Analisis
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p=1091
23 marzo, 2017 Carrera de Agropecuaria
LA IMPORTANCIA DE LA AGRICULTURA PARA NUESTRO PAÍS
Fuente de sustento:
La agricultura es uno de los ejes principales sobre los que se desenvuelve la economía del
país, tanto en el ámbito económico como en la seguridad alimentaria. El reporte de
Productividad Agrícola del Ecuador señala que esta actividad aporta un promedio de 8.5% al
PIB, siendo el sexto sector que aporta a la producción del país.
El sector agrícola también proporciona forraje para el ganado. Los bovinos proporcionan
alimento en forma de leche o carne para cubrir las necesidades alimentarias de la gente.
Es el sector agrícola el que alimenta el comercio del país. Los productos agrícolas como
banano, cacao, flores, café, plátano, entre otros, constituyen los artículos principales de las
exportaciones del Ecuador. Si el proceso de desarrollo de la agricultura es fluido, las
exportaciones aumentan y las importaciones se reducen considerablemente.
Por lo tanto, ayuda a reducir la balanza de pagos adversa y ahorrar nuestras divisas. Esta
cantidad puede ser bien utilizada para importar otros insumos necesarios, materias primas,
maquinaria y otras infraestructuras que de otra manera son útiles para la promoción del
desarrollo económico del país.
Superávit comercializable:
El desarrollo del sector agrícola conduce a superávit comercializable. A medida que el país se
desarrolla, más y más personas estarán dedicadas a la minería, la manufactura y otros
sectores no agrícolas. Todas estas personas dependen de la producción de alimentos que
pueden obtener del superávit comercializable.
La agricultura ha sido la fuente de materias primas para las principales industrias como
cereales, maíz, azúcar, aceites comestibles y no comestibles, etc., todo ello depende
directamente de la agricultura.
Agricultura
Productividad
http://www.fao.org/docrep/007/y5673s/y5673s05.htm#fn14
Como el aumento de la productividad de la agricultura libera fuerza laboral para otros sectores,
durante varias décadas del siglo pasado esta relación entre agricultura y crecimiento económico
global fue distorsionada en la forma de una doctrina que perseguía la industrialización aún a
expensas del desarrollo agrícola, socavando por lo tanto las posibilidades de que la agricultura
contribuyera al desarrollo global. Se consideraba que el papel del sector era el de ayudar al desarrollo
industrial, que era el elemento esencial de la estrategia de crecimiento. De hecho, se pensó que la
industria era tan importante para las perspectivas económicas a largo plazo que subsidiarla fue una
práctica común, a expensas del contribuyente fiscal y de otros sectores.
Esta fue la doctrina de la primera generación de estrategias de desarrollo económico. La costumbre
de favorecer y subsidiar el desarrollo industrial fue especialmente marcada en América Latina y
algunos países de Asia. Quizás el más conocido de los primeros exponentes latinoamericanos de
esta tradición fue Celso Furtado. En palabras que hoy suenan raras, Furtado observó, refiriéndose a
las prioridades sectoriales del desarrollo brasileño:
La acción gubernamental, fuente de amplios subsidios para la inversión industrial a través de las
políticas cambiarias y crediticias, ha permitido la expansión, aceleración y ampliación del proceso de
industrialización. Sin la creación de industrias básicas (acero, petróleo) por el estado y sin los
subsidios del sistema cambiario y las tasas de interés negativas de los préstamos oficiales, la
industrialización no habría alcanzado la rapidez y amplitud que desarrolló durante ese cuarto de
siglo[6].
En este enfoque del desarrollo, el papel de la agricultura fue considerado como el de proveedora de
“excedentes” (de mano de obra, divisas y ahorro interno) para impulsar el desarrollo industrial. No
fue vista como una fuente de crecimiento del ingreso por sí misma. Sin embargo, la concesión de
subsidios a la industria significaba imponer un gravamen, implícito o explícito, sobre la agricultura,
que con toda probabilidad deprimiría sus perspectivas de crecimiento. En otro contexto, Furtado
comentó que en México:
... desde 1940, la política agrícola sistemáticamente ha perseguido el objetivo de incrementar los
excedentes agrícolas extraídos para favorecer el consumo urbano o la exportación [7].
Aún cuando no proponían subsidiar a la industria, Hollis Chenery y Moises Syrquin subrayaban que
la agricultura debería transferir capital y fuerza laboral hacia las zonas urbanas, para promover el
desarrollo general en la economía[10]. En el pasado, incluso los economistas agrícolas han suscrito
esa tesis:
... la agricultura debe proveer aumentos importantes de productos agrícolas, pero también debe
hacer contribuciones netas significativas a las necesidades de capital de los otros sectores de la
economía[11].
El aporte del sector rural a la formación de capital podría ser lograda... a través de la imposición... [y
del] descenso relativo de los precios agrícolas.... Los impuestos sobre las exportaciones son más
fáciles de administrar[12].
Hoy en día los responsables de las políticas a menudo se esfuerzan en detener el descenso de los
precios reales y la rentabilidad de la agricultura. Además, se reconoce que los impuestos específicos
sobre los productos básicos reducen el crecimiento del sector, no sólo por disminuir la rentabilidad
de la inversión y la producción, sino también por distorsionar la asignación de recursos entre
productos.
Bruce Johnston y John Mellor desarrollaron una visión más completa del proceso de desarrollo
agrícola y abogaron por políticas en favor de los pequeños productores. Su estrategia de desarrollo
agrícola fue la primera que subrayó la importancia del aumento de la productividad, incluso en las
pequeñas explotaciones. Describieron un proceso de crecimiento a largo plazo en el que los tipos
de innovación tecnológica variaban según las fases del proceso. Sin embargo, su punto de vista era
que la agricultura debía ayudar al desarrollo de los demás sectores de la economía, principalmente
proporcionándoles bienes y factores de producción. Tal papel incluye el suministro de mano de obra,
divisas, ahorro y alimentos, además de proveer un mercado para los bienes industriales producidos
internamente[13].
Por lo tanto, lejos de proponer ayudas a la agricultura, buena parte del pensamiento de los últimos
cincuenta años acerca de su papel en el desarrollo abogaba por gravar al sector, directamente o a
través de políticas de precios, para proveer recursos al desarrollo del resto de la economía y, en
algunos casos, utilizar los recursos restantes para subvencionar a la industria. Entre otras
preocupaciones actuales sobre ese enfoque, una interrogante básica es hasta qué punto los ingresos
agrícolas pueden ser reducidos mediante los mecanismos de precios e impuestos, antes de que la
pobreza rural alcance niveles inaceptables y la producción se estanque por falta de rentabilidad.
Para muchos observadores, el éxito de las economías de Asia oriental hasta hace poco tiempo
reforzó la convicción de que la industrialización era el camino hacia la creación de riqueza nacional,
y contradijo el anterior pesimismo sobre las posibilidades de expansión de las exportaciones de los
países en desarrollo. Se ha discutido por años acerca del grado y éxito de la intervención
gubernamental en el crecimiento industrial del Asia oriental; las conclusiones han sido divergentes.
Un análisis exhaustivo realizado por el Banco Mundial concluyó que los subsidios al crédito algunas
veces (pero no siempre) contribuyeron al proceso de industrialización de esos países y que los
subsidios a las exportaciones fueron más exitosos:
Esclarecer si estas intervenciones tuvieron efectos positivos o negativos sobre el rápido crecimiento,
hecho posible por las buenas [políticas] de base, es una de las interrogantes más difíciles que hemos
tratado de resolver...
La experiencia tanto de las economías del norte asiático de excelente desempeño... como de las del
sudeste asiático de industrialización reciente... sugiere que los países que se hallan en proceso de
liberalizar su comercio podrían beneficiarse estableciendo incentivos específicos a las exportaciones
de manufacturas. Modestos subsidios a las exportaciones podrían ser vinculados, por ejemplo, al
sesgo existente en contra de las exportaciones y acotados a estrictos períodos de tiempo... [14]
Una lección de la experiencia del Asia oriental es que el crecimiento de las exportaciones es
fundamental para el desarrollo económico y, en casos muy circunscriptos, los beneficios dinámicos
provenientes de los subsidios a la exportación contrarrestan las pérdidas estáticas de bienestar; en
cambio, otros tipos de intervención de los gobiernos fueron incapaces de compensar dichas
pérdidas. Estas conclusiones deben ser claramente distinguidas de las recomendaciones de
Furtado, quien favorecía una fuerte protección a las industrias sustitutivas de importaciones y la
propiedad estatal de la industria pesada.
Actualmente se acepta como obvio que las industrias protegidas de la competencia externa carecen
de incentivos para mejorar su eficiencia y, por lo tanto, es probable que el crecimiento de su
productividad sea muy bajo, mientras que las industrias de exportación, por definición, tienen que
mantener su competitividad en los mercados internacionales para poder sobrevivir. De acuerdo a
esto, una recomendación de política sería que las subvenciones para promover la exportación no
deberían ser muy grandes ni perdurar mucho tiempo, pues de lo contrario las industrias exportadoras
dependerán de la generosidad continua del tesoro nacional, en vez de mejorar su eficiencia
económica. De hecho, en Asia oriental, “el apoyo cambió de los subsidios a la exportación y los
créditos de impuestos, al uso de la tasa de cambio para proporcionar incentivos a la exportación” [15].
Sin embargo, cualquiera que sea el modo de incentivar las exportaciones, hasta ahora las
potencialidades de un sector agroexportador dinámico no han jugado un papel importante en el
pensamiento sobre los paradigmas del desarrollo.
La experiencia del Asia oriental también proporciona una luz diferente sobre la contribución de la
agricultura al desarrollo económico:
Igual que en otros casos, el sector agrícola de los países asiáticos de elevado crecimiento ha sido
una fuente de capital y mano de obra para el sector manufacturero. Pero en Asia oriental estos
recursos fueron generalmente adicionados a la industria por los salarios y rendimientos que
crecían, más bien que extraídos de la agricultura por medio de elevados impuestos y de ingresos
relativos que se estancaban o declinaban. Como resultado, los diferenciales del ingreso urbano-rural
fueron menores en los países asiáticos de alto crecimiento que en la mayor parte de los otros países
en desarrollo[16].
Estas experiencias forman parte de lo que Vernon Ruttan ha llamado el “modelo de impacto urbano-
industrial” del desarrollo agrícola[17].
La concepción del papel de agricultura como netamente de apoyo al resto de la economía, como una
reserva de mano de obra y capital a ser explotada, está siendo reemplazada por la visión de que el
desarrollo agrícola debe ser perseguido por sí mismo, y que en ocasiones puede ser un sector líder
de la economía, especialmente en períodos de ajuste económico. El Informe del Desarrollo Mundial,
1990 del Banco Mundial destaca el caso de diversos programas de ajuste en los cuales la agricultura
respondió con mayor rapidez que otros sectores al nuevo sistema de políticas y creció más
rápidamente durante cuatro a cinco años, guiando la economía fuera de la recesión. En la década
de los noventa, la agricultura creció más rápidamente que la manufactura en Chile y Brasil. Durante
esa década en Chile la agricultura ha sido la fuente principal de nuevos empleos científicos, técnicos,
profesionales, gerenciales y administrativos[18].
Cuando se toman en consideración las industrias agro procesadoras, los sectores de insumos
agrícolas y las actividades de mercadeo, la contribución total de la agricultura al PIB oscila
normalmente entre 35 y 45 por ciento en los países en desarrollo de bajos a medianos ingresos,
mucho más que el aporte la agricultura por sí sola, y casi siempre mucho mayor que el de las
manufacturas. El grueso de la pobreza se halla frecuentemente en las zonas rurales y, por lo tanto,
a los efectos de aliviar la pobreza y evitar el crecimiento de los barrios pobres urbanos, el desarrollo
agrícola puede reclamar un lugar dentro de las prioridades nacionales.
Una de las lecciones más importantes que surge del replanteamiento del papel de la agricultura en
el desarrollo es que, si bien históricamente ha generado excedentes que permiten el florecimiento
del resto de la economía, esta relación no implica que la política deba gravar la agricultura más
fuertemente o intentar reducir sus precios con relación a los de otros sectores, para así extraer aún
mayores excedentes. Sin embargo, hasta mediados o finales de los años ochenta, era común
contraer los precios agrícolas mediante una variedad de medidas de política, y esa costumbre
continua aún hoy en muchos países. Investigaciones sobre este tema encontraron que:
Dichas políticas van contra sus propios objetivos, ya que reducen el crecimiento y los excedentes de
la agricultura, y aumentan los problemas de pobreza en la sociedad. La reducción del crecimiento
agrícola significa reducir el crecimiento económico global. Un estudio comparativo internacional,
realizado por Krueger, Schiff, Valdés y otros, demuestra que existe una fuerte relación negativa
entre la política de gravar a la agricultura (a través de medidas tanto explícitas como
implícitas) y la tasa global de crecimiento de la economía[20].
El resultado del impuesto implícito fue el de extraer, en promedio para el período 1940-73, un 50 por
ciento del producto agrícola[21].
Luego el estudio utilizó un modelo econométrico para construir un escenario alternativo sobre cómo
hubiera evolucionado la economía bajo políticas diferentes, en particular la reevaluación de la tasa
de cambio y la liberalización del comercio exterior. Este escenario mostró aumentos considerables,
de 30 a 40 por ciento, tanto en la producción agrícola como en la no agrícola, comparados con el
curso real de la economía. Como los precios de los alimentos también aumentaban más que los
salarios no agrícolas, una recomendación del estudio fue la de explorar una combinación de
subsidios a los alimentos urbanos con aumentos en la tasa real de cambio. La política que se había
seguido de gravar la agricultura a través de las políticas comercial y cambiaria tuvo resultados
altamente negativos para todos los sectores de la economía.
La explosión del comercio internacional y los ingresos globales significa que la agricultura puede
crecer al 4-6 por ciento (50 por ciento más de lo que era concebible hace tres décadas), aún en los
casos en que el ingreso interno es demasiado bajo como para ampliar el mercado de los productos
de alto valor[23].
Otras razones para el fuerte efecto del crecimiento agrícola sobre el de toda la economía surgen de
las estructuras del ingreso y del consumo en las zonas rurales: 1) dado que la población rural es en
promedio más pobre que la urbana, su propensión a gastar los ingresos adicionales, en lugar de
ahorrarlos, es más elevada, y 2) la composición de sus gastos da proporcionalmente mayor peso a
los bienes nacionales que a los importados, a diferencia del comportamiento de los consumidores
urbanos. Estos hechos son la base del alto efecto multiplicador sobre el ingreso global como
consecuencia de aumentos de los ingresos agrícolas y rurales, detectado en muchos países.
Una parte del estímulo positivo del crecimiento agrícola consiste en la creación de mercados para
productos y servicios rurales no agrícolas, diversificando la base económica del medio rural. A
medida que las economías crecen, las actividades no agrícolas adquieren creciente importancia en
las zonas rurales. Su desarrollo, sin embargo, depende en parte del crecimiento agrícola. Los dos
se complementan, no se sustituyen, en el desarrollo rural.
[6]
Celso Furtado, Obstacles to Development in Latin America, Anchor Books, Doubleday and
Company, Nueva York, 1970, pág. 144.
[7]
Celso Furtado, Economic Development in Latin America, 2a edición, Cambridge University Press,
Cambridge, Reino Unido, 1976, pág. 259.
[8]
John C. H. Fei y Gustav Ranis, Development of the Labor Surplus Economy: Theory and
Policy, Irwin Publishing Company, Homewood, Illinois, EE.UU., 1964.
[9]
Anne O. Krueger, “Policy Lessons from Development Experience since the Second World War”,
en J. Behrman y T. N. Srinivasan (eds.), Handbook of Development Economics, Vol. IIIB, North-
Holland Publishing Company, Amsterdam, 1995, pág. 2501.
[10]
Hollis Chenery y Moises Syrquin, Patterns of Development, 1950-1970, publicado para el Banco
Mundial, Oxford University Press, 1975.
[11]
John W. Mellor, The Economics of Agricultural Development, Cornell University Press, Ithaca,
Nueva York, 1966, pág. 5.
[12]
Op. cit., págs 84 y 92.
[13]
Bruce F. Johnston y John E. Mellor, “The Role of Agriculture in Economic
Development”, American Economic Review, vol. 51, 1961, págs 566-593.
[14]
Banco Mundial, The East Asian Miracle: Economic Growth and Public Policy, publicado para el
Banco Mundial por Oxford University Press, Nueva York, 1993, págs 354 y 360.
[15]
A. O. Krueger, 1995, pág. 2517.
[16]
Banco Mundial, 1993, pág. 352 [énfasis añadido].
[17]
Vernon W. Ruttan, “Models of Agricultural Development”, en: Carl K. Eicher y John M. Staatz,
eds., International Agricultural Development, 3a edición, The Johns Hopkins University Press,
Baltimore, EE.UU., 1998, págs 155-162. Reimpreso con permiso de Johns Hopkins University
Press.
[18]
Roger D. Norton, “Critical Issues Facing Agriculture on the Eve of the Twenty-first Century”, en:
IICA, Towards the Formation of an Inter-American Strategy for Agriculture, San José, Costa Rica,
2000, pág. 260.
[19]
A. O. Krueger, 1995, pág. 2527.
[20]
Véase Anne O. Krueger, Maurice Schiff y Alberto Valdés, “Agricultural Incentives in Developing
Countries: Measuring the Effect of Sectoral and Economy-Wide Policies”, The World Bank
Economic Review, vol. 2, No. 3, septiembre de 1988. La relación negativa entre la tributación
agrícola y el crecimiento económico se encuentra resumida en: Maurice Schiff y Alberto
Valdés, The Plundering of Agriculture in Developing Countries, Banco Mundial, Washington, D. C.,
1992, págs 10-11.
[21]
Domingo Cavallo y Yair Mundlak, Agriculture and Economic Growth in an Open Economy: The
Case of Argentina, Research Report No. 36, IFPRI, Washington, D. C., diciembre de 1982, pág. 14.
[22]
Steven Block y Peter Timmer, “Agriculture and Economic Growth: Conceptual Issues and the
Kenyan Experience”, mimeo, Harvard Institute for Economic Development, Cambridge, MA,
EE.UU., 1994.
[23]
John Mellor, “Faster More Equitable Growth: The Relation between Growth in Agriculture and
Poverty Reduction”, CAER II Discussion Paper No. 70, Harvard Institute for International
Development, Cambridge, MA, EE.UU., mayo de 2000, págs 10, 13 y 29.