Haciendas y Comunidades en Azcapotzalco PDF
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Haciendas y Comunidades en Azcapotzalco PDF
I. N. A. H. S. E. P.
POSGRADO EN HISTORIA Y ETNOHISTORIA
E. N. A. H.
HACIENDAS Y COMUNIDADES EN
AZCAPOTZALCO:
Estudio sociopolítico y económico de una
población del noroeste de la Cuenca de
México (Siglos XVIII y XIX)
T E S I S
QUE PARA OPTAR POR EL GRADO DE
DOCTOR EN HISTORIA – ETNOHISTORIA
P R E S E N T A :
JOSÉ ANTONIO GONZÁLEZ GÓMEZ
DIRECTOR DE TESIS: DR. DRUZO MALDONADO
Pgs
Agradecimientos
Introducción
Antecedentes………………………………..………….……………………..… 5
Objetivos de investigación……………………………………………..……….. 7
Hipótesis de trabajo………………………………………………….….………. 9
Metodología de investigación……………………………………….….……….11
Justificación del tema de investigación……..………….…………....……..…..14
Descripción del desarrollo de la investigación……………………………...…14
Primera Parte:
Planteamientos teóricos
Presentación……………………………………………………………………….17
Segunda Parte:
Dinámica socioeconómica y política de una localidad
Presentación…………..………………………………………………..………... 64
2.1. Antecedentes…………………………………………………………....… 66
2.2. Alcaldía Mayor de Tacuba y Republica
de Indios de Azcapotzalco………………………………………………... 69
2.3. Reformas político-territoriales borbónicas,
ayuntamientos gaditanos y
republicanos en Azcapotzalco…………………………………...…..……79
1
Capitulo 3) Organización del trabajo
5.1. Antecedentes………………………………………………………………..144
5.2. El caso de la Pesquisa Secreta de 1609……………………………………145
5.3. El caso del cacique Diego García Mendoza………………………………150
5.4. Familias, comunidades e instituciones……………………………………153
5.5. Los Sorianos: Un ejemplo del sistema
Empresa-Familia extensa…………………………………………………158
6.1. Antecedentes………………………………………………………….……167
6.2. Los Santos Patrones de Felipe y Santiago
Azcapotzalco………………………………………………………….……171
6.3. La festividad de la Virgen de Guadalupe
y su problemática en Azcapotzalco
6.3.1. La Jura y Patronato y de la Virgen
de Guadalupe en Azcapotzalco…………………………….…….174
6.3.2. El culto y la tradición guadalupana
como práctica política……………………………………………..175
6.3.3. Los cultos marianos en el
Azcapotzalco del siglo XVIII……………………………….…… 177
6.3.4. El surgimiento de la Hermandad
de Nuestra Reina y Señora de
Guadalupe (1758-1769) …………………………………….…… 180
6.4. La festividad de Corpus Christi en
Azcapotzalco a fines del siglo XVIII……………………………….…… 182
6.5. La fiesta de la Virgen del Rosario en
Azcapotzalco (siglos XVIII y XIX)………………..……………….……. 196
2
Tercera parte:
Haciendas y comunidades étnicas en Azcapotzalco
Presentación….…………..……………………………………………………. 202
7.1. Presentación…………………………………………………………...…206
7.2. Tipos, características y distribución de los
asentamientos de Azcapotzalco (siglos XVIII-XIX)…………..………..207
7.3. Patrones de asentamiento en el territorio del
Azcapotzalco de los siglos XVIII - XIX……..…………………………...215
9.1. Antecedentes………………………………………...……………….…..244
9.2. ¿Quién fue Juan Domingo de Bustamante?...........................................251
9.3. Características de la propiedad de
Clavería para el siglo XVIII…………………...…………………...….255
9.4. Características de la propiedad de
Cahuatongo para el siglo XVIII…………………...………….….…....261
9.5. Aproximaciones sobre las actividades agrícolas
y laborables en Clavería y Cahuatongo……………………….…..….264
9.6. Las propiedades de Clavería y Cahuatongo a
finales del siglo XVIII y mediados del siglo XIX…………………..…271
Conclusiones………………………………………………………….…….……...275
Bibliografía
Abreviaturas……………………………………….……………………..……..289
Fondos documentales…………………………….………………………..……289
Obras consultadas……………………………….…………………………..….291
3
AGRADECIMIENTOS
A PATY
Por su comprensión, amor, apoyo y cariño, ya que estando harta por
cinco años de tantos libros y papelotes que rodaban interminablemente
por la casa, nunca cumplió con su amenaza de quemarlos en el patio.
.
A mis profesores y a mi escuela, la ENAH
Que cultivaron mi intelecto, aprendiendo a distinguir lo importante de lo
fútil, la verdad de la mentira, a expresar mis ideas en forma coherente,
sencilla y directa. De todos ellos, especialmente agradezco a:
Al generoso CONACYT,
Que aportó los recursos necesarios para hacer la presente investigación y
la tesis correspondiente, vía beca doctoral.
4
Introducción
“La tierra donde me criare,
démela Dios por Madre”
Antecedentes
Estas acciones deben ser consideradas como parte del cambio social
inherente a la conquista y colonización española, donde se presentó una
serie de movimientos de dominación y adaptación de carácter local,
regional y meta-regional, donde la adaptación fue entendida como una
reinterpretación por parte de la población indígena sobreviviente, tanto de
las practicas como de las ideas administrativas, culturales y religiosas que
los españoles trajeron consigo. Es en este contexto, donde la República de
Indios de Azcapotzalco debe ser ubicada para ser analizada y entendida.
5
Sin embargo, el cambio social existente entre los siglos XVI y XVII que
permitió la transición Altepetl-República de Indios, actuó también para
debilitar a esta última institución local, en su posición de ser la única
unidad política-territorial local, que podía coordinar las diversas
instituciones y asentamientos del área de Azcapotzalco.
Ante esto se propuso que, para entender la dinámica social de los grupos e
instituciones de Azcapotzalco y como estos aprovecharon los recursos
materiales y humanos, era necesario considerar a la hacienda, como la
verdadera unidad político-territorial que permitiría explicar y entender los
procesos de cambio social existentes en Azcapotzalco para los siglos XVII,
XVIII y XIX.
6
Objetivos de investigación
1
Ver De Gortari, 1988: 73, 74 / Kicza, 1986: 39-42 / Hassig, 1990: 13,14, 284 / Silva, 1994: 78-90 /
Silva, 2003: 192-193.
2
Ver Logan y Sanders, 1976: 56, 57 / González Martínez, 1981: 18, 19 / González y González, 1986: 51-
56 / Hassig, 1990: 12-15, 63, 74, 206, 278-279, 284 / González y González, 1991: 54-56 / Van Young,
1991: 99 / González y González, 1997: 24-27, 31.
7
siglo XVI, sólo que con un marcado carácter económico y no
político-territorial 3 .
3
Ver Gibson, 2000: 231-235, 330-333, 337, 341 / Ruiz Medrano, 1991: 214-216, 259-261, 275-276 /
Kicza, 1986: 205-216 / Artís, 1979: 12, 17 / Artís, 1986:175-176 / García, 1979: 25-26 / García, 1989:
125, 132 / García, 1995: 174-175 / Quiroz, 2005: 283, Nota 133, 328.
4
Ver Gibson, 2000: 59, 61 Nota 120, 62 Nota 124, 300, 341 / Kicza, 1986: 39-42 / Hassig, 1990: 13, 14,
284 / Lewis, 1991: 145, 147 / Lockhart, 1991: 172-173.
5
Ver Gibson, 2000: 138-146, 190, 192, 194-195, 219-224, 341, 363, 367, 390-391 / Lockhart, 1999: 606,
611, 613, 621 / Borah, 1989 a: 215-221, 278-279 / Borah, 1989 b: 439-442 / Adler y Pérez: 1993: 16-
166 / Adler, 2003: 145-160 / Lewis, 1991: 125-136 / Ouweneel, 1998: 19-66 / Padua y Vanneph,
1988:13-23 / Walter,1991. 32-45 / López-Rayón, 1995: 15-19, Nota 3, 23-24, 81, 82, 87, 90, 108, 117-
119, 125, 162 Nota 2.
8
Hipótesis de trabajo
9
control social, político y económico ejercido por las elites
familiares de la localidad.
10
Metodología de investigación
Para llevar a cabo las distintas etapas de esta investigación, que se planteó
como una serie de actividades sistemáticas, metódicas y verificables que al
realizarse, nos permitirían acceder a un conocimiento cierto de una realidad
pasada, se utilizaron determinados métodos y técnicas de trabajo para
validar como correctas o incorrectas, las hipótesis de trabajo antes
expuestas y que guiaron este trabajo de investigación 6 .
6
Ver De Gortari, 1979:11-22 / García, 1981:42-68 / Bunge, 1983: 25, 26 / Dieterich, 2000: 57-62.
7
Estos documentos manuscritos fueron localizados en el Archivo General de la Nación Mexicana – SG,
Archivo General Agrario – SRA, Archivo Histórico del Arzobispado de México, Archivo Geográfico
de Monumentos Históricos – INAH y Archivo Técnico de la Coordinación Nacional de Arqueología –
INAH. Los ramos y divisiones correspondientes de estos Fondos Documentales que fueron consultados
están en la sección de Fuentes consultadas, sección al final del texto.
8
Como fueron antiguos caminos coloniales (reales y vecinales) cuyas trazas siguen en la actualidad las
modernas vías de comunicación, antiguas construcciones de cascos y casas grandes de ranchos y
haciendas coloniales y decimonónicas así como croquis y planos obtenidos de varios recorridos de
superficie que el autor realizó de 2000 a 2007, así como mapas y cartas topográficas obtenidas de
INEGI y otros centros documentales.
9
Ver Pardiñas, 1973:80-92 / De Gortari, 1979: 17-22 / Padua, 1982: 16-54 / Baena, 2002: 31-69.
10
Se consideran categorías de trabajo a una serie de conceptos que como grupos de propiedades
características de nuestros objetos de estudio, fueron identificadas y organizadas jerárquicamente, en un
sistema de clasificación en base a una relación funcional y estructural de un todo con sus partes, que en
nuestro caso es la sociedad (el todo) y sus elementos o componentes. Dichas categorías permiten
discriminar y organizar los datos para establecer hechos y relaciones. Ver De Gortari, 1983: 43, 150-
151.
11
- Características.
- Áreas de organización.
- Unidades de análisis.
11
Ver De Gortari, 1983 b: 43, 89-90, 94-95, 150-151 / González y González, 1986:51,56 / González y
González, 1991:54,56 / González y González, 1997: 24-27, 31 / Zemelman, 1987:11-34, 128-131 /
Zemelman, 2000: 80-81, 85 / De Gortari, 1983 a: 13, 26, 33-35.
12
La inferencia inductiva es un razonamiento reflexivo que utiliza el método lógico para lograr un
conocimiento determinado. Este método lógico es la inducción, que desde el análisis de una gran
variedad de hechos llega a un conocimiento singular y de carácter general. Ver Villalpando, 1997:217-8
13
Ver De Gortari, 1979: 115, 117-118 / De Gortari, 1983 a:13, 26, 33-35 / Larroyo, 1981: 106-112 /
Villalpando, 1997: 159, 217-218.
12
4. La comparación de las hipótesis de trabajo previas con las relaciones
y elementos reconstruidos y establecidos de carácter sociopolítico y
económico, formulando como resultado una serie de inferencias
sobre la veracidad de las hipótesis, complementando estas con datos
empíricos y relaciones reconstruidas a fin de proponer un modelo 14
viable y relativamente sencillo sobre la dinámica y características de
los sistemas de comunidades y de ranchos-haciendas de la
jurisdicción del Azcapotzalco colonial y decimonónico 15 .
Figura Nº 1
Unidades de Análisis Social por niveles de Organización Social
14
Un modelo será una abstracción de la realidad que tiene su origen en un problema de investigación y
que sólo toma en cuenta algunos elementos de la realidad, aislados del resto de la situación y que son
significativos en el problema. El modelo tiene la característica de ser general y no particular. Ver
bibliografía de la Nota 17.
15
Ver Yuren, 1982:54-70 / López Medrano, 1983: 23-32 / Larroyo, 1981: 276-278.
13
Justificación del tema de investigación
El hilo conductor que nos permite rastrear estos cambios fue el papel
desempeñado por la hacienda (en sus modalidades de productora ganadera
y/o de cereales) que de ser una institución económica 18 generadora de
riqueza, productos y empleos, se convirtió paulatinamente en el centro
económico, político y social de la localidad, que organizó la vida de las
comunidades indígenas o mestizas aledañas, mediante el establecimiento de
relaciones clientelares que se organizaron dentro de las categorías de
dominación, resistencia y adaptación social, económica y política.
16
Pérez-Rocha, Emma, La Tierra y el Hombre en la Villa de Tacuba durante la época colonial, Col.
Científica Nº 115, Ed. INAH, México, 1992.
17
Ejemplos de esta situación son las publicaciones como Voces Tepanecas: Tepanecahtlahtolli, Cápsulas
Históricas de Atzcapotzalco, de José Antonio Urdapilleta y María Elena Solórzano Carvajal, Ed.
Consejo de la Crónica – PACYMC, México, 2002 y Azcapotzalco, Globalización e Identidad, de
Pablo Moctezuma Barragán, Ed. Limusa-Noriega, México, 2006.
18
Una institución es un sistema de pautas sociales relativamente permanente y organizado, que formula
ciertas conductas socialmente aceptadas y unificadas, con el proposito de satisfacer necesidades básicas
de una sociedad. Existen en toda sociedad, instituciones familiares, educativas, religiosas,
gubernamentales y económicas. Toda empresa productora de bienes y servicios, es ejemplo de
institución económica. Las estancias agropecuarias, los ranchos y haciendas agrícolas y ganaderas y la
moderna agroindustria son instituciones económicas (Cohen, 1998: 72 / Bock, 1985: 216, 217)
14
Este proceso se había iniciado a mediados del siglo XVII pero se acentuó a
partir de la segunda mitad del siglo XVIII, con el crecimiento económico
que fue resultado de la explotación minera novohispana, la reactivación
económica y la recuperación de la población indígena y el crecimiento de
la población mestiza y criolla.
15
La tercera parte denominada Haciendas y comunidades étnicas en
Azcapotzalco, está formada por los capítulos 7, 8 y 9, que desarrollan el
estudio y análisis de la distribución espacial de los asentamientos
agropecuarios y comunales-étnicos del Azcapotzalco colonial, así como los
antecedentes y características de las haciendas y comunidades en
Azcapotzalco y su relación como sistemas durante los siglos XVIII y XIX,
exponiendo un ejemplo de caso, que fue el de la hacienda Clavería-
Cahuatongo y las comunidades étnicas cercanas y/o relacionadas a esta
hacienda.
16
Primera Parte:
Planteamientos teóricos
“En cada tierra, su uso,
y en cada casa,
su costumbre”
Presentación
17
Capítulo 1) Características del desarrollo socioeconómico y político
del Azcapotzalco Colonial.
Esta escuela, iniciada por Charles Gibson con su obra de 1964 sobre las
relaciones entre españoles e indígenas aztecas y los correspondientes
cambios sociales en la sociedad colonial nahua del Valle de México
(Gibson, 1964 / 2000:413-418), siempre considero como primer paso, el
definir el escenario de estudio, como una región. Los estudios
etnohistóricos de esta escuela sobre las poblaciones coloniales de Tlaxcala,
Valle de México, Oaxaca, Valle de Toluca, Texcoco, etc., son muestra de
esta tendencia (Gibson, 1952 / 1964 / Lockhart, 1974 / Lewis, 1976 /
Taylor, 1972, Hassig, 1985).
18
Esta concepción inherente en los trabajos regionales de Gibson y sus
seguidores, simplificada en extremo por sus críticos en expresiones tales
como la región es el área que estamos investigando en ese momento y que
comprende a una ciudad o pueblo con su espacio circundante (Van Young,
1991:99) es, sin embargo, real y operativa.
1.1.1. La región
Esta región adquirió su carácter como tal, cuando surgieron una serie de
instituciones político-administrativas, radicadas primero en México-
Tenochtitlán y luego en la Ciudad de México, que lograron controlar y
explotar en forma diferencial y complementaria, los recursos humanos y
naturales existentes en una zona con fronteras bien definidas (hinterland19).
19
El término hinterland en alemán significa “tierra o campo trasero o posterior” y fue empleado por el
geógrafo Johann H. Von Thunen en 1826 y se representa mediante un esquema de anillos concéntricos
donde el anillo central representa el centro urbano dominante, considerado el lugar central y el anillo
19
Fig. 2 La Cuenca de México para el siglo XVI
(Charlton, 1979: Tomo I, 327)
exterior inmediato representa el área dependiente, que posee asentamientos rurales y recursos naturales
susceptibles de explotación (Smith, 1997: 42-45).
20
La extensión de esta zona de dominio o hinterland, estaba en función de la
capacidad de transporte de bienes y servicios disponible entre las
localidades dependientes y el centro rector (Hassig, 1990:74,75, mapa 4).
Esta capacidad también incluía el transporte militar y comunicaciones
administrativas, además de las obvias funciones económicas y sociales.
En otras palabras, si bien es cierto que una región debe poseer ciertas
características físicas homogéneas que le permitan presentarse como una
unidad, también es cierto que al menos en nuestro caso de la Cuenca de
México, podemos proponer que como región fue creada por la presencia y
actuación a lo largo del tiempo, de una serie de instituciones políticas-
económicas que desarrollaron amplias unidades político-administrativas de
carácter regional y local en lo general, para controlar poblaciones y
recursos naturales valiosos.
20
El concepto de comunidad se refiere por lo general, a un pequeño cuerpo social –generalmente de
varias familias extensas-, que están asociadas a un espacio territorial y que son distinguibles de otras y
que tienen intensos y extensos vínculos interpersonales (Fairchild, 1992: 53)
21
Fig. 3 La Cuenca de México para el siglo XVI,
dividida en áreas político-culturales y ecológicas
(Logan y Sanders, 1976: 57, mapa 1)
22
Las áreas propuestas para la Cuenca fueron nueve: Zumpango, Pachuca,
Valle de Teotihuacan, Texcoco, Península de Iztapalapa, Chalco,
Xochimilco-Amecameca, Tacuba y Cuautitlán, denominadas
respectivamente como áreas A, B, C, D, E, F, G, H, I (Logan y Sanders,
1976: 56, 57; mapa 2) (Ver Fig. 3).
Cada área podría a su vez subdividirse (por lo regular, estas área son en
promedio de cerca de 200 kilómetros cuadrados) en sub-áreas que
podríamos llamar pueblos (cabeceras, barrios y asentamientos rurales
dependientes), comunidades, parroquias, “terruños” pero que en este
trabajo nombraremos como localidades.
23
Fig. 4 El área H de la Cuenca de México para el S. XV-XVI
mostrando algunas localidades existentes en ella
(González, 2004: 205, Lámina 2, Fig. b)
24
1.1.2. La localidad
25
5) El verdadero poder económico y político, junto con el liderazgo
social no sería desempeñado por lo regular por los funcionarios o la
estructura formal de poder local, sino por líderes comunitarios,
miembros de familias que controlarían el acceso a los recursos y
formas de producción local de riqueza y que impondrían su dominio,
mediante el intermediarismo, el clientelismo, el patronazgo e incluso
el uso de la violencia sistemática. Estas familias y “hombres
fuertes”constituirían con los comerciantes, sacerdotes, funcionarios,
etc., la denominada elite local, que se impondría al resto de la
población y servirían de interlocutores o portavoces de “la
comunidad” ante otras elites locales, regionales o meta-regionales.
De esta forma, he considerado que una región esta definida por un espacio
fisico pero también por una serie de relaciones sociales orientadas por el
poder político sobre ciertos territorios que puede controlar. Cada región se
subdivide a su vez, en áreas que tienen rasgos que les distinguen unas de
otras y estas áreas a su vez, se integran por localidades, que son los
espacios regionales básicos. Así en nuestro estudio, relacionamos región y
localidad a partir de la propuesta de que la comunidad indígena y la
comunidad española del Azcapotzalco colonial, materializadas
respectivamente en una localidad, con sus respectivos elementos (pueblo,
barrios, haciendas y ranchos de peninsulares, criollos e incluso mestizos),
no fueron entes autónomos sino piezas de procesos locales y de procesos
regionales de carácter social y económico-político y de otros procesos más
amplios que les involucraban no solo con la Ciudad de México, sino que
iban más allá y que esta situación duró toda la etapa colonial, sino que
prosiguió en el siglo XIX, llegando incluso hasta el siglo XX.
26
1.2. Estructuras sociales, familias y poder
“Todos somos del mismo barro,
pero no es lo mismo
bacín que jarro”
21
Un grupo social es un conjunto de personas que comparten una conciencia de pertenencia y de
interacción entre ellas. Ejemplos de grupos son familias, amigos, gremios, etnias, etc.
22
Una institución social es un conjunto organizado de conductas y relaciones sociales que siguen grupos
de personas para alcanzar y satisfacer algunas necesidades básicas de la Sociedad (Horton y Hurt, 2006:
246). Ver Nota 18.
23
Este fenómeno es la estratificación social que es en principio, un criterio elemental de diferenciación
social que aumenta en general en relación al desarrollo económico y a la creciente acumulación de
excedentes en cada sociedad (Ver “Antropología Social” de Alor A. Calderón, Ed. SEP-Oasis, México
1969, pp. 63-70.
24
El poder es una relación sociopsicológica de un doble carácter (coercitivo o persuasivo), establecida
entre personas, grupos e instituciones que permite retener o transferir a otros, el control y el derecho a
tomar decisiones políticas y económicas, en relación al destino de objetos y personas (Ver Varela,
2005:127-131).
25
Se entiende al control como el acto concreto y físico que determinados seres humanos realizan sobre
seres, objetos y fenómenos sensibles, tangibles y materiales ya sea transformándolos, acaparándolos,
transportándolos, obteniéndolos o destruyéndolos (Ver Varela, 2005:127-131).
26
Un estamento social es un grupo social integrado por personas que tienen una misma situación jurídica
y que disfrutan de los mismos privilegios. Una sociedad estamentaria es una sociedad que se organiza
27
Estos grupos socioeconómicos (esclavos y hombres libres, tributarios e
hidalgos, campesinos, artesanos, empleados, desocupados crónicos,
transportistas, comerciantes, propietarios urbanos y rurales, religiosos y
eclesiásticos, mineros y manufactureros, funcionarios civiles y religiosos,
indios y castas, españoles criollos y españoles peninsulares, etc.) se
distinguieron entre sí por diferentes criterios contenidos en el concepto de
la condición 27 de cada individuo novohispano.
en cuerpos sociales y políticos que como estamentos combinan en sí, conjuntos de funciones
económicas, políticas y sociales, distintos para cada estamento (Carrasco,1981:191)
27
Esta condición o estado que poseía cada individuo socialmente, existía en base a las características
particulares de origen, pertenencia a etnias y linajes específicos, cantidad y calidad de posesiones, así
como méritos en cuanto a servicios al reino, a la iglesia o a cualquier otro cuerpo social y político,
situaciones determinantes para asegurar o cancelar derechos, obligaciones, actividades productivas,
empleos y profesión religiosa.
28
La relación de patrón-cliente, denominada también de clientelismo o de patronazgo, es una relación en
la que dos o más actores (individuos o grupos sociales preferentemente grupos familiares) establecen
un intercambio asimétrico, vertical y jerárquico. El patrón, que se reconoce como tal con respecto a su
cliente o subordinado, otorga cuotas o acceso a cantidades limitadas de dinero, poder y favores sociales
a su cliente o servidor, reconociéndose como subordinado, y este entrega sistemáticamente lealtad,
trabajo y solidaridad a su patrón, pudiendo fácilmente extenderse esta relación asimétrica a los grupos
familiares de los patrones y de los subordinados. Este modelo de conducta, propio de la elite u
oligarquía se extiende, imitado por el resto de las clases propietarias y de las elites regionales y aun
locales, rigiendo así las relaciones que tenían los sucesivos grupos sociales en la complicada jerarquía
social del México Colonial, del Siglo XIX y aun del Siglo XX (Adler, 2003:146-160 / Pérez-Rayón,
1995: 19, 23, 24 / Kicza, 1986: 30-58 / Varela, 2005: 130).
28
ocupado fuera por nacimiento o por méritos, en la estructura social vigente,
así como de sus vínculos y obligaciones que le unían a su grupo familiar 29 ,
de modo que el análisis de las estructuras sociales de esos momentos es un
requisito previo para comprender cabalmente la libertad de acción
individual y familiar. En la cúspide de esta estructura social, vigente para
la Nueva España del siglo XVIII como para el México de principios del
siglo. XIX, se encontraba la elite 30 .
Esta elite, por lo regular intentaba cubrir varios atributos como riqueza
comprobable, linaje asociado a la hidalguía o la nobleza de la península
española, pertenencia real o fingida a títulos de nobleza u ordenes militares,
antigüedad del linaje asociándolo a antepasados conquistadores, desempeño
de oficios públicos, posesión de una bóveda funeraria familiar, patronazgo
en un convento u otra institución eclesiástica, mantenimiento de una
capellanía familiar, posesión de una gran casa urbana con esclavos y
sirvientes, uso de carruajes y ropa fina, participación familiar en
corporaciones 31 civiles y religiosas prestigiadas (principalmente
mayordomías y cofradías u otros cuerpos civiles y religiosos), educación
civil o eclesiástica para los miembros jóvenes, posesión de fincas rurales
(haciendas o estancias) donde la familia podía utilizarlas como lugares de
recreo o de vacación (Ganster,1981:201, 202, 228, 229).
29
Por lo general este grupo familiar, era la familia extensa o extendida, que es la familia o grupo social
unido por vínculos de parentesco consanguíneo o político, que abarca más de dos generaciones y que
comprende más de una familia nuclear (familia que comprende a esposo o padre, la esposa o madre e
hijos) y que en sus integrantes encontramos a padres, abuelos, hijos casados o solteros, parientes e hijos
políticos y a los nietos (Ver Horton y Hunt, 2006:245, 275 / Chinoy,1998:145-149).
30
Una elite es estrictamente una minoría que posee poder y riqueza; en tal sentido es sinónimo de
oligarquía, que es entendida como un grupo social muy reducido y cerrado, en la cúspide de las clases
propietarias, que concentra en sí un gran poder económico y político. En esta minoría u oligarquía,
separada culturalmente del resto de la sociedad, existen varios grupos con diversas gradaciones en
donde sus miembros, no sólo están ligados entre sí, por intereses comunes o por solidaridad de clase
sino que también lo están por los lazos tradicionales del parentesco, la amistad y el clientelismo (Ver
Pérez-Rayón, 1995:18 /Kicza, 1986: 27-42).
31
Una corporación era un grupo de individuos de la misma condición étnica, económica, profesional o
social que se reconocían entre sí como grupo distintivo de otros, con ciertos derechos y obligaciones
efectivas en el orden novohispano. Ejemplos de estas corporaciones eran los ayuntamientos o
repúblicas, las cofradías y hermandades, los gremios, los consulados de comerciantes, las órdenes
religiosas, etc. De hecho el corporativismo era elemento vital para la estabilidad social y política de la
Nueva España (Pastor, 2000:81-140 / Escamilla, 2005: 69-75).
32
Ese crecimiento económico en la Nueva España, fue producto de la expansión de la economía virreinal
que fue estimulada por el crecimiento poblacional sostenido, el aumento del comercio interno y
externo, la expansión de la agricultura y ganadería comercial (vía sistema de ranchos-haciendas), por la
29
para expandir sus negocios y empresas en mayor o menor medida,
diversificando su capital, ya fuera por enlaces matrimoniales con familias
de semejante o superior condición social (que implicaba la transferencia de
dotes, propiedades y acceso a nuevas influencias políticas y sociales) o
mediante inversiones (Balmori et. al.,1990: 12-15,20,22,27-30).
30
De esta forma, los grupos familiares de la elite empresarial novohispana
(radicados por lo general en residencias cercanas a la plaza central de la
población regional rectora para demostrar su calidad y estatus) estaban
constituidos por numerosos miembros consanguíneos, parientes políticos y
socios familiares y de negocios, así como empleados menores y asociados
minoritarios que como clientela dependiente eran considerados casi como
de la familia. (Kicza, 2005: 148-151 / Balmori et. al., 1990: 12-15, 20, 22,
27-30 / Adler y Pérez, 1993: 42-53).
31
hijas, pérdida de vínculos con las autoridades políticas-administrativas,
endeudamientos crecientes y falta de liquidez, enlaces con familias
equivocadas, simple y sencilla mala suerte, etc.) y la propia situación
socioeconómica y política imperante durante el siglos XVIII y XIX, hacían
que fuera una tarea difícil el lograr que una familia se mantuviera en un
alto nivel socioeconómico y por lo regular, las fortunas familiares se
perdían luego de varias generaciones (Ganster,1981:197 / Brading, 1991:
30, 31).
32
y patronazgo estaban enmascaradas socialmente bajo las acciones y el
espíritu de las instituciones y corporaciones novohispanas y que sólo
fueron detectadas cuando estas instituciones y corporaciones entraron en
una crisis profunda que les hizo ineficientes y no surgieron nuevas
instituciones que permitieran cubrir las formas y relaciones expuestas
(Balmori et. al.,1990: 12-15, 20, 22, 27-30).
Esta fue la peligrosa situación que surgió cuando la estabilidad política del
aparato administrativo y militar del orden colonial se afecto por las crisis
económicas del siglo XVIII, por los efectos de las reformas borbónicas y la
insurrección de 1810-1821, iniciándose la decadencia y paralización del
antiguo orden novohispano.
Sin embargo, luego de casi treinta años de vida independiente, llegó el fin
de la lucha y continua competencia entre las familias de la elite mexicana,
donde los grupos que tradicionalmente habían asumido la responsabilidad
política general y las tareas del gobierno, perdieron posiciones y el control
ante otro grupo de familias e individuos emergentes, que al alcanzar
posiciones económicas y políticas similares a las de los grupos
tradicionalistas, quisieron y por fin pudieron participar y controlar las
tareas del gobierno, al crear y controlar una nueva estructura de poder que
en un mediano plazo, incluyó de grado o de fuerza a la antigua elite y sus
clientelas a nivel nacional, regional y local (Balmori et. al.,1990: 12-
15,20,22,27-30 / Brading,1991:31-36 / Walter,1991:32-33, 35-45 / Haber,
1991:20-23 / Miño, 1987:171-178 / Adler y Pérez,1993: 35-53).
33
1.3. Comunidades, étnicidad y estructuras de poder
34
2. El nivel teórico-diacrónico donde lo étnico y la etnia son categorías
históricas, culturales y jurídicas, desarrolladas durante largos y
complejos procesos sociales, donde se han utilizado históricamente
como mecanismos de diferenciación social y de opresión y
explotación socioeconómica y política sobre segmentos de
poblaciones (que generalmente son dominadas, minoritarias, no
occidentales, subdesarrolladas o marginales) por parte de oligarquías
locales y/o de sociedades colonialistas e imperialistas 37 .
así como el conocimiento de tradiciones y una historia en común. La etnia o grupo étnico sería un
conjunto social, un grupo de personas y familias que han desarrollado lazos, relaciones e identidades
sociales a partir de sus características socioculturales. Esta identidad étnica es la que permite al grupo
étnico, reconocerse como tal y poder diferenciarse de otros grupos de etnias distintas. Ver Bock, 1985:
212-214 / Horton y Hunt, 2006:413,422,439 / Díaz Polanco 1985 (Héctor Díaz Polanco, “Etnia y
cuestión nacional” en La cuestión étnico-nacional, Ed. Línea, México) y 1992 (Héctor Díaz Polanco,
“Autonomía y Cuestión Nacional”, en Estudios Sociológicos de El Colegio de México, Vol. X, Nº 28,
Enero-Abril, México), citado por Pérez-Ruiz,2003:143 / Bonfil, 2003:47,48).
37
Ver Chinoy, 1998:60-63 / Pérez-Ruiz, 2003:123, 130, 131, 134-137 / Bonfil, 2003: 48-51, 123-125,
176-178.
35
Las comunidades étnicas indígenas se habrían reorganizados
jurídica y socialmente en unidades político-territoriales y como
estamentos bien definidos durante la época colonial, pero al ir
cambiando la estructura estamentaria y corporativa novohispana a
lo largo del siglo XIX, estas comunidades se transformaron en una
serie de categorías sociales informales que sufrieron
modificaciones sucesivas.
36
de parte de la comunidad indígena y sus familias dirigentes (tierras
denominadas propios, aguas, símbolos comunitarios y colectivos,
relaciones personales, etc.) pudieran pasar abierta y legítimamente al
control de la comunidad española local y regional, así como de la
estructura de poder imperial española, debilitada y siempre en crisis
económica.
38
El poder independiente es la relación socio-psicológica que se caracteriza por concentrar y mantener en
los mismos individuos y grupos tanto el control como la toma de decisiones sobre los recursos valiosos
de la localidad, región o territorio (Varela, 2005: 130).
39
El poder dependiente es la relación socio-psicológica que se produce cuando existe una separación
entre el control sobre los recursos valiosos de la localidad, región o territorio y la toma de decisiones
sobre el uso, transformación, transporte o destrucción de los recursos valiosos, pues estas facultades ya
no están concentradas en un mismo individuo o grupo, sino que uno se ha arrogado una facultad y otro
solo retiene una, en dependencia con el primero. Esto se expresa en tres tipos de poderes dependientes,
el poder otorgado, el poder asignado y el poder delegado (Varela, 2005: 130).
40
El poder otorgado es el poder dependiente que ocurre cuando un individuo o grupo cede a otro, uno o
varios derechos de toma de decisiones, como en la relación patrón-cliente. El poder asignado ocurre
cuando varios individuos o grupos ceden a otro, derechos a tomar decisiones por ellos, como en la
elección corporativa de un mayordomo. El poder delegado ocurre cuando un individuo o grupo
transfiere a varios, derechos para tomar decisiones, como en el nombramiento real de varios Virreyes
(Ver Varela, 2005: 130).
37
foráneos designados ex profeso por los nuevos centros rectores,
luego de la derrota sufrida en las guerras tepanecas de 1427-1429.
38
- Las comunidades indígenas así formadas, estarían conformadas por
grupos familiares más que por individuos y que estas familias estarían
divididas en cuanto a condición (macehuales y principales), sujetas al
control administrativo de sus familias nobles, bajo formas legales
administrativas y eclesiásticas hispanas, asignándoles tierras propias para
el sostenimiento familiar y administrativo, adquiriendo una nueva
identidad legal con su propio consejo administrativo local (cabildo
indígena) y otra identidad religiosa, obtenida a partir de añadir un nuevo
nombre cristiano al antiguo locativo indígena, en una refundación ritual
donde un santo patrón estaría dedicado a tutelar, proteger y dar identidad
a la nueva población (Wolf, 1987: 182).
39
hábitos de consumo y su integración a circuitos comerciales y laborales de
carácter local y regional que giraban en torno a mercados y ciudades
(Mijares,2005:118).
41
Las estrategias de supervivencia o de sobrevivencia son los comportamientos de grupos e individuos
encaminados a asegurar la reproducción material y biológica del grupo familiar casi siempre de
sectores pobres, generalmente por la vía de la autoexploración creciente y/o de medios sociales
ilegítimos. Los mecanismos de sobreviviencia serán los comportamientos y vínculos socioeconómicos
y políticos reordenados, que buscan mantener la vida biológica y social (Oswald, 1991: 28, 33, 34, 65).
42
Estas tácticas de confrontación controlada pueden ser impersonales, erráticas o intangibles muchas
veces para instituciones foráneas, pero para la comunidad y sus dirigentes son medidas para lograr fines
y determinar los límites antes de trasgredirlos, además de probar las fuerzas propias y de los posibles
adversarios. Estas medidas comprenden el ostracismo, los rumores y chismes, la destrucción anónima y
nocturna de propiedades, bienes y animales, las confrontaciones y agresiones verbales y rituales, la
invasión súbita de predios, los pleitos menores, etc. (Kirk, 1982: 281-289).
40
principal, contra funcionarios del cabildo saliente o en funciones, contra la
corporación religiosa secular o regular encargada de la administración
parroquial local y contra ciertos propietarios y administradores
agropecuarios (Kirk, 1982: 281-282 / Wolf, 1987: 183,184, 292).
También podía pasar que con el paso del tiempo, los labradores y
comerciantes españoles establecidos poco a poco en la comunidad, podían
entrar en conflicto con las autoridades locales y regionales y de esta forma,
aliarse con la comunidad descontenta y convertirse en sus voceros,
alegando abusos y tiranías de estas autoridades corruptas y abusivas
(Wolf, 1987: 183-184 / Lockhart, 1999: 606, 611).
41
Sin embargo, diversas epidemias como la de sarampión de 1727-28, la de
viruela de agosto de 1734 y sobre todo la epidemia de matlatzahuatl que
atacó la población de Azcapotzalco entre septiembre de 1736 y diciembre
de 1737 y que diezmó la población indígena local a tal grado, que según
cálculos de 1746, los habitantes indígenas de Azcapotzalco se habían
reducido a sólo 593 familias (Gibson, 2000: 462, 463 / Gerhard, 2000: 23 /
Sánchez Reyes, 1997: 75 / Villaseñor, 1952: 111).
42
Este nuevo grupo social y sus instituciones corporativas, que a pesar de no
ser parte de las comunidades indígenas, por la naturaleza de su trabajo y al
estar establecidos en la colindancia de las comunidades indígenas,
empezaron a convivir y confraternizar, aumentando la magnitud de los
cambios (Wolf, 1987: 183).
43
Sólo en dos haciendas del sistema local, existían 136 indígenas como
gañanes y trabajadores permanentes que como 97 familias residían en
terrenos de las haciendas (que eran El Santo Cristo y San Nicolás Careaga)
(Ver AGN, Bienes Nacionales, Vol.912, Exp.2).
Sin embargo las vicisitudes económicas y políticas así como las epidemias
de la época además de los propios intereses y perspectivas de la comunidad
española, hicieron que su residencia en la jurisdicción de Azcapotzalco
fuera relativamente volátil, ya que una buena proporción esperaba
condiciones para consolidar su posición económica y trasladarse a la
cercana Ciudad de México o bien, los desastres climáticos como los ciclos
de sequía e inundaciones, el endeudamiento progresivo o la muerte súbita
de los jefes del grupo familiar por accidentes o enfermedades o epidemias,
hacían que muchas familias en su conjunto perdieran riqueza y posición,
por lo que tenían que emigrar a nuevos territorios para comenzar de nuevo
(Lewis, 1991: 145, 147).
44
1.4. Las redes de ranchos-haciendas
“Rancho o Hacienda,
tu dueño te vea”
Para mediados del siglo XVI, surgieron las estancias agropecuarias43 para
satisfacer las necesidades del pequeño pero creciente mercado de la
naciente comunidad española del Centro de México, primero alrededor de
ciudades como las de México, Puebla y Valladolid, extendiéndose luego
hacia los centros mineros del norte y el Bajío (Everett, 1975: 58, 59 / Von
Wobeser, 1983: 8, 27, 30-33).
43
Las estancias agropecuarias eran propiedades ligadas al trabajo indígena auministrado por caciques o
encomenderos, con escasa infraestructura productiva y con inversiones iniciales de capital ligado con
funcionarios o encomenderos (Lockhart, 1991:54, 55-63).
44
La palabra rancho (del franco antiguo hrïng:, reunión de gente) originalmente fue un término de la
jerga militar para designar la reunión y reparto de comida a la tropa reunida en círculo o fila, pero que
en la Nueva España paso a designar asentamientos rurales de poca extensión y valor económico, cuyos
habitantes de baja o mediana condición, cultivaban o criaban ganado en reducidas extensiones de tierra
(ya sea en propiedad o arrendadas a las haciendas cercanas) (Ver Barragán, 1993: 49, 50 / Corominas,
1974).
45
La palabra hacienda (del castellano medieval, fachenda: gran propiedad rural) designaba una propiedad
agropecuaria que comprendía campos extensos para cultivo y pastoreo, construcción con corrales,
huerto y casa o casco, además de ganado. El término hacienda también designa un cúmulo de riquezas
y bienes personales que sustentan la condición de hidalguía o de grande. En la Nueva España, hacienda
era el término para llamar a una propiedad rural que abarcaba una extensión territorial mayor a la del
rancho y que en el México del S. XIX, designaba a una medida agraria de 8,788.50 hectáreas (Ver
Corominas, 1974: 161, 166, 769 / Santamaría, 1992: 590, 915).
45
De esta forma, surgió un nuevo sistema, el de ranchos-haciendas46 que
para el siglo XVII ya se había extendido por buena parte del territorio
novohispano (Mijares, 2005: 120 / Von Wobeser, 1983: 49-52, 55)
46
El término sistema de ranchos-haciendas, indica un conjunto de propiedades de pequeña, mediana y
gran extensión, dedicado generalmente a la producción agropecuaria y que durante los siglos XVII,
XVIII y la primera mitad del S. XIX, se caracterizó por la imposibilidad de exportar sus productos
fuera de la Nueva España, por depender casi absolutamente de los centros mercantiles regionales
cercanos y por ser parte integral de los circuitos de concentración comercial, en sus diferentes niveles
que las elites novohispanas y mexicanas trataban de controlar y preservar.
46
El sistema de propiedades agropecuarias vigente en el siglo XVIII
consistió normalmente de partes separadas, no necesariamente contiguas,
que podrían organizarse como estancias, ranchos y tierras dispersas o
conjuntos de caballerías, cada una con su propia denominación y
conformando todas una unidad superior poseedora de un nombre que les
identificaría como conjunto propio y distintivo (Lockhart, 1991: 169, 172).
47
La aparcería es el acuerdo mediante el cual el agricultor cede al propietario de la tierra que cultiva, una
parte del producto cosechado como pago por el arriendo de la tierra (INCA, 1982: 31).
48
El contrato de medias o mediería, es el acuerdo oral mediante el cual el propietario de la tierra recibe la
mitad de la cosecha que obtuvo el agricultor, que generalmente no dispone de tierra en propiedad o
usufructo (INCA, 1982: 261).
49
Esta propuesta es alternativa a la sugerencia de Mc Cutchen Mc Bride en 1925, de llamar ranchos a las
propiedades que podía trabajar en forma exclusiva, un solo jefe de familia (Ramírez, 1993: 13).
47
3. La última categoría serían las “caballerías” o tierras dispersas
tanto dentro como fuera del sistema ranchos-hacienda, que
formarían propiedades de reserva, orientadas a formar futuros
ranchos, a emplearlas ocasionalmente para aumentar la
producción del sistema en ciertas circunstancias o para que en
casos desesperados, poder venderlas, intercambiarlas o cederlas a
otros propietarios, comunidades vecinas o a las autoridades
locales y regionales (Menegus, 2002: 5,6).
48
Para esto, el hacendado dependía de los comerciantes y fundamentalmente
de las autoridades virreinales establecidas en las ciudades regionales, no
sólo para facilitar la colocación de productos en los mercados, sino también
para obtener diversos beneficios.
49
De tal forma, el sistema de ranchos-haciendas se expandió en forma
selectiva (haciendas convirtiéndose en ranchos y viceversa, un activo
mercado de tierras, convivencia simbiótica y conflictiva con comunidades
indígenas, avances y retrocesos en la extensión de propiedades, etc.),
integrándose así al sistema de mercados controlados, luchando y aliándose
contra otras facciones de la elite, buscando siempre el favor y la relación
con los administradores virreinales y complementaba las funciones de las
instituciones políticas-territoriales como las alcaldías mayores, los
ayuntamientos, las sub-intendencias e intendencias borbónicas, sin
pretender abiertamente usurpar funciones políticas sobre las comunidades y
pueblos o adquirir tintes autárquicos. Tal fue el caso del centro de México.
50
centros urbanos o mineros, así como por las necesidades de estos como
puntos de consumo y comercio (Van Young, 1992: 139 / Nickel, 1996:
13).
52
José Iturriaga de la Fuente propone una tipología de la hacienda según su actividad predominante.
Esta clasificación (Iturriaga,1993:15-16) consiste en la existencia de las siguientes haciendas:
- Haciendas agrícolas (con su respectiva especialización).
* Haciendas trigueras (que cuentan con su propio molino para producir harina).
* Haciendas cañeras (que cuentan con su trapiche respectivo para piloncillo).
- Haciendas mineras o de beneficio.
- Haciendas ganaderas (que cuentan con su propio obrador).
- Haciendas carboneras (sobre todo en el estado de México.
- Haciendas de producción especifica de carácter semi-industrial.
* Haciendas productoras de sal.
* Haciendas productoras de grana-cochinilla.
* Haciendas productoras de pulque y mezcal.
* Haciendas henequeneras (que aparecieron solo hasta el siglo XIX).
53
Estos problemas sociopolíticos y económicos, característicos de la primera mitad del S. XIX, fueron
las acciones depredadoras o de requisición forzada de ganados, caballos, cereales, dinero o armas de
51
Sólo hasta la pacificación lograda por la República restaurada, el sistema
de ranchos-haciendas recuperó su doble carácter de institución política-
territorial y de institución productora de bienes y servicios, pero ahora
como empresa o sociedad accionista, de carácter primario-exportador,
ligada a cacicazgos locales y regionales, en combinación con los
ayuntamientos y prefecturas, perdiendo el carácter corporativo colonial y
articulándose a un Estado elitista central y autoritario.
52
1.5. La Cuenca de México como modelo socioeconómico y político
regional para los siglos XVIII y XIX
“En donde la fuerza sobra,
hasta la razón estorba”
54
Ver Comercio y mercados en América Latina Colonial de Pedro Pérez Herrero, Ed. Mapire, Madrid,
1992 y Abasto alimentario en las regiones de México de Ángel Bassols-Batalla, Ed. UNAM, México,
1994.
55
La Ciudad de México durante los siglos XVII, XVIII y XIX, contó siempre con una economía
diversificada que le permitió ser autosuficiente en artículos manufacturados y de lujo (por la presencia
de una población de artesanos y talleres especializados) pero que requería de materias primas para sus
diferentes manufacturas y de crecientes cantidades de alimentos foráneos para su población (Mijares,
2005:125).
53
El sistema de ranchos-haciendas de la Cuenca de México de los siglos
XVIII y XIX, que a manera de cinturones rodeaba las comunidades, los
pueblos y las villas de la región, permitía la producción de frutas de la
estación, granos (trigo, cebada, maíz, arvejón, haba, etc.), ganado mayor y
menor, lana en vellón, aves de corral, huevos, leche y sus derivados,
forrajes como paja de trigo y zacate, etc.
54
Aun más, las haciendas y ranchos durante el siglo XVIII, bajo la dirección
de la elite rectora, ampliaron sus funciones, convirtiéndose en unidades
político-territoriales no formales, que eran parte fundamental de los
sistemas de urbanización y control económico, político y social de la elite
habitante de la capital (Hassig, 1990: 13, 14, 284 / Kicza, 1986: 39-42).
.
Este sistema de haciendas-comunidades establecidas en la Cuenca de
México, alrededor de la ciudad de México permitió el establecimiento de
un hinterland 56 , o zona exterior al núcleo urbano principal de la ciudad de
México (Hassig, 1990: 12, 284 / Fairchild, 1992: 142 / Smith, 1997: 42-
45), (Ver Fig. 5).
56
El término hinterland en alemán significa “tierra o campo trasero o posterior” y fue empleado por el
geógrafo Johann H. Von Thunen en 1826 y se representa mediante un esquema de anillos concéntricos
donde el anillo central representa el centro urbano dominante, considerado el lugar central y el anillo
exterior inmediato representa el área dependiente, que posee asentamientos rurales y recursos naturales
susceptibles de explotación (Smith, 1997: 42-45).
Hinterland se refiere en Sociología a las zonas exteriores y subordinadas a otra zona central,
generalmente una ciudad o un centro urbano con poder económico y político. El concepto entraña una
serie de connotaciones tales como que el hinterland es una zona periférica, de carácter aldeano o
campesino, apartada del centro dominante, de menor congestión poblacional y de gran
conservadurismo, por ser menos sensible a los influjos del cambio social.
Se considera así al hinterland como una zona proveedora que proporciona a la ciudad (el centro
dominante), materias primas indispensables. Así el hinterland es la zona de dominio de la ciudad (el
centro) y ésta es el mercado natural del hinterland (Fairchild, 1992: 142).
En cambio en Antropología, el término hinterland se refiere a todo territorio que muestra una
densidad mayor de interacciones con una ciudad, respecto a intercambios, movilidad poblacional así
como de redes de transporte y comunicación. La mayoría de los antropólogos que usa el término
consideran la existencia de un solo hinterland por centro urbano. Sin embargo un análisis crítico
sugiere que diferentes espacios socio-ocupacionales propios de una economía industrializada
(manufactureros, comerciales, artísticos, etc.) determinan diferentes hinterlands, de modo que todo
núcleo urbano moderno puede poseer una multiplicidad de hinterlands (Hunter et. al., 1981: 376).
El hinterland es distinto al término suburbio, (del latín suburbium, –en la proximidad de la ciudad-,
barrio, arrabal o asentamiento que esta dentro de la ciudad o dentro de su jurisdicción), ya que para que
estos último esten presentes, se requiere algún tipo de infraestructura continua que permita la
continuidad estructural y orgánica entre el centro y los suburbios.
Los suburbios son parte orgánica de la ciudad y no zonas aledañas o cercanas a ésta, pese a que puedan
presentarse como zonas concéntricas alrededor de un núcleo central, como sectores que se instalan
formando cuñas desde el centro hacia fuera o como núcleos múltiples con áreas diferenciadas (Chinoy,
1998: 232, 233).
55
Fig. 5 La Cuenca de México para el siglo XVI, con zonas de influencia definidas
por capacidades de transporte (Hassig, 1990: 75, mapa 4)
Para los tiempos coloniales y hasta la primera mitad del siglo XIX, esa
capacidad de transporte y movilización que la ciudad de México podía
tener, era de cerca de 32 a 40 kms., alrededor de la ciudad de México, ya
que dependía del sistema de trasporte animal, básicamente el de caballos y
mulas, ya que esa era la distancia aproximada para la época que una recua
de transporte con sus mulas y arrieros, podían recorrer en un día (Hassig,
1990: 206, 208).
56
De tal manera, el hinterland de la Ciudad de México durante los últimos
tiempos coloniales y la primera mitad del siglo XIX, estuvo constituido por
un área que comprendería pueblos, huertas, ranchos y haciendas, un área
rural donde las actividades agropecuarias se identificaban y
complementaban con las actividades comerciales, manufactureras y de
servicios de la capital, desde tiempos muy tempranos (De Gortari, 1988:
73,74 / Silva, 1994: 78-90 / Van Young, 1994: 245 / Silva, 2003: 192-193).
57
Texcoco, Tacuba, Ixtapalapa, Tenayuca, Cuautitlán, Tultitlán, Chalco, etc.)
(Lewis, 1991: 145,147).
58
Al ocurrir la conquista española a principios del siglo XVI, se tomo el
hinterland prehispánico previa como el antecedente para constituir en la
práctica uno nuevo, el hinterland de la ciudad novohispana de México;
siguiendo esta propuesta, el hinterland de la capital colonial estaría
definido por la capacidad de transporte de los bienes necesarios para
sostener a la elite y población de la ciudad de México, siendo ésta
aproximadamente cerca de 32 a 40 kilómetros, ya que esta es la distancia
que una recua de transporte con sus mulas y arrieros podría recorrer en un
día (Hassig, 1990: 206, 298).
57
Una propuesta similar fue la que planteo el investigador Erick Van Young para la ciudad de
Guadalajara en el siglo XVIII; allí planteo el estudio de caso sobre la base de una integración regional
en base a una ciudad y su hinterland rural (Ver Van Young, 1994: 201-245)
59
Este proceso se logró mediante una reestructuración sistemática de las
relaciones económicas, políticas e ideológicas además de una perpetuación
de esas relaciones de dependencia, destinadas a mantener la existencia
misma de la Ciudad de México, como centro urbano y de poder político,
económico y social, dentro de una estrategia de reestructuración
económica-política regional presente durante los siglos XVII y XVIII (De
Gortari, 1988: 73,74 / Silva, 1994: 78-90 / Silva, 2003. 192-193).
Esta zona de dominio estuvo integrada por una serie de pequeñas unidades
productivas agropecuarias, que tenían un mercado de consumo en la
Ciudad de México. Estas unidades estaban en su mayoría, a cargo de
pequeños productores- comuneros, rancheros y hacendados en pequeño -
que desde tiempos coloniales recurrían a la ciudad para intercambiar sus
mercancías o para conseguir prestámos, capitales o recomendaciones.
58
Se planteó una continuidad socioeconómica entre los últimos tiempos coloniales y la primera mitad del
México independiente. Siguiendo las ideas de Molina Enríquez y de David Brading, de la
Independencia a la Reforma, hubó una época poscolonial que conservó las antiguas y decadentes
instituciones novohispanas, donde una red de asentamientos (ciudades principalmente) sostuvo un
debilitado sistema estatal y donde los ranchos y haciendas conservaron en lo fundamental las
características de los últimos años del siglo XVIII hasta los procesos de la Reforma y del Porfiriato
(Aguirre, 1987: 41).
60
haciendas del entorno de la Ciudad de México, en espera del mejor
momento de su introducción, mientras tanto se obtenían productos
derivados como leche, quesos, mantequilla, jocoque, requesón (Silva,
2003: 192, 193).
Cuadro Nº 2
Las zonas de abasto agropecuario de la Cd. de México
(Silva, 1994: 78, 79)
59
Las garitas eran oficinas y controles económico-administrativos situados en cada una de las puertas o
accesos de la ciudad de México durante la época colonial y buena parte del siglo XIX. En ella, los
funcionarios y guardas vigilaban la entrada y salida de mercancías y productos agrícolas, cobrando
derechos a los introductores, que los transportaban en recuas de mulas o en carros tirados. Las garitas
que existían en la ciudad de México para fines del S. XVIII y principios del S. XIX eran 14 (La de la
calzada Vallejo, la de la calzada de Guadalupe, la del Albarradón, Tepito, San Lázaro, Coyuya, La
Viga, Candelaria, San Antonio Abad, La Piedad, Belem, El Calvario, San Cosme y Nonoalco) (Ver
Santamaría, 1992: 552 / Quiroz, 2005:249: plano 1).
61
Fig. 6 Ranchos, cascos de haciendas y poblaciones circundantes a la ciudad de
México y su hinterland, para los siglos XVIII y XIX
(Basado en Gibson, 2000: 88-89, mapa 5)
Simbología
62
Cuadro Nº 3
Las zonas agrícolas básicas del abasto en la periferia de la Cd. de México
63
Segunda Parte:
Dinámica Socioeconómica de una localidad
Presentación
- Unidades político-territoriales.
- Actividades económicas practicadas.
- Distribución espacio-temporal de los asentamientos existentes en la
localidad de Azcapotzalco.
- Relaciones étnicas, de parentesco y de asociación tanto de
individuos como de grupos sociales existentes en la localidad de
Azcapotzalco.
- Las estructuras del poder local, regional y meta-regional presentes.
- Organización, estructura y características del ciclo de fiestas
patronales celebradas por la población de la comunidad de
Azcapotzalco y la cosmovisión correspondiente.
- Las opciones de vida y las estrategias de supervivencia de la
población de la localidad de Azcapotzalco.
60
La estructura social será el conjunto interrelacionado y organizado de grupos sociales y de instituciones
sociales que permite la organización y funcionamiento de una sociedad a la vez que la interacción
regulada de sus miembros (Gutiérrez, 1991. 73, 74 / Hernández-León, 1980: 14, 15).
64
Las consecuencias u actos sociales palpables y registrados históricamente
de estas unidades de análisis, los podemos agrupar de la siguiente forma,
para el mejor análisis de estos, en el Cuadro 1 (Ver Cuadro 1).
Cuadro Nº 1
Áreas de Organización Social y Unidades de análisis estudiadas
- Organización, estructura
y características del ciclo
de fiestas patronales
celebrado y la cosmovisión
correspondiente
1. La organización política-territorial.
2. La organización del trabajo.
3. La organización social y étnica.
4. La organización para la tenencia de la tierra y de la propiedad.
65
Capítulo 2) Organización política-territorial
2.1. Antecedentes
“No ha de faltar
ni Rey que nos mande
ni Papa que nos excomulgue”
66
Fig. 8 El Altepetl de Azcapotzalco en la zona NW de la Cuenca de México
(González, 2004: 207, lámina 4)
67
Uno de estos pueblos sometidos y tributarios fueron los mexicas, que se
establecieron en 1325 en un grupo de isletas, en el extremo este del
territorio del Altepetl de Azcapotzalco, formando así sus propios
asentamientos (México-Tenochtitlán y Tlatelolco) y sus propias unidades
político-territoriales (López-Luján, 1993: 149).
La relación entre los tepanecas de Azcapotzalco y los mexicas fue tal, que
un grupo de mexicas fue recibido en la periferia del centro cívico-
ceremonial del Altepetl de Azcapotzalco, formando así su propio
asentamiento o parcialidad (los mexicas de Azcapotzalco o Mexicapan
Azcapotzalco) (Chimalpain,1967: 59 / 1991: 147 / Carrasco, 1996: 267)
68
2.2. Alcaldía Mayor de Tacuba y República de Indios de Azcapotzalco
Desde principios del siglo XV, los gobiernos locales del reino de Castilla
estaban organizados en municipios o cabildos (que comprendían tanto al
cuerpo de regidores o gobernantes locales asentados en una villa como
centro de gobierno, como al territorio sujeto a su jurisdicción), gobernados
por una oligarquía tradicional, compuesta de caballeros-propietarios, que
como poseedores de privilegios ancestrales eran notables y gobernaban así
sobre una población plebeya y villana, asentada en alquerías y pueblos,
transmitiendo el oficio de gobernar, de padres a hijos (Pérez, 1997: 144).
69
Cuando en 1519, Carlos I eligió como rey de Castilla, instaurar un régimen
imperial, se impuso una reorganización político-administrativa del estado y
una política exterior distinta, orientada a satisfacer generalmente exigencias
de prestigio y poder del rey y su dinastía imperial, así como los de sus
asociados (banqueros flamencos, alta nobleza, etc.), sacrificando si era
necesario, los intereses de la gran masa de población plebeya, los pequeños
manufactureros y labradores así como de la baja nobleza de distintos
reinos, provincias y localidades del imperio (Pérez, 1997: 150, 151).
70
Las nuevas unidades jerárquicamente acabaron por confundirse y
equipararse unas por otras, al impartir justicia y gobierno en nombre del
Rey (Vives, 2004: 95, 98). En este sistema de Corregimientos, Alcaldías
mayores y cabildos, se procedió a reorganizar a las comunidades indígenas
mesoamericanas sobrevivientes a la conquista y al gobierno de los
encomenderos y caciques de mediados del siglo XVI, a fin de convertirlas
en componentes integrales del estado imperial español y de su sistema
económico colonial (Wolf, 1987: 181).
Las similitudes entre las noblezas locales responsables del gobierno local
tanto en la Nueva España como en Castilla para el siglo XVI, fueron
notablemente paralelas: podemos rescatar de éstas, la idea de ambas de
vivir y desarrollarse en búsqueda perpetua de rentas o ingresos obtenidos
por el trabajo de otros, el ansia de consolidar y perpetuar para ellos y sus
descendientes la consideración de una condición social superior y el
reconocimiento estatal de privilegios socio-económicos y políticos, su
papel de minoría rectora, usufructuaria de puestos públicos locales de
carácter hereditario, así como la manifestación continua de poseer una
limpieza de sangre y un linaje superior al de la mayoría social (Wolf, 1978:
181, 182 / Pérez, 1997: 179).
71
Esta identidad religiosa la obtenía la comunidad, al añadir un nuevo
nombre cristiano al antiguo locativo indígena, en una refundación ritual que
procedía al instalar su propia capilla o iglesia local, dedicada a un santo
patrón, que estaría dedicado a tutelar y dar identidad a la población que
protegía. A cambio, la comunidad veneraría a este santo patrón, como su
representante e intermediario entre ellos y los altos poderes espirituales,
surgiendo así varias instituciones de carácter jerárquico, destinadas a
organizar y extender el culto al santo patrono y otros santos representantes
e intermediarios (Wolf, 1987: 182).
72
Esta jurisdicción fue gobernada por una serie de funcionarios reales
(nombrados por el Virrey o el rey mismo) denominados alcaldes mayores,
auxiliados por alguaciles o tenientes para sus tareas administrativas y
jurídicas de gobierno , donde la sede de este gobierno local estuvo asentada
luego de varios cambios político-administrativos, para principios del siglo
XVII en forma definitiva en la villa de San Gabriel Tacuba, donde se
gobernó sobre una serie de poblaciones indígenas organizadas en
repúblicas de indios. (Ver Fig. 10).
73
Aculnahuac y Santa Catarina Atzacoalco al Este, hasta los poblados de
Santa María Nativitas Xocoyohualco y Santa Cruz del Monte al Oeste. Al
Sur, el territorio estaba delimitado por una corriente de agua que bajaba de
la Serranía de los Remedios y que cruzaba por los poblados de Santiago
Ahuizotla, San Miguel Amantla y San Lucas Atenco. Por el Norte, el límite
estaba entre los pueblos de San Martín Xochinahuac y Santa Bárbara
Tetlanmán-Yopico (González, 2004: 94, 95) (Ver Fig. 11).
74
Junto con estas medidas, estaría también la refundación de los centros
menores dependientes designados como barrios, asignándoles un
patronímico cristiano que junto con el antiguo nombre indígena, designaría
a las nuevas poblaciones dentro del orden establecido (González, 2004:
154). Sin embargo en estos cambios políticos y administrativos de los
asentamientos existentes, se conservó la organización tradicional basada en
la separación étnica-territorial prehispánica del Tepanecapan y Mexicapan,
expresada ahora en la división y administración separada de los barrios y
asentamientos dependientes, organizados en dos parcialidades claramente
diferenciadas, la mexicana y la tepaneca (Ver Fig. 13).
75
Estas parcialidades étnicas funcionaban como unidades administrativas y
territoriales de los asentamientos existentes en el territorio de
Azcapotzalco: encontramos referencias de ellas en 1552 asignándolas como
las partes de los caciques-gobernadores mexicanos y tepanecas, Don
Baltasar Hernández y Don Diego de León, respectivamente (AGN,
Mercedes, V.3, f. 317v - 318).
76
Esta estructura administrativa se aprecia en el documento que enviaron los
caciques-gobernadores, alcaldes, escribanos, regidores y principales
indígenas de las parcialidades mexicanas y tepanecas de Azcapotzalco a
Felipe II en 1561 (González, 2004: anexo, documento 2; 194, 195)
Para cumplir con sus fines, esta doble república de indios contó con dos
denominadas casas de comunidad o Tecpan, uno llamado Tecpan de
Mexicanos y otro llamado Tecpan de Tepanecas, donde se reunían
semanalmente en sesión, los gobernadores, principales y funcionarios de
cada parcialidad territorial y étnica (González, 2004: 98)
77
Fig. 14 Plano del centro del pueblo de Azcapotzalco o Villa de Bustamante y
Quintanar en 1854 (Según plano de P. Hernández, del Liceo Franco-
Mexicano, según copia del Archivo Histórico de Azcapotzalco)
78
2.3. Reformas político-territoriales borbónicas y los ayuntamientos
gaditanos y republicanos en Azcapotzalco
79
Al finalizar la dinastía de los Austrias y llegar la dinastía Borbón al trono
del imperio español en 1713, se impuso no solo el deseo de conocer mejor
los recursos y los pueblos de la América Colonial, sino realizar dentro de la
globalidad estratégica del despotismo ilustrado, una serie de reformas
administrativas en el Estado español, a fin de restituir la autoridad de la
Monarquía (Vives, 2004: 121,124, 129).
80
Hasta donde fue posible, se trató de que los puestos de los cabildos o
repúblicas de indios y españoles así como los de subdelegados o jefes de
partido, usufructuados en lo general por familias criollas o de principales
indígenas, fueran otorgados a peninsulares o individuos adictos a la Corona
y al nuevo régimen (Vives, 2004: 134).
Sin embargo, la influencia de estas reformas del siglo XVIII, sobre todo en
cuanto a la organización político-territorial, influyó poderosamente en los
procesos político-sociales del México independiente.
Una de ellas fue la colaboración con los funcionarios fiscales que habían
instalado una aduana zonal en la villa de Tacuba y diversas garitas de
control en los pueblos de Tizapan, Tultitlán y Azcapotzalco a fin de cobrar
alcabalas por el tráfico de cereales, ganado y diversas operaciones
comerciales en el territorio, así como por las contribuciones del asiento del
pulque, arrendado a particulares (AGN, Alcabalas, año de 1784, V.247,
Exp. 7, f. 118-119/ Civil, año de 1725, V. 1494, Exp. 3 / Criminal, año de
1806, V. 134, Exp. 485, f. 478-478v.).
81
Fig. 15 Plano de los partidos en la Cuenca de México para el S. XVIII
(Guarisco, 2004: 53, mapa 1)
82
Fig. 16 Acuarela de la jurisdicción de Tacuba en 1766
(Pérez-Rocha, 1986: 60)
83
En el caso de la república de indios de Azcapotzalco, el cuadro de
funcionarios de su república se organizó en lo general para el siglo XVIII,
de dos maneras:
84
Esta confusión de términos fue propiciada por numerosas reformas y
cambios político administrativos como las impulsadas por Carlos III para
reformar el municipio, equiparándolo en su territorio al de la parroquia,
jurisdicciones territoriales de distinta índole que se empalmaban y
sobreponían por lo general desde el siglo XVI (Guarisco, 2003: 60, 61,
121).
Sin embargo, la creciente debilidad del estado español por las guerras
internas, el lento colapso del aparato político-administrativo, la creciente
lejanía y la crisis del sistema de flotas, propició que las nuevas instituciones
y cambios, no se respetaran ni se aplicaran totalmente y que las viejas
instituciones no terminaran ni murieran, por lo que se produjo un
sincretismo jurídico-administrativo, donde sin la amenaza de sanción o
castigo por parte del gobierno central, las autoridades locales y aun
regionales de la Cuenca de México, hicieron que las nuevas normas
jurídico-administrativas se subordinaran a los usos y costumbres ya
establecidos (Nava Otero, 1973: 46-54).
85
Para evitar las presiones y amagos sobre la capital y sus áreas
circunvecinas, el gobierno virreinal reforzó la presencia militar realista de
la Cuenca con tropas profesionales que vivieron del interior novohispano y
con la formación de cuerpos de voluntarios locales, denominados
“Batallones patrióticos de Fernando VII” 62 (Anna, 1995: 104 / Guarisco,
2003: 154). Independientemente de sus deseos y sentimientos de lealtad al
monarca y al reino, los miembros de la comunidad española de las
localidades de la Cuenca de México, integrarse a estos cuerpos militares
para lograr un prestigio social que les condujera a un ascenso económico y
político. Sin embargo sólo unos cuantos lograron realmente esas metas,
pues los nuevos cuerpos militares formaban parte del ejercito español como
sistema corporativo profundamente jerárquico y exclusivista, que
controlado como estaba por un núcleo pequeño de militares que nunca se
permitieron compartir recursos y poder con individuos extraños a sus
orígenes, ideas y métodos de trabajo.
86
Según las nuevas disposiciones constitucionales, las antiguas familias de
principales indígenas perdieron su control hereditario sobre la población
indígena y sobre los cargos políticos locales, siendo sustituidas por
funcionarios electos de cualquier condición étnica (español, indígena o
mestizo) que tuviera recursos, residencia e interés por los asuntos públicos
locales, produciéndose así no solo una ruptura, sino una apertura política
inédita.
Cuando esta apertura se dio, los españoles criollos de las familias locales
prominentes de la Cuenca de México, tuvieron por fin acceso a la
estructura político-territorial formal, confiando que esta situación
incrementaría su poder y riqueza, así como su presencia en el juego político
local y regional. Este acceso, sin embargo implicó negociar en nuevas
condiciones con las familias indígenas principales, en una complicada y
extensa red de patronazgos y clientelismos que unía a las comunidades
indígenas y españolas en todas las localidades y centros novohispanos
desde el siglo XVIII.
87
La nueva situación planteó a los funcionarios criollos y a sus asociados
indígenas de cada localidad, la posibilidad de renegociar sus relaciones de
clientes dependientes de la oligarquía residente en la ciudad de México, ya
que las condiciones de autonomía legal sobre asuntos sociopolíticos y
económicos locales que ahora podían imponer sobre las propiedades
agropecuarias y las actividades productivas y comerciales que los grupos
de la elite de la capital novohispana poseían y controlaban en las
localidades de la Cuenca, eran instrumentos teóricamente efectivos para
lograr un nuevo equilibrio de poder regional.
88
cada vez más simplificado de casi todas las cuestiones de la administración,
justicia y hacienda de las localidades y regiones del virreinato, como si
fueran simples apéndices de la actividad militar, convirtiendo así poco a
poco el gobierno virreinal en un régimen militar 63 (Anna, 1995: 200).
Esta fue la estructura que permitió al Virrey Calleja no sólo ocuparse de los
asuntos administrativos y de gobierno, sino de formar un ejercito de 39000
hombres de tropa de línea y milicias provinciales y una fuerza de 44000
milicianos o patriotas, que permitió frenar al movimiento insurgente y
sostener una larga guerra de baja intensidad con los sobrevivientes de este
(Anna, 1995: 94 / Porrúa, 1995: 539, 540).
63
Esto se puede apreciar al revisar el Ramo de Operaciones de Guerra del Archivo General de la Nación,
para los años de 1812 a 1816, donde temas como Padrones, Contribuciones, Secretaría Virreinal,
Subdelegaciones, etc., se mencionan o se exponen junto con informaciones de carácter administrativo,
estratégico, económico o militar.
64
Ejemplo de esta animadversión entre funcionarios electos y autoridades administrativas-militares, es la
opinión que el Subdelegado de Guadalupe y comandante de la plaza, Teniente Coronel José Joaquín
Tuero, tenía del Alcalde y funcionarios del ayuntamiento gaditano de la Villa de Guadalupe, que era
“este individuo, Pedro López tiene extremada malicia, ignorancia y refinada cavilosidad, con la que
domina la opinión de los demás regidores de la Villa, porque los unos siendo indios sin principios, los
ha podido ganar y los otros, porque son íntimos amigos suyos” Ver AGN, Ayuntamientos, Vol. 215.
89
En Azcapotzalco, luego de los problemas de la invasión napoleónica en
España, el administrador de la garita de Azcapotzalco, Miguel Suárez de la
Serna (establecido en el pueblo desde 1796 y ya bien relacionado con los
notables criollos e indígenas, así como con los propietarios y hacendados
locales, por sus actividades como funcionario de la Administración de
Alcabalas) ofreció en 1808 una contribución al Virrey 65 y comenzó a
organizar luego de un tiempo, una compañía militar de voluntarios, el
batallón de patriotas de Azcapotzalco 66.
65
Miguel Suárez de la Serna había llegado de Iguala en 1796 solicitando el puesto de la administración de
rentas unidas en Azcapotzalco, vacante por desfalco del anterior administrador. Lo consiguió ese año y
entabló muchas relaciones personales con notables y propietarios locales. Sin embargo en 1807 tenía un
proceso por malversación y fraude de los fondos de la Administración de Alcabalas, que curiosamente
luego de su contribución en 1808 no prosperó. Ver AGN, Alcabalas, Vol. 418, Exp. 36 y Vol. 209,
Exp. 2 y 4.
66
Dicho batallón de patriotas estaba establecido en un cuartel en la cabecera de Azcapotzalco, según
testimonios de 1812, contando aproximadamente con cincuenta elementos armados de trabucos. Como
cuerpo participaba en labores de reconocimiento y defensa contra gavillas insurgentes entre los
poblados de Huizquilucan, Monte Alto y Bajo, Tacuba y Tlalnepantla. Sin embargo este cuerpo perdió
todas sus armas, cuando un pequeño grupo de insurgentes entró al pueblo de Azcapotzalco en silencio,
en la noche del 24 de junio de 1813, llegando al cuartel de los patriotas que estaba desprotegido,
llevándose todas las armas de fuego, huyendo sin dificultad, pese a la movilización de los vecinos y los
patriotas desarmados. Ver Valdés Inchausti, 1983: 145, 146 y AGN, Criminal, Vol. 510, fs. 258 v.
67
Pedro Cacho era alférez en el cuerpo de patriotas de Azcapotzalco y rival del Capital de la Serna. Ángel
Navajas había sido Colector de Diezmos de Tacuba y Azcapotzalco probablemente desde 1805 hasta
1817, por parte del Cabildo Catedralicio de México y de sus Jueces hacedores y posteriormente fue
90
Ignacio Velásquez y a otros propietarios como los dueños de las haciendas
de San Antonio, El Cristo, San Isidro, los Ahuehuetes, etc., para liberar de
la leva a sus trabajadores (AGN, Criminal, Vol. 510, fs. 245-256).
alcalde de 2do. voto del ayuntamiento gaditano de Azcapotzalco de 1821. Ver AGN, Criminal, Vol.
509, fs. 129 v; AHAM, Fondo Cabildo, Sección. Haceduría, Serie Colecturía, Caja 150, Exp. 22, 1805
y Caja 152, Exp. 17, 1806; AGN, Tierras, Vol. 2958, Exp. 40, fs.1 y Ayuntamientos Constitucionales,
Vol. 364, fs. 264, 264 v.
91
Este tipo de situaciones era generalizada en la Cuenca y los
enfrentamientos entre ayuntamientos gaditanos y gobierno virreinal militar,
por lo que, la situación incomodaba profundamente al sistema de gobierno
militar que tenía que seguir los protocolos establecidos para guardar las
formas legales, pero cuando Fernando VII desconoció la Constitución de
Cádiz el 4 de mayo de 1814 y se publicó el decreto en la Nueva España el
17 de septiembre del mismo año, los cabildos interétnicos constitucionales
desaparecieron y se reestablecieron los gobiernos étnicos de las repúblicas
de indios, terminando temporalmente con las pretensiones locales de lograr
autonomías políticas-territoriales.(Zavala, 1981:47, 48).
92
De esta manera, las familias principales locales de la Cuenca de México
solo administraron su propia miseria y les hizo extremadamente
dependientes de los escasos ingresos que pudieran extraer de los vecinos
indígenas bajo su jurisdicción, así como de las tierras comunales heredadas
del pasado colonial, repitiendo y continuando así los mecanismos
corporativistas y de control que habían existido antes, en la antigua
república de indios. En cuanto a las relaciones de clientelismo que las
familias principales locales habían sostenido con las diferentes facciones de
la oligarquía residente en la Ciudad de México, se volvieron demasiado
frágiles e indirectas, ya que se establecieron principalmente a través de la
red de haciendas y ranchos que la elite citadina poseía o controlaba en la
periferia de la ciudad.
Una de las muchas razones de esta situación anómala, fue el que después
de la independencia política de 1821 se presentó en el territorio
denominado México o Estados Unidos Mexicanos, una época poscolonial,
donde un grupo de militares, funcionarios y propietarios, inmersos en la
dinámica de crisis política y económica que había estabilizado y
continuado una serie de gobiernos virreinales militarizados, trataron de
establecer una regencia provisional (coordinada por un presidente, un
dictador o un general-presidente) que a la espera de un rey que nunca llegó,
no pudo nunca organizar en forma definitiva su territorio ni desarrollar
políticas y acciones concretas que fortalecieran y desarrollaran la economía
nacional y el poder político estatal (Aguirre y Saborit, 1987: 41).
93
Fig. 17 La zona norte del Distrito Federal en 1824
(Almonte, 1852)
94
De esta forma, junto con todas estas denominaciones (definidas
sucesivamente en la Ley Sexta Constitucional de 1836, la Ley del 20 de
marzo de 1837, la Organización Política de la República Mexicana de 1843
y un tanto sesgadamente en la Ley de Desamortización de 1856), que
trataron de organizar unidades político-territoriales de carácter regional y
extramunicipal, el municipio como organización político-territorial de nivel
local prevaleció, pero con características no muy distintas a las existentes a
fines del periodo colonial (Vega Míreles, 1955: 41-43).
Así pues, las pequeñas normas para la organización municipal que habían
sido planteadas en el Plan de Constitución Política de la Nación Mexicana
de 1823 no pudieron llevarse ni siquiera a discusión ante la persistencia de
los conflictos políticos y en consecuencia, los ayuntamientos se siguieron
rigiendo por muchas disposiciones vigentes desde los últimos tiempos
coloniales que, por no oponerse abiertamente a las sucesivas legislaciones
de 1836 a 1856, no fueron derogadas por simple omisión (Sánchez et. al.,
1996: 11,13).
Todos estos cambios, presentes desde fines del siglo XVIII y de principios
del siglo XIX, alteraron la situación local de Azcapotzalco en su estabilidad
económica, política y social, por lo que para sobrevivir, las comunidades
indígenas y españolas y el sistema haciendas-ranchos intentaron adaptarse
sin tratar de cambiar en lo esencial, sucediendo dos fenómenos que
marcarían la tónica de los primeros cincuenta años de vida independiente;
el endeudamiento progresivo y la debilidad económica del sistema de
ranchos-haciendas ante la inseguridad y crisis económica así como la
creciente concentración de la propiedad rural de la cuenca, en manos de las
diferentes facciones de la elite radicada en la Ciudad de México, proceso
observado desde fines del siglo XVIII.
95
Fig. 18 Los ayuntamientos de Azcapotzalco y Tacuba en 1824
(Almonte, 1852)
96
Por esta razón, el municipio de Azcapotzalco prefirió adherirse y funcionar
con el Distrito Federal y no con el naciente Estado de México en 1823-24,
que era un poder en ciernes y demasiado lejano para ser efectivo 68 a pesar
de que la mitad de los territorios de los ayuntamientos de Azcapotzalco y
Tacuba, había quedado afuera del límite circular establecido por el
Congreso en 1823 al crear y delimitar al Distrito Federal, quedando en la
jurisdicción del Estado de México (Ver Figuras 17 y 18).
68
Sobre la relación conflictiva entre el ayuntamiento de Azcapotzalco con el naciente Estado de México y
con el vecino municipio de Tlalnepantla (una localidad cuya elite y red de ranchos-haciendas se
diferenció del DF y rivalizó con la de Azcapotzalco, intentando absorberla desde los primeros años del
siglo XIX) hay que revisar los reclamos del Gobernador del Estado de México al Gobernador del DF
sobre quien tiene la autoridad para convocar la renovación del cabildo municipal de Azcapotzalco,
territorio en disputa entre ambas entidades en 1825 (Ver AGN, Ayuntamientos, 1825, Vol. 10) así
como la presión hacendaria del municipio de Tlalnepantla sobre predios, ranchos y haciendas situadas
al norte y oeste de la jurisdicción de Azcapotzalco, entre 1861 y 1873, al enviar continuamente
inspectores a cobrar contribuciones a los propietarios, bajo pretexto de que esas propiedades estaban en
la jurisdicción mexiquense y del municipio de Tlalnepantla (Ver periódico“El Distrito Federal”, órgano
del Gobierno del Distrito Federal, Vol. 3, Nº 36 del 13 de julio de 1873, página 3).
97
Fig. 19 Mapa de Azcapotzalco en 1857
(Mapoteca Manuel Orozco y Berra, CNMH-DCCVIII-34,
proporcionado por la Mtra. Gabriela Sánchez Reyes –DMH/ INAH)
98
En estas condiciones, para 1848 se consideraba al municipio de
Azcapotzalco como una unidad político-territorial dependiente del Distrito
Federal.
Cuadro Nº 4
Asentamientos del municipio de Azcapotzalco para 1848
(Almonte, 1852: 307-308)
99
De esta forma, el municipio de Azcapotzalco como unidad política-
territorial, bajo la administración formal de un cabildo compuesto de
miembros de las familias principales de la localidad, unió su suerte a una
elite de pretensiones nacionales, que durante el periodo de 1824 a 1867, se
comporto como una oligarquía cuyas facciones recurrían a tratar de
consolidar y ampliar su influencia en los aparatos políticos y militares que
tenían su sede en las ciudades principales (sobre todo en la ciudad de
México), y a buscar mecanismos sociales y económicos para crear zonas de
influencia y bases de operaciones regionales y locales que les soportaran y
financiaran sus acciones (Pérez-Rayón, 1995: 125).
100
Es muy probable que aun bajo la administración del Comisario, la
participación de los miembros del derogado cabildo fuese significativa, ya
que implicaba la colaboración explícita de las familias principales locales
con el régimen gobernante de la Ciudad de México. De tal forma, tenemos
que el municipio de Azcapotzalco conservó la división del territorio y
población del municipio en siete cuarteles, tal y como lo refiere las noticias
de 1859. (García, 1859: 282).
Cuadro Nº 5
Cuarteles y poblaciones del municipio de Azcapotzalco para 1859
(García, 1859: 282)
101
Capítulo 3) Organización del trabajo
3.1. Antecedentes
“El dinero Dios lo da
y los indios lo trabajan”
70
Como las inundaciones totales de la ciudad de México para 1553, 1580, 1607, 1622 y 1629-1630 y las
inundaciones parciales que sufrió la capital novohispana y sus alrededores para los años de 1555, 1626,
1627 y 1647. (Ver García Martínez, 2004:50-57 / Everett,1975: 55-79 / Porrúa, 1995: 1839)
71
Gañán viene del árabe gannan, que significa mozo de pastor (Ver Diccionario de la Lengua Española,
Real Academia Española, Madrid, España, 1936, pp. 631). En este sentido la emplea Juan Trigueras en
su declaración en la Visita de 1609, “… a los gañanes que guardan el ganado, los hace este declarante
trabajar y no de otra manera y esto es por ser cosa forzosa para guardar cada labrador sus
ganados...” (Ver Documento 3, Visita Secreta de 1609, declaración de Juan Trigueras)
72
Tapisque viene del náhuatl tapixca, que es el alzar el maíz, cosechar el maíz. Se considera así, que
significa el trabajador que pizca o que recoge la cosecha (Ver Remi-Simeón, 1997:388 / Santamaría
1992:1009) En ese sentido la emplea Pedro Bueno en su declaración en la Visita de 1609, “… y así
mismo los labradores de este partido por causa de que se les pierda los panes, hacen trabajar a los
102
Para la época, el sistema de asignación oficial de trabajadores indígenas
para la localidad era el repartimiento, donde el Juez repartidor instalado
desde 1580 en San Gabriel Tacuba asignaba diferentes partidas de indios
trabajadores de Azcapotzalco, Ecatepec, Teotihuacan y otros pueblos a
diferentes estancias y explotaciones agropecuarias para trabajar en ellas una
semana respectivamente (González, 2004: 125-127).
De esta forma, entre 1620 y 1630, los 200 ranchos y haciendas trigueras
reportadas en la zona de Tacuba y Azcapotzalco se redujeron a sólo cerca
de 60 propiedades en producción (Gibson, 2000: 248 / AGN, General de
Partes, T. VII, f. 61-61v).
indios tapisques todos los domingos y fiestas, después de haber oído misa…” (Ver Documento 3, Visita
Secreta de 1609, declaración de Pedro Bueno).
73
Laborío viene del término labor que es toda la extensión de tierra cultivada y sembrada. Laborío seria
el trabajador de la labor, que podría ser de maíz, trigo o fríjol. (Ver Santamaría, 1992: 651). En ese
sentido la emplea Alonso Costas en su declaración en la Visita de 1609, “…y sabe como en las
haciendas de labor que tiene en este partido el Canónigo Villanueva y el Doctor Don Marcos y este
que declara han hecho trabajar en domingos y fiestas de guardar a indios laboríos…” (Ver
Documento 3, Visita secreta de 1609, declaración de Alonso Costas).
74
Como ocurrió con la hacienda del Licenciado y presbítero Pedro de Ortega en la temporada de lluvias
de 1629, cuando su hacienda situada en el Rincón de Don Diego y el Llano de Tlalnepantla, se inundó
y deshizo, perdiéndose casa, áperos, trojes con 300 fanegas de granos, tierras sembradas y mil
magueyes en producción (Ver AGN, General de Partes, T. VIII, f. 120v).
103
Los 200 ranchos y haciendas trigueras hasta antes de 1630, habían
cosechado anualmente cerca de 60,000 fanegas de trigo (aproximadamente
27,000 toneladas de grano), pero los desastres naturales y la falta de
trabajadores indígenas para sembrar, escardar 75 y segar los cultivos, habían
reducido el número de propiedades en producción a cerca de 60 y éstas sólo
habían podido lograr para 1630 y 1631, cosechas anuales de trigo de
aproximadamente 10,900 fanegas (aproximadamente 5000 toneladas)
(AGN, General de Partes, T. VII, f. 61-61v).
75
La escarda consiste en arrancar la mala hierba del surco y la que rodea a la planta del maíz o trigo,
aflojar la tierra circundante y arreglar las guías de la planta joven con cuidado para que crezcan sin
obstáculo, auxiliándose con una pequeña paleta de madera. También se llama escarda al repase del
arado entre surco y surco, para volver a formar bordes de tierra a cada hilera de plantas sembradas, a fin
de tapar el pie y las raíces de estas. Ambas operaciones siempre se hacen para que la siembra se logre
(Ver Inclán, 1973: 184 / Santamaría, 1992: 500).
76
El trigo de riego era el cultivo de este cereal en base a un regadío permanente en dos ciclos de siembra
anuales según Gibson, para la Cuenca de México a fines del siglo XVI; el primero en los meses de
invierno con la siembra, cosechándose en mayo o junio, y el segundo en los meses de agosto y
septiembre, cosechándose en noviembre y diciembre (Gibson, 2000: 331).
104
También su escasa relación con la población indígena, a través de la
denuncia de la trasgresión cometida (la convivencia marital pública con
indias y el reconocimiento y el consecuente apoyo a los hijos con ellas) por
el español tratante de ganado, Francisco Hernández Visuet y el núcleo
mestizo asociado a ellos, el criado Domingo García (que servía en la
hacienda y casa del labrador Alonso Costas) y el arriero Juan de Torres.
77
El calendario agrícola establecido para Azcapotzalco según las actividades registradas en el Libro de
Cuentas de las haciendas de Clavería y Cahuatongo de 1786 y de los ciclos meteorológicos reportados
para la localidad, la temporada de lluvias, iniciaba en los meses de abril y mayo con ligeros chubascos,
para continuar con una precipitación creciente en los meses de junio, julio, decreciendo en agosto y
septiembre, hasta acabar con chubascos aislados en octubre y noviembre; este ciclo permitía el cultivo
de trigo, utilizando el riego, donde la siembra se iniciaba en las ultimas semanas de noviembre, su
escarda en enero y el corte de las espigas en junio y julio, antes de las lluvias fuertes, que podrían
pudrir las espigas y los granos ya maduros, de allí la necesidad de contar con mano de obra abundante
en noviembre, enero y junio-julio.(Ver González, 2004: 10 / AGN, Tierras, V. 1140, Exp. 11, f.1-21 /
Ouweneel, 1998: 108, 109).
78
En un Parecer elaborado por el representante del Cabildo Eclesiástico de México el 5 de agosto de
1610, se menciona que los indios ganaban en su oficio o en el cultivo de sus tierras, de 8 a 10 reales al
día mientras que en el trabajo asignado por el repartimiento, apenas ganaban de 6 a 7 reales toda la
semana trabajando en forma excesiva (Ver Zavala, 1989: V, 1ª parte, 59).
79
El amancebamiento era la relación sexual usual en una convivencia cotidiana entre un hombre y una
mujer, sin que hubiera ningún lazo de matrimonio religioso entre ellos, pudiendo establecer una
relación de amancebamiento una pareja soltera, un hombre casado y una mujer soltera, una mujer
casada y un hombre libre, etc. En el caso de indígenas, el amancebamiento podía existir cuando los
hombres casados salían de sus pueblos a trabajar y ya no regresaban, estableciéndose en los ranchos y
haciendas donde trabajaban, viviendo y cohabitando con mujeres solteras o viudas de la vecindad,
abandonando así a su esposa y familia. Este parece ser el caso de los indios otomíes de la estancia de
Martín Esteban, que probablemente habían salido de los pueblos de la zona alta de Tlalnepantla y que
ya no habían regresado a sus pueblos.
105
Todo este proceso se combinó y se explica en la propuesta de la
transformación de las estancias en haciendas-ranchos y el consecuente el
cambio de la comunidad española radicada en Azcapotzalco en número,
composición y metas de vida en relación al surgimiento de este nuevo
sistema de haciendas-ranchos en relación a la elite comerciante de la ciudad
de México para la segunda mitad del siglo XVII.
106
La idea del cambio social se expresó en el pensamiento de que la calidad de
indígena en este contexto, pasó a no solo ser una identificación taxonómica
que permitía ubicar a un individuo y a un grupo dentro de una categoría y
una jerarquía social, sino a emplearse de forma individual y voluntaria,
como una auténtica estrategia de supervivencia, que podía usarse tanto para
ostentarse como indígena a fin de gozar de una protección jurídica y de
ciertos derechos inalienables, así como para evitarla si las circunstancias lo
ameritaban y presentarse primeramente como indígena bilingüe y luego o
inmediatamente como mestizo.
107
Si consideramos las condiciones de la época (epidemias frecuentes,
hambrunas periódicas, desempleo crónico y una constante crisis económica
en relación a precios y salarios), acentuada sobre todo a fines del siglo
XVIII y toda la primera mitad del siglo XIX, entenderemos la necesidad de
desarrollar y aplicar estos mecanismos y estrategias de supervivencia.
82
Como lo prueban los datos del registro de cuentas de las haciendas de Clavería y Cahuatongo para
1786, donde se asienta el pago de jornales de indios contratados para varias tareas agrícolas en los
cultivos de maíz y trigo, para la primera semana de febrero, cuarta semana de marzo, tercera semana
de junio y a principios de octubre. (Ver AGN, Tierras, Vol. 1140, Exp. 11, fojas 1-18).
83
Como lo afirman los testimonios de Juan Álvarez, José Coutiño, Antonio González y Nicolás Fonseca,
españoles avecindados en Azcapotzalco, en la visita e inspección del 9 y 10 de mayo de 1709. (Ver
AGN, Tierras, Vol. 2, expediente 2, fojas 12-19).
84
Como informan los testigos de la investigación de febrero de 1786, donde nueve vecinos españoles de
Azcapotzalco confirmaron que uno de los medios de subsistencia de los indios de Azcapotzalco era la
compra de paja de trigo y zacate a las haciendas para luego transportarla y venderla en la ciudad de
México. (Ver AGN, Tributos, Vol. 2, Exp. 7, fojas 183-210).
85
La cría de cerdos en la localidad de Azcapotzalco esta confirmada desde 1530 (licencia del Cabildo para
hacer zahúrdas en las tierras que van de Tlatelolco a Azcapotzalco). Para 1759, en el pueblo de
Azcapotzalco existe una tocinería establecida. Esta es un establecimiento a manera de obrador, que
compra cerdos y los destaza y procesa para elaborar manteca, carne, longaniza, rellena, cueros, tocino y
chicharrón. Esta tocinería funciona anexa a una tienda y ambas son propiedad de José de Bustamante,
hermano del propietario de la hacienda de Clavería. (Ver AGN, Ramo Obras Públicas, Vol. 23, fs. 1-3).
86
Como lo informan las autoridades y testigos españoles presentes al ver tierras cultivadas con maíz y sin
riego en las tierras de los 27 barrios azcapotzalcas, en la vista y tanteo de las tierras de Azcapotzalco
del 10 de mayo de 1709. (Ver AGN, Tierras, Vol. 2, expediente 2, fojas 1-41). Otro cultivo importante
es el del maguey, como lo prueban los 19 magueyes entregados como dote de casamiento en 1776 en
San Juan Tlilhuaca. (Ver AGN, Civil, Vol. 2300, Exp. 3).
108
- Las actividades administrativas en los cabildos indígenas como la de
mayordomos o administradores de los bienes comunales y la de los
escribanos de república 87 .
- El trabajo domiciliario a destajo para obrajeros 88 .
- El comercio trashumante en pequeño 89 .
- La practica de oficios artesanales como la alfarería, la metalurgia, etc.
90
.
87
Tal y como se ha reportado desde los primeros documentos de los cabildos indígenas de Azcapotzalco
desde el siglo XVI hasta los del siglo XVIII.
88
Como lo sugieren las actividades de varios españoles relacionados con la actividad del obraje, para
comprar y vender madejas de hilo crudo de algodón a los indios del pueblo de Azcapotzalco en 1641.
Ver AGN, Ramo General de Partes, Exp. 152, Vol. 8, foja 96. También es importante destacar la
presencia de dos obrajes o establecimientos para elaborar telas de algodón y lana en Azcapotzalco.
El primero se reporta desde 1661 como propiedad de Baltasar Martínez, que al parecer emplea
esclavos negros en su operación (ver AGN, Inquisición, Vol. 705, Exp.7, fojas 45-46) y luego, para
1709, dicho obraje se reporta en la cabecera del pueblo, como propiedad del español Alonso
Castellanos y el segundo se encuentra reportado para 1766, anexo a la hacienda de San Antonio
Clavería. Ver AGN, Tierras, Vol.2, expediente 2, fojas 1-41 y la Acuarela del territorio general de
Tacuba (Pérez-Rocha,1988: 60) respectivamente.
89
Orientado en lo fundamental a la compra y venta de carne, pulque y otros entre la Ciudad de México,
Azcapotzalco, Tepozotlan y puntos intermedios, como lo destaca la información de 1591 de la
participación de las mujeres indias de Azcapotzalco que vendían carne en los tianguis (Ver AGN,
Indios, Vol. 6, 2ª parte, Exp. 170, foja 39), o el pleito de 1655 donde se informa que varios indios de
Azcapotzalco tenían varias mulas con las que transportaban cargas de pulque blanco adquirido en
Tepozotlan hacia Azcapotzalco (Ver AGN Indios, Vol.18, Exp.116, foja 87).
90
Como lo prueba la existencia de indios oficiales o expertos en varios oficios especializados desde 1594
(Ver AGN, Indios, Vol. 6, 2ª parte, Exp. 914, f. 239). En 1693 se reporta la existencia de indios
oficiales de Azcapotzalco, especialistas en hacer adobes y caños de barro (AGN, Indios, Vol. 31, Exp.
210, foja 169). También para 1786 se informa que varios indios de Azcapotzalco tienen que hacer
vasijas “brutas” de barro (sin vidriar) para poder subsistir (Ver AGN, Tributos, Vol.2, Exp. 7, Fojas
183-188).
91
Como lo destaca la visita e inspección secreta de 1609 al pueblo de Azcapotzalco, donde se detectó
que varios hacendados y arrieros vivían en concubinato con indias azcapotzalcas, tanto en la cabecera
del pueblo como en los barrios adyacentes a los caminos cercanos a la Ciudad de México (San
Bernabé) (Ver AGN, Bienes Nacionales, Vol. 708, Exp. 7).
92
La práctica de pedir limosna se reporta para la crisis de 1786. Es muy probable que quienes salieran a
pedir limosna por las calles de la cabecera de Azcapotzalco fueran los niños, las mujeres y los
ancianos. Ver el testimonio del vecino español Ignacio Soriano. Ver AGN, Tributos, Vol.2, Exp.7,
Fojas 184-198.
93
También esta práctica se reporta para la crisis de 1786. El declarante es el español Juan Torres, que
posee una tienda en la cabecera de Azcapotzalco, que informa que ante la necesidad, los indios van a
empeñar con él, sus cortas ropas para medio comer (Ver AGN, Tributos). Los tenderos en
Azcapotzalco acostumbran esto, además de vender e incluso alquilar ropas especiales para festividades
sacras como es el caso de Hipólito de Ocampo, que poseía una tienda o pulpería también a mediados
109
- El alquiler anticipado o “venta” de menores a españoles propietarios y
tenderos 94 .
- El robo como estrategia de supervivencia, de becerros y carneros 95, de
aguamiel de magueyes ajenos por la noche 96 y de trigo de los campos
de cultivo 97 .
del siglo XVIII en la cabecera de Azcapotzalco donde alquilaba ropas para danzante y cueros para
sayones de Semana Santa, además de cilicios (Ver AGN, Tierras, Vol. 1099, exp. 3, fojas 18-21).
94
Sólo un testigo de la investigación de 1786 declaró esta práctica y fue el español Juan Torres, que era el
más joven de los testigos (31 años) y comerciante con tienda establecida en la cabecera de
Azcapotzalco. El declaró que muchos indios de Azcapotzalco ante la crisis, empeñaban a sus hijos por
temporadas de uno a dos años y que muchos españoles aceptaron el trato, adelantando así dinero para
poder esclavizar a esos muchachos indios. Que incluso a él le ofrecieron el trato pero que se negó. Ver
AGN, Tributos, Vol.2, exp.7, foja 184-198.
95
Como fue el caso del indio Miguel Jerónimo del pueblo de Santa Cruz, acusado de robo de un becerro
por el administrador de la hacienda de El Cristo en 1760 (Ver AGN, Criminal, V. 266, Exp. 1, fs. 1-19
v).
96
Práctica reportada para 1796 por la india Ma. De la Ascensión, que acusaba a sus vecinos de robarle
por la noche el aguamiel de sus magueyes (Ver AGN, Criminal, V. 266, Exp. 15, f. 179-192v).
97
Como fue el caso del indio azcapotzalca Domingo Ramos que denunció al mayordomo del Molino
Prieto en 1771, por haberlo maltratado y acusarlo de estar robándose el trigo (Ver AGN, Criminal, Vol.
267, Exp. 7, fs. 87-88v).
98
Como lo muestran los cuadros de censo de los diezmos eclesiásticos que el Cabildo Catedralicio de la
Ciudad de México recibió en 1763 de la jurisdicción de la alcaldía mayor de Tacuba (Ver AHAM, Exp.
10, Caja 33cp, Doc. H9671 f.1).
110
- La cría y compra-venta de ovejas, carneros, cerdos, caballos, mulas y
ganado vacuno 100 .
- La practica de oficios diversos como herrero, velero, sastre, panadero,
barbero, zapatero, arrieros con mulas propias, pintor de caballete,
albañil, trajinante o conductores de carros de carga y mercancía y
principalmente de sirvientes domésticos 101 .
- El comercio en pequeño en establecimientos como tendajones y
pulperías establecidas en sus domicilios en las diversas plazuelas del
pueblo 102 .
- La actividad administrativa en establecimientos diversos como notario
de curato, maestro de escuela y notario de diezmos, guarda de la Real
Aduana, colector de primicias en las haciendas de la jurisdicción,
guarda del río y guarda de pulques 103 .
- La actividad directiva de establecimientos tales como la Salitrería, la
Recaudación de Diezmos, del estanco de Tabaco, los Obrajes 104 .
99
Sobre todo por la existencia de dos obrajes existentes en la jurisdicción, uno en la cercanía de la
hacienda de Clavería según la Acuarela de 1766 (Ver Pérez-Rocha, 1988:60) y el otro, dentro de la
población de Azcapotzalco (Ver AGN, Inquisición, año 1661, Vol. 705, Exp. 7, f. 45-46 y el Plano
Topográfico de la Villa de Bustamante y Quintanar de 1854, cuya copia existe en el Archivo Histórico
de la Delegación Política de Azcapotzalco, en Jardín Hidalgo, Azcapotzalco, DF).
100
Como se infiere de las declaraciones de 1609, de los labradores avecindados en Azcapotzalco, Gabriel
Sánchez y Juan Trigueras de tener gañanes que guardaban y resguardaban su ganado en sus
propiedades (Ver AGN, año 1609, Bienes Nacionales, Vol. 708, Exp. 7), de las declaraciones de los
funcionarios indígenas de Azcapotzalco de 1633 y 1648 (Ver AGN, 1633, Indios, Vol. 10, Exp. 141, f.
359v y AGN, 1648, Indios, Vol. 15, Exp. 120, f. 87) así como las licencias para herrar ganado a
diversos vecinos de Azcapotzalco para 1757 (Ver AGN, 1757, Ordenanzas, Vol. 14, exp. 302, f. 187-
188) y de los cuadros del diezmo de 1763 (Ver AHAM, Exp. 10, Caja 33cp, Doc. H9671 f.1).
101
Tal y como se reporta en el Padrón de 1789-1792 de la población establecida en el Pueblo de
Azcapotzalco; Es importante hacer notar que en cuanto a los oficios, existían cerca de 61 trabajadores
técnicos, manuales y de servicios y de ellos, 39 (aproximadamente el 63%) eran sirvientes españoles,
castizos y mestizos de diferentes categorías (Ver AGN, Padrones, año de 1792, Vol. 6, f. 177-189 v). El
oficio de zapatero fue reportado en 1795 (Ver AHAM, Caja 134, Doc. H6361, Exp. 18, f. 1-3, año
1795).
102
Como fueron los casos de José de Bustamante de 1759, que combinaba su tienda con un trazo de
tocinería en su domicilio (Ver AGN, 1759, Obras Publicas, V. 23, f.1-3), de Hipólito de Ocampo en
1765-1768 que tenía en la planta baja de su casa, una pulpería y trastienda (Ver Datos Biográficos de
Hipólito de Ocampo, donante de la Capilla del Rosario, Azcapotzalco, de Gabriela Sánchez Reyes,
mecano escrito de 2005) y de Miguel del Moral y Manuel del Moral, respectivamente dueño y
administrador de un tendajo así como de Ignacio Sánchez y de Pedro Fernández de Alfaro, propietarios
de tiendas establecidas en la población de Azcapotzalco para 1795 (Ver AHAM, año 1795, Exp. 11,
Doc. H6354, Caja 134, f.1-2).
103
Las actividades de notario de curato, maestro de escuela y notario de diezmos están reportadas en el
Padrón de 1789-1792 (Ver AGN, 1792, Padrones, Vol. 6, f. 177-189v), las de guarda de la real aduana
y colector de primicias en las haciendas de Azcapotzalco en las declaraciones de los vecinos españoles
de Azcapotzalco de 1786 (Ver AGN, Tributos, año 1786, Vol. 2, Exp. 7, fs. 183-210) y las de guarda
de pulques y guarda del río en las listas de contribuciones de los castizos y mestizos de Azcapotzalco
de 1795 (Ver AHAM, año 1795, Exp. 18, Caja 134, Doc. H6361, f. 1-3).
104
La actividad de administrar y dirigir actividades se puede considerar como parte de los deberes del
Mayordomo. De tal forma se reporta al administrador de la Salitrería establecida en Azcapotzalco
(como parte del real estanco de Pólvora) (Ver AGN, año 1781, Pólvora, Vol. 59, Exp. 18, f. 331-338 y
AGN, año 1792, Padrones, Vol. 6, f. 177-189v, así como en el Plano Topográfico de la Villa de
Bustamante y Quintanar de 1854 donde se localiza la Plazuela y la calle de la Salitrería). En el caso de
la Recaudación de Diezmos, esta se estableció en Azcapotzalco a fines del s. XVIII al trasladarse de
111
- La administración y dirección de las haciendas 105 .
- El arrendamiento temporal de ranchos y pequeñas explotaciones
agropecuarias 106 .
- La de organizar y supervisar el transporte de mercancías en recuas de
mulas (ya sea de carrera larga o de carrera corta) como capitanes de
recuas y atajos de mulas de transporte, arrieros de camino real y
sirvientes de arriero 107 .
- El desempeñar actividades especializadas en haciendas y ranchos como
el ser carboneros y vaqueros 108 .
112
españoles pobres) de acuerdo a las propuestas de G. M. Foster y de U.
Oswald (Foster, 1974: 155-167 / Oswald, 1991: 27-52, 163) es posible que
fueran:
109
Como serían los casos de Juan Gervasio y socios al tratar de apoderarse de tierras de los barrios
indígenas de San Lucas y San Miguel Amantla en 1774 y 1778, vía prestamos de carácter dudoso (Ver
AGN, Tierras, V.2, Exp. 5 / AGN, Tierras, V. 1029, Exp. 9, fs. 5), el caso de Eleuterio Severiano
Picazo que para 1759 poseía una casa, tierra y magueyes en Azcapotzalco y que en 1768 intentó
despojar a una india de un pedazo de tierra y en 1775 pretendía adquirir una propiedad en perjuicio del
común indígena (Ver Pérez-Rocha,1982:63 / AGN, Tierras, V. 2673:Exp. 7, fs. 12 / AGN, Tierras, V.
2287, Exp. 4, fs. 9), el caso de Simón González del Valle, dueño de la Salitrería de Azcapotzalco y que
en 1783 intentaba quedarse con tierras del barrio de la Concepción Huitznahuac y que en 1805 trató de
despojar de un pedazo de tierra a los indios del barrio de la Ascensión Maninalco (Ver AGN, Tierras,
V. 1084, Exp. 5, fs. 10 / AGN, V. 1482, Exp. 4, fs. 2) y otros varios casos.
113
B) Los 27 barrios indígenas de población indígena, circundantes al pueblo
de Azcapotzalco, con sus capillas, solares y milpas, integrados por una
red de caminos radiales que tenían como centro, el pueblo de
Azcapotzalco.
114
- Las actividades de sobrevivencia como el empeño de ropas, bienes y
tierras a tenderos, el préstamo de diversas cantidades de dinero con
garantía en predios así como la mendicidad.
110
La supervivencia hasta nuestros días, de la especialización productiva de cada barrio y asentamiento
de Azcapotzalco se muestra en el siguiente cuadro, realizado en base a la información colectada en
1999-2001, entre la población oriunda de Azcapotzalco. De esta forma tenemos reportado que los
barrios eran conocidos con sobrenombres asignados a los habitantes y nacidos en ese asentamiento y
así los habitantes y oriundos de San Miguel Amantla era conocidos como “Zopilotes” por su antigua
actividad de pepena o basureros; Santiago Ahuizotla como “Cazueleros” por su antigua actividad de
alfareros y adoberos; Sta. Catarina Atzacoalco como “Tlacoyeros” por su antigua actividad agrícola;
Sta. Apolonia Tetzcolco como “Tinajeros” por su antigua actividad alfarera; Jesús Nazareno Coltongo
como “Patos” por su antigua actividad de cazadores de ánades; San Marcos Izquiztlán como
“Nixtamaleros”; Sta Lucía Tomatlán como “Tomateros” por su antigua actividad agrícola; Los Reyes
Izquiztlán como “Quimiches” o “Ratones”; San Martín Xochinahuac como “Calabaceros”,
“Cebolleros” por su actividad agrícola; Sta. María Maninalco como “Comaleros”, “Relojeros”, por
hacer cómales que parecían carátulas de reloj; San Juan Tlilhuaca como “Brujos” por dedicarse a
curar y a hechizar. (Entrevistas, González, 2004 / Delgado, 1984:13-16).
115
- El alquiler de predios y terrenos (ya fuera privados o colectivos), a
los españoles avecindados en las cercanías de los barrios, que podría
enmascarar las actividades ilegales de compra-venta y despojo de
terrenos y predios indígenas, ya fueran particulares, de repartimiento
o de comunidad.
116
Sin embargo, este crecimiento económico no trajo consigo una mejora
sensible de las condiciones de vida de la mayoría de la población sino un
enriquecimiento de pequeños grupos y una salida constante de riqueza al
exterior (Brading, 1991: 31-36 / Viqueira, 1995: 16,17).
117
hombre y mujeres dentro de un clima que comúnmente se ha llamado de
“paternalismo” pero que enmascaró un sistema complejo de clientelismo y
patronazgo a nivel local y regional, que se extendió no solo a
Azcapotzalco, Tacuba y Tlalnepantla sino hasta la propia ciudad de México
(Van Young, 1992: 158-160 / Miño, 1987: 150-171).
111
Se ha propuesto que una red social es un conjunto bien definido de actores (individuos, grupos,
comunidades), que están vinculados unos con otros a través de una o varias relaciones sociales. Las
características de estas relaciones o lazos (como totalidad) pueden ser utilizadas para interpretar los
comportamientos sociales de los actores implicados (Ver “La teoría de las redes sociales” de Carlos
Lozares en Papers, Revista de Ciencias Sociales de 1996, de la Universidad Autónoma de Barcelona,
España en la dirección electrónica www. bib. uab. esp. / pub/papers).
118
Capítulo 4) Organización de tenencia y propiedad
“Casa, en la que vivas;
viña, de la que bebas;
y tierras, cuantas veas”
119
Cuadro Nº 6
Mercedes concedidas entre 1544 y 1588 en
la jurisdicción de Azcapotzalco
(En base a Pérez-Rocha, 1982:59-61)
f. 353r.
1561 Escapuzalco Primera referencia Cerca de San
a tierras comunales Juan Tlilhuaca Mercedes
(en disputa con Tlilhuaca) Vol. 5
f. 342v.
120
Gran parte de las tierras concedidas en merced, pasaron rápidamente a otras
manos vía compra o por intercambio de otras tierras, ya que a la par del
mecanismo legal de dotación de tierras vía mercedes, había un constante e
ilegal despojo de tierras (fueran estas de origen comunales o
patrimoniales), que realizaban funcionarios y encomenderos en plena
complicidad y cooperación, como las operaciones fraudulentas que hizo el
Oidor Lorenzo de Tejada entre 1538 y 1539 en el área de Tacuba y
Azcapotzalco (Ruiz Medrano, 1991: 216,312).
Además había una gran huerta, viñedos, 400 moreras, grandes campos de
trigo, corrales, un batán, un obraje para paños y un molino hidráulico,
además de un extenso sistema de acequias y canales; todo rodeado por
vallas de césped y cercados de adobe y piedra (Ruiz Medrano, 1991).
121
En el segundo periodo, que fue de 1542 a 1549/1550, se dedicó a
comercializar la producción de su estancia, crear empresas
comercializadoras y tratar de controlar mercados con sus relaciones e
influencias, valiéndose de su cargo oficial (Ruiz Medrano, 1991). De esta
forma, acrecentó el capital invertido en su estancia de Jimilpa mediante:
Para lograr todo esto, Tejada comenzó relacionándose con las comunidades
indígenas de Tacuba, Tlatelolco, Tenochtitlán y Azcapotzalco, a través de
sus dirigentes, los caciques y principales enzarzados en pleitos de tierra y
por límites territoriales, donde Tejada por su carácter oficial en los
procesos correspondientes, podía capitalizar fácilmente a su favor, tanto a
los litigantes como al objeto del litigio, la propiedad misma.
122
Esto lo podría hacer a través de auxiliares y prestanombres como sería los
casos del español Tomas de Rujoles y el interprete indio de la Real
Audiencia, el indígena Antonio Ortiz así como las complicidades dolosas
del Virrey Mendoza, de múltiples funcionarios españoles de la Audiencia
de México y de varios principales tlatelolcas, del gobernador indígena de
San Pablo México, Diego de Catela y del cacique-gobernador mexica de
Azcapotzalco, Baltasar Hernández (Ruiz Medrano, 1991).
123
la abundancia de agua corriente, su suelo aluvial espeso y clima templado-
húmedo, tenía desde la época prehispánica, una gran actividad agrícola en
la vecindad de la ciudad de México, condiciones sumamente atractivas para
el momento. (González, 2004: 108).
124
Para que esta unidad socioeconómica operara, la Corona y las autoridades
virreinales procedieron a relocalizar asentamientos y a reasignar tierras y
recursos.
Junto con esto, la autoridad española reasigno las tierras vacantes a nuevos
dueños; esa reasignación se puede observar en forma parcial en el Cuadro 7
y reconoció derechos sobre ciertas extensiones de tierras aledañas a cada
barrio habitado, para los grupos familiares allí residentes.
125
4.2. Mercedes, compras y sistema de ranchos-haciendas
126
Cuadro Nº 7
Mercedes concedidas entre 1613 y 1621 en
la jurisdicción de Azcapotzalco
127
En este, el carácter de las mercedes del S. XVII es distinto al de las
mercedes presentadas en el Cuadro 7, para el periodo de 1544 y 1588, ya
que la urgencia de la mano de obra, hacia que las mercedes se orientaran a
los terrenos de la venta y la concentración de tierras valiosas en unas
cuantas propiedades particulares, vía venta de antiguas mercedes.
112
Las estancias a juicio de Lockhart, eran posesiones agropecuarias que servían de base a empresas
locales o regionales con propietarios no hidalgos ni caballeros, que trabajaban en asociación o
dependencia con las empresas derivadas de las encomiendas locales y regionales y que por lo general,
mostraban una gran diversidad, fragmentación y truncamiento. Estas estancias (aun las más grandes, de
carácter multidimensional) no representaban haciendas desarrolladas ni completas (Lockhart, 1991: 54,
55-63).
113
Las haciendas en cambio era una amplia reunión de posesiones agrarias bajo una dirección única, que
trataba de monopolizar toda un área y que estaba centrada en un núcleo material y administrativo. Esta
amplia reunión de posesiones de la hacienda, consistía normalmente de partes separadas, no contiguas,
frecuentemente cada una con su propio nombre, pero esas partes (usualmente llamadas ranchos),
estaban en si mismas completas (poseían su propio centro, infraestructura y área dependiente de
cultivos o pastoreo) y podían convertirse en núcleos de futuras haciendas. La relación entre hacienda y
ranchos debe entenderse como una sola tenencia consolidada en la producción, en la administración y
en el ejercicio de un férreo control (Lockhart, 1991: 55 / Lockhart, 1999: 251).
128
Para poder producir en el sistema de estancias, se requería de una
administración relativamente simple (a cargo de responsables asalariados),
que tenía como base al trabajo indígena, inicialmente proporcionado por el
encomendero o el cacique-gobernador local y luego por un sistema de
repartimiento, que seguía muy de cerca el sistema de encomienda y que
ante las nuevas circunstancias fue incapaz de responder exitosamente.
129
Como resultado de esta situación, la propiedad fue el eje de la vida
productiva y social local durante los últimos años del periodo colonial y los
primeros de vida independiente y donde el funcionamiento de las haciendas
y ranchos de la localidad de Azcapotzalco en razón a su papel dentro de la
organización y control de los mercados de la Ciudad de México (como fue
el de trigo-panaderías de la ciudad de México para fines del siglo XVIII) se
explicaba en razón de las relaciones sociales asimétricas existentes entre
individuos, familias y corporaciones, de tal suerte que la naturaleza de estas
marcaba las relaciones entre comunidades, grupos e instituciones no solo
de una localidad sino de toda la Nueva España. Esto se comprende al
revisar los datos e implicaciones de la información del Mapa de Diezmos
de Tacuba de 1763 (Ver AHAM, Doc. H9671, Caja 33, Exp. 10, f. 1) 115 .
115
El documento elaborado por Ignacio Soriano Montes de Oca en 1764, menciona a 56 productores
(entre ellos al Conde de Jaral de Berrio, el general Tagle, dos doctores, dos licenciados, un bachiller, un
fraile, los padres carmelitas de la huerta de San Joaquín, tres mujeres, 36 hacendados y rancheros
varones, cinco grupos de pegujaleros o minifundistas y cuatro propietarios que no reportan ninguna
entrega de diezmos). Los diezmos reportados por productor son en especie (cargas de trigo, maíz,
cebada, fríjol, alverjón, haba, calabaza y elote, así como cabezas de borregos, becerros, muletos (mulas
jóvenes), potros, burros, cochinos y cabras y lana de oveja en vellón entero y por arrobas) y en metálico
(pesos, reales y granos por productos como leche, pulque, aves y magueyes como por aves de corral,
pastos y árboles frutales). Hay que recordar que este cuadro de diezmos colectados posiblemente
muestre una situación aproximada, ya que el Colector de Diezmos fue acusado posteriormente de no
recolectar diezmos entre conocidos y amigos. El Colector de Diezmos era cabeza de una organización
administrativa de cálculo de producción y recolección que incluía subcolectores por localidad y
recolectores de las primicias o primeros frutos de la cosecha de ranchos, haciendas y solares de la
localidad.
116
El pegujal es una pequeña extensión de terreno que pertenece al conjunto ranchos-hacienda y que es
generalemente de tierras pobres. Por lo regular se le asugna a un trabajador o peón como parte de su
remuneración para que la siembre o explote (INCA, 1982: 296).
130
En comparación con los datos reportados para antes de 1630 y después de
1630 en relación a la producción de trigo del partido de Tacuba, se
encuentra que los 200 ranchos y haciendas trigueras hasta antes de 1630,
habían cosechado anualmente cerca de 60,000 fanegas de trigo
(aproximadamente 27,000 toneladas de grano) pero para 1630 y 1631, solo
se habían podido lograr para 1630 y 1631, cosechas anuales de trigo de
aproximadamente 10,900 fanegas (aproximadamente 5000 toneladas),
aparte de haberse reducido el numero de propiedades en producción a solo
60. (AGN, General de Partes, T. VII, f. 61-61v).
Esto se debió a varias causas, entre ellas el que durante los siglos XVII-
XVIII, se abrieron nuevas zonas de cultivo (como las de trigo en el Bajío)
que fueron desplazando lentamente el papel que hasta entonces tenían los
productos cultivados en la Cuenca; luego el paulatino aumento de la
población indígena en la zona centro y sur de la Nueva España, que se
convirtió en un mercado local natural para las haciendas y ranchos y
finalmente que la propiedad indígena para la Cuenca de México, se había
reducido a tal grado para fines del siglo XVII era insuficiente para proveer
las necesidades agropecuarias de los mercados y de las poblaciones de la
Cuenca y de la ciudad de México, por lo que el sistema de haciendas-
ranchos, con mano de obra relativamente reducida, logro sostener la
producción no solo de maíz, sino de maguey, fríjol y chile, manteniendo la
importancia económica de estos cultivos en la Cuenca, todo el S. XVIII
(Artís, 1979: 12, 17 / García, 1979: 25-26 / Artís, 1986: 175-176 / Kicza,
1986: 205-214 / García 1989: 125, 132 / García, 1995: 174-175 / Garza,
2005: 17-19).
131
indígenas) los responsables de producir solo cerca del 10 % (9.64 %), del
total anual calculado en base a los diezmos colectados.
132
de tributos del pueblo y las solicitudes para obtener diezmos de
conmutación para el pueblo de Azcapotzalco para los años de 1715, 1719 y
1725 118 .
133
se podrá apreciar en los apartados sobre las haciendas y ranchos de la
jurisdicción de Azcapotzalco.
120
Como las hipotecas sobre los ranchos de San Pablo de En medio, la hacienda de El Cristo, los ranchos
de Acalotenco, Santo Tomás, San Isidro y San Vicente Xalpa, que en conjunto importaban un total
de cerca de 41,375 pesos para 1821. Las propiedades hipotecadas garantizaban así las inversiones del
Juzgado de Capellanías y Obras Pías (Ver Von Wobeser, 1994: 201,203, 207, 209, 210).
134
En otras palabras, durante los últimos años del siglo XVIII y los primeros
cincuenta años del siglo XIX, la elite local empobrecida ante su retiro
forzoso del control del sistema de ranchos-haciendas, tuvo que contentarse
con la administración de la comunidad anteriormente indígena y de su
propia miseria, al contentarse con controlar los recursos valiosos que las
elites radicadas en la ciudad de México les dejaran aprovechar.
135
Dichas tierras estaban en lo general rodeando el centro de cada barrio y en
promedio se extendían de 16 a 25 hectáreas según lo reportado por
informes de 1928 de la CNA 123 .
123
Ver Informes del topógrafo de la Comisión Nacional Agraria de diciembre de 1928 sobre los barrios
de San Bartolo Cahuatongo, Santiago Ahuizotla, San Juan Tlilhuaca, San Pedro Xalpa. Ver AGA,
San Juan Tlilhuaca, Exp. 23/956, Leg. 2 / AGA, San Bartolo Cahuatongo, Exp. 23/953, Leg. 1
124
La falta de agua de riego era ya señalada desde 1709, cuando los testigos españoles presentados
expresaron que las tierras de los barrios de Azcapotzalco no tenían ninguna agua para riego a pesar
de que les habían concedido en el S. XVII en merced, una naranja de agua corriente que las
autoridades y los hacendados que controlaban el río de los Remedios, no les habían otorgado (Ver
AGN, Tierras, 1795, Vol. II, Exp. 2, fs. 23-61).
125
Ver AGN, Tierras, 1795, Vol. II, Exp. 2, fs. 23-61 / AGN, Tierras, 1783 / Vol. 2509 Exp. 9, f.1-16 /
AGN, Tierras, 1799-1800, Vol. 2829, Exp. 20, f s. 31.
136
Es probable que los ingresos de los terrenos de comunidad se emplearan
para sueldos y ajustar en lo posible la recaudación de tributos de la
población así como para malversaciones menores de parte de los
funcionarios de cada cabildo.
Ya para la primera mitad del siglo XIX (de 1821 hasta 1856), las tierras de
comunidad (denominadas en 1856 con el nombre de Santiago Ahuizotla y
San Juan Tlilhuaca), constituidas en fondos municipales, con cuyos
productos se cubrían los gastos principales del municipio de Azcapotzalco,
ya que por la crisis económica y los constantes enfrentamientos político-
militares entre conservadores y liberales, los diferentes gobiernos centrales
no podían solucionar los problemas de asignación de presupuestos
municipales, constantes y suficientes 126 .
Sin embargo, con los cambios que trajeron los cambios reformistas, en
especial la Ley Lerdo o Ley del 25 de junio de 1856 127 , el ayuntamiento
de Azcapotzalco, constituido por miembros de las familias locales
prominentes que intentaban conseguir y mantener vínculos y relaciones con
los dueños de las principales propiedades del sistema local de haciendas-
ranchos, actuó de forma diferencial.
126
Ver AGN, 1865, Junta de Protección para las Clases Menesterosas – Segundo Imperio, Vol. I, Exp. 40.
En algunos casos se disponía de partidas federales asignadas que rara vez se ejecutaban o de
cantidades calculadas de ingresos de las garitas de alcabalas de la jurisdicción, que estaban a veces
en poder de funcionarios de gobierno o concesionadas. Ver AGN, Ayuntamientos, 1852, Vol. 38, pg.
45, GD10 / AGN, Ayuntamientos, 1855, Vol. 62, pg. 66, GD10).
127
Dicha ley señalaba que las fincas rusticas o urbanas de las corporaciones civiles y eclesiásticas se
dieran en propiedad a quienes las tuvieran arrendadas, por el valor correspondiente a la renta que en
ese momento pagasen los arrendatarios, calculando la renta acordada como rédito al 6 % anual; de
hecho la ley convertía a las corporaciones afectadas, de propietarias a acreedoras hipotecarias. El
municipio se beneficiaria cobrando 12 reales por la escritura expedida, aparte de poder cobrar el
impuesto predial correspondiente (Ver “La Agricultura, Siglos XVI al XX” de Esperanza Fujigaki,
Ed. Océano-UNAM, México, 2004, pg. 56).
137
En cambio para aplicar la Ley del 25 de junio de 1856 con respecto a las
propiedades manejadas por las cofradías y mayordomías así como las de
propiedad de la Iglesia, representadas en Azcapotzalco por las tierras de la
Archicofradía de la Virgen del Rosario, la Huerta de la Casa Cural, la Casa-
Almacén de la Colecturía de Diezmos del Cabildo Catedralicio de México
y las tierras de las mayordomías de los barrios azcapotzalcas, el
ayuntamiento actuó en forma radicalmente distinta.
138
La identificación de puestos de estructuras políticas con los puestos de las
jerarquías de las corporaciones tipo mayordomía era ya antigua en el siglo
XVIII en la localidad de Azcapotzalco y lo más natural por supuesto en el
Azcapotzalco de 1856.
128
Posiblemente esta medida fue tomada luego de la expedición en junio de 1859 de la Ley de
Nacionalización de los bienes eclesiásticos por Juárez en Veracruz, como un medio conservador de
atraerse a los hacendados y rancheros de la Cuenca de México al ofrecerles reconocerles en
propiedad las tierras que pudieran sustraer de comunidades indígenas y de sus mayordomías
patronales; es posible que también influyera el hecho del pago de impuestos y tramites que tales
acciones generarían, ya que el erario conservador estaba muy desgastado como lo prueban las
negociaciones con la Casa Jecker y el Imperio español para obtener dinero, armas y apoyos políticos
y militares.
139
Esto fue un golpe directo a la elite local, a sus intereses económicos y
políticos, puesto que no solo les despojaba de la administración y manejo
de tierras y dineros, sino que abría la puerta para que los indios de los
barrios vendieran sin su supervisión y control, las tierras adjudicadas,
rompiendo con las obligaciones impuestas de cooperar con las fiestas
patronales y demás gastos que la organización municipal y los sistemas de
cargo de las mayordomías acostumbraban imponer sobre la población de
los barrios desde siglos.
129
Este fue el caso de Vicente Soriano que se benefició de terrenos en combinación con el Comisario
propietario municipal en 1859, posiblemente de la Cofradía de la Virgen del Rosario que fue
representada por Joaquín de Alfaro, Simón Rocha y Eligio Ramírez, miembros destacados de las
familias locales para intentar anular esa acción y recuperar la propiedad.
130
Al parecer este fue el caso de las tierras de la cofradía del barrio de Santa Lucía que fueron
denunciadas y adjudicadas en beneficio de los propietarios del rancho Santa Elena. El alcalde auxiliar
y el mayordomo interpusieron demanda ante el Gobernador del Valle de México para anular la
acción y este respondió favorablemente.
140
2. En la segunda mitad del siglo XIX, el cabildo municipal de
Azcapotzalco y las familias que lo controlaban, actuaron bajo la idea
de que representaban con el consenso ideológico de vecinos y
propietarios, los intereses colectivos, amparados por la costumbre y
las deficientes legislaciones conservadoras y liberales, pero que esto
enmascaraba la red de relaciones con las familias dominantes locales
que trataban de controlar la vida económica y social de la comunidad
indígena de la jurisdicción.
3. Invocan para lograr esto por primera vez desde el siglo XVI, la
figura de Tezozomoc como figura local que ilustra un poder político-
territorial que justifica ideológicamente la pretensión de la elite local
de negociar con poderes regionales y aun nacionales, buscando
prerrogativas económicas, jurídicas y sociales.
141
Sin embargo para proteger los intereses de la Iglesia Católica, accedieron a
efectuar un reparto simulado en papel el 26 de septiembre de 1861, de la
Huerta anexa al Curato entre los vecinos habitantes de los barrios
azcapotzalcas según disposiciones enviadas por el Gobernador del DF el 18
de septiembre de ese mismo año (Ver AGN, 1865, Junta de Protección para
las Clases Menesterosas – Segundo Imperio, Vol. I, Exp. 40).
Pero a pesar de todos estos intentos, la situación para posiciones como las
de la Iglesia y la elite local de Azcapotzalco no era buena; el sistema de
ranchos-haciendas de Azcapotzalco acosado por préstamos forzosos,
descapitalización, desarticulación de las redes y controles sobre los
mercados, había roto con la corporación que hasta hace unos años era la
más fuerte del país, la Iglesia Católica.
142
Amalinaltzinco, San Bernabé, Nextengo y posiblemente a otros,
otorgándoseles las escrituras y planos de los lotes asignados (que eran
rectangulares y medían en promedio 11.7 por 75 metros) a los alcaldes
auxiliares de cada barrio, que habían sido designados a su puesto por el
ayuntamiento y que en su mayoría debieron ser dirigentes de las
mayordomías de los barrios a los que estaban designados (Ver AHAM,
Documentos del Primer Imperio a la Republica Liberal, Cabildo, Jueces
hacedores, 1862, Caja 116, Exp. 7 / Caja 116, Exp. 19 / Caja 116, Exp. 20).
143
Capítulo 5) Organización social y étnica
“Primero fue calzón del indio,
después pañal del niño,
luego pañuelo del chico,
después servilleta y al fin mantelito,
para la mesa y el Santo bendito”
5.1. Antecedentes
144
renovarían cíclicamente a través de diversos rituales, los lazos esenciales de
la comunidad consigo misma, con su territorio y con las potencias extra-
naturales a fin de preservarse y lograr renovarse hasta la siguiente fiesta, en
un ciclo eterno y armonioso.
Este apoyo sería otorgado probablemente por la afinidad que los religiosos
tenían con el Arzobispo entonces presente 131, el dominico Fray García
Guerra y finalmente por solo tener dos grandes propietarios que pudieran
molestarse o incomodarse ante las pesquisas o posibles sanciones.
131
Hay que recordar que el puesto de Arzobispo estuvo vacante casi un año, hasta que lo ocupo fray
García Guerra. Con él, el tribunal eclesiástico de México se reforzó, aumentando su autoridad y
capacidad jurídica. También es conveniente notar que Azcapotzalco era una parroquia dominica
localizada entre las extensas parroquias franciscanas de Tacuba, Tlalnepantla y Tlatelolco, en años
donde las fricciones entre las ordenes mendicantes eran frecuentes por el control jurisdiccional de la
población española e indígena a su cargo. (Ver Zavala, 1987: Vol. V, 1ª parte, pp. 57-58).
145
De hecho, el proceso no intentaba realmente castigar a todos los infractores
y acabar con las irregularidades, sino solamente mostrar el poder y la
autoridad oficial en una situación que ya había rebasado limites permitidos,
haciendo presente el poder institucional en la vida y actividades de la
comunidad española en Azcapotzalco, constituida mayoritariamente de
agricultores y ganaderos de mediana importancia.
146
Dichos propietarios fueron denominados y se auto-identificaron como
labradores, propietarios de haciendas de labor y dueños de ganados.
Por los datos ofrecidos podemos saber que en el caso de Azcapotzalco, los
grandes propietarios allí establecidos, no habitaban regularmente en sus
propiedades ni las administran al parecer en persona, sino por medio de
españoles o criollos contratados como mayordomos, como fue el caso de
Pedro Bueno, labrador y mayordomo de la hacienda de los padres
dominicos de Azcapotzalco, y Alonso López, mayordomo de la hacienda
de labor de Don Juan Guerrero.
147
Alrededor de ellos, estaban establecidos también en Azcapotzalco, criados
como el mestizo Domingo García, criado del labrador Alonso Costas,
arrieros (españoles y mestizos) como Domingo Ortiz “El Manquillo” y
Juan de Torres y varios vecinos españoles establecidos en la cabecera,
como Pedro de Arellano, Juan de Grau, los hermanos Martín y Francisco
Hernández Vigueta, Basso Cosme de Ayala y otros, posiblemente
dedicados a la abogacía, a la arriería de carrera corta y de carrera larga, al
comercio de mercaderías en pequeño y a la trata de ganado mayor y menor,
tanto en Azcapotzalco, como en las localidades vecinas de Tlalnepantla y
Tacuba, para su ulterior traslado y venta a la cercana ciudad de México.
Sin lazos sociales apreciables que les unieran, sin embargo la comunidad
española de Azcapotzalco reflejada en la Visita de 1609 se unificó para
denunciar ante el Juez eclesiástico Diego de Guerra, en forma casi unánime
al labrador español Gabriel de Abrego.
Sin embargo era el único que sostenía abiertamente relaciones con una
mujer no india y eso lo hacia la victima propiciatoria que podría distraer a
la autoridad foránea de ejercer sus atención sobre otros problemas y otros
españoles, por lo que el grueso de la comunidad española de Azcapotzalco
lo entregó.
134
Los declarantes la confunden con una mujer casada, con una mujer que se ignora si es casada o soltera,
con una mujer llamada Catalina y con una mujer llamada Sabina. Al parecer era una mujer soltera
criolla llamada Catalina de Moras, cuya familia siguió establecida en Azcapotzalco hasta el siglo
XVIII.
135
Como fue el caso de Francisco Hernández que tenía una india amancebada en su casa, con la que
procreo hijos a los que llevo a bautizar públicamente y que luego trajo a otra india a la que puso casa al
lado de la suya y con la que convivía íntimamente (Ver Visita Secreta de 1609).
148
Su presunción se basaba en que la conducta de Abrego de “amancebado”
conllevaba deshonra y conducía a la desintegración de los vínculos (sobre
todo del matrimonio) que formaban, sustentaban, promovían y daban
sentido a la existencia de la comunidad española del siglo XVII y que se
quería imponer a los indígenas; al actuar Abrego en su amancebamiento de
manera pública, sus actos suscitaban escándalo al romper abiertamente las
reglas, desafiando el orden establecido sobre las relaciones entre géneros y
condiciones sociales, dando mal ejemplo a indios y mestizos y suscitando
habladurías y chismes que trastornaban el buen orden social, afectando en
su conjunto a toda la comunidad española local (Castro, 2000: 65,66 /
Villafuerte, 2000: 99, 100, 105, 112)
149
5.3. El caso del cacique Diego García Mendoza
“A barbas de indio,
navaja de criollo”
Sin embargo, éste no fue el único caso en que Diego García Mendoza
estuvo implicado en títulos y documentos legales falsos.
150
la Villa de Tacuba, Santiago Tlatelolco y Azcapotzalco , vinculado así con
el cacicazgo tlatelolca de los Mendoza Moctezuma 136 ?
Según lo que se desprende del proceso iniciado por Pascual de los Reyes en
1712, entre 1699 y 1700 se eligió como Gobernador de Azcapotzalco a
Pedro Zacarías, que no pudo alcanzar a reunir la cantidad de tributos
asignados al pueblo de Azcapotzalco, por lo que fue aprendido y llevado a
la cárcel de la corte de México, incautándosele sus bienes para rematarlos y
cubrir así el adeudo de los reales tributos.
136
El cacicazgo de Mendoza Moctezuma tenía como centro a Santiago Tlaltelolco y sus miembros
poseían varias propiedades circundantes, como la hacienda de Los Ahuehuetes, cercana a la hacienda
de La Patera. El cacicazgo fue reconocido ampliamente por la autoridad española y su fundador, Diego
de Mendoza Moctezuma, el cacique del siglo XVI, fue señor de Santiago Tlaltelolco. Este Diego de
Mendoza Moctezuma obtuvo varias copias oficiales de reconocimiento de su cacicazgo, que circularon
muchas veces fuera del circulo familiar, dando pie a imposturas o reivindicaciones dinásticas muy
frágiles de indígenas que sostenían pertenecer a la descendencia directa de los caciques Mendoza
Moctezuma (López Mora, 2005: 205-250 / AGN, Indios, 1699, Vol. 34, Exp. 78, fs. 86v - 87r).
137
Probablemente este testamento era semejante en estilo y forma a los testamentos de Alonso de la Cruz
Tezozomoc de 1590 (Ver AGN, Tierras, Vol. 1848, exp. 3, fs. 31v-34 / Rojas Rábiela et. al., 1990 /V.
1, 144) y al de la Cacica Juana Angelina de 1695 (Lockhart, 1999).
151
Su albacea, Pascual de los Reyes, principal indígena de Azcapotzalco,
intentó cubrir el adeudo y recuperar los documentos conforme a la
disposición testamentaria de Pedro Zacarías pero Diego Mendoza
Moctezuma se negó a entregar los documentos empeñados.
Lorenzo Soriano declaro las condiciones en que vio preso a Pedro Zacarías
y de cómo su padre, Juan Soriano presto todo el dinero para pagar los
tributos y de cómo por esa causa, se le arrendó a su padre y al fallecer este,
a él, las tierras que garantizaban el préstamo. Joseph Coutiño, Nicolás
Zacarías y Agustín Gabriel como testigos, declararon que las pretensiones
de Diego Mendoza Moctezuma eran altamente improbables y posiblemente
fraudulentas, ya que Diego Mendoza era un indio natural del Real del
Monte de Pachuca y que originalmente un zapatero y que de allá, se
traslado al pueblo de Azcapotzalco, junto con sus padres y su mujer 138.
138
Esta situación sobre el origen de Diego García de Mendoza en Real del Monte, era ya conocida por
indios y españoles de Azcapotzalco desde 1699, ya que la inquietud sobre sus pretensiones originó una
solicitud a la autoridad del Real de Minas de Pachuca, para averiguar si Diego García y sus hermanos
eran descendientes legítimos de caciques. Desafortunadamente la pesquisa no arrojó resultados
concretos y Mendoza respondió presentando a la autoridad, un detallado árbol genealógico de su
descendencia, posiblemente hecho por el mismo a su propia conveniencia entreverando verdades y
mentiras genealógicas (Ver AGN, Indios, año 1699, Vol. 34, Exp. 78, fs. 86v - 87r).
152
Allí se presentó con su familia en la casa que tenía Pedro Zacarías y
Nicolás Zacarías en San Simón Pochtlan y exhibió ante los principales,
varios documentos de privilegio que le presentaban como indio principal y
candidato para ser Gobernador y ocupar otros puestos en el cabildo
indígena de la parcialidad mexica. A todo esto, Diego Mendoza y su
familia habían llegado a Azcapotzalco, sin bienes y sin caudales,
sumamente pobres.
139
Sin embargo esto no significo que Diego Mendoza Moctezuma emigrara de Azcapotzalco. Al parecer
permaneció allí, ya que encontramos descendientes suyos (principales indígenas con el apellido
Mendoza) en la lista de contribuyentes de 1795 (Ver AHAM, Caja 134, Doc. H6361, Exp. 18, f. 3).
153
2. La reducción paulatina de tierras de los barrios tepanecas y
mexicanos de Azcapotzalco y la recuperación demográfica de la
población indígena local.
140
Una corporación era un grupo de individuos de la misma condición étnica, económica, profesional o
social que se reconocían entre sí como grupo distintivo de otros, con ciertos derechos y obligaciones
efectivas en el orden novohispano. Ejemplos de estas corporaciones eran los ayuntamientos o
repúblicas, las cofradías y hermandades, los gremios, los consulados de comerciantes, las ordenes
religiosas, etc. De hecho el corporativismo era elemento vital para la estabilidad social y política de la
Nueva España (Pastor, 2000:81-140 / Escamilla, 2005: 69-75).
154
Fig. 21 Etnia, calidad social y elementos económicos para las comunidades del
Azcapotzalco Colonial y Decimonónico
155
donde los intereses y actividades eran organizados por hombres dinámicos
y emprendedores como cabezas de familia, que fueron auxiliados por
mujeres que coordinaban la organización de la vida familiar (Ver Fig. 22).
Tanto los varones líderes, como las mujeres que organizaban las
actividades cotidianas, se encargaban de dirigir la vida de todos los núcleos
familiares sujetos bajo una relación patrón-cliente, que organizó todas las
redes sociales y familiares existentes (Adler, 1993: 5-10)
Por eso en épocas de crisis, estos objetivos chocaron frontalmente con los
propósitos de la mayoría de las instituciones vigentes en la Nueva España
del siglo XVIII, propósitos que se centraban en la obtención creciente de
beneficios económicos y su acumulación infinita (Worsley: 1982: 16)
156
Esta situación contradictoria creó las condiciones en que la familia-
institución de las comunidades étnicas y españolas-criollas de
Azcapotzalco podían ser aniquiladas. Estas condiciones fueron:
157
De esta forma, se sugiere que para controlar tanto a la población indígena
macehual como a los recursos valiosos locales, las familias indígenas de los
principales y de los españoles criollos y peninsulares del Azcapotzalco del
siglo XVIII funcionaron en una jerarquía de poder en el marco de
corporaciones, instituciones y de otras familias, jerarquía centrada en la
presencia de varones emprendedores y mujeres que organizaban la red de
relaciones y actividades domésticas, que organizaron los núcleos familiares
(Adler, 1993: 5-10)..
142
La actividad de la arriería en la localidad de Azcapotzalco ya estaba reportada desde 1609, ya que
Azcapotzalco era frecuentado por arrieros que venían desde los llanos de Celaya en el Bajío a los
mercados de la ciudad de México y utilizaban a Azcapotzalco, probablemente como una parada de
camino y de abastecimiento, así como para tener alojamientos provisionales e incluso para tener en
alquiler terrenos de pastura para sus recuas, relacionándose así con los mayordomos y estancieros
españoles locales y con mujeres indígenas y mestizas. Ver AGN, Ramo Bienes Nacionales, Vol. 708,
exp. 7.
143
Al parecer Joseph Soriano había alquilado un rancho propiedad del convento de San Hipólito, ubicado
en Monte Alto en la localidad de San Miguel Tecpan, jurisdicción de Tacuba a principios del siglo
XVIII. Ver Emma Pérez-Rocha, “La tierra y el hombre en la villa de Tacuba durante la época
colonial”, INAH, México, 1982, pp. 61.
158
La administración de los terrenos de los Soriano tenía un carácter familiar,
sin contratación de administradores o mayordomos ajenos y en donde la
dirección y decisiones administrativas y comerciales era atribución de los
“varones líderes”, que dirigían el clan familiar como cabezas de este.
144
Según la información de 1709, los Soriano (Nicolás, José, Ramón y Antonio) poseían tierras aledañas
a los barrios de la parcialidad mexicana de Azcapotzalco. Específicamente se menciona la hacienda de
Ramón Soriano al norte de Santa Catarina Atzacoalco (Ver AGN, 1795,Tierras, V. II, Exp. 2, fs. 41 /
Monterrosa,1970:8-15) Las ocupaciones de varios miembros de la familia como labradores se
especifica en documentos del AGN ubicados en los ramos de Matrimonios y Tributos. Ver AGN, ramo
Matrimonios, Vol. 103, Exp. 7, f. 24-27, Ramo Tributos, Vol. 2, exp. 7, f. 183-210; En cuanto a la
ocupación de arrieros con atajos de mulas propias, ver AGN, Ramo Matrimonios, Vol. 71, Exp. 31, f.
141-143, año de 1758, Vol. 54, exp. 58, f. 254-256.
145
La arriería en la localidad de Azcapotzalco estaba ligada con los mercados de la ciudad de México, ya
fuera con la existencia de arrieros independientes con recuas de mulas propias que buscaban contratos
con otros particulares, como fue el caso de los Soriano o los Paredes o por la existencia de recuas
propiedad de las haciendas y de arrieros a sueldo de las mismas, como era el caso de la hacienda de
San Antonio Clavería para 1786. Ver el caso de los arrieros y recuas de la hacienda de Clavería en
AGN, Ramo Tierras, Vol. 1140, Exp. 11, f. 1-18.
159
Estas actividades económicas estuvieron entremezcladas con varias
relaciones internas y de carácter local, donde se puede percibir dos etapas
del desarrollo e importancia social de la familia Soriano en las
comunidades étnicas del Azcapotzalco del siglo XVIII.
146
El caso de Joseph Soriano que en 1709 pidió la composición de sus tierras. Ver AGN, Ramo Tierras,
V. 3542, Exp. 6
147
Como fue el caso de Antonio Soriano en 1760, cuando fue uno de los miembros fundadores (hermano
diputado) de la Hermandad de Nuestra Reina y Señora de Guadalupe de la parroquia de Azcapotzalco,
integrándose posteriormente a la hermandad como hermanos congregantes a varios miembros de la
familia (Ver AGN, Ramo Templos y Conventos, Vol. 204, exp. 3, f. 1-95) y como fue en 1772 cuando
Domingo Soriano era tesorero de la Cofradía de las Benditas Animas del Purgatorio de Azcapotzalco
(Ver testamento de Hipólito de Ocampo en Sánchez Reyes, s/f: 2-7).
148
Aquí se refiere al caso de Ignacio Soriano Montes de Oca que fue Colector de diezmos en la
jurisdicción de Tacuba de 1760 a 1769. Sin embargo este no es el primer caso de un Soriano Montes de
Oca que pretendía obtener prestigio y posición en cargos y puestos administrativos y públicos. Existe el
antecedente de un Juan Manuel Soriano Montes de Oca que fue Teniente del Alcalde mayor en el
pueblo de Tultitlán para el año de 1722 (Ver Barradas, 1994: 3).
160
Por ejemplo, cuando los Soriano se relacionaron con familias de posición
superior a la suya, como los Fernández Alfaro (propietarios de la hacienda
de Los Ahuehuetes – San Juan y los ranchos de Acalotenco o Acalotengo y
Santo Tomás) 149, fue probable que los Soriano generalmente adoptaran el
papel de subalternos o clientes, que adquirían compromisos económicos y
sociales como el trabajar para ellos por medio de las actividades de arriería
y pastoreo, el arrendar parajes de la hacienda a ciertos precios y
condiciones, etc.
149
Para 1757, Antonio Fernández de Alfaro, cabeza de la familia, había solicitado y conseguido licencia
para herrar ganado. Esto indica que poseía capital y un número respetable de animales en sus
propiedades de Azcapotzalco. Ver AGN, Ramo Ordenanzas, Vol. 14, Exp. 302, f. 187 y 188. Según la
información de 1709, los Alfaro poseían la hacienda limítrofe a la cabecera de Azcapotzalco y los
barrios de Santa Catarina y Santo Tomás (la hacienda o rancho de Acalotengo o Acaletengo) que
incluía un camino particular que los Alfaro habían hecho para comunicar su hacienda con el pueblo de
Azcapotzalco (AGN, Tierras, V. Exp. F.) y para 1792, Agustín Fernández de Alfaro era propietario de
la hacienda de Los Ahuehuetes en la jurisdicción de Azcapotzalco. Ver AGN, Ramo Montepíos, Vol.
11, exp. 15, fojas 171-179.
150
Los matrimonios fueron de Luisa Soriano e Ignacio de Ocampo en 1706, Ana María Soriano y Joseph
Joaquín de Rocha en 1725, Francisco Soriano y Rita de Mora e Ignacio Soriano y María Antonia de
Mora, ambos probablemente ocurridos entre 1730-1740 y Domingo Soriano y María Luisa Paredes en
1760. Ver AGN, Matrimonios, V. 104, Exp. 46, f. 161-162, V. 84, Exp. 27, f. 187-190, Tributos, V. 2,
Exp. 7, f. 183-210 y Matrimonios, V. 40, exp. 79, f. 322-324. En el caso del enlace de los Soriano con
los Montes de Oca, tenemos el apellido completo que siempre usaba el colector de Diezmos de Tacuba
entre 1760-1764, Ignacio Soriano Montes de Oca (Ver AHA, Hacedurías, Exp. 39, Caja 83,1760) y
con respecto a la familia De Castro, tenemos la información que dio Lorenzo Soriano en 1713 en el
proceso contra el denominado cacique Diego Mendoza (Ver AGN, Tierras, V. 2871, Exp. 8, f. 23).
151
Los miembros de la familia Soriano que participaban en la Hermandad de la Virgen de Guadalupe
entre 1760 y 1763, eran 12 (hombres y mujeres) y tenían que aportar como cuota mensual cerca de 7
pesos y 4 reales, aportación solo superada por tres familias locales: los Monte de Oca, los Moral y los
Alfaro / Fernández de Alfaro (Ver AGN, Ramo Templos y Conventos, Vol. 204, exp. 3, f. 1-95). La
hermandad de la Virgen de Guadalupe que tenía como sede la parroquia de Azcapotzalco, bajo la
supervisión de los dominicos del convento local y de la Archicofradía de la Virgen del Rosario.
161
culto con sus iguales en calidad, posición y ocupaciones, sino que se
convivía, se concertaban matrimonios, prestamos y negocios entre
los cabezas de familia que allí se reunían y frecuentaban por lo
menos una vez a la semana152.
152
Esta hermandad de la Virgen de Guadalupe probablemente se había constituido en 1759-1760 y en
1769 obtuvo un espacio físico, la Capilla del Rosario. La titular del espacio, la Archicofradía de la
Virgen del Rosario (compuesta por las familias locales de poder económico y social), acepto compartir
espacios haciendo que la Hermandad (compuesta de familias criollas de mediana calidad y de ramas
secundarias de las grandes familias locales) le donara sus bienes y se sujetara a su autoridad
administrativa, supervisando así su organización y tareas coordinándola bajo su tutoría. (Ver AGN,
Ramo Templos y Conventos, Vol. 204, Exp. 3, f. 1-95).
153
El año probablemente fue el de 1699-1700, según los recibos presentados por Diego Mendoza
Moctezuma (Ver AGN, Tierras, V.2871, Exp. 8). Sin embargo los problemas financieros de los
cabildos indígenas de Azcapotzalco venían de tiempo atrás como lo prueban los procesos por adeudos
acumulados que tenía la comunidad de Azcapotzalco por diezmos no pagados a los Jueces Hacedores
del cabildo metropolitano para 1686, 1688 y 1690 y las solicitudes y procesos para conmutar diezmos y
tributos de 1712, 1715, 1719 y 1725 y que ponían en riesgo de prisión, excomunión y enajenación y
remate de bienes a los gobernadores indígenas tepanecos y mexicanos de Azcapotzalco (Ver AHAM,
Fondo Cabildo, Haceduría, Jueces hacedores, Caja 16, exp. 34 - Caja 17, Exp. 30 - Caja 18, Exp. 10 /
Fondo Cabildo, Haceduría, Diezmo de Conmutación, Caja 27, Exp. 61 - Caja 30, Exp. 26 – Caja 35,
Exp. 38).
154
Esta relación y el trato de préstamo-terrenos arrendados fue reconocida luego de los fallecimientos de
Juan Soriano y Pedro Zacarías, tanto por el hijo de Juan Soriano, Lorenzo Soriano y por el hermano de
Pedro Zacarías, Nicolás Zacarías (Ver declaraciones del proceso de 1713, AGN, Tierras, V. 2871, Exp.
8, f. 25).
162
Ignacio Soriano Montes de Oca fue vecino y labrador155 de la localidad de
Azcapotzalco y que por medio de relaciones personales y familiares
(establecidas probablemente a través de la Archicofradía de la Virgen del
Rosario, como con la orden dominica y las familias de presencia regional)
obtuvo el cargo eclesiástico-fiscal organizar el calculo y colecta de diezmos
que los obrajeros y agricultores de las localidades del Monte Alto y Bajo,
Tlalnepantla, Tacuba, Huixquilucan y Azcapotzalco tenían que entregar
mensualmente al Cabildo Eclesiástico de la Catedral Metropolitano,
radicado en la ciudad de México 156 .
Sin embargo esta situación no perduro pues Joaquín Soriano fue retirado
del cargo y demandado por el Cabildo catedralicio de México por varias
irregularidades en el calculo de los diezmos (a favor de muchos labradores
conocidos de Soriano) así como en la recolección y venta de estos y la
subsiguiente entrega de los fondos correspondientes al cabildo catedralicio,
por lo que se le proceso en 1769, por un faltante de 9817 pesos,
incautándosele de manera provisional la fianza de 2000 pesos que su
fiador, el comerciante y labrador Cristóbal de la Cueva, vecino de Tacuba,
había depositado con anterioridad 158 .
155
Como ejemplo de su actividad de labrador o productor agropecuario, Joaquín Soriano reporto como
diezmo del año de 1763, un total de 3 cargas de trigo, 49 cargas de maíz y cuatro pesos de aves de
corral, lo que haría una producción anual de cerca de 30 cargas de trigo, 490 cargas de maíz y 40 pesos
equivalentes en aves de corral (Ver AHAM, Fondo Cabildo, Colecturías, Doc. H9671, Caja 33cp, Exp.
10).
156
Tal y como se puede apreciar en el cuadro contable que el propio Joaquín Soriano como responsable
de la Colecturía de la jurisdicción de Tacuba, preparo en 1764, con los diezmos colectados en 1763 que
arrojaron un total aproximado de 1225 cargas de trigo, 2264 cargas de maíz, 322 cargas de cebada y
otros productos agropecuarios como fríjol, alverjón, haba, elote, calabaza, borregos, lana en vellones y
en arrobas, becerros, cochinitos, cabras, potros, burros y mulas jóvenes, así como dinero por el
equivalente a leche, aves, pastos, árboles frutales, pulque y magueyes en explotación (Ver AHAM,
Fondo Cabildo, Colecturías, Doc. H9671, Caja 33, exp. 10).
157
Esta información se basa en una cartela pintada que se encuentra en un altar anexo al retablo y altar
principal de la Capilla del Rosario. En ella se lee textualmente “Este altar lo dedico Dn./ Juachin
Soriano ala Archico/ fradia del SSmo. Rosario, elmes / de Julio de 1761 yestos li/ensos quele circundan
Pertenecen / ael Altar de Señor San José, que los / dio Dn. hipolito de Ocampo. y Dn. tomás paredes”
Vázquez Santa Ana propone que este altar posiblemente era el de la Medalla Milagrosa y la Mtra.
Gabriela Sánchez Reyes expone que probablemente la cartela y los lienzos mencionados pertenecieron
a un altar de San José, anterior al que actualmente existe (Vázquez, 1953: 74 / Sánchez Reyes, 1997:
96).
158
Ver AHAM, Fondo Cabildo, Haceduría, Jueces Hacedores, Caja 100, Exp. 67 – Caja 102, Exp. 32 –
Caja 102, Exp. 36 – Caja 103, Exp. 25 – Caja 126, Exp. 5.
163
De hecho, el juicio por cobro continuo contra Ignacio Soriano y los bienes
familiares continuó hasta 1778, arruinando a la familia y obligándola a
retraerse a sus tierras de Azcapotzalco. Esto marco el inicio de la segunda
etapa de la familia.
Esta rama familiar se relaciono cada vez más con individuos y familias
indígenas de los barrios y de la cabecera de Azcapotzalco. Esta relación se
expreso en dos formas (que no se oponían una a otra, sino que más bien se
complementaban), que eran:
159
Como fue el caso del apoyo al gobernador de la parcialidad de Tepanecos de Azcapotzalco en 1786
por parte de Ignacio Soriano, de 76 años para declarar ante las autoridades españolas, sobre la pobreza
de la población indígena y su imposibilidad de cubrir los reales tributos.
160
Como fue el caso de la relación de Domingo Soriano con el cacique de Azcapotzalco, Vicente Tener
Bautista, cuando en 1760 lo presento como su testigo en la solicitud de matrimonio con Maria Luisa
Paredes en la parroquia de Azcapotzalco. Ver AGN, Ramo Matrimonios, V. 40, exp. 79, f. 322-324.
164
Esta relación de los Soriano con individuos y familias indígenas
azcapotzalcas, fue resultado tanto de la perdida de condición y calidad que
los Soriano sufrían así como por la estrategia de sobrevivencia que la
familia intentó.
Sin embargo, estas actividades fueron detectadas por los indígenas (ya
fueran familias de macehuales o de principales, rivales de los individuos
relacionados con los Soriano) y denunciadas en su momento ante la
autoridad virreinal 161 .
161
Como las denuncias contra Juan Soriano de parte de los indígenas de San Miguel Amantla en 1768,
cuando dijeron que Soriano tenía por costumbre pedir los documentos legales de las tierras comunales
en complicidad con conocidos indígenas suyos y que fingían compras y ventas fraudulentas de
terrenos comunales por lo que provocaban conflictos entre barrios y que ante eso, existían mandatos
para que Soriano se retirase de Amantla. También son ejemplos las denuncias contra Domingo Soriano
en 1792 por recibir en empeño tierras del común repartimiento en Los Reyes por parte de un posible
cómplice indígena (Ver AGN, Tierras, V. 2502, Exp. 3, f. 14).
162
Las diferencias entre las ramas familiares de los Soriano se aprecian al revisar los padrones para 1792
del pueblo de Azcapotzalco y de la hacienda de San Nicolás Careaga. Allí se aprecian que hay una
rama de Sorianos que aun conservan casa y propiedades y que socialmente se les considera españoles y
que mantienen vínculos matrimoniales con las familias locales españolas de Paredes, Domínguez, y
Ponce de León. También se reporta que hay al menos un enlace entre un varón Soriano español con una
mestiza (Domingo Soriano y su esposa) y dos enlaces de dos miembros de los Soriano mestizos (Ma.
Josefa y Ma. Gertrudis) con mestizos dedicados al servicio doméstico o de campo (Ver AGN, 1792,
Padrones, V. 6, fs. 177-189).
163
Los enlaces con indígenas probablemente fue con hijas de principales, como sería el caso del principal
indígena Don Domingo Soriano, que esta considerado junto con otros principales indígenas de
Azcapotzalco en la lista de los vecinos que contribuyeron en 1795 con un donativo para el Rey ante la
Guerra con Francia (Ver AHAM, Fondo Cabildo, Jueces Hacedores, Caja 134, Exp. 18).
165
de otros oficios ligados (como el de toneleros) 164 para fines del siglo XVIII
y principios del siglo XIX.
164
Como Mateo Soriano, tonelero de 36 años radicado en la ciudad de México. Ver AGN, Ramo
matrimonios, Vol. 79, Exp. 49, f. 338-342.
165
Uno de los miembros de la rama más modesta de los Soriano al parecer era Andrés Antonio Soriano
que vivía en 1804 en el barrio de Xocoyohualco (Ver AGN, 1804, Tierras, Vol. 2502, exp. 8, fs. 2).
166
Capitulo 6) Las fiestas patronales de Azcapotzalco
6.1. Antecedentes
166
Dentro de la investigación realizada en este proyecto, se ha encontrado que casi no existen
testimonios, reportes o descripciones etnográficas sobre fiestas, costumbres, ceremonias, tradiciones o
cualquier otra expresión simbólica-cultural de la población de Azcapotzalco, tanto para el siglo XX o
para épocas anteriores. Actualmente la unidad político-territorial de Azcapotzalco es habitada por una
población de un poco menos del medio millón de habitantes para 2002, que vive distribuida en cerca de
98 colonias. Estas colonias o asentamientos habitacionales, comprenden a cerca de 36 antiguos barrios
y pueblos prehispánicos y coloniales, que conservan estructuras arquitectónicas funcionales (capillas y
templos coloniales construidos alrededor de los siglos XVI, XVII y XVIII) Sin embargo, solo 16 de
estos conservan en la actualidad (2006) rasgos suficientes (existencia de organizaciones comunales
rituales, espacios públicos comunales en uso como plazas, capillas y templos, eventos colectivos
periódicos como fiestas patronales y peregrinaciones, etc.) como para ser considerados como habitados
por una comunidad que aun conserva o reinventa mecanismos de cohesión social y cultural cuyos
orígenes son claramente rurales, agrícolas y de tradición colonial-prehispánica.
167
La mayoría de las comunidades urbanas y rurales de nuestro país, estructuran gran parte de su vida
social interna, en torno a la fiesta tradicional (en sus aspectos profanos y rituales) de su santo patrono,
ya que a partir de la conquista española, las comunidades indígenas en un acto simbólico de
refundación, escogieron y/o aceptaron una santa o un santo para la protección de sus tierras y
habitantes, integrándose así, a un nuevo orden legal, social y cosmológico (Noguéz, 1999: 39)
168
Tradicionalmente en nuestro país se ha considerado que el culto patronal a ciertos santos enmascaró
desde los primeros tiempos de la Colonia (siglos XVI y XVII) el viejo culto prehispánico a los antiguos
dioses. Esta situación fue ya mencionada por el Padre Fray Bernardino de Sahagún, en los casos de la
identificación de la diosa Tocí con Santa Ana, la diosa Tonantzín o Cihuacoatl con Santa María de
Guadalupe, el dios Tezcatlipoca con San Juan Bautista o San Juan Evangelista (Sahagún, 1999: 704-
706) Las hermandades y cofradías se han definido como asociaciones de fieles cristianos reunidos en
torno a una advocación determinada de Cristo y de María o de los santos. Sus orígenes fueron variados,
167
A lo largo del periodo novohispano y del siglo XIX, la importancia de las
fiestas patronales y sus propósitos de integrar y organizar su vida comunal
se mantuvo y perduró.
Esto se debe a que esta fiesta y sus eventos son organizados por una o
varias instituciones locales que están dedicadas a planear, administrar,
efectuar y vigilar las diferentes actividades comunales. Estas
organizaciones reciben varios nombres, pero son comúnmente
denominadas mayordomías, hermandades, cofradías, o asociaciones.
ya que las hubo gremiales (vinculadas a gremios de oficios determinados), asistenciales (para ayuda de
presos, enfermos, marginados), étnicas (negros, indios, mulatos, españoles, criollos), etc. En general se
admite que surgieron hacia el siglo XIV en la España medieval y que estaban muy relacionadas con la
devoción franciscana a la Veracruz (a la Verdadera Cruz) y a la Preciosa Sangre de N. S. Jesucristo.
Desde la Baja Edad Media se multiplicaron así las devociones y así aparecieron las cofradías del
Santísimo Sacramento (muy relacionadas con las fiestas del Corpus Christi), de Ánimas Benditas etc.
169
Generalmente estas corporaciones de barrio estaban bajo el control de las familias principales locales,
que conjugaban en ellas, cargos políticos y religiosos, aunados a mecanismos de control económico
como la administración de tierras destinadas a sostener el culto, así como la recolección entre vecinos
de cuotas y cooperaciones obligatorias para el mismo fin.
168
Cuadro Nº 8
Barrios y fiestas patronales de Azcapotzalco en la actualidad
Este cuadro comprende a los barrios que en el periodo colonial pertenecían a la jurisdicción de
Azcapotzalco y asimismo los que pertenecieron hasta el siglo XIX a la jurisdicción de
Tlatelolco – Cd. de México (San Francisco Xocotitlán, Nstra. Sra. De Guadalupe y Jesús
Nazareno Coltongo), así como las que por arreglos en las jurisdicciones estatales, quedaron en
territorio mexiquense a fines del siglo XIX, tanto en el municipio de Tlalnepantla (Santa Cruz
del Monte Cuautla) como en el municipio de Naucalpan (Santa María Nativitas Xocoyohualco)
169
Pensamos que estos mecanismos de cohesión cultural y social se
expresaron y en la actualidad todavía se expresan externamente en forma
de la celebración de fiestas y rituales públicos, como es la celebración y
fiesta pública de los santos patronos así como la presencia y
funcionamiento de sistemas de cargo, de carácter religioso-social, presentes
en esos antiguos barrios y pueblos de Azcapotzalco.
170
La categoría de parroquia se alcanza actualmente con un cierto número de parroquianos o fieles a los
que la parroquia administra servicios religiosos. Junto con este crecimiento poblacional que ha
transformado a casi todas las capillas en parroquias (San Bernabé, San Miguel, San Marcos, San Lucas,
etc.) encontramos la presencia de varias ordenes religiosas – como benedictinos o maristas – que como
organizaciones regulares han ocupado varias parroquias que anteriormente ocupaba o administraba el
sacerdocio secular, perdiendo así posiciones territoriales y de influencia administrativa en la diócesis o
unidad administrativa mayor de la Iglesia. Ante esto, existe la política institucional de parte de la
Iglesia católica de recuperar las fiestas patronales tradicionales, como formas de evangelización
(Congregación, 2004: 18, 19, 24-26). La probable razón de la situación de resurgimiento de fiestas
patronales y de asociaciones religiosas locales, en los barrios y pueblos de Azcapotzalco que las habían
abandonado o descuidado, la sugiere el hecho de que muchas de las antiguas capillas coloniales de
barrio, se han convertido en sede de parroquias, unidades administrativas controladas por un cura
párroco permanente que intenta junto con su congregación, distinguirse de las otras parroquias vecinas
y evitar intromisiones jurídicas y administrativas. Uno de estos casos de recuperación y reinvención de
fiestas patronales y sistema de cargos es el de Felipe y Santiago Azcapotzalco, que es donde realizamos
en 2003, nuestra primera aproximación etnográfica a una fiesta patronal de las características
recuperadas o reinventadas.
170
6.2. Los Santos Patrones de Felipe y Santiago Azcapotzalco
171
Al apóstol Santiago el Menor, se le representa con vestiduras episcopales,
libro al brazo y bastones o mazas para representar su forma de martirio.
Asimismo eran santos dobles, como dobles habían sido los dioses adorados
allí anteriormente y dobles eran sus parcialidades – tepanecas y mexicanos-
así como sus instituciones de gobierno, sus Tecpan y sus barrios. Otra
situación importante fue el que la fecha original de la fiesta patronal,
coincide con el paso del sol por el cenit (el probable aspecto astronómico
del Sol del Inframundo) y el inicio del ciclo agrícola por el advenimiento
de la temporada de lluvias, aspectos que ligarían a estos santos con los
dioses prehispánicos en su carácter de protectores agrícolas.
174
En la actual parroquia de Felipe y Santiago Azcapotzalco se encuentran dos estatuas de madera que
representan a dichos santos patronos. Estos se representan erguidos con vestiduras talares con
decoración estofada a hoja de oro y posiblemente son del siglo XVIII. Se encuentran depositadas en
dos nichos laterales inferiores del retablo mayor de la parroquia, en el área del altar mayor, en la nave
principal del templo.
172
Según la tradición cristiana, Felipe es patrono de los caballeros y jinetes, y
ambos, Felipe y Santiago son patronos comunes de los sombrereros, los
tenderos, los panaderos que hacen empanadas y hojaldres así como de los
bataneros, esto es la mayor parte, oficios en los que se golpea continua y
fuertemente a las materias o insumos, durante su proceso de manufactura o
producción.
Estos eran indígenas que por las nuevas condiciones coloniales, se intentan
españolizar, adoptando su vestimenta, consumo, usos y privilegios.
173
6.3. La festividad de la Virgen de Guadalupe y su problemática en
Azcapotzalco
Las fiestas que se organizaron por tal evento se programaron para los días
1, 2 y 3 de Mayo de 1758, (que originalmente eran los días destinados a la
fiesta patronal original de San Felipe y Santiago Azcapotzalco) asistiendo
no solo la población local, sino también gran cantidad de gente de los
alrededores (Ver AGN, Templos y Conventos, Vol. 204, Exp. 3, fs.1-3)
174
Probablemente porque esta elección fue parte de una estrategia de las
familias principales indígenas de manipular y controlar el culto popular por
la Virgen de Guadalupe y su fiesta, creando un patronazgo local que
hubiera podido extender su presencia corporativa entre la población étnica
de Azcapotzalco, ante la decadencia acentuada de la fiesta patronal
original.
175
Esta acción correspondería a la iniciativa de grupos socioeconómicos
concretos, que no fue más que una parte de una vasto proceso político-
religioso, que comenzó sirviendo a los intereses del clero y del
Arzobispado y que luego se extendió implicando en formas distintas a
todos los diversos cuerpos sociales novohispanos de las diferentes
localidades de la Cuenca de México y sucesivamente a todas las
localidades y regiones de toda la Nueva España, desde los siglos XVI,
XVII y XVIII (Gruzinski, 2004: 193, 194).
176
Sin embargo era también una acción de control económico-administrativo
que pretendía aprovechar recursos valiosos en un intento de capitalizar
también los recursos que una feligresía devota y cautiva podía aportar,
debidamente organizada y dirigida en mayordomías, hermandades o
cofradías, que como corporaciones locales estarían bajo el control y
supervisión tanto de las principales familias de notables que existían (y que
controlaban asimismo los cabildos civiles) como de los párrocos seculares
o seglares presentes en la jurisdicción religiosa local.
Esta situación explicaría los casos de las villas y ciudades, con cabildos
controlados por funcionarios criollos que intentarían con el patronazgo de
la Virgen de Guadalupe sobre la cabecera territorial de la jurisdicción local,
reforzar su posición política de representantes de todos los cuerpos sociales
novohispanos así como ampliar un control económico sobre la mayoría
social (sobre todo por las aportaciones obligatorias para sostener la nueva
fiesta patronal).
175
Antonio Valeriano fue alumno y escribano del Padre Sahagún en el Colegio real de Tlatelolco, luego
escribano de republica del cabildo indígena mexicano de Azcapotzalco de 1561 y posteriormente
Alcalde de la parcialidad de Moyotlán en la ciudad de México y finalmente Juez-Gobernador de las
parcialidades indígenas de ciudad de México entre 1608 y 1620 (González, 2004: 136-138).
176
Francisco Placido fue también un funcionario del cabildo indígena de Azcapotzalco, solo que de la
parcialidad tepaneca y fue contemporáneo de Antonio Valeriano.
177
Sin embargo, el culto guadalupano entre la población indígena de
Azcapotzalco (al menos durante el siglo XVII) no parece haber sido masivo
o por sobre otras devociones, si tomamos en cuenta que ninguno de los 27
barrios y pueblos de la jurisdicción colonial de Azcapotzalco llevó el
patronazgo de Sta María de Guadalupe, de que en el recuento de las
imágenes marianas 177 que la cacica Juana Angelina de la parcialidad
mexicana de Azcapotzalco heredo en 1695, no se menciona a la Virgen de
Guadalupe (Lockhart, 1999), y que en el recuento del ciclo de fiestas
patronales y otras festividades que requerían gastos del gobernador Pedro
Zacarías, en 1699 solo se mencionan cuatro reales como probable
aportación para la fiesta de Sta. María de Guadalupe (Ver AGN, Tierras,
Vol. 2871, Exp. 8, f. 25).
178
donde la orden de los predicadores siempre impulso la devoción entre la
población indígena y española de Azcapotzalco, tanto de la Virgen del
Rosario como de Santo Domingo de Guzmán (patrono del barrio de
Ahuexotla), Santo Tomas de Aquino (patrono del barrio de Tlamatzinco),
Santa Catalina o Catarina de Sena (patrona del barrio de Atzacualco) y de
otros 24 santos patronos de los barrios y pueblos tepanecas y mexicanos del
Azcapotzalco Colonial.
La devoción para estos santos patrones como para la Virgen del Rosario, se
organizó siempre dentro del esquema de las cofradías y las hermandades,
que como corporaciones sociales y religiosas bajo la supervisión del
párroco y del abad dominico local, organizaron a las comunidades étnicas
del Azcapotzalco colonial. para rendir culto apropiado a los santos y a las
diferentes advocaciones marianas. Estas cofradías se organizaron
probablemente desde los siglos XVI y XVII, dividiéndose étnica y
territorialmente; Las cofradías de los santos patronos de Azcapotzalco se
organizaron con la gente de cada asentamiento étnico, dirigiendo
sucesivamente cada corporación, diversos miembros de las familias
indígenas nobles y principales.
orden dominica cedió la parroquia de Azcapotzalco y su convento a la autoridad del Arzobispado, para
obtener la parroquia y el convento de La Candelaria Tacubaya. (Ver Tinajero Morales,2004)
179
6.3.4. El surgimiento de la Hermandad de Nuestra Reina y Señora de
Guadalupe (1758-1769)
Sin embargo, luego de las fiestas, antes de que los Cabildos indígenas
formalizaran una corporación propia, para fomentar el culto a la Virgen
Guadalupana, nueva patrona de Azcapotzalco, varios vecinos españoles
con el apoyo explicito de los frailes dominicos de Azcapotzalco y de la
poderosa Archicofradía del Rosario, se organizaron para poner en la iglesia
parroquial, concretamente en el interior de la Capilla de la Virgen del
Rosario, un altar con la advocación de María de Guadalupe, altar que
constaba de una pintura de la Virgen, una mesa y su adorno conveniente,
para poder celebrar así las Misas correspondientes
180
La integración del culto guadalupano a la estructura política y religiosa
previa de Azcapotzalco, estaba provocando un rompimiento gradual de la
elite local indígena con las familias principales criollas, por la disputa y
control de la mayoría macehual indígena, así como el crecimiento de la
devoción guadalupana (ya extendida pero desorganizada) podría eclipsar el
prestigio y la presencia del culto a la Virgen del Rosario y por tanto, el
poder de su Archicofradía, afectando por igual a las familias notables
criollas asociadas como a la comunidad dominica local, propiciando
además la intervención de un sacerdocio ajeno de carácter secular, ligado al
Arzobispado y a la Colegiata de la Villa de Guadalupe, elementos ajenos a
las políticas de la orden de los predicadores, además de potenciales y
peligrosos rivales jurisdiccionales.
Todo esto planteó que a mediano plazo, podría sobrevenir una posible
fractura y tensiones entre los individuos, familias y grupos más influyentes
del pueblo, por lo que la institución corporativa responsable del control del
culto guadalupano en Azcapotzalco, solo sobrevivió en forma
independiente un tiempo limitado, a pesar del general entusiasmo y el
potencial apoyo económico que la población local de indios, mestizos y
criollos pobres, tenía por la devoción guadalupana
181
6.4. La fiesta de Corpus Christi
En la España del S. XVI la fiesta de Corpus fue una de las más importantes
y de allí paso a la Nueva España; en la ciudad de México por 1558 se
celebró la fiesta con cierta pompa, participando el gremio de pintores
establecidos, alcanzando un verdadero esplendor en el que participaron
todos los grupos y corporaciones de la ciudad de México en la última
década del siglo XVI, esplendor que continuó todo el siglo XVII y que
empezó a decaer en el siglo XVIII, sobre todo por una política que
perseguía un cambio de valores y una nueva redefinición de exclusión
social, más acorde con los principios ilustrados borbónicos (Morales
Rodríguez, 1953: 468-470 / Bravo, 2005: 449-451 / Viqueira Albán,1995:
158-160).
179
La tradición refiere que a principios del siglo XIII, (1243-1246) la superiora de un convento de Lieja,
Bélgica, Santa Juana de Cornillón, tuvo visiones sobre la forma de la forma adecuada de solemnizar la
Sagrada Eucaristía, que ella veía como un disco de luz resplandeciente con un hueco en el centro
(figura que inspiro a la Custodia, que es un relicario de oro y cristal que exhibe la hostia consagrada).
Sus visiones fueron escuchadas por el Arcediano de la catedral correspondiente, que luego subió al
trono pontificio como Urbano IV, que dispuso se celebrase una solemnidad y memoria del Santísimo
Sacramento de la Eucaristía el jueves siguiente a la octava de Pentecostés, pues por medio del santo
sacramento se alcanzaba la gloria. Posteriormente en el siglo XIV, el Papa Juan XXII, decretó que en la
festividad se llevara a cabo, una procesión acompañando al cuerpo sacramentado de Cristo (Ver “El
Non Plus Ultra del Lunario y pronostico perpetuo” de Jerónimo Cortés, Imprenta de Valero Sierra,
1823, Madrid, pp. 71-73 / “Directorio sobre la Piedad Popular y la Liturgia”, Col. Actas y Documentos
Pontificios, Ed. San Pablo, México, 2004, pp. 131-135 / Bravo, 2005: 449).
180
Ver “180º Calendario del Más Antiguo Galván para el año de 2006”, Ed. Murguía, México, 2005, pp.
89, 148.
181
Dicha celebración se llevaba a cabo, en la necesidad del Imperio español y de la Iglesia católica, de
reavivar la necesidad de responder de manera activa e integral, al movimiento e ideas del
protestantismo. Ver “Directorio sobre la Piedad Popular y la Liturgia”, Col. Actas y Documentos
Pontificios, Ed. San Pablo, México, 2004, pp. 131-135.
182
La procesión de Corpus en la ciudad de México era organizada por el
Ayuntamiento de la ciudad de México, que pagaba a los diferentes grupos
de músicos y danzantes así como la construcción de carros alegóricos e
invenciones galanas (pinturas de la conquista de México, estatuas
enfloradas, etc.) (Ver Actas de cabildo de la Ciudad de México de 1600,
citadas en Morales Rodríguez, 1953: 469, nota 125).
183
En el caso de Azcapotzalco, allí también se celebraba la fiesta de Corpus
Christi y al parecer antes de 1795-1797, la fiesta de Corpus Christi que se
realizaba en la cabecera y barrios cercanos, era organizada por el
ayuntamiento indígena de Azcapotzalco y sus dos cabildos étnicos, siendo
financiada por una contribución asignada anual a cada barrio de las
parcialidades de tepanecos y mexicanos.
183
Testimonios folkloristas de cerca de 1925 del escritor costumbrista Higinio Vázquez Santa Ana,
mencionaban que en el cercano barrio de San Salvador Nextengo, los jueves de Corpus se celebraban
allí, las danzas de “Los brutos”, “Los Concheros”, “Los Chichimecas” y la “Danza de la Conquista”
(Vázquez Santa Ana, 1953: 78).
184
Al parecer la practica de presentar en la procesión de Corpus Christi objetos típicos relativos a los
oficios practicados por los grupos y gremios participantes, era extendida. Tenemos por ejemplo, las
figuras de palma de “Mulas de Jueves de Corpus”, que cargan juguetillos de loza, huacalitos, frutas,
etc. que son probables simbolizaciones de mulas que transportaban en la procesión, ejemplos de los
oficios practicados. Otro ejemplo es el testimonio de Higinio Vázquez Santa Ana en 1953, sobre la
fiesta de Corpus en Paracho, donde el día de la fiesta, cada grupo y gremio en la procesión presentaba
objetos típicos y relativos a su oficio, como los panaderos, panes, los constructores de instrumentos
musicales, violines y guitarras, carpinteros presentaban sillas, puertas, cajones de muerto, etc. Los
objetos presentados y exhibidos en la procesión a veces eran miniaturas, a veces de tamaño natural o
representaciones descomunales (hasta de 6 metros) (Ver Santa Ana, 1953: 109-110).
185
Se entendía por mascara, todo aquello que sea cubrirse o medio cubrirse el rostro o parte de él y salir
en traje de máscara, vestidos los hombres de mujer y las mujeres de hombre (Ver García Ruiz, 1953:
453).
184
Pero al parecer, la tradición del transporte de los santos patronos a la
parroquia, sede del poder religioso-administrativo y del poder político
durante el periodo colonial fue extensiva al menos en toda la zona norte de
la Cuenca de México durante la época colonial.
Sin embargo los indios no eran los únicos borrachos, ya que acudían a la
fiesta gran cantidad de mestizos y mulatos de las localidades vecinas,
quienes aprovechando la festividad, también se embriagaban, se divertían y
186
Esta semejanza aparece en el siguiente testimonio oral: Esto que vi. era muy semejante a lo que viví de
niña y joven, - hasta que me case en 1956 y me fui para Azcapotzalco a vivir - allá en mi pueblo que es
San Juan Ixtacala (San Juan Ixtacala fue un asentamiento de origen prehispánico, que esta cerca de San
Bartolo Tenayuca, en los límites del DF y del estado de México, a 3 kms al norte del centro de
Azcapotzalco. Aparece en documentación y planos coloniales . Actualmente se encuentra conurbado
con la Ciudad de México) Todo empezaba antes de la fiesta patronal de San Juan Bautista, en el Jueves
de Corpus. Era por que en Tlanepantla se celebraba su fiesta y era parroquia. (La fiesta patronal de
Corpus Christi Tlanepantla era el Jueves de Corpus). En ese día, en la mañana salía de San Juan
Ixtacala, el santo – la figura de un San Juan niño, precioso con su cabellera suelta y larga – en andas,
con todo el pueblo acompañándolo con música y cuetes, en camino hacia la parroquia de Tlanepantla.
Las andas del santo de San Juan Ixtacala estaban decoradas con los primeros elotes, espigas de trigo,
pencas de plátanos y con un conejo vivo- que estaba amarrado- . Luego de salir, caminando, salían de
sus pueblos, los santos y su gente de los pueblos de Santiago Atlepetlacac, San Lucas Patoni y San
Bartolo Tenayuca, pueblos cercanos a San Juan. Todos se iban caminando a Tlanepantla .y al llegar a la
Caja de Agua (monumento arquitectónico colonial de control hidráulico del río Tlanepantla que esta al
lado del camino Tlanepantla- Los Reyes Ixtacala) todos nos reuníamos, nos juntábamos y en orden,
primero Ixtacala, luego Santiago, San Lucas y al último San Bartolo nos enfilábamos a Tlanepantla
todos juntos. Allá en la parroquia de Tlanepantla, nos juntábamos con otros pueblos y barrios y sus
santos en el atrio. Los santos entraban en orden adentro del templo y allí se quedaban hasta el domingo,
y ya nos íbamos a la romería y la feria y nos devolvíamos luego al pueblo. Ya el domingo
regresábamos por nuestro santo, junto con la gente de los otros pueblos. En la tarde salíamos de
Tlanepantla otra vez en orden, los de San Juan, Santiago, San Lucas y San Bartolo con los santos en
andas y cada vez que se llegaba al camino que les llevaba a su pueblo, los santos se despedían; esto era
de que se volteaban las andas con los santos para que se vieran de frente y de ahí la gente y su santo se
iban a su pueblo; esa era la despedida y hasta el otro año. San Juan era el primero que se despedía,
luego San Bartola y San Lucas y el último era Santiago Atepetlac. San Juan y su gente llegábamos al
pueblo ya de noche y al entrar, el santo patrono era recibido con mucha alegría, con repiques de
campana, toritos y cuetes ; ya luego el santo se iba a la iglesia y nosotros a nuestras casas. En cada
pueblo, San Bartolo, San Lucas y Santiago así también eran recibidos”. (Entrevista con Sra. Elvira
Gómez Leal, originaria de San Juan Ixtacala, residente en Cuautitlán-Izcalli, Edo. Méx., el día 2 de
mayo de 2003).
185
se entregaban a varios excesos, como los juegos de azar (Ver AGN, Clero
Secular y Regular, Vol. 84, Exp. 5, fs. 136-157).
187
Un colateral en este caso era un altar o retablo de madera, pintado para que pareciera de piedra jaspe,
que se proyecto colocar al lado del altar principal de la iglesia parroquial.
188
Existe al parecer una disparidad en fechas; tal vez en su carácter de fiesta movible, la fiesta de Corpus
se desplazaba a varias fechas, a veces sin seguir criterios estrictamente canónicos. Francisca E.
Calderón de la Barca escribió en su Diario, que en1840, la festividad de Corpus Christi (la procesión de
la Divina forma a través de la ciudad de México, acompañada del Presidente en turno, sus ministro y el
Arzobispo) se celebró el 18 de junio, pero que “Antaño se celebrara esta ceremonia el Jueves Santo;
pero con motivo de la diversidad de ceremonias de Semana Santa que impedían que aquella pudiera
ser conmemorada como era debido, señalóse otro día para celebrarla” (Ver “La Vida en México,
durante una residencia de dos años en ese país” de Madame Calderón de la Barca, Col. “Sepan
Cuantos” Nº 74, Ed. Porrúa, México; Carta XXII, día 18, pg. 159). Otra posibilidad es la de que para
el siglo XVIII y XIX, la denominación de “Fiesta de Corpus Christi” fuera también sinónimo de
celebración patronal y que al celebrarse cualesquier fiesta en la que participara en forma masiva la
población de un pueblo, barrio o ciudad, se denominara a esta “Fiesta de Corpus Christi” ,
independiente de la celebrada según las disposiciones canónicas en los meses de mayo, junio y julio, y
que en el caso de Azcapotzalco, siguiera conmemorando la celebración patronal que en 1758 se había
desplazado de mayo a diciembre con la Jura y patronato de Guadalupe. (Comunicación personal del Dr.
Druzo Maldonado Jiménez, el 21 de noviembre de 2006).
186
Azcapotzalco? ¿el Subdelegado de Tacuba?, ¿Uno de los hacendados
locales que además era Mayordomo y Diputado de la Archicofradía de la
Virgen del Rosario?) No lo sabemos.
189
Aquí nuevamente es necesario reiterar la probabilidad expuesta en la nota anterior, de que para los
indígenas, el cura párroco y la autoridad española del siglo XVIII, las fiestas de Corpus fueran
sinónimos de las fiestas patronales de pueblos y barrios, medida impulsada por la Iglesia y el
187
y luego, exposición del Santísimo en cada capilla o pequeña iglesia
de cada barrio, desde las tres de la tarde hasta el otro día) y que los
habitantes indios cuidaban de dar culto a la Divina Forma
alternativamente, mientras que las castas de mulatos y mestizos se
entregaban a los excesos en la fiesta en comida , bebida y juego.
Esto constituía un rudo golpe a las entradas económicas del cura párroco y
por ende del convento dominico de Azcapotzalco, ya que la festividad de
Corpus requería en cada barrio, una misa cantada, la procesión con los
ornamentos, la permanencia de un religioso en la capilla durante toda la
exposición del Santísimo hasta otro día, con otra misa al final, cobrando a
cada barrio la cantidad de catorce pesos y cuatro reales, que por todos los
barrios daban un total de 396 pesos, sin contar las limosnas recaudadas,
durante esos dos días.
188
autoridad y presencia de los dominicos ante la población indígena de
Azcapotzalco. Ante esta peligrosa situación, Fray Mariano Ocio respondió
con otro escrito en febrero de 1800 y expuso a la superioridad que:
2. Que en los barrios donde no existían esos pedazos de tierra, era usual
que los habitantes de esos barrios se prorratearan o cooperaran para
pagar los gastos eclesiásticos de la fiesta y de esta forma, venía a
tocarles en cooperación cerca de dos reales por cabeza, que era el
sueldo aproximado de un día de trabajo.
189
Dicha lista se dividió por parcialidades étnicas, barrio y contribución en
pesos, como puede apreciarse en el Cuadro 8.
Cuadro Nº 8
Barrios de Azcapotzalco organizados por parcialidades étnicas y sus respectivas
cooperaciones monetarias para la fiesta de Corpus Christi de 1799
(AGN, Clero secular y regular, V. 84, Exp. 5, f. 141)
190
2. El sistema de aportaciones individuales obligatorias para celebrar
esta fiesta, era necesario ya que los productos de la renta de la
tierra asignada como bienes de la comunidad (Ahuehuetitlán y
Jilotepetitlán) se destinaba para sostener los gastos del cabildo y ya
no tanto para sus festividades anuales como sucedía hasta 1709.
Incluso el párroco Fray Mariano de Osio acusa veladamente a los
alcaldes de tener ganancias ilegitimas y hacer negocios turbios con
los dineros colectados para esta fiesta patronal.
191
192
Estas propuestas están sustentadas tanto en los registros que mencionan las
actividades económicas practicadas por los indígenas de los barrios
azcapotzalcas para el siglo XVIII, así como en las características del suelo
de la jurisdicción de Azcapotzalco, tal y como se muestra en el Plano
correspondiente a las características del suelo superficial de la jurisdicción
de Azcapotzalco (Ver Figuras Nº 24 y 25).
193
Cuadro Nº 9
Tabla de asentamientos tepanecas contra número de familias e individuos
reportados en el Padrón Parroquial de Azcapotzalco de 1787
(AGN, Bienes Nacionales, Vol. 388, Exp. 9)
1.-Santiago 92 219
2.-Sn. Martín 78 230
3.-Sn. Juan Tlilhuaca Tepanecos 77 170
4.-Sta Ma. Nativitas Xocoyohualco 56 138
5.-Sta. Bárbara 38 86
6.-Sto. Domingo 40 96
7.-Sn. Francisco 52 120
8.-Sta. Lucía 35 79
9.-Sta. Cruz Acayucan 42 83
10.-Sn. Bartolomé 25 60
11.-Sta. Apolonia 40 76
12.-Sn. Salvador 36 65
13.-Sn. Marcos 72 169
____ ____
Total 683 1591
Cuadro Nº 10
Tabla de asentamientos mexicanos contra número de familias e individuos
reportados en el Padrón Parroquial de Azcapotzalco de 1787
(AGN, Bienes Nacionales, Vol. 388, Exp. 9)
194
Cuadro Nº 11 Tabla de asentamientos tepanecas contra cantidades en
reales estimadas por barrio y personas estimadas en razón a una posible
cooperación de tres reales por cabeza para la Fiesta Patronal de 1799
(AGN, Clero Secular y regular, Vol. 84, Exp. 5)
195
6.5. La fiesta de la Virgen del Rosario
Esta devoción era el rezo en serie conocido como Rosario en el siglo XIII,
que la orden dominica extendió junto con el culto a la Virgen del Rosario
por Europa, especialmente en el S. XVI, cuando la orden comenzó a crear
las cofradías del Santo Rosario por doquier 190 .
Por esta razón, Pío V en ese mismo año, declaró el 7 de octubre, como
fiesta de la Virgen del Rosario como Santa María de la Victoria y el
Imperio Español la adoptó como uno de sus cultos favoritos. Luego, el
papa Clemente XI fijo en 1716, la celebración de la Virgen del Rosario
para el primer domingo de octubre. pero en 1913, Pío X volvió a restaurar
la celebración el 7 de octubre (Parra, 1999: 100 / Butera, 1991: 204)
190
Ver “Origen histórico de las Tradiciones” de Luis Fernández Martín, Ed. Paulinas, México, 2003, pp.
50-53. El Rosario es una serie de oraciones encadenadas (credo, padre nuestro, ave maría, gloria,
letanías y misterios) con constantes repeticiones, que son guiadas por un sartal de 59 cuentas, una
pequeño medallón y una cruz que reciben en conjunto, también el nombre de “rosario”. La práctica del
rezo del Rosario se extendió rápidamente ya que tiene la ventaja de integrar a múltiples orantes en un
ritual colectivo, además de enseñar memorizando los dogmas de la fe católica. Al parecer el rosario
tiene sus antecedentes en los rosarios budistas (29 cuentas) y musulmanes (99 cuentas) y en los rosarios
de padrenuestros introducidos en Europa por los monjes de San Benito entre los siglos VI y VII DC,
reportándose entre los siglos X y XI, que el uso de los rosarios de padrenuestros era frecuente entre los
fieles católicos (Fernández, 2003: 50-53 / Selner, 1994: 276).
196
Con la crisis de la república indígena y del cabildo borbónico y
decimonónico, los cambios administrativos y económicos que trajeron la
actividad económica de los ranchos y haciendas ganaderas y trigueras
propiedad de españoles y criollos además de la creciente presencia
administrativa-política de la ciudad de México sobre pobladores y
autoridades de Azcapotzalco, sino de toda la zona norte de la Cuenca de
México influyeron, se produjo un paulatino cambio entre el siglo XVIII
hasta mediados del siglo XIX, con el desplazamiento en importancia de las
fiestas organizadas por la comunidad indígena de Azcapotzalco (Felipe y
Santiago y luego Corpus Christi) hacia la fiesta organizada por el convento
dominico local y las familias que controlaban localmente tierras, riqueza y
poder, la fiesta de la Virgen del Rosario.
191
Prueba de lo anterior es la demanda que entabló el mayordomo de la Cofradía de la Virgen del Rosario
de Escapuzalco, Pedro de Casete en 1640, contra un arrendador de una casa, que era propiedad de la
Cofradía. (Ver AGN, Tierras, V. 2779, Exp. 17, fs. 10).
192
Como ejemplo de los anterior, ver el documento en que la Archicofradía de Nuestra Señora de la
Virgen del Rosario junto con su Mayordomo y Padre Rector, aceptan bajo su jurisdicción, a la
Hermandad de Guadalupe el 20 de diciembre de 1769 (Ver AGN, Templos y Conventos, 1760-1763,
Vol. 204, Exp. 3, f. 11).
En la Constitución (o normatividad) de la Archicofradía, los diputados originalmente eran los
miembros fundadores y de ellos salían electos los Mayordomos o dirigentes de la Cofradía. Cada
diputado tenía junto con los derechos de voto, representación y voz, obligaciones especiales como de
pago de misas rotativas, limosnas especiales, financiamiento de altares y retablos, etc. Además cada
diputado nombraba o proponía a su sucesor, para ocupar su puesto al fallecer él. Los miembros
congregantes eran representados por los diputados y sus obligaciones eran por lo general, solo dar su
cooperación mensual y asistir cumpliendo con las actividades de la Archicofradía. Todos los miembros
197
Cuando sucedió el temblor de 1653, en las subsecuentes obras de
reconstrucción, la Archicofradía dirigió y financió en parte, una nueva y
preciosa capilla (remodelando la anterior) con varios locales anexos, que
uso como propia sección dentro del conjunto de la iglesia parroquial.
compartían el privilegio de que al morir, sus familiares recibirían el apoyo necesario para misa, entierro
y algunos gastos a la viuda, además de aportar cierta cantidad al convento dominico de Azcapotzalco,
enterrando al cofrade fallecido en un lugar especial, el atrio interno de la capilla del Rosario, lugar
exclusivo y reservado de la Cofradía, apartado del Atrio principal parroquial.
193
De hecho, la capilla del Rosario es el punto más elevado de todo el terreno ocupado por la
construcción parroquial y conventual. Es muy probable que bajo su piso, se encuentre el núcleo del
Templo Mayor de Azcapotzalco, dedicado a Tezcatlipoca-Ocotecuhtli, luego la capilla original de
visita franciscana-dominica del S. XVI y después la capilla primitiva de la Virgen del Rosario de los
siglos XVI-XVII.
198
Esta preeminencia se observa en 1769, cuando la ya citada Hermandad de
Guadalupe, se incorporo formalmente a la autoridad y supervisión de la
Archicofradía de la Virgen del Rosario.
194
Para 1772, la Archicofradía había prestado al comerciante y propietario local Hipólito de Ocampo,
miembro de la corporación, la cantidad de 2000 pesos en varias partidas, hipotecando este en prenda
varias propiedades (casa y terrenos). Entre 1780 y 1783, la corporación había prestado varios miles de
pesos al hacendado Juan Domingo de Bustamante, reclamando el pago de esta deuda en 1786, luego de
la muerte del propietario (Ver Sánchez Reyes, s/f: 1-4 / Reyna, 1995: 67).
199
Sin embargo, es probable que la prolongada guerra de independencia, la
inestabilidad política y los quebrantos económicos, afectaron a la
Archicofradía.
195
Según los testimonios disponibles hasta el momento, era: “Por los años 20´s, en octubre, en la
parroquia grande (de Azcapotzalco) se hacía un jubileo y así que de cada parroquia traían su santito y
lo dejaban allí junto al altar … en el curato, las señoras de los pueblitos ofrecían mole, curados, aguas
frescas, cada santito de cada pueblo traía sus cocineras y a comer gratis. El día domingo celebraban
al santo en turno y había cuetes, castillos, ¡ujuy! muy bonito.” (Mercado, s/f: 63) / “… (en) la fiesta
llamada del Víctor, en octubre … se organizaba una peregrinación masiva de todos los pueblos y
barrios hacia la Parroquia que adornada, recibía en el atrio a todos los peregrinos … Las procesiones
recorrían las principales calles de Azcapotzalco desde su capilla … Todos llegaban al sitio de reunión
y se formaban en rigurosa fila mística bajo los árboles del atrio para esperar el turno de poder entrar
con su imagen y depositarla en la iglesia. Los jefes de las comunidades
religiosas,“mayordomos”o“capitanes” combinaban el estruendo de los cohetes con el “Víctor” que
era una especie de bando, en el que un pregonero gritaba en cada esquina (del atrio) el nombre de la
cofradía y se acompañaba con cantos de jaculatorias y letanías al santo de su devoción. … Luego ya
en la noche, los grupos reunidos para la celebración del “Víctor”, levantaban a sus santos y con
cánticos melancólicos los regresaban a sus capillas a la luz de su procesión de velas“, (Sánchez,
1974: 74, 75) / “Había en Azcapotzalco allá por 1958 o 1959 – no recuerdo bien – una fiesta anual
allá en la parroquia. Se reunían las gentes de los barrios y pueblos de Azcapotzalco en el atrio con sus
200
Sin embargo, esta fiesta de carácter patronal terminó por desaparecer a
finales de la mitad del siglo XX.
santos en andas. Ellos venían desde temprano desde sus capillas y templos allá en sus barrios o
pueblos acá al atrio de la parroquia. Venían de Los Reyes, Santa María, Santa Catarina, San
Sebastián y otros lugares. Llegaban en procesión al atrio y metían a los santos dentro de la iglesia y
los acomodaban en los altares de allá adentro, en los altares de los retablos que había antes (eran
grandes y dorados pero luego los quitaron con todo y altares) y empezaban alrededor del altar mayor.
Luego en la tarde- no recuerdo si era ese mismo día o después de varios días - se iban; la gente se los
llevaba a cada uno a su barrio o pueblo, tirando cuetes” (Entrevista con Sra. Elvira Gómez Leal,
originaria de San Juan Ixtacala, residente en Cuautitlán-Izcalli, Edo. Méx., el día 2 de mayo de 2003).
201
Tercera Parte:
Haciendas y Comunidades étnicas en Azcapotzalco
202
Para guiar este trabajo, he planteado un enfoque territorial jerárquico, que
puede ser global-nacional-regional-local o en su defecto, local-regional-
nacional-global, donde todos los niveles territoriales estarían
intercomunicados y serían interdependientes.
El estudio de una región y sus localidades puede ser abordado a través del
análisis espacial de asentamientos, donde es posible visualizar
gráficamente muchas de las relaciones que podemos percibir
implícitamente en documentos.
203
Los estudios sobre los análisis espaciales han sido desarrollados por los
académicos de la Geografía Humana así como por los arqueólogos y por
los antropólogos de la Escuela de la Antropología Económica.
204
Esta apreciación errónea se realiza al no considerar en los estudios, los
entornos regionales, nacionales y mundiales existentes, así como las
propias características de los desarrollos históricos y sociales que se
produjeron, fundamentalmente laberínticos y contradictorios.
205
Capítulo 7) Distribución espacial de los asentamientos agropecuarios
y comunales del Azcapotzalco colonial
7.1. Presentación
206
7.2. Tipos, características y distribución de los asentamientos de
Azcapotzalco
196
Las fuentes bibliográficas y documentales consultadas para determinar número y características
temporales-funcionales y demográficas de las estructuras de los asentamientos agropecuarios y étnicos-
residenciales denominados haciendas, ranchos, barrios y cabeceras del territorio de Azcapotzalco para
los siglos XVIII y XIX, fueron el Catalogo de Monumentos Históricos de la Delegación de
Azcapotzalco, el texto Ligeras Noticias de Atzcapotzalco, los Padrones de la parroquia de Felipe y
Santiago Azcapotzalco de 1717 y1787, el Padrón de la Jurisdicción de Atzcapotzalco de 1792, la
Relación de puentes de madera y cal y canto cercanos al pueblo de Azcapotzalco para 1794 y el
Listado de barrios y haciendas de la parroquia de Atzcapotzalco de 1856 (Ver Martínez, s/f: 31-216 /
García,1859:282-284 / AGN, Bienes Nacionales, Vol. 912, Exp. 2 / AGN, Bienes Nacionales, Vol. 388,
Exp. 9 / AGN, Padrones, Vol.6, fs.179-189 / AHAM, DN, Fondo Cabildo, Secc. Hac., Serie JH, Caja
133, Exp. 22 / AHBMNA, Vol.258, fs. 45).
207
Fig. 23 Plano de los sitios cívico-religiosos y residenciales así como de los sitios
agropecuarios de la jurisdicción de Azcapotzalco (S. XVIII - S. XIX)
(En base a Cartas Topográficas INEGI, E14A29 y E14A39: 2003)
208
Dicha tipología propuesta de sitios existentes, comprende a:
1) Hacienda-Molino
2) Hacienda
197
Una de las características que se ha propuesto de los terrenos de la hacienda, es que pertenezcan o sean
usufructuados por cuenta y riesgo de los propietarios o titulares de la hacienda, utilizando los servicios
remunerados (por jornal o destajo) de los habitantes de la hacienda, de los ranchos anexos o de las
poblaciones étnicas circunvecinas. En cuanto a la población avecindada en la hacienda, se entiende por
esta al conjunto de habitantes residentes (estacional o permanentemente) y con habitaciones
independientes entre sí, en cualquier lugar dentro de los linderos de la propia hacienda. Ver “Ponencia
para definir criterios de integración territorial para ciudades, villas, pueblos, congregaciones,
rancherías, haciendas, ranchos y colonias agrícolas” de Guadalupe Rivera Marín, en Informe de la
Tercera Reunión Nacional de Estadística (11-17 de mayo de 1941), Dirección General de Estadística
de la Secretaria de Hacienda, 1941, Cd. de México, mecano escrito, pp. 1-5 y “Apuntes sobre la
Dirección de una Finca Rural” de Francisco A. Covarrubias, Ed. La Revista Agrícola, México, 1901,
pg.7-9.
209
Para finales del S. XVIII, el asentamiento contaba con una población
superior al centenar de personas entre gañanes indígenas y trabajadores
españoles y mestizos (tanto agropecuarios, carboneros y arrieros).
3) Rancho
Para fines del S. XVIII, el asentamiento tenía una población menor a los
cincuenta habitantes permanentes, pues no contaba con familias
indígenas residentes (gañanes).
210
Fig. 24 Plano topográfico y climatológico de la jurisdicción de Azcapotzalco
(En base a Cartas Topográficas INEGI, E14A29 y E14A39: 2003)
5) Barrios
211
Entre las estructuras y rodeándolas, existían áreas de actividad agrícola
y ganadera a escala reducida (terrenos familiares y tierras destinadas al
financiamiento del culto a los santos patrones del asentamiento).
212
Fig. 25 Plano de áreas de suelos superficiales de la jurisdicción de Azcapotzalco
(Sánchez Ramírez, 1974)
213
Los principales procesos que modificaron las condiciones físicas del medio
ambiente y que condicionaron el establecimiento de los asentamientos
agropecuarios y étnico-residenciales en la jurisdicción de Azcapotzalco,
fueron:
198
Se ofrece ese periodo en vista de la información que proporcionan los documentos de 1592 y 1621. El
primero menciona la necesidad de arreglar el puente del río que pasa por el pueblo de Azcapotzalco y
el segundo documento habla del proyecto de desviar el río de Azcapotzalco a su antiguo cauce
prehispánico para irrigar mejor las tierras de la jurisdicción. Ver AGN, Indios, Vol. 6 2da. Parte, Exp.
721, f. 168 y Zavala).
214
7.3. Patrones de asentamiento en el territorio de Azcapotzalco
215
Fig. 26 Asentamientos étnicos y centros agropecuarios particulares
(ranchos-haciendas) y su relación con topoformas y suelos de
la jurisdicción de Azcapotzalco
(En base a Cartas Topográficas INEGI, E14A29 y E14A39: 2003)
216
Sin embargo, al seguir las corrientes fluviales (que aseguraban un riego
permanente y la fuerza motriz necesaria para molinos y obrajes), las
estancias empezaron a acercarse y a entrar a las tierras comunales de los
barrios e incluso dentro y en los alrededores de la cabecera de
Azcapotzalco, situación que cambió por la posibilidad de adquirir nuevas
tierras de regadío en otras zonas del territorio, más que por una resistencia
seria por parte de principales y macehuales para defender sus tierras
comunales o por miedo a las restricciones legales como las marcadas en la
Real Cédula de 1581.
217
Fig. 27 Asentamientos étnicos con centros agropecuarios
(ranchos-haciendas) y sus posibles relaciones
(En base a Cartas Topográficas INEGI, E14A29 y E14A39: 2003)
218
Por lo tanto podemos proponer que las medidas jurídicas y administrativas
que durante los siglos XVI y XVII pretendieron regular la distribución de
asentamientos agropecuarios españoles (ranchos-haciendas) en relación con
los pueblos indígenas (cabeceras y barrios), en un modelo ideal, fueron en
su mayoría, ineficaces 199 .
199
Dichas medidas fueron las ordenanzas reales de 1581, 1678 y 1695 que especificaron sucesivamente
las distancias que deberían existir entre las explotaciones agropecuarias de los españoles y los pueblos
y tierras de la población indígena. La Cédula de 1581 habla de distancias entre 5 kms. y 2.5 kms. entre
explotaciones agropecuarias españolas y los pueblos. La Cédula de 1678 habla de una distancia entre
500 varas entre haciendas y pueblos indios, desde la última casa en las afueras del pueblo y la Cédula
de 1695 detalló que en general, el pueblo o cabecera indígena se consideraba un área de casas y solares
de alrededor de 500 varas de radio, teniendo como centro la iglesia parroquial local; alrededor de esta
área de casas y solares, existía una franja de alrededor de 600 varas, rodeando al pueblo donde estaban
las tierras y sementeras de la población indígena (Ver Solano, 1984: 258, 384, 385).
200
Ver AGN, Ramo Tierras, Vol. 2489, Exp.1, fs. 364 y Ramo Censos, Vol. 8, Exp. 41, fs. 36-42
201
Ver AGN, Tierras, Vol. 1140, Exp. Fs.1-18 y Tierras, Vol. 2893, Exp. 5, fs. 211.
219
Manuel Antonio Paredes entre 1750-1754 202 o los conjuntos de
Acalotenco y Santo Tomás y los ranchos San Isidro-San Vicente
Xalpa para 1816-1821 203 .
220
Fig. 28 Mapa de explotaciones agropecuarias de la jurisdicción
de Azcapotzalco en relación a la red de caminos y
las garitas de control comercial de la ciudad de México
(En base a Cartas Topográficas INEGI, E14A29 y E14A39: 2003 y
Quiroz, 2005: 249, Plano 1)
221
De esta forma, los asentamientos agropecuarios y residenciales étnicos
estaban relacionados y como medios de estas relaciones, se encontraba la
red de caminos (reales y vecinales) que les permitían comunicarse entre sí
y con los vecinos centros políticos-económicos de la Cuenca de México y
aun más allá, por medio de los dos caminos reales principales del NW y
SW de la Cuenca, que eran el Camino Real de México-Tlalnepantla-
Cuautitlán que llevaba a Tula y a Querétaro y el Camino Real de México-
Lerma-Toluca (Everett, 1975: Lámina 1).
213
Los principales caminos de la localidad para el S. XVIII , con sus
respectivos puentes de madera y de mampostería 214, eran:
222
Capítulo 8) Haciendas y Comunidades de Azcapotzalco
Así, estos terrenos junto con los otorgados por las mercedes de tierras
concedidas y las tierras patrimoniales y comunales vendidas por los
principales indígenas de los pueblos circundantes, conformaron los núcleos
de las primeras propiedades privadas que se dedicaron a la agricultura y a
la ganadería, los ranchos y las haciendas.
223
Fig. 29 Haciendas y ranchos coloniales en la zona NW de
la Cuenca de México
(En base a Cartas Topográficas INEGI, E14A29 y E14A39: 2003)
224
Al sur, en las tierras colindantes con Tacuba, se otorgaron tierras en
merced, en 1544 a Tomás de Rujoles, en 1563 a Martín Aranguren y en
1588 a Baltasar Rodríguez. (AGN, Mercedes, V. 2, f. 260 v; V. 6, f. 15 v;
V. 14, f. 100 v).
Para esto, las tierras objeto de cambio eran también disputadas por los
pueblos de Azcapotzalco y Tlatelolco. Tejada uso su influencia, apoyo en
principio los argumentos de Don Baltasar Hernández, Gobernador de la
parcialidad de Azcapotzalco-Mexicapan y cedió algunos pedazos de tierra a
los de Azcapotzalco, para luego cambiar sus tierras por las de Tacuba, que
pertenecían a indios principales de Tlatelolco.
Esto dio inicio en esa parte (toda el área circunvecina a San Bernabé) a una
gran movilidad en la propiedad, creándose muchas pequeñas propiedades
que conformaron los ranchos de Amealco, Camarones, Anguita, Azpeitia y
otros.
Un proceso similar ocurrió para la misma época (Segunda mitad del siglo
XVI) en la zona entre Tacuba y Azcapotzalco pero la cercanía de ríos y la
posibilidad de canalizarlos mediante presas, canales, y zanjas acelero el
proceso de acumulación de propiedades, desarrollo los núcleos de las
ranchos y haciendas trigueras de Clavería, Cahuatonco, San Isidro,
Echegaray, El Cristo, Molino Prieto y Molino Blanco.
225
Fig. 30 Propiedades españolas entre
los barrios azcapotzalcas durante el S. XVIII
(Según Pérez-Rocha, 1982: 70, Mapa 5)
Barrios de Azcapotzalco
226
Estas haciendas y ranchos, originados en la segunda parte del siglo XVI, se
establecieron en los tres escenarios geográficos mencionados para la
localidad de Azcapotzalco, diversificando sus actividades de acuerdo a los
recursos existentes.
227
Fig. 31 Haciendas y ranchos de Azcapotzalco
y sus alrededores para 1852
(Según Croquis del Distrito Federal de
Almonte, 1852, Plano 2)
I Azcapotzalco
II Tacuba 13 Rcho. del Pilar D San Andrés
1 Hda. La Patera 14 Rcho. Gavillero E Tlaltongo
2 Hda. Los Ahuehuetes 15 Rcho. San José F San Sebastián
3 Hda. Pantaco 16 Rcho. Sta. Marta G San Lucas
4 Hda. San Marcos 17 Merced de las H San Salvador
5 Hda. Acalotenco Huertas J Popotla
6 Hda. Espitia 18 Rcho. Tepetates K San Jacinto
7 Hda. Clavería 19 San Antonio de L Cornalina
8 Hda. Camarones las Huertas M Nonoalco
9 Hda. Ascensión 20 Ranchería N San Simón
10 Hda. Santo Tomás A Sta. Catarina O San Francisco
11 Hda. La Teja B San Marcos P Xocotitlán
12 Ranchería C Sto. Tomás Q San Juan
228
Sin embargo esta área aluvial tenía varias desventajas: La primera era de
que la mayor parte de las corrientes eran estaciónales, aumentando o
disminuyendo el caudal en época de lluvias y de secas, por lo que las
haciendas-molino que controlaban el volumen y la canalización decidían el
futuro de buenas o malas cosechas.
Sin embargo las epidemias cortaron de tajo este sistema, por lo que los
hacendados y estancieros tuvieron que recibir trabajadores por medio de
acuerdos con los distintos cabildos indígenas y los funcionarios reales,
acordando cuotas de trabajadores y sueldos a pagar. Esta situación hizo ver
a los hacendados y rancheros sobre la conveniencia de contar con una
mano de obra permanente que radicara en sus propiedades, a fin de no
229
depender de asignaciones de trabajadores temporales. (Gibson, 2000: 60-
61).
230
Ante esto, las haciendas y ranchos haciendas recurrieron cada vez más a la
contratación personal y directa de trabajadores temporales, cercanos y
vecinos a las haciendas, estableciendo así un nuevo tipo de relación laboral
en la localidad.
Para el siglo XVIII, las haciendas y ranchos se habían extendido por toda la
jurisdicción de Azcapotzalco, la población indígena se había recuperado y
estaba en plena expansión demográfica (Gibson, 2000: 61).
231
imperial, la aparición de la encomienda de Montejo en 1524 y del
sistema cabildo indígena-alcaldía mayor de Tacuba, la división y
control social e ideológico de la población indígena por la iglesia
católica por medio de visitas, parroquias y el culto a los santos
promovidos tanto por frailes franciscanos y frailes dominicos,
establecido respectivamente en Azcapotzalco para los periodos de
1525-1538 y de 1539-1540.
232
las pandemias de 1545-1548, 1576-1577 y 1629-1630, así como de
los desastres naturales, ejemplificadas con las inundaciones y lluvias
torrenciales de 1553, 1580, 1607, 1622 y 1629-30 que arruinaron
las cosechas y que destruyeron parte de la sencilla infraestructura de
las estancias. Estos problemas eliminaron así a los propietarios que
no consiguieron inversión constante de capitales que les pudieran
solventar las perdidas estacionales entre 1580 y 1630, como fue el
caso de las estancias trigueras de Azcapotzalco, Tacuba y
Tlalnepantla que por estas circunstancias, se redujeron de 200 a solo
60 activas para después de 1630.
233
Todos estos antecedentes ayudaron a crear para mediados del siglo XVII,
un nuevo sistema de empresas agropecuarias, el sistema de haciendas-
ranchos, distinto al sistema de estancias en cuanto a:
234
5. A ser la base económica de un nuevo tipo de comunidad española
(criolla o peninsular) que a diferencia de la comunidad española de
1560-1650, era una comunidad integrada por familias extensas,
asentada en la localidad de Azcapotzalco por lo menos dos o tres
generaciones y ligadas asimétricamente a otros grupos más poderosos
radicados en la ciudad de México y otros centros, asociadas entre sí
por relaciones de parentesco y de dependencia económica, con una
tendencia a controlar y subordinar clientelarmente a individuos y
grupos indígenas y mestizos.
235
Para poder controlar el adecuado suministro de harina de trigo así como el
precio de esta, era usual que estos comerciantes empresarios estuvieran
relacionados o controlaran como arrendatarios, propietarios o
administradores tanto las haciendas productoras de trigo de los alrededores
de la ciudad de México (que en el caso de Azcapotzalco eran San Antonio
Clavería, Cahuatongo, Echegaray, El Cristo, Careaga, el Rosario y San
Pablo, todas explotaciones agrícolas que contaban con riego proveniente
del río de los Remedios o Azcapotzalco) (Kicza, 1986: 27-50).
236
Al morir el Capitán Ruiz, su viuda Ana de Carmona se convirtió en dueña
de la propiedad y la conservó hasta su muerte en la primera década del
siglo XVIII, cuando la adquiere su albacea testamentario, el licenciado
Lucas Careaga y Torres, funcionario y empresario español (Ver AGN,
1728, Bienes Nacionales, Vol. 463, Exp. 17, f.2, 3 y 7).
215
La Congregación de San Pedro Mártir era una hermandad religiosa que utilizando el culto a San Pedro
Mártir (religioso martirizado en 1252) organizaba al personal auxiliar del Santo Oficio (llamados
familiares) Estos eran servidores o colaboradores laicos del Santo Oficio, que a cambio de ciertas
inmunidades o privilegios, prestaban su cooperación informando al tribunal, denunciando o deteniendo
herejes o prestando cualquier otro servicio. Las congregaciones o hermandades de San Pedro Mártir
fueron siempre apoyadas por la orden dominica como colaboradoras suyas y del Santo Oficio y fueron
establecidas en los diferentes territorios del Imperio español en diferentes fechas, siendo objeto de una
rigurosa organización (Ver “La Inquisición” de José Antonio Escudero, Ed. Dastin, España, 2004, pp.
42, 47).
216
En la tercera cláusula de su testamento de 1728, Lucas Careaga mandó decir quinientas misas pagadas
por las ánimas de los indios que habían fallecido en la Casa de su panadería, por si acaso hubiera sido
por su culpa o cargo (Ver AGN, Bienes Nacionales, V. 463, Exp. 17, fs. 2, 3).
217
Ver el artículo de Luis Córdoba Barradas de 2003, “Apuntes sobre el apellido Careaga en México” en
http://mx.geocities.com/genealogiademexico/ biblioapell.
237
Los empresarios panaderos de la ciudad de México del siglo XVIII se
caracterizaron por ser primero hacendados y comerciantes que panaderos
(esto es, propietarios de establecimientos que producían y vendían pan a la
par que patronos de operarios, panaderos y de administradores) ya fuera
como propietarios o arrendatarios de estos y en el caso de la zona de
Tacuba-Azcapotzalco-Tlalnepantla, estos tenían 9 haciendas y 6 ranchos
trigueros en propiedad y una hacienda en arrendamiento.
218
Esta propuesta se hace en base a la calidad del terreno que se encuentra en la parte este de la
jurisdicción de Azcapotzalco, que comprendía el lecho del antiguo lago de México. De naturaleza
limosa y un Ph básico rico en carbonatos, durante el siglo XVIII y XIX fue utilizado como potreros y
como terreno de cultivo temporalero de maíz. Su proximidad a la Calzada de Vallejo y a los caminos
que conducían a la Garita de Peralvillo y su posición de cruce y tráfico de arrieros y rebaños de ganado
que venían de Querétaro y tierra adentro para ser procesados en los rastros de la Cd. de México y en sus
rastros circundantes como los de Xochimilco, Azcapotzalco, Coyoacan y Cuautitlán (reportados ya
desde 1662) (Ver González 2004:11,12 / Ver AHAM, 1662, Fondo Cabildo, Jueces Hacedores, Caja 8,
exp. 20, fs. 1-27).
238
las instituciones político-religiosas que regían el culto a los santos patrones
de sus barrios y de la cabecera.
219
Ver Von Wobeser, 1994: 224 / Sánchez Reyes, 1997: 69, 80 / Ver AGN, 1760-1763, Templos y
Conventos, Vol. 204, exp. 3, fs. 1-95 / AGN, 1794, Cofradías y Archicofradías, V. 18, exp. 7, fs. 257-
311 / AGN, Tierras, V. 2779, Exp. 17, fs. 10.
239
En el caso de Tacuba y sus localidades, la comunidad española (criolla y
peninsular) existente, dedicada a la actividad comercial y agropecuaria y
dependiente de la elite propietaria y comercial de la ciudad de México,
intento comenzar a controlar la Alcaldía Mayor-Subintendencia y los
cabildos dependientes.
240
Esta debilidad fue, el que el sistema de ranchos-hacienda (al igual que los
sistemas de obrajes, comercios y otros) no podía en si mismo, transformar
ni podía hacer crecer a los mercados de los que dependía (ubicados en la
Ciudad de México principalmente), ni podía superar el ritmo y la eficiencia
en la producción agropecuaria que le imponía los propios mercados de la
Ciudad de México.
Esta situación hizo que la estructura política vigente para el S. XVIII y los
intereses, características y necesidades de consumidores, mercados,
comerciantes y funcionarios radicados en la Cd. de México, determinaran
en lo fundamental, el crecimiento, desarrollo y crisis, tanto de comunidades
como de haciendas y ranchos presentes en Azcapotzalco, en la Cuenca de
México.
241
los últimos años del S. XVIII, como fue el caso de los sistemas presentes
en la Cuenca de México y en particular, para nuestro estudio, en la
localidad de Azcapotzalco.
Se supone que la elite de la primera mitad del siglo XIX, como redes
sociales de familias-empresas, consideraron que el orden colonial
agonizante y luego la inestable situación republicana, imponían toda una
serie de restricciones, barreras y dificultades diversas a las operaciones
productivas y mercantiles de sus empresas comerciales, agropecuarias y
financiera (López-Rayón, 1995: 125 / Haber, 1992: 19-20).
242
Esta estrategia se planteaba en base a la experiencia que la elite y sus
antepasados había vivido bajo el acelerado crecimiento del siglo XVIII
provocado por el crecimiento poblacional, la actividad minera y las
reformas borbónicas y en la primera mitad del S. XIX por las esperanzas
(malogradas en su mayoría) de un futuro mejor durante los constantes
cambios gubernamentales de la época, pues la elite y sus diferentes
facciones (tanto liberales como conservadoras) pensaba que las inversiones
en sus sistemas de ranchos-haciendas, produciría tarde o temprano,
importantes dividendos en épocas más pacificas y estables (Pérez-Rayón,
1995: 125 / Haber, 1992: 19-21).
243
Capítulo 9) Ejemplos de caso: Las haciendas de San Antonio Clavería
y San Antonio- San Bartolomé Cahuatongo y las
comunidades étnicas dependientes
9.1. Antecedentes
221
Este cauce de río prehispánico y posteriormente zanja y canal hidráulico, fue detectado en las
excavaciones arqueológicas hechas por Salvamento Arqueológico durante los años de 1981-1982 y
1984-1985, cuyo curso fue registrado por aerofotografía, según foto aérea de 1936. El Doctor Rubén
Manzanilla López, considero que este cauce pudo haber sido una barrera natural y un limite
geográfico entre las localidades prehispánicas de Tacuba y Azcapotzalco (Ver Miranda et. al., 1995:
57-58).
244
Fig. 36 Croquis de los pozos de exploración arqueológica
hechos por Salvamento Arqueológico durante las
temporadas de 1981-1982 y 1984-1985
(Miranda et. al., 1995: 56, Fig. 1)
245
En la orilla sur de este río, a la altura de la calle de Juárez de la Colonia
Clavería, existía una población prehispánica, que era uno de los calpullis
de Tacuba, denominado Atenco (“En la orilla del agua”), situado en la
orilla de playa del lago de México, en la cota de nivel de 2240 msnm.,
posiblemente rodeado de chinampas de cultivo (Miranda et. al., 1995: 57-
58), (Ver Figuras 36 y 37).
222
Santa Cruz Atenco era uno de los 14 barrios coloniales de Tacuba, que eran Santa María Magdalena
Tolman, San Juan Amantlán, San Francisco Toltenco, Santa Cruz Atenco, La Purificación
Atenantitech, San Antonio Coatlán, San Gabriel Molonco, Santa María Atlahuco, Santiago
Huitznahuac, San Miguel Acozac, San Diego Coyohuacán, Santa Ana Tzapotla, San Pedro Xalla y la
Trinidad Xicolla (Miranda et. al., 1995: 63).
223
En el rescate arqueológico de 1996-1997, se detectaron en los aparejos de los muros exteriores de la
porción noreste de la ex-hacienda, las mencionadas lajas de cantera de origen prehispánico; asimismo
se detectaron esas lajas en los muros cercanos a la Unidad de excavación 2 en asociación con el
sistema de estacas de madera, a una profundidad promedio de tres metros (Ver Informe final del
Rescate Arqueológico IPADE de Junio de 1997, de los Arqueólogos José Jorge Cabrera Torres y Joel
Jiménez Pérez, pgs. 9, 21, 42, 43 en Informe Nº 8 – 270 del ATCNA).
224
Los restos de esta construcción Esta proximidad se probo al encontrar en los materiales de una
cisterna excavada en 1996, localizada aproximadamente en un estacionamiento al lado de la Av.
Azcapotzalco a 30 metros al sureste del casco de la ex-hacienda, 114 tiestos de cerámica doméstica
prehispánica (Azteca III) y un fragmento de omechicahuaztli de hueso humano labrado, a nivel de la
capa donde se encontró el sistema de cimentación de estacas de madera colonial (Ver Informe final
del Rescate Arqueológico IPADE de Junio de 1997, de los Arqueólogos José Jorge Cabrera Torres y
Joel Jiménez Pérez, pgs. 43, 46, 54, 57 en Informe Nº 8 – 270 del ATCNA).
246
Fig. 38 Croquis del área explorada por Salvamento Arqueológico del INAH en el
espacio anexo sur al Casco de la Ex-Hacienda de San Antonio Clavería
(Hoy Universidad Panamericana-IPADE) en 1997
(En base al Plano I de Cabrera Torres, 1997: Anexo 1)
247
Ya para el siglo XVII, el río se encontraba totalmente canalizado sobre
todo por la hacienda del Molino Prieto, que aprovechaba el re-
encauzamiento de los escurrimientos fluviales en el actual río de los
Remedios y el desvío de agua para eliminar sus demasías, que se
aprovecharon para surtir de agua a cultivos de riego, preferentemente trigo
que se vendía a las haciendas-molino cercanas.
Fig. 39 Planos del conjunto del casco de la hacienda de San Antonio Clavería
(En Martínez, s/f : 107)
248
Es probable que la propiedad original con su construcción cimentada con
estacones de madera fuese adquirida en 1687-88 por Juan Antonio Clavería
Villareal y que él y sus herederos (Juan, Sebastián y Silvestre Clavería)
construyeron el casco, jardines, trojes y corrales de la actual construcción,
entre 1686-1734 (Pérez, 1995: 59).
225
Los límites de Clavería-Cahuatongo se extendían al SW hasta Naucalpan, explotando y controlando
así canteras de piedra en las lomas de Los Remedios y las canalizaciones de los arroyos que bajaban
del Cerro La Concepción cerca de San Bartolo Naucalpan. Estos controles provocaron los pleitos con
Totolinga (posesión de una caballería de tierra y dos canteras) y con San Luis (por zanjas que
conducían el agua a las tierras de la hacienda y que cortaban los caminos por donde los indios
bajaban cargas de piedra que llevaban a vender y entregar a los mercados de la ciudad de México)
(Ver Reyna, 1995: 61 / Ver AHAM, 1793, Cabildo, caja 131, Exp. 19, documento 6283).
249
Uno de los hijos, Antonio de Castro para refrendar su posición, amenazada
por problemas económicos y deudas adquirida por el jefe de familia
fallecido, adjudicó a la fracción como bien adquirible bajo el régimen de
censo enfitéutico 226 a beneficio de la Capellanía del Bachiller Carlos de
Cuevas, situación que le incrementó su posición social y como tal, la finca
fue usufructuada por sucesivos propietarios (Pérez, 1995: 61, nota 57 /
AGN, Bienes Nacionales, Exp. 26 / AGN, Civil, 1725, Vol. 973, Exp. 7).
Sin embargo, para 1759, la hacienda de San Antonio Clavería dejo de ser
posesión de la familia González y pasó a ser propiedad del contador
Santiago Abad (Pérez-Rocha, 1982: 63) y para la década de 1760 las
propiedades de San Antonio Clavería y de las fracciones de San Bartolo y
San Antonio Cahuatongo (ya reunificadas) pasaron a poder de Juan
Domingo de Bustamante (Romero de Terreros, 1956: 145-147).
226
El censo enfitéutico era un contrato que garantizaba que una propiedad se cedía por un tiempo
(permanente o extenso) para utilizarla mediante el pago anual de una pensión monetaria al
beneficiario, un sacerdote con parentesco establecido con el fundador de la capellanía, en este caso el
Bachiller Carlos de Cuevas (Ver López Mora, 2005: 76-79).
250
Este se hizo cargo de ambas propiedades y de esta forma, las haciendas de
San Antonio Clavería y de San Bartolomé Cahuatongo o San Antonio
Cahuatongo formaron así, una unidad productiva y territorial durante el
siglo XVIII (Romero de Terreros, 1956: 145-147).
251
Francisco Tenancingo, pero sin gran fortuna ya que fue denunciado por la
comunidad y sus representantes por abusos contra ellos (Ver AGN, Civil,
Vol. 1608, Exp. 10).
Las relaciones que los Bustamante tenían con la autoridad era de tal
calidad, que en ese año se trasladaron en forma temporal, las oficinas de la
Alcaldía Mayor de Tacuba de la cabecera a las instalaciones del casco de la
hacienda de Clavería, ya que las casas reales donde estaban, se
encontraban en estado ruinoso (AGN, 1759, Obras Públicas, Vol. 23, Fs. 1-
4).
contrataba cobradores y todos ellos contaban con el auxilio de los justicias locales, ya que eran
frecuentes los conflictos por que los indios alegaban muchas veces, que se les querían cobrar
derechos por producir pulque con fines comerciales cuando ellos producían pulque para su propio
consumo domestico. Entre 1716 y 1718 surgieron impuestos al pulque que impulsaron el
establecimiento a gran escala de los asientos o contratos del pulque en casi todo el centro de la Nueva
España (Ver AGN, Civil, 1714, Vol. 1599, Exp. 13 / AGN, Civil, 1718, Civil, Vol. 1995, Exp. 1).
252
del Moral, etc. (Ver AGN, Templos y Conventos,1760-1763, Vol. 204,
Exp. 3, fs.1-9).
228
El obligado o asentista de la carne en Tacuba era un particular que había conseguido un contrato (por
lo regular anual) con el ayuntamiento de Tacuba, para suministrar suficiente carne de res y de
carnero, incluyendo las vísceras de estos, para su venta en las tablas (pequeños puestos públicos
semi-fijos de venta de carne) y en la carnicería de la villa (local mayor y bien establecido de venta de
carne) a cierto precio, asumiendo también la responsabilidad de controlar los precios del producto
expendido en la villa de Tacuba, estando prohibido por el ayuntamiento local, la venta de carne y
vísceras que el obligado no vendiera a los intermediarios (que iban desde los carniceros establecidos
en carnicerías y tablas hasta las indias mecateras o nacateras (de nacatl-carne) que vendían carne al
menudeo en el tianguis local). A cambio el obligado entregaba regularmente de sus ganancias,
propinas a los regidores del ayuntamiento (Reyna, 1995: 62, nota 58 / Quiroz, 2005: 49-53, 87 /
Remi-Simeón, 1997: 297).
253
Al expandir sus intereses y operaciones, Juan Domingo logro ampliar sus
posesiones a otras jurisdicciones, como la posesión de una casa con
pulquería en La Piedad y la adquisición de la hacienda de La Noria en
Xochimilco, además de varias propiedades en la Cd. de México (tres
pulquerías, una casa de trato de ganado, una casa) y una casa en San Juan
Teotihuacan (Ver AGN, Tierras, 1787-1810, Vol. 2893, Exp. 5, f. 1- 211
/ AGN, General de Partes, 1788, Vol. 67, Exp. 332, fs. 163-163v / AGN,
Criminal, Vol. 134, Exp.371, Exp. 384 y Exp. 413 / Reyna, 1995: 63).
Todo iba resultando bien hasta la crisis de 1785-1786, cuando las heladas,
los contratiempos económicos y agrícolas resultantes, la peste y la
inesperada muerte de José Manuel el 11 de mayo de 1786, administrador de
la hacienda más grande y productiva complicaron la situación
administrativa y legal.
254
sostenido de la administración por concurso 229, que inició en 1787 y que se
extendió y culminó hasta 1806 y 1810.
229
Este proceso debió ser muy similar al descrito por Luis G. Inclán para la primera mitad del S. XIX: En
este, algunas haciendas estaban en calidad de bienes de testamentarías, por lo que eran asignadas a
depositarios nombrados por notarios o jueces. Esta acción se llama depositaría y generalmente a estos
depositarios no se les pagaba honorarios si la hacienda estaba abandonada o en quiebra (como fue el
caso de la de Clavería) y terminado su periodo abandonaban la depositaría llevándose lo que podían
de la hacienda. Este tipo de haciendas quebradas y abandonadas en depositaría, se decía que estaban
concursadas. Al parecer periódicamente la testamentaría las sacaba a concurso para ver si había
solicitantes de depositaría (Ver Inclán, 1973: 189).
230
La tabla es una faja de tierra agrícola, generalmente delimitada por árboles o magueyes (Ver
Diccionario de la lengua española, Real Academia Española, Vol. 9, 2001, pg. 1439 / Santamaría,
1992: 991).
255
Fig. 41 Hacienda de San Antonio Clavería, Azcapotzalco, DF
(Martínez, s/f: 109)
256
Poseía no solo las tierras de siembra, canales e infraestructura diversa 231,
sino también la casa grande, troje y corrales (casa grande), el menaje de la
casa y aperos diversos (Reyna,1995: 64,65 / AGN, Tierras, Vol. 115, Exp.
1).
231
En esta infraestructura no se contaba a los puentes, fueran de madera o de cal y canto que los
hacendados tenían la obligación de mantener y reparar, o los diferentes caminos y veredas que cruzaban
por sus propiedades, sobre todo los denominados caminos reales. Para el caso de la hacienda de
Clavería, existían los puentes de San Lucas, Axelco, Clavería y posiblemente del Rosario (Ver Noticia
estadística de Tacuba de Francisco Guadarrama, pg. 406 en el Boletín de la Sociedad Mexicana de
Geografía y Estadística, Tomo, VIII, Imp. De A. Boix, 1859, México / AHAM, 1794, Doc. H6326, caja
133, Exp. 22, fs. 1).
232
Este espacio denominado xato (xato, shato, jato), probablemente fue donde se almacenaba los aperos
y las cargas de las recuas de mulas que poseía la hacienda, ya que en arriería, el jato es el apero y carga
en conjunto de la harria o recua y por extensión es el lugar donde se descansa con esa carga (Ver
Santamaría, 1992: 630).
233
La casa era una casa principal de tierra y adobe situada en el centro de Azcapotzalco y esta hacía
esquina en la plaza principal, enfrente de la portería del convento dominico anexo al templo parroquial
(Ver AGN, Tierras, Vol. 2489, Exp. 1). Posiblemente en esta casa se encontraba una tienda y un
pequeño local para comprar y procesar cerdos para obtener cerdos en canal, cueros, manteca, jamones,
chorizos, longanizas, tocinos, etc. Este tipo de locales recibía generalmente para el sigo XVIII, el
nombre de tocinerías (Ver Quiroz, 2005: 75).
257
De acuerdo con la Acuarela de la Parroquia de Tacuba de 1766, la
hacienda de San Antonio Clavería se representó como “Hacienda de
Bustamante” y estaba situada en el límite norte de la jurisdicción de la
Alcaldía de Tacuba (Ver Figuras 16 y 34).
258
En el libro de cuentas de ese año, se anotó puntualmente el sueldo semanal
de los arrieros, los gastos de sus comidas por cuenta de la hacienda, los
gastos por arreos (como lazos, zaleas para las mulas, costales, vaquetas
para costales, cabos de cuerda, pita para coser costales, cinchas, reatas,
etc.), gastos por forrajes (salvado, pasturas) e incluso cuatro caretas
adquiridas en la primera semana de febrero, posiblemente para que
pudieran danzar en la fiesta de la Candelaria en Azcapotzalco, cuando la
hacienda pagó y celebró una misa cantada en la parroquia azcapotzalca, en
agradecimiento por la cosecha de maíz, a la Virgen de la Candelaria el 2 de
febrero de 1786 (Ver AGN, Tierras, 1786, Vol. 1140, Exp. 11, fs. 1-36).
259
Posiblemente la recua propiedad de Clavería era un atajo mediano de veinte
mulas con cuatro o cinco arrieros (un sabanero, un atajador, un cargador y
un ayudante 234), dirigidos por un mayordomo responsable o capitán que
les dirigía, llamado Suárez. 1786 (Ver AGN, Tierras, 1786, Vol. 1140, Exp.
11, fs. 1-36).
Esta recua de mulas y arrieros tenía un radio de acción corto, viajando entre
la cd. de México y Azcapotzalco hasta Almoloya y Calimaya, en un viaje
aproximado de 66 kilómetros en aproximadamente cuatro días de ida y
vuelta y medio día de regreso a la hacienda de Clavería para descansar,
festejar el regreso con una comida pagada por la hacienda y descansar el fin
de semana para salir nuevamente, mientras las mulas descansaban en los
potreros de la hacienda o en los terrenos alquilados a los indígenas
azcapotzalcas y la carga y los aparejos se almacenaban en la dependencia
del xato, en la casa grande la hacienda de Clavería.
234
Estos se dividían las tareas de ir adelantándose y explorar revisando el camino, de revisar
periódicamente los aparejos y la carga para que no se aflojaran o lastimaran a las mulas, de vigilar de
izquierda y derecha así como retaguardia, de soltar las mulas para que descansaran en parajes
establecidos, de cuidarlas y de volverlas a reunir para cargarlas adecuadamente y en forma
equilibrada, de evitar que se pasmaran, sornearan, derrengaran en las cuestas o se desbarrancasen en
los precipicios (Ver Inclán, 1973: 66, 91 / Suárez, 1997: 44).
235
Los regatones eran comerciantes ambulantes de ambos sexos, de variada condición (españoles,
mestizos, negros e indios) que se dedicaban a comprar por adelantado los productos que ya en su
poder, iban a revender en su beneficio. En este caso, la regatonería practicada en el Azcapotzalco del
S. XVIII era cosa de indios, que compraban paja de trigo y zacate a las haciendas y ranchos de la
localidad. Esta paja de trigo era un subproducto de la cosecha, pues es la caña cortada con la espiga
de trigo de aproximadamente de 75 cms de largo, que había quedado luego de la trilla y separación
de la espiga y el grano de trigo, que servía como forraje para caballos y que se vendía en la ciudad de
México (Ver Garza, et. al, 1995: 272-274 / Gabino Rojo, “Siembra y cultivo de cereales”, Ed. Gómez
Gómez, México, 1986, pg. 72, 74).
260
Estos magueyes los dio en arriendo (rindió 236) el administrador Manuel
Bustamante en 1785, a una mujer, la esposa del mayordomo Suárez,
recibiendo a cambio veintiséis pesos en enero de 1786 (Ver AGN, Tierras,
Vol. 1140, Exp. 11, cargo-semana 1). Este cálculo de 26 pesos recibidos,
fue por la compra de derechos por utilizar estos magueyes para producir
pulque, otorgándoselos a la esposa de un trabajador de confianza, en una
clara relación de clientelismo entre él hermano del antiguo propietario y un
subordinado de confianza y su familia.
236
Rendir es arrendar, conceder, otorgar (Santamaría,1995:931)
261
Fig. 43 Croquis de la hacienda de Cahuatongo para 1932
(En AGA, Exp. 23/953, Leg. 10, Plano 2)
262
Fig. 44 Croquis del casco de la hacienda de San Antonio Cahuatongo
(En AGA, Expediente 23/953, Leg. 2, f. 132)
263
En el caso de la hacienda de San Antonio Cahuatongo, se reportó en 1856
que la hacienda de San Antonio Cahuatongo tenía su iglesia, junto con las
haciendas de Careaga y del Santo Cristo (AHBMNA, Vol. 258, fs. 45, 45v)
pero esta no aparece en el Plano del casco de la hacienda de 1929 (Fig. 48),
por lo que probablemente la iglesia de referencia, era en realidad la capilla
de San Bartolo Cahuatongo que aparentemente fue construida en el S. XVII
y utilizada como capilla de la hacienda durante el S. XVIII y S. XIX, dado
que el barrio prácticamente fue copado, rodeado y finalmente integrado
materialmente a la hacienda de Cahuatongo.
264
B) Para sostener la producción agrícola de riego continuo, la hacienda
de Clavería aprovechaba la infraestructura hidráulica de la
hacienda-molino de El Blanco para irrigar no solo los campos de
Clavería sino los de Cahuatongo y los del rancho de San Isidro,
realizando así un contrato con los administradores de esta
hacienda-molino.
265
El administrador de la hacienda pagaba los sueldos de los arrieros
y de su jefe, se encargaba de comprar lo necesario para los viajes
(sogas, lazos, zaleas, costales, cinchas, etc.) así como de proveer
para pastos y gastos del viaje para mulas y hombres y de disponer
comidas de llegada y de salida para los arrieros en sus viajes.
Cuadro Nº 11
Número de trabajadores temporales contratados por fase agrícola y cultivo para
la hacienda de Clavería en el año de 1786
(Según calculo basado en datos del AGN, Tierras, V. 1140, exp. 11 y
Tributos, V. 2, Exp. 7)
266
Cuadro Nº 12
Ciclos agrícolas para la Cuenca de México (riego y temporal)
(Basado en Gibson,2000:339 y Ouweneel,1998:109)
Meses Cultivos
Maíz de temporal Maíz de riego Trigo de riego
Mayo – Diciembre X
Marzo - Octubre X
Octubre - Mayo X
267
268
269
270
9.6. Las propiedades de Clavería y Cahuatongo durante los últimos
años del siglo XVIII y en el siglo XIX
237
El comprador de la familia Cortina fue el Dr. Pedro Gómez de la Cortina, español acaudalado radicado
en la ciudad de México. Cuando murió heredo sus propiedades a su hija, María Ana que se caso con
su primo, el Conde Vicente Gómez de la Cortina. Ana María como condesa y con el auxilio de su
hijo José Gómez de la Cortina, heredero del titulo y político reputado bajo el santanismo, negociaron
el regreso de las Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paul para 1843, que la condesa instalo
temporalmente en la hacienda de Clavería en 1844. Luego al morir la Condesa Ana María en 1845-
1846, sus nietos heredaron las propiedades (Reyna, 1995: 69).
238
Los Marqueses de Sierra Nevada al igual que los miembros de la elite radicada de la ciudad de
México, acostumbraban comprar propiedades en los alrededores de la ciudad de México, como lo
prueban su adquisición para la época, de la hacienda de Buenavista en la jurisdicción de Chalco (Ver
“Quince Uñas y Casanova, aventureros” Tomo I de Leopoldo Zamora Plowes, Ed. Talleres Gráficos
de la Nación, 1945 , México, pg. 121-122, nota 7).
271
Estos remodelaron el casco de la hacienda en un estilo neoclásico y
mandaron labrar su escudo de armas sobre la entrada principal de la Casa
Grande (Romero de Terreros, 1956: 145-147).
Para 1920, los dueños vendieron sus terrenos a una empresa fraccionadora
que constituyo el desarrollo urbano conocido como la Colonia Clavería. El
casco o casa grande de la hacienda fue conservado por los dueños y quedo
enclavado en medio del desarrollo residencial. Este Casco consta de una
estructura de dos pisos y un frente coronado con almenas que le imponen
una severa distinción y por sus características, Romero de Terreros lo
consideraba un buen ejemplar de la arquitectura domestico-rural de las
postrimerías del Virreinato (Romero, 1956: 145-147).
272
Fig. 48 Localización del casco de la hacienda de San Antonio Clavería
(Según Mapa de 1929 del Departamento Central del DF,
del Archivo Histórico de Azcapotzalco, DF)
273
En cuanto a la hacienda de San Bartolo Cahuatongo, se reportó que sus
dueños, probablemente la familia Fernández Alfaro o sus descendientes
habían vendido para fines del S. XVIII la fracción de San Isidro a la
familia Paredes, pues para 1795, Juan Paredes era dueño del rancho de San
Isidro (Ver AHAM, 1795, Doc. H6354, Caja 134, Exp. 11, fs. 1-2).
La propiedad tenía riego que tomaba del Río de los Remedios, pero que era
insuficiente tanto por infraestructura construida como por el caudal
estacional del Río de los Remedios (Ver AGA, Exp. 23/956, Leg. 2 / AGA,
Exp. 23/953, Leg.1).
274
Conclusiones
275
• Esta situación permitió que al menos algunos de estos recursos
entraran en poder de la estructura de poder local, situación que
permitió el surgimiento y la existencia de un localismo como figura
de identificación y resistencia promovida por la elite local ante las
estructuras políticas-territoriales del exterior para justificar su
existencia y continuidad.
276
• Estos nuevos actores, llegaron a la localidad de Azcapotzalco para
1867-1911 para controlar, administrar y distribuir los recursos
valiosos locales en la nueva infraestructura económica capitalista de
los mercados de la ciudad de México. En este periodo, la nueva elite
local controlo parte de los recursos extraídos y con ello, se recupero
el localismo y se difundió como parte del sustento ideológico que
justificaba la existencia y continuidad de las nuevas elites locales.
277
- La republica de indios de Azcapotzalco, organizada en dos cabildos
paralelos, uno para cada parcialidad étnica (tepanecas y mexicanos),
dependiente de la Alcaldía Mayor de Tacuba que dependía del
Virrey de la Nueva España y de la Audiencia de México.
Todas y cada una de estas elites locales tuvieron que establecer y mantener
distintos pactos con los grupos de poder que controlaban tanto la ciudad de
México como los sucesivos gobiernos nacionales, siempre en base a las
condiciones y a los proyectos de poder imperantes desde 1428 hasta la
fecha.
278
Como resultado de estos pactos, el poder local por lo regular se ha
mantenido en coordinación con el poder regional y las estructuras e
instituciones político-territoriales, generalmente por la intervención de las
familias y grupos locales poderosos y sus resultados (las estructuras
político-territoriales resultantes y las consecuentes características del
territorio controlado) han afectado a la población gobernada.
279
De acuerdo con todo lo anterior, planteo que es solo en el proyecto político
del liberalismo, las haciendas no solo como instituciones económicas sino
como unidades políticas-territoriales no formales, se realizaron y en el
Porfiriato, se concretó su mayor expansión y desarrollo, pues los intereses
de la clase política dominante y de las clases económicas privilegiadas
están ya en armonía, aunque las haciendas a fines del siglo XIX, mostraron
una paulatina ineficacia económica y generaron cada vez más y más
problemas sociales entre la creciente población de pueblos y comunidades
limítrofes.
280
La relación espacial-territorial a nivel regional y a nivel local, representa
en el caso analizado en esta investigación, la relación existente entre el
poder regional y el poder local presentes en la parte noroeste de la Cuenca
de México, durante gran parte del periodo colonial. Desde los tiempos
prehispánicos, el poder en la Cuenca de México ha sido un poder
centralizante y centralizador, donde la elite que ejercía el poder, lo hacía a
dos niveles:
Este último ámbito era el que definía los ritmos y direcciones, tonos y
formas así como los niveles de participación, al que se sujetaban tanto las
distintas facciones de la elite peninsular y criolla así como sus partidarios y
opositores.
Esta elite sin embargo, no trabajaba sola puesto que para ejercer el poder
los denominados hombres fuertes y poderosos, requerían de la
participación de las instituciones novohispanas (el sistema familiar, las
corporaciones religiosas, el binomio empresa-familia, las estructuras
político-territoriales, el consulado de comerciantes, etc.) que a la vez que
les auxiliaban en sus fines particulares (lucro, expansión y control
económico, poder) en beneficio propio, regulaba la conducta de estos, en
un marco de lo socialmente aceptable.
281
Sin embargo, en los últimos tiempos coloniales debido a la crisis político-
económica del imperio español, las crecientes crisis del crecimiento y a la
creciente impotencia de las instituciones formales de responder a las
diferentes necesidades y demandas de las compleja y estratificada sociedad
novohispana en el marco de la antigua política real de búsqueda de
equilibrios dentro de una cierta autonomía para los grupos sociales y
económicos novohispanos, surgió poco a poco una serie de intermediarios
y comunicadores entre las elites y el resto de los grupos sociales y
económicos novohispanos.
282
1.- El sistema empresa / familia extensa
Cuya expresión por excelencia, fue la fiesta patronal que era el punto de
contacto interétnico y de reforzamiento de la identidad local, gracias a la
relación de la organización del poder y de la identidad así como el
control, administración y acceso de los recursos valiosos durante la
época colonial y todavía el siglo XIX, por medio de la participación de
las comunidades indígenas y españolas en diferentes corporaciones
participantes, el cabildo, las cofradías de las Benditas Animas del
Purgatorio, la Archicofradía de la Virgen del Rosario y la Hermandad
de la Virgen de Guadalupe y otras cofradías menores para el culto a los
santos patrones de los 27 barrios azcapotzalcas, tanto en el siglo XVIII
como en la primera mitad del siglo XIX.
283
se creo en razón de lealtades y compromisos establecidos en base a las
relaciones clientelares o en razón a raíces locales.
Las agrupaciones por parentesco y vecindad -en grupos que, por otro lado,
son equivalentes en nivel económico- constituyeron la comunidad indígena
de Azcapotzalco, que permitió a tanto a los individuos como a sus grupos
familiares menos favorecidos económicamente, la obtención de bienes,
servicios y apoyo social que garantizó su supervivencia, así como su
transito a convertirse en una comunidad de vecinos pobres que
paulatinamente sustituyo su carácter étnico por un sentimiento de
territorialidad local (la de ser vecinos y azcapotzalcas o chintololos)
durante el difícil periodo que comprendió los últimos años del S. XVIII y
toda la primera mitad del S. XIX.
En cambio con la elite local, con las crisis y los cambios de carácter
económico y político (reformas borbónicas, guerra de independencia y
sucesivos gobiernos débiles que luchaban por imponer la hegemonía de
proyectos políticos de diferentes facciones de una elite acostumbrada a
controlar y succionar riqueza que a producirla) se encerró en su propio
espacio social, político y territorial e intento administrar su miseria,
intentando ganarse una alianza política favorable, sobre todo en la época
santanista.
284
La disociación que se produjo entre el sistema de ranchos-haciendas y el
aparato político controlado por la elite local de Azcapotzalco, producto del
empobrecimiento gradual de la elite local y de su retiro forzoso del control
del sistema de ranchos-haciendas, por la intervención directa de la elite
radicada en la ciudad de México, ávida de invertir su dinero en bienes
inmuebles y propiedades rusticas que les sirvieran de base de operaciones
en los alrededores de la ciudad de México, para sus innumerables cabalas
políticas, económicas y aun militares, produjo una adaptación de esta elite
local a la nueva situación, sin éxitos relevantes.
De esta forma, para el periodo que fue del S. XVIII al S. XIX, los
propietarios de los sistemas de ranchos-haciendas (familias-empresas de las
diferentes facciones de la elite ligadas a los poderes económicos y políticos
de la capital) tuvieron una relación de patrones con su clientela económica
y política a nivel local, que en nuestro caso fue con las familias principales
de Azcapotzalco que controlaban los sucesivos cabildos borbónicos y
republicanos de la jurisdicción.
285
En esta situación, la elite local y sus distintas facciones que controlaban los
diferentes sistemas de ranchos y haciendas del NW de la Cuenca de
México para el periodo estudiado, maniobraban sin gran éxito para elegir
como bases de sus acciones, propiedades en localidades cercanas a la
capital, estableciendo así relaciones de patronazgo y clientelismo con
distintos grupos de familias-empresa que constituían la elites locales y
regionales, que controlaban débiles aparatos político-territoriales como los
municipios de Tacuba, Naucalpan, Tlalnepantla y Azcapotzalco o como los
distritos, prefecturas, circuitos y departamentos del estado de México, del
Valle de México o del Distrito Federal o incluso sí se tenía poder u
oportunidad, intentar crear sus propios aparatos político-territoriales,
generalmente presionando para formar nuevas jurisdicciones municipales
como fue el caso de Monte Alto y Monte Bajo en el estado de México o el
fugaz municipio de Popotla en el Distrito Federal en 1852; aunque la
mayor parte de esos esfuerzos se perdían o fracasaban a corto o mediano
plazo en virtud de los constantes reacomodos de las diferentes facciones de
la elite y de la tradicional inestabilidad política y militar del periodo.
286
Posteriormente, durante los cotidianos enfrentamientos militares que
caracterizaron los primeros cincuenta años de vida independiente, las
haciendas de la Cuenca de México no solo fueron ocupadas para proveerse
de hombres y recursos o como posiciones defensivas o como cuarteles y
centros de comando, sino también como centro de negociaciones y
armisticios entre representantes de fuerzas militares antagónicas como fue
el caso de la primera negociación para el cese de hostilidades en la Guerra
México-EU, celebrada en agosto-septiembre de 1847 en uno de los
ranchos-haciendas de Acalotenco en la jurisdicción de Azcapotzalco 239.
239
Como había sucedido en la negociación del fin de la guerra de independencia y la entrega de la ciudad
de México el 13 de septiembre de 1821 celebrada en el casco de la hacienda de La Patera (situada entre
la población de la Villa de Guadalupe y Azcapotzalco) entre el comandante trigarante Agustín de
Iturbide, el último Virrey español Juan O’ Donoju y el comandante militar realista de la ciudad de
México y virrey provisional, Francisco Novella (Ver Fechas Históricas de México de Fernando Orozco
Linares, Ed. Panorama, México, 1998, pp. 107).
240
Ante la amenaza de ataques zapatistas para el norte de la Cuenca de México, en julio de ese año, en
pleno régimen huertista, se armó y entreno a un cuerpo de fuerzas auxiliares en Azcapotzalco; este
cuerpo armado estaba compuesto por trabajadores de las haciendas de Azcapotzalco. El ataque
zapatista llego en agosto y participaron numerosas partidas de hasta 400 hombres que atacaron,
ocuparon e incendiaron haciendas en Huehuetoca, Tlalnepantla y Lechería, ocupando toda la Sierra de
Guadalupe atacando Ecatepec y Barrientos e intentando ocupar Azcapotzalco. Luego en el mes de
noviembre, los dirigentes vecinales de Azcapotzalco se adhirieron públicamente al huertismo y se
militarizo el ayuntamiento de Azcapotzalco. Esto se explica por el hecho de que el General Victoriano
Huerta (que había radicado hasta antes de su golpe militar cerca de San Cosme) adquirió una hacienda
en Azcapotzalco. Se dice incluso que ordeno trasplantar fresnos ubicados en las principales avenidas de
la ciudad de México para esta hacienda, teniendo por esto un enfrentamiento con el titular de Parques y
Jardines del Distrito Federal, Ing. Miguel Ángel de Quevedo, “el Apóstol del Árbol ” (Ver “Seis Siglos
de la historia Gráfica de México (1325-1976)” de Gustavo Casasola, Vol. III, Ed. Gustavo Casasola
S.A., México, 1978).
241
Durante los combates de tropas convencionistas y constitucionalistas en los alrededores de la ciudad
de México, en junio de 1915, tropas zapatistas y carrancistas se enfrentaron en el rancho de “La
Naranja” propiedad del Lic. Ángel Zimbrón, ocupando el casco y luego abandonándolo para ir ocupar
alternativamente el pueblo de Azcapotzalco, hasta que finalmente los zapatistas huyeron hacia
Tlalnepantla y Monte Alto (Ver Colección de las efemérides publicadas en el Calendario del Más
Antiguo Galván – desde su fundación hasta el 30 de junio de 1950-, Anónimo, Ed. Antigua Librería de
Murgia S. A., México, 1950 / “Un suceso en la época de la Revolución” de Ramón Flores León, en
Libro Vivo: Azcapotzalco (semblanzas y perfiles de Azcapotzalco), Coord. Agustín Delgado, Ed. Junta
de Vecinos de Azcapotzalco, México, 1984).
287
El nuevo régimen se dio cuenta perfectamente que el entorno rural de la
ciudad de México, capital del nuevo gobierno y del nuevo orden, estaba en
manos de una elite aparentemente derrotada, compuesta de terratenientes,
hacendados y propietarios que habían formado parte de la oligarquía
porfirista y huertista y que todavía controlaban económica, social y
políticamente tanto las comunidades como los aparatos político-
administrativos de los municipios de la Cuenca de México; una rebelión
conducida por ellos a través de los centros estratégicos de los sistemas de
ranchos-haciendas de la periferia de la capital utilizando peones,
comunidades y algunas fuerzas militares con experiencia, podrían poner en
dificultades y aun en peligro al nuevo régimen revolucionario, por lo que se
decidió eliminar el sistema de ranchos-haciendas a través del reparto
agrario y de la creación de ejidos, para así desmembrar un peligro
potencial, obligando a las elites locales a negociar con el poder central y
crear nuevas redes de clientelismo político con las comunidades
campesinas de la Cuenca de México a través de las nuevas instituciones
revolucionarias como los ejidos y la Comisión Nacional Agraria, pero eso
es ya otra historia que debe ser contada y analizada con profundidad en otra
ocasión.
288
Fuentes consultadas
I. Abreviaturas
Galería 4
Galería 5
289
Archivo General Agrario de la Secretaría de la Reforma Agraria
Documentos novohispanos
Fondo Cabildo – Haceduría - Jueces Hacedores
Fondo Cabildo - Haceduría – Diezmos de Conmutación
Documentos del Primer Imperio a la República Liberal
Fondo Cabildo – Haceduría – Jueces Hacedores
Fondo Cabildo - Colecturías
Fondo Episcopal - Secretaría Parroquial - Parroquias
DF – Delegación Azcapotzalco
Salvamento Arqueológico
Informe 8 - 270
290
III. Obras consultadas
Adler Lomnitz Larissa
2003 Categorías, redes y cadenas (Por qué se mantiene la desigualdad),
“Araucania: Revista Iberoamericana de Filosofía, Política y Humanidades”,
Año 4, Nº 10, segundo semestre de 2003, http://us.es/araucania.
Anna, Timothy E.
1995 La caída del gobierno español en la Ciudad de México, Col. Biblioteca del
Oficial Mexicano, Ed. SEDENA, México.
Baena, Guillermina
2002 Instrumentos de investigación – Tesis profesionales y trabajos académicos,
Editores Mexicanos Unidos, México.
291
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1990 Las alianzas de familias y la formación del país en América Latina, Ed. FCE,
Col. Sociología, México.
Binford, Lewis R.
1988 En busca del pasado (Descrifar el registro arqueológico), Col. Arqueología,
Ed. Crítica, Barcelona, España.
Bock, Philip K.
1985 Introducción a la moderna Antropología Cultural, Ed. FCE, México.
Borah, Woodrow
1989 a El Siglo de la Depresión en la Nueva España, en “El Pasado de México:
Aspectos Sociodemográficos” de S. L. Cook y W. Borah, Ed. FCE, México,
pp. 213-279.
Brading, David A.
1980 Los orígenes del nacionalismo mexicano, Ed. ERA, México
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Butera V., Luis
1991 Hoy celebramos la memoria de este santo: Breves rasgos biográficos de los
santos que se recuerdan en el calendario litúrgico universal, Ed. Servidores
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1983 La investigación científica. Su estrategia y su filosofía, Ed. Ariel, México.
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Época prehispánica, Siglo XVI, Coord. Rosaura Hernández R., Gobierno del
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