Polaroids
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polaroids
[Doce placas, una ridícula escafandra y otros artilugios
indispensables para comenzar un magnífico incendio]
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Móvil: 044 55 3190 1146
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Miranda Salas, R. Israel
Polaroids.
2.Poesía mexicana. l. t.
ISRAEL MIRANDA
Diseño de portada y formación tipográfica
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INTRO
[Sobre la Memoria y el Instante]
A menudo,
cuando logro conciliar el sueño,
algunas de estas sabandijas
comienza a mordisquearme el alma.
Empieza el tira-y-afloja,
pero soy más grande y logro arrebatárselas
de sus fauces de insecto. Estropeada.
Así todas las noches.
Un amigo me recomendó
que por una maldita vez prendiera fuego
a ese insoportable hervidero de insectos.
–De preferencia antes de que ya no tengas
alma que malvenderle al diablo– me dijo.
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POLAROIDS
I [Por la ventanilla]
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Ella quiso lavarse los dientes pero no había agua. (A veces el grifo se
tapa y necesita un poco de presión. Así que abrimos ambas llaves para ver si
funcionaba pero no, no había agua). Nos fuimos a dormir.
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IV [Malabarista de limones]
La luna tiembla
y los perros le ladran
a los fantasmas que alguna vez seremos.
Quise ayudarla con algunos de sus miedos, así que empecé con el
acosador. Lo encontramos un viernes por la noche en el Dos Naciones. Le
estrellé una cerveza en el cráneo y no volvimos a saber de él.
Eso fue fácil.
Después seguí con los perros. Así que compré uno, un rodwailer, se
llamaba Bruce Willis. Era perezoso y gordo; era como un hijo para nosotros.
Eso le ayudó mucho.
Un día íbamos rumbo a casa, y antes de tomar la desviación habitual
(pues en esa calle había un perro enorme y espantoso) me tomó de la mano y
comenzó a caminar con decisión. -No puedo temerles toda la vida- dijo. Me
pareció buena idea.
Cuando pasamos frente a ese maldito perro, el muy desgraciado se
levantó. Nos miraba fijamente. Dimos un paso y se inclinó hacia enfrente.
Dimos otro paso (más pequeño) y gruñó y nos enseñó los colmillos (eran
enormes). Otro pasito y el infeliz ladró (¡era un león ese pinche perro!). Ella
echó a correr. Mala idea.
Corrí también y el perro se abalanzó sobre nosotros. Corríamos y
gritábamos y el perro ladraba y gruñía tras nosotros. Ella tropezó. La maldita
bestia empezó a tironearle el pantalón. Ella gritaba. Encontré una piedra de
buen tamaño y se la arrojé con todas mis fuerzas. Le di justo detrás de la oreja.
La bestia cayó fulminada. Ya en el suelo comenzó a convulsionarse y a vomitar.
Se arrancó la lengua.
Ella se levantó. Lloraba. –Vámonos- me dijo.
El perro dejó inservible su pantalón y la caída le destrozó la rodilla
izquierda. Necesitó veintisiete puntadas y (obviamente) más terapia. Ahora
tiene una horrible cicatriz y ambos tenemos miedo a los perros.
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VI [Tú nunca me has escrito una canción]
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VIII [Adiós al Paraíso]
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Un mueble para sus cosas de verse bonita.
Otro para su ropa.
La tapa del escusado.
Artículos para baño. Una tina.
Microondas. Refri.
Una mesa y sillas.
Empezaremos a engordar.
Entonces una caminadora, bicicleta fija,
productos para bajar de peso.
-Mañana.
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IX [Avioncitos de unicel]
Respiro profundo,
al principio funciona.
Respiro y resuenas en mis rincones.
Mi cabeza es un laberinto.
Te regalé mi Hombre-Lobo.
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ESCAFANDRA
[y otros artilugios]
Evité hablarte.
Evité también morir de desconsuelo.
Me enfado conmigo.
En verdad quiero salir de esto –pienso–,
sentirme menos triste.
Pero no puedo y
estoy tan cansado.
Todos abandonen el barco, antes de que el agua les cubra los zapatos,
podrían arruinarse y no llegar íntegros al baile del fin del mundo.
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Así que, por favor, todos abandonen el barco,
las colas en los supermercados aún los necesitan
y la televisión todavía transmite lindas golosinas.
Abandonen el barco,
pues la felicidad espera desnuda
en una habitación desordenada. Dispuesta,
y suele aburrirse pronto
y largarse con el primer sujeto crediticio.
Abandonen el barco,
de eso depende el sosiego de sus almas,
la tranquilidad de la quincena
y una comida en restaurante Italiano.
Abandonen el barco,
pues pronto no habrá más que oscuridad.
Abandonen el barco,
salten,
naden,
aférrense a un trozo de madera
o a un recuerdo tibio.
Abandonen el barco,
mujeres (principalmente mujeres) primero,
aquí sólo hay instrumentos de tortura unitalla,
así que más vale apresurarse.
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III
Sé algunas cosas,
como que no soy (tan) mal tipo,
no soy tan aburrido, ni tan estúpido.
Sé (también) que mi casa necesita (ya) una limpieza.
Ordenar mi habitación.
Sé, por ejemplo,
una infinita cantidad de cosas inútiles
(nombres de actores, datos absurdos,
letras de canciones románticas)
Sé que pronto será tiempo de inscribirse
a algún curso sabatino,
o al gimnasio,
o a reducir el peso.
Accidente desafortunado.
Ataque epiléptico.
Polvo que flota. Vacío.
Olvido.
Un choque de acróbatas aéreos contra el suelo.
Angustia.
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Conejo en la Luna
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Hoy encontré el conejo en la luna
y entendí que jamás estaría solo.
Y había amor,
y arte y pasión,
y amistad. Todo eso que parece inútil,
que no se comercializa,
que no sirve para maldita sea la cosa.
(Salvo para echar a andar la maquinaria
de la -antes mencionada-
Pandemónica Fábrica de Sueños.)
El rostro en el espejo le resultaba tan ajeno. Estaba pálido. Podía distinguir con
claridad esas caprichosas líneas azul-verdosas en la frente. Como grietas. Trató
inútilmente de recordar algo, cualquier cosa. Estaba con los compañeros de la
oficina y comenzaron con las cervezas. Después alguien dijo algo sobre una
fiesta en la Roma. Luego un taxi, risas, escaleras, y ahí estaba, frente al espejo,
de madrugada.
Se volvió a echar agua en la cara y se enjuagó la boca. Odiaba vomitar
pero sabía que era un mal necesario, de alguna forma el cuerpo tenía que
procurarse espacio para más alcohol. Le ardía el pecho. Más vómito, más agua
en la boca, en la cara y en el cabello. Tomó una toalla y se secó, después limpió
minuciosamente la suciedad que había caído en las orillas del lavabo, en el piso,
en la taza y la colgó procurando ocultar las manchas recién adquiridas.
Definitivamente odiaba vomitar y más a media borrachera, esto le
parecía un desagradable retroceso. Ahora tendría que salir del cuarto de baño y
enfrentarse a una comunidad deliciosamente embriagada mientras él, entablado
como estaba, requeriría raciones extras de alcohol para ponerse al parejo. Valía
la pena el esfuerzo.
Orinó sobre el lavabo, la noche marchaba bien.
-La felicidad no está en los brazos de una puta de fin de semana. Pero, diablos,
cómo se le parece-.
Se acurrucó... Otra nube. Estaba tranquilo, había cumplido como nunca.
-Soy una maldita fuente de semen y placer interminables-. Durmió.
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Concierto de rock
[Uno]
¿QUÉEEEEE?
Aaaay sí we’ esa esta bien padre!! Y al unísono las nenitas Guatisdeolweis reeeinofmiiii
is bicosalaiwenamaiseventin Jajajajajajajajajaja… -Nonono- dijo una en arranque
de cordura- Esa no es de ellos we’ ¿o síiiiii? Ay no se we’. Y comenzó un debate
ontológico basado en los tres meses de memoria radiofónica que sus lindas
cabecitas detentaban con orgullo (conocimiento qué, por cierto, no todas
compartían).
Estaba a punto de huir de mi lugar, pero la paranoia me había empujado
a llegar temprano al concierto, y no estaba dispuesto a que mis tres largas horas
de espera se perdieran así como así. Resistí. Además, la fila estaba conformada
en su mayoría por fauna (ambos sexos) de la misma especie.
Pero el tiempo transcurría lento y las niñas no se cansaban de parlotear. Empecé
a marearme, los oídos me zumbaban. Por antagonismo comencé a creer en
Dios, pues ese, seguramente, era el infierno.
Y el creador respondió. No usó todo su poder, claro está (no lo iba a desperdiciar
en cuatro viejas que, tarde o temprano, morirían ahogadas en su propia saliva)
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Pero fue suficiente. Comenzó a llover. En pocos minutos eso era una verdadera
tormenta. A las autoridades del Palacio no les quedó más remedio que permitir
el (caótico) ingreso de los asistentes.
(Un poco tarde, pues a esas alturas el aguacero ya había empapado
nuestros ánimos roqueros.)
[Dos]
(Debo aclarar, sólo para que no se piense que soy una monjita asustada,
que al churrín emancipador del espíritu no le veo tanto pedo, pero eso de
combinarlo con monas de a varo sí creo que está medio cabrón. En fin, cada
quien su macrocidio neuronal)
A mi lado un grupo como de quince chavitos tirados en el piso se
pasaban una mochila, la cual (obviamente) tenía dentro una caguama (…NO
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ALCOHOL…). Al terminarse, comenzaron a pasarse otra mochilita. A la
cuarta mochila les taloneé un traguito, el sol estaba bien cabrón, el Grupo Quál
taladraba nuestra masa encefálica.
El sonido no estaba tan mal a pesar de las bandas, las cuales hacían
lo que podían para mantener atento al personal. Cientos de gremlins unisex
brincoteaban al ritmo de su euforia particular. Si las bandas estaban tocando
bien o mal, eso no importaba. Lo substancial era estar ahí, en medio del toquín
roquero diseñado (comercialmente) pa’ la banda. Esa que (supuestamente) sí
sabe de rock y mete en el mismo costal a Santa Sabina y Tex Tex. Todo para ser
parte de lo inmediato, pertenecer a algo.
Moverse al compás de la generación.
Por fortuna no tuve que soplarme todo el evento, el fungir como
secre tiene sus beneficios. Así que pude gozar de las mieles de un camerino en
la sombrita, chela indiscriminada y alguno que otro esupidizante cortesía de
cierto baterista legendario.
[Tres]
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ÍNDICE
INTRO
[Sobre la Memoria y el Instante] 9
POLAROIDS
I [Por la ventanilla] 11
II [Los tenis de mi hermano] 12
III [El último día de otoño] 13
IV [Malabarista de limones] 15
V [Miedo a los perros] 16
VI [Tú nunca me has escrito una canción] 18
VII [El Principal] 19
VIII [Adiós al Paraíso] 20
IX [Avioncitos de unicel] 22
X [Naranjada natural con un solo hielo] 23
XI [Necesitas terapia] 24
XII [Fin de semana con el niño interior] 25
ESCAFANDRA 27
[y otros artilugios]
Boletos para el fin del mundo 32
Comida fría 33
Conejo en la Luna 34
Los viejos buenos tiempos 35
A lo lejos 36
[Piloto de Pruebas para una Fábrica de Colchones]
Concierto de rock 41
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Polaroids, de R. Israel Miranda Salas se terminó de imprimir
en junio de dos mil seis en la Ciudad de México. La edición
consta de mil ejemplares más sobrantes para reposición.
Impreso en: HEVAN Impresora, Monte Alegre No. 12, Del.
Benito Juárez. Tel/FAx: 5539 71 28.
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