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Y LA RELACIÓN AMO-ESCLAVO
SEGÚN el PENSAMIENTO PAULINO
Por otro lado, los escritos del Nuevo Testamento no nos dicen mucho respecto a esta
situación, ni tampoco incluyen alguna porción en la que se hable claramente en contra de la
esclavitud. Por siglos esta situación pasó desapercibida, al punto de que los mismos creyentes
tenían esclavos a su disposición. En base a esto, se hace una acusación dirigida
principalmente al apóstol Pablo, condenándole por no hablar en contra de estos abusos. A
continuación, se desmentirán ambas situaciones: (1) la situación del esclavo en el imperio
romano, y (2) la situación amo-esclavo en el pensamiento Paulino.
Antes de analizar derechamente la situación del esclavo durante el imperio romano, será
necesario considerar una breve historia de la misma esclavitud romana, aproximadamente
desde el siglo II a.C. Al respecto, Joaquín González escribe lo siguiente:
1
de los esclavos sobre todo la de Espartaco, y la actitud muy distinta de las gentes del
imperio romano a lo largo del siglo I a.C.
Como se puede observar, mucho antes de la venida de Cristo, se produce un cambio en el modo
con que se observa al esclavo. La cita de González nos dice que el número de libertos en la zona
creció, con lo cual se desprende que muchos esclavos fueron puestos en libertad debido a este
«cambio de actitud». Así, González prosigue: «Todo esto suponía, por una parte, que los esclavos
iban teniendo cada vez más ocasiones de llegar a su emancipación, y, por otra, que la sociedad estaba
abierta a no considerarlos como proscritos».2 Por ende, se puede observar que desde el siglo II a.C.
la situación de la esclavitud en el imperio estaba en una supuesta «decadencia»; la cual, ya predispone
una realidad distinta a la que habita en el consciente colectivo hacia el primer siglo.
A pesar de todo esto, hubo algunos derechos que se mantuvieron durante el tiempo. Uno
de ellos es el modo en que el esclavo era visto por la ley, si es que era considerado como
persona o no. Así, desde una perspectiva cristiana, Craig S. Keener realiza un comentario
sobre la condición social con que un esclavo era visto por la ley de Roma e incluye algunos
datos de relevancia para esta investigación:
Como toda otra ley sobre la esclavitud, la ley romana tenía que tratar el doble
estado de los esclavos: por naturaleza ellos eran personas, pero desde un punto
de vista económico eran considerados una propiedad. Un jefe de familia podía
1
Joaquín González Echegaray, los esclavos en la palestina de Jesús, pp. 89-90
2
Ibíd., pág. 90
2
legalmente ejecutar a sus esclavos, y todos eran ejecutados si el jefe de la casa
era asesinado. En algunas partes del imperio (p.ej., Italia), los esclavos
constituían una parte significativa de la fuerza laboran en la agricultura y
competían con los campesinos libres por el mismo trabajo. Los esclavos
trabajaban en las minas sufrían las peores condiciones de vida y morían
rápidamente bajo las duras condiciones de las minas.3
Si bien Keener presenta una doble consideración hacia el esclavo, González se queda
únicamente con la segunda posición, pero incluye una perspectiva que el primero no nos da:
la de un judío. Así, González explica:
El esclavo no era para la ley una persona, sino un bien que debía estimarse y
cuidarse, como se aprecia a un animal de compañía o a un objeto de valor, incluso
una joya, pero no una persona, a pesar de que algunos filósofos insistían ya
entonces en que los esclavos debían considerarse como seres humanos. [A
diferencia de] la tradición humanitaria hacia los esclavos por parte de los judíos.
Ello, por lo que se refiere a esta época, se ve claramente reflejado en la Misná,
donde constantemente el esclavo es equiparado a los miembros más bajos de la
sociedad, pero indudablemente dotados de categoría humana, como las mujeres
y los niños.4
Por otro lado, todavía se generaliza en cuanto a la labor que concierne a un esclavo. Aun
se le imagina en un calabozo oscuro, viviendo en una situación completamente inhumana.
3
Craig S. Keener, Comentario del contexto cultural de la Biblia. Nuevo Testamento (El Paso, Texas:
Editorial Mundo Hispano, 2003) p. 636
4
González, pp. 91-92
3
Todavía al escuchar la palabra «esclavo» pensamos en los galeros que pasaban toda su vida
remando a punta de latigazos. Pero, en general, la realidad del imperio no era esta. Así, se
puede incluir lo siguiente:
A los esclavos, especialmente a los varones educados o con alguna habilidad, a menudo
se les encomendaba diligencias o se les confiaba como agentes con las propiedades de
sus amos. Tales esclavos a veces podían ganar suficiente dinero extra para comprar su
libertad (aunque sus ingresos legalmente pertenecían a sus amos, por lo general se les
permitía controlar su propio dinero); aun así, algunos aprovechaban la oportunidad de
alguna diligencia para escaparse. Ya que un escape seguro requería que la persona se
fuera lo más lejos posible de donde vivía su amo, a veces se llevaban con ellos algo del
dinero del amo. Desde el punto de vista de los dueños de esclavos de antaño, el tiempo
perdido de un esclavo que se escapaba era dinero perdido y legalmente se veía como
propiedad robada, y de lo cual era responsable el que le brindara albergue. Pero más
importante, los esclavos no eran baratos … El ser capturado por lo general implicaba
severos castigos.5
Nótese que, a ciertos esclavos, por lo general, aquellos que poseían alguna virtud, estaban
encargados de la administración de los bienes del amo, lo cual no es menor. En realidad, este
tipo de esclavos poseía una excelente situación socio-económica, a diferencia de aquellos
que simplemente se dedicaban a los quehaceres del hogar.
Ahora, se debe considerar la situación jurídica que el esclavo poseía durante el imperio
romano. Para esto, se debe recordar que la situación del esclavo no era la misma en distintas
partes del imperio. En aquellas provincias que eran de influencia helénica, las labores que
involucraban el trabajo físico eran algo despreciadas, pues, «era la labor de un esclavo». Sin
embargo, en Palestina, la situación era completamente distinta. Joachím Jeremías, escribe
sobre este tema, y dice:
En lo concerniente a la situación jurídica del esclavo judío, hay que decir que el servicio
de esclavo no era considerado como deshonroso, y el dueño debía evitar al esclavo judío
deshonrosos trabajos de esclavo. El esclavo judío, jurídicamente igual al hijo mayor de
5
Keener, pág. 637
4
la familia, tenía derecho al mismo trato que su dueño: buenos alimentos, buen vestido,
buen lecho en la mesa y para la noche. A diferencia del esclavo pagano, podía adquirir
bienes mediante hallazgo o regalo y pagar para abreviar su tiempo de servicio. A
diferencias del esclavo pagano igualmente, su dueño no podía consagrarlo mediante
interdicto; si estaba casado, su dueño estaba obligado a sostener a la mujer y a los hijos.
En una palabra: la situación jurídica del esclavo judío estaba regulada conforme a la
prescripción del AT: debe estar en tu casa “como jornalero”.6
Algo de lo anterior se puede observar en la labor del mismo apóstol Pablo como hacedor
de tiendas. Si bien, él era un judío proveniente de la diáspora, específicamente Tarso,
influenciado por su judaísmo prefirió ejercer una labor que involucrara el físico. Por otro
lado, se puede observar que el esclavo judío poseía derechos que el esclavo pagano jamás
tendría, principalmente por la libertad que le era dada al séptimo año de trabajo.
Por otro lado, se cree que ser un esclavo en el imperio era lo peor que un ser humano
podría haber sufrido. Que era, quizás, mejor ser un libre de situación precaria que un esclavo
acomodado. Pero nuevamente la realidad es diferente.
6
Joachim Jeremías, Jerusalén en tiempos de Jesús. Estudio económico y social del mundo del Nuevo
Testamento (Madrid: Ediciones Cristiandad, 1980), pp. 324-326
5
mediocre, incluso aunque este tuviera el título de ciudadano romano… Desde luego, el
esclavo normalmente era bien tratado y considerado por su dueño, sobre todo si aquel
era una persona valiosa. Las vejaciones y desprecios que en otro tiempo habían sufrido
los esclavos habían pasado a la historia, al menos en la mayoría de los casos.7
Los esclavos se encontraban en todas las profesiones y por lo general tenían más
oportunidad de avanzar socialmente que los obreros libres. A diferencia de la gran
mayoría de los esclavos que hubo en los Estados Unidos de América y el Caribe, ellos
podían trabajar para alcanzar su libertad, y algunos esclavos libres llegaron a ser
independientemente adinerados. Esta movilidad social se aplicaba especialmente a los
esclavos en las casas, la única clase de esclavos mencionada en los escritos de Pablo.
Económica y socialmente, y en cuanto a la libertad para determinar su futuro, estos
esclavos estaban en mejores condiciones que la mayoría de las personas en el imperio
romano. La mayor parte de las personas libres eran campesinos que trabajaban para los
agricultores que arrendaban los vastos terrenos de los ricos terratenientes.8
A mediados de este último siglo [el primero], en tiempos del emperador Claudio (41-54
d.C.), los esclavos manumitidos, es decir, los libertos, llegaron a tener en sus manos los
puestos claves en la administración del imperio, y precisamente uno de los gobernadores
de Judea, Antonio Félix (52-62 d.C.), era un liberto. Por otra parte, resulta muy conocido
el caso del filósofo Epicteto, que, habiendo nacido esclavo a mediados del siglo I d.C.,
se convirtió no solo en uno de los personajes más relevantes de la cultura de su época,
sino en consejero de grandes personalidades de entonces, incluso emperadores.9
Existían dos clases de esclavos: los que Vivian en el campo cultivan la tierra o guardando
los ganados, y quienes servían en las casas de los señores ricos, como criados
domésticos. Los primeros llevaban una vida más humilde y penosa, pero normalmente
se hallaban a las órdenes de otros también esclavos, que ostentaban el cargo de capataces
y administradores de las fincas. Esta es la figura clásica del villicus. Por el contrario, los
esclavos domésticos podían vivir en condiciones muy favorables y ser estimados
socialmente si se trataba de criados de las grandes familias. En ellas no solo podían tener
7
Echegaray, p. 92
8
Keener, p. 636
9
Echegaray, p. 91
6
a su cargo los menesteres de servicio, sino también el ostentar el honorable cargo de
maestros o profesores de los hijos de los señores y otras funciones importantes de
carácter administrativo dentro de la estructura familiar. Además, podían reunir sus
propios ahorros (peculium), que les permitieran en un futuro comprar su libertad.
Desde luego, había también en el imperio los llamados esclavos del estado, cuyo origen
derivaba normalmente del hecho de haber sido condenados a cadena perpetua por sus
crímenes. Trabajaban como remeros en las galeras de la armada o en explotaciones
mineras, y su condición era extremadamente penosa.10
1. Podía caer en esclavitud ex furto, lo que parece haber sido la forma más
corriente Se trata del caso en que un ladrón no estaba en condiciones de restituir el
equivalente del robo. La venta, a la que solo estaban sometidos los israelitas adultos de
sexo masculino, solamente podía hacerse a judíos. Sin embargo, para liberar al país de
toda clase de gente sin escrúpulos decidió Herodes, en desacuerdo con el derecho
vigente, que los ladrones debían ser vendidos también para el extranjero y a no israelitas.
2. Un judío podía también convertirse en esclavo ex consensu, vendiéndose el
mismo voluntariamente. Sin embargo, solo los israelitas adultos, y únicamente en caso
de externa pobreza, tenían derecho a venderse a sí mismos. Era posible la venta a no
judíos, pero eso imponía a los parientes el deber de rescate. La mayoría de las veces se
trataba de un gesto desesperado de un hombre endeudado, que había perdido toda
esperanza.
3. Se podía vender también las muchachas israelitas, pero únicamente las
menores y solo hasta la edad de doce años. En la práctica, la venta de una hija menor
significaba la mayoría de las veces que estaba destinada a convertirse más tarde en mujer
del comprador o de su hijo.11
10
Echegaray, pp. 91-92
11
Jeremías
7
El estado de esclavitud con un dueño judío duraba seis años completos y nada más, a
menos que el esclavo varón (las mujeres esclavas no tenían este derecho) renunciase
libremente a su liberación y transformase su servicio de seis años en servicio perpetuo
que no terminaba más que con la muerte de su propietario.
Los datos del Talmud sobre el precio del esclavo judío se refieren a condiciones
concretas. Este precio era de 1 a 2 minas y, según otro dato, de 5 a 10 minas; el esclavo
pagano, por el contrario, valía hasta 100 minas. El menor precio del esclavo judío se
debe a las circunstancias; se explica por el hecho de que su tiempo de servicio no duraba
más de seis años, a diferencia de la servidumbre perpetua del esclavo pagano. 12
Pablo menciona brevemente algunos aspectos de la esclavitud en sus cartas, por ende, se
entiende que dicha realidad era practicada por la iglesia primitiva. Así, con toda la autoridad
que al apóstol refiere, no ordena a sus receptores a poner en libertad a sus esclavos, pero les
da un sentido distinto que eleva la esclavitud cristiana.
Aun así, a pesar de la igualdad que debía existir dentro de la iglesia, si se habla de labores,
cada cual debía cumplir con lo que corresponde. En otras palabras, puede que un esclavo
12
Ibíd.,
8
tenga una gran posición de liderazgo dentro de la iglesia, pero afuera debía seguir con sus
trabajos correspondientes. Pero Pablo no simplemente da instrucciones a los esclavos que
podía haber en una congregación, sino que instruye también a los dueños de esclavos. En su
Carta a los Efesios, Pablo da escribe las siguientes palabras:
Siervos, obedeced a vuestros amos terrenales con temor y temblor, con sencillez de
vuestro corazón, como a Cristo no sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los
hombres, sino como siervos de Cristo, de corazón haciendo la voluntad de Dios;
sirviendo de buena voluntad, como al Señor u no a los hombres, sabiendo que el bien
que cada uno hiciere, ése recibirá del Señor, sea siervo o libre. Y vosotros, amos, haced
con ellos lo mismo dejando las amenazas, sabiendo que el Señor de ellos y vuestro está
en los cielos y que para él no hay acepción de personas (Efesios 6:5-9, véase también
Colosenses 3:22-4:9).
En primer lugar, Pablo exhorta a los esclavos a ejercer correctamente su trabajo como si
para el mismo Señor lo hicieran. Algo similar a la moral cristiana existente hoy en día en
cuanto los empleados: se debe trabajar como para el Señor. Pero en esto también incluye a
sus amos, y se les anima a considerar como personas a sus esclavos incluso en el trabajo. En
otras palabras, Pablo eleva igualmente al esclavo a la condición de hermano y, en base a eso,
ordena a sus amos a tratarles con amor. Por lo tanto, mientras que la esclavitud pagana poseía
ciertos abusos (como amenazas y agresiones físicas) la esclavitud cristiana se caracterizaba
por el buen trato. Aun así, Pablo no ordena a los creyentes a terminar con la esclavitud, pero
no se rebela contra las normas de lo legal. No genera un motín en contra del imperio, pero
tampoco es participe de los abusos que la esclavitud podría generar. Aun así, anima a los
esclavos creyentes a buscar su libertad (1 Corintios 7:21).
A pesar de todo esto, hacia el final de su ministerio, Pablo nos entrega una información
de suma relevancia para el tema. Se trata de la carta que escribió a Filemón, en relación a su
esclavo Onésimo. Es en este escrito donde se encuentra en práctica todo lo que se escribió en
sus cartas anteriores. Si bien la carta va dirigida a Filemón, el gran protagonista es su esclavo
Onésimo. Según la tradición, este se habría escapado a Roma con una gran suma de dinero,
generando así grandes pérdidas para su dueño. No se sabe con seguridad como sucedieron
las cosas, pero Onésimo es alcanzado por el evangelio a través del apóstol Pablo. Quien, tras
9
un tiempo, le ruega que vuelva a su amo original para «saldar deudas». Así, Pablo escribe su
recomendación para que Filemón reciba a Onésimo.
Otro aspecto que es digno de destacar es la recomendación final que Pablo da: «Te he
escrito confiando en tu obediencia, sabiendo que harás aún más de lo que te digo» (v.21).
Una posible solicitud, obviamente indirecta, para que Filemón no simplemente recibiera a
Onésimo, sino que le concediera también la libertad. Según la tradición oral, las cosas
sucedieron de esta manera: Onésimo fue libertado y llegó a ser un líder de la iglesia en
Colosas. Se debe reconocer en todo esto la prominente posición que el mismo Filemón tenía
en medio de la iglesia, pues esta misma se reunía en su casa. El hecho de que el mismo líder
de la casa-iglesia dejara en libertad al esclavo que en otro tiempo le había traicionado marca
un patrón que toda la congregación debía seguir: primero que nada, el perdón al hermano y,
en segundo lugar, la dignificación del esclavo.
En conclusión, se comprende, en primer lugar, que la realidad del esclavo en los tiempos
del imperio romano era muy distinta a la caricatura que la industria del cine nos ha mostrado.
Partiendo, en primer lugar, con las oportunidades que el esclavo tenía de escalar socialmente,
las labores que estos ejercían e incluso el trato que se les daba. Si bien existía algunos amos
que era crueles con sus esclavos, la gran mayoría les tenía gran consideración por el valor
material que estos tenían. Por otro lado, se puede observar que el cristianismo, si bien no
derroca la esclavitud en su tiempo, le da un nuevo sentido y valor al esclavo; le eleva a la
figura de hermano y le otorga los derechos que todo ser humano debía poseer.
10