154 Los Salmos Mesiánicos Wilson
154 Los Salmos Mesiánicos Wilson
154 Los Salmos Mesiánicos Wilson
T. Ernest Wilson
Introducción
41 La traición
22 La crucifixión
69 La ofrenda por la culpa
16 La resurrección
68 La ascensión
45 El Rey-Esposo
24 El Rey de gloria
110 El Sacerdote-Rey-Juez
8 El postrer Adán
72 El reino milenario
89 El pacto con David
102 El que no cambia
118 La cabeza del ángulo
Introducción
En el día de la resurrección el Cristo vivo encontró dos discípulos en la vía a Emaús, y les
declaró en todas las Escrituras lo que de Él decían, comenzando desde Moisés y siguiendo
por todos los profetas. Como consecuencia, el enfoque de aquellos dos fue cambiado
radicalmente. Ellos declararon que su corazón ardía mientras Él hablaba y abría las
Escrituras.
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Al anochecer, en el aposento alto, Él se manifestó a los discípulos reunidos y les dijo: “Estas
son las palabras que yo os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se
cumpliese lo que está escrito de mí
en la ley de Moisés,
en los profetas
y en los salmos”.
Entonces les abrió el entendimiento para que comprendiesen las Escrituras.
Hay varios salmos que tratan de la persona y obra del Señor Jesucristo. Los llamamos los
salmos mesiánicos, porque tienen que ver con el Mesías. Un salmo mesiánico es uno que: (1)
contiene por lo menos una referencia directa a Él, y (2) se explica en el Nuevo Testamento al
referirse a Cristo.
Es obvio que algunos salmos se ocupan de un todo con la persona, los pensamientos y el
sentir de nuestro Señor; otros, en cambio, se refieren a la experiencia del salmista mismo y
luego incluyen una referencia aislada al Mesías. Debemos tener cuidado de distinguir entre la
experiencia espiritual del escritor del salmo y la referencia profética que hace a Cristo.
Nos incumbe prestar oído a la exhortación de Pablo a Timoteo: “Procura con diligencia
presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la
palabra de verdad”.
Hemos sugerido que la regla para identificar un salmo como mesiánico se basa en que sea
aplicado a Cristo en el Nuevo Testamento. Sin embargo, hay tres excepciones:
El Salmo 24 habla del rey de gloria
El Salmo 72 esboza el reino milenario de Cristo
El Salmo 89 expone el pacto con David que fue cumplido en el gran Hijo de David,
el Mesías.
Estos tres no se usan directamente en el Nuevo Testamento pero los incluimos en la lista
siguiente por sus referencias obvias a Cristo.
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Es nuestra oración ferviente que nuestro entendimiento sea abierto también para ver las cosas
tocantes a Cristo en estos preciosos salmos, y que el mismo Espíritu Santo quien los inspiró
nos ayude a interpretarlos y los aplique a nuestro corazón.
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Aun en el tiempo presente hay indicios de lo que sucederá al final cuando las barreras estén
derrumbadas. La cosa comienza en la casa donde manda el hijo en vez del padre. Continúa en
el colegio donde es ilegal disciplinar con la vara, y donde maestros y profesores carentes del
temor de Dios enseñan la evolución y filosofía hedónica.
Va en aumento en la esfera social, donde la generación homosexual aboga abiertamente la
libertad para el sexo fuera de lo natural, el aborto se legaliza y el concepto “unisex” acaba
con la distinción entre hombre y mujer. Luego alcanza la esfera gubernamental: inmoralidad,
corrupción, soborno, injusticia, todo desde el policía en la calle hasta el juez en el tribunal,
penetrando también las esferas superiores.
Si estas cosas suceden mientras el Espíritu Santo y la Iglesia están deteniendo —
2 Tesalonicenses 2.7— ¿qué será cuando sean quitados? El misterio de la iniquidad está
actuando ya, pero se revelará en toda su horrenda suciedad cuando el alud caiga.
La Revolución Francesa de 1798 ofreció una pequeña primicia, cuando una ramera fue
entronada en la Notre Dame, y otra vez la Revolución Rusa en 1917, cuando millones fueron
aniquilados y el ateísmo asumió el mando. Se repitió en la China Roja cuando Mao y el
comunismo arrasaron el país y los “tribunales” irregulares del poblacho devoraron millones
de víctimas.
El segundo salmo predice el tiempo cuando la trinidad satánica —las dos bestias del
Apocalipsis 13 apoyadas por el diablo— prohibirán la adoración del Cristo: 2 Tesalonicenses
2.3,4, Apocalipsis 13.4 al 8, 12.17. Aquellos que rehúsan obedecer, no llevando la marca ni
adorando al hombre de pecado, serán enjuiciados. Esto será la obra culminante de las
Naciones Unidas y el cumplimiento de la primera sección del Salmo.
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El versículo que estamos estudiando es el gran pasaje que sostiene esta afirmación decretada
por la Deidad en la eternidad pasada. Cinco veces Juan lo expande, hablando del Hijo
unigénito. Él es el Hijo desde siempre.
Algunos estudiosos enseñan que la palabra engendré no debe entenderse como una referencia
a un acto específico sino a lo que ellos llaman “una generación eterna”. Entendido así, no se
cuestiona la deidad eterna. Otros creen que las tres citas en el Nuevo Testamento explican a
qué ocasión refiere la afirmación Yo te engendré hoy en Salmo 2.7. En realidad, parece difícil
pensar en hoy como la eternidad entera; parece que se refiere a lo que nosotros llamamos el
tiempo. A la vez, debemos estar en alerta acaso alguien diga que Cristo apenas llegó a ser el
Hijo de Dios cuando nació de la virgen, y que Él no es el Hijo eterno.
La declaración consiste en dos partes. La primera, Mi hijo eres tú, afirma la relación eterna,
desde siempre, entre el Padre y el Hijo. La segunda parte se cita tres veces, como veremos.
Hechos 13.32 al 34 dice: “el evangelio de aquella promesa hecha a nuestros padres, la cual
Dios ha cumplido resucitando a Jesús; como está escrito en el segundo salmo: Mi hijo eres tú
“El 13.33 se refiere claramente a la encarnación del Señor y su nacimiento a Israel, ya que
dice “ha cumplido a nosotros, los hijos de ellos [los padres de la nación]”. El 13.34 se refiere
obviamente a su resurrección: “le levantó de los muertos para nunca más volver a
corrupción”
En medio de las dos declaraciones tenemos la cita de nuestro salmo: “Mi hijo eres tú, yo te he
engendrado hoy”. Se vincula tanto con la encarnación como la resurrección.
En Hebreos 5.5 la cita se hace en relación con la exaltación del Señor como sumo sacerdote:
“Tampoco Cristo se glorificó a sí mismo haciéndose sumo sacerdote, sino que le dijo: Tú eres
mi Hijo “En Hebreos 1.5,6 la cita se relaciona con su segunda venida. Ningún ángel recibe
adoración, pero cuando Dios trae de nuevo a su Primogénito al mundo, Él dice: “Adórenle
todos los ángeles de Dios”.
En su nacimiento Él fue señalado por los ángeles como Hijo, Lucas 1.35. En su bautismo, el
Padre le saludó como Hijo, Lucas 3.22. En su transfiguración, el Padre le proclamó Hijo,
Lucas 9.35.
Sugerimos, pues, que la afirmación te engendré hoy se refiere a la encarnación, el bautismo,
la transfiguración, la resurrección, el sacerdocio y el regreso del Señor Jesús. Bien ha dicho
otro que “la referencia no es a su entrada en la vida sino a la entrada en un oficio”.
Él no es sólo el Hijo; es también el Heredero: “Pídeme, y te daré por herencia las naciones, y
como posesión tuya los confines de la tierra. Los quebrantarás con vara de hierro; como
vasija de alfarero los desmenuzarás”.
Este lenguaje señala adelante al día cuando Él volverá a reinar. La vara del pastor, símbolo de
la autoridad y el gobierno, será un cetro de oro para su pueblo, pero será una vara de hierro
para las naciones rebeldes en el Armagedón; Apocalipsis 2.27, 12.5, 19.15, Salmo 110.2.
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El beso es también señal del perdón. En Lucas 15.11 al 24 el pródigo volvió al hogar paterno
y, después de su confesión, recibió el beso del perdón, junto con un anillo, una túnica,
zapatos y un banquete de bienvenida.
Pero aquí el beso es señal de homenaje y lealtad. Véase Génesis 41.40, donde José es
exaltado al trono de Egipto; en ese versículo, se gobernará todo el pueblo es exactamente el
honrar o besar de Salmo 2.12. Otro uso de la palabra está en 1 Samuel 10.1; al ungir a Saúl,
Samuel le besó.
Es interesante observar que se emplean dos palabras para hijo en el Salmo. ¿Por qué la
diferencia? En el 2.7 es ben, una palabra hebraica, como en Benjamín. Esta se relaciona con
Cristo a la diestra del Padre. En el 2.12 es bar, como en Barrabás, y es una palabra gentil.
Esta se relaciona con los poderes gentiles en el Salmo. Si en realidad se escribió el pasaje en
la ocasión de la rebelión de Absalón, ¡qué referencia trágica tiene!
El Salmo termina con la bienaventuranza: “Bienaventurados todos los que en él confían”.
Salmo 40 La encarnación
En el estudio de los salmos mesiánicos nos encontramos repetidas veces frente al problema
difícil de determinar qué partes se refieren al autor y cuáles a Cristo. A menudo el salmista,
bajo el poder y la inspiración del Espíritu, se encuentra más allá de los límites de su
personalidad propia, para presentar la persona del Mesías. La dificultad se aumenta cuando se
cita en el Nuevo Testamento sólo una parte del salmo con referencia a nuestro Señor, y el
resto del salmo parece referirse al salmista mismo. Es así especialmente en el Salmo 40.
En éste hay tres versículos que figuran de nuevo en Hebreos 10.5 al 7 como habiendo sido
dirigidos al Padre por el Señor en la ocasión de su venida al mundo. (“Entrando en el mundo
dice: Sacrificio y ofrenda no quisiste”) La cita proviene de la Versión de los Setenta. Sin
duda estas palabras del salmista encontraron su entero cumplimiento en nuestro Señor.
Pero en la última parte del Salmo hay dos afirmaciones que difícilmente pueden entenderse
como declaraciones personales del Señor. Pueden ser ciertas en cuanto a David pero no de
Cristo. Primeramente hay la confesión personal de iniquidades en el 40.12, “Me han rodeado
males sin número”, y luego las imprecaciones de los versículos 14 y 15, “Sean avergonzados
y confundidos “(Imprecar es manifestar el deseo de daño para otro)
Algunos piensan resolver esta dificultad con decir que la víctima intachable asumió nuestros
pecados a tal extremo que los confiesa como suyos propios. No hay duda de que en la
expiación voluntaria y vicaria nuestro Señor llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el
madero, pero nunca le encontramos confesando pecado personal como hacía David al decir,
“Me han alcanzado mis maldades, y no puedo levantar la vista. Se han aumentado más que
los cabellos de mi cabeza”. A la vez, las exclamaciones imprecatorias parecen ser todo lo
opuesto a la exclamación de nuestro Señor en la cruz, “Padre, perdónalos, porque no saben lo
que hacen”.
Pero no podemos equivocarnos al aplicar a Cristo la parte intermedia del Salmo, o sea, los
versículos 6 al 10 de donde viene la cita de Hebreos 10. El resto lo aplicamos a la experiencia
personal de David. Así, dividimos el Salmo de la manera siguiente:
la experiencia devastadora de David y su salvación, 40.1 al 5
la encarnación del Mesías, 40.6 al 10
la oración de David, pidiendo ayuda y consuelo, 40.11 al 17
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pecado por nosotros; y, el sacrificio por la culpa es figura de aquel que fue herido por
nuestras transgresiones y en amor pagó lo que no había robado.
Es un criterio errado aquel que considera el sistema sacrificial de Israel como mero rito. Los
sacrificios eran la escuela preparatoria para la nación, señalando hacia adelante a un Mesías
por venir, quien padecería por los pecados de la nación y del mundo entero. Eran de un
carácter profundamente educativo y espiritual. Pero, lamentablemente, ellos se degeneraron
de este ideal y se convirtieron en meras rutinas externas. Dios, por lo tanto, expresó su repu-
dio de ellos; véanse 1 Samuel 2.12 al 17, 15.22, Isaías 1.11,12, Amós 5.21 al 24, Proverbios
15.8, Malaquías 1.7,8.
En el sistema de sacrificios mosaicos se beneficiaron millones de animales y se originaron
ríos de sangre. El buey, el chivo, la oveja, el cordero y el palomino eran puestos sobre el
altar. Todos tenían su significado; todos señalaban a la cruz. Era la etapa de la historia de
Israel que dependía del libro de cuadros ilustrativos. Pero el Salmo 40 pronuncia un veredicto
doble: “Sacrificio y ofrenda no te agrada”, y “Holocausto y expiación no has demandado”. La
Epístola a los Hebreos da las razones.
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“He aquí vengo”
Tenemos aquí una conversación entre el Padre y el Hijo. Aquel bendito Ser que estaba
siempre en el seno del Padre declara su venida al mundo de tiempo y espacio. Fue un hecho
voluntario, efectuado a propósito. De ningún otro se podría decir esto. Fue también un acto
de compasión de parte suya:
Yo de Dios he salido, y he venido. Juan 8.42
He descendido del cielo para hacer la voluntad del que me envió. Juan 6.38
Salí del Padre, y he venido al mundo. Juan 16.28
por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, Él también participó
de lo mismo. Hebreos 2.14 al 16
Fue un acto de amor de parte del Padre:
Él me envió. Juan 8.42
Dios envió a su Hijo. Gálatas 4.4
Dios envió a su Hijo unigénito al mundo. 1 Juan 4.9
Fue una obra de poder de parte del Espíritu:
lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es, Mateo 1.18 al 20
El Espíritu Santo vendrá sobre ti. Lucas 1.35
La encarnación es un misterio profundo. Nadie conoce al Hijo, sino el Padre, Mateo 11.27.
Grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne, 1 Timoteo 3.16. Por la
encarnación Jesús se presentó cual Dios manifestado en carne. El apóstol Juan emplea tan
sólo cinco palabras para describirla: “Aquel Verbo fue hecho carne”. Lucas, en cambio,
ofrece algunos detalles y emplea quizás tres mil palabras.
El Señor Jesucristo asumió una humanidad sin pecado pero jamás dejó de ser Dios. No puede
haber lapso alguno en deidad. No hubo resta sino suma. Para completar deidad en su esencia,
con todos sus atributos, fue añadido un cuerpo santo, perfecto y humano. ”Loor al Verbo
encarnado, en humanidad velado”.
Algunos han dicho que Él no comprendía su identidad ni su misión hasta que fuese bautizado
en el Jordán cuando el Espíritu descendió y moró en Él. Otros han especulado que Él tan sólo
aprendió quién era por el estudio del Antiguo Testamento. Pero con toda seguridad Él
conocía su identidad y misión a la edad de doce años cuando dijo a María y José, quienes le
habían buscado en el templo, “¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario
estar?”
Es algo que se escapa de nuestra pobre comprensión finita, pero aceptamos por fe que Él no
era menos majestuoso en su nacimiento de lo que será cuando sentado sobre el trono
supremo. Sus manos sostenían los orbes del universo en los mismos momentos en que las
manos de María le sostenían a Él. La Omnipotencia se encontró envuelto en pañales,
huyendo a Egipto.
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Citemos unas pocas:
Promesa La simiente de la mujer, Génesis 3.15
Pueblo Belén (no Nazaret), Miqueas 5.2
Persona De una virgen; el niño nacido y el Hijo dado, Isaías 7.14, 9.6
Programa Un esbozo de su ministerio público, Isaías 61.1
Pasión Salmo 22, Isaías 53
Período El Mesías cortado al final de sesenta y nueve semanas, Daniel 9.26
Pontificado Según el orden de Melquisedec, Salmo 110
Sobre todas estas referencias se podría escribir: “El hacer tu voluntad, Dios mío,
me ha agradado”.
Encontrándose cansado y hambriento junto al pozo de Sicar, Él pudo decir a los discípulos,
“Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra”. En su gran
intercesión registrada en el capítulo 17 de Juan, Él oró, “Padre, aquellos que me has dado,
quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has
dado”. Esta es deidad conversando con deidad. Pero en su agonía en el oscuro Getsemaní, Él
exclamó, “Padre, si quieres pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”.
Toda su vida representó una realización de la voluntad del Padre, y en esto Él se gozaba.
La Ley en el corazón
La primera cláusula del nuevo pacto es: “Pondré mis leyes en sus corazones”, Hebreos 10.16.
Fue el caso primeramente en cuanto a nuestro Señor. Así como las tablas de la Ley estaban
guardadas en el arca del pacto, las antiguas Escrituras estaban guardadas en el corazón del
Señor.
Es interesante observar el uso que Él hacía de las Sagradas Escrituras en su ministerio
público. Él puso el sello de su aprobación sobre los escritos de:
Moisés: ni una jota ni una tilde de la ley, Mateo 5.18
Daniel: habló el profeta Daniel (el que lee, entienda), Mateo 24.15
David: David en el espíritu le llama Señor, Mateo 22.43
Isaías: se le dio el libro del profeta Isaías hoy se ha cumplido esta Escritura, Lucas 4.17
En su tentación por Satanás en el desierto, Él citó tres veces del Deuteronomio. En la cruz Él
usó las palabras del Salmo 22 en medio de las tinieblas: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me
has abandonado?” E, inmediatamente antes de entregar el espíritu, exclamó, “Consumado
es”, una cita del último versículo del mismo salmo (“Él ha hecho esto”)
Verdaderamente la Palabra de Dios moraba en Él abundantemente. Él es el hombre
bienaventurado del Salmo 1; en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley Él medita de día y
de noche.
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tu salvación: En Efesios 2, como en otras partes, se encuentra expuesta la salvación
en sus tres tiempos; o sea, la salvación de la penalidad, el poder y la presencia del
pecado.
tu misericordia: La longitud, amplitud, profundidad y altura del amor de Dios nos
son expuestas en el ministerio del Señor en el aposento alto, Juan capítulos 13 al 17
tu verdad: El amor está equilibrado siempre por la verdad, como Juan enseña
en sus tres epístolas.
Salmo 91 La tentación
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Esta misma idea del abrigo se encuentra en los querubines sobre el propiciatorio en el lugar
santísimo del tabernáculo, y también en la columna y la nube sobre el mismo. Dios se hacía
presente, cubriendo a su pueblo.
Teodoro Bozo era una figura prominente en la Reforma, y traductor de las Escrituras. En su
lecho de muerte él se remitió a los tres pronombres personales en el 91.2: mi esperanza, mi
castillo, mi Dios. Moisés, Elías, David, Pablo y Juan: todos ellos conocían bien este abrigo,
este lugar secreto. Está disponible para nosotros también.
Hace 300 años, en los días de los coventarios (“la gente del pacto”) en Escocia, cuando el
gobierno católico en Londres perseguía cruelmente a los protestantes del norte, un grupo de
humildes labradores estaba celebrando la Cena del Señor a escondidas entre los arbustos del
campo. Un atalaya dio el aviso: “¡Viene la tropa!” El anciano Sandy, el predicador, se echó a
rodillas y exclamó, “¡Oh! Señor, ¡cubre a este viejo y a su grey con la sombra de tu ala!”
Repentinamente, una densa neblina envolvió a los evangélicos. Los soldados no vieron nada,
y siguieron.
Israel en el desierto
Se hace mención de diez enemigos en tres categorías.
Primeramente hay las armas del enemigo: la saeta de día y el terror o la trampa de noche. Son
los ataques de Amalec y de Moab, y en otra época la maledicencia de Balac y Balaam.
Luego, la enfermedad corporal: la pestilencia que anda en la oscuridad y la mortandad que
gasta a uno en pleno sol. El libro de Números describe las diversas plagas que alcanzaron a
los israelitas en el campo y en la marcha, todas ellas consecuencia de la necedad y el pecado.
Murieron 14.700 en la rebelión de Coré, Números 16. En la plaga que vino a consecuencia
del pecado con las mujeres de Moab, capítulo 25, otros 24.000. Al cabo de los cuarenta años
quedaron sólo dos, Josué y Caleb, de entre los 600.000 que habían salido de Egipto.
Finalmente, hay las fieras: el león, el áspid y el dragón. Todos tres se usan en las Escrituras
como figuras de Satanás. El león devora, 1 Pedro 5.8; la serpiente o el áspid es el más astuto,
Génesis 3.1; el dragón es el perseguidor, Apocalipsis 12.13.
Esta sección del Salmo incluye el pasaje que Satanás usó al tentar el Señor en el desierto. En
esa ocasión él utilizó la misma táctica que había empleado con Eva en el Edén; él adulteró la
Palabra de Dios.
La tentación de Cristo
La tentación de nuestro Señor está relatada mayormente en Mateo 4.1 al 11 y Lucas 4.1 al 13.
El primer acto suyo después de su bautismo en el Jordán, al comienzo de su ministerio
público, fue el de ir al desierto a ser tentado por el diablo. Marcos dice que el Espíritu le
impulsó, 1.12. Esto no quiere decir que Él fue conducido allí contra su voluntad. Cual postrer
Adán, Él sería probado donde el primer Adán había fracasado, pero no en las mismas
condiciones.
La primera tentación se realizó en un huerto deleitoso, un ambiente perfecto, pero la de
nuestro Señor se efectuó en un desierto después de cuarenta días de ayuno. La tentación en el
Edén fue dirigida al cuerpo, alma y espíritu, y la de nuestro Señor también.
Primeramente se apeló al apetito, ya que Él tenía gran hambre. “Si eres Hijo de Dios, dí que
estas piedras se conviertan en pan”. Pero Él contestó: “No sólo de pan vivirá el hombre, sino
de toda palabra que sale de la boca de Dios”.
Luego la tentación apeló a la ambición. El diablo llevó al Señor a la santa ciudad y le puso
sobre el pináculo del templo. Le dijo, “Si eres el Hijo de Dios, échate abajo”. Y ahora la cita
incorrecta de Salmo 91.11,12. El diablo dijo que estaba escrito que “a sus ángeles mandará
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acerca de ti” y “en tus manos te sostendrán, para que no tropieces con tu pie en piedra”. Él
suprimió las palabras, “que te guarden en todos tus caminos”.
¡El diablo nunca es más peligroso que cuando cita la Palabra de Dios, sea que la cite bien o
mal! La respuesta de nuestro Señor fue: “Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios”.
Al echarse del pináculo del templo, Él hubiera impresionado poderosamente a la multitud
congregada allí, pero semejante cosa no sería conforme a la voluntad del Padre.
La tercera tentación tenía que ver con la adoración. “Le llevó el diablo a un monte muy alto,
y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, y le dijo: Todo esto te daré, si
postrado me adorares”.
Hay algunas consideraciones clave acerca de la tentación de nuestro Señor que debemos
entender claramente. Hay una diferencia importante entre Adán y el Señor Jesucristo. Adán
fue creado y antes de su pecado era inocente. Nuestro Señor era el increado, eterno Hijo de
Dios y era santo. Debemos llevar en mente siempre que Él era Dios manifestado en carne, sin
separar sus dos naturalezas: su deidad y su humanidad perfecta y sin pecado.
Las Escrituras declaran que Él era sin pecado. Juan dice, “En él no hay pecado”, 1 Juan 3.5.
Pedro dice, “El no hizo pecado”, 1 Pedro 2.22. Pablo dice, “El no conoció pecado”,
2 Corintios 5.21. Él era el Cordero sin mancha, 1 Pedro 1.19.
Él fue tentado en todo según nuestra semejanza —o sea, según somos tentados— pero sin
pecado, Hebreos 4.15. En Él no había ningún enemigo que podría abrir la puerta, ninguna
naturaleza caída a la cual el enemigo podría apelar.
No obstante las afirmaciones claras de las Escrituras, algunos dirían que, si bien Él no pecó,
ha podido hacerlo; de otra manera, dice, la tentación no era en verdad tal cosa. Este es terreno
sumamente peligroso, y presenta preguntas graves en cuanto a la persona de Cristo. Algunos
cortarían el nudo gordiano al decir que Él fue tentado en su humanidad y por lo tanto ha
podido fallar, pero aquí también se dividen las dos naturalezas. ¡Es blasfemia decir que el
Dios-Hombre ha podido pecar o ceder!
Pero a la vez Él padeció siendo tentado. Sus tentaciones eran veraces. Su naturaleza santa, sin
tacha sintió repugnancia ante las propuestas que le fueron formuladas. Hay dos tipos de
tentación. Santiago habla de uno al decir en el 1.14 que cada uno es tentado cuando de su
propia concupiscencia es atraído y seducido. Esto es cierto en cuanto a nosotros pero no de
nuestro Señor. Otro tipo es la prueba. Abraham fue probado cuando Dios le mandó a ofrecer
a su hijo como holocausto.
Se prueba cada viga en un puente, no para partirla sino para mostrar que puede llevar la
carga. El oro puro puede soportar la prueba del fuego; el fuego no hace el oro, pero sí pone de
manifiesto que el metal es oro. Es posible que una ciudad sea sitiada aun cuando
inexpugnable. ¿Por esto el cerco es irreal? Una personalidad sin pecado ha podido sentir la
fuerza de la tentación aun más que nosotros. No se trata de una lucha fingida entre la
naturaleza santa de Jesús y la persona del diablo. Guardemos, pues, la verdad de un Cristo
impecable.
El método que Él usó para vencer a Satanás está disponible a todos nosotros: “¡Escrito está!
¡escrito está!” La espada del Espíritu, la Palabra de Dios con sus dos filos, es como la espada
de Goliat. David dijo, al huir de Saúl, “Ninguna como ella; dámela”.
El versículo 13: “Sobre el león y el áspid pisarás; hollarás al cachorro del león y al dragón”.
Parece que estas palabras guardan una relación directa con el Génesis 3.15. La simiente de la
mujer heriría la cabeza de la serpiente. Satanás fue derrotado cuando tentó a Jesús en el
desierto, pero fue en el Calvario que su cabeza fue pisada y su poder sobre la muerte anulado;
Hebreos 2.14. Pablo pudo consolar a los santos en Roma con las palabras: “Dios aplastará en
breve a Satanás bajo vuestros pies”, Romanos 16.20.
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3. Las promesas divinas; 91.14 al 16
Aquí tenemos la voz del Padre. Siete veces oímos de acciones que Él tomará: libraré, pondré,
responderé, estaré, libraré y glorificaré, saciaré, mostraré. Las siete respuestas corresponden a
las siete solicitudes de Salmo 90.14 al 17.
Su amor: Todo encuentra su origen en el amor de Dios y nuestra respuesta a éste. Fue así
primeramente en cuanto a Cristo y su amor para con su Padre, mencionado repetidas veces en
Juan 13 al 17. Nosotros le amamos a Él porque Él nos amó primero.
El Nuevo Testamento habla de seis personas a quienes Jesús amaba: Marta, su hermana y
Lázaro; el joven rico; el apóstol Juan, el discípulo a quien Jesús amaba. Pablo pudo hablar del
Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”. Siendo nosotros la séptima
persona, podemos decir, “Me amó a mí”. ¡A su nombre gloria!
Su nombre: “Le pondré en alto, por cuanto ha conocido mi nombre”. Esto puede ser
aplicado al Señor Jesucristo en su resurrección y exaltación a la diestra de Dios. Pero
nosotros también, al conocer y regocijarnos en el sentido de los nombres de Dios al comienzo
del Salmo, podemos ser sacados de este mundo triste y entrar en la paz del abrigo secreto del
Altísimo.
La oración: “Me invocará, y yo le responderé”. Es verdad en cuanto a la vida secreta de
oración de nuestro Señor cuando Él estaba aquí abajo, como el Evangelio de Lucas narra de
una manera tan hermosa. Testificamos gustosamente que Dios contesta la oración; una y otra
vez el Señor ha respondido oportunamente a nuestros ruegos.
La angustia: “Con él estaré yo en la angustia”. Job dijo que el hombre nacido de mujer es
corto de días y hastiado de sinsabores, pero el Salvador, en contraste, nos manda a que
nuestros corazones no se turben: “Creéis en Dios”, dice, “creed también en mí”. Qué
consuelo es contar con la presencia divina en nuestra angustia.
Libertad y honra: “Lo libraré y le glorificaré”. La Palabra declara: “Yo honraré a los que
me honran, y los que me desprecian serán tenidos en poco”, 1 Samuel 2.30. Esta realidad se
ilustra en las vidas de Moisés, José y Daniel, y en las experiencias de muchos otros desde
aquellos tiempos.
Larga vida: “Lo saciaré de larga vida”. El 90.10 asigna setenta hasta ochenta años para la
vida del débil hombre, pero Moisés vivió hasta los 120. Al cabo de este lapso sus ojos no se
habían oscurecido y su vigor estaba intacto. Josué alcanzó los 110 años. Caleb a los 85 años
solicitó una responsabilidad muy exigente; él se enfrentó a los tres hijos de Anac y conquistó
la ciudad real de Hebrón; Josué 14.12, Efesios 6.2,3.
La salvación: “Le mostraré mi salvación”. La salvación tiene tres tiempos: el pasado,
presente y futuro. Es la libertad de la pena del pecado, del poder del pecado y de la presencia
del pecado. La sangre de Jesucristo llevó nuestro pecado; el Señor lleva nuestra carga; y,
¡toda honra al Salvador! un día Él nos llevará a nosotros también. Estaremos para siempre
con el Señor, la salvación realizada ya en su plenitud.
Salmo 41 La traición
Los antecedentes del Salmo 41 están en la rebelión de Absalón contra su padre David. La
historia se encuentra en 2 Samuel capítulos 11 al 16. Este es el último en un grupo de salmos
que corresponden a ese período; son los Salmos 38 al 41. El versículo final del 41 es la
conclusión formal del Libro I de todos los salmos; el Libro había comenzado con el Varón
Bienaventurado y ahora concluye con el Varón Vendido. “En cuanto a mí, en mi integridad
me has sustentado”.
El Salmo 41 contiene un solo versículo que es claramente mesiánico. Es el versículo 9, el
cual nuestro Señor citó en Juan 13.18,19 con aplicación a Judas: “El que come pan conmigo”.
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El resto del Salmo es la experiencia de David cuando algunos de sus mejores amigos, incluso
su propio hijo, conspiraron contra él y reclutaron un ejército para derrumbar su trono y reino.
Estos fueron los padecimientos que David había traído sobre sí como consecuencia de su
gran pecado registrado en 2 Samuel 11. Cuando el profeta Natán vino a David y, habiendo
relatado la historia de la corderita, le acusó dramáticamente del pecado de adulterio y
homicidio, David confesó su culpa y se arrepintió de verdad en las palabras de los Salmos 51
y 32.
La respuesta de Natán fue: David, tu pecado está perdonado, pero jamás se apartará la espada
de tu casa. David había echado a perder el hogar de otro hombre y le había quitado la vida
también. Él tendría que cosechar con lágrimas amargas y sufrimiento lo que había hecho, y
sería por intermedio de las acusaciones de sus propios hijos y la familia. David tuvo que
aprender que lo que el hombre sembrare, esto también segará. Él había consentido a Absalón,
su hijo buen mozo y soberbio, y había cerrado sus ojos y oídos a dos crímenes de éste. Ahora
vendrían las consecuencias.
Entre los conspiradores en la rebelión de Absalón figuraba Ahitofel, en un tiempo el mejor
amigo de David y su consejero de confianza. Cuando David oyó que Ahitofel se había unido
a los conspiradores, exclamó en angustia: “Entorpece ahora, oh Jehová, el consejo de
Ahitofel”. Su mejor amigo se había vuelto traidor.
Podemos comprender el motivo detrás de su traición: Ahitofel era abuelo de Betsabé. Este es
el trasfondo del versículo 9 del Salmo: “Aun el hombre de mi paz, en quien yo confiaba, el
que de mi pan comía, alzó contra mí el calcañar”. Son las palabras que nuestro Señor aplicó
al Iscariote y su traición.
Hay tres pasajes más en el Antiguo Testamento que hablan proféticamente del traidor:
Salmo 69.25, citado por Pedro en Hechos 1.20: “Sea su palacio asolado;
en su tienda no haya morador”.
Salmo 109.8, citado igualmente por Pedro: “Sean sus días pocos; tome otro su oficio”.
Zacarías 11.12,13, citado en Mateo 27.9,10: “Y les dije: Si os parece bien, dadme mi
salario; y si no, dejadlo. Y pesaron por mi salario treinta piezas de plata. Y me dijo
Jehová: Échalo al tesoro; ¡hermoso el precio con que me han apreciado! Y tomé las
treinta piezas de plata, y las eché en la casa de Jehová al tesoro”.
Ahora, el Salmo 41 consta de cinco partes o estrofas:
la confianza que David tenía en Dios, 41.1 al 3;
su confesión de pecado, 41.4;
la campaña de murmuración de parte de los conspiradores, 41.5 al 8;
la traición de Ahitofel, 41;
el clamor de David por vindicación, 41.10 al 12.
El Salmo, y el primer libro de los salmos, termina con las palabras: “Bendito sea Jehová, el
Dios de Israel, por los siglos de los siglos. Amén y amén”.
Hemos dicho que el pasaje mesiánico es el versículo 9. El Señor lo cita en el aposento alto,
aplicándolo a Judas: “El que come pan conmigo, levantó contra mí su calcañar”, Juan 13.18.
Es difícil comprender el misterio que rodea la persona y carrera de Judas, pero él es un tipo
de muchos en el mundo religioso en el día de hoy. Su historia, según las Escrituras la narra,
cae en doce etapas o pasos.
1. Su mención en la profecía
Hemos citado ya Salmo 41.9, 69.25, 109.8 y Zacarías 11.12,13. Su nombre no se menciona
en estos pasajes, pero sus acciones sí y su fin. Es llamativo que su nombre haya sido el
mismo que el del hombre, Judá, que vendió a José a los ismaelitas por veinte piezas de plata,
Génesis 37.26,27.
16
2. Escogido como apóstol
Después de toda una noche en oración, nuestro Señor escogió a sus apóstoles, Lucas 6.16. Él
llamó a quien quiso, para que estuviesen con Él, y les mandó a predicar, Marcos 3.13 al 19.
Judas estaba vinculado con Simón el cananista en este servicio, Mateo 10.4. Él siempre
figuraba de último en la lista y siempre identificado como el traidor o “el que también le
entregó”. Fue escogido por el Señor, aun cuando Juan 6.64 nos avisa que “Jesús sabía desde
el principio quiénes eran los que no creían, y quién le había de entregar”. He aquí el amor y la
omnisciencia del Salvador.
El hombre tiene libre albedrío; él no es una máquina sujeta a una suerte inexorable. Llegó un
momento en la vida de Judas cuando escogió deliberadamente su propio camino, no obstante
todo el amor y privilegio extendidos hacia él. Es un tipo de los predicadores inconversos del
cristianismo: “Muchos dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en
tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces
les declarará: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad”, Mateo 7.22,23.
17
5. A la mesa
Hay seis referencias a Judas mientras los apóstoles estaban sentados a la mesa pascual en el
aposento alto.
“El diablo ya había puesto en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón,
que le entregase”, Juan 13.2.
“Vosotros limpios estáis, aunque no todos. Porque sabía quién le iba a entregar”,
13.10,11.
Luego la cita del salmo: “El que come pan conmigo, levantó contra mí su calcañar”,
13.18.
La declaración directa del 13.21: “Uno de vosotros me va a entregar”.
El bocado.
Y después del bocado: “Lo que vas a hacer, hazlo más pronto”, 13.27.
El bocado consistía en una porción del cordero pascual, el pan sin levadura y las hierbas
amargas. Se daba generalmente al huésped de honor como gesto de cortesía y afecto. En este
caso fue la última estocada a la conciencia del hombre. Lo tomó, y salió. Era de noche, 13.30,
¡y para Judas el sol no se levantaría más nunca!
6. Satanás le entra
“Después del bocado, Satanás entró en él”. Nuestro Señor había dicho en una oración
anterior—Juan 6.70,71— “¿No os he escogido yo a vosotros los doce, y uno de vosotros es
diablo [diabolus]?” Él le llamó a este hombre diablo, no demonio. Satanás cuenta con
muchos siervos para responder a todo mandato suyo, pero la nefasta entrega del Salvador no
fue encomendada a uno de ellos. Él mismo entró en Judas, y de este momento en adelante
aquel hombre fue poseído del diablo mismo.
Al comienzo de la vida del Señor, Satanás en la persona de Herodes intentó matarle. En la
tentación en el desierto, procuró quitarle de una posición de dependencia de la voluntad del
Padre. Ahora al final, Satanás entra personalmente en un hombre con el fin de traicionar
vilmente a Jesús.
7. El arresto en el huerto
“Judas conoció el lugar, porque muchas veces Jesús se había reunido allí con sus discípulos”,
Juan 18.1,2. Era un sitio de retiro y oración. La banda de captores llegó con linternas,
antorchas y armas.
La seña fue un beso y un saludo. La mente de uno corre atrás a Absalón, 2 Samuel 15.5,6,
otro traidor dado a los besos. Judas nunca llamó a Jesús, Señor. Aquí fue, “Maestro,
Maestro”, Marcos 15.45. La respuesta de nuestro Señor constituyó uno de los aconteci-
mientos más conmovedores de la Biblia: “Amigo “ (camarada), Mateo 26.50.
8. El regreso al templo
Cuando vio que Jesús estaba condenado, Judas se arrepintió; Mateo 27.3 al 10. Es probable
que ese hombre nunca haya esperado que Jesús fuese condenado y puesto a muerte. Judas
sabía que el Señor era sin pecado, y varias veces le había visto escaparse de sus enemigos. Él
nunca contaba con lo que acaba de suceder. Cuando la horrorosa verdad se apoderó de él, que
Jesús realmente iba a morir, el remordimiento llenó su ser.
No fue arrepentimiento en el verdadero sentido de la palabra. Ahora él no pudo cambiar de
propósito, ni el de los sacerdotes, ni de sus colaboradores. Exclamó: “Yo he pecado
entregando sangre inocente”. Los sacerdotes respondieron insensiblemente: “¿Qué nos
importa a nosotros? ¡Allá tú!” Esta es la respuesta cínica que el mundo da a la mente
atormentada de un criminal. Las monedas de plata ardían como fuego en la mano de Judas;
las tiró al suelo del templo, salió y se ahorcó.
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9. El suicidio
Hay varios puntos de semejanza entre Judas y Ahitofel. Ambos habían estado en una posición
de confianza e intimidad; ambos habían sido tratados con bondad y cortesía; ambos
traicionaron. El motivo detrás de la acción de Ahitofel probablemente fue la malicia y
venganza, y la de Judas la codicia. A la postre ambos se suicidaron.
Ahitofel figuraba entre los conspiradores en la rebelión de Absalón, aun cuando había sido
amigo y consejero de David. Cuando el rey supo que él estaba en el complot, exclamó
adolorido: “¡Entorpece ahora, oh Jehová, el consejo de Ahitofel!” 2 Samuel 15.31.
Cuando consideramos que este hombre era el abuelo de Betsabé, podemos entender el motivo
detrás de su traición. Este es el trasfondo de Salmo 41.9: “Aun el hombre de mi paz, en quien
yo confiaba, el que de mi pan comía, alzó contra mí el calcañar”. Son, pues, las palabras que
nuestro Señor aplicaría a Judas Iscariote. Pero el Señor no citó todo el versículo del salmo.
No dijo que Judas era uno en quien había confiado. Él sabía desde el principio, y no se fiaba
en ese hombre; Juan 2.24,25.
El homicidio propio es un horrible crimen. Su historia, no sólo en las Escrituras sino en los
registros seglares, se presta a lecturas tristes. La vida humana es sagrada, y su terminación
siempre debe ser dejada en las manos de Dios, ya que a Él le corresponde.
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oscuridad Judas salió a la noche, y Mateo 25.30 dice que el lugar del condenado
está en “las tinieblas de afuera”.
inmundicia El que es inmundo, sea inmundo todavía, Apocalipsis 22.11
desespero Los que han rechazado a Cristo irán al castigo eterno, sin que
haya esperanza jamás, Mateo 25.46
Dos lugares hay: el cielo y el infierno. El mío, ¿cuál será?
Salmo 22 La crucifixión
Hay cuatro salmos que hablan de la muerte de Cristo, y cada uno la considera de una manera
diferente:
Salmo 40 El holocausto; el propósito de Dios;
Salmo 22 El sacrificio por el pecado; la pasión;
Salmo 69 El sacrificio por la culpa; la penalidad;
Salmo 118 La ofrenda de paz; el programa profético.
Tal vez el más importante sea el Salmo 22 en vista del caudal de detalles y por los resultados
universales que emanan del sacrificio expiatorio de Cristo en la cruz. Este aspecto es más
amplio y más profundo aquí que en los otros salmos.
El Salmo fue escrito por David aproximadamente 1050 años antes de Cristo. Contiene treinta
y tres puntos referentes a la muerte por crucifixión. Cuando tomamos en cuenta que este
método de homicidio, tan cruel y doloroso, fue inventado por el ejército romano siglos más
tarde, nos damos cuenta de que se trata de una demostración sobresaliente de la inspiración
de las Escrituras por el Espíritu de Dios.
Se divide en dos partes. La separación se encuentra en el versículo 21, donde el Salvador
exclama en sus padecimientos: “Ya me has oído”. Antes de este punto, todo es sufrimiento;
de aquí al final, todo es canción.
[ Nota del traductor: La versión que usamos corrientemente, la Reina-Valera de 1960, no
expresa claramente la gran división que hay en el salmo a la mitad del versículo 21. Dice:
“Sálvame y líbrame “ La versión de 1909 es superior en este detalle, ya que reza: “Sálvame
de la boca del león. Y óyeme, librándome de los cuernos de los unicornios”. La Versión
Moderna (1883) es mejor aun : “¡Sálvame de la boca del león! Y ya me has oído, clamando
desde los cuernos de los uros”. Es una lástima que la versión de 1960 no deje notar de
primera vista el contraste entre el versículo 2, “clamo y no respondes (oyes)” y el 21, “Ya me
has oído”.]
Cada parte trata de sufrimiento y bendición y se divide en tres secciones. El sufrimiento
procede de tres partes :
de Dios, 22.1 al 6; la santidad de Dios;
del hombre, 22.6 al 18; el odio del ser humano;
de Satanás, 22.19 al 21; la oposición diabólica.
20
Hay dos mesas de banquete. En el versículo 26 los humildes comerán y serán saciados, y en
el 29 los poderosos de la tierra comerán y adorarán.
Ahora, el título del Salmo. Es: “Al músico principal; sobre Ajelet-sahar. Salmo de David”.
Las palabras hebraicas significan “la cierva de la aurora”. La sinagoga antigua entendía este
título como un nombre para la gloria de la luz divina sobre el tabernáculo, y como un símbolo
de la redención por venir. Por esto lo aplicaba al sacrificio matutino. Cierto nombrado
historiador dice que conforme a la definición tradicional el título se refiere a la luz del alba,
cuyos rayos se asemejan a los cuernos del venado, o sea, del ciervo y la cierva mencionados a
menudo en los libros proféticos. En el Cantar, por ejemplo (2.17, 8.14), la aplicación es al
Señor Jesucristo.
Sugerimos, pues, que el Ajelet sahar, la cierva de la aurora, es simbolismo que se refiere a
nuestro Señor. El salmo hace mención de varios animales que son enemigos naturales del
venado y lo llevan al polvo de la muerte. Si es así, una llave para la interpretación del salmo
está puesta a toda la puerta del mismo.
Comentaremos sobre cuatro aplicaciones del Salmo 22:
la simbólica: la cierva y sus enemigos;
la mesiánica: el gusano, mi vida, el conductor de la alabanza y el gobernador;
la histórica: el nacimiento, la muerte, la resurrección y exaltación del Mesías;
la profética: tres círculos de bendición, terminando en el reino
1. La aplicación simbólica
En la economía mosaica, nuestro Señor, cual sacrificio inmaculado, se tipifica por el buey (el
hijo del rebaño), el carnero, el macho cabrío, el cordero y la tórtola. Los ponían a la muerte y
se los colocaban sobre el altar. Pero en los libros poéticos Él está presentado como el venado
(la cierva, el corzo y el cervatillo).
La cierva en particular se ve generalmente temprano por la mañana. Con los primeros rayos
del día estos animalitos brincan y corretean con ligereza, lamiendo el rocío y mordiendo las
hojas más suculentas. Es una de las criaturas más hermosas que Dios ha formado, y a la vez
de las más indefensas. Sus únicos medios de supervivencia son su olfato tan perceptivo y su
velocidad. Sus enemigos abundan en ese reino sangriento de diente y garra.
Esta, pues, es la figura empleada en el Salmo 22, como hemos visto en su título. Se hace
mención de cuatro enemigos de la cierva:
Los fuertes toros de Basán, 22.12. El profeta Amós (4.1) compara los líderes de la nación a
las vacas de Basán, y les reprocha severamente por oprimir a los pobres y quebrantar a los
menesterosos. Corresponden a los principales sacerdotes y los escribas, a Anás y Caifás,
quienes fueron responsables por el arresto y juicio ilegal de Cristo, y quienes le entregaron a
Pilato y el gobierno romano para ser muerto. Ellos clamaron: “Su sangre sea sobre nosotros,
y sobre nuestros hijos”, y allí queda hasta el día de hoy. Será quitada en días venideros, pero
sólo cuando, en su venida, ellos verán a aquél a quien traspasaron y confiesan su pecado en
verdadero arrepentimiento. En ese entonces les será abierto un manantial para la purificación
del pecado y la inmundicia, Zacarías 12.10 al 13.1.
Los búfalos, 22.21. Se trata del toro montés con sus enormes cuernos en ramales, con puntas
como agujas. [ Nota: Las varias versiones en español hablan de los búfalos, uros, unicornios
y toros salvajes.] Los verdugos solían echar mano a las miserables víctimas, atar sus pies y
hombros a estos temibles cuernos y soltar las bestias a correr en el desierto hasta que
murieran los pobres que llevaban a cuestas. Esta es la figura empleada aquí. La crucifixión
era como atar a uno a los cuernos de esta fiera.
El búfalo salvaje que conocí en el África es de las bestias más feroces de la selva. Es
poderosísimo. Al sentirse molesto o provocado, es capaz de emplear su enorme cabeza y
cuernos para reducir su víctima a mera pulpa.
21
Estos toros monteses nos hacen pensar en la multitud que se reunió antes que Jesús fuese
llevado al Calvario: “¡Sea crucificado! ¡Sea crucificado! No queremos que éste reine sobre
nosotros”. Hay pocas circunstancias tan peligrosas como una muchedumbre fuera de control.
El perro, mencionado dos veces. En el versículo 16 está en el plural: “Perros me han rodeado,
me ha cercado cuadrilla de malignos; horadaron mis manos y mis pies”. Esta podría ser una
referencia a los soldados romanos, quienes llevaron a cabo la crucifixión. Luego el versículo
20 dice: “Libra del poder del perro mi vida”. Esto podría aplicarse a Pilato, quien le consignó
a Jesús a la muerte de cruz, no obstante haber dicho que no hallaba falta en Él.
Pilato era el representante oficial del poder y autoridad de Roma. Por regla general el perro
en las Escrituras se refiere al gentil. ¡Cuán perfectamente el hombre se reveló ante la cruz!
Los perros se reúnen allí, descorazonados, sin vergüenza, inmundos, buscando despojos del
cadáver, persiguiendo en pandillas como una asamblea de malvados.
El león: Satanás es llamado un león rugiente en 1 Pedro 5.8. Dios había abandonado a su Hijo
en esas densas tinieblas, y la ayuda angélica estaba ausente. Pero Satanás estaba allí con sus
huestes. Le había dejado por un tiempo después de las tentaciones en el desierto, pero ya
había vuelto al ataque. Él entró personalmente en Judas para realizar su nefasta obra, Juan
13.27, pero luego en la cruz llevó a cabo su embestida final.
Hay un pasaje importante en Colosenses 2.14,15 que afirma claramente que no sólo Satanás
estaba allí sino también las huestes del infierno. “Despojando a los principales y a las
potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz”.
Los cuernos del búfalo, la pata del perro y la boca del león son armas peligrosas, pero
ninguno de éstos llevó a la muerte al divino Corzo de la Aurora. Él pudo más que ellos.
La espada: “Libra de la espada mi alma”, 22.20. Se hundió en el seno del Buen Pastor la
espada de la justicia divina. “Levántate, oh espada, contra el pastor, y contra el hombre
compañero mío”, dice Jehová de los ejércitos. “Hiere al pastor, y serán dispersadas las
ovejas; y haré volver mi mano contra los pequeñitos”, Zacarías 13.7.
“Me has puesto en el polvo de la muerte”, dice en el 22.15. El polvo en este pasaje es aphar,
y efectivamente se traduce este término como polvo por regla general. Pero en Números
19.17 se toma la ceniza de la vaca alazana para la purificación del pecado. Es el mismo
término. El Señor fue llevado al polvo, la ceniza, de la muerte para nuestra purificación.
2. La aplicación mesiánica
(i) Yo soy gusano, 22.6. Esta palabra es tolaath en hebreo, figurando treinta y un veces en el
Antiguo Testamento y traducida muchas veces como carmesí. Se aplica especialmente al
coco bacteriológico del cual se sacaba el tinte escarlata para las telas del tabernáculo. Se la
emplea por cierto en Isaías 1.18 al hablar de los pecados tan rojos como el carmesí.
Henry Ironside escribió: “El tola del oriente es un gusanito algo parecido a la cochinilla de
México que se alimenta de cierto tipo de cacto. El pueblo sacude esta matica hasta que las
cochinillas caen en una palangana y luego exprimen los insectos; la sangre de la cochinilla es
el tinte brillante que se emplea en las telas tan coloridas de ese pueblo.
En Palestina y Siria se emplea la tola de la misma manera para producir una tinta permanente
de color escarlata. Era muy costoso y usado sólo en la vestimenta de los ricos. Una y otra vez
se hace referencia a esto en las Escrituras. Saúl vestía las doncellas de Israel de escarlata, y
Nabucodonosor vistió a Daniel de púrpura.
El carmesí es, propiamente dicho, el esplendor del gusano. Y, el Señor Jesús dice, «Yo soy
gusano; soy el tola.» Él tuvo que ser estrujado en la muerte para que usted y yo fuésemos
vestidos de gloria. Las vestiduras espléndidas de nuestra salvación son producto de su
sufrimiento y muerte”.
Este título, gusano, nos hace recordar su humillación a manos de hombre. A su título Él
agrega, “y no hombre”, loish. No es que Él no sea hombre, sino que se hizo nadie en
22
contraste con ser alguien: una persona distinta. “No temas, gusano de Jacob, yo soy tu
socorro”, Isaías 41.14. Claro, el Santo de Israel puede ver a su pueblo en toda su debilidad e
indignidad, porque Él mismo al polvo se humilló. Se hizo “gusano, y no hombre”.
(ii) Mi vida. “Libra del poder del perro mi vida”, 22.20. De nuevo la traducción nos falla. Es
difícil captar la idea con sólo leer mi vida. Mejor la versión de 1909: mi única. Otras dan mi
solitaria. No es que Él quería que su vida fuese salvada, sino que Él era y es la vida, el “alma
única”, como dicen algunas versiones romanas. Se trata de un título, y por esto son superiores
las traducciones que ponen la coma: “Libra del poder del perro, mi vida”.
La Versión de los Setenta emplea en el griego el vocablo monagenes. Esta es la palabra que
el apóstol Juan utilizaría unos años más tarde al hablar del Señor Jesucristo como “el
unigénito”. Se la usa con referencia a Isaac: “Toma ahora tu hijo, tu único”. El Señor Jesús es
el Hijo único, el solo-engendrado, en su deidad; es el primogénito (el primer nacido) en su
resurrección de entre los muertos. Así, si el gusano habla de su humanidad y humillación, su
título de vida o único enfatiza su dignidad y deidad.
(iii) El que dirige la alabanza. “Anunciaré tu nombre a mis hermanos; en medio de la
congregación te alabaré”, 22.22. Este es claramente el lenguaje de la resurrección. “Vé a mis
hermanos”, dijo Él a María Magdalena en esa mañana gloriosa de su resurrección, “y diles:
Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios”. Aquí Él declara el nombre.
En Hebreos 2 leemos que Él no se avergonzó de llamar hermanos a los santificados de esta
época, y enseguida se cita este pasaje del salmo: “ en medio de la congregación te alabaré”.
Pero Él no es tan sólo el dirigente de la alabanza en la Iglesia en el tiempo presente; el pasaje
señala adelante al Apocalipsis capítulo 5 y la gran sinfonía de adoración descrita allí, cuando
el Cordero en medio del trono será adorado por las huestes innumerables.
(iv) El gobernador de las naciones. “él regirá las naciones”, 22.28. La parte final del salmo
habla de los días milenarios cuando el gobierno estará sobre su hombro y Él reinará de mar a
mar y desde el río hasta los fines de la tierra. Por vez primera este pobre, sufrido mundo
contará con un gobierno libre de corrupción y opresión.
3. La aplicación histórica
Otro ha señalado que este salmo contiene treinta y tres profecías que se cumplieron en el
Calvario. Cuán trágico es que aun así Israel siga ciego ante su mensaje. El capítulo 53 de
Isaías no es leído en sus sinagogas y el Salmo 22 no es objeto de comentario. Es roca de
ofensa y piedra de tropiezo.
El Salmo comienza con una exclamación en la cruz: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
desamparado?” 22.1, Mateo 27.46, Marcos 15.34. Termina con otra: “ él hizo esto”, 22.31, o,
“Consumado es” en Juan 19.30.
Su nacimiento se trata en cuatro declaraciones en los versículos 9 y 10:
Tú eres el que me sacó del vientre;
Me hizo estar confiado desde que estaba a los pechos de mi madre;
Sobre ti fui echado antes de nacer;
Desde el vientre de mi madre, tú eres mi Dios.
Su rechazamiento por Israel se señala en 22.6 al 8: “gusano, y no hombre; oprobio de los
hombres”. “Se encomendó a Jehová; líbrele él; sálvele, puesto que en él se complacía”.
Ahora, entre el “clamor del huérfano” en el primer versículo y la proclama de triunfo en el
último versículo, encontramos cinco facetas distintas de la vergüenza del Calvario:
Los lapsos de luz y tinieblas en el versículo 2: “clamo de día y de noche”.
“Desde la hora sexta cerca de la hora novena”, Mateo 27.46.
La burla en el versículo 8: “líbrele él”. Las palabras textuales están en Mateo 27.43:
“Confió en Dios; líbrele ahora si le quiere”.
23
El despojo de la ropa en el versículo 18: Se cumplió hasta el menor detalle la rifa
de su túnica. “Sobre mi ropa echaron suertes”. “Echemos suertes sobre ella, a ver
de quién será”, Juan 19.24.
Las manos y los pies horadados en el versículo 16: Dice Juan 19.34 al 37
que su bendito costado fue traspasado también, y que mirarán al que traspasaron.
Su sed, mencionada en los versículos 14, 15 y de nuevo en el 69.21: “Mi lengua se
pegó a mi paladar”. “En mi sed me dieron a beber vinagre”. Fue cumplido tal cual:
“empaparon en vinagre una esponja, y se la acercaron a la boca”, Juan 19.28 al 30.
Su resurrección se señala en el clamor victorioso al final del versículo. Como hemos
indicado, la idea es “ya me has librado”. Dice Hebreos 5.7 que “Cristo, en los días
de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía
librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente”. Él no fue salvado de
la muerte sino de entre la muerte.
4. La aplicación profética
Desde el versículo 22 hasta el final, el horizonte va ampliándose hasta que en el versículo 27
todos los confines de la tierra se acuerdan y vuelven al Señor.
Primeramente hay “la congregación”, la cual se aplica en Hebreos 2.12 a los creyentes de la
dispensación presente, o sea, la Iglesia. Somos sus hermanos, y somos copartícipes de todas
las bendiciones que fluyen de su muerte expiatoria en la cruz.
Luego, hay la descendencia de Jacob, Israel. El judío de hoy es incrédulo; está en la
condición lo-ammi (“no pueblo mío”, Oseas 1.9). Pero viene día cuando él será restaurado y
traído de nuevo a una relación contractual con Jehová. Mirarán a aquel que traspasaron, y el
olivo volverá a dar fruto para Dios.
Finalmente, todos los extremos de la tierra volverán al Señor, 22.27, y todas las familias de
las naciones adorarán delante de Él.
Las bendiciones del Calvario no pueden ser limitadas a sólo la Iglesia o al judío. Su poder
creciente resultará a la postre en la constitución del reino. ¡El varón de dolores, rechazado en
el Calvario, se convertirá en el Rey de reyes y el Señor de señores! “Hubo grandes voces en
el cielo, que decían: Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y
él reinará por los siglos de los siglos”, Apocalipsis 11.15.
En ese día habrá alabanza universal, adoración sin fin y una plenitud absoluta; “comerán y
adorarán todos los poderosos de la tierra”, 22.29. La cruz será el manan-tial de bendición
material además de la fuente para la necesidad espiritual.
El Salmo concluye con una simiente espiritual, ya que cada generación suce-siva está oyendo
el mensaje glorioso de la cruz: “El hizo esto”, a saber: “Consu-mado es”.
Hay siete citas del Salmo 69 en el Nuevo Testamento que se refieren al Mesías, de manera
que estamos sobre terreno seguro al decir que se trata de un salmo mesiánico.
La palabra clave está en el 69. 4: “¿He de pagar lo que no robé?” Él pagó el precio y sufrió la
pena del pecado. Añadió la quinta parte, resarciendo los pecados del mundo. Su muerte
expiatoria fue el cumplimiento del sacrificio por la culpa en Levítico 5.1 al 6.7.
El título es: “Al músico principal; sobre Lirios. Salmo de David”. La palabra shoshannim
quiere decir lirios. Estos crecen frecuentemente en fango y barro —el cieno profundo del
segundo versículo.
24
Los cuatro salmos que llevan este título se asociaban tradicionalmente con la primavera y la
época de la pascua. Un escritor en Israel describe el lirio como adornando los valles y
generalmente encontrado entre espinos. Nada hace más contraste que el suave y abundante
lirio en toda su hermosura y la masa de cardos en derredor.
Este cuadro nos habla de la pureza de nuestro Señor en un mundo donde abundan las espinas
de maldición. En el Calvario se le ciñó de una corona de espinas. En contraste tenemos el
lirio con su forma perfecta, pureza inmaculada, color vivo y aroma fragante. En el Cantar de
los Cantares el lirio indica lo que piensa el Señor de su pueblo, pero en los Salmos hace saber
lo que ellos piensan de Él.
En las Escrituras se encuentra el lirio en cuatro lugares, correspondiendo a los cuatro salmos
donde encontramos este título:
el lirio del valle: la cruz, Salmo 69;
el lirio del campo: Salomón en toda su gloria, Mateo 6.28, Salmo 45;
el lirio entre espinas: las pruebas y tribulaciones, Salmo 80;
el lirio en el huerto: testimonio y victoria, Salmo 60
La Versión de los Setenta traduce shoshannim como “aquellos que serán cambiados por ver
la hermosura inmortal de la resurrección”.
El Salmo se divide en cinco partes:
El sufrido y su tristeza, 69.1 al 12;
El refugio / santuario; del llorar al orar, 69.13 al 18;
La cruz; el corazón quebrantado, 69.19 al 21;
La imprecación sobre Judas y la nación, 69.22 al 28;
El cántico y la simiente, 69.29 al 36
25
El sacrificio de la culpa
Él no quitó nuestra inocencia, nuestra comunión con Dios, ni el dominio que fue enco-
mendado al hombre antes de la caída. Pero en su gran obra de redención, reconciliación y
restitución, Él ha restaurado todo lo que Adán perdió en la caída.
El pecado es la cosa más costosa en el universo. Sólo la sangre de Jesucristo es de mayor
valor. Para comprender el desastre que ha venido a causa del pecado, tenemos que explorar
tres grandes océanos: el océano trágico del sufrimiento humano desde la caída; el océano
insondable del sufrimiento del Salvador en la cruz; el océano interminable de los perdidos en
el Hades y el lago de fuego.
En el sacrificio por la culpa (Levítico 6.1 al 7, 7.1 al 7, etc). hay tres partes que han sufrido
daño:
las cosas santas de Jehová. La honra de Dios ha sido afrentada.
las normas de los diez mandamientos. La ley ha sido infringida.
el prójimo. Él había sufrido en una o más de cinco áreas.
Veamos estos cinco daños al prójimo, especificados en Levítico 6.2,3.
1 En las cosas entregadas para ser cuidadas, y en mentira sobre lo que se había hecho con
ellas. Esto se podría aplicar a la persona a quien se ha encomendado dinero pero lo malversa.
2 En comunión; por ejemplo, un socio en el negocio; el hombre que confía en su hermano y
no prepara un escrito para definir las responsabilidades de cada cual. Al ser defraudado, no
tiene reclamo.
3 Una cosa arrebatada violentamente. La viña de Nabot es un ejemplo. Cubre el caso del
hombre que negocia exageradamente en su bien propio.
4 El engaño al prójimo. Ejemplos: la bancarrota fraudulenta, o el no pagar el impuesto sobre
la renta que es debido.
5 El que encuentra lo extraviado y dice mentira al respecto. Ejemplos: robar al patrón de sus
herramientas, o aun del tiempo en que uno debe estar trabajando. Es la codicia amparada por
el engaño.
Descubierta la ofensa, la ley exigía la restauración de lo robado. Moisés, el administrador de
la ley, evaluaba la pérdida sufrida, y luego se procedía con la restitución en la moneda del
santuario. Era preciso cubrir no sólo el monto tasado, sino añadir un 20% a éste.
Acto seguido, se ofrecía un sacrificio a Dios; no un cordero sino un carnero, el líder del
rebaño, como en Génesis 22.13. Tratándose de una ofensa contra un prójimo, era requerido
efectuar la restauración primeramente y luego hacer el sacrificio ceremonial, Mateo 5.23.24.
1 La obra de Cristo
Al aplicar la ofrenda por la culpa a la obra de Cristo, tenemos que considerar primeramente el
valor infinito de la expiación efectuada. La propiciación se efectuó por el mundo entero,
según leemos en 1 Juan 2.1. “He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”,
dijo Juan Bautista. Cristo se dio a sí mismo en rescate por todos, leemos en 1 Timoteo 2.6. El
sacrificio y valor de la sangre preciosa eran infinitos.
Pero son eficaces, o tienen efecto, sólo en aquellos que creen; véase Romanos 3.22: “la
justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él”. La doctrina
de una expiación limitada es contraria a las Escrituras; el 20% añadido en la ofrenda por la
culpa aclara esto.
Hay una triple reconciliación. “ por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así (1) las
que están en la tierra como (2) las que están en los cielos y (3) a vosotros también “
Colosenses 1.20,21.
En cuanto a la restitución, en Hechos 3.21 leemos en nuestra traducción de los tiempos
futuros de “la restauración de todas las cosas”, pero es la restitución que se realizará en el
26
milenio. La historia bíblica no es tanto un círculo como un espiral. El capítulo 22 del
Apocalipsis habla de mejores cosas que el capítulo 2 del Génesis. No será tan sólo el hombre
en inocencia sino el hombre en perfecta conformidad a la imagen de Cristo. Él restituirá todo.
Volverán todas las cosas a la imagen y semejanza de Dios.
27
5 El cántico y la simiente, 69.29 al 36
La conclusión del Salmo corre en paralelo con los versículos finales del Salmo 22; el Sufrido
con su padecimiento es reemplazado por un canto de alabanza. El cantor pide en el versículo
29: “Tu salvación, oh Dios, me ponga en alto”. La respuesta está en la resurrección y
ascensión.
El Señor es el único entre los hijos de hombre que ha cantado a ambas orillas del océano de la
muerte. En el aposento alto Él condujo un coro de los once discípulos antes de salir al
Getsemaní y la muerte; Mateo 26.30. Aquí Él dirige el canto al otro lado: “Anunciaré tu
nombre a mis hermanos; en medio de la congregación te alabaré”, Salmo 22.22. Esto agrada
a Dios más que sacrificio de buey, o becerro que tienen cuernos y pezuñas.
La armonía del cántico alcanza a cuatro grupos entre el pueblo:
los oprimidos
los que buscan a Dios;
los menesterosos ;
los presos, 69.32,33.
Luego el cielo, la tierra, los mares y todo lo que se mueve en ellos. Finalmente, alcanza a
Israel, 35,36, hoy en incredulidad, pero en un tiempo por venir restaurado y perdonado.
La descendencia en el último versículo trae a la memoria la promesa a Abraham. El polvo de
la tierra, las estrellas en los cielos y la arena del mar nos hacen recordar la promesa de
Génesis 22.17. El lector estudioso querrá comparar esto con Salmo 22.22,30 e Isaías 6.13.
Salmo 16 La resurrección
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1. La senda de la fe; 16.1 al 7
La primera parte del salmo presenta cinco actitudes del Señor en su peregrinación sobre la
tierra. F.W. Grant lo llama el progreso del peregrino divino. Pero, a diferencia del
protagonista del gran libro de Juan Bunyan, este peregrino es perfecto; ¡Él no se desvió a
ningún pasto encantador al lado del camino!
(i) Su actitud hacia Dios, 16.1,2 -
“Guárdame, oh Dios, porque en ti he confiado”. El guardarse no necesariamente da a
entender que el peligro amenazaba. En los salmos se usa la expresión mayormente en el
sentido de cumplir con la voluntad de Dios, su verdad y sus preceptos.
Es provechoso observar que Dios está mencionado dieciséis veces en este Salmo: como
Jehová cuatro veces, ti y tú seis veces, Señor una vez, y luego las veces donde el pronombre
no está incluido en el texto en español: v.g., “(tú) mostrarás. Nueve veces se habla
directamente a Dios, manifestando que los ojos del que habla están puestos en Jehová para
protección, consejo y dirección.
Esta actitud de dependencia y sujeción a la voluntad del Padre es una que nuestro Señor
asumió voluntariamente al ser encarnado. Él nunca actuó en independencia. El pecado se
introdujo entre la humanidad en el Edén cuando Eva actuó independientemente de su cabeza,
Adán, y desde ese entonces el lenguaje de la anarquía ha sido: “Haré lo que quiero, iré
adonde quiero, y a nadie le corresponde decir nada”.
Básicamente, esto fue lo que Satanás perseguía al tentar al Señor en el desierto al comienzo
de su ministerio público. Él quería que el Señor actuara independientemente de la voluntad
del Padre. Pero donde nuestros primeros padres fracasaron, el postrer Adán venció
gloriosamente. En el 16.2 exclama: “O alma, mía, dijiste a Jehová, Tú eres mi Señor — mi
Adonai, mi señor y maestro supremo — y no hay nada para mí fuera de ti”. Dios era el
lindero del alcance de su visión.
(ii) Su actitud hacia el pueblo de Dios, 16.3 -
“Para los santos que están en la tierra, y para los íntegros, es toda mi complacencia. Íntegros
significa aquí “de excelencia moral”. El título “Su excelencia” corresponde al creyente más
humilde en vez de a los gobernantes de la tierra. El pueblo del Señor forma la aristocracia de
los cielos, la nobleza de más alto rango.
En los sombríos días de Malaquías había una compañía de “santos” e “íntegros”, y Dios lo
consideraba su especial tesoro, Malaquías 3.16. Un grupo similar existía trescientos años más
tarde cuando nuestro Señor vino a esta tierra. Había sus padres, gente humilde de la casa de
David; había Juan el Bautista, los pescadores que serían apóstoles, la familia en Betania y las
mujeres que le ministraron.
Observemos cómo concebía Moisés al pueblo de Dios. Cuando estaba bajo severa depresión
les llamó “rebeldes”, Números 20.10, pero cuando estaba por dejarles él escribió, “Bien-
aventurado tú pueblo salvo por Jehová”, Deuteronomio 32.29.
En el Seol -
Hay criterios opuestos en cuanto al sentido de las palabras “no dejarás mi alma en el Seol”.
La Biblia Anotada de Scofield, y un gran número de expositores ortodoxos de la Palabra,
entienden el pasaje literalmente; o sea, que el Señor descendió al Seol en el lapso entre su
muerte y resurrección. Este se llama en Lucas 16.22 el seno de Abraham, y es el lugar donde
se guardaban las almas de los santos del Antiguo Testamento que murieron en fe, hasta que
fue pagado el precio de su redención, la sangre preciosa de Cristo. No hay base para la idea
que Él ofreció, anunció allí, una segunda oportunidad para los que murieron en rebelión
contra Dios.
30
Las razones que sostienen esta interpretación son:
En Lucas 16.19 al 31 se describe el Seol, que es el Hades, como compuesto de dos
dependencias: el seno de Abraham para los santos, y el lugar de tormento para los
perdidos. Es un error grave dar sólo un sentido espiritual a estas palabras del Señor.
Los santos y otros del Antiguo Testamento “bajaron” en su muerte. Ejemplos: Jacob
en Génesis 37.35, Job en 14.13 al 15, Coré en Números 16.33. Samuel ascendió,
1 Samuel 28.15. No fue su cuerpo que vino, ya que estaba sepultado en Ramá, casi
cien kilómetros distante. Es cierto que Enoc y Elías fueron llevados arriba al cielo,
pero es claro que eran casos excepcionales.
Pedro dice que “David no subió a los cielos”, Hechos 2.34.
Nuestro Señor, una vez resucitado, dijo a María Magdalena” aún no he subido
a mi Padre”, Juan 20.17.
Leemos en Efesios 4.9,10 que “eso que subió” también había descendido
primeramente a las partes más bajas de la tierra”.
En su gloria el Cristo resucitado carga “las llaves de la muerte y del Hades”,
Apocalipsis 1.18.
Entendemos, por supuesto, que el estado intermedio no es el sepulcro. La sepultura es el
quebar o el shachath; estamos hablando del seol, hebreo, o el hades, griego. Es el mundo
invisible de los espíritus que se han marchado.
El segundo criterio sobre el pasaje (“no dejarás mi alma en el Seol”) es uno que sustentan
muchos otros estudiosos en la Palabra, también hombres distinguidos y respetados. Ellos
entienden que cuando nuestro Señor dijo, “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”, e
inclinó la cabeza en muerte, Él fue de una vez a estar con el Padre en el cielo, donde estuvo
entre su muerte y resurrección.
Ellos creen que los santos del Antiguo Testamento también fueron directamente a los cielos.
Las palabras consoladoras de David fueron: “En la casa de Jehová moraré por largos días”.
Es más: Enoc y Elías fueron arrebatados; Moisés y Elías se presentaron en gloria con el
Señor en el monte de la transfiguración.
Al que escribe estas líneas le parece que el peso de la evidencia está a favor del primero de
estos criterios; o sea, que nuestro Señor descendió al Seol donde los santos del Antiguo
Testamento estaban guardados, y que en su resurrección y ascensión Él les trasladó al paraíso
arriba donde están hoy día. Pero en cuestiones de esta índole, tengamos un amor mutuo y
tolerancia para los que están persuadidos de un criterio contrario al de uno.
La sepultura -
Hay unos detalles hermosos e interesantes en el Nuevo Testamento acerca de la sepultura de
Cristo. Es parte del Evangelio: “ y fue sepultado”, 1 Corintios 15.4. Encontramos en Levítico
16.10,11 el tipo (una ilustración) de su sepultura: “El sacerdote se pondrá su vestidura de
lino, y vestirá calzoncillos de lino sobre su cuerpo; y cuando el fuego hubiere consumido el
holocausto, apartará él las cenizas de sobre el altar, y las pondrá junto al altar. Después se
quitará sus vestiduras y se pondrá otras ropas, y sacará las cenizas fuera del campamento a un
lugar limpio”.
Contamos también con la profecía en Isaías 53: “Se dispuso con los impíos su sepultura, mas
con los ricos [el rico] fue en su muerte”. Probablemente se cavó un foso al pie de la cruz con
la idea de enterrarle sin consideración alguna. Pero Dios tenía otros planes. Los Evangelios
nos informan que José de Arimatea, un hombre rico, proveyó una tumba cavada en una peña,
y que otro discípulo secreto, Nicodemo, proveyó cien libras de mirra y áloes con que
embalsamar el cuerpo.
31
Una vez muerto el Señor, ninguna mano impía tocó su cuerpo. El hombre propuso que fuese
sepultado con impíos y malhechores, pero José dio el lugar y Nicodemo el perfume. En vez
de ser sepultado como un criminal, fue enterrado al estilo de rey; véase 2 Crónicas 16.14.
La senda -
“Me mostrarás la senda de la vida”, 16.11. Tanto Pedro como Pablo aplican estas palabras a
la resurrección de Cristo; Hechos 2.25 al 28 y 13.35.
Hay ocho pasajes en el Antiguo Testamento que enseñan claramente la resurrección del
cuerpo:
Génesis 22.5 Job 19.23 al 27
Salmo 16.11 Salmo 17.14,15
Daniel 12.2,3 Daniel 12.13
Oseas 13.14 Isaías 26.19
La resurrección de Cristo se menciona aproximadamente cien veces en el Nuevo Testamento;
ningún otro hecho de las Escrituras se trata con tanto cuidado meticuloso. En la historia de la
salvación, es el evento mejor autenticado y atestiguado; no es un arreglo a posteriori, ni una
modificación de la voluntad divina. Es primero y último el testimonio de los apóstoles.
Se ha llamado su resurrección corporal la piedra angular del cristianismo. Quitándola, todo se
cae. Dijo un brillante agnóstico inglés: “No hay por qué malgastar el tiempo discutiendo los
milagros. Si la resurrección queda en pie, todo está en pie. Si ésta se va, todo se va”. Sin la
resurrección, la crucifixión pierde sentido. Sin la resurrección, la muerte de Cristo es sólo la
de un mártir.
La resurrección de Cristo se atribuye a todos tres miembros de la Santa Trinidad: al Padre,
Romanos 6.4, Colosenses 2.12; al Hijo, Juan 10.18, Lucas 24 6,7; al Espíritu Santo, 1 Pedro
3.18, Romanos 8.11.
Es más: todos los cuatro Evangelios registran la resurrección, dedicando a este tema más
espacio que a cualquier otro excepto el juicio y la crucifixión. Cada uno de los cuatro termina
con una narración de las manifestaciones del Señor después de resucitado. Es ridícula y
superficial la acusación que hay contradicciones y discrepancias entre los diversos relatos;
ellos se encajan y complementan.
Él se manifestó diez veces y en cinco esferas:
en el huerto a una mujer que lloraba, María Magdalena. Cual Consolador,
el Señor le quitó las lágrimas, Juan 20.11 al 18.
en una carretera a dos discípulos desanimados y decepcionados. Cual Compañero en
el camino de la vida, Él les abrió las Escrituras y se reveló a ellos, Lucas 24.13 al 31
en un salón Él apareció en medio de sus discípulos temerosos; se manifestó como
el Centro de reunión de su pueblo, Juan 20.19 al 23.
a la ribera de un lago Él se presentó a Simón Pedro, el hombre que poco antes le había
negado. Él fue el Confesor que restauró y recomisionó a su seguidor errante,
Juan 21.15 al 17
a la cumbre de un monte, cual Comandante, Él despachó a sus discípulos, enviándoles
a predicar el evangelio en el mundo entero. “He aquí”, anunció, “yo estoy con
vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”.
Veintiunos veces se hace mención de la resurrección en Hechos de los Apóstoles. En todos
los discursos y prédicas apostólicas se encuentra la resurrección, no como un detalle
secundario sino como germen del mensaje. La función primaria de los apóstoles fue la de
testificar al hecho de la resurrección, y fue por hacerlo que fueron perseguidos y
encarcelados.
32
Los saduceos, quienes negaban la posibilidad de resurrección alguna, fueron los instigadores
primarios en este antagonismo. Más adelante Pablo recibió el mismo trato de los filósofos en
Atenas, Hechos 17.32, y de los gobernadores romanos. Él es el autor de la gran exposición
sobre la resurrección corporal de Cristo en 1 Corintios 15.
“En tu presencia hay plenitud de gozo”, 16.11. Fue por el gozo puesto delante de Él que Él
sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, Hebreos 12.2. Consumadas ya la muerte, sepultura
y resurrección, Él ascendió visiblemente a la diestra de Dios. Hubo aquí gozo enlazado con
pesar y tristeza, pero sólo regocijo allá. Su pueblo experimenta esta plenitud de gozo al estar
en comunión con Él; Juan 15.11. “Estas cosas os escribimos”, diría Juan al comienzo de su
primera epístola, “para que vuestro gozo sea cumplido”, ya que viene como comunión con el
Padre y el Hijo, y con el pueblo de Dios.
“Delicias a tu diestra para siempre”, termina nuestro salmo. Aquí se revierte la posición que
encontramos en el versículo 8 (“Jehová está a mi diestra”) Jehová estaba a su diestra en
comunión y consejo en la época de su senda de fe aquí abajo. Ahora está a la diestra del
Padre, en el sitio de poder, sacerdocio y regocijo.
Salmo 68 La ascensión
33
1 . Introducción; 68.1 al 6
El Salmo comienza con una cita, muy ligeramente modificada, de las palabras de Moisés
cuando Israel comenzó su viaje en el desierto: “Levántate, oh Jehová, y sean dispersos tus
enemigos, y huyan de tu presencia los que te aborrecen”, Números 10.35. El nombre Elohim
se usa seis veces en la introducción y veintiséis veces en el Salmo. Encontramos también el
majestuoso Jah en el versículo 4. Dos resultados de la guerra son las viudas y los huérfanos,
versículo 5, pero Dios los cuida.
35
Hay dieciséis pasajes en el Nuevo Testamento que hablan de la ascensión de Cristo; tres de
ellos son históricos y trece doctrinales. Lucas es el que narra tres hechos particulares:
36
En ese sentido primario, no contamos con apóstoles y profetas entre nosotros en estos
tiempos. En un sentido secundario, sí contamos con hombres enviados por Dios y capaces de
ministrar para edificación, exhortación y consolación, 1 Corintios 14.3. Además, tenemos en
el Nuevo Testamento la doctrina de los apóstoles y la revelación ya completa que Dios dio en
su Palabra. En este sentido, está presente entre nosotros hoy día el ministerio apostólico y
profético.
Damos gracias a Dios por la presencia de los otros tres dones: el evangelista, el pastor y el
maestro. Algunos han documentado de la manera siguiente unos ejemplos de estos tres
dones:
Evangelistas: ejemplo, Felipe; característica, móvil; esfera, el mundo; ilustrado por Merari.
Pastores: ejemplo, Timoteo; característica, estable; esfera, la iglesia local; ilustrado por
Gerson.
Maestros: ejemplo, Pablo; característica, capaz; esfera, la Iglesia universal; ilustrado
por Coat.
Estos tres hombres dotados de estos dones representan la necesidad imperiosa de la Iglesia de
Dios en nuestra generación. Posiblemente los últimos dos sean uno solo, ya que la palabra es
compuesta: pastor-y-maestro. Vivimos en un tiempo de mera superficialidad. Se ha dicho
que todo el ministerio verídico tiene tres ingredientes: un don sobrenatural que viene de Dios;
años de trabajo y estudio; y, una vida de experiencia en la escuela de las pruebas.
Finalmente, el Cristo ascendido otorga dones a la Iglesia con un propósito en vista. Es “a fin
de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de
Cristo”. La razón por qué se dan los dones es para que los demás sean entrenados para esa
obra, de manera que la Iglesia se propague a sí sola. El plan de Dios es que cada
congregación del pueblo del Señor sea una escuela de entrenamiento bíblico, de manera que
cada generación pase la tea a la próxima. Esta es la verdadera sucesión apostólica.
Salmo 45 El Rey-Esposo
El Salmo 45 es el séptimo en la serie, el centro y joya de los salmos mesiánicos. Hay seis en
el primer Libro, presentando una cristología básica: la encarnación, tentación, traición,
crucifixión, resurrección y gloria milenaria del Mesías. El Salmo 45 nos presenta las bodas
del Rey y las glorias que seguirán.
El título -
Al músico principal: O sea, el director de música en el templo. Este título figura a la
cabeza de cincuenta salmos. Las Escrituras hacen mención de tres de ellos: Asaf,
Hemán y Etán, pero a la postre Cristo será el músico principal de su pueblo.
Sobre lirios: Cuatro salmos llevan este título, y ellos corresponden a la primavera
y la época de la pascua. Ha pasado el invierno, y la primavera y verano han llegado
al mundo.
Masquil: Enseñanza, instrucción. Este título asocia el Salmo con los postreros días;
“ninguno de los impíos entenderá, pero los entendidos [ masquilim ] comprenderán”,
Daniel 12.10.
De los hijos de Coré: De, o para, la familia levítica del coro. Ellos eran testigos de la
gracia divina, como relata Números capítulo 16, y de ellos leemos en 1 Crónicas 6.31
al 33. Llevan este título once salmos en dos libros.
Canción de amores: Posiblemente “canción de amados” o “amantes”. En el 84.1 la
misma palabra es “amables”. Se usa especialmente con referencia a los que son
amados de Dios, como en Deuteronomio 33.12, “El amado de Jehová habitará
37
confiado cerca de él”. Se interpreta el título como “canción del amado”, en la Versión
de los Setenta y la Vulgata.
Tema y enseñanza -
Se ha aplicado el Salmo 45 a eventos contemporáneos, como por ejemplo el matrimonio de
Salomón a la hija de Faraón, pero bien dijo un escritor, “He aquí más que Salomón en este
lugar”. El comentario de Spurgeon fue: “Algunos ven tan sólo a Salomón en este salmo, pero
son miopes. Otros ven a Salomón y Cristo, pero son bizcos. Los ojos espirituales, bien
enfocados, ven tan sólo a Jesús”.
Hebreos 1.8,9 establece la interpretación mesiánica, citando los versículos 6 y 7 del Salmo.
La aplicación a Cristo en Hebreos deja sin consecuencia las demás interpretaciones. Vemos
aquí al Rey y su novia presentándose después de las bodas para tratar con sus enemigos y
reinar sobre las naciones.
Nos es presentado el Profeta en el Salmo 91, el Sacerdote en el 110 y el Rey aquí en el 45.
Los acontecimientos mundiales manifiestan que pronto se realizará lo que el Salmo presenta
en imagen. Su enseñanza es práctica además de devocional.
El rapto, la bema [el tribunal de Cristo], la cena de las bodas del Cordero, el apocalipsis y el
reino del Rey están todos en el programa profético, y pronto se dará comienzo al proceso con
la palabra dada por el Esposo.
El Salmo nos ofrece un cuadro profético de Cristo en su manifestación para reinar después de
la cena nupcial del Cordero, Apocalipsis 19. Él no encuentra el mundo aguardando su
llegada, ya que el mundo está en rebelión, Salmo 2, pero trae consigo espada y cetro.
El Salmo consta de dos partes principales además de su introducción y conclusión breves:
Introducción; versículo 1
La gloria del Esposo-Rey en cuatro aspectos; versículos 2 al 8
La belleza de la Esposa en cuatro aspectos; versículos 9 al 15
Conclusión — la bendición doble del Esposo; versículos 16 y 17
1. Introducción; versículo 1
Basta un solo versículo como prefacio, pero el locutor emplea cuatro figuras para expresar
sus sentimientos sobre el tema. Él se valdrá de todas sus facultades para ensalzar las glorias
del Rey.
su corazón es una fuente desbordante
su boca es de orador
su tema es la composición musical de poeta
su lengua es la pluma ligera del escribano.
Su gloria moral -
Se hace mención de dos factores: Él es el más hermoso de los hijos de los hombres, y la
gracia se derramó en sus labios. Estas consideraciones tratan de su persona y su ministerio;
de lo que es y lo que dijo.
“El más hermoso” es una expresión que el autor del salmo hizo para este caso solamente; se
dice que no tiene paralelo alguno en la construcción hebraica. Algunos traducen la idea como
“¡Hermoso, hermoso!” O sea, por mucho el destacado. Se le presenta en contraste con los
demás hijos de hombres, y es el prototipo. Es el hombre perfecto, típico y representativo,
tanto física como moralmente. Enoc, José y David no dan la talla.
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Cada nación y cada época ha tenido su héroe. Moisés, Nabucodonosor, Alejandro, César
Augusto, Sócrates: ellos representan el genio de un pueblo encarnado en un hombre—sea
Israel, Babilonia, u otra nación o raza. Pero éste no figura en esa clase. Es un Hombre fuera
de época, por encima de los tiempos; es el Dios-Hombre, hermoso en aspecto y en palabra.
“La gracia se derramó en tus labios”. Vemos primero el vaso y luego lo que está vertido en
él. Se selecciona a título de ejemplo un solo detalle de su vida y ministerio. Es el de Lucas
4.22: “Todos daban buen testimonio de él, y estaban maravillados de las palabras de gracia
que salían de su boca”. Su gloria moral estaba en equilibrio perfecto, tanto en gentileza con
indignación como en gracia con verdad.
Nosotros todos somos criaturas de extremos; éste, en cambio, era sabio pero sencillo, con
azote pero tierno, como las dos alas de un pájaro. Moisés era el hombre más manso en la
tierra, pero él habló imprudentemente. Cristo, en cambio, manifestó cortesía, consideración,
compasión y bondad. Se dice que gracia es la palabra más hermosa en nuestro idioma, pero
la encontramos sólo dos veces en Salmos. Está en los labios del Señor, y en el 84.11 es un
don que Dios da al peregrino.
Su gloria oficial -
Distinguimos cuatro puntos: su espada, cetro, trono y unción.
Vemos primeramente su gloria moral como Hombre y luego su gloria oficial como Rey. Aquí
se cambia la gracia de su ministerio público por la espada ceñida. Él gana el reino por la
conquista en vez del poder penetrante del evangelio. En su apocalipsis y epifanía le enfrentan
las fuerzas hostiles del infierno y del anticristo, descritas en Salmo 2.1 al 3. El conflicto se
describe gráficamente en Zacarías 14 y Apocalipsis 19.
Su cetro, representativo del poder y autoridad del gobierno, es la vara del pastor, convertida
ahora en vara de hierro para sus enemigos pero en cetro de oro para su pueblo. Él fue ungido
con óleo de alegría más que a sus compañeros. Tres veces David fue ungido rey:
primeramente en casa de su padre Isaí; luego cuando Saúl había muerto, sobre la tribu real de
Judá; y finalmente en Hebrón, sobre las doce tribus de Israel.
Nuestro Señor fue ungido dos veces cuando aquí sobre la tierra: una vez al comienzo de su
ministerio público, Lucas 7.38, y otra vez al final, Juan 12.3. El ungimiento con óleo de
alegría podría referirse a su consagración por el Espíritu Santo, Lucas 4.18. ¿Pero quiénes son
tus compañeros en el 45.7? Se ha sugerido que son los demás ocupantes del trono de David.
Algunos eran buenos y otros no, pero todos eran humanos, mientras que Él es divino.
Su gloria divina -
“Tu trono, oh Dios, es eterno y para siempre”, 45.6.
Este es uno de los pasajes más sobresalientes sobre la deidad del Rey. ¡Poco sorprende que
haya sido atacado! No es simplemente el trono que es eterno, sino la persona. Hebreos 1.8 es
específico en su aplicación del trozo a la persona del Señor Jesucristo: “Del Hijo dice: Tu
trono, oh Dios, por el siglo del siglo”.
39
Este himno, que comienza con Ropaje espléndido y divinal, fue escrito por Henry
Barraclough y en su forma original comienza con una mención específica de los palacios de
marfil. Su inspiración se debió a un sermón sobre Salmo 45.8. La versión en castellano capta
muy bien lo que veremos en el versículo 8, hablando de mirra, áloes y casia.
“… exhalan todos tus vestidos” En el versículo 8 Él sale de los palacios de marfil con una
sinfonía de instrumentos de cuerda, pero en el 15 Él entra en el palacio del rey con un cántico
de alegría y regocijo. (1 “Glorias magníficas Él dejó “ 2 “Con ropa hermosa vendrá otra vez”)
¿Cómo fue posible? Los vestidos dan la respuesta.
Cuando nació, los magos trajeron presentes de oro, incienso y mirra. Hubo fragancia en su
nacimiento y vida. Al ser sepultado Jesús, Nicodemo llevó cien libras de mirra y áloes para
derramarlas sobre el cuerpo santo. Hubo fragancia en su muerte, sepultura y resurrección; sus
vestidos santos exhalan especias.
“Está la reina a tu diestra”. Esta es consecuencia de su obra en la cruz. La mención de la reina
es el punto transicional entre las dos partes del Salmo.
Resumen -
En la descripción del Rey-Esposo encontramos su gloria moral como hombre, su gloria
oficial como Rey, su gloria divina como Dios y su gloria interventora como Esposo. Vemos
la excelencia de su persona, la equidad de su gobierno, la eternidad de su trono y el éxtasis de
su corazón. ¡Al único y sabio Dios, nuestro Salvador, sea gloria y majestad, imperio y
potencia, ahora y por todos los siglos!
Su nombre -
La reina, 45.9, es en hebreo la shegal, y no la malkah o la gebireh que se usan
corrientemente. Es una designación poco común para una persona de primera orden, pero se
usa en Daniel 5.2,3 y Nehemías 2.6 con referencia a las reinas persas o caldeas. Esto parece
sugerir que la reina aquí es de origen gentil. José y Booz son casos de grandes hombres entre
los judíos que tomaron esposas gentiles.
La interpretación más frecuente es que se trata de Israel, una vez perdonado y restaurado, en
su relación con el Mesías en los días milenarios. Pero esta interpretación es difícil, si no
imposible, en vista de la palabra usada para reina y del esbozo profético en Apocalipsis 19 al
22 en cuanto a las bodas del Cordero y la gloria subsiguiente en el reino milenario.
Es cierto que Israel gozará de una relación especial e íntima con el Mesías como un pueblo
terrenal y con una capital en Jerusalén, pero la esposa es la Iglesia, compuesta tanto de judío
como de gentil. Es en esta relación que ella reinará sobre la tierra en la Nueva Jerusalén que
procede, o se extiende, de Dios desde los cielos. Tanto Israel como la Iglesia tendrán una
relación gloriosa en relación con el Rey en el tiempo del milenio; y si podemos distinguir
entre uno y otro, la mayor parte de las dificultades desvanece.
Su séquito -
Las hijas de reyes estarán entre los ilustres, versículo 9, y las hijas de Tiro vendrán con
presentes, versículo 12. Son madrinas y damas de honor. Tiro era la ciudad reina del
comercio, y aquí ella viene, no con una cuenta a cobrar sino con un presente a dar en las
bodas. Los ricos ya no son orgullosos e imponentes sino humildes y suplicantes. ¡Un mundo
de diferencia, por cierto! Las vírgenes, sus compañeras, en el versículo 14 podrían
representar a las naciones gentiles, evangelizadas ya e incorporadas a la bendición milenaria
por medio de Israel.
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Su vestimenta -
“¡Toda gloriosa es la hija del rey en su morada!” [“Gloriosamente ataviada la hija del rey
espera adentro”, Versión Moderna ] En el versículo 9 ella tiene el oro de Ofir, hablándonos
de la justicia impartida: “Y con vestiduras blancas como luz, Miraré la gloria del Señor
Jesús”.
“De brocado de oro es su vestido”. Es el resultado del martillo y el fuego — la escuela del
sufrimiento. “Con vestidos bordados “ Tiene el adorno de una vida de servicio, puntada por
puntada. El lino fino es las acciones justas de los santos, Apocalipsis 19.3.
Su actitud -
Son cuatro los cargos en los versículos 10 y 11:
“Olvida tu pueblo, y la casa de tu padre”. Es la separación de Adán y su prole;
¡la vida antigua y sus costumbres! Compárese con la experiencia de Rut.
“Deseará el rey tu hermosura”. Es la comunión; ella es para Él no más.
“Inclínate a él”. La vida devocional de la esposa.
“El es tu señor”. Esta adoración es producto de una sujeción entera al Señor
y su Palabra.
Ella, entonces, oye, mira, inclina y olvida. Hay la elección, la decisión irrevocable, la
fidelidad consecuente, el camino elegido en el cual no hay regreso. “El que ama a padre o
madre más que a mí, no es digno de mí”, Mateo 10.37.
41
Salmo 24 El Rey de gloria
Se ha señalado a menudo que los Salmos 22, 23 y 24 constituyen un trío que abarca el
pasado, el presente y el futuro. Ellos hablan de Cristo como el que padeció, el que pastorea y
el que reinará, respectivamente. Nos hacen recordar el altar en el atrio del tabernáculo, la
mesa en el lugar santo y el trono en el lugar santísimo.
Se ha interpretado de tres maneras Salmo 24:
históricamente se refiere al traslado del arca a Sion,
2 Samuel 6
típicamente es un cuadro de la ascensión de Cristo. El gran oratorio de Handel, El
Mesías, lo emplea de esta manera.
proféticamente es un esbozo del regreso del Señor en gloria.
El Salmo presenta una escena terrenal, no celestial. El monte, la casa y el lugar santo son
sitios reales. El Salmo presupone un trono desocupado, el trono del dominio mundial, y un
reto en cuanto a quién se califica para ocuparlo. En las Escrituras hay varios tronos:
el trono de Dios se menciona varias veces en los dos Testamentos
el trono de la gracia, Hebreos 4.16, existe en la época actual
el trono de la gloria, Mateo 25.31, será para el juicio de las naciones
el trono grande y blanco, Apocalipsis 20.11, también es para juicio
el trono de Dios y del Cordero se menciona en Apocalipsis 22.1
Pero hay otro, y es terrenal; es el del dominio mundial. Por muchos siglos lo han ocupado los
gentiles; muchos son los tiranos aventureros y sedientos de sangre que han osado tenerlo por
suyo, pero hoy por hoy ese trono está desocupado. El Salmo 24 contesta la pregunta en
cuanto a quién tiene el derecho de sentarse allí.
El Salmo le llama el rey de gloria, un título encontrado cinco veces en este capítulo, pero en
ninguna otra parte de la Biblia. Hechos 7.2 hace mención del Dios de la gloria, 1 Corintios
2.8 del Señor de la gloria, Efesios 1.17 del Padre de gloria, pero sólo Salmo 24 del rey de
gloria.
El Salmo consta de dos partes, con la división señalada por el selah al final del versículo 6:
24.1 al 6, el reto y las credenciales para gobernar
24.7 al 10, el conquistador en la ciudad y el santuario
43
el Creador y Sustentador del universo, pero Pablo enseña también que Él es el Redentor y
Conciliador.
Cristo tiene no sólo las credenciales morales sino también el derecho al dominio mundial por
su obra en la creación y la redención.
Está asociada con Él una generación que busca su rostro; véase el versículo 6 donde el título
usado es “Dios de Jacob”. Hay otras escrituras donde se emplea Jacob en sentido figurativo,
como son Números 23.7 (Balac dijo: “Maldíceme a Jacob”), Deuteronomio 32.9 (“Jacob la
herencia de Jehová”), Salmo 44.4 (“Manda salvación a Jacob”) y 47.4 (“la hermosura de
Jacob”).
Parece que nuestro versículo encierra dos pensamientos distintos: aquellos que buscan a
Jehová son el Israel verdadero; y, cuando las naciones vean a Israel en busca de Dios, ellas
irán en pos de Israel. En cuanto a esta segunda idea, pensamos en Zacarías 8.23, “Iremos con
vosotros”, e Isaías 55.5, “Llamarás a gente que no conociste”.
44
un pollino de asna”. Ahora, cual mensajero del pacto, viene al templo súbitamente sobre
caballo blanco. De nuevo se oye el reto del heraldo: “Alzad, oh puertas, vuestras cabezas, y
alzaos vosotras, puertas eternas, y entrará el Rey de gloria”. De nuevo la indagación, esta vez
desde dentro del santuario: “¿Quién es este Rey de gloria?”
Y la respuesta majestuosa: “¡Jehová de los ejércitos [Señor Sabaoth], El es el Rey de la
gloria!” El título usado es el mismo de Isaías 6.5: “Han visto mis ojos al Rey, Jehová de los
ejércitos”. [Es el título que Martín Lutero emplea en su gran himno, Castillo fuerte es nuestro
Dios. Dice: “Jesús, el que venció en la cruz, Señor de Sabaoth”.] Entra el Rey; son suyos el
monte de Jehová y el lugar santo: casa y templo ocupados por el rey de la gloria.
Cuando nuestro Señor vino en humillación en su primer advenimiento, Él fue llamado el Rey
de los judíos, aun cuando le rechazaron aquellos que le tildaron así. En su manifestación en el
milenio Él será Rey de reyes y Señor de señores. Pero en su relación con su pueblo Él es el
Rey de gloria. Él será el sacerdote-rey: se sentará y dominará en su trono, y habrá sacerdote a
su lado, y Él llevará gloria, Zacarías 6.12,13.
Catorce veces se cita el Salmo 110 en el Nuevo Testamento—más que cualquier otro
pasaje—y en cada caso se lo aplica al Señor Jesucristo. No son sólo los apóstoles Pedro y
Pablo y el autor a la Epístola a los Hebreos que lo identifican así, sino que tenemos la
autoridad del Señor mismo, quien dijo que el Salmo fue escrito por David bajo la inspiración
del Espíritu Santo; Mateo 22.41 al 46.
Su argumento en cierta ocasión giró sobre estos dos puntos: que David fue el autor, y que el
Espíritu le mandó a llamar el Hijo su Señor. Los fariseos captaron estas ideas y no intentaron
disputarlas.
El Salmo sigue al 109, donde el Mesías se presenta como el “afligido y necesitado”. Aquí Él
es el Señor exaltado.
Otro ha dicho que el Salmo 110 nos da una clave para entender la historia. Aquel que puede
corregir las injusticias del mundo, calmar sus tempestades, romper sus ligaduras, sanar sus
heridas, enderezar sus recodos y alumbrar su penumbra, está sentado en los cielos porque no
hay lugar para Él en la tierra. Sentado allí a la diestra de Dios, un privilegio exclusivo del
Hijo y Heredero, Él espera pacientemente el tiempo cuando Dios intervendrá en la tierra,
colocando sus enemigos al estrado de sus pies.
El Salmo nos presenta tres cuadros magníficos de Cristo, terminando con un apéndice
maravilloso:
un sacerdote ensalzado a la diestra del Padre, versículo 1. Él está a la expectativa.
un rey-sacerdote con el mando a gobernar, versículos 2 al 4. Él está esplendente.
un juez que administra justicia a sus enemigos, versículos 5 y 6. Él es el triunfante.
como apéndice, en el versículo 7, Él se refresca y se yergue.
Hay dos órdenes que se destacan en los primeros versículos:
¡Siéntate!” Dos mil años sobre el trono del Padre.
¡Domina! Mil años sobre el trono milenario.
46
Como sacerdote ahora sobre su trono, Él realiza una obra tripartita en beneficio
de su pueblo:
Como abogado, se ocupa de nuestros pecados. “Si alguno hubiere pecado,
abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo”, 1 Juan 2.1.
Como intercesor, se ocupa de nuestras súplicas. “Este, por cuanto permanece para
siempre, tiene un sacerdocio inmutable; por lo cual puede salvar perpetuamente
a los que por Él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos”,
Hebreos 7.24,25
Como gran sumo sacerdote, se ocupa de nuestras tribulaciones. “Tenemos un sumo
sacerdote que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.
Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia
y hallar gracia para el oportuno socorro”, Hebreos 4.14 al 16
Si bien el sacerdocio de Cristo es según el orden de Aarón en cuanto a su sacrificio e
intercesión, a la vez está en contraste con ese ministerio terrenal. Aarón fracasó en muchos
aspectos. A él no le fue dado sentarse en las ceremonias; tuvo que realizar éstas año tras año;
a la postre puso esas vestiduras a un lado y fue vencido por la muerte. Nuestro gran sumo
sacerdote, en cambio, era sin pecado, se ha sentado sobre el trono y ha ofrecido un solo
sacrificio por los pecados para siempre.
Así, el primer versículo del Salmo abarca la obra sacerdotal de Cristo en el día de hoy pero se
extiende también a cuando los enemigos suyos estén debajo de sus pies cual entablado para
los mismos. Esto abarca el rapto, el tribunal de Cristo y la venida en gloria. Terminará este
lapso cuando Dios emita la segunda orden: “Domina en medio de tus enemigos”.
2. El Rey-Sacerdote, 110.2 al 4
La orden Siéntate en el versículo 1 es seguida por la de Domina en el 2. Esto nos dirige al
reino milenario de Cristo que se extenderá por mil años, Apocalipsis 20.1 al 6.
“Jehová enviará desde Sión la vara de tu poder”, dice. La vara aquí es la del pastor que se
convierte en cetro de oro a su pueblo pero vara de hierro a sus enemigos. Fue el símbolo de
autoridad para Moisés cuando él fue enviado por Dios a enfrentarse con Faraón. Con ella él
abrió las aguas del Mar Rojo y con ella golpeó la peña de la cual fluyeron las aguas vivas,
Éxodo 4.2,4, 7.19, 8.15,16, 14.16. Es una vara de hierro en Salmo 2.9 y Apocalipsis 2.27.
En una monarquía, el cetro se pone en la mano del rey o la reina en el día de su coronación
como símbolo de autoridad en el gobierno. En los días milenarios Cristo será monarca
absoluto con poderes supremos.
“Tu pueblo se te ofrecerá voluntariamente en el día de tu poder”, versículo 3. Esto se refiere a
una reliquia de judíos que le dará la bienvenida cuando Él venga en gloria para reinar. En su
primer advenimiento, Él vino a lo suyo [singular] pero los suyos [plural] no le recibieron,
Juan 1.11. Consumado ya el rapto de la Iglesia, Dios abrirá los ojos de un remanente de Israel
para que vean el sentido verdadero de Isaías 53 y la esperanza mesiánica.
Al estilo de la conversión dramática de Pablo en el camino a Damasco, ellos serán
iluminados por el Espíritu de Dios. Serán sellados y preservados durante los días de la
tribulación y constituirán el testimonio para Dios en la tierra durante “el tiempo de angustia
para Jacob”. Serán los predicadores del evangelio del reino, y en un sentido real serán
ofrendas voluntarias a Dios en su consagración y dedicación a Él.
No es fácil entender e interpretar la parte postrera del versículo: “en la hermosura de la
santidad. Desde el seno de la aurora tienes tú el rocío de tu juventud”. [Versión Moderna de
1883: “Tu pueblo se presentará como ofrendas voluntarias en el día de tu poder, ataviados
con los adornos de la santidad: como el rocío que cae del seno del alba, así te será tu valiente
juventud”].
47
“El seno de la aurora” es una frase poética que señala aquel amanecer sin nube cuando Cristo
vendrá en gloria y el Sol de justicia nacerá con salvación en sus alas. Es su manifestación, el
apocalipsis, la epifanía, el despliegue de su gloria descritos en Apocalipsis 19.11 al 16 y
Zacarías 14.3,4. Las huestes celestiales saldrán con el Cristo glorificado a su cabeza.
Se describe primeramente su séquito. La frase, “en la hermosura de la santidad” corresponde,
en lo que a su carácter se refiere, al atavío de los sacerdotes en vestimentas santas. Los
santos, quienes acompañarán a Cristo en el día de la manifestación de su gloria cual
Sacerdote-Rey, constituirán un sacerdocio real de por sí.
Dirigiéndose a su pueblo Israel, el Señor dijo en Éxodo 19.6: “Vosotros me seréis un reino de
sacerdotes, y gente santa”. Tocante a la Iglesia, Pedro escribió: “Sois linaje escogido, real
sacerdocio, nación santa”, 2.9. El apóstol Juan, en la dedicación inicial del Apocalipsis, dice:
“Al que nos amó y nos lavó de nuestros pecados con su sangre, y nos hizo reyes y sacerdotes
para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén”, 1.5,6.
“El rocío de tu juventud” se refiere, en la opinión de algunos, a esta compañía de
acompañantes sacerdotales, ya que ellos leen la frase como “tu juventud es para ti como
rocío”. [Véase la versión alternativa citada arriba.]
W.E. Vine, por ejemplo, comentó que “las partículas de rocío que brillan en el sol temprano
en la mañana reflejan en imagen la redondez del orbe celestial. Así, cada creyente brillará
esplendente en la semejanza del Hijo de Dios”. Max Isaac Reich escribió: “Son el ejército de
voluntarios, sacerdotes-guerreros cuyas armas no son carnales sino hermosas como el rocío,
renovadas constantemente como el rocío matinal, cada gota reflejando el sol en miniatura”.
Esto encaja con Apocalipsis 19.14: “Y los ejércitos celestiales, vestidos de lino finísimo,
blanco y limpio, le seguirán en caballos blancos”.
Pero posiblemente “el rocío de tu juventud” se refiere a Cristo mismo. En su ascensión Él
volvió a los cielos en el vigor de la vida, a los treinta y tres años de edad. Dos mil años no
han inscrito arrugas en su rostro. Para siempre jamás Él será el Varón perfecto y a la vez Rey
de reyes y Señor de señores.
El versículo 4 nos presenta el punto céntrico y mayor del Salmo: “Juró Jehová, y no se
arrepentirá: Tú eres sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec”.
Hay sólo tres escrituras que hablan de Melquisedec:
en Génesis 14.17 al 24, históricamente
en Salmo 110, proféticamente
en Hebreos 5 y 7, doctrinalmente
La característica sobresaliente de él es que era tanto un rey como un sacerdote. Aparece
súbitamente en el registro histórico, bendiciendo a Abram en el nombre del Dios Altísimo y
recibiendo diezmos de éste, y desaparece abruptamente también. Melquisedec era un
verdadero personaje histórico, pero el factor importante es esa combinación en él de
sacerdocio y realeza.
Son dos oficios que Dios ha separado en lo que al hombre se refiere. Uzías intentó realizar las
dos funciones, y Dios le castigó, y fue leproso hasta el día de su muerte, 2 Crónicas 26.16 al
23. El hecho es que Dios ha reservado para una sola cabeza la mitra sacerdotal junto con la
diadema real, y ésta es la cabeza de su Hijo amado.
Zacarías 6.12,13 nos cuenta: “He aquí el varón cuyo nombre es el Renuevo, el cual brotará de
sus raíces y edificará el templo de Jehová. El edificará el templo de Jehová, y él llevará
gloria, y se sentará y dominará en su trono, y habrá sacerdote a su lado; y consejo de paz
habrá entre ambos”.
La primera guerra, narrada en Génesis 14, donde apareció Melquisedec, es un cuadro de la
guerra mundial definitiva, la batalla de Armagedón. Cristo vendrá cual Sacerdote-Rey y, una
vez subyugados sus enemigos, recogerá su cetro y reinará de mar a mar.
48
3. El Juez, 110.6
La segunda venida de Cristo, revelada en el Nuevo Testamento, consiste en dos etapas. Él
viene primeramente para su esposa, la Iglesia, 1 Tesalonicenses 4.13 al 18, 1 Corintios 15.51
al 58. Esta es la parousia, la presencia de Cristo con los suyos. Luego viene la bema, el
tribunal de Cristo en los cielos, cuando se repartirán los galardones por servicio prestado
fielmente.
A la vez, habrá sobre la tierra una temporada de juicio sin comparación, que es el día del
Señor o la gran tribulación. El punto culminante será el encuentro de los ejércitos de las
naciones, coordinando ellos sus esfuerzos para tomar a Jerusalén. Su objetivo será la
aniquilación de Israel como “solución” definitiva de la cuestión de los judíos. La operación
será al estilo de los zamuros u otra ave de rapiña rodeando un caparazón; “donde quiera que
estuviere el cuerpo muerto, allí se juntarán las águilas”, Mateo 24.28. El petróleo del Medio
Oriente y los químicos del Mar Muerto serán despojos de guerra.
Aparentemente las Escrituras trazan este arreglo político: Las democracias occidentales
tendrán su sede en Roma y en el occidente serán encabezadas por el hombre de pecado del
Apocalipsis 13. La confederación noreste constará de Rusia y sus satélites en el extremo
norte. El rey del norte encabezará las naciones árabes al lindero norte de Israel, siendo ésta el
área de donde surgió el asirio, “el turbión del azote” de Isaías 28.15. El rey del sur vendrá de
Egipto con las fuerzas del África. Finalmente, habrá también los reyes del este con un ejército
de doscientos millones de hombres. ¡Qué combinación de poder y fuerza militar!
Todo dará a entender que la situación para Israel es imposible. “Yo reuniré a todas las
naciones para combatir contra Jerusalén; y la ciudad será tomada, y serán saqueadas las
casas, y violadas las mujeres; y la mitad de la ciudad irá en cautiverio, mas el resto del pueblo
no será cortado de la ciudad”, Zacarías 14.2.
En el momento crítico se abrirán los cielos y Cristo vendrá.
Prosigue el profeta: “Después saldrá Jehová y peleará con aquellas naciones, como peleó en
el día de la batalla. Y se afirmarán sus pies en aquel día sobre el monte de los Olivos, que
está en frente de Jerusalén al oriente; y el monte de los Olivos se partirá por en medio, hacia
el oriente y hacia el occidente, haciendo un valle muy grande; y la mitad del monte se
apartará hacia el norte, y la otra mitad hacia el sur Y vendrá Jehová mi Dios, y con él todos
los santos”.
El Salmo avisa en los versículos 5 y 6 que el Señor desatará cuatro golpes poderosos contra
sus enemigos en el Armagedón. Esa batalla tendrá lugar una vez que Él haya venido, según
leemos en Zacarías.
(1) Quebrantará a los reyes en el día de su ira.
Los dos líderes sobresalientes serán las dos bestias del Apocalipsis 13. El hombre de pecado,
la bestia que sale del mar, exigirá adoración universal y levantará su imagen en el templo en
Jerusalén. La segunda bestia es su secuaz, el falso profeta, el líder de los apóstatas en la
nación de Israel. El primer líder tiene su sede en Roma y el segundo en Jerusalén. Ambos
serán tomados vivos y lanzados al lago de fuego, Apocalipsis 19.19,20.
(2) Juzgará entre las naciones.
Terminada la batalla, se realizará el juicio de las naciones, Mateo 25.31 al 46: “Cuando el
Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en
su trono de gloria, y serán reunidos delante de él todas las naciones, apartará los unos de los
otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos. Y pondrá las ovejas a su derecha, y los
cabritos a su izquierda”.
Las naciones [¿gente; personas?] serán juzgadas conforme a lo que han hecho con los
mensajeros que les llevaron el evangelio del reino. Aquellas que recibieron el mensaje
procederán al reino, pero aquellas que rechazaron a Cristo en la persona de sus siervos
procederán al juicio eterno.
49
(3) Amontonará cadáveres.
Los capítulos 38 y 39 de Ezequiel describen una invasión de la tierra por Gog y Magog,
Mesec y Tubal, junto con fuerzas aliadas. Ellos vienen de “las regiones del norte”, 38.15.
Generalmente se entiende que este pasaje se refiere a Rusia y sus satélites. Ellos vienen a
tomar un botín y “sobre el pueblo recogido de entre las naciones”, 38.12. Pero una vez que el
Señor haya tratado con ellos, el entierro de los muertos se prolongará por siete meses y la
limpieza del terreno por igual número de años, Ezequiel 39.9 al 12, Apocalipsis 19.17 al 21.
(4) Quebrantará las cabezas en muchas tierras. [Mejor la Versión Moderna: “Magullará la
cabeza que domina sobre la ancha tierra”].
Los comentaristas, en su mayoría, aplican este trozo al hombre de pecado de 2 Tesa-
lonicenses 2.3 al 10, quien es la primera bestia del Apocalipsis 13. ¿Pero no sería aplicable
también al diablo mismo, el tercer miembro de la impía trinidad que es una caricatura de la
Trinidad divina?
Hay la primera bestia a quien se dirige la adoración, representando al Padre. Hay la segunda
bestia, el falso profeta, el que viene en nombre propio, el líder de la parte apóstata de Israel,
el anticristo, quien dirige adoración a la primera bestia y quien obra milagros delante de él.
Detrás de éste está aquel espíritu inmundo, el diablo, quien obra en ambos. Esos dos son
lanzados vivos al lago de fuego, pero el diablo está puesto bajo arresto y lanzado al abismo,
donde se le guarda durante el milenio.
Génesis 3.15 promete: “Pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la suya;
ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar”. La cabeza de Satanás fue herida en
el Calvario y, después de una última sublevación al final del milenio del cual él es líder, él
también será lanzado al lago de fuego donde están la bestia y el falso profeta, Apocalipsis
20.7 al 10.
4. Un apéndice, 110.7
“Del arroyo beberá en el camino, por lo cual levantará la cabeza”.
La cabeza levantada del Cristo conquistador está en contraste con la cabeza magullada del
versículo 6. En su humillación terrenal Él dijo, Lucas 9.58: “Las zorras tienen guaridas, y las
aves de los cielos nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene donde recostar la cabeza”.
La referencia a la bebida del arroyo en el camino puede ser a la ocasión cuando los tres-
cientos hombres de Gedeón, antes de entrar en batalla, lamieron el agua como un perro. En
vez de beber acostados, ellos guardaron vigilia, listos para enfrentar al enemigo; Jueces 7.5.
O, posiblemente David estaba pensando en su propia experiencia en la cueva de Adulam
cuando, rechazado y nostálgico, él reflexionó en voz alta, “¡Quién me diera a beber del agua
del pozo de Belén que está junto a la puerta!” Tres hombres valientes, sin haber sido
obligados a hacerlo, se levantaron para dejar la fogata, envainar sus espadas, penetrar la línea
de los filisteos y traer el agua a David.
Contemplando los tres que habían arriesgado sus vidas a favor suyo, David se negó a beber el
agua. Ese gesto de devoción había convertido simbólicamente el agua en sangre, y David lo
derramó como libación delante de Jehová, 2 Samuel 23.15 al 17. Él no olvidó aquella hazaña;
al llegar a ser rey, la misión de aquellos valientes recibió el galardón apropiado.
Y así es en el día de hoy. Por medio de alguna obra de devoción nosotros también podemos
dar de beber a nuestro David celestial, y un día veremos aquella Cabeza, de antaño coronada
de espinas, levantada en gloria y majestad.
50
Salmo 8 El postrer Adán
Se cita el Salmo 8 cuatro veces en el Nuevo Testamento, y siempre con referencia al Señor
Jesús.
Mateo 21.16 Al presentarse oficialmente en el templo como el Hijo de David, Él ahuyenta a
los cambistas. Los niños claman: “¡Hosanna al Hijo de David!” y en respuesta a las protestas
indignadas de los líderes, Él responde: “¿Nunca leísteis: De la boca de los niños y de los que
maman perfeccionaste la alabanza?” Todavía Dios es magnificado en la fe sencilla de los
menores, y sus cantos glorifican el nombre suyo.
1 Corintios 15.27 En este pasaje vemos el triunfo a la postre del Cristo resucitado y
glorificado, a quien se declara ser el segundo Hombre y el postrer Adán. “El fin” se describe
en cuatro etapas:
Cuando Él haya suprimido todo dominio, toda autoridad y potencia.
Cuando Él haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies. El postrer enemigo
a ser destruido es la muerte.
Cuando El Hijo mismo se haya sujetado al que le sujetó a Él todas las cosas.
Dios todo en todos.
Efesios 1.20 al 22 A la Cabeza de la Iglesia, resucitado, ascendido y entronado, con todo
debajo de sus pies, le es dada la primacía de su Iglesia que es su cuerpo y plenitud.
Hebreos 2.6 al 9 Esta porción presenta a Cristo como el postrer Adán coronado de gloria y de
honra, tomando la corona y el cetro que cayeron del primer Adán. En compañía con su
consorte, la Iglesia, Él ejerce dominio y soberanía sobre una creación redimida.
¡Qué tesoro de enseñanza y qué galaxia de glorias del Cristo resucitado nos presentan estos
cuatro pasajes!
El octavo salmo nos hace contemplar la gloria y majestad de Dios, luego nos lleva atrás al
huerto del Edén, y finalmente adelante a la época del milenio cuando el Mesías se sentará
sobre el trono para reinar sobre una creación restaurada.
El título del Salmo es Al músico principal; sobre Gitit. Salmo de David. Los comentaristas
judíos dicen que Gitit se deriva de Gat y se emplea aquí como instrumento musical. Otros
interpretan la palabra como “lagar”.
Hay hombres entendidos en las Escrituras que asignan los títulos, o ciertos de ellos, al salmo
anterior en cada caso, de manera que ponen como título al Salmo 8 aquel que figura como
encabezamiento del 9: sobre Mut-laben. Este título es “muerte del campeón”, a saber, Goliat.
Al ser así, la referencia podría ser al triunfo de David sobre Goliat, un cuadro elocuente del
triunfo de Cristo sobre Satanás en la tentación y la cruz. Donde el primer Adán cayó y perdió
el dominio bajo las sutilezas y la tentación del diablo, el postrer Adán triunfó gloriosamente.
52
le tiene en mente en sus propósitos eternos
le visita en la encarnación de su Hijo
le hace señorear sobre las obras de sus manos; le corona
Tenemos aquí al hombre en dignidad, dominio y destino. Estos versículos miran atrás
al capítulo 2 del Génesis y adelante al capítulo 2 de Hebreos.
En Génesis 2 el hombre fue hecho un poco menor que los ángeles. La palabra en hebreo es
elohim, el vocablo común para Dios. Este es el único caso donde se traduce “ángeles”, y en
Hebreos 2 asume este sentido. El hombre en inocencia fue puesto como vicerregente sobre la
creación de Dios. Fue creado en imagen y semejanza de Dios y dos veces le fue dicho que
ejerciera el dominio. Su área de mando abarcó cuatro esferas: los animales domésticos, las
bestias del campo, las aves del cielo y los peces del mar. En Génesis 2.19,20 él nombra a los
animales.
En su inocencia el hombre recibió cuatro grandes dones: la soberanía, el reposo, un cónyuge
y el servicio. El Edén era un medio ambiente perfecto. Le fueron dados cetro y corona; era
“rey de la creación”.
Pero en el capítulo 3 todo está perjudicado por la caída y sus consecuencias funestas. La
corona ha caído de su cabeza y el cetro está en el suelo. Tristemente, el escritor a los hebreos
reconoce, “Todavía no vemos que todas las cosas le sean sujetas”. Lo que sí vemos es una
creación que gime bajo la maldición. ¡El hombre teme al león, y aun al perro y al ratón! El
primer Adán y su prole han fracasado tristemente ante el mandato que recibieron.
En Hebreos capítulo 2 el escritor introduce el tema de la Cabeza de una creación nueva y una
familia nueva, mentando: “Vemos a aquel Jesús”. Encontramos aquí al segundo hombre, el
postrer Adán. En Hebreos 1 hay una declaración de su deidad que consta de siete citas del
Antiguo Testamento, mayormente de los salmos mesiánicos. Ahora en el segundo capítulo
vemos la gloria del Hijo del Hombre en siete facetas, respaldadas por cuatro profecías
mesiánicas. La mayor de éstas viene del Salmo 8.
El 2.5 habla de “el mundo venidero”, una expresión técnica que Hebreos emplea para el
milenio. Este no ha sido sujetado a los ángeles; ellos no han recibido dominio. Una vez
citados los versículos 4 al 8 de nuestro salmo, el escritor afirma que “todavía no vemos que
todas las cosas le sean sujetas”, y agrega en seguida: “Pero vemos a aquel que fue hecho un
poco menor que los ángeles, a Jesús, coronado de gloria y de honra”.
Él esboza cuatro eventos trascendentales que se cumplen Salmo 8, dos históricos y dos
proféticos:
hecho un poco menor que los ángeles. Esto fue con miras al padecimiento de la
muerte. De la encarnación a la crucifixión hubo un lapso de treinta y tres años.
coronado de gloria y de honra. Van dos mil años de gloria.
sobre las obras de tus manos. Mil años de coronación.
todo sujeto bajo sus pies. La consumación de todo en el estado eterno.
Durante la estadía del Hijo del Hombre aquí abajo quedaron demostrados su poder y
autoridad que están por venir:
sobre las fuerzas de la naturaleza. “reprendió al viento, y dijo al mar: Calla”, Marcos
4.39; “Llenad estas tinajas de agua”, Juan 2.7; “Recoged los pedazos que sobraron”,
6.12.
sobre las bestias. “estaba con las fieras”, Marcos 1.13; “hallaréis un pollino atado
traedlo”, Lucas 19.30.
sobre los peces y las aves: “Echa el anzuelo hallarás un estatero”, Mateo 17.27;
“Descendió el Espíritu en forma corporal, como paloma”, Lucas 3.22.
53
El título Hijo del Hombre; Salmo 8.4, Hebreos 2.6
El título Hijo del Hombre se emplea por vez primera en el Salmo 8 y se cita en Hebreos 2.6
con referencia al señorío de Cristo sobre la tierra, el mar y el aire. De esta posición cayó
Adán. La primera referencia en los evangelios lo encontramos en Mateo 8.20: “El Hijo del
Hombre no tiene donde recostar su cabeza”, manifestando que Él estaba rechazado en vez de
ejercer dominio.
Este título figura ochenta y cuatro veces en los Evangelios, cada vez en boca del Señor.
Indicaba su propiedad sobre el universo. Está estrechamente vinculado con su tentación en el
desierto, donde se repitió la escena del Edén, pero con la diferencia que el Hijo del Hombre
triunfó gloriosamente donde el primer hombre había fracasado miserablemente.
Cual Hijo del Hombre, le ha sido otorgada la autoridad para ejecutar juicio, Juan 5.27. Con
dos excepciones (la muerte de Esteban en Hechos 7.56 y el pasaje que hemos estudiado en
Hebreos 2), no se emplea el título más hasta el primer capítulo del Apocalipsis. Es
significativa su ausencia de las Epístolas.
Hijo del Hombre es el título prominente en los juicios del Apocalipsis. La última referencia a
éste, Apocalipsis 14.14, presenta al Señor en su venida, coronado de muchas diademas y la
hoz aguda en su mano, para asumir el mando. Dondequiera que se hace mención de su reino,
es el Hijo del Hombre que viene; un buen ejemplo es Daniel 7.13: “He aquí con las nubes del
cielo venía uno como un hijo de hombre”. Le son dados dominio, gloria y un reino. Por
consiguiente, entre los judíos éste era su título popular y oficial. Ezequiel lo emplea noventa
y tres veces para el hombre débil y corto de días en contraste con el Dios eterno.
Así, se emplea este título de cuatro maneras en las Escrituras:
el Hombre ideal; el prototipo que conquistó donde Adán fracasó. Salmo 8 y Hebreos 2
el Mesías; Daniel 7.13, Apocalipsis 14.14
la humanidad perfecta; el título favorito del Señor
el Rey y Juez que vendrá; el que asumirá el dominio mundial en el milenio.
Tres veces leemos en el Nuevo Testamento de todo puesto por debajo de los pies del Señor
Jesucristo. En Hebreos 2.5 al 15 lo dice en relación con su coronación de gloria y honra. En
Efesios 1.22 es en relación con Cristo y su Iglesia. En 1 Corintios 15.25 al 27 la referencia es
a su venida en gloria.
Bien ha dicho otro que la dignidad y el dominio otorgados al hombre en su creación y
coronación podrían ser encomendados a, y ejercidos por, solamente un hombre perfecto en su
carácter, sabiduría y poder. Ahora en Él, quien fue hecho Hijo del Hombre, hemos
encontrado el ser divinamente perfecto y perfectamente divino.
Bien, puede el salmista terminar su escrito con las palabras con las cuales comenzó su
alabanza al Señor: “¡Oh Jehová, Señor nuestro, cuán grande es tu nombre en toda la tierra!”
El segundo libro de los Salmos comienza con Salmo 42 y termina con éste. El Libro contiene
cuatro salmos que son claramente mesiánicos:
el 69, la cruz
el 68, la ascensión
el 45, el Rey-Esposo
el 72, el reino milenario
Muchos pasajes en el Antiguo Testamento predicen una época de paz universal y descanso
para este mundo atribulado:
54
El séptimo día de la creación, cuando Dios descansó de su obra, y la fiesta de
tabernáculos, la última en el almanaque de Israel, presentan esta paz en sentido típico.
Los reinados de David y Salomón, sobre doce tribus unidas, lo presentan desde
el punto de vista político.
El profeta Isaías, empleando lenguaje tan hermoso como en cualquier obra de
literatura, lo describe proféticamente. Hay cuatro pasajes en Isaías que tratan del
milenio: el capítulo 8; el 11; los capítulos 32 y 33; y también 65 y 66.
Ezequiel, Daniel y Zacarías contienen largas secciones sobre las glorias de este mismo
reino por venir.
Varios salmos hablan de estos mil años de gobierno mesiánico: 2, 8, 22, 24 y 95 al
100.
En el Nuevo Testamento, la escena de la transfiguración —Mateo 17.1 al 9 y Lucas 9.27 al
36— es una presentación para los discípulos de las glorias milenarias del Mesías. Seis veces
leemos en el Apocalipsis de “mil años”, refiriéndose al período cuando Satanás estará
encarcelado. Los que habrán sufrido bajo la persecución de la bestia, y habrán participado en
la primera resurrección, vivirán y reinarán con Cristo mil años.
En vista de toda esta evidencia acumulativa, es marcadamente sorprendente que hay gente
hoy día, llamada amilenialistas, que niegan la verdad del milenio, o espiritualizan el gran
hecho que el Mesías reinará literalmente en la ciudad de Jerusalén donde antes fue rechazado
y crucificado.
Salmo 72 no se cita textualmente en el Nuevo Testamento, pero en realidad recoge todos los
detalles tocantes a esta época gloriosa y los expresa poéticamente. Es en verdad un salmo
mesiánico, con seis temas:
Los juicios del Rey, 72.1 al 7
El alcance del reino, 72.8 al 11
La justicia del reino, 72.12 al 15
El efecto sobre la naturaleza, 72.16
La promesa a Abraham, 72.17 al 19
Las oraciones de David, 72.20
55
Durante el milenio, Jerusalén será la metrópoli del mundo. Tarsis era el extremo oeste para
los antiguos, y Sabá y Seba el lejano oriente. “Las costas” en las Escrituras significan, según
podemos entender, la parte occidental de Europa. La tierra que fue prometida a Abraham,
Génesis 15.18, se extendía “desde el río de Egipto hasta el río grande, el Eufrates”. Abarcaría
Líbano, Siria, Iraq, Irán y Arabia Saudita. “De mar a mar, y desde el río hasta los confines de
la tierra” sería desde el Mediterráneo hasta el Golfo Pérsico y desde el Nilo hasta el Eufrates.
Los linderos de la tierra de Emanuel en el milenio se trazan en Ezequiel 47.13 al 23, pero el
dominio del Mesías abarcará el mundo entero, norte, sur, este y oeste. Todo caerá bajo su
administración justa pero benévola. Las comunicaciones serán veloces y seguras.
La parábola de los talentos en Lucas 19.11 al 27 enseña que a los que entre nosotros han sido
fieles con el depósito encomendado en esta época de la Iglesia, les serán asignadas posiciones
de administración en el reino.
El autor del Salmo es Etán ezraíta, conocido también como Jedutún; véanse 1 Crónicas 25 y
16.41,42. Era uno de los consejeros más sabios de Salomón, 1 Reyes 4.31, y creemos que
sabía de lo que Dios había dicho a Salomón acerca de su pecado e idolatría, y que el reino le
sería quitado a su hijo, 11.9 al 13. Esta circunstancia echa luz sobre su ruego apasionado a
Jehová en la parte final del Salmo. Es posible que Etán haya sobrevivido a Salomón y visto el
desmembramiento del reino que él describe.
Es un salmo masquil, o de instrucción, y se divide en dos partes extensas:
El pacto en sí, basado en la fidelidad de Dios, 89.1 al 37
El fracaso por ahora y el cumplimiento futuro, 89.38 al 52
1. El pacto, 89.1 al 37
Los pactos que Dios celebró con su pueblo constituyen uno de los temas principales de las
Sagradas Escrituras. Cuatro de estos testamentos tienen que ver con la nación de Israel:
El pacto con Abraham trataba de simiente y tierra, Génesis 15
El pacto en el Sinaí se celebró con el pueblo de Israel en su redención de la esclavitud
en Egipto. Aquí se constituyó la nación y aquí se encomendaron al pueblo la ley y un
lugar para la adoración, a saber, el tabernáculo; Éxodo 19.25
El pacto del Palestino fue una advertencia contra la idolatría y el alejamiento, y una
promesa de restauración a la tierra en un tiempo futuro, Deuteronomio 28 al 30
El pacto con David fue la promesa de un reino, una dinastía y un trono que le sería
dado a él y a los suyos en perpetuidad, 2 Samuel 7.8 al 17
El Salmo 89 se ocupa principalmente del pacto sellado con David y su simiente. Los
versículos 3 y 4 lo mencionan en síntesis y los versículos 19 al 37 abundan sobre el tema. Se
basa en dos de los atributos de Dios: su fidelidad y su misericordia, cualidades mencionadas
siete veces cada una. Su fidelidad nos lleva atrás y su misericordia adelante. Hubo muchos
fracasos y pecado en la vida de David, como lo hay también entre el pueblo de Dios hoy día,
pero nosotros también podemos testificar de la fidelidad y misericordia de Dios, no obstante
nuestro pecado y falta de constancia.
En la exposición extensa sobre el pacto hay una referencia preciosa al Mesías quien procede
del linaje de David: “Yo también le pondré por primogénito, el más excelso de los reyes de la
tierra. Para siempre le conservaré mi misericordia, y mi pacto será firme con él. Pondré su
descendencia para siempre, y su trono como los días de los cielos”.
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Primogénito es un título que puede referirse tan sólo a Cristo. Pablo lo emplea en relación
con la creación y la redención. Al afirmar la gloria de Cristo en su deidad, dice en Colosenses
1: “El es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación. Porque en él fueron
creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e
invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por
medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten; y él es
la cabeza del cuerpo que es la iglesia, el que es el principio, el primogénito de entre los
muertos, para que en todo tenga la preeminencia; por cuanto agradó al Padre que en él
habitase toda plenitud”.
Obsérvese en el pasaje el doble uso del término: primogénito en creación y en resurrección.
Él no es una criatura sino el Creador y también el Redentor. Encontramos el vocablo de
nuevo en Apocalipsis 1.5: “Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de [entre] los muertos, y
el soberano de los reyes de la tierra”.
Él es también, según 89.27, “el más excelso de los reyes de la tierra”. Esto puede referirse tan
sólo al Emanuel: Isaías 7.13 al 15, 9.6,7, Miqueas 5.2.
Hay una advertencia en los versículos 31 y 32: “Si profanaren mis estatutos, y no guardaren
mis mandamientos, entonces castigaré con vara su rebelión, y con azotes sus iniquidades”. La
historia registra como esto se ha cumplido al pie de la letra. Los setenta años de cautiverio en
Babilonia, la dispersión subsiguiente a los fines de la tierra y los sufrimientos a manos de los
enemigos de los judíos, dan testimonio elocuente a la veracidad de la profecía.
Pero el pacto queda firme: “Mas no quitaré de él mi misericordia, ni falsearé mi verdad. No
olvidaré mi pacto, ni mudaré lo que ha salido de mis labios. Una vez he jurado por mi
santidad, y no mentiré a David”, 89.33 al 37.
Hebreos 1.10 al 12 es nuestra autoridad para considerar el Salmo 102 como mesiánico: “Tú,
oh Señor, en el principio fundaste la tierra, y los cielos son obra de tus manos. Ellos
perecerán, mas tú permaneces; y todos ellos se envejecerán como una vestidura, y como un
vestido los envolverás, y serán mudados; pero tú eres el mismo, y tus años no acabarán”.
Estas palabras, dirigidas al Hijo amado de Dios, son una cita de 102.25 al 27. Pero el título
del Salmo, “Oración del que sufre, cuando está angustiado, y delante de Jehová derrama su
lamento”, está en contraste con el último párrafo del mismo salmo. En el título y la primera
parte encontramos al solitario Varón de Dolores, ¡pero en la parte postrera al inmutable,
inalterable Dios Eterno!
El Salmo se divide en dos partes:
La oración del Hombre solitario y rechazado, 102.1 al 24
La respuesta del Dios Todopoderoso al Hijo eterno, 102.25 al 28
1. La oración, 102.1 al 24
Hay tres temas principales en la oración de este hombre divino: lamento, soledad y lo efímero
de la vida.
Su lamento -
Se trata de un diálogo entre el Padre y el Hijo. Se ha sugerido que el escenario de este diálogo
es el huerto del Getsemaní. Nos informa Hebreos 5.7,8 que Él, “en los días de su carne,
ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte,
fue oído a causa de su temor reverente. Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la
obediencia”. No podemos sondear las profundidades de aquella agonía en la cual su sudor era
como grandes gotas de sangre que caían a la tierra. Fue una transacción personal e íntima
entre Él y su Padre. En los primeros once versículos de este salmo, Él habla veintitrés veces
de mí, mi y me.
Su soledad -
Él emplea tres símiles:
soy semejante al pelícano
soy como el búho
soy como el pájaro.
El pelícano es el cuadro perfecto de la depresión, sentado a la orilla de la ciénaga con la
cabeza sobre el pecho. En su libro, The Land and the Book, Thompson lo describe en
derredor de un cierto lago en Israel, el único sitio donde lo encontraba, y comenta: “Es el ave
más sombría, más austera que jamás he visto”.
Este cuadro melancólico es seguido por el del búho, cuyo ululato triste se oye entre las
ruinas. Abatiéndose entre edificios abandonados y sobre los sepulcros, es la esencia del
adolorido. El gorrión, en cambio, es un pájaro sociable, pero cuando pierde su pareja es un
59
cuadro silencioso del abandono y la tristeza. Todos tres son emblemas de la extrema soledad.
Uno puede sentirse abandonado entre una muchedumbre; aun la metrópoli puede ser el lugar
más solitario sobre la tierra.
La soledad de Cristo en su vida aquí sobre la tierra se enfatiza en los Evangelios en cuatro
contextos por lo menos:
En el hogar: Él tenía como mínimo cuatro hermanos y dos hermanas, Marcos 6.3. Cuán
significantes son las palabras proféticas de Salmo 69.8: “Extraño he sido para mis hermanos,
y desconocido para los hijos de mi madre”. Aparentemente fue solamente después de la
resurrección que ellos creyeron; Hechos 1.1.4.
En la oración: En muchas ocasiones Él salió al lugar solitario a orar, como se enfatiza en el
Evangelio según Marcos 1.35, 6.46 y 14.32. En dos ocasiones por lo menos Él pasó una
noche entera en la oración: antes de escoger a los doce apóstoles, Lucas 6.12, y después del
asesinato de Juan el Bautista, Mateo 14.23. Sus períodos de sagrada comunión con el Padre
se pasaron en la soledad.
En el Getsemaní: En el huerto el grupo se dividió en tres: primeramente los ocho discípulos,
luego tres—Pedro, Jacobo y Juan—y el Señor, quien se retiró de ellos a distancia como de un
tiro de piedra, Lucas 22.41. Puesto de rodillas, oró a solas en su agonía.
En la cruz: En el aposento alto Él les había advertido a los discípulos: “Seréis esparcidos
cada uno por su lado, y me dejaréis solo”, Juan 16.32; pero había afirmado también: “El que
me envió, conmigo está; no me ha dejado solo el Padre”, 8.29.
Ahora Judas le había traicionado, Pedro le había negado y los demás habían huido. Pero la
cruz fue el colmo. Al ser crucificado, sus primeras palabras fueron, “Padre, perdónalos,
porque no saben lo que hacen”, y al final Él exclamó, “Padre, en tus manos encomiendo mi
espíritu”. Pero de en medio de las densas tinieblas Él clamó: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué
me has abandonado?” En su sufrimiento vicario para redimir, Él se encontró abandonado de
su Dios.
La vida efímera -
Él emplea tres símbolos de la brevedad de la vida: el humo en el versículo 3, la hierba en el 4
y el 11, y una sombra que se va, también en el 11. Su ruego en el versículo 24 es: “Dios mío,
no me cortes en la mitad de mis días”, y la respuesta a esto se encuentra en el 27: “Tus años
no se acabarán”.
La oración y su respuesta hacen resaltar nítidamente dos pasajes en el Antiguo Testamento:
“Después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, mas no por sí”, Daniel
9.26; y “Su generación, ¿quién la contará? Porque fue cortado de la tierra de los vivientes, y
por la rebelión de mi pueblo fue herido”, Isaías 53.8.
Pero aquí tenemos la promesa de nuevo: “Verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de
Jehová será en su mano prosperada”, 53.10. Su vida, en vez de prolongarse hasta los setenta
años contemplados en Salmo 90.10, fue cortada a los treinta y tres. La respuesta de su Padre
enfatiza su eternidad en contraste con el sueño efímero del mundo, que a nosotros parece ser
sólido y duradero.
2. La respuesta, 102.25 al 28
“Desde el principio tú fundaste la tierra, y los cielos son obra de tus manos. Ellos perecerán,
mas tú permanecerás; y todos ellos como una vestidura se envejecerán; como un vestido los
mudarás, y serán mudados; pero tú eres el mismo, y tus años no se acabarán”.
Son las palabras majestuosas que se citan en Hebreos 1 como aplicables a nuestro Señor.
Contrastan de un todo con el Varón solitario y abandonado, cortado en medio de sus días en
la primera parte del Salmo.
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Al contemplar nosotros la maravillosa creación de Dios en los cielos y la tierra, todo parece
permanente y duradero. Vienen y van las generaciones de hombres, y la duración de la vida
humana es tan corta en comparación con los años-luz de las estrellas y las galaxias de la Vía
Láctea. El olivo y la secuoya duran un milenio, pero estos árboles mueren también. Las
montañas y los océanos siguen y siguen, y uno llega a pensar que van a existir para siempre.
¡Pero no es así! La Palabra de Dios declara que ellos también se están envejeciendo, cual
vestidura gastada, y un día serán mudados.
Todo esto, se nos enseña, está en conformidad con la ciencia moderna. De acuerdo con una
ley de la termodinámica llamada la entropía, todo el universo se está gastando. El sol está
quemando toneladas astronómicas de materia cada segundo, y es sólo cuestión de tiempo
hasta que se consuma a sí mismo para quedar frío y muerto. El planeta nuestro se está
desnudando poco a poco de sus recursos, gracias a una población explosiva. El carbón, el
petróleo y los bosques se agotan a un rito siempre más acelerado. Los ríos, lagos y océanos
sufren envenenamiento químico a manos de la industria, y aun el aire y la atmósfera que
sostienen la vida han sido invadidos por las invenciones feas del hombre.
La vestidura se hace más andrajosa y raída. Pero la Biblia declara que habrá en un día futuro
cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales morará la justicia. Habrá orden en ellos; Isaías
65.17, Apocalipsis 21.1.
El apóstol Pedro ofrece un pasaje sobresaliente que describe cómo esto sucederá. Él declara
al final de su segunda epístola que “el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en la
cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la
tierra y las obras que en ella hay serán quemadas”. Él prosigue con una aplicación para
nosotros: “Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar
en santa y piadosa manera de vivir!” Y agrega: “Los cielos, encendiéndose, serán deshechos,
y los elementos, siendo quemados, se fundirán”.
En contraste a un mundo perecedero, el Dios eterno se dirige al Hijo Eterno: “Tú eres el
mismo, y tus años no se acabarán”.
Uno de los títulos del Mesías en Isaías 9.6 es “el Padre de la Eternidad”. En la eternidad
pasada Él era el Hijo Eterno, siendo en la forma de Dios; Filipenses 2.6. En la eternidad
futura, cual Pariente Cercano y Redentor, con su esposa a su lado, Él será todavía y siempre
el Hijo Eterno del Padre. Uno de los atributos de la Deidad es la inmutabilidad. “Eres el
mismo”. “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos”, Hebreos 13.8.
Bien escribió el himnista:
Hoy, ayer y por los siglos Cristo es siempre fiel.
Cambios hay, mas Cristo siempre permanece fiel.¡ Gloria pues a él !
Este es el último de los salmos mesiánicos. En él se resume la enseñanza de los demás salmos
mesiánicos, esbozando la historia de persecución antisemítica a lo largo de las edades y
terminando con la venida del Mesías para establecer su reino. El Salmo comienza y termina
con las mismas palabras de alabanza a Dios: “Alabad a Jehová, porque él es bueno; porque
para siempre es su misericordia”.
Es a la vez el cántico final de la Aleluya Egipcia, así llamada porque celebra la liberación de
Egipto, Salmo 114.1. La Aleluya consiste en seis salmos, el 113 al 118. David Baron, el
comentarista hebreo-cristiano, dice que se cantaba la Aleluya en las tres grandes fiestas: la
pascua, el pentecostés y la fiesta de tabernáculos.
61
En la pascua anual se cantaban los Salmos 113 y 114 antes de tomar la segunda copa, y los
cuatro restantes (115 al 118) al haberse tomado la cuarta copa, al final de la ceremonia. Es
muy probable que éste haya sido el himno cantado por nuestro Señor en Mateo 26.30. Es la
única ocasión mencionada en los relatos históricos de los cuatro Evangelios en que
encontramos a nuestro Señor cantando. En Mateo le encontramos ocupado en la predicación
y enseñanza; en Marcos Él está sirviendo; en Lucas le vemos orando; pero sólo aquí Él canta.
Es intensamente interesante estudiar las palabras y los sentimientos en el párrafo final de este
salmo. Nos proporcionan una comprensión de los pensamientos del Señor inmediatamente
antes de salir del aposento alumbrado para emprender su marcha al Getsemaní y la cruz. El
Salmo 118 ha debido estar muy en mente para el Señor en la última semana de su ministerio
público, ya que se hace referencia a este capítulo:
en su presentación pública en el templo. Mientras le rechazaba la nación en general,
los niños cantaron, “¡Hosanna al Hijo de David!” Mateo 21.9, Zacarías 9.9.
en la parábola de la viña, Mateo 21.42. Él citó los versículos 22 y 23 del Salmo,
que hablan de la piedra rechazada.
en su lamento sobre Jerusalén. Él exclamó, “Os digo que desde ahora no me veréis,
hasta que digáis: Bendito el que viene en el nombre del Señor”, Mateo 23.39.
Pedro cita el Salmo en Hechos 4.11 y también en 1 Pedro 2.7, y Pablo en Efesios 2.20,
confirmando nuestra autoridad para decir que se trata de un salmo mesiánico.
El Salmo consta de tres partes:
Tres grupos llamados a dar alabanza a Dios, 118.1 al 4
Una reseña histórica de los sufrimientos de Israel a lo largo de los siglos,
culminando en la gran tribulación, 118.5 al 18
La salvación al final cuando aparecerá el Mesías, 118.19 al 29
62
la angustia para Jacob; Jeremías 30.7. El sitio de Jerusalén en el año 70 fue un anticipo
pequeño de lo que sucederá al final. Israel será rodeado de nuevo por sus enemigos, y se
encontrará a punto de ser exterminado; pero, los cielos se abrirán en el momento crítico y el
Mesías vendrá para salvar.
Las naciones gentiles no han aprendido todavía la lección que la historia enseña, la que Israel
es la niña del ojo de Dios, su pueblo escogido. Quien ataca al pueblo de Israel le ataca a Dios
en un área muy sensitiva, y cosechará juicio veloz. ¡Hitler aprendió esto demasiado tarde!
Cuando Gran Bretaña protegía y ayudaba al judío, ella subió a la grandeza y se hizo un
imperio sobre el cual el sol nunca se ponía. Pero cuando cambió su política, y sus soldados
con bayonetas al desnudo le dieron la espalda al remanente torturado de Israel que huía de los
guetos de Europa a la tierra prometida, y embarcaron a esa gente rumbo a campamentos en el
Chipre, el futuro británico se hizo sombrío. Dentro de una generación, esa nación se ha vuelto
una potencia de tercer grado, hastiada de anarquía y caos económico.
Esta es la enseñanza de Salmo 118. Leemos cuatro veces en los versículos 10 al 12 que las
naciones rodearon o asediaron a Israel. “Me rodearon como abejas”, dice. El cumplimiento
definitivo de esta afirmación se verá en el Armagedón. El escenario para este último cerco de
la nación se está elaborando en tiempos modernos, pero el resultado será la derrota total de
las fuerzas del mal de parte del jinete del caballo blanco, el Mesías.
“Mejor es confiar en Jehová que confiar en el hombre. Mejor es confiar en Jehová que
confiar en príncipes”, 118.8. Se dice que estas palabras están en todo el medio de la Biblia.
En días anteriores, Israel buscó ayuda de Egipto y Asiria, sólo para salir decepcionado. En
tiempos modernos fue Gran Bretaña y la Declaración Valor. El brazo de la carne siempre ha
sido una caña cascada. En contraste, tres veces en los versículos 15 y 16 se hace mención de
“la diestra de Jehová”.
En el versículo 6 Israel puede decir, “Jehová está conmigo; no temeré lo que me pueda hacer
el hombre”. Este es el factor importante. El Señor (Jehová en el Antiguo Testamento) no está
al lado de los grandes batallones con sus armamentos y recursos sin límite, sino de los que
ponen su fe y confianza implícita en Él. “Mi fortaleza y mi cántico es Jal”, 118.14, es una cita
del cántico de salvación del Mar Rojo, Éxodo 15.2, y se lo cita de nuevo en el exquisito canto
del profeta sobre el triunfo milenario en Isaías 12.2.
La sección termina con una nota de victoria. “No moriré, sino que viviré, y contaré las obras
de Jal”, versículo 17. “Me castigó gravemente”, dice, “mas no me entregó a la muerte”. ¡Los
eventos en nuestros propios días en la escena política en el Medio Oriente manifiestan la
verdad de todo esto!
63
Las puertas -
En aquel día trágico de la semana del Calvario, montado el Señor sobre el pollino de asna, Él
se presentó en el templo, Mateo 21.2 al 10, y cumplió así la escritura profética en Zacarías
9.9: “Alégrate mucho, hija de Sión tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde, y cabalgando
sobre un asno”. El acontecimiento queda registrado en todos cuatro Evangelios. Robert
Anderson ha calculado que esto sucedió el último día de la semana 69 de la profecía al final
de Daniel capítulo 9, un hecho que señala la importancia de la presentación oficial en el
templo del Rey a la nación. Pero sabemos que fue rechazado. Abandonando el templo y la
ciudad, Él pronunció tristemente: “He aquí vuestra casa os es dejada desierta”, Mateo 23.38.
Acabad (“abandonado”) fue la leyenda escrita figurativamente; 1 Samuel 4.21, 22.
Pero viene día cuando los portones del templo y de la ciudad serán abiertas de par en par para
que entre el gran Conquistador. Él ocupará tanto el monte como la casa, y se cumplirá el
Salmo 24: “Alzad, oh puertas, vuestras cabezas, y alzaos vosotras, puertas eternas, y entrará
el Rey de gloria”.
La piedra
“La piedra que desecharon los edificadores ha venido a ser cabeza del ángulo. De parte de
Jehová es esto, y es cosa maravillosa a nuestros ojos”. En el Antiguo Testamento hay cuatro
referencias adicionales a la piedra / roca:
Los brazos de sus manos [de José] se fortalecieron por el nombre del Pastor,
la Roca de Israel, Génesis 49.24.
Yo he puesto en Sión por fundamento una piedra, piedra probada, angular, preciosa,
de cimiento estable, Isaías 28.16
Sobre esta única piedra hay siete ojos, Zacarías 3.9
Él sacará la primera piedra en aclamaciones de: Gracia, gracia a ella, Zacarías 4.7
El pasaje central es Mateo 21.42, donde nuestro Señor cita el Salmo 118 al relatar su parábola
de la viña. Es la ilustración de unos labradores que golpearon a los siervos y mataron al
heredero. Por lo tanto Él dijo: “El reino de Dios será quitado de vosotros, y será dado a gente
que produzca los frutos de él. Y el que cayere sobre esta piedra será quebrantado; y sobre
quien ella cayere, le desmenuzará”.
Más adelante se lo cita seis veces en el Nuevo Testamento, primeramente en relación con el
rechazamiento del Mesías de parte de Israel y luego en relación con la edificación de la
Iglesia de la cual Cristo es la cabeza principal del ángulo, y en la cual Él será la piedra
céntrica del arco. Pedro nos explica que cada creyente es una piedra viva en ese edificio;
véanse Hechos 4.11, 1 Pedro 2.4,8, Efesios 2.20.
64
El que viene -
Cerca del comienzo de la semana de la pasión, cuando nuestro Señor subió al templo cual
Rey, la muchedumbre voluble exclamó, “¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del
Señor!” Pero unos pocos días después, cuando las sombras comenzaron a extenderse y la cruz
se acercaba, Él exclamó, “¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que
te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos
debajo de las alas, y no quisiste! He aquí vuestra casa os es dejada desierta. Porque os digo
que desde ahora no me veréis, hasta que digáis: Bendito el que viene en el nombre del
Señor”.
Han transcurrido dos mil años desde que Él dijo eso, e Israel como nación continúa incrédula
y obcecada. El velo está todavía sobre su mente y sus ojos, pero se quitará al cumplirse
nuestros versículos.
La conversión nacional -
“Jehová es Dios, y nos ha dado luz”.
Se ha sugerido que la luz aquí es la gloria de Dios que había vuelto, pero puede haber otro
sentido al término. El apóstol Pablo relata en 1 Timoteo 1.15, que su conversión en el camino
a Damasco fue ejemplo para los que habían de creer para vida eterna. Lo que le sucedió a él
particularmente fue un delineamiento de lo que le sucedería a Israel nacionalmente. Una y
otra vez él se refiere a aquella luz más brillante que el sol que le cegó la vista cuando iba
desenfrenado a perseguir al pueblo de Dios. El testificó al rey Agripa que había sido
comisionado para ser ministro y testigo de las cosas que había visto, para abrir los ojos de su
pueblo, para que se conviertan de las tinieblas a la luz y de la potestad de Satanás a Dios. Fue
para que ellos reciban por fe el perdón de pecados y herencia entre los santificados.
Hubo el caso de Tomás—”Si no viere no creeré” —una visión del Cristo resucitado, con la
marca de los clavos en sus manos y pies y de la lanza en su costado, tornó la duda e
incredulidad en fe y adoración cuando exclamó, “¡Señor mío, y Dios mío!” Así será con
Israel en aquel día. Ese pueblo mirará a aquel a quien traspasó y, una vez arrepentido y
perdonado, será restaurado a su relación con Jehová.
El sacrificio futuro
“Atad víctimas con cuerdas a los cuernos del altar”, 118.27.
El fundamento de todas estas bendiciones es la obra expiatoria de Cristo sobre el madero. La
palabra usual para “sacrificio” en el Antiguo Testamento es zebach pero aquí se emplea chag,
traducida como “víctimas”, vocablo empleado para la pascua, el pentecostés y la fiesta de
tabernáculos. Se asocia con los sacrificios ofrecidos en estas fiestas levíticas. Veamos Éxodo
23.18, que habla de las fiestas, o convocaciones, anuales y es el único versículo en el
Pentateuco donde encontramos chag: “ ni la grosura de mi víctima quedará de la noche hasta
la mañana”.
Si es verdad que este salmo fue el himno entonado en el aposento alto cuando se instituyó la
cena del Señor, cuán solemne es la luz que el mismo echaría sobre los pensamientos de
nuestro Señor. Él sería la víctima atada con cuerdas a los cuernos del altar.
Fue la estación pascual en aquel año. Las familias y los grupitos de peregrinos se estaban
convergiendo sobre la ciudad, cada familia con su cordero para la pascua. La tradición dice
que cada cordero llevaba un aro de flores en torno del pescuezo, el cual se quitaba al amarrar
el animal a los cuernos del altar previo a beneficiarlo.
Leemos cinco veces de nuestro Señor atado en los días de la última pascua:
para ser llevado ante Anás, cuando Judas fue el responsable: La compañía de soldados,
el tribuno y los alguaciles de los judíos, prendieron a Jesús y le ataron, Juan 18.12
para ser llevado a Caifás: Anás entonces le envió atado a Caifás, Juan 18.24
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para ser llevado ante Pilato: Le llevaron atado, y le entregaron a Poncio Pilato,
Mateo 27.2
en el patio de éste: Tomó Pilato a Jesús, y le ató, Juan 19.1
por los clavos, en la cruz
Para todo preso es un momento amargo cuando los representantes de la ley le esposan. Pablo
habla de Onesífero como un hombre que “no se avergonzó de mis cadenas”. Nuestro Señor
sintió agudamente el oprobio de ser atado como si fuera hombre violento. En la primera
ocasión, en el huerto, Él reconvino a los alguaciles: “¿Como contra un ladrón habéis salido
con espadas y con palos para prenderme?”
Pero fueron cuerdas de amor divino que ataron a este gran sacrificio al altar de la cruz:
Primero, la voluntad de Dios. “No lo que yo quiero, sino tú”. Segundo, la palabra de Dios.
“para que se cumpliese la escritura”. Tercero, el gozo por delante: “por el gozo puesto delante
de él sufrió la cruz”. Y, la actitud del siervo hebreo en Éxodo 21: “Yo amo a mi señor, a mi
mujer y a mis hijos, no saldré libre”.
La bendición final
“Mi Dios eres tú, y te alabaré; Dios mío, te exaltaré. Alabad a Jehová, porque él es bueno;
porque para siempre es su misericordia”.
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