Sem 4. Fordismo y Posfordismo Pag 1-4 Lect 2
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FORDISMO Y POSFORDISMO
Arq. Alberto Cignoli
Profesor Titular del Taller de Urbanismo “A”
Fac. de Arquitectura, Urbanismo y Diseño de
la Universidad Nacional de Mar del Plata (1984-2006)
El término fordismo fue acuñado por Antonio Gramsci para referirse a una forma de
organización de la producción industrial orientada al consumo masivo, basada sobre un
nuevo sistema de gestión y reproducción de la fuerza de trabajo. El fordismo nace
simbólicamente en 1914, cuando Henry Ford introduce la jornada laboral de ocho horas y
cinco dólares de paga, para los trabajadores de la línea de montaje de automóviles de la
planta que él había localizado en el Estado de Michigam.
El intento de Ford consistía por una parte, mediante la racionalización del trabajo
(taylorización) aumentar la productividad (plusvalía relativa) y disciplinar la fuerza de trabajo
y por otra parte, mediante salarios suficientes, dar a ésta el tiempo y la posibilidad de
participar en el consumo masivo de bienes durables, cuya producción se estaba
expandiendo. Como afirmaba Gramsci, implicaba “un modo específico [y nuevo] de pensar
y sentir la vida.”
Pero el régimen social de acumulación fordista fue algo más abarcante. La crisis de las
relaciones de producción, posteriores a la Primera Guerra Mundial y la “gran depresión”
consecuente, que culminó al comienzo de la década los treinta, llevó a la presidencia de los
Estados Unidos de Norteamérica a Franklin D. Roosevelt y a su propuesta del New Deal
(Nuevo Orden), que a través de la intervención del Estado y aplicando políticas
keynesianas (asegurando la demanda efectiva y el pleno empleo, mediante el desarrollo de
programas de inversiones públicas y asistenciales, regulando la moneda y los mercados y
convenios laborales colectivos) procuraba cierto grado de compromiso social entre capital y
trabajo, dando así los lineamientos del “Estado de bienestar”.
El principio estratégico del Estado de bienestar social, extendido en todos los países de
Europa Occidental a partir de fines de la Segunda Guerra Mundial, es proteger a aquellos
que estén expuestos a los riesgos y contingencias de la sociedad industrial capitalista y
crear cierta equidad social. Pero esta estrategia puede tener éxito en la medida en que lo
tengan las políticas de crecimiento económico y pleno empleo y de que se disponga de los
recursos necesarios para las políticas sociales y así poder paliar las reivindicaciones
populares.
A mediados de los ‘70, luego de la notable y sin precedente expansión económica de las
décadas anteriores, las sociedades industriales capitalistas se confrontaron con nuevos
problemas. Comenzó a crecer el capital fijo per cápita y a disminuir la productividad con la
consiguiente caída de la tasa de beneficio y la baja del empleo. Esta situación es
caracterizada como la crisis del régimen social de acumulación centrado en la producción de
bienes de consumo durables, el fin del keynesianismo, la limitación del crecimiento
económico y el colapso del acuerdo social de posguerra entre capital y trabajo.
La electrónica permite flexibilizar el proceso de producción; esto significa que ella abre la
posibilidad teórica de modificar automáticamente el modo operativo de máquinas
estandarizadas. Si bien el costo de éstos equipamientos reguiere su uso continuado, no es
necesario que lo sea para un sólo producto. La operación rentable de un equipo flexible es
posible mediante varias series cortas dentro de un abanico de productos diferenciados,
destinados a mercados segmentados y pequeños.
La flexibilidad laboral surge como una adaptación del capital a la crisis de demanda y como
una reacción contra la regulación fordista. Se trata de lograr un mayor compromiso de los
trabajadores con la marcha de la empresa, fomentando la competencia entre ellos,
precarizando el trabajo mediante contrataciones temporarias y subcontratación de mano de
obra. La patronal reclama convenios laborales por empresa, en sustitución de los convenios
colectivos por rama, para debilitar la influencia sindical.
Es importante resaltar que la oposición entre éstas formas y las asalariadas, no corresponde
a una dualidad estructural que enfrente dos formas productivas, una dinámica y “moderna”
y otra inerte y “tradicional”, en el proceso de generación de la riqueza social, como durante
tanto tiempo sostuvieron los analistas de las sociedades sudamericanas. Se trata de una
misma lógica estructural, específica a un régimen social de acumulación que en su
desarrollo crea o recrea formas “modernas” y “arcaicas” en la división social del trabajo.
Afirmamos que el fordismo se apoyó en dos piernas, una fue el aumento de la productividad
del trabajo para que se reflejara efectivamente en el aumento del poder adquisitivo de los
asalariados, la otra fue el Estado de bienestar y sus políticas keynesianas.
Los gastos del Estado, exigidos para la acumulación privada de capital y los necesarios para
mantener la paz social (instalación y mantenimiento de la infraestructura, servicios
administrativos, educacionales, médico-asistenciales, policiales, etc.) por su índole, son
totalmente improductivos y no pueden ser aumentados arbitrariamente. Los límites están
determinados por la disponibilidad de fondos y la capacidad de las instituciones afectadas.
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CONTRASTE ENTRE FORDISMO Y ACUMULACIÓN FLEXIBLE DE ACUERDO A DAVID HARVEY (1990)
citando a E. SWYNGEDOUW (1986)
Producción Fordista Producción-Justo-A-Tiempo (basado en una economía
de competencia)
EL PROCESO PRODUCTIVO
Producción masiva de bienes homogéneos Pequeña remesa de producción
Uniformidad y estandarización Pequeñas y flexibles remesas de variados tipos de
productos
Gran stock e inventario Ningún stock
Control de calidad al final del proceso (fallas y errores se Control de calidad como parte del proceso (inmediata
detectan luego) detección de errores)
Los fallados se ocultan en el stock de mercaderías usado Inmediato rechazo de las partes defectuosas
para estabilizar precios
Bauman señala que las elites siempre fueron más cosmopolitas que el resto de la población
y tendieron a crear una cultura propia, que subestima las fronteras de las culturas
territorializadas. Hoy surge una asimetría entre la naturaleza extraterritorial del capital y la
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Una primera versión de este texto fue presentada como ponencia a las “Jornadas nacionales sobre la región: un
ámbito para la planificación y la acción”, organizadas por la Universidad Nacional del Comahue, Argentina, en
noviembre de 2002.
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vida cotidiana de la población. Bauman señala también como motivo de preocupación
actual, la progresiva ruptura de comunicación entre las elites, cada vez más cosmopolitas y
el resto de la población cada vez más localizada. Uno de los rasgos de la polarización social
sería, en función de las posibilidades de desplazamiento, la que se da entre “nómades” y
“sedentarios”; en una sociedad de consumistas, la libertad de elegir donde estar es
indicativo de posición en la estructura social.
Para Michel Storper, en lo que se refiere a la actividad industrial no existe ninguna relación
automática entre trasnacionalización y desteterritorialización, entendida esta como
disminución de una actividad específica en cierto lugar o de la menor dependencia de dicha
actividad específica con respecto a lugares específicos. Cualquier intento de territorialización
tendría que apoyarse en tres factores: la presencia de economías “externas” y “de
aglomeración”, la existencia de un cúmulo de conocimientos y desarrollo tecnológico
suficiente y una política consistente y sostenida e instituciones de promoción eficientes.
Otro factor que debería tenerse en cuenta es el de que los salarios no superen los mínimos
mundiales. Este autor observa que parecería que gran parte de la innovación tecnológica se
diera en contextos territoriales, es decir, que la proximidad territorial sería causa y no efecto
de la innovación tecnológica. Storper agrega que las inversiones directas de empresas
trasnacionales, aparentemente son atraídas por centros de innovación tecnológica de países
periféricos (casos de São Paulo, Corea, Singapur y Tailandia).
Storper deduce de sus análisis, que los esfuerzos más exitosos para impulsar el desarrollo
nacional o regional, resultan ser los que se aplican a la creación o mantenimiento de centros
de producción, aquellos cuya inserción en los mercados mundiales no se fundan en costos
de producción sino en la calidad de los recursos y en las redes de interdependencia de
actividades –no solo comerciales-, recursos que no resulten fácilmente sustraibles de su
contexto territorial. En conclusión, que la internacionalización no elimina necesariamente la
territorialización. Una actividad puede ser definida como territorializada cuando su
rentabilidad depende de su localización y tal localización es específica del lugar, es decir,
cuando se procesan recursos no existentes en otro lugar o no pueden ser fácil o
rápidamente creados o imitados en lugares que no los tienen.
Las dos piernas en que se sustentó el régimen de acumulación fordista fueron: una, el
aumento de la productividad del trabajo, que se tradujo en el aumento del poder adquisitivo
de los asalariados y el consecuente consumo masivo de bienes de uso durables; y la otra,
la aplicación de políticas keynesianas, es decir, la intervención estatal para garantizar cierto
grado de equidad social, protegiendo a los más expuestos a los riesgos y contingencias de
la sociedad industrial capitalista.
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A mediados de los setenta, luego de la notable y sin precedente expansión económica de
las décadas anteriores, por una serie de factores que no cabe analizar aquí, el régimen de
acumulación fordista hace crisis, crisis que implica el fin del keynesianismo, la limitación del
crecimiento económico y el colapso del acuerdo social de posguerra entre el capital y el
trabajo, en detrimento de éste.
Considerar la región como campo de acción pública constituyó un rasgo del Estado durante
el régimen de acumulación fordista. Se trataba de regular las contradicciones del desarrollo
geográfico del capitalismo que es "desigual y combinado." La evidencia empírica comprueba
que, en general, los planes regionales se referían a unidades territoriales en las cuales se
presentaban problemas o conflictos sociales de distinto origen -incluidos los debidos a
fenómenos naturales- que devenían políticos; es decir, planes que se referían a “regiones-
problema”.
Según Milton Santos, el espacio móvil y aleatorio de los flujos se modela siguiendo criterios
instrumentales exógenos al cotidiano vivido y al marcos geográficos locales. Es así como
cada lugar sería simultáneamente objeto de una lógica global y de una lógica local,
resultando una síntesis dialéctica de ambas.
El territorio ofrece la ventaja de dar a las propuestas un contenido concreto por la necesidad
de que sean insertadas en paisajes reales. El término “acción regional” no es sinónimo de
“economía regional”, el primero trasciende el análisis e incluye la dirección voluntaria. El
término “gestión” responde a la necesidad de adecuar la acción a la dinámica actual de los
acontecimientos, que requiere velocidad de respuestas y la interpelación de los actores
sociales involucrados. Tomás Maldonado define la gestión como el comportamiento
cognoscitivo y operativo mediante el cual se trasforma información en acción, por lo tanto es
un proceso condicionado por el universo en el cual actúa.
La gestión del territorio no constituye una pura operación técnica, no es una práctica
científica que genera propuestas “objetivas” y políticamente “neutras”, por el contrario,
implica un conjunto de opciones políticas.
A comienzos de los años noventa, Manuel Castells convocaba a los gobiernos locales
“representantes del espacio de los lugares”, a federarse a través de redes informáticas, para
implementar proyectos que preservaran el significado de las ciudades y el bienestar de
nuestras sociedades, controlando el avance del espacio global de los flujos, que se
apoyarían “en las poderosas fuerzas desatadas por la tecnología de la informática".
Apostaba así al resurgimiento del poder local como alternativa a la nación-estado
“burocratizada y carente de poder funcional”. Apelaba al antecedente del papel
desempeñado por las ciudades-estado del mercantilismo, capaces de involucrarse en
estrategias mundiales de negociación con “los poderes económicos trasnacionales”. Esa
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idea esta presente en la conceptualización de las “ciudades globales”, de la que Jordi Borda
es el mayor difusor en el campo del urbanismo y Siskia Sassen en el de la literatura
especializada.
Ninguna plan regional de por sí, podrá superar las relaciones sociales del modo de
producción vigente; lo que puede lograr es la absorción y canalización del excedente
originado endógenamente. Entonces, se entiende aquí como planificación, acción o gestión
regional a la política o conjunto de políticas, tendientes a hacer más equitativa la distribución
territorial de recursos, niveles de ingreso y bienestar social.
Para que el plan resulte consistente es indispensable identificar los factores que determinan
la estructura socioeconómica de la región (tipos de actividades urbanas y rurales, formas
laborales, grados de concentración de la renta, la propiedad y la producción, niveles de
ingresos, de educación y formación profesional y de salud de la población). En fin, la
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caracterización de las relaciones sociales de producción existentes, caracterización que
resulta esencial para identificar a los actores sociales que se involucrarán en un proceso de
transformación productiva que afectaran intereses de distintos signo.
En todos los casos el desarrollo regional requiere una adecuada dotación de infraestructura
(redes energéticas, de vías de circulación y de comunicaciones) y no puede dejarse de lado
el bienestar y la educación de la población, la asistencia médica y provisión de servicios
sociales, hoy más que nunca, se requiere una formación de la fuerza de trabajo adaptada al
ritmo de la innovación tecnológica.
La gestión regional supone un notable esfuerzo de coordinación con el fin de alcanzar los
objetivos propuestos. Implica trascender puntos de vista meramente sectoriales, en función
de una perspectiva totalizadora. Quizás el paso más difícil de dar es el que va de lo
conceptual a lo operativo; ello requiere de una real transformación de las estructuras
administrativas. Para el desarrollo de una acción de conjunto coherente, que impida
decisiones parciales y posibles efectos contrapuestos. Parecería conveniente, recogiendo
los resultados de experiencias de otros países, la creación de “células” de promoción y
coordinación que resulten “focos dinamizadores”, compuestos por representantes de los
actores públicos y privados involucrados en el proceso. Este criterio parece preferible al de
la creación de una nueva instancia institucional que se agregue a las ya existentes (federal,
estadual o provincial, municipal) aumentando los conflictos interburocráticos).
Marzo de 2003
REFERENTES BIBLIOGRÁFICOS
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