuestro destino.
Visitamos fincas, especialmente, muchas de las que don José era propietario, en
donde se abrieron para mi nuevas posibilidades de ampliar mi cultura general,
especialmente en lo que se refiere al conocimiento del entorno de nuestra
naturaleza.
Sucede que temprano, casi al amanecer, pesa sobre la ciudad de Medellín, una
!
153!
gruesa capa de bruma, cuyas consecuencia, generalmente, tienen que ver con el
retraso de vuelos de alcance local, o internacional, como sucedió en esa ocasión,
cuando intentábamos salir a nuestro destino, vía la ciudad capital: Bogotá.
La verdad sea dicha, tampoco fue un gran inconveniente, sucedió de esa manera,
y lo positivo fue que tanto don José, como doña Fabiola se solidarizaban siempre
y nos acompañaban en dicho trance, hasta la salida de nuestro vuelo.
Como disponíamos de unas treinta y seis horas hasta nuestro siguiente vuelo a la
ciudad de Asunción, nos dimos a la tarea de salir a caminar, y a respirar el aire de
la gran capital, llena de lugares excitantes, tiendas con inmensas ofertas en
mercancías de gran calidad, tabernas y restaurantes que abrían el apetito de
todos.
Al día siguiente, y tal cual había sido previsto, iniciamos el viaje al Paraguay, cuya
ciudad capital, Asunción, era nuestro destino inmediato, y tal vez incierto, ya que
poco sabíamos ambos sobre las condiciones de vida que habríamos de enfrentar,
a partir de esa fecha.
!
154!
Una vez que nos acomodamos en la habitación del hotel, nos dispusimos a
disfrutar del entorno, ya que la ciudad de Asunción, se encuentra ubicada en la
rivera del Río Paraná, muy cerca de la frontera norte con la República de la
Argentina, en la ciudad de Clorinda, famosa ésta, por disponer de un creciente
mercado paraguayo, que la visitaba para disponer de ofertas de productos con
importantes descuentos.
Caso aparte, el del Consejero José H. Ibarra Morales, quien a pesar de haber sido
trasladado a la Secretaría para desempeñarse como subdirector general de
Archivo Biblioteca y Publicaciones, con el embajador Manuel Alcalá, se mantenía
en la misión, como consecuencia de haber importado para su venta un vehículo en
régimen de exoneración, cuya autorización de libre de impuestos duraba, más o
menos, seis meses.
!
155!
encomendaban, la verdad sea dicha, el flujo de trabajo en Asunción, era más bien
poco, por lo que, con frecuencia, tenía que inventar de la nada cosas por hacer,
como serían los casos de la actualización de los informes sobre inventario y corte
de efectos, así como la respuesta a comunicaciones que nos hacía llegar la propia
Secretaría.
La primera instrucción que Olga Inés enunció a la susodicha Tina, causó sorpresa,
ya que dentro de las indicaciones sobre las funciones que le serían encargadas,
surgió una: lavar los trastes, qué, en términos nuestros, implicaba el lavado de los
elementos que serían utilizados durante nuestros alimentos. Sin embargo, en
Paraguay, la palabra “traste” significa trasero, por lo que la empleada pensó que le
correspondería lavar los tarseros de sus patrones.
El escenario que nos correspondió compartir, desde el punto de vista político, fue
muy interesante, ya que, como ocurrió en Bolivia, en el Paraguay gobernaba una
dictadura militar, encabezada por Alfredo Stroessner, quien asumió el poder tras
un golpe de estado, perpetrado en 1954, manteniéndose en calidad de titular del
Poder Ejecutivo hasta 1989, año en que fue defenestrado en condiciones idénticas
a las que había llegado a la más alta magistratura del país.
La dictadura militar en el Paraguay, hizo muy poco por sacar al país del
lamentable estado económico y social en el que se encontraba en los años
!
156!
cincuenta, por el contrario, se generó una elite político-económica corrupta y
criminal, generadora de un estado de represión en contra de la oposición al
régimen, cuyo saldo criminal ha quedado grabado en los anales de la
historiografía continental.
Nada se movía en el país sin la bendición del dictador. Hay quienes se atreven a
señalar que estaba, tanto física, como a través de los mecanismos de inteligencia
de la dictadura, en todas partes, por lo que, nadie hablaba en serio de temas
políticos, y mucho menos, en contra del régimen.
Su gobierno, también, era inamovible. Así como estuvo en el poder por treinta y
cinco años, la mayoría de sus ministros lo acompaño por al menos veinte, como
sería el caso, entre otros, de Raúl Sapena Pastor, canciller entre 1956 y 1976.
Junto con Stroessner, los hombres fuertes del régimen, eran quienes integraban la
cúpula del Partido Colorado, entelequia política que validó las muchas ficciones
electorales que generaron un aparente marco democrático a la dictadura.
Entre los sobresalientes más conocidos – al menos por mí – Mario Abdo Benítez,
secretario particular, Sabino Augusto Montanaro, Ministro del Interior, por
supuesto, su esposa oficial Ligia Mora, o el hijo mayor, Alfredo Stroessner Mora,
quien era piloto de las líneas Aéreas Paraguayas (LAP) negocio familiar, del que
!
157!
se beneficiaban los Stroessner.
Para esas fechas, LAP disponía de un equipo obsoleto, tres aviones Elektra, turbo
hélice, que servían las rutas hacia países vecinos, como Argentina, Brasil o Perú.
En nuestro caso, con Olga Inés, viajamos en dicha línea, en su ruta a Lima.
Los casos más significativos, fueron la visita a Foz de Iguazú, en Brasil, cuya
frontera paraguaya era: puerto Presidente Stroessner, en donde su ubicaba la
parte más visible del proyecto binacional de Ytaipú, por aquel entonces en proceso
de construcción.
Brasil, por su parte, a esas alturas, nos deslumbró también, por la gran influencia
que ejerce en su entorno geográfico, especialmente por lo que respecta a la
frontera con el Paraguay, en donde la sociedad interactúa en tres idiomas
distintos: español, portugués y guaraní.
De los dos países vecinos geográficos más cercanos, el que más visitamos fue
Argentina, ya que, como fuera señalado con anterioridad, la frontera con el
Paraguay estaba muy cerca, solo era menester cruzar el Río Paraná,
generalmente en transbordador (ahora hay ya un puente internacional) y en diez
!
158!
minutos se llegaba a la población de Clorinda, transformada en una inmensa
bodega de mercancías que se trasladaban, generalmente, de contrabando, al otro
lado del Río.
En nuestro caso, una vez que tuvimos un vehículo, cruzamos el Río, con el fin de
realizar compras de alimentos, unas seis veces, por lo menos.
Una vez que nos fuera entregado el bellísimo Volkswagen Pasat, programamos
viaje a la Argentina, hasta la ciudad de Buenos Aires, cuyo recorrido realizamos
por tierra, es decir, la carretera que comienza en Clorinda, pasa por Resistencia y
Reconquista, en el Chaco, va hasta Santa Fe, continúa por Rosario y culmina en
la gran capital.
Dentro de las diversas motivaciones que nos animaron a emprender ese viaje
maravilloso, la crítica situación económica por la que atravesaba el gobierno de
María Estela Martínez de Perón, viuda del caudillo más famoso de la Argentina en
el siglo XX.
A Juan Domingo Perón, la mitad del país lo odiaba, y la otra, era capaz de ir hasta
el sacrificio en su nombre, como sucedió en la última elección presidencial de su
vida, en la que impuso la candidatura como vicepresidenta, a su esposa, la
bailarina María Estela Martínez, quien como único bagaje para ejercer cargo de tal
importancia, disponía tan solo el de ser pareja ocasional del moribundo caudillo.
!
159!
asesinar, a cualquier opositor a la doctrina política prevaleciente, misma que,
como ya se indicó, disponía de una gran capacidad para dividir a la nación.
En fin, con Olga Inés, y con algunos colegas del cuerpo diplomático,
intercambiamos información, y como consecuencia de los datos obtenidos,
coincidimos en el hecho de que era una magnífica oportunidad para realizar
nuestro viaje a la Argentina..
Nuestro acierto fue confirmado con los hechos. Nunca habíamos imaginado el
caos prevaleciente que nos tocó presenciar en ese viaje realizado en el año de
1975, y del que, hasta esta fecha, guardamos un recuerdo muy agradable.
En la fecha del viaje, muy temprano salimos por la mañana con rumbo al puerto
fluvial de donde comenzaba el trayecto a bordo del transbordador que nos cruzaba
por el Río Paraná, en un corto recorrido de aproximadamente media hora; en el
transporte, que siempre iba completamente lleno, no había servicio de nada, ya
que se trataba simplemente de una plataforma en la que se acomodaban unos
cuarenta vehículos - de todo tipo -, y una vez que se completaba el cupo, se daba
la señal de salida.
Algunos detalles importantes que notamos, con cierta preocupación, tienen que
ver con la cantidad de retenes que se iban configurando a lo largo de la ruta,
siempre bajo la vigilancia de las autoridades federales argentinas, que portaban,
en la mayoría de los casos, armas de alto poder.
Si se aproximaba uno por un fuerte militar, o algún cuartel con tropas, ubicado con
vista a la carretera, las señales de alerta eran evidentes. Anuncios que rezaban,
por ejemplo: "está a punto de cruzar zona militar, vigilada por personal armado. Si
se detiene puede ser objeto de disparos", además, curiosamente, y quizá como
consecuencia del tipo de vehículo en que circulábamos (el Pasat, blanco, nuevo,
con matrícula paraguaya) fuimos objeto de una detención preventiva, con castigo,
por parte de una patrulla federal, cuyo ocupante consideró que circulábamos por
encima de la velocidad permitida. El castigo: una hora de detención vigilada, es
decir, durante ese lapso de tiempo estuvimos parados al lado de la carretera bajo
la atenta vigilancia del patrullero.
La primera jornada del viaje nos condujo por una inmensa recta que nace desde
!
160!
Clorinda, hasta la ciudad de Rosario, cruzando la provincia de Formosa, el Chaco
argentino por las ciudades de Resistencia, Reconquista, y finalmente Rosario, en
donde nos cayo la noche.
Una vez que nos registramos y cumplimos con las formalidades lógicas de
ingreso, salimos a visitar lugares, y de forma especial, a comprar cosas. Como se
indicó, el cambio de divisas con respecto al dólar, o a otro tipo de moneda
extranjera, como el cruceiro (vigente en esas fechas para el Brasil) favorecía a la
ingente industria turística, volcada en la ciudad capital en busca de adquirir, a
precios exageradamente bajos, mercancías de alta estima y valor de intercambio.
!
161!
Paseamos mucho, e incluso visitamos el Teatro Colón para ver una comedia, cuyo
contenido no entendimos, ya que la misma era interpretada, tanto en español,
como en lunfardo, una especie de combinación entre español e italiano, con giros
porteños.
Nos encontramos en este viaje con un buen amigo del servicio exterior, adscrito a
nuestra embajada en Buenos Aires: Raúl López Lira (padre) con su esposa Corina
(guatemalteca), además, conocimos al mayor Roberto Badillo, quien fungía como
agregado militar y aéreo, y a su esposa Charo. Con estas dos parejas
mantuvimos una muy buena relación cuya trascendencia en el tiempo, ha llegado
hasta nuestro días.
Almorzamos con ellos, y nos acompañó también Roberto De Negri, quien era el
ministro de la propia embajada, al frente de la cual se encontraba el joven político,
Celso Humberto Delgado.
Nos dispusimos a la partida, felices por las muchas compras realizadas – por
supuesto, en proporción a los recursos de que disponíamos - y comenzamos el
retorno con el estado de ánimo muy en alto, por la ruta ya conocida, esta vez, sin
escalas, lo que preveía un viaje extenuante, como finalmente lo fue.
El agente, con toda certeza, no sabia leer o escribir, ya que dio por bueno el
documento, con los mismos efectos que hubiera tenido el haberle entregado la
licencia reclamada.
!
162!
nos negamos, y partimos con ellos, confiados al hecho de que, efectivamente
fueran lo que creíamos que eran.
Con la buena fortuna de nuestro lado, los guardias llegaron con nosotros a la
frontera entre Argentina y el Paraguay, se bajaron del vehículo y continuaron su
camino hacia el lugar que les fue asignado, mientras que, por nuestra parte, nos
dirigimos al puerto para abordar el transbordador que nos llevaría a la ciudad de
Asunción, y de ahí, hasta nuestro departamento en la calle de Humaitá, esquina
con Chile.
Mi obligación era cumplir con las funciones inherentes a mi cargo, por lo que
transmitía a la Secretaría el detalle de la visita del funcionario paraguayo, para lo
que no hubo respuesta alguna.
!
163!
Lo demás, es decir, los detalles del avión, permiso de sobrevuelo y aterrizaje, así
como los integrantes de las comitivas, serían trasladados a México, vía télex de la
empresa RCA, ya que el que teníamos en la embajada estaba descompuesto.
Otro hecho relevante en el que nos tocó participar, fue la visita de estado que
realizara al Paraguay el presidente del Uruguay, Juan María Bordaberry, a quien
se recibió con toda la dignidad del caso en un programa impregnado de hechos y
lugares curiosos, como fuera el caso de la parada militar en la avenida del
Mariscal López, a la que asistimos en representación de la embajada, o a la cena
de estado en el Palacio Presidencial, y la de reciprocidad, en la residencia de la
embajada del Uruguay.
Como detalle curioso de este último evento, se recuerda con suspicacia que
durante el ágape fallecieron dos representantes gubernamentales de alto rango, a
quienes la edad y el clima, además del frac cuajado de condecoraciones, les pasó
una fatal factura.
Con la familia Amador, la relación fue excelente. Algunas veces, nos invitaban a
eventos importantes, como cenas formales, o juegos de ping pong, del que el
señor embajador era muy aficionado. En una ocasión, la señora María Meza-
Calix, esposa de don Mario Armando de nacionalidad hondureña, nos pidió viajar
con ella a la Argentina, cosa que hicimos con agrado Olga Inés y yo, haciendo
posible que el embajador nos facilitara el vehículo oficial, un FIAT berlina 1100,
que era el mejor de su gama, en la época.
En otra ocasión memorable, asistimos con Olga Inés a una cena formal en la
residencia, y para variar, la señora de la casa estaba ausente, por lo que el
embajador le solicitó le auxiliara con las instrucciones a la cocinera, a la que había
que indicar que el plato fuerte – cochinillo relleno – se servía con perejil en las
orejas y con una manzana en la boca.
La verdad es que esta es una anécdota que le encanta comentar a Olga Inés, ya
que, llegado el momento, la cocinera ingresó al comedor sosteniendo el platón con
el cochinillo crujiente, portando en la boca (su boca) la manzana, y en las orejas
(sus orejas) el perejil, causando gran hilaridad entre todos los comensales
presentes.
!
164!
sencilla ceremonia religiosa, en la Parroquia de la Encarnación, en Asunción, justo
el día 29 de noviembre de 1975, a la que nos acompañaron el embajador Amador
y su esposa, María Meza-Calix, y que fue llevada a cabo por el sacerdote Agustín
Rogarín A., quien nos hizo entrega de una Libreta Familiar, que aún conservo
como recuerdo de esa fecha memorable para nosotros.
Este evento pautó nuestra salida del país, aunque originalmente, habíamos
pensado en tomar solo vacaciones, concluimos que lo mejor sería retornar a
México, como vía más idónea para que Olga Inés se vinculara al país, y que, en
mi caso, dispusiera de mayores y mejores oportunidades de crecimiento
profesional.
!
165!
Capitulo 12
Nuestro viaje de regreso fue a partir de Asunción, con escala en Lima, Perú;
viajamos a bordo de un vuelo de las Líneas Aéreas Paraguayas, que por ese
entonces, como ya fue mencionado, disponía de una flota de aviones Elektra,
turbo hélice, pilotados, en circunstancias especiales, por el propio Alfredo
Stroessner hijo, delfín del dictador local.
A nuestra llegada a México, a finales del propio año de 1975, nos tocó vivir con la
familia las celebraciones propias de la temporada decembrina, como son la
navidad y el día 31 de diciembre. Nos alojamos en casa de doña Martha, en la
calle de Herschel 159-2, en la colonia Anzures, a donde se nos habilitó el cuarto
que fuera de la abuela, lo que nos ofrecía privacidad e intimidad.
A partir de ese cambio, nos tocó vivir una nueva experiencia como pareja, ya que
habíamos decidido intentar tener familia, eso como uno de nuestros principales
propósitos personales, además de los planes laborales que, en mi caso, intentaba
poner en práctica, aprovechando para ello los contactos que había realizado en la
época previa a mi salida al exterior.
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166!
vínculo directo con el propio presidente, con quien habían estudiado derecho en la
UNAM, lo que garantizó su permanencia en esos cargos.
Por lo que respecta a las ofertas que había recibido antes de mi viaje de retorno a
México, se destaca la de Antonio Villalba, designado como primer Director General
de Cooperación Técnica Internacional, instancia de reciente creación, y abocada a
promover las acciones que en la materia eran entregadas al gobierno de México,
ya sea por la vía bilateral, o multilateral.
Con ellos trabajé muy a gusto mientras duró el breve encargo, en el intermedio, el
subsecretario Gallástegui, buscó apoyarme, otorgándome una comisión – que en
todo caso, se constituyó como la primera en el servicio exterior - para asistir en la
ciudad de Lima a la reunión internacional sobre Cooperación y Desarrollo,
convocada por las Naciones Unidas.
El viaje fue de seis días, y la delegación fue presidida por el embajador Víctor
Manuel Barceló, asistieron, como delegados, el propio Antonio Villalba, Enrique
Fernández del Campo, representante del Consejo Nacional de Ciencia y
Tecnología CONACYT, Emilio Brodziak, de la Presidencia de la República, y yo,
como secretario de la delegación.
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167!
partir de ese momento, siempre tuviera a su disposición un vehículo personal.
Un detalle ocurrido durante el cambio y que nos hizo estremecer, tiene que ver
con la llegada al inmueble, y con la buena disposición del portero del edificio,
quien sin avisar nada, abrió la válvula de gas doméstico, a los fines de facilitar la
circulación de agua caliente y combustible para la cocina. La situación pudo haber
tenido consecuencias fatales, ya que en Colombia, tanto el agua caliente, como la
estufa en la cocina, funcionaban a base de electricidad, por lo que mi querida
esposa desconocía en ese justo momento que los efectos del gas doméstico
pueden llevar a la muerte.
A mi regreso del viaje, y ya con el departamento en uso, Olga Inés me confió que,
de no haber sido por la oportuna intervención del propio portero, podría haber
fallecido, toda vez que al no notar ningún tipo de olor especial al ingresar a la
cocina, cayó al suelo y perdió el sentido, la oportuna asistencia del propio portero,
así como el hecho afortunado de haber dejado abierta la puerta, fueron claves
para que no enviudara a tan temprana edad.
Una vez que me encontraba en casa, y con el ideal de tener una familia en mente,
Olga Inés quedó finalmente embarazada de nuestra primera hija, a la que
esperamos con verdadera ilusión, confiando a su buena salud, y a una vigilancia
especializada por parte del doctor Jorge Madrigal, ginecólogo del Hospital
Español, con quien desarrollamos una magnífica relación personal, y quien nos
acompañó durante todo el proceso
Nuestra nueva residencia estaba mejor ubicada que la anterior, aunque el edificio
era viejo, pero confortable, nos propusimos decorarlo de la forma más adecuada a
nuestros gustos compartidos, y por supuesto a nuestros recursos económicos.
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168!
Visitamos infinidad de tiendas de muebles y accesorios, finalmente optamos por
un estilo modernista con alfombra naranja en el área social, ya que las dos
recámaras tenían piso de madera, mueble juguetero en vidrio, comedor con base
cromada y cubierta de vidrio, con sillas a juego en cromo con asiento de bejuco,
los muebles de la sala en color negro con aplicaciones cromadas, adquirimos dos
lámparas de mesa que se prendían con sonido, y adornamos todo el
departamento con plantas - ya que Olga Inés siempre afirmó que las plantas son
las porcelanas de los pobres - que compramos en Xochimilco, lugar al que nos
encantaba ir, tanto en visitas turísticas, como en viajes para adquirir nuestros
ornamentos naturales.
Debo destacar sobre este particular que Olga Inés desarrolló siempre un fino
sentido de empatía hacia la familia, motivada para ello en su carácter amable y de
colaboración. Con la abuela se inició una magnífica relación y afecto recíproco,
sucediendo algo parecido con doña Martha, a la que, pese a las diferencias que
desde un principio se dieron, guarda especial respeto y admiración.
Con los hermanos, en primer lugar, con Patricia, Pablo y con los hijos Ana Edna y
Pablo Francisco, no sólo por el hecho de vivir pared de por medio, sino porque en
realidad se cultivó una amistad y gran cariño; era frecuente que se reunieran a
conversar, salieran de compras, compartieran gustos por cosas afines, y un amplio
etcétera.
Por lo que respecta a Sylvia, y una vez que se casara con Javier Castro Cabrera
el 3 de septiembre de 1977, y tuviera a sus tres hijos: Mauricio, Martha Sylvia y
Carlos, siempre hubo afecto especial, y compartieron eventos de rica tradición
familiar, tal cual nuestra madre calificó siempre las conmemoraciones que
unificaban a nuestro entorno más cercano.
Con Carlos mi hermano y con Carla, su esposa, y con las niñas Karla Angélica y
María Fernanda, siempre que nos fue posible, estuvimos cerca. Olga Inés se
caracterizó, en esa época, por su buena disposición para adaptarse a todo lo que
viniera, gracias a su estado de ánimo positivo, que poco a poco, me fue
contagiando.
!
169!
permitió adentrarme en todo lo relativo a la cooperación bilateral y multilateral que
recibía, por aquel entonces, el gobierno de México.
El trabajo era a tiempo completo, es decir, desde la mañana hasta bien entrada la
noche; y no obstante la distancia entre mi residencia particular y la Cancillería en
Tlatelolco, diariamente iba a comer a la casa, con el fin de estar en compañía de
mi querida esposa.
Con el pasar de los meses, poco a poco nos íbamos aclimatando mejor,
propiciando acercamientos con un círculo de amigos de la propia Secretaría, así
como de las antioqueñas residentes en México, entre quienes conocimos, en una
primera instancia a Luz Mercedes Cano, de Medellín, casada con Aquilino
Fernández, y a Nelly Gardiezábal, de Ibagué, casada también con Nicolás Rubio,
mexicano. Un caso especial fue el de Josefina y Jorge Soto, a quienes
conocíamos de antemano, y quienes residían también en el edificio de Kepler 116,
es decir, eran nuestros vecinos.
Estábamos abiertos y muy dispuestos para hacer nuevos amigos, con lo cual se
iba perfilando con mayor firmeza nuestra adaptación al nuevo país, al que ya
contemplábamos desde una visión como pareja.
Con las elecciones del mes de julio comenzaron a producirse más cambios dentro
de la Secretaría, por mi parte, y tal cual se ha mencionado, me encontraba en la
Dirección General de Cooperación Técnica, desempeñándome como jefe del
departamento de difusión e intercambio científico y tecnológico, uno de los de
!
170!
mayor movimiento, y quizá, también, de los de mayor proyección hacia el mundo
académico, como consecuencia de que desde dicha trinchera burocrática se
concretaba la selección de personas que viajaban al exterior para disfrutar de
alguno de los programas de post grado que se ofrecían a México, como resultado
de programas bilaterales, y en muchos casos, multilaterales.
Por lo tanto, el sexenio tuvo un mal cierre, circunstancia que incidió positivamente
a que el sucesor, es decir, José López Portillo reflexionara en torno a la necesidad
de modernizar el sistema político mexicano para transformarlo de un régimen de
partido dominante, a otro de mayor pluralismo político, proceso que fuera
encomendado en su momento a Jesús Reyes Heroles, verdadero ideólogo de la
Revolución Mexicana, y autor de la reforma que hizo posible disponer de un país
más democrático.
!
171!
Todos nuestros invitados se alojaron en el departamento de la calle de Kepler, el
cual no obstante de disponer de solo dos habitaciones, fue suficiente para
contribuir a un mayor acercamiento familiar, y a que todos disfrutáramos de la
recíproca compañía.
Una anécdota de esa visita fue protagonizada por la hermana Elena, quien
además de ser muy inquieta y curiosa, nunca se despojó de sus hábitos religiosos,
no obstante que por esa época en México estaba prohibido utilizar en público
vestuario de carácter religioso.
El hecho que se comenta tiene que ver con el interés de la propia hermana por
conocer la estación Insurgentes de El Metro capitalino, ubicada en la avenida del
mismo nombre, en el cruce con Chapultepec y Oaxaca, de intenso tráfico, y sin
espacios para estacionar vehículos. Se le ocurrió a la hermana Elena descender
del vehículo en el que viajaba acompañada por Olga Inés, Carlos Alberto y Norita.
La verdad sea dicha, la visita fue muy grata, aunque algo pesada, sobretodo para
Olga Inés, quien se encontraba ya en avanzado estado de gravidez, tal cual ha
sido ya mencionado.
La comisión fue muy positiva, ya que me brindó la oportunidad de estar muy cerca
!
172!
del máximo acontecer político nacional, así como de sus principales protagonistas,
entre los que se destaca al nuevo Secretario de Relaciones Exteriores, Santiago
Roel, designado al cargo la víspera de la ceremonia de toma de posesión.
En dicho escenario, junto con varios colegas de la Cancillería, fuimos los primeros
que entramos en contacto con el nuevo Secretario, Santiago Roel, quien con
agrado nos saludo, advirtiendo que una vez que tomara posesión del cargo, haría
que el edificio de Tlatelolco retumbara en sus cimientos como consecuencia de los
cambios que se preveía realizaría.
Una de las debilidades de Santiago Roel, originario del Estado de Nuevo León, era
lo poco que sabía de diplomacia, por lo que impuso un estilo personal caprichoso
para su desempeño del cargo, prevaleciendo en sus decisiones más que la
capacidad de las personas a las que asignó los puestos de mayor responsabilidad,
el compromiso político, derivado de deudas o apoyos recibidos en el transcurso
del ejercicio de su profesión como abogado.
!
173!
colmando de satisfacción a nuestro hogar: el nacimiento de la primogénita,
Catalina Inés, quien vio su primera luz de este pícaro mundo, el 21 de enero de
1977, en el Hospital Santa Mónica, en la colonia Polanco, a donde fue trasladada
Olga Inés la noche previa al extraordinario acontecimiento, que habría de
constituirse en el advenimiento a mi vida de la segunda estrella de mi universo
personal.
Al cabo de unos tres días, Olga Inés se recuperó al ciento por ciento del trabajo de
parto, y nos dispusimos a llevar a nuestra hermosa bebe a su primera casa, en el
departamento de la calle de Kepler 116. Para su traslado adquirí un bambineto en
color rosado en donde la depositamos, y junto con la madre, la abuela, y a bordo
del vehículo que yo tenía en ese momento, un Chevy Nova, nos trasladamos a
casa.
El entorno familiar al que llegó Catalina Inés, fue el más adecuado posible.
Habíamos adquirido una hermosa cuna en latón, a la que le procuramos adornos
muy bellos en combinación con el espacio de que disponíamos, así como el ajuar
de bebe que había sido confeccionado por Olga Inés, incluidos detalles
significativos tejidos a mano tanto por la abuela Martha, como por Fabiola.
!
174!
sensación de miedo por cargarla, sentir su calorcito sobre mi pecho henchido de
emoción e ilusiones por ver como iba evolucionando a través de los días, cada
uno de los cuales descubríamos cosas diferentes que nos hacían entender con
mayor precisión el milagro de la vida.
Dentro del intenso laberinto por el que nos toco circular en ese magnífico
escenario familiar, nuestra querida doña Fabiola deseaba gastar los dólares que
había traído a México, por lo que, a menos de cinco días del nacimiento de Caty,
nos tocó empacar para nuestra primera salida a carretera, con destino al pueblo
de Chiconcuac, lugar en donde le apetecía comprar suéteres de gruesa lana,
similares a los que había visto en una telenovela en su natal Medellín.
No obstante que la estancia de doña Fabiola en México fue más corta de lo que
nosotros hubiéramos deseado, disfrutamos, como sucedió siempre, mucho de su
compañía, de su buen sentido del humor, de su don de gentes, de su afabilidad, y
su amabilidad.
Una anécdota simpática que quiero referir, tiene que ver con la ida a misa el
primer domingo después de su llegada. Estábamos en medio de la ceremonia, y
doña Fabiola de repente comenzó a reír, sin poder controlarse, por lo que fue
necesario que saliéramos de la Iglesia para averiguar la razón de esa incontrolable
risa. Según nos comentó, es que al escuchar al sacerdote como se expresaba,
recordó el tono de voz de las películas del inimitable Mario Moreno "Cantinflas".
!
175!
En mi caso, no tuve ningún problema para relacionarme con el nuevo titular a
quien convencí, gracias a mi trabajo, que era una persona de confianza, no sólo
por ser miembro del servicio exterior, sino porque conocía a fondo lo que estaba
haciendo en el departamento de difusión e intercambio científico y tecnológico.
Mis visitas fueron exitosas, por lo que gané el reconocimiento del Director General,
y de algunos funcionarios de la jerarquía de la Secretaría, cuya importancia era
fundamental, como sería el caso del Secretario Particular del licenciado Roel, el
capitán Manuel Olguín de la Llave, con quien tuve oportunidad de concretar
diversos acercamientos positivos, o el señor Servando Leal, designado para
realizar labores específicas que le encomendaba el propio Secretario
Sin embargo, la fama que comenzó a adquirir el nuevo Canciller, no era la mejor,
ya que se le señalaba como incapaz, grosero, brusco, y otros adjetivos que no
merece la pena señalar, principalmente como consecuencia de que era oriundo de
la ciudad de Monterrey, y ahí la gente es muy especial.
Otra de sus grades amigas de ese época fue Gloria Bartlett, esposa del Manuel
Bartlett Díaz, designado en un cargo de importancia: Director en Jefe para
Asuntos Políticos.
Debo reconocer aquí, y en cualquier lugar en donde sea menester, que mi bella
esposa dispuso siempre, dentro de sus más destacadas cualidades, las de la
sencillez y la simpatía. Dispuesta en todo momento a ser útil, a dar un poco más
de lo que estaba a su alcance, y la de saber ubicarse en el sitio que siempre le
correspondió, por lo cual, a mí no me extrañó que muy pronto la esposa del
!
176!
Secretario, la simpatiquísima Gloria Roel, se fijara en Olga Inés como una persona
de gran interés y finos modales, útil a su causa de promoción personal dentro de
la Cancillería
Gran parte de los avances que fui cosechando en esta época magnífica de la vida,
se los debo al apoyo solidario de Olga Inés, quien estuvo en todo momento a la
altura de las circunstancias. Con una mujer así, todo se me hizo más fácil.
Con Andrés Rozental siempre guardé una excelente relación personal, por lo que
su llegada a la Dirección General, fue más que bienvenida, no sólo por el clima de
trabajo que prevaleció entre los colegas ahí reunidos, sino por el hecho de que su
padrastro, el embajador Jorge Castañeda, llegaba con frecuencia a nuestras
oficinas para solicitar el apoyo secretarial en las muy modestas labores que le
habían sido asignadas, sobre todo considerando su gran experiencia diplomática,
especialmente en el área multilateral.
Por lo que respecta a nuestro acontecer familiar, con Olga Inés y con Caty
salíamos siempre que nos era posible fuera de la ciudad, para tomar aire fresco y
divertirnos un poco. Uno de los lugares que visitamos con mayor frecuencia, fue
Cuautla a donde íbamos generalmente a nadar, o visitábamos lugares diferentes,
!
177!
como la falda de los volcanes Popocatépetl e Iztlacihuatl, en donde adquirimos un
terreno en el fraccionamiento campestre “Buenavista” en Huejotzingo, Puebla, en
donde planeamos construir una cabaña, proyecto que no fue concretado, hasta
esta fecha.
El Estado de Puebla, fue uno de los que nos acompañaron en diversos paseos,
así como el paseo a Michoacán, a donde viajamos por carretera, acompañados
por la abuela, apreciando el bello panorama de una provincia rica en color y
tradición.
Un lugar muy hermoso que visitamos, fue el Lago de Pátzcuaro, con sus
tradicionales pescadores, y toda esa belleza que lo rodeo, la isla de Janitzio a la
que llegamos por vía de bote turístico, la ciudad de Morelia con variadas y ricas
artesanías en laca policromada.
Guanajuato es uno de los Estados más bellos del país, se caracteriza por ser una
referencia clara del arte colonial mexicano, que se puede contemplar en casi todas
las ciudades, como la capital del mismo nombre, así como San Miguel de Allende,
Irapuato y Celaya.
Dentro de los entornos a la ciudad capital que nos gustaba visitar los fines de
semana, se destaca Tepotzotlán, legendario escenario de nuestro pasado colonial,
con la magnífica iglesia de arquitectura Churrigueresca, y su Museo del Virreinato,
ambas joyas de los siglos XVI y XVII. También nos trasladábamos con frecuencia
a Xochimilco, no sólo con el fin de comprar flores y plantas, sino para admirar el
paisaje lacustre de fama mundial.
A los pocos meses de nacida de nuestra bella Caty, Olga Inés viajó a Medellín,
con el fin de que todos en casa conocieran a nuestro bello retoño. El viaje fue
como todos, acá en México nos quedamos ilusionados y enamorados esperando
el feliz retorno, cuya llegada se produjo unas semanas después.
!
178!
En el Estado de Guerreo, además del balneario y puerto de Acapulco, visitamos la
ciudad de Taxco, así como las Grutas de Cacahuamilpa, cuya extraña belleza nos
cautivó a los tres, quedando invitados a un retorno que se produjo un par de años
después acompañados de la hermana menor de Olga Inés, Luz Beatriz, quien
viajó a México con su hija Juanita.
No fue necesario pensarlo mucho, ya que intuí desde el principio que en esta
nueva adscripción – como ya fue mencionado – tendría más y mejores
oportunidades de que se viera mi trabajo, y que el mismo fuera apreciado en
términos similares a los que prevalecieron hasta mi primera salida al exterior, en
agosto de 1972.
!
179!
durante la visita a México del Presidente del Brasil, Ernesto Geisel, quien estuvo
en nuestro país entre el 14 y el 18 de enero de 1978.
Para el mes de julio, fui comisionado para atender en visita privada al Puerto de
Acapulco del Presidente electo de Guatemala, el general Fernando Romeo Lucas
García, como el viaje era dentro del país, y con gastos pagados, decidí que me
acompañaran tanto Olga Inés, como Caty, con quienes nos desplazamos vía
terrestre en un vehículo oficial de la Secretaría, y nos alojamos en el Hotel
Princess, el más lujoso de todo el puerto, y al que había llegado nuestro ilustre
huésped, quien por cierto, no demandó ninguna atención especial, pero estaba
consiente de nuestra presencia por si algo llegara a ocurrir.
Otras comisiones especiales recibidas durante ese año, fue el viaje presidencial a
China y a Japón, en octubre de 1978, ocasión que aproveché para concretar una
estadía de tres semanas en la zona, como consecuencia de que, el Beijing el
entonces embajador, Omar Martínez Legorreta, deseaba que me comisionaran en
dicha plaza, por lo que el entonces subsecretario José Juan de Olloqui, acordó
que me fuera unos días antes de la gira de nuestro primer mandatario para ir
preparando los trabajos correspondientes a la mencionada visita.
Mi aventura se realizó, como era lógico en distancias tan largas, tras un ajetreado
periplo con escalas en Los Ángeles, Honolulú, y Tokio, en donde estuve un par de
días, y tuve oportunidad de ver – tras mucho tiempo de no hacerlo – al colega
Antonio Villegas Villalobos, compañero de generación del servicio exterior, y al
embajador de México, Javier Olea, a quien hice entrega de una valija diplomática
en donde le fueron remitidos los ejemplares de la papelería oficial del Presidente
!
180!
de la República, para su utilización durante la visita.
Una vez que entregué la encomienda a nuestra embajada en el Japón, y tras dos
días en Tokio, en el Hotel New Otani, oportunidad que aproveché para conocer la
ciudad más impresionante del país, partí con rumbo a la capital de China, la
ciudad de Beijing, a cuyo aeropuerto internacional llegué en un vuelo de la línea
nacional: CAAC.
La expectativa por la llegada del Presidente a China era muy grande, al menos
para el personal de la embajada, con quienes de inmediato me puse a trabajar en
los aspectos relativos a los diversos eventos incluidos en el programa oficial que,
además de la ciudad capital, determinaban visitas a Suchow y Shanghái.
La visita propiamente dicha se llevó a cabo sin mayores sobresaltos, salvo por las
situaciones muy especiales protagonizados por la primera dama del país, cuyas
excentricidades la llevaron – desde mi punto de vista - a un paroxismo sin igual en
la vida política de nuestro país.
!
181!
El programa de tres días contemplaba, además de las conversaciones con Hua
Kuo Feng, máximo líder de esa Nación en la coyuntura de la visita, con dirigentes
de la cúpula partidista y otras personalidades.
A la salida de la capital, es decir, una vez que concluyó la visita oficial, viajamos a
la provincia de Suchow, y de ahí continuamos hasta Shanghái, ésta última, ciudad
emblemática y de avanzada a lo que China es hoy en día.
Para esta visita, la Secretaría asignó como auxiliar, a una compañera del servicio
exterior adscrita a nuestra Embajada en Camberra, de nombre Cristina Argudín,
con quien tuve la oportunidad de visitar casi todas las tiendas para extranjeros que
había en la capital del país, en donde adquiría infinidad de regalos para Olga Inés,
Caty, y para toda la familia.
!
182!
supuesto que fingí demencia como medida para disponer de una momentánea
visión del emblemático personaje, al que tomé una instantánea con la cámara que
previamente había adquirido, justamente en Tokio.
La visita oficial al Japón fue para mí una experiencia inolvidable, no sólo por lo que
respecta al viaje a Oriente, sino por haber llegado a un país en donde la cultura
cívica es un digno ejemplo a seguir, y muy difícil de superar.
Por lo demás, me faltaría tiempo para comentar las anécdotas que merecieron la
pena recordar como consecuencia de la visita a un país absolutamente diferente al
nuestro. Mi viaje de regreso a México fue en avión de línea comercial: Japan
Airlines (JAL) vuelo directo Tokio- Vancouver -México D.F.
Entre el 17 y el 22 de noviembre del mismo año, se llevó a cabo una de las visitas
más esperadas, la del Rey de España, Juan Carlos I, acompañado por la Reina,
Sofía, y una nutrida comitiva de personalidades, todas inquietas y deseosas de
contribuir positivamente a esta, la primera visita a México del Monarca ibérico,
país con el que estuvimos sin vínculos formales mientras duró la dictadura de
Francisco Franco.
La verdad sea dicha, la señora Corcuera poco tuvo que ver con los detalles de la
visita. Su interés era, exclusivamente, figurar en los eventos sociales; quizá
!
183!
obtener una foto con El Rey, o con La Reina, y si fuera posible, con ambos, mejor.
Por nuestra parte, realizamos de forma muy profesional todos los detalles de la
esperada visita oficial, nos organizamos en grupos que atendieron, en primer
lugar, su estancia en la ciudad capital, y posteriormente, sus visitas a diversos
Estados de la República.
El balance de la visita, fue muy positivo, tuve el privilegio de recibir, en nombre del
Rey, la Encomienda de la Orden del Mérito Civil, que me fuera impuesta por el
propio Luis Coronel de Palma, Embajador en México.
Durante este viaje, tuvimos la oportunidad de conocer algunas de las fincas de las
que era poseedor don José, así como algunos de los familiares y allegados de esa
casa antioqueña. Recuerdo bien que, en ocasión de nuestro traslado con destino
a México, en vuelo vía Bogotá, el día 1º del año de 1979, nos quedamos
atascados en la ciudad con motivo de que la línea Avianca no tenía vuelos ese
día.
El siguiente año, las comisiones fueron muchas y diversas, una de las más
importantes, fue acompañar al Secretario Santiago Roel en su viaje al Brasil, para
asistir a la ceremonia de transmisión del Poder Ejecutivo a favor de Joan
Figueiredo, quien fue juramentado como Presidente de la República para el
período 1979-1984.
La relevancia de esta visita tiene que ver, más con la cercanía al Canciller, que
con el motivo del viaje, ya que, como consecuencia de los muchos invitados
extranjeros de alto rango que acudieron a Brasilia, mi rol fue más bien pequeño,
casi testimonial, en lo referente a los eventos en que participé.
Sin embargo, y considerando que mi viaje fue con cinco días de anticipación, tuve
oportunidad de hacer sendas escalas técnicas en Río de Janeiro, y posteriormente
ya en la capital, alojarme en el complejo residencial en donde se albergaba
nuestra Embajada.
!
184!
representación por los arquitectos Zabludovski y Teodoro González de León, se
encontraban, como señalé, la sede de la Cancillería, la residencia del embajador y
las residencias particulares del personal del servicio exterior.
El titular de la embajada era don Juan Gallardo, un viejo lobo de mar, con gran
experiencia, y un magnífico don de gentes. Lo apoyaban, entre otros, José
Borjón, José Luis Suárez y Coello, Rafael Mijares Ferreiro, el propio Constantino
Morales, y otros diplomáticos más a quienes guardo especial afecto por el apoyo
brindado para facilitar mis labores como representante del protocolo mexicano.
Fue esta visita muy oportuna, ya que el embajador de Francia, por aquel entonces,
el señor Jean René Bernard, me honró con su aprecio personal, solicitándome
incluso que le apoyara en funciones inherentes a su responsabilidad como
anfitrión en el banquete que fuera ofrecido en la residencia oficial en honor del
Presidente de México.
Por vez primera, subí a bordo de uno de los cuatro helicópteros franceses Puma
que recién había adquirido nuestro gobierno, para integrarlos a la Fuerza Aérea
Mexicana, adscritos a la presidencia de la república. La ocasión fue con motivo de
la avanzada, encabezada por el teniente coronel Álvaro Vallarta Ceceña, para
concretar el programa de la estancia del ilustre visitante, en el trayecto de la
ciudad de México, a la de Pastejé, en Tlaxcala, sede del centro empresarial del
que era propietario el señor Alejo Peralta.
!
185!
de interés, tanto en el Estado de Oaxaca, como en Chiapas, del Secretario de
Comercio Exterior del Gobierno de Francia, al que transportamos en el avión
presidencial en uso por esa época, un Boeing 727, bautizado como Quetzalcóatl
por nuestro primer mandatario, José López Portillo.
Para esas fechas, muy lejos estaba el Secretario Santiago Roel de imaginar que
sus días en la Cancillería estaban contados, es decir, el manejo que había
impuesto como premisa de su mandato tenía ya su designio marcado por factores
propios y ajenos, derivados ambos del estado de ánimo presidencial.
Tal cual marcan los cánones, me dispuse a viajar ese mismo día por la mañana a
la isla de Cozumel, en donde debería de instalar el puesto de protocolo o enlace
con la delegación cubana, en la que dominaba como jefe el general Abrantes,
primer viceministro de Interior, con quien se concretó una magnífica sintonía
desde el primer momento en que intercambiamos frases de cortesía.
Previo a mi encuentro con el general Abrantes, recibí una llamada de México, del
subdirector del Ceremonial, Antonio García Alonso, quien me manifestó que había
salido el Secretario Roel, y que en su lugar se había designado a Jorge Castañeda
!
186!
y Álvarez de la Rosa, como nuevo titular, que además, él mismo sería quien
encabezaría el equipo de la Secretaría, y que por tal motivo, estuviera pendiente
de ofrecerle todo tipo de atenciones.
Antes de poder ponerme en contacto con Mariano Lemus y con Feliciano Guerra ,
respectivamente, Directores Generales del Servicio Diplomático y de Información,
ambos regresaron intempestivamente a la ciudad de México, para estar lo más
cerca posible de su anterior jefe.
Acto seguido, recibí una llamada de Andrés Rozental, quien deseaba informarse
sobre los planes de la avanzada de protocolo que yo encabezaba. Le señalé que
cenaría con el general Abrantes, y que si así lo quería, podía encontrarnos más
tarde en el salón comedor del hotel, al mismo tiempo le dije que me gustaría
compartir con él una información reservada que acababa de recibir de México, y
que, en todo caso, nos afectaba a todos en la Cancillería.
!
187!
Más me tarde en hacerle saber el mensaje que recibiera una atenta convocatoria
para encontrarnos a la brevedad del caso el la recepción del hotel, lugar al que
llegué de inmediato y me encontré a un Andrés Rozental absolutamente feliz, por
saber que, finalmente, su padre había sido nombrado para tan alta
responsabilidad y juntos fuimos a la cena pactada con el representante cubano, a
quien acompañaba la periodista mexicana Cristina Pacheco.
Por lo que respecta a la presencia del líder cubano, las eventos registrados en el
programa oficial se llevaron a cabo con absoluta puntualidad, comenzando por la
llegada a la isla de Cozumel del Presidente de México, acompañado, tanto por
Jorge Castañeda, como por una nutrida comitiva, en la que se incluyó también, al
nuevo Secretario de Programación y Presupuesto, Miguel de la Madrid Hurtado,
años más tarde, sucesor en la jefatura de estado de López Portillo.
Los que tuvimos oportunidad de estar muy cerca de los eventos programados por
el gobierno de México, en su calidad de anfitrión, fuimos testigos del magnífico
clima de entendimiento bilateral al que llegaron los dignatarios de ambos países,
sobre todo, el caso cubano, ya que, según se pudo saber, el Presidente López
Portillo comentó a Fidel Castro que no lo invitaría a participar en la Cumbre Norte-
Sur que se celebraría en México para el año de 1981, ya que, si él venía, se corría
el riesgo de que no estuviera presente su homólogo de los Estados Unidos de
América.
Fidel Castro regresó a la Habana satisfecho de haber vuelto a México tras una
larga ausencia, sobre todo, por el hecho de confirmar su liderazgo internacional en
coyunturas difíciles como la que se vivía en ese momento en el que nuestro país
comenzaba a administrar la abundancia, frase esta, acuñada, justamente por el
Presidente López Portillo.
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188!
Capitulo 13
De regreso a México, el nuevo Secretario comenzó su labor de reorganización de
la Cancillería, comenzó por destituir a Feliciano Guerra y a Mariano Lemus, ambos
Directores Generales, como consecuencia de haber abandonado la comisión que
se les había asignado con motivo de la visita a Cozumel del Presidente de Cuba,
Fidel Castro.
Con don José visitamos muchos lugares dentro del entorno de la gran capital,
como fueron Xochimilco, Taxco, Cuernavaca y Cuautla. Olga Inés lo introdujo con
sus las muchas amistades que ya se habían cultivado, y gracias a dicha
presentación, fue posible que mi querido suegro agotara la existencia de
esmeraldas que le acompañó durante ese primer viaje a México.
Por supuesto que hubo muchas oportunidades de convivencia con la familia, con
mi madre, la abuela, hermanos, cuñados y sobrinos. Nuestro círculo familiar
siempre acogió con simpatía a la familia de Colombia.
!
189!
Como consecuencia de que Caty estaba ya en edad de comenzar a interactuar
con otros niños de su edad, Olga Inés la inscribió para realizar un curso de verano
en el jardín de niños “Tres Picos” en la colonia Polanco, lugar en el que conoció a
las dos hijas de una amiga colombiana muy entrañable: Estela Acosta, casada con
un Italiano llamado, Cornado Pioti. Con Paola y Carla, que así se llamaban las
hijas referidas no se concretó el mismo tipo de vínculo como el que tuvimos con
sus padres.
Durante ese mismo año realizó su primer viaje fuera de Colombia el ahijado de
Olga Inés, su hermano más pequeño: Diego Alejandro, quien estuvo por espacio
de unas tres semanas visitándonos y disfrutando de su experiencia fuera de las
fronteras patrias.
En dicho entorno, Olga Inés llevó a su hermanito Diego Alejandro a pasear con
esposas de otros diplomáticos extranjeros, acompañados siempre de Feodora de
Rosenzweig-Díaz, esposa del Subsecretario de Relaciones Exteriores.
Otra de las visitas gratas que tuvimos por esa época, fue la de Darío, uno más de
los hermanos de Olga Inés, quien llegó a México el día de Halloween, y encontró a
Olga Inés con Caty en la calle, pidiendo dulces, atendiendo una costumbre muy
enraizada en nuestro país.
La estancia de Darío fue un poco más larga que las previas que habíamos
recibido, ya que, según manifestó, en sus planes estaba quedarse a estudiar en
México, tal vez la carrera de medicina. Y, aunque dicho supuesto no se dio, fue
para todos muy grata su compañía, ya que impuso un estilo musical muy
agradable, al tiempo que dedicaba sus jornadas de asueto a jugar futbol, y a dar
clases de guitarra.
También tuvimos el gusto de recibir por segunda ocasión la visita de doña Fabiola,
quien vino acompañada de una hermana de don José: Hermilda, quien durante
toda su vida fue profesora en escuelas públicas, y mujer de gran valor personal y
profesional.
En este viaje, doña Fabiola y la tía de Olga Inés, tuvieron la oportunidad de ser
recibidas con gran afecto por parte de todos nosotros, como siempre sucedió
durante nuestra estancia en México.
!
190!
Sucedió también que, en medio de la alegría de esta visita, llegado el momento,
uno de los hermanos de Olga Inés – Carlos Alberto – se comunicó por la vía
telefónica con nosotros para comentar que el esposo de Luz Beatriz, la hermana
menor, había fallecido como consecuencia de un accidente automovilístico.
Otro grupo importante con el que interactuamos durante este período de nuestra
vida profesional, fue la Asociación de Ministros Consejeros, Secretarios y
Agregados Diplomáticos AMCOSAD, acreditados ante el gobierno de México,
entidad en la que socializaban todos los diplomáticos que no fueran jefes de
misión, circunstancia que favoreció enormemente nuestro trabajo en la Secretaría,
de cara a las responsabilidades con los colegas extranjeros.
Por ese entonces, era embajadora de Colombia la señora María Elena de Crobo,
una destacada política en su país, pero que dejaba mucho que desear en su
comportamiento personal, ya que con frecuencia, se le encontraba borracha.
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191!
de comprar acciones de la bolsa de valores, experiencia muy socorrida por aquel
entonces.
Ese mismo año de 1979, visitó México el Presidente de Colombia, Julio César
Turbay Ayala, a quien recibimos con especial afecto, por ser el máximo
representante de la tierra de Olga Inés.
El embajador colombiano que estuvo a cargo de esta visita fue el doctor Julio Ortiz
Márquez, caballero serio y responsable, aunque con pocas tablas diplomáticas.
Gracias a sus buenos oficios, obtuve el honor de ser condecorado con la
Encomienda de la Orden de San Carlos.
Por supuesto que acompañé a la ilustre visitante y a sus invitados, entre los que
se encontraban personalidades importantes de su país, como serían los casos de
la señora Ingrid Santamaría, la señora Therese Tantoco, y el hermano de la propia
señora Marcos, el gobernador P. Romualdes.
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192!
A continuación, el Presidente de México disponía en su agenda de dos
importantes visitas, la primera a la Asamblea General de las Naciones Unidas, en
Nueva York, para atender el debate en torno a un Plan Mundial de Energía, y su
cuarto encuentro en Washington, D.C., con el Presidente James Carter.
Muy temprano, al día siguiente nos dispusimos para trasladarnos a la sede de las
Naciones Unidas, para lo cual, conté siempre con el apoyo del representante
alterno, el embajador Luis Beckman Muñoz, segundo de a bordo del entonces
titular, el conocido político, Porfirio Muñoz Ledo.
Para mí, fue especialmente grato ingresar al recinto en donde se han desarrollado
los debates más importantes en la historia reciente de las relaciones
internacionales, por lo que observé y escuché con la máxima atención, bajo el
supuesto que esa era la primera, y quizá la única vez que me encontraría en
recinto tan relevante.
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193!
del Departamento de Estado para Asuntos Latinoamericanos, con quien había
concretado una buena relación personal durante la visita previa a México del
propio señor Carter.
La verdad el incidente pudo pasar inadvertido, toda vez que, una vez que al
realizar el inventario notamos que no se había extraviado ninguna de las
condecoraciones, sin embargo, en nuestro vuelo viajaron varios periodistas de la
fuente que iba a cubrir los detalles de la visita, por lo que sacaron fotografías de
las cajas dispersas en la banda de equipaje y las enviaron a sus respectivos
medios, los que de inmediato las publicaron como un incidente en el que “nos
habían robado las medallas”.
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194!
la doctora Rosa Luz Alegría, quien fungía, además de promotora de turismo, como
amante del Jefe de Estado.
Para variar, durante esta visita se dieron detalles fuera de programa que merece la
pena destacar, como sería el caso de la Cena de Estado en el Palacio de
Itamaraty, a la que asistió la delegación mexicana en pleno. En la mesa de honor,
fuera de las miradas de curiosos, la Primera Dama mexicana se divirtió arrojando
a sus cercanos amigos bolitas de migajón.
Conviene aquí señalar que dicha adquisición fue posible realizarla, gracias a los
buenos oficios de una secretaria que tenía yo por aquel entonces en la Dirección
del Protocolo: Almita.
Una tarde, llegó Almita a mi oficina y me preguntó que si podía bajar a las oficinas
del sindicato – ubicadas en un edificio cercano a la sede de la Cancillería – la
razón de su visita era que iba a recoger un boleto para la rifa de unas casas que
había asignado el FOVISSSTE para personal de la Secretaría.
Al autorizarla para ir a recoger su boleto, le dije: “…muy bien, vaya usted, pero
cuando regrese, me trae un boleto a mi, también…”
Dicho y hecho, Almita recogió su boleto, y solicitó otro para mí. Lo efectivo de
dicho boleto, es que se transformó en una casa. Sí, mi número fue el primero que
salió en el sorteo realizado el sábado siguiente, por lo que me hice acreedor de
una casa de las que fueran asignadas para personal de la Secretaría por el
FOVISSSTE.
Sucedió que cuando se cantó el número, y se hizo del conocimiento quién era el
feliz ganador, el Secretario General del Sindicato, anuló mi premio arguyendo que
yo era personal de confianza, y que por tal motivo no era acreedor al premio.
!
195!
que yo contesté: “cómo así”. Mi interlocutor señaló: “es que el líder del sindicato
dijo que usted no era trabajador sindicalizado, sino que de confianza, y que eso
anulaba la posibilidad de obtener el premio”.
El traslado a la nueva casa fue todo un acontecimiento familiar, tanto para Olga
Inés, como para nuestra muy querida Caty, y de forma muy especial, nuestra
madre, abuela y hermanos, quienes, junto con nosotros, hicimos los mejores votos
por el bienestar futuro de nuestro proyecto en común.
Por principio de cuentas, adquirimos una nueva recámara de ratán, con cama king
size, en lugar de la cama redonda que habíamos compartido hasta ese entonces,
también adquirimos, muebles de sala en tonos café con adornos contrastando en
flores multicolores, la alfombra de todo el departamento fue en color tabaco, y
nuevamente, lo llenamos de flores naturales, macetas con plantas de diversos
tipos, y cortinas panorámicas que cubrían los ventanales tanto de la sala, como de
las tres recámaras de que constaba nuestra nueva propiedad.
Por lo que respecta a nuestra cocina, Olga Inés se empeñó en tenerla lo más
adecuada posible, con un piso nuevo, y una mesa con cuatro sillas que usábamos
como desayunador.
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196!
A mediados del mes de julio recibí instrucciones para trasladarme a la ciudad de
San José, en Costa Rica, lugar al que el Presidente de México se trasladaría con
el fin de suscribir con su homólogo venezolano, el Acuerdo de “San José” que
tenía como finalidad apoyar a los países de la región de Centroamérica y el Caribe
con la venta de hasta 120,000 mil barriles diarios de petróleo a precios que les
daban la posibilidad de disponer de un 20% de la factura para la realización de
proyectos de infraestructura.
Debo reconocer que dicho Acuerdo fue especialmente positivo para los países que
se beneficiaron del mismo, sobre todo en una coyuntura de crisis internacional que
los dos países patrocinadores habían sorteado con bastante éxito.
Debo comentar que el Jefe de Estado ecuatoriano nos sorprendió a todos por la
facilidad con la que improvisó un discurso excelentemente articulado, y con un
fondo muy intenso sobre la radiografía de su país.
!
197!
Un poco más tarde, a su vez, fui comisionado, junto con varios colegas del Estado
Mayor Presidencial, a cubrir la escala técnica de seis horas que hizo el Presidente
de México en las islas Bermudas.
Con mi hermano Carlos hicimos un viaje por tierra hasta la ciudad de San Antonio
Texas, nos acompañaron Olga Inés y Caty, quien dicho sea de paso, se portó
maravillosamente, sobre todo si se considera que para el viaje nos demoramos
unas doce horas a la ida, y el mismo tiempo para el regreso.
La verdad sea dicha, nunca recibí un solo peso por la inversión, aunque debo
afirmar que Carlos, mi hermano, cubrió el valor total de la computadora, misma
que posteriormente, quedó bajo su custodia.
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198!
Con ellos pasamos unas fiestas de navidad muy agradables, compartimos con la
familia en México y acercamos la relación personal lo máximo posible.
La otra hermana de Olga Inés, Luz Beatriz, también nos visitó en México,
acompañada de su hija Juanita, que es de la misma edad de Caty, así que fue
sumamente agradable recibirla y pasearlas lo más que pudimos, entre otros
lugares visitados, recuerdo especialmente, el viaje que hicimos a Taxco, y a las
grutas de Cacahuamilpa.
Durante el mes de enero de 1981 se programó una de las visitas más interesantes
que me habían tocado atender, fue el viaje a la India, en donde nuestro presidente
asistió como invitado especial a las festividades del aniversario de la República,
programadas entre el 25 y el 30 del propio mes.
Como era de esperar, me tocó viajar unos días antes de la programada visita, para
integrar la avanzada, para la cual yo llevaba dos instrucciones específicas del
propio Canciller, Jorge Castañeda: sería su lazarillo durante todo el viaje, es decir,
estaría encargado principalmente de apoyar los trabajos del propio Secretario, y
de su esposa, la señora Neoma Gutman, además, correr con los detalles de
organización de la cena de Estado que ofrecería el Presidente de México en honor
de su homólogo indio.
El nuevo director del protocolo era el embajador Carlos González Parrodi, persona
muy estimable, y de gran aprecio dentro de los cuadros profesionales de la
Cancillería.
Pasamos una noche en París, ciudad de la eterna ilusión en la que muchos años
atrás mi madre, doña Martha, había vivido en compañía de sus queridos padres,
don Carlos y la abuela Leopoldina. Como nunca había estado en la ciudad luz
disfruté mucho de esa noche, recodando algunas de las muchas anécdotas que
me fueran referidas durante toda la vida.
Al día siguiente viajamos a la legendaria Nueva Delhi, con una breve escala en el
aeropuerto de Doha, en los Emiratos Árabes Unidos, lugar que me impresionó
mucho, sobre todo al ver la forma en que las mujeres se ocultaban debajo del
tradicional Chador, en medio de otros atuendos indescriptibles que les cubrían por
completo.
!
199!
Como la escala fue breve, poco tiempo tuve para observar con mayor atención las
circunstancias por las que atravesaba la población femenina en países como el
visitado.
Una vez que nos instalamos, fui invitado para conocer las instalaciones de la sede
de nuestra embajada, en donde conocí a la mayoría del personal acreditado, entre
los que se destacaban, además de la embajadora y del licenciado Dueñas Pulido,
la Consejera científica, la señora Miriam Weisberg, quien había llegado al país
unas semanas antes de la visita presidencial.
En todos y cada uno de los sitios se determinó una persona de enlace a la que
podríamos contactar cada vez que fuera necesario.
!
200!
En un plazo bastante razonable concluí con el encargo de organizar la cena de
estado, siempre apoyado por los colegas del Estado Mayor Presidencial,
concretamente, del capitán de navío Sergio Ayón, determinado como coordinador
de la visita a ese país.
Al concluir la visita a la ciudad de Agra, nos dispusimos a volar hacia los sitios
arqueológicos de las cuevas de Ayanta y Alora, lo anterior, a bordo de un avión de
Air India que se dispuso para apoyar los desplazamientos de la delegación
mexicana.
!
201!
cúspide, lo que nos hizo poseedores de uno de los tesoros más grandes que
encierra nuestro planeta.
La visita a las magníficas cuevas, espacios destinados para cantar a las diosas y
demás divinidades míticas de la idiosincrasia india, el poema de amor más antiguo
que registra la historia de la humanidad.
La primera sorpresa que me llevé fue que nuestros amigos del Estado Mayor
Presidencial habían ordenado una nueva forma de acomodar las mesas dentro del
salón, como consecuencia de las instrucciones que les fueran impartidas,
supuestamente, por el señor general Miguel Ángel Godínez, Jefe del Estado
Mayor Presidencial, quien, a su vez, iba acompañado por su bella esposa.
Ante el nuevo escenario que no sólo había sido alterado por el movimiento de las
mesas, sino por la manipulación de las relaciones escritas sobre el acomodo de
!
202!
las diversas personalidades que yo había elaborado, se produjo una especie de
crisis que, conforme fue pasando el tiempo, se transformó en un verdadero caos,
al grado de que, una vez que estábamos por comenzar la cena, con ambos
presidente en el umbral de la entrada al hotel, decidí abrir las puertas del salón,
permitiendo con ello que los invitados ingresaran al recinto, acomodándose donde
mejor se pudo.
Como suele suceder en casos similares, una vez que el propio Presidente de
México cayó en cuenta que sus principales colaboradores habían quedado en
lugares lejanos a su majestad, registrando con ello una falla imperdonable a su
infinito ego, demandó al Jefe del Estado Mayor una explicación sobre lo sucedido.
Por lo demás, a pesar de que el susto fue grande, nada pasó, por virtud de que,
entre otras razones, siempre tuve una reputación intachable, y el general Godínez
comprendió que las instrucciones que con toda seguridad había impartido a sus
subalternos, había sido las principales causantes del desaguisado de esa noche
inolvidable para mí.
!
203!
El cupón de viaje que me fuera entregado antes de viajar a esta comisión, hizo
posible mi retorno aéreo por la compañía Air France en la ruta, Delhi-París, en
primera clase; y de la ciudad Luz a México, a bordo del avión supersónico
Concord, con una breve escala en la ciudad de Washington, D.C.
Casi cada fin de semana lo aprovechábamos para salir y para conocer sitios
nuevos e interesantes tanto dentro de la ciudad capital que ahora nos albergaba,
como en las cercanías, dentro de los Estados de México, Pachuca, Puebla,
etcétera.
Una característica importante de esos bellos años en México, es que hubo gran
armonía familiar, tanto con los miembros más cercanos, como por lo que respecta
a doña Martha, la abuela, hermanos, cuñados y sobrinos. Convivimos y
compartimos mucha alegrías, lo que hizo posible que se respirara una atmósfera
de camaradería en la que, cada uno por su cuenta, iba creciendo en lo personal y
desarrollándose profesionalmente. Salvo el caso de Patricia, mi hermana, la cual
se había separado definitivamente de Pablo, mi cuñado.
Debo reconocer, en este momento, que Patricia tenía un genio terrible, era capaz
de detener el tráfico de una arteria importante de la ciudad, como excusa para que
su voluntad se cumpliera. Sin embargo, no fue como consecuencia de ese
carácter tan singular de mi hermanita que se produjo la separación, Pablo mi
cuñado fue siempre inmensamente egoísta.
No supo valorar los quilates que poseía Patricia, a quien, en repetidas ocasiones
maltrató verbalmente delante de mí. No obstante, dentro de las causales que
podrían invocarse como determinantes para la ruptura, señalo el papel que jugó
Ana Manuela, hermana de Pablo, como fundamental. Yo pienso que su
intermediación hizo posible que el esposo de Patricia adoptara la decisión final
que fragmentó definitivamente la relación.
Patricia, mi hermanita muy querida, nunca se repuso de este golpe de la vida, que
arrastró durante el término de su existencia, hasta el día de su lamentado
fallecimiento el año de 2007.
!
204!
La visita a México del Primer Ministro de Belice, George Price, líder del PUP,
quien mantenía cercano vínculo con el gobierno de nuestro país, de cara a la
independencia nacional, cuyo proceso se encontraba en vísperas de alcanzar – el
21 de septiembre de 1981 -, sirvió para que fuera comisionado para atenderlo
durante los tres días que duró avanzando en sus actividades.
Tuve oportunidad, por tal motivo de estar muy cerca del dignatario beliceño, quien
al término de su estancia en nuestro país, se sirvió enviarme una carta personal
muy significativa..
A iniciativa del Presidente de México, José López Portillo, del Primer Ministro de
Canadá, Pierre Eliot Trudeau, y del Canciller austriaco, Bruno Kreisky, fueron
convocados 22 Jefes de Estado y de Gobierno, más el Secretario General de la
ONU, Kurt Waldheim, para asistir, en la ciudad de Cancún, en el Estado de
Quintana Roo, a la Reunión Internacional sobre Cooperación y Desarrollo
(Cumbre de Cancún) con sesiones para los meses de agosto (a nivel de
cancilleres) y octubre (a nivel de Jefes de Estado).
Las otras delegaciones se hicieron representar por altos dignatarios, como serían
los casos de Alemania, con Hans Dietrich Genscher, Vicecanciller Federal,
!
205!
Austria, Willibald Paha, Viceprimer Ministro; Brasil, con Ramiro Eliseo Guerreiro,
Ministro de Relaciones Exteriores.
Mi referencia específica a este evento de política exterior de México, tiene que ver
con el hecho de que, desde que fuera formulado el anuncio, el Secretario Jorge
Castañeda había designado como Coordinador General a Andrés Rozental,
señalándole, específicamente su interés porque me uniera a este equipo, lo que
se concretó con mi designación como Coordinador General Adjunto, encargado de
la oficina especial que fuera instalada en la zona VIP del área de conferencias de
la Cancillería.
Lo anterior, hizo posible que dispusiera de un cubículo diferente al que tenía como
subdirector del Protocolo, en el espacio de mayor privilegio del área de
Conferencias. Durante los siguientes seis meses ocupé el despacho destinado a
la presidencia de las reuniones internacionales que se llevaban a cabo en las
instalaciones de la Secretaría, que había sido utilizado, entre otros dignatarios, por
el embajador Alfonso García Robles, de muy grata memoria tanto para mí, como
para México.
!
206!
Como consecuencia de la nueva comisión, y una vez instalado en mis nuevas
oficinas, fue necesario desplazarme, casi cada semana, al puerto de Cancún, a los
fines de concretar los detalles correspondientes a la infraestructura que el
gobierno de México concretó a dicho menester, como serían los casos del Hotel
Sheraton, sede de la Cumbre, y lugar en el que deberían de alojarse los
dignatarios invitados, así como un número determinado de integrantes de sus
respectivas delegaciones.
Como se podrá suponer, dicho trabajo implicó una serie de inconvenientes, si para
ello consideramos que, para esas fechas (1981) Cancún apenas estaba
floreciendo como polo turístico, por lo que, contrario a lo que sucede ahora, por
esas fechas el número de hoteles disponibles – a la altura del evento - apenas se
podía contar con los dedos de una mano. Se dispuso, además del Centro de
Convenciones, dirigido por aquel entonces por la ex actriz del cine nacional: Irma
Dorantes. El espacio fue aprovechado como centro de comunicaciones y de
prensa internacional.
!
207!
correspondió echar a andar toda la maquinaria que el gobierno de México empeñó
en beneficio de la exitosa culminación del proyecto de Cumbre.
Por parte de la propia Secretaría, el titular, Jorge Castañeda abrió los trabajos en
el inmueble que se construyó al efecto en una de las zonas de esparcimiento del
propio Hotel Sheraton, mismo que, albergó con eficiencia la primera prueba.
Al concluir los trabajos, y una vez que certificamos que todo estaba bajo control,
nos trasladamos de regreso a la ciudad de México con el fin de planificar el evento
más importante que se nos había encargado, es decir, la reunión Cumbre de Jefes
de Estado y de Gobierno, programada, como ya quedó establecido para los días
22 y 23 de octubre.
Para cumplir con dicha comisión, el Canciller Castañeda me pidió organizar una
avanzada para coordinar los detalles del evento con el señor gobernador del
Estado, Enrique Velasco Ibarra. A dicho fin, unos días antes de la celebración me
trasladé por carretera, a bordo de un vehículo oficial de la Secretaría, hasta el
Estado de Guanajuato, distante de la ciudad de México, aproximadamente, una
cuatro horas.
!
208!
o eliminar ninguno de los pasos que lo integran. La idea, en todo caso, era
familiarizarme con todos los detalles, y hacerlos del conocimiento del Canciller,
quien, por cierto, era en extremo cordial a la hora de dar cumplimiento con las
formalidades del caso.
De los detalles que más fácilmente vienen a mi memoria, fue la explicación que
tuve que darle para que, llegado el momento de la ceremonia de El Grito, al
enarbolar la bandera nacional frente al portón principal de la Iglesia desde la cual
el cura Miguel Hidalgo llamara a la sublevación, pronunciara las arengas
específicas, al tiempo que ondeaba la enseña patria y hacía sonar la campaña de
Dolores.
!
209!
De los diversos viajes que me tocó realizar al puerto de Cancún en esta fase final,
recuerdo especialmente uno, ya que, previo a mi salida un viernes, le avisé a Olga
Inés que regresaría hasta el domingo, lo que no ocurrió, ya que las actividades
que teníamos programadas fueron cumplidas con éxito el mismo sábado en que
regresamos.
Por cierto, Olga Inés que ya había visto la película se encontraba, inocentemente
en la cocina preparando arepas para sus muy queridas invitadas.
Una vez que estuvieron a punto los detalles finales del proceso de preparación, es
decir, la coordinación de todas las instancias que iban a involucrarse en los
trabajos inherentes a la Cumbre, nos trasladamos a la ciudad de Cancún, más o
menos unos cuatro días previos a la inauguración.
!
210!
momento, incluso cuando el Presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan
aterrizó a bordo de un helicóptero de la Fuerza Aérea Mexicana.
Por lo demás, como ya fuera señalado, las dos sesiones que ocuparon la agenda
de los dignatarios se desarrollaron en un clima de gran camaradería, a pesar de
que los logros esperados no fueran alcanzados ni en ese momento, ni treinta años
después, en que la agenda de un Nuevo Orden Económico Internacional, sigue en
debate.
La propuesta fue consultada con Olga Inés, y ambos coincidimos en que sería una
buena idea volver al exterior, por lo que hice saber al Secretario que deseaba ser
adscrito al extranjero, y me fueron ofrecidas dos opciones, ambas para ocupar la
plaza de jefe de cancillería, con mi rango de Consejero del Servicio Exterior. Las
opciones fueron: Embajada en Japón, o Embajada en Madrid.
Nuestra decisión fue ir a Madrid, y debo reconocer ahora que resultó de lo más
positiva, ya que, en España no sólo consolidamos nuestra relación de pareja, sino
que incrementamos nuestro núcleo familiar, gracias al nacimiento de Carlos
Ignacio, quien se constituyó desde la fecha de su ingreso al mundo en la tercera
estrella de mi universo particular.
!
211!
!
matrimonio,$29$de$noviembre$de$1974$
$ $
con$Caty$ $ $ $ $ Caty$con$Olga$Inés$
!
212!
$
los$hermanos$Caty$y$Carlos$Ignacio$
!
213!
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Caty de “colitas”
!
214!
$
en camello en El Cairo
!
215!
$
Navidad en Egipto
!
216!
Súper emocionado
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217!
$
Natalia Isabel
!
218!
$
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219!
con Carlos Ignacio
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220!
Caty
!
221!
Natalia y Carlos Ignacio
!
222!
Caty y Raúl
!
223!
Raúl Dino Alfonso Campagna
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224!
con esposa, hijos, yerno y nietos Valentina y Rodrigo
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225!
Capitulo 14
Los preparativos para esta nueva aventura, nos llevaron parte importante del
tiempo disponible hasta la fecha en que programamos el viaje, el mes de marzo de
1982.
Entre tanto, nuestra bella Caty cumplió sus cinco primeros años, el día 21 de
enero, por lo que decidimos realizar una celebración memorable, con el doble
objetivo de señalar fecha tan importante, y aprovechar para que nuestra nena
recibiera a familiares y amigos, de los que se despediría antes de realizar el viaje
a Europa, aunque, para esas fechas, ya habíamos convenido que previamente
fueran a Medellín para saludar a la familia en Colombia.
El otro evento que atendí, por expresas instrucciones del Secretario Castañeda,
fue un almuerzo charro, ofrecido en honor del H. Cuerpo Diplomático por el Jefe
del Departamento del Distrito Federal, el señor profesor Carlos Hank González., al
que asistieron en pleno los jefes de las misiones acreditadas ante el gobierno de
México, acompañados de sus respectivas esposas.
!
226!
manifestó que estaba enterada de mi traslado a España, que celebraba el cambio,
y refirió que era muy merecido, al tiempo que me deseaba la mayor de las suertes.
Me dio mucha pena ver a don Jorge, vencido por la diabetes, apenas me
reconoció, y confundió a Olga Inés con mi hija.
En fin, una vez que culminamos con las diversas encomiendas oficiales,
procedimos con los preparativos del viaje, que incluían la venta de parte del
mobiliario que habíamos adquirido con motivo de la adquisición del departamento
de la calle de Patricio Sanz, mismo que fue rentado en condiciones muy
favorables a un ejecutivo japonés que había llegado recientemente a México.
Dicho ejecutivo, optó por adquirir algunos de nuestros muebles, como fue el caso
de la recámara, prácticamente nueva, que quedó a su disposición. Aquí cabe
mencionar a nuestro muy querido amigo Jorge Soto Cortizo, quien amablemente
se ofreció a administrar dicho inmueble – sin costo alguno – lo cual fue muy
positivo, ya que como Jorge es abogado, conocía de todo lo relativo a la
administración de bienes.
Cuando todo estaba bajo control, acordamos con Olga Inés que viajaría yo
adelantado a Madrid para avanzar los detalles de alojamiento y demás que
facilitan este tipo de traslados, mientras que Olga Inés y Caty irían a Medellín para
estar con la familia en Colombia más o menos un mes, y de ahí volarían directo a
la capital de España.
!
227!
Nos trasladamos al lugar en que había concretado mis reservaciones: el hotel
Eurobuilding, que me fuera recomendado por la familia Bailleres, a través de los
buenos oficios de doña Martha, mi madre. Ahí formalicé un contrato de estancia
semanal, a los fines de dar espacio para la eventualidad de que, en breve tiempo,
encontrara un departamento a la altura de las necesidades de nuestra familia.
Una mención muy especial para Daniel de la Pedraja, quien era el Ministro de la
embajada, pero que tenía la mala costumbre de llegar después de las once de la
mañana, razón por la que el señor embajador no lo determinaba demasiado.
!
228!
proyectos muy significativos que consistían en la construcción de tres buques
patrulleros, artillados y con un helicóptero a bordo; y una nave insignia, el velero
Cuauhtémoc, que fuera botado en el puerto de Bilbao por las mismas fechas en
que nosotros llegamos a Madrid.
Bien, aunque eran demasiados, poco a poco fui estrechando positivas relaciones
con la mayoría, ya que, parte de mis funciones, como jefe de la sección política,
eran las relativas a la relación con la Cancillería, con la que el trato era muy
intenso, como consecuencia del enorme potencial de las relaciones bilaterales en
esta primera etapa de los vínculos entre ambos países.
Debo reconocer que, para ese entonces – marzo de 1982 - México ya había
avanzado mucho en el afianzamiento de los vínculos rotos como consecuencia de
la guerra civil española, desde finales de los años treinta. A la muerte del general
Franco y con el advenimiento de un nuevo régimen, encabezado por el Rey Juan
Carlos I, la administración del Presidente López Portillo formalizó contactos a nivel
de Cancilleres (Santiago Roel-Marcelino Oreja) para el restablecimiento de
relaciones diplomáticas.
Previo al reinicio de los vínculos bilaterales, México rompió los existentes con la
República Española en el exilio, por considerar que la misma constituía una
ficción, a la luz de los acontecimientos en la historia del país ibérico.
A mi llegada a España era Presidente del Gobierno Leopoldo Calvo Sotelo, del
mismo partido que su predecesor, Adolfo Suárez, del Centro Democrático y Social
CDS, cuya bancada en el Congreso disponía de una mayoría relativa.
A pesar del recíproco interés gubernamental por avanzar en todos los campos en
que fuera posible, se mantenían en ambos lados del Atlántico ciertos síntomas de
hostigamiento, percibidos por mí, sobre todo, en ambientes conservadores del
estamento local, los que antepusieron sus perennes reservas, como consecuencia
de la indudable influencia ideológica vigente en España, sobre todo, por lo reciente
de la muerte del caudillo.
A pesar de que el piso era muy bueno, tenía una desventaja: no disponía de
mobiliario, por lo que no nos convenía, ya que, como consecuencia de la venta de
!
229!
todo nuestro menaje antes del viaje, de preferencia buscábamos un alojamiento
amueblado o al menos con parte del mobiliario.
A las pocas semanas de haber llegado a Madrid, Olga Inés y Caty, hicieron su
arribo procedentes de Medellín, lugar al que viajaron, como señalé con
anterioridad, para despedirse de la familia, y para extender una cordial invitación
para que nos visitaran a la mayor brevedad posible.
!
230!
lo que hacía posible que, tanto Olga Inés, como yo, cualquiera de los dos, la
lleváramos y la recogiéramos.
El único inconveniente que la propia Caty nos llegó a manifestar con respecto a su
nueva institución educativa, era sobre el almuerzo que le hacían ingerir, a pesar
de que, en muchas ocasiones, manifestó su inconformidad, como consecuencia
de que la diversidad de comidas entre los platillos que conforman la cocina
española, y la mexicana, o en todo caso la colombiana, era abismal.
Por lo demás, Olga Inés también pudo adquirir un vehículo personal, un Ford
Fiesta, en color rojo, maravilloso, que le sirvió para realizar todo tipo de visitas y
paseos, especialmente a los principales centros de comercio locales, entre los que
ocupó un lugar destacado “El Corte Inglés”, tanto en su sede de Castellana, como
la de la calle Preciados, en el centro de la ciudad capital.
Con mucha frecuencia salíamos a comer en los cientos de lugares que ofrece la
variedad culinaria de una ciudad cosmopolita por excelencia como lo es Madrid, al
tiempo que organizamos paseos por las proximidades, a lugares de interés, como
Toledo, Segovia, Alcalá de Henares, lugar este último en el que compramos – el
primer años de nuestra llegada – la enciclopedia Espasa Calpe que consta de más
de 120 volúmenes.
!
231!
la experiencia fue formativa, y me permitió confirmar que querer es poder, ya que
el resultado final fue sumamente positivo.
Conviene señalar que 1982 fue el último año del sexenio de José López Portillo,
razón por la cual, ese mes de julio se produjeron elecciones federales en México,
resultando triunfador Miguel de la Madrid Hurtado, para el período 1982-1988.
Por razones que desconozco, pero que entiendo muy bien, el señor embajador
Francisco Alcalá Quintero me solicitó, en uno y otro casos, que hiciera presencia
para apoyar en lo que se pudiera ofrecer a las dos distinguidas visitantes.
En esta comisión tuve mejor suerte, ya que su jefe de seguridad era el Teniente
Coronel Antonio Clemente Fernández Peniche, con quien mantuve una excelente
relación personal durante mi última estancia en Protocolo, en México. En este
viaje la señora López Portillo visitó la Biblioteca Nacional, lugar en que fue recibida
con interés y respeto, al tiempo que tuvo la oportunidad de ver diversos incunables
que son sigilosamente salvaguardados en las bóvedas del inmueble.
Esta visita fue muy grata, ya que hizo posible que viajáramos por diversos lugares
dentro de España, e incluso que nos trasladáramos a Francia, a la ciudad de
París, en donde pasamos el 14 de julio de ese año de 1982, y que tuvimos
!
232!
oportunidad de presenciar el desfile militar en los Campos Elíseos, presidido por el
entonces Presidente de la República, François Mitterand.
Recuerdo con especial cariño los ratos memorables que pasamos visitando
lugares en común que fueran los mismos espacios de esparcimiento de doña
Martha, y la abuela, durante el período de su estancia en la ciudad Luz, en
compañía de nuestro muy querido abuelo, don Carlos Pita.
Dentro del programa de visitas que realizamos por España, la ciudad de Ávila
ocupó un lugar muy especial, sobre todo para Ana Edna y para Pablito, ya que, a
la fecha de su viaje a Europa, no habían hecho la primera comunión, por lo que a
doña Martha se le ocurrió la feliz idea de que la hicieran justamente en esa
ciudad, llena de tan bellas iglesias.
Entramos a la catedral y ahí, sin más, doña Martha conversó con el abad a quien
comentó sobre el tema. El abad señaló que no había ningún inconveniente y que
los chicos podrían hacer su primera comunión, si fuera posible, la siguiente
semana. La respuesta, de inmediato, fue positiva, por lo que, a nuestro regreso
de la comentada visita a París, fuimos nuevamente a Ávila para que los dos
sobrinos concretaran este deseo de su abuela.
El evento hizo posible que este viaje magnífico de tanta familia de México,
coronara con éxito sus objetivos.
Para ese momento, pleno verano de 1982, Olga Inés ya tenía en su vientre a
nuestro segundo vástago la tercera estrella de mi universo personal, a quien
nombramos, Carlos Ignacio, el 6 de marzo siguiente.
Los preparativos para la llegada del nuevo integrante de nuestra familia, fueron
muy gratos, ya que implicaron infinidad de vueltas a los diversos almacenes en los
que la oferta de todo tipo de enseres infantiles era muy abundante, aunque, de
antemano conocíamos cuál sería el elegido, no dudamos ni un instante en ampliar
nuestro menú de posibilidades.
Al final, decidimos que lo que ofrecía El Corte Inglés era lo más adecuado a
nuestras necesidades y posibilidades económicas del momento, partiendo del
principio de que sería la Secretaría la que cubriría los costos derivados del
alumbramiento, como una de las prestaciones de que disponíamos al estar
comisionados en el exterior.
!
233!
La susodicha Yolanda, no duró mucho tiempo, como consecuencia del tipo de
hábitos que quería imponernos, y a los que nosotros nos opusimos. No obstante,
la suerte estuvo de nuestro lado, y en breve, tuvimos la oportunidad de que nos
fuera recomendada una empleada de nacionalidad filipina, la señorita Susan
Montino, quien estuvo a nuestro lado, no sólo durante la misión en Madrid, sino
que toda nuestra estancia en Europa.
En ese mismo período, Caty quería tener una mascota, para darle gusto,
comenzamos con adquirir un hámster, el que un buen día se perdió dentro del
sistema de ventilación del carro, por lo que dejamos de verlo, y lo olvidamos. Un
poco después, se nos antojó un perrito, y adquirimos una de raza pekinesa, al que
tuvimos como seis meses, término tras el cual constatamos que no teníamos
vocación para cuidarlo y atenderlo como se merecía, por lo que lo regalamos a
unos vecinos de nuestro edificio, los que lo aceptaron y se mostraron sumamente
agradecidos con nosotros.
Dentro de dichos elementos, una pintura antigua (del siglo XVII) al óleo, atribuida a
EL Españoleto, una cómoda Isabelina; un reloj de péndulo; un barqueño morisco,
y adornos diversos, mismos que, hasta esta fecha conservamos con especial
afecto.
El médico que contactamos a los fines del período de embarazo de Olga Inés, fue
una de los más famosos de ese entonces, en doctor Botín Blanco, quien había
atendido en sus embarazos a la Reina de España y a la cantante Isabel Pantoja,
quien dio a luz a su vástago unos meses antes que Olga Inés, en el mismo
hospital en donde sería atendida mi bella esposa, el San Francisco de Asís.
Así, durante los meses previos al parto, acudimos puntualmente a la cita médica
mensual, hasta los momentos previos al alumbramiento, mismo que se produjo,
como mencioné, el día 6 de marzo, a las doce en punto.
!
234!
Para el mes de septiembre, con motivo de las fiestas patrias, el embajador no
organizó absolutamente nada, dado su carácter austero, por lo que un grupo de
entusiastas programó una velada mexicana, en casa del Consejero Agrícola,
Virgilio Blanco, quien junto con su esposa nos recibió a todos, disfrutando de la
doble oportunidad de ver en persona a la cantante María Dolores Pradera, la que
engalanó la velada, junto con el concierto a piano del propio embajador Alcalá
Quintero.
Dicho sea de paso, nosotros, es decir, Olga Inés y yo, invitamos posteriormente al
señor embajador a una cena en nuestro domicilio particular, oportunidad que
aprovechamos para reunir a algunos de nuestros colegas de la embajada, entre
los que se destacaron el Consejero Comercial y su esposa.
El triunfo del PSOE fue arrollador, obtuvo mayoría absoluta, y gobernó el país
entre diciembre de ese año y hasta 1996, en que perdió la mayoría en el
Congreso, para nosotros fue un evento muy relevante, ya que, como encargado
de la sección política, estuve vinculado a todo el proceso, e incluso, el mismo día
de las elecciones asistí como observador al Centro de Convenciones en la ciudad
capital.
!
235!
De forma casi simultánea, el día 1º de diciembre, tomó posesión como Presidente
de México, Miguel de la Madrid Hurtado, quien se sirvió designar a Bernardo
Sepúlveda Amor, como su Canciller.
En fin, antes del nacimiento de nuestro segundo hijo, realizamos un viaje por tierra
a San Sebastián y a Bilbao, acompañados por Carlos Tirado y su novia Mayte. La
verdad fue súper agradable, ya que el País Vasco dispone de lugares
sorprendentes y cuenta con una cocina suculenta. El traslado por tierra a dicha
comunidad autónoma fue bastante largo, por lo que todos quedamos sorprendidos
con la actitud de Caty, quien en ningún momento demandó atención especial.
El parto de nuestro segundo retoño fue muy particular, ya que, en la fecha en que
Olga Inés comenzó a sentir los primeros síntomas del alumbramiento, nos
trasladamos de madrugada a la sede del hospital, encontrando en nuestro camino
un obstáculo con el que no habíamos contado: la puerta eléctrica del
estacionamiento del edificio no funcionaba, por lo que fue necesario contratar un
servicio de taxi de alquiler, para que nos llevara hasta nuestro destino en el barrio
de Salamanca.
!
236!
las costumbres de una rancia tradición religiosa en la que, las parturientas debían
sentir los dolores del alumbramiento, porque esa era la forma de honrar a no se
qué Dios que en esos momentos me negaba invocar.
En fin, Olga Inés rogaba porque se le aplicara una anestesia que mitigara el
sufrimiento por el que estaba pasando. Al negarse a ello la matrona, Olga Inés
demandó la presencia del doctor Botín Blanco, y se dispuso lo necesario ante la
inminencia de la llegada al mundo del gran Carlos Ignacio. Debo señalar que, sin
esperármelo, el doctor Botín Blanco me señaló que si quería ingresar al quirófano,
lo podría hacer, a lo que no me negué.
El alumbramiento fue muy hermoso, y supe que nuestro hijo era niño, ya que,
conforme iba saliendo, dejó al descubierto sus atributos varoniles que contemplé
con verdadero éxtasis. Ahí estaba ya, nuestro hijo muy bien querido, quien llegó a
este pícaro mundo en medio de una familia que, a partir de ese mismo instante
comenzó a adorarlo.
Una vez que Olga Inés pasó a la sala de recuperación, tuve oportunidad de
trasladarme hasta el departamento para recoger a doña Fabiola, y a Caty, quienes
en ese momento esperaban ansiosas noticias sobre el nuevo hermanito.
Olga Inés fue, a lo largo de sus embarazos, una mujer extremadamente fuerte y
sana, lo que hizo posible que, en breve, saliéramos del hospital con el nuevo
retoño, a quien comenzamos a disfrutar desde el primer momento. Ahora bien,
para dar cumplimiento a todos esos rituales a los que estaban acostumbradas
nuestras familias, muy pronto procedimos a bautizarlo, eligiendo como padrinos a
los señores Ciudad, Julia y Arturo, quienes desde ese momento se convirtieron en
nuestros compadres muy queridos.
De forma previa a la salida del hospital, recibimos una visita inesperada, la de Luis
Carlos Sánchez y su esposa, colombianos, muy amigos nuestros en México,
durante la temporada que él fungió como Director de la Oficina de Información de
las Naciones Unidas para nuestro país. Como obsequio para el bebé, llevaron un
oso de peluche azul, mismo que ha conservado nuestro hijo hasta nuestros días.
!
237!
Por lo que respecta a doña Fabiola, como siempre la paseamos bien y bonito, ya
que para ella, como para cualquiera, ese viaje representaba una ilusión enorme,
por lo que hicimos lo posible para que se sintiera lo más cómoda con esta rica
experiencia europea.
Por lo tanto, a sólo tres semanas de haber visto este pícaro mundo, Carlos Ignacio
hizo su primer viaje por vía terrestre hacia La Coruña, en Galicia, y de ahí a
Portugal, pasando por su gran capital, Lisboa, para comenzar un retorno familiar a
través de Extremadura.
!
238!
vecinos, incluidos los del norte de África, como fue el caso de nuestro viaje a
Marruecos, y a los departamentos africanos de España: Ceuta y Melilla.
Cruzamos el estrecho que separa la frontera de ambas naciones, desde la parte
española, con la Comunidad de Andalucía, a bordo de un trasbordador, mismo
que utilizamos tanto de ida como de vuelta.
Durante el primer año de vida de nuestro pequeño bebe, recibimos también otra
visita de México, nuestra madre Martha, con la abuela, quienes deseaban conocer
al vástago del que habíamos hablado infinidad de veces.
En Granada visitamos los sitios más conocidos, entre ellos la Alhambra, obra
maravillosa de valor universal que representa la majestuosidad de la influencia de
la dominación árabe a España durante muchos siglos; ahí vivió sus momentos
finales Boabdil, último Rey moro
!
239!
Como consecuencia de dichos homenajes, fui comisionado para representar a la
embajada en la develación de una escultura del músico mexicano en la Plaza de
Lavapiés, recuerdo que la ocasión fue motivo para un reportaje de la revista Hola,
la cual dedicó una fotografía alusiva – en blanco y negro -, en la que aparecemos
junto con Olga Inés.
Esta visita tenía un único objetivo: renegociar la altísima deuda exterior que había
acumulado México, como consecuencia de los infaustos excesos de la
administración lópezportillista. Si, la administración 1976-1982 jugó un rol
importante en la situación que presentaba la economía del país en la difícil
coyuntura internacional que terció en su mandato Miguel de la Madrid, cuyo signo
gubernamental fue enfatizado el la austeridad más extrema.
!
240!
y tercer año académico. Esto fue posible como consecuencia de que estaba
matriculado como alumno visitante, lo que hizo más fácil y elástico el calendario.
Como era de esperar, ambos cursos fueron superados con éxito, no obstante el
esfuerzo de carácter personal y académico que implicó este ejercicio de
superación profesional. Culminé los estudios de la carrera el ciclo siguiente, es
decir 1984-1985, de forma coincidente con mi salida hacia una nueva adscripción
en la embajada de México en Atenas, Grecia.
Por lo anterior, en Madrid todos quedamos con un mal sabor de boca, no tanto por
sus acciones, sino como consecuencia de sus omisiones.
!
241!
algunos paseos en conjunto; Juan Guillermo, también estuvo unos días en casa, lo
mismo sucedió con respecto a don José y doña Fabiola, los que viajaron con Olga
Inés a Paris, a Roma y a Londres.
La verdad, creo que en ninguna adscripción de las que tuvimos hasta ese
momento, nos había dado tantas satisfacciones en lo relativo a visitas de
familiares y amigos.
La fecha de llegada del embajador fue muy bienvenida, ya que la dinámica de las
relaciones bilaterales, demandaba disponer de un jefe de misión de altura, para
que la interlocución con las contrapartes tuviera un cause más adecuado.
El embajador era una persona bastante sencilla por lo que respecta a su forma de
vida y a la inmensa experiencia política de la que estaba revestido, casado con
una señora muy dulce, doña Elisa Macías, formaban una pareja muy digna y
adecuada a las necesidades de nuestro país en ese momento.
!
242!
eventos de carácter público y de representación de la embajada, cuya vocería
autorizada, en temas de carácter político, recayó en mi persona.
Uno de los actos más importantes de la misión diplomática del embajador, fue la
presentación de sus Cartas Credenciales ante su Majestad el Rey Juan Carlos I,
en ceremonia de gala en el Palacio Real, en la que el atuendo era frac y
condecoraciones.
Con el señor general Riviello, se desarrolló una relación muy positiva, como lo
fueron siempre nuestras relaciones con los representantes militares de México en
el exterior, al grado de que el señor embajador le señaló al general Riviello que
por mi conducto podría realizar todas las gestiones que considerara de utilidad a
los fines de su desempeño en España.
Otro agregado militar y aéreo con quien sostuvimos excelentes relaciones en esa
época, fue el general Carlos Vallejo, padre de una compañera de viajes
presidenciales, la señorita Ivette Vallejo, quien estuvo adscrita como auxiliar de
vuelo en la flota presidencial, que se operaba a través del Estado Mayor, y a quien
conocí en la gira a China y al Japón.
!
243!
Durante ese verano de 1984 realizamos un viaje muy emocionante a México y a
Colombia, previa una visita en Orlando, Florida a Disney World, a donde nos
encontramos con Darío, el hermano de Olga Inés.
Una vez que estuvimos dispuestos, nos fuimos a Orlando y ahí pasamos varios
días visitando tanto la tierra de Disney, como Epcot, y varios de los diversos
parques recreativos disponibles en esa zona de solaz esparcimiento infantil y
juvenil.
Al concluir nuestra visita en Orlando, salimos con destino a México, D.F., en donde
habíamos planeado realizar muchos paseos en compañía de la familia y de
diversos amigos. Nuestra bienvenida fue muy grata, nos alojamos en casa de
doña Martha, en el departamento de la calle de Herschel, y Carlos mi hermano
nos hizo favor de prestarnos un vehículo Renault 18 como medida para facilitar
nuestros desplazamientos por todos los lindos lugares que visitamos.
Para nuestra llegada, fuimos a almorzar a un restaurante típico muy agradable por
el rumbo de Santa Mónica en el Estado de México; el lugar estaba animado por
música en vivo, con mariachis y otros grupos de música norteña, muy de moda
desde ese entonces en nuestro país.
Fueron todos los hermanos, con sus respectivas parejas – los que tenían - e hijos,
recuerdo muy bien a Patricia, con Ana Edna y Pablito; Carlos con Carla, Karlita y
María Fernanda; Sylvia y Javier con Mauricio y Marthita, por supuesto, doña
Martha y la abuela en primera fila, muy animadas y contentas de vernos en vivo y
a todo color.
Unos días más tarde, Carlos mi hermano ofreció una amena comida en su nuevo
departamento de la calle de Pestalozzi en la colonia Narvarte. A ese evento,
además de la familia más cercana, fueron invitados Jorge Párraga y Maru, su
esposa; la tía Delfina – hermana del muy querido abuelo – la madrina América,
quien fue con uno de sus muy queridos hijos, el mayor, Héctor.
!
244!
terreno a las faldas del Popocatépetl, Amecameca, las grutas de Cacahuamilpa, y
el convento de Tepotzotlán, con su museo nacional del Virreinato.
A partir de ese momento, y hasta que estuvimos en Colombia, Olga Inés lo pasó
bastante desanimada, y era comprensible.
Ahí nos encontramos con el propio Juan Guillermo, y armamos una fiesta muy
agradable en la que cantamos, comimos y disfrutamos inmensamente de la
recíproca compañía.
Al día siguiente salimos hacia Medellín, llegando al aeropuerto Olaya Herrera, que
era utilizado por ese entonces para los vuelos nacionales e internacionales. Ahí
estaba don José y doña Fabiola esperándonos para llevarnos a la casa familiar de
la calle 58ª número 40-30 (Bucaramanga y Mon y Velarde) en donde vivían casi
todos los hijos, con excepción de los que estaban casados, como eran los casos
de Carlos Alberto, Blanca Ruth, y José Obdulio.
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245!
muy simpática que había negociado don José en algunos de los muchos negocios
que hacía a diario.
Ahí en la propiedad nos encontramos con Luis Mario y Peggy, su primera esposa,
quien estaba acompañada de su señora madre y de su medio hermano de nombre
Michael (que tenía la nacionalidad estadounidense). Montamos a caballo,
disfrutamos de las mieles de la rica fruta que se daba en la finca, como serían los
casos de las exquisitas guayabas y piñas. Nadamos en el Río Cocorná, y tuvimos
una feliz estancia junto con la más efusiva acogida. Para ese entonces, José
Obdulio y Carmenza tenían una cría de cerdos que engordaban para vender como
carne.
Al siguiente fin de semana viajamos para conocer la muy famosa finca de don
José: El Algarrobo” en donde había casi de todo. Una extensión inmensa de tierra
buena y virgen; mina de pepitas de oro; y lo que más me impresionó fue el molino
de caña para producir panela.
Otros paseos realizados con nuestros muy queridos hijos, Caty y Carlos Ignacio,
fueron la vuelta a Oriente, zona exquisita del Departamento de Antioquia, en
donde se ubica La Ceja, lugar de nacimiento de Olga Inés. Por cierto en esa visita
estábamos acompañados de Carlos Alberto y Norita, y grabamos la casa familiar
en donde residieron los Gaviria Vélez antes de su traslado a Medellín; además de
dicha visita, contemplamos desde el panorama a Rio Negro, concretamente el
!
246!
lugar en donde años más tarde se ubicaría el Aeropuerto Internacional José María
Córdoba, ahora en uso para vuelos de todo tipo.
Según comentaron tanto Olga Inés, como sus hermanos, esos terrenos en donde
ahora se encuentra el aeropuerto internacional, en algún momento fueron
propiedad de Don José, quien en alguna de sus infinitas operaciones comerciales
los cambió por un par de alpargatas.
Esa tarde almorzamos un sitio muy bello ya que disponía de un lago artificial en
donde se podía pescar trucha. Ahí, Caty y Carlos Ignacio hicieron su debut
intentando capturar uno. La verdad es que sí lo pudieron pescar y alguien de los
que estábamos esa tarde en el paseo se lo almorzó.
La visita final que realizamos en esta vacación fue a la casa de Carlos Alberto y
Nora en Guatapé, al lado de la represa del Peñol, en donde disponían de todas las
facilidades. Una residencia muy hermosa, con vista privilegiada, además una
lancha para recorrer la represa y en donde Caty aprendió a esquiar sobre el agua,
ante el pánico de sus respectivos padres, quienes la vimos llenos de estupor, pero
encantados por sus habilidades innatas.
!
247!
Capitulo 15
Al culminar nuestros primeros dos meses de vacaciones con pago de pasajes
aéreos, retornamos muy animados a Madrid, en donde tuvimos que enfrentar un
nuevo cambio de domicilio, esta vez al barrio de Miraflores, en la calle de Piña
Pintada, en donde ubicamos una urbanización con casas en régimen de
condominio horizontal muy cómodas para nuestras necesidades, ya que, como se
recordará, además de nosotros cuatro, estaba Susan, nuestra muy eficiente
asistenta de Filipinas.
Conviene mencionar ahora que, como consecuencia del drama económico en que
el Presidente López Portillo dejó a nuestro muy querido país, un par de profesores
españoles que vivieron más de cuarenta años en México, dedicados a la cátedra
universitaria, y con los cuales yo tuve vínculos cuando estudiaba el quinto año de
bachillerato, de repente se aparecieron en la Embajada con el ánimo de ser
recibidos por el titular, quien los atendió presuroso, al menos para escuchar su
situación personal como maestros eméritos de la UNAM, jubilados en condiciones
de privilegio, al menos, antes de la devaluación que sufrimos todos los mexicanos,
así como muchos extranjeros, como sería el caso de mis profesores.
Por mi cuenta, tampoco podía hacer mucho por salvaguardar la situación personal
de este par de jubilados a los que se abrió un inmenso abismo justo al término de
sus ciclo laboral. Sin embargo, al escuchar el problema, ellos mismos ofrecieron
una salida viable a su situación; dicha salida implicaba el arrendamiento de una
casita finca que habían construido, amueblado y decorado con inmenso afecto, en
un pequeño poblado, llamado Encinillas, cerca de la ciudad de Segovia.
!
248!
Como Olga Inés era una entusiasta para las diversas actividades que organizaban
las damas diplomáticas, en una ocasión la esposa del embajador de la URSS
programó un viaje a su país, visitando las ciudades de Moscú y Leningrado. En
primer lugar, por supuesto, mi muy querida esposa se anotó en la lista, y
convenció a la esposa del agregado militar y aéreo, el señor general Riviello
Bazán, para que, a su vez se anotara y participara de esa magnífica experiencia.
El viaje duró más o menos una semana, y tanto Olga Inés, como todas las señoras
que participaron estuvieron sumamente contentas, compartiendo las anécdotas
que se les fueron presentando en el curso de sus visitas guiadas por museos,
teatros, transportes públicos, y tiendas de conveniencia. Una de las anécdotas
más comunes fue la relativa al tipo de cambio entre la moneda local (rublo) y el
dólar para extranjeros, ya que suscito situaciones muy curiosas, como la que vivió
Olga Inés, al vender en rublos su ropa a una rusa a cambio del pago en moneda
local sin valor alguno para una extranjera.
La visita de Ricardo Valero fue muy positiva, ya que nuestro país, por ese
entonces, se encontraba involucrado en el proceso de pacificación de
Centroamérica, a través de la iniciativa del Grupo Contadora, del que formaban
parte, además de México, Colombia, Panamá y Venezuela.
Esta iniciativa fue muy bien acogida a nivel de la región Latinoamericana, pero
seguida con mucho recelo por parte de la administración estadounidense a cuya
cabeza estaba, nada menos que el Presidente Ronald Reagan, quien no sólo
había alentado a grupos insurgentes, conocidos como los “contras” quienes
enfrentaron al nuevo régimen nicaragüense, encabezado por el Frente Sandinista
de Liberación Nacional FSLN.
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249!
regionales a problemas como el que se presentaba en nuestra zona de influencia
en Centroamérica.
La ciudad tiene en sus riberas el Río Guadalquivir, por donde desde hace milenios
surcan unas aguas con olor a frescura que sirve a todos los usos, principalmente
de navegación, hacia la entraña de este pueblo mágico de la cultura ibérica, con
personalidad propia.
Uno de los sitios que más nos impresionó fue la Mezquita. Un bellísimo conjunto
morisco, consagrado a la oración en el rito musulmán, transformado por la cultura
vernácula en un adefesio de catedral de nada, en donde se confunden uno y otro
estilos, ambos integrados en forma armónica, de manera que, tanto una, como
otra cultura, trascienden sus amplias y alineadas paredes.
Con esta bella Mezquita de Sevilla, se hizo un poco lo que intentaron concretar los
conquistadores de nuestro continente, quienes en su afán de imponer su causa
religiosa, destruyeron los símbolos de culturas milenarias, ubicadas a lo largo y
ancho de nuestra regió, como sucedió, específicamente en México, con las ricas y
diversas expresiones precolombinas.
Para las Fiestas Patrias de ese año de 1984, contrario a lo que sucedió en años
precedentes, el señor embajador obtuvo del Alcalde de la Villa de Madrid, don
Enrique Tierno Galván, el apoyo para adecuar el inmenso espacio ubicado a un
costado de la residencia oficial, convirtiéndolo en un bello jardín, con fuentes que
imitaban al Generalife, en Granada.
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250!
Previo a dicha recepción, se realizó un acto frente al monumento al prócer de la
independencia, don Miguel Hidalgo y Costilla, ubicado en los jardines de una zona
muy importante, La Moncloa, en el entorno de la sede del Presidente del Gobierno
Español.
El señor embajador me concedió el alto honor de ser el orador del evento, al que
asistieron, además de los colegas de la embajada, el propio señor Alcalde, Don
Enrique Tierno Galván, quien dicho sea de paso, estaba siempre en eventos de
nuestro país, al que admiraba y quería profundamente.
Como consecuencia del Congreso del Partido Popular que, en ese entonces
encabezaba Manuel Fraga, el señor embajador me solicitó acudir, con la
representación de la Embajada, a cubrir el evento que fue realizado en la ciudad
de Barcelona, lo que me brindó la oportunidad de visitar la ciudad condal, y de
contactar a representantes de la secretaría de asuntos internacionales de los
partidos locales; Convergencia Democrática; y Esquerra Republicana.
!
251!
Este movimiento de socialismo europeo, desde mi perspectiva analítica,
contribuyó a humanizar las acciones políticas de los estados bajo cuyos
regímenes se implementó, lo cual repercutió en la modernización social en cada
uno de ellos, abriendo espacios de interacción que habían sido vetados como
consecuencia de las dos fuerzas monolíticas surgidas durante la Guerra Fría.
La perspectiva personal para el año de 1985, que sería el último de nuestra misión
diplomática en Madrid, llegó acompañada del evento de mayor relevancia de la
misión desempeñada en este país: la visita de Estado del Presidente de México,
Miguel De la Madrid, durante el mes de junio, acompañado por una nutrida
comitiva, entre la que figuraron, además del Secretario de Relaciones Exteriores,
Bernardo Sepúlveda, otros integrantes del gabinete, representantes del poder
legislativo, familiares del jefe de estado, su esposa Paloma, y uno de sus hijos,
Federico.
En nuestro entorno se hizo habitual que cada año, en las fecha en que se
conmemoraban los respectivos cumpleaños de Caty, 21 de enero; Carlos Ignacio,
6 de marzo; y por supuesto Olga Inés, en febrero 14, se partía un pastel,
generalmente, en medio de una fiesta familiar en la que participaban amigos
escolares y ocasionales. Carlos Ignacio inició clases en el Colegio Cumbres.
!
252!
Cancillería. En nuestro balance personal, caímos en cuenta que todo fue positivo,
no solamente en lo que respecta al país y a las funciones desempeñadas, sino
que, sobretodo, por el hecho de que en esta Nación habíamos concebido a la
tercera estrella de mi universo personal, materializado por Carlos Ignacio, quien
a esas fechas ya tenía dos años cumplidos.
Mientras esto sucedía, comenzamos con los rituales de despedida en los que nos
vimos involucrados cada término de funciones.
Sobre dichos rituales, conviene subrayar que recibimos afecto especial y pesar por
nuestra despedida, de parte del señor embajador Rodolfo González Guevara, su
esposa, la señora Elisa Macías, así como del señor agregado militar y aéreo, el
general de división Antonio Riviello Bazán. En el primer caso, mediante una cena
en la residencia de la embajada; y en el segundo, con otra cena en el mejor
restaurante de la época: “El Zalacaín” que se ubicaba a la vuelta de la sede de la
residencia oficial de la embajada.
!
253!
Resulta curioso que los tres altos dignatarios acudieran al aeropuerto a una
recepción de Jefe de Estado, lo que, sin lugar a dudas, fue para nosotros – México
– un honor merecido.
Olga Inés, siempre fresca, llevó el chal a la recepción y ahí lo dejó. Un poco más
tarde, un jovencito se le acercó y le preguntó que en donde compraba su ropa
Emmanuel (por aquel entonces un cantante bastante conocido) a lo que Olga Inés
respondió: “ ..y tú quién eres...”, a lo que su interlocutor respondió: “..soy Federico
de la Madrid..”, claro, ahí cayó en cuenta que era uno de los hijos del presidente,
por lo que le dijo: “...te diré en dónde compra su ropa, si me consigues una
fotografía con tu papá..”; a lo que respondió el joven de inmediato, tomando del
brazo a la más bella de esa fiesta, a la que condujo hasta el lugar en que su padre
departía en ese momento con el señor embajador y con el Canciller, Bernardo
Sepúlveda.
Tras las presentaciones del caso, finalmente Olga Inés se tomó la fotografía con el
Presidente, misma que nunca llegó a su destino, es decir, a Atenas a donde nos
trasladamos una vez que concluyó la visita.
Nunca supimos cuál de dichos altos jefes de nuestras fuerzas armadas motivó la
pequeña intriga secretarial en donde incluso se involucró a mi amada esposa,
!
254!
quien de forma fortuita fue cuestionada por uno de los oficiales que rondaban por
la zona, quien le preguntó en clásico léxico azteca: “..de casualidad es usted una
de las muchachonas para mi general..” a lo que lógicamente Olga Inés respondió
de forma negativa, cayendo en cuenta de la afrenta que estaba por darse en pleno
evento de estado presidido por nuestro primer mandatario.
!
255!
Capitulo 16
Con el fin de obtener información de última mano sobre nuestra nueva
adscripción, acudimos a un amigo para realizar diversas consultas sobre lugares
adecuados para la llegada de nuestra familia a la ciudad de Atenas, ese amigo era
Yanis Pilihos, esposo de Ivonne Loyola, quien como ya comenté, había sido
designada como Ministra de nuestra embajada en Madrid.
Yanis nos comentó que había ubicado un hotel que tenía servicio de alojamiento
con cocineta y baños, disponibles de conformidad con nuestras necesidades, por
lo cual nos registramos y concretamos una reserva para una suite con dos
habitaciones, baño, cocineta y demás facilidades, ubicada en la zona turística de
la ciudad, en la calle de Markopoulos.
Y, ahí llegamos, un fin de semana del mes de julio de 1985, en vuelo de Madrid a
Atenas, por la línea Iberia. Previamente, nuestro menaje de casa y los dos
vehículos que lo integraban fueron embarcados para su traslado hasta el Puerto
de El Pireo, lugar al que llegaron diez días después de nuestro arribo al país.
Nuestro arribo a Atenas fue tal cual lo habíamos planeado, muy tranquilo y sereno.
Estuvo en el aeropuerto para darnos la bienvenida, una vieja amiga, la ministra
Olga Schaufelberger, a quien sustituí, y por razones que desconozco, aún se
mantenía en el país, quizá en espera de noticias sobre su solicitud de jubilación.
Tuvimos el gusto de conocer, ese mismo día, y durante el almuerzo con Olga
Schaufelberger, a Jorge Batalas, gran amigo de México, enamorado de nuestro
país en donde había vivido varios años, y con gusto exquisito sobre todo cuanto
ocurriese alrededor de nuestra querida patria.
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256!
lo más cómodos posibles, para lo cual Olga Inés contaba con la ayuda de nuestra
asistente Susan.
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257!
que formaban parte, además de México y Grecia: Argentina, India; Tanzania, y
Suecia. Al señor Papulias lo asistía con éxito la señora Rula Papayanópulos,
originaria de Uruguay, con nacionalidad griega
Por supuesto que, en el caso de Carlos Ignacio, la urgencia no era tanta, ya que
nuestro lindo gatito (como se les decía a los nacidos en Madrid) contaba apenas
con dos añitos cumplidos.
Como siempre, la suerte estuvo de nuestro lado, ya que Caty aprendió con
bastante rapidez su idioma, superando con éxito incluso a otras compañeritas que
estaban, como ella, en calidad de extranjeras en Grecia.
Por lo que respecta a nuestra vivienda, tras buscar múltiples opciones, corrimos
con suerte al ubicar un departamento cómodo, amplio, y en un barrio muy
conveniente: Maroussi, en la calle de Esopou, propiedad de la señora Giorgili, que
constituía un pent house con cuatro habitaciones, tres baños, salón para juegos o
!
258!
de televisión, amplias terrazas laterales y una terraza en el segundo piso del
propio inmueble, además de dos espacios con estacionamiento cubierto.
Como el horario laboral era entre las ocho y las quince horas, en muchas
oportunidades, sobre todo en esa época de verano, Olga Inés y los niños se iban a
la playa en la zona de Voula y Vouliagmeni, de las más conocidas del perímetro
del malecón ateniense.
El día a día de Olga Inés no fue nada fácil, con independencia de que se defiende
muy bien en los idiomas, inglés, francés, y portugués, la mayoría de las personas
con las que tenía que hacer contacto a los fines de salir a comprar, por ejemplo,
en el mercado, sólo hablaban en griego, por lo que fue menester que utilizara sus
mejores dotes de mímica para hacer del conocimiento de los interlocutores lo que
realmente quería. Como ejemplo de ese ejercicio, una situación que se presentó
cuando fue a comprar pollo: tuvo que decir: “..pío, pío..”
Otro de los casos chistosos que tuvo que enfrentar, cuando fue a comprar un par
de zapatos, al señalar que quería unos con tacón, el dependiente le dijo algo así
como: “estractobuta” y Olga Inés imaginó que le estaban diciendo que tenía pies
de puta, por lo que se comunicó conmigo por la vía telefónica a la embajada en
donde teníamos como traductora a la señora Amalia Roubalis, quien conversó, a
su vez con el dependiente, quien señaló que lo que había dicho es que Olga Inés
tenía un pie tan pequeño como el de Cenicienta, que en griego se dice más o
menos como Olga Inés entendió que le dijeron.
Para esas fechas, Ana Edna y una amiga muy cercana: Caharla Fernández de
gira por Europa, nos anunciaron que nos visitarían en Atenas, una vez finalizado
un viaje – que a la postre no fue muy bueno – a la ciudad de Londres, en donde su
abuelo Francisco estaba desempeñando funciones como embajador de México.
Parece ser, según nos confió Ana Edna, que los problemas no surgieron como
consecuencia de una mala disposición del abuelo, sino de quien en ese momento
era su pareja sentimental.
Nosotros, como siempre, recibimos a las dos señoritas con mucho cariño en
nuestro departamento de Maroussi, al tiempo que les atendimos, las paseamos
por todos los lugares que estuvieron a nuestro alcance.
!
259!
Como anécdota curiosa comento que parte de la familia de Caharla – la amiga de
Ana Edna . falleció unos meses más tarde, como consecuencia del desplome de
un edificio emblemático del centro de la ciudad capital en México: la “Super
Leche”, en donde tenían su domicilio, la abuela, tíos y primos de la afectada.
De las primeras visitas que nos correspondió recibir y atender en nuestro nuevo
puesto, la del muy querido amigo Andrés Rozental, con su esposa Vivian y con
sus suegros. Andrés estaba en esos momentos como embajador en Suecia, y
viajaron a Grecia con el fin de abordar un crucero de lujo que se internaba por
Turquía hacia el Mar Negro, visitando ciudades portuarias como Estambul, Yalta,
Odesa, Sebastopol, etc.
Los invitamos a almorzar en El Pireo, les prestamos un vehículo para que visitaran
zonas arqueológicas de interés como Delfos, y finalmente los acompañamos a
abordar el crucero de lujo que los transportó por ese paseo idílico, en el que
conmemoraban los cincuenta años de matrimonio de la familia de sus suegros, los
señores Holtzer.
Apenas zarpó el barco del puerto de El Pireo, con nuestros amigos viajando hacia
lugares de fantasía en el Mar Negro, un tremendo episodio sísmico se dio en
México, D.F., materializándose en un temblor de 8.5 grados de la escala de
Richter, que trajo como consecuencia al menos veinte mi muertos y más de cien
mil desaparecidos, con infinidad de edificios colapsados, sobretodo en la zona de
Nonoalco, Tlatelolco.
La tragedia fue inmensa, y la sociedad civil salió a las calles para sustituir la falta
de atención inicial del gobierno constituido del presidente Miguel De la Madrid,
quien quedó estupefacto durante los primeros días, en actitud de no creer lo que
en realidad estaba sucediendo, además de no saber cómo actuar ante tremenda
contingencia.
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260!
predecesora, lo que motivó que muchos de los daños causados el día 19, fueran
ampliados o consolidados por el segundo fenómeno.
La emergencia fue tal que, entre otras de las instalaciones importantes cuyas
sedes colapsaron, se contaban el Centro Médico Nacional, el Hospital de
Cardiología, la Clínica de Gineco-Obstetricia, y muchas instalaciones más del
Instituto Mexicano del Seguro Social IMSS. Otra dependencia cuya sede central
colapsó, fue la Secretaría de Industria y Comercio, la propia sede de la Cancillería,
en Tlatelolco, el Palacio Nacional sufrió, a su vez, innumerables daños internos y
de sus cimientos.
La verdad todo fue horroroso, según cuenta mi hermano Carlos, ya que, tanto él,
como algunos amigos de su círculo más cercano, en los muchos recorridos que
realizaron por toda la ciudad, no podían creer la enorme destrucción que se abatió
sobre la capital de México, así como el sinnúmero de damnificados que los sismos
dejaron a lo largo y ancho de mi querida ciudad.
Una vez que fue posible iniciar la cuantificación de los daños, el gobierno de
nuestro país tuvo que rectificar la posición adoptada en un principio, en el sentido
de rechazar cualquier tipo de apoyo extranjero, es más, demandó con urgencia la
asistencia que fuera menester, como vía para poder hacer frente a una
contingencia de la envergadura que realmente fue.
!
261!
del momento, ya que, como fue señalado, todos los circuitos telefónicos había
colapsado y se encontraban fuera de servicio.
Este evento de solidaridad con México ha sido uno de los muchos que nos
hicieron comprender lo importante que es nuestra gran nación, en el contexto
internacional, al tiempo que hizo posible que una niña mexicana – Caty Gutiérrez
Gaviria – agradeciera en el idioma de ese país, en nombre de la niñez mexicana
por el invaluable apoyo recibido.
Lo dicho por Caty en esa ocasión, quedó grabado en video y forma parte de
nuestros tesoros infantiles del recuerdo a nuestros queridos hijos.
Una vez superada la emergencia, y con el país más tranquilo, sobre todo, gracias
al avance de los trabajos de reconstrucción – muchos de los cuales, a estas
alturas, no han sido concluidos -, nosotros continuamos con nuestra rutina laboral,
y quehacer personal, por lo que, Olga Inés y yo programamos un viaje a Estambul,
como medida para conmemorar, el 29 de noviembre, nuestro aniversario de
bodas.
Iniciamos nuestro viaje con muchas y positivas expectativas, viajando por la línea
aérea de bandera: Olympic, con salidas diarias a Estambul, en una de las cuales
nos embarcamos en una ruta de aproximadamente hora y media.
Esta bella ciudad, capital hasta el año 330 de nuestra era del Imperio Bizantino; a
partir de dicho año, y hasta 1453, se denominó Constantinopla, capital del Imperio
Romano fundado por Constantino. El nombre actual Istambul, fue adoptado
!
262!
durante todo el Imperio Otomano, pero determinado oficialmente hasta marzo de
1930, en que ya se denominaba Turquía a esta Nación.
Otra de las cosas emocionantes que descubrimos en este viaje fantástico, fue El
Gran Bazar, lo más parecido que habíamos visto ambos a las cuevas de Alí Babá,
por el cúmulo de tesoros exhibidos y puestos al alcance de la demanda turística
que, como en nuestro caso, nos quedamos con los ojos abiertos de admiración, y
las lágrimas de Olga Inés, quien no podía creer lo que sus ojos le estaban
mostrando.
!
263!
A nuestro regreso a Atenas, continuamos con nuestras actividades tanto en la
embajada, como en la parte social que corresponde al encargo como jefe de
Cancillería, fue así que conocimos a un matrimonio mu agradable, por un lado,
Eduardo Barajas, recién designado como Cónsul General de Colombia, y por otro
su esposa de nacionalidad griega, Klety, ambos padres de una hermosa niña
llamada Terena.
Con Eduardo y con Klety cultivamos muy positivos vínculos, duraderos hasta el
presente, a pesar de que en algún momento ambos decidieron divorciarse y vivir,
uno en Colombia, y la otra en Grecia.
Otro de nuestros amigos más cercanos de aquel entonces, fue Francisco Ramos,
y su esposa Maritza. Paco era el representante de la línea aérea Iberia, y
Martitza, de nacionalidad costarricense, era su segunda esposa. Entre ambos,
tuvieron un hijo: Paquito, el chillón.
De los contactos a nivel diplomático, además de los esposos Barajas, hicimos muy
buenas relaciones con casi todos los representantes de América Latina, o con los
de países específicos como sería el caso de Egipto, con el Consejero Mohamed
Dorhami, y su esposa Nezma, quienes posteriormente sirvieron como
embajadores en México; la señora Filena Worden, secretaria de la embajada de
los Estados Unidos de América.
Resulta muy curioso señalar que, como me había sucedido muchos años atrás,
recién ingresado a la Secretaría, varios funcionarios de inteligencia, principalmente
de las embajadas de los Estados Unidos y de la URSS, me buscaban con el
ánimo de obtener información sobre temas específicos de su interés.
!
264!
Por ese entonces, como ya enuncié durante el relato de nuestra estancia en
España, el manejo de algunas iniciativas importantes determinadas por la
administración del Presidente De la Madrid, como el caso de su involucramiento
en el proceso de paz en Centroamérica, a través de la iniciativa del Grupo
Contadora, causaba interés y curiosidad de las dos potencias mundiales con
respecto a la forma en que los integrantes del servicio exterior veíamos dicho
proceso.
A dicho viaje, fuimos los cuatro, y estuvimos una deliciosa semana, misma que
aprovechamos para visitar casi todos los museos de la periferia, Almacenes como
el Harrods, de gran fama mundial, u otros localizados en la zona de Oxford Street,
así como al mercado de “pulgas” en donde uno siempre puede encontrar cosas
sorprendentes y exóticas, como fue el caso de un elefante de cristal que
adquirimos por unas cuantas libras esterlinas, o el cascarón de un huevo de
avestruz, mismo que aún conservamos.
!
265!
Con nuestros compañeros y amigos del servicio exterior, tuvimos la oportunidad
de disfrutar en ambiente familiar las fiestas de ese momento, así como
invitaciones para conocer lugares famosos, como el zoológico, restaurantes, y
puntos de interés turístico, como el Palacio de Buckingham, residencia de Su
Majestad, la Torre de Londres, el Parlamento, y un amplio etcétera, que hizo
posible que nos mantuviéramos la mayor parte del día en la calle, disfrutando del
ambiente magnífico de esa capital europea tan cosmopolita.
Caímos en cuenta lo difícil que era para nuestro joven Carlos Ignacio el poder
relacionarse con el entorno, por lo que decidimos apostar por un idioma en común:
el inglés, que era el único que hizo posible que, poco a poco, dejara de
tartamudear cada vez que se quería comunicar.
Con los niños salimos muchísimo, tanto a visitar lugares de interés a lo largo y
ancho del país, como dentro de la ciudad capital en donde la oferta para
extranjeros era muy variada y extensa. A esas edades, asistían con mucho gusto
a las ferias de juegos mecánicos. Cerca de nuestra casa en Maroussi había por lo
menos dos de esas ferias, las que visitábamos con asiduidad.
Debo reconocer que Carlos Ignacio se aficionó tanto a este nuevo entretenimiento
que, casi cada tercer día quería alquilar una sola película: Himan.
!
266!
Por ahí de la tercera semana del mes de abril, decidimos realizar un viaje de sumo
interés: Meteora, que es una localidad cuya característica principal es que se
ubican en su entorno muchos y antiguos monasterios que mantienen ritos
ancestrales, tales como la prohibición de que mujeres los habiten, y en su caso,
las que tienen la suerte de visitarlos, deben utilizar atuendos especiales que
cubran cualquier parte de su cuerpo que pueda resultar una “tentación” a la
circunstancia de meditación de los propios monjes.
Como consecuencia de dicha veda, nuestra dieta familiar fue modificada, a grado
tal que, si deseábamos comer una carne asada, debíamos traer carne de la
Argentina, que afortunadamente se importaba por un comerciante cuya empresa
tenía sede en Bruselas.
Por lo cual adquirimos carne argentina, y nos dimos el gusto de agregar a nuestro
consumo alimenticio diario, vianda tan exquisita.
!
267!
Nunca supimos, y creo que no sabremos jamás si, como resultado de la comisión
en Grecia, en ese preciso momento de nuestra biografía personal, pudimos
quedar afectados, o susceptibles a algún tipo de efecto negativo como
consecuencia del evento nuclear que se ha relatado. La cruda realidad, sigue
siendo un misterio.
Aprovechamos el entusiasmo e íbamos con Olga Inés, tres veces por semana,
lunes, miércoles y viernes; conseguimos una persona que jugaba más o menos
como nosotros, el señor Alex Kukulas, recomendado por nuestra entrenadora, la
señora Beatriz. Con Alex concretamos una cercana relación despojada de todo
tipo de interés que no fuera el gusto de ambos por el golf, lo que nos sirvió mucho
para divertirnos.
Además de Paco Ramos, coincidimos en el gusto por el golf con otro amigo
español, Amadeo, quien representaba en Grecia a la empresa promotora turística
Ibero jet.
Un poco más tarde, conforme comenzamos a jugar mejor, nuestro amigo, Eduardo
Barajas, quien había sido promovido de ser Cónsul General, al grado de
Embajador en Grecia, se unió a nuestro grupo, con lo que sumamos cuatro
entusiastas que salíamos siempre que se podía.
Por lo que respecta a Caty, como iba al colegio entre semana, decidimos que la
señora Beatriz, quien nos había dado las primeras clases que integran el curso
básico, la recibiera para práctica los sábados. Grande fue nuestra sorpresa que,
!
268!
más pronto de lo que nos imaginábamos aprendió las bases principales,
animándose con ello a salir al campo para entrenar con nosotros.
La membresía al Club de Golf era con carácter de cortesía para los integrantes del
cuerpo diplomático, por lo que nosotros únicamente cubríamos con gusto, los
consumos que realizábamos.
Cada vez que teníamos oportunidad salíamos a paseos por distintos lugares de
interés en la capital y sitios circunvecinos, incluso, con Olga Inés salimos de viaje
a Hungría, lugar al que nos acompañaron Rosa María Casas y Arturo Hernández,
quien se había casado recientemente con su novia, una chica que vino desde
México al efecto.
No obstante, los cuatro días que duró la visita, fueron muy cómodos en todos los
aspectos, sobre todo en función del costo/beneficio que no correspondió cubrir
como pago por el viaje, organizado por una agencia especializada.
Uno de los detalles que más nos impactó, tiene que ver con el hecho de que, una
noche, bajamos a la piscina del Hotel Buda Pente, que estaba climatizada y
cubierta con un gran ventanal desde el cual se tenía una magnífica vista
panorámica de la ciudad, nadamos un rato, y más tarde decidimos entrar al baño
sauna, que era mixto. La sorpresa tiene que ver con el hecho de que todos los
que estaban en ese pequeño espacio estaban desnudos; sí, completamente en
pelotas, y los sorprendidos fuimos nosotros, quienes veníamos de occidente en
!
269!
donde se supone – nosotros así lo creíamos – que la gente era más liberal; pero
nos equivocamos.
Lo extraordinario que notamos, tiene que ver con el hecho de que una vez que
pasas la estación migratoria griega, ingresas a una especie de tierra de nadie, que
es una zona con alambrados y múltiples letreros de advertencia que, lógicamente,
no pudimos interpretar. Al término de dicho espacio territorial, comenzaba la zona
búlgara propiamente dicha, con su estación migratoria de paso obligatorio para
cualquier ingreso legal al país.
Una anécdota importante, y a la vez formativa, tiene que ver con la indicación que
nos fuera impartida sobre la inconveniencia de cambiar nuestras divisas
convertibles en lugares no autorizados a dicho efecto, es decir, no dejarnos
engañar por los múltiples cambistas callejeros, ya que podríamos ser fácilmente
engañados.
!
270!
Con el primer cambista ambulante que nos abordó, caímos en su juego, ya que le
entregué un billete de cien dólares, y él aparentemente, me lo canjeo por
quinientos pesos búlgaros, que no eran sino quinientos dracmas (moneda en
Grecia) lo cual fue comprobado por Olga Inés, quien me señaló que había caído
en una trampa.
Recuerdo claramente que nuestros dos muy queridos hijos insistieron que
deberíamos continuar con el ejercicio, ya que si habíamos sido engañados una
vez, la segunda sería mucho más difícil, argumento que yo me creí a raja tabla,
por lo que volví a caer en el engaño, circunstancia que me hizo reflexionar lo
inconveniente del ejemplo que estaba dando a mis dos bellos hijos, y a mi muy
querida esposa.
Superado dicho extremo, visitamos en Sofía muy bellos lugares, como por ejemplo
mezquitas y centros culturales que emulaban el nombre de la hija del presidente
Yivkov, así como invernaderos en donde se cultivaba la flor nacional: la rosa, de la
que se preparaba todo tipo de cosméticos y productos de belleza, y hasta
perfumes.
Fue un viaje muy agradable que, además hizo posible que nuestros dos hijos,
Caty y Carlos Ignacio, pudieran ver y contrastar las diferencias culturales que a
todas luces se apreciaban, entre lo que les había tocado vivir en nuestros países
occidentales, y las tradiciones y costumbres de una Nación como la búlgara.
Regresamos a Atenas por la misma ruta por la que iniciamos nuestro viaje
sorprendente y emotivo, frontera ideológica y político/militar de dos culturas que,
para ese entonces, se contraponían.
Ese verano nos tocó viajar a México y a Colombia, de forma que organizamos lo
mejor posible esta nueva experiencia cerca de nuestros familiares más cercanos
en uno y en otro país. En mi caso, el viaje a México coincidió con la visita (la
primera) que realizó a nuestro país un Primer Ministro griego, cuyo doble objetivo
fue, por una parte, participar en la segunda reunión de los jefes de estado del
grupo de los seis que ya he referido, y por otra, el cumplimiento de una agenda
bilateral.
En lo que tuvo que ver con la visita bilateral, como siempre, se me solicitó el apoyo
para facilitar el debido desarrollo del programa que realizó en nuestro país. El
encargo, fue muy positivo a los fines de mi desempeño profesional, ya que estuve
en todo momento acompañando a la comitiva griega, entre otros, además del
Primer Ministro, los Ministros de Cultura y de las Juventudes, respectivamente,
Andonis Tritsis, y Georgios Papandreu (hijo del Primer Ministro).
!
271!
Por cierto, el Ministro Tritsis hablaba y escribía perfectamente el castellano, lo que
facilitó mucho su comunicación con los diversos interlocutores con quienes estuvo
en contacto.
Por lo que respecta a nuestras vacaciones, tal cual era de esperarse, disfrutamos,
tanto en México, como en Colombia de nuestras respectivas familias.
En México paseamos con todos y visitamos lugares que siempre nos fueron de
interés; por lo que respecta a Colombia, lo mismo, fincas, días de alegría y
cercanía con la familia. Lo que más sorprendió a todos en Colombia fue el hecho
de que Carlos Ignacio guardaba un gran parecido con Jaime Humberto, en
hermano de Olga Inés que falleció en un accidente de aviación.
Concretamos los arreglos, y más tarde que temprano, viajamos desde Atenas,
hasta el Cairo a bordo de un vuelo de Egypt Air, por cierto, una línea con
bastantes informalidades, como por ejemplo, en el cumplimiento de los horarios de
sus respectivos vuelos internacionales.
Sin embargo, nuestro estado de ánimo era óptimo, así que no desaprovechamos
la oportunidad para involucrarnos en los secretos de una de las culturas milenarias
más destacadas en la historia de la humanidad.
!
272!
A nuestra llegada al Aeropuerto Internacional nos encontramos con el propio
Héctor, quien nos recibió con infinitas muestras de cariño, llevándonos a su casa,
en donde estaba su esposa Lety, y Héctor, uno de los dos hijos de la pareja – el
otro estaba en proyecto aún -. Por cierto, mi amigo ocupaba un hermoso
departamento en el piso 16 de un edificio panorámico, cercano al Río Nilo, y
desde el que se apreciaba con claridad la silueta de las Pirámides de Guiza:
Keops, Kefrén y Micerino, así como de La Esfinge.
Dentro de las primeras visitas que realizamos, por supuesto, hasta el sitio
arqueológico de Guiza, en donde pudimos sorprendernos por la increíble belleza
de los monumentos, las observamos lo más cerca que se pudo, y contrario a lo
que en su momento se comentaba, sí pudimos bajar hasta el corazón de la mayor,
la de Keops, además de recorrer la zona completa, practicamos la montada de un
camello, primero Olga Inés sola, después, con Caty; más tarde con Carlos Ignacio;
y finalmente yo solo.
No me quedó otro remedio que conversar en silencio con ese gran tesoro de la
humanidad, al que confié mi destino en este magnífico planeta (la verdad, no se
me ocurrió nada más solemne).
Dentro de los objetos más populares y más interesantes, los papiros pintados a
mano – de los que compramos más de veinte – y las joyas en oro con diferentes
geroglíficos, muchos de los cuales, determinan el nombre de quien los porta. Por
su parte Olga Inés adquirió unos cabouchones de una piedra denominada
alejandrina, que más tarde fueron adornados como dos bellas mancuernas que
aún conservo en mi basta colección.
!
273!
Coronamos con éxito este viaje, y regresamos a nuestra ciudad de destino
diplomático, es decir, a Atenas, en un vuelo en el que veníamos repletos de las
muchas y variadas adquisiciones que hicimos en este lugar.
Un detalle que no se puede dejar pasar sin algún comentario sobre ese particular,
tiene que ver con dos costumbres que implementamos en este país.
La primera, tiene que ver con la tarjeta de felicitación que, con motivo de las
fiestas de fin de año, enviamos a familiares y amigos; esta tarjeta consistía en una
fotografía de Caty y Carlos Ignacio en distintas posiciones, como fue la del primer
año que la implementamos en donde Caty estaba de Virgen María, y Carlos
Ignacio, todavía un bebé, como niño Jesús. En otro años, las enviamos con
fotografías desde la Acrópolis, con el Partenón en el fondo; y una más, con los
típicos trajes de charro mexicano.
Una vez que finalizamos la visita a Egipto, continuamos con nuestros esfuerzos
encaminados a representar a México desde la perspectiva más adecuada a los
intereses de nuestro país, acogido muy positivamente en el ambiente político en
Grecia, no sólo por el clima de respecto generado en torno a las causas comunes,
como la famosa iniciativa de los seis sobre Paz y Desarme, comentada con
anterioridad.
Ese año viajó a Grecia el hermano de Olga Inés, José Obdulio, a quien, como en
ocasiones anteriores, atendimos y paseamos como si fuera la última vez.
!
274!
Los paseos incluyeron visitas a la Acrópolis, Placa, Kolonaki, y desplazamientos
por diversas zonas arqueológicas, como Corinto, Delfos, Epidauro y otras del
mayor interés, lo que se tradujo en una estancia muy provechosa para todos,
especialmente, para José Obdulio.
Otro viajante que recibimos ese año, fue de Carlos mi hermano, quien, junto con
su familia, es decir, esposa e hijas, nos acompañaron a un crucero por el Mar
Egeo, a bordo del barco Stella Solaris, de bandera italiana. Los sitios a los que
fuimos, saliendo desde el puerto de El Pireo, fueron: Santorini, Mikonos, Patmos
(en donde se supone que San Juan escribió La Apocalipsis) del lado turco, el
puerto de Kuzadasi, y de ahí viajamos en autobús a recorrer el sitio arqueológico
de los que fue la ciudad de Efesos, con su magnífica biblioteca y sus obras
clásicas de imborrable memoria.
El crucero fue de cinco días, mismos que disfrutamos muchísimo, sobre todo por
los lugares que visitamos, el ambiente a bordo, y el buen gusto con el que este
tipo de cruceros, manejan su relación con los pasajeros. En Turquía,
aprovechamos la oportunidad para adquirir una seis alfombras tejidas a mano, y
sobre todo, a precios razonables.
Otros paseos que realizamos a bordo de embarcaciones como sería las de los
Flight Dolphins fueron: Hydra, Poros y Egina, distantes a pocas millas náuticas de
la ciudad de Atenas. Estos navios, popularmente conocidos con el nombre citado,
eran unas embarcaciones de fabricación soviética que navegaban por encima de
la superficie del agua a velocidades considerables.
Uno más, en que llevamos incluso nuestro vehículo, fue a bordo de un barco
transbordador, de los muchos que se mueven desde ciudades importantes de la
costa griega hacia las muchas islas que conforman su territorio, en esta ocasión, a
la isla de Andros. Por razones que desconozco, a pesar de las muchas
recomendaciones que nos habían hecho sobre lo hermosa que es esta isla, la
verdad es que no salimos complacidos de su visita, es posible que la razón
principal de dicha conclusión, tuvo que ver con el hecho de que estaba habitada,
casi totalmente, por adultos mayores, siendo que nosotros éramos muy jóvenes, y
llevábamos a dos niños, nuestros queridos Caty y Carlos Ignacio.
!
275!
que estábamos acreditados. Dicha circunstancia tuvo que ver, entre otras
razones, a que la embajadora Olga Pellicer, era muy cercana al Secretario
Bernardo Sepúlveda, razón por la cual, casi siempre respondía afirmativamente a
las solicitudes que se le encausaban.
Sin embargo, y en descarga a dicha afirmación, confieso que doña Olga Pellicer
desarrolló una magnífica labor política cerca del gobierno griego, y de forma muy
especial, como ya quedó asentado, con el Primer Ministro, Andreas Papandreu, y
muy especialmente, con su esposa (de origen estadounidense) Margarita.
Lo anterior hizo posible que a todos los funcionarios acreditados se nos facilitara
nuestra labor de información y difusión. En mi caso concreto, además de los
contactos institucionales que fueron realizados, pude desarrollar otros con enlaces
de los principales partidos políticos con representación parlamentaria, entre ellos
el Pasok, que era el gubernamental (centro izquierda); Nea Demokratía, principal
de oposición (centro derecha); el KKE (comunista); y el KKE exotericón (euro
comunista).
Durante este período nos visitó, lo que desde mi punto de vista fue la primera
misión parlamentaria mexicana en pisar territorio griego, integrada por
representantes de tres partidos políticos: María Emilia Farías, por el PRI; Sergio
Armando Valls Hernández, por el PAN; y Heberto Castillo, por la izquierda
representada en ese entonces en el PSUM.
Con ellos, al igual que con todos los funcionarios que nos visitaron, desarrollamos
una labor más allá de lo que, en teoría era lo obligatorio, es decir, procuramos
apoyarlos en todo aquello que nos fue posible, incluso en el tema de las
adquisiciones, ya que, recuerdo bien el caso del diputado Heberto Castillo – quien
viajó con su señora esposa – lo llevamos a que adquiriera un abrigo de visón, con
el que engalanó a su señora esposa.
Unos meses más tarde, me correspondió el gusto de obsequiar a Olga Inés con un
abrigo de visón, confeccionado con puros lomos, lo que suponía que era de la más
alta calidad.
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276!
Lucila llegó a Grecia acompañada de su señora madre, y de uno de sus dos hijos:
Mauricio. El otro, de nombre Roberto, se encontraba adscrito a nuestra embajada
en Bulgaria, razón ésta, por la que intuyo, solicitó su cambio a Atenas.
!
277!
embajadora, y a su esposo, el profesor Brodi (de origen austriaco) que era un
profesor emérito de la UNAM.
Lo pasamos estupendo, y sucedió algo muy curioso, yo fui con mi traje de charro
mexicano, y de repente se acercó a nuestra mesa una señora a la que no
conocíamos – después supimos que era Illiona Staller, la chicholina – quien me
invitó a bailar, cosa que acepté, y bailamos un par de piezas, bajo la mirada
burlona de todos nuestros amigos en la mesa.
El otro evento, la posada mexicana, fue un acto muy especial, ya que fue invitada
de honor la señora Margarita Papandreu, quien recibió por parte de todos nuestra
admiración y respeto. Como sucedió desde mi llegada, fui el locutor y animador
del evento, lo que me permitió el honor de solicitar a la señora Papandreu que me
acompañara en un baile, cosa que, con agrado acepto tan encantadora dama.
Por lo que respecta a la cena de nochebuena, asistimos con Caty y con Carlos
Ignacio, ahí estuvieron invitados todos los funcionarios de la embajada, y
participaron también los hijos de la embajadora: Carlos y Sebastián, ambos
estudiantes de la Universidad de Oxford, en Inglaterra.
Comento aquí que, pocos meses después de este convivio, y una vez que el
profesor Brodi regresó a México, nos enteramos de que había sido víctima de un
asalto, y como consecuencia del mismo, perdió la vida.
Para el año siguiente nos encontramos con bastantes novedades, en primer lugar,
la convocatoria a la embajadora para poner fin a su misión diplomática en Atenas,
y trasladarse, en breve plazo, a su nueva comisión como Representante Alterna
ante la Delegación de México en la ONU, en la ciudad de Nueva York, lo que
indudablemente representaba para ella una promoción importante, así como un
reconocimiento a la labor desarrollada al frente de la embajada en Grecia.
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278!
Por lo que respecta al ámbito personal, recibí de México la excelente noticia de
haber sido promovido al rango de Ministro, considerado como el último eslabón de
la carrera en el servicio exterior, ya que los nombramientos de Embajador o Jefe
de Misión, eran otorgados por el Presidente.
En fin, la embajadora tomó las providencias del caso, y tal cual se mencionó, en
breve se trasladó a su nuevo destino.
Esta Nación que durante muchos años se sostuvo bajo un régimen de absoluta
ortodoxia comunista, encabezado por el legendario dirigente Enver Hoxha,
finalmente comenzaba a promover una paulatina apertura hacia el exterior, dando
pasos lentos, pero muy concretos, en su relación bilateral con Italia, y con Grecia,
lo cual quedó claro con la decisión de dar por finalizado el “estado de guerra” que
prevaleció entre ambas Naciones, desde el comienzo de la Segunda Guerra
Mundial.
El anticuado líder gobernó con mano de hierro el país, hasta 1985, año en que fue
sustituido por Ramiz Alia (1985-1991), quien a la postre condujo al país hacia una
paulatina apertura con la Europa Occidental.
Para concretar los detalles relativos al viaje, aproveché la relación que se había
concretado con el colega Consejero de la Embajada de Albania, quien fue el
intermediario para la obtención de las visas, así como las reservaciones en el
Hotel oficial del Estado, en la capital del país, la ciudad de Tirana.
El viaje, como la mayoría de los que realizamos por ese entonces, fue muy
agradable. La ruta hacia la frontera es a través de campos muy bellos, mismos
!
279!
que se continúan vislumbrando en el panorama del país del misterio, a partir de
cruce en Jirokastra, al que accedimos sin mayores complicaciones, circulando por
vías bien pavimentadas, pero absolutamente vacías, cruzando poblaciones como
fueron los casos de: Berat, y Lushnje, hacia la ciudad de Tirana, capital del país.
Una de los detalles que más nos llamó la atención en nuestra ruta terrestre, es la
calidez con la que la gente del campo nos veía pasar, saludándonos, y
haciéndonos señas como intentando articular algún tipo de comunicación. Este
detalle, después averiguamos que era un intento de que les hiciéramos saber la
hora, ya que muy poca gente en el país, y sobre todo en la zona rural – que es la
mayoría del territorio - dispone de relojes de pulsera, considerados como artículos
de absoluto lujo.
Por la mañana, al día siguiente, bajamos a desayunar al salón comedor del hotel,
que se encontraba absolutamente vacío, ya que, como fue mencionado, el acceso
estaba prohibido a nacionales, y sólo se permitía que extranjeros en misión oficial
o de viaje turístico, disfrutaran de unas comodidades vedadas a todos dentro del
país.
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280!
con verdadera fruición los restos de alimento que habíamos dejado tras nuestro
desayuno.
Sin embargo, tras dar unas vueltas por algunos sitios marcados como de interés
histórico turístico, como fueron los casos del Museo Nacional, el Pabellón en
homenaje al líder Enver Hoxha, y un almacén de ventas de todo tipo de artículos,
decidimos ir a visitar un parque público, en donde tanto Caty, como Carlos Ignacio
estuvieron jugando un buen rato.
El día se pasó sin mayor pena ni gloria, aunque encontramos un lugar en el que
vendían, entre otras cosas artesanales, alfombras hechas a mano. Nos
detuvimos, vimos lo que había en el lugar, y adquirimos dos alfombras albanesas,
cuya memoria aún se conserva como parte del menaje de nuestra residencia
particular.
Otro evento que nos dejó perplejos, tuvo que ver con la adquisición por medio de
cupones de la gasolina que requeríamos para nuestro viaje de regreso. Sucedió
que dichos cupones sólo se podían adquirir en lugares determinados para
extranjeros, mismos que no contaban con personal que hablara ningún idioma que
no fuera el propio, por lo que, al adquirir los cupones solicité que fueran de “nafta”,
imaginando que, tal cual sucede en Argentina, eso equivaldría a gasolina sin
plomo.
La verdad fue que una vez que fuimos a la estación de gasolina, le llenaron el
tanque, pero no con el tipo de gasolina que estaba determinado para este tipo de
vehículos, sino que le pusieron diesel. La reacción, de inmediato, fue como que el
motor iba a estallar, tuvimos tiempo sólo de llegar al hotel, y uno de los vigilantes
que ahí permanecía me aseguró que él mismo podría ayudarme a lavar el motor,
si fuera el caso de que yo tuviera gasolina sin plomo nueva.
!
281!
Por suerte, como ya fue asentado, llevábamos en la cajuela dos recipientes, cada
uno como de cuatro galones, cantidad que fue suficiente para sacarnos del
embrollo, y hacer posible que, al día siguiente emprendiéramos la segunda fase
del paseo, es decir, visitar el balneario más popular del país: Durrés.
La verdad, nunca me habría imaginado el malestar del gobierno griego por nuestra
propuesta, ya que, unos años atrás, siendo funcionario de nuestra representación
ante las Naciones Unidas, el señor Beckman había sido enviado a Chipre, como
representante personal del Secretario General, a tratar de resolver la diferencia
surgida como consecuencia de la creación de la República de Chipre del Norte,
impulsada por el gobierno de Turquía, a través del dirigente local Rauf Denktash.
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282!
uno, el resúmen sobre su actuación en el caso de Chipre..” Concluyó: “..en todas
sus gestiones, fue contrario a nuestros intereses…” Además señaló el Canciller,
“…en este otro legajo, dispongo de información confidencial y fidedigna sobre el
comportamiento personal del señor Beckman, con los altos mandos militares de la
fuerza de ocupación..!
Una vez que informé a México sobre lo acontecido, la Secretaría ofreció enviar
una nueva solicitud, aunque el viaje del Canciller Sepúlveda seguía en firme para
el mes de mayo de ese año, mismo que era de gran trascendencia para México,
ya que era un año electoral, y las campañas políticas comenzaban a activarse,
especialmente, la del representante de las izquierdas, Cuauhtémoc Cárdenas,
viejo priista que había salido de su partido, acompañado de otros dirigentes de
importancia como Porfirio Muñoz Ledo, e Ifigenia Martínez.
En un breve espacio que encontré entre las múltiples funciones que realizaba, hice
una visita a la Montaña Sagrada, o Monte Athos, lugar ubicado en una de las tres
penínsulas que componen la provincia de Macedonia, a donde está estrictamente
prohibido que ingrese mujeres, es más, la autoridad local solo autoriza el paso de
120 personas diarias, 110 griegos, y diez extranjeros.
A este viaje fui con Andonis Tritsis, quien fue Ministro de Cultura, y con quien,
como ya fue señalado, hice una muy buena relación personal.
Por lo que respecta a la visita de nuestro Canciller, el viaje comenzó mal, ya que el
vuelo de la línea aérea KLM en que llegó a Atenas, había extraviado sus maletas,
y las de su esposa Ana Iturbide, por lo que, la primera reacción fue muy negativa.
No obstante, la Secretaría había tomado la precaución de solicitar a la embajadora
Pellicer que viajara desde Nueva York, hasta Atenas, para hacer más fácil los
encuentros.
Como siempre, Olga Inés de inmediato se ofreció a prestar alguna de sus prendas
más elegantes a los fines de que la señora Sepúlveda no se sintiera mal en los
eventos que le correspondía atender, por lo que, para nuestra sorpresa, al día
siguiente de su llegada, y primero de la visita oficial, la señora Sepúlveda lució un
bello vestido de Olga Inés.
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283!
El Secretario se hizo acompañar de varios funcionarios de nuestra Cancillería,
entre los que destacaban: Roberta Lajous, Directora General para Europa
Occidental; y Manuel Rodríguez Arriaga, Coordinador de Asesores.
En los encuentros bilaterales, tanto con el Canciller, como con el Primer Ministro,
estuve siempre presente y atento a lo que acontecía, ya que esa era mi
responsabilidad. Se había previsto que Sepúlveda ofreciera un almuerzo en honor
del Canciller griego, y de otras autoridades nacionales, para lo cual se dispuso una
organización en la que estuvo muy involucrado.
Al concluir el viaje, recibimos otra visita, esa de gran interés para todos, ya que se
trató del embajador Alfonso García Robles, Premio Nobel de la Paz, y actor
importante en el Comité de Desarme de las Naciones Unidas. Su viaje lo hizo con
la representación presidencial, y el objetivo fue asistir a una de las reuniones del
Grupo de los Seis sobre Paz y Desarme, realizada en la población local de
Karditsa.
A la que nos trasladamos, constatando que era una especie de pueblo infame con
gran humedad ambiental, y en el que, lo menos que nos sucedió es que nos
asignaron una habitación en un hotel muy por debajo de la investidura que
representábamos. A este viaje, fuimos todos, con Olga Inés, Caty, Carlos Ignacio
y Susan, por lo que, a pesar del entorno, lo pasamos muy bien, como siempre.
!
284!
sobre todo para mantener la cercanía necesaria con nuestro Premio Nobel de la
Paz. Llegado el momento, García Robles solicitó a Olga Inés si quería bailar, a lo
que mi dulce esposa accedió positivamente.
En medio de la melodía que ambos seguían con puntual ritmo, a Olga Inés se le
ocurrió preguntas al embajador García Robles qué había sentido cuando recibió
su Oscar. García Robles, no se aguantó la risa y respondió: “..no fue un Oscar;
fue el Premio Nobel de la Paz..”
Este relato siempre lo hemos tomado con infinita alegría, ya que, a pesar de lo
ingenua de la pregunta, el interlocutor era un hombre con una educación de
excelencia, y con magnífico sentido del humor.
!
285!
Capitulo 17
Como era de esperarse, el gobierno griego otorgó, en breve plazo, su aceptación
al nombramiento de Hugo, quien en un plazo de un mes, aproximadamente, arribó
a Atenas, acompañado de Lucinda, su esposa, procediendo, en breve a la
presentación de sus cartas credenciales ante el presidente Kristos Sartzetakis, en
una ceremonia solemne en el Palacio Presidencial, ubicado en la zona de Zappio,
barrio en el que también se encontraba nuestra misión diplomática.
Desde su llegada, Hugo tomó posesión de los trabajos de la embajada, así como
de los espacios de la residencia oficial, un bello y céntrico departamento,
propiedad de los Armadores locales, la familia Gulandrís.
El caso de Carlos era muy curioso, ya que, durante la misión en Madrid, su trabajo
lo desempeñaba con una plaza de empleado local, lo que implicó que, en breve
tiempo, se preparara y para el concurso de ingreso al servicio exterior, al cual se
incorporó, desde el primer intento, lo que implicaba que a su comisión en Atenas
llegara en calidad de Tercer Secretario.
Para nosotros ese anuncio no tuvo ninguna relevancia, ya que para ese momento
estábamos ocupados con infinidad de temas familiares como serían los casos de
las escuelas de Caty, y finalmente de Carlos Ignacio, quien estaba ya en edad de
comenzar sus cursos de pre primaria, por lo que lo inscribimos en otra escuela
internacional: El Campion, en donde tuvo oportunidad de aprender sus primeras
letras.
Para ese verano fue muy difícil que nos trasladáramos todos en viaje de
vacaciones – como consecuencia de la reciente llegada del embajador -, como
había sido nuestro deseo, sin embargo, Olga Inés, Caty y Carlos Ignacio si
viajaron, sobre todo considerando para ello, su periodo de vacaciones veraniego.
La verdad sea dicha, me hicieron mucha falta, ya que, nos quedamos solos con
Susan, y no era lo mismo que tener la oportunidad de escuchar a los dos hijos
conversando y riendo todo el día.
!
286!
Maroussi, nos hizo saber que el inmueble requería de ciertas reparaciones, como
consecuencia de la aparición de innumerable humedades en paredes y techos.
Como la razón no sólo tenía lógica, sino que estaba debidamente fundamentada,
comenzamos el proceso para ubicar un nuevo espacio para nuestra familia. La
suerte corrió de nuestro lado, y localizamos una hermosa casita sola, con un
pequeño jardín y áreas de esparcimiento, en la calle Gissi, en el barrio más
elegante de la ciudad: Paleo Psihikó.
El motivo que razonó Caty sobre su disgusto con la casa, tenía que ver más con el
color en que estaba pintada, que con el inmueble, propiamente dicho. La
inconformidad fue desapareciendo una vez que pintamos toda la casa en blanco, y
que nuestra amiga griega, Klety, comentara que era una típica residencia
mediterránea, lo que, imagino, emocionó a nuestra muy querida nena.
Los únicos cambios que realizamos, justamente, en el verano, tienen que ver con
la instalación de dos splits o aires acondicionados, que adquirimos para ubicarlos
en las habitaciones.
Como ya teníamos esa casita, el embajador del Perú nos obsequió un cachorro de
perrito callejero, que llevamos a la residencia como vía para que los dos hijos
dispusieran de una mascota. El primer problema que se presentó con esta nueva
mascota, tiene que ver con el hecho de que, al estar en la parte externa de la
casa, es decir, en el jardín, cada vez que pasaba un vehículo por la acera, salía
corriendo para ladrarle, y de esa forma hacerse presente.
La primera queja no tardó en llegar. Los escoltas del señor Papandreu hicieron
notar que nuestro perrito les incomodaba, ya que, a la hora de la siesta –
normalmente, después del almuerzo – ladraba de forma intermitente; sugerían que
se guardara a la hora de la siesta, y que estuviera fuera el resto del día, a lo que
accedimos sin ningún inconveniente.
Para ese verano, doña Martha concretó la anhelada visita a Grecia; quería tener el
gusto de ver el Partenón desde la lontananza del paisaje, cosa que no fue difícil, si
para ello se conoce la ciudad capital, ya que, el camino obligatorio desde el
aeropuerto, hacia nuestra casa en Paleo Psihikó, era por la avenida Singrou, ruta
que me permití seguir, con lo cual, el primer deseo fue cumplido.
!
287!
Nuestra madre vino acompañada por su gran amiga América Paniagua de Soto,
mi madrina, y de América, su hija, con la que, durante muchos años de nuestra
más tierna infancia, compartimos fines de semana inmemorables en la casa que
poseían en Tequesquitengo.
Con nuestras visitantes paseamos mucho, mi madre estuvo muy contenta todo el
tiempo, es más, organizaron dos paseos, el primero a Estambul; y el otro a Egipto,
con recorrido por el Río Nilo, hasta el Valle de los Muertos.
Al primer lugar, es decir, Estambul, las dejamos ir solas, sin embargo, a Egipto, las
acompañó Olga Inés, siempre con su magnífica disposición para todo,
especialmente, los paseos.
Consideré adecuada la oportunidad para viajar a México para esas fechas, ya que,
en mi panorama personal y profesional, la misión realizada en Grecia tocaba a su
fin, a pesar de que no había recibido ninguna indicación que me hiciera suponer lo
anterior, el hecho mismo de que Hugo Gutiérrez Vega, no me considerara como
parte de su equipo en Grecia, alentaba la posibilidad de mover algunos resortes
en nuestro país, como mejor medida para migrar hacia otro destino.
No sabía en ese momento, y lo supe, una vez que el presidente tomó posesión el
1 de diciembre de 1988, que contaría con algunos aliados importantes en la nueva
administración, como fueron los casos de Andrés Rozental, designado
subsecretario de Relaciones Exteriores por el nuevo Canciller, Fernando Solana; y
en la Secretaría de la Defensa Nacional, con el nombramiento del general Riviello
Bazán, como titular.
!
288!
había salido del PRI, como fueron los casos del propio Cuauhtémoc Cárdenas,
Porfirio Muñoz Ledo, y otros más.
Andrés fue, es y será una persona muy abierta y sincera, de la que guardo un
absoluta confianza. Me dijo que regresara a mi adscripción, y que esperara a que
la comisión de personal determinara la rotación de personal del servicio exterior, y
que él apoyaría una buena posición para mí.
Al primer punto al que nos dirigimos fue a la ciudad de Sofía, capital de Bulgaria;
ahí estaba Roberto González, hijo de Lucila Gómez, canciller en Atenas. Me llevé
una magnífica impresión de Roberto, ya que parecía un funcionario muy bien
capacitado y activo.
!
289!
De ahí viajamos a Bucarest, una ciudad capital que parecía de fantasmas, dadas
las circunstancias de postración en que tenía a dicha Nación su gobernante
sempiterno, Nicolai Caesescu. Nuestra embajada disponía de dos inmuebles
magníficos: la residencia, que era un palacete de las mejores épocas del país; y la
cancillería, una bella casa, adornada con singular gusto y modernidad.
El último embajador en ese período fue, mi amigo, Luis Wybo Alfaro, quien en
alguna ocasión viajó a visitarnos en Atenas, acompañado de su novia rumana,
Marietta, a quien después se llevó a Kenia, país al que fue destinado una vez
culminó su misión en Rumanía.
El tipo de cambio de la moneda local, con respecto a dólar de los Estados Unidos
era muy alto, por lo que si solicitabas que te convirtieran dólares $100.00 en
moneda local, tendrías algunos millones de billetes sin valor comercial posible,
circunstancia que nos hizo reflexionar un poco sobre las causales de la situación
por la que atravesada este país magnífico.
De Rumanía se solicitó enviar a Grecia, casi todo el mobiliario del despacho del
embajador, quien disponía de muebles en cuero, libreros de vidrio y madera, así
como otro tipo de enseres dignos de trasladar hacia el lugar de nuestro destino.
Este viaje por las interioridades de los dos países balcánicos, se llevó a cabo por
el mes de marzo de 1989, circunstancia que impidió a la Secretaría prever que la
frágil situación política que atravesaban los países aliados de la URS, ahora
gobernada por el renovador Mikhail Gorbachov, estaba a punto de entrar en un
punto crítico, tal cual sucedió, primero en octubre 18, con la renuncia del
Presidente de la República Democrática de Alemania, Erich Honeker, situación
que derivaría, el siguiente mes, en la caída del Muro de Berlín, y el comienzo de
un acercamiento paulatino entre las dos potencias hegemónicas: Estados Unidos
y la URSS.
!
290!
El dirigente, Caesescu, mejor conocido como El Conducatore, y su esposa Elena,
fueron fusilados públicamente tras un juicio sumarísimo en que se le acusó, de
entre otros cargos, de genocidio, y corrupción.
Ese año, sucedieron cosas de gran trascendencia en el viejo juego de las dos
superpotencias, algunos de los más destacados dirigentes mundiales con
intervención directa en los hechos que se reseñan, fueron: Helmut Kohl, Canciller
alemán; Mikhail Gorbachov, dirigente máximo de la URSS, e inspirador del
movimiento de Glasnot y Perestroika; Margaret Tatcher, Primera Ministra del
Reino Unido; Juan Pablo II, máximo jerarca de la iglesia católica; y Ronald
Reagan, Presidente de los Estados Unidos de América.
Una vez que regresamos de la visita a las dos repúblicas socialistas, recibí de la
Secretaría las instrucciones para trasladarme a un nuevo puesto en el exterior, en
nuestra embajada en Nueva Delhi, India, a donde quedaría adscrito hasta nueva
orden.
!
291!
Una vez que fui autorizado para organizar todo lo relativo a nuestro viaje, lo
primero que hicimos fue obtener información sobre la India, gracias al material que
nos fue facilitado por alguno de nuestros amigos de la embajada de los Estados
Unidos de América, así como los datos relevantes sobre vacunas y previsiones
sanitarias indispensables para ir a dicha Nación.
Por supuesto que le apoyamos en todo lo que nos fue posible, incluso, el espacio
que tenía Carlos Ignacio en el Colegio Campion, a nuestra salida, lo heredó el hijo
de nuestro colega.
!
292!
un negocio de venta de artesanías, ubicado en Plaka, el barrio en donde se
reciben más turistas de la ciudad capital.
Uno de los amigos queridos que dejamos, y con el que nos mantuvimos en
contacto por algún tiempo, fue Jorge Batalas; el fiel traductor de todo tipo de textos
del griego al español, o del español al griego.
Nuestro traslado al país se concretó a finales de ese año de 1989, en que fuimos
recibidos en casa de nuestra madre, doña Martha, quien nos hizo espacio
suficiente en la recámara de la abuela, a donde nos acomodamos los cuatro, más
el gato persa, que deambulaba por la casa con cierto resentimiento, y como que
no atinaba a adivinar qué había pasado con tanto movimiento durante nuestro
traslado por avión de Atenas a la ciudad de México.
Su llegada a México, fue muy cómica, ya que apenas tenía seis añitos y, bien a
bien, no tenía claro el perfil de su identidad, autodenominándose como grexicano,
término inventado por el mismo, como una especie de protección ante la
eventualidad de que se le cuestionara su nacionalidad, en función de los
conocimientos que tuviera sobre su propio país.
Paradójicamente, era sobre esa falta de conocimientos que ambos tenían sobre
México, que fue necesario reforzamientos extra curriculares, implementados,
principalmente por su madre, Olga Inés, la que con toda paciencia colaboró con
ambos, pero muy especialmente con Carlos Ignacio, quien prácticamente tuvo que
aprender, nuevamente, a escribir. Considero que, en ese período, es en el que
implementó el tipo de escritura que aún conserva, mismo que refleja el cruce de
!
293!
las dos culturas que experimentó en momentos importantes de su formación
intelectual, durante la infancia.
Además de los ejercicios de lecto-escritura que fueron indispensables para los dos
hijos, fue menester reforzar, también, sus conocimientos de historia y geografía de
México, a los fines de obtener la convalidación de estudios que les fue requerida.
Por lo que respecta al nuevo Colegio Green Gates, la verdad sea dicha, nos dio
muchas satisfacciones, ya que el modelo educativo obedecía al de una institución
internacional, bajo el programa estructurado por el gobierno de la Gran Bretaña,
país que disponía de un representante en la junta directiva, en la persona del
embajador de Su Majestad en México.
Celebramos muchísimo ese cambio, que nos vino como anillo al dedo,
independientemente que, dentro de los requisitos para ingresar, quedaba
determinado abonar una cuota – no recuperable – de más o menos cinco mil
dólares por alumno, cubiertos, en ambos casos, sin el mayor cuestionamiento de
nuestra parte.
Al poco tiempo de nuestra llegada, nos fue comunicado que el menaje había
llegado a puerto, y que por tal motivo se requería avanzar los trámites de
importación libre de impuestos, conforme lo determina la ley en México. Para
esas fecha, era justamente en la Dirección General del Protocolo en donde se
realizaban ese tipo de gestiones, por lo que, no fue muy complicado adelantar
cualquier gestión que fuera menester.
!
294!
entre el personal que para ese entonces integraba la plantilla de José Caballero
Bazán, titular de la Dirección General, quien siempre fue muy cordial conmigo, a
pesar de que reflejaba una imagen de angustia por el peso de la responsabilidad
que tenía bajo sus hombros.
Yo estaba muy confiado, ya que sabía que, al menos, disponía de un buen apoyo
en la persona de Andrés Rozental, Subsecretario de Relaciones Exteriores, y muy
cercano a Fernando Solana, titular de nuestra Cancillería.
Una de las prácticas virtuosas para mí del nuevo Secretario era la organización de
reuniones mensuales de planificación, que se constituyeron en verdaderos
intentos por transformar la autoridad de la Cancillería de su posición
tradicionalmente vertical, a una horizontal, en donde los líderes se comunicaban
directamente con las bases, a través de experiencias como la que se comenta.
Y, tal como era de esperarse, estuve puntual a la cita en Canberra, tras haber
realizado gestiones burocráticas para la obtención de pasajes, viáticos, y demás
detalles sobre esta visita, de la que yo sería parte en unas horas. Recuerdo un
hecho lamentable, ya que, dentro del protocolo de vestimenta incluido en el
programa, había una cena con el Primer Ministro en la que se incluía corbata
negra, por lo que pedí a Olga Inés averiguar en cuál de las más de trescientas
cajas con nuestro menaje que habían sido depositadas en nuestro Penthouse de
Campos Elíseos, se encontraba dicha vestimenta, cosa que era, de por sí,
bastante difícil.
!
295!
La verdad creo que no me medí, ya que me indispuse con Olga Inés por algo que
no tenía que ver en absoluto con ella, es más, si apareció el famoso smoking, fue
gracias a la magnífica disposición que siempre tuvo ante cualquier tipo de
eventualidades.
Una vez que conté casi con todo lo que era menester llevar – salvo los viáticos –
que me llegaron con un propio al aeropuerto internacional, abordé mi vuelo con
destino a Los Angeles, y de ahí, a la ciudad de Sídney, en donde hubo que
trasbordar a un vuelo de Quantas – la línea aérea local - , hacia la ciudad capital.
El avión de Quantas llegó unos minutos antes de que aterrizara en la misma pista
el avión Boeing 757 de la Fuerza Aérea Mexicana, TP 01, en el que hacía su
arribo el presidente de México, Carlos Salinas de Gortari, y una comitiva
importante de acompañantes oficiales.
Uno de los que me vieron con mayor gusto fueron el embajador Caballero Bazán –
mi jefe – y, a Daniel de la Pedraja, también embajador, y en ese entonces Director
General del área política para Asia Pacífico en la Cancillería.
Quien más se sorprendió con mi llegada, fue Fernando Solana, quien abrió
tremendos ojos en una especie de señal positiva de mi presencia en ese lugar, al
que correspondía el comienzo de una corta visita oficial de nuestro Presidente.
Por supuesto que me encontré con un viejo amigo, el señor Keith Baker,
embajador de Australia en México, al que había conocido años antes – cuando era
segundo secretario – en funciones diplomáticas en nuestro país, al que ahora
regresó, con su esposa María Magdalena Ramírez, para desempeñar las más
altas funciones de la carrera dentro del servicio exterior de su país.
La visita del Presidente Salinas fue muy bien recibida, tal cual sucedería con las
siguientes visitas oficiales o de estado a las que, me correspondió acompañarlo en
ejercicio de mis responsabilidades, que me correspondió acompañarlo. De
Canberra viajamos a Sídney, y ahí fuimos recibidos por el gobernador, quien
ofreció un magnífico almuerzo en el regio escenario del edificio de la Opera de esa
bella ciudad del Pacífico australiano.
!
296!
Previo al almuerzo, la delegación de México disfruto de un viaje-recorrido por la
bahía de Sídney a bordo de una bella embarcación turística, en cuya cubierta
departimos todos los que presenciamos el bello panorama. En eso se me ocurrió
preguntarle a Andrés Rozental sobre la identidad de una joven señora que estaba
casi siempre cerca del Presidente Salinas, me señaló que era la doctora Ana
Paula Gerard Rivero, Secretaria Técnica del Gabinete Económico, que trabajaba
directamente con José Córdova Montoya, mejor conocido como una especie de
alter ego presidencial.
Un detalle que no mencionó, pero que era vox populi dentro de toda la delegación,
es que la señora Gerard cumplía funciones conyugales con el propio presidente de
México, al que asesoraba desde todos los puntos de vista, desde los que se le
quisiera uno aproximar.
Este secreto a voces, circulaba con fruición dentro del grupo compacto del Estado
Mayor Presidencial que, en la cabeza del general Arturo Cardona Marino,
acompañaba siempre en sus giras internacionales a nuestro primer mandatario, a
quien estaban consagrados todos por igual.
Un detalle que olvidaba referir, y que tiene que ver con el famoso smoking que
incluí en mi vestuario para este viaje. La noche de la cena, me dispuse a
organizar mi vestuario, y acto seguido, salir a esperar a la comitiva que asistiría a
la cena en la residencia oficial del Primer Ministro. La verdad, es que no estaba
incluido en el reducido número de invitados, por lo que, mi buen amigo Daniel de
la Pedraja me propuso que cenáramos juntos esa noche, y fuimos a comernos una
rica hamburguesa australiana.
Ese fin de año decidimos realizar un viaje rumbo a los Estados Unidos de
América, concretamente a Laredo, Texas, con el fin de comprar el vehículo al que
teníamos derecho los miembros del servicio exterior mexicano, a nuestro regreso
de comisión en el exterior. Las varias sugerencias que recibimos de queridos
amigos, como fueron los casos de Héctor Aguilar y Lety, así como de Salvador
Cassián, ambos comisionados en la Dirección General de Delegaciones, eran
sobre las ventajas del Chrysler Sable, bien cotizado, y con buen poder de reventa.
A pesar de las buenas vibras que siempre tuvimos sobre ambos amigos,
decidimos irnos por la libre, y dejar que la vista nos llenara la pupila a la hora de
tomar la decisión final, que recayó en un vehículo fabricado por la Ford, modelo
!
297!
Cougar, coupe, en azul obscuro con interiores grises, automático y con las
mayores comodidades que pudimos encontrar, dado lo limitado de nuestros
recursos de que disponíamos, aproximadamente, unos quince mil dólares.
Antes del viaje a la frontera, conversé con un muy querido amigo, y colega del
propio servicio exterior, Valentín O. Treviño, quien por esas épocas se había
casado con una colombiana, llamada Martha Eugenia, dejado el servicio exterior, y
radicado en la ciudad de Monterrey, Nuevo León, en donde había continuado con
el negocio familiar de joyería, heredado de su padre.
Coincidimos en lo positivo que sería que nos encontráramos las dos parejas –
Valentín ya conocía a Olga Inés -, aunque nosotros aún no conocíamos a su
esposa, por lo que acordamos que pasaríamos las fiestas de noche buena juntos,
alojados en su casa, y asistiendo a la cena que presidiría su hermana mayor,
quien había asumido las riendas familiares, tras el fallecimiento de su señora
madre.
Dispusimos nuestro viaje lo mejor que pudimos, y llegamos, por vía aérea a la
ciudad de Monterrey, en donde fuimos recogidos de inmediato por Valentín y
Martha Eugenia, con quienes compartimos de forma muy agradable los siguientes
días, en compañía de nuestros muy queridos hijos, Caty, Carlos Ignacio, y la
familia Treviño.
Valentín siempre fue un gran jinete, habilidad que heredó su hijo primogénito, a
quien tenía cursando clases de equitación, para lo cual, disponía de al menos
unos cuatro caballos en el club ecuestre más prestigioso de la ciudad, y en donde
estuvimos viendo con emoción los avances del joven Treviño.
Muy temprano – para variar – el día 26 salimos hacia la frontera con los Estados
Unidos, en Nuevo Laredo, Tamaulipas, a bordo de un vehículo conducido por el
propio Valentín, quien nos acompañó hasta el punto de cruce, en donde nos
quedamos, encantados y agradecidos con el amigo por su magnífica disposición, y
por las muchas atenciones recibidas de su parte, sin que para ello existiera ningún
!
298!
tipo de obligación, salvo por lo que respecta al afecto personal que generó esta
relación entre colegas del servicio exterior.
Sobre Valentín, debo afirmar que fue un empresario muy trabajador, un padre de
familia ejemplar, esposo afectuoso, con un estado de ánimo muy positivo, y con
infinitas ganas de salir adelante. Tuve oportunidad de encontrarlo un par de veces
más – una de ellas, justamente, cumpliendo un capricho que consistía en
encargarle una televisión, misma que nos llevó hasta la ciudad de México -, sin
embargo, por razones que aun no alcanzo a entender, falleció pocos años
después, como consecuencia de un cruce de enfermedades infeccionas, que le
causaron septicemia, o envenenamiento de la sangre.
Además de este amigo, tuve otro muy querido, Alberto Pozzi Pardo, de quien
referí en múltiples ocasiones la cercanía que siempre nos unió. Como quedó de
manifiesto, se casó con Martha Ludlow Wiechers, gracias a que fui yo quien los
presentó. La relación de esta pareja, justamente en la época a que me refiero en
este momento, llegó a niveles muy altos, como consecuencia de la cercanía de
Martha con la familia De Gortari, es decir, de la madre del Presidente Carlos
Salinas, con quien se veían con gran cercanía.
Una vez que adquirimos nuestro nuevo vehículo, que realizamos algunas
compras; y que concretamos los trámites necesarios para su ingreso, como
fueron: la obtención del permiso de importación temporal; compra de seguro; y su
placa provisional, emprendimos el retorno a la ciudad de México, a través de la
carretera Panamericana, misma que, por esas fechas, dejaba mucho que desear,
imagino que, tal cual sucede ahora.
!
299!
El contexto internacional que nos tocó vivir al comienzo de la década de los
noventa, época en la que la administración de Carlos Salinas de Gortari
comenzaba, con bastante éxito, su estrategia en materia de política exterior, me
dio la magnífica oportunidad de ir entendiendo el avance que ya se traían entre
manos, nuestros principales estrategas políticos.
Debo reconocer que a México le tomó por sorpresa tanto la caída del Muro de
Berlín, como el desmembramiento de la Cortina de Hierro, seguida por el proceso
de paulatina apertura de los países que, en su momento, conformaron, no sólo
una entidad económica cerrada – el CAME -, sino una alianza militar, con el Pacto
de Varsovia, cuya influencia se percibía no sólo a nivel regional en Europa, sino
dentro del contexto multilateral, en foros como las Naciones Unidas, lugar en el
que, con frecuencia, se concretaron intensos debates político ideológicos, en los
que siempre se percibió el interés de una, y de otra Superpotencias, por hacer
prevalecer sus propios intereses.
Llegado el momento del choque, la utilización del derecho de Veto dentro del
Consejo de Seguridad, medió posibles soluciones a conflictos que, en caso de no
existir la hegemonía de las Superpotencias, hubieses sido atenuados, o al menos
minimizados.
!
300!
En dicho almuerzo, Solana Morales tuvo la oportunidad de calar mi estado de
ánimo, así como el potencial, que eventualmente, podría ser aprovechado en
beneficio de su causa política.
Se determinaron infinidad de comisiones, tanto dentro del país, como fue el caso
de la reunión de APEC, celebrada en Puerto Vallarta, Jalisco, y a la que me envió
para servir como una especie de asistente personal, acompañándole en la
mayoría de las reuniones en que tomó parte, tanto como jefe de la delegación de
México, como presidente de la Reunión.
Mientras yo cumplía con esta comisión, el buen amigo y colega del servicio
exterior, Antonio Villegas, organizó un almuerzo campestre – al que no pude asistir
- en su residencia en Cocoyoc, por lo que me aseguré que Olga Inés, Caty, y
Carlos Ignacio, pudieran estar presente, y aprovechar esa oportunidad para
disfrutar de un magnífico día de campo.
Me comenta Olga Inés que, una vez que llegaron a Cocoyoc, Carlos Ignacio de
inmediato se puso su traje de baño, y se metió a la piscina – afortunadamente
desde pequeño fue muy buen nadador -, estando todos presentes, le preguntó a
Antonio Villegas: “… ¿Toño, tu finca tiene nombre?…” a lo que Antonio respondió:
“..no, Carlitos, no tiene..”; entonces Carlos Ignacio dijo: “..¿qué te parece si le
ponemos chingolandia..”, a lo que Antonio, ya no contesto; sólo hubo risas entre
los asistentes al evento.
!
301!
Durante el viaje tuve oportunidad de encontrar a dos queridos amigos: en primer
lugar, al embajador, Joaquín Mercado Flores, cuyo segundo de abordo era
Francisco Borrego, con rango de Consejero, y primer jefe que tuve en mis años
mozos de ingreso a la Secretaría, en la Dirección General del Ceremonial,
alrededor del año de 1968.
De esa forma, los más cercanos colaboradores del Subjefe Operativo, entre los
que se contaban, los siguientes: el coronel Eduardo Bahena; el Capitán de Navío,
Guillermo Playán; el Teniente Coronel, Rafael Rodríguez; el coronel Arturo del
Pozo, el coronel, Jorge Romano, entre otros, siempre estuvieron de mi lado, a la
hora de compartir responsabilidades.
!
302!
Una vez que fui tejiendo mi red – como dice la canción de La Araña – me quedaba
un capítulo importante que cubrir, es decir, el de mi propia Institución, en donde se
presentó la oportunidad para optar, en elección, a la Presidencia de la Asociación
del Servicio Exterior Mexicano ASEM, cargo al que opté, y gané el proceso
electoral para desempeñarme como su dirigente durante el bienio de 1990-92.
En fin, ese año de 1990, nos vino a visitar Susan Montino, quien ya había
trasladado su residencia a Canadá, y aprovechó la oportunidad del cumpleaños de
Carlos Ignacio para llegar a México. El viaje resultó muy agradable, más no la
celebración de la fiesta de Carlos Ignacio, quien se encontraba muy animado de
celebrar su séptimo cumpleaños, justamente, en su bello país.
Bueno, ese fue un mal día para todos, pero aprendimos una buena lección: con
los únicos con quienes se puede contar es con los integrantes del círculo íntimo
familiar.
!
303!
En lo concerniente a las diversas actividades dentro de la Secretaría, me
asignaron un vehículo oficial muy simpático, ya que era un Volkswagen sedán,
color blanco, en cuyas puertas estaba pintadas leyendas relativas a que era
propiedad de la Secretaría de Relaciones Exteriores, por lo que, con frecuencia,
era detenido para obtener información diversa de la Cancillería, especialmente,
sobre los requisitos para obtener un pasaporte.
Otras de las visitas importantes a México que me tocó coordinar, fueron por una
parte, la del Presidente de los Estados Unidos de América, George Bush a
Monterrey, lugar en el que se lanzaron formalmente las negociaciones del TLC
bilateral, firmado unos pocos años después; la del Presidente del Perú, Alberto
Fujimori; y la del Presidente de Checoslovaquia, Vaclav Havel, éste último,
personaje histórico, cabeza de la denominada “Revolución de Terciopelo”, que
consistió en una movilización popular que desmanteló la dictadura comunista
prevaleciente, sin derramamiento de sangre, el mes de septiembre de 1989.
!
304!
de la Presidencia, y de la Coordinación del Gabinete de Política Exterior, de la
propia Presidencia de la República.
Por esa razón, tuve siempre la precaución de ser muy discreto en mis
intervenciones, lo cual me ganó la fama, por una parte, de hábil interlocutor, y por
otra, de respetuoso con los sentimientos de mis contrapartes nacionales.
La coordinación de esa gira resultó muy positiva, por lo que, llegado el momento,
tuve la oportunidad de acompañar al Presidente de México, por vez primera, en el
avión presidencial, un Boeing 757, silencioso y eficaz, en el que partimos con
rumbo a una gira de siete días.
!
305!
Afortunadamente para el resto de quienes le acompañamos, la visita fue muy
positiva, ya que, además de alojarnos en el Hotel Alvear Palace, de avenida
Alvear 1891, conocimos la Casa Rosada, los despachos y dependencias
presidenciales; el Teatro Colón; las mejores parrillas de la ciudad capital, así como
los lugares más exclusivos para escuchar y bailar tango. Al menos, para mí, fue
un lujo, posible, por una parte, gracias al programa de la visita, y por otro, a las
atinadas sugerencias de los colegas de la Cancillería argentina, quienes en todo
momento fueron en extremo cordiales.
La siguiente fase de la gira, la República Oriental del Uruguay, gobernada por Luis
Alberto Lacalle, fue sumamente grata para todos, salvo en mi caso, ya que, antes
de salir de Buenos Aires, el presidente Menem le había obsequiado a Salinas de
Gortari, varias cajas de vino tinto de la cosecha propia del mandatario argentino.
La circunstancia que motivó mi desagrado, tiene que ver con el hecho de que
varias botellas se reventaron, y vertieron su líquido sobre algunas de las maletas
acomodadas en el compartimiento respectivo del avión presidencial.
El hecho fue que, justamente, una de las maletas dañadas, es decir, manchadas
por el vino tinto, fue la mía, por lo que, casi la totalidad de mis camisas blancas,
quedaron teñidas en colores que iban, desde el rosado, hasta el violáceo, no restó
interés por lo aprendido en la ciudad de Montevideo, cuya gente acogió con
simpatía a los invitados mexicanos.
El viaje a Brasilia, y la visita a la principal ciudad industrial del país, Sao Paulo,
representó, una vez más, una delicada experiencia que pude contrastar con los
muchos viajes que tuve oportunidad de realizar al Coloso del Sur, como mejor se
conoce al Brasil.
El gobierno estaba encabezado por uno de los más jóvenes presidentes que ha
tenido dicha nación: Fernando Collor de Melo, quien sirvió como anfitrión a su
homólogo Carlos Salinas de Gortari, con quien signó importantes acuerdos de
importancia bilateral.
!
306!
De regreso a México, a bordo del avión presidencial, la señora Ana Paula Gerard
Rivero se aproximó hasta la zona en donde yo tenía mi asiento como pasajero,
justo al lado del Rector del ITAM, con quien guardaba alguna cercanía como
consecuencia del trabajo que para ese entonces realizaba mi madre, doña Martha,
en el grupo que encabeza don Alberto Bailleres. El comentario que formuló, me
dejó un tanto cuanto perplejo, ya que señaló: “..cómo me sorprende la diferencia
profesional que pudimos ver del los diplomáticos tanto en Brasil, como en
Argentina, con respecto a los nuestros..”
Sin dudarlo ni un instante, señalé: “..es verdad, existe una gran diferencia; ellos –
refiriéndome a los diplomáticos de ambas naciones – se forjaron durante
regímenes dictatoriales, mientras que, en México, nuestros diplomáticos han sido
producto de desarrollo dentro de un régimen democrático…”
En fin, regresamos a México, y por esas fechas Olga Inés y los hijos realizaron un
viaje para visitar a la familia en Medellín, lo que me dejaba, parte del verano, solo
con mi alma, y una agenda sobrecargada de actividades diversas en la Cancillería,
entre las que se destacaba la planificación de una visita al Estado de Chiapas, que
ofrecía el Secretario de Relaciones Exteriores en honor del los jefes de misiones
diplomáticas acreditados ante el gobierno de México.
Esa visita, fue tan sólo la primera de una serie, en las que se incluyeron otros
Estados, como Oaxaca y Zacatecas, que organizó el Canciller, en el ánimo de
propiciar un mayor conocimiento de México de los jefes de las misiones
acreditadas en nuestro país. La parte organizativa y operativa, quedó a cargo de
nosotros, en Protocolo.
!
307!
Moderno. Una vez inaugurada la muestra, se realizó una cena de gala por
México, a la que asistieron infinidad de personalidades, entre las que pude ver –
conocer – nada más y nada menos que a Madonna.
La verdad, debo reconocer, que el cambio se percibía con gran claridad, al menos
por lo que respecta a la ubicación de ciertas zonas o desplazamientos
poblacionales, mismos que nada tenían que ver con la ciudad de La Paz que me
tocó disfrutar durante época tan memorable.
Sin embargo, los desplazamientos aéreos desde México, hacia Bolivia, seguían
presentando los mismos inconvenientes que se pueden ver hasta estas fechas,
sobre todo, por lo que respecta a la falta de opciones, por lo que, para la
coordinación de la gira, tuvimos que ir, en primera instancia a la ciudad de Miami,
en los Estados Unidos de América, de ahí, en vuelo de la línea boliviana Lloyd
Aéreo, hasta Santa Cruz de la Sierra – en el Oriente boliviano – y, finalmente,
hasta la ciudad capital.
!
308!
Para este viaje, estaba como embajador un buen amigo y colega de muchos años,
Enrique Fernández Zapata, quien en todo momento estuvo con la mejor
disposición para apoyar en los detalles que correspondía atender a la avanzada
que yo encabezaba.
Visitamos los lugares tradicionales en los que eran atendidos los jefes de estado
de países amigos en visita oficial, como serían: el Palacio Presidencial, el
Congreso, la Cancillería, la Alcaldía Municipal, casi todos ubicados en el centro
político de la ciudad de La Paz.
Una vez que concluimos nuestro trabajo, regresamos a México, no sin antes
adquirir una caja de mate de coca, misma que sería servida a todos los
integrantes de la comitiva presidencial, antes de desembarcar en el Aeropuerto
Internacional de El Alto, ubicado a más de cuatro mil metros de altura.
Por lo que toca al desarrollo del programa, estuvo estructurado con la idea de que
fuera posible un amplio intercambio entre los participantes, así como las
autoridades locales, encabezadas por el gobernador, Patrocinio González Garrido,
y su esposa, Patricia Ortiz Mena, hija del otrora muy bien conocido político y
economista: Antonio Ortiz Mena.
!
309!
Nos desplazamos en un avión de la Fuerza Aérea Mexicana, un Boeing 727, con
capacidad para 90 pasajeros, número similar al de invitados que asistimos a esta
cita turística cortesía del Gobierno de México, que desde mi perspectiva, como
experiencia, resultó única.
Hubo otra plantilla, encabezada por el embajador Raúl Valdés Aguilar, quien tenía
como candidato a la Secretaría a Arturo Puente Leyva, y como Tesorero, a
Columba Calvo.
Una de las sorpresas iniciales que tuvimos que enfrentar, tiene que ver con un
proyecto inconcluso para la edificación de un edificio junto al principal de nuestra
sede social, en la calle de Jalapa, en la colonia Roma, destinado a servir como
una especie de hotel para miembros del servicio exterior, en viaje temporal a
México.
La verdad sea dicha, la idea era excelente, sin embargo, la persona encargada de
materializarla, era una arquitecta bastante irresponsable, quien, llegado el
!
310!
momento, nos dejo con la obra inconclusa, por lo que de forma inmediata, no se le
podía dar el uso para el que estaba destinada.
Otro aspecto positivo de la casa sede de la ASEM, tenía que ver con el alquiler
que se hizo a favor de una concesión para cafetería, que funcionaba, más o
menos en condiciones adecuadas, hasta que la encargada comenzó a realizar
cierto tipo de irregularidades, nada convenientes a nuestros intereses gremiales.
Para finales de ese año, recibí instrucciones para trasladarme al Japón, con el fin
de realizar los preparativos correspondientes a la presencia de una delegación –
que encabezó la señora Cecilia Ocheli de Salinas de Gortari -, a los actos de
entronización del nuevo Emperador, Akihito, quien asumía el cargo tras el
fallecimiento de su antecesor, el día 12 de noviembre.
Con tal propósito, fui enviado a Tokio, más o menos la tercera semana de octubre,
y la idea era volver a México para acompañar a la Primera Dama, la señora Cecilia
Occelli de Salinas desde nuestra capital, y de esa manera, poder realizar mi
trabajo de la mejor forma posible. No obstante, nuestro plan no funcionó, ya que,
desde mi llegada, hasta culminar las ceremonias, todo movimiento de las
delegaciones quedó sujeto a la discrecionalidad de la Corte Imperial, al frente de
los preparativos para la recepción de unas 170 delegaciones de todo el mundo
que coincidieron en Japón.
!
311!
permaneciera en Tokio, hasta la conclusión del evento, por lo que, contrario a mi
proyecto, me tocó quedarme casi tres semanas en la ciudad capital del Japón,
lugar en el que me avoque a desarrollar una agenda que combinaba los ensayos
oficiales – que se dieron muchos – el desahogo de intereses turísticos, y el
contacto con nuestra embajada, a cargo de Héctor Pérez Gallardo, quien aun
teniendo rango de embajador, estaba acreditado como segundo de abordo.
Una de las parejas – diplomáticas – que conocía en Tokio, era la del ex embajador
de Grecia en México, Andonis Vassis, y su esposa María, quienes ahora estaban
en misión similar en Japón. Una tarde los llamé, y me comentaron que les
agradaría mucho que pudiésemos encontrarnos, pero que, como era normal el,
señor embajador estaba organizando la presencia de la delegación de su país a la
ceremonia de entronización, por lo que me comentó su esposa si quería que me
acompañara a comprar un regalo para Olga Inés, a lo que respondí
afirmativamente.
!
312!
En relación con los actos propiamente dichos a la ceremonia de entronización,
puedo comentar que, desde un par de días antes de la ceremonia, se podía ver
con toda naturalidad a los distintos dignatarios asistentes, como fueron los casos
de varios jefes de estado latinoamericanos, acostumbrados al ejercicio matutino, o
vespertino, por lo que se les encontraba en las periferias de los principales hoteles
del entorno del Palacio Imperial tanto caminando, trotando, o simplemente
disfrutando de la tranquilidad de una ciudad en estado de excepción.
Como era lógico, mi llegada a casa fue celebrada por todos, Olga Inés, Caty y
Carlos Ignacio me llenaron de su cariño, al tiempo que les hice entrega, a cada
uno, de un lindo recuerdo de mi viaje al Japón; por supuesto, las perlas Nikimoto
muy pronto fueron exhibidas en el cuello de su feliz poseedora.
Mientras eso sucedía, con Olga Inés organizamos un bazar navideño en la casa
de la ASEM en la calle de Jalapa, para lo cual, invitamos a diversos vendedores
de artesanía nacional, quienes gustosos aceptaron llevar sus productos, tanto
para la promoción de los mismos, como para su venta. El balance de este evento,
como el de otros que organizamos para nuestra organización, fue muy positivo.
!
313!
Ese año culminamos nuestras actividades con celebraciones en México,
apegados, como solía suceder, a las costumbres que había determinado doña
Martha, como cabeza de familia.
Para el año siguiente, como señalé, fue muy especial, ya que nació nuestra hija
menor, Natalia Isabel, además, la euforia de los viajes del Presidente de la
República, continuaron en su apogeo, por lo que el programa era bien extenso, y a
mí me tocó realizarlo en dos etapas, tal cual era la costumbre, es decir, una misión
de avanzada, y un acompañamiento durante la gira determinada.
Esta visita cumplió con las expectativas que se había previsto en lo relativo a la
necesidad de propiciar acercamientos con poblaciones significativas de mexicanos
residentes, a quienes se buscaba involucrar en el interés del Gobierno por avanzar
el proceso de un tratado de libre comercio trilateral entre México, Estados Unidos
y Canadá.
Lo mismo sucedió en la otra gira importante por nuestro continente, en este caso,
a Canadá, en donde se visitaron, además de la capital en Ottawa, las ciudades de
Montreal y de Toronto, en donde el Presidente de México fue acogido muy
positivamente.
La otra gira destacada de ese año, fue a Europa, visitamos – en mi caso dos
veces – Moscú, Praga, Budapest, Roma y El Vaticano.
Todas estas visitas resultaron muy importantes, ya que, nuestro primer mandatario
tuvo la oportunidad de disponer de la interlocución de estadistas de talla universal,
como fueron los casos del líder de la U.R.S.S, Mikhail Gorbachov, o del Papa Juan
Pablo II.
!
314!
comparable con la magnificencia de las Joyas del Kremlin, colección de valores
universales representativos del pasado zarista de esta república, exhibidas en
exclusiva para unos cuantos privilegiados, como fue nuestro caso.
La visita a Italia, así como la primera visita oficial al Vaticano, atrajeron a muchos
empresarios mexicanos que pugnaron por acompañar al Primer Mandatario de
México, en lo que fue calificado como un hito histórico sin precedente. Debo
señalar, que me tocó vivir con intensidad ese programa, desahogado en una
mañana en la que convivimos con Juan Pablo II y con su círculo más íntimo de
colaboradores, visitamos los lugares más simbólicos de este pequeño Estado, así
como su plaza magnífica – de San Pedro – por la cual ingresamos al corazón de la
cristiandad.
Recuerdo vivamente a nuestro embajador, don Agustín Téllez Cruces, quien fuera,
en época de López Portillo, Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la
Nación.
En Italia, el Presidente viajó por diversos lugares, como fueron los casos de
Venecia y Milán. En la primera, navegamos por sus canales, disfrutamos de sus
vistas, de las plazas magníficas, y nos alojamos en el mejor hotel, el Danieli.
Un poco más tarde, en Milán, Salinas de Gortari tuvo encuentros con los más
grandes industriales italianos, entre los que se destacan los de Benetton, de la
confección, y Giovanni Agneli, de la automotriz.
!
315!
Tal como señalé, el regreso a México, desde Italia, supuso una modificación en el
transporte en el que me correspondió viajar, ya que el avión presidencial se había
llenado de empresarios afectos al sistema, quienes motivaron que algunos
pasajeros nos moviéramos a otro de los aviones de apoyo, en este caso, me
correspondió viajar con el general Pedro Bautista, subjefe operativo del Estado
Mayor Presidencial, quien disponía del mando del Grumman IV, que salió del
aeropuerto Leonardo da Vinci, y tras ocho horas de vuelo llegamos al aeropuerto
internacional de Gander, Canadá, desde donde continuamos hasta la ciudad de
México, al Hangar Presidencial.
En Roma, antes de que sucediera cualquier cosa, fui a comprar una carriola para
nuestra querida nena, quien, para esas fechas, estaba a punto de nacer, llenando
con ello de ilusión nuestra existencia.
!
316!
Capitulo 18
Antes del nacimiento de Natalia, se celebró en México la I Cumbre
Iberoamericana, en la ciudad de Guadalajara, los días 18 y 19 de julio, a la que
asistieron los 21 Jefes de Estado y de Gobierno de los países que integran la
comunidad, entre los que se incluyeron al Rey de España, Juan Carlos I; el
Presidente del Gobierno, Felipe González, al Presidente de Portugal; y a su Primer
Ministro, además del Presidente de Cuba, Fidel Castro.
Una vez que concluyó este evento tan trascendental para la unidad
iberoamericana, regresé a México para estar pendiente del programa que
habíamos determinado con el ginecólogo de Olga Inés, el doctor Elizundia, quien
nos anunció que Natalia Isabel nacería por cesárea el día 1 de agosto, fecha en la
que recibimos a la cuarta estrella de mi universo personal, en el Hospital
Pediátrico Infantil de la ciudad de México, ubicado en el Viaducto Miguel Alemán.
!
317!
Estaban ya en el hospital doña Martha, mi madre, así como Caty y Carlos Ignacio,
quienes dieron la bienvenida a doña Fabiola y a Álvaro Mauricio, con quienes de
inmediato nos felicitamos por la llegada de nuestro angelito.
Natalia Isabel llegó a este mundo dentro de un clima de infinito cariño, fue una
niña muy bien recibida, y todos, absolutamente todos, nos encontrábamos muy
ilusionados con esta la cuarta estrella de mi universo personal, a la que
prodigamos muestras de nuestro cariño, cada momento que era posible.
Por razones lógicas, Olga Inés permaneció dos días más en el hospital, ya que, al
haber dado a luz por cesárea, el reposo que le fue requerido por su médico, era
mayor, en tiempo, al que se requiere en partos por otro tipo de procedimientos, por
lo que, tanto Caty, como Carlos Ignacio, y demás familiares, nos trasladamos a la
casa para ubicarnos, y desde ahí, acompañar a nuestras dos lindas mujeres.
Por mi parte, recuerdo con mucho cariño que fui a comprarle a Olga Inés unos
muñecos de peluche, era una madre gorila, con su pequeño retoño, ambos de
color negro azabache, y con quienes viajamos muchos años, por diversos
destinos, hasta que finalmente nos desprendimos de ellos, como lo hemos hecho,
a lo largo del tiempo con tantas cosas que hemos ido acumulando.
Olga Inés lo pasó bastante bien durante el período post operatorio, su estado
anímico era – como siempre – muy positivo, sin embargo, apenas llegamos a la
casa, comenzó a presentar algunos malestares, como fueron fiebre alta – de casi
40 grados -, algunos temblores, y malestar general. Debo confesar que me asusté
mucho, aunque el diagnóstico médico determinó que dicha condición obedecía a
que no se estaba amamantando a Natalia, como consecuencia de la falta de
leche.
Este cuadro de malestar general se extendió por espacio de más o menos una
semana, al término de la cual, se fue, tal cual había llegado: sin previo aviso, para
nuestra mayor tranquilidad, y la de todos los que se encontraban en nuestro
entorno.
Una vez que se recuperó Olga Inés, comenzamos nuevamente con las actividades
cotidianas, especialmente enfocadas al paulatino crecimiento que fue
experimentando nuestra bebé, la cual tuvo un muy tranquilo comportamiento, al
menos, durante las primeras semanas.
!
318!
El día señalado para la ceremonia, organizamos una reunión en nuestro
departamento a la que asistieron nuestros más cercanos familiares, hermanos,
sobrinos, madre, abuela, y como invitados especiales, Julia Ciudad – la comadre
que bautizó a Carlos Ignacio en Madrid -, su hija Loreto, y el señor embajador de
Marruecos y su esposa, con quienes concretamos una muy agradable relación
personal.
Una vez que la familia comenzó con su ritmo de trabajo habitual, con doña Fabiola
viajando a Medellín, me correspondió realizar un doble viaje a Chile, a los fines de
coordinar la visita del Presidente de México, misma que se realizó entre el 21 y 22
de septiembre, y en la cual ambos gobiernos – el de Chile con Patricio Aylwin a la
cabeza, – suscribieron un Acuerdo de Complementación Económica, mejor
conocido como TLC bilateral, considerado como el primero que suscribió nuestro
país, previo al Tratado de Libre Comercio para América del Norte.
El viaje a Chile fue para mí muy significativo, ya que, por vez primera, tras haber
transcurrido casi veinte años desde mi última visita – coincidente con el golpe de
estado contra Salador Allende -, pude constatar, sobre todo, en los lugares más
simbólicos, como el Palacio de la Moneda, el gran avance que había registrado
esta Nación, siempre tan cerca de México.
Por supuesto que la visita de Carlos Salinas de Gortari al país, fue un hecho de
gran relevancia bilateral, lo que pude constatar cuando me toco encabezar la
avanzada de nuestro gobierno que visitó la ciudad de Santiago para organizar los
detalles del programa que desahogaron los dos Jefes de Estado, durante evento
tan importante.
!
319!
Una vez que me encontré en México, formulé los comentarios del caso, y la visita
se llevó a cabo sin mayores inconvenientes. Ambos gobiernos suscribieron el TLC
bilateral, y a mí me tocó el privilegio de estar presente durante el acto de firma, lo
que hizo posible que, en la edición del día 23 de septiembre, el matutino Excélsior
publicara una foto de los dos mandatarios firmando el compromiso, y justamente
detrás de ambos, me encontraba yo.
Ese mismo verano, el Secretario organizó una nueva visita para los Jefes de
Misión del Cuerpo Diplomático acreditado, esta vez al Estado de Oaxaca,
oportunidad que fue aprovechada para que, la mayoría de embajadores que
asistieron, tuvieran el gusto de observar los aspectos más destacados de uno de
los rincones de la provincia mexicana más ricos en oportunidades turísticas,
culturales y folclóricas.
El Estado era gobernado en ese entonces por un viejo amigo mío: Heladio
Ramírez López – otrora dirigente juvenil del PRI en el D.F. – con quien de
inmediato me identifiqué, y noté que demostró mucho gusto por el encuentro,
además, sirvió como un magnífico anfitrión, ofreciendo a los dignatarios presentes,
y a quienes les acompañábamos, todo tipo de facilidades, además de una cena
con platos típicos, la presentación de la Guelaguetza.
Las cosas siguieron como se habían venido desarrollando hasta esa fecha, por lo
que, de mi parte, siempre estuve atento a desarrollar el máximo esfuerzo en todas
las comisiones que recibí, mismo que, por la índole de su desempeño, siempre
hicieron posible que estuviera expuesto a la vista, tanto del Secretario, como del
!
320!
círculo de más cercanos colaboradores de la Presidencia de la República,
circunstancia que abonó, siempre a mi favor.
El Secretario nos formuló una simple pregunta: ¿Cuál consideran ustedes que ha
sido el logro más importante en materia de política exterior del gobierno del
Presidente Carlos Salinas?
Las respuestas fueron vario pintas, ya que algunos colegas enunciaron que, a
partir de esta administración, la Secretaría había sido dotada de computadoras a
la mayoría de sus funcionarios, tanto en México, como en el extranjero.
!
321!
En mi caso, y atendiendo a mi propia experiencia, comenté que, por razones del
trabajo que desempeñaba desde mi llegada a México, había podido viajar casi por
todo el mundo, en ocasión del acompañamiento realizado durante las muchas
visitas al exterior del Presidente de la República, como consecuencia de lo
anterior, era testigo de la positiva acogida con que se había recibido a nuestro
primer mandatario, lo que, indudablemente se traducía en la ampliación de
nuestros propios horizontes de acción en el extranjero.
Unos días más tarde del mismo mes, es decir, el 16 de enero, México fue país
anfitrión de la firma de los Acuerdos de Paz entre el Gobierno de El Salvador, y la
guerrilla del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN) evento al que
asistieron los representantes – Jefes de Estado – de los países integrantes del
Mecanismo de Concertación Política, uno de los cuales era Panamá, gobernado
en ese momento por Guillermo Endara Galimani.
!
322!
Salinas de Gortari ofreció un almuerzo a los invitados asistentes, con quienes
compartió el gusto por ver cristalizado un proceso que, aparentaba, no tener fin.
Acto seguido, nuestro presidente buscó con la mirada a Fernando Solana, quien
se desplazó hasta la mesa de honor, respondiendo a la pregunta que fuera
formulada por el presidente Endara de la siguiente forma: “..nuestro próximo
embajador en Panamá es justamente el funcionario que acreditamos como su
edecán civil, el señor licenciado Ignacio Gutiérrez Pita..”
Días después, Caty cumplió sus primeros quince años, razón por la cual era
importante para todos subrayar de la mejor forma posible dicho aniversario
impulsados, más por la costumbre mexicana, que por el convencimiento de que
las jóvenes a esa edad comenzaban a ser mujeres. En el caso de Caty, siempre
fue considerada de dicha manera. En fin, la fecha sirvió para que organizáramos
una deliciosa cena familiar en el restaurante de El Lago, en el centro de la
segunda sección del Bosque de Chapultepec, al tiempo que le obsequiamos con
un equipo de sonido estéreo marca Sony.
Durante el resto del primer semestre del año, nos avocamos a organizar diversos
eventos, como fue el caso de las elecciones para renovar la mesa directiva de la
ASEM, cuyo Presidente concluía el período para el cual había sido electo, y debía
ser sustituido por otro funcionario del servicio exterior, mediante un proceso que
determinaba la conveniencia de inscribir plantillas, realizar una breve campaña, y
acudir al día de la elección mediante una Asamblea General.
!
323!
La oportunidad de haber ejercido por dos años la Presidencia de la ASEM, me
abrió muchas puertas dentro de la Secretaría, especialmente con su titular,
Fernando Solana, quien a través de dicha capacidad, y observando mi trabajo
como Director General Adjunto del Protocolo, decidió impulsar mi carrera a través
del nombramiento de Embajador, cargo que de inmediato me distinguió por
encima de muchos colegas que esperaban con la misma ansiedad una promoción
de tal naturaleza.
Otra actividad importante a la que dedicamos el mayor tiempo posible, fue asistir
a una gran variedad de eventos organizados por las distintas representaciones
diplomáticas acreditadas ante nuestro gobierno, lo que se tradujo en que, en
reciprocidad, obtuvimos la simpatía de la mayoría de embajadores o
representantes de organizaciones internacionales, quienes con frecuencia
reclamaban nuestra presencia.
Hicimos un verdadero equipo en el que, con gran maestría, Olga Inés confirmó las
indudables cualidades adquiridas durante el transcurso del desempeño de las
diversas misiones diplomáticas que conjuntamente realizamos. Si por lo que se
refiere a mi caso personal, estaba a punto de recibir mi primer nombramiento
como embajador, en el caso de la valoración de mi cónyuge, el honor de dicha
promoción se duplicaba, ya que siempre estuvo a mi lado, y pendiente de cuanto
pudiera acontecer, tanto lo bueno, como lo menos importante.
De los muchos colegas con los que tuve el privilegio de trabajar durante este
período de mi vida, y a los siempre agradecí por su dedicación, señalo
especialmente a: Víctor Delgado, Sergio Jacobo y María de la Luz Oñate, ya que
durante todos los viajes que realizamos, tanto dentro del país, como en el exterior,
integrando el equipo del Protocolo, cosechamos mutuo aprendizaje, y sobre todo,
una amistad entrañable y solidaria, incluso en momentos de la máxima tensión,
como suelen ser los vinculados a la responsabilidad de apoyar los trabajos que
implicaban la presencia del Presidente de México, y por supuesto, el Secretario
Fernando Solana.
!
324!
Una vez más, y como consecuencia de la activa agenda desplegada, el propio
Secretario fue anfitrión de una visita de los jefes de misión del Cuerpo Diplomático,
al Estado de Zacatecas, bello terruño de la provincia mexicana, en donde el arte
colonial y el colorido paisaje, nutren una entidad pujante y vigorosa que recibió a
casi 60 embajadores y sus esposas, en un fin de semana que, a nosotros, nos
pareció inolvidable.
Un poco después, fui comisionado para integrar la avanzada que preparó la visita
presidencial a la Gran Bretaña, Francia, Alemania y España, todas ellas de gran
relevancia para nosotros, ya que, en cada uno de los países a visitar, la agenda a
cubrir era muy intensa, especialmente por la índole de los asuntos a tratar. En esta
ocasión, por parte de la Presidencia de la República, asistió José Natividad
González Parás, Secretario Técnico del Gabinete de Política Exterior – de reciente
nombramiento -, quien en todo caso hacía sus pininos en estos menesteres
internacionales.
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325!
recibidos por el embajador Manuel Tello Macías, titular de nuestra representación
diplomática en París.
Los puntos fuertes de la agenda en esa bella nación tenían que ver, en primer
lugar, con la parte bilateral que abordamos con los colegas de la Cancillería local –
Quai d Orsay -, y por otra con la aceptación de México a la Organización de
Cooperación y Desarrollo Económico OCDE, mejor conocida como el club de los
países ricos.
De ahí, nos fuimos a Alemania, cuya capital aún se encontraba en Bonn, lugar en
el que se encontraba nuestra embajada, al frente de la cual se encontraba el
siempre diligente, Juan José Bremer, un funcionario con gran calidad y grandes
dotes como representante de nuestro país. El programa en Alemania no se
circunscribía a la ciudad capital, sino que incluían visitas a Berlín – futura capital –
a las ciudades de Frankfurt, Hamburgo y Wolfsburg- sede de la firma
automovilística Volkswagen -.
Una vez concretados los detalles del programa, nos desplazamos a la ciudad de
Londres, en la Gran Bretaña, lugar en el que fuimos recibidos por el embajador,
Bernardo Sepúlveda Amor, quien siempre fue muy cordial con todos, facilitando
nuestro trabajo, así como las visitas que teníamos programadas realizar, como
fueron los casos del Palacio de Buckingham; - Galería Real, Salones de Estado,
Caballería Real, entre otras estancias - la residencia oficial del primer Ministro en
el 10 de la calle Downing Street, la sede de la City, el Banco Central, el Museo
Británico, y Chatham House.
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326!
En mi opinión, este programa fue el más extenso, y se requirió nuestro
desplazamiento por cada una de las ciudades incluidas en la agenda, es decir,
Madrid, Sevilla, y Barcelona.
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327!
uno de ellos, fueron más bien unos chicos estupendos, a los que gozamos, en su
momento como si fueran hijos únicos, y en eso, se marcó la diferencia.
El viaje a Europa del Presidente de México, se dio tal cual estaba planeado,
visitando, en primer lugar, Alemania, en donde fue recibido en la ciudad de Bonn
por el Presidente Richard von Weizsäker, y por el Canciller Federal Helmut Kohl,
con los cuales sostuvo conversaciones sustantivas. De ahí, nos trasladamos a
Berlín, futura capital federal, en donde ya se avanzaban los trabajos para erigir,
sobre las ruinas de la otrora sede de gobierno, la nueva capital del país unificado,
tras la caída del Muro que separó a dos estados nacionales.
Por supuesto, visitamos los restos del Muro, sobre todo la parte que se decidió
conservar como testimonio de un error de la humanidad que no se debería volver
a cometerse – al menos en Alemania –.
!
328!
De Berlín nos trasladamos hacia Frankfurt en donde estaba como Cónsul mi muy
querido amigo Gonzalo Aguirre Enrile, a quien saludé con mucho afecto, mientras
nos desplazábamos por los sitios a visitar por nuestro Presidente. Acto seguido, a
Hamburgo en helicóptero, y una vez que concluimos la visita, salimos a Wolfsburg,
sede mundial de la empresa Volkswagen, misma que inició la construcción de su
fábrica en Puebla, gracias a los buenos oficios de la administración del Presidente
Adolfo López Mateos, cuyo Secretario de Industria y Comercio, fue el padre del
Presidente Salinas, don Raúl Salinas Lozano, a quien se rindió un sentido
homenaje durante la visita a la planta.
El viaje presidencial continuó hacia Londres, la capital del Reino Unido, a donde
llegamos con prontitud, y comenzamos a desarrollar el programa de la visita
oficial, mismo que incluyo, además de la entrevista con la Reina Isabel II, - a quien
tuve el gusto de saludar - y una cena de Estado en el Palacio de Buckingham, un
encuentro con el Primer Ministro John Mayor, en su residencia oficial del 10 de
Downing Street, además, la inauguración de una muestra de arte precolombino en
el Museo Británico, la recepción en la City financiera de Londres, la presentación
de una conferencia magistral en Chatham House (Centro Independiente de
Pensamiento en Materia de Asuntos Internacionales).
Otro de los funcionarios comisionados para apoyar esta gira del Presidente de la
República fue, el embajador Víctor Manuel Rodríguez, quien en esos momentos
era titular de nuestra representación en Bagdad, Irak. También se incorporó,
llamado por el Secretario Fernando Solana, el embajador Ricardo Ampudia, quien
pocas semanas después sería designado como Director General del Protocolo.
Del Reino Unido nos trasladamos hacia el siguiente punto del programa, el Reino
de España, en donde como señalé con anterioridad, el Presidente de México
asistió a tres eventos de gran relevancia: la II Cumbre Iberoamericana, en la
ciudad de Madrid; la inauguración de la Exposición Universal, en Sevilla; y la
Inauguración de los Juegos Olímpicos, en la ciudad de Barcelona.
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329!
Presidente de Panamá, Guillermo Endara, quien nuevamente se acerco a Salinas
de Gortari para preguntarle sobre la situación prevaleciente con respecto al envío
de embajadores, pautado el mes de enero, durante la ceremonia de firma de los
Acuerdo de Paz para El Salvador.
Lo más pronto que pude me comuniqué con Olga Inés para comentarle la noticia,
lo que hizo posible que ambos – nuestros hijos también – nos manifestáramos
muy felices, quedando atentos de mi pronto retorno, mismo que se produjo tan
sólo unos días después de que culminara la gira en España.
Recuerdo con mucho afecto los homenajes de que fuimos objeto por parte de
nuestra familia, nuestra madre, la abuela, los hermanos y sobrinos, así como tíos y
otros parientes cercanos, como fue el caso del padrino Héctor Soto Máynez, y su
esposa, la madrina América.
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330!
embajada en Panamá estaba parcialmente amueblada, por lo que no se requería
que desplazáramos todos nuestros enseres. Por lo anterior, la misma empresa
que fue autorizada para trasladar el menaje nos colaboró con el almacenaje de
más de ochenta paquetes entre muebles y artículos de decoración que
asumíamos no sería necesario transportar.
Los meses transcurrieron con lentitud, ya que mi regreso a México, desde España,
se produjo a mediados de julio, y no fue sino hasta principios de septiembre que
fui recibido por las comisiones conjuntas de Relaciones Exteriores del Congreso
que sesionaban en ese entonces, en el auditorio del Centro Médico Nacional,
como consecuencia del incendio que se había producido en las instalaciones de la
Cámara de Diputados.
A pesar de que había sido advertido de que los representantes del PRD, con toda
seguridad, no iban a aprobar mi nombramiento, más por el hecho de la situación
prevaleciente en Panamá, que por lo que respecta a mi experiencia como
miembro de carrera del servicio exterior, a la hora de la hora, las bancadas de los
partidos PRI y PAN, optaron por aprobar el nombramiento sin mayor trámite, es
decir, yo expuse mi proyecto de actividades a desarrollar en el lugar en el que
había sido designado, recibí y contesté puntualmente, diversas preguntas, y mi
dictamen fue firmado de inmediato, por lo que fui convocado para el día siguiente
a los fines de que el Pleno me recibiera en sesión conjunta para la aprobación
final, y la toma de protesta.
Una vez cumplidas las formalidades del caso, y tras concretar una ronda de visitas
importantes con interlocutores con intereses en Panamá, tanto del sector privado,
como público, determinamos los detalles finales, como serían los casos del
programa para el empaque y embalaje de nuestros enseres personales, la
obtención de los respectivos pasaportes, pasajes, y gastos de instalación,
calendarizamos nuestro viaje para el día 18 de septiembre, fecha en la que
iniciamos nuestra nueva aventura de vida.
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331!
diseño, planificación y ejecución de muchos de los logros más importantes en
materia de política exterior.
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332!
Capitulo 19
El día 18 de septiembre del 1992, abordamos el vuelo de la línea aérea de
bandera venezolana Avensa con destino a Caracas, previa escala en la ciudad de
Panamá, lugar de nuestro destino final, al que llegamos con la emoción contenida,
los cinco integrantes de la familia Gutiérrez Gaviria.
Durante el curso del viaje un detalle curioso llamó nuestra atención, ya que
tuvimos reservados lugares en primera clase, cada uno se acomodó en la fila que
le correspondía, es decir, Olga Inés y Natalia, conmigo; Caty y Carlos Ignacio, en
lugares diferentes cada uno, por lo que nos sorprendió que una de las asistentes
de vuelo le comentara a Caty si podría cambiar su lugar con El Puma, ya que, al
actor sólo le gustaba viajar en ese asiento.
Como Caty no tenía ni la menor idea de quién era el susodicho Puma, contestó
que ni aunque fuera un Jaguar, se movería, lo que nos produjo una intensa risa
una vez que nos enteramos del caso, sobre todo, por el hecho de que el famoso
Puma era el conocido cantante venezolana José Luis Rodríguez, quien viajaba
también en el mismo vuelo, pero cuyo destino era la ciudad de Caracas.
A nuestra llegada, como suele ser habitual, fuimos recibidos por un representante
de la Cancillería, en el Salón Diplomático del aeropuerto internacional de
Tocúmen, en donde también se encontraban los integrantes de nuestra misión
diplomática, entre los cuales, el encargado de negocios Ricardo Zaldo, me saludó
efusivamente, lo mismo sucedió con Víctor Hugo Gómez, encargado de la sección
consular.
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333!
propietarios, y dos tipos de ascensores: uno para los residentes; y el otro para el
personal de servicio y doméstico.
Conviene señalar sobre la relación bilateral que, durante casi tres años, contados
a partir de la invasión de los Estados Unidos de América, el 20 de diciembre de
1989, México retiró su embajador en Panamá, acogiéndose para ello a los
preceptos determinados por la “Doctrina Estrada”, ya que el gobierno encabezado
por el Presidente Guillermo Endara, quien a su vez tenía dos Vicepresidentes,
Guillermo Ford Boyd; y Ricardo Arias Calderón, había tomado posesión en la sede
del Comando Sur, lo que, desde nuestro punto de vista, determinaba una especie
de sometimiento.
Por lo anterior, Panamá salió del Grupo Contadora, del que era socio fundador, así
como de diversos beneficios bilaterales, como la cancelación de iniciativas de
proyectos de cooperación derivados del Acuerdo de San José – sobre suministro
de petróleo, suscrito entre México y Venezuela -. Por su parte, y de forma
unilateral, Panamá dejó de honrar un adeudo pendiente con nuestro país, cuyo
pago fue negociado una vez que yo tomé posesión del cargo como embajador.
A pesar de que los gobiernos emanados del partido político PRD, habían sido
nuestros aliados naturales durante muchos años, posiblemente, como
consecuencia de que quien inspiró dicho instituto político fue el legendario general
Omar Torrijos, los hechos finales del régimen del general Manuel Antonio Noriega,
acusado por Washington de colaborar con la insurgencia nicaragüense, y de dar
cobijo a los principales traficantes de estupefacientes de la época, marcaron un
epílogo – al menos temporal -, a su interlocución política con nuestro país.
El gobierno ante el cual estaba acreditado, había sido conformado por la alianza
de tres partidos políticos, el Arnulfista – fundado por Arnulfo Arias -, la Democracia
Cristiana; y el Movimiento Liberal Republicano Nacionalista (MOLIRENA), éste
último, surgido a principios de la década de 1980, como resultado de la prohibición
de partidos políticos determinada tras el golpe de estado – 11 de octubre de 1968
- perpetrado por integrantes de la Guardia Nacional, en contra del Presidente de la
República Arnulfo Arias Madrid.
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334!
La sucesión de diversos eventos políticos registrados desde dicho golpe de
estado, determinó que los partidos tradicionales se fueran paulatinamente
atomizando, dibujando un tablero de poder muy complicado en esta República
ístmica, desde donde la Zona del Canal, ocupaba el centro neurálgico de la
estrategia política global, sobre todo, una vez fueron suscritos los Tratados
Torrijos-Carter, en donde se contempló la devolución a la soberanía nacional del
importante recurso estratégico.
En fin, creo que supe interpretar tanto el interés de las más altas autoridades de
México, como de las diversas contrapartes panameñas, con respecto al
momentum de la relación bilateral, lo que se tradujo positivamente al formular un
balance de la situación prevaleciente al comienzo de mi encargo, frente a los
resultados obtenidos, una vez que fuera finalizada mi gestión al frente de nuestra
representación diplomática en Panamá.
Los cinco nos dispusimos a conocer un poco mejor el panorama del lugar en el
que nos tocaría vivir los siguientes años, tantos como durara la comisión como
embajador de México en Panamá, por lo que no nos apresuramos a ver todo en
un solo día, sino que dimos una vuelta familiar, acompañados, de todos los
elementos que era menester para trasladar a nuestra bebé, Natalia Isabel, quien el
día 1º de agosto cumplía su primer aniversario de edad.
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335!
Ricardo Zaldo, y Víctor Hugo Gómez, se encontraban, Tirso Beltrán, y Hugo René
Oliva.
Una vez que tomé posesión física de nuestra representación diplomática, fui
informado que el Canciller, Julio Linares me recibiría el siguiente miércoles con el
fin de cumplir con la entrega de las copias de mis Cartas Credenciales, acto que
puntualmente se llevó a cabo en la sede del Ministerio de Relaciones Exteriores,
lugar al que acudí acompañado por el jefe de protocolo, el embajador Junior
Arosemena.
Dicho lo cual, me dispuse a avanzar con este acto formal, mientras que, desde la
perspectiva familiar habíamos contactado con una escuela para Caty y para
Carlos Ignacio, el International School de Panamá, en donde quedaron inscritos y
listos para iniciar su ciclo escolar, para lo cual contratamos un servicio de
transporte escolar, mismo que fue suspendido una vez que Caty comenzó a
manejar el vehículo de servicio, un Nissan Sentra de color amarillo claro.
Por lo que se refiere a los vehículos oficiales de la embajada, menciono que antes
de viajar a Panamá, tuve la oportunidad de seleccionar, dentro de un lote de
vehículos que obraba en depósito en el estacionamiento de la Secretaría, como
resultado del decomiso realizado por el Servicio de Administración Tributaria, un
Mercedes Benz del año 1985, modelo 280 SE , que me fue enviado a mi sede
diplomática para registrarlo como vehículo oficial.
Dicho automóvil llegó puntualmente, y fue adscrito a la embajada, junto con el otro
que cumplía con las mismas funciones, un Ford Sable, por cierto, bastante
deteriorado, pero con suficiente capacidad como para cumplir con las funciones
inmediatas. Dicho vehículo fue usado por Olga Inés durante una buena
temporada.
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336!
El día señalado para la ceremonia de presentación de las Cartas Credenciales,
acordamos con la Cancillería cuáles serían los detalles protocolarios, a los fines
de mi presentación ante el Palacio de las Garzas. A una hora determinada, un
vehículo oficial del gobierno de Panamá pasó a la residencia oficial, y de ahí,
acompañado por un oficial del protocolo quien me condujo hasta la entrada del
salón de embajadores en el Palacio Nacional.
En ese lugar fui recibido en el marco de una ceremonia solemne por el Presidente
Guillermo Endara, a quien acompañaba el doctor José Raúl Muliño, Viceministro
de Relaciones Exteriores – con quien cultivé, más adelante, una cordial relación
personal -, así como otros funcionarios adscritos a la propia presidencia de la
república.
La ceremonia duró aproximadamente media hora, lapso dentro del cual tuve
oportunidad de comentar al Jefe de Estado cuáles serían mis prioridades como
jefe de la representación diplomática de México, a los fines de procurar el
estrechamiento de las relaciones bilaterales. El Presidente Endara se mostró muy
complacido tanto por mi presencia, como por el hecho e que los vínculos
bilaterales finalmente volverían a los cauces que siempre les caracterizaron.
Estos obsequios fueron escogidos como consecuencia del viaje que el matrimonio
Endara realizó a México, el mes de enero anterior, en donde yo estuve
comisionado como Edecán Civil del mandatario, a quien acompañé, entre otros
lugares, a una librería, y a la Basílica de la Virgen de Guadalupe.
Una vez que se cumplió con dicha ceremonia formal, comencé con la ronda de
visitas a los diversos dignatarios del gobierno nacional, así como a los colegas que
integraban el Cuerpo Diplomático acreditado ante el Gobierno Nacional,
encabezados por el Nuncio Apostólico, Monseñor Osvaldo Padilla, de origen
filipino.
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337!
zona canalera. De la misma manera, hice una visita de cortesía al general (cuatro
estrellas) George A. Joulwan, Jefe del Comando Sur de los Estados Unidos de
América.
Transcurrido poco más de un mes desde nuestra llegada a Panamá, una ingrata
noticia nos llenó de dolor: el fallecimiento de la abuela, doña Leopoldina, el día 28
de octubre. Según refiere doña Martha, mi madre, la muy querida abuela había
sentido gran orgullo cuando se enteró de mi nombramiento como embajador, al
tiempo que su salud fue deteriorándose; afortunadamente, no sufrió, ya que
nuestra madre procuró todo tipo de facilidades especiales, como fue el caso de la
contratación de una enfermera permanente, quien la acompañó hasta el momento
de su deceso.
Tal cual sucedió en los casos de fallecimiento de los seres más cercanos, como
serían los casos del abuelo don Carlos, o de la hermana, Sylvia de Carmen, el
dolor fue infinito, tanto como la esperanza por que todos alcancen, llegado el
momento, el descanso eterno al que en principio tenemos el derecho de
acogernos.
En dicha búsqueda ocupamos nuestro tiempo libre, tanto Olga Inés, como yo, y
fue justamente mi consorte quien tuvo la suerte de visitar una casa que había
pertenecido al ex presidente Arnulfo Arias Madrid, que cumplía con todos nuestros
requerimientos, incluido el del mobiliario. La residencia se encontraba ubicada en
el barrio de Bellavista, en la calle de Venezuela.
!
338!
La circunstancia fue que el monto que solicitaban como alquiler mensual los
propietarios era, justamente, el doble de lo que en ese momento disponíamos en
nuestro presupuesto, por lo que fue necesario convencer a la Secretaría sobre la
necesidad de que nuestra representación en Panamá dispusiera de una residencia
oficial con las características de nuestro prospecto.
Por lo tanto, antes de los primeros tres meses de haber tomado posesión, ya
habíamos avanzado algunas de las gestiones más determinantes para el feliz
término de la misión diplomática que nos fuera encargada, especialmente, en la
coyuntura por la que atravesaban las relaciones bilaterales.
Dentro del círculo empresarial que nos acogió con mayor entusiasmo, se destaca
la familia Motta, con el patriarca en la cabeza, don Alberto; así como el industrial
Bobby Tsanetatos; el ingeniero Pedro Heilbrun, Presidente de la línea aérea Copa;
Fernando Eleta; Samuel Lewis Galindo, quien unos años más tarde sería
Canciller; Nicolás González Revilla, y un amplio etcétera.
También cosechamos vínculos con la señora Mireya Moscoso (en aquel entonces,
casada con un señor de apellido Gruber) presidenta del partido arnulfista, y
Presidenta de la República, años más tarde. Frecuenté programas de televisión
de mucha audiencia en donde realicé presentaciones sobre nuestro país, así
como para el debate de temas de coyuntura internacional, como fue el programa
“choque de opiniones” en el que fueron anfitriones dos legisladores de partidos
políticos contrarios: Willy Coches (demócrata cristiano); y Mario Romagnoni
(PRD).
Por lo que respecta a las relaciones más personales, destaco el acercamiento con
la amiga de muchos años, Emilia Arosemena, ex embajadora en México; y el
matrimonio de Gladys y Miguel Salama, con quienes tuvimos la oportunidad de
disfrutar muchas cosas en común. Por supuesto que nos sorprendió también
encontrar a Mario Bello Andino, quien para ese momento se desempeñaba como
!
339!
Cónsul General en Panamá, ya que se había casado en segundas nupcias con
una nacional de ese país, la señora Silka.
Como señalé a lo largo de la presente crónica, con Mario Bello Andino nos
conocimos en Haití, de ahí fue trasladado a México en donde fue designado como
Ministro Consejero de la embajada, y tuvo oportunidad de acercarse a nuestra
familia, la que lo acogió con verdadero entusiasmo. A nuestro regreso de la
misión en Asunción, Paraguay, lo encontramos también, aunque estaba a punto
de finalizar su encargo, al ser trasladado a Santo Domingo, donde estuvo unos
años más.
Por lo que respecta al sector privado panameño, por cierto, muy bien organizado,
se encontraba aglutinado dentro de la Cámara de Comercio, Industrias y
Agricultura, y año con año realizaban un magno evento: EXPOCOMER, al que
invitaban a una personalidad internacional, como fue el caso de ese 1992, en el
que el presidente de Colombia, César Gaviria.
Entre tanto, con Olga Inés organizamos un paseo especial con motivo de nuestro
aniversario de matrimonio, el 29 de noviembre, viajamos a la Isla de Contadora,
ubicada a unos treinta minutos de vuelo desde la capital del país, partiendo del
aeropuerto local de Punta Paitilla, en la línea aérea Islas. La verdad, nos sentimos
muy decepcionados, ya que la isla propiamente dicha carece de atractivos
especiales, ya que disponía solamente de un hotel, y unos cuantos lugares para
ser visitados, en recorridos que usualmente se realizan en moto o en bicicleta.
!
340!
Una vez que nos instalamos en nuestra nueva residencia oficial, de inmediato
comenzamos con las atenciones que se esperaba del nuevo embajador de
México. Al respecto, el primer motivo fue la visita a Panamá del conocido pintor
mexicano José Luis Cuevas, quien presentó una exposición con obras de su
autoría, siendo homenajeado a distintos niveles del gobierno nacional, como fue el
caso de la Alcaldesa de la capital, Mayín Correa, quien le hizo entrega de un
diploma como visitante ilustre de la ciudad.
La tesis de México, tanto en ese caso, como en otros similares, partía del
supuesto de que un adeudo gubernamental debía honrarse siempre, con
independencia del tipo de gobierno nacional que lo hubiera sumido, por lo que, en
breve, llegó a Panamá el Director General de Asuntos Hacendarios
Internacionales, Marco Provencio, quien inició la ronda de conversaciones que,
poco tiempo después, llevaron a un final conveniente para las partes.
Otro adeudo que mantenía cerradas las puertas de Panamá a cualquier tipo de
crédito por parte de México, era el que tenía el Instituto Panameño de Turismo
(IPAT) con la empresa Ingenieros Civiles Asociados (ICA) que había sido
encargada de la construcción del centro de convenciones ATLAPA, en la ciudad
capital, y el más importante del país. Sobre dicho adeudo, gracias a los buenos
oficios de la embajada se pudo estructurar y cobrar la deuda, tal cual fuera
reconocido, años más tarde, por el presidente del grupo, Bernardo Quintana.
Para finales de ese, nuestro primer año, fue organizado por el despacho de la
Primera Dama – oficina que era manejada por Marcela Endara, hija del Jefe de
Estado – un Bazar Internacional en el que participaban todas las misiones
diplomáticas acreditadas ante el gobierno nacional, el mismo tenía como fin
!
341!
principal labores de asistencia social que eran canalizadas a poblaciones
económicamente vulnerables.
A ese fin, Olga Inés se comunicó por la vía telefónica, y pudo obtener
ofrecimientos muy interesantes, lo que motivó la idea de viajar a México para traer
todos los productos artesanales, aprovechando para ello las facilidades que fueran
otorgadas por la línea aérea COPA, que garantizó traer, sin costo alguno, los
productos que serían ofertados en la Feria Internacional.
En un abrir y cerrar de ojos Olga Inés viajó a México, acompañada por Carlos
Ignacio, quien, con toda buena voluntad se ofreció como facilitador a los fines de
apoyar a su muy querida madre. La verdad, el viaje fue muy bueno, ya que Olga
Inés, apoyada por la familia, pudo concentrar en diversas cajas de cartón los
productos que llevamos a la Feria Internacional, en la que, además, ofertamos
bebidas mexicanas, como fueron los casos del tequila.
Un detalle curioso del viaje a México, fue el protagonizado por Carlos Ignacio,
quien una vez que estaban ambos en el aeropuerto, listos para salir con rumbo a
Panamá, de pronto se desapareció ante la angustia de su querida madre, quien no
supo a dónde se había escapado su hijito de tan sólo nueve años de edad. Al
final, el susodicho acompañante había decidido que antes de iniciar su viaje de
regreso, debía adquirir una cajita feliz de su alimento favorito: McDonald’s.
Una vez que regresaron, Olga Inés quedó encargada de nuestro pabellón, así
como de la donación a las obras filantrópicas del despacho de la Primera Dama,
de los recursos obtenidos como consecuencia de nuestra presencia en el Bazar
Internacional.
Uno de los placeres más agradables que nos tocó cultivar durante esta comisión
en el exterior, fue el de la comida. La variedad de lugares para degustar la cocina
nacional e internacional en la capital del país, era muy variada, por lo que con
frecuencia visitamos, tanto en familia, como con amigos comunes lugares
excelentes, con atención personalizada, y un cálido ambiente.
!
342!
Por ese entonces, también me di el gusto de adquirir un vehículo para uso
personal: un Jaguar XJ6, por el que pagué un precio accesible a mi cartera, y con
el que disfrutamos muchos paseos, como fue el caso del viaje a Costa Rica, en
donde estuvimos cuatro días en el entorno de la ciudad capital, San José.
Además, compramos un lindo cachorro de Bulldog, al que nombramos Jake.
Por lo que respecta a nuestros vínculos con los integrantes del Cuerpo
Diplomático, con frecuencia asistimos a los diversos eventos que se presentaban,
tanto con motivo de fiestas nacionales, como celebraciones diversas, vinculadas a
nuestra representación en Panamá. Como caso curioso comento que el nuevo
embajador de Ecuador – llegó con una diferencia de pocos meses desde nuestra
llegada -, el señor Gustavo Buchelli, era ya un amigo de años atrás, conocido
cuando se desempeñaba como Ministro de la embajada en México.
A pesar de dicha circunstancia, nuestra relación personal nunca fue tan cercana
como la que desarrollamos con amigos similares, como fueran los casos de Emilia
Arosemena, o Mario Bello Andino.
En el caso específico de Emilita, Olga Inés encontró siempre en ella una amiga
muy sincera y cariñosa, además de conocedora de la realidad nacional, y bien
recibida en todo tipo de ambientes, especialmente los sociales de los rabiblancos,
como eran mejor conocidos los que asistían al Club Unión, centro principal de
convivencia del círculo de los más acaudalados empresarios locales.
Otro de los viejos amigos de las lides diplomáticas y que, por un error involuntario
no había mencionado, es el caso de Rey Montenegro, a quien conocimos cuando
cumplíamos nuestra misión en Atenas; en ese entonces a el le correspondió el
encargo de ser Cónsul General de Panamá en el puerto de El Pireo, posición que
le permitía ingresar a sus cuentas personales muchos miles de dólares anuales,
!
343!
como consecuencia del esquema prevaleciente para el ejercicio de cargos
consulares por mandato del Gobierno de Panamá.
Como consecuencia de dicho sistema, quienes son nombrados – casi siempre por
razones políticas – disponen del privilegio de percibir un alto porcentaje del total
de cobro por los diversos conceptos incluidos en los derechos consulares que
determina el Estado. Dicho sistema, no es exclusivo de Panamá, ya que otros
países del mundo, como sería el caso de la República Dominicana, proceden de
idéntica forma, tal cual me corroboró mi amigo Mario Bello Andino.
En fin, traje a colación a Rey Montenegro, como consecuencia de que una vez que
se enteró de que estaba yo como embajador en Panamá, de inmediato me buscó,
y tuvimos la oportunidad de compartir recuerdos muy gratos de nuestra estancia
en Grecia, país en donde fungía como embajadora, y decana del Cuerpo
Diplomático, la señora María Lakas, hermana del ex presidente Demetrio Lakas.
Este contacto con la dirigencia política de unos de los partidos más relevantes del
panorama político panameño, me abrió muchas puertas, al tiempo que facilitó la
misión que me había sido encomendada por el gobierno de México.
Otro empresario que nos favoreció por su cercana amistad y sobre el que ya
referimos su nombre, fue Bobby Tsanetatos, quien, como fue señalado era un
exitoso hombre de negocios que tenía intereses en diversos ámbitos, como sería
el caso de medios masivos de comunicación, almacenes de conveniencia, y
además representaba a la trasnacional Sears Roebuck International.
!
344!
Una de las invitaciones de que fuimos objeto, se dio en el contexto de una
ceremonia en la que fue condecorado por el gobierno griego con la gran cruz de la
orden del mérito civil, como consecuencia de que durante muchos años había sido
cónsul honorario del mencionado país en Panamá.
!
345!
que, el propio Alberto le ofreció a Olga Inés – imagino que en calidad de obsequio
– el vehículo que más le gustara.
La verdad sea dicha, Olga Inés no escogió ninguno, aunque le hubiera encantado,
ya que, en nuestra posición, la prudencia era una de las virtudes más reconocidas.
Por la tarde regresamos todos, por la misma vía aérea a la ciudad capital en
donde nos esperaba ya el conductor del vehículo oficial para trasladarnos a la
residencia de la embajada.
Por lo que respecta a los hijos, tanto Caty como Carlos Ignacio siguieron
exitosamente, cada uno por separado, sus respectivos cursos en el Colegio
Internacional. Sin embargo, en el caso de Natalia, pronto caímos en cuenta sobre
cierto tipo de características que la hacían desenvolverse de forma distinta al
promedio de niñas de su edad, partiendo del supuesto que apenas disponía de
año y medio de edad, por lo que, de inmediato, determinamos un programa que
hiciera posible, a través del estímulo, que avanzara conforme a los tiempos de la
edad que ya tenía.
!
346!
A dicho fin, contratamos a una especialista en terapias infantiles, la profesora
Laura Fábrega, quien trabajó con nuestra Natalia durante, al menos, un par de
años, término que hizo posible un paulatino avance, aunque no dentro de los
términos que suponíamos debía de haber alcanzado, con respecto a su edad
cronológica.
Lo anterior, nos dio la oportunidad de contactar con los propietarios, los señores
Braswell quienes nos dieron el detalle del tipo de trabajos marítimos que
realizaban en embarcaciones como las tres que les habían sido traídas desde los
mares mexicanos.
Resulta interesante comentar que durante el período en que fueron reparados los
navíos con bandera mexicana, coincidió en las fechas en que correspondía
celebrar la primera fiesta nacional que organizamos en Panamá, para la noche del
15 de septiembre, por lo que, dispusimos de una escolta de marinos mercantes
mexicanos, quienes fueron responsables de trasladar nuestro lábaro patrio desde
!
347!
las afueras del salón en donde llevamos a cabo la recepción, hasta el lugar en
donde me encontraba con Olga Inés, preparado para la ceremonia de El Grito.
Más adelante daremos los detalles de dicho festejo, por cierto muy exitoso, y
favorablemente acogido.
Para el mes de marzo, me fue anunciado que, como representante del Presidente
de México asistiría a la inauguración de EXPOCOMER, el señor licenciado Ángel
Gurría, a la postre, Director General del Banco Nacional de Comercio Exterior,
BANCOMEXT, por supuesto, muy buen amigo. El evento, como sucede cada año,
fue muy exitoso, y me ofreció, adicionalmente, la magnífica oportunidad de
celebrar una ronda de negocios con empresarios locales y con representantes
gubernamentales, en el marco de la cual, el interlocutor de excelencia conversó
sobre las positivas expectativas para hacer negocios con México.
Otro evento de gran relevancia para la relación bilateral tuvo que ver con la
subasta de una de las empresas más onerosas del Estado, la compañía de
Cemento Bayano, adquirida, en subasta pública por la mexicana CEMEX,
propiedad de Lorenzo Zambrano, cuya sede principal se encuentra en la ciudad de
Monterrey, en el Estado de Nuevo León.
!
348!
administración del Presidente Endara – quien culminó su mandato en 1994 -, las
señales fueron claras y constantes, al menos, desde nuestra perspectiva.
En el ámbito interno de la embajada, como era lógico, el ministro que había estado
como encargado de negocios durante una buena temporada, el señor Ricardo
Zaldo, fue trasladado para desempeñar una nueva misión diplomática en el
extranjero, y en su lugar fue designado Fernando Torres Vasconcelos, casado con
una nacional de Guatemala, y con quien concretamos una excelente relación
personal.
Lo mismo sucedió con el segundo secretario Tirso Beltrán, quien pasó a ocupar un
nuevo cargo en el exterior, en su lugar, la Secretaría asignó a una joven integrante
del Servicio Exterior, Martha Eugenia Tapia, con quien, a su vez, se desarrollo un
inmejorable clima de trabajo.
En fin, correspondía avanzar los preparativos para la primera fiesta nacional que
nos tocaba presidir, por lo que, quisimos que fuera algo muy especial, por lo que
nos empeñamos en los detalles que hicieran de nuestra conmemoración patria,
algo diferente al resto de los eventos similares, tan comunes, como aburridos.
Por lo tanto, conversamos con nuestra muy querida amiga Emilia Arosemena,
quien era socia del Club Unión, lugar en donde se disponían de un salón muy
bueno para eventos de la magnitud del nuestro, mismo que alquilamos un
adaptamos a nuestras necesidades.
!
349!
la misma asociación, por lo que nuestro menú de símbolos patrios fue muy
variado.
A dicho fin, solicitamos una cita, misma que nos fue concedida, y en el marco de la
misma, planteamos la posibilidad de ofrecer en donación los recursos obtenidos
de sendas presentaciones de nuestro ballet folclórico. La respuesta de la señora
Endara, aunque fue cortés, se dio en el sentido negativo, por lo que nuestro
proyecto no tuvo un feliz término.
Un evento que causó mucha tristeza, al tiempo que luto nacional, fue el sensible
fallecimiento del Ministro de Relaciones Exteriores, Julio Linares, acaecido el 28
de octubre de ese año, por causas naturales, determinadas por un padecimiento
respiratorio.
!
350!
Se ofreció un acto religioso en su memoria, al tiempo que el gobierno determinó
tres días de duelo nacional. En su lugar, al menos de forma interina, se designó
como encargado al Ministro de la Presidencia, Julio Harris, y más tarde, se
formalizó la designación de José Raúl Muliño, vicecanciller, como titular de la
cartera.
Unos meses más tarde, y como consecuencia del traslado de Hugo René Oliva a
una nueva comisión, fue adscrito el buen amigo Rafael Cortés, quien se convirtió
en un especialista de los temas de administración, tal cual lo venía haciendo su
predecesor. En dicha ocasión, Rafael se había casado en segundas nupcias con
una chica española, con la que vivió la experiencia de Panamá.
Con quien también tuvimos una excelente relación personal fue con el señor
Lucas Zarak, del Partido Arnulfista, y presidente del Congreso unicameral, quien
además era un hombre económicamente poderoso que se encontraba disfrutando
de las mieles de un segundo matrimonio con una señora mucho más joven que el.
Fue él quien influyó en forma determinante para que el gobierno del Presidente
Endara ofreciera asilo político al ex presidente de Guatemala, Jorge Serrano Elías,
quien propició un golpe de estado en su país, el 25 de mayo de 1993. Se mantuvo
en el poder, únicamente siete días, ya que el 1º de junio fue depuesto y trasladado
a la ciudad ístmica, en donde reside todavía, dedicado a los negocios de bienes
raíces e inversiones, gracias a los recursos obtenidos como consecuencia de su
corto mandato presidencial.
El siguiente año, fue muy importante, no sólo por el hecho de que Carlos Ignacio
decidiera hacer su primera comunión, y a tal fin, tuve la oportunidad de conversar
con el nuncio apostólico, monseñor Osvaldo Padilla, quien con mucha simpatía
accedió a proceder con la preparación del joven alumno, al que introdujeron en el
catecismo y en la liturgia religiosa del caso.
!
351!
para acompañarnos al evento, mismo que una vez fuera celebrado, propició la
posibilidad de ofrecer una recepción en su honor.
Bueno, desde el punto de vista personal y familiar, esa fue la novedad más
destacada, junto con la visita a Panamá de doña Fabiola, la que, aprovechó la
oportunidad para barrer por todo el comercio local, acompañada al efecto tanto por
Olga Inés, como por Emilia Arosemena, quien a la fecha, ya se había convertido
en una gran amiga de mi muy querida cónyuge.
Realizamos también un viaje por tierra a Costa Rica, partiendo desde la ciudad de
David, al menos yo, ya que había ido a realizar una jornada de promoción sobre
México; al terminar esa actividad, volaron desde la ciudad capital en un avión de la
empresa Alas de Panamá, Olga Inés y los tres hijos. Desde ese punto cruzamos
la frontera en común, y nos adentramos hasta la ciudad de San José.
El viaje tuvo algunos inconvenientes, sobre todo, por el hecho de que un colega de
la embajada de México no encontró mejor lugar para alojarnos que un punto como
a 90 kilómetros de la capital – un hotel campestre bastante interesante -. Por
nuestra parte, poco nos importó el desaguisado, ya que nos divertimos mucho y
aprovechamos para probar nuestro nuevo auto, el Jaguar XJ-6 cuyo manejo fue
muy conveniente.
Por lo que respecta al diario acontecer, y una vez que regresamos a Panamá, el
evento de mayor relevancia, fue el proceso electoral del 8 de mayo, en el cual fue
electo como Presidente de la República, con el 33% del voto universal, el doctor
Ernesto Pérez Balladares, quien asumió su mandato el día 1 de septiembre
siguiente.
Ese mismo año, que por cierto, se celebraron elecciones federales en México, fue
asesinado el 23 de marzo, Luis Donaldo Colosio, candidato del PRI a la
Presidencia de la República, tragedia que, de una u otra manera, puso en riesgo la
estabilidad política de nuestro país, así como la celebración de las propias
elecciones federales del primer domingo de julio.
!
352!
partido hegemónico, obteniendo, durante el proceso comicial, un triunfo
indiscutible, tal cual pudo ser verificado por los observadores internacionales que,
por vez primera en nuestra historia republicana, fueron invitados por nuestro país
para presenciar la jornada electoral.
A dicho viaje, al que fue con su señora esposa, le acompañamos con Olga Inés
por lo que fuimos testigos de la deferencia con que se le fue tratado a todos los
niveles, lo que ofrecía un panorama muy positivo para la relación bilateral, tal cual
nos lo confiaran ambos, durante uno de los recesos del viaje a México.
!
353!
A la toma de posesión de Pérez Balladares, asistió, como representante de
México, el Canciller, Manuel Tello Macías, quien hizo su arribo la víspera del
evento, pautado para el 1 de septiembre del propio año de 1994. Nos
correspondió recibirlo en el aeropuerto internacional de Tocúmen - llegó
acompañado de su esposa y de un amigo, el señor Juan Barragán -, a bordo de
un avión de la Fuerza Aérea Mexicana FAM, mismo que, una vez cumplida su
misión se devolvió a nuestro país, no sin antes verse envuelto en un inconveniente
mayúsculo, ya que, en el compartimiento de equipaje, se mantuvo la maleta de
nuestro Canciller, quien montó en cólera al darse por enterado que no había sido
trasladada hasta su hotel.
La primera visita importante, fue la del Presidente Carlos Salinas de Gortari, quien
realizó un viaje relámpago – de más o menos doce horas – a la ciudad capital del
país, en donde se abordaron los temas más determinantes para iniciar una nueva
interacción en el ámbito bilateral.
El día de la llegada, sucedió un evento que me puso los pelos de punta, ya que,
como era habitual, los días previos a la fecha de la visita, habíamos coordinado
con la avanzada de México, los detalles relativos al programa, pautando un
!
354!
encuentro en el aeropuerto internacional de Tocúmen, al menos dos horas antes
de la llegada de nuestro primer mandatario.
Sin embargo, el día de inicio del programa, fui convocado por el Canciller, Samuel
Lewis, a su despacho oficial – se había cambiado la sede, y ahora se ubicaba en
la zona de áreas revertidas -, desde donde, según me dijo, acompañaríamos al
presidente Pérez Balladares al aeropuerto internacional. Nunca imaginé que el
viaje que iniciamos desde el inmueble en donde funcionaba el Ministerio, hasta el
Palacio Presidencial de las Garzas, y de ahí, al aeropuerto internacional,
pudiéramos realizarlo en menos de una hora, por lo que, mi estado de ánimo, era
pésimo, ya que el vuelo del Presidente de México tenía un itinerario que conocía
yo muy bien.
La visita, aunque breve, fue muy exitosa. Lo primero que Pérez Balladares confió
a su colega mexicano, fue que, lo felicitaba, por haberme designado como
embajador, ya que, según expresó, se habían dado las condiciones de empatía
necesarias para que fuera yo un digno interlocutor de los intereses de nuestro país
en Panamá.
Como era de suponer, me dio muchísimo gusto tal distinción – que agradecí – así
como la deferencia de haber dispuesto una mesa especial – durante el almuerzo
oficial ofrecido al Presidente Salinas de Gortari – en el que estaban, además de
los dos presidentes, sus cancilleres, y el embajador de México. Confieso que me
sentí un poco intimidado, pero no me amilané, y mantuve una posición lo más
acorde posible con las circunstancias.
!
355!
nada que sucediera en el futuro, podría incluir en nuestro estado de ánimo como
pareja.
Lo curioso del caso, es que cada vez que recibía el Presidente a un empresario
mexicano, me convocaba para que le hiciera compañía, y en todo caso, al menos,
hacer acto de presencia. Este trato especial que recibí del alto dignatario
panameño, se siguió observando durante el resto del tiempo que duró mi misión
diplomática en Panamá, aproximadamente el mes de mayo del siguiente año.
!
356!
Lo anterior, me dio la magnífica oportunidad de estar presente en los actos
correspondientes a evento tan relevante, llevado a cabo en nuestro país, al que
viajé unos días antes, a los fines de coadyuvar en lo que correspondía en lo
relativo a la delegación panameña.
Fue muy importante este viaje, ya que, además, tuve oportunidad de estar
presente en la toma de posesión del nuevo Canciller, Ángel Gurría, con quien,
desde años atrás, me unía una excelente relación personal, además de la
circunstancia de que nuestros hijos – Caty y Carlos Ignacio – estuvieran en la
misma escuela que sus hijas, es decir, el Green Gates.
Unas semanas después, volví a viajar a México a fin de participar el las sesiones
de la Reunión de Embajadores y Cónsules Generales, celebrada los primeros días
de 1995.
!
357!
Como es bien sabido, el Gobierno de nuestro país fue, finalmente, salvado por la
administración estadounidense, encabezada por el Presidente William Clinton, la
que facilitó los recursos financieros necesarios, confiando, para ello, en su socio
comercial en apuros económicos.
Por lo anterior, una vez que concluyó la reunión de embajadores, fuimos todos
conminados para regresar a nuestras respectivas sedes laborales, con el fin de
ponernos a disposición de la comunidad internacional, y de esa manera, hacer
frente a nuestra emergencia nacional.
Desde mi punto de vista, ese fue el colofón de la misión diplomática en ese país,
del que nos despedimos unas semanas después, no sin antes haber celebrado, de
forma muy especial, el dieciocho cumpleaños de Caty, quien a partir de esa fecha,
comenzó su mayoría de edad.
Antes de viajar a la ciudad de Santo Domingo, lugar al que había sido designado,
como embajador en la República Dominicana, recibí, de manos del viceministro de
Relaciones Exteriores, la Gran Cruz, placa de plata, de la Orden de Vasco Núñez
de Balboa, en reconocimiento a los valores intrínsecos de la misión diplomática
realizada en Panamá.
!
358!
Por cierto, Caty decidió en Panamá que quería ser confirmada, por lo que asistió a
un curso de preparación, en compañía de varios de sus amigos. El día de la
ceremonia, eligió a Emilia Arosemena como su madrina, y fue acompañada por
sus seres más cercanos.
!
359!
Capitulo 20
Para estar en posibilidad de iniciar funciones como embajador en la República
Dominicana, fue necesario viajar a México, a los fines de elaborar la presentación
que presenté ante la comisión de Relaciones Exteriores del Senado de la
República, ante el cual comparecí a los fines de dar cumplimiento con los términos
establecidos por nuestra Constitución Política.
El día de la confirmación por el pleno, tuve el gusto de ser acompañado por doña
Martha, mi madre, y por Carlos, mi hermano.
Una vez cumplido con dicho requisito, y previo a mi viaje a la ciudad de Santo
Domingo, dejé a la familia en Panamá, ya que, en fechas cercanas a nuestro fin
de misión, Caty debería graduarse de bachillerato, como consecuencia de las
innecesarias presiones de que fui objeto por parte de Manuel Martínez del Sobral,
quien manifestó que mientras no tomara posesión, estaría sin cobrar su salario.
De inmediato tomé posesión del cargo, al tiempo que solicité a la Cancillería local
que determinara una fecha para hacer la presentación de las copias de las Cartas
Credenciales que, llegado el momento, presentaría ante el Jefe de Estado, el
doctor Joaquín Balaguer.
!
360!
El día previo a la cita presidencial, mi amigo Mario Bello Andino, me buscó para
que lo acompañara a saludar a su hermano Rafael, quien era el Ministro de la
Presidencia, así como “mano derecha” del Jefe de Estado, quien a pesar de que
estaba prácticamente ciego, disponía de una mente privilegiada, tanto para los
asuntos de fondo, es decir, de la gobernabilidad del país, como para las
situaciones más cotidianas, como sus paseos diarios para hacer ejercicio en los
alrededores del parque “mirador sur” de la ciudad capital.
Al día siguiente, 10 de mayo, y tal cual estaba previsto, hice la presentación de las
Cartas Credenciales ante el Presidente Balaguer, en la sede del Poder Ejecutivo,
en el Palacio Nacional. Previo a la ceremonia, los representantes del protocolo de
la Cancillería me habían advertido que el doctor Balaguer suele conversar por muy
poco tiempo, más o menos, unos diez minutos, por lo que, fui prevenido para no
insistir en ampliar dicho término, con el fin de evitar un esfuerzo adicional al
anciano mandatario.
De los primeros asuntos que fue necesario abordar, el traslado al nuevo inmueble
de la Cancillería, un edificio restaurado en la zona colonial, puesto a nuestra
disposición mediante un usufructo entre ambos gobiernos, ya que, la sede con que
contábamos, no sólo era una casa privada en pésimas condiciones, sino que
seguíamos pagando recibos por concepto de arrendamiento, cuando teníamos la
posibilidad de ahorrarnos el numerario específico.
!
361!
Sin embargo, para poder concretar la mudanza, era necesario disponer de dos
elementos indispensables, si para ello se considera la circunstancias que
atravesaba el país, en materia de generación de energía eléctrica, por una parte,
un equipo portátil para energía eléctrica, así como un transformador de corriente,
para bajar de la línea de alta tensión de la calle, hacia el inmueble de la embajada.
Mientras tanto, la familia programó su viaje a Santo Domingo, lo que motivó que
yo los fuera a alcanzar en Panamá, en donde habían permanecido mientras Caty
se graduaba. De esa forma, ya estábamos juntos, otra vez, los cuatro integrantes
de la familia Gaviria Vélez.
!
362!
Nuestra muñeca, Natalia Isabel, llegó a la República Dominicana un poco antes de
cumplir sus primeros cuatro añitos, por lo que, bien a bien, aún no habíamos
detectado el tipo de característica que presentaba, desde el punto de vista
cognitivo, ya que durante su estancia en Panamá, como se indicó, estuvo mucho
tiempo bajo la generosa preparación de una especialista, la señorita Fábrega,
quien optó por un programa de estímulos motrices como vía para actualizar sus
capacidades a las propias de una niña de su temprana edad.
Por lo tanto, en Santo Domingo, procuramos una persona adecuada para atender
a nuestra nena, al tiempo que desarrollaba otro tipo de actividades propias de la
casa, en apoyo a Olga Inés. También, intentamos ubicarla en los centros
educativos más convenientes, como fueron los casos de: Caminito Infantil;
Preescolar Alván; y finalmente en Kairos centros escolares en los que tuvo una
atención especializada.
!
363!
Una vez que todos estuvimos reunidos en Santo Domingo, comenzamos con las
reparaciones que requería el inmueble de la residencia, así como la adquisición de
algunos insumos necesarios para nuestro mayor confort, como fueron los casos
de un comedor familiar, tapizado de mobiliario de las dos salas de recibo; pintura e
impermeabilización, así como el necesario mantenimiento al jardín, y a la piscina.
Otros colegas con los que me encontré por segunda ocasión, fueron los de
América Latina y el Caribe, entre los que menciono de una forma especial a Hugo
Miranda, embajador de Chile, y a su esposa Cecilia Bachelet, quienes vivieron en
nuestro país, como asilados políticos, al tiempo que, una vez que retornó a la
democracia su gran Nación, fueron designados como embajadores en México.
Además, volvimos a coincidir con José Manuel López Barrón, y con su esposa
Mercedes, con quienes convivimos, tanto en México, como en Madrid, durante
nuestra misión en dicho país, nuestros amigos fueron designados, meses más
tarde, como embajadores de España, ante el gobierno dominicano.
Un caso significativo que quisiera resaltar, por el tipo de relación que se desarrolló,
fue el de la embajadora de los Estados Unidos de América, Dona Jean Hrinack, a
quien solicité una cita – visita de cortesía - para ir a presentarme, y como
respuesta, me hizo una invitación familiar para acudir a un almuerzo almorzar en
la residencia oficial. Ahí, fuimos recibidos por la propia representante
estadounidense, quien se hizo acompañar de su esposo Luis (de origen
mexicano), y por el hijo de ambos, Wyat. En algún momento del encuentro,
imagino para subrayar la confianza que despertamos en esa pareja, Luis me invitó
a realizar un recorrido por las instalaciones más privadas de la residencia oficial,
que observé con curiosidad e interés.
Otros amigos muy queridos fueron el Cónsul General de Suiza, Jaques Gremaud y
su esposa Monique, con quienes compartimos en muchas divertidas ocasiones
mientras estuvimos en Santo Domingo. Años más tarde, supimos que habían sido
designados como embajadores en República Dominicana, y un poco más tarde,
nos enteramos del sensible fallecimiento de la bella Monique, víctima de un
accidente doméstico en su patria. Nos dio mucho pesar conocer tan infortunada
noticia.
!
364!
Con ellos nos integramos a un grupo muy agradable en el que era frecuente ver al
señor general José Aníbal Sanz Jiminian, a la postre, Jefe de la Policía Nacional, y
a su muy grata esposa, Francia.
Gracias a la colaboración que nos fue otorgada por el empresario Pepín Corripio,
propietario de un canal de televisión, y de diversas empresas de radio,
comenzamos con la transmisión del programa sabatino “La Hora de México”, por
la estación de amplitud modulada, HIJP. Este proyecto se desarrolló,
aproximadamente, durante unas 150 horas, participando del mismo, tanto Olga
Inés, Caty, y otros invitados especiales que fueron convocados a participar, como
fue el caso del Secretario Ángel Gurría.
Otro de los proyectos que se mantuvo durante mucho tiempo olvidado, fue el caso
del conjunto escultórico a Fray Antón de Montesinos, espacio público donado al
país durante el sexenio del Presidente José López Portillo, en el ánimo de resaltar
la memoria del religioso en comento, quien llamó la atención de los
conquistadores – en pleno Siglo XVI – sobre el hecho de que los indígenas del
nuevo mundo también deberían ser considerados como seres humanos “hijos de
Dios”.
!
365!
muchos retos que enfrenté en pos de alcanzar los mayores avances en beneficio
de la relación bilateral
A pesar del debate binacional, la verdad sea dicha, el gobierno dominicano erogó
una verdadera fortuna en la construcción de dicho monumento, mismo que es
alumbrado muy de vez en cuando, ya que uno de los más grandes problemas de
infraestructura que padece el país, es la falta de generación de energía eléctrica
suficiente, como para que el país salga del rezago en el que se encuentra.
En algún momento de nuestra estancia en la capital del país, realizamos una visita
oficial al monumento, en donde fuimos recibidos por el señor gobernador, e
inauguramos un salón que lleva por nombre el de nuestro país.
De forma paralela a los estudios que había iniciado, Caty comenzó a interesarse
por desarrollar alguna actividad laboral, ya que disponía no sólo de tiempo, sino de
entusiasmo para comenzar con su cosecha propia de logros personales.
Uno de los sitios en los que tocamos la puerta, fue la oficina del Programa de las
Naciones Unidas para el Desarrollo PNUD, cuya dirección estaba a cargo del
señor Paolo Oberti, de nacionalidad italiana, y con amplia experiencia en la
conducción de una representación con alto impacto en lo que a la cooperación
internacional se refiere.
!
366!
El señor Oberti, de inmediato, se interesó por el potencial que vislumbró en Caty,
quien, en breve comenzó a desempeñarse en la oficina del PNUD, en donde le
fueron encargadas responsabilidades vinculadas a los proyectos de educación y
cultura, mismos que manejó con gran éxito, durante un período de tiempo.
La primera fiesta nacional que nos tocó celebrar un evento especial y diferente, ya
que organizamos una cena previa a la ceremonia de El Grito, misma que fue
acompañada por la presentación de un grupo de baile, el de la Universidad de
Michoacán, al que invitamos como consecuencia del éxito que había obtenido, en
sus presentaciones en Panamá, durante nuestra anterior misión diplomática.
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367!
En el Palacio Presidencial funcionaba, a su vez, una oficina de protocolo, al frente
de la cual se encontraba el embajador Roberto Blandino, sobrino de un ex
embajador de República Dominicana en México, con el que tuvimos una excelente
relación personal, durante el tiempo de nuestra última comisión en nuestro país.
Otro ex embajador dominicano con el que buscarnos vincularnos, fue Luis Gómez
Ceara, quien estuvo destacado, también, en México, durante los años sesenta,
cuando ingresé a la Cancillería, ya que él tenía un hijo, más o menos de mi edad,
con quien cultivé una muy buena relación personal.
El partido que comenzó con mayor anticipación –desde el mes de mayo de 1995 -,
fue el PLD, cuyo fundador, el profesor Juan Bosch – a quien tuve la suerte de
conocer personalmente -, sufrió diversos quebrantamientos de su salud,
consecuencia de enfermedades como el Alzheimer, que motivaron su incapacidad
para volver a participar como candidato presidencial. En su lugar, la convención
nacional designó a un joven y destacado seguidor del pensamiento del legendario
líder político, el doctor Leonel Fernández Reyna, quien estuvo acompañado como
candidato vicepresidencial del doctor Jaime David Fernández Mirabal (nieto de
una de las famosas hermanas Mirabal, sacrificadas por la dictadura de Rafael
Leónidas Trujillo).
!
368!
A la fiesta organizada por todos los hermanos, asistimos, hijos, hijas, cónyuges, y
nietos, además de los familiares más cercanos de los homenajeados. El acto
central fue la celebración de una eucaristía, seguido de una fiesta, todo ello, en la
finca/residencia de José Obdulio y Carmenza, en Copacabana, a las afueras de la
ciudad de Medellín.
Para la segunda vuelta, programada para la tercera semana de junio, los dos
principales partidos buscaron, con todos los recursos válidos, la preferencia
electoral, cuya balanza se inclinó a favor del PLD, y de su candidato, Leonel
Fernández Reyna, quien obtuvo en su conteo personal, el 51% del total de votos
emitidos, gracias al apoyo que le fuera exteriorizado por el PRSC, contra el 49%
de su más cercano contrincante, el doctor José Francisco Peña Gómez, del PRD,
quien aceptó con desagrado su derrota.
Ahí tuve el gusto de saludar a Porfirio Muñoz Ledo, quien iba con su esposa del
momento, y a la señora María Emilia Farías – que aunque no era legisladora, era
dirigente de COPPPAL -, además de buena amiga desde nuestra época en
Grecia, país al que viajó como parte de una delegación parlamentaria a la que
recibimos, cuando estuvimos adscritos a dicho país.
!
369!
Por lo que respecta a Muñoz Ledo, lo invité con su esposa para ir a dar una vuelta
por los entornos de la ciudad capital, culminando nuestro periplo en Boca Chica,
en donde almorzamos en el restaurante Neptuno, lugar en el que siempre se
servía excelente comida, rociada con vinos de calidad. La esposa de Muñoz Ledo
quedó encantada, aunque el dirigente político no paraba de protestar de forma
injustificada.
Una vez declarado Presidente electro, el doctor Fernández me buscó para poder
conversar sobre temas de interés bilateral, específicamente, en lo relativo a los
supuestos previstos en el marco del Acuerdo de San José, del que la República
Dominicana era un cliente asiduo, ya que para ese entonces, nos compraba veinte
mil barriles diarios de crudo, cuyo valor agregado, a la luz del acuerdo referido,
representaba para el país la posibilidad de disponer de hasta 120 millones de
dólares, utilizables en proyectos de desarrollo.
Dicho pago cerró las puertas de República Dominicana al fondo del Acuerdo de
San José, ya que nuestro gobierno, tras arduas gestiones de nuestra parte,
condicionaron la entrega de recursos a que el país se vinculara con el Banco
Centroamericano de Integración Económica BCIE.
!
370!
ánimo de interesar a inversionistas mexicanos, busqué dentro del Grupo Bal, en el
que trabaja doña Martha, la posibilidad de interesar al señor licenciado don Alberto
Bailleres, Presidente del Consejo de Administración del Grupo Bal y de Industrias
Peñoles de México.
La respuesta fue favorable, por lo que, en breve plazo, nos visitó el señor
ingeniero Jaime Lomelí, Director General de Industrias Peñoles de México, con
quienes fuimos hasta el yacimiento, lo recorrimos, se tomaron diversas muestras –
por especialistas en la materia -, y conversamos, tanto con el administrador de la
empresa, el general Antonio Imbert, como con el gobernador del Banco Central, el
doctor Héctor Valdez Albizu
A pesar de que dicho negocio nunca fue concretado, los espacios de interacción
para empresarios mexicanos comenzaron a abrirse paulatinamente, tanto como
consecuencia de las circunstancias económicas de la República Dominicana –
crecimiento sostenido superior al 7% anual -, como por la acción de la propia
embajada, cuyas iniciativas fueron muy amplias e interesantes, como sucedió,
nuevamente, con el caso de CEMEX, empresa que adquirió una productora de
cemento en este país, a través de una negociación directa, y sobre la que tuvimos
conocimiento, gracias a la información que nos fue proporcionada por el buen
amigo Alejandro González, quien para ese entonces seguía escalando peldaños
dentro de la escala ejecutiva de su empresa en nuestro país.
!
371!
ya se comentó, de los excelentes resultados macroeconómicos que presentaba
como país.
Además, el Canciller tuvo oportunidad de ser testigo de la labor que Olga Inés
estaba desarrollando en la embajada, en cuya sede disponía de un espacio para
apoyar en todo lo relativo a la parte informativa y cultural, así como lo que tenía
que ver con nuestro programa radial de La Hora de México.
!
372!
En esa época de comienzos de la administración del Presidente Fernández, se
expidieron una infinidad de cargos con rango de embajador a personalidades
vinculadas al partido en el poder, el PLD, entre otros el de la señora Jenny
Podestá de Vázquez, esposa de Hernán Vázquez, amigo y discípulo de Juan
Bosch, así como del Presidente de la República.
Debo señalar que, justamente, gracias a los buenos oficios del señor Hernán
Vázquez, es que pude acceder directamente al que en esos momentos era ya, el
nuevo Jefe de Estado. Por lo demás, como corresponde, era mi obligación, como
embajador, buscar, por vía de todo tipo de relaciones, el mayor acercamiento
hacia quienes estaban en la cúpula del poder político del lugar en donde estaba
acreditado, como fue el caso.
!
373!
que nos dio recibir la visita de Olga Pellicer, ex embajadora en Grecia y, en ese
momento, directora general del Instituto Matías Romero de Estudios Diplomáticos,
a su vez, parte de la delegación que acompañó al subsecretario Juan Rebolledo.
Dicho texto fue rechazado de plano por el Canciller, Eduardo Latorre, quien señaló
que su gobierno no iba a incluir un párrafo que sólo atendía a los intereses
políticos de México, y que no reflejaba la posición del gobierno dominicano en la
materia, por lo que, durante varias horas de ese mismo día, y la mañana del día
siguiente, nuestra delegación siguió pugnando por su aceptación, circunstancia
que finalmente sucedió, suscribiendo el Acta final, el subsecretario Guido de
Alexandre, quien con su firma no sólo apoyó a nuestro país, sino que, dio
muestras de “colmillo político”.
Coincidiendo con dicha visita, sorprendí a Olga Inés con el obsequio de una
magnífica camioneta, marca Ford Explorer XLT, color verde, que estrenamos,
justamente, el viaje al aeropuerto para acompañar a nuestra muy querida amiga
de Panamá.
!
374!
Otra de las visitas muy agradables que recibimos en Santo Domingo, fue la de los
hermanitos Gaviria Vélez, Jorge Fernando y Diego Alejandro, quienes estuvieron
con nosotros más o menos para la temporada de Navidad, paseando y visitando
muchísimos lugares de interés, pero sobre todo, fraternizando con nosotros en
todo momento.
Doña Martha, mi muy querida madre, viajó también a Santo Domingo, esta vez,
acompañada de Patricia, mi muy querida hermana, quien rara vez se montaba a
un avión, pero que, una vez que se decidió, lo disfrutamos muchísimo. Estuvieron
para el cumpleaños número cinco de Natalia, y aprovechamos la oportunidad para
realizar una fiesta muy bella, en donde fueron convidados los niños y niñas que
estaban en el colegio de la nena, así como hijos de amigos cercanos, como fueron
los casos de los de Mario Bello Andino y Silka, su esposa.
Lo mismo sucedió con la gratísima visita de don José, y doña Fabiola, quienes
tuvieron siempre una invitación abierta, y de quienes disfrutamos enormemente
cada vez que teníamos el placer de recibirlos. Por supuesto, paseamos por
muchos lugares, pero recuerdo de forma muy especial el viaje a Samaná, lugar en
el que una vez al año, cientos de ballenas llegan a reproducirse y a parir a sus
respectivos ballenatos.
Por lo que respecta a los diversos temas de la agenda bilateral, reconozco que
uno de los que más dolores de cabeza me dio, fue el relativo al desembolso de los
recursos correspondientes al Acuerdo de San José, así como a la implementación
del proyecto para la renovación del transporte pública, enunciado por el Presidente
Leonel Fernández, así como por sus más cercanos colaboradores, como fue el
caso de Eduardo Selman, Secretario Técnico de la Presidencia, y encargado de
los proyectos de Cooperación Técnica Internacional.
Ese tema quedó inscrito, con letras indelebles, en la agenda de la visita de estado
que realizó el Presidente Fernández a México, en 1997.
!
375!
Otro importante proyecto de inversión por parte de empresarios mexicanos, fue
por cuenta del Grupo Salinas, que incursionó en el país con una estrategia muy
agresiva, procediendo con la apertura de hasta veinticinco tiendas Elektra, cuya
oferta primaria era la de entregar artículos a crédito en condiciones sumamente
favorables para un segmento empobrecido de la población dominicana, poco
afecto a la obtención de financiamiento bancario.
De esa forma, las tiendas Elektra dieron un vuelco a la costumbre con que
operaban las más importantes cadenas nacionales de venta al menudeo –
especialmente electrodomésticos -, entre las que se destacan, Casa Lama,
mismas que no sólo no daban créditos personales, sino que no asumían ningún
tipo de responsabilidad o garantía, por los productos que distribuían.
!
376!
todo momento se manifestó dispuesta a enriquecer la agenda en común, sobre
todo, por la circunstancia del interés de propiciar una mayor visibilidad de nuestro
país en la región del Caribe hispanoparlante, sobre todo, por la fuerza que ya se
estaba percibiendo del lado de Venezuela.
La segunda, el trato deferente con que fui obsequiado durante el curso de todos
los eventos que se realizaron durante la visita de estado, especialmente, en los
que participaba el Presidente de México y su Canciller. Otro honor que recibí en
esa visita, fue el de compartir la mesa principal del salón de recepciones del
Palacio Nacional, en la cena que ofreció el Presidente Zedillo a su homólogo,
Leonel Fernández.
!
377!
durante un buen número de años. Se cumple el refrán que reza: “querer es
poder”.
Debo destacar, sobre este último evento, la positiva labor desarrollada por el
embajador dominicano en México, el señor Pablo Mariñez, quien entre otras de
sus muchas cualidades, era amigo personal del presidente Leonel Fernández, y
catedrático de la UNAM.
También pasó por ahí el intelectual Jorge G. Castañeda, quien formaba parte del
Grupo Sao Paulo – de intelectuales de izquierda – liderado, entre otras
personalidades, por Luis Ignacio Lula da Silva, quien años más tarde ocuparía la
primera magistratura de su Nación.
!
378!
Con Castañeda siempre tuve cercanía, ya que era hijo de uno de los cancilleres
de México a quienes he admirado con mayor entusiasmo, su padre, Don Jorge
Castañeda y Álvarez de la Rosa, fue especialmente generoso conmigo, sobre todo
durante el tiempo que estuvo al frente de la Secretaría, oportunidad en la que me
brindó su confianza e hizo posible una mayor cercanía.
Sin embargo, yo nunca me negué a hacer presencia – sobre todo en eventos a los
que estaba invitado – y fue así que sucedió nuestro encuentro en un acto público
en el que se esperaba que Castañeda fuera el orador oficial. Llegado el momento,
al no ver mi nombre en la mesa de honor, preguntó con cierta curiosidad: “..me
imagino que el señor embajador de México no ha venido…” Como estaba en el
auditorio, levanté la mano y expresé: “..por supuesto que aquí estoy..”
Por lo que respecta al entorno familiar, Caty había avanzado mucho en lo relativo
a las actividades que con el mayor empeño desarrollaba, tanto a nivel de estudios
profesionales, como desempeño laboral, tanto en las oficinas del PNUD, en donde
estaba encargada de los programas educativos y culturales, como fue el caso del
ABCDEspañol, ideado por el profesor colombiano, Javier González, muy bien
acogido en el país.
Caty también hizo varios viajes, especialmente a Florida, lugar en donde compró
su computadora personal.
!
379!
Unidos de América. El resultado, había sido muy positivo, ya que, la experiencia
de estar solo durante ese período de tiempo le hizo crecer de mucha maneras.
El mes de septiembre el país sufrió los efectos del Huracán Georges – categoría
tres -, que fue devastador, ya que ingresó al país con gran potencia, dejando como
consecuencia un número indeterminado de víctimas mortales, y lo más grave,
daños a la infraestructura turística por alrededor de dos mil quinientos millones de
dólares.
Nosotros, por fortuna, no nos vimos mayormente afectados, salvo por ciertos
daños en la residencia, como caída de árboles, y daños recuperables, sin mayor
costo. Lo mismo sucedió con el inmueble de la Cancillería, en la zona Colonial,
que sólo resintió la caída de una antena parabólica que había sido instalada por la
agencia de prensa Notimex, a los fines de hacernos llegar, diariamente, sus
resúmenes informativos.
Sin embargo, el cálculo de los daños a nivel nacional - como ya fue señalado -,
fueron muy cuantiosos, por lo que el Presidente de México en comunicación con
su colega Leonel Fernández, le preguntó el tipo de ayuda inmediata que le podría
hacer llegar. La respuesta fue que techos para casas, ya que la zona mayormente
afectada de la ciudad capital, reflejaba un gran déficit en ese tipo de enseres
domésticos.
Por lo anterior, unos tres días después del paso del huracán, el gobierno de
México envió, a bordo de dos aviones Hércules de la Fuerza Aérea, el material
solicitado, mismo que fue recibido por mí, y por representantes del gobierno
dominicano, en la base de la Fuerza Aérea local.
Otra de las visitas importantes que recibimos en esa época, fue la de la Secretaria
de Turismo, la señora Silvia Hernández, quien asistió en representación de
nuestro país a una cumbre de titulares de turismo de los países integrantes de la
Asociación de Estados del Caribe AEC, recién creada en la Cumbre de Trinidad y
Tobago, y de la cual, México era parte. Estaba previsto que para el siguiente año,
es decir, para 1999, se celebrara en Santo Domingo la segunda reunió cumbre de
!
380!
la propia organización, por lo cual, República Dominicana era – en ese momento –
secretaría pro tempore.
Por lo que respecta a nuestra mascota, el bulldog Jake, falleció víctima de alguna
infección cuya curación no nos fue posible alcanzar, con el tiempo suficiente.
Esta vez, la expectativa fue muy especial, ya que se programó la visita de estado
del Presidente Ernesto Zedillo, a la República Dominicana, así como su
participación en los trabajos de la segunda reunión cumbre de la AEC, para el mes
de abril siguiente.
Los preparativos para la agenda en común, vista la próxima visita de estado del
presidente de México, fueron desarrollados con especial esmero, especialmente,
en lo relativo a dos aspectos fundamentales: la posibilidad de que se concretara el
acceso de la República Dominicana a los fondos del Acuerdo de San José; y la
viabilidad financiara para allegarlos a proyectos de desarrollo.
!
381!
Fue en esos dos puntos en los que no se pudo avanzar, independientemente de
que, para agilizar su determinación, realicé varios viajes a México, visitando – por
indicaciones expresas de la Secretaría, al Secretario de Hacienda y Crédito
Público, Ángel Gurría; y al Director General de Bancomext, Enrique Vilatela.
Con toda honestidad, el balance fue en extremo positivo, aunque había dos cosas
que no se concretaron, por un lado, el acceso a los fondos del Acuerdo de San
José; y por otro, el proyecto para la utilización del espacio escultórico a Fray Antón
de Montesinos, sobre el cual, el propio Presidente Zedillo me señaló que: “..no
hiciste tu tarea en ese lugar que se encuentra abandonado..” Y, fue verdad, ya
que, el propio primer mandatario, acostumbrado a trotar, al menos una vez al día,
visitó, junto con su jefe del Estado Mayor Presidencial el sitio, ubicado sobre el
malecón de la ciudad capital.
!
382!
gobierno estaba financiando ya, al menos, cincuenta proyectos en beneficio de la
población más depauperada del país que era el anfitrión – en ese momento -.
Supe desde un principio que mi suerte estaba echada, así que esperé, con
paciencia y lealtad – como sucedió siempre – cuál sería mi próximo destino.
Al los pocos meses de haber culminado la agenda prevista para ese año, recibí
una llamada telefónica de la Secretaria, quien me anunció que estaba nombrado
como Cónsul General en Guatemala, por lo que sería conveniente que comenzara
con los preparativos específicos para asumir, en breve, con mi nueva comisión
diplomáticas.
Con todos los detalles pendientes resueltos, regresé a Santo Domingo y procedí
con los trámites correspondientes a mi salida definitiva del país. Una vez que fue
determinada la fecha, fui notificado que el Presidente Leonel Fernández me había
otorgado la Gran Cruz, Placa de Plata, de la Orden de Duarte, Sánchez y Mella,
!
383!
misma que me fuera impuesta por la subsecretario de Relaciones Exteriores,
Minou Tavares de Mirabal.
Nuestra salda definitiva de Santo Domingo fue el mes de noviembre de ese mismo
año de 1999, destacando, sobre dicho viaje, dos cosas significativas: en primer
lugar, Caty decidió permanecer en República Dominicana, atendiendo las muchas
actividades que ya había comenzado a realizar, así como la conclusión de sus
estudios universitarios, lo anterior, fue entendido, como una especie de ruptura del
cordón umbilical, ya que nuestra joven y bella hija había decidido emprender el
vuelo, con sus propias alas. Nosotros lo sentimos como padres, pero lo
celebramos como un paso positivo.
En segundo lugar, Carlos Ignacio tenía una novia, Chantal, de la que estaba muy
enamorado. La despedida en el aeropuerto internacional de las Américas, fue
patética – para mí- ya que ninguno de sus padres estuvimos en capacidad para
suavizar el dolor de nuestro muy querido hijo.
!
384!
Capitulo 21
Antes de comenzar la nueva misión diplomática, viajamos a la ciudad de Miami, en
los Estados Unidos de América, con el fin de descansar un poco del estrés que
caracterizó nuestra existencia los meses previos a nuestra salida de la República
Dominicana, lugar en el que dejamos, como ya fue señalado, a nuestro tesoro, la
segunda estrella de mi universo personal, además de infinidad de gratos
recuerdos, a los que muchas veces nos apegamos, como mejor fórmula para
permanecer siempre en contacto con la bella Caty.
Nuestro conductor, don Raúl Pérez, quien tenía a su cargo el vehículo oficial, un
Mercedes Benz 560 SEL, fue desde un principio una magnífica persona, muy
servicial y discreto, especialmente, con Natalia, a quien día a día transportaba a
las diversas escuelas y terapias en que la involucramos durante nuestra estancia
!
385!
en Guatemala. El otro vehículo oficial, una Suburban muy adecuada para el país,
antes de nuestra llegada sufrió un grave accidente que casi la dejo inservible.
Una vez que quedamos alojados, nos dispusimos para las faenas cotidianas. Lo
principal era ubicar un lugar para residir, así como las instituciones educativas en
las que quedarían inscritos nuestros dos hijos; por lo que respecta a Carlos
Ignacio, para continuar con sus estudios a nivel medio; y con Natalia en una
entidad en la que dispusieran de espacio para nuestra nena, determinado por las
condiciones de su evolución personal.
Además de Lilian, quien como se señaló era la segunda del Consulado General,
estaban adscritos a nuestra oficina, en diferentes rangos de la rama
administrativa, Guadalupe González, y Enrique Constantino, este último, viejo
conocido de muchos años atrás, ya que, durante nuestra estancia en Asunción
Paraguay, cuando fue trasladado a México el canciller Pedro Labariega, Enrique
fue a sustituirlo, siendo en ese entonces soltero.
Para abordar el tema de ubicar una residencia particular, contamos con el apoyo
de una promotora inmobiliaria, la señorita María Martha Samayoa, quien con gran
paciencia y dedicación, nos encontró – en el término de un par de meses - el lugar
más indicado; un hermoso departamento de dos pisos, en penthouse, en la zona
14, una de las más bien ubicadas en la capital del país, que disponía, además, de
piscina, gimnasio, y cancha de squash.
Muy cerca de nuestra nueva residencia, encontramos una escuela que atendía a
pequeños con circunstancias especiales, como era el caso de Natalia, Hogar
Montessori, a la que de inmediato la inscribimos. Por lo que respecta a Carlos
Ignacio, optó por el colegio internacional “Maya”, ubicado en la carretera a El
Salvador, por lo que contratamos, a su vez, el servicio de transporte a domicilio.
!
386!
Un poco más tarde, Natalia agotó las posibilidades que Hogar Montessori le
ofrecía, y la trasladamos al colegio Santa Sofía de Jesús, al tiempo que, de forma
paralela, tomaba clases de natación en un club denominado Excerson. Costó
bastante esfuerzo a su madre, hasta que, finalmente, aprendió a nadar muy bien.
Otra de las actividades importantes que realizó desde el punto de vista escolar,
fue su participación en el estudio de la profesora Vilma Leal, quien utilizaba un
novedoso método para el aprendizaje, el Fordesi.
El plan contemplaba para ambos dos cursos lectivos. En mi caso, culminé los
estudios, y proseguí con los del doctorado en ciencias sociales, también
concluidos – la parte académica -, ya que el grado incluía, además de la
presentación de una tesis, un examen general sobre conocimientos adquiridos,
que no pude tomar, como consecuencia de nuestra salida de Guatemala, hacia un
nuevo destino en el exterior.
!
387!
Un hecho inaudito llamó nuestra atención cerca de la fecha en que se nos había
informado que el contenedor había llegado a puerto en Guatemala. La prensa
subrayó tremendo incendio en la aduana fiscal – justamente en donde se había
llevado nuestro contenedor -, por lo que temimos que nuestras cosas habían sido
consumidas en esa ocasión. Afortunadamente, nada sucedió que nos afectara,
por lo que en breve recibimos nuestros enseres personales.
Para el fin de año, que no era cualquier año, sino el tránsito entre el siglo XX, y el
XXI, tuvimos el gusto de que viajara a Guatemala nuestra Caty, con quien
realizamos un viaje a Atitlán – a las orillas del lago con el mismo nombre – en
donde nos tocó presenciar el tránsito de una época a otra.
Ese año 2000, en enero, Caty cumplió 23 de vida, una mayoría suficiente como
para hacer frente a su destino, cosa que ha venido haciendo con mucho éxito, ya
que, además de sus estudios profesionales, obtuvo cupo, para el siguiente año, es
decir 2001, para participar en la maestría sobre administración de entidades
públicas, en la Universidad de Nueva York, NYU, en los Estados Unidos de
América.
Muy curioso me resulta comentar que durante los cinco años de la comisión en
Guatemala, me tocaron tres cambios importantes, en el primer caso, de los jefes
de estado; y en el segundo de los representantes diplomáticos de nuestro país,
con quienes siempre mantuve una excelente relación de cooperación, partiendo
de la circunstancia de que, cada uno tenía sus respectivas responsabilidades.
!
388!
Como cónsul general, me correspondió, además de las funciones de oficina, es
decir, supervisar la emisión de todo tipo de documentos para ingresar a nuestro
país, las de protección a connacionales, en todo tipo de casos, como fue el gran
número de compatriotas que purgaban condenas en los reclusorios de mi
jurisdicción, por delitos contra la salud, eufemismo empleado para calificar el
tráfico de estupefacientes, cuyo auge se encontraba en todo su esplendor.
Lo que hizo posible que, de cada diez casos de protección que debíamos atender,
al menos siete eran de compatriotas asaltados en las carreteras locales, a las que
accedían con vehículos, casi siempre con matrículas de nuestro país, en busca de
adquirir cualquier tipo de narcóticos que estuvieran en el mercado, los que por
supuesto, pagaban en dinero en efectivo que transportaban clandestinamente en
el doble fondo de sus vehículos.
!
389!
monopolio de la presidencia de la república al PRI, tras haberlo ejercido por más
de setenta años.
Entre los muchos que se alegraron, por el indudable avance que registraron los
anales de nuestra historia política, figuraron casi todos los que estaban en nuestro
entorno, ya que, a estas alturas del proceso democrático de nuestro país, un
cambio de esa trascendencia, era muy bien visto, tanto a nivel nacional, como
internacional.
Una de las perlas más características de este irresponsable, fue su intento por
modificar el artículo 89, párrafo X de la Constitución Política de nuestro país, en
donde se determinan los principios que sustentan la acción internacional de
México, entre los que se destacan: la autodeterminación; no intervención; solución
pacífica de controversias; proscripción de la amenaza del uso de la fuerza en las
relaciones internacionales; igualdad jurídica entre los Estados; la cooperación
internacional para el desarrollo; el respeto, la protección, y la promoción de los
derechos humanos; y la lucha por la paz y la seguridad internacionales.
La verdad sea dicha, bien a bien, desconozco hasta dónde quería llegar el güero
en su ofensiva jurídica, aunque me parece que, suponía como anticuados
principios como el de la no intervención o la autodeterminación, ambos se
contraponían a las corrientes ideológicas liberales de vanguardia, de las que era
representante, sobre todo, del Foro de Sao Paulo.
!
390!
hijo -, para la aprobación de una nueva ley de migración, mejor conocida en el
lenguaje vernáculo como “la enchilada completa”.
Por lo que se refiere a mi trabajo en el consulado general, una vez que fui objeto
de un inmerecido homenaje por parte de Olga Inés, en ocasión de mi cumpleaños
número cincuenta, comenzamos a buscar espacios disponibles para trasladar las
oficinas de la sede consular a un inmueble más moderno, ubicado en la avenida
Reforma de la capital del país.
El traslado se concretó en breve, por lo que suscribimos un contrato por tres años,
ya que, para ese entonces, el gobierno de México había decidido construir la sede
de nuestra representación en Guatemala, ubicando dicho inmueble todas las
representaciones de que disponíamos en el país, entre las que se encontraban, la
de la Procuraduría General; Secretaría de Agricultura, Ganadería y Asuntos
Rurales; Gobernación, con el Instituto Nacional de Migración, y el CISEN
(inteligencia civil); agregadurías militar y aérea; y la de la Secretaría de Marina;
Bancomext, y el propio consulado general, además de un Centro Cultural y una
biblioteca pública.
A finales del año, decidimos hacer un viaje por tierra a México, partiendo desde la
ciudad de Guatemala, salimos por la frontera con por Belice, ingresando a
territorio nacional por la ciudad de Chetumal, en el Estado de Quintana Roo, de
ahí subimos hasta Cancún, en donde permanecimos cuatro días, y a donde llegó
Caty, procedente de la República Dominicana.
En Cancún, tuvimos muy mala suerte, ya que, la mayor parte de los días que duró
nuestra estancia, estuvo lloviendo. Sin embargo, continuamos hacía la ciudad de
Mérida, más adelante, Campeche, Veracruz, Puebla y, finalmente, el Distrito
Federal, a donde llegamos extenuados. El viaje fue en el nuevo vehículo que
habíamos adquirido para el consulado general, una camioneta Nissan Pathfinder,
del año, aunque, originalmente, habíamos pensado traer un vehículo similar, Land
!
391!
Rover, Discovery, que adquirimos en una subasta de eBay, gracias a los buenos
oficios de Carlos Ignacio.
Una vez que Caty se quedó instalada en la ciudad de los rascacielos, Olga Inés
retornó a México, desde donde regresamos a Guatemala por la misma vía que
habíamos tomado en nuestro viaje inicial.
Este viaje fue muy especial, ya que, doña Fabiola falleció el día 24 de julio, por lo
que ya no volvimos a verla.
Se hicieron tan cotidianos estos viajes, que en algunos nos hicimos acompañar de
varios de nuestros familiares y amigos, como fueron los casos de don José, Juan
Alejandro; Eduardo barajas, por mencionar a algunos. Por cierto que, cuando
traíamos a Natalia, lo disfrutaba mucho, sobre todo, cuando pernoctábamos,
especialmente en el hotel Kamico, de la propia ciudad de Tapachula.
!
392!
En el mismo nivel del edificio de la zona 14 en el que se encontraba nuestro
penthouse, residía en un departamento similar, un personaje con el que pronto
cultivamos una excelente relación de amistad, el señor Uri Roitmann, de origen
israelí, y su esposa Elisa, nacida en Buenos Aires, en la Argentina, así como con
la madre de esta última, la señora Conchita, una dama española que se había
establecido en el país, gracias a la pensión de que fue objeto como consecuencia
de haber sido una de las muchas damnificadas por ingerir aceite de colza.
Como consecuencia de los muchos años que llevaba viviendo en el país, conocía
prácticamente a todos los personajes políticos y empresariales del panorama
nacional, con quienes compartía y departía cotidianamente, haciéndonos
partícipes con frecuencia de dicho ambiente, en el fuimos muy bien recibidos.
Este nuevo amigo estaba casado con una guatemalteca de muchos quilates, Lois,
con quien tuvo dos hijos – además de los que cada uno tenía por su lado -, con
ambos coincidimos en muchas cosas, especialmente, como consecuencia de la
empatía que se desarrolló entre las dos familias.
Como país, Guatemala fue muy generoso con nosotros, ya que nos ofreció la
posibilidad de concretar proyectos personales y profesionales de gran relevancia,
como fueron los de capacitación académica, intimidad familiar, disposición de
tiempo libre para viajar dentro del territorio nacional, así como a países vecinos,
como fue el caso mencionado de Belice, y posteriormente, El Salvador, y en
general, disponer de un nivel de vida superior al que pudimos tener en otras
circunstancias en donde la presión laboral no ofrece posibilidad alguna de escape.
!
393!
Por lo que respecta a Carlos Ignacio culminó su bachillerato en el Colegio Maya, y
acto seguido, comenzó a recibir comunicaciones de diversos centros educativos
en los Estados Unidos a los que había postulado. La selección incluyó carta de
aceptación de la universidad de Notre Dame, en el Estado de Indiana, a donde
enfocó sus esfuerzos para comenzar el siguiente año lectivo que comenzaba el
mes de agosto.
Debo confesar que, al primer momento, es decir, cuando le fue comunicado que
fue aceptado, y de inmediato le señalaron el tipo de obligaciones financieras que
debería cumplir, sentí una especie de desazón, estimando que no tendría la
oportunidad de concretar con dicha aspiración, ya que las cuotas mensuales que
debería honrar, estaban un poco alejadas de nuestro presupuesto.
Sin embargo, al final si se pudo, por ello fue menester realizar el viaje hasta South
Bend, Indiana, a donde le acompañé, desde Guatemala, vía ciudad de México, y
Chicago. De ahí, viajamos por tierra – en un vehículo rentado – hasta nuestro
destino, al que llegamos puntualmente. De inmediato, Carlos Ignacio, una vez que
fue identificado, le entregaron su credencial como alumno, y a partir de ese
momento participamos en algunas actividades conjuntas, fuimos al lugar en donde
se había determinado su alojamiento: Keenan Hall, en el que tuvo oportunidad de
quedar instalado.
!
394!
sorprendentes del presente siglo: un ataque directo en territorio de la primera
potencia mundial.
Una vez que concluyó Caty sus estudios en al Universidad de Nueva York,
regresó a la República Dominicana en donde comenzó a trabajar en Banco Ademi,
lugar en el que, en principio, le tenían gran aprecio, aunque imagino, no era
posible para ella mostrar todo su potencial, como consecuencia del sinnúmero de
obstáculos que se van presentando en una organización cuasi burocrática.
Muy pronto Caty conoció a un chico muy agradable, de profesión ingeniero civil,
de quien se enamoró, y se comprometió formalmente, incluso, con pedida de
mano de por medio. Cuando decidieron que seguirían por la vida en pareja, de
pronto viajaron a Guatemala en donde los recibimos con inmenso agrado y, ahí
conversó con nosotros – al estilo tradicional – señalándonos que se quería casar
con nuestra muy adorada hija.
Por supuesto, para todos fue una sorpresa, incluso para Carlos Ignacio, quien nos
confió que cuando estaba en Washington, D.C., haciendo sus práctica de verano
en The Washington Office for Latin America WOLA, se había quedado
sorprendido, pero igual que nosotros, feliz.
Para nosotros fue muy emocionante, ya que, especialmente Olga Inés comenzó
con los detalles correspondientes, entre los que se destacaron, principalmente, la
convocatoria a las familias, tanto en México, como en Colombia, y por supuesto en
la República Dominicana.
Por lo que respecta a las participaciones, tuvimos el gran privilegio que el tío Jorge
Párraga, especialista en la materia, nos las obsequiara – es decir, a Caty y Raúl
Dino Alfonso Campagna-, por lo que comenzamos a circularlas en todas las
direcciones del caso.
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395!
Antes de que se me pase, quisiera comentar que, por razones de nuestra mejor
conveniencia, decidimos dejar el penthouse de la zona 14, para trasladarnos a una
casa muy hermosa en la carretera a El Salvador, en donde estuvimos en un
condominio horizontal muy bien vigilado, y además, especialmente confortable.
Ahí regalamos a Natalia un conejo holandés para que lo tuviera como mascota;
más tarde, Olga Inés adquirió una bella perrita French Poodle, tasita de té, muy
hermosa y pequeña, de nombre Juliana. Cuando estuvo en edad de reproducirse,
tuve una cachorro al que llamamos Bruni.
La verdad sea dicha, con el güero Castañeda, nunca tuve una diferencia
fundamental de carácter personal, es más, como ya quedó asentado, durante mi
gestión como embajador en la República Dominicana, no solo lo recibí, sino que
tuve la entereza de hacerme presente en eventos en los que no debería de estar,
como consecuencia de las profundas desavenencias que había tenido con los dos
últimos presidente de México.
Con el nuevo titular de la Secretaría, hubo un contacto positivo, mismo que fue
motivado por una visita que realizó a Guatemala, en donde tuve la oportunidad de
explicar el nuevo sistema de visados para extranjeros, determinado con medidas
de seguridad especiales, y diseñado para evitar falsificaciones. Dicho sistema, fue
implementado en Guatemala, como parte de un proyecto piloto que ahora es
utilizado por la mayoría de las misiones de México en el exterior.
!
396!
Fuimos muy bien recibidos y concretamos con la administración de la finca
Fizebad, los detalles correspondientes a la ceremonia, a la recepción, y al
alojamiento de los invitados que viajarían desde el extranjero, ente quienes se
destacaron, doña Martha, mi madre, quien se hizo acompañar de María Fernanda
– la hija de mi hermano Carlos -, la madre de Raúl, la señora Bruni Campagna,
quien viajó con dos de los hermanos del novio, Ricky y Santiago.
Otros de nuestros amigos que viajaron a Medellín, fueron Uri y Eliza, así como
Pedro Trujillo y su esposa Lois.
El evento propiamente dicho, fue muy emocionante. Poco se puede decir con
palabras, ya que, desde que llegaron los novios al país, hasta que viajaron de
regreso a la República Dominicana, tuvimos la sensibilidad a flor de piel, con
inmenso afecto, y profundo cariño para ambos.
Una vez que concluyó el gran evento familiar, nos dispusimos a regresar a
nuestros lugares de actividades, nosotros a Guatemala, nuestra madre a México
junto con María Fernanda, y los demás invitados y acompañantes, cada uno a
cumplir con sus respectivas responsabilidades personales y laborales.
La verdad, el auto era precioso, por lo que decidimos llevarlo por tierra, hasta la
sede de nuestras actividades, en la ciudad de Guatemala. Nuestro amigo Héctor
Aguilar Meza, quien estaba adscrito como cónsul en dicha plaza, nos recibió con
el mismo afecto de siempre, alojándonos en su residencia particular durante los
tres días en que estuvimos ultimando los detalles para el gran viaje de retorno.
!
397!
Durante el tiempo que estuve ausente de la sede de mi comisión, quedó al frente
de los trabajos del consulado general, un funcionario de notable inteligencia, al
que aprecio muchísimo, el licenciado Manuel Morodo, quien sustituyo a Lilian
Ferrer, tras su traslado a la embajada de México en Washington, D.C., y con quien
concreté un muy cordial amistad, motivada por su amplia vocación a favor del
servicio exterior mexicano.
Olga Inés, como fue su costumbre, hizo magníficas relaciones personales durante
nuestra estancia en Guatemala, de las amigas más entrañables, se destaca
Conchita, la madre de Eliza Roitmann; la propia Eliza; Mabela, esposa del
agregado para asuntos legales de la PGR; e Isabel Brito, (de nacionalidad
venezolana), quien fue condiscípula en la Universidad Francisco Marroquín, en la
misma maestría de mi querida mujercita.
Con ellas y con otras personas vinculadas a la comunidad mexicana, supo abrirse
sus propios espacios de interacción, en donde siempre fue una referencia y
magníficamente recibida. Otros de nuestros amigos entrañables, más por la
relación que cultivaron con Carlos Ignacio, a quien incluso llevaron a pasear a
Europa, visitando, entre otros lugares, Ámsterdam, Bruselas, Roma y el Vaticano,
fueron Marianel, y sus padres, Antonio Coolen y Gloria, su esposa.
Desde entonces, y hasta esta fecha, hemos seguido en contacto con esta familia –
que sigue viviendo en Guatemala -, así como con Isabel, la cual, por su parte,
cuenta con muchos amigos en México. Por lo que respecta a Marianel, una vez
que culminó sus estudios profesionales en la Universidad de Vancouver, en
Canadá, ingresó a una organización holandesa de cooperación internacional, la
que la ha llevado por distintos países del mundo, incluso, se casó con un paisano
suyo, y ahora tiene dos bellos hijos, uno de los cuales, es ahijado de Carlos
Ignacio.
Para ese entonces, Olga Inés había concretado un sustantivo ahorro personal
cuyo monto estaba amparado por un certificado que le había extendido el
CITIBANK de Puerto Rico. Por alguna razón que ahora entiendo, durante el curso
de uno de nuestros traslados, le perdió la pista, causando en ella una onda
preocupación, hasta que comentó el tema con un abogado amigo, Rodrigo
Rosenberg, quien con una indudable astucia, no solo recuperó el certificado, sino
que hizo posible que el mismo volviera a quedar en poder de la interesada.
!
398!
Con el producto de dicho ahorro personal, Olga Inés comenzó a buscar invertirlo
en una propiedad inmobiliaria en Medellín, proyecto que coronó positivamente,
gracias a los buenos oficios de su hermana mayor, Blanca Ruth, quien encontró
una oferta estupenda para adquirir, mediante una fórmula muy utilizada en
Colombia: sobre planos, que consiste en invertir a futuro, sobre un proyecto
específico, en su caso, el conjunto residencial Sao Paulo.
!
399!
La segunda visita a Santo Domingo, fue para el mes de noviembre, como
consecuencia de la celebración de los treinta años de casados con Olga Inés,
contratamos, a dicho fin, un crucero por el caribe en: Adventure of the Seas. Para
el inicio de nuestro regalo de aniversario dejamos a Natalia al cuidado de su
hermana y su cuñado, y de ahí nos trasladamos a San Juan, en Puerto Rico,
desde donde partió nuestro barco.
Ese fin de año, recibimos la visita en Guatemala de Don José, y de Sarita, nuestra
sobrina, la hija de José Obdulio y Carmenza, con ellos viajamos por lugares
diversos de la geografía nacional, al tiempo que cruzamos la frontera con México,
viajando hasta la ciudad de Tapachula. A ese viaje, también nos acompañó
nuestro amigo Eduardo Barajas.
También nos visitaron Caty, Raúl y Carlos Ignacio, con quienes estuvimos durante
las fiestas decembrinas, con la alegría de ver a toda la familia reunida en un
ambiente de gran optimismo para todos. El mes de enero, y antes de que cada
uno regresara a dar cumplimiento a sus respectivas actividades, celebramos la
primera Asamblea General de nuestra organización, PROLIDER.
Natalia, por cierto hizo su primera comunión ahí mismo, y aprendió con Vilma, su
terapista, cosas diferentes, sobre todo, en lo relativo a la auto seguridad para
trabajos manuales, gracias a la terapia de puntitos que le fuera impartida.
!
400!
Para concretar nuestro traslado a Tegucigalpa, organizamos nuestros enseres
personales y menaje de casa, enviándolos en transporte por tierra, a través de una
de las empresas especializadas que había en el país.
!
401!
Capitulo 22
Antes de iniciar la misión diplomática en Honduras, fue necesario comenzar varios
procesos, en primer lugar, la obtención del beneplácito por parte de las
autoridades correspondientes, mismo que fue emitido el 21 de febrero; además,
preparar la comparecencia ante el Senado de la República, a los fines de la
ratificación del nombramiento, y finalmente, preparar la agenda bilateral con los
proyectos a realizar durante mi encargo.
!
402!
Una vez que concluimos el recorrido y que llegamos a la ciudad de Tegucigalpa,
nos dirigimos hacia la residencia oficial, ubicada en uno de los barrios de mayor
nivel económico.
La misión que me tocó desempeñar durante el evento referido, tuvo más que ver
con las diversas facilidades que desde la embajada tuvimos que gestionar en
torno a alojamientos, permisos de sobre vuelo y aterrizaje de tres aviones de la
Fuerza Aérea FAM (el TP01; el TP02; y un Grumman) además de seis
helicópteros, también de la FAM.
!
403!
Nuestra delegación, también fue integrada por algunos gobernadores (de los
Estados que participaban en el PPP), quienes a su vez, viajaron en aviones con
matrícula civil de nuestro país. En conjunto, en el momento de mayor presencia
de delegados mexicanos a la cumbre del SICA, se podían contar más de diez
aviones, y seis helicópteros.
A mediados del mes de julio, una nueva desgracia tocó a las puertas de nuestra
familia, Patricia, mi hermana, falleció, víctima de las infortunadas circunstancias
que rodearon su historia personal, sobre todo, a raíz de la separación de Pablo, su
esposo, con quien nunca llegó a disfrutar de una relación libre de
cuestionamientos y menosprecios, a pesar de las muchas e indudables virtudes de
esa tierna mujer, madre en dos ocasiones, y compañera de juegos primerísima de
nuestra tierna juventud.
El dolor que imagino debe haber sentido nuestra madre, doña Martha, fue
inmenso, al grado de que no lo podría ni llegar a imaginar, ya que, con la
desaparición física de Patricia, sumaron dos hijas fallecidas, ambas en
circunstancias desafortunadas, por virtud de la juventud en que las dos culminaron
su existencia.
Para nosotros, es decir, para nuestra familia, fue también muy triste, ya que, con
independencia de los muchos años en que vivimos juntos bajo el techo de la
familia Gutiérrez Pita, con Olga Inés, y con nuestros tres hijos, también se
desarrollo la empatía que hizo posible que todos albergáramos un positivo
sentimiento hacia su persona.
!
404!
Por mi parte, realicé un breve viaje a México, acompañado por Carlos Ignacio, a
fin de estar cerca de doña Martha, quien con toda seguridad, pasó momentos de
inmenso dolor, sólo superables gracias a su apego a la voluntad infinita del Dios, a
quien considera como autor de todo lo que determina el designio de nuestra raza
humana.
Una vez que concluyeron sus respectivas estancias, tanto don José, como mi
madre, doña Martha, regresaron a sus lugares de sus respectivas residencias. A
doña Martha, la acompañó Carlos Ignacio, quien en ese momento todavía no
estaba trabajando.
Con Olga Inés a la cabeza del esfuerzo rehabilitador de Natalia, probamos casi de
todo, pasando de embriones de pato y cordero, hasta trasladarla a centros
hospitalarios especializados en enfermedades del cerebro en Cuba, o en clínicas
especializadas de los Estados Unidos de América.
!
405!
Por lo pronto, no cejamos, ni dejaremos de realizar cualquier tipo de esfuerzo que
haga posible que nuestra muy querida Natalia tenga a la mano todo aquello que
podamos ofrecerle, a favor de su bienestar personal, y de la mejor calidad de vida
que quisiéramos para todos.
Y, cuando digo: “la mula es pinta”, es porque tengo los pelos en la mano. Se hizo
mención a que el día 18 de enero anterior, el subsecretario Miguel Hakim me
había llamado para consultarme si estaría de acuerdo en que se me nombrara
embajador en Honduras, mi respuesta, ya fue enunciada, y fue afirmativa, por lo
que me dispuse a concretar los detalles del fin de la comisión en Guatemala, y el
comienzo de la nueva misión diplomática.
Lo curioso del caso – bueno, de mi caso – es que, contrario a lo que sucedió, tanto
con Fernando Solana, como con Ángel Gurría, antes de mis nombramientos en
Panamá y la República Dominicana, con los nuevos Secretarios, comenzando por
el güero Jorge Castañeda, y su sucesor, Luis Ernesto Derbez, nunca hubo diálogo
alguno, convirtiéndose en mi interlocutora, la jefe de gabinete del subsecretario
para América Latina y el Caribe, a quien agradezco por haberme orientado sobre
el nuevo contexto en el que deberíamos desempeñar funciones los integrantes del
servicio exterior, quienes fuimos considerados más que colaboradores,
potenciales enemigos.
El proceso culminó con en triunfo del candidato del partido liberal, Manuel Zelaya
Rosales, quien con un margen mínimos de votos, triunfó sobre su más cercano
contendiente, Porfirio Lobo, del partido nacional. Por lo que respecta a los 125
integrantes del Congreso Nacional, el partido que se alzó con mayor número de
!
406!
escaños, fue también el liberal (62), seguido del nacional (52); por lo que respecta
a las 298 alcaldías, el partido liberal, obtuvo 165; el nacional, 130.
!
407!
Afortunadamente para todos, dicha propuesta nunca se formalizó, ya que, nuestro
presidente ingresó al recinto como corresponde a su alta investidura.
Por lo que respecta a la situación política de México, comento que ese año, en el
mes de julio, se realizaron elecciones federales, en primer lugar, para nuevo
presidente de la república, y en segundo lugar, para renovar el Congreso de la
Unión, dividido en dos cámaras, la de diputados, con 500 integrantes, y la de
senadores, con 128.
Otro obstáculo importante tuvo que ver con la exigencia de un domicilio fijo,
requisito que se acreditaba con un recibo por pago de servicios públicos, lo cual
era bastante difícil, ya que muchos paisanos se encuentran residiendo en los
Estados Unidos de América, de forma ilegal.
!
408!
Dicha realidad, pudimos comprobarla nosotros, ya que, si bien es cierto
disponíamos, en principio de la mayoría de requisitos, a la hora de acreditar
domicilio en el lugar de residencia, todas las facturas por concepto de servicios
estaban a nombre de la embajada de México, por lo que los analistas que
recibieron nuestra solicitud la rechazaron tajantemente. El único que pudo votar
sin mayores inconvenientes, fue Carlos Ignacio, quien, en todo caso, se sintió
profundamente satisfecho por haber cumplido su deber cívico.
Mientras esto sucedía, el candidato del PRD, Andrés Manuel López Obrador,
comenzó a balbucear frente a sus seguidores que se había desarrollado un gran
fraude electoral, y que se le quería “despojar” de un triunfo legítimo; que por
ningún motivo iba a reconocer otro triunfo que no fuera el propio, y que emplazaba
a sus seguidores a tomar calles y avenidas para formalizar un “plantón” que se
extendió por espacio de más de dos meses en que fue bloqueado el Paseo de la
Reforma, una de las principales arterias de la capital del país.
Por lo tanto, el Presidente electo programó una agenda de visitas al exterior, entre
las que se destacaron las que realizaría por países de América Latina y el Caribe,
entre las que figuraban varias ciudades en Centroamérica, aunque no se
contempló, inicialmente, la ciudad de Tegucigalpa.
!
409!
No obstante, el Presidente de Honduras, Manuel Zelaya, con inmenso olfato
político, se comunicó personalmente con el presidente electo, a quien invitó a
participar en la cumbre sobre seguridad del SICA (Honduras tenía la secretaría pro
tempore, evento al que no podía faltar.
A dicho fin, me hice acompañar de Olga Inés, y del personal de la embajada, para
que tuvieran su primer contacto con quien sería nuestro primer mandatario a partir
del siguiente 1 de diciembre.
La media mañana que duró la visita, se fue como el agua. Al momento en que
caímos en cuenta, el licenciado Felipe Calderón abordaba el helicóptero – cedido
por el presidente de El Salvador – en que se trasladó hasta la base de la Fuerza
Aérea de Honduras, en donde le esperaba su avión, el TP02 de la FAM.
La interlocución para la coordinación del viaje fue con Jorge Chen Carpentier,
subsecretario del área geográfica que había sustituido a Miguel Hakim. A pesar
de que la agenda era muy precisa, los colegas de la Cancillería no dejaron de
hacer notar su malestar por la presencia de Zelaya, sobre todo en fecha tan
cercana al fin del mandato del hasta ese entonces presidente de México, Vicente
Fox.
!
410!
Para mí, la situación era perfectas, ya que la labor de un embajador estaba muy
bien determinada, y yo contaba con la experiencia suficiente como para reconocer
los lugares en donde me correspondía estar, por lo que, desde la llegada de
Manuel Zelaya, estuve a recibirlo en el aeropuerto internacional, dese donde nos
trasladamos al Hotel Presidente Intercontinental, en donde quedó alojado.
Al día siguiente fue todo el programa oficial, fue recibido en Los Pinos (residencia
oficial del Presidente) y sostuvo conversaciones privadas con nuestro jefe de
estado, en las que estuve presente. De ahí, nos trasladamos a un salón especial
con el fin de sostener una conferencia de prensa. En el camino entre el lugar
donde se habían llevado a cabo las conversaciones y la sala de prensa, tuve la
oportunidad de conversar brevemente con Luis Ernesto Derbez, Secretario de
Relaciones Exteriores, y por supuesto, mi jefe.
Así nada más, me sorprendió por su respuesta, y estimo, el propio Canciller fue
sorprendido por mi conversación, sobre todo, por el hecho de haberle agradecido
algo que, por otra parte, resulta de elemental cortesía, sobre todo, si era la primera
oportunidad que tenía de verlo frente a frente.
En resumen, la visita, a los fines de mi trabajo, fue positiva, por lo que mi retorno a
Tegucigalpa se produjo al día siguiente de la despedida del presidente de
Honduras, quien, a su vez, viajó a su patria.
Un poco más tarde, es decir, para el día 1 de diciembre, fecha en que Felipe
Calderón tomó posesión como Presidente de México, entre las delegaciones que
se hicieron presentes, la de Honduras fue encabezada por el propio presidente,
Manuel Zelaya, quien viajó a la ciudad capital para dicho propósito.
!
411!
Contrario a lo que fue práctica en nuestra Cancillería, esta vez no fui convocado,
por lo que no estuve presente en evento tan relevante, me quedé en Tegucigalpa,
aprovechando la magnífica oportunidad para disfrutar a la familia con quienes
realizamos durante el período de nuestra estancia en el país, varios viajes, como
por ejemplo a El Salvador y a Nicaragua, descubriendo en ambos el encanto de
naciones y pueblos tan cercanos al nuestro.
El fin de año acordamos encontrarnos en México con Caty y con Raúl, hábito que
hemos procurado fomentar como vía para estar siempre en contacto directos con
ellos, por nuestra parte, viajamos al Distrito Federal con Olga Inés, Carlos Ignacio,
y Natalia.
Hasta ese momento, y como consecuencia del cargo que ejercía, me encontraba
imposibilitado para desarrollar una actividad vinculante a nuestra organización, por
lo que, tanto Caty, como Raúl, se encontraban ultimando los detalles previstos en
la norma dominicana correspondiente, además la estructura de la página en
Internet, y el seguimiento al registro de nuestro dominio.
Por ese entonces, el gobierno de Manuel Zelaya decidió finalmente designar una
embajadora en nuestro país, beneficio que recayó en la joven Rosalinda Bueso,
quien dentro de su experiencia profesional, se anotaba el haber colaborado
durante la campaña electoral como asesora personal. Por supuesto que nuestra
Cancillería, en breve, produjo una respuesta positiva al nombramiento.
!
412!
Por lo que respecta a mi suerte profesional, muy pronto, para el mes de mayo,
concretamente, el día 3, el propio subsecretario me comunicó que el señor
presidente había designado a Tarsicio Navarrete como embajador en Honduras,
por lo que, en breve, me haría llegar su hoja de vida a los fines de solicitar el
beneplácito de estilo. El futuro embajador era amigo personal del presidente, y ex
colega diputado en la misma legislatura en la que Felipe Calderón había sido
coordinador de la bancada de su partido.
No obstante, de inmediato inicié las gestiones del caso ante la Cancillería local,
disponiéndome a procesar lo que corresponde en casos similares, es decir, a
recorrer un camino andado muchas veces, por lo que, a esas alturas, me resultaba
bastante familiar.
Fue necesario esperar, más o menos dos meses, para que la Secretaría me
hiciera llegar información sobre mi futuro destino en México, se me indicó que
estaba propuesto para encabezar una delegación de la Secretaría que podría ser
en la ciudad de México, o en alguno de los siguientes puntos: Cancún, en
Quintana Roo; y Ciudad Juárez, en el Estado de Chihuahua.
Recuerdo con precisión el evento al que me hice acompañar de Olga Inés y los
dos hijos presentes, Carlos Ignacio, y Natalia, con quienes en breve nos
dispusimos a retornar a nuestro bello y mágico país.
Antes de programar el retorno a la patria, fue necesario embalar y dejar listo para
su envío nuestro menaje personal, mismo que fue embarcado para el puerto de
Veracruz, un par de meses después.
!
413!
Mientras tanto, nos dispusimos a viajar de regreso a la patria, y tomé una decisión
que vista en la distancia, me pareció equivocada, ya que, consideré que los cuatro
podríamos hacer un lindo recorrido entre las ciudades de Tegucigalpa, y el Distrito
Federal, en México, pasando por El Salvador, Guatemala, cruzar la frontera en
Ciudad Hidalgo, seguir hasta Tapachula, y de ahí, Oaxaca, Veracruz y Puebla.
!
414!
Capitulo 23
Durante nuestro muy largo recorrido entre la ciudad de Tegucigalpa, y la capital de
México, a donde nos trasladamos en los mismos vehículos personales con los que
habíamos llegado a Honduras dos años antes, tuvimos la oportunidad de
experimentar algunas situaciones inéditas en los anales de los viajes por carretera
experimentados hasta entonces, ya que, al menos por lo que respecta a los
caminos dentro del territorio nacional de la patria, las condiciones eran pésimas –
e imagino que aún en este momento, continúan siéndolo, si para ello se tiene en
cuenta, la intermitencia con que el país ha sido afectado por los innumerables
fenómenos meteorológicos que se han cebado sobre su territorio -.
Debo reconocer ahora que en la programación del viaje fui un poco desaprensivo,
ya que ambos vehículos fueron cargados por encima de su capacidad con
artículos que suponíamos nos eran indispensables, por lo que, el primer susto que
nos llevamos, fue unos kilómetros antes de llegar a la frontera en común entre
Honduras y El Salvador, gracias a una falla técnica en el sistema de frenos de la
Discovery.
Aunque no fue necesario dicho apoyo, el maestro viajó por sus propios medios
hasta el punto en que nos encontrábamos, y se hizo presente, lo que mereció una
recompensa económica, y por supuesto nuestro emotivo agradecimiento.
!
415!
Una vez superado dicho obstáculo, cruzamos definitivamente la frontera del país,
ese mismo día, con rumbo hacia la ciudad de San Salvador, capital de la
República de El Salvador.
En fin, tal cual lo habíamos planeado, el día señalado, comenzamos el viaje hacia
México, no sin antes pasar por la frontera en el cruce entre Tecún Umán y ciudad
Hidalgo, sobre el puente en el Río Suchiate. Una vez que llegamos a la ciudad de
Tapachula, y antes de continuar por la autopista hacia Arriaga, documentamos con
los permisos de importación temporal, en el sitio conocido como “Viva México”
validos hasta por seis meses, a nuestros dos vehículos – uno a mi nombre, y el
otro a nombre de Olga Inés.
!
416!
llevaba en sus lugares de origen. Ante dicha situación, reflexioné: si de verdad
no intentamos al menos buscar una solución real y efectiva a la situación
prevaleciente en esa zona del territorio nacional, el fenómeno puede revertir, en el
corto plazo, en contra nuestra.
La realidad más cruda es que no hay voluntad política por parte del gobierno de
nuestro país por mejorar las condiciones de hacinamiento social que se presentan
en los estados más cercanos a nuestra frontera con Centroamérica, situación que
se multiplica, cuando el fenómeno se reproduce, con una lamentable precisión en
naciones más frágiles que la propia, como son los casos de países como
Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua, exponentes principales de la
creciente tasa migratoria desde el sur, hacia el norte.
En fin, con dicha inquietud en mente, tomamos la ruta hacia la ciudad capital, y tal
cual mencioné, durante nuestro trayecto enfrentamos un sinnúmero de vicisitudes,
motivadas, principalmente por el pésimo estado en que se encuentran nuestras
vías de acceso en los estados mayormente afectados por el impacto de
fenómenos naturales, así como por el intenso tráfico de vehículos pesados.
!
417!
la que había tomado: regresar a México por vía terrestre, sobre todo, por el alto
riesgo en que estuvo en algún momento la integridad personal de nuestra familia,
y muy especialmente, la de Natalia, quien afortunadamente nunca imaginó en
realidad lo que había sucedido.
Una vez que estuvimos en territorio seguro, determinamos que un viaje como el
que acabábamos de hacer, no sería repetiríamos nunca más, al menos, dentro de
las condiciones que se presentaron durante el término de nuestro recorrido.
!
418!
no solo dispondríamos de tres habitaciones completas, sino que contaríamos con
sala-comedor, y espacios más amplios, por lo que, una vez que estuvo disponible,
nos trasladamos, y ampliamos nuestro contrato hasta un poco más de un mes.
Mientras esto sucedía, nuestra adorada hija Caty estaba a la espera – para el mes
de noviembre – de nuestra primera nieta, quien habría de convertirse en el primer
lucero de mi universo personal, por lo que, con tan grato motivo, aprovechamos
la oportunidad para organizar un Baby Shower, al que invitamos a todos los
familiares que quisieron asistir, entre otros muy cercanos, además de doña
Martha, las tías Elena, Gloria y Lourdes (primas de la primera) fueron también
Karlita, María Fernanda, Ana Edna, el tío Jorge Párraga y Maru, su muy bella
esposa, y buena amiga de Olga Inés.
El evento fue como se esperaba: magnífico, sobre todo por la genialidad con que
tanto Olga Inés, como Carlos Ignacio organizaron los diversos concursos, por
demás hilarantes que hicieron parte de una velada inolvidable, al menos para
nosotros. Dentro de las bromas más memorables, la que tenía que ver con la
posibilidad de diferencias distintos tipos de chocolates, para cuyos asientos
habían sido utilizados pañales desechables.
Teniendo eso en mente, tanto Caty como Raúl, estuvieron siempre presentes
entre nosotros, especialmente, en esos momentos únicos del primer embarazo de
nuestra nena. Lo anterior, hizo posible que por unos instantes me transportara
con inmensa nostalgia al viaje que hizo nuestra hija a Guatemala, unos años atrás,
en ocasión de celebrar la primera comunión de Natalia. En dicha oportunidad,
aprovechamos la visita para que Olga Inés organizara una despedida de soltera,
llevada a cabo en el hotel Quinta Real, y a la que asistieron unas cincuenta
personas, todas amigas de Olga Inés, o compañeras de trabajo (embajada y
consulado general).
Tal cual sucedió entonces, nuevamente ahora, su madre ideó las mejores
sugerencias para hacer que el evento fuera tan divertido, como al final resultó,
sobre todo, por la oportunidad en que fue programado, ya que para ese momento,
Caty estaba cerca de los siete meses de embarazo, razón por la que comenzamos
a planificar el viaje que realizarían a República Dominicana Olga Inés, junto con
Natalia, los primeros días del mes de noviembre, con el fin de estar cerca de
nuestra hija en el momento del alumbramiento, además estaba previsto que tanto
Carlos Ignacio como yo, uno poco más tarde, en diciembre, les alcanzaríamos,
una vez que dejáramos listo el acondicionamiento del departamento en donde
íbamos a vivir en México.
!
419!
En eso estábamos cuando finalmente tuve la oportunidad de ser atendido – que
no recibido en la Secretaría – mi interlocutor, el Director General del Servicio
Exterior -, me pidió una respuesta con respecto a la propuesta que me había sido
realizada sobre la posibilidad de ser designado como titular de una delegación de
la Secretaría en la ciudad de México, o en su caso, en alguna en el interior del
país.
En primer lugar, y tal cual ha sido referido a lo largo del presente escrito, desde mi
llegada a la Cancillería de Tlatelolco, siempre fui distinguido por un trato
diferencial; al principio, derivado de los merecimientos de mi mentor, el señor
embajador José Muñoz Zapata, al que guardo mi más amplio reconocimiento por
haberme abierto las puertas de su generosidad, sin siquiera conocerme, ya que la
!
420!
única referencia que tuvo sobre mi persona, se derivó del vínculo de afecto que
sostuvo durante su larga estancia en Paris, Francia, con don Carlos Pita, mi
querido abuelo, y con su adorada familia, integrada por Leopoldina, su esposa, y
mi madre, doña Martha Yolanda Pita Gómez Duhart.
Debo reconocer tal cual fue señalado con anterioridad, que siempre estuvo al
alcance de mi mano la posibilidad de conocer y aprender cosas nuevas,
experiencias enriquecedoras que fueron abriendo, paulatinamente, mi horizonte de
crecimiento personal y profesional, siempre en beneficio de los ideales con los que
fui formado desde la infancia.
!
421!
En segundo lugar, y como consecuencia de esa enseñanza sobre la vida, tuve la
oportunidad de ir por el mundo en viajes cuyos recorridos en total, considero
sumaron más de un millón de kilómetros, incluyendo la visita de países en todos
los diferentes continentes, con ideologías disímbolas, sistemas políticos con
tendencias contradictorias, concepciones humanísticas y espirituales totalmente
diferentes a las propias, lenguas e idiomas ininteligibles, y costumbres similares o
diametralmente opuestas las unas con las otras.
Todo ese aprendizaje que tuve la oportunidad de llevar sobre mis hombros, me
transportó desde las alturas de la cordillera más alta del mundo, la del Himalaya,
en donde se alberga la guarida del Monte Everest, hasta los más bajos niveles
sobre el límite marítimo, en las riveras del Mar Muerto, en mi horizonte se
dibujaron, en algún momento de mi existencia, la Gran Muralla China, el Palacio
del Taj Mahal, las Pirámides de Guiza con la Esfinge milenaria, las Cataratas de
Iguazú, los hielos perpetuos de la Antártida, las construcciones arqueológicas de
culturas milenarias en nuestro continente, como los Mayas, los Aztecas, los Incas,
además, los vestigios de grandes culturas europeas, como La Acrópolis en
Atenas, el Circo Romano, en Roma, el Palacio Topkapi en Estambul, y tantos
castillos y fortalezas erigidos en nombre de una cultura de guerreros ideológicos
perpetuos.
!
422!
Palacio de la Moneda, en Santiago, el Palacio Quemado, en la Paz, el Palacio
Presidencial en Port au Prince, el Palacio de las Garzas, en Panamá, y un amplio
etcétera que, aunque no me hacen valedor del mundo, significaron un privilegio de
carácter personal que deseo sea conocido.
Con este breve balance en la mano, así como con la sumatoria de otras muy
valiosas experiencias que, aunque no hayan sido enunciadas en detalle, forman
parte del bagaje que viaja siempre conmigo, intento hacer patente que no me fue
difícil expresar mi sentimiento ante el reclamo de sumisión, por contraste el
pundonor por mantener la frente – y el espíritu profesional - en la posición en que
siempre estuvieron durante el transcurso de todas mis acciones: en alto.
De esa forma tan sencilla se cerró para siempre, y nunca jamás, un ciclo de mi
existencia, y se abrieron otros más, y con certeza manifiesto que el de mayor
relevancia ha sido el de ser abuelo, conjuntamente, con el privilegio que me da el
de ser padre a tiempo completo, y esposo cariñoso y amantísimo, a partir de
entonces, esas son las razones de mi vida, así como las causas que hacen
posible el aliento, y que me motivan para amanecer cada mañana disfrutando de
una vida plena.
Con la conciencia tranquila, como debe ser, sin mayores deudas ni sobresaltos
pendientes de honrar, ni escusas por defender, di vuelta a la página, y me
concentré en la tarea más importante del momento, preparar el legado que debo
entregar a esposa, hijos y nietos, quienes llegado el momento serán los únicos
con capacidad de valorar el desempeño que tuve a cuestas durante todos estos
años de mi vida.
Ese mismo mes, el día 27, Caty trajo al mundo al primer lucero de mi universo
personal, Valentina, la muy deseada nieta llegó al mundo envuelta entre
algodones de infinito cariño, así como promesas de ventura para todos quienes le
rodeamos, entre los que se destacan, además de sus padres, su abuelita Bruni,
sus tíos, primos y demás familiares en la República Dominicana, además los de
nuestras respectivas familias en México y en Colombia.
!
423!
Me cupo el honor de ser, además de su abuelo, el padrino de bautismo, privilegio
compartido con Bruni, la consuegra cordial y cariñosa de la cual guardamos en
muy alta estima.
No pudo concluir de mejor manera ese año, y el siguiente, nos preparamos para
comenzar con nuevos planes de desarrollo personal y familiar. Desde el principio,
en ocasión de la asamblea general de nuestra organización PROLIDER,
conversamos sobre la oportunidad que se me presentaba para iniciar con una
serie de proyectos que podríamos echar a andar de forma inmediata, debido a que
ya no existía impedimento alguno que mediara entre mis otrora responsabilidades
diplomáticas, y mi desenvolvimiento profesional.
Por lo pronto, una vez que regresamos a México, y concluimos con la decoración
del departamento de Lamartine, comenzamos con la misión de ubicar el mejor
lugar para que Natalia continuara con el proceso de educación que correspondía a
su situación personal.
En ese sentido, Olga Inés se puso en contacto con varias instituciones, entre
otras, con la Secretaría de Educación Pública, la que recomendó como mejor vía
para orientar el proceso de incorporación socio laboral de nuestra hija, un sistema
denominado: Centro de Atención Múltiple CAM, uno de cuyas entidades se
encontraba cerca de nuestra residencia, en la colonia Anáhuac, por lo que de
inmediato procedimos con su matricula, cuyo costo fue de doscientos pesos
anuales.
Para el mes de febrero de ese mismo año, nos fue entregado el departamento de
Reforma 222, bello conjunto residencial, construido en el centro neurálgico de la
capital del país, en un concepto novedoso, ya que además de la torre de viviendas
unifamiliares, le fueron integrados un centro comercial, una torre de oficinas, y otra
con departamentos tipo loft, cuyo acceso era por la calle de Hamburgo, a espaldas
de la entrada principal.
!
424!
Por lo que respecta a nuestra relación familiar, inesperadamente comenzamos a
percibir un paulatino alejamiento, la verdad sea dicha, no alcanzo a entender la
razón que motivó situación tan particular, ya que a lo largo de nuestro desempeño
fuera de nuestras fronteras, todos y cada uno de los integrantes del círculo íntimo
de nuestra propia sangre, fue recibido con inmenso afecto en el punto geográfico
en el que nos encontrásemos.
Aunque las razones por dicha actitud las desconozco – si es que existen -, es
posible que circunstancias ajenas al libre albedrio del cual somos detentadores los
seres humanos, las propiciaran como una situación de hecho, por cierto, muy
difícil de entender, y por supuesto explicar o justificar.
Por lo que respecta a Carlos Ignacio, quien estaba prácticamente recién egresado
de sus estudios profesionales en la Universidad de Notre Dame, y con un trabajo
fuera de nuestras fronteras, en el BCIE, en Honduras, tuvo que desdoblar
esfuerzos en procuración de una oportunidad de trabajo que hiciera posible su
desenvolvimiento, acorde con las circunstancias que le rodeaban.
En ese lugar, labró una labor excelente, lo que le impulsó a interesarte por ese
nicho de actividades, situación que le ha proyectado hasta los escenarios de la
actualidad más reciente, que lo ha llevado a cursar estudios de post grado en
!
425!
Gran Bretaña, en el London College; donde culminó una maestría; y en Rand
Corporation, en Santa Mónica, California, donde cursa, actualmente, el doctorado
en la misma materia.
Por dicha razón, y de común acuerdo con Olga Inés, comenzamos con la labor de
impulsar el desarrollo de diversos proyectos, enmarcados en nuestra organización
PROLIDER, a la cual, a partir de ese momento, estuvimos en capacidad de
dedicarle tiempo y esfuerzo, al grado de haber aprovechado la oportunidad del
viaje que realizaron ese verano a México Caty, Raúl y Valentina, para presentar al
primer lucero de mi universo personal ante la familia en nuestro país, para
formalizar su constitución, de conformidad con las leyes nacionales, en una
especie de desdoblamiento a la labor realizada en la materia en la República
Dominicana.
!
426!
Como consecuencia de dicha cercanía, y tal cual suele suceder en circunstancias
similares, una cosa llevó a la otra, y más temprano de lo que se esperaba, el
trabajo científico de nuestros nuevos amigos, despertó nuestra curiosidad, por lo
que comenzamos a dialogar sobre la posibilidad de llevar los beneficios de la
patente por diversos países de nuestra región, como fueron los casos de
Guatemala, Nicaragua, Colombia, Chile, Estados Unidos de América, y otros más
que, como fue avanzando el tiempo, manifestaron interés por el trabajo científico
objeto de dicha patente de invención.
Con el fin de ir concretando la idea, ese año viajamos a uno y otro países, es
decir, a Guatemala, en donde visitamos la capital, y la ciudad de Quetzaltenango;
y a Colombia, en donde nos entrevistamos con altos representantes del gobierno
nacional, entre los que figuraron los ministros de Medio Ambiente, y de Agricultura.
Esta última visita a la tierra de Olga Inés, se vio favorecida por el invaluable apoyo
que nos prestó, por una parte, José Obdulio, quien a pesar de haber concluido con
su trabajo como asesor presidencial, mantenía sus vínculos en las altas esferas
del gobierno del presidente Álvaro Uribe, y por otra, Jorge Fernando Gaviria Vélez,
quien se constituyó como nuestro asociado local, a los fines del seguimiento del
proceso inicial del proyecto que presentamos para ver la posibilidad de procesar
los rsd en las ciudades de Medellín, y de Bogotá, de conformidad con los
protocolos determinados en la patente de invención del doctor Castro Cabrera.
Nuestra experiencia en la materia, nos jugó una broma que todavía ahora me hace
sonreír porque, a través de la misma, se hace patente la picardía característica de
nuestra clase política gobernante. Un representante del partido Nueva Alianza
PANAL, quien a su vez, fue mi profesor en la Escuela Libre de Derecho, nos
!
427!
buscó, a través de Carlos mi hermano, supuestamente, interesándose en la
posibilidad de poner en práctica nuestra oferta capacitadora, para lo cual
concertamos un encuentro en el marco del cual supimos la realidad de sus
verdaderas intenciones.
La idea que nos fue esbozada, era que les vendiéramos facturas de nuestra
organización, en las cuales se hiciera constar la impartición de cursos de
capacitación que jamás habían sido honrados, es decir, un subterfugio muy
utilizado en el medio ambiente político en México, como medio para disimular el
desvío del gasto en partidas del numerario que recibían como parte de las
prerrogativas gubernamentales a que por ley tenían derecho.
Por otra parte, Olga Inés, quien siempre se constituyó como un valor potencial en
nuestro entorno familiar, estuvo intentando buscar opciones en México, para el
ejercicio de su carrera profesional como sicóloga clínica, especialista en
Andragogía, Programa de Enriquecimiento Instrumental PEI, terapia familiar, y
muchas otras técnicas desarrolladas como consecuencia de su magnífico espíritu
de emprendimiento.
Hicimos lo más que pudimos por allegarnos en el curso del desarrollo de las
muchas ideas que implementamos, los beneficios que se esperan a la hora de
echar a andar algún tipo de proyecto, sin embargo, la verdad sea dicha, no
logramos vislumbrar esa mágica luz al final del túnel que hace la diferencia entre
ser o no ser exitoso en algo.
Sin embargo, y para nuestra fortuna, ni uno ni otro, sentimos el más mínimo
desánimo a la hora de realizar el balance de nuestras acciones. El capital está
ahí, es más, cada vez que volteamos a verlo, caemos en cuenta sobre su
crecimiento, por lo que, se hace imperativo irlo colocando en sitios estratégicos,
como mejor medida para garantizar la posibilidad de llevar a feliz término el
proyecto de mayor envergadura que enfrentamos como reto, para el avenir de los
próximos años: hacer posible la mejor calidad de vida para Natalia, la cuarta
estrella de mi universo personal, de quien a pesar de que no se ha dicho mucho
a lo largo de este escrito, ocupa ahora nuestro centro gravitacional, por virtud de la
vulnerabilidad con que enfrenta una existencia en la que ha disfrutado del inmenso
amor y comprensión de quienes nos encontramos en su entorno más íntimo, sus
padres, hermanos, cuñado y sobrinos.
!
428!
Con esa idea en mente hemos intentado avanzar lo más posible en la consecución
de los tres objetivos prioritarios que nos hemos determinado: unidad familiar, entre
los hijos, el yerno y los nietos; buscar por todos los medios posibles los mayores
estadios de bienestar posibles; y procurar las condiciones más favorables en
beneficio del crecimiento sustentable de Natalia.
Para hacer posible el logro de todos y cada uno de dichos objetivos estamos
empeñados en nuestra causa en común por todos los medios a nuestro alcance,
incluida la posibilidad de romper con mitos e hitos determinados por costumbres o
usos de carácter particular, familiar, social, religioso, o geográfico.
De quienes asistieron a los diversos convivios que se realizaron a lo largo del año
2008, mi aprecio especial para Adolfo Martínez Solares, Fernando Hubbe, José
Vicente Masón de la Parra, Eduardo Dominguez, Fermín Attié Gallo, Francisco y
Javier Islas Dondé, Antonio Díaz de León Matushita, José Dávalos Mejía, Vicente
Fiorenzano, Raymundo Piñones, Luis Fuentes, Paulino Ramírez, y otros más que
poco a poco se fueron sumando a un intento por conocer hacia dónde habían ido
nuestras respectivas vidas, tras más de cuarenta años de no vernos
personalmente.
De los eventos importantes que celebramos ese fin de año, además de la semana
que pasamos en la República Dominicana como consecuencia del primer
cumpleaños de Valentina, el viaje de fin de año a Medellín, en donde celebramos
las fiestas del mes de diciembre y comienzos de enero en compañía de la familia
de Olga Inés en Colombia, además de nuestros hijos, Caty, Carlos Ignacio,
Natalia, Raúl, y la nieta Valentina, quien fue presentada ante todos los
participantes de esa alegría maravillosa.
Lo pasamos maravillosamente bien, y ese año de 2009 llegó a nuestras vidas con
la esperanza del nacimiento de un nuevo integrante de nuestra familia, el
segundo lucero de mi universo personal, Rodrigo, llegó a este pícaro mundo el
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día 17 de noviembre, en medio de la dicha tanto para sus padres, como para
todos en general.
Al mismo tiempo, el mes de agosto, el día 16, doña Martha mi madre, celebró
noventa años de feliz existencia, evento que nos colmó de gran esperanza, ya
que, en la medida de lo posible, su estado de salud, y por supuesto, de ánimo,
fueron inmejorables.
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mas no me prometiste tan sólo noches buenas;
y en cambio tuve algunas santamente serenas...
De verdad, todos quedamos conmovidos por el bello poema, sin embargo, lo más
destacable de su enunciado, fue la frescura con la que fue recitado por una dama
que en esa fecha, celebraba la multiplicación por seis de sus primeros quince
años, es decir, noventa aniversario de fructífera vida.
Además de Olga Inés y Natalia, viajaron con nosotros Carlos Ignacio y una linda
novia que tenía por aquel entonces, Antonia Zabala, nacida en Chile, país
maravilloso, con una historia singular, y al que yo tengo profunda admiración por
su pasado, su presente, y seguramente, por su futuro.
Carlos Ignacio nos había comentado que a principios del año siguiente, es decir,
de 2010, tenía la intención de irse a vivir a la ciudad de Santiago, para lo cual,
desde el mes de enero, comenzaría una campaña de promoción personal con
miras a ubicar un puesto de trabajo, y de esa manera, migrar de México en busca
de nuevos destinos.
A nosotros, la noticia nos pareció bastante bien, ya que, desde que comenzamos
con la educación de los tres hijos, decidimos que cada uno estaría en capacidad
de determinar el rumbo a seguir con respecto a sus expectativas de vida, y si bien
es cierto, Carlos Ignacio había vivido con nosotros hasta entonces, salvo por lo
que respecta al período en la Universidad de Notre Dame, tiempo en el que estuvo
viviendo en las instalaciones del propio campus, en South Bend, Indiana.
Estábamos en ese proceso, cuando recibimos una llamada desde Medellín, era
José Obdulio, el hermano de Olga Inés, quien nos comunicó la triste noticia del
sensible fallecimiento de don José, el adorado padre de la familia Gaviria Vélez, y
muy querido suegro, y abuelo de nuestros tres hijos.
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La verdad sea dicha, todos lamentamos la pérdida, ya que don José fue toda su
vida un gran luchador. Levantó una familia de doce hijos, todos con un futuro
promisorio, y con un presente en el que la mayoría de sus necesidades personales
fueron objeto de un trato individual de excelencia.
Ese año, como era de esperarse, el mes de enero, celebramos nuestra Asamblea
General de PROLIDER en Santo Domingo, en la que participamos todos los
integrantes de la Junta Directiva.
A nuestro regreso a México, Natalia se reincorporó a las actividades del CAM 73,
la institución educativa en la que culminaría su formación el año siguiente, como
consecuencia de que el sistema sólo admite que los participantes permanezcan,
como máximo, cuatro años, a partir de su fecha de incorporación, por lo que,
tomando lo anterior en consideración, comenzamos a buscar nuevas opciones que
hicieran posible el crecimiento sustentable de nuestra hija, al menos, por lo que
respecta a la parte de socialización, que es la más importante para una persona
con autismo atípico.
Fue en ese contexto que ubicamos en Medellín, en Colombia, al menos tres tipos
diferentes de instituciones que abordaban en forma directa el tratamiento, y en su
caso, la canalización hacia mejores estadios de bienestar, de personas con la
misma discapacidad que nuestra hija, por lo que comenzamos a vislumbrar la
posibilidad de migrar hacia la tierra que vio nacer a Olga Inés.
Tanto a Olga Inés, como a mí, nos pareció adecuado la decisión del hijo, quien, en
todo caso, había sido educado pensando en que estuviera en capacidad de
asumir sus responsabilidades en el momento en que las mismas se le fueran
presentando, como sucedió en el presente caso.
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Entre tanto, la decisión en torno a nuestro futuro sujeto a la suerte de Natalia, se
produjo el mes de julio de 2011, fecha en que concluyó su proceso de
capacitación en el sistema de CAM de la Secretaría de Educación Pública de
México. Debo reconocer que para nosotros, fue una excelente oportunidad de
aprender cosas nuevas de la mano de nuestra hija, de forma especial, sobre sus
capacitadores, sus hermanos, y familia en general, quienes de una u otra forma,
contribuyeron, directa, o indirectamente, a que Natalia se ubique en estadios muy
positivos y halagüeños, con un impresionante grado de avance, y sobre todo, con
una expectativa de vida mucho mejor.
Ese fin de año, nos pusimos de acuerdo con Caty y con Raúl, para encontrarnos
en Orlando, Florida, en los Estados Unidos de América, en donde había rentado
una casa familiar muy conveniente, en la que celebramos las fiestas de año
nuevo, en compañía de Bruni, nuestra consuegra, y sus dos hijos, Ricardo y
Santiago.
Además de los paseos naturales que se realizan por todo el parque de diversiones
Disney, ese centro vacacional para niños dispone, además, de una zona urbana,
en donde los centros comerciales están a la orden del día, así como las ofertas
estivales, que atraen cantidades ingentes de turistas y viandantes de todas las
latitudes del mundo.
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Capitulo 24
Al concluir nuestra vacación de fin de año por los parques recreativos de Disney,
así como las múltiples ofertas de los centros comerciales en Orlando, de inmediato
programamos el traslado a Medellín, destino que determinamos podría ofrecernos
la valiosa oportunidad para avanzar en la consecución de los tres objetivos que
nos trazamos, como consecuencia lógica de nuestra nueva actitud mental y
laboral, cuyo testimonio queda grabado indeleblemente a través de estas páginas.
En el transcurso del par de día que mediaron entre nuestra llegada de Orlando, y
el viaje a Medellín, procedimos con las despedidas del caso; en primer lugar, de
doña Martha, mi muy querida madre, y en segundo lugar, de Carlos, mi hermano
muy querido, y de sus hijas Karla Angélica, y María Fernanda, a quienes
agradecimos por las atenciones recibidas durante nuestra estancia en México, en
los cuatro últimos años de convivencia.
Con gran estoicismo emprendimos el viaje a Colombia, cargados hasta los dientes
de enseres que no podíamos dejar atrás, sobre todo, si tiene en cuenta que, de
ese instante en adelante, comenzaríamos una vida diferente a la que habíamos
llevado en los últimos años, es decir, se cerraba una puerta, y de inmediato,
comenzábamos a interactuar en un escenario conocido, aunque lleno de
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incertidumbres, al menos para mí, ya que la realidad del país que encontraríamos,
era diametralmente opuesta a lo que había sucedido en la tierra de Olga Inés en
los últimos treinta años.
Una vez que nos instalamos, fuimos a recoger el vehículo Nissan Tiida que
adquirimos por recomendación de dos de los hermanos de Olga Inés, Diego
Alejandro, y Jorge Fernando.
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práctica de cierto tipo de aficiones, como sería el caso del aprendizaje para tocar
mi saxofón, entre otras.
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436!
… NADA DE LO QUE EL HOM BRE HA
SIDO, ES O SERÁ, LO HA SIDO, LO ES, NI
LO SERÁ DE UNA VEZ PARA SIEMPRE,
SINO QUE HA LLEGADO A SERLO UN
BUEN DIA, Y OTRO BUEN DÍA DEJARÁ DE
SERLO…
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INDICE
Presentación 3
Capítulo 1 5
Capítulo 2 12
Capítulo 3 23
Fotografías 24
Capítulo 4 53
Caspítulo 5 62
Capítulo 6 74
Capítulo 7 91
Capítulo 8 101
Capítulo 9 114
Capítulo 10 136
Capítulo 11 151
Capítulo 12 166
Capítulo 13 189
Fotografías 212
Capítulo 14 226
Capítulo 15 248
Capítulo 16 256
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438!
Capítulo 17 286
Capítulo 18 317
Capítulo 19 333
Capítulo 20 360
Capítulo 21 385
Capítulo 22 402
Capítulo 23 415
Capítulo 24 434
!
439!