Ardillita Glotona
Ardillita Glotona
Ardillita Glotona
La ardillita glotona
Había una vez una ardillita que vivía en el bosque y era muy glotona. Todos los
días la ardillita iba y les robaba la comida a todos sus amigos del bosque. Los animalitos le
quisieron dar una lección para que la ardillita no les comiera más su comida. Se les ocurrió
hacerle una casa bien chiquitita, con ventanas y puertas chiquititas y adentro de la casa le
dejaron: nueces, chocolates, miel, dulces, tortas y helados.
La ardillita estaba tan contenta que entró a su casa y se comió toda la comida y se
puso gorda. Entonces vinieron sus amiguitos para invitarla a jugar y como ella estaba tan
gorda no pudo salir ni por la puerta ni por las ventanas porque éstas eran muy pequeñas.
Entonces la pobre ardillita, como no pudo salir de su casa, se puso muy triste porque no
podía ir a jugar con sus amiguitos, sólo podía mirarlos por la ventana. Entonces, prometió
que nunca más iba a comer tanto, y que nunca, más les iba a quitar la comida porque así
ella podría salir de su casa a jugar con ellos.
La ardillita glotona
El sapito saltarín
Había una vez un sapito que vivía en una laguna y que era muy saltarín. Al sapito
le gustaba saltar de noche y saltaba tanto que no dejaba dormir a los otros animalitos de
la laguna.
Un día los animalitos estaban cansados de nos poder dormir que decidieron
ponerle una trampa al sapito. Construyeron una red y la ocultaron entre las flores de la
laguna. Entonces, cuando el sapito salió en la noche, en uno de sus saltos mortales se
enredó en la trampa y se quebró una patita.
Entonces el sapito ya no podía saltar y además por el dolor que sentía en su patita
quebrada lloraba de día y noche. Los animalitos sintieron pena por lo que habían hecho y
se dieron cuenta que así tampoco podrían dormir, así es que decidieron curarle la patita al
sapito y, además, le construyeron un gimnasio para que pudiera saltar a su gusto. Con el
tiempo el sapito se mejoró y al ver el regalo que le habían hecho sus amigos se puso muy
feliz. El sapito en agradecimiento prometió nunca más saltar de noche para que todos
pudieran descansar.
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El sapito saltarín
El lobo friolento
Había una vez un lobo que era muy friolento y pasaba todos los días muerto de
frió. Cuando llego el invierno, el lobo casi no podía caminar, ni podía comer ni hablar de
tanto frío que tenía. Entonces decidió hacer algo. Salió de su cueva y vió que los conejitos
que vivían al lado de él tenían una estufa. Entró calladito y se las robó. Los conejitos lo
vieron y comenzaron a gritar: ¡Socorro! ¡Socorro!. El lobo nos robó la estufa. El lobo se
fue corriendo rápidamente para que los conejitos no lo alcanzaran y se encerró en su casa
con la estufa. Después de un rato se quedó dormido, pero como estaba tan cerca de la
estufa se empezó a quemar la cola y despertó muy asustado gritando: ¡socorro, sálvenme,
se me quema la cola! Los conejitos lo escucharon y fueron a ayudarlo y le tiraron agua
para apagarle la cola, pero como hacia mucho frío el agua se convirtió en hielo y el lobo
quedo encerrado en un cubo de hielo. Pero a los conejitos les dio pena dejarlo así y le
pusieron la estufa para que se derritiera el hielo. Cuando el lobo estaba bien, se dió
cuenta que los conejitos eran muy buenos y prometió que nunca más robaría nada a
nadie. Los conejitos le invitaron a quedarse en su casa y así el lobo nunca más sintió frío.
El lobo friolento