La Función de Una Técnica para La Danza
La Función de Una Técnica para La Danza
La Función de Una Técnica para La Danza
Merce Cunningham
Dado que trabaja con su cuerpo, el instrumento más sólido y más frágil a la vez, el bailarín
debe imperativamente organizar y comprender su manera de moverse.
Dicho de otro modo, la adquisición de la técnica del bailarín no es más que un medio, una
vía hacia el espíritu. Los músculos trabajados cotidianamente no son bien utilizados salvo
si, en la conciencia del bailarín, ellos guían, comportan y sostienen la acción. Pero es
gracias a la longitud y el largo y a la extensión de un cuerpo sostenido mediante la acción
de sus músculos (y sostener la inmovilidad es una acción) que la danza se hace visible.
El proceso artístico no es, en esencia, un proceso natural, porque es inventado; puede tomar
prestado de la naturaleza los métodos de organización, pero es el hombre, esencialmente,
quien inventa el proceso. Y a partir de este, a causa de este, adopta una disciplina que
justamente mantiene el proceso. La disciplina tampoco está dada. La disciplina cotidiana,
es decir, el mantenimiento constante de la flexibilidad de los músculos, el control constante
del pensamiento sobre las acciones del cuerpo, la esperanza de que el espíritu circule
constantemente en el movimiento, nuevo y renovado a la vez, no es un camino dado. No es
natural imponer tales exigencias a todas las fuentes de energía. Pero la síntesis última puede
ser un resultado natural, en el sentido en que el pensamiento, el cuerpo y el espíritu forman
uno solo. La técnica no tiene como objetivo el producir algo más o menos espectacular,
sino el tener éxito en su oficio, cualquiera que sea la aptitud física requerida, buscando ser
impecable. Caminar magníficamente y así evocar el espíritu de un dios me parece
eminentemente más maravilloso que rebotar y revolotear por los aires de manera increíble
para no dejar nada sino la imagen de sí mismo. Y por esta misma razón, el bailarín se
esfuerza por alcanzar la maestría integral de su cuerpo, para identificarse totalmente con el
movimiento tan irresistiblemente como pueda, sin dejar impresa su personalidad. No se
trata de mostrarse sino de dar a ver; no es exhibirse sino comunicar la sutileza del espíritu
humano mediante la acción disciplinada de un cuerpo humano.
El bailarín pasa su vida aprendiendo, porque sabe que la danza, como la vida, está en
perpetuo devenir. Esto significa que el esfuerzo por controlar el cuerpo no es aprendido
para poder ser subordinado como si pudiera ser adquirido para siempre; debe conservarse y
así se conserva, como la respiración, reviviendo cada día las experiencias pasadas, y
descubriendo cada día otras nuevas. Nueva experiencia de movimiento, surgida de una
precedente, o primera acción del cuerpo en el tiempo, todo debe ser descubierto,
comprobado y cubierto de sentido al más alto nivel para enriquecer la memoria de la danza.
Además, la columna no se contenta con actuar como una fuente para brazos y piernas,
también puede contraerse y extenderse como un resorte, crecer, pensionarse o relajarse,
girar sobre su eje o proyectarse en las direcciones del espacio. Es interesante, incluso
extraordinario, notar la diferencia de reacciones en improvisación en casi toda la música del
siglo XIX, por una parte, y en la forma popular que conocemos bajo el nombre de jazz, por
la otra. La primera en general aparece en los brazos y las piernas, la segunda se produce en
el torso, o bien contiene la indicación visual precisa para que el impulso del movimiento,
cualquiera que sea su amplitud, parta del dorso. Esto no tiene nada de sorprendente cuando
uno conoce las causas, pero es interesante de observar.
Todo el mundo, incluso los bailarines pueden saltar, sentarse, volver a levantarse, pero el
bailarín, al elevarse, pone en evidencia la relación con el espacio, y es la acción de sentarse,
no la posición sentado, lo que da a la danza su carácter vivo y resplandeciente.
El aprendizaje técnico del bailarín implica diversas cosas. Debe comprender la posición
vertical correcta del cuerpo, cómo adquirirla y mantenerla, lo que conduce al equilibrio y al
sostenimiento de una parte con otra. Si uno utiliza sistemáticamente el torso como centro
del equilibrio y como eje vertical, el equilibrio sigue siempre ligado a este eje central y los
brazos y las piernas se equilibran mutuamente, por cualquier lado y de manera diversa,
haciéndose contrapeso unos a otros. Si uno utiliza el torso como fuente del movimiento
propiamente dicho, permitiendo a la columna el ser la fuerza motriz de cambio del
equilibrio, la cuestión es sentir hasta dónde el cambio de equilibrio es posible, cualquiera
que sea la dirección y el ritmo del cambio, y cambiar sin transición cualquiera que sea la
dirección y cualquiera que sea el ritmo, sin tener que interrumpir la continuidad del
movimiento por recuperar el peso del cuerpo mediante un cambio de apoyo, una ruptura del
ritmo u otro. Las dinámicas del torso son así sostenidas y destiladas sin perderse en el
cambio de dirección.
“La voluntad es empleada para disciplinar el cuerpo asumiéndolo como el lugar de técnicas,
es decir de medios para alcanzar objetivos fijados mentalmente. Hay poco placer en tomar
el control de una técnica. Es necesario para comenzar concentrarse en los diferentes
movimientos y pasos que la constituyen. Luego hay que encadenarlos sólidamente
repitiéndolos sucesivamente una y otra vez. Pero tiene sus recompensas. Cuando la técnica
es dominada de total agrado, el cuerpo y el pensamiento concuerdan, pues desear poseer el
dominio de una técnica exige el no distraer la atención de lo que se va alcanzando e impedir
que el cuerpo perturbe el pensamiento. Y dado que nada opone el pensamiento y el cuerpo
a la técnica adquirida, la técnica promete una resolución durable del conflicto entre
pensamiento y cuerpo. Aunque las técnicas permiten que el pensamiento y el cuerpo
trabajen juntos un largo tiempo, tienden a empujar a uno y otro hacia la rutina. Entre más
una técnica es dominada, más grande es el riesgo de rigidez que impide sobrepasar las
oposiciones entre pensamiento y cuerpo. Y es inevitable cuando el pensamiento y el
cuerpo, estructurados de manera diferente, son confrontados con una nueva situación”.
Al coordinar la danza y la música, ninguna de las dos debería quedar sumergida en la otra,
porque esto haría dependiente una de la otra, y no independientes como lo son
naturalmente. La danza y la música pueden ser reunidas por el tiempo, mediante una
estructura rítmica particular del tiempo que implique frases que indican los puntos de
encuentro adecuados y dan a la música y a la danza una libertad de jugar expresivamente
con y contra una estructura compartida.