Huelga en El Peru
Huelga en El Peru
Huelga en El Peru
Desde el régimen militar hasta la democracia de hoy. Por años, distintos sectores han encontrado
en esta medida una salida para hacer realidad sus reclamos. El Perú ha sido testigo de
paralizaciones y huelgas que marcaron importantes hitos en la lucha de los derechos de diversos
sectores del país.
Las huelgas han sido, desde hace varias décadas, las prácticas más comunes a través de las cuales
sindicatos de trabajadores y diversos colectivos han logrado reivindicar sus derechos y obtener
mejores condiciones laborales.
A pesar de que la huelga es un derecho de todos los ciudadanos y uno de los medios más
importantes para exigir el cumplimiento de derechos, estas no han podido ser solucionadas
efectivamente ya que el ordenamiento jurídico en general sigue manteniendo una actitud
restrictiva y prohibitiva frente a la huelga
Entre las protestas laborales más importantes destaca la que provocó, en enero de 1919, el
establecimiento de la jornada laboral de ocho horas en el Perú, convirtiendo así a nuestro país en
uno de los primeros en hacerlo.
En el 2017 dos huelgas tuvieron relevancia nacional luego de que docentes y médicos
iniciaran huelgas indefinidas casi al mismo tiempo. Durante varias semanas ambos gremios
pusieron en jaque al Ejecutivo, al cual solo le quedó establecer el diálogo y atender los pliegos de
reclamos.
ANTECEDENTES
Desde 1913 se han venido promulgando dispositivos que directa e indirectamente se refieren a la
huelga y éstos siempre han tenido un carácter prohibitivo y restrictivo; ello puede verificarse en
más de 50 dispositivos dados hasta la fecha sobre todo por el Poder Ejecutivo. Así por ejemplo, el
primer dispositivo legal sobre la huelga, el Decreto Supremo del 24 de enero de 1913, tuvo como
objetivo intimidar a los trabajadores, impedir y controlar las huelgas al establecer por ejemplo,
que la decisión de los trabajadores de ir a la huelga debía renovarse cada cuatro días, y la
obligación de depositar en la policía una nómina de los huelguistas con sus respectivos domicilios.
Era evidente pues la intención represiva de estos requisitos que ponían una espada de Damócles
sobre los trabajadores. Igualmente, el Decreto Supremo del 12 de Mayo de 1920 bajo el pretexto
de asegurar el carácter pacífico de las huelgas, estableció una lista de delitos en que podían
incurrir los huelguistas. Toda la normativa posterior tendrá también el mismo carácter.
EIIo demuestra claramente que el tratamiento que se ha dado a la huelga por el derecho en el
Perú ha sido esencialmente contrario a su ejercicio en el ámbito de la legalidad; es decir, ha estado
orientado a expulsar las huelgas de las fronteras que garantizan el uso de un derecho. Nunca pues,
ha habido una actitud de reconocimiento o garantía sino más bien, de negación o limitación de la
huelga, tanto desde el Estado como del empresariado privado.
La Constitución de 1979
En esta actitud del ordenamiento jurídico ante la huelga, la Constitución de 1979 significa un
quiebre con la situación preexistente, es decir, el ordenamiento jurídico, a su más alto nivel, pasa
de la restricción o prohibición de la huelga al reconocimiento de ésta como un derecho de los
trabajadores. De esta manera, gran parte de la normatividad preexistente pasa a una situación de
inconstitucionalidad y es válido sostener que, por ser la huelga un derecho constitucional de
aplicación inmediata, dicha normatividad se inaplica y se prefiere lo preceptuado en la
Constitución.
Sin embargo, a pesar de la vigencia formal de la Constitución de 1979, todavía se sigue aplicando
dicha normatividad preconstitucional, generando por lo tanto que el ordenamiento jurídico en
general siga manteniendo una actitud restrictiva y prohibitiva frente a la huelga. Este marco
normativo descrito ha sido complementado, con el mismo fin limitativo, por determinados
mecanismos generados e implementados desde el Estado con el propósito de asegurar la
ilegalidad de las huelgas.
Entre estos mecanismos pueden mencionarse la actitud permanente y sistemática del Ejecutivo de
intervenir directamente en la declaración de la ilegalidad de las huelgas, recurriendo así a la
dación de distintos tipos de normas:
Decretos Supremos ilegalizando determinadas huelgas, por considerar que ellas afectan
servicios públicos o esenciales, o que constituyen desacato, sabotaje o un plan subversivo
por el tipo de finalidad extra laboral.
Dispositivos de diferentes rangos, declarando el estado de emergencia en actividades
económicas y autorizando a los empleadores a despedir a quienes recurrieran a la huelga.
Normas de carácter general, prohibiendo toda paralización, al amparo del estado de
emergencia.
Sin embargo, el mecanismo por excelencia utilizado por el Poder Ejecutivo para este fin, ha sido el
procedimiento mediante el cual la Autoridad de Trabajo declara improcedente e ilegal toda huelga
en el Perú.
En efecto, a pesar de toda esta legalidad en contra, los trabajadores han podido arrancar un lapso
en el cual pueden desarrollar la huelga "legalmente", que es el lapso que transcurre entre la
presentación del plazo de huelga y la resolución final. Como se verá, todos los esfuerzos de los
trabajadores se concentran tan sólo en demorar al máximo la declaración de ilegalidad de la
misma.
Este procedimiento que se sigue ante la Autoridad de Trabajo no está normado y la Autoridad de
Trabajo aplica discutiblemente las normas referidas a las instancias administrativas, al
procedimiento de denuncia, y los requisitos contemplados en el D.S. 017 de 1962. Como ya se dijo,
este procedimiento puede ser fulminante en su tramitación y en un lapso de 5 ó 6 días puede salir
la resolución final declarando ilegal la huelga, con lo cual se da la posibilidad al empleador a partir
de ese momento, de computar 3 días de ausencias injustificadas y proceder a despedir a los
huelguistas al amparo del art. 5 inc. g) de la ley de estabilidad laboral.
Hace 96 años se culminó una larga lucha de los trabajadores para conquistar la jornada de las ocho
horas en el Perú, conquista que está olvidada entre las horas extras y los acuerdos bajo la mesa de
los dirigentes sindicales y la patronal.
Recordemos cómo se fue forjando esta lucha y cómo ha cambiado a través del tiempo, ya desde
1896 en que las huelgas se hacen más fuertes. Ocasionadas por el primer conflicto industrial,
empezaron las huelgas de tejedores, cigarreros, tipógrafos y pasteleros de la capital, quienes ya
estaban siendo influenciados por algunos anarquistas.
En 1904, año de fuerte alza de los precios de subsistencias, se produce en mayo la primera huelga
de jornaleros del Callao por la jornada de las ocho horas; la fuerte represión ocasiona la muerte de
Florencio Aliaga, el primer mártir de la lucha social en el Perú. Este escenario fue la antesala para
la maduración ideológica.
Las huelgas históricas que paralizaron el país
El sector Educación ha sido el principal espacio desde el cual el Sindicato Unitario de Trabajadores
en la Educación del Perú (Sutep), desde su instauración en 1972, detuvo al país entero en 1978
con una de las más memorables huelgas y que se prolongó por tres meses y 15 días.
“Probablemente fue la huelga más grande de la que se tenga memoria, cuando las grandes
centrales sindicales paralizaban a los trabajadores y a la población”, resume así la década del 70 el
historiador y catedrático Manuel Burga.
En aquellos años, los peruanos vivían en una sociedad convulsionada y enmarcada por la
transición del gobierno militar del general Francisco Morales Bermúdez, a uno democrático con la
próxima instauración de la Asamblea Constituyente.
Para el analista político y director del Instituto de Opinión Pública de la Pontificia Universidad
Católica del Perú, Fernando Tuesta, la movilización que dejó sumergida a la ciudad de Lima entre
el caos y el terror se produjo con la famosa huelga policial del 5 de febrero de 1975, por mejores
condicaciones de trabajo.
“Desde un día antes no se veía policías en las calles y el Ejército intervino. El 5 de febrero hubo un
enfrentamiento y una matanza de policías por parte de los militares. Lima fue declarada en
emergencia y con toque de queda”, relata.
Tuesta Soldevilla refiere que, debido a la ausencia de personal policial en las calles, “las personas
salieron a saquear tiendas y a atacar a lo que era lo más significativo del gobierno militar, como
era la prensa”.
Los actos vandálicos causaron que las instalaciones del diario Correo y Ojo, el antiguo local del
Círculo Militar en la plaza San Martín y el Centro Cívico ardieran en llamas ante la mirada de los
vecinos. Según reportes de la época, 86 personas fallecieron, 162 resultaron heridas y más de mil
fueron detenidas.
El alza de distintas regiones del país contra el aumento del costo de vida, los despidos masivos y
‘paquetazos’, que perjudicaban económicamente a los trabajadores, impulsaron la medida contra
el régimen militar.
“Ese día se paralizó al país y fue dirigida por la CGTP y otras direcciones, en una época en que los
sindicatos eran mucho más poderosos que ahora. La respuesta del gobierno militar fue el despido
de cinco mil dirigentes”, recuerda.
“Estas paralizaciones tuvieron connotaciones políticas y sociales enormes. Y quizá por su número,
las del Sutep son aquellas que marcaron porque atraviesan territorialmente el país”, añade.
FRACASO.
No obstante, con el paso de los años los sindicatos empezaron a perder el poder sobre los gremios
que representaban en regiones, sobre todo a partir del régimen del expresidente Alberto
Fujimori.
“En los años 90, el sindicato pierde combatividad por la gran reforma económica neoliberal del
país. Hay una suerte de fuerza centrífuga de las federaciones regionales con la central sindical”,
explica Manuel Burga.
El docente señala que los principales motivos del gremio magisterial, el cual ha buscado
mantenerse vigente en la historia reciente, han sido las reformas salariales y el reconocimiento de
la dirigencia sindical. Sin embargo, en comparación con este panorama, hoy el mecanismo de
reclamos de los profesores ha cambiado.
Burga sostiene que si el gobierno atiende a estas dirigencias periféricas pone en riesgo toda la
organización anterior. Recomienda que el Ejecutivo no se involucre en estas diferencias “propias
del sindicato”, detrás de las cuales estarían movimientos radicales que están “buscando hacer
política”.“Los tiempos han cambiado”, afirma Tuesta Soldevilla.
El analista reflexiona y señala que los acuerdos conseguidos con las paralizaciones dieron lugar a
que quienes creen en sus demandas, vean en la huelga una salida efectiva. “En algunos sectores,
va a depender del grado de radicalización de los demandantes”, puntualiza.
Aulas escolares y quirófanos vacíos. A mediados de este 2017, ese era el panorama en los colegios
y hospitales públicos del país, luego de que docentes y médicos iniciaran huelgas indefinidas casi al
mismo tiempo. Durante varias semanas ambos gremios pusieron en jaque al Ejecutivo, al cual solo
le quedó establecer el diálogo y atender los pliegos de reclamos.
El 15 de junio del 2017, el Sindicato Único de Trabajadores en la Educación Regional (Suter) del
Cusco inició una huelga en la región para exigir al Gobierno central que aumentara el sueldo
mínimo de los docentes al valor de 1 UIT, es decir, S/4.050. En ese momento, el piso salarial de los
maestros públicos llegaba a S/1.200.
La paralización cusqueña se trasladó pronto a otras 13 regiones, entre las que estaban Arequipa,
Puno, Tacna, Lambayeque, Junín, Ayacucho y Apurímac. Y las protestas también se tornaron
violentas: varios docentes derribaron el cerco perimétrico del aeropuerto de Juliaca (Puno), y
otros bloquearon vías importantes, como la de Ollantaytambo (Cusco).
Hacia la primera semana de julio, la Federación Médica Peruana (FMP) anunció que iniciaba una
huelga nacional. Los médicos reclamaban, entre otras cosas, el incremento del presupuesto para
el Ministerio de Salud (Minsa) y para el Seguro Integral de Salud (SIS), así como la optimización de
la infraestructura hospitalaria pública.
El Ejecutivo estableció así mesas de diálogo con los miembros de ambos gremios. De este modo,
los representantes del Ministerio de Educación (Minedu) se reunieron con Ernesto Meza Tica,
dirigente del Suter Cusco, ya que unos 400 mil alumnos de la región no estaban recibiendo clases
debido a la paralización. Sin embargo, no se llegó a ningún acuerdo: los maestros insistían en un
aumento salarial a S/4.050, pero el sector precisó que eso era “inviable”.
La huelga docente alcanzó entonces a las 25 regiones. El Minedu se tuvo que enfrentar a otro
dilema: la representatividad. Por un lado, el Sindicato Único de Trabajadores de la Educación del
Perú (Sutep) señaló que no avalaba ninguna paralización; por el otro, los Suter de varias regiones
precisaban que no dependían del Sutep. Se revelaba así una pugna interna por liderar al gremio
docente.
A fines de julio, se calculó que cerca de un millón de escolares no asistía a clases debido a la
paralización. En Apurímac, Puno y Madre de Dios, más del 50% de profesores habían acatado la
protesta. En cuanto a la huelga médica, el presidente de la FMP, Godofredo Talavera, señaló que
en algunas regiones el 95% de los médicos habían dejado de trabajar, aunque el Minsa señaló que
la cifra apenas llegaba al 30%.
Acuerdos y promesas
La protesta docente tomó otro giro durante la primera semana de agosto, luego de que el
Ministerio del Interior (Mininter) vinculara a cerca de 5 mil maestros con el Movimiento por la
Amnistía y Derechos Fundamentales (Movadef), el brazo político de Sendero Luminoso. A partir de
ello, Pedro Castillo, dirigente cajamarquino, comandó la paralización desde Lima.
Recuperación en curso
El 2 de setiembre, el gremio docente anunció en Lima la suspensión de la huelga nacional, luego
de 75 días de protestas. Sin embargo, esto tuvo un costo político: la mayoría del Congreso –
representada por Fuerza Popular– acordó presentar una moción de censura contra Marilú
Martens. El Ejecutivo respondió solicitando una cuestión de confianza, lo que finalmente fue
negado, y culminó en la caída del gabinete presidido por Fernando Zavala.
Con la reanudación de las clases, el Minedu inició el plan de recuperación de horas perdidas por la
paralización. El titular del sector, Idel Vexler, indicó en noviembre que el mismo “avanza de
acuerdo al cronograma”, aunque en algunas regiones –como Cusco y Piura– el año escolar
terminaría durante la primera quincena de enero del 2018.
CONCLUSION
Luego de este breve análisis del tratamiento de la huelga en el Perú podemos llegar a las
siguientes conclusiones:
- Persiste una actitud estatal de prohibición o restricción del ejercicio legítimo de la huelga en el
Perú.
- Que a pesar de las prohibiciones o restricciones los trabajadores han seguido recurriendo a la
huelga, por lo que es iluso pensar que prohibiéndolas van a frenar el ejercicio de este derecho.
- Oue todos los intentos legislativos de regular este derecho, se han inscrito dentro de esta actitud
restrictiva.
- El Perú ha sido testigo de paralizaciones y huelgas que marcaron importantes hitos en la lucha de
los derechos de diversos sectores del país.
- Con el paso de los años los sindicatos empezaron a perder el poder sobre los gremios que
representaban en regiones.
BIBLIOGRAFIA
1. DELGADO, Angel y SANTIST EBAN, Jorge. La huelga en el Perú, CEDYS, Lima, 1980.
2. O E LA JARA, Ernesto. Derecho de huelga en el Perú: dos modelos normativos en debate, IDL-
TAREA, Lima, 1986.
3. MONTOYA MELGAR, Alfredo. La protección constitucional de los Derechos Laborales. En:
Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social en la Constitución, Centro de Estudios
Constitucionales, Madrid, 1980.