Adriana
Adriana
EXTRA
Y
EXTRAORDINARIOS
Adriana Reinking
Primera edición.
Queda prohibida la reproducción o transmisión total o parcial del contenido de la presente obra en cualesquiera formas, sean
electrónicas o mecánicas, sin el consentimiento previo y por escrito de la autora.
A mi hija Sofía, que sin saberlo y sin desearlo es mi gran maestra en amor no egoísta.
¡Espero que me considere siempre una buena alumna!
A Ric, quien sin duda alguna es “mi hermano del alma”, por la forma tan increíble de
entender mis pensamientos y la manera incansable en que desenmaraña los nudos en los que me atoro
entre lo que quiero decir y lo que escribo.
A Dení, mi “búha adorada”, por su amistad y apoyo incondicionales. Filosofar con ella
siempre aclara mi pensamiento.
A Irene Moreno, gran amiga, excelente sexóloga y mujer ejemplar, por su desinteresado
apoyo y por regalarme el prólogo de este libro. ¡Gracias!
A Rubén Jara, quien con una agenda siempre complicada, generosamente me regaló el
tiempo para leer el borrador de mi libro e hizo las más atinadas observaciones, ayudando a que el
mensaje de Amores Extra y Extraordinarios sea más fácil de asimilar.
A mi papá, quien con el orgullo brillando en su mirada, fue empujándome a terminar este
libro con una persistente pregunta: ¿ya vas a publicar tu libro?
A mis amigos, Fede, Ma. José, Nyra, Irene, Mara, Sandra, Dení, Leti, Ceci y Esther, por leer
el borrador y darme sus comentarios tratando de simplificar los complicados conceptos incluidos en
el libro.
Es probable que para muchos lectores esta forma de amar (sin controlar) pueda resultar
descabellada y de hecho en cierta forma lo es, ya que difícilmente esto puede llevarse a cabo, de una
manera abierta, en una sociedad tan represiva como la nuestra. En efecto, la práctica clandestina de
la casa chica y las relaciones secretas, que son tan comunes, sólo son permitidas y aceptadas si se
hacen de manera “discreta”.
Otro asunto es el que tiene que ver con las relaciones de poder entre quienes se unen en un
vínculo amoroso, el cual es regulado por normas sociales y algunos grupos de poder como las
iglesias y otras instituciones.
Así pues, nos hemos acostumbrado que amar es controlar, que amar es poseer: si amo tengo que
celar y exigir toda la atención de mi amado concentrada en mí. Amor y control son dos conceptos
opuestos, pero que han convivido para la “tranquilidad” de los más inseguros, sin darse cuenta,
quizás, que cuando más se jala la cuerda es más fácil que ésta se rompa. Por eso Adriana dice, con
verdad, que es mejor usar “lazos flexibles” que unen y no “nudos que asfixian” a la pareja.
A lo largo de las páginas de este libro, resulta imposible no cuestionarse sobre el amor, el
matrimonio y buscar respuestas a las historias de miles de personas, que amándose real y
profundamente sucumben ante el aburrimiento y la cotidianidad. ¿Cómo es posible que parejas con
más de 20 años de unión se separen o se pongan los cuernos, cuando se habían jurado amor eterno?
¿Qué sucede con las promesas de fidelidad que hacemos estando enamorados y la facilidad con que
las rompemos a pesar del dolor que le podemos causar a quién confía en nosotros? ¿Por qué no se
permite amar a más de una persona libremente, cuando está comprobado que no todos los cerebros
están diseñados para que se les facilite la fidelidad y la monogamia? Estas son algunas preguntas
que, tal vez, encuentren respuesta ante las reflexiones de Adriana, quien se muestra absolutamente
decidida a abrirnos los ojos, compartiendo su coherente forma de pensar y vivir, haciéndolo de
forma totalmente honesta.
Nuestra autora de cierta forma retoma conceptos como el poliamor, que permite a los miembros
de una relación amorosa vivirla en libertad. Es decir, obedecer a sus necesidades eróticas y/o
afectivas de manera consciente y responsable y no a las ataduras de un sistema social que impone
comportamientos, muchas veces, más difíciles de llevar a cabo.
Y ante esta realidad, la doble moral, la mentira y la traición están presentes en muchas relaciones
aparentemente sólidas, acompañadas por una buena dosis de vergüenza y culpa. Muchos viven juntos
sin sentir amor bajo el sometimiento y la frustración en el nombre del “deber ser”.
Lo más interesante de la premisa de Adriana, es que: permitir que la pareja decida libremente, si
quiere o no, establecer nexos emocionales o sexuales con otra persona, tiene como resultado un
reforzamiento en la unión con su pareja base. Para nuestra autora, la idea de no pertenencia, empuja a
que pongamos más atención a nuestras relaciones y además, permite que el deseo y el amor crezcan
libremente sin necesidad de un yugo.
Estoy segura que “Amores Extra y Extraordinarios” dará mucho de qué hablar y pondrá, a
quienes lo lean, a cuestionar sus conceptos sobre el amor, la pareja, la exclusividad y la fidelidad.
Sin duda causará controversia. Dejará boquiabiertos hasta a los más liberales y tal vez, algunos
conservadores puedan encontrar respuestas a sus inquietudes más recónditas.
Irene Moreno
Sexóloga
DEFINICIONES
Definiciones personales de algunos términos, para que sea más fácil entender mis pensamientos
en el contexto de este libro:
Amor extraordinario ... es el amor que no es egoísta . Es un sentimiento que te permite amar sin
controlar y convertirte en la plataforma ideal para que las personas que amas sean, se expresen,
experimenten, descubran y vivan, sin que cambies la forma de demostrarles amor y sin alejarte de
ellas.
Amor extra ... el sentimiento de amor o enamoramiento que se tiene por otra persona, además del
que se tiene generalmente por la pareja. Puede ser o no ser extraordinario.
Le llamo Amor nada más al que no es egoísta, los demás sentimientos incluyen cierto control
(pag. 39, Pensamientos sobre el amor).
Par. .. la persona con quien se vive, con quien a veces se tienen hijos, historia y bienes, pero a la
cual ya no se le demuestra amor.
Pareja ... es la persona con quien tienes una relación amorosa de largo plazo, que sigue sacando
lo mejor de ti y viceversa, que te corresponde y te trata como igual. Si vives con esta persona,
entonces además puedes considerarla tu pareja base . (Pag. 29, ¿Par o pareja?).
Atracción ... es la química involuntaria que te hace poner especial atención a la persona que te
atrae. A veces puedes experimentarla a pesar de no tener comunicación ni contacto con quien ejerce
la atracción en ti.
Enamoramiento ... sentimiento apasionado que concentra su energía amorosa en una sola
persona; que altera nuestro cerebro y hace que idealicemos a la persona que provoca el sentimiento.
Enamorarse requiere, además de la atracción, la decisión de querer involucrarse en una relación.
AMORES
EXTRA
Y
EXTRAORDINARIOS
Desilusión ,
es ver tristes sombras envolver algo que pudo ser,
es saber falso lo que creíste cierto,
es sentir “tuyo” lo que querías “nuestro”.
Capítulo 6
¿Par o pareja?
No hay solamente una regla para que dos personas que creen amarse puedan relacionarse. Pensar
que solamente hay cierto tipo de relaciones que funcionan y que la tuya debe encajar en alguna de
ellas es peligroso. Las parejas se forman por personas únicas, lo que hace única a cada pareja.
Algunas se adaptan bien al matrimonio convencional, mientras otras no pueden sobrevivir más que
dentro de un matrimonio abierto. Por eso es importante que los que quieren unirse en pareja,
descubran cómo y qué hacer para que su relación funcione, teniendo siempre en cuenta los objetivos
de los dos que la conforman. Lo difícil es desarrollar la habilidad de pensar fuera de lo aprendido,
de lo que crees que los demás esperan que hagas y entonces seas capaz de descubrir las mil y una
posibilidades en las que tú y tu pareja pueden hacer planes para convivir amablemente.
Al hablar de “pareja” no me refiero a dos personas que viven bajo el mismo techo o a individuos
que alguna vez se casaron y que ahora tienen que criar hijos. No me refiero a dos personas que a
pesar de verse diariamente saben nada uno del otro. Cuando hablo de “pareja”, me refiero a dos
personas unidas principalmente por un vínculo amoroso-amistoso, que pueden y quieren hablar
desde el corazón, que todavía se ríen mucho juntos y con frecuencia de sí mismos. Ser pareja, en
mi opinión, es lograr una relación en la cual puedes atreverte a ser tú mismo, en la que es fácil
crecer y refugiarte; es la unión de dos seres que estando juntos y compartiendo la vida se sienten
más contentos y donde hay un claro balance de derechos y responsabilidades voluntariamente
adquiridos, que no pesan como “obligaciones”.
¡Conozco tantos pares queriendo aparentar ser una “pareja”! Pero a mí ya no me engañan las
apariencias y menos después de haber aprendido a detectar tristeza en la mirada, hartazgo en la voz,
rutina en algunos movimientos y en muchas personas un deseo oculto por vivir con la “pareja ideal”.
Para quienes viven aparentando ser pareja, desearía que pudieran encontrar, antes que nada, el
camino de regreso a la amistad que los unió en el principio y que descubran pronto una amigable
forma de deshacer el nudo que hoy los ahoga, pero que ya no los une.
Pero a quienes sí son “pareja” y están pasando por momentos difíciles, los invito a tratar de
descubrir lo que puede hacer que su unión vuelva a sentirse ligera, divertida, responsable y más
amorosa, para que a pesar de la rutina, el aburrimiento, la monotonía, los errores y las dificultades,
su relación de pareja sea en donde más paz encuentren y que al mismo tiempo, si tienen hijos, sea un
gran ejemplo de amor.
Entiendo que aparte de la infidelidad hay muchas otras razones para que una pareja deje de
funcionar en armonía, como podría ser: la pérdida de apetito sexual, distintos grados de madurez
emocional, no estar de acuerdo con el desacuerdo, la lucha por el poder y el control, depresión, tener
expectativas y puntos de vista diferentes en cómo educar a los hijos, etc.
Si la razón principal de que tu relación esté sufriendo una sacudida, es que uno en la pareja fue
incapaz de mantener el acuerdo de exclusividad que hicieron al inicio de la relación, pero todavía
existe entre ustedes lo necesario para relacionarse con amor, a ti y a las parejas que están pasando
por lo mismo les dedico este libro, a aquellos para quienes, tal vez sin saberlo, todo lo que los ha
mantenido unidos, sin incluir la fidelidad, puede tener más peso que el recurrente hecho de ser
amados, pero no en exclusiva.
Capítulo 7
Una relación fuera de la pareja
¿Qué hubiera pasado con tu historia amorosa si amar simultáneamente a dos personas no
estuviera mal visto; si la sociedad no te empujara a amar exclusivamente a una sola persona?
¿Consideras que esto hubiera ayudado o perjudicado tu proyecto de vida en pareja? ¿Qué hubiera
pasado en tu matrimonio o con tu pareja si se nos enseñara que lo natural en el humano es vivir en
monogamia sólo por temporadas? ¿Qué hubiera sido entonces de tu vida erótica? ¿Piensas que habría
sido diferente? ¿Crees que los acuerdos, lazos o nudos que hoy te unen a la persona con quien vives
serían diferentes?
Sé que es difícil que te cuestiones todo lo anterior. Tendrías que imaginarte en un mundo lejano
en donde es permitido usar la inteligencia sin miedo y cuestionar todo aquello que no genera
bienestar. Yo pienso que seguiríamos haciendo lo mismo que hoy hacemos, pero sin tanto drama ni
culpa provocados por la doble moral con la que fuimos educados y en la que nos hemos
acostumbrado a vivir. Tal vez entenderíamos la vida desde otra perspectiva. Aceptaríamos que
durante la etapa de enamoramiento, a los humanos (hombres y mujeres), se nos facilita la capacidad
de ser fieles en cuerpo y alma. Aceptaríamos nuestra naturaleza sin prejuicios morales, culturales o
religiosos y desde esa plataforma podríamos hacer acuerdos con nuestra persona favorita, para
mantener en armonía y amistad la relación con quien emprendemos nuestro proyecto de vida y
entonces la monogamia sería una decisión personal y no algo socialmente impuesto.
Cuando hablo de un proyecto de vida con alguien, me refiero a dos personas que se unen con el
objetivo en mente de vivir juntos y si lo deciden, procrear hijos o adoptarlos, sabiendo que será “la
familia” uno de los motivos principales que hará de su unión un proyecto a largo plazo. Otra razón
para querer tener una relación exclusiva puede ser la de querer vivir una sexualidad más segura o
hasta pretender alargar el enamoramiento. Hoy en día es evidente que muchos de esos proyectos de
pareja que se iniciaron hace tanto tiempo no están funcionando, ya que un porcentaje muy alto de las
uniones que deciden formalizar su relación por medio del matrimonio o simplemente en unión libre,
acaban por separarse y son muy pocos los que lo hacen amigablemente o en buenos términos. Lo digo
para que quede claro que, analizando esta situación, compartiendo mi punto de vista y cuestionando
las bases en las que fundamentamos nuestras relaciones, no pretendo defender la infidelidad o
desvalorizar a la familia.
Desde mi punto de vista, la pareja es parte clave de una sociedad, ya que siendo la base de la
familia y ésta el núcleo más pequeño de una sociedad, lo que surja de ella será por ende el ejemplo
de la sociedad misma. Si la unión de una pareja es inestable, violenta, egoísta, controladora, hostil,
intolerante, irrespetuosa, desleal y sin lazos de amor o amistad, muy probablemente así serán los
hijos que deriven de esa relación y ellos repetirán ese patrón en nuestra sociedad futura.
Viéndolo desde esa perspectiva vale la pena preguntarnos: ¿cómo es la sociedad en la que
vivimos? ¿Es una sociedad respetuosa, pacífica, balanceada y tolerante, o es violenta, siempre
luchando por el control y el poder, desequilibrada, grosera e insegura? Pienso que para diagnosticar
la “salud” de una sociedad, basta fijarnos en qué clase de familias la alimentan. Por eso mi atención
en este libro la concentraré en la pareja, primero como base de la familia y de la sociedad por ende y
en cómo funcionan los acuerdos que hace la pareja para relacionarse.
Desde que comparto mis experiencias y puntos de vista con la gente muchos se abren conmigo.
De pronto me convierto en un recipiente en el cual personas que jamás antes he visto se deshacen de
secretos íntimos, que les pesan en el alma, compartiéndolos conmigo. De esa manera me he ido
enterando de la vida tal como es. Me enfrento con sentimientos en crudo, ya sean de amor, desamor,
nostalgia o tristeza. Muchos han compartido conmigo sentimientos de miedo, de impotencia, de
coraje, de celos y de frustración. He detectado que muchos de esos sentimientos hablan del deseo de
dejar de amar a quien todavía se ama; de necesitar una separación, más impuesta por lineamientos
sociales que por desamor. Muchas personas prefieren separarse que enfrentarse al “qué dirán”, a que
les digan: “¡Qué bruta! ¿Por qué no lo dejas si sabes bien que tiene otro amor?”, y no al deseo
genuino de terminar la relación con la persona que, a pesar de todo, aún aman. La frecuencia con que
me entero de historias en que las parejas que dicen seguir amándose se separan es muy alta y una de
las razones por la que lo hacen es muy común: una relación fuera de la pareja.
En este libro quiero compartir mi punto de vista al respecto y dejar claro que es simplemente una
opinión. Es mi gusto por la introspección y la capacidad de ver los hechos tal como son, sin
juzgarlos, lo que me empuja a escribir sobre exclusividad, infidelidad, amor, control y otros temas
que afectan a la pareja. Tengo también la esperanza de que mi personal punto de vista abra una
ventana de reconciliación para las parejas que aún amándose se separan, nada más por no poder
resolver de otra manera la difícil y frecuente situación de ser amados, pero no en exclusiva.
No me engañes.
En tus risas puedo ver tus fantasías
y en tu llanto tan callado, frustración.
Ese silencio enriquece a quienes interesa que nosotros seamos plenos y felices... a quienes por
respeto y amor se guarda silencio, se calla, pero nunca... nunca se engaña”.
Capítulo 11
Pensamientos sobre el amor
Pude entender un poco sobre el amor hasta que hube experimentado el amor en diversas formas:
condicionado, amistoso, filial, erótico, el amor por mí misma y el amor no egoísta. Pero para
comprender mejor ese sentimiento, tuve también que conocer las caras tristes del amor, que son: el
desamor, cuando el amor no es recíproco y cuando, por amor, hay que soltar a quien amas.
El amor no me lastima mientras puedo sentirlo a través de muestras que logro entender y cuando
me siento correspondida. Le llamo “vigente” al amor que es recíproco; a ese que puede ser
demostrado sin esfuerzo, cuando la persona amada es dueña de la atención del otro sin que tenga que
pedirlo. Un amor vigente fluye y no hay que “echarle ganas”. Cuando el amor no es correspondido y
ya no es fácil demostrarlo, es que su vigencia terminó... es que ya caducó.
El amor es un sentimiento cambiante que se ve afectado por un sinnúmero de factores y no puede
sentirse igual todo el tiempo. Uno de los problemas frecuentes en el amor es el destiempo.
Por lo general, el amor que se presenta a destiempo suele ser correspondido, aunque aparezca en
mal momento, o sea, cuando ya se está viviendo otro amor. Por lo tanto, es complicado vivirlo,
demostrarlo y disfrutarlo. Es difícil, sobre todo cuando no aceptamos la capacidad que tenemos de
amar a dos personas al mismo tiempo. Esos amores suelen ser una enorme tentación para convertirlos
en un amor extra.
Lo complicado del amor se equilibra un poco cuando el amor más grande lo sientes por ti mismo.
El amor propio es fundamental para atreverte a amar a pesar de conocer el riesgo al desamor y
resulta indispensable para poder practicar el amor no egoísta. Amar con miedo es limitante, genera
mucha frustración y raramente se concreta. Si el amor propio está fuerte, puede ayudar a vencer el
miedo, porque te das cuenta que no dependes de nadie para ser feliz.
El estado del amor propio depende de varios factores, entre los que resaltan nuestro propio
temperamento y lo que desde pequeños creímos que “somos”, haciendo caso a los comentarios de
cómo nos percibían los demás. Si durante nuestra niñez tuvimos muestras y ejemplos claros de amor
y confianza, y si las etiquetas que recibimos fueron positivas, es probable que nuestro amor propio
tenga bases muy sólidas para mantenerse vigoroso. En caso contrario, el amor propio tendrá que ser
reconstruido desde la conciencia de nuestras limitaciones y tendremos que buscar nuestro desarrollo
personal lejos de la percepción de quienes nos formaron para que pueda beneficiarnos. Así las
cosas, el amor propio es un gran apoyo cuando nos arriesgamos a amar, ya que simplemente no hay
nada que nos asegure que hacerlo no dolerá. Es mejor estar preparados y fuertes para enfrentar el
rechazo, el abandono o simplemente el desamor, pero ¿acaso preferirías evitar el dolor a conocer la
bella experiencia del amor?
Sé que el amor significa para todos algo diferente. Cuando hago preguntas sobre el amor, recibo
versiones personales sobre lo que para cada quien significa ese sentimiento. El significado del amor
está obviamente influenciado por las vivencias de cada persona. Después de haber entrevistado a
mucha gente, percibo que pocos tienen una clara definición “propia” de la acción de amar y del
sentimiento de amor. Pero si cada persona se tomara tiempo para definir su propio concepto del amor
y de lo que significa amar y además se apegara a vivirlo, estaríamos dejando un legado amoroso a
las generaciones que nos siguen.
Para mí, “amor” es la palabra que describe un sentimiento y “amar” es la palabra que describe
una acción. Amar es un verbo: yo amo, tú amas, él ama, pero el verbo “amar” necesita a su vez de
otras acciones o verbos para dejar de ser tan sólo una palabra abstracta. Por lo tanto, para mí “amar”
es un verbo “incompleto”. Sin otros verbos, sin otras acciones, el verbo “amar” no tiene significado
alguno. A mi modo de ver, requiere de otras acciones o verbos para existir. A estos verbos les llamo
“verbos amorosos”, por ejemplo: poner atención, demostrar, entender, aceptar, escuchar, perdonar,
respetar, abrazar, tolerar, tocar, confiar, dar, recibir, atender, ser y estar.
De estos verbos amorosos hay dos que me parecen muy importantes: aceptar y poner atención.
Poner atención es una de las formas más efectivas de mostrar amor, ya que
hacerlo beneficia todas las áreas en las que interactuamos con las personas que amamos. Poner
atención te ayuda a tener en cuenta lo que es importante para tus amores: hijos, padres, hermanos,
amigos, novios, amantes, esposos, etc. Para lograr poner atención, fíjate en lo que dicen, lo que les
gusta y disgusta. Hacerlo te permite conocer un poco más sus hábitos, sus temores, sus anhelos,
recordar sus cumpleaños, fechas importantes y el nombre de sus amistades y de sus colegas.
Poner atención reduce el riesgo de causar daño a quienes amas y hacerlo implica: tener cuidado,
interés, mostrar curiosidad, saber escuchar, aprender a observar, reflexionar y además, esmerarte en
hacerlo.
Las personas que reconocemos y ejercemos la capacidad de amar a varias personas
simultáneamente, somos las que más atención debemos de poner, sobre todo para que no se enreden
las líneas amorosas que vivimos y de esa manera evitar que haya raspones innecesarios.
Si tu hijo se muestra rebelde, pon atención y tal vez entiendas lo que intenta decirte. Si tu esposa
o esposo están tristes, escucha con atención y tal vez puedas intuir lo que le afecta. Si tu amigo
reacciona agresivamente y en lugar de enojarte observas con interés, tal vez puedas deducir lo que le
aqueja. Si tu amiga está radiante y pones atención, tal vez descubras que se ha enamorado. Si tienes
la suerte de tener un amor base y un amor extra y te esmeras en cuidarlos, tal vez nadie salga raspado.
Dicho lo anterior, comparto contigo lo que para mí significa “amar”: amar es aceptar a quien
amo tal como está siendo, respetar sus procesos y constantes cambios; es alegrarme al verle feliz
y realizado, a pesar de no ser la causa de su felicidad; es desear su bienestar, apoyar su
crecimiento; es poner atención y tratar con delicadeza y empatía a la persona que amas o que te
ama.
Amor, por otro lado, es el sentimiento que me empuja a la acción de amar. Cuando alguien siente
amor por mí no necesito hacer nada, sino aceptar o no el amor que me ofrecen y en el caso de
aceptarlo, hacerme responsable de la relación amorosa que libremente acepto. Cuando recibo
muestras de amor, es fácil sentirme valorada y respetada. Lo más curioso es que hay poco que hacer
para que alguien te ame, ya que el amor es de las pocas cosas en la vida que no puede exigirse ni
comprarse. Este es uno de los misterios del amor.
Con frecuencia me encuentro con gente que ama al que, a su vez, ama a otra persona y esa otra
persona ama a otra que tampoco le ama y así sucesivamente. Como dije antes, el destiempo en el
amor es muy común y doloroso. Pero también somos muchísimos los afortunados que amamos a quien
nos corresponde y esa reciprocidad es una de las caras más bellas del amor, por lo menos mientras
la reciprocidad dura.
Es básico pensar en el amor como un concepto dual que requiere simultáneamente de quienes
activa y pasivamente pueden expresarlo y recibirlo. Además hay que considerar que cuando estamos
en una relación amorosa, es común que tratemos de hacer lo posible para satisfacer las necesidades
de nuestra pareja y que tal vez lograremos satisfacer algunas, pero estoy segura que no serán todas. A
nuestra pareja le sucederá lo mismo. Al no existir quien nos satisfaga totalmente, se prepara el
terreno en donde las necesidades que no son suficientemente atendidas por la pareja puedan ser,
convenientemente, complementadas por otros amores.
Conozco a muchos ingenuos que piensan que amar significa exigir amor. También hay egoístas
que piensan que amar es pedirle al ser amado que cambie para que ellos puedan estar contentos. Sé
de algunos controladores despistados que creen que amar es tratar de cambiar los procesos de vida
de su pareja si estos les crean conflictos. También describo, en la parte del libro donde hablo de los
celos, la creencia generalizada de que amar es poseer y celar a quien amas, “si no me cela es que no
me ama”. A la larga, a nadie le gusta sentirse propiedad de otro, ya que es como declararte
voluntariamente esclavo de quien asegura “amarte”. Entre los celosos, hay quienes exigen total
exclusividad emocional, de atención y de vida, como si el hecho de saberse amados les diera el
derecho a exigir el ingenuo compromiso de que ese amor se mantenga sin cambios, sea eterno y para
ellos exclusivamente.
Por mucho tiempo supuse que, por fin, había aprendido a amar incondicionalmente, hasta que
acepté que no lo hago, porque en efecto le pongo dos condiciones a mis amores, con excepción al que
siento por mi hija, y son: que haya cierta reciprocidad en el sentimiento y un mutuoacuerdo de no
controlar al otro de ninguna manera.
Considero que no soy egoísta en mis relaciones y que busco la manera de expresar el amor que
siento, pero eso sólo pueden confirmarlo mis amores. Lo siento así, porque me alegro por la
felicidad de quien amo, incluso cuando no soy quien ocasione el sentimiento. También me entristece
su dolor. Amo deseando su bienestar y me gusta apoyar a quienes amo para que se atrevan a ser.
Amar es un sentimiento que me inspira y me transforma. También he llegado a amar sin ser
correspondida, como probablemente te ha pasado a ti. Por eso a veces amar me duele, pero nunca me
provoca lastimar. Cuando no corresponden a mi amor, espero que llegue mi límite que es marcado
irremediablemente por mi amor propio. Como yo lo percibo, el amor no exige, no controla, no
encadena y nunca usa su poder para lastimar. Me gusta el amor que nace de la libertad y vive en ella;
el amor que acepta y cede, pero que nunca tiene espacio para faltas de respeto o para la violencia.
Para poder amar sin miedo a lastimar o ser lastimada, acepto y empatizo con la aplastante realidad
del desamor y así puedo tratar con delicadeza a quien alguna vez amé o a quien me amó sin que yo
pudiera corresponder. Trato a los demás como me gustaría ser tratada. Y cuando me encuentro
tratando de conquistar un amor que compruebo que no es recíproco, me enfoco en soltarlo para seguir
adelante sólo con su recuerdo.
“Al final de cuentas, no importa lo que diga nadie.
Lo que importa en el amor, es lo que cada uno siente.”
Capítulo 12
¿Influye nuestra historia en cómo percibimos
el amor?
Los expertos en neurociencia afirman que sí. Piensan que las experiencias vividas desde el
momento de nacer y durante la niñez influyen definitivamente en la forma de cómo percibimos el
amor y en la manera en que podemos amar. La idea que cada uno tenemos del amor es diferente y
depende de las experiencias que tuvimos desde niños, ya que en esa temprana edad es fácil que se
implante en nuestra mente una idea errónea de lo que es el amor.
Los bebés son estudiantes formidables y se ha comprobado que un bebé puede recordar la voz y
la cara de su mamá a los tres días de haber nacido. Después no sólo puede reconocer y preferir su
voz, sino también su lengua materna, aun cuando sea hablada por una desconocida. Lo más curioso es
que no reconocen con tanta facilidad la voz del papá, lo que indica que los bebés aprenden desde
antes de salir del vientre materno. El sistema auditivo del bebé se desarrolla dentro del útero y
después de nueve meses de estar rodeado de los sonidos producidos por su madre, su cerebro
decodifica y archiva tanto el tono como las peculiaridades del lenguaje de su mamá. Ya nacido,
tiende a preferir el idioma y tono de voz de su madre, lo cual hace pensar que el bebé tiene memoria
y que desarrolló un vínculo con su madre.
De la misma forma en que adquirimos de nuestras madres el lenguaje, aprendemos lo que
significarán para nosotros las emociones mientras experimentamos todo lo que sucede en el micro
mundo que llamamos nuestra familia.
El niño, envuelto en el particular estilo del vínculo familiar, aprende su ritmo y forma a través de
la sutil repetición de ejemplos. Aprende inconscientemente el concepto de amor y muchas otras ideas
que prevalecerán en su vida. Más tarde, este pequeño aplicará en su propia vida lo aprendido en
cada movimiento de la danza del amor que vivió en donde fue criado.De esa manera, si un pequeño
tiene la suerte de tener papás amorosos, aprenderá que el amor puede significar cuidado, sacrificio,
lealtad, protección, aceptación, respeto, muestras de cariño, admiración, etc. y lo hará no por lo que
le digan, sino porque su cerebro distingue automáticamente los prototipos aprendidos. El niño que es
criado por papás emocionalmente desbalanceados aprende, sin querer, de los ejemplos que se dan en
una relación problemática y para ese pequeño lo más probable es que el amor significará enojo,
dependencia, humillación, control y posesión, entre otras tristes variaciones.
Es por el impacto tan fuerte que tienen en nuestra mente los patrones aprendidos en la niñez, que
resulta difícil dejar de repetirlos. Algunos expertos sugieren que para lograr cambiarlos es necesario
que primero seamos conscientes, o sea, que nos demos cuenta de si estamos o no repitiendo un patrón
y que, tal vez, también sea necesaria la ayuda de un terapeuta profesional. Yo considero que para
poder cambiar la forma en que aprendimos a amar, es importante tratar de practicar con mucha
frecuencia el estilo que nos gustaría aprender, rodearnos del ambiente en donde podamos
experimentarlo y tratar de esa forma de romper con el estilo aprendido. Por eso yo trato de practicar
el amor no egoísta constantemente, para lograr desaprender el anterior.
Las experiencias registradas en nuestra memoria no son fáciles de borrar y para cambiar los
tatuajes mentales que nos heredaron se requiere experimentar nuevas vivencias. Así las cosas, es
importante saber que los libros de superación personal no ayudan tan sólo con leerlos. Tampoco
funcionan los consejos de las amigas, ni los talleres, ni las terapias, si estos no son acompañados por
la práctica diaria de la experiencia misma. No ayuda comprender qué es lo que ha marcado nuestra
historia, sino que es indispensable vivir los cambios y tener nuevas experiencias que neutralicen las
anteriores.
Mientras tanto, amamos como podemos. Amamos como aprendimos en el ambiente en el que
crecimos. Defendemos nuestra forma de amar. Amamos sin cuestionarnos si a quienes amamos les
gusta la forma en que lo hacemos. Amamos con miedo a ser heridos, pero esperando encontrar
felicidad en el otro. Muchas veces creemos amar cuando en realidad es apego. Generalmente,
amamos poniendo condiciones y esperando cambios, sin darnos cuenta que estamos controlando. A
veces, ingenuamente amamos en silencio, sin atrevernos a demostrarlo, pero con la esperanza de que
el otro lo sepa. Nos gusta ser amados. Amamos lo prohibido y lo soñado. Como dije antes, amamos
como podemos y como aprendimos.
Todo en mí es distinto cuando estás conmigo.
Todo en mí salta si te tengo cerca.
“Tú vivías en tu mundo, sin saber que lo que yo quería era simplemente…
habitar en tu universo”.
Capítulo 24
¿La infidelidad, es siempre señal de desamor?
¡Definitivamente no! Aún en parejas que llevan una vida feliz y de convivencia armónica suele
darse la infidelidad. En este capítulo quiero enfocarme en lo que puede pasar dentro de una pareja
bien avenida al enfrentar el difícil evento de una infidelidad.
Lo más típico es que por descuido de la persona que está teniendo una relación extramarital, su
pareja se entere de que no está siendo amada en exclusiva. Por lo general, cuando todo sale a la luz,
el amor extra lleva existiendo mucho tiempo. Cuando finalmente quien sufre la infidelidad se entera
de lo que está pasando, no puede saber con seguridad el tiempo que esa relación ha durado o cuándo
empezó, a menos que su pareja se lo confiese. Sin embargo, al saberlo siente mucho dolor y no es
capaz de reflexionar que, tal vez, esa relación extra ha durado meses o incluso años, mientras él o
ella ha podido convivir felizmente con su pareja sin el dolor que siente en ese momento. El dolor
también le impide recordar, que apenas unos minutos antes de descubrir el engaño creía amar a su
persona favorita con todo el corazón (o con todo el cerebro).
Cuando te enteras de que eres víctima de una infidelidad, aparece inmediatamente el deseo o la
necesidad de dejar de amar a quien te ha sido infiel. Eso parece fácil mientras estás cegado por el
enojo, el desencanto, la frustración y la desilusión que se experimenta cuando te sientes engañado;
cuando sabes que tu pareja ha compartido placeres con otra persona. En ese momento el corazón se
te rompe, la confianza se muere y pierdes la esperanza. Es fácil caer en depresión. Sin embargo,
dejar de amar a quien de verdad se ama, es bastante difícil. Claro que puedes tratar de encerrar en un
cajón el amor que todavía sientes, puedes enmascarar el dolor que provoca la ausencia del ser
amado y también es posible tratar de convencer a todo el mundo que: “lo nuestro se acabó”. A esto le
llamo “suicidio emocional”. Pero si en realidad se acabó, entonces, ¿por qué es tan dolorosa la
separación?
Yo descubrí hace mucho que no me gusta y raramente cometo suicidio emocional. A mí me ha
funcionado, tanto no terminar con lo que obviamente aún no se ha acabado, como no querer seguir
siendo parte de algo que evidentemente ya terminó.
Si tu pareja cubre tus necesidades en diversos aspectos, de tal manera que no te habías dado
cuenta de su infidelidad, ¿por qué cuando te enteras de que vive otra relación amorosa sientes la
necesidad de deshacerte de su amor lo antes posible? Si antes de que descubrieras la infidelidad
pudiste amar a tu pareja por muchas razones y no sólo porque te amaba en exclusiva, ¿de qué sirve
terminar esa relación sin tomar en cuenta el valor que le das a todo lo que, además de la fidelidad,
amas en tu pareja? ¿Por qué reduces tu atención y te enfocas en si es fiel o infiel para tomar la
decisión de dejarle?
¿Has considerado la idea de que no por formar parte de una relación de pareja dejas de tener
vida propia? ¿Qué te impide pensar que lo que desató la infidelidad no significa que tu pareja ya no
te ama? Lo digo porque muchas personas que sufren un engaño están convencidas de que todo ha sido
por culpa suya y no siempre es el caso. Por supuesto, pienso que es más probable que las parejas
cuya comunicación es deficiente y que mantienen una relación rígida que los asfixia, sufran eventos
de infidelidad.
Si admites que las relaciones que han durado muchos años se ven influenciadas por la rutina y el
aburrimiento; que es difícil satisfacer en todo a tu pareja y que ella te satisfaga en todos los aspectos
a ti; que la persona con la que convives no es un objeto de tu pertenencia, sino alguien a quien alguna
vez decidiste amar; que si la relación con tu pareja ha funcionado en armonía y ha estado llena de
bellos momentos, ¿por qué cuando sufres la infidelidad tomas el evento como algo puramente
personal? ¿Por qué no tratas de enfocarlo como un proceso que tu pareja quiere vivir y que si trató de
ocultarlo es una señal inequívoca de que desea mantener vigente su relación contigo? Si no, ¿para
qué esconderlo? La mayoría de las personas tendemos a imaginar cosas que nos hacen daño y que
nos duelen, en lugar de imaginarlas o verlas a nuestro favor. Seguro que hay muchísimos casos en los
que ambos integrantes de una pareja se siguen amando, a pesar de no haber cumplido con su acuerdo
de exclusividad.
Pero como en la pareja no se habla abiertamente y de forma positiva sobre la capacidad humana
de amar a dos (o más) personas al mismo tiempo, cuando descubres que eres capaz de hacerlo es
fácil que te confundas y pienses que eres un inmoral o que si amas a alguien ya no puedes, o debes,
amar a alguien más. Esa confusión impide que muchas parejas definan claramente lo que esperan de
su unión como pareja; evita que abiertamente y antes de unirse hablen, no del amor que sienten en ese
momento, sino de cómo reaccionarían en el caso de no amar o no sentirse amados en exclusiva. La
creencia de que no se puede amar a más de una persona o que es indebido o indecente hacerlo,
impide que algunas parejas lleguen a acuerdos que protejan su proyecto de vida a largo plazo y que
lo hagan desde el inicio de la relación.
Por otro lado, conozco también a pares mal avenidos que llevan mucho tiempo siendo fieles a un
acuerdo que ya no les gusta; que aceptan ya no sentir amor por su compañero o compañera y sin
embargo permanecen en la relación simplemente porque hay muchos nudos difíciles de deshacer. Sin
embargo, es curioso que cuando sospechan que su cónyuge tiene un nuevo amor, se vean afectados
como si todavía los uniera un lazo de amor y no el incómodo nudo que los sofoca sin poder encontrar
la manera de deshacerlo.
Mi opinión es que les duele más el ego que el desamor. Les duele haberse equivocado al tomar
decisiones; tener que aceptar socialmente que no tuvieron éxito en su unión. Además, la mayoría de
las veces los hijos son considerados un vínculo, pero en muchos casos, más que unir a la pareja, la
atrapan en la idea de que es mejor permanecer juntos por el bien de ellos, sin tomar en cuenta que
muchos de esos hijos han revelado sentirse mejor cuando la tensión entre sus padres se libera,
aunque para eso tengan que separarse.
Cuando Elías se enamoró de Amanda, hace 17 años, él estaba viviendo una relación amorosa con
alguien más. Amanda lo supo, pero como ella también se había enamorado de él, pensó que “el amor
podría con todo” y que todo funcionaría bien. Eventualmente se casaron y tuvieron una hija. Según
Amanda, desde ese entonces no funciona la relación. Ella había soñado con tener una familia feliz
como la que muestran algunas películas y se había hecho una idea muy clara de cómo debía ser esa
familia. Tratando de alcanzar ese sueño acabó aceptando malos tratos. A pesar de no sentirse
contenta, se encaprichó en mantener “unida” a una “familia” que no se concretaba como tal y además
se descuidó a sí misma, cayendo en una profunda depresión. Desde que conocí a Amanda
intercambiamos confidencias y compartió conmigo sentimientos que hacían evidente que no era feliz.
Entre lágrimas me confesó que había dejado de amar a Elías hacía mucho tiempo y que no se había
separado de él para no afectar a su hijita. Amanda había aprendido a vivir lo que yo llamo un “limbo
emocional”. No la pasaba bien, pero tampoco la pasaba tan mal. Ellos casi no hablaban y Amanda
pasaba mucho tiempo sola en su hermosa casa. Un día me dijo que sospechaba que Elías se había
enredado con una mujer de la oficina y cuando pudo comprobarlo, Amanda me sorprendió
reaccionando como si aún siguiera amando a su marido y como si nunca hubiera imaginado que él
fuera capaz de algo semejante. Amanda, olvidó completamente que lo conoció siéndole infiel a la
pareja anterior y que en ese caso “la otra” había sido ella misma.
Imagina ahora que en un matrimonio bien avenido se da una infidelidad y que el infiel sigue
amando a su pareja, aunque no sea de forma exclusiva. Y que en este caso el infiel hace lo necesario
para no permitir que su pareja se entere (lo que pasa muy a menudo), porque no desea hacerle daño y
sobre todo tiene miedo de perder a la persona que aún ama y el matrimonio que todavía disfruta. Si
esta persona demuestra amor a su pareja al mismo tiempo que vive su enamoramiento, ¿piensas que
el matrimonio se vería afectado? Yo opino que no. Si la pareja no se entera, que es lo que sucede en
muchísimos casos, el matrimonio no sufre cambios negativos. Si acaso, el que vive el enamoramiento
puede contagiar a todos los que ama del bienestar que siente. También pienso que aunque muchas
parejas se unen en matrimonio con la expectativa de mantener vivo su enamoramiento, éste, gradual e
inevitablemente se esfuma. Si el matrimonio en cuestión sabe transformar el enamoramiento en un
amor no egoísta y vive una relación amistosa, además de compartir otros vínculos como los hijos y
los bienes que han acumulado al paso de los años; el nuevo enamoramiento que experimenta el infiel
pasará dejando una huella positiva para todos, sin saber qué fue.
A pesar de que la mayoría de las parejas viven bajo un acuerdo de exclusividad, sabemos que
éste no siempre se cumple. La persona que rompe el pacto de fidelidad, que voluntariamente acordó
con su pareja, debe aceptar que, ahora, su pareja tampoco tiene que cumplir ese compromiso; que el
pacto se ha roto y que en el momento que decidió no ser fiel ya no hay vuelta atrás.
Lo menciono porque es frecuente encontrar infieles poco coherentes, que no aceptan sufrir en
carne propia la infidelidad que ellos ejercen.
Desgraciadamente, pocas parejas reúnen los requisitos necesarios para entablar abiertamente
acuerdos que protejan su relación. Sucede que un pacto no convencional, como el que tenemos mi
esposo y yo, no siempre es considerado como un medio de protección, sino como un acto egoísta y
conveniente. Además, se piensa que hablando sobre un tema tan delicado como la infidelidad, uno en
la pareja puede sospechar que el otro ya está planeando algo, como si no fuera obvio que siempre
existe la posibilidad de que alguno de los dos sea vulnerable a un enamoramiento y decida
experimentarlo.
Insisto en que no todos los casos de infidelidad son una señal de desamor. Conozco muchas
parejas que se aman aún siendo infieles y muchas que son fieles aunque ya no se amen.
Conclusión: que no te amen en exclusiva no significa que han dejado de amarte.
Desde que entendí este concepto la vida me sonríe con más frecuencia. Sería ideal que se hablara
de ese tema en las escuelas secundarias, al igual que acerca del complicado proceso químico
causante de que los humanos nos enamoremos y lo peligroso que es tomar decisiones durante esa
etapa.
Y acerca de la exclusividad en el amor, pienso que habría mayor bienestar en tu vida personal y
de pareja, si te atrevieras a profundizar en la idea de que lo realmente importante es “ser amado” y
no que “sólo tú seas amado”. Pensar así te atrapa en el incómodo y egoísta nudo mental de
considerar a quien amas como una pertenencia.
Capítulo 25
Abuso en nombre del “amor”
Para muchas personas los celos son una muestra de amor y sienten que si no celan o son celados
por la pareja, no hay amor entre ellos. Pero los celos no demuestran amor sino inseguridad. Los celos
surgen por la ansiedad que se siente ante la posibilidad de perder a quien se considera propio, a
alguien que se desea tener o que se considera que se tiene. Los celos obsesionan y confunden a quien
tiene la creencia de que la persona amada prefiere a alguien en su lugar o además de él o ella. La
desconfianza es la característica principal de los celos y con frecuencia es acompañada por
sentimientos de sospecha, ansiedad, miedo y enojo. El celoso suele pensar: “El/ella es mío/a y de
nadie más”. “¿Me dejará por otra persona?”.
Los celos o “el vicio de poseer” como los llama Jacques Cardonne, generan lamentables
acontecimientos que por lo general perjudican cualquier relación. El antropólogo Ralph Linton, en su
libro Estudio del Hombre, propone que el humano es celoso por naturaleza. Como prueba cuenta que
los indígenas de las islas Marquesas, donde prevalece la libertad sexual, manifiestan celos nada más
cuando están ebrios, o sea, cuando su raciocinio está limitado. Observa que en una cultura donde la
libertad sexual es total, los celos aparecen a pesar de todo.
Otros autores, por el contrario, piensan que los celos tienen un origen cultural y que tienen que
ver más con la seguridad material, el estatus social o la necesidad de gozar en exclusiva los favores
del ser amado, que con el amor. En sociedades monogámicas, como México, el adulterio tiene
repercusiones serias y lo son en la medida que sean la causa de perder el honor y el prestigio.
Los celos pueden despertar un comportamiento asfixiante en la relación de pareja, opacando al
respeto y la confianza, que son la base indispensable en toda relación sana. Cuando el sentimiento de
celos sale de control puede, en algunos casos, llegar a extremos de violencia. Las situaciones de
maltrato son frecuentes en relaciones donde reinan la suspicacia y los celos. La violencia,
desgraciadamente, no sabe de niveles culturales, ni de estatus social o posición económica. El
machismo y el sexismo sostienen la creencia de que la mujer es inferior al hombre y que le pertenece,
lo que genera mucha violencia. Los celos pueden llegar a la violencia en un abrir y cerrar de ojos. El
abandono, la intimidación o la anulación que afectan a la autoestima, son los tipos de agresión más
comunes contra las mujeres.
Según datos de la encuesta nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares 2011, el
46 por ciento de las mexicanas mayores de 15 años sufrieron alguna agresión en pareja y entre ellas
92 por ciento reportó haber padecido violencia emocional. Según la encuesta levantada por el
Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI), el estado de México ocupa el
primer lugar nacional en casos de violencia de pareja, pues registra una incidencia de 54 por ciento,
que supera la media nacional de 46 por ciento, que de por sí ya resulta terrible.
El modelo de “amor romántico” que predomina en nuestra cultura machista, favorece la violencia
de género. Una de las creencias de este modelo, como mencioné antes, es que los celos son una
muestra indispensable del amor. Muchos creen que si no sienten celos no sienten amor. Existen otros
mitos sobre el “amor romántico” que aprendemos de las telenovelas, en canciones de amor y en las
películas. Aprendemos la idea errónea de que el amor es eterno, de que entregarse absolutamente a
otra persona, permitiendo abusos, maltrato y celos, es señal de un “amor de verdad” y sólo cobramos
conciencia del peligro que significa dejarse llevar por estas tonterías hasta que ya es muy tarde.
Para evitar relaciones posesivas, tóxicas y violentas, es indispensable dejar de considerar a los
celos y al control como algo “normal” dentro de una relación. Los celosos se dejan llevar por sus
sospechas (que siempre tienen) y no vacilan en reaccionar tratando de controlar a su pareja. Cuando
las probabilidades de separación en la pareja se incrementan, el celoso tiende a acusar al otro de
engaño y pretende obligar a su pareja a serle fiel y que le siga amando, además de exigirle que
admita la supuesta aventura. Casi con morbo requiere saber los detalles de cuanto se imagina que
pasó y es entonces cuando los celos generan un deseo exagerado por controlar al ser “amado”.
Los celos no son amor. No determinan la cantidad de amor o deseo que se tiene por una persona.
Los celos son los peores consejeros y sería mejor pensar en ellos como algo destructivo y no como
un sentimiento que puede fomentar amor en la relación. Los celos asfixian la relación. Destruyen el
respeto, la confianza, la tolerancia, el equilibrio, la individualidad y la flexibilidad; todo aquello que
podría ser la sólida base de una relación sana.
No trates de besarme nunca, nunca,
cuando tengas el recuerdo de alguien más.
No me toques con tus manos que deseo,
si con ellas sólo va tu vanidad.
“Estar celoso es el súmmum del egoísmo, es el amor
propio en defecto, es la irritación de una falsa vanidad”.
Honoré de Balzac (Escritor francés 1799-1850).
“Los celos son, de todas las enfermedades del espíritu, aquella a la cual más cosas sirven
de alimento y ninguna de remedio”.
Michel de Montaige (Filósofo francés 1533-1592).
“Los celos no son corrientemente más que una inquieta tiranía aplicada a los asuntos del
amor”.
Marcel Proust (Escritor francés 1871-1922).
“Son celos cierto temor tan delgado y tan sutil, que si no fuera tan vil, pudiera llamarse
amor”.
Félix Lope de Vega (Poeta y dramaturgo español 1562-1635).
Capítulo 25
¿Se curan los celos?
Salvo algunas excepciones, quien sufre de celotipia o celos compulsivos necesitará ayuda
profesional para dejar de padecerlos, pero antes tendrá que tocar fondo, haber sufrido hasta no
soportar más y hasta entonces buscará ayuda. Las personas enfermas de celos sí requieren ayuda de
un psicoterapeuta para salir del problema.
Para la pareja del celoso la vida se puede volver insoportable. Muy frecuentemente, el celoso
exige a la víctima de sus celos las cosas más increíbles: no salir, no llamar ni recibir
llamadas, vestirse de cierta manera, dejar de ver a ciertas personas, contestar a toda hora un
teléfono, de preferencia uno fijo que los mantenga encerrados, etc. Al celoso le gustaría hasta poder
controlar los pensamientos de quien cree que ama para asegurarse de que no piensa en alguien más.
Al principio la persona celada, que todavía no se da cuenta en el problema en el que está metida,
cede a las exigencias del celoso tratando de demostrarle su amor y generar seguridad a su pareja,
hasta que va entendiendo que su obsesión es inagotable y que ahora ya está metida hasta el cuello en
un círculo vicioso, de control, del que no sabe cómo zafarse.
Si tú piensas que tienes motivos para sentir celos, pero no sufres de celotipia, trata de hablar con
tu pareja al respecto de lo que te preocupa. Promueve la comunicación honesta y sin censura en tu
relación, siempre teniendo en cuenta que el desarrollo de una relación honesta es un proceso , no un
evento. Si quieres aprender a amar de forma no egoísta, abre tu mente al concepto de que, no porque
no te amen en exclusiva significa que no te aman. También trata de reflexionar en, ¿“por qué” crees
que sientes amor por una persona con la que constantemente tienes conflictos?, ¿por qué deseas
seguir a su lado si hacerlo no te genera bienestar o por qué te duele su ausencia?
Si lo que tu pareja está viviendo se trata de un enamoramiento, recapacita antes de tomar la
decisión de terminar tu relación con él o ella. Analiza cómo te sentías mientras no sospechabas que tu
pareja tenía un amor extra. Pregúntate si la razón por la que amas a la persona con quien compartes tu
vida es, únicamente, porque creías que te era fiel o si tiene otras cualidades que te hacen amarla.
Trata de analizar objetivamente si la relación que han mantenido hasta ahora ha sido una llena de
muestras de amor, sin suponer que el enamoramiento que está experimentando las anula.
Si a pesar de que tu pareja se ha enamorado o tiene una atracción por otra persona, tú no has
dejado de recibir muestras de su amor, te sugiero que reconsideres profundamente todos los aspectos
sobre la situación por la que están pasando, antes de tomar la decisión de dejarle. Si tú le amas (no
le necesitas, no le controlas), recuerda que una forma de mostrarle tu amor es permitirle que viva los
procesos de vida que decida experimentar, aunque sean diferentes a los tuyos. Después de que hayas
analizado la situación desapasionadamente y puedas determinar lo que le viene bien a tu vida, podrás
tomar la decisión final: ¿quieres seguir invirtiendo en ese amor, sí o no?
Es importante aceptar y recordar con frecuencia que no hay manera de asegurar o garantizar que
un amor dure para siempre. Todo cambia constantemente e incluso el “amor” se transforma
continuamente. Por esta razón vale la pena aprender a amar de una manera menos rígida, aprender a
amar en el presente y nada más si el amor es una fuente de bienestar y si no lo es, dejarlo ir para
seguir adelante.
¿Qué pasó en donde dos miradas al encontrarse brillaron, cuando dos pieles al acercarse
temblaron y en donde dos seres al compartir algo vibraron?
¿Qué pasó en donde el brillo de las miradas muere, cuando la piel se queda quieta, lacia...
cuando ya no se vibra?
Capítulo 26
Infidelidad: ¿causa o consecuencia?
Pienso que la respuesta más atinada sería que la infidelidad simplemente es algo que sucede. Es
algo que pasa desde que los humanos creamos el concepto de fidelidad para tener exclusividad. No
me gusta pensar en la infidelidad como la “causa” o la “consecuencia” de algo. No me gusta ponerle
etiquetas de “buena” o “mala”, ni considerarla “moral” o “inmoral”. Pero definitivamente me parece
que romper un acuerdo daña a cualquier relación y con mayor razón si el trato lo hiciste con alguien
que amas.
Un acuerdo es una decisión, trato o resolución tomada por dos o más personas, las cuales están
conformes con lo acordado. Estos pactos no quedan anulados simplemente porque has dejado de
amar, o por no amar exclusivamente a la persona con quien hiciste el acuerdo. Si ya no te funcionan
los convenios a los que llegaste con tu pareja, lo que procede es hablar al respecto, pero romperlos
sin que el otro lo sepa es un engaño. Partiendo de esta premisa, ¿no opinas que sería más equitativo
hacer nuevos acuerdos que les permitan a ambos tener oportunidades similares?
Puede parecer raro, pero la infidelidad no es provocada por acuerdos de no exclusividad como
el que tengo con mi esposo, ni tampoco es erradicada por acuerdos de exclusividad como el que, tal
vez, tengas tú con tu pareja. La infidelidad “existe”, se da, se ha dado y pienso que seguirá dándose
en cualquier sociedad en la que sigan haciéndose acuerdos de exclusividad. Digo esto, recordándote
que en páginas anteriores usé la definición de infidelidad como la ruptura del acuerdo de
exclusividad, o sea, que “ser infiel” significa romper el pacto que hicieron tu pareja y tú de
relacionarse erótica y amorosamente únicamente entre ustedes.
Como yo tiendo a percibir el tiempo, la vida y todo en general como un proceso continuo, me
cuesta trabajo entender que la infidelidad sea la causa o la consecuencia de un divorcio o del
distanciamiento de una pareja. Pero para muchas personas la infidelidad es percibida como la
consecuencia o la causa de que algo en la pareja no funciona. En algunos casos, tal vez en la mayoría,
parece que la infidelidad es lo que causa que la pareja se separe. En otros casos, la infidelidad
parece la consecuencia del alejamiento existente entre las personas que forman el par o la pareja en
crisis.
Sin enredarnos más con estas ideas, estoy segura que a muchos les gustaría descubrir el “origen”,
o sea de dónde viene la infidelidad, con tal de poder acabar con ella de una vez por todas. Pero si
estás de acuerdo conmigo en que la vida es una sucesión de procesos y de eventos, tanto el “origen”
como el “final” de la infidelidad seguirán siendo muy escurridizos y difíciles de definir.
Lo que yo busco es ir un poco más allá y encontrar la manera de recordar el sentimiento
(seguramente de amor), que llevó a dos personas a unirse “protegidos” por un contrato de
exclusividad. Me gustaría encontrar una fórmula universal, que nos ayudara en todo momento a
mantener de forma “amable” la relación que en su inicio fue de amor, sobre todo en el proceso del
desamor, en el de una separación, un divorcio o una revaloración de acuerdos y prioridades con la
persona que alguna vez amamos. Pero sobre todo, si hay hijos, sería ideal poder demostrarles que
“ellos” siguen siendo amados por ambos padres, a pesar de que la relación amorosa que había entre
estos haya cambiado.
“La pareja no se apoya sobre la permanencia del amor y de la sexualidad, sino sobre la
permanencia de la ternura”.
Kostas Axelos (filósofo francés nacido en Grecia 1924-2010).
Capítulo 27
Poliamor
Existen los llamados poliamorosos. Son personas que aceptan y permiten que, aún estando en
pareja, el amor no sea nada más para ellos. Hay muchos poliamorosos en México que no se
conforman con la monogamia socialmente obligatoria. A la mayoría de ellos no les gusta controlar a
la persona que aman y se niegan a aceptar la dualidad del sexo-género y sus roles opresivos, no
aceptan como único el concepto de la familia tradicional y consideran que enfocar la sexualidad
desde un solo punto de vista es una mediocridad; les molesta la mitología del príncipe azul, de las
princesas que esperan a su media naranja y el incómodo nudo del “hasta que la muerte nos separe”.
Se oponen a la violencia contra la mujer, al yugo de la dominación masculina y por supuesto
rechazan la violencia disfrazada de amor que son los celos. La mayoría de los poliamorosos creen
que en el mejor de los casos, el poliamor mejora la vida de los involucrados y que en el peor de los
casos, este estilo de vida puede renovar la energía de un matrimonio de muchos años, que se
encuentre luchando contra la rutina y la falta de atención y creatividad.
Un hombre que acordó con su mujer vivir en poliamor, dijo que después de algunos años un día
vio que su mujer se preparaba para salir y pensó: “pero si yo solía ser el hombre para el que ella se
ponía su mejor lencería. ¿Cuándo pasé a ser el hombre de los pijamas y el cereal?”.
Si pensar que tu pareja puede amar a alguien además de a ti hace que tengas ganas de volver el
estómago, el poliamor no es para ti. Y aunque parezca raro, hay muchos poliamorosos que sienten
celos de vez en cuando, pero la diferencia es que para nosotros los celos son una señal de que hay
problemas en la relación. La mayoría de las personas no poliamorosas sufren celos simplemente por
pensar en la posibilidad de que a su pareja pueda gustarle otra persona o que a alguien más pueda
gustarle su pareja. Los celos, para ellos, no son vistos como señal de un problema en la relación y no
se preocupan por sentirlos. Si contigo va mejor la monogamia, trata de ser coherente y equitativo
con la exclusividad que le exiges a tu pareja. Sería también conveniente tomar en cuenta que tal vez
tu pareja ya no desea lo mismo que tú y que para saberlo lo mejor es hablar abiertamente al respecto
y tener la posibilidad de modificar los acuerdos previamente establecidos.
Los celos no son tema de preocupación para los poliamorosos. Sin embargo, la mayoría
concuerda que su mayor problema tiene que ver, más bien, con “los horarios” y cómo mantener en
secreto su peculiar manera de relacionarse, ya que a algunos les preocupa lo que puedan pensar sus
hijos o los amigos. Hay muchos a quienes les gustaría darle más visibilidad a su estilo de vida para
no tener que vivirlo en el clóset.
Por mi parte, estoy contenta de haber llegado a un acuerdo con mi esposo, que nos permite vivir
nuestro amor de forma no posesiva ni controladora. Sin embargo, nuestro pacto básicamente nos
compromete a seguir teniendo muestras claras de amor mientras nos sigamos amando, a pesar de
cualquier enamoramiento que pueda presentarse y a vivir discretamente la experiencia sin tener que
compartirla con el otro.
Repito que el poliamor o un acuerdo como el que tengo con mi pareja, no es para todos.
Muchísima gente prefiere la simplicidad o complejidad del matrimonio monogámico, aunque
frecuentemente me pregunto: ¿cuántas personas creen estar viviendo un matrimonio monogámico
cuando en realidad están casados con un poliamoroso de clóset? Simplemente hay que revisar lo que
indican las estadísticas sobre los elevados porcentajes de infieles que acordaron exclusividad. ¿Eres
acaso uno de los poliamorosos de clóset que niegas tu realidad con la estrategia del avestruz?
Franklin Veaux, de 41 años, programador de computadoras y desarrollador de un sitio en línea
para poliamorosos, estima que una minoría de entre un 4 a un 9 por ciento de adultos viven
relaciones abiertas a pesar de que esto sea complejo y no bien entendido socialmente. Mi esposo y
yo pertenecemos, con orgullo, a esa minoría ya que nuestro acuerdo puede ser considerado una
variante del poliamor.
Franklin Veaux dice: “yo también he tenido sentimientos de envidia o celos viviendo como
poliamoroso, particularmente cuando siento que mi pareja le dedica más tiempo y energía a otra
persona” y añade: “pero la situación se vuelve realmente amenazante cuando las personas con
quienes tengo una relación piensan que el amor implica exclusividad, cuando creen que si amo a dos
personas cada una recibe nada más la mitad de mi amor, porque no es así. Para mí cada persona es
absolutamente única y por eso mis parejas reciben todo mi amor de manera única y no pueden ser
reemplazadas”.
Steve Brody, psicoanalista en Cambria, California, considera que el porcentaje de la minoría de
poliamorosos es aún menor. “Estimo que debe ser menos del uno por ciento”, dice Steve, quien ha
ayudado en terapia a miles de parejas en los últimos 30 años y que afirma haber encontrado muy
pocas relaciones abiertas, swingers o poliamorosas.
Ten expectativas.
Proponte cambiar a tu pareja.
Discute hasta que te den la razón.
Exige que tu pareja te diga siempre todo.
Controla, posee, grita.
Intimida, manipula, chantajea.
Desconfía. Busca, que el que lo hace encuentra.
Dile que te mueres sin él o ella.
Descuida tu crecimiento personal. Vive para ella o él.
Controla con el dinero, la fuerza, la violencia y el miedo.
No comuniques tus sentimientos. ¡Silencio!
Cela.
Necesita.
Nada más piensa en ti.
Presiona siempre hasta que todo se haga como tú quieres.
En el verano del 2008, después de enfrentarse a cáncer de mama, Adriana decidió juntar sus dos pasiones: la escritura y la fotografía,
decidida a compartir lo que ha aprendido y lo que siente, a través de libros que hablan de su manera de ver la vida, que expresan su gusto
por el erotismo, su interés en la sociedad y sus secretos para encontrar la invisible belleza de lo cotidiano.
En su primer libro ATRÉVETE, Adriana presenta una serie de fotografías de desnudo y una recopilación de relatos eróticos y poemas
en donde busca envalentar a las mujeres, para que rompan con las ataduras sociales y culturales que las detienen para descubrir y
explorar a fondo su sexualidad; invita a sus lectores a que se atrevan a ser.
Ella se atreve y por eso es que aprende. Se atreve a vivir y a ser. Desafía conceptos y conductas. Cuestiona lo convencional. Abre sus
ojos y demás sentidos a la vida para compartir su percepción con nosotros.
Adriana disfruta su sexualidad con todo lo que implica y en el camino descubre que resuelve mucho más que estar en armonía consigo
misma, experiencia que comparte en su segundo libro VOLANDO ALTO Y AL RAS y en cada una de sus presentaciones.
Ha sido invitada en tres ocasiones a compartir su mensaje en las Universidades de Naropa y Colorado, en Boulder, Co. También se ha
presentado en el ITAM. Participó impartiendo un taller en el Congreso de Terapeutas del Abrazo por parte de VINCALMA, en octubre
del 2011 en Acapulco. Frecuentemente es invitada a conversar con Janett Arceo en el programa “La Mujer Actual”. Es la editora de la
columna semanal “Atrévete a ser” en el diario digital Long Island al Día, www.Lialdia.com de Nueva York y en “Nueva Mujer” con
Marisa Llergo en televisión vía Internet www.planeta 2013.tv. Imparte conferencias y talleres en donde la inviten, porque lo que más le
gusta es el contacto directo con la gente.
En mayo pasado presentó su tercer libro: SECRETOS DE CORTEZA, libro en el que Adriana abandona el orden de las cosas y las mira
de cabeza, mira a la inversa, se deja tocar por un entorno en donde tiene encuentros con ramas, troncos, copas, raíces y savia. En los
latidos del árbol Adriana descubre el pulsar de su corazón y comparte sus secretos.
Nos habla de lo invisible de lo cotidiano y nos invita a sensibilizarnos para descubrir la belleza de lo que vivimos diariamente, pero que por
muchas razones se ha vuelto invisible a nuestros ojos.
Secretos de Corteza es un flechazo a la imaginación, donde la mirada cae liberada. Después de recorrerlo, tus paseos habituales no
volverán a ser lo mismo.
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