Terapia Sistémica

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Terapia sistémica

La terapia sistémica es una disciplina terapéutica que se aplica para el


tratamiento de disfunciones, trastornos y enfermedades concebidas como
expresión de las alteraciones en las interacciones, estilos relacionales y patrones
de comunicación humano.

Deslinde con la terapia familiar


La terapia sistémica se basa en un enfoque psicoterapéutico que tiene sus
orígenes en la terapia familiar, sin embargo se diferencia de esta en tanto que
plantea que no es imprescindible que sea una familia el foco de atención
terapéutica. Así, tanto los conceptos como sus técnicas terapéuticas pueden
aplicarse a las relaciones de pareja, equipos de trabajo, contextos escolares e
individuos. Lo que resulta decisivo es que el énfasis esté puesto en la dinámica de
los procesos comunicacionales, en las interacciones entre los miembros del
sistema y los subsistemas que lo componen. En el caso de la terapia individual el
enfoque se orienta al cambio de los procesos de comunicación e interacción
manteniendo la idea básica de comprender a la persona en su entorno, es decir,
en el contexto del sistema del que forma parte.

Desarrollo del enfoque terapéutico


Inicialmente la terapia sistémica se basó en la interacción bidireccional de las
relaciones humanas con fenómenos de retroalimentación constantes que influyen
en las conductas de los individuos. Siendo el patrón más afectado el llamado
"miembro sintomático" o "paciente índice", es decir, aquel individuo quien, dentro
de un sistema familiar, expresa cierta patología psiquiátrica o psicológica por la
cual es referido a atención psicoterapéutica. Es por eso que en su origen, esta
terapia se desarrolló para las familias en cuyo seno había alguien que sufría una
enfermedad psíquica grave.
Sin embargo, con un mayor desarrollo teórico, el concepto de "enfermedad" fue
inadecuado para designar fenómenos psíquicos que se relacionaban más con
patrones de comunicación alterados o deficientes. Así, el "enfermo" resultaba ser
más bien el portador de los síntomas de una dinámica disfuncional que ocurría
en el sistema al que pertenece.
La terapia familiar sistémica se desarrolló a lo largo de la segunda mitad del siglo
XX. Salvador Minuchin realizó algunas aportaciones iniciales que derivaron en
enfoques sistémicos menos directivos que no pretenden lograr la “objetividad” del
terapeuta. Esta última idea está presente en la postura constructivista basada en
los postulados epistemológicos de los biólogos chilenos Humberto
Maturana y Francisco Varela.

Praxis
La frecuencia de las sesiones suele ser menor que la observada en terapias de
otras orientaciones. Puede mediar bastante tiempo entre una sesión y la siguiente
(de dos a seis semanas), mientras que el número total de sesiones se sitúa en un
promedio de entre 10-14 sesiones aunque el tiempo de atención dependerá de los
avances obtenidos a lo largo del proceso psicoterapéutico.
La terapia sistémica ha tenido logros como complemento de los trastornos
alimentarios, drogodependencias y conductas infantiles disfuncionales, así como
en ciertas depresiones clínicas donde la terapia sistémica de pareja ha resultado
eficaz, aunque no tanto como otras aproximaciones clínicas
INTRODUCCIÓN A LA SISTÉMICA Y TERAPIA FAMILIAR.

LA PRIMERA ENTREVISTA EN TERAPIA FAMILIAR

1. La primera entrevista determina, en gran manera, el tratamiento.


2. La familia se presenta a la terapia:
en el nivel verbal: DESEA EL CAMBIO.
en el nivel analógico: ACTITUD NEGATIVA AL CAMBIO
3. La tarea del terapeuta es tomar a su cargo la terapia.
4. La familia debe empezar a sentir que es posible el cambio.
5. No es necesario iniciar la primera entrevista con gran cantidad de información
sobre la familia.
6. Si el nivel de angustia es alto, puede ser adecuado sumergirse,
temporalmente, en la historia de alguno de los miembros.
7. Hay que catalizar el presente y no buscar causas en el pasado.
8. Observar más el proceso NO VERBAL que el contenido VERBAL.
9. Diagnóstico y tratamiento se entrecruzan.
10. El terapeuta debe dar a entender que le interesa el grupo como totalidad.
11. Observar el lugar y la forma de ubicación de cada miembro.
12. Se puede empezar haciendo una pregunta de tipo general: ¿Qué les trae por
aquí?
13. Cada miembro debe sentir que participa en la exploración de los problemas.
14. Si se observa demasiada incomodidad en la familia, se dará un paso atrás, y
se utilizarán operaciones de sostén.
15. REGLA DE ORO: La familia debe partir con el deseo de volver a la siguiente
sesión.

EL PRIMER CONTACTO.

El primer contacto con el terapeuta familiar provendrá directamente de un


miembro de la familia o a través de un tercero que la deriva. El PRIMER
CONTACTO TELEFÓNICO inicia una relación con la familia que debe ser
entendida como relación terapéutica. Va más allá de la mera recogida de datos
fríos sobre el paciente identificado. A la familia se le comunica que el modo de
trabajar es recibiendo a toda la familia, entendiendo como tal a todos los
miembros que viven bajo el mismo techo y unidos por vínculos de sangre. Sin
embargo, en ocasiones puede no ser necesario hacer venir a un niño muy
pequeño.

Una manera cómoda de proceder es declarar simplemente que se desea conocer a


la familia del paciente con el fin de comprender mejor el problema. La aceptación
o rechazo por parte de la familia empieza a proporcionar datos acerca de la
actitud familiar ante el hecho consultado. Se destaca en este contacto telefónico,
que queremos ver a toda la familia al menos una vez, dejando así la posibilidad
de dividir el sistema total en subsistemas en función de lo que la dinámica de la
terapia vaya aconsejando como más conveniente.

Un ejemplo de FICHA TELEFÓNICA es el siguiente:


1) Nombre completo y edad del paciente identificado
2) Estudios o profesión de P.I.
3) Motivo de consulta
4) Composición de la familia nuclear y extensa
5) Quiénes viven en la casa
6) Quién llama o pide la consulta
7) Quién los ha derivado
8) Domicilio y teléfono de contacto
9) Fecha de esta primera llamada
10) Miembros que se citan a la primera sesión
11) Citados para el día, mes, hora
12) Quién atenderá a la familia

CONSIDERACIONES GENERALES

Es importante tener en cuenta que esta fase inicial de la terapia determina


grandemente el resultado del tratamiento. La primera entrevista en terapia
familiar es una situación única.

El hecho de que la familia acuda a terapia implica el previo reconocimiento de


dificultades o problemas existentes dentro de la familia (seguramente localizados
en un miembro) y cierta capacidad de integrar una actividad que requiera un
esfuerzo cooperativo.

Puesto que la sintomatología es el medio por el que se mantiene la "homeostasis


familiar", la familia presentará una actitud negativa frente al cambio aunque
verbalmente expresen lo contrario. Así, pues, la familia, en este primer encuentro
dirige sus esfuerzos hacia la anulación de la actividad del terapeuta como
promotor del cambio.
KEMPLER afirma: "LA LABOR DE LA FAMILIA ES TRATAR DE DESTITUIRNOS;
NUESTRA LABOR COMO TERAPEUTAS ES RECHAZAR EL SER DESTITUIDOS".

El nuevo sistema constituido por el "grupo familiar" + el "terapeuta


familiar" presenta distintas propiedades: La familia es responsable de iniciar por
sí misma el tratamiento y de esforzarse, con la ayuda del terapeuta, por dilucidar
su propia visión de sus problemas y por definir lo que desea modificar, es decir,
debe definir los objetivos del tratamiento. La tarea inicial del terapeuta es
instituirse a sí mismo como terapeuta, es decir, tomar a su cargo el proceso
terapéutico.

Por tanto es necesario que la primera sesión sea un encuentro terapéutico


"funcionante"; o sea, un encuentro real de personas, de tal manera que la familia
empiece a sentir que es posible el cambio, sin que por ello tenga que ser
destruido totalmente su sistema actual.

Iniciar la primera sesión con la menor cantidad posible de información sobre la


familia es una práctica muy útil para el terapeuta. Por tanto, no debe ir armado,
a la primera entrevista, con una extensa historia de la familia derivada por otro
terapeuta. Esto le permite sensibilizarse frente a la singularidad del nuevo
sistema del que forma parte. El terapeuta tiene ante sí las interacciones verbales
y no verbales de los miembros de la familia, lo cual le revela las zonas familiares
de debilidad y fuerza; y esto le permite poder prescindir de una "historia" antes de
poder ofrecer tratamiento. No obstante, puede ser necesario, cuando el nivel de
angustia de la familia es alto, sumergirse temporalmente en la historia de algún
miembro de la familia con el fin de reducir la tensión de la sesión. Esta
exploración histórica puede desarrollar un sentimiento de identidad de la familia:
por ejemplo, una hija puede adquirir una visión nueva de su papel en la familia al
escuchar a su madre las experiencias que tuvo cuando ésta era joven.

La "historia" narrada por cualquier miembro es siempre "para la familia", antes


que para el terapeuta; su finalidad es siempre catalizar el presente y no buscar
causas en el pasado.
Debe usarse con mucho cuidado la exploración histórica para evitar que la
familia o el terapeuta huyan del presente.

Las claves para el diagnóstico que el terapeuta necesita obtener, las encuentra
más en el proceso no verbal que en el contenido verbal. Debe determinar el grado
de homeostasis que opera dentro del sistema familiar. Necesita apreciar los
modelos de comunicación, las alianzas internas, las coaliciones, los papeles que
desempeñan los miembros de la familia y el modo en que el sistema lo afecta
como terapeuta.

El terapeuta debe saber captar las discrepancias entre la comunicación digital y


la analógica de los miembros de la familia, recordando que son las imágenes no
verbales que una persona da de sí y de su lugar dentro de la familia las que
restan menos censuradas e inhibidas. No obstante, el terapeuta familiar no trata
de separar el diagnóstico del tratamiento; no debe esperar hasta haber
descubierto y clasificado mentalmente lo que le parece que está ocurriendo: toma
cada fragmento del cuadro que tiene ante sí, y reflexiona, junto con la familia,
sobre él a medida que se va componiendo de una forma nueva.
El terapeuta debe dar a entender que le interesa el grupo como totalidad y que él
no está simplemente tratando a un individuo "en presencia de su familia". Debe
evitar ser atrapado por la información secreta que un miembro puede dar sobre
otro, ya sea por teléfono o de cualquier otra forma. Por tanto, expresará a la
familia que cualquier cosa que un miembro comparta con él, será considerada
propiedad de todo el grupo y, en consecuencia, compartida. Esto es así, puesto
que una información privada importante que no pueda utilizar, dificulta al
terapeuta su espontaneidad y libertad de movimiento durante las sesiones.

La familia se puede presentar al tratamiento en dos formas:

a) Forma sintomática: en función de "un miembro" con problemas.


b) Forma interaccional: en función de las dificultades que existen dentro de una
relación, entre el matrimonio, entre padres e hijos, etc.

Generalmente, el terapeuta se encuentra con la primera alternativa, en la que la


familia considera que la fuente de todos sus problemas está localizada en uno de
sus miembros. Fácilmente, la familia siente que sus problemas se resolverían si el
individuo sintomático desaparece o cambia mágicamente. Sin embargo, el
terapeuta familiar considera que la sintomatología individual da la pista de zonas
disfuncionales dentro de las relaciones internas de la familia.

El manejo del "paciente identificado" enfrenta al terapeuta familiar con problemas


particulares desde el principio del tratamiento. Frecuentemente, "el paciente
identificado" experimenta un alivio al percibir que el terapeuta no comparte la
opinión que tiene su familia del lugar que ocupa dentro del sistema familiar. Es,
por tanto, importante que el terapeuta sepa transmitir tal mensaje desde la
primera sesión.
Al preguntar a los miembros de la familia cómo ven el problema, sorprende
comprobar que el "paciente identificado" presenta, en la mayoría de las ocasiones,
una opinión radicalmente diferente de la de los otros miembros. A partir de la
nueva visión que ofrece el "paciente identificado', la familia puede empezar a
considerar sus problemas.

Cuando una familia aplica a uno de sus miembros la etiqueta de "paciente", es


posible considerar a los síntomas del paciente identificado como un recurso para
mantener el sistema o mantenido por el sistema. El síntoma puede constituir una
expresión de una disyunción familiar. 0 puede haberse desarrollado en un
miembro individual debido a sus características particulares, y luego, ser
apoyado y mantenido por el sistema familiar.

La meta de la intervención del terapeuta es la familia. Aunque no debe ignorar a


los individuos, el terapeuta se ocupa sobre todo de realzar el funcionamiento del
sistema familiar. Para transformar el sistema familiar, el terapeuta debe
intervenir de tal modo que desequilibre el sistema. No obstante, todo terapeuta
que no tenga la capacidad de proporcionar a la familia un intenso sentido de
respeto para cada uno de ellos como individuos y demostrarles su firme voluntad
de cura, perderá a la familia en el proceso de transformación. Por todo ello, es
importante que al finalizarla primera entrevista cada miembro sienta que ha
participado con el terapeuta en la exploración de los problemas.

FASES DE LA PRIMERA ENTREVISTA

Una sesión inicial puede dividirse en cuatro etapas:

A) Primera etapa:

El terapeuta sigue las reglas culturales de relación social.


En esta etapa la preocupación del terapeuta es lograr que la familia se sienta
cómoda. Se presenta y ayuda a la familia a presentarse ante él.

Cuando la familia toma asiento, el terapeuta familiar debe prestar atención al


modo en que se ubican. Les dirá que se sienten donde quieran, estando las sillas
colocadas en forma semicircular. A menudo, su ubicación puede proporcionar
algunos datos acerca de los vínculos existentes en la familia.

El terapeuta puede utilizar los primeros minutos para charlar informalmente. Si


se utiliza algún equipamiento especial, como grabadores o filmadoras, debe
explicar de qué se trata. No permitirá que nadie empiece a comentar el problema
hasta tanto no haya obtenido de cada miembro alguna respuesta "social".

B) Segunda etapa:

Se obtiene, la visión individualizada del problema.


El terapeuta interroga a cada miembro de la familia acerca de cuáles son en su
opinión los problemas de la familia. La primera pregunta del terapeuta es
planteada, por lo general en términos genéricos, y no es dirigida claramente a
ningún miembro de la familia en particular. Puede comenzar de diversas
maneras. Por ejemplo, puede decir: "Bueno, veamos qué es lo que los ha traído
aquí". 0 de una manera más personal: ¿En qué puedo serles útil?". Otra forma
consiste en decirles: "Quise que hoy vinieran todos los miembros de la familia
para ver qué opina cada uno de ustedes sobre la situación".

El terapeuta presta una atención especial a las semejanzas y diferencias de la


forma en que cada miembro presenta los problemas. También, está atento al
contenido" de la presentación del problema por parte de la familia, pero sobre
todo, observa el modo en que se comporta la familia.
Si, por ejemplo, fueron los padres los primeros en exponer el problema, el
terapeuta interrogará a un tercer miembro para conocer su opinión. Por lo
general, no conviene que esta persona sea el paciente identificado, ya que si los
padres se han centrado en un niño caracterizándolo como el problema, éste se
encuentra en una posición defensiva. Si el terapeuta establece contacto con éste,
puede sentir entonces que el terapeuta se une a la coalición que lo acusa. El
contacto previo con otro miembro de la familia puede permitir que se manifieste
otro punto de vista acerca del problema, abriendo así una nueva área de los
problemas de la familia.

En esta etapa, el terapeuta no hará ninguna interpretación o comentario para


ayudar al individuo a ver el problema bajo una perspectiva diferente. Debe
aceptar simplemente lo que le dicen, aunque puede preguntar sobre un punto
que le parezca confuso.

Nunca debe preguntarle a alguien cómo se siente con respecto a algo, sino que se
limitará a recoger hechos y opiniones. Si alguien interrumpe al que está
hablando, el terapeuta no intervendrá de inmediato: lo dejará hablar un poco
para observar brevemente la índole de la interrupción y luego intervendrá para
pedir al que estaba hablando antes que continúe, diciendo, cordialmente, al que
interrumpió que ya le llegará su turno. No se deben permitir disertaciones
prolongadas.

El terapeuta debe ponerse en contacto con cada uno de los miembros de la


familia presentes, incluso los niños más pequeños. Es posible que no convenga
interrogar a un miembro muy pequeño acerca de su opinión sobre el problema,
pero el terapeuta puede intercambiar algunas palabras o gestos efectivos con él,
para hacerle sentir que forma parte de la sesión.

En esta segunda etapa el terapeuta sólo quiere conocer la opinión de cada


entrevistado. Por tanto, todos deben tener oportunidad de manifestarse.

C) Tercera etapa:

Se explora la estructura familiar favoreciendo la interacción entre los miembros.


Así como en la etapa anterior el terapeuta manejaba directamente la
conversación, para pedir a cada miembro su visión del problema, en la tercera
etapa el terapeuta debe dejar de ser el centro y conseguir que todos dialoguen
sobre el problema. Es decir, deberá procurar que todos los miembros se "trencen"
cada vez más en la conversación.

Los integrantes de una familia no pueden describirle al terapeuta sus secuencias


y pautas de conducta porque las desconocen. Esta información sólo se obtendrá
observando cómo se conducen entre sí; la conversación entre los miembros del
grupo servirá para que el terapeuta repare en la clase de secuencia existente en
esa familia.

La técnica de organizar a la familia en subsistemas también ayuda a ampliar el


foco del problema. Un ejemplo que pone Haley es el siguiente: En una familia en
la que falta el padre, la madre dice que no se explica por qué su hija no le hace
caso y le miente. El terapeuta puede intervenir diciendo: "Quiero que elija una de
las mentiras y hable de ella con su hija". En cuanto madre e hija comienzan a
conversar, la abuela excesivamente dedicada a su nieta se entremeterá para
interrogar ella misma a la niña o criticar el modo en que le habla la madre.
Cuanto más difícil sea impedir que la abuela se entrometa, tanto más arraigada
estará esa pauta en la familia. Si el terapeuta logra frenar la intromisión y madre
e hija pueden conversar entre sí, aquél habrá dado simultáneamente dos pasos:
establecer un diagnóstico y comenzar un cambio.

Aunque el terapeuta familiar presta atención a lo que dicen los miembros de la


familia, su principal preocupación es la de intentar comprender el modo en que
funciona la familia. Al orientar a determinados miembros para que hablen entre
sí pone a prueba sus "hipótesis" acerca del modo en que la familia funciona.
Indaga áreas de discrepancia, observa de qué modo se maneja esa discrepancia y
cómo resuelve la familia un problema. También recopila información para su
estrategia posterior, que puede consistir en incluir a otro miembro en la
negociación en curso o en explorar una díada diferente. Examina el grado de
"diferenciación y autonomía" individual", trazado de limites y flexibilidad. Pero al
mismo tiempo explora las configuraciones disfuncionales.

La familia asiste a la primera entrevista con un paciente identificado. Sus


objetivos y los del terapeuta no son los mismos. La familia se ha organizado
centrándose en el paciente identificado y en ciertos casos se empeña en mantener
este foco. El terapeuta de familias, por el contrario, considera desde un comienzo
que el paciente identificado responde a aspectos disfuncionales de las
transacciones familiares, y qué el mejor modo de enfocar los problemas del
paciente identificado es el de esclarecer y cambiar estos aspectos disfuncionales.
A menudo, esta etapa de la sesión oscila entre estos dos puntos: el terapeuta de
familia extiende el foco de exploración desde el paciente identificado a diferentes
aspectos de la organización familiar; la familia centra nuevamente el problema en
el paciente identificado.

La familia ha acudido a terapia debido a su fracaso en la resolución del problema


con el paciente identificado. Al ampliar la visión del problema, el terapeuta hace
surgir la esperanza de que un modo diferente de abordar el problema permitirá
encontrar una solución.
Se deben explorar los puntos de stress, pero el terapeuta debe tener conciencia
del nivel de stress que la familia puede tolerar. Cuando los miembros de la familia
se sienten demasiado incómodos el terapeuta debe dar un paso atrás, utilizando
a menudo operaciones de sostén, hasta el punto en el que la familia se sienta
nuevamente cómoda.

Finalmente, todas las operaciones terapéuticas deben efectuarse teniendo una


clara conciencia del hecho de que la primera regla de la estrategia terapéutica es
la de que la familia parta con el deseo de volver en la sesión siguiente.

D) Cuarta etapa:

La familia junto con el terapeuta lijan los objetivos.


Al final de la primera entrevista es importante obtener de la familia una
formulación suficientemente clara de los cambios que quieren alcanzar mediante
la terapia:

El problema a ser resuelto por el terapeuta debe ser uno que la familia desee
solucionar, pero planteado en forma tal que lo haga resoluble. Haley comenta,
claramente, que ninguna categoría de diagnóstico tradicional es un problema
resoluble. Así, por ejemplo, si una familia define como problema la "angustia" de
uno de sus miembros, el problema será el modo en que se manifieste esa
angustia y la reacción de la persona angustiada. El mismo autor pone otro
ejemplo: Una "fobia escolar" no es un problema que podamos resolver, pero sí es
un problema operacionalizable el del niño que no quiere ir al colegio.

Una de las razones por la que debe especificarse claramente el problema es que
así podremos saber si se ha conseguido el objetivo; si este es confuso, también lo
será la evaluación de los resultados.
Si al término de la primera entrevista se tiene una idea lo suficientemente clara
del problema, se pueden fijar otros elementos del contrato terapéutico como son
la duración, frecuencia y número de sesiones.

Con respecto a la duración de la terapia, más que hablar de un tiempo en meses,


es aconsejable fijar un número concreto de sesiones. Como orientación podemos
situar 5 sesiones para casos poco graves, y entre 10 y 12 para los más graves,
cronificados y en los que la familia "ha derrotado" a muchos terapeutas
anteriores. Así mismo, se les dice que si el problema se resuelve antes de finalizar
el número acordado de entrevistas, no será necesario realizar las que faltan. No
obstante, si al llegar a la última sesión acordada no se ha conseguido el objetivo
propuesto se hará una valoración conjunta con la familia para decidir la
conveniencia de continuar con alguna sesión más.

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