Consumo e Identidad
Consumo e Identidad
FACULTAD DE FILOSOFÍA
Departamento de Filosofía IV
Madrid, 2007
ISBN 978-84-669-3114-4
UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID
FACULTAD DE FILOSOFÍA
DEPARTAMENTO DE FILOSOFÍA IV
EL CONSUMO COMO
CONFIGURADOR DE IDENTIDADES
JUVENILES: UNA PERSPECTIVA
SOCIOHISTÓRICA Y
PSICOANALÍTICA
TESIS DOCTORAL
Presentada por:
JUANA RUBIO ROMERO
DIRECTOR:
D. J-M MARINAS HERRERA
TUTOR:
D. MARIANO RODRÍGUEZ
MADRID 2007
Dedico esta tesis a mi madre, que desde el
principio me inculcó la pasión por el estudio y
no vive para ver el sentido de su tesón.
Agradecimientos
0. INTRODUCCIÓN ................................................................................................. 12
II.2.1. La cultura del consumo, clave del desarrollo industrial en España.. 119
7
IV. LAS PRÁCTICAS: CONSUMOS JUVENILES ESPAÑOLES ......................... 198
0. PRESENTACIÓN............................................................................................... 341
1.1.1. La inflación informativa y la nueva perspectiva del “todo vale” ........ 347
8
1.2. El sujeto social y su “imaginería”: el “vivir fenomenal” como máxima
expresión de la adaptación personal al medio ............................................... 350
9
4. LAS RELACIONES ENTRE IGUALES Y FORMAS DE CONVIVENCIA ......... 487
B. El consumo de moda..........................................................................599
10
11
INTRODUCCIÓN
Esta tesis, que lleva por título “El consumo como configurador 1 de
identidades juveniles: una perspectiva sociohistórica y psicoanalítica”, trata
sobre el papel preponderante que ha adquirido el fenómeno del consumo
como referente identitario, una vez que las tradicionales dimensiones de
identidad (clase, género, edad, hábitat...) han quedado pulverizadas en el
contexto de la tardomodernidad y de la globalización. El recorrido que se
propone sigue las trazas marcadas por tres líneas de pensamiento: la
sociológica, la semiótica y la psicoanalítica, constituyendo esta última la
base y el aporte fundamental de esta tesis.
En esta introducción voy a separar estas dos partes y voy a adoptar estilos
retóricos-narrativos diferentes; para la parte teórica seguiré un estilo más
analítico, dando cuenta de forma exhaustiva de los principales conceptos
que se despliegan a lo largo de los seis capítulos que la componen; para la
parte empírica, me decantaré por un estilo más descriptivo, presentando los
diferentes contenidos que abordan los cinco ámbitos de análisis de los que
está compuesta y a los que me referiré de forma abreviada en esta
1
El término “configurar”, según la RAE, significa “Dar determinada figura a una cosa”. J-M.
Marinas, en su libro La fábula del Bazar (Madrid, La balsa de Medusa, 2001), hace
referencia al vocablo “configuración” en los siguientes términos: “palabra dual en la medida
en que encierra a forma y a proceso. Configuración es el modo en que la mente se ve
afectada por la técnica, rasgo central de la nueva cultura, en la medida en que las pautas
del consumo superan la mera utilidad de lo producido: los bienes no se consumen,
troquelan al consumidor” (pág 121).
2
Denominamos jóvenes adultos a los jóvenes entre 25-35 años, que han conseguido
independizarse del núcleo familiar pero aún no han construido su propia familia, por lo que
se encuentran en una situación de tránsito todavía.
12
introducción, dado que se incluye un capítulo de conclusiones sobre los
principales resultados de investigación al final de la tesis.
A. PARTE TEÓRICA
13
mismo tiempo que está alienado en un Otro (Lacan: “el deseo es el deseo
del Otro”) del deseo que sólo por desplazamiento/metonimia o por
condensación/metáfora puede encontrar apaciguamiento en la fantasía. Esta
dinámica del deseo, a partir de la carencia estructural a la que remite, es la
que consigue que cualquier objeto pueda servir en su acoplamiento, por lo
que es un instrumento que se ajusta admirablemente a la lógica del
consumo. En esta misma dirección se sitúa la intuición de K. Marx sobre la
fetichización de la mercancía, a partir de la escisión entre el valor de uso (lo
concreto) y el valor de cambio (lo abstracto); la fetichización de la mercancía
se sitúa del lado del valor de cambio, instaurando un orden nuevo en la
relación individuo-producto, que los trasciende para incluirlos en una red de
pautas culturales donde ambos adquieren un nuevo sentido. Sabemos por el
psicoanálisis que el fetiche sirve para taponar la castración, consiguiendo de
esta forma recuperar la plenitud narcisista; de igual forma, la mercancía
colocada como fetiche se convierte en la portadora abstracta de significación
social, consiguiendo así anular la necesidad/carencia e instaurando una
nueva lógica basada en las jerarquías. Según Baudrillard, la fetichización de
la mercancía no afecta sólo al valor de cambio de la mercancía, como
pensaba Marx, sino que afecta a la mercancía en su doble dimensión, pues
también el valor de uso está atravesado por el mecanismo de abstracción,
como lo demuestra el hecho de que en las sociedades de consumo
avanzadas las necesidades se articulan dentro de un sistema de estilos de
vida que trasciende la función del objeto en sí; por eso, dice Baudrillard, la
fetichización que opera sobre el valor de uso de la mercancía es más
sibilina, pues, al hacer coincidir el sujeto de necesidad con los objetos reales
concretos, no hace sino ocultar la determinación social de las necesidades,
para seguir sosteniendo el mito de la igualdad entre los hombres, puesto que
considera que las necesidades son generales a todos los hombres. También
este autor da una vuelta de tuerca al concepto de fetichismo con su
concepto de simulacro, pues si aquél, en el orden de la metonimia (la parte
por el todo), reconoce la falta (todo) que trata de taponar con el objeto
(parte), el simulacro, en el orden de la metáfora, niega la falta, suplantando
14
la realidad prohibida con realidad inventada. Tanto el concepto de fetichismo
como el de simulacro hacen referencia al estatuto superfluo del objeto que,
como lo atestigua el potlatch (M. Mauss), fue prioritario en las relaciones
sociales de sociedades primitivas, y se abandonó a favor del valor de uso, al
pasar de la moral aristocrática (sociedad feudal) a la moral puritana del
trabajo (sociedad burguesa) instituida por el capitalismo de producción
(Baudrillard). Este abandono del consumo ostentoso y de la prodigalidad por
parte de la burguesía no es sino una “estrategia de disimulo” (Bataille) para
conseguir que la clase obrera acepte su dominación. Así pues, la vigencia
que el consumo ostentoso ha adquirido en la sociedad de consumo de
masas no es sino una recuperación del estatuto que tuvo el objeto antes de
la implantación de la burguesía, y está cargada de contenido simbólico. El
potlatch tiene dos caras: don y destrucción (coincidente con el simbolismo
excremental en el inconsciente); y aunque se inscribe en la lógica del gasto
(Bataille: “creación por medio de la pérdida”), su sentido último es la
adquisición de poder (Bataille: “poder de perder”). A pesar del paralelismo
entre el potlatch primitivo y el “consumo conspicuo” (Veblen) de la sociedad
de consumo de masas, en cuanto a que ambos nos sirven para simbolizar el
rango, existe una diferencia radical: la significación simbólica del potlatch
(función sacrificial y festiva) ha sido borrada y sustituida por signos (función
distintiva y “caricaturesca”) intercambiables entre sí que pueden ser
regulados a conveniencia del poder productivo. De esta forma, el consumo
derrochador se convierte en la razón de ser de la producción (Baudrillard:
“derroche productivo”). Y a partir de esta situación creada, en la que “nos
hacen falta las cosas sin importancia para ser” (Shakespeare), en la que
estamos obligados a derrochar nuestra vida cotidiana en consumir, la
sociedad de mercado se asegura su reproducción a partir de la constante
estimulación de la demanda que justifica su constante renovación de la
oferta. Y en esta tarea, los medios de comunicación en general y la
publicidad en particular son sus grandes aliados. La misma publicidad se
inscribe en la lógica del don: ese algo más que se añade al producto para
otorgarle más poder y que se dirige a todos de forma gratuita; pero esta
15
ostentación del desinterés no es sino una de las funciones sociales de la
riqueza (Veblen) y termina provocando un efecto de integración máximo. En
la publicidad se expresa toda la estructura social, pues ella condensa todos
los mecanismos de los que se sirve el sistema de consumo para
reproducirse; y lo hace configurando un tipo de realidad a través de un
sistema de representación simbólica, que termina dando forma al sujeto de
consumo, es decir, transformándolo en objeto. Ella misma se propone como
un objeto de consumo y de intercambio cultural a través de múltiples medios
expresivos.
16
Este periodo de autarquía se extenderá hasta 1959, fecha en la que los
tecnócratas del Opus Dei toman el relevo y se lleva a cabo el llamado Plan
de Estabilización, la frontera simbólica entre la carencia y el consumo voraz
que se iniciaría en España en los años 60, y que será la década del
nacimiento de la moderna sociedad de consumo, con 40 años de retraso
respecto a lo ocurrido en otros países del mundo occidental. Este retraso,
junto a las peculiaridades de nuestra industrialización en la década de los 60
(dependencia exterior, proteccionismo estatal, desigualdad sectorial y
espacial...), hace que el modelo español sea, como dicen Alonso y Conde,
tardío, inacabado y semiperiférico. Algunas de las características que inciden
en el nacimiento de dicho modelo son: el dualismo estructural entre tradición
y modernidad, imposible de superar debido a la ausencia de una clase
burguesa que pudiera haber ejercido de nexo entre las viejas clases
patrimonialistas y las clases medias funcionales surgidas de la
industrialización y la inmigración; la voracidad consumista: de un lado, como
forma de superar la situación anterior y, de otro, por la asociación del
consumo a valores como libertad y socialización; el carácter dependiente y
subalterno, dado que fue una modernización impuesta desde arriba; y la
enorme rapidez con la que se produce el paso de una sociedad rural a otra
urbana. Todo esto hace que se produzca un tipo de desarrollo muy
desarticulado, máxime cuando nuestro modelo de industrialización está
íntimamente vinculado al turismo, la emigración y la inversión extranjera, y
cuya consecuencia es un tipo de consumidor poco crítico y muy
dependiente, no sólo en lo económico, sino también en lo simbólico.
Encontramos rastros de estas peculiaridades en nuestra moderna sociedad
de consumo, como por ejemplo, nuestra compulsión consumista, el
desmedido culto por la moda, nuestro afán por la posesión de vivienda
propia, la pérdida de valor de los productos nacionales frente a los
extranjeros..., etc. “Fuimos siervos embrutecidos y somos brutales
consumidores”, escribía Suso de Toro en un magnífico artículo aparecido en
el periódico El País el 23 de septiembre de 2005.
17
Alonso y Conde diferencian dos fases en la constitución de la sociedad de
consumo en la década de los 60. La primera se centra en modificar los viejos
hábitos preconsumistas y en ampliar las expectativas y deseos de los
consumidores orientándolos hacia el consumo de nuevos productos. La
segunda fase se centra en la consolidación del modelo de consumo de
masas, y será en la que el consumo se constituya como articulador de la
forma de vida: el énfasis no está puesto ya tanto en pertenecer o no, como
consumidor genérico, a la sociedad de consumo de masas, sino que la
diferencia se sitúa en el interior del propio sistema, entre los consumidores
de unas u otras marcas; esta fase coincide con un enorme incremento del
número de televisores por hogar, dato de lo más significativo dada la
importancia simbólica de este electrodoméstico en la configuración de la
moderna sociedad de consumo de masas.
18
por las empresas multinacionales que se van asentando en nuestro país, y
se comienza a desarrollar una economía de mercado competitivo. En
paralelo a este desarrollo empieza a surgir una nueva clase social
privilegiada de nuevos ejecutivos, con un alto poder adquisitivo y una
mentalidad más tolerante. También, entre los años 1976-78, se producen
cambios importantes en el ámbito de la distribución, a raíz de la introducción
en nuestro país del modelo de grandes superficies en el mercado detallista,
importado por las grandes empresas multinacionales, y que va a suponer
cambios radicales en los hábitos de compra de los consumidores españoles
y en el modelo tradicional de pequeño comercio.
19
sistema como consecuencia de la ruptura del pacto fordista, y la llegada de
la globalización, agravada con la caída del muro de Berlín, que supone una
pérdida de competitividad de países como el nuestro, a favor de los países
del Este, tanto porque son mercados no saturados, como por los más bajos
costes de producción. Todos estos fenómenos afectan de forma muy directa
a las multinacionales implantadas en nuestro país y se materializan en una
importante reestructuración de las plantillas, por lo que entre 1994-96, y tras
los fastos del 92, empieza a evidenciarse una recesión económica, tras la
aprobación de la Ley de Reforma Laboral y la consiguiente crisis política del
gobierno socialista. Las consecuencias de todo ello son muy diversas: el
principio de la desarticulación del recién estrenado estado de bienestar,
pérdida de hegemonía de los estados-nación a favor de la universalización
de los códigos culturales que articulan la relación mercado-sociedad,
fragmentación social e incremento de las desigualdades, pérdida de
referencialidad de las empresas sobre los productos que gestionan,
mercantilización salvaje, pérdida de capacidad simbólica... Entramos en un
universo nuevo que es el del “consumo glocal” (R. Castell) y la nueva
sociedad líquida (Z. Bauman), en el que la lógica del consumo impone un
orden al que no podemos escapar, bajo la amenaza de quedar excluidos.
20
primera se extiende desde 1960 a 1968, un periodo marcado por un
profundo idealismo; a esta etapa pertenecen dos cohortes generacionales:
los nacidos entre 1931-39, los niños de la posguerra, que provienen de un
modelo precario en lo económico y autoritario en lo político, y viven como
jóvenes esta etapa durante muy poco tiempo; y los nacidos entre 1940-53,
que, además de esta etapa, también vivirán como jóvenes la siguiente. La
segunda generación social comprende el periodo que va de 1969 a 1982,
una etapa centrada en el compromiso político; viven esta etapa dos cohortes
generacionales: los jóvenes nacidos entre 1940-53, que llegan a esta etapa
con la experiencia de haber vivido también la anterior, y los nacidos entre
1954-67, que también vivirán la etapa siguiente. La tercera generación social
abarca desde 1983 hasta mediados de los 90, una etapa centrada en el
consumo; a ella pertenecen los nacidos entre 1954-67, que viven también la
etapa anterior, y los nacidos entre 1968-76, que son los hijos de los jóvenes
identificados con el idealismo y con el compromiso político. A esta tercera
generación social pertenecen los jóvenes sobre los que se centra nuestra
investigación práctica para esta tesis.
21
modificando la situación de encorsetamiento social y psicológico en el que
se encontraban.
Las dos cohortes de jóvenes que comparten esta generación social son
radicalmente distintas, tanto por la posición social de la que proceden, como
por el papel histórico que van a desempeñar; los nacidos en la posguerra
son una generación de jóvenes que, tras una infancia marcada por la
privación y una adolescencia de represión ideológica y cultural muy rígida,
no consiguen descollar en ninguna fase de su vida, pues ni van a formar
parte de la generación dirigente en el franquismo, ni van a participar en los
cambios sociales en la década de los 60, ni van a ser una generación
destacada en el establecimiento de la democracia; esta generación se sitúa
en un lugar secundario crónico, lo mismo que, como luego veremos, les
ocurrirá a la generación de sus hijos, los jóvenes de la década de los 80,
aunque desde momentos históricos radicalmente distintos. En cambio, la
cohorte nacida en la década de los 40 y principio de los 50 es una
generación privilegiada: llega a la juventud en un momento de creciente
dinamismo económico y cultural en nuestro país y vive los cambios sociales
de finales de los 60; son adultos justamente cuando se liquida el franquismo
y se construye la democracia, y lo hacen desde una posición privilegiada
para desempeñar un papel protagonista. De hecho son la generación
dirigente en la sociedad de los años 80.
22
movilizan a los jóvenes de aquellos años son valores más idealistas que
materialistas: lo que se desea es el poder y el prestigio que otorga el
insertarse en el nuevo modelo social (conseguir un buen trabajo o un
ascenso), antes que el dinero para conseguir los objetos que les ofrece la
sociedad de consumo. En la situación de cambio social que se vive, teniendo
en cuenta la revolución en las costumbres y en las formas de vida que se
produce por aquellos años, los conflictos con las instituciones tradicionales:
familia, estado, iglesia..., son moneda común y su desenlace es la ruptura:
salida del hogar, abandono de la fe religiosa, militancia clandestina contra el
franquismo...; desgarros afectivos, intelectuales y sociales, por los que
atravesaron estos jóvenes idealistas.
23
zonas turísticas. Pero su adopción por parte de los jóvenes españoles fue
más mimética, superficial (estética, formas de vestir, actividades
culturales...), que estructural, pues muchas de sus ideas, como el utopismo
pacifista o el regreso a sistemas de producción artesanales..., no eran
coherentes con la realidad de nuestros jóvenes.
24
promoción laboral. La visión del mundo centrada en el compromiso y el
sacrificio es sustituida por otra en la que el consumo y el ocio son
primordiales, y donde toda la vida social gira en torno a los amigos, a los que
se considera su único y principal sostén. Es la época en la que los jóvenes
se aglutinan alrededor de las innumerables “tribus urbanas” que empiezan a
proliferar como hongos y protagonizarán lo que se ha denominado el
fenómeno de la “movida”.
25
generaciones pasadas, deja paso al “buscarse la vida” de los jóvenes de los
80 y los 90. Todo esto va a originar unas generaciones de jóvenes
conformistas, preocupados exclusivamente por su propio bienestar, y cuyo
valor principal es la libertad individual, frente a la defensa de un proyecto
común que había defendido la generación anterior. Valores, por otro lado,
coincidentes con los de la posmodernidad, y a la que España fue muy
receptiva, posiblemente por encontrarse en una etapa de transición y
deseosa de ruptura y renovación. No podemos perder de vista tampoco que
estos jóvenes se han encontrado todo encauzado: libertad sexual,
democracia, bienestar..., y que se ven abocados a adaptarse
irremisiblemente a un modelo social que les acoge protectoramente, por lo
que la única actitud que les queda es instalarse en los valores que
preconiza: presentismo, hedonismo, individualismo, abandono de los
grandes sistemas de sentido..., como única forma de manejar la angustia de
saberse abocados a adaptarse a un proyecto de vida que ha sido diseñado
por otros y en el que no saben el papel que tienen que interpretar, excepto el
de consumidores.
26
familiar no es un hecho aislado, sino que debemos incluirla dentro de los
procesos de bloqueo social a los que se les somete: del trabajo, de la vida
social, de la autonomía personal... Tampoco se posibilita la rebelión, pues la
relación se basa en la protección y el consentimiento de unos adultos que
dejan poco espacio vital para que los jóvenes se expresen. La consecuencia
de todo esto es que los adultos dejan de ser modelos de referencia para los
jóvenes y este vacío va ser ocupado por el grupo de iguales.
27
obsesión; a ello contribuye sobre todo las continuas noticias sobre el número
de muertos a causa del SIDA, y el deterioro físico y mental que provoca el
consumo de drogas duras, más en concreto la heroína. El SIDA es para
Martín Serrano el acontecimiento que va a incidir de forma más determinante
en el cambio de mentalidad de los jóvenes; unos jóvenes que, liberados de
los prejuicios sociales que atenazaba a las anteriores generaciones, se ven
obligados a tener que reacomodar sus esquemas mentales, una vez es
conocida la forma de transmisión y los efectos devastadores de esta
epidemia.
Los jóvenes de los 90 son más conscientes que los de los 80 de sus
dificultades de integración y sus limitaciones; el trabajo temporal se convierte
en un recurso habitual para afrontar sus deseos de independencia, al
permitirles disponer de dinero propio para sus gastos. Pero disponer de
dinero es mucho más perentorio si tenemos en cuenta que la oferta de ocio
se amplía y se inscribe de pleno en la forma de vivir del joven. Aparecen los
“afterhours”, donde los jóvenes pueden divertirse sin límite de tiempo. En
cuanto a las relaciones sexuales, son totalmente libres y abiertas, aunque se
valora más que otras generaciones la fidelidad en el interior de la pareja; se
produce una vuelta a cierto romanticismo y a la institucionalización de las
relaciones de pareja: casarse y por la iglesia se pone de moda en la década
de los 90, como veremos en profundidad en nuestra investigación empírica
en la segunda parte de esta tesis.
28
etapa, que, como ya hemos dicho, constituyen el target de nuestra
investigación práctica; por eso, se trata en este capítulo de avanzar algunos
rasgos y algunos datos cuantitativos sobre dichas prácticas de consumo,
que en la segunda parte de esta tesis analizaremos más en profundidad y
desde un punto de vista cualitativo.
29
lado, está el consumo más identitario, orientado a la aceptación de los
iguales y la integración grupal; es un consumo/gasto más vinculado al
presente, al gozo y al tiempo libre, se caracteriza por ser muy compulsivo y
abarca desde la adolescencia hasta la emancipación de la familia. De otro
lado se sitúa el consumo “competencial”, destinado a la integración del joven
en la sociedad adulta, cuyo objetivo es conseguir las habilidades sociales y
capacidades profesionales requeridas; se trata en este caso de unos
consumos/gastos orientados a la competencia profesional y la
autorrealización personal, por lo que resultan más reflexivos y prácticos,
puesto que ayudan al joven en su maduración. La participación de las
familias en dichos gastos depende de la situación económica concreta y,
sobre todo, de la situación de dependencia, semidependencia o
emancipación de los hijos, si bien, por regla general, los padres son los
principales encargados de asegurar las necesidades formativas de los hijos,
independientemente de que éstos puedan asumir alguno de esos gastos de
forma circunstancial. De igual forma, los ingresos esporádicos de los hijos
suelen estar destinados a los consumos más identitarios.
Otro aspecto que incluimos en este cuarto capítulo sobre las prácticas de
consumo hace referencia a la evolución que han sufrido los consumos
juveniles entre la década de los 80 y los 90, agrupándolos en cuatro
categorías de gastos/consumos: extraordinarios, anuales, mensuales y los
asociados a ocio y diversión. Los consumos extraordinarios se refieren a la
adquisición de objetos de consumo duradero y, en general, los datos arrojan
un importante incremento de este tipo de consumos entre los años 1983 y
1997, situándose en primer lugar los gastos destinados a automoción: coche
y moto, que sufren una espectacular subida en la década de los 90; otra
partida que también experimenta una fuerte subida es la adquisición de
aparatos electrónicos.
30
deportivas, ropa y calzado... De los resultados que dan cuenta de la
evolución de estos consumos, destaca el espectacular incremento que han
sufrido los gastos de este tipo vinculados al ocio: vacaciones y viajes;
también han aumentado los gastos relacionados con actividades deportivas,
en consonancia con el auge que ha alcanzado el culto al cuerpo. También
destaca que los gastos vinculados a los consumo identitarios, que ocupan
los primeros puestos, y que tradicionalmente han sido femeninos, a partir de
mediados de la década de los 90 empiezan a ser poco discriminativos en
cuanto a género, así como tampoco respecto a otras variables: edad,
situación de dependencia/independencia, estatus socioeconómico, hábitat...
31
En cuanto a las prioridades de consumo, según lo que los jóvenes
consideran más necesario, los bienes que tienen que ver con la
emancipación (vivienda y su equipamiento) y con la movilidad (automóvil),
ocupan los primeros puestos. Después se sitúan la ropa y todo aquello que
está destinado al atractivo del cuerpo, o que revierte sobre las señas de
identidad. También se sitúan en el orden de las necesidades primarias, el
ampliar los estudios y, a ser posible, en el extranjero. Con todo, se observa
una evolución en estos deseos: se va diluyendo el interés por el coche en la
misma medida en que aumenta y se generaliza el interés por la vivienda, en
el recorrido del joven desde de dependencia a la emancipación.
32
para adentrarse en un terreno puramente psicológico, cuyo objetivo, como el
propio título indica, es el de dar cuenta de los procesos de identificación que
intervienen en la conformación identitaria del sujeto, y señala el camino
interpretativo por el que circularán muchos de los conceptos que veremos
aplicados en nuestra investigación empírica en la segunda parte de esta
tesis. La perspectiva desde la que abordamos estos temas es la
psicoanalítica, basándonos, fundamentalmente, en los textos freudianos. En
lo esencial, el contenido de este capítulo se corresponde con el trabajo que
presenté para la obtención del DEA y que llevaba por título “Las identidades
sexuales: masculino-femenino”.
33
a la investidura de los padres como objetos libidinales, que preparan a la
entrada del Edipo y contribuyen a su resolución. Otras identificaciones son
efectos estructurales del propio complejo de Edipo, producto de la renuncia a
los padres como objetos de deseos libidinales. Las identificaciones
narcisistas con la madre y con el padre, se constituirán bajo el predominio
del modelo de relación oral canibalístico y sádico anal con los objetos; las
identificaciones edípicas coincidirán con la fase fálica en la dialéctica fálico-
castrado y como efecto de la amenaza de castración. Por ello, en este
capítulo hacemos un recorrido por las identificaciones imaginarias y
simbólicas que conforman la subjetividad y sostienen la identidad del sujeto,
deteniéndonos en las figuras parentales; de la madre, como fuente
ontológica del “sentimiento de confianza básica” (Winnicott); del padre, como
fundamento de la socialización y la cultura.
34
escena de plenitud especular, en la que el yo se descubre identificado a una
imagen extraña y suya al mismo tiempo, se conformará un yo imaginario
alienado, en tanto que cree ser la imagen que le devuelve el espejo
(Chamorro), lo que le va a permitir sostener la ilusión de su unidad corporal,
cuando ésta sólo es una imagen. Pero tras ella se vislumbra el vacío
constitutivo del ser humano, consecuencia de la falta de coincidencia entre el
individuo y la especie. Con todo, este modelo ideal de plenitud narcisista
dará lugar a la agresividad constitutiva del yo y al lazo social para suturar
ese vacío estructural; también será el modelo del deseo, pero un deseo
alienado en el otro: “el sujeto de deseo es el deseo del otro” (Lacan).
35
narcisista (Laplanche y Pontalis) y constituye un canal de aspiraciones
positivas (Giddens); se refiere a un yo en posición de omnipotencia absoluta,
por lo que tiene implicaciones sadomasoquistas: la negación del otro
correlativa de la afirmación de sí mismo (Lagache). El “Ideal del yo”, al
mismo tiempo que da cuenta del narcisismo infantil perdido, es algo ajeno,
impuesto desde el exterior, pues es un sustituto que está en el orden de las
identidades sociales: resultado de la convergencia del narcisismo primario y
de las identificaciones parentales, con sus sustitutos y con los ideales
colectivos (Laplanche y Pontalis); se refiere a la conformidad de un yo con
los valores sociales, cuya satisfacción se va a obtener por la realización de
un ideal común, proveniente de la idealización del padre muerto. Así pues,
se desarrolla más tardíamente: “aquello que proyecta ante sí como su ideal
es la sustitución del perdido narcisismo de su niñez, en el cual era él mismo
su propio ideal” (Freud).
36
tener pene. Y una vez que la amenaza de castración se toma en serio, las
investiduras libidinales de objeto quedan bloqueadas, pues su satisfacción
implica la pérdida del pene; supone, pues, un conflicto entre la libido
narcisista y la objetal. En dicha batalla, siempre saldrá triunfante el
narcisismo: el niño renuncia a sus padres como objetos libidinales para
preservar su órgano, desviándose así del complejo de Edipo, y reemplaza la
investidura de los objetos libidinales por una identificación, que formará el
núcleo del superyó. Así pues, la ambivalencia hacia los padres (amor y
rivalidad) es causa de una intensa culpabilidad inconsciente que, junto a la
percepción de la diferencia sexual anatómica entre congéneres, originará el
fantasma de castración. El complejo de castración provoca la interiorización
de la prohibición de los dos deseos edípicos, incesto materno y asesinato del
padre. La sumisión al padre y la identificación con él, en tanto que es el
portador de la ley que regula el juego del deseo, posibilita el acceso a lo
simbólico y a la cultura, impidiendo quedar varado en las procelosas aguas
de lo real y en el espejismo de lo imaginario. Pero esta función paterna sólo
es posible si el padre es colocado en el lugar de deseo de la madre, a partir
del descubrimiento de que la madre no tiene pene. Este acontecimiento
permite a los niños responder a la pregunta sobre el deseo de la madre;
pregunta crucial que atraviesa dos momentos: primero, se colocarán ellos en
el lugar imaginario del falo que colme a la madre; segundo, colocando al
padre en ese lugar de poseedor del falo y desde donde encontrarán la
salvación de esa tarea imposible de asegurar el goce de la madre:
desplazan hacia el padre el amor exclusivo hacia la madre y renuncian al
deseo de ser lo que a ella le falta, rompiéndose así la dependencia de la
madre.
37
(primero de la madre y luego del padre); la niña, para identificarse como
mujer, tiene que seguir ocupando ese lugar de objeto de deseo del otro,
ahora desplazado sobre el padre, pero que, en tanto que investido de
omnipotencia, la aboca irremediablemente al masoquismo, a menos que
contrarreste estas tendencias pasivas con las activas (fálicas), a través de la
identificación con el padre portador del falo, que le permita acceder a lo
simbólico; la formación del ideal del yo y el deseo de tener un hijo la salvarán
de ese destino sacrificial al que en principio está abocada. Por todo ello, nos
dice Freud, el complejo de castración en el caso de los niños supone el final
del Edipo, mientras que en el caso de las niñas lo inicia y posibilita.
38
posibilitará al sujeto humano la renuncia del goce pulsional y su canalización
a través de deseos puramente imaginarios, pues se concretizan en
demandas dirigidas a otros, y sabemos que toda demanda no es sino
demanda de amor. La culpa, en tanto que retorno del amor del padre
todopoderoso asesinado, es la principal garante de que el asesinato no
vuelva a ocurrir, asegurando al mismo tiempo que la especie no se
extermine. Pero también se tienen que establecer vías para canalizar la
pulsión destructora, y en este sentido la cultura crea todo un repertorio de
instituciones que se pueden considerar como manifestaciones disfrazadas
de los deseos reprimidos, en tanto que agrupan y posibilitan la supervivencia
frente a la naturaleza, pero que al mismo tiempo dejan un rastro de
“malestar” por el control que imponen. El mito del parricidio marca, por tanto,
la frontera entre lo imaginario y lo simbólico, entre una prehistoria de lo
social regida por pulsiones sin nombre polarizadas en torno a un poder
omnímodo que niega la emergencia del individuo en la horda bajo la
amenaza de castración, y una sociedad constituida en torno a la ley igual
para todos y de la que el padre simbólico es ya mero mediador, lo que
posibilita la emergencia del individuo y la elaboración de identidades.
39
potente mecanismo de reproducción del orden social existente, por lo que
cada época histórica genera el modelo de persona que más le conviene. Por
todo ello, tenemos que entender la identidad como una producción cultural,
en tanto que la cultura es el modo de interpretación y significación de la
realidad a partir de los sistemas simbólicos de los que se sirve para su
sostenimiento y transmisión, lo cual significa que el concepto de identidad
tiene que estar delimitado por la cultura y por el mismo contexto de
producción. Y teniendo en cuenta que nos desenvolvemos en un medio
lingüístico, debemos concebir el lenguaje como una actividad que construye
no sólo la realidad, sino al propio sujeto de identidad. Y porque la identidad
está inevitablemente unida al contexto sociocultural concreto por el que
discurre, es por lo que se observan diferencias sustanciales entre las
identidades surgidas en la modernidad y en la tardomodernidad, que sin
duda dan cuenta del paso de una sociedad recreada como esférica, sin
fusuras, afirmada en un relato histórico, a otra concebida como una sociedad
abierta, en la que proliferan multitud de escenarios y donde la
espectacularidad se ha convertido en un valor dominante. Las identidades
de la modernidad llevan la marca de los valores defendidos por el orden
racionalista: solidez, objetividad, estabilidad...; las de la tardomodernidad
reflejan la quiebra de los sistemas sólidos: fragilidad, parcialidad,
espectacularidad..., valores todos ellos más ligados al mundo del consumo y
del ocio, y que dan cuenta del repliegue individualista, en el que el
narcisismo y la omnipotencia imaginaria están ocupando el lugar que en otro
tiempo tuvo lo simbólico. Y sin una dimensión simbólica sostenida desde el
interior, que articule las relaciones sociales y consiga ligar el plano de las
experiencias con el de la expresión, estamos abocados a configurar unas
formas de socialización y de construcción de identidad muy frágiles. Todas
estas transformaciones inauguran un nuevo marco en el que la
incertidumbre, lo “por-venir” (Derrida), capea a sus anchas y nos obliga a
tener que reacondicionar nuestros antiguos mecanismos a las nuevas
pautas de comprensión y autocomprensión, una vez que se han
40
resquebrajado los cimientos de la certeza y el caos es el “paradigma”
dominante.
El sexto y último capítulo de la primera parte de esta tesis lleva por título
“Lo psíquico y el consumo” y en él se reflexiona sobre cómo se configuran
los procesos psíquicos desplegados en el capítulo anterior en la cultura del
consumo. Es pues un capítulo central para los objetivos de mi investigación
y se plantea como bisagra en la estructura teórico-práctica de esta tesis,
pues cierra la parte teórica y abre a la investigación práctica.
41
valores éticos que le dan seguridad y le preservan ante eventuales
violaciones del orden instituido. También la cultura le provee de ideales que
atenúan el malestar originado por la presión de la culpa y la renuncia al goce
pulsional, el cual se convierte en un imposible pues remite a lo real, a la
muerte.
42
alienación se vuelve más diáfana pero también, paradójicamente, más
subrepticia, pues, sustentada sobre la promesa de un goce pleno, lo que se
pretende es anular la voluntad del sujeto y con ella cualquier posibilidad de
resistencia al sistema, ya que el único objeto capaz de cumplir esta promesa
es el objeto fantasmático.
43
que insta al sujeto a realizar su plenitud narcisista mediante el simulacro de
objetos y bienes orientados a taponar la castración. Pero al mismo tiempo, el
consumo, como bien señala Baudrillard, se sustenta sobre la negación del
goce, pues de lo contrario no sería necesario el mandato de gozar; de ahí su
condición paradójica. La culpabilidad ya no deriva de las prohibiciones
sociales que impiden gozar, sino justo de lo contrario: “por no ser capaces
de seguir la ley del superego que lanza sobre nosotros el imperativo de
gozar” (Zizek), lo cual es fuente de una gran ansiedad.
44
encuentra el terreno abonado para construir unas formas de simbolismo
adecuadas a las aspiraciones de los consumidores, sabiendo que se trata de
representaciones también vacías, que se agotan en el propio acto de
consumir: nada nuevo puede enriquecer al yo que se siente con-fundido con
la imagen que le devuelve el espejo; más bien al contrario, lo que se
consigue es un continuo debilitamiento del yo, que se vuelve más frágil y
flotante, puesto que su identidad depende exclusivamente de la imagen que
le devuelve su propio reflejo: un yo siempre al acecho de su ser y su
bienestar para poderse reconocer y que nunca es bastante. La consecuencia
de todo ello es que el consumidor no se siente alienado respecto al sistema
sino que se vincula compulsivamente a él tratando de encontrar su yo
auténtico que le haga “sentir” más; pero esto resulta paradójico, pues no se
puede sentir desde un yo vacío. Por todo esto es por lo que la estrategia
seductora, que se moviliza en una plano puramente imaginario, se presenta
como la más coherente: lo importante son las apariencias; las categorías de
verdad y falsedad carecen de relevancia.
45
externa de cierta estabilidad y que se haga una fuerte inversión afectiva,
facilitando así la adaptación a los nuevos modelos propuestos. La
consecuencia de todo esto son identidades más frágiles, “flotantes”,
“difusas”, en coherencia con la propia actividad de consumir, al mismo
tiempo que más entregadas al presente: lo importante es el aquí y el ahora,
en coherencia con el mandato de gozar, y con la pérdida de toda
trascendencia externa que instaura el consumo. Pero al mismo tiempo, esta
fragilidad se acompaña, a modo de compensación, de una sobredimensión
retórica del individuo destinatario de la cultura del consumo, pues de esta
forma se sustenta la demanda incesante de la que depende la continuidad
del propio sistema.
46
socialmente por la oferta comercial, y que, por lo tanto, contribuyen a una
estratificación social que es estructurante (Bordieu). Sea como fuere, lo
indiscutible es el enorme peso que ha cobrado la elección de un estilo de
vida a la hora de hablar de la configuración identitaria en las sociedades del
capitalismo avanzado, y la ayuda que supone a la hora de orientar nuestras
actividades prácticas en medio de las incertidumbres sociales y los cambios
continuos a los que nos vemos abocados. No es posible situarse más allá de
las categorías que establece el mercado, ya que son éstas precisamente las
que nos conforman en cuanto sujetos en nuestro contexto, pero, pese a
todo, estas categorías están sometidas inevitablemente a múltiples
interpretaciones, recreaciones, transgresiones... El estilo de vida proporciona
esa unidad que necesitan las identidades fragmentarias de la sociedad de
consumo para poder soportar la fuerte sensación de falta de control que se
tiene sobre la propia vida. Adherirse a un estilo de vida, ayuda a mantener el
rumbo y a aminorar en parte la angustia, ya que es una manera de
apropiarse de identidad, de encontrar unos límites que nos contengan, pues
adoptar un estilo de vida implica elegir entre otros posibles.
B. INVESTIGACIÓN EMPÍRICA
47
formar parte del mundo adulto (vida profesional estable, total independencia
familiar, el 50% casados o viviendo en pareja...), se resisten a ello y
transmiten su angustia a la hora de asumir un compromiso social fuerte;
parte de nuestra muestra de estudio son los jóvenes que recientemente han
dado en denominarse DINKIS (Double Income No Kids), con un enfoque de
vida orientado al consumo hedonista y presentista, sin la responsabilidad
que implica el tener hijos.
El primero da cuenta del marco de referencia que nos sirve para encuadrar
tanto el contexto social en el que viven estos jóvenes, como el contexto
personal desde donde ellos se sitúan imaginariamente. El segundo campo
que abordamos se refiere a la propia representación identitaria que ellos
hacen de sí mismos y desde su estructura simbólica: en relación a los
cambios sociales habidos y respecto a otras generaciones de jóvenes como
referencia; los valores desde los que se autorrepresentan; lo íntimo a través
de la casa como espacio simbólico del adentro; lo “éxtimo” representado por
su relación con el trabajo, y con los que interactúan dentro de él, con
especial hincapié en la relaciones de género, puesto que la plena
incorporación de la mujer al mundo laboral es uno de los fenómenos que
más incidencia han tenido, según su propio discurso, tanto desde un punto
48
de vista sociológico, como desde la autorrepresentación identitaria. El tercer
ámbito de estudio que tratamos en nuestra investigación empírica se refiere
a las prácticas concretas de autogestión del espacio mínimo, es decir, la
casa: son jóvenes que han pasado de ser gestionados por su madre en lo
que a tareas domésticas se refiere, a tener que asumir ellos mismos una
función que genera problemas, tanto porque dichas tareas escapan de lo
productivo y lo hedonista, que es donde ellos tienen puestos sus intereses
sociales y personales, como porque son fuente de importantes conflictos
relacionales cuando se vive en pareja. Así, en este tercer ámbito, hacemos
un análisis del significado que adquiere la gestión del espacio propio, al
mismo tiempo que un recorrido por todas las tareas que ello implica,
principalmente relacionadas con la limpieza y la alimentación; también
dedicamos un apartado a analizar el significado de la recurrencia a la red de
servicios externa, que resulta imprescindible en estas labores, dado el estilo
de vida actual. El cuarto campo de nuestro análisis está orientado al estudio
de las relaciones de nuestros jóvenes-adultos entre iguales y las formas de
convivencia. En este sentido, se profundiza en los significados y valores
predominantes en las relaciones convivenciales y con los amigos, presididas
fundamentalmente por el ideal de independencia y radical autonomía, en la
línea del deseo individualista y de absoluta personalización, lo que dificulta el
asentamiento del compromiso y la responsabilización que implica el formar
una pareja y, en mayor medida, el tener hijos. También en este cuarto
apartado damos cuenta de cómo perciben nuestros jóvenes-adultos las
instituciones sociales encargas de refrendar el establecimiento y
mantenimiento de las distintas formas de convivencia social: familia, iglesia,
estado. El quinto y último campo que abordamos en nuestra investigación
empírica da cuenta de los comportamientos de consumo y ocio. Lo tratamos
en último lugar no porque sea el menos importante, sino porque, de alguna
forma, resume y nos ayuda a compendiar todos los significados y valores
que se tratan en los otros apartados, dado el lugar central que ocupa en la
configuración identitaria en las sociedades contemporáneas. En el contexto
de lo que hemos denominado “modelo de consumo diferencial”, analizamos,
49
en primer lugar, la lógica que rige este paradigma, para pasar después a
centrarnos en las prácticas concretas de consumo y de ocio de nuestros
jóvenes-adultos, desde el consumo de electrodomésticos en el hogar, hasta
las principales actividades de ocio que practican, y el valor que dan al cuerpo
transformado en objeto de culto.
50
PARTE I. TEORÍA: SOBRE CONSUMO, JÓVENES E
IDENTIDAD
51
I. EL CAMPO: EL CONSUMO COMO MODELO DE RELACIÓN
PRIMORDIAL EN LAS SOCIEDADES DEL CAPITALISMO AVANZADO
52
Después de la Segunda Guerra Mundial se produce un enorme incremento
de la producción industrial, fruto del avance tecnológico y de la mayor
disponibilidad de mano de obra como consecuencia de la paz y del aumento
demográfico. Esto conllevó inevitablemente un aumento espectacular del
consumo que beneficiaba tanto a los empresarios a la hora de mantener y
aumentar sus ganancias para seguir invirtiendo y mejorar la capacidad
adquisitiva de las clases medias y bajas, como a amplios sectores de la
población cuyo poder adquisitivo aumentaba a partir de la implantación del
llamado Estado de Bienestar y que ahora podían tener acceso a muchos
productos hasta ese momento reservados a la clase privilegiada, como
electrodomésticos, automóvil..., etc. Para mantener esa situación de
mejoramiento salarial y de cobertura social, era necesario incrementar la
producción y, en paralelo, el consumo, como forma de absorber la
producción y equilibrar el sistema.
53
vida de fantasía a la que se podía tener acceso con sólo comprar el producto
publicitado, fue el gran motor en el desarrollo del consumo y sus efectos se
extienden más allá del su campo específico, afectando a las formas
culturales y de relación social. Un ejemplo lo tenemos en las
manifestaciones artísticas y culturales que, influidas por esta estrategia
consumista, hacen prevalecer lo conocido sobre lo creativo, o mejor,
producido, lo comercial sobre lo artístico; también muchos de los valores
sostenidos hasta entonces pasan a un segundo plano, pues el deseo de
triunfar y de pertenecer a ese mundo ideal que ofrecía la publicidad
predominaba sobre lo demás.
3
IBÁÑEZ, Jesús, Más allá de la sociología. El grupo de discusión: Técnica y crítica, Madrid,
Siglo XXI, 1986.
54
A su vez, el proceso de la producción incesante conduce irremediablemente
a la acumulación e impone, como señala Alfonso Ortí, “la obsolescencia
planificada de los propios productos, la creación de nuevas mercancías y
necesidades y la consecuente reconversión de los hábitos de consumo y de
las modas y estilos de vida” 4 .
4
ORTÍ, Alfonso, “La estrategia de la oferta en la sociedad neocapitalista de consumo:
Génesis y praxis de la investigación motivacional de la demanda”, en Política y Sociedad, Nº
16, Editorial Complutense, Madrid, 1994, pág. 38.
5
GALBRAITH, J. K., La sociedad opulenta, Barcelona. Ariel, 1969, págs. 26-27.
6
ORTÍ, A., op. cit., pág. 49.
55
Es decir, en las sociedades opulentas, en las que existen una gran cantidad
de productos que se dirigen a satisfacer las mismas necesidades, los valores
que moviliza el consumo son los de diferenciación simbólica. Tenemos pues
que, en paralelo al desarrollo de la sociedad de consumo, se produce una
evolución en la creación de necesidades, que van de lo necesario o biológico
a lo superfluo o relacional (social), según un “sistema de estratificación
social” (Ortí). Y dicha evolución se corresponde a su vez con la
transformación de la demanda: desde los valores de uso (aspectos útiles de
la mercancía) a los valores simbólicos (aspectos de identificación social y
personal).
J.M. Marinas 7 concibe la cultura del consumo 8 como “hecho social total” que
englobaría tres niveles diferentes, los cuales se han ido desarrollando en
paralelo a la consolidación de la sociedad de consumo; estos tres niveles
son: comprar, gastar y consumir.
7
MARINAS, J. M., La fábula del bazar, Madrid, La balsa de Medusa, 2001.
8
Por cultura del consumo entiende J. M. Marinas: “las formas de representación, de
intercambio y de identificación mediadas por la lógica de mercado en que nombres, marcas
pero también sujetos por ellos configurados pasan a ser los verdaderos elementos de
consumo”. Op.cit., pág.139.
56
intercambio entre la demanda del cliente, sentida como necesidad, y los
usos del producto.
9
MARINAS, J. M., op. cit., pág. 25.
10
SCHNAITH, N., “Metafísica del consumo”, en Política y sociedad, Nº 16, Madrid, 1994,
págs. 18-21.
57
El consumo es el tercer nivel que plantea M. Marinas y supone una mayor
complejidad, pues éste se constituye en el centro de la vida, conformando un
mundo cerrado “capaz de colmar cualquier límite”, pero donde no escapan
los procesos de exclusión: “la inclusión, como máximo valor de consumir, y
la pertenencia, como clave última del mundo de las marcas, implican, en su
mantenimiento, un sinfín de procedimientos cambiantes de exclusión” 11 .
11
MARINAS, J. M., op. cit., págs. 19-22.
12
Metamarcas hace referencia a una constelación de marcas que están incluidas en un
estilo de vida: lo ligth, por ejemplo.
13
MARINAS, J. M., op. cit., pág. 25.
14
BAUDRILLARD, Jean., La sociedad de consumo, Barcelona, Plaza & Janés, 1974, pág.
17.
58
Alonso, “las clases dominantes se presentan como el modelo ideal de
consumo, pero debido a la innovación, diversificación y renovación
permanente de las formas/objeto, este modelo se hace constantemente
inalcanzable para el resto de la sociedad” 15 . De esta forma se remarca la
imposibilidad estructural de que la masa consiga alcanzar la posición social
de las formas de vida y consumo de la élite en tanto que clase dominante;
las clases dominantes consumen modelos, mientras que las clases
dominadas consumen series. Y, como precisa Jesús Ibáñez, las series “se
modulan sobre rasgos inesenciales que permiten un simulacro de
personalización en la elección” 16 .
Como se ve por lo dicho hasta ahora, en esta tesis abordo la cultura del
consumo desde tres perspectivas principales: economicista, sociológica y
psicológica, que trato de reunir y articular a través de algunas teorías y
conceptos que considero claves para entender la cultura del consumo en las
sociedades avanzadas.
15
ALONSO, Luis Enrique, “La producción social de la necesidad”, en Economistas, Nº 18,
Colegio de Economistas, Madrid, febrero, 1986, pág. 28.
16
IBÁÑEZ, J., op. cit., pág. 91.
59
control y manipulación ideológica de los consumidores a través de la
seducción y los aparta de otras formas de relaciones sociales más
enriquecedoras; en cambio, para otros es positiva, pues entienden que tal
situación conllevaría igualitarismo y libertad individual.
De este mismo costado crítico acerca del papel manipulador del consumo se
sitúan muchos autores de gran calado en la actualidad como, por ejemplo
Baudrillard, para el que el consumo supone la activa manipulación de los
signos que pueden flotar libremente una vez han sido liberados del peso de
los objetos; o los autores más críticos con la posmodernidad y cuya lista
sería interminable.
Elijo una cita de Bauman 17 que en mi opinión ilustra de forma admirable las
consecuencias del paso del modelo de producción al modelo de consumo, y
que encaja bien con esta posición crítica: “Si nuestros ancestros fueron
formados y entrenados, sobre todo, como productores, a nosotros se nos
forma y se nos entrena primero como consumidores y luego como todo lo
demás. Los atributos que se consideran ventajas en un productor (la
17
BAUMAN, Z., Identidad, Madrid, Losada, 2005, págs. 142-143.
60
adquisición y la retención de hábitos, lealtad a las costumbre establecidas,
prontitud para demorar la gratificación, estabilidad de necesidades) se
convierten en los vicios más impresionantes de un consumidor. Por mucho
que siguieran existiendo o se convirtieran en normales, serían el toque de
difuntos de la economía centrada en el consumidor”.
Frente a esta posición más crítica, se sitúan una serie de autores surgidos
en las últimas décadas (Anthony Giddens, David Chaney, Mary Douglas,
Baron Isherwood, Mike Featherstone, entre otros) que se plantean la
cuestión del consumo desde una vertiente más cultural y creativa. Esta
posición más positiva del consumo critica el “elitismo” de la Escuela de
Francfort y su “ineptitud para examinar procesos reales de consumo que
ponen de manifiesto complejas y diferenciadas respuestas y usos de los
bienes por parte de las distintas audiencias” 18 , así como cierto
anquilosamiento al considerar el consumo como derivado problemático de la
producción. En este sentido, dice Featherstone, “tendríamos que esforzarnos
por dar cuenta de esas tendencias emergentes [se refiere a la creciente
prominencia de la cultura del consumo] de una manera sociológica más
desapegada, que no debería implicar meramente la celebración populista
antagónica de los placeres masivos y el desorden cultural” 19 .
Esta perspectiva tiene como referencia la lógica del consumo (vs. lógica de
la producción) y coloca el acento en las relaciones entre el consumo de
bienes y el estatus que reporta, pues, a partir del fuerte simbolismo que han
adquirido los bienes de consumo, trata de dar cuenta de las formas de uso
que hacen los consumidores con sus bienes en la línea de marcar
distinciones en las relaciones sociales.
18
FEATHERSTONE, M., Cultura de consumo y posmodernismo, Buenos Aires, Amorrortu,
2000, pág. 42.
19
Ibídem, pág. 39.
61
La incesante renovación de la oferta lleva aparejada la ilusión de que los
bienes son intercambiables y de que todos podemos tener acceso a ellos;
los límites, la “distinción” entre unos y otros, los marcará el “gusto”, ya que,
como dice Bordieu 20 , “el gusto es el principio de todo lo que se tiene,
personas y cosas, y de todo lo que se es para los otros, de aquello por lo
que uno se clasifica y por lo que le clasifican. Los gustos (esto es, las
preferencias manifestadas) son la afirmación práctica de una diferencia
inevitable”. Así pues, el gusto se erige en el valor discriminatorio que
posibilita conocer el estatus 21 de las personas: “el capital de conocimientos o
de cultura que habilita a grupos o a categorías particulares de personas para
comprender y clasificar los nuevos bienes de manera apropiada y mostrar
cómo usarlos” 22 , en palabras de Featherstone.
20
BORDIEU, P., La distinción, Madrid, Taurus, 2000, pág. 53.
21
Entendiendo por estatus, en la línea de David Chaney, “el resultado de las diferentes
formas de utilizar los recursos”.
22
FEATHERSTONE, M., op. cit., pág. 44.
23
El concepto de capital simbólico en Bordieu hace referencia a los esquemas clasificatorios
y disposiciones que hablan de nuestro origen y nuestra trayectoria vital, y se manifiesta
tanto en nuestras preferencias, como en el propio cuerpo (altura, peso, voz..., etc).
62
difusión de los nuevos bienes simbólicos, son tomados como referencia de
los modos de consumo y las interpretaciones sobre los usos, pues son los
que están en mejor situación a la hora de marcar tendencias de moda, ya
que continuamente están obligados a explorar culturas diversas que les
ayuden en su actividad de renovación constante.
Esta perspectiva sobre la cultura del consumo incide sobre los aspectos
emocionales ligados al placer que propicia dicha experiencia. Lo que
interesa desde esta perspectiva es la estética del consumo, la creatividad de
las prácticas consumistas, a partir de la relevancia que ha ido adquiriendo el
simbolismo y las imágenes en el consumo. Desde esta perspectiva, adquiere
resonancia la cultura del consumo como exceso, despilfarro.
24
FEATHERSTONE, M., op. cit., págs. 49-50.
63
En este contexto, es fundamental la noción de gasto de Bataille para
entender la producción económica ligada al exceso, la destrucción, esa parte
maldita que tiene que ser gastada, reinvertida, si queremos controlar la
anomia y la entropía 25 que se derivaría de un sistema concebido como
conservación. Como señala Bataille, “La actividad humana no es
enteramente reducible a procesos de producción y conservación, y la
consumición puede ser dividida en dos partes distintas. La primera,
reducible, está representada por el uso de un mínimo necesario a los
individuos de una sociedad dada para la conservación de la vida y para la
continuación de la actividad productiva (...) La segunda parte está
representada por los llamados gastos improductivos: el lujo, los duelos, las
guerras, la construcción de monumentos suntuarios, los juegos, los
espectáculos, las artes, la actividad sexual perversa (es decir, desviada de la
actividad genital), que representan actividades que, al menos en condiciones
primitivas, tienen su fin en sí mismas. Por ello, es necesario reservar el
nombre de gasto para estas formas improductivas, con exclusión de todos
los modos de consumición que sirven como medio de producción (...), el
énfasis se sitúa en la pérdida, la cual debe ser lo más grande posible para
que adquiera su verdadero sentido” 26 . Según Bataille, “la limitación
inmediata para cada individuo y para cada grupo viene dada por otros
individuos y por otros grupos. Pero la esfera terrestre (...) es la única
limitación real” 27 .
25
Segundo principio de la Termodinámica (el primero es el de conservación), que da cuenta
de la tendencia del sistema a su decadencia como efecto de autoalimentarse de sus partes
internas.
26
BATAILLE, G., La parte maldita, Barcelona, Icaria, 1987, pág. 28.
27
Ibídem, pág. 65.
28
“El excedente económico real es la diferencia entre la producción real generada por la
sociedad y su consumo efectivo corriente”. Cfr. BARAN, Paul A., La economía política del
64
meta fundamental de la producción. Ahora bien ¿en qué gastamos esa
energía? Ahí radica el problema: ¿cómo destruimos la parte maldita, ese
exceso de energía (de productos, de bienes) que es connatural a la
existencia de la “materia viva”?
crecimiento, México, F.C.E., 1975, pág. 333. Citado por Francisco Muñoz de Escalona en el
epílogo de La parte maldita, pág. 236.
29
FEATHERSTONE, M., op. cit., pág. 60.
30
BAUMAN, Z. / TESTER, T., La ambivalencia de la modernidad y otras conversaciones,
Barcelona, Paidós, 2002, pág. 159.
65
Así pues, considerando estas tres perspectivas culturales, los siguientes
epígrafes en este primer apartado de mi tesis, cuyo objetivo es delimitar el
campo en el que se inscribe mi investigación, tratarán de dar cuenta de los
conceptos que considero clave de cara a una posición integradora sobre la
cultura del consumo, y que responden a las dimensiones fundamentales de
mi marco teórico. La formulación concreta de dichos epígrafes será la
siguiente:
66
I.1. LA LÓGICA DEL CONSUMO: UNA ESTRATEGIA DE LA
DOMINACIÓN
31
IBAÑEZ, J., op. cit., pág. 47.
67
“parece actuar como factor de democratización en una sociedad que se dice
estratificada, y esto para funcionar mejor como institución de clase” 32
32
BAUDRILLARD, J., Crítica de la economía política del signo, Madrid, Siglo XXI, 1997,
págs. 44-45.
33
ALONSO, L. E., op. cit.
34
SANTAMARINA VACCARI, C., Tesis Doctoral: “Nuevos conflictos de las mujeres en la
sociedad de consumo: cuatro perspectivas sobre la construcción de la identidad femenina
en la España de fin de siglo”, Universidad Complutense, Facultad de Ciencias Políticas y
Sociología, Madrid, 2000, págs. 43-44.
68
las culturas pre-literarias (...) El signo expresa la opacidad específica de la
coacción del código que rige el valor social”.
Así pues, los objetos pierden su valor utilitario para convertirse en signos
transmisores de valores de diferenciación social en el intercambio de las
relaciones sociales. Y las necesidades, por su parte, pierden toda autonomía
para pasar a estar, como indica L.E. Alonso 35 , “mediatizadas por lo social”,
pues sólo pueden satisfacerse a través de mecanismos sociales: “es la
estructura social la que determina el orden de prioridad de las necesidades”,
y por lo tanto sólo pueden ser percibidas como sociales.
35
ALONSO, L. E., op. cit.
36
HELLER, A., Teoría de las necesidades en Marx, Barcelona, Península, 1978.
37
BAUDRILLARD, J., La sociedad de consumo, op. cit., pág. 100.
69
Es por esto por lo que, considera Baudrillard, serían los primitivos
cazadores-recolectores los que, pese a su pobreza, conocen la verdadera
abundancia, pues basaban su confianza existencial en la “transparencia y
reciprocidad de las relaciones sociales” y no en la acumulación (origen del
poder) y la posesión de objetos.
38
Ibídem, pág. 101.
70
sectores, generalmente los menos favorecidos dentro de la estructura social,
por el contrario las nuevas mercancías son creadas para convertirse en
“bienes” cuya bondad no es otra que la capacidad de significar socialmente,
esto es, marcar... distinguir... exhibir a ciertos colectivos sociales,
normalmente los más alejados de las tan mentadas necesidades sociales” 39 .
39
SANTAMARINA VACCARI, C., op. cit., pág. 50.
71
I.2. EL CONSUMO DE SIGNOS 40
40
“En todo signo, como ya señalaba SAUSSURE comparándolo con la moneda, existen dos
relaciones: se puede comparar con una cosa y de esa comparación extrae su identidad
para, designándola, sustituirla –dimensión referencial–; se puede comparar con otros signos
que se le oponen –dimensión estructural o valor–, y de esa comparación extrae su
diferencia para, en el hueco que deja el sistema de oposiciones, encontrar su forma y su
sentido. La sociedad de consumo disocia estas dos dimensiones. Los signos se cambian
entre ellos a condición de no cambiarse por la realidad”. Cfr. IBÁÑEZ, J., op. cit., pág. 68.
41
BAUDRILLARD J., Crítica a la economía política del signo, op. cit., pág. 137.
72
como muy bien señalan en la siguiente cita Ceron y Baillon 42 : “para el
mecanismo de equilibrio expansivo entre producción y consumo es
imprescindible que los valores de significación social degraden de una
manera absoluta y continua lo valores de uso”. De otro lado, por la
concurrencia de los medios de comunicación en la consolidación de la
sociedad de consumo: a nadie escapa la importancia que los medios de
comunicación han tenido y tienen en la expansión y el fortalecimiento de la
sociedad de consumo. Volveremos sobre este tema más adelante.
42
CERON, J. P. y BAILLON, J., La sociedad de lo efímero, Madrid, Instituto de Estudios de
la Administración Local, 1980, pág. 34.
73
punto de partida sin que haya mediado la modificación verdadera que
supondría la experiencia de satisfacción” 43 .
Por eso vivimos el consumo no como algo “real”, resultado de un trabajo y/o
del proceso de producción, sino como un “milagro”, como dice Baudrillard,
pues consumimos a través de la distancia que conlleva su reducción a signo
y la distancia que imponen los medios de comunicación: “Lo que caracteriza
a la sociedad de consumo es la universalidad del hecho vario en la
comunicación de masas. Toda información política, histórica y cultural es
recibida bajo la misma forma, a la vez anodina y milagrosa, del hecho vario.
Está totalmente actualizada, es decir, dramatizada según el modo
espectacular, y totalmente inactualizada, es decir, distanciada por el médium
de la comunicación y reducida a signos (...) Vivimos al amparo de los signos
y en la negación de la realidad (...) Lo que nos dan los medios de
comunicación de masas no es la realidad, sino el vertigo de la realidad. O
también, una realidad sin vértigo” 44 .
43
SCHNAITH, N. op. cit., pág. 22.
44
BAUDRILLARD, J., Crítica de la economía política del signo, op. cit., págs. 26-27.
45
IBÁÑEZ, J., op. cit., pág. 178.
74
equivalente general, abstrae el contenido nominal (legal) del contenido real,
hasta operar sólo sobre signos convencionales, arbitrarios y diferencias,
puros representantes de una materia indiferente y separada de toda fuerza”
46
“Los signos se cambian entre ellos a condición de no cambiarse por la realidad. Pérdida
de la dimensión referencial, pérdida del mundo”. Ibídem, pág. 68.
47
BAUDRILLARD, J., Crítica de la economía política del signo, op. cit., pág. 74.
48
FEATHERSTONE, M., op. cit., pág. 41.
75
disponerse de ellos para emplearlos en múltiples relaciones asociativas. Se
pasa así de la producción a la reproducción a partir de la incesante
reduplicación de los signos, las imágenes y los simulacros a través de
medios de comunicación, borrándose la distinción entre la imagen y la
realidad. “Por eso la sociedad de consumo se vuelve esencialmente cultural,
a medida que se desregula la vida social y las relaciones sociales se hacen
más variadas y no están tan estructuradas por normas estables. La
superproducción de signos y la reproducción de imágenes y simulacros
conducen a una pérdida de significado estable y a una estatización de la
realidad en la que las masas se ven fascinadas por el inacabable flujo de
yuxtaposiciones extravagantes que lleva al espectador más allá de todo
sentido estable”.
76
I.3. EL DESEO Y EL OBJETO DEL CONSUMO
77
mnémica queda asociada a partir de este momento con la huella mnémica
de la excitación emanada de la necesidad, constituye un componente
esencial de esta experiencia. En cuanto la necesidad resurja, surgirá
también, merced a la relación establecida, un impulso psíquico que cargará
de nuevo la imagen mnémica de dicha percepción y provocará nuevamente
esta última, esto es, que tenderá a reconstituir la situación de la primera
satisfacción. Tal impulso es lo que calificamos de deseos” 50
50
FREUD, S., La Interpretación de los sueños, Madrid, Biblioteca Nueva, Obras Completas,
Tomo I, Tercera Edición, pág. 689.
51
LAPLANCHE, J. y PONTALIS, J. B., Diccionario de Psicoanálisis, Barcelona, Labor, 1981.
78
Así pues, el deseo no es necesidad en cuanto que no tiene nada que ver con
un objeto real, sino que se expresa a través de la fantasía. Tampoco el
deseo se puede articular en términos de demanda, porque no tiene en
cuenta al otro y exige absoluto reconocimiento.
Vemos en todo esto que el deseo está atravesado por una carencia
estructural irremediable, por la imposibilidad de alcanzar sus objetos, de tal
forma que sólo encuentra plenitud en las fantasías, en el terreno de lo
imaginario, de lo imposible. Podemos decir que los deseos no persiguen un
fin, sino un fantasma 52 de satisfacciones arcaicas e indefinibles y, dado que
no encuentran nunca plena satisfacción, se están renovando continuamente.
52
J. Ibáñez define el Fantasma como “escenificaciones imaginarias mediante las cuales se
realizan omnipotentemente los deseos inconscientes”. Cfr. IBÁÑEZ, J., op. cit., pág.127.
79
Estas características estructurales del deseo lo hacen fácilmente acoplable a
la lógica del consumo ya que cualquier objeto puede servir en su
acoplamiento, puesto que se trata de un significado vacío que sólo el
fantasma puede colmar.
53
WOLIN, R., Walter Benjamín. An Aesthetic of Redemption (cap. The Adorno-Benjamin
Dispute). Cfr. MARINAS, J. M., op. cit., págs. 143-144.
80
I.4. LA FETICHIZACIÓN DE LA MERCANCÍA Y SU CONVERSIÓN EN
SIMULACRO
54
Entendida en un sentido amplio como “todo bien o servicio objeto de transacción en el
mercado”. Cfr. GINER, S., LAMO DE ESPINOSA. E. y TORRES, C. (eds), Diccionario de
Sociología, Madrid, Alianza Editorial, 2001, pág. 476.
55
La cursiva es mía.
81
humano, lo que implica una inversión del objeto y el sujeto: el capital resulta
ser el verdadero sujeto social y el trabajador es tratado como una mercancía.
Así pues, cuando decimos que el objeto de consumo funciona como objeto
fetiche estamos diciendo, desde la perspectiva freudiana, que ocupa el lugar
de una carencia; una carencia difícil de soportar porque supone una
56
En el sentido que Simmel inaugura: un entramado de relaciones reales y simbólicas, que
trasciende la noción de sujeto de consumo como individuo, y la de objeto de consumo como
bien que se compra, para incluirlos en una red de pautas culturales, de relatos y signos que
dan un nuevo sentido a ambos.
57
La desmentida es estructurante en el niño como respuesta al paso del principio de placer
al principio de realidad; cuando ocurre en la vida adulta, se produce como consecuencia de
una regresión a una fijación.
58
El fetichista rehúsa la percepción que viene de afuera, mientras que el neurótico rehúsa la
percepción de algo que viene de adentro.
82
amenaza narcisista y por ende se trata de encontrar un sustituto/fetiche que
la tapone.
A diferencia del falo, que tiene un valor simbólico pues apela a la ley y
evidencia la carencia, el fetiche pretende eludir la falta, pues se presenta
como un objeto que la tapa, por lo que esta operación consigue reconstruir la
imagen completa capaz de satisfacer el deseo. J. González Requena se
refiere al fetiche en los siguientes términos: “El fetiche constituye el resultado
de una operación metonímica tendente a restablecer la plenitud imaginaria
del objeto primordial, es decir, a reconstruir la plenitud narcisista” 59 .
Mucho más teniendo en cuenta que lo pulsional no se puede agotar, que los
deseos inconscientes se sitúan en el campo de lo fantasmático. Pero el
consumo, principalmente a través de la publicidad, se encargará de
estimular y presentar los deseos como posibles de colmar; el ciclo se
renueva constantemente pues el deseo brota de nuevo cuando, de la
comparación entre la idealización de la imagen y la experiencia real, o entre
lo que tienen los otros y a mí me falta..., nos percatamos de que no podemos
dejar de desear.
59
GONZÁLEZ REQUENA, J. y ORTIZ DE ZÁRATE, A., El spot publicitario. Las
metamorfosis del deseo, Madrid, Cátedra (Signo e imagen), 1995, pág. 42.
83
Hasta aquí hemos seguido un discurso más psicoanalítico para explicar el
mecanismo fetichista. Vamos a seguir a partir de ahora una perspectiva más
sociológica, tratando de articular ambos discursos, siendo conscientes de
que, en sentido estricto, estos discursos pertenecen a ámbitos radicalmente
distintos.
60
MARINAS, J. M., “La verdad de las cosas (en la cultura del consumo)”, en ÁGORA,
Universidad Santiago de Compostela, 1997, pág. 93.
61
AGLIETTA, M., Regulación y crisis del capitalismo, Madrid, SIGLO XXI, 1979, pág. 135.
84
interpelan ante todo, entre sí, como sujetos conforme a su posición social.
Por el contrario, son interpelados por una fuerza exterior, el sistema de
medios de difusión de la imagen que proporciona un retrato robot del deber
ser a través del retrato del sujeto consumidor. Así, los productos de consumo
son modelados desde la producción para ser manipulados y controlados
socialmente”.
L.E. Alonso 62 también se refiere a ello en la siguiente cita: “...el estilo de vida
se exhibe en el consumo, pero se origina en la producción, precisamente
porque el consumismo, como gozne ideológico de la modernidad líquida,
desradicaliza, naturaliza e individualiza las representaciones de las
desigualdades sociales básicas hasta darles la forma de un cinismo moral
banalizado y construido a la medida de la expansión máxima del reino de la
mercancía”.
Este idealismo es, según Baudrillard, la principal razón por la que el discurso
funcional sigue estando al día, cuando no es otra cosa que la estrategia que
oculta la función de distinción, implícita en la fetichización de la mercancía
definida a la vez como función de valor de uso y valor de cambio.
Según este autor, no podemos seguir sosteniendo hoy, en el estadio del
consumo avanzado en el que nos encontramos, que la utilidad queda al
margen de la relación social fetichizada, pues el sistema de necesidades es
62
ALONSO, L. E., “Cultura y desigualdad: el concepto de consumismo en Zygmunt
Bauman”, en Anthropos, Nº 206, 2005, pág. 42.
63
BAUDRILLARD, J., Crítica de la economía política del signo, op. cit.
85
hoy día una abstracción, más allá de que adopte la evidencia falsa de un
destino concreto, de una finalidad propia de los bienes y de los productos.
Esta hipótesis implica además “la existencia de un mismo código, que una
misma lógica abstracta regule el valor de cambio y el valor de uso”; ambos
tienen que estar estructurados de la misma manera, “y son las dos
fetichizaciones, las de los dos valores, ellas solas reunidas, las que
constituyen el fetichismo de la mercancía”. Pero el análisis marxista, al dejar
fuera de la lógica de la equivalencia el valor de uso de la mercancía, “al
mantener el valor de uso en los `incomparables´, ha contribuido a la
mitología (verdadera `mística´ racionalista) que hace pasar la relación del
individuo con los objetos concebidos como valor de uso por una relación
concreta y objetiva, `natural´ en suma, entre la necesidad propia del hombre
y la función propia del objeto, opuestamente a la relación `alienada´,
reificada, abstracta, que existiría con los productos como valor de cambio:
habría aquí, en el uso, como una esfera concreta de la relación privada, por
oposición a la esfera social y abstracta del mercado... Contra toda esta
metafísica hormigueante de las necesidades y del valor de uso, hay que
tener en cuenta que la abstracción, la reducción, la racionalización y la
sistematización son tan profundas y tan generalizadas al nivel de las
`necesidades´ como al nivel de las mercancías” 65 .
86
todo el trabajo de invasión del sujeto se abstraen y encuentran su
equivalente general en la utilidad y el sistema de las necesidades... Y lo
mismo que el valor de cambio no es sustancial al producto, sino una forma
que expresa una relación social, así el valor de uso no es tampoco una
función infusa del objeto sino una determinación social (a la vez del sujeto,
del objeto y de su relación)” 66
Por todo esto, el fetichismo del valor de uso es más profundo y “misterioso”
que el fetichismo del valor de cambio, ya que si éste borra el trabajo social,
el fetichismo del valor de uso consigue “la reabsorción sin rastro de todo el
proceso de trabajo ideológico e histórico, lo que conduce al sujeto a
pensarse como individuo, definido pos sus necesidades y sus satisfacciones,
y a integrarse de este modo idealmente en la estructura de la mercancía” 68 .
De esta forma, actúa como coartada perfecta para la aceptación de la
ideología capitalista en la sociedad de consumo: el valor de uso sirve para
ocultar la equivalencia entre el valor de cambio y los deseos de los
consumidores; “ocultarlo”, dice Baudrillard, “hasta excluirlo de toda
racionalidad práctica, para llevarlo al extremo de hacer coincidir el sujeto de
necesidades con los objetos reales concretos”.
66
Ibídem, pág. 156.
67
Ibídem, pág. 160.
68
Ibídem, pág. 161.
87
L.E. Alonso 69 se expresa en la misma línea cuando dice: “toda mercancía es
un evento simbólico antes que funcional, que se incrusta en una inmensa red
de demandas potenciales y complementarias y que refuerza la estilización y
la estetización de la realidad. El consumismo concentra casi todas las
dinámicas sociales de construcción del sentido hasta borrar especularmente
los orígenes de las diferencias sociales, de la división del trabajo y de la
necesidad misma”.
88
La mercancía como simulacro supone una vuelta de tuerca más sobre el
concepto fetichista de la mercancía, pues en este caso lo que se suplanta es
la naturaleza y de esa forma se recupera el naturalismo perdido: transforma
lo producido en algo más natural que la naturaleza y más real que la
realidad.
Así pues, a diferencia del fetiche, que, como hemos visto, se manifiesta en el
orden de la metonimia, en colocar el objeto en el lugar de la falta para
taponar la carencia, el simulacro actúa en el orden de la metáfora, lo que
significa que su objetivo es negar la falta suplantando la realidad prohibida
con realidad inventada.
70
Citado por MARINAS, J.M., “La verdad de las cosas”, op. cit., pág. 93.
71
Citado por SCHNAITH, N., op. cit., pág. 21.
72
BAUDRILLARD, J., La sociedad de consumo, op. cit., pág. 26.
89
y evocar algo para negarlo y rechazarlo... En cierta manera, el consumo
generalizado de imágenes, de hechos, de informaciones, pretende también
conjurar la realidad en los signos de la realidad”.
90
I.5. CONSUMO Y DERROCHE
73
BAUDRILLARD, J., Crítica de la economía política del signo, op. cit., pág. 5.
91
abuso fundamental y, después de apropiarse del poder, se han creído,
gracias a sus hábitos de disimulo, en situación de practicar una dominación
aceptable por las clases pobres” 74 .
Pero estas nociones, que han venido a ocupar el lugar vacío dejado por las
otras, no son nuevas, puesto que las sociedades primitivas ya practicaban el
despilfarro ostentatorio como forma de relación social, y que todavía hoy se
practica entre algunos pueblos que no han tenido acceso a la sociedad de
consumo, como por ejemplo entre los indios del noroeste americano; nos
referimos al potlatch, del que Marcel Mauss nos dejó un estudio magistral 75 .
74
BATAILLE, G., op. cit., pág. 37.
75
MAUSS, M., “Ensayo sobre los dones, razón y forma del cambio en las sociedades
primitivas”, Sociología y Antropología, Tecnos, Madrid, 1971.
92
considerables, ofrecidas por un jefe a su rival a fin de humillar, de desafiar,
de obligar. El donatario debe borrar la humillación y recoger el desafío: debe
cumplir con la obligación contraída al aceptar la donación; no podrá
responder, más tarde, más que por un nuevo potlatch, más generoso que el
primero: debe devolver con usura” 76 .
76
BATAILLE, G., op. cit., pág. 103.
77
LEVI-STRAUSS, C., Las estructuras elementales de parentesco, Buenos Aires, Paidós,
1969, pág. 552.
78
Gasto, en el sentido que le atribuye Bataille, significa “creación por medio de la pérdida”;
tiene pues un sentido equivalente a sacrificio.
93
nosotros tenemos algo que interesa a otros, son la primera prueba de
nuestro poder].
Es por esto por lo que, continúa este autor, habría que hablar de un
“derroche productivo..., donde lo superfluo precede a lo necesario, donde el
gasto precede en valor (cuando no en el tiempo) a la acumulación y la
apropiación”.
79
BAUDRILLARD, J., La sociedad de consumo, op. cit., pág. 69.
94
indispensable” 80 y que el sentido de la vida está más allá de la
supervivencia, como se expresa en el fragmento de Shakespeare que
hemos elegido para introducir estas reflexiones.
80
Ibídem, pág.70.
81
Ibídem, pág. 73.
95
de consumo necesita presentarse como un universo de abundancia en
constante proceso de cambio y renovación. Cristina Santamarina 82 lo
expresa en los siguientes términos: “La tasa de beneficios depende más que
de ofrecer mercancías, de producir nuevas “necesidades” que se adapten al
sistema de las ofertas. Y éstas, para “persuadir” de su excelencia han de
incorporar la novedad, el cambio, el progreso, la perfección (...) como
atributos homologados en cada una de las diferentes marcas en
competencia”.
En esta tarea, los medios de comunicación en general y la publicidad en
particular juegan un papel decisivo en cuanto que son los mediadores de
toda relación en la sociedad de consumo.
82
SANTAMARINA VACCARI, C., op. cit., pág. 75.
96
I.6. CONSUMO Y PUBLICIDAD
Este último epígrafe del primer capítulo de esta tesis trata el tema la
publicidad, en tanto que los conceptos desplegados en los anteriores
epígrafes circulan y se ponen de manifiesto en un discurso de lo público, es
decir, a través de la publicidad, un género de comunicación que, como tal, se
afirma a la par que la instauración de la burguesía como clase social
dominante; es a partir de entonces que la publicidad adquiere el sentido de
persuadir e influenciar en los comportamientos.
83
HABERMAS, J., Teoría de la acción comunicativa, Madrid, Taurus, 1995. Cfr.
SANTAMARINA, C., op. cit., pág. 79.
84
GONZÁLEZ MARTÍN, J. A., “Publicidad, modernidad y postmodernidad”, en Telos, Nº 8,
1985, pág. 80.
85
PENINOU, G., “La comunicación publicitaria”, en Telos, Nº 8, 1985, pág. 100.
97
Esta definición de Peninou nos ayuda a comprender que, aunque el origen
de la publicidad sea muy remoto, no pudiera fructificar hasta la Revolución
Francesa, que es cuando se dieron las condiciones sociales para que se
impusiera esta modalidad comunicativa de adoctrinamiento.
86
GONZÁLEZ REQUENA, J. y ORTIZ DE ZÁRATE, A., op. cit.
87
La seducción es, según González Requena, “el trabajo que conduce a capturar al Yo del
sujeto en la identificación imaginaria”. Ibídem, pág.18.
98
como dice C. Santamarina 88 , “su fuerza específica es unificar un universo de
significados en una matriz coherente, capaz de ser inmediatamente
asimilada por el consumidor”.
88
SANTAMARINA C., op. cit., pág. 70.
89
BENAVIDES DELGADO, J., “El lenguaje publicitario, instrumento de análisis y
comprensión de nuestra cultura”, en Telos, Nº 8, 1985, págs. 96-97.
99
Lo que está en juego en la sociedad de consumo no es tanto la inmediatez
del objeto de consumo cuanto la “representación social” del intercambio
consumista, según la perspectiva de Weblen.
90
IBÁÑEZ, J., “Una publicidad que se anuncia a sí misma”, en Telos, Nº 8, 1985, pág. 119.
91
Ibídem, pág. 122.
92
COSTA, J., “Crítica del sistema publicidad-consumo”, en Laus, Nº 147, Barcelona, 1991,
pág. 36.
100
sobre los beneficios “objetivos” del producto publicitado. A ello se refiere
Baudrillard 93 cuando señala que “el agente publicitario con éxito es el
maestro de un arte nuevo, el arte de hacer las cosas verdaderas, afirmando
que lo son”. Es verdad porque se afirma, no porque responda a la realidad.
93
BAUDRILLARD, J., La sociedad de consumo, op. cit., pág. 213.
94
GONZÁLEZ REQUENA, J. y ORTIZ DE ZÁRATE, A., op. cit.
95
Ibídem, págs. 18-19.
101
Pero la estrategia seductora nos presenta un objeto como verdaderamente
presente, aunque ese objeto no sea la cosa real, sino un objeto mucho más
valioso pues se trata del objeto de deseo que es presentado de forma
alucinatoria; en la estrategia seductora el enunciador y el receptor están
fusionados narcisísticamente: “Sí. Aquí, ahora, yo soy para ti, yo encarno tu
deseo, yo tengo –y, además, yo soy– lo que tú, lo que tus ojos desean” 96 .
96
Ibídem, pág. 22.
97
ALONSO, L. E., “Cultura y desigualdad: el concepto de consumismo en Zygmunt
Bauman”, op. cit., pág. 42.
102
Vamos a cerrar este primer capítulo con una cita de C. Santamarina 98 que
precisa de forma admirable las consecuencias que se derivan de la
preeminencia que adquiere la comunicación en la sociedad de consumo: “La
publicidad como particular forma de comunicación del mercado no sólo
orienta hacia la elección de las mercancías, sino que construye una nueva
perspectiva, al construir escenarios de sintaxis simbólica como
representación de las aspiraciones del buen vivir. Esta sobreabundancia de
propuestas ficcionales no sólo marca nuestro talento y nuestras pautas
morales, sino que nos pone ante una nueva definición sobre las
consideraciones de la verdad y la representación (...) La comunicación en el
consumo organiza una forma de concebir la realidad, porque detrás de una
manera de mirar, opera una manera de pensar que es la que organiza y
programa a la mirada misma. La manera de mirar y de pensar los mensajes
genera nuevos valores, y la publicidad es la creadora de una forma de
realidad que siempre se legitima a sí misma, siempre legitima la
preeminencia de la mercancía”.
98
SANTAMARINA, C., op. cit., págs. 89-90.
103
II. EL CONTEXTO CONCRETO: LA SOCIEDAD DE CONSUMO EN
ESPAÑA
104
rentas, muy al contrario de las aspiraciones burguesas, que encuentran su
razón de ser en la movilidad social, la competitividad y la producción de
riqueza, y que era lo que estaba ocurriendo en los países del entorno.
Los rastros dejados por esta característica en nuestra sociedad todavía hoy
son visibles, como, por ejemplo, que el deseo de pertenecer al cuerpo de
funcionarios sea una de las máximas aspiraciones de nuestros jóvenes, o
que la especulación del suelo sea uno de los pilares de nuestra economía, o
que el trabajo, sobre todo el manual, no se sienta como algo que
dignifica 101 ... Por el contrario, el tener propiedades está dotado de una fuerte
carga simbólica: equivale a ser alguien, tener estatus; un ejemplo de esto lo
tenemos en el valor que hoy en día tiene la compra de una vivienda, incluso
entre los jóvenes, algo que parece no ocurre en los países de nuestro
entorno.
101
Recuerdo un refrán muy popular en el contexto rural en el que me crié: “El trabajo hace a
la gente espantajo”, y que todavía hoy se sigue repitiendo.
102
ALONSO, L.E. y CONDE, F., op. cit., pág. 33.
105
Otra característica de nuestra sociedad que destacan Alonso y Conde es la
“prevalencia de lo comunitario frente a lo societario” 103 . Esta característica,
que es propia de las sociedades preburguesas, de un lado, es coherente con
el fuerte componente rural de nuestra sociedad y con la concepción
estamentalista que está en la raíz del catolicismo. Pero también, de otro
lado, es producto de la ausencia en nuestro país de una revolución
democrática sobre la que se hubiera podido legitimar el Estado mediante un
pacto fundante. Las consecuencias que se derivan de este hecho son
múltiples: exacerbación de nuestro individualismo ya de por sí muy arraigado
por el fuerte componente rural y católico, falta de sentido ciudadano,
desprecio generalizado hacia lo público (no confundir con lo estatal)... Esta
misma carencia estructural tiene también sus consecuencias en el campo
del consumo, como, por ejemplo, una desvalorización de los productos
nacionales frente a la hipervaloración de los productos importados, lo que
nos lleva a una situación de una excesiva dependencia de las marcas
extranjeras en nuestros consumos.
103
En esto siguen la interpretación que F. Tonnies, en Comunidad y Asociación, hace de
estos conceptos, siendo lo comunitario, lo colectivo y grupal: informal; y lo societario, lo
institucional e individual: contractual.
104
DE TORO, S., “La nación española”, en El País, 23 de septiembre de 2005.
106
aterrorizado se vio obligado a metamorfosearse y exiliarse del rural al
arrabal; un tremendo éxodo del campo a la ciudad que creó en apenas una
década masas informes. Nada sobrevivió a esos 40 años, ni la poca cultura
cívica ganada por las clases intelectuales urbanas, ni la memoria y el orgullo
de las clases trabajadoras, ni la cosmovisión y la identidad de los
campesinos. Sólo sobrevivió el instinto de supervivencia, elevado al
absoluto. Y disueltas previamente todas las estructuras cívicas, la
supervivencia sólo podía canalizarse de forma individual o a través de la
familia. (...) Los rasgos de la familia tradicional son el ADN de nuestra cultura
cívica: personas fuertes afectivamente, con expresiones abundantes de
afecto y momentáneo altruismo, individualistas pero gregarios, y con un
desprecio por los bienes comunes y un incivismo profundo. Quizá seamos
más generosos que otras sociedades, pero somos peores ciudadanos. (...) A
cada familia se le ofreció el pan blanco, becas para los hijos, las gradas de
los campos de fútbol y la quiniela del domingo. A cambio, los dueños del
pan, de las becas, de las gradas y de la quiniela pedían no la amnesia, pues
no se produce de modo voluntario, sino algo peor: la traición al pasado, a la
propia identidad. Negar lo vivido. El pan por la dignidad, o al menos por la
sumisión. Y la sumisión crea súbditos. Pero la democracia, la vida nacional,
la crea la ciudadanía, las personas libres que pactan la convivencia sobre
derechos y deberes. Ésos que corren en motos que braman o en GTs
atronantes sin importarles atropellar a niños o ancianos son nietos de los
que antes iban caminando o en burro a trabajar la finca, o luego en bici o
motocicleta a la obra. Fuimos siervos embrutecidos y somos brutales
consumidores. Y el consumidor dionisíaco, guiado únicamente por el deseo,
es el enemigo del ciudadano apolíneo, que pretende un equilibrio entre sus
deseos y lo posible y deseable”.
107
II.1. EL INICIO DEL CONSUMO EN ESPAÑA: UN MODELO DE
CONSUMO RESTRINGIDO Y ELITISTA
108
Primera Guerra Mundial y que es el que continúa vigente cuando triunfa la
Segunda República, y el fordista, que se desarrolla en paralelo al anterior
después de la Primera Guerra Mundial, coincide con el incipiente desarrollo
industrial en nuestro país, y se hace notorio fundamentalmente en los años
20.
109
otro intento de modernización de carácter bien distinto, ya que sus
promotores fueron, no la burguesía elitista, sino sectores sociales más
liberales, con unos valores y una ética diferentes de los de la burguesía
tradicional, y con los que los sectores más populares sentían afinidad. Este
intento frustrado de renovación que desembocaría en la Segunda República
tiene múltiples signos que dan cuenta de ello, como por ejemplo, los
elevados índices de lectura de la época, el desarrollo de los Ateneos
Populares, el aumento de la afiliación sindical... etc. Pero el alzamiento
franquista y la consiguiente guerra civil dio al traste con el ensayo
democratizador del sistema que supuso la Segunda República, y restableció
en el poder a los burgueses tradicionales y patrimonialistas, lo que significó
la vuelta a formas de producción cerradas, autárquicas y antiproductivas.
110
tecnócratas del Opus Dei toman el relevo y se lleva a cabo el llamado Plan
de Estabilización.
Estos dos aspectos, según Alonso y Conde, han configurado en nuestro país
una sociedad de consumo connotada de valores más positivos que en otros
países del entorno. No podemos olvidar que, cuando a finales de los años 60
el modelo de consumo estaba cuestionándose en muchas partes del mundo
occidental (revolución del 68), en nuestro país nos encontrábamos en plena
euforia consumista y lo vivíamos como un signo de apertura y de final de la
autarquía.
111
Como señala Alburquerque, “El sistema de racionamiento acabó resultando
un poderoso sistema de control político deliberadamente utilizado por el
poder en el sentido coactivo” 105 .
105
ALBURQUERQUE, F., “Métodos de control político de la población civil: el sistema de
racionamiento de alimentos y productos básicos impuesto en España tras la última guerra
civil”, en Estudios sobre la historia de España, tomo 2, Homenaje a Tuñón de Lara,
Ministerio de Educación y Ciencia, pág. 407. Cfr. ALONSO y CONDE, op. cit., pág. 125.
112
La primera apertura al exterior se produce a raíz de la firma de los tratados
con el Vaticano y EE.UU., lo que conlleva que entre los años 45 y 55 se
consigan unos niveles de renta per cápita similares a los de la Segunda
República, aunque marcados por una profunda desigualdad: de una lado,
están los viejos aristócratas y los nuevos ricos del estraperlo; de otro, están
los trabajadores, cuyas condiciones de vida empeoran a favor de los otros
grupos.
La publicidad de estos años, sobre todo en los inicios de los años 40, refleja
la penuria generalizada y la ideología dominante, predominando los
mensajes y las marcas de obvio carácter imperialista (galletas Imperial
Ártica, coñac Centurión...).
113
Así pues, como señalan Alonso y Conde, el Plan de Estabilización supuso
“la frontera simbólica de paso de la carencia al fuerte consumo voraz en el
modelo de la sociedad de consumo en España” 106
Con todo, todavía por aquellos años coexisten los viejos sueños del modelo
de desarrollo autárquico, como es por ejemplo el famoso Biscúter, con la
presencia de las primeras multinacionales, americanas fundamentalmente.
106
ALONSO, L. E. y CONDE, F., op. cit., pág. 154.
107
ORTÍ, A., “Estratificación social y estructura del poder: viejas y nuevas clases medias en
la reconstrucción de la hegemonía burguesa”, en Política y Sociedad. Estudios en homenaje
a Francisco Murillo Ferrol, Ed. Centro de Investigaciones científicas/Centro de estudios
Constitucionales, Madrid, 1987, págs. 720-721. Cfr. SANTAMARINA, C., op. cit., pág. 140.
114
patrones del modelo anterior e insisten en valores que tienen que ver con la
“distinción”, la “nobleza”, el “buen tono”; otras líneas publicitarias se refieren
a la transición entre el viejo y el nuevo modelo; aparecen también nuevos
significantes que hacen referencia a lo “moderno”, lo “científico”, así como
nuevos materiales, como las medias de Nylon, y también productos y
marcas de importación, como Vicks o Vespa...
115
II.2. EL NACIMIENTO DE LA MODERNA SOCIEDAD DE CONSUMO DE
MASAS: LOS AÑOS 60
108
ALONSO, L. E. y CONDE, F., op. cit., pág. 105.
116
Destacan estos autores algunos factores que incidieron en el nacimiento de
la sociedad de consumo en España, que marcan su carácter particular y que
todavía persisten en el modelo actual.
109
Ibídem, pág. 92.
117
El tercer factor que destacan Alonso y Conde como aspecto fundamental del
inicio de nuestra moderna sociedad de consumo es su carácter dependiente
y subalterno, en tanto que se trató de una modernización impuesta desde
arriba y se realizó sin que en paralelo se produjese una modernización de
las relaciones sociales y políticas.
A todo ello hay que añadir la enorme rapidez con la que se producen estos
cambios, pasando de una sociedad fuertemente agrícola a una sociedad
urbana en muy breve lapso de tiempo. Hay que tener en cuenta, además,
que esta transformación viene impuesta desde arriba, lo que no hace sino
incrementar la dualidad social y regional.
110
Ibídem, pág. 90.
118
II.2.1 LA CULTURA DEL CONSUMO, CLAVE DEL DESARROLLO
INDUSTRIAL EN ESPAÑA
119
consumidores, lo que sin duda ha sido muy negativo, según resaltan Alonso
y Conde, pues, de un lado, en lugar de favorecer una cultura del ahorro, el
esfuerzo y la inversión, como es lo propio en el inicio del desarrollo industrial,
se instauró una cultura del gasto, que tuvo como efecto la configuración de
un consumidor voraz y acrítico. Y de otro, se ha creado una cultura
empresarial carente de impulso innovador, de patrones de calidad, lo que
justifica plenamente la preferencia de los consumidores españoles por todo
lo extranjero frente a lo nacional.
En los inicios de los años 60, la estructura del gasto de los españoles se
concentra en el gasto de productos alimentarios, lo que evidencia el atraso
de nuestra sociedad de consumo y la hambruna recién superada, todavía
muy presente. Por aquellos años, la oferta de productos para el consumo era
muy restringida y limitada a unos productos básicos de consumo familiar y
doméstico. Dicha oferta consistía principalmente en productos de
alimentación: galletas, legumbres, chocolates, conservas de pescado...;
productos de aseo personal: jabón de tocador, colonia...; productos de
limpieza doméstica: abrasivos, limpiadores, jabones... etc; calzados y tejidos.
A esta escasa oferta se añadía, en el ámbito urbano, un incipiente mercado
de mecanización de las tareas domésticas: máquinas de coser, lavadoras o
cocinas de gas.
120
distribución complicada, ya que las infraestructuras de transporte eran muy
precarias.
121
Evolución de las principales partidas de gasto de los hogares españoles a la
largo de los sesenta 111
Partidas 1958 1960 1964 1966 1968 1973/74
Alimentación 55,3 53,8 48,6 45,4 44,7 36,7
Vestido y 13,6 11,2 14,9 11,5 13,5 10,5
calzado
Vivienda 5,0 9,0 7,4 8,6 10,5 13,1
Gastos de casa 8,3 7,9 9,2 9,6 8,0 8,6
Gastos diversos 17,8 18,1 19,9 24,9 22,7 31,1
y vacaciones
Fuente: INE
Estos datos no hacen sino indicar la evolución de nuestro modelo social, que
pasa de un consumo atrasado, donde la alimentación y los bienes primarios
y necesarios tienen un peso fundamental, a otro, en el que los bienes
ociosos cobran un peso especial y, por lo tanto, hacen referencia a un
modelo social más integrado en la estructura del consumo de masas.
111
Ibídem. pág. 163.
122
La lavadora y el televisor son con diferencia los productos que tienen mayor
penetración, y esto no es gratuito, sino que su simbólica responde a los
cambios que se están produciendo en el país. La lavadora responde a la
necesidad de facilitar una de las más pesadas tarea del ama de casa, en
tanto que ella será la principal prescriptora del consumo doméstico. El
televisor se sitúa en un ámbito bien distinto, el del ocio familiar, además de
ser el medio por antonomasia en la configuración de la sociedad de
consumo. Un dato significativo en este sentido es, por ejemplo, que cuando
todavía muchos hogares no tenían instalada el agua corriente, ya disponían
de televisor, lo que corrobora la fuerza de lo imaginario frente a la realidad
en la constitución de nuestro modelo capitalista de consumo, y que extiende
sus tentáculos hasta nuestra moderna sociedad del bienestar.
123
El establecimiento de las empresas multinacionales en nuestro país, además
de su contribución a la consolidación de la sociedad de consumo, va a tener
una enorme influencia en los cambios cualitativos que se van a dar en el
modelo de empresa en nuestro país, tanto en la gestión empresarial, como
en la gestión de recursos humanos: se empiezan a crear departamentos
nuevos, como los de marketing, ventas, compras, control presupuestario, de
personal... Cambió también el perfil profesional de los empleados, mucho
más jóvenes que los que era habitual encontrar en las empresas españolas.
Son modelos importados que van a ser asumidos por otras empresas del
país y constituyen el inicio de la creación de la competencia de mercado. De
esta forma, como antes hemos señalado, se inicia el modelo de sociedad de
consumo, no como una evolución “natural” desde la empresa tradicional,
sino como un modelo importado que sustituye al anterior de forma muy
rápida, dada la escasez de productos de consumo que existía y el deseo de
los españoles por acceder a nuevos estilos de vida y salir de la situación
periférica a la que nos tenía abocados el régimen franquista.
124
como la formación, tanto interna como externa, de los empleados; esta
actividad, en la que la compañía invertía un presupuesto importante, revertía
en la propia empresa, sobre todo en la lealtad de los empleados, que se
sentían en “deuda” con la compañía, y se garantizaba de esta forma su
permanencia y compromiso.
125
II.2.2. FASES DE DESARROLLO DEL CONSUMO EN LOS 60
126
A) LA PRIMERA MITAD DE LOS 60: LA CREACIÓN DE NUEVAS
EXPECTATIVAS CONSUMISTAS.
127
Pero, aunque de forma incipiente, empiezan a surgir otros productos, como
la máquina de afeitar, la cámara fotográfica o el tocadiscos, dirigidos a
nuevos públicos objetivos, como son los hombres y los jóvenes.
128
presencia del turismo y fuertes oleadas de emigrantes al exterior, que
conllevaron transformaciones sociales y económicas; a ello hay que añadir
una cierta apertura de la Iglesia católica con motivo del concilio Vaticano II y
una breve liberalización del régimen al hilo del desarrollo económico y de la
apertura exterior.
129
Tanto por ciento de amas de casa según las cosas que se echan de menos.
por clase social
Clase Clase Clase
acomodada media baja
Una buena vivienda 16 47 47
Mejor alimentación 6 14 21
Vestidos 6 18 17
Coche 8 17 2
Objetos de distracción y 3 18 2
cultura
Diversiones, cine 6 11 6
Aparatos de uso casero 6 11 6
Más tiempo de vacaciones 20 14 6
Mobiliario 2 19 14
Servicio doméstico 14 5 1
Joyas 3 5 2
Salud 7 1 5
No echan nada de menos 27 22 29
TOTAL (180) (528) (480)
112
(Fuente: J. Castillo )
Podemos ver en estos datos cómo es la clase media la que aparece más
integrada en la lógica del consumo de masas y la más acoplada con sus
mecanismos, dado que es la clase que más cosas echa en falta frente a las
otras dos clases.
Otros datos que resultan significativos de esta tabla son los siguientes:
112
CASTILLO, J., Sociedad de consumo a la española, Madrid, Eudema actualidad, 1987,
pág. 61.
130
aparatos de uso casero, que son, como ya antes hemos mencionado,
los que mejor reflejan la denominada “norma de consumo obrero”, y
por lo tanto es la que se siente más identificada con los mecanismos
motivacionales del consumo de masas.
El consumidor español, más allá del uso funcional del televisor, está muy
marcado por el uso simbólico de este objeto de consumo, y desde el
principio se considera como signo de prestigio y de estatus, convirtiéndose
131
de esta manera en el equipamiento signo en la moderna sociedad de
consumo.
132
consumo más acordes con los nuevos y futuros desarrollos de la sociedad
de masas, ayuda a crear nuevas formas de vida y de expresión social que
sustituyan a las tradicionales y hagan del consumo no sólo un
comportamiento de compra, sino también una forma de vida y expresión
social” 113 .
113
ALONSO, L. E. y CONDE, F., op. cit., pág. 207.
133
artificial, producto del esfuerzo del hombre y de su tecnología, y donde los
productos directos de la naturaleza perdían valor frente a lo nuevo, que
adquiría valor simplemente por serlo. Aún recuerdo cuando, siendo niña, mi
madre quiso sorprendernos sustituyendo el tradicional consomé, que tan
bien sabía hacer, por una sopa de sobre Gallina Blanca que una amiga
moderna le había hecho llegar desde Madrid, y que ella había reservado
para la comida especial de Navidad.
Así pues, mientras en otros países del entorno existían mecanismos que
ayudaban a regular las tensiones que implicaba la adaptación al modelo
capitalista de consumo, en España, y en el contexto de falta de libertades
democráticas, los conflictos no encontraban otra canalización que no fuera el
deseo de consumo, por lo que éste, de forma perversa, se va a sobrecargar
de valor hasta transformarse imaginariamente en un espacio social
integrador con connotaciones más profundas que lo ocurrido en otros
países.
134
II.3. EL CONSUMO DE LOS 70: LA CONSTRUCCIÓN DEL SISTEMA DE
MARCAS Y SEGMENTACIÓN DE LOS MERCADOS
135
Distribución porcentual de los hogares españoles según posesión de
algunos bienes, 1973
Bienes poseídos %
Frigorífico 82
Lavaplatos 4
Televisores 85
Tocadiscos 31
Magnetófono 23
Cámara fotográfica 30
Automóvil 38
(Fuente: F. Andrés Orizo) 114
Con todo, en los inicios de la década de los 70, la idea básica que rige la
posesión de bienes de consumo es todavía la de tener por tener los
productos que se publicitan y otros tienen, sin que esta tenencia se
acompañe de cambios sustanciales en el estilo de vida. Se adquieren los
productos de consumo con la mentalidad del nuevo rico que quiere tener de
todo ahora que puede, sin que esta posesión se acompañe de cambios
sustanciales en el estilo de vida, como, por ejemplo, la de disfrutar más del
tiempo libre, o la de incorporarse al trabajo fuera del hogar...; en lo
sustancial, y a pesar de estos progresos, se sigue haciendo un tipo de vida
muy parecido al tradicional. En muchos casos se da a estos bienes un uso
mínimo para evitar su desgaste o que se estropeen: son objetos
fundamentalmente fetichistas, símbolos que definen la personalidad o
condición social de su propietario, mucho antes que objetos de uso
facilitadores de la vida. Por todo ello, sociólogos de estos años tienen dudas
y se interrogan sobre si España, a pesar de todos estos avances, se puede
considerar una sociedad de consumo. En este sentido, Amando de Miguel
114
CASTILLO, J., op. cit, pág. 97.
136
afirmaba, a propósito de una encuesta del Reader´s Digest realizada en
varios países de Europa, que los españoles éramos europeos pero menos:
“el nivel de vida español se afirma todavía sobre la base de poseer más que
de disfrutar, de consumir los productos sucedáneos de la nueva civilización
de fabricación masiva con el privilegio de disponer todavía de algunos de los
servicios de una sociedad tradicional” 115 .
Con todo, a lo largo de estos años 70, se van consolidando las imágenes de
marca de los bienes de consumo, lo que conlleva la segmentación del
mercado en base a la elección de una marca u otra. J. Castillo aporta
ejemplos muy ilustrativos acerca de las imágenes de marca y la consiguiente
segmentación de los consumidores en relación a los modelos de coche de
aquellos años: “el `Citroen 2 CV´ es un coche práctico, así como el ´Reanult
4´, ambos son apropiados para vendedores, viajantes de comercio y
agricultores. La gama `SEAT 850 coupé´ se considera deportiva, es coche
adecuado para jóvenes y personas con gusto por el riesgo; el `SEAT
1430´es propio de personas elegantes y mayores, en especial para sensatos
padres de familia; el `SEAT 600´es práctico, es el coche ideal de los
empleados y trabajadores; el `Reanult 8´es masculino; el `SIMCA 1000´, por
el contrario, es femenino” 116 .
137
se lanzaran a la adquisición de productos/marcas de forma compulsiva y
nada racional; fomento del consumo estimulado por las empresas
multinacionales que siguen aterrizando en nuestro país a lo largo de los
años 70 y con unas estrategias de marketing y publicidad muy bien
desarrolladas.
117
ESPINO, Rosa Mª., “Crónica de las transformación de los modelos empresariales y de
los tipos de investigador en España: 1960-2001”, en Política y Sociedad, Vol. 39, Nº 1,
2002, pág. 120.
138
Las marcas, que habían iniciado la construcción de su imagen en la década
anterior, se consolidan simbólicamente, y tienen que competir con las
nuevas que aparecen, lo que obliga a que busquen su diferenciación en un
mercado cada vez más competitivo, bien sea a través de un nuevo concepto
de producto, bien sea a través del surgimiento de nuevas necesidades.
139
medios de comunicación de masas emergentes, de forma general,
consiguen un enorme desarrollo de la contratación de soportes publicitarios.
140
se consolida: es la época en la que se crean los Institutos de investigación
de mercados.
118
ESPINO, Rosa Mª., op. cit., pág. 128.
141
homogeneizar sus sistemas para poder comparar resultados en distintos
países.
Así pues, el consumo de masas que se inicia en los años 60, se expande en
los años 70 de forma muy rápida, si tenemos en cuenta que en muy poco
tiempo se generalizan consumos como el automóvil, el televisor, o el
teléfono, haciéndose accesibles en la mitad de la década de los 70 a un gran
número de españoles, a pesar de que existieran todavía grandes diferencias
tanto a nivel regional, como entre los empleados en el medio rural y los del
medio industrial y de servicios.
142
diversos ámbitos de la vida social” 119 y se manifestaba ahora incapaz de
generar las tasas de crecimiento y de rentabilidad que había estado
proporcionando, lo que produjo la desaceleración en los incrementos de la
productividad.
Con todo, dicha crisis trae como consecuencia un aumento del pesimismo
sobre el futuro económico del país y de la propia economía familiar, siendo
más acusado en el primer ámbito que en el segundo.
119
ALONSO, L. E. y CONDE, F., “Gente conectada: la emergencia de la dimensión fática en
el modelo de consumo glocal”, en Política y Sociedad, Volumen 39, Nº 1, 2002, pág. 28.
143
II.4. EL CONSUMO DE LOS 80: BONANZA, INFLEXIÓN Y CRISIS
144
Pero esta “modernización” va a llevar aparejada la desregulación del
mercado laboral, provocada, como señala Cristina Santamarina 120 , por la
multinacionalización de la economía y la tercera revolución industrial,
representada por la informática y el nuevo sistema de telecomunicaciones.
Así pues, se produce una gran invasión de productos de todo tipo y marcas,
que se ponen al servicio de la autoconstrucción de la propia imagen.
120
SANTAMARINA VACCARI, C., op. cit.,, págs. 155-156.
121
ESTEVE MORA F., “La evolución del consumo”, en La reestructuración del capitalismo
en España 1970-1990, Barcelona, FUHEM, 1991, págs. 675-576. Cfr. SANTAMARINA
VACCARI, C., op. cit., págs. 157-158.
145
Surgen nuevos sectores como, por ejemplo, el ocio, el turismo, el bricolaje,
discografía..., etc. También es el inicio del consumo de nuevos productos
tecnológicos/informáticos para empresas y de las nuevas tecnologías
mediáticas domésticas, TV en color, vídeo, electrodomésticos de todo tipo.
Todo para satisfacer las demandas de los nuevos ejecutivos en cualquiera
de los entornos en los que habita: trabajo, hogar, ocio...
122
ESPINO, Rosa Mª., op. cit.
146
recesión económica y como medida paliativa, toman la decisión de devolver
la hegemonía a las centrales europeas, dado que con el ingreso de España
en el Mercado Común Europeo habían desaparecido los aranceles. Ello
supuso que muchas empresas europeas que habían abierto sus fábricas la
década anterior, cerraran y desplazaran su producción a las fábricas en los
países de origen, sin ni siquiera haber amortizado la inversión.
Y es que la crisis va a dar lugar a una gran actividad comercial entre las
empresas, con numerosas compras y fusiones entre empresas clientes, así
como reestructuraciones entre empresas filiales, lo que supuso en muchos
casos el despido pactado de personal cualificado y un aumento del paro muy
importante.
147
II.5. EL CONSUMO DE LOS 90: LA GLOBALIZACIÓN ECONÓMICA
123
ALONSO y CONDE, “Gente conectada: la emergencia de la dimensión fática en el
modelo de consumo glocal”. Op. cit.
124
Debemos tener bien presente que el consumo privado ha sido y es el componente más
importante de nuestro PIB.
125
En 1993, el PIB español se sitúa por debajo de la media europea, después de un
crecimiento sostenido desde 1985.
148
Dicha crisis afecta de forma muy directa a las multinacionales implantadas
en nuestro país que, de un lado, congelan las inversiones y, de otro,
comienzan a transformar la estructura organizativa de sus empresas. Esta
situación arrastra consigo numerosos despidos y reestructuraciones, lo que
origina un fuerte aumento del paro, que se convierte así en la bestia parda
del progreso económico.
A esto hay que añadir el hecho, derivado de la caída del muro de Berlín, de
que los países del Este, e incluso Portugal, son más interesantes que
España a la hora de instalar sus empresas, ya que representan nuevas
oportunidades de negocio porque son mercados no saturados y porque los
costes de producción en estos países son más bajos. España ya ha perdido
el atractivo inversor que podía tener para las empresas multinacionales, a
partir de su incorporación a Europa.
Ante esta situación de paro creciente, como señala Rosa Mª Espino 126 ,
surgen pequeñas empresas o trabajadores free-lance como solución para la
reconversión de los despedidos, lo que genera una atomización de
empresas de servicios, favorecida por la posibilidad de fragmentación de la
producción y la subcontratación de parte del proceso de producción. Todo lo
contrario al modelo fordista, origen de la moderna sociedad capitalista.
126
ESPINO, Rosa Mª., op. cit.
149
productos no importan, se han volatilizado en el universo de la nueva
sociedad líquida.
127
ESPINO, Rosa Mª., op. cit., pág. 124.
128
CASTELL, R., Les metamorphoses de la question sociale, París, Fayard, 1995.
150
Alonso y Corominas 129 se refieren a la glocalización como “un sistema de
regulación donde un Estado impreciso tiende a ceder su hegemonía a redes
de decisión formadas por empresas globales y gobiernos urbanos en un
marco territorial donde aparecen archipiélagos tecnológicos constituidos a
partir de la máxima disponibilidad de los gobiernos locales (...) hacia las
estrategias de localización y asentamiento de las grandes empresas
transnacionales”.
129
ALONSO, L. E. y COROMINAS, D., “Estado y Mercado en el Contexto de la
Glocalización: Un ensayo de Interpretación sobre el modelo social madrileño”, en. Economía
y Sociedad, Nº 12, junio, 1995.
130
GINER, S. y LAMO DE ESPINOSA, E. (eds), Diccionario de Sociología, Madrid, Alianza
Editorial, 2001.
131
ALONSO, L. E. y CONDE, F., “Crisis y transformación de las sociedades de consumo: de
los modelos nacionales al modelo glocal”, en Estudios sobre Consumo.,Nº 36, Ministerio de
Sanidad y Consumo, Madrid, 1996, pág. 15.
151
según Alonso y Conde, a una lógica centrífuga, que dualiza y fragmenta la
sociedad incrementando las desigualdades sociales; “frente al anterior
`universo simbólico´ que unificaba e integraba el conjunto de la sociedad,
estaríamos asistiendo a la ruptura del pacto simbólico (pacto Keynesiano)
que fundaba y constituía dicho universo y, por tanto, estaríamos viviendo el
proceso de transición hacia un `pluriverso simbólico´ fragmentado y con
distintos universos simbólicos parciales, con sus leyes y códigos
específicos” 132 .
152
Mientras que en el modelo fordista las identidades estaban articuladas a
través del lo nacional-estatal (primeras) y a través de los `roles
profesionales´(segundas), que se expresaban en el consumo, en el modelo
glocal se cuestionan las identidades primarias y se debilitan las identidades
secundarias, pues tanto el trabajo como el consumo están marcados por la
fugacidad, la incertidumbre, la inestabilidad; creándose lo que estos autores
denominan una “conciencia social difusa”.
153
“contraproductivo”, según un modelo defensivo. Los consumos de fin
de semana de los jóvenes entrarían de lleno en este modelo.
154
para estar juntos, para formar comunidad con los otros, aunque sea de
forma puntual o virtual.
155
década de los 60, hasta su plena consolidación en los años 80 y la llegada
de la globalización económica en la década de los 90. Será en el contexto de
finales de los 80 y principios de los 90 donde se situará la investigación
práctica que veremos en la segunda parte de esta tesis.
156
III. LOS SUJETOS: EVOLUCIÓN DE LOS JÓVENES ESPAÑOLES EN EL
CONTEXTO DE LA SOCIEDAD DE CONSUMO DE MASAS
136
ZÁRRAGA J. L., Informe Juventud en España. La inserción de los jóvenes en la
sociedad, Ministerio de Cultura. Instituto de la Juventud, 1985, págs. 377-378.
137
El concepto de generación es un concepto un tanto ambiguo, que ha sido empleado por
diferentes autores con distinto sentido. Ortega y Gasset, en su libro El tema de nuestro
tiempo, se refiere a generación como configuraciones culturales con unidad propia y sujetas
a un ritmo específico. Zárraga lo define como “subconjunto de la población que se ha
formado socialmente y se ha integrado en la sociedad en una determinada fase de su
desarrollo y en las mismas circunstancias históricas, compartiendo sus formas sociales, su
cultura y la experiencia de los acontecimientos concretos que marcan el periodo” (op. cit.,
pág. 378). Otros autores emplean el término generación a la hora de referirse a los nacidos
en un determinado intervalo de tiempo, por lo que según Zárraga habría que diferenciar
entre generación y cohortes generacionales, que tiene un sentido puramente demográfico.
Martín Serrano utiliza el concepto de generación en una línea muy similar a la de Zárraga:
157
años, pues si bien estos determinantes afectan a todos los sujetos sociales,
en el caso de los jóvenes forman parte de su identidad generacional,
teniendo en cuenta la situación de tránsito a la vida adulta en la que se
encuentran.
“una generación está formada por todas las promociones que han compartido la misma o
las mismas etapas axiológicas”. Entendiendo por etapa axiológica “un periodo histórico
durante el cual está vigente entre los jóvenes una determinada representación de su propia
condición”, que implica “lo que el joven es (en tanto que joven); lo que el joven tiene (en
tanto que miembro de la comunidad); todas las evaluaciones, que se refieren a lo que el
joven aspira (en tanto que ser humano con objetivos vitales que alcanzar), y a lo que el
joven cree que debe hacer (para lograr sus objetivos e influir en la marcha de las cosas)”, en
“Historia de los Cambios de Mentalidades de los Jóvenes entre 1960-1990”, págs. 18-22. En
esta tesis no vamos a entrar en este tipo de discusiones conceptuales y vamos a emplear el
término generación en el sentido que lo hacen Zárraga y Martín Serrano.
138
MARTÍN SERRANO, M., Historia de los Cambios de Mentalidades de los Jóvenes entre
1960-1990, Ministerio de Asuntos Sociales. Instituto de la Juventud, 1994, págs. 18-22.
139
La comercialización de la píldora anticonceptiva supuso un hito fundamental en la
liberalización de las prácticas sexuales.
158
La 2ª etapa, según el autor, está “centrada en la ejecución de programas
políticos”. Esta etapa se extiende desde 1969, con el nombramiento del Rey
Juan Carlos I como sucesor de la dictadura franquista, hasta 1982, en que
se consolida la transición democrática y el PSOE gana por mayoría absoluta
las elecciones legislativas. La generación joven en esta etapa tiene sus
ilusiones puestas en la emancipación personal y en la llegada de la
democracia. Son jóvenes más dogmáticos que la generación anterior y
comprometidos con la elaboración de proyectos políticos, pero que, una vez
llegada la democracia, conocerán el desencanto.
140
En nuestra opinión, esta etapa habría que ampliarla hasta 1993-1994, que es cuando se
empieza a evidenciar en nuestro país la recesión económica.
141
O, mejor, cohortes generacionales, según la distinción que hace Zárraga.
159
• Los nacidos de 1954 al 67 viven la segunda y la tercera etapa durante
su juventud.
142
ZÁRRAGA (1985), op. cit., págs. 379-380.
160
Vamos a ocuparnos a continuación de conocer la evolución sufrida por los
jóvenes españoles en el periodo histórico comprendido entre la década de
los 60 y los 90. Seguiremos en nuestra exposición las tres etapas acotadas
por Martín Serrano, reformulándolas según nuestro objetivo último, que no
es otro que el de conocer la influencia del consumo en la identidad de los
jóvenes, y profundizando en la tercera de dichas etapas por ser a la que
pertenecen los jóvenes de nuestra investigación empírica.
161
III.1. PRIMERA ETAPA: ENTRE EL AUTORITARISMO Y EL IDEALISMO
162
Las influencias que les llegan del exterior también son muy escasas,
básicamente americanas, a través del cine y, en menor medida, de las bases
militares instaladas en nuestro país.
145
En 1952 se retiran las cartillas de racionamiento.
163
ha dificultado superar la situación periférica en la que la historia les ha
colocado.
146
Para Martín Serrano componen esta generación los nacidos entre 1940-1953.
164
aumentó como nunca antes había ocurrido, sino porque fue la primera
generación que, tras la posguerra, gozó de una importante mejora educativa,
y esto les permitió acceder a mejores puestos de trabajo.
Con todo, todavía los valores que movilizan a los jóvenes de aquellos años
son valores más idealistas que materialistas: lo que se desea es el poder y
el prestigio que otorga el insertarse en el nuevo modelo social (conseguir un
buen trabajo o un ascenso), antes que el dinero para conseguir los objetos
que les ofrece la sociedad de consumo. Las señas de identidad de estos
jóvenes son más la ambición y la competitividad que el ardor consumista,
aunque no se desprecia el deseo de conseguir un bienestar económico que
posibilite adquirir los nuevos objetos de consumo y los bienes y servicios que
ahora pueden llegar a conseguir: un piso o un coche, poder salir de
vacaciones a la playa o a la sierra, disfrutar del ocio y divertirse fuera del
ámbito doméstico...; por todo esto, la recurrencia al pluriempleo o el pago a
plazos está a la orden del día.
165
La ruptura con el pasado condujo a estos jóvenes a buscar nuevas formas
de identidad con la mirada puesta en el presente y el futuro, y las nuevas
costumbres pasaban por marcar claramente la diferencia con respecto a los
padres; así, por ejemplo, se producen cambios muy significativos en las
formas de vestir, en los tipos de músicas y ritmos, en los estilos de vida en
general, que enseguida significaron una seña de identidad frente a la
generación de los padres. Como señalan Ángel Aguirre y Marisol
Rodríguez 147 , “se produce una revolución en sus costumbres cuyas
principales manifestaciones fueron la indumentaria extravagante (minifaldas,
colores vivos), los pósters, los discos, la música estridente (rock vs. música
folclórica), el baile (vs. bailes regionales), las melenas, etc. Serán los
llamados chicos y chicas ye-ye con ‘el pelo alborotado y las medias de color’.
Fueron los `auténticos rebeldes´ que bailaban en los `guateques´ y `boîtes´
al ritmo de las canciones del verano, de los Beatles (actuaron en España en
1965) y de los primeros grupos yeyés que comenzaron a formarse a partir de
1965: ‘Los Gatos Negros’, ‘Los Continentales’, ‘Los Estudiantes’ y ‘Los
Botines’”.
Los jóvenes, nos cuenta Martín Serrano 148 , “se reúnen en los guateques
donde pueden beber alcohol y bailar los nuevos ritmos sueltos alternándolos
con los más suaves ‘agarrados’. En las ciudades comienzan a abrirse
locales a los que acuden las parejas jóvenes que pueden ‘hacer manitas’ y
besarse en la penumbra. También en el cine, las parejas buscan las últimas
filas, donde desahogar su erotismo lejos de testigos”.
Todos estos cambios en las costumbres agravan los conflictos familiares; los
choques generacionales surgen fundamentalmente en materia de religión,
política, estudios, profesión, sexualidad, los gustos, las modas... No
podemos olvidar que los padres de estos jóvenes de los 60 fueron los
últimos de una educación basada en el autoritarismo, donde los hijos, y
147
AGUIRRE, A. y RODRÍGUEZ, M., “Skins, Punkis, Ocupas y otras tribus urbanas
españolas”, en Antropológica 19, Segunda época, 1996, págs. 85-86.
148
MARTÍN SERRANO, M., op. cit., pág. 35.
166
sobre todo las hijas, tenían que pedir permiso a sus padres para poder
realizar cualquier actividad que desearan. Tampoco que en esos años,
todavía de dictadura y de nacional-catolicismo, la familia era la fiadora del
comportamiento de los hijos, por lo que las generaciones jóvenes
continuamente veían restringidos sus anhelos de libertad privada, no sólo
pública.
Por todo ello, el deseo de emancipación del hogar paterno era el principal
objetivo de estos jóvenes, que querían divertirse igual que sabían hacían los
jóvenes americanos o los franceses, estudiar o trabajar en lo que les
gustaba, ser considerados adultos en la nueva sociedad... El anhelo de
aquellos jóvenes era vivir independientes y sustituir el hogar paterno por uno
propio en el que poder compartir con otros el modo de ver la vida, totalmente
opuesto al de sus padres.
La solución en muchos casos era cambiar de ciudad, bien para trabajar y/o
estudiar, bien para contraer matrimonio; esta última solución se presentaba
en bastantes ocasiones como la alternativa más aceptada para conseguir la
anhelada libertad, sobre todo la sexual, teniendo en cuenta la represión que
ejercían no sólo los padres, sino también las fuerzas del orden, además de
la propia autorrepresión, y que los anticonceptivos no eran fáciles de
conseguir, mucho menos poder abortar.
167
La lucha contra la dictadura y el deseo de romper con el sistema social se
fueron haciendo cada vez más perentorios para estos jóvenes idealistas;
tanto que, a finales de la década, se pone de manifiesto el malestar de los
jóvenes a través de las revueltas de los estudiantes en las calles. También el
cine, el teatro y la música fueron testigos de esta protesta juvenil contra el
sistema dictatorial.
Todos estos conflictos, con la familia, con el estado, con la iglesia, tienen
como único desenlace la ruptura: salida del hogar, abandono de la fe
religiosa, militancia clandestina contra el franquismo...; como dice Martín
Serrano 149 , desgarros afectivos, intelectuales, sociales, que sufrieron estos
jóvenes al mismo tiempo; “dilemas que les obligaban a optar entre la familia
y la fidelidad a sí mismos, la fe y el gozo, la seguridad personal y las
libertades públicas. Cabe suponer que el costo personal tuvo que ser muy
alto”.
Pero, a pesar de todas estas tensiones y desgarros, los jóvenes de los años
60 son idealistas: viven con el proyecto vital de un cambio social, al igual que
los jóvenes de los países más desarrollados, como decían los ecos que
llegaban de la vecina Francia. Aunque los mismos eslóganes, “prohibido
prohibir” o “sé realista, pide lo imposible”, que los jóvenes franceses gritaban
contra la alienación del modelo capitalista de consumo, los jóvenes
españoles los coreaban con otro sentido, pues aquí el consumo apenas se
estaba iniciando y era, antes que alienante, un modelo emancipatorio, pues
favorecía el olvido del ostracismo pasado. Cuando los jóvenes de fuera de
nuestras fronteras luchaban por su deseo de crear una sociedad utópica
como alternativa a la actual, los jóvenes españoles comenzaban a disfrutar
del aperturismo y de las ventajas de la sociedad de consumo. Ya hemos
visto en el segundo capítulo de esta tesis el efecto de todo esto sobre la
propia estructuración de nuestra sociedad de consumo de masas.
149
MARTÍN SERRANO, M., op. cit., pág. 37.
168
También se evidencia la dualidad que se vive en la España de los años 60,
pues, de un lado, se asiste a un boom económico y social sin precedentes a
partir de los nuevos ámbitos de libertad y bienestar que empiezan a
perfilarse; de otro, y en paralelo, esta nueva situación convive con la
opuesta, marcada por la represión y el control que se despliega a través de
sus mecanismos de funcionamiento: censura, encarcelamientos, pena de
muerte..., etc.
169
III.2. SEGUNDA ETAPA: ENTRE EL COMPROMISO POLÍTICO Y EL
DESENCANTO
Esta segunda etapa, que se extiende desde finales de los 60 hasta principios
de los 80, se caracteriza por la consolidación de la sociedad de consumo de
masas y por la transición democrática 150 . Conviven en esta etapa dos
generaciones de jóvenes:
Los nacidos desde mediados de los 50 hasta la mitad de los 60 151 , que
también van a conocer como jóvenes la etapa siguiente. Este periodo se
caracteriza por tener las tasas de natalidad más altas de la posguerra y
por el desarrollo económico que se opera en nuestro país, principalmente
a raíz de la progresiva apertura hacia el exterior y la iniciación del modelo
de consumo de masas, que conllevaron fuertes movimientos migratorios
y un desarrollo económico y social importante.
150
En 1982 el PSOE gana por mayoría absoluta las elecciones legislativas.
151
Martín Serrano los sitúa entre 1954 y 1967.
170
prometedor que llegaría con el fin de la dictadura franquista. Del desencanto
que empezaba a apoderarse de los jóvenes en otras partes del mundo,
nuestros jóvenes participarán cuando se empiecen a manifestar los primeros
efectos de la crisis, con un aumento espectacular del paro, tras la muerte del
dictador.
A. Aguirre y M. Rodríguez 152 señalan tres aspectos que dan cuenta del perfil
del joven de los años 70: el movimiento contracultural, el compromiso
político por la democracia y el sentimiento de desencanto y frustración
(pasotismo y movimiento punk).
Pero la aceptación por parte de los jóvenes españoles de ese estilo de vida
fue meramente mimética, superficial, en las formas estéticas del vestir
fundamentalmente; en otros aspectos, como el regreso a sistemas de
producción creativos y artesanales, o el utopismo pacifista, no eran
coherentes con la realidad de los jóvenes españoles, que estaban centrados
en otro tipo de compromisos sociales. El hecho también de que el
movimiento hippie se asociara a la droga y al sexo no contribuyó a su éxito
entre los jóvenes españoles; por todo ello fueron muchos más los jóvenes
152
AGUIRRE, A. y RODRÍGUEZ, M., op. cit., págs. 92-98.
171
que se comprometieron con la lucha, que aquéllos, muy pocos, que
decidieron salirse del sistema e incorporarse a la comuna.
153
VÁZQUEZ, J. L. y MEMBA, J., La generación de la democracia. Historia de un
desencanto, Madrid, Temas de hoy, Ensayo, 1995, pág. 101.
154
AGUIRRE, A. y RODRÍGUEZ, M., op. cit., pág. 96.
172
Otros jóvenes canalizan su compromiso a través de la militancia organizada
en el amplio espectro de partidos de izquierda. Se produce un gran
incremento de la militancia de los jóvenes en los movimientos políticos y
ciudadanos a partir de la afiliación de muchos artistas e intelectuales de la
época al PCE, cuando se democratiza su programa; también influye que los
sindicatos de izquierdas, fundamentalmente CC.OO, consiguen que se
relacionen los salarios y las condiciones de trabajo con la falta de libertades
y con los contenidos de la enseñanza.
173
jóvenes hacen de la “fiesta-manifestación” una forma de ruptura con el
régimen autoritario. La asamblea y la manifestación-protesta se convirtieron
en sus prácticas habituales, por lo que son frecuentes los enfrentamientos
con la policía, con los “grises”, que cargaban contra los jóvenes
manifestantes en la calle de forma contundente con porras, balas de goma y
chorros de agua coloreada. El gobierno, en su ineptitud, identifica juventud
con derrocamiento del régimen a partir de las revueltas universitarias, con lo
que consigue que los jóvenes hagan de la lucha por la democracia una de
las señas de su identidad generacional.
174
católicos en la causa común de la democracia. También la jerarquía católica
era muy prudente en sus pronunciamientos, consciente de que los jóvenes
aceptaban sin reservas la unión libre, el divorcio y el control de la natalidad.
157
La ley del divorcio no llegará hasta 1981.
175
además de la “normalización” de ciertas conductas y prácticas que antes
estaban reprimidas, consiguen que los jóvenes que habían defendido la
posición contracultural se sientan defraudados. Y ello a pesar de que, una
vez superados los años de persecución política, la imagen de la juventud es
muy halagüeña, pues era un rasgo que compartían los líderes políticos de la
época.
La crisis económica, junto al clima político que se vive esos primeros años
de la democracia, con los inevitables pactos políticos, ensombrecen la
confianza de los jóvenes en el futuro. Tampoco ser joven es un valor
cotizable en el mercado laboral, aunque sí lo sea para la sociedad de ocio y
consumo que se está consolidando.
158
Martín Serrano, M., op. cit., pág. 42.
176
identificable por su aspecto y atuendo: barba, traje de pana, trenca, y se
siente con derecho a ser elegido para algún cargo público como participante
activo en la lucha por la libertad; una forma de asegurarse su futuro”.
159
PÉREZ LLORCA, J. La juventud española de la dictadura a la democracia (1975-1981).
Cfr. AGUIRRE, A. y RODRÍGUEZ, op. cit., pág. 97.
160
VÁZQUEZ, J. L. y MEMBA, J., op. cit., pág, 76.
161
AGUIRRE, A. y RODRÍGUEZ, M., op. cit., pág. 97.
177
pantalón vaquero y camiseta, sandalias, moda militar..., y por una jerga
propia 162 (“cheli”, “pasota” o “lenguaje del rollo”: “paso de todo”, “qué pasa,
tío”, “vaya rollo”, “carroza”, “mola”, “basca”...), que tiene una raíz
contracultural; comienza siendo identitaria pero se extiende rápidamente
entre los adolescentes gracias a su utilización en la radio y la TV”.
Todas estas contradicciones que viven los jóvenes van a arrastrar múltiples
consecuencias, como por ejemplo el que muchos se enganchen a la droga.
La droga, que había hecho su aparición en los años 60, va a ser la causante
de numerosos estragos. El hachís comienza a circular entre los jóvenes de
los 70 como una forma de consumo más, perdiendo de esta forma el aura
que tuvo en los años de la psicodelia y transformándose en algo habitual que
identificaba a los jóvenes más radicales: fumar porros se pone de moda y
forma parte de la realidad cotidiana de aquellos jóvenes más comprometidos
en la lucha antifranquista. Pero también las anfetaminas, muy usadas entre
los jóvenes estudiantes, y la heroína, habituales fundamentalmente entre los
líderes de los grupos musicales, consiguen que las drogas se instalen entre
los jóvenes en su función más siniestra y autodestructora.
Surge otra visión del mundo centrada en el valor de la amistad, por donde se
canaliza otra forma de vinculación a la sociedad, principalmente a través del
consumo y del ocio; lo opuesto al compromiso y el sacrificio que exigía la
movilización política en los tiempos de la lucha contra la dictadura: ahora se
desconfía de todo lo que suponga un compromiso con el futuro. Como
señala Martín Serrano 163 , “a la afinidad que despertaba el camarada,
comienza a sustituir la que despierta el colega; el tío o la tía miembro de la
misma tribu urbana”.
162
El leguaje pasota es profundamente analizado por Felix Rodríguez González en su libro
Comunicación y lenguaje juvenil (1998).
163
MARTÍN SERRANO, M., op. cit., pág. 43.
178
que ya se perfila nítidamente una cultura propia en torno al consumo y al
ocio: unas formas de vestir (surgen tiendas de ropa juvenil y el furor de las
marcas, fundamentalmente americanas) y una jerga juvenil que les identifica
y separa del mundo adulto.
Aguirre y Rodríguez 164 describen con todo lujo de detalles las formas de
vestir, el ocio y la música de los jóvenes de los 70. Los chicos visten
pantalones de pata de elefante de distintos tejidos (vaquero, pana, tergal,
piel de melocotón...) y de amplio espectro de color, camisas de cuellos
grandes, corbatas anchas y cortas, chaquetas entalladas, botas camperas...
También su estética personal les identifica: cabellos largos y patillas. Las
chicas llevan pantalones igual que los de los chicos, faldas plisadas por
encima de las rodillas, blusas de grandes cuellos y suéteres ceñidos, zuecos
de corcho, zapatos de tacón ancho..., pelo largo rizado, liso o crepado. Los
amuletos al cuello, los macutos y los bolsos grandes, que se podían
encontrar en los mercadillos de los hippies, completaban el atuendo de
ambos.
164
AGUIRRE, A. y RODRÍGUEZ, M., op. cit., págs. 90-92.
179
La música se convierte en la principal manifestación juvenil. Los estilos
musicales son de lo más heterogéneos: música disco, música melódica
italiana, las canciones del verano (“Eva María”, “Te estoy amando
locamente”, “Chiquitita”...), las recopilaciones de los 50 y los 60 (Beatles,
Rolling Stones, Pink Floyd, Led Zeppelin, Chick Corea, David Bowie...) Los
cantautores, con sus canciones protesta, se siguen oyendo a principios de
los 70, hasta casi desaparecer tras el Festival de los Pueblos Ibéricos,
celebrado en la Universidad Autónoma en 1976, y donde se dio la noticia de
la matanza de Montejurra, que causó gran conmoción en los ánimos de
aquellos jóvenes que ya esperaban con impaciencia la democracia.
180
III. 3. TERCERA ETAPA: ENTRE LA IDENTIFICACIÓN CON EL
MERCADO Y LA DEPENDENCIA FAMILIAR
181
instalando en paralelo al establecimiento de la crisis económica estructural
por la que atraviesa el modelo capitalista y que ya se había empezado a
sentir en nuestro país; esta crisis se agudizará y se manifestará de forma
más clara tras los fastos del 92 165 . A la situación de desencanto
generalizado también contribuyen los escándalos políticos y fraudes
económicos que entre la década de los 80 y los 90 saltaban cada día a la
palestra en los medios de comunicación.
165
En 1993 cae la tasa del PIB español respecto a la media europea.
166
En la década de los 80 se estima que un 70% de los jóvenes poseían estudios
superiores y universitarios, lo que sin duda contribuye al ambiente masificado e impersonal
que se empieza a instalar en las universidades.
182
Estudiar una carrera se convierte en la actividad normal de los jóvenes de
estas generaciones, lo que sin duda responde, de un lado, al deseo de
alargar el periodo de aprendizaje, aplazando así el hecho de enfrentarse a
las dificultades de acceder al trabajo; de otro, responde al deseo de los
padres de que sus hijos tuvieran las oportunidades que ellos no habían
tenido. Aunque también se instala el fracaso escolar.
167
Recordemos que se trata de una crisis estructural del modelo capitalista, como
consecuencia de pasar de un modelo industrial basado en la regulación del mercado, a un
modelo desregulado en la sociedad de consumo maduro. Una de las consecuencias
inmediatas fue un espectacular encarecimiento de las materias primas, fundamentalmente
del petróleo, que fue el responsable oficial de la crisis. Esta crisis estructural, que se inicia a
principios de la década de los 70, es la responsable de la inflexión económica mundial que
se vive en 1986 y se extiende hasta 1992.
168
ZÁRRAGA, J. L., op. cit., págs. 313-314.
183
menos parcialmente, de la dependencia familiar, sin que importe demasiado
de qué trabajo se trate; y se busca por otra parte, con menos urgencia, un
trabajo acorde con la formación o las aspiraciones que uno tenga”. También
es fuente constante de frustración la dificultad de encontrar un trabajo
estable, que se va a ir agudizando a medida que avanza la década. Los que
acceden a los empleos ocasionales o marginales (clases particulares,
reparto de propaganda, encuestadores, dependientas...) disponibles no son
sólo estudiantes, sino también los que buscan insertarse en el mundo
laboral. Los ingresos obtenidos servirán tanto para aliviar la economía
familiar, como, sobre todo, para cubrir sus propios gastos.
Por eso, como señala Martín Serrano 169 , los jóvenes anteponen un trabajo
estable y bien remunerado al prestigio y poder que buscaban los jóvenes de
generaciones anteriores. El prepararse para ganarse la vida de los jóvenes
de generaciones pasadas, deja paso al “buscarse la vida” de los jóvenes de
los 80. También cambian los canales de búsqueda de empleo: ahora más
institucionales (Oficinas de Colocación), frente a las relaciones personales
(familiares, de amistad) habituales en otros tiempos.
Todos estos cambios coinciden con la llegada a nuestro país del llamado
“postmodernismo”, con sus valores individualistas, el abandono de los
grandes sistemas de sentido y su pasión por la personificación y la
búsqueda del hedonismo. La llegada de la posmodernidad favorece la
169
MARTÍN SERRANO, M., op. cit.
184
proliferación de grupos, tribus y distintos estilos de vida que los jóvenes
pueden probar y cambiar a conveniencia. España fue muy receptiva a los
valores de la postmodernidad, posiblemente por encontrarse en una etapa
de transición y deseosa de ruptura y renovación. Y Madrid se convirtió en la
capital postmoderna por excelencia, con su famosa “movida madrileña”, una
mezcla de intelectualismo y populismo, promovida incluso desde el
Ayuntamiento por su alcalde Tierno Galván, en la que los jóvenes eran los
dueños de la ciudad.
No quiere decir que a los jóvenes no les preocupe el futuro; son conscientes
de que se harán adultos y tendrán que tomar las riendas de su vida, pero no
están dispuestos a sacrificar un gozo presente por un futuro incierto.
185
Por todo esto, los valores de la sociedad de consumo, que de alguna forma
fueron cuestionados por la generación de jóvenes del 68, son plenamente
asumidos por estos jóvenes como una seña de su identidad y de su cultura
juvenil. Ropa, calzado, sobre todo, pero también cosmética, empiezan
constituir los principales gastos de los jóvenes, fundamentalmente de las
chicas, aunque también los chicos empiezan a asumir la necesidad de
invertir en imagen personal. El ir a la última, marcar estilo, no estar pasado
de moda, constituye una prioridad. Una moda que, por lo demás, cada vez
es más efímera. Las marcas empiezan a exhibirse en todo tipo de prendas,
convertidas en fetiches destinados al intercambio social. También comienzan
a surgir en el mercado la imitación de marcas y diseños. No debemos olvidar
que se trata de los primeros jóvenes que han nacido en un mundo donde la
televisión forma parte de su vida. El consumo ocupa ahora el lugar que en
otro tiempo ocuparon otros intereses, como por ejemplo la política, en la
realización personal de los jóvenes. Y es que los jóvenes entienden su
identidad más en el orden del tener que en el orden del ser. Entendiendo
este tener en el nivel de la aceptación y la integración social y no en el orden
de la carencia. Para tener y hacer todo lo que el joven desea, estimulado a
su vez por la publicidad, el joven debe invertir dinero: tomarse unas copas,
comprarse ropa, echarle gasolina al coche o la moto, comprar tabaco..., etc.
forman parte de los innumerables gastos a los que tiene que hacer frente el
joven; surgen también iniciativas institucionales, como el carné para jóvenes,
que les permite adquirir cosas a precios más reducidos: viajar, acceder a
espectáculos, comprar objetos... Para poder insertarse en esta cultura del
consumo, el joven recurre a trabajos esporádicos, o bien es la familia la
encargada de sufragarlos.
186
llegada a casa por las noches, el tipo de amigos, las salidas los fines de
semana, la forma de vestir, los gastos..., etc., que son los puntos de disputa
fundamentales entre unos y otros, y donde los hijos van ganando poco a
poco en la defensa de su privacidad frente a los padres.
A esta situación coadyuva las dificultades que tienen los jóvenes para
encontrar un trabajo estable y la ampliación del proceso de aprendizaje, por
lo que la estancia en el hogar paterno se prolonga en muchos casos hasta
casi los 30 años y se retrasa el deseo de contraer matrimonio. Aunque más
allá de que el paro y/o el trabajo precario pueden utilizarse como argumentos
que justifican esta situación de pérdida de interés por la emancipación, los
datos estadísticos evidencian que no hay diferencias significativas, como
cabría esperar, entre los jóvenes en paro y los que trabajan.
Y es que estamos de acuerdo con Martín Serrano 170 cuando afirma: “La
juventud, que en otra época era vivida como una etapa de tránsito, se
convierte por primera vez en un estado en el que instalarse vital y
axiológicamente... Asumir un proyecto supone salirse del nicho juvenil, y
fuera de ese espacio de jóvenes y de ese tiempo descomprometido, lo que
viene es la pérdida de atractivo”. Los jóvenes no se avergüenzan de
reconocerse inmaduros; más bien al contrario, la negativa a madurar la
toman como signo de rebeldía generacional y de independencia frente a la
familia. La dependencia del hogar no es un hecho aislado, sino que está
relacionada con la exclusión generalizada a la que se somete a los jóvenes:
del trabajo, de la vida social, de la autonomía personal... La marginación a la
que se somete a estas generaciones jóvenes es muy frustrante porque no
posibilita la rebelión, ya que se basa en la protección y el consentimiento de
170
MARTÍN SERRANO, M., op. cit., pág. 45.
187
unos adultos juveniles en su talante pero muy maduros por las experiencias
de la vida, y que, por tanto, dejan poco espacio vital para que los jóvenes se
expresen.
Así pues, estos jóvenes tampoco se enfrentan a sus padres, a pesar del
abismo que separa a ambas generaciones; o podemos pensar que es
precisamente por ello, pues entre los padres, que fueron los jóvenes y
adolescentes de la posguerra, y sus hijos, que son los jóvenes de la
sociedad de consumo, no hay ninguna continuidad y, por lo tanto, no puede
haber ruptura, pues sólo se puede romper lo que está unido. Los padres,
que vivieron la posguerra, centraron todas sus energías en el ahorro, el
trabajo y el sacrificio, como forma de conseguir mejoras en su estatus
profesional y de proporcionar a sus hijos todo lo que no tuvieron ellos; los
hijos pertenecen a la generación de jóvenes educados en el consumo,
volcados en el presente, y bloqueada en su proceso de inserción social.
171
AGUIRRE, A. y RODRÍGUEZ, M., op. cit., pág. 105.
188
alternativos al hogar; el amigo/a se convierte en el confidente y con él o ella
se hablará de los temas que preocupan, sexualidad, política..., aquellos que
más fricciones crean en las relaciones paterno-filiales. La convivencia y la
comunicación entre hijos y padres disminuyen considerablemente, quedando
reducida en muchos casos a las horas de la comida.
172
ZÁRRAGA, J. L., op. cit.
189
Así pues, tenemos que los jóvenes de los 80 se encuentran con que, de un
lado, no han podido tomar como referencia a sus padres a la hora de ocupar
una posición social dominante, y, de otro, se han visto relegados a
posiciones secundarias por los jóvenes de la generación precedente, que
fueron los que encabezaron la rebelión política y cultural y se convirtieron
posteriormente en dirigentes. Desde esta posición resulta muy difícil
integrarse como adultos en la sociedad y conllevará enormes dificultades en
el camino de su emancipación y autonomía. Máxime, teniendo en cuenta
que la siguiente generación, la nacida a finales de los 60 y principio de los
70, en un contexto social muy distinto y que comparte con ésta la misma
etapa axiológica, está en mejores condiciones para adaptarse y afrontar los
enormes cambios sociales que se van produciendo en nuestro modelo
social; nos referimos fundamentalmente a los fenómenos de globalización y
de transformación social a que nos ha ido llevando la revolución tecnológica
de las comunicaciones.
190
más dramáticos, pues no pueden identificarse con una sociedad que les
niega un lugar.
173
ZÁRRAGA, J. L., op. cit., págs. 386-387.
174
AGUIRRE, A. y RODRÍGUEZ, M., op. cit., pág. 105.
175
El Instituo Pasteur consigue aislar el virus del SIDA en 1983.
191
salud y el cuidado del cuerpo, que ya en la década de los 70 empezaba a
ser un tema de interés para los jóvenes, cobre una gran pujanza.
192
a través de la moda y la práctica de deporte. Cuidar la imagen se convierte
en una de las prioridades de los jóvenes, y en ello hay que invertir mucha
energía (tiempo, dinero...) si se quiere tener éxito.
Según este perfil, los jóvenes de la primera mitad de los 90 dedican la mayor
parte de su tiempo a la formación académica; de un lado, porque la gran
competencia exige estar preparado, por lo que hay que ampliar la formación
176
AGUIRRE, A. y RODRÍGUEZ, M., op, cit., pág. 111.
177
En el “Magazine” de La Vanguardia, 1994.
193
con cursos de cara a una mayor especialización; de otro, porque lo
importante es no estar parado y, dado que trabajo hay poco, hay que invertir
el tiempo haciendo cursos de algo, de informática, por ejemplo, que ya se
vislumbra como el presente de una nueva realidad.
194
separación de los padres, por lo que son testigos de las transformaciones
familiares y el establecimiento de nuevas relaciones de pareja.
Por todo ello, los jóvenes de los 90 son más conscientes de las limitaciones
y las dificultades a las que tiene que hacer frente en su camino hacia la vida
adulta.
Los jóvenes de los 90 son más conscientes que los de los 80 de sus
dificultades de integración y sus limitaciones; el trabajo temporal se convierte
en un recurso habitual para afrontar sus deseos de independencia, ya que
les permite disponer de dinero propio para sus gastos y, de esta forma,
aliviar la carga familiar; en bastantes casos se impone como una necesidad,
ya que el desempleo de los padres les obliga a contribuir de alguna forma a
la economía familiar.
195
joven: ir a discotecas y bares donde beber y charlar con los amigos hasta las
tantas de la madrugada es la principal forma de diversión. Aparecen los
“afterhours”, donde los jóvenes pueden divertirse sin límite de tiempo.
Para cubrir esta gran demanda comienzan a proliferar en las ciudades zonas
determinadas donde se concentran los jóvenes; unas veces en zonas
céntricas; otras, en zonas alejadas ante la protesta de los vecinos.
Surgen lo que se conoce como “rutas del Bakalao", siguiendo los bares de
moda, donde los jóvenes comienzan a altas horas de la noche y continúan
hasta el día siguiente, y donde beben, bailan, hablan y consumen drogas,
especialmente de diseño; dichas drogas se pueden conseguir sobre la
marcha, principalmente en los lavabos de los locales que forman parte de la
ruta. Éste es un ritual que se repite cada fin de semana, a pesar de que los
jóvenes integrantes de esta generación están más concienciados de los
peligros de la droga, como consecuencia de los estragos que causó,
principalmente la heroína, en los jóvenes de la década anterior; mayor
concienciación que no afecta al consumo de alcohol, de tabaco, de porros y
de otras drogas de diseño que surgen, como el éxtasis o estimulantes
alternativos fabricados con sustancias naturales (plantas exóticas, ginseng,
vitaminas…) De una forma o de otra, el joven de los 90, como señalan A.
196
Aguirre y M. Rodríguez, “vive en el vértigo de la estimulación, en el
presentismo de las noches de marcha y en la búsqueda de sensaciones” 178 .
Otras actividades de ocio a las que los jóvenes de esta década dedican gran
parte de su tiempo son la televisión, en la que triunfan los video-clips
musicales, las series y las películas, el vídeo y los ordenadores; actividades
todas ellas relacionadas con el mundo de la imagen.
178
AGUIRRE, A y RODRÍGUEZ, M., op. cit., pág. 112.
197
IV. LAS PRÁCTICAS: CONSUMOS JUVENILES ESPAÑOLES
Los jóvenes se han convertido en uno de los segmentos más atractivos para
los “productores de cultura” (marketinianos, publicitarios...) en la sociedad de
consumo. Este dato se constata en el hecho, por ejemplo, de que la mayoría
de los institutos de investigación de nuestro país han abierto una línea de
investigación sobre este público objetivo, unas veces por demanda expresa
de los clientes (fabricantes, agencias de publicidad, centrales de medios...);
otras veces por iniciativa propia, como forma de captar nuevos clientes o de
prestar un mejor servicio a los que ya tienen. Sea como fuere, la realidad es
que la investigación comercial sobre las prácticas de consumo juvenil
constituye en la actualidad un tema de enorme interés para los institutos y
profesionales de la investigación de mercados por múltiples motivos: porque
progresivamente han ido conformando un segmento del mercado con un alto
nivel de consumo; porque los jóvenes se han convertido en un “target”
prescriptor de muchos productos, sobre todo los tecnológicos; porque son el
grupo de referencia de adolescentes y niños... Es además un público difícil
de captar por los medios de comunicación convencionales, pues se trata de
un público que, nacido y educado en la cultura del consumo, cuenta con
198
mucha experiencia y recursos a la hora de dejarse influir por las técnicas
tradicionales del marketing y es muy exigente.
No nos queda más remedio que aceptar que la mayor parte de nuestra
experiencia se sitúa en el terreno de la comercialización y el reciclado de
significados, y esto constituye, continuaba Paul Willis, la base de la “cultura
popular”.
179
MARTÍNEZ, R., “Culturas vivas: una entrevista a Paul Willis”, en Estudios de Juventud,
Nº 64/04, INJUVE, Madrid.
199
Pero hay quienes quieren seguir sosteniendo la ilusión de una “cultura
elitista”, que sería la “legítima”, al margen de la comercialización, y cuyo
sentido estaría enfocado a hacer que fuésemos mejores, superiores..., en el
orden de la verdad y la autenticidad, cuando el único lugar posible en las
democracias modernas, y el mercado es una forma de democracia, es el de
“una fe sin religión”, que decía Derrida. Por eso podemos decir que el
consumo es paradójico, pues no hay un afuera del consumo, y lo único que
nos puede “salvar” es instalarnos en una descreencia generalizada hacia los
productos y bienes de consumo.
180
CONDE, F., Los hijos de la des-regulación. Jóvenes, usos y abusos en los consumos de
drogas, Fundación CREFAT, Monografías, 6, Madrid, 1999.
181
WILLIS, P., Cultura viva. Una recerca sobre les activitats culturals dels joves, Diputació
de Barcelona, Barcelona, 1998.
200
de la selección, recontextualización y redefinición de los objetos consumidos.
En el mismo sentido se expresa Javier Elzo 182 cuando señala: “los jóvenes
deconstruyen y reconstruyen, desde sus experiencias –principal, aunque no
exclusivamente, grupales–, lo que los agentes tradicionales de socialización
les transmiten, produciendo así construcciones nómicas personales que,
desde la perspectiva de los agentes de socialización, pueden ser vistas
como incoherentes, fragmentarias, heterodoxas, etc., pero que, sin embargo,
para los propios jóvenes tienen la virtualidad de ser propias por construidas
por ellos mismos y, no pocas veces aunque no siempre, con una coherencia
interna difícil de percibir desde fuera”.
Lo que ocurre es que la actitud que nuestra sociedad adulta mantiene con
los jóvenes es muy ambivalente, tanto en lo que se refiere al consumo, como
en otros muchos aspectos de la relación social, pues al mismo tiempo que
los venera, los mantiene relegados en los márgenes del sistema; a la vez
que los protege, los vive como una amenaza social; al mismo tiempo que se
les tacha de consumistas, se le cede el derecho a marcar las pautas en
cuanto a consumo, pues la juventud es idealizada por la sociedad de
consumo hasta el punto de que marca las pautas en cuanto a moda y gustos
personales...
201
consumo de los jóvenes para conocer cuáles son sus principales
características y cómo evolucionan a lo largo de la década de los 80 y los
90, que es el periodo al que se refiere nuestra investigación empírica.
202
IV.1. PRINCIPALES CARACTERÍSTICAS DEL CONSUMO JUVENIL: EL
CONSUMO IDENTITARIO Y EL CONSUMO COMPETENCIAL
183
CONDE, F. (1999), op. cit., pág. 30.
184
GIL, A. et al., “¿Nuevas tecnologías de la información y la comunicación o nuevas
tecnologías de relación? Niños, jóvenes y cultura digital”, FUOC, 2003, Internet.
203
Una encuesta del CIS de 1997 entre jóvenes de 15 a 29 años sobre la
cuantía y la distribución de los gastos juveniles revela la gran disponibilidad
económica de los jóvenes a partir de las actividades que realizan,
constatando que, a pesar de la poca cultura del ahorro y de todo el dinero
que gastan, en torno al 50% consigue ahorrar una media de 147.510 pts.
anuales.
Hablar del consumo de los jóvenes implica admitir que hay una amplia
diversidad, en el sentido de que no existe un único tipo de consumidor joven,
sino que está atravesado por múltiples diferencias, como ocurre con el resto
de la población; diferencias como edad, sexo, ocupación, estado, ingresos,
hábitat, niveles culturales, gustos personales..., entre otras variables, están
presentes en sus comportamientos de consumo.
Así, por ejemplo, en el Informe Juventud en España del año 2000 185 , se
observa cómo a los jóvenes que nunca han convivido con su pareja y se
185
MARTÍN SERRANO, M. y VELARDE HERMIDA, O., Informe Juventud en España 2000,
Injuve, Madrid, pág. 245.
204
dedican al estudio les motiva el “deseo de bienes y servicios que contribuyen
a su movilidad (coche, moto, viajes), que subrayen su atractivo físico (ropa,
calzado) y que sirvan para la diversión y el entretenimiento (bebida,
música)”. En cambio, cuando “hay una pareja estable y se trabaja, lo que se
echa de menos no son más cosas, sino más tiempo; y lo que se quiere vestir
y poner bonita, es la casa”.
Los bienes materiales que más desean los jóvenes y no pueden tener por
falta de dinero. En cada edad.
AÑOS
15 a 17 18 a 20 21 a 24 25 a 29
Ropa y Calzado 4 2 1 0
Vivienda 5 14 20 27
205
b) El consumo destinado a conseguir la integración del joven en la
sociedad adulta: incluye las inversiones y gastos orientados a
conseguir las habilidades sociales y capacidades profesionales
necesarias para hacerse un lugar en la sociedad adulta. Se trata en
este caso de unos consumos/gastos orientados al porvenir, a
objetivos útiles, prácticos.
Que tiene unos tiempos bien definidos, sobre todo en los fines de
semana, cuando se está en grupo disfrutando con los amigos.
Que tiene unos espacios segregados: los lugares donde los jóvenes
se reúnen para poder estar fuera del control adulto y ensayan sus
propios comportamientos para poder apropiarse de ellos.
186
Al igual que ocurre en la etapa infantil en el periodo de elaboración de la experiencia de
castración; y ya sabemos que en la adolescencia, cuando se está conformando la identidad
adulta, se produce una reelaboración de estas primeras experiencias.
206
Ensayar los límites y el atractivo del cuerpo.
Así pues, destinan una gran cantidad del dinero disponible para poder estar
los fines de semana con los amigos en los lugares donde se reúnen los
jóvenes, por ejemplo en bares y discotecas, haciendo las cosas que
consideran son específicamente juveniles, por ejemplo, beber y bailar.
207
Estos consumos, a la vez que están entretejidos con las señas de identidad,
transcienden el hecho identitario, para manifestarse como una forma de
identidad autónoma entre la mayoría de los jóvenes actuales.
Por todo ello, el papel que cumple hoy el consumo entre los jóvenes ha
cambiado de función y características; cambios que se hicieron más
evidentes en la década los años 80, que es cuando llega a la juventud la
primera generación de niños en nuestro país que nació y creció en la
sociedad de consumo.
208
tiempo de manutención de los hijos e hijas, y se amplía la diversidad
de bienes y servicios que requieren cuando ya son adultos.
188
Un 10% de los jóvenes estudiantes participantes en la encuesta del CIS de 1997
declaran hacer algún trabajo para disponer de dinero para sus gastos.
189
ÁLVAREZ, R., AZOFRA, M. J. y CUESTA, M., Economía y Juventud, Ministerio de
Trabajo y Asuntos Sociales, Instituto de la Juventud, Madrid, 1999, pág. 36.
209
Fuente principal de ingresos:
Trabajo 89.8
Becas, ayudas de estudio 2,2
Subsidio de paro 3,2
Otros subsidios o pensiones 0,7
Ahorro, rentas, inversiones 4,1
210
IV.2. EVOLUCIÓN DE LOS CONSUMOS JUVENILES
190
ÁLVAREZ, R., AZOFRA, M. J. y CUESTA, M. (1999), op. cit.
191
El aumento del consumo juvenil se origina a finales de la década de los 60, y coincide
con el desarrollo de la publicidad dirigida a los jóvenes, así como con la proliferación de
productos, establecimientos de compra y lugares de diversión especialmente diseñados
para el consumo y el ocio de los jóvenes; la consecuencia inmediata es un importante
aumento del gasto juvenil que en muchos casos no se corresponde con una situación
holgada y de estabilidad en el trabajo.
192
Esta situación refleja la ampliación del límite de edad juvenil que se produce a lo largo de
este periodo, debido al aumento de la situación de dependencia familiar de los jóvenes al
que ya hemos hecho referencia.
211
Consumo juvenil en gastos extraordinarios
(% de compradores)
(15 a 24 años) ( 15 a 29 años)
1983 1992 1997 1992 1997
(N) (2746) (883) (1669) (1200) (2463)
212
b) Los consumos anuales de los jóvenes
Como su mismo nombre indica, se consideran gastos anuales los que bien
se consumen o se programan en el periodo de tiempo de un año; son por
ejemplo, los gastos de estudios y formación, y otros como las inscripciones
en actividades deportivas, vacaciones y otros viajes; también el consumo de
ropa y calzado se puede insertar en este tipo de gastos.
193
En la tabla se recogen sólo los datos de los productos que admiten su comparación,
según los indicadores que se han contemplado en las distintas encuestas.
213
tercer lugar, junto con la televisión y tras la vivienda propia y el coche) en la
evaluación que dan los jóvenes a las cosas que consideran más necesarias
e imprescindibles; tengamos en cuenta que este tipo de productos se
inscriben dentro de lo que hemos denominado consumos identitarios, que
tan importantes son para los jóvenes. Se trata, por otro lado, de un tipo de
consumo/gasto que, aunque tradicionalmente ha sido más femenino, en la
encuesta de 1997 no discrimina entre géneros, como tampoco discrimina
significativamente en las otras variables que se consideran: edad, situación
de dependencia/independencia, estatus socioeconómico, hábitat... Esto
habla del valor central que tiene para los jóvenes esta categoría de
consumos.
214
Consumo mensual juvenil
(15 a 24 años) ( 15 a 29 años)
1983 1992 1997 1992 1997
(N) (2746) (883) (1669) (1200) (2463)
215
aumento del interés por la lectura 194 , principalmente de periódicos y libros,
pero este dato es contradictorio con los resultados de otras encuestas.
194
Este dato es contradictorio con los resultados de otras encuestas en el mismo año, como
la de JCO-97 que aparece en el Informe Juventud en España 2000 y al que más adelante
hacemos referencia; veremos que según esta encuesta se produce un notabilísimo
descenso de lectura de libros, que en aquella encuesta va unida a los fascículos, y quizá
sea esto la causa de la contradicción. También el estudio Jóvenes españoles 99, de la
Fundación Santa María (pág. 200) señala un progresivo descenso del nivel de lectura de
prensa por parte de los jóvenes entre 1988 y 1998.
216
Destaca de estos datos el interés progresivo de los jóvenes por su asistencia
a instalaciones deportivas, una actividad de ocio en la línea de lo que
venimos denominando el “culto al cuerpo” y el interés por la salud. Parece
que la asistencia a discotecas disminuye con la edad, justo lo contrario de lo
que ocurre con las excursiones y las salidas de fin de semana, que
ascienden a medida que avanzan los grupos de edad, según los datos de la
última encuesta que estamos comparando. Sin lugar a dudas, salir a bares y
cafeterías fue y es la actividad de ocio principal de los jóvenes españoles;
también se observa que la asistencia a cines por parte de los jóvenes
conoce una cierta recuperación tras un notable descenso del interés entre
1983 y 1992.
217
IV. 3. EL REPARTO DE LOS GASTOS: ¿QUIÉN PAGA?
195
El primero de ellos está sacado del Informe Juventud en España, (pág. 85). Ministerio de
Trabajo y Asuntos Sociales. Instituto de la Juventud, 1996. Autores: Manuel Martín Serrano
y Olivia Velarde Hermida. El segundo pertenece al libro Economía y Juventud (pág. 35),
Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, Instituto de la Juventud, Madrid, 1999. Autoras:
Rosario Álvarez, M. J. Azofra y M. Cuesta.
218
Distribución de la población joven, entre 25 y 29
años, según la capacidad de subsistencia
70 64
60
60 Dependencia
incompleta
50
Dependencia
40 32 completa
30 24 26 Independencia
17 incompleta
20
11 13 12 13 15 12
Independencia
10 completa
0
1984 1988 1996
Fuentes:
1984: I.J.E. 85
1988: E.J.88
1996: INJUVE, Informe Juventud en España, Madrid, 1996
Base: Población joven entre 15 y 29 años (N: 6.000)
70 Dependencia
mitigada
60
Independencia
50 incompleta
40 Independencia
completa
30
Dependencia
20 completa
Independencia
10
0 Dependencia
1900 1992 1997
219
Como podemos observar en este segundo gráfico, el aumento de la
independencia entre finales de los 80 y principio de los 90 se debe
fundamentalmente al incremento constante de la independencia incompleta,
los jóvenes que pueden afrontar sus propios gastos, pero cuyos recursos no
alcanzan para conseguir la plena independencia; esto sin duda tiene sus
consecuencias en el consumo, pues predispone a estos jóvenes 196 a
consumir más, una vez que saben tienen asegurados los bienes y servicios
de primera necesidad por parte de la familia.
Los datos de la tabla siguiente dan cuenta del porcentaje de jóvenes, según
edad y género, que viven ya sea con los padres o en pareja, y el de los que
son económicamente independientes.
196
No debemos dejar de considerar que casi la totalidad de estos jóvenes independientes
incompletos vive con sus padres, y que 8 de cada 10 de este mismo colectivo se quedan
íntegramente o con gran parte de sus ingresos, sin aportar nada a los gastos del hogar.
220
La situación de convivencia con padres/pareja y de independencia
económica
Situación de convivencia (1) Grado de independencia (1)
Convivir con Pareja Independencia N
padres N (376) económica total 197
N (1937) N (465)
EDAD
15-19 96,5% 1,4% 4,2% 839
20-24 84,8% 8,7% 21,3% 814
25-29 55,1% 36,9% 55,2% 793
GÉNERO
Varón 83% 10,8% 24,4% 1249
Mujer 75% 20,2% 28,6% 1197
(1) Faltan las situaciones de convivencia de solo y en grupo, y de
independencia económica incompleta. Los porcentajes son filas para
cada intervalo y categoría. Lo que falta para sumar 100 corresponde
al resto de situaciones de convivencia e independencia y dependencia
económica y al NS y NC.
Fuente: Estudio 2265. Juventud y Economía. 1997. CIS e INJUVE.
197
Se considera en independencia económica total a los jóvenes que son independientes
económicamente de sus padres, ya sea que vivan exclusivamente de sus ingresos, de sus
ingresos con ayuda de los de su pareja, así como los que principalmente viven de los
ingresos de su pareja
221
Proporción de pesonas jóvenes que deciden cada
tipo de gasto por sí solas o con sus parejas, según
el renglon de gasto:
De bols illo 68
De ropa y calzado 38
De trans porte 29
De es tudio 14
De alim entos 6
De vivie nda 3
0 10 20 30 40 50 60 70 80
Fuente: JEC-97
222
Actividad: Propios Padres/ Compartidos NC Gasto
ingresos familiares Medio
Ptas.
miles
Ir de bares y cafeterías 63´1 28´6 8´1 0´2 6.909´6
Discotecas 58´5 32´1 8´7 0´7 5.112´9
Cine y teatro 62´8 29´5 7´5 0´3 2.298´5
Conciertos de música 64´8 27´9 5´8 1´5 2.815´5
Espectáculos deportivos 58´7 29´8 8´5 3´1 2.968´9
Uso de instalaciones 57´5 35´9 4´5 2´1 2.732´7
deportivas
Máquinas de juego o juegos 66´3 28´0 4´9 0´8 2.396´1
de salón
Excursiones, salidas fines de 69´1 22´5 8´1 0´3 7.274´5
semana
Fuente: CIS, 1997.
Desagregando ahora los gastos que pagan ellos mismos y los que pagan la
familia, según los datos del JEC del mismo año 1997, los vemos
representados en los dos gráficos siguientes:
223
Proporción de jóvenes que pagan ellos mismos la mayor
proporción de los siguientes gastos:
Moto 4
Bicicleta 6
Coche 9
Accesorios, reparaciones coche/moto 15
Cine, teatro 29
Espectáculos deportivos 30
Transporte 51
Libros de lectura 55
Vacaciones sin familia 55
Disquetes, juegos ordenador 56
Instalaciones deportivas 57
Discotecas 58
Tebeos 61
Bares, cafeterías 62
Conciertos de música 64
Máquinas de juego 66
Discos, CD´s, Casetes 68
Videocasetes 68
Excursiones 69
Periódicos 70
Tabaco 77
Juegos de azar 81
Revistas 86
Anticonceptivos 87
0 10 20 30 40 50 60 70 80 90 100
224
Proporción de jóvenes a quienes les pagan sus
familiares la mayor proporción de los siguientes
gastos:
50
43
39 38
40
Ropa y calzado
Libros de estudio
30 Matrículas del curso
Cursos de idiomas
18 16
20 Actividades deportivas
Cursos de postgrado
10 4
0
198
Otros autores diferencian entre 4 categorías: dependencia completa, dependencia
mitigada, independencia completa, independencia incompleta.
225
o Comprar ropa o complementos que refuercen las identidades
grupales (prendas de marca, chaquetas de cuero...).
No suelen exigir que los gastos extras de los hijos se destinen a nada
relacionado con la formación, por ello los periódicos, libros..., etc., así
como las vacaciones, sobre todo si se vinculan con el aprendizaje de
idiomas, también suelen ser sufragados por las familias.
B) Cuando los jóvenes ya cuentan con recursos, pero éstos todavía son
inseguros o no llegan para constituir un hogar propio, aunque pueden ser
importantes, se alarga la permanencia en el hogar familiar, si bien ya suele
coincidir con la finalización de la formación y con la existencia de una pareja
estable. Este periodo puede prolongarse bastantes años, incluso después de
haber cumplido los 30 años.
226
En estos casos, que han ido aumentado con el paso del tiempo, la función
que cumplen las aportaciones dinerarias de los hijos depende de la situación
en que se encuentre la economía del hogar.
227
formado por parejas que suelen tener una similar capacidad de
consumo.
199
ZÁRRAGA, J. L. (1985), op. cit., pág. 25.
228
- La autonomía personal, es decir, la capacidad de decisión sobre sí
mismo, en todos los planos de la existencia, sin tutela ajena ni otras
restricciones que las impuestas por la convivencia social.
- La constitución de un hogar propio, independiente del hogar de
origen, sobre cuyo mantenimiento y gobierno se asume la
responsabilidad.
Los deseos más generalizados de los jóvenes, tanto de los varones como de
las mujeres, en este periodo de su maduración son “cambiar de vivienda”,
cuando se vive con la familia, o “adquirir bienes muebles para el hogar”,
cuando se vive en la casa propia. También bastantes varones se interesan
en bienes que les permitan autonomía laboral, “poner un negocio”, o les
suponga “desenvolverse en el trabajo”.
200
MARTÍN SERRANO, M. y VELARDE HERMIDA, O., Informe Juventud en España 2000,
op. cit., pág. 245.
229
IV. 4. LAS PRIORIDADES DE CONSUMO DE LOS JÓVENES
Vamos a dedicar este último epígrafe del capítulo sobre las prácticas de
consumo a las prioridades de los jóvenes a la hora de consumir: cuáles son
sus principales intereses y deseos y en qué gastan la mayor parte de su
dinero; inevitablemente ya hemos hecho mención a ellos, pero ahora nos
centraremos, sin ningún tipo de clasificación, en los que consideran
prioritarios. Nos referiremos a los jóvenes de finales de la década de los 90,
que son los que han protagonizado el cambio de siglo. Nuestra referencia
principal será el citado Informe Juventud 2000.
Ateniéndonos a lo que los jóvenes consideran más necesario, los bienes que
tienen que ver con la emancipación (vivienda y su equipamiento) y con la
movilidad (automóvil) ocupan los primeros puestos.
Después se sitúan la ropa y todo aquello que está destinado al atractivo del
cuerpo, o que revierte sobre las señas de identidad.
230
Grado de ne ce sidad de algunos obje tos y activ idade s
e n la v ida de los jóv e ne s:
Te le vis or 5,72
0 1 2 3 4 5 6 7 8 9
Fuente: JEC-97
• Escala 1 a 10 puntos: 1= Totalmente innecesario; 10= Totalmente
necesario.
• La pregunta literal fue: Hay personas que consideran que algunas
cosas son imprescindibles y otras piensan que esas mismas cosas
son innecesarias ¿Podrías puntuar cada una de las siguientes según
el grado de necesidad que tienen para ti?
Lo que los jóvenes desean pero no pueden hacer o tener por falta de dinero
coincide con lo que consideran más necesario y, en este sentido, la casa
propia y el coche propio son los dos bienes por los que se manifiesta mayor
frustración.
231
Factores que se asocian con lo que los jóvenes desean y no tienen.
Respecto a en qué cosas gastan los jóvenes la mayor parte de sus recursos
económicos, lo vemos reflejado en el siguiente gráfico.
232
Proporción de jóvenes , en cada género, que
gastan la mayor parte de su dinero en:
Alimentación, 3
2
extras 2
Conciertos, 1
3
discotecas 4
Viajes, 4
3
vacaciones 3
6
Cine 5
5
9
Regalos 7
5
9
Estudios, cultura 9
10
7
Bebidas 10
14
11
Vivienda 11
12
14
Lecturas 13
12
10
Discos 14
18
17
Tabaco 16
15
15
Transporte 22
28
29
Salir con amigos 29
30
Aficiones y 31
31
entretenimiento 30
66
Ropa y calzado 55
46
0 10 20 30 40 50 60 70
Base: 2.100 jóvenes de 15 a 29 años
Fuente: JCO-97 VARONES CONJUNTO MUJERES
233
La ropa y sus complementos son los gastos en los que los jóvenes de
ambos sexos se gastan más dinero, cuando se toman en cuenta sólo
los bienes de uso personal. Ya hemos visto la importancia que cobran
los consumos identitarios, en los que se inserta esta categoría de
productos.
Igual ocurre con los viajes que, a pesar de que la gran mayoría de la
juventud viaja, sobre todo en vacaciones, corren a cuenta de los
padres.
234
relacionados con el tiempo libre y con las relaciones sociales, que son, como
ya hemos dicho, donde los jóvenes más dinero gastan, teniendo en cuenta
todas las partidas del consumo.
Periódicos, revistas
Teatro
Instalaciones deportivas
Libros, fascículos
Artículos papelería
Artículos perfumería
Videocassetes
Asociaciones, clubes
Juegos electrónicos
Espectáculos deportivos
Tebeos, comics
Juegos Ordenador
Bingos
0 5 10 15 20 25 30
235
Los datos de este gráfico nos indican algunos cambios muy significativos
entre los jóvenes de principios de los 80 y los jóvenes de los 90, si bien los
gastos más tradicionalmente ligados al tiempo de relación entre los jóvenes
se mantienen como los gastos más importantes.
• Los jóvenes de principios de los 80, que son los padres de la actual
generación joven, destinan más presupuesto que los jóvenes de los
90 a los juegos de azar relacionados con ganar dinero (bingos,
loterías y quiniela). Esto podría estar indicando una situación
económica muy inferior a la que disfrutan actualmente los hijos, así
como, igualmente, el deseo de aquellos jóvenes por conseguir un
dinero fácil que les permitiera poder disfrutar de la amplia oferta de
ocio y consumo que por aquellos años se iniciaba.
236
• En cuanto a los juegos electrónicos y a los de salón, el fenómeno es
similar: los datos cuantitativos de los tres años reflejan una pérdida
progresiva de interés, aunque la razón podría ser bien distinta:
• Pero lo que nos resulta más llamativo, sobre todo referido a los
jóvenes de finales de los 90, es el fuerte crecimiento del gasto juvenil
en dos apartados que nos parecen muy reveladores: artículos de
perfumería e instalaciones deportivas, así como el fuerte descenso
del gasto en libros 201 .
Y tras el discurso más manifiesto que nos aportan las prácticas de consumo
de los jóvenes, en las que expresan sus estilos de vida preferidos, vamos a
cambiar radicalmente de perspectiva en el capítulo siguiente de esta tesis,
en el que vamos a adentrarnos en los procesos internos que intervienen en
la configuración identificativa del sujeto tanto en el plano individual como en
el social.
201
Ya hemos dicho que este último resultado es contradictorio con los resultados de otra
encuesta; ver nota anterior.
237
V. EL DISCURSO OCULTO: LOS PROCESOS DE IDENTIFICACIÓN Y
CONSTRUCCIÓN DE LA IDENTIDAD 202
Tras el recorrido realizado hasta aquí en esta tesis sobre los aspectos
relativos a la sociología del consumo de los jóvenes españoles, nos
centramos ahora en los aspectos más psicológicos con relación a los
procesos de identificación que intervienen en la conformación identitaria del
sujeto. La perspectiva desde la que abordaremos estos temas será la
psicoanalítica, fundamentalmente a partir de los textos freudianos y de la
relectura que de ellos han hecho diversos autores, entre los que cabe citar a
Lacan. Así pues, el discurso en el que nos vamos a adentrar en este capítulo
tratará de lo oculto, de los procesos y fenómenos que subyacen en el
discurso manifiesto que hemos tratado de mostrar en los capítulos
anteriores, y señala el camino interpretativo por el que circularán muchos de
los conceptos que veremos aplicados en nuestra investigación empírica en
la segunda parte de esta tesis.
202
Este capítulo, con las modificaciones que conlleva la elaboración de una tesis doctoral,
es, en lo sustancial, el trabajo que presenté en su momento para la obtención del DEA y que
obtuvo la calificación del sobresaliente.
238
la madre, como fuente ontológica del “sentimiento de confianza básica” 203 ;
del padre, como fundamento de la socialización y la cultura.
La identificación implica, según Freud, algún tipo de lazo afectivo con otro.
En Psicología de las masas y análisis del yo, en el capítulo que titula La
Identificación, Freud se refiere a ella como “la manifestación más temprana
de un enlace afectivo a otra persona, y desempeña un importante papel en
la prehistoria del complejo de Edipo” 204 .
Así pues, la identificación hace referencia a algo o alguien con el que uno se
identifica, generalmente a partir de un elemento común 205 ; un elemento
común que existe en el inconsciente y que es lo que Freud asimila al
fantasma. Según Lacan, el trazo unario introduce una relación de exclusión
en una relación de inclusión, pasando así de ser considerado una
identificación imaginaria/fantasmática, a considerarse una identificación
propiamente simbólica.
239
descubriendo en su práctica analítica, y fue adquiriendo mayor importancia a
partir de situar en un primer plano los efectos estructurales del complejo de
Edipo; a partir de ese momento, Freud deriva de las identificaciones la
diferenciación entre instancias psíquicas, a las que llega a definir como
“restos de diversos tipos de relaciones de objeto”, así como también la
personalidad, la cual, según Freud, “se constituye y se diferencia mediante
una serie de identificaciones”.
207
Los padres no deben ser considerados sólo en su individualidad superficial, sino
también, y de forma fundamental, como representantes de la especie humana y de la
cultura y la civilización de la que forman parte.
240
los objetos; las identificaciones edípicas coincidirán con la fase fálica en la
dialéctica fálico-castrado y como efecto de la amenaza de castración.
208
GIDDENS, A., Modernidad e identidad del yo. El yo y la sociedad en la época
contemporánea, Barcelona, Península/Ideas, 1995, pág. 64. Subrayado en el original.
209
GIDDENS, A., op. cit., pág. 72.
210
ERIKSON, E. H., op. cit., págs. 136-137. Subrayado en el original.
211
Este autor entiende por introyección “la incorporación primitiva de la imagen del otro”,
ibídem, pág. 137.
241
familia. La formación de identidad comienza donde termina la utilidad de la
identificación. Surge a partir del repudio selectivo y de la asimilación mutua
de las identificaciones infantiles y de su absorción dentro de una nueva
configuración, la cual depende, a su vez, del proceso mediante el cual una
sociedad (con frecuencia a través de subsociedades) identifica al individuo
joven, reconociéndole como a alguien que tiene que convertirse en lo que es
y que, siendo lo que es, es naturalmente aceptado”.
Vamos a referirnos a continuación a las dos etapas por las que atraviesa el
proceso de identificación: el narcisismo y el Edipo, para centrarnos luego en
la “construcción” identitaria.
242
V.1. LAS IDENTIFICACIONES NARCISISTAS 212
Erikson 213 , en este mismo sentido, señala que esta larga dependencia
biológica y psicológica del hombre es necesaria para su maduración
funcional y para adaptarse a los requerimientos civilizatorios: “el hombre se
caracteriza por una prolongada infancia biológica, y la civilización tiende ha
hacer más larga aún la infancia psicológica, ya que el hombre ha de tener
tiempo para aprender cómo aprender: toda su elevada especialización y
todas sus intrincadas capacidades de coordinación y reflexión precisan de su
prolongada dependencia”.
212
El narcisismo es un estadio de desarrollo intermedio entre el autoerotismo y la elección
de objeto.
213
ERIKSON, E. H., op. cit., pág. 65.
214
GONZÁLEZ REQUENA, J., “El texto: Tres registros y una Dimensión”, en Trama &
Fondo, Nº 1.
215
Madre tomada en un sentido funcional: el adulto del que depende, aunque ya Wnnicot
argumentó la importancia del embarazo para preparar a la madre biológica a la hora de
adaptarse a esta complicada situación.
243
madre, y serán los mensajes que ésta dirija al hijo los encargados de
informarle y formarle; los que le preparan para afrontar la experiencia de
separación e identidad.
El juego del fort-dat del nieto de Freud, o el juego del “gugu-tata” de taparse
y descubrirse, al que todos los niños juegan con gran placer, ilustra bien esta
experiencia de presencia-ausencia a la que nos estamos refiriendo, como
estructurante inicial del psiquismo infantil.
216
MARINI, M., “Complejo de Edipo”, en Elementos para una eciclopedia del psicoanálisis,
Barcelona, Paidós, 1996, pág. 149.
217
ERIKSON, E. H., op.cit., pág. 71.
244
emocional de la ausencia, por lo que está íntimamente relacionada con la
organización interpersonal del espacio y el tiempo; se forja en lo que
Winnicott denomina “espacio potencial", que relaciona (presencia) a la vez
que distancia (ausencia) al niño y los adultos de los que depende. Y es esta
misma confianza básica que se desarrolla a partir de las atenciones
afectuosas que recibe el niño de sus cuidadores la responsable de vincular,
según Giddens 218 , “la identidad del yo a nuestra estimación de los demás.
La reciprocidad con los primeros cuidadores que supone la confianza básica
es una sociabilidad fundamentalmente inconsciente que precede a la
aparición de un ‘yo’ y es la base previa de cualquier diferenciación entre
ambos”.
245
algunos psicólogos como el nacimiento psicológico del ser humano, se
desencadena una nueva reacción afectiva, conocida como angustia de los 8
meses: el niño llorará ante la presencia de un extraño que le recuerda la
ausencia de ese ser omnipotente. Esto mismo es relatado por Freud 220 en
Psicología de las masas… cuando, hablando del instinto gregario, se refiere
a la angustia del niño dejado solo, que “lejos de ser apaciguada por la
aparición de un hombre cualquiera del ‘rebaño’, es provocada o intensificada
por la vista de uno de tales ‘extraños’”.
Esta fase en Lacan será el fundamento del carácter ilusorio del yo, en tanto
que la unidad corporal es imaginaria; tras esta escena de plenitud especular,
220
FREUD, Psicología de las masas…, op. cit., pág. 2594.
221
Giddens vincula el narcisismo como deformación de la personalidad al fracaso de la
confianza básica: “aquellos casos en que el niño no logra reconocer satisfactoriamente la
autonomía de su principal cuidador y es incapaz de separar claramente sus propios límites
psíquicos. En estas circunstancias los sentimientos omnipotentes de valoración propia
alternarán probablemente con su contrario: una sensación de vacío y desesperación. Estos
rasgos, llevados hasta la edad adulta, crean un tipo de individuo proclive a una dependencia
neurótica de los demás, en especial por lo que respecta al mantenimiento de la autoestima,
pero con insuficiente autonomía para comunicarse afectivamente con ellos” . Op. cit., pág.
226.
222
CHAMORRO, E. “El espejo, la ventana, el abismo: de la ‘mirada crepuscular’ del Barroco
a la experiencia del terror”, en Lo íntimo y lo público. Una tensión de la cultura política
europea, Madrid, Biblioteca Nueva, 2005, pág. 134.
246
en la que el yo se descubre identificado a la especie, se vislumbra el vacío
constitutivo del ser humano, consecuencia de la falta de coincidencia entre el
individuo y la especie. Este modelo ideal de plenitud narcisista dará lugar a
la agresividad constitutiva del yo y al lazo social para suturar ese vacío
estructural, para no quedar atrapado, en definitiva, en la incertidumbre del
origen y de la muerte. También será el modelo del deseo como deseo
alienado en el otro, según lo formula Lacan en su célebre enunciado “El
sujeto de deseo es el deseo del otro”, lo que revela que lo importante no es
tanto qué es lo que yo quiero, como qué es lo que el otro quiere de mí.
247
Vanina Noejovich 223 , “el acto mismo de nombrar elimina al objeto,
incluyéndolo en una lógica de sustituciones, ahora vuelta significante. El
objeto es nombrado, más no apresado; la palabra lo representa pero el
objeto nunca estará incluido del todo en ella. Aquello que se pierde, que la
palabra no alcanza y que no puede así ser nombrado, lleva la marca de la
muerte, de lo que no está. Es esta palabra que intenta capturar al objeto,
aquello que se interpone entre la imagen y la muerte”.
223
NOEJOVICH, V., “Las fronteras de la identidad”, en Ética del espejo. Investigaciones
sobre estilos de vida, Madrid, Síntesis, 2005, pág. 155.
224
SCHNAITH, Nelly, Paradojas de la Representación, op. cit., pág. 31.
225
GIDDENS, A., op. cit., pág. 56.
248
En la progresiva maduración del niño/a, el aparato locomotor se desarrolla y
le ayuda para explorar su entorno y ampliar su campo de experiencia. El
bebé ya puede nombrar las cosas aunque no las vea, e incluso puede ir a su
encuentro; pero todavía se trata de un yo puramente narcisista, configurado
a imagen de otro del que sigue dependiendo absolutamente. No comprende
desde su narcisismo que se tiene que producir un progresivo apartamiento
de la madre, obligada a conjugar su papel biológico con el de miembro de la
familia y de la sociedad, pero sólo así puede transmitir a su hijo la confianza
básica a la que nos hemos referido anteriormente. Esta experiencia,
imprescindible en su maduración, de un lado, renueva la angustia originaria,
pues el niño interpreta el que no siempre esté su madre cuando la necesita,
o no se acople absolutamente a sus demandas, como una carencia de esa
figura primordial que él creía hasta entonces perfecta y completa; de otro,
hiere su narcisismo, pues si su madre no es perfecta, él, que es su imagen,
tampoco lo es.
226
FREUD, S., Psicología de las masas y análisis del Yo, op. cit., pág. 2585.
249
cuando el niño ha empezado a tomar a su madre como el objeto de su
deseo, se produce un fuerte enlace afectivo con la figura del padre: “quisiera
ser como él y reemplazarlo en todo”.
Pero el desarrollo del yo exige alejarse del narcisismo primario, a la vez que
engendra una intensa aspiración a recobrarlo, por lo que se va a producir un
desplazamiento de estas identificaciones narcisistas primarias con los
padres hacia la construcción de una instancia ideal en el yo conformada por
un yo ideal y un ideal del yo.
227
FREUD, S., Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia sexual anatómica, O.C.,
vol. III, pág. 2897.
228
GIDDENS, A., op. cit., pág. 90.
250
Por su parte, el ideal del yo surge de la relación con el padre todavía carente
de rivalidad y, según el citado diccionario de Laplanche y Pontalis, “es el
resultado de la convergencia del narcisismo primario (idealización del yo) y
de las identificaciones con los padres, con sus substitutos y con los ideales
colectivos”.
229
FREUD, S., Introducción al narcisismo, Madrid, Biblioteca Nueva, O.C., vol. II, Tercera
Edición, 1973, pág. 2028. Esta cita está contrastada con la traducción de Amorrortu, puesto
que la de Biblioteca Nueva presenta algunas confusiones; a pesar de ello, he preferido
seguir manteniendo la traducción de López Ballesteros, entre otras razones, porque con él
empecé a leer a Freud y porque, en general, yo la prefiero por su estilo literario.
230
En la traducción de López Ballasteros figura como “yo ideal”, cuando lo que debería
poner es lo que aparece en la cita: “ideal del yo”, tal y como aparece en la traducción de
Amorrortu.
251
que está en el orden de las identidades sociales 231 . Por eso, como señala
Kaufmann 232 , el ideal del yo tiene una “relación doble en la construcción de
lo social: relación con los otros [los hermanos de la horda primitiva] en la
coalición violenta [contra el padre], asunción de una identidad común bajo el
signo de la idealización del muerto”, pues al padre no sólo se le odia,
también le aman, lo que significa que la autoridad parental se convierte en
un modelo: “El padre muerto se encuentra ‘idealizado’ en tanto que objeto de
ese amor, mientras que el odio saciado, contradictorio con ese amor, se
convierte, por tal razón, en culpabilidad 233 ”. Y ya veremos más adelante
cómo, cuanto más se refuerza el sentimiento de culpa 234 , más se une la
masa, como respuesta al empuje erótico que está en el fundamento de toda
civilización. Podemos decir entonces que el ideal del yo gobierna el juego de
relaciones con los otros en tanto que desplazamiento de la libido hacia un
ideal del yo impuesto desde el exterior y cuya satisfacción se va a obtener
por la realización de ese ideal común que proviene de la idealización del
padre muerto.
231
Un sustituto del ideal del yo puede ser, por ejemplo, un líder.
232
KAUFMANN, P., “Ideal del Yo”, en Elementos para una eciclopedia del psicoanálisis, op.
cit., pág. 246.
233
Ibídem, pág. 245.
234
Algunos autores relacionan los sentimientos de culpa y vergüenza, pues ambos están
conectados con la instancia ideal en el yo a partir de la introyección de las figuras
parentales. La culpa estaría ligada a la transgresión de los límites y en ella se perpetúa el
tormento del sujeto por haber obrado mal respecto a la víctima con la cual existe una
dependencia amorosa. La vergüenza se produce cuando no se alcanza un objetivo, e indica
una deficiencia, con lo cual hay que entenderla con relación a la integridad del yo, más
ligada, por tanto a la confianza básica. Erikson, haciéndose eco de Freud, relaciona la
vergüenza con la visibilidad: “la vergüenza presupone que uno está completamente
expuesto y que es consciente de que se le mira, es decir: se es consciente de sí mismo”(op.
cit., pág. 95). Según este autor, la vergüenza coincide con el momento evolutivo en el que el
niño comienza a mantenerse en pie y se da cuenta de las relativas medidas
correspondientes a tamaño y poder. Giddens relaciona la vergüenza con el Ideal del Yo y
con el Yo ideal, mientras que la culpa la conecta con el Superyó.
252
V.2. LAS IDENTIFICACIONES EDÍPICAS
235
Este modo intrusivo estaría caracterizado por una serie de actividades y fantasías: “1) la
intrusión en el espacio, mediante una locomoción vigorosa; 2) la intrusión en lo
desconocido, mediante una voraz curiosidad; 3) la intrusión en los oídos y las mentes de
otras personas, mediante la agresiva voz; 4) la intrusión hacia o en otros cuerpos, mediante
ataques físicos; 5) y lo que, con frecuencia, infunde más temor: imaginar que el falo se
introduce en el cuerpo femenino”. Cfr. ERIKSON, E. H., op. cit., pág. 100.
236
Conviene no perder de vista que una de las características de la infancia es su
disposición bisexual, en el sentido de que los niños se relacionan con los padres tanto
desde un punto de vista activos/sujetos como desde un punto de vista pasivos/objetos.
253
Los sentimientos dominantes que presiden las relaciones de los hijos/as con
los padres son fundamentalmente ambivalentes: amor y odio van unidos a la
misma persona: el rival no sólo es detestado, sino también querido,
respetado, admirado. Dicha ambivalencia es la causa de una intensa
culpabilidad inconsciente que dará lugar a fantasmas de castración: atacar a
un rival tan poderoso no puede quedar impune (como proyección de los
propios deseos fundamentalmente).
Igual que ocurre en el mito trágico de Edipo, el progenitor del sexo opuesto
se convierte en el objeto deseado, sobre el que dirigirá su naciente
“sensualidad”, mientras que el progenitor del mismo sexo se convierte en un
rival y sobre el cual se dirigirá su agresividad. En el mito edípico el varón
también quiere matar a su padre para poseer a su madre, igual que en la
fábula de la horda primitiva, pero ahora ya existe una ley y el hijo renuncia a
sus deseos ante la amenaza de castración paterna; de esta forma preserva
su órgano (narcisista) y puede convertirse en hombre y padre. Pero igual
que en el mito, esta tragedia se desarrolla en el inconsciente, pues el niño/a
no es consciente ni de la naturaleza sexual de sus impulsos, ni de la
agresividad hacia el rival.
254
El final feliz del complejo de Edipo será la identificación con el progenitor del
mismo sexo, a la vez que el rechazo del conflicto con el rival: el niño que se
empeña en tener al progenitor del otro sexo solamente para sí, alejando al
rival, terminará por encontrar una forma de solucionar dicho conflicto: ser
como, identificarse con el progenitor del mismo sexo.
En toda esta etapa, el interés (pulsión sexual ) de los niños y las niñas, se
desplaza hacia los genitales, órgano cargado de una gran catexis narcisista
en tanto que será el encargado de la conservación de la especie, aunque de
esto el niño/a nada sabe. El niño/a lo que siente inicialmente es el placer
ligado a la activación de un órgano corporal (masturbación de la primera
infancia) que parece tener vida propia, estar fuera de su control, y que
suscita las prohibiciones de los adultos, por lo que se conectará de esta
manera con la amenaza de castración. La supresión más o menos violenta
de esta masturbación infantil pone en actividad el complejo de castración.
Pero, como señala Freud, la amenaza de castración sólo tiene efecto
cuando se liga esta experiencia a la de la percepción de la diferencia sexual
anatómica: tener-no tener pene.
Así pues, la diferencia dominante en esta etapa se articula a partir del par
fálico-castrado, que tendrá consecuencias determinantes en la conformación
de la identidad masculino-femenino, pues dicha identidad no pasa sólo por
que se tengan claras las diferencias entre un cuerpo masculino y uno
femenino, sino que en la construcción de la identidad es necesaria, además,
la intervención de procesos metafóricos y simbólicos que serán distintos en
el caso de los niños y las niñas.
Más allá de las diferencias, que veremos a continuación, las salidas para
ambos son las mismas: o bien se renuncia al objeto incestuoso, o bien se
renuncia al propio placer sexual…, siempre hay que renunciar a algo…: si
renuncia al objeto incestuoso podrá conservar su sexo, que se dirigirá a
255
otros objetos sustitutos; si renuncia a su sexo será para conservar el objeto,
que sólo de forma identificatoria podrá retener.
237
SAFOUAN, M., La sexualidad femenina, Barcelona, Crítica, 1979, pág. 90.
238
FREUD, S., “Lecciones introductorias al psicoanálisis”, Lección XX, La vida sexual
humana.
256
El supeyó, como heredero del complejo de Edipo, representa, según nos
dice B. Lemaigre 239 , el equilibrio entre la superioridad derivada de la
aspiración y el mandato ‘tú debes hacer/ser como tu padre’ y la superioridad
derivada de la conciencia moral ‘tu no debes hacer/ser como tu padre’:
Equilibrio entre la identificación con el padre y el sentimiento de culpa
derivado de la investidura libidinosa de los padres como objetos incestuosos
(...). Porque los hijos no sólo odian al padre, sino que también lo aman, y en
este sentido añade Lemaigre: “Una vez saciado el odio (de los hijos de la
horda primitiva) por la violencia actuada (muerte del padre) reaparece el
amor en el remordimiento ligado al crimen. El amor es el motor más
profundo de la constitución del superyó, a través de la identificación con el
padre muerto, al devorarlo (banquete sacrificial, sacrificio de la comunión,
eucaristía cristiana, etc.), al encargar a ese superyó que castigue el acto de
violencia e impida su retorno. (...) La fuerza de la renuncia procede no sólo
del miedo al castigo posible, sino también del amor bajo la forma de
remordimiento”. Ya hemos mencionado en otro momento la relación que
existe entre sentimiento de culpa y superyó, de un lado por la transgresión
de los límites, de otro por la dependencia amorosa entre el sujeto y la
víctima. Más adelante profundizaremos en el importante papel que cumple
en la construcción cultural.
239
LEMAIGRE, B., “Superyó”, en Elementos para una eciclopedia del psicoanálisis, op. cit.,
págs. 479-487.
257
V.2.1. LOS PROCESOS DE IDENTIDAD SEXUAL
258
masculina, como consecuencia del castigo (por los deseos incestuosos
respecto de la madre); la otra, la femenina, como presuposición (de la
realización del deseo de ser el objeto sexual del padre)” 241 . El niño se aparta
de su investidura de objeto y la reemplaza por una identificación,
principalmente con el padre, condición de la formación del superyó. La niña,
por su parte, no encuentra la castración por el sesgo de una amenaza, que
no le concierne, sino por la comparación de su sexo con el de los niños.
Así, mientras en la niña se activa la “envidia fálica”: “Lo ha visto, sabe que no
lo tiene y quiere tenerlo” 242 , en el niño se activa la “angustia de castración”:
en un primer momento se resiste a la percepción de la falta…, las niñas lo
tienen pequeño, ya les crecerá…, luego le angustiará que se cumpla la
amenaza. Mucho más teniendo en cuenta que para los dos el agente de la
castración siempre es el padre, progenitor rival del niño.
241
Ibídem.
242
Ibídem, pág. 2899´.
259
narcisista” ligada a la envidia fálica, derivada “de la advertencia que la
niña hace de que al respecto no puede competir con el varón, y que,
por tanto, sería mejor renunciar a toda equiparación con éste” 243 ; esto
la apartará de la zona erógena del clítoris, ese órgano similar al pene
pero pequeñito, para desplazar su interés hacia la vagina, con la que
las niñas empiezan tempranamente a jugar metiéndose cosas,
buscando una sensación corporal, mucho antes de que comprendan
su papel en la reproducción.
243
Ibídem, pág. 2901.
244
FREUD, S., “La feminidad”, en Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis,
Lección XXXIII.
260
Así pues, la niña debe abandonar su primer objeto de amor, el “objeto
primordial”, fuente de seguridad básica, y con el que entra en relación de
rivalidad; la ambivalencia se amplifica y la agresividad experimentada se
vuelve más peligrosa y culpabilizadora que la agresividad experimentada por
el niño hacia su padre.
Pero puede suceder que fracase tal vinculación con el padre y que, a la hora
de tener que abandonar dicha catexis libidinal para dirigirla a otros hombres,
la niña retorne a su complejo de masculinidad, identificada con el padre: bien
sea por no poder investir libidinalmente al padre, bien sea por no soportar los
celos hacia la madre, la niña puede quedar fijada a estas etapas
245
FREUD , S., Algunas consec.uencias.., op. cit.
246
Ibídem.
261
pregenitales, en las que predominan las identificaciones con la madre fálica,
y no llegar a entrar en el complejo de Edipo y poder superarlo.
247
Melanie Klein ubica la aparición del complejo de Edipo hacia los seis meses, cuando se
pasa de los objetos parciales (pecho, pene) al objeto total (madre, padre) y surge la
ambivalencia, de donde nacerá la culpa y el deseo de reparación.
248
La meta pasiva supone la existencia de otro del cual el sujeto se hace objeto
262
simbólica” al límite 249 impuesto a la omnipotencia materna que permite al
niño liberarse de su dependencia y pone fin al fantasma de la madre. C.
Millot 250 lo expresa en los siguientes términos, haciendo referencia a Lacan:
“La criatura, primitivamente entregada al bien querer de la madre, enfrenta la
eventualidad de ser objeto tanto de un goce devorador como de un
abandono que la entregaría a la muerte por falta de cuidado. Ubicado entre
estos dos peligros el niño se pregunta qué desea la madre. Pero sea o no el
objeto apto para colmar ese deseo, en ambos casos corre el riesgo de la
desaparición”.
249
La fórmula del límite a la omnipotencia materna, según Lacan, sería: “No reintegrarás tu
producto”.
250
MILLOT, C., “Feminidad”, en Elementos para una enciclopedia..., op. cit., pág. 199.
251
MARINI, M., “Complejo de Edipo”, en Elementos para una enciclopedia…, op. cit., pág.
147.
263
Desde esta “experiencia”, según esta autora, lo femenino se va a manifestar
en valores sociales como un mayor espíritu de sacrificio o en
comportamientos más fieles en sus relaciones con los hombres…; en
definitiva, es menos narcisista, como forma de compensar lo que no tiene, y
de preparación para soportar la enorme violencia que implicará su papel en
la conservación de la especie: parir hijos.
264
en el chico se refiere a “aniquilamiento”, “disolución”. El descubrimiento de la
castración materna hace entrar al varón en el ocaso del complejo de Edipo:
se produce una desvalorización del objeto maternal y el padre, en tanto que
es el portador de la potencia fálica, pasa a ser admirado; a partir de ese
momento se puede identificar con él y constituir de ese modo una identidad
viril. Y a través de las identificaciones sucesivas con múltiples figuras
paternas se elaborará el superyó, estructurado por la interiorización de la
prohibición.
Muchos autores no están de acuerdo con Freud en esta disolución del Edipo
en el varón, sino que entienden que, lejos de disolver el Edipo, la angustia
de castración “constituye el resorte de la neurosis, al igual que de la
perversión. De modo que acarrea, en el hombre, un reducción de la relación
de objeto a la pura afirmación de que existe el falo: lo arrastra al
fetichismo” 252 .
252
SAFOUAN, M., op. cit., pág. 86.
253
La desmentida sería estructurante en el niño en cuanto que respondería al paso del
principio de placer al principio de realidad, cosa que de ocurrir en la vida adulta produciría
una regresión a una fijación. En la neurosis el conflicto se da entre el yo (al servicio de la
realidad, como efecto de la amenaza de castración) y el ello (al servicio del placer): el yo
reprime las exigencias del ello. En la psicosis, el ello arrastra al yo a despegarse de la
realidad: reniega de la realidad.
265
El varón se encuentra pues ante una doble alternativa: o abandona el objeto
para preservar su falo o encuentra un fetiche que tape la falta de pene en la
mujer.
266
V.3. FUNCIONES DEL PADRE EN LA CONSTRUCCIÓN IDENTITARIA
254
Falo como significante del goce.
255
Lacan, J., “Subversión del sujeto y dialectica del deseo”, en Escritos. Cfr. MILLOT, C.,
“Feminidad” en Elementos para una enciclopedia op. cit., pág. 200.
267
necesario que el goce sea rechazado para que pueda ser alcanzado en la
escala invertida de la ley del deseo”. El niño, para identificarse como varón,
tendrá que renunciar a ser el objeto de goce de otro (primero de la madre y
luego del padre). La niña, que no hace sino desplazar sobre el padre las
metas pasivas del lazo libidinal con su madre, para identificarse como mujer
tiene que seguir ocupando ese lugar de objeto de deseo de otro; un otro que,
en tanto que omnipotente, la aboca irremediablemente al masoquismo 256 , a
menos que contrapese sus tendencias pasivas de ser objeto de deseo, con
sus tendencias activas (fálicas). Sólo la formación de un ideal del yo paterno
y el deseo de tener un hijo la salvan de este destino. De mantenerse, este
apego a la figura paterna omnipotente “la conduce o bien a una posición
sacrificial que apunta a mantener esa figura, o bien a una protesta masculina
destinada a preservarla de los estragos de la posición precedente. (…)
También el padre tendrá que ser ‘tachado’, por la castración simbólica. Sólo
entonces puede abrirse para una mujer la vía hacia ese ‘Otro goce’, que no
es identificable con el goce del Otro, es decir, con el goce masoquista, sino
que más bien se asemeja a una ‘gozada ausencia’ paradójica que se aloja
en la falta misma del goce absoluto encarnado por el padre muerto” 257 .
También la niña se tiene que identificar con el padre, en tanto que portador
del falo, para poder acceder a la dimensión simbólica: “Es la prevalencia de
la Gestalt fálica la que, en la realización del complejo edípico, fuerza a la
mujer a tomar el rodeo de la identificación con el padre, y a seguir por ende
durante un tiempo los mismos caminos que el varón. El acceso de la mujer
al complejo edípico, su identificación imaginaria, se hace pasando por el
padre, exactamente al igual que el varón, debido a la prevalencia de la forma
imaginaria del falo, pero en tanto que a su vez ésta está tomada como el
elemento simbólico central del Edipo” 258
256
La pasividad y el masoquismo conforman la esencia de la feminidad y son la
consecuencia de la relación de dependencia primitiva de la niña con la madre.
257
MILLOT, C., op. cit., pág. 200.
258
LACAN, J., El Seminario. Libro 3. La Psicosis (1955-1956), Barcelona, Paidós. 1985,
pág. 251.
268
La ley del padre es vivida como heterogénea y arbitraria, en tanto que
procede del lugar del no-yo, del “invasor”. Jöel Dor, citado por M.Marinas 259 ,
se refiere a la función paterna como “el rol de un embajador de la cultura que
viene a otro país, el de la madre con el niño”. Como no podía ser de otra
manera, ya que no puede proceder del yo de la madre, en tanto que es
percibido como idéntico, fusional.
259
MARINAS, M., “El malestar en la cultura del consumo”, en Política y Sociedad, vol. 39, Nº
1, 2002, pág. 60.
260
“El significante es un signo que no remite a un objeto..., es signo de una ausencia. Pero
en tanto forma parte del lenguaje, el significante es un signo que remite a otro signo, está
estructurado como tal para significar la ausencia de otro signo, en otras palabras, para
oponerse a él en un par”. Cfr. LACAN, J., La Psicosis 3, op. cit., pág. 238.
269
Esta sustitución impide que el niño sea el objeto pasivo del capricho
materno: la prohibición del incesto y la existencia de la ley paterna
reemplazan así a la arbitrariedad materna.
261
GONZÁLEZ REQUENA, J., “El horror y la teoría del texto”, en Trama & Fondo, Nº 13,
pág. 20.
262
GÁRATE, I. y MARINAS, J. M., Lacan en castellano, Madrid, Quipú, 1996.
270
También es el padre de las identificaciones narcisistas: el niño renuncia a los
instintos y acepta la ley, pero como compensación sentirá “orgullo” al tomar
conciencia (Superyó) de que merece el amor del padre.
263
FREUD, S., Moisés y la religión monoteísta, O. C., vol. III, op. cit., pág. 3309.
271
V.4. DE LAS IDENTIFICACIONES PARENTALES A LAS
IDENTIFICACIONES COLECTIVAS
264
Entendemos por mito la construcción simbólica que nos sirve para rellenar los huecos
producidos por el desajuste estructural; el mito nos ayuda a encontrar respuestas allí donde
sólo existe vacío, incertidumbre.
272
Como ya sabemos, Freud construye el mito del parricidio a partir de las
hipótesis de Darwin y algunas conjeturas de Atkinson. Dicho mito sostiene
que el hombre primitivo habría vivido en pequeñas hordas dominadas por un
“macho poderoso”, detentor de todos los goces, y en las cuales el lenguaje
aún no estaría muy desarrollado. Freud despliega este mito principalmente
en su obra Totem y tabú (1912,) y lo encontramos admirablemente
condensado en Moisés y la religión monoteísta: “El macho poderoso habría
sido amo y padre de la horda entera, ilimitado en su poderío, que ejercía
brutalmente. Todas las hembras le pertenecían: tanto las mujeres e hijas de
su propia horda como quizá también las robadas a otras. El destino de los
hijos varones era muy duro: si despertaban los celos del padre, eran
muertos, castrados o proscritos. Estaban condenados a vivir reunidos en
pequeñas comunidades y a procurarse mujeres raptándolas, situación en la
cual uno u otro quizá lograra conquistar una posición análoga a la del padre
en la horda primitiva. Por motivos naturales, el hijo menor, amparado por el
amor de su madre, gozaba de una posición privilegiada, pudiendo
aprovechar la vejez del padre para suplantarlo después de su muerte” 265 .
265
FREUD, S., Moisés y la religión monoteísta, op. cit., pág. 3289.
273
desea, en el mismo acto de desear. Este mecanismo se produce porque nos
reconocemos en su deseo, nos identificamos con lo que desea…Deseo que
no es otra cosa que un imposible, pues es puramente imaginario…, ya que
cuando se constituye no hay símbolos que sujeten ese deseo, el lenguaje
todavía no está desarrollado cuando asistimos a esta “experiencia”. Será
cuando se acceda al nivel de lo simbólico cuando el sujeto humano podrá
canalizar sus deseos a través fundamentalmente de las palabras, en forma
de demanda dirigida a otro (y ya sabemos que toda demanda es una
demanda de amor). Por todo esto es por lo que dice también Lacan, en otro
de sus enuciados célebres, que el inconsciente está estructurado como un
lenguaje.
274
necesariamente restricciones sexuales básicas a todos los componentes de
la horda.
Otra amenaza para el padre está representada en el mito por los otros a los
que el padre impone tan severas restricciones sexuales/afectivas: las
mujeres y los hijos.
Pero los hijos no sólo odian al padre, sino que, a la vez, también le veneran,
es su Ideal; esta ambivalencia de sentimientos se resuelve de forma
contundente en el mito, “devorando su cadáver crudo”: se comen al padre
(real) y de esta forma lo incorporan (imaginariamente) a su yo como Ideal y
267
Muy interesante el artículo de M. MARINAS “El malestar en la cultura del consumo”, en
Política y Sociedad, vol. 39, Nº 1, 2002, en el que analiza y contrasta el malestar de antaño
con el actual a través de metáforas y alegorías muy expresivas para decir lo que no se
puede expresar.
275
como instancia represora (Superyó). Una vez muerto el padre, el goce se
vuelve imposible, pues el amor hacia el padre retorna en forma de culpa, lo
que impide ocupar su lugar de goce.
Pero resulta que esta primera organización reproduce el modelo (Ideal) del
padre de la horda, pues impone la renuncia a los instintos (tabú del incesto)
y el precepto de exogamia. Pero este padre sólo cumple su función en tanto
que está muerto, y la condición para que no se vuelva a producir el terrible
asesinato será que ese lugar quede vacío. Un tótem se erigirá en su lugar:
un símbolo que lo sustituye y lo representa, con el objetivo de mantener vivo
el recuerdo del parricidio, bajo la fantasía de que es posible hacerlo existir a
cambio de entregarse a él, de adorarlo. El totemismo es así la primera
construcción cultural y con ella surgen los dioses y la idea de inmortalidad,
pues el padre de la horda primitiva no es aún inmortal, como llegará a serlo
276
cuando la cultura, a través de la religión, lo divinice. La cultura totémica es
pues el origen de la religión, de la moral y de la diferenciación social.
Así pues, este mito de la horda primitiva no hace sino describir el pasaje de
la naturaleza a la cultura, el momento en el que la humanidad se separa de
la animalidad. El asesinato del padre omnipotente, gozador y castrador, deja
su lugar al padre edípico, sometido a la ley que enuncia, que no es otra que
la ley del incesto, que pone fin a la sexualidad anárquica de la horda
primitiva; el sentimiento de culpa que domina tras el asesinato impide el
acceso a la mujer del padre, la madre, primer amor al que el sujeto debe
renunciar para poderse incluir en la lógica del deseo.
En Psicología de las masas y análisis del yo (1920), Freud establece el
paralelismo entre el comportamiento de la masa y la horda primitiva; en
ambos casos se trata “del individuo dotado de un poder extraordinario y
dominando a una multitud de individuos iguales entre sí”. Freud establece en
268
KAUFMANN, citado por LEMAIGRE, B., “Superyó” en Elementos para una enciclopedia,
op. cit., pág. 485.
277
este texto una serie de coincidencias entre ambos tipos de organización
“social”: “la desaparición de la personalidad individual inconsciente, la
orientación de los pensamientos y los sentimientos en un mismo sentido, el
predominio de la afectividad y de la vida psíquica inconsciente, la tendencia
a la realización inmediata de las intenciones que puedan surgir” 269 .
Por todo ello, hay que pensar que la masa se corresponde con un estado de
regresión a una actividad anímica primitiva, por lo que, deduce Freud, la
psicología colectiva es la psicología humana más antigua, de la que la
psicología individual se habría diferenciado sólo más tardíamente.
Si bien cabe suponer que la psicología individual tiene que ser tan antigua
como la colectiva, pues desde el origen están las dos: la psicología colectiva
representada en los individuos iguales entre sí que forman parte de la horda
primitiva, y la psicología individual representada en el padre, dotado de un
poder absoluto y dominador de todos los integrantes de la masa.
278
idealizada del sometimiento de todos al poder absoluto del padre de la horda
y el temor que inspiraba; tanto el clan totémico como la familia reposan en
esta transformación.
271
VALADE, B., “Psicoanálisis y sociología”, en Elementos para una enciclopedia, op. cit.,
pág. 692.
272
LEMAIGRE, B., Elementos..., op. cit., pág. 485.
279
mantiene como meta principal el progreso del principio del placer, o sea la
búsqueda de la felicidad. La agregación o la adaptación a una comunidad
humana aparece sólo como una condición inevitable que hay que llenar
precisamente en función de la procuración de la felicidad. En el proceso de
la civilización, la situación se invierte: lo que era una condición en el primer
caso, pasa a ser la meta principal en éste; lo que era la meta principal queda
relegado al segundo plano. Se tiene incluso la impresión de que la creación
de una gran comunidad humana –insiste Freud- sería más fácil si no hubiera
que preocuparse por la felicidad del individuo. (...) Como la civilización
obedece a un empuje erótico interno que apunta a unir a los hombres en una
masa mantenida por lazos estrechos, no puede llegar a ello más que por un
solo medio, reforzando siempre más el sentimiento de culpa. Lo que
comenzó con el padre se consuma con la masa”.
280
V. 5. LA IDENTIDAD COMO CONSTRUCCIÓN SOCIOCULTURAL
273
Socialización, según el Diccionario de Sociología de Giner, hace referencia al “proceso
por el cual el individuo en desarrollo se adapta a los requerimientos de la sociedad en que
vive”. En este proceso de socialización se van interiorizando los elementos de la sociedad
en aras a la mejor adaptación del individuo.
Se distinguen tres etapas cronológicas en el proceso de socialización, según el Diccionario
de Sociología:
—La socialización primaria es la que se efectúa en la infancia, y es la más duradera. En ella
se interiorizan los más importantes elementos de la sociedad, como el lenguaje, el nombre
propio, la identidad de género…, etc. Los padres son los principales agentes en esta etapa,
en la que la socialización se hace de forma acrítica.
—La socialización secundaria consiste en la interiorización de valores y normas más
concretos, con un sentido más funcional de adaptación a la vida adulta; los agentes de
socialización más importantes en este proceso son el grupo de pares y las instituciones.
—La socialización terciaria tiene lugar en la vida adulta y se refiere al proceso de adaptación
a un determinado contexto social y cultural, en el que los sistemas de referencia son
distintos a los aprendidos; en este caso, los agentes socializadores son fundamentalmente
los medios de comunicación social, las ideologías, las religiones y demás sistemas
simbólicos.
El Interaccionismo simbólico, desde una perspectiva estructural, distingue dos planos de
socialización claramente delimitados: el de las referencias culturales (socialización primaria)
y el de los usos que los sujetos hacen de ellas (socialización secundaria):
—En la socialización primaria se interiorizan los significados culturales centrales, que dan
lugar al “Otro generalizado”,(J. R. Torregrosa y C. Fernández Villanueva: “La interiorización
de la estructura social”, en Estudios básicos de Psicología Social).
—En la socialización secundaria se interiorizan los roles y las posiciones sociales.
281
J-M. Marinas 274 se refiere a la identidad como “un lugar doble... una mirada
que establece sistemáticamente dos lugares”, que en el proceso discursivo
esta representada en el par Nos/Otros. “Pliegue” (Deleuze y Guattari) o
“frontera” (W. Kawanah) son otras metáforas que han empleado distintos
autores tratando de conceptualizar la identidad. A. Bustamante 275 se refiere
a la idea de la identidad como pliegue en los siguientes términos: “un pliegue
en el que el afuera constituye un adentro coextensivo. Es decir, aquello que
llamamos sí-mismo, que nos hace ser quienes somos, no puede ser
entendido a la manera de un ‘espacio’ privado; ni la relación con el afuera, lo
social, lo Otro [en el sentido lacaniano: alteridad radical: lo simbólico, la ley,
el lenguaje], como un mero juego de opuestos. Se trata, en otras palabras,
de cómo ese afuera se instala en el adentro, de cómo lo Otro tiene que ver
conmigo, conmigo en tanto sujeto del inconsciente”.
274
MARINAS, J. M., La razón biográfica. Ética y política de la identidad, Madrid, Biblioteca
Nueva, 2004, pág. 48.
275
BUSTAMANTE, A., “El pliegue y los bordes de la subjetividad”, en Ética del espejo, op.
cit., pág. 144.
276
En el narcisismo primario no existe ni yo ni tú, sólo hay fusión: yo = yo; pero a partir de que
aparece él (tercero: padre), surgirán el yo y el tú como dos “lugares” separados que hacen
posible la comunicación.
277
REYMON-RIVIER, B., El desarrollo social del niño y del adolescente, Barcelona, Herder,
1977, pág. 273.
282
intereses afines, como es el mundo actual, esta concepción se vuelve
imposible, pues desaparece el origen y la filiación.
Y ello significa que el sujeto social tiene que gestionar su identidad en
función de las posiciones que ocupa en un determinado espacio y tiempo
social, lo que implica que se ve impelido a actuar según unas estrategias
contextuales mediatizadas por las interacciones con los otros. Esto exige
tener que reflexionar sobre las dimensiones que cada sociedad pone en
juego, así como también conocer cómo dichas dimensiones se articulan y
legitiman, si queremos entender los distintos modelos de identificación a
través de los cuales dicha sociedad se representa, pues compartimos con
Michel Foucault la idea de que cada época histórica genera el modelo de
persona que más le conviene, y que la propia subjetividad es un potente
mecanismo de reproducción del orden social existente.
Son por tanto las dimensiones simbólicas que cada sociedad pone en juego
las que ayudan a desarrollar la vida en sociedad, a dar un sentido a la
realidad y a configurar la identidad personal y social de cada uno. Y lo hacen
a través de la puesta en juego de una “trama significante” (palabras,
expresiones, discursos…) que sirve para expresar dichas identidades
sirviéndose de textos que ayudan a encontrar un sentido. Dicho de otra
manera: la realidad (orden semiótico), sólo se sostiene cuando es
simbolizada a través de relatos o, si se prefiere, mitos.
Así pues, podemos pensar la identidad como una producción cultural, en tanto
que la cultura es el modo de interpretación y significación de la realidad a
partir de los sistemas simbólicos de los que se sirve para su sostenimiento y
transmisión.
283
la del sujeto racional y trascendente. A partir de ahí, los tres principios
lógicos que rigen el pensamiento occidental y en los que se basa nuestra
forma de entender la realidad son: el principio de identidad: las cosas han de
mantener la identidad consigo mismas; el principio de no contradicción: las
cosas no pueden ser y no ser al mismo tiempo; y el principio de tercero
excluido: las cosas deben ser esto o aquello, no hay tercera posibilidad. Es
por ello que la teoría de la identidad en la cultura occidental se fundamenta
sobre oposiciones simbólicas tales como la dualidad sujeto/hombre–
objeto/naturaleza, exterior-interior, cuerpo-mente, y/o la dualidad individuo-
sociedad.
278
CRESPO, E. (Ed.), La constitución social de la subjetividad, Madrid, Cátedra, 2001,
págs. 209-225.
279
REVILLA, J. C., La identidad personal en la pluralidad de sus relatos. Estudio sobre
jóvenes, Tesis doctoral, UCM, noviembre, 1996, pág. 173.
284
Por todo ello, la identidad no puede concebirse como algo que preexiste al
sujeto, sino que, como dicen Gabriel Gatti e Iñaqui Martínez 280 , el sujeto de
la identidad emerge como “un sujeto competente para negociar las
coordenadas con las que definir su pertenencia comunitaria”. Una
comunidad que ha pasado de ser recreada como “esférica, sin fisuras, bien
afirmada en y por un relato histórico, en y por una clara definición de los
límites y contenidos de sus territorios”, a ser concebida como abierta “ante
el espectáculo de la proliferación de escenarios”, lo que obliga a los “sujetos
que por ellos transitan a distanciarse de las líneas maestras con las que
fueron diseñados”.
A todo esto hay que añadir que nos desenvolvemos en un medio lingüístico,
en el que tenemos que concebir el lenguaje no como mero portador de
representaciones mentales, sino como una actividad que engendra la propia
realidad. El lenguaje no es algo que preexiste a la realidad y al sujeto, sino
que los constituye: “Sólo después de haber actuado sabemos qué hemos
hecho. Sólo después de haber hablado sabemos lo que hemos dicho” 281 .
280
GATTI CASAL DE REY, G. y MARTÍNEZ DE ALBÉNIZ, I., La doble faz del espacio
publico, en REIS, Nº 80, octubre-diciembre, 1997.
281
MEAD, G. H., Espíritu, persona y sociedad, Barcelona: Paidós, 1982, pág. 222.
285
Y por lo mismo, también la identidad es en sí misma una construcción: no es
un a priori, sino que surge en el curso de la interacción con los otros y en un
contexto social determinado. En palabras de Giddens 282 : “la identidad del yo
no es algo meramente dado como resultado de las continuidades del
sistema de acción individual, sino algo que ha de ser creado y mantenido
habitualmente en las actividades reflejas del individuo... es el yo entendido
reflexivamente por la persona en función de su biografía”.
282
GIDDENS, A., Modernidad e identidad del yo. El yo y la sociedad en la época
contemporánea, op. cit., pág. 72. Subrayado en el original.
286
V.6. DEL SUJETO MODERNO AL INDIVIDUO CONTEMPORÁNEO
283
Citado por N. SCHNAITH en Paradojas de la Representación, Barcelona, Café Central,
1999, págs. 44-45.
287
La solidez de la sustancia ha sido sustituida por la inestabilidad y labilidad de
los marcos contextuales, lo que supone, según N. Schnaith 284 , “una
substanciación del fundamento que deja al sujeto sin la antigua protección
de alguna verdad primera o última. La verdad está siempre en suspenso no
por una crisis circunstancial sino por el nuevo modo de ser de lo que es:
ahora ‘todo lo sólido se desvanece en el aire’. La ‘objetividad’ de las cosas
se disgrega en una forma multiperspectiva de existir por la que ya no son en
sí mismas sino que se gestan permanentemente en el vacío de su sustancia.
La verdad queda pospuesta porque lo real mismo se pospone: ya no se
impone como algo dado sino que siempre se está construyendo a posteriori,
en el después de un antes por decidir”.
284
SCHNAITH, N., Paradojas de la Representación, op. cit., pág. 49.
285
BAUMAN, Z., Identidad, Madrid, Losada, 2005, pág. 32.
286
SCHNAITH, N., Íbidem, op. cit., pág. 49.
288
que apoyarse –Dios, Razón, Sujeto Transcendental o Espíritu– el juego se
vuelve serio: depende de nosotros”.
287
SABORIT, P., “Del sujeto al individuo, o viaje alrededor de lo mismo”, en Archipiélago, Nº
23 (Al borde del sujeto), invierno/1995. Los textos de referencia que sigue este autor son: L.
Dumont, Ensayos sobre el individualismo, Madrid, Alianza, 1987; G. Lipovetsky, La era del
vacío. Ensayos sobre el individualismo contemporáneo, Barcelona, Anagrama, 1988; A.
Renaut, La era del individuo, Barcelona, Destino, 1993.
289
La segunda dimensión del humanismo, según Saborit, es la responsabilidad,
que se sustenta en “la incapacidad de asumir que con la muerte de Dios el
hombre tiene que aceptar que es el responsable último de su existencia”. La
actitud se manifiesta en “la creencia de que lo que escapa al control
intelectual del hombre no tiene sentido”.
290
real tendrá sentido en la medida que excite la sensibilidad individual y
ofrezca un buen espectáculo”; de otro, mediante la transformación de la
naturaleza, que pasa a ser dominio y transformación de uno mismo.
De esta forma, los grandes valores, que en los inicios de la modernidad eran
percibidos a escala histórica, se han visto replegados a la escala individual
288
BAUMAN, Z., Vida líquida, Barcelona, Paidós Estado y Sociedad 143, 2006, págs. 171-
177.
291
en la modernidad tardía, y lo que aquellos pensaron que era posible hacer
que las cosas fueran diferentes para la sociedad y que ellos podrían
hacerlo, éstos han abandonado toda ilusión y confianza al respecto. Y en
este repliegue individualista, el narcisismo y la omnipotencia imaginaria que
inevitablemente lleva adheridos, están poniendo en peligro el propio sistema
social, principalmente por la carencia simbólica y la crisis de subjetividad que
venimos padeciendo desde hace tiempo y que parece ampliarse de día en
día. Sin una dimensión simbólica sostenida desde el interior, que articule las
relaciones sociales y consiga ligar el plano de las experiencias con el de la
expresión, estamos abocados a configurar unas formas de socialización y de
construcción de identidad muy frágiles.
De esta forma, se tiende a una focalización excesiva en los otros, que puede
estar posibilitando el desarrollo de movimientos fusionales, en los que la
responsabilidad recae en los otros, convertidos en chivos expiatorios, y que
pueden derivar en actitudes paranoicas. Esto podría estar conllevando,
como señala F. Conde, la organización de dos espacios nítidamente
separados: un “nosotros” cuasi fusional, en el que el individuo desaparece
frente a la masa, y un “ellos” totalmente separado, sentido de forma
paranoica como invasores.
289
GATTI CASAL DE REY, G. y MARTÍNEZ DE ALBÉNIZ, I., op. cit., REIS
292
Movimientos paranoicos y fusionales que pueden interpretarse como
mecanismos regresivos: en la búsqueda de (falsas) certezas, se estaría
demandando una autoridad, una ley, pero no de origen simbólico, sino más
imaginaria, puramente arbitraria, como la que procedería del padre de la
horda primitiva, y no tanto del padre edípico transmisor de la ley simbólica. Y
lo que parecía un viaje sin retorno en el ámbito social, el optimismo que se
desprendía de la propia historia cultural, la larga vida de las instituciones
reguladoras de modos y espacios en que desarrollar identidades individuales
aceptando las diferencias, todo eso parece haber entrado en crisis. Crisis de
la cultura, quiebra del sistema simbólico, desregulación institucional
acelerada en las últimas décadas por un neoliberalismo fundamentalista,
transformación de la sociedad de masas en mera sociedad de consumo y
del simulacro… Lo cierto es que la conciencia individual parece diluirse de
nuevo en el ámbito de lo innominado, en un “nosotros” acéfalo que siente lo
diferente como peligroso y parece demandar una autoridad arbitraria que
iguale a todos en el miedo común, en una suerte de regresión narcisista en
la que la omnipotencia del deseo se afirma al precio de destruir la ley, la
cultura, en aras de una nueva proyección imaginaria sobre la, al parecer, mal
fenecida figura totalitaria del padre de la horda primitiva.
293
VI. LO PSÍQUICO Y EL CONSUMO
290
Podemos entender el superyó como la instancia de la represión social, el representante
de las demandas de la sociedad. Freud, en El malestar en la cultura (pg. 3053), se refiere a
la instancia superyoica describiéndola como una “guarnición militar en la ciudad
conquistada” del yo, que se le opone y lo vigila desde el interior, controlando que no
despliegue sobre los otros la pulsión agresiva (tánatos) y la parte no social de eros.
291
A través del sentimiento de culpa se perpetúa el crimen (en su doble inscripción: el
parricidio y el incesto) del padre y se consigue que la omnipotencia del padre muerto siga
ejerciendo fascinación, al mismo tiempo que persiste su función prohibidora; fascinación por
el ideal que representa; prohibición como forma de asegurarse de que el lugar omnipotente
dejado por el padre muerto no pueda ser ocupado por los semejantes, y como forma
también de controlar que la agresividad dirigida contra el padre tirano se vuelva a
reproducir, pues supone una amenaza al vínculo social. Para controlar las tendencias
agresivas, la civilización trabaja reforzando los vínculos amorosos coartados en su fin, es
decir, a través del mecanismo de la identificación, tanto con el padre, como con los iguales,
los componentes de la fratría que también han participado en el crimen, y a través de los
ideales.
294
Sennett 292 se expresa en términos similares cuando señala que “las
tormentas y las angustias del fratricidio son sustentadoras del sistema”.
295
horda primitiva no hay restricciones a la libertad individual 297 . Pero son
precisamente las restricciones que impone la ley las que posibilitan el paso
de lo animal a lo humano: “con la ley y el crimen comenzó el hombre”, nos
dice Freud en Tótem y Tabú. Desde otro lugar pero en el mismo sentido se
expresa el poeta Gil de Biedma en los siguientes versos: “La vida nos sujeta
porque precisamente no es como la esperábamos”.
297
Bien es cierto que la libertad individual en la horda primitiva carecía de valor, pues todo
el poder lo acapara el padre primitivo; para el resto de los integrantes de la horda, su único
destino es la castración, es decir, la muerte para los que se sublevan.
298
FREUD, S., El malestar en la cultura, op. cit., pág. 3036.
296
cristiana, la socialista o la científica, que, para atenuar la angustia
procedente de la pulsión agresiva 299 , se basan en una concepción idealista
de la naturaleza humana, exacerbando valores como el amor, la igualdad o
la autonomía real; Freud, de un lado, confiesa tener poca confianza en que
se consiga por esta vía la anhelada felicidad para todos, pues tales valores
difícilmente se hacen significativos si no se experimentan de forma directa y
específica por cada uno. De otro, estas colectividades no están exentas de
carga agresiva pues, sintiéndose en posesión de la verdad, no dudan en
combatir contra todos aquéllos que no participan de la misma creencia que
ellos, que no es otra que la existencia de un único principio supremo, al cual
deben adherirse todas las personas como miembros de una sociedad, y
sobre los que descargarán dicha pulsión agresiva.
Por cultura entiende Freud 300 : “la suma de producciones e instituciones que
distancian nuestra vida de la de nuestros antecesores los animales y que
sirven a dos fines: proteger al hombre contra la Naturaleza y regular las
relaciones de los hombres entre sí”. Es decir, que los fines de la cultura son,
según Freud, “proteger” (al hombre contra el caos: naturaleza,
omnipotencia...) y “regular” (las relaciones entre iguales para contrarrestar la
pulsión de muerte), pues, como ya hemos dicho, la cultura se erige sobre el
sentimiento de culpa que se deriva del parricidio y para evitar que pueda
volver a repetirse. Es por ello que J. Ibáñez 301 se refiere a la cultura como
“un artefacto construido para evitar la muerte –suspendiéndola-“, y en nota
al pie puntualiza, siguiendo a Levi-Strauss: “Cultura y sociedad son dos
respuestas complementarias a la muerte: ‘la sociedad, para impedir al
animal saber que es mortal, la cultura como una reacción del hombre a la
conciencia de que lo es’”.
299
La pulsión agresiva no es sino una proyección de la pulsión de muerte.
300
FREUD, S., El malestar en la cultura, op. cit., pág. 3033.
301
IBAÑEZ, J., Más allá de la sociología, op. cit., pág. 204.
297
placer” y se diluye en unos límites cercanos al sufrimiento, pues remite a lo
real, a la muerte. De dicho goce sólo podemos saber que existe cuando lo
hemos perdido, y sabemos de él por las huellas que deja a su paso, a través
de la repetición (inconsciente). En el tiempo originario, anterior al Edipo, el
goce es absoluto pues coincide con la ley; a partir del Edipo, el goce es
imposible, pues gozar de la madre está prohibido: el saber es el precio de la
renuncia al goce. N. Braunstein 302 se refiere al goce en los siguientes
términos: “En el principio era el goce, pero ese goce no se sabe sino a partir
de que se le ha perdido. Porque está perdido es. Y porque el goce es, lo
real, lo imposible, es lo que se persigue”. De esta forma, el goce 303 es lo
opuesto al placer, en la medida en la que implica básicamente, según la
conceptualización de cultura y sociedad que hace Levi-Strauss, saber que
estamos muertos (puesto que el goce es un imposible) e intuirse animal
(saberse expuesto al goce pulsional). Por todo esto, la cultura tratará de
poner límites a lo real/goce, o de encontrar ideales para canalizar la energía
pulsional, pero al mismo tiempo también deberá encontrar formas de paliar
la ansiedad ligada a la decepción de no poder cumplir los ideales del yo.
Todo lo cual no impide la emergencia de un “malestar” que es consustancial
a la propia culturización y socialización.
302
BRAUNSTEIN, N., El goce, México, Siglo XXI, 1990, pág. 33.
303
Como dice Zizek en una entrevista, y siguiendo a Lacan, “lo que se opone al placer no es
la responsabilidad sino el goce, en el sentido de exceso traumático de placer. Por poner un
ejemplo ingenuo: imagine que usted vive una vida tranquila, una vida familiar placentera,
con sus amistades, sus hijos, etcétera. En ese caso, la llegada del amor representa una
catástrofe, supone, por decirlo con San Pablo o con Carl Smith, la irrupción de un ‘estado de
emergencia’”. Cfr. Manuel Asensi, El psicoanálisis es más necesario que nunca, en
es.geocities.com/zizekencastellano (04.02.04). Esta oposición entre placer y goce,
establecida ya por Kant en La crítica del juicio, tiene su fundamento en la distancia entre la
representación y la cosa representada; en el goce, esta distancia está abolida, por lo que el
sujeto no tiene cabida, pues está confundido con la cosa.
298
VI.1. EL MALESTAR EN EL CONSUMO
Nos está pues advirtiendo Freud sobre la amenaza que supone para la
sociedad y la cultura el continuo proceso de burocratización que se lleva a
cabo en las sociedades neoliberales, a costa de los líderes carismáticos
sobre los que proyectar las ilusiones pasivas de la masa en situaciones de
perturbación y violencia. Tanto Freud en “El porvenir de una ilusión”, como
304
FREUD, S., El malestar en la cultura, op. cit., págs. 3048-3049.
305
Recordemos que 1929 es una fecha emblemática por el crack económico que se
produjo.
299
Max Weber en “Economía y sociedad”, profundizan en la importancia de la
figura carismática a la hora de mantener el vínculo social en situaciones de
crisis, a las que las masas son tan proclives. Esta idea del carisma vinculado
a las situaciones de crisis, ha perdido toda vigencia, según R. Sennett 306 , en
la sociedad de consumo de masas hasta el punto de ver trastocada la
función dionisiaca que tenía en el modelo social que tanto Freud como
Weber tenían de referencia: “el carisma secular se halla tan lejos de ser una
experiencia dionisiaca que puede crear una condición de crisis por sí solo.
En su forma más reciente y televisada, el carisma desvía a las masas del
acto de invertir demasiado sentimiento en los problemas sociales; uno lo
asocia de tal modo con el presidente jugando al golf o almorzando con una
familia corriente, que no presta atención a los problemas hasta que éstos
llegan a un punto crucial, más allá de cualquier solución racional... El
carisma moderno significa orden, un orden pacífico, y como tal crea la crisis”.
Quiere esto decir que la producción de desorden resulta antitética con la
ilusión de orden promovida por el propio racionalismo 307 .
306
SENNETT, R., El declive del hombre público, op. cit., pág. 341.
307
En términos similares se expresa C. Lasch307, citando a M. Maccoby, en The Gamesman:
The New Corporate Leaders, cuando refiriéndose a la pérdida de autoridad y carisma en la
sociedad burocratizada, señala lo siguiente: “El burócrata de éxito no sobrevive porque
apele a la autoridad de su cargo, sino porque establece un patrón de movilidad ascendente,
cultivando a los superiores en fase de movilidad también ascendente y administrando ‘dosis
homeopáticas de humillación’ a quienes van dejando atrás mientras ascienden a la cumbre”.
Estos cambios sobre el papel del carisma parecen guardar relación con la evolución habida
desde el antiguo régimen hasta el advenimiento de la modernidad, en la que los hombres
han ocupado el lugar vacío dejado por los héroes, de igual forma que éstos sustituyeron a
los dioses.
308
MARINAS, J. M., “El malestar en la cultura del consumo”, op. cit., pág. 53.
300
efecto de la represión cuanto por la ausencia de contención (Hagen), la
carencia de límites que permitiesen una apropiación de las tensiones y
fantasías de omnipotencia y las experiencias de frustración”.
301
naturaleza y de la técnica, desaparecen las limitaciones, lo cual desemboca
en un nuevo utopismo, que se aleja de la vieja concepción, pues la utopía ha
dejado de ser ese ideal inalcanzable por su propia naturaleza por el cual los
hombres podían medir lo real, dado que “la hubris moderna ha procurado
cruzar esta distancia y englobar lo ideal en lo real” 310
310
BELL, D., El advenimiento de la sociedad post-industrial, op. cit., págs. 561-563.
311
“Una figura carismática brinda a un pueblo un vínculo psicológico de identificación y
satisface una necesidad de sumisión y temor reverente. Una doctrina proporciona a la gente
un conjunto de explicaciones y justificaciones de su lugar en el mundo. Un destino les da
una sensación de poder y autoconfianza, si no de engrandecimiento, que refuerza el vínculo
psicológico de la adhesión”. Cfr. BELL, D., Las contradicciones culturales del capitalismo,
op. cit., pág. 263.
312
El padre simbólico es el que constituye al sujeto (del inconsciente) y le instala en la
sociedad y la cultura a cambio de la renuncia instintiva y la sujeción de todo a la ley.
302
reproducirse a costa de la permanente insatisfacción entre los
consumidores.
De esta forma, en el modelo social de consumo, asentado sobre la ilusión
una completa satisfacción imaginaria de los deseos 313 de los consumidores,
la alienación se vuelve más diáfana pero también, paradójicamente, más
subrepticia, pues, como dice L.E. Alonso 314 , siguiendo a M. Gillaume en El
capital y su doble, “la finalidad de la organización económica no es
solamente satisfacer las demandas, sino, sobre todo ‘producirlas para
reproducirse’”. Con la promesa de un goce pleno, lo que se pretende es
anular la voluntad del sujeto y con ella cualquier posibilidad de resistencia al
sistema, pues el único objeto capaz de cumplir esta promesa es el objeto
fantasmático.
313
En este sentido, L. E. Alonso, en La producción social de la necesidad, se refiere a que
la producción dominante en el capitalismo avanzado se orienta fundamentalmente a la
“producción para el deseo”, la cual a su vez se aleja de los valores utilitarios del producto
para pasar a asentarse sobre las identificaciones inconscientes y personales que se
movilizan a partir del simbolismo con el que se asocian los objetos de consumo,
principalmente a través de la publicidad. Es por ello que este autor prefiere poner el énfasis
en “la industrialización de la carencia, que no es la industrialización de la escasez” (como
afirma D. Bell), como motor del crecimiento económico.
314
ALONSO, L. E., La producción social de la necesidad, op. cit.
303
VI.2. EL MANDATO DE GOZAR
Por todo ello podemos decir que el control de las pulsiones, que era lo
predominante en el capitalismo de producción, ha cedido su lugar al goce
pulsional como una de las características del capitalismo de consumo: un
modelo organizado en torno a los placeres y a la autocomplacencia, puestos
al servicio del propio sistema como forma de perpetuarse, de forma que,
como afirma Baudrillard, la verdad del consumo no es el disfrute, sino que
éste en una “función de producción”, es decir, puesto al servicio de las
fuerzas productivas.
315
El yo se halla bajo la particular influencia de la percepción, cualidad que le permite tomar
nota de las exigencias del entorno en el que se encuentra y procurar frenar las pulsiones
provenientes del ello cuya satisfacción resulte más inconveniente para vivir en ese entorno.
Por esa razón dirá Freud que (el yo) "se afana por remplazar el principio de placer, que rige
irrestrictamente en el ello, por el principio de realidad" [“El Yo y el Ello”]. Este principio de
realidad tiene la función de armonizar los deseos con las posibilidades que brinda el mundo
exterior, tratando de adaptar la satisfacción a las condiciones que el entorno impone al
individuo.
316
LASCH, CH., La cultura del narcisismo, Barcelona, Andrés Bello, 1999, pág. 220.
317
En un estudio que realicé para la Comunidad Autónoma de Madrid sobre la influencia de
los adultos en los comportamientos de los adolescentes, tuve la ocasión de comprobar
cómo lo que más atemorizaba a los hijos era que los padres dejaran de castigarles cuando
llegaban tarde a casa, por más que esto representaba su máxima aspiración; esta
abdicación de los padres era interpretada por los hijos como privación de amor y se traducía
en dificultades para poderse identificar con los padres en su deseo de hacerse autónomos;
no poder expiar la culpa por medio del castigo, siempre que sea merecido, hace que sea
más difícil de sobrellevar y produce importantes inseguridades personales. J. Rubio, La
influencia de los adultos en los comportamientos de los adolescentes de 14 a 16 años,
304
más identificativos y potenciando los aspectos más agresivos y
controladores; la consecuencia de ello es que el individuo se sentirá más
desprotegido frente a los sentimientos conscientes e inconscientes de culpa,
y de esta forma es una presa fácil para que la sociedad de consumo
despliegue todo su arsenal de productos destinados a reforzar la autoestima,
como gratificación sustitutiva, con el objetivo último de ejercer un mayor
control 318 .
305
al goce. Por todo esto, nos atrevemos a postular que el malestar del sujeto
de la sociedad del consumo avanzado no proviene de la represión pulsional,
como hemos visto ocurría en anteriores modelos culturales, sino de la falta
de consistencia del yo a la hora de cumplir con su función armonizadora y
defensiva.
306
el superyó (la autoridad social) y el ello (el reino de las pulsiones) a
expensas del yo, lo que significa, según Zizek, que el superyó se hace cargo
directamente de las pulsiones, bajo el mandato de gozar 324 . Y este mandato
es la prueba plausible de que, como bien señala Baudrillard 325 , el consumo
se sustenta sobre la negación del goce: “una de las mejores pruebas de que
el principio y la finalidad del consumo no lo constituye el goce, es que éste
es hoy obligatorio y está institucionalizado, no como derecho o como placer,
sino como deber del ciudadano”. Por eso el goce que se invoca desde el
consumo no puede ser sino una “mascarada” 326 .
324
En el mismo sentido se expresa J. Ibáñez, siguiendo a P. Legendre, en su aforismo
“mañana, cadáveres, gozaréis”, dando cuenta de los tres textos que se han sucedido a lo
largo de la historia occidental: el teológico, el jurídico y el publicitario. El texto publicitario “es
una traducción que borra el texto: el contexto lingüístico se disemina en el contexto
existencial (...) El consumo del texto es literal, porque el [texto] es un mundo del consumo,
ya no es una mediación entre los hombres y el mundo, sino que es la textura misma del
mundo”. Y citando a Baudrillard en La sociedad de consumo: “De la misma manera que al
hablar de un objeto determinado los glorifica a todos virtualmente, del mismo modo que a
través de tal objeto y de tal marca, está hablado en realidad de la totalidad de objetos y de
su universo totalizado por los objetos y las marcas, así, a través de cada uno de los
consumidores, se dirige a todos los demás, y a cada uno de ellos a través de todos los
demás, simulando una totalidad consumidora, retribalizando a los consumidores en el
sentido macluhanesco de la palabra” (Más allá de la sociología, op. cit., págs. 193-99).
325
BAUDRILLARD, J., La sociedad de consumo, op. cit., pág. 117.
326
Así lo denomina J. González Requena, refiriéndose al goce que se invoca en la
publicidad, pues el goce se localiza en la experiencia de carencia del sujeto, en la
incapacidad de que el objeto de deseo pueda colmar la hendidura del sujeto, por lo que el
goce, en tanto que real, apunta al horizonte de la muerte. Cfr. El spot publicitario, op. cit.,
pág. 47
327
LASCH, CH., La cultura del narcisismo, op. cit., pág. 115.
307
inconsciente y no sólo expresa la búsqueda de modelos, sino el vacío de
imágenes del Yo”.
Sin embargo, nos dice Zizek 328 , siguiendo a Adorno, “este comportamiento
‘regresivo’, compulsivo, automático, que presenta todos los signos del ello,
lejos de liberarnos de las presiones del orden social existente, adhiere
perfectamente a las demandas del superyó, y está por tanto al servicio del
orden social. Como consecuencia de ello, las fuerzas de ‘represión’ social
ejercen un control directo sobre las pulsiones. El sujeto burgués liberal
reprime sus deseos inconscientes por medio de las prohibiciones
interiorizadas y, como resultado de ello, su autocontrol le permite dominar su
‘espontaneidad’ libidinal. En las sociedades posliberales, sin embargo, la
represión social ya no actúa bajo la apariencia de una Ley o Prohibición
interiorizada que exige renuncia y autocontrol; antes bien, asume la forma de
una instancia hipnótica que impone la actitud de ‘cede a la tentación’; es
decir, su mandato equivale a una orden: ‘¡Goza!”. Lo cual significa que la
culpabilidad ya no deriva de las prohibiciones sociales que impiden gozar,
sino justo de lo contrario: “por no ser capaces de seguir la ley del superego
que lanza sobre nosotros el imperativo de gozar” 329 , lo cual es fuente de una
gran ansiedad 330 . El efecto de todo ello es una actitud absolutamente
permisiva que, aunque parezca contradictoria con la regulación de la vida
social, es todo lo contrario, pues la socialización se efectúa a partir del
acuerdo (imaginario) entre superyó y ello, haciendo coincidir el mandato de
gozar (superyó) con el deseo pulsional (ello), lo cual significa que este
encuentro sólo es posible en el ámbito de lo siniestro 331 , debido al
328
ZIZEK, S., Las metástasis del goce, op. cit., pág. 31.
329
ASENSI, M., “Entrevista a Slavoj Zizek. El psiconálisis es más necesario que nunca”,
Es.geocities.com/zizekencastellano.
330
“Hay que probarlo todo: ya que el hombre del consumo está obsesionado por el miedo
de ‘fallar’ alguna cosa, un goce cualquiera. Nunca se sabe si ese o aquel contacto, si esa o
aquella experiencia (...) conseguirá despertar una ‘sensación’. Ya no es el deseo, ni siquiera
el ‘gusto’ o la inclinación específica lo que está en juego; es una curiosidad general
transformada en obsesión difusa, en la ‘fun-morality’, o el imperativo de divertirse, de
explotar a fondo todas las posibilidades de gozar, de vibrar, de proporcionarse placer”
(Baudrillard, La sociedad de consumo, op. cit., pág. 118).
331
Lo siniestro se produce cuando, por ejemplo, lo que habíamos tenido por fantástico
aparece ante nosotros como real, o cuando lo familiar se transforma en su opuesto, en algo
308
desvanecimiento de los límites entre estas dos instancias, y entre ellas y la
realidad. De esta forma, debido a la reconciliación entre el ello y el superyó,
y a la “eliminación” del yo, la socialización se efectúa directamente sobre el
inconsciente 332 , lo cual no hace sino reforzar el narcisismo, al mismo tiempo
que el propio modelo de consumo se verá amplificado, como forma de
canalizar el cortocircuito que todo esto provoca.
309
que prohíbe lo que formalmente permite” 334 .
Lo que se consigue con todo esto es, en última instancia, ejercer el control y
promover la dependencia, cuyo corolario es el narcisismo, sobre el que
vamos a profundizar a continuación.
334
ZIZEK, S., Las metástasis del goce, op. cit., pág. 106.
335
BAUDRILLARD, J., La sociedad de consumo, op. cit., pág. 125.
310
VI.3. EL ESPEJISMO NARCISISTA DEL CONSUMO
336
El narcisismo infantil (primario) se refiere a la ilusión de omnipotencia que preside las
primeras relaciones con el entorno y en las que el yo se vive fundido e indiferenciado de él.
Esta etapa de la vida desencadenará la ilusión de un equilibrio absoluto (principio de
nirvana, instinto de muerte, sentimientos oceánicos...) en el que es posible vivir al margen
del deseo (carencia).
337
SENNET, R., El declive del hombre público, op. cit., pág. 401.
311
Por tanto, la separación y la experiencia de desamparo es la fuente primaria
del sufrimiento humano. Las fantasías narcisistas tratan de diluir la tensión
entre el deseo de fusión y la experiencia de separación, bien sea imaginando
un estado de fusión completa con la madre (retorno al seno materno), bien
sea a través de fantasías de omnipotencia que niegan la dependencia de los
otros. Ambas fantasías tratan de negar la experiencia de separación, por lo
que, como señala A. Giddens 338 , siguiendo a Sennett y a Larsch, “el
narcisismo es una defensa contra la cólera infantil, un intento de
compensación del yo privilegiado mediante fantasías de omnipotencia”. La
salida a la experiencia de separación pasa ineludiblemente por el
reconocimiento de los límites entre yo y otros, la asunción de la carencia
como constitutiva de lo humano, la aceptación de que el deseo, que es lo
que nos constituye como sujetos, siempre deja un resto que es imposible de
satisfacer 339 .
338
GIDDENS, A., Modernidad e identidad del yo. El yo y la sociedad en la época
contemporánea, op. cit., pág. 218.
339
Este resto insatisfecho tiene su origen en el apuntalamiento de las pulsiones de
autoconservación sobre las sexuales, en el plus de placer que el niño obtiene cuando
satisface sus necesidades básicas.
340
En lo imaginario cada cosa tiene un valor predeterminado, es en sí mismo; en lo
simbólico el valor es por oposición: un elemento vale en cuanto opuesto a otro, formando
parte de una estructura organizada.
341
BAUDRILLARD, J., La sociedad de consumo, op. cit., pág. 138.
312
individuo en la sociedad de consumo no es goce de la singularidad, sino
refracción de rasgos colectivos”, aunque disfrazado “de sí mismo a través de
las Mínimas Diferencias Marginales”. De toda esta situación, la única
beneficiaria es la sociedad de consumo, por lo que no duda en reforzar esta
estructura narcisista, principalmente a través de la publicidad, como veremos
más adelante.
313
otra que la del simulacro 342 , es especialmente fructífera teniendo en cuenta
que, como nos enseña Baudrillard, toda la estructura del intercambio se
edifica sobre una política económica de mercancías transformadas en
símbolos y que se sirve de los medios de comunicación para consolidar unas
formas de simbolismo adecuadas; de esta forma se consigue vincular a los
grupos y clases entre sí, mediante la jerarquización de las prioridades, que
homogeneizan al mismo tiempo que diferencian. Se consigue así una
conciencia enajenada en tanto que representación vacía de exigencias y
propuestas renovadoras, pues se agotan en el propio acto de consumir
como metáfora de ser.
342
Ya hemos referido, en otro apartado de esta tesis, cómo el simulacro tiene como objeto
negar la falta, suplantando la realidad prohibida con realidad inventada; supliendo la
naturaleza, recupera el naturalismo perdido; de esta forma transforma lo producido en algo
más natural que la naturaleza y más real que la realidad. Es por todo esto que el simulacro
se manifiesta en el orden de la metáfora, a diferencia del fetiche, que se sitúa en el orden de
la metonimia: el objeto en el lugar de la falta, taponando la carencia, no negándola, como
hace el simulacro.
343
SENNET, R., El declive del hombre público, op. cit., pág. 401
314
devalúa cada interacción o escenario particular, porque nunca es bastante
para abarcar lo que él es”.
344
BAUDRILLARD, J., La sociedad de consumo, op. cit., pág. 139.
315
J. González Requena y A. Ortiz de Zárate 345 muestran admirablemente
cómo el dominio de la estrategia seductora en la publicidad contemporánea
apela a la identificación imaginaria en su dimensión más delirante, mediante
la alucinación del objeto de deseo que se hace así presente en el spot
publicitario e interpela al receptor fáticamente diciéndole: “yo tengo-soy-lo
que tú deseas-yo soy tu objeto de deseo” 346 ; dicha demanda remite a la
fusión narcisista con el otro, pues en su escenificación espectral se excluye
la intermediación de cualquier otro que pueda intermediar entre “yo” y “tú”. El
mensaje alrededor del cual gira la publicidad seductora en su versión más
delirante es del orden de “todo o nada. No sólo dice que lo tiene –y que,
además, tal es su giro de tuerca delirante, lo es– todo, no sólo te dice que
puedes tenerlo todo, sino que también te hace sospechar –y temer– que si
por un momento deja de mirarte, si ya no te mira, entonces nada. Pero para
que quede –provisionalmente- cerrado el paso a la inevitable angustia que
tal interpelación genera viene, enseguida, otro spot” 347 .
345
GONZÁLEZ REQUENA, J. y ORTIZ DE ZÁRATE, A., El spot publicitario. Las
metamorfosis del deseo, op. cit.
346
Ibídem, pág. 21.
347
Ibídem, pág. 49.
348
El proceso de personalización consiste, según este autor, en “proponer más para que
uno decida más, en sustituir la sujeción uniforme por la libre elección, la homogeneidad por
la pluralidad, la austeridad por la realización de los deseos” (pág. 19).
349
BAUDRILLARD, J., La sociedad de consumo, op. cit., pág. 134.
316
sistema de consumo: “Existe ante todo una lógica estructural de la
diferenciación, que produce a los individuos como ‘personalizados’, es decir,
como distintos unos de otros, pero según modelos generales y según un
código, a los que se conforman, en el acto mismo de singularizarse”.
En este contexto, las categorías de verdad y falsedad se vuelven
irrelevantes, pues en el ámbito de la seducción bajo el dominio de la imagen,
sólo las apariencias cobran importancia.
317
VI.4. LAS IDENTIDADES FLEXIBLES
350
La precariedad e inestabilidad laboral consigue que el trabajo se convierta en un
referente imposible para una identidad que aspira a una articulación relativamente estable
para reconocerse a lo largo del tiempo y para ser reconocido por los demás. Vamos a ver a
lo largo de este epígrafe cómo cambia esta clásica concepción de la identidad para
adaptarse a la sociedad contemporánea.
318
La lógica a la que responde la realidad articulada por el mercado no es otra
que la de la diferenciación y la clasificación social, cuyo resultado será la
atomización de las identidades 351 a partir del rasgo común de consumidores;
los no consumidores son simplemente excluidos de la sociedad, y los
consumidores, los incluidos, están clasificados por segmentos 352 según
criterios de homogeneidades y diferencias entre ellos. Bauman 353 refiere
admirablemente en la siguiente cita este juego de integración y exclusión
que practica el mercado: “Las batallas de identidad no pueden cumplir su
función de identificación sin dividir tanto o más de lo que unen. Sus
intenciones globales se entremezclan con (o más bien se complementan
con) intenciones de segregar, eximir y excluir”.
351
Bauman se refiere a esta fragmentación relacionándola con “los tiempos líquidos” en los
que vive el individuo contemporáneo, en los que domina la lógica consumista: “En nuestros
modernos tiempos líquidos, el mundo que nos rodea está rebanado en fragmentos de
escasa coordinación y nuestras vidas individuales están cortadas en una sucesión de
episodios mal trabados entre sí” (Identidad, op. cit., pág. 34).
352
“La segmentación proporciona identidades ‘de mercado’ con el fin de suturar o encubrir
las quiebras de las identidades del capitalismo de producción”. J. M. Marinas, “El malestar
en la cultura del consumo”, op. cit., pág. 63.
353
BAUMAN, Z., Identidad, op. cit., pág. 169.
354
“Uno de los rasgos centrales de la cultura del consumo es la disponibilidad de una amplia
gama de mercancías, bienes y experiencias que la población general debe consumir,
poseer y anhelar” (M. Featherstone, Cultura de consumo y posmodernismo, op. cit., pág.
45).
355
Moral en el sentido de Keith Tester, de compromiso con el otro a lo largo del tiempo.
319
capaz de adaptarse a una oferta fugaz de productos y relatos que
permanentemente es renovada. La consecuencia inmediata de todo esto es
que la identidad contemporánea parece desvanecerse 356 , debido
posiblemente a la multitud de referencias a las que se ve impelida y a su
inexorable articulación con el consumo, que ha ocupado el lugar que antes,
en el capitalismo de producción, tuvo el trabajo. En el capitalismo de
consumo avanzado las formas de identidad están mediadas casi
exclusivamente por las relaciones con los objetos y con las marcas, y será a
través de éstas como se establecerán las relaciones sociales; ello conlleva
que a la hora de referirnos a las identidades, la afinidad entre los que
practican consumos similares adquiera más relevancia que aquellos
emplazamientos (familia, trabajo, vecindario...) que tradicionalmente han
desempeñado un papel preponderante en el sentido de la pertenencia.
Como señala Bauman 357 , “en el fiero y nuevo mundo de las oportunidades
fugaces y de las seguridades frágiles, las innegociables y agarrotadas
identidades chapadas a la antigua simplemente no sirven”.
356
El enorme interés que las ciencias sociales vienen mostrando desde hace tiempo por
este tema de la identidad, no hace más que constatar su crisis pues, como sabemos,
solemos intensificar nuestro interés sobre algo cuando sentimos que sobre eso se cierne un
peligro, una amenaza. También son numerosas las Tesis Doctorales que en los últimos
años han abordado este tema de la identidad, entre las cuales quiero destacar algunas que
me han parecido más interesantes: Nuevos conflictos de las mujeres en la sociedad de
consumo: cuatro perspectivas sobre la construcción de la identidad femenina en la España
de final de siglo, de Cristina Santamarina, Inserción laboral como transición Psicosocial, de
Amparo Serrano Pascual, La identidad personal en la pluralidad de sus relatos. Estudio
sobre jóvenes, de Juan Carlos Revilla, y Estrategias de juventud. Jóvenes, estudios,
trabajos, clases sociales, de Enrique Martín Criado. Quiero llamar también la atención sobre
el interés que han despertado los jóvenes en relación a esta temática de la identidad, como
se puede observar en las tres últimas tesis citadas.
357
BAUMAN, Z., Identidad, op. cit., pág. 64.
320
importante es el aquí y el ahora, en coherencia con el mandato de gozar, y
con la pérdida de toda trascendencia externa que instaura el consumo,
convirtiéndose así en una forma de vida y asociándose a la “inmediatez, al
goce fugaz, al gasto inmediato, a la fragmentación de identidades
parciales” 358 .
Dicha situación propicia que, ante la ausencia de unos relatos que den
sentido al conjunto de experiencias sociales, emerjan situaciones en las que
se evidencia la escisión 360 entre el plano de la experiencia, relacionado con
los afectos, y el plano de las expresiones, los significantes, referido a las
358
CONDE, F., Los hijos de la desregulación. Jóvenes, usos y abusos en los consumos de
drogas, Madrid, CREFAT, 1999, pág. 58.
359
BAUMAN, citado por F. Conde en “Las líneas de cambio social y su incidencia en la
configuración del sujeto”. Comunicación presentada en el Congreso de Sociología, Valencia,
mayo, 2003.
360
Un ejemplo de esto que tratamos de decir, lo encontramos en la crítica sistemática que
los consumidores hacen de la sociedad consumista, al mismo tiempo que no hacen otra
cosa que consumir; o también en el hecho de que el propio sistema considere el acto de
consumir como signo de estatus social, y de igualdad entre todos, cuando en realidad
reproduce el sistema de clases, como parte de la reproducción ideológico-simbólica del
propio sistema social capitalista.
321
relaciones; la emociones se desligan de las relaciones para poderlas
reinvertir en objetos consumibles. De ahí el predominio que han adquirido los
mensajes emocionales en la publicidad contemporánea, y que, como bien
apunta F. Conde 361 , sería un intento de unificar estos planos escindidos: una
solución que pretende paliar y/o canalizar los afectos desligados de sus
representaciones sociales. Claro que, por tratarse de una compensación
puramente imaginaria, a lo más que alcanza es a controlar la subjetividad
emocional de los consumidores a los que consigue atrapar en el reflejo
especular, sin ningún tipo de consistencia que posibilite comprender el
conflicto derivado de tal escisión; es más, está ahí para denegar la
existencia de tal conflicto, para aturdir a los consumidores que han de tomar
una decisión, lo cual impide comprender el sentido y tratar de encontrar
alguna salida satisfactoria. Como alguien señaló: el mercado se nutre de la
propia infelicidad que genera.
361
CONDE, F., “Las líneas de cambio social y su incidencia en la configuración del sujeto”,
op. cit.
362
MARINAS, J. M., La razón biográfica. Ética y política de la identidad, Madrid, Biblioteca
Nueva, 2004, págs. 140-141.
322
Entendiendo que la identidad cultural pasa inevitablemente por aceptar al
otro como parte necesaria para un sí mismo y para toda la comunidad que
conforma el imaginario común, esto supone también una debilidad para la
identidad contemporánea, pues el narcisismo que promueve la sociedad de
consumo impide establecer unos límites claros entre yo y el otro: el
narcisista no puede identificarse con alguien diferente de sí mismo, lo cual
exige que la identidad del otro sea anulada para poderlo sentir como una
extensión del sí mismo; de esta forma, el otro se reduce a la necesidad que
tiene el narcisista de confirmar su propia imagen, se vuelve significativo sólo
en el contexto de la realización personal, como tendremos ocasión de ver en
la investigación práctica de esta tesis.
323
uno mismo, dada la enorme diversidad que se le ofrece sin un carácter
fundacional que le asista. Pero como la duda permanente es imposible de
sostener en la vida cotidiana, se recurre a formas rutinarias de actividad
como forma de protección.
La vida cotidiana adquiere una enorme importancia para las identidades que
se forjan en la sociedad de consumo, pues en ella encuentran el presente
que buscan y las mercancías en las que se sostienen para mantenerse a
flote. Desde la perspectiva de la vida cotidiana, la identidad vendría marcada
por tres rasgos determinantes, tal y como señala J-M. Marinas 363 : visibilidad,
cambiable y negación de los límites. La visibilidad se refiere a que la
identidad del consumo busca ser fácilmente reconocible e identificable,
principalmente a través de las marcas: lo importante es la imagen, la
apariencia 364 . Cambiable hace referencia al ajuste de la identidad a la lógica
del mercado que, como hemos dicho, no es otra que la de renovación
constante. La negación de los límites alude a la idea de un yo omnipotente,
ilimitado desde un punto de vista imaginario, implícito en el concepto de
narcisismo.
363
MARINAS, J. M., La razón biográfica. Ética y política de la identidad, op. cit., págs.
142-143.
364
“Las identidades están para vestirlas y mostrarlas, no para quedarse con ellas y
guardarlas”, dice Bauman (Identidad, op. cit., pág. 190). Un ejemplo paradigmático de esta
visibilidad es la moda de llevar prendas en las que las marcas están colocadas en el
exterior, muchas veces de grandes dimensiones; de esta forma, el portador de tal prenda
manifiesta abiertamente, de forma espectacular, podríamos decir, su gusto por la marca en
cuestión, al mismo tiempo que se vanagloria de su vinculación a la moda.
365
BAUMAN, Z. / TESTER, T., La ambivalencia de la modernidad y otras conversaciones,
Barcelona, Paidós, 2002. pág. 150.
324
personas estén buscando de hecho sus soluciones biográficas únicas a los
problemas de la vida, su búsqueda y, con seguridad, sus hallazgos ya están
prescritos, decididos de antemano, de tal manera que todos se deberían
poder incluir dentro de un patrón estrechamente circunscrito”.
366
“El sujeto de consumo no es el individuo, sino el entramado de relaciones reales y
simbólicas que mantiene” (J. M. Marinas, La fábula del bazar, op. cit., pág. 113).
367
La publicidad, como señala W. Leiss, educa y adula.
368
BAUDRILLARD, J., La sociedad de consumo, op. cit., pág. 182.
325
esta forma, la identidad que se forja a partir de los materiales procedentes
de la publicidad y la cultura de masas en general, es la del individuo como
personaje, y no la del individuo como actuante, siguiendo la distinción que
hace E. Goffman 369 .
369
GOFFMAN, E., La presentación de la persona en la vida cotidiana, Buenos Aires,
Amorrortu, 1971. Goffman entiende que la identidad no es sólo el resultado de las
interacciones, sino que está influida muy directamente por la estructura social que la
envuelve; desde esta perspectiva, Goffman diferencia entre el self del individuo, como
actuante: “un inquieto forjador de impresiones, empeñado en la harto humana tarea de
poner en escena una actuación”, y como personaje: “una figura (por lo general agradable)
cuyo espíritu, fortaleza y otras cualidades preciosas deben ser evocadas por la actuación”
(pág. 268). El objetivo del individuo como personaje, de la identidad como representación,
sería generar confianza en el auditorio y ayudar a contrarrestar la variabilidad de los
impulsos a que estamos sometidos como seres humanos actuantes. Goffman se refiere a la
identidad como representación de lo que los otros esperan, denominándola “burocratización
del espíritu”, y reconoce que cada vez más la cultura amplia esta forma de identidad, hasta
el punto de convertirse en un factor relevante en el malestar cultural contemporáneo.
326
muy expresiva a un interlocutor ausente dice lo siguiente: “Vacía tu mente.
Libérate de las formas. Como el agua. Pon agua en una botella y será la
botella. Ponla en una tetera y será la tetera. El agua puede fluir... o puede
golpear. Sé agua, amigo”. Continúa el spot, tras un fundido en negro, con
una música relajante acompañando a las imágenes de una carretera,
tomada desde arriba, con los tonos azulados corporativos de la marca, y por
la que avanzamos acercándonos; es una carretera absolutamente recta,
solitaria, que se pierde en el horizonte lejano y con un texto sobreimpreso en
el que se lee: “No te adaptes a la carretera. Sé la carretera”. La última parte
del spot lo componen dos planos del coche que se acompañan de una voz
masculina en off: el primero de ellos es el coche avanzando en primer plano
hacia el receptor, mientras la voz en off dice: “Nuevo BMW X3”; el segundo
plano nos muestra desde arriba de nuevo el coche avanzando en la lejanía
por la misma carretera anterior y acercándose a una curva, mientras la voz
en off dice: “¿Te gusta conducir?”, y aparece el logotipo de la marca en el
centro de la imagen, sobre un recuadro blanco.
Así pues, podemos analizar este spot en tres partes, según la estructura
narrativa clásica: presentación, nudo, desenlace. En la primera parte de
presentación, el actor Bruce Lee representa la identidad de un maestro de
zen que enseña/ordena a un discípulo cómo tiene que hacer (“Vacía tu
mente. “Libérate de las formas”) para conseguir ser “como el agua”: flexible y
adaptable, y de esta forma ser considerado “amigo”. Puede “fluir” o puede
“golpear”, en cualquier caso da igual, porque, como el agua, su único destino
es encontrar un continente en el que pueda dar forma/sentido a su natural
impulso. ¿Acaso no es éste el mandato que hemos dicho exige el
funcionamiento de la sociedad líquida? En la segunda parte, el nudo del
relato, nos revela el contenido concreto de la metáfora del agua, y nos
propone una reflexión acerca de la identidad fusional que se requiere para la
plenitud (representada por esa carretera recta, diseñada para el placer
individual de conducir sin ningún tipo de impedimentos): “sé la carretera”, no
te conformes con adaptarte a ella. Pero ¿a quién se dirige este mensaje, al
327
vehículo o al conductor? Parece que el mensaje se dirige a ambos
fusionados entre sí y también con la carretera, como metáfora de la vida. En
la tercera parte, el desenlace, el vehículo se ofrece al receptor como el
mediador absoluto para cumplir con ese mandato de fusión y goce.
328
VI.5. IDENTIDAD Y ESTILOS DE VIDA
329
estándar, etc,)” 374 ; en este sentido, los estilos de vida son “respuestas
funcionales” (Chaney) a las incertidumbres sociales y nuevas formas de
integración en una cultura de consumo posmoderna regida por la
proliferación de imágenes y abundancia de mensajes sin un ordenamiento
fijo.
Sea como fuere, la realidad es que asistimos a una crisis del concepto de
identidad, marcado por la fragilidad, y que esto ha producido que se
desplace la centralidad que tuvo en otro tiempo hacia el concepto de estilos
de vida; un concepto que, como dice A. Guidens 375 , está ligado a un “orden
postradicional”, pues implica elegir entre alternativas dentro de una
pluralidad de opciones, lo que es impensable en las culturas tradicionales. Y
es en medio de esa pluralidad que la identidad se produce a partir de la
selección de actividades y objetos de consumo, por lo que está atravesada
por los múltiples escenarios y relatos que ofrece la sociedad de mercado y
por cuyo entramado transita el sujeto de consumo 376 tomando decisiones
que le van marcando.
A. Giddens 377 define el estilo de vida como “un conjunto de prácticas más o
menos integrado que un individuo adopta no sólo porque satisfacen
necesidades utilitarias sino porque dan forma material a una crónica
concreta de la identidad del yo (...) Los estilos de vida son prácticas hechas
rutinas”. Así pues, para este autor, “un estilo de vida implica un haz de
hábitos y orientaciones y posee, por tanto, cierta unidad –importante para
mantener un sentimiento continuo de seguridad ontológica– que relaciona
opciones en un modelo más o menos ordenado”.
374
Ibídem, pág. 65.
375
GIDDENS, A., Modernidad e identidad del yo. El yo y la sociedad en la época
contemporánea, op. cit.
376
“El sujeto de consumo no es el individuo, sino el entramado de relaciones reales y
simbólicas que mantiene y que Simmel llama inauguralmente estilo de vida” (J. M. Marinas,
La fábula del bazar, op. cit., pág.113).
377
GIDDENS, A., op. cit., págs. 106-107.
330
Pero hablar de pluralidad de opciones tampoco implica que todas ellas están
abiertas a todos o que las decisiones se tomen con pleno conocimiento de
las distintas alternativas factibles, pues no podemos dejar de considerar,
como nos ha enseñado Bordieu, que los diferentes estilos de vida que
definen a unos grupos y otros contribuyen a una estratificación que es
estructurante, algo mucho más profundo que el resultado de las diferencias
de clase: “Si resulta posible leer todo el estilo de vida de un grupo en el estilo
de su mobiliario y de su forma de vestir, no es solamente porque estas
propiedades sean la objetivación de las necesidades económicas y
culturales que han determinado su selección; es también porque las
relaciones sociales objetivadas en los objetos familiares, en su lujo o en su
pobreza, en su ‘distinción’ o en su ‘vulgaridad’, en su belleza’ o en su
‘fealdad’, se imponen por mediación de unas experiencias corporales tan
profundamente inconscientes como el tranquilizador y discreto roce de unas
moquetas de color natural o el frío y descarnado contacto con unos linóleos
gastados y chillones, el acre olor, fuerte y áspero de la lejía o los perfumes
imperceptibles como un olor negativo” 378 .
378
BORDIEU, P., La distinción, Madrid, Taurus, 2000, pág. 75.
379
Para Baudrillard, el predominio del valor de cambio sobre el valor de uso que han
adquirido los productos de consumo en la evolución del capitalismo de producción al
capitalismo de consumo ha conseguido que la mercancía se transforme en signo, en el
sentido en que lo entiende Saussure, lo que implica que su significado está determinado
exclusivamente por la posición dentro del sistema autorreferencial de signficantes;
331
autor cómo la asociación de los bienes de consumo a imágenes y símbolos
conduce a una percepción alucinada de la realidad, que él denomina
“hiperrealidad”, y orienta hacia formas culturales ligadas a placeres
incipientes y dispersos, donde prima la inmediatez y la intensidad sensitiva.
La sobrecarga de información, signos e imágenes en una sociedad como la
contemporánea, que cree que el mundo es el que le muestra la televisión (“la
televisión es el mundo”), supone una amenaza para el orden simbólico, pues
los signos, carentes de discurso narrativo que les sirva de anclaje, vagan
libremente y quedan libres para adoptar cualquier tipo de asociación, lo cual
es aprovechado por los intereses del mercado a la hora de resignificar su
oferta, dotándola de los valores demandados por los consumidores; el placer
estético proporcionado por el flujo de imágenes 380 , así como la ilusión de
nuevas experiencias, serían las principales compensaciones de los
consumidores, pero esto responde a una exigencia del mercado, que
consigue de esta forma reproducirse infinitamente, como las copias de la
realidad que construye mediante simulacros. De esta forma es como el
capitalismo de consumo ha conseguido que las formas de identidad estén
mediadas por los objetos-signos, y cuya consecuencia han sido identidades
muy versátiles, en coherencia con la constante renovación de la oferta, que
se vinculan más por afinidad que por pertenencia a un grupo social y cuyas
formas de integración oscilan entre el individualismo más exacerbado,
implantado de forma sistemática, y la fusión imaginaria, como defensa
regresiva. Por todo ello, la sociedad de consumo actual tiende de forma
central y progresiva a marcar simbólicamente tanto a los objetos como a los
sujetos, haciéndoles perder sustancialidad y transformándolos en signos.
De tal suerte que las cualidades de los objetos y las de los sujetos se
vuelven uniformes e intercambiables.
desaparece, pues todo referente ha sido sustituido por un campo de significantes flotante e
inestable. “Los signos se cambian entre ellos a condición de no cambiarse por la realidad:
pérdida de la dimensión referencial, pérdia del mundo (la máquina del capital rodando en el
vacío). El lenguaje es el modelo de simulación, el simulacro del mundo” (J. Ibáñez, Más allá
de la sociología. El grupo de discusión: Técnica y crítica, op. cit., pág. 68).
380
Este eclecticismo estilístico conlleva inevitablemente un descentramiento del sujeto, que
de esta forma está en mejores condiciones para participar en la exploración de nuevas
sensaciones, en las experiencias inmediatas procedentes de los medios de comunicación
de masas, en especial de la televisión.
332
Así pues, con la dinámica del mercado en las sociedades de consumo
avanzado, siempre a la busca de nuevas modas, nuevos estilos, y con la
estetización de la realidad alentada por la televisión, se consigue que el
estilo de vida se coloque en el centro de la identidad que busca el sujeto
contemporáneo, siempre ávido de nuevas sensaciones y experiencias, que
obtiene principalmente a través de la publicidad, la cual actúa desde una
doble dimensión: psicológica (en el orden de satisfacción de fantasías) y
social (en el orden de los estilos de vida integradores); la publicidad seduce
y adoctrina.
Los pilares del estilo de vida, según Bordieu, son el gusto y la distinción: “El
gusto, propensión y aptitud para la apropiación (material y/o simbólica) de
una clase determinada de objetos o de prácticas enclasadas y enclasantes,
es la fórmula generadora que se encuentra en la base del estilo de vida,
conjunto unitario de preferencias distintivas que expresan, en la lógica
específica de cada uno de los sub-espacios simbólicos –mobiliario, vestidos,
lenguaje o hexis corporal– la misma intención expresiva” 381 . El gusto 382 ,
como operador comunicacional, cobra un relieve especial en el contexto de
las sociedades occidentales contemporáneas, en las que, debido al
permanente flujo de las mercancías, el concepto de estatus ha perdido
relevancia a la hora de comprender y clasificar apropiadamente las nuevas
mercancías y de señalar diferencias sociales. “El gusto es el principio de
todo lo que se tiene, personas y cosas, y de todo lo se es para los otros, de
aquello por lo que uno se clasifica y por lo que le clasifican los demás. Los
gustos (esto es, las preferencias manifestadas) son la afirmación práctica de
una diferencia inevitable” 383 , lo que implica que las preferencias conllevan
381
BORDIEU, P., op. cit. págs. 172-173.
382
M Featherstone define el gusto como “el capital de conocimientos y de cultura que
habilita a grupos o a categorías particulares de personas a comprender y clasificar los
nuevos bienes de manera apropiada y mostrar cómo usarlos” (Cultura de consumo y
posmodernismo, op. cit., pág. 45). D. Chaney se refiere al gusto como “consecuencia de
principios generativos que definen universos significativos para los actores implicados”
(Estilos de vida, op. cit., pág.75).
383
BORDIEU, P., op. cit., pág. 53.
333
juicios discriminatorios que nos identifican, al mismo tiempo que nos
convierten en clasificables para otros. Así pues, para este autor, el gusto se
encuentra en la base del concepto de estilo de vida, y la distinción,
mantenida a través de la estabilización de ciertos patrones culturales, es
constituyente de la vida social misma. Tanto el gusto como la distinción
están subsumidos en su concepto de habitus 384 , que, basado en la relación
dialéctica entre objetividad-subjetividad, exterioridad-interioridad, representa
el nexo entre la objetividad de la realidad social y la subjetividad de la propia
experiencia: “Estructura estructurante, que organiza las prácticas y la
percepción de las prácticas, el habitus es también estructura estructurada: el
principio de división en clases lógicas que organiza la percepción del mundo
social es a su vez producto de la incorporación de la división de clases
sociales” 385 ; de esta forma, podemos considerar el habitus, como la
representación encarnada del capital cultural que organiza un conjunto de
disposiciones inconscientes y preferencias de estilo de vida determinado;
pero en la dialéctica entre la subjetividad y los determinantes socioculturales,
éstos siempre acaban imponiéndose, pues ejercen “violencia simbólica”,
como efecto de la dominación 386 .
Sea como fuere, la realidad es que los estilos de vida han cobrado una gran
importancia en las sociedades del capitalismo avanzado; a partir del
desfondamiento de las estructuras tradicionales, de la paradoja entre la
homogeneización y diferenciación, de la imitación y la distinción 387 , de la
384
“El habitus es tanto el elemento generador de la práctica, como el factor primordial de la
reproducción cultural y simbólica”. Cfr. J. J. Sánchez de Horcajo, La cultura. Reproducción o
cambio (El análisis sociológico de P. Bordieu), Madrid, Centro de Investigaciones
Sociológicas, 1979, pág. 87.
385
BORDIEU, P., op. cit., pág. 170.
386
“La adaptación a una posición dominada implica una forma de aceptación de la
dominación”. Cfr. Bordieu, La distinción, op. cit., pág. 392.
387
Las tendencias contradictorias a la imitación y la distinción ya fueron señaladas por
Simmel (Cultura femenina y otros ensayos, Barcelona, Alba Editorial, 1999) como
fundamentales en la dinámica de la moda: “Toda la historia de la sociedad puede leerse en
la lucha, el compromiso, las reconciliaciones lentamente obtenidas y rápidamente perdidas
que surgen de ella entre la fusión con nuestro grupo social y el destacar de éste
individualmente (...) La moda es imitación de un modelo dado y, de este modo, satisface la
necesidad de apoyo social (...) No menos, sin embargo, satisface la necesidad de
diversidad, la tendencia a la diferenciación, a la variación y al destacarse” (págs. 36-38). Por
334
interrelación dialéctica entre lo local y lo global, los individuos se ven
obligados a elegir estilos de vida entre la diversidad de opciones que les
ofrece la vida moderna. En este sentido, más allá de que los estilos de vida
se correspondan con el modelo organizativo impuesto 388 ; más allá de la
existencia de influencias normalizadoras procedentes del mercado, no
podemos obviar que la elección de un estilo de vida es muy importante para
la constitución de la identidad en las sociedades postradicionales y para la
actividad cotidiana, teniendo en cuenta la total apertura de la vida social
actual, la ausencia de un carácter fundacional que pueda servir de apoyo 389 ,
la enorme diversificación de los ámbitos de acción en los que se
desenvuelve el individuo contemporáneo...; la elección de un estilo de vida
ayuda a dar sentido a la existencia y a orientar nuestras actividades
prácticas en medio de las incertidumbres sociales y los cambios continuos a
los que nos vemos abocados en las sociedades contemporáneas. No es
posible situarse más allá de las categorías que establece el mercado, ya que
son éstas precisamente las que nos conforman en cuanto sujetos en nuestro
335
contexto, pero, pese a todo, estas categorías están sometidas
inevitablemente a múltiples interpretaciones, recreaciones, transgresiones...
Así pues, como dice D. Chaney 390 , “los estilos de vida pueden considerarse
respuestas funcionales a la modernidad, y más en concreto, nuevas formas
de integración en los mundos anómicos de los barrios y respuesta a la
secularización de la vida cotidiana, y su consiguiente pérdida de sentido (...)
Funcionan como un conjunto de expectativas que actúan como una forma de
control disciplinado sobre las incertidumbres sociales emergentes de la
sociedad de masas”. Pero según este autor, la gente, al adoptar un estilo de
vida, hace una interpretación del valor social y simbólico de los objetos de
consumo 391 ; también, según Chaney, los estilos de vida son una forma de
jugar con la identidad en un tiempo en el que es imposible pensar la
estabilidad, dado el proceso de constante innovación que caracteriza la
sociedad contemporánea. Cuando asistimos al derrumbe de gran parte de
390
CHANEY, D., Estilos de vida, Madrid, Talasa, 1996, pág. 22.
391
Entendiendo el consumo como una forma de producción cultural.
336
las estructuras tradicionales básicas, “el hecho de que la gente conceda
importancia a sus propios estilos de vida y a los de los demás debe
considerarse parte de la forma en la que se negocia el orden social
viable” 392 , teniendo en cuenta, además que “la relación simbólica –esto es,
el vínculo que une un símbolo a su referente generando de este modo su
significado– está siendo, por diversas razones, cada vez más arbitraria e
inestable en las sociedades post-industriales” 393 , de tal forma que el
significado no es algo que esté en el interior, como tampoco pertenece al
mundo exterior, sino que se consigue mediante el compromiso y la dialéctica
entre estos dos ámbitos 394 .
Y dado que la duda radical, al menos como fenómeno de fondo, parece que
se ha instalado en la mayoría de los aspectos de la vida cotidiana, una vez
que se han perdido los puntos de referencia sólidos, adherirse a un estilo de
vida ayuda a mantener el rumbo y a aminorar en parte la angustia, ya que es
una manera de apropiarse de identidad, de encontrar unos límites que nos
contengan, pues adoptar un estilo de vida implica elegir entre otros posibles.
Por ello, dice Featherstone 395 , “hay menos interés en construir un estilo de
vida coherente que en jugar con la gama de estilos conocidos y ampliarla
(...); en la cultura del consumo se tiende a presentar estilos de vida que ya
no requieren coherencia interna (...); los nuevos intermediarios culturales (...)
no se proponen promover uno solo de ellos, sino más bien abastecer y
ampliar la gama de estilos”. Este mismo autor se referirá más adelante a la
importancia del estilo en el contexto de la estetización de la realidad en la
sociedad contemporánea, resaltando las dimensiones instrumentales y
expresivas que adopta el estilo de vida para el individuo moderno de la
cultura del consumo, hasta convertirlo en un proyecto de vida: “En vez de
adoptar irreflexivamente un estilo de vida, por tradición o por hábito, los
nuevos héroes de la cultura del consumo hacen del estilo de vida un
392
CHANEY, D., op. cit., pág. 70.
393
Ibídem, pág. 87.
394
En este sentido, se acerca al concepto de habitus de Bordieu.
395
FEATHERSTONE, M., Cultura de consumo y posmodernismo, op. cit., págs. 58-59.
337
proyecto de vida y exhiben su individualidad y su sentido del estilo en la
particularidad del montaje de bienes, ropas, prácticas, experiencias,
apariencia e inclinaciones corporales que reúnen en un estilo de vida” 396 .
Pues como también señala E. Gil, en la sociedad postindustrial “... la
identidad se debe entender como una construcción social que se consigue a
partir de la reproducción, pero también mediante el desplazamiento y las
nuevas interpretaciones, a las que nos sometemos según las relaciones de
poder que constituye el mercado y que inevitablemente nos configuran,
otorgándonos sentido en cuanto consumidores en el contexto de la sociedad
postindustrial. No es posible situarse más allá de las categorías que
establece el mercado, ya que son éstas precisamente las que nos
conforman en cuanto sujetos en nuestro contexto, pero, pese a todo, estas
categorías están sometidas inevitablemente a múltiples transgresiones: si
bien nos vemos obligados a consumir para poder existir como sujetos, los
adolescentes nunca consumen en forma de repetición pura. Al reproducir
siempre someten las categorías a un proceso de interpretación y, por lo
tanto, también de desplazamiento de su sentido." 397
En este sentido podemos decir que así como la gente utiliza los estilos de
vida en sus cotidianidad para identificar y explicar complejos más amplios de
identidad y afiliación, los jóvenes buscan diferenciarse con el propósito de
ser ellos mismos, de afirmar una personalidad propia positiva (frente a la
negativa de los adultos o la mercantilizadora del consumo) eligiendo un
estilo de vida y de ser joven frente a otro, al mismo tiempo que desean
instituir sus propios espacios simbólicos y materiales para la realización de
las identidades del yo: independencia, autonomía, pareja y casa. Sobre todo
esto trata nuestra investigación práctica que encontramos a continuación.
396
Ibídem, pág. 147.
397
GIL, E. (Coord.), Identidad de l@s adolescentes y consumo de las TIC en espacios de
ocio: mecanismos subversivos de resignificación cultural. En Diversos Autores, La
investigación sobre juventud en Cataluña. Ponencias presentadas en el Área de
Investigación del III Congreso de la Juventud de Cataluña, Barcelona, Observatorio Catalán
de la Juventud, Generalitat de Cataluña 2002, pág. 97
338
PARTE II. INVESTIGACIÓN PRÁCTICA:
339
340
0. PRESENTACIÓN
Nuestro análisis de aquellos años toma como base el caso concreto de los
que en aquel momento se denominaban “jóvenes adultos”: jóvenes entre 25-
35 años, incorporados al mundo del trabajo, lo que les permitía vivir
independientes del hogar familiar, pero que todavía no habían contraído la
responsabilidad de los hijos. En nuestro caso 398 se trata, además, de
jóvenes con un nivel de formación alto, que o bien vivían solos o en pareja.
Hoy a este segmento de población se le conoce con el nombre de “Dinkis”
399
. Desde su aparición, a principios de los 90, este segmento de jóvenes
suscita un enorme interés, tanto para las empresas comerciales, por su gran
capacidad adquisitiva, como desde un punto de vista social, por representar
398
Las especificaciones de nuestra muestra de investigación se pueden consultar en el
anexo de este documento.
399
Dinkis (Double Income No Kids) es el nombre con el que se conoce a los jóvenes que
viven en pareja pero que no tienen hijos, según el estudio internacional “Parejas y familias
jóvenes: cambios, tendencias y marcas”, realizado por el Instituto de Investigación de
Mercados Millward Brown en 2005.
341
un paso intermedio entre los jóvenes que todavía se mantienen ligados al
hogar de origen y los que han decidido tener hijos y formar su propia familia.
Así pues, en esta investigación nos vamos a centrar en los orígenes del
estilo de vida de los dinkis en nuestro país, que ya entonces, aunque
estábamos lejos de imaginar tal denominación, vislumbrábamos que daría
mucho que hablar, teniendo en cuenta los derroteros que tomaba nuestro
modelo social.
Estos jóvenes reunían todos los ingredientes para poder formar su propia
familia: edad considerada socialmente adulta, profesionalmente asentados y
con un nivel adquisitivo medio-alto, vida independiente de la familia..., y sin
embargo se mostraban más que remisos a construir su propia familia.
¿Cómo era su estilo de vida? ¿Cómo eran sus relaciones con los otros:
pareja, amigos, familia...? ¿Cómo encaraban su futuro: aspiraciones,
deseos, frustraciones...? Éstas eran algunas de las cuestiones que nos
planteábamos en la investigación que emprendimos por aquellos años,
interrumpida por avatares empresariales ajenos a nuestra voluntad, y que
hemos retomado como caso práctico para esta tesis.
Dicho estudio compara a los jóvenes dinkis con las familias jóvenes; en
nuestra investigación comparamos los jóvenes de idénticas características
que viven en pareja, con los jóvenes que viven solos, ya sea con o sin
pareja.
342
La metodología que hemos seguido es cualitativa, basada en la técnica del
grupo de discusión. Esta técnica de tipo estructural posibilita que cada uno
de los participantes elabore libremente su discurso a partir de los temas
planteados de forma abierta por el coordinador/a para su discusión grupal.
De esta forma, los hablantes van construyendo el discurso en función de las
posiciones de cada uno, y será en este discurso construido de forma
espontánea por los hablantes donde el investigador encontrará el sentido de
su objeto de estudio.
343
1. MARCO DE REFERENCIA
344
fuerte endurecimiento de la competencia, amén del problema de los
residuos.
345
a la atomización que el propio sistema engendra: “socializa desocializando,
pone a los individuos de acuerdo con un sistema social pulverizado” 400 , en
tanto que las formas de integración social tradicionales (trabajo, linaje...) han
cedido su lugar al espejismo que fomenta la sociedad de consumo.
400
LIPOVETSKY, G., La era del vacío, Barcelona, Anagrama, 1986, pág. 55.
401
GIDDENS, A., Modernidad e identidad del yo, Barcelona, Península/Ideas, 1995, pág.
215.
346
basada en la continua e incesante oferta de combinaciones inéditas, exige
que el individuo consumidor se someta a los mandatos del mercado, pues el
ejercicio de su libre voluntad supone una amenaza al funcionamiento del
sistema. Pero su adoctrinamiento se basa en la permisividad y el hedonismo,
por lo que los lazos sociales se desvalorizan en favor de un individualismo
radicalizado, ya que el consumo exige una mayor fragmentación e
individualización como formas de integración de los sujetos.
347
hiperindividualizado. No se trata ya tanto de producir, lo que no haría más
que exacerbar el problema actual, como de estar informado para poder
elegir.
Tal es así que la inflación económica ha sido sustituida por una inflación de
información, no menos problemática, ya que se basa en la circulación de
infinitas significantizaciones (y no tanto de significaciones) que no vienen
jerarquizadas, ordenadas desde afuera, y respecto a las cuales el propio
consumidor tiene que encontrar su sentido y asumir sobre sus hombros toda
la responsabilidad de sus decisiones, una vez que los poderes en alza ni
orientan ni muestran interés por las elecciones realizadas, pues los marcos
institucionales han sufrido un proceso de “licuefacción” (Bauman) acelerada:
“Todo nos hace sentir como si habitáramos en un universo de Escher, donde
nadie puede saber en ningún momento la diferencia entre ir loma arriba o
rodar por la pendiente. La sociedad ya no da órdenes sobre cómo vivir y, si
las diera, importaría poco que se obedecieran o no. La ‘sociedad’ sólo le
pide a uno que no abandone el juego y que conserve fichas suficientes sobre
la mesa para hacerlo” 402 .
402
BAUMAN, Z., Identidad, Madrid, Losada, 2005, pág. 114.
348
Todo esto nos ha llevado a la desaparición de una realidad rígida, a una
situación de “desubstancialización” (Lipovetsky) o de “modernidad líquida”
(Bauman), que conlleva una desidentificación adscriptiva y una reducción de
todo al puro significante (marca): “’Identificarse con...’ significa entregar
rehenes a un destino desconocido sobre el que no se puede ejercer
influencia, ni mucho menos controlar. Por tanto, tal vez sea más acertado
vestirse con identidades (...) como una liviana capa que se puede quitar uno
en cualquier momento” 403 .
El individuo atomizado tiene como único objetivo la búsqueda cada vez más
definida de su interés privado: el dinero, la intimidad, el bienestar, la
propiedad, la seguridad... El sentido de plenitud, felicidad y significado último
de la vida está puesto exclusivamente en la esfera privada, que es desde
donde el individuo contemporáneo siente que es libre de elegir y decidir por
sí mismo.
403
Ibídem, pág. 71.
349
Este nuevo individualismo se considera aisladamente, se absorbe en la
dimensión privada, rechaza someterse a reglas ancestrales exteriores a la
voluntad íntima y sólo reconoce como ley fundamental su supervivencia e
interés personal. El tiempo de las grandes significaciones, de los contenidos
pesados, ya no está en boga; ahora lo que se lleva es el respeto a la
individualidad de cada uno en particular, siempre que no suponga una
agresión al ecosistema (moda de la ecología).
350
aislamiento social en la que no cabe la idealización del proyecto y que sólo
en la materialización concretizada encuentra su valor; un valor de cambio
exclusivamente, adaptado por completo a la coyuntura de cada momento.
Esta sorprendente ausencia de “nihilismo trágico”, por más que los mass-
media hablen continuamente de “catástrofes”, esta especie de apatía frívola,
evidencia que la instalación del joven adulto en la crisis no modifica, al
parecer, los deseos de bienestar y de distracción; una forma inédita de
404
LIPOVETSKY, G., op. cit.,. pág. 38.
351
apatía, hecha de sensibilización epidérmica al mundo, a la vez que de
profunda indiferencia hacia él. Parece que estamos abocados (siempre
desde la referencia de finales de los 80 y principios de los 90) a afirmar cada
vez más una igualdad “ideológica” y, simultáneamente, a sentir unas
heterogeneidades psicológicas crecientes.
352
El humor, revestido con los valores de cordialidad y de comunicación, es
también un instrumento de socialización: pacifica las relaciones, desmantela
las fuentes de fricciones, a la vez que mantiene la exigencia de originalidad
individual, de singularidad.
353
tener son las técnicas; la teoría no sirve. Vale más tener la información que
el conocimiento.
354
2. EL SUJETO COMO REPRESENTACION DE SÍ MISMO Y SU
ESTRUCTURA SIMBÓLICA
Esta evolución generacional está sin duda relacionada con los distintos
momentos históricos y la profunda transformación que ha experimentado
nuestro país desde la posguerra, que coincide con la generación joven de
sus padres, hasta el triunfo del modelo de consumo diferencial, que es el
vigente en el momento que se lleva a cabo esta investigación.
355
Lo primero que cabe señalar es que nuestros jóvenes adultos ni se
reconocen herederos de las generaciones anteriores, ni se consideran
transmisores con respecto a las generaciones futuras; ya nos hemos referido
a las consecuencias que se derivan de la pérdida de continuidad histórica,
en el sentido de pertenecer a una serie de generaciones.
356
Acotando el tiempo histórico desde la época juvenil de sus padres a la suya,
la transformación social experimentada en nuestro país ha sido tan
importante que ha conllevado cambios estructurales entre la generación de
los jóvenes de la posguerra y la generación de jóvenes actuales.
Hemos pasado de una sociedad rural a una sociedad urbana, lo que sin
duda tiene repercusiones ya no sólo en el estilo de vida, sino también en el
sentido y el modo de vivir en sociedad. Por ejemplo, el sentido de la familia y
de los hijos ha cambiado radicalmente: la reproducción ha perdido todo su
significado simbólico/social para pasar a convertirse en algo situado
exclusivamente en la esfera imaginaria/privada.
357
o sea, siempre andas... Aunque no estés asfixiado
económicamente, pues siempre te metes en alguna cosilla para
un poquito más, un poquito más... te llaman más la afición, el
disfrutar, ¿entiendes?, que el poder tener un durito ahí en la
cartilla por si pasa algo” (Mixto, solos, Madrid).
358
atomización social y en la potenciación del yo narcisista para mejor llevar a
cabo su labor modelizadora.
359
dejado así. Ése es el problema, y dices: ‘ya me he enterado, ya
me he enterado de ese tema, papá, muchas gracias por tu
ayuda, pero ya no me preparo más profesionalmente’.
Entonces ya te reciclas, tienes un curso por aquí, un trabajo por
acá, claro, para buscarte la vida, si no, te la meten fijo, vamos”
(Hombres, emparejados, Madrid).
Lo que da sentido no son los “cuentos” que les contaban sus padres sobre la
sociedad, sino las “cuentas”: lo que vale es la práctica, la teoría es un
cuento, una mediación que está reñida con el pragmatismo hedonista como
máxima aspiración de los jóvenes formados en el consumo avanzado. El
ideal es ser “flexible y moldeable”: estar disponible, poder ser intercambiable,
como corresponde a una sociedad que ya no responde a valores estables,
sino que éstos son lábiles y cambiantes. Lo que hay que saber es circular. El
problema ya no es producir, sino apropiarse del propio espacio, dinamizarlo,
expansionarlo. De esta forma, los jóvenes de los 90, liberados del mandato
social y del referente de verdad, quedan en manos de sí mismos, en una
circularidad regida por la sola autoseducción del deseo.
Los jóvenes adultos tienen como referentes tres generaciones con las que
se comparan a la hora de hacerse una representación de sí mismos como
generación:
360
• La de sus padres, que identifican con la generación de los jóvenes que
vivió la posguerra, el inicio de la sociedad de consumo de masas y el
idealismo de los años 60.
• La de los jóvenes de los 70 y los 80, que luchó contra la dictadura y vivió
la llegada de la democracia y la etapa de desencanto. Es la generación
que protagonizó la liberación sexual y conoció la consolidación y el auge
de la sociedad de consumo.
361
Vamos a profundizar en las representaciones que de sí mismos tienen
nuestros jóvenes adultos a partir de sus similitudes y diferencias con estas
tres generaciones; distinguiremos en nuestra exposición las generaciones
del pasado, los padres y los jóvenes del cambio político, y el presente, los
más jóvenes y adolescentes, coetáneos de su generación.
362
hecho, según los datos, los estudios se convierten en la principal actividad
de los jóvenes de esta generación.
363
extendidas, y ahora pues a un nivel determinado, a un nivel
social en el que puedes vivir, eso también te hace que te
dediques más a ti, pero no sólo desde un punto de vista
egoísta, es decir..., ‘yo me gano un dinero y me lo voy a
gastar...’, …no, sino que te dedicas más tiempo a ti, a tus
actividades, en vez de dedicarte al tema de los hijos...”
(Hombres, emparejados, Madrid).
364
reproducción, relaciones hombre-mujer, fenómenos de identificación tanto
personal, como social...
Todos estos cambios tan sustanciales llevan a los jóvenes adultos a sentir la
gran complejidad del mundo en el que viven, frente al mundo más
homogéneo y sencillo en el que vivían las generaciones jóvenes en el
pasado.
365
enorme diversificación; la generación de los padres tenía como objetivo
último casarse y tener hijos; ellos pueden elegir entre una gran variedad de
formas las que mejor se ajustan a sus deseos y/o circunstancias personales:
casarse, vivir juntos, tener o no tener hijos...
366
obcecados en ese convencionalismo que no podían hacerlo, y
sin embargo, no es que lo vean superbién pero lo aceptan,
tratan de...” (Mujeres, emparejadas, Madrid).
Por ello, los padres son cuestionados por los jóvenes adultos a la hora de
erigirlos en referentes en su vida, al menos en el discurso manifiesto;
pareciera que ocurre justo lo contrario, que son los jóvenes los que orientan
a los adultos a adaptarse al nuevo modelo social: los adultos tienen menos
recursos y experiencia que los jóvenes para adaptarse a las reglas del juego
de la sociedad postindustrial. Unas reglas basadas en la fuerte competencia
y el cambio de valores implícito en la transformación de una sociedad
precaria y autoritaria a otra sobresaturada y democrática. Lo importante ya
no es la lucha por la subsistencia, ni la igualdad de oportunidades basada en
la preparación/formación, sino estar informado para poder elegir entre la
amplia oferta del mercado y conseguir un lugar propio, siendo al mismo
tiempo competente para poder seguir circulando.
367
La referencia identitaria para nuestros jóvenes adultos es la generación de
los jóvenes que protagonizaron la lucha contra la dictadura y la libertad
sexual; tanto que no se autorrepresentan como distintos respecto a ellos en
cuanto a idealismo, deseos de independencia, responsabilidad…, por más
que existan claras diferencias entre ambas generaciones: nuestros jóvenes
adultos son más pragmáticos y mucho menos sensibles hacia lo social, pero
eso lo achacan a los otros de su generación, sobre todo a los más jóvenes.
Los intereses de nuestros jóvenes adultos, como antes hemos señalado, se
vislumbran exclusivamente en el área de la realización personal; es decir, la
construcción de su identidad parece desvinculada de lo social: los otros sólo
se tienen en cuenta en tanto que pueden significar algo para ellos; la
articulación social se realiza exclusivamente desde dentro, a partir de los
elementos que les son dados y desde los cuales pueden hacer su propia
combinatoria y recreación personal.
405
Nos vamos a referir a la generación adolescente por simplificar, pero sabiendo que están
incluidos no sólo los adolescentes sino también los que son más jóvenes que ellos, los que
les siguen en general.
368
sus padres; por más que se perciban cambios sustanciales entre ellas, no se
entienden como discontinuidad, sino como una exacerbación de los
fenómenos sociales y del estilo de vida surgidos de la plena consolidación
de la sociedad de consumo en nuestro país. La diferencia fundamental entre
ambas generaciones estriba en que nuestros jóvenes adultos conocieron los
cambios políticos habidos en nuestro país siendo adolescentes y, aunque no
fueron los protagonistas, se identificaron con los ideales políticos de los
jóvenes que participaron en las revueltas estudiantiles contra la dictadura; y
es desde ahí desde donde se sienten idealistas y reivindicativos. En cambio,
los jóvenes/adolescentes de su tiempo se han encontrado con todo hecho y
con un modelo social ya plenamente consumista. De esta manera, el
rechazo que nuestros jóvenes adultos sienten hacia la generación más joven
se puede deber a su propio conflicto, por identificación desde su situación
presente: su etapa reivindicativa e idealista, vivida fundamentalmente a
través de sus hermanos mayores, ha quedado reducida a una situación en la
que la única reivindicación posible es individual: aspirar a la autorrealización
personal, que pasa por la ambición profesional, y diferenciarse a través del
consumo. Y esto resulta difícil de asumir por su yo ideal, forjado en un “falso
idealismo”, que les lleva a tener que buscar elementos de
diferenciación/identidad.
369
“ya están a la vuelta de todo, no les puedes decir nada” (Mixto,
solos, Madrid).
“Ahora la gente joven sale por la calle..., te das una vuelta por
los pubs de por ahí y te los encuentras, pero hasta las 12 o
hasta la 1, tomando copas y dices: ‘yo antes para..., a los 20
370
años tenía que pedir permiso para salir’, me parece que están
muy adelantados en relación a...
— ...chavales con 15 o 16 años han pasado de todo a lo que
nosotros hemos llegado, por ejemplo, hasta los 25 no nos
hemos atrevido a llegar a esos topes... son etapas y se van
consumiendo más rápidamente y se va llegando a la madurez
antes...
—Yo creo que la madurez no está en salir hasta la 1 de la
mañana... yo tengo sobrinos de esa edad y, vamos, están muy
descontrolados, están todo lo contrario de maduros” (Mixto,
solos, Madrid).
Crecen más deprisa, pero maduran más despacio, y este desfase provoca
comportamientos desordenados, descontrolados.
371
esforzado y siguen haciéndolo por conseguir sacar una carrera, por
superarse profesionalmente...; pero los adolescentes de su tiempo ni tienen
motivos por los que rebelarse, dado el nivel de calidad de vida que tienen en
la familia, ni esperanza en poder transformar el estado de las cosas: están
acomodados confortablemente en la sociedad de consumo y disfrutando de
la libertad doméstica en el hogar familiar, sin otros valores que los propios de
la sociedad de consumo.
372
“—Han cambiado completamente los esquemas. Antes tú
estabas deseando tener 18 o 20 años para poderte ir de casa y
tener tu pisito por ahí o tú con tus amigos..., y ahora...
—Y tener tu libertad.
—...ahora no hay quien los eche de casa..., ‘para qué me voy a
ir de casa si estoy aquí..., me dan dinero, me lavan la ropa y
estoy como muy... Nunca ponen pegas, pues ya está’” (Mixto,
solos, Madrid).
373
miedo al sida, puede que esté influyendo en este conservadurismo de los
más jóvenes un deseo de identidad/diferenciación respecto a la
generación joven por antonomasia, la mítica generación de los 60, que es
el referente idealizado de nuestros jóvenes adultos.
“... hay más libertad, pero a la vez, hay una corriente moralista
increíble... Yo no sé si éramos más liberales incluso nosotros,
en ese mundo tan reprimido, que ahora, porque estoy viendo
una corriente increíble de moralidad...” (Mujeres, emparejadas,
Madrid).
374
—... dice: ‘bueno, bueno,... paso de mi padre a mi hijo, que es
sumamente conservador...’; además critica... dice: ‘bueno, me
da un asco...’ (Mujeres, emparejadas, Madrid).
Todos estos cambios de los más jóvenes respecto a los jóvenes adultos dan
buena cuenta de las profundas transformaciones sociales experimentadas
en nuestro país: desde la instauración de la sociedad de consumo (años 60)
a la consolidación (década de los 70) y apogeo del consumo diferencial
(años 80). Podemos observar en este recorrido cómo los jóvenes se van
haciendo más individualistas, conservadores y pragmáticos, en coherencia
con el consumo diferencial imperante, y cómo sus valores predominantes
van a ser el poder consumir “a la carta” y la capacidad de adaptación
práctico-operativa, como consecuencia fundamentalmente del excedente de
recursos y del aumento de poder comunicacional de los medios.
375
A pesar de todo, la generación adolescente sabe vivir la vida mejor que
ellos, pues, de un lado, ellos les han ido allanando el terreno y ahora son los
más jóvenes los que recogen esos frutos que han ido sembrando sin tener
que luchar; de otro, están menos preocupados por el futuro y más en el
hedonismo del presente, son menos ambiciosos y competitivos que ellos.
Los jóvenes adultos viven obsesionados por ser ellos mismos, cosa harto
difícil en un mundo tan diseñado por los intereses del consumo como es el
actual; o quizá esta obsesión se debe a esto mismo. Sea por lo que fuere, lo
que sí es un hecho evidente es que el joven adulto de principios de los 90
tiene como principal objetivo su propia competencia personal, ser
completamente autónomo, el único autor de su vida, y esto le lleva a
desertar no sólo de la vida pública, sino también de la esfera privada. Por
ejemplo, en el orden de las relaciones amorosas, lo que prima son las
relaciones sin compromiso, compartir sólo cuando apetezca, no tener
cadenas que impidan la realización personal.
376
“Sí, porque no es la independencia, es ser independiente del
todo, en la relación de pareja. Yo creo que es importante. Yo
dentro de vivir solo tengo una relación con una persona que
también vive sola. Entonces estamos viviendo en dos
apartamentos individuales... Yo vivo en mi apartamento y ella
vive en su apartamento, ¿no?; lo que no quiere decir que una
noche yo esté en su apartamento o ella esté en el mío, o cenas
o comidas; pero en realidad la mayoría del tiempo yo estoy en
el mío y ella está en el suyo” (Mixto, solos, Barcelona).
Tras todo esto se esconde una gran vulnerabilidad ante cualquier pérdida,
que conduce a evitar el sufrimiento, aun a costa de una debilitación del
deseo de otros; por ello, de lo que se trata es de mantener unas relaciones
“suaves”, alejadas de las relaciones fuertes que implican compromiso.
377
“…mira, si en algún momento sucede algo o tenemos que
romper, no va a haber un trauma; yo no voy a tener que
pasarte dinero a ti, tú no vas a tener que pasarme dinero a mí.
No vamos a tener ningún tipo de discusión. Tener el lazo lo
más suave” (Mixto, solos, Barcelona).
378
satisface a ambos miembros de la pareja. Pero al mismo tiempo que
aumenta la indiferencia hacia los otros, se busca el encuentro permanente
desde una actitud práctica, utilitaria, para encontrar consuelo y socorro ante
la soledad.
379
autónomos. Su ventaja fundamental está puesta en la ausencia de límites
por parte de los otros al deseo hedonista: cada uno puede organizarse
según su propio estilo sin tener que negociar, ni preocuparse de ser
molestado o molestar a los demás.
Los que viven solos aducen, además, la soledad que implica llegar a casa y
no poder compartir con nadie la experiencia del día de trabajo, sobre todo si
ha sido duro.
380
y todas estas cosas, que al principio te cuesta un poco de
coordinar. Pero bueno, yo creo que el problema más grande es
un poco, en algunos momentos, la soledad. Cuando el trabajo
no te ha ido todo lo bien, o el día no te ha funcionado todo lo
que tú querías, a veces es bueno tener alguna persona. Pero
bueno, yo creo que ése es el inconveniente más grande”
(Mixto, solos, Barcelona).
“—Ahora sí, yo creo que es más fácil vivir solo que antes..., a
nivel de comida, de ropa, de mantenimiento.
—Hombre, sí, te preparas un congeladillo, te lo metes en el
microondas y listo.
—Y si no, siempre hay una fabada de lata.
—Un menú del día de 800...” (Mixto, solos, Madrid).
381
“Cada vez quieres vincularte menos a las cosas, entonces,
igual que te quieres vincular menos a las cosas, te quieres
vincular menos a las personas” (Mixto, solos, Madrid).
Por ello también los valores morales son sustituidos por los valores
utilitarios: no hay un bueno o malo a priori, todo depende del uso y el
resultado que se obtenga; siempre y cuando la “igualdad para todos y
respeto a las diferencias”, es decir, la igualdad de todos en el acceso al
consumo y la libertad de poder elegir, no estén amenazadas; todo lo demás
es responsabilidad de cada uno.
382
La consecuencia de todo esto es una falta de ilusión importante y un
sentimiento de soledad que, en los casos más extremos, lleva a hablar de
estados depresivos.
383
la orden del día 406 . Sus inversiones en su estadio vital se orientan tanto a
conseguir una mayor competencia profesional para poder acceder a un
trabajo mejor que les permita sanear su economía, como a vivir la vida
juvenil disfrutando del presente sin cargas de responsabilidad. Por eso sólo
algunos, que están casados y se están pensando el tener hijos, se plantean
la compra de vivienda, pero también desde una cierta provisionalidad, con
un sentido inversor.
406
Tenemos que tener en cuenta que la inestabilidad laboral empieza a ser estructural en
nuestro país en la década de los 80, cuando se produce el paso al modelo de sociedad
postindustrial, por lo que la inseguridad provenía tanto del miedo al paro, como por la
adaptación al nuevo modelo.
407
El alquiler de los pisos por aquellos años estaba alrededor de las 40.000 pts.
384
bien…’, y te pones a arreglar las cosas. Pero me agobia mucho
el no tener seguridad…” (Mixto, solos, Barcelona).
385
en el plano económico (arreglos/modernizaciones, muebles...), como en el
de inversión de tiempo en mantener la casa como les gustaría.
Con todo, tener su propio espacio es para nuestros jóvenes adultos muy
importante en dos sentidos fundamentalmente: en primer lugar, para la
consecución de su objetivo de autonomía. En oposición a la casa familiar,
tradicional, espacio simbólico de la madre, en el que priman las relaciones
386
de dependencia y falta de autonomía, la casa propia se siente como un
refugio privado, donde se pueden aislar del entorno y sentirse absolutamente
los dueños de su vida. Desde esta perspectiva entendemos lo bien valorado
que está entre nuestros jóvenes adultos el vivir solo, como si este modo de
vida fuese necesario para encontrarse consigo mismo y una constatación de
su plena autonomía interior; más adelante volveremos sobre esto y lo
trataremos con mayor profundidad.
Frente al estilo “museo” del hogar familiar, orientado a mostrar a los de fuera
el estatus de sus habitantes, el estilo de casa en la que viven nuestros
jóvenes adultos es un estilo de vivienda “cómodo y funcional”, donde lo que
importa es crear un entorno de confort y “lujo” doméstico que sirva al disfrute
personal y al aislamiento (Cocooning).
387
— …en mi caso también está así, muy funcional, pero es por
eso, porque tengo que estar aprovechando los huequecitos y
tal…, tampoco me gustaría, por ejemplo, un mueble clásico...
—No. A mí tampoco.
— …pero, claro, también va en cuestión de gustos. Yo así,
muy funcional y muy modernito, aprovechando todos los
espacios posibles” (Mujeres, emparejadas, Barcelona).
388
—Sí. Mucha tecnología punta... teléfono inalámbrico, compact-
disc, no sé qué, no sé cuantos...
—Vídeo.
— ...vídeo, diecisiete videos, catorce televisiones, en nuestra
casa lo tenemos todo... Vivo como un señor, como debe ser,
hombre...” (Hombres, emparejados, Madrid).
389
que son inmunes al desaliento y permanentemente están renovando e
introduciendo cambios.
390
espacio se lo atribuyeran a los objetos, y esperan a que se pase esa fase sin
ejercer excesiva violencia.
391
viven en pareja los que parece que más se implican; las primeras,
posiblemente porque no están en la batalla de la negociación hombre-mujer
en el reparto de las tareas domésticas; los segundos, quizá debido al gusto
por el bricolaje de algunos integrantes. Lo que más nos llama la atención es
el poco interés de las mujeres que viven en pareja por esta temática, cuya
razón puede estar en la ruptura de roles, que más adelante analizaremos.
408
1975 es la fecha que simboliza la quiebra del fordismo y el inicio del modelo
postindustrial, aunque en nuestro país estos cambios no se materializarán hasta la década
de lo 80. El modelo fordista implicaba un modelo social sólido, basado fundamentalmente en
la garantía del pleno empleo y de la estabilidad laboral. La instalación de la sociedad
postindustrial supone una ruptura del paradigma keinesiano: la estabilidad de la estructura
ocupacional se desintegra, para pasar a “fragmentarse en un cambiante agregado de
empleos inseguros, precarios, discontinuos e inestables. Es la economía terciada de los
nuevos servicios financieros, comerciales, comunicativos y personales, cuya rentabilidad
depende de la introducción de nuevas tecnologías ahorradoras de empleo fijo y
consumidoras de empleo flexible basado en la precariedad laboral: deslocalización,
temporalidad, externalización, subcontratas, despido libre...”.
Cfr. GIL CALVO, Enrique, “El envejecimiento de la juventud”, en Revista de estudios de la
juventud, Nº 71 ( “Autonomía de la Juventud en Europa”), Injuve, Madrid, diciembre de
2005.
392
Del mismo modo, en el nuevo modelo postindustrial, el trabajo deja de estar
al servicio de la producción y de la competencia autónoma, para pasar a
estar al servicio del consumo y de la competencia heterónoma 409 : se trabaja
principalmente porque se necesita dinero para consumir, cada vez de forma
más individualizada y separada de los demás, no porque el trabajar reporte
sentido e identidad al individuo.
“—Yo creo que trabajar es un rollo... Yo creo que trabajar hay que
trabajar porque, en fin, hay que comer, pero me parece no sé..., la
actividad más penosa que nos vemos obligados a realizar (...) Mi
única ambición es ésa, no trabajar y tener todo, todo el tiempo para
mí…
(M) —A mí no. A mí me gusta trabajar.
(M) — ...no quiere decir no producir, ¿eh? Es el trabajar” (Mujeres,
emparejadas, Madrid)
Vivir para el trabajo o vivir del trabajo se plantea como una contradicción: de
un lado, debido a que es difícil conciliar trabajo y ocio, dadas las exigencias
de la sociedad competitiva; de otro, porque el acceso al consumo se
convierte en el principal objetivo del trabajo. Por tanto la contradicción
estaría en que se trabaja más para consumir más, pero esto es a costa de
no tener tiempo para el hedonismo y el deseo de liberación que reclama la
409
Entendemos por competencia autónoma la que cada uno se construye en función de sus
decisiones, y por competencia heterónoma la que es impuesta por los otros: poderes,
estados, mercado...
393
personalidad narcisista en la sociedad postindustrial. El texto que prometía el
capitalismo de acumulación, en palabras de Legendre, "mañana, cadáveres,
gozaréis", está cargado de ambigüedad en la etapa del consumo diferencial,
puesto que a lo que aspira el sujeto en la sociedad de la sobreabundancia es
a tener tiempo para sí, para vivir y disfrutar de la vida en el presente, una vez
el sustento está plenamente asegurado. Pero, en el día a día, con lo que el
sujeto se topa es exactamente con lo contrario: un agobio permanente por la
falta de tiempo que le dificulta sus deseos de gozar plenamente y de sentirse
realizado.
394
resuelve como dependencia, bien sea laboral, cuando no se puede disponer
de tiempo para sí, para el ocio:
“...antes era un reto decir: ‘es que yo gano más que mi mujer’;
ahora al contrario, ahora dices: ‘ojalá ganara seis veces más y
que yo esté en el paro...’. Con todo su mérito, exclusivamente a
ellas...” (Hombres, emparejados, Madrid)
395
—Yo digo lo mismo, yo digo lo mismo... Es que precisamente
yo no quiero trabajar.
— ...hice cursos, me iba al gimnasio, del gimnasio quedaba no
sé dónde..., o sea, todo el día, todo el día” (Mujeres,
emparejadas, Madrid).
" Yo prefiero trabajar menos, tener tiempo libre para mí, para estudiar
y ponerte al día, y aunque sea ganando menos, es decir, ganando
menos dinero, pero aprovechando más, viviendo tu vida, y no tener
mucho dinero y no tener ni tiempo para gastarlo. Ésa es mi idea de la
vida. Trabajar poco y si puedes estar en un Hospital, en un sitio
público o una Mutua privada, es decir, en un solo sitio, con poco
trabajo, bien hecho, y ya está" (Hombres, emparejados, Barcelona).
396
De otro, es posible sostener una vida independiente siendo mantenido por
otro, pues la autonomía del sujeto no está directamente relacionada con la
independencia, sino con el deseo de personalización: el estar bien consigo
mismo, el vivir la vida para sí, el disfrutar sin responsabilidades:
397
—Muy poca..., por eso te digo, en el caso de que trabajes en lo que te
gusta, genial, pero si no...” (Mujeres, emparejadas, Madrid).
398
“Pero, vamos, como todo el mundo allí…, pues tener la cabeza
lo menos posible en el trabajo y pasar el tiempo, porque es un
trabajo impresentable, a todos los niveles y a todos los puntos
de vista...” (Hombres, emparejados, Barcelona).
399
Este perfil es el que parece está marcando la tendencia de futuro,
donde parece que están emergiendo valores basados en la
búsqueda de calidad de vida (buen ambiente de trabajo, disponer de
más tiempo libre..., etc.), el poder conciliar obligación y hedonismo,
frente a los valores puramente materialistas.
400
2.4.1. La competencia heterónoma y la competencia autónoma: el
reciclaje permanente
401
técnicas 410 : "tú no vales lo que vales, sino que vales lo que conoces"; vale
más la experiencia que la formación académica: se aprende más “en el tajo”
que teniendo el “master del universo”.
—Yo pienso que hay oferta, lo que pasa es que todo está
limitado, pues eso, a la especialización. Hay que especializarse
en lo que sea, en cualquier cosa... En el momento en que te
especializas, tienes trabajo
410
El símil más común es el del carné de conducir, que se aprende conduciendo.
402
desempeñando..., a lo mejor no es el ideal que tenías a
priori... es muy difícil trabajar en lo que quieras, que te dé
para vivir muy bien..., pero que estés desempeñando un
trabajo que no sea el que tú, en principio, hubieses preferido,
pues no quiere decir que excluyas que vayas a sacar ese
trabajo bien” (Mixto, solos Madrid).
403
continuamente está apuntando la personalidad narcisista de nuestros
jóvenes adultos.
404
Como resto/basura, el reciclaje permanente también se vive como forma de
"escaqueo" de otros trabajos con menos sentido, como los domésticos por
ejemplo, o los de la rutina de todos los días.
405
—Sí, es que ahora la carrera..., la carrera es el punto para empezar a
prepararte.
—Que es una base. Entonces te especializas, pues haces un curso
por aquí, otro curso por allá, trabajas seis meses en no sé dónde, un
tío que te llama que hay que hacer no sé qué, un currículo por allí, un
currículo por acá... Poco a poco vas entrando, claro... y tú entrabas
con la idea de que, nada, yo llego allí y ya soy abogado... Hombre, yo
lo he visto, porque mi hermana es médico y estuvo tres años cuidando
niños y haciendo guardias” (Mixto, solos, Madrid).
Esta ruptura provoca una sensación de orfandad que les exige tener que
labrarse su propio futuro por sus propios medios, lo que sin duda pasa por la
especialización: nuestros jóvenes adultos, pertenecientes a la clase media
profesional urbana, son conscientes de que su integración en el mercado
laboral depende exclusivamente de ellos, una vez que el modelo heredado
de sus padres ya no les sirve; son ellos los que tienen que construirse su
propio futuro, sin la referencia de sus padres. Los padres han contribuido a
darles una "formación básica" y, a partir de ahí, cada uno tiene que
"construirse" su futuro, ocupar su lugar.
406
"...es un paro estadístico, entre los que están apuntados al paro, que
son estudiantes..., los que están apuntados, pero están también
trabajando la mitad..., vamos, son casi todos..., o las amas de casa
que no están..., y les ha dado por apuntarse... Estadísticamente lo
del paro es poco creíble... Hay mucha gente que el paro lo cobra,
pero vamos... yo lo creo eso de ofrecerles el trabajo y decir: ‘no, no,
no, yo no quiero trabajar” (Mixto, solos, Madrid).
“Yo creo que eso del trabajo es un tópico..., o sea, el que quiere un
trabajo lo encuentra, lo que pasa es que todo el mundo quiere
trabajar en algo que te guste y que gane mucho dinero..., y que te
pille cerca de casa... El que quiere trabajar, trabaja” (Mixto, solos,
Madrid).
Sea como fuere, el ciclo de inserción laboral, desde que se inicia hasta llegar
a ocupar puestos de responsabilidad, es muy largo y exige mucho esfuerzo
personal: de un lado, hay que de invertir mucho tiempo, y dinero en
formación; de otro, hay que aceptar muchos trabajos “mediocres” que
reportan pocas gratificaciones personales..., pero que ayudan a la
experiencia curricular.
407
Y puesto que su patrimonio material y simbólico está muy deteriorado,
cuando no es inexistente, sólo tienen en cuentan las dos primeras
estrategias: de un lado, el currículo profesional que pueden ir obteniendo de
su experiencia y los cursos de formación en su reciclaje permanente y, de
otro, las relaciones, fundamentalmente entre iguales, que pueden ir
haciendo en su recorrido por los estudios o las empresas. La interrelación de
estas dos estrategias es la que, suponen, facilita la inserción.
" ...cuanta más gente conoces, más cosas tienes, más capacidad de
trabajar, de hacer cosas. Por mucho que sepas, si no conoces a
nadie, pues no sirve...
—Con tu especialización, lo solucionas con los contactos
—Pero si no tienes especialización, por muchos contactos que
tengas..." (Mixto, solos, Madrid).
“Es que un Ministro de Sanidad no tiene por qué ser médico, sino que
lo que tiene es que saber elegir un buen equipo para que le asesore y
le resuelva los problemas” (Mixto, solos, Madrid).
Por eso también hay que estar bien situado en el mundo de las relaciones,
para que, cuando llegue la ocasión, sean ellos los elegidos y no otros.
408
Todo esto requiere un nivel de exigencia muy alto, que se consigue
mantener incorporando este esfuerzo a su deseo de personalización y
competencia: de un lado, incluyendo la especialización como una vía
privilegiada de su identidad/diferenciación respecto a los otros; de otro,
trabajando para su deseo de autonomía: ser los dueños y artífices de su
vida.
La estrategia del padrino sin duda beneficia a los estratos más altos, tanto
porque su influencia en las áreas de poder son más amplias y tienen más
relaciones sociales, como porque parten de un patrimonio material y
simbólico que se ha deteriorado menos que en las clases medias urbanas.
409
Vamos a tratar en este apartado dos aspectos relacionados con la identidad
de la mujer en relación al trabajo:
“—Yo puedo aspirar..., no sé, por ejemplo, a Jefe de Personal, por qué
me voy a quedar de mecanógrafa... Y sigues preparándote y sigues
intentándolo, y te encuentras en un buen momento y dices: ‘¡jolines!...,
410
ahora que estoy en la recta, pues no quiero que nada me aparte...’
Pero depende de la ambición, bien entendida, de cada una y de la
valoración que cada uno tenga de uno mismo, ¿no?
—Yo pienso que metas siempre te pones. O sea, entonces has
conseguido una cosa y, porque yo pienso que el hombre en sí mismo,
siempre, o sea, desde que nace, siempre está moviendo
continuamente, has conseguido una cosa y te apetece…, coger e
intentar. Sí, cuando..., o sea, yo pienso que lo que dura el reto ese de
hasta que tú consigues algo que te hace plenamente vivir, o sea,
sentirte activo, algo. Y una vez que lo has alcanzado te preparas para
el siguiente, y así. Yo pienso que toda la vida es así” (Mujeres,
emparejadas, Madrid).
411
poder y de la organización social, excluyen el papel social de la mujer-madre
sobre el que se fundamenta la supervivencia de la especie.
412
—Yo ya no voy tan lejos..., simplemente alquila o compra una casa,
vete al supermercado a hacer todas las semanas la compra y coge los
medios de transporte para irte a trabajar, necesitas dos sueldos...,
simplemente para sobrevivir. Y es normal, o sea, con un techo, una
cama y comer todos los días, comprarte dos trapitos para cambiarte un
día sí y otro no y ya está, y coger los medios de transporte” (Mujeres,
emparejadas, Madrid).
Así pues, bien sea que la mujer trabaje para representarse como una
persona independiente y autónoma, bien sea para responder a las
exigencias de la sociedad de consumo ostentoso, en ambos casos lo hace
respondiendo a una necesidad identitaria, ya sea personal o estatutaria, lo
que significa que la incorporación de la mujer al trabajo productivo se
considera un camino sin retorno.
“—A mi mujer le digo que se quede en casa y me dice: ‘¿y qué hago
yo en mi casa?’.
—Ni aunque tenga hijos. Yo te aseguro que aunque su marido cobre
medio millón de pesetas, ella dice que no deja el trabajo...
413
—¿Que no lo deja?
—Que no lo deja. Estoy convencido.
—La mujer que saborea el trabajo, el salir, el relacionarse y todo eso,
yo estoy convencido de que, aunque su marido gane dinero, ella no
quiere perder esa independencia.
—Además, critica a la que se queda. Porque la verdad es que llega un
momento que dice: ‘fíjate qué desfasada está, no sé qué..., mi
hermano... o esto...’ Porque la mujer trabajadora no pierde el
contacto” (Hombres, emparejados, Madrid).
414
Esta sensación de esclavitud y de heteronomía respecto al trabajo es
especialmente sangrante en un tiempo en el que el trabajar ha perdido
sentido, como antes comentábamos; un tiempo en el que la autonomía está
disociada de la independencia y en el que la identidad y la realización
personal no está puesta en el trabajo, sino en el hedonismo, en el cultivo de
la propia persona...
415
—Yo no. Yo lo que no aguantaría es con limitaciones, pero a mí lo
otro...
—Hombre, si no me queda más remedio, pues no me tendré más que
aguantar, claro, pero...
—Pero vamos, teniendo tú una formación, ¿voy a estar pidiéndole yo
dinero? Es que es absurdo, totalmente.
—Si un señor me mantuviera, tener que estar diciendo: ’oye, dame un
sueldo o dame cinco mil pesetas, que me voy a la compra...’
—Es preferible decírselo una vez al año, y que te deje todo el año.
—Es que entonces, no sé, un hombre así, a mí tampoco me inspira
respeto. Me dice: ‘¡hala!, bonita, la cuenta para ti…’.
—Pues eso sería lo ideal.
—No sé, yo no.
—No, pero que lo que dices tú sí, un añito para...
—Un año sabático.
— …cultivarte, ésta es mi impresión.
—Hombre, un añito… Pero…, pero..., vamos, como concepción de
vida, el estar sin hacer nada y pidiendo dinero y... No, a mí, no. A mí no
me gusta” (Mujeres, emparejadas, Madrid).
“—Antes era un reto decir: ‘es que yo gano más que mi mujer’; ahora
al contrario, ahora dices: ‘ojalá ganara seis veces más y que yo esté
en el paro’... con todo su mérito, exclusivamente a ellas, o sea que,
como invada el terreno, pues ya veréis...
— ...la libertad en cierto modo, que está ahí, pero libertad, claro, es
como todo. Si ellas van cogiendo protagonismo pues de alguna
manera de otro lado se irá compensando, porque antes había una
diferencia bastante clara.
—También puede ser porque a veces la evolución del ser humano
416
también no hay que verla así, hay que verlo un poco más amplio.
También es cierto que la mujer y el hombre también están un poco
cansados, digo generalizando un poco, están un poco cansados de
estar tantos siglos siendo protagonista y están cediendo parcelas de
terreno y dice: ‘bueno, trabaja tú también, que llevamos trabajando
veinte siglos’..." (Hombres, emparejados, Madrid).
417
Esta situación de mantenido o mantenida concuerda, de un lado, con la
pérdida de sentido del trabajo en las sociedades post (modernidad,
industrialización, machismo...), donde la paradoja capea a sus anchas; de
otro, es coherente con la crisis simbólica que padece Occidente, en la que lo
imaginario invade todos los espacios deshabitados; el hedonismo y el ocio
son los valores dominantes para el sujeto narcisista que nada quiere saber
del esfuerzo y las limitaciones de la necesidad y la vida real.
418
—Eso decía yo: ‘¿quién me habrá engañado?’
—Eso es lo que me dice mi abuela: ‘hija, me río yo de la liberación de
las mujeres...’
—Qué va, qué va…
—Nosotras, antes, por lo menos estábamos en casa. Vosotras ahora
vais a trabajar y venís a casa…
—Encima eso, encima llegas y apencas ahí. ¡Anda con la
emancipación de la mujer!” (Mujeres, emparejadas, Madrid).
“—Pero eso también te lo tienes que plantear tú, decir: ‘…a ver ¿qué es
lo más importante para mI?...’.
—Qué prioridades.
—Lo que te da tiempo, claro.
— …voy a hacerme un esquema de prioridades.
—Sí, pero nunca te paras a hacer esquemas.
—De prioridades.
—No, yo creo que sí, tienes posibilidad de meter en casa a alguien que
te ayude un poco, los niños ya que vayan a la guardería es una cosa
superada y te duele los dos primeros meses, supongo, pero luego ya
aceptas y sigues con tu trabajo, no sé qué, bueno que sí, que tú
siempre vas a cargar más con los hijos que el marido, pero que
también hay mecanismos para…, para no renunciar...
—Trabajas por la mañana. El trabajo es sagrado, eso no te lo va a
criticar nadie. Pero por la tarde yo aún sigo estudiando. Estoy haciendo
el doctorado, yo quiero sacar el doctorado. Yo si dejo a mi hijo con
Juanita Pérez y me voy a hacer el doctorado, yo..., no sólo es que no
419
me veo madre, es que voy a tener remordimientos de conciencia, digo
yo, pienso: ¿Cómo me voy a hacer esta tontería...?
—Lo dejas con tu marido.
—Sí, pero él trabajará, claro, también trabaja por la tarde. Que, bueno,
que es importante para mí porque yo lo quiero hacer y tal, pero que no
es vital, no, no sé, que no, que sé que al final pringo y me quedo.
Porque el pobre, cuando me diga: ‘¡ay!, llora el niño’, ‘ahora ¿cómo me
voy?’. Y voy a hacer un cursito de tontería, ¿cómo voy ahora?, pues
no. Yo creo que eso no, porque ¿cómo haces las dos cosas? Dices:
‘esto fuera. Me quedo con mi trabajo y yo cuido a mi hijo, por las
tardes’. Y es que es así, es así. Y sobre todo ahora, cuando nazca,
cuando sea un poquito grande sí, pero ahora ¿cómo dejas al niño para
hacerte un cursito?” (Mujeres, emparejadas, Barcelona).
420
sobre el fondo de los términos de la categoría modal de veridicción
SER/PARECER 411 :
SER PARECER
Contrarios: Relaciones de
ELECCIÓN: VERDAD: identidad LUJO:
El trabajo como personal e identidad social. El trabajo como
realización “Emancipación” calidad de vida.
personal e
independencia.
Contradictorios:
NO PARECER NO SER
ESCLAVITUD: NECESIDAD:
El trabajo como Subcontrarios: Relaciones El trabajo como
negación de la calidad de FALSEDAD: impuestas algo obligado:
desde fuera.
de vida. “Sacrificio” subsistencia.
Más que una explicación del cuadro, que no haría sino redundar sobre lo ya
dicho, vamos a terminar reproduciendo algunos fragmentos del discurso
411
Estos términos se corresponden con el plano de la enunciación o de la inmanencia
(ser/no-ser) y con el plano de lo enunciado o de la manifestación (parecer/no-parecer). “La
categoría de la veridicción está constituida por la puesta en correlación de dos esquemas: el
esquema parecer/no-parecer es llamado manifestación y el del ser/no-ser, inmanencia.
Entre estas dos dimensiones de la existencia se cumple el ‘juego de la verdad’: inferir la
existencia de la inmanencia a partir de la manifestación es estatuir sobre el ser del ser”. Cfr.
GREIMAS, A. J. y COURTÈS, J. (1979), Semiótica. Diccionario Razonado de la Teoría del
Lenguaje, Madrid, Gredos, 1982, pág. 434.
421
grupal que, nos parece, sostienen y sintetizan muy bien nuestra línea de
análisis desde la realidad de nuestros jóvenes adultos:
422
2.5.2. La representación masculina de la mujer a través de su rol de
sujeto productivo 412
“(H) —En todo momento puedes romper y..., tanto por ti como por la
otra persona, ni tú depender de ella ni ella depender de ti, o sea...,
porque en cualquier momento se pueden partir las peras y salta la
cuenta. Yo solo puedo seguir viviendo y tú sola puedes seguir
viviendo.
(M) —Exacto..., si la dependencia económica es total es la única
manera de mantener la libertad” (Mixto, solos, Barcelona).
412
Un fenómeno muestral destacable es que los hombres hablan y debaten mucho más que
las mujeres en torno a este tema del trabajo de la mujer, lo que nos dice de los grandes
conflictos que se ciernen sobre este tema para ellos; en el mismo sentido, las mujeres
debaten más sobre el espacio doméstico y los conflictos que tienen con los hombres en su
gestión. Estas diferencias no hacen sino revelar las diferencias de género que el discurso
racional trata de borrar hablando de la igualdad entre hombres y mujeres, que es lo
políticamente correcto.
423
De otro, la autonomía de la mujer se vive desde una cierta amenaza, pues
conlleva una pérdida de poder e independencia de los hombres.
—Nos estamos tirando piedras al tejado, porque por lo que veo aquí
todas las mujeres están trabajando. Las nuestras, como un día las
echaran, aquí íbamos a trabajar como negros...
—No, pero hay una cosa muy clara, si te opones a eso, a eso que
estás diciendo, lo más probable es que cuando llegue la letra del piso
no la puedas pagar...
—Efectivamente...
— ...entonces te tienes que callar...” (Hombres, emparejados, Madrid).
424
En este contexto nos encontramos con dos posiciones del hombre respecto
a la representación de la mujer como sujeto productivo: una que considera
absolutamente legítima esta nueva situación de la mujer.
Otra, la que vive esta representación de la mujer como una amenaza, pues
la interpreta como una invasión; la angustia que se observa desde esta
posición tiende a diluirse “frivolizando” sobre el deseo del hombre de dejar
de ocupar el papel preponderante
“ ...antes era un reto decir: ‘es que yo gano más que mi mujer’, ahora al
contrario, ahora dices: ‘ojalá ganara seis veces más y que yo esté en el
paro...’. Con todo su mérito, exclusivamente a ellas, o sea que, como
invada el terreno, pues ya veréis...
— ...la libertad en cierto modo, que está ahí, pero libertad, claro, es como
todo. Si ellas van cogiendo protagonismo pues de alguna manera de otro
lado se irá compensando, porque antes había una diferencia bastante
clara.
—También puede ser porque a veces la evolución del ser humano
también no hay que verla así, hay que verlo un poco más amplio.
También es cierto que la mujer y el hombre también están un poco
cansados, digo generalizando un poco, están un poco cansados de estar
tantos siglos siendo protagonista y están cediendo parcelas de terreno, y
dice: bueno, trabaja tú también, que llevamos trabajando veinte siglos..."
—No. Nunca cedes. Nunca cedes”. (Hombres, emparejados, Madrid).
425
actualidad la mujer se representa fundamentalmente como “persona” (sujeto
vs. objeto):
“ ...una cosa mala para nosotros, que nosotros estamos igual o peor
que antes, y ellas están mucho mejor que...
—Ellas están evolucionando...
—Eso está bastante claro...
—Por supuesto. Lo mismo que hemos sido egoístas nosotros, lo
mismo que han comentado aquí, los hijos para las señoras, pues
ahora ellas te pueden decir lo mismo...
—Se acabó lo de la etapa de oro..., eso ya ha muerto” (Hombres,
emparejados, Madrid).
426
“—La mujer ha cambiado radical, la mujer ya no ha nacido para
casarse, ni mucho menos...
—La mujer no ha nacido para depender de él. Para casarse a lo
mejor...
— ...bueno, pues para no depender. Ha nacido para hacerse una
profesional, para tener una cultura, para hacer lo que sea, pero que,
desde luego, de casarse, porque es lo mejor que se puede hacer, no.
Entonces se van reduciendo las posibilidades de nuevos matrimonios;
porque hay mujeres que no desean casarse, nada más les llegue el
primero, lo ven desde un punto muy diferente. Quieren ser personas
ante todo. Después madres, quizás..., ¿no?
—Eso es lo último que llegan a ser...
— ...y cada día más. Eso de que los hombres lo tienen fácil… Yo creo
que lo tienen dificilísimo para casarse hoy en día, porque hoy en día
la mujer pues piensa de otra manera” (Hombres, emparejados,
Madrid).
427
sostenedores del sistema económico, pues, después de todo, la mujer se
incorpora al trabajo bien porque quiere huir de la monotonía del hogar, bien
por exigencias de la sociedad de consumo, bien porque desee realizarse
como persona..., pero sin las exigencias intrínsecas de los hombres: ellas
pueden elegir de alguna manera, mientras que para ellos trabajar forma
parte de su identidad masculina.
Por esto mismo, la discriminación laboral que sufre la mujer, a la vez que se
critica, se comprende y justifica. De un lado, se teme que el agravio histórico
sufrido por la mujer se vuelva vengativamente contra ellos, una vez se
admite que la mujer tiene un nivel cultural y de estudios en muchos casos
superior a los hombres, pues ellos se pueden ver obligados a interrumpir los
estudios por exigencias de trabajo.
428
porque eso es lo peor que hay, y yo soy mujer, y yo defiendo a la
mujer y también soy de las que ‘todos somos iguales’…, pero aquello
era un gallinero; y con muchos problemas de estatus” (Mixto, solos,
Barcelona).
429
susceptibles de críticas, principalmente en los grupos de jóvenes adultos que
viven solos y que por lo tanto no se sienten beneficiarios.
430
Los dos factores que parece están incidiendo de forma decisiva en la
dilución de los roles son:
Pero no sólo es que las mujeres han deseado y sabido acoplarse al mundo
más masculino de la calle y el trabajo, sino que también los hombres han
aprendido a apreciar el valor del mundo femenino, ligado más al entorno
casero y familiar, y, por supuesto, a la pasividad y la seducción; llama por
ejemplo poderosamente la atención el placer que muchos hombres
encuentran en algunos quehaceres domésticos ("es que te relajas") y el que
surja con más notoriedad que entre las mujeres el tema de tener hijos.
Al igual que el hombre trae el dinero a casa, la mujer ahora también lo hace,
con lo cual es lógico que el hombre también participe en la gestión del
espacio doméstico de la misma manera que la mujer.
431
(M) —Y ahora vosotros os fastidiáis y a hacer la comida, y te lavas la
ropa... ¿Cómo lo ves?
(H) —Eso ya con la negociación..., yo prefiero ser maruja a ser...
(H) —Ah, sí, pues yo no” (Mixto, solos, Madrid).
413
Esta situación, que en los años de nuestra investigación parecía un proceso
normalizador y en ascenso, ha sufrido en los últimos años un amplio retroceso; según
indican los datos de población juvenil, los jóvenes cada vez se independizan más tarde del
núcleo familiar y muchos de ellos se mantienen en el hogar familiar hasta contraer
matrimonio.
432
siguiente, observamos en la predilección de unas tareas u otras cómo los
hombres prefieren las tareas relacionadas con la alimentación: hacer la
compra, guisar..., mientras que las mujeres se decantan por las tareas
relacionadas con el orden y la limpieza del hogar. Estas diferencias parecen
remitir a mundos simbólicos muy distintos y que inconscientemente siguen
marcando las formas de representación de unos y otras en el espacio
doméstico.
433
3. LAS PRÁCTICAS DE LA AUTOGESTIÓN DEL ESPACIO MÍNIMO
Vamos a tratar en este capítulo de cómo gestionan los jóvenes adultos las
funciones domésticas, qué relación mantienen hombres y mujeres con
estas tareas, qué valor les adjudican... También trataremos de la incidencia
de la red de servicios en estas prácticas cotidianas.
En primer lugar vamos a representar gráficamente cómo se posicionan
mujeres y hombres respecto al trabajo doméstico, en comparación con el
trabajo productivo, y la implicación de cada uno de ellos según se considere
una elección o una obligación, lo que nos servirá como telón de fondo sobre
el que se desplegarán las distintas actitudes ante las prácticas de la
autogestión. Lo vemos a continuación:
ELECCIÓN: “AYUDA”
HOMBRES MUJERES
Trabajo Trabajo
doméstico productivo
MUJERES HOMBRES
OBLIGACIÓN: “REPONSABILIDAD”
434
Pero tanto por el distinto estatus social que se asigna al trabajo productivo y
al doméstico, como por las relaciones igualdad-desigualdad que mantienen
hombre y mujeres en un ámbito u otro, los conflictos son permanentes.
Por otro lado, parece que los intereses de los hombres y las mujeres son
radicalmente opuestos en cuanto a la igualdad-desigualdad de los géneros,
tanto en el ámbito laboral como en el doméstico; lo que para la mujer es
evolución, ganancia, para el hombre es retroceso, pérdida, lo que es
perfectamente comprensible teniendo en cuenta la desigualdad entre
géneros de la que se parte, que históricamente ha perjudicado a la mujer.
435
3.1. La gestión de las tareas del hogar
436
cuidando de su propio espacio, que les representa ante sí mismos y ante los
demás.
Es muy sintomático que sean las mujeres que viven solas las que
manifiesten más angustia ante la gestión de la casa, observándose al
respecto dos manifestaciones: las “obsesivas” de la limpieza y el orden, y las
“dejadas”, que se desentienden de las tareas hasta que o bien el desorden
empieza a agobiarlas, o bien, porque esperen invitados, se ven obligadas a
gestionar el espacio doméstico.
La mayoría de las mujeres son mucho más desorganizadas que los hombres
que se encuentran en su misma situación en la gestión de la alimentación
(comprar, guisar...) y se preocupan mucho más que ellos por la limpieza y el
orden de la casa.
Por regla general, los hombres que viven solos se organizan mejor que las
mujeres que viven solas; posiblemente porque mantienen una distancia
emocional con la casa más saludable que las mujeres y son más racionales
437
a la hora de la gestión, sobre todo en lo que concierne a las tareas básicas
ligadas a la alimentación.
438
Porque es que a lo mejor en este momento no merece la pena, pero
vienen niños y sí merece la pena, porque se acumula el trabajo, y tú no
das de sí” (Mujeres, emparejadas, Madrid).
“Al principio todo es muy bonito, todo es muy ideal, y hacemos la cena
juntos, uno hace la cama, otro pone la lavadora, pero cuando llevas
dos meses, llegas a casa a la misma hora que él, has trabajado lo
mismo que él, incluso más, porque yo entro a las siete y media a
trabajar y me toca pencar todas las tardes, y llegabas a casa y te
tocaba poner la lavadora y te tocaba hacer la cena, y cuando
acababas de cenar: ‘¿haces el café?’, y hala, haz el café, porque
además soy idiota y hacía el café, porque lo que tendría que haber
hecho es: ‘mira, chato, te haces tú el café’. Yo acabé mal. Y ahora,
bueno, él en su casa y yo en la mía” (Mujeres, solas, Barcelona).
439
Pero estos sentimientos se combinan con otros de signo contradictorio pues,
aunque aspiran a la igualdad, no pueden dejar de expresar que las que sabe
organizar la casa son ellas: ellas deciden lo que hay que hacer y cómo hay
que hacerlo y no cesan de invadir el espacio del otro, imponiendo
constantemente sus pautas.
440
planchen..., me encanta” (Mujeres emparejadas, Madrid).
441
—A mí una cosa que me revienta es lo que explotan lo de la inutilidad”
(Mujeres emparejadas, Madrid).
" ...no tenemos las mismas neuras que nuestras madres con esto de
la limpieza.
—A mí en absoluto, ya se me puede caer la casa encima... Tampoco
es eso, pero decir: oye, que nos vamos de fin de semana..., y recoger,
y lo que está hecho o sin hacer… y sin ningún problema" (Mujeres,
emparejadas, Barcelona).
Los hombres mantienen una mayor distancia emocional con la casa, lo que
implica que sus conflictos personales son mucho menores que los de las
mujeres. Los conflictos de los hombres con respecto a la gestión de la casa
se centran fundamentalmente en las relaciones con la mujer cuando viven
en pareja, en la responsabilidad y atribución de tareas de uno y otra.
Cuando viven solos, ya lo hemos dicho, los hombres se organizan incluso
mejor que las mujeres que viven solas.
Entre los hombres que viven en pareja, se observan dos actitudes bien
distintas en cuanto a la implicación en las tareas del hogar:
442
“—Yo creo que la mujer hace mucho más labor doméstica que
el hombre, todavía mucho más, porque el hombre no ha
aprendido bien a planchar, no ha aprendido... (le interrumpen,
discuten, no se entiende)
—No, no, perdona, yo no he aprendido nunca a planchar, ni
voy a aprender nunca, eso por bandera..., vamos... Yo no he
aprendido nunca a fregar un vaso, porque no me da la gana, ni
lo voy a fregar...” (Hombres, emparejados, Madrid).
También se marcan diferencias entre los hombres que han pasado por la
experiencia de vivir solos y que, por lo tanto, han tenido que aprender a
gestionar su propio espacio, y los que no la tienen; los primeros,
lógicamente, tienen más iniciativa, si bien cuando viven en pareja ceden este
terreno a la mujer, que es quien marca las pautas de gestión del espacio
doméstico.
443
“—Yo había vivido unos años antes solo, y en cambio mi mujer
ha vivido con sus padres, o sea, que yo llevaba más training de
hacer las cosas de casa que ella. Al principio me acuerdo que,
cuando aún no nos habíamos casado y vivíamos juntos, yo iba a
comprar, iba al supermercado, yo llevaba la voz cantante, y
ahora qué pasa, ella está estudiando oposiciones y tiene más
tiempo libre que yo y se han invertido los papeles, ahora ella ya
sabe los precios de memoria. Ahora es al revés. ‘No, esto no,
que esto es más caro. Esto es más barato...’ Y con la lavadora
es lo mismo. Yo la enseñé a poner la lavadora y ahora ella ha
cogido más práctica y quiero decir que no creo que tenga mucho
que ver con el sexo, sino con la vida, con lo que uno ya conoce,
con lo que ha vivido.
—A mí me ha pasado algo parecido, en el sentido de que al
principio de vivir juntos yo tenía más práctica que no ella. Pero
ahora, poco a poco, noto que va cogiendo terreno. Bueno,
bastante” (Hombres, emparejados, Barcelona).
Este lugar preponderante que ocupa la mujer en el hogar es vivido por los
hombres con una cierta ambivalencia: de un lado, es muy cómodo pues les
evita tener que hacerlo ellos; de otro, resulta frustrante cuando la mujer
impone sus normas.
" ...yo cuando me casé aborrecía los domingos por la mañana porque
lo primero que hacía mi mujer, nada más despertarse, decía: ‘hoy hay
que limpiar la sala, hay que quitarle el polvo’; mira, yo me ponía de
una leche... Vamos, no podía decir que no, además recién casado no
era cuestión de estar todo el día cabreado" (Hombres, emparejados,
Madrid).
Este rechazo se agudiza cuando se trata de tareas que ellos eligen porque
les gusta o porque no están sometidas a la rutina diaria, por ejemplo guisar
un día que les apetezca; en estos casos, molesta sentir la superioridad de la
444
mujer y ser tratado como un inútil.
Todos los hombres que viven en pareja son conscientes de que la paridad
entre hombres y mujeres en el ámbito doméstico, si bien se observa como
tendencia, no es real.
Son conscientes de que, así como la mujer en el ámbito laboral trabaja y/o
desea la igualdad con los hombres, ellos no están por la labor de ejercer su
parte en el ámbito doméstico.
“Yo creo que hay que ser más sincero, ni el cincuenta ni el cuarenta
siquiera. Te pones a analizar y ¿tú lavas, planchas, friegas? O sea, si
la mujer trabaja fuera, el hombre qué es lo que hace en la parcela
445
esa; hoy en día poner la mesa, quitar la mesa, lavar los platos, quitar
el polvo de los muebles; si acaso, hace una serie de cosas que quizás
sea un veinticinco por ciento, si acaso...” (Hombres, emparejados,
Madrid).
Más allá de las diferencias entre hombres y mujeres en las tareas de gestión
del hogar, lo que sí parece todavía vigente, aunque con cambios
sustanciales, es lo que E. Ditcher ya descubriera en 1964 en cuanto al papel
hegemónico que ejerce la mujer/ama de casa en el hogar y el significado
masculino de algunos de los electrodomésticos, de la denominada línea
blanca, que cumplen una función sustitutiva del hombre en el trabajo físico
pesado. En nuestra investigación se comprueba que los hombres se
muestran mucho más proclives que las mujeres a la hora de incorporar este
tipo de productos en el hogar, y que representan un subterfugio para eludir
sus obligaciones: se regala un aparato a la mujer y ellos se desentienden,
pues en su fantasía el electrodoméstico realiza la función autónomamente.
446
“ ...¿Lavar? Pero si lo hace la lavadora. Pero, claro, es que hay que
ponerla y tender la ropa y luego planchar” (Mujeres, emparejadas,
Barcelona).
447
sobre este tema no se profundiza en los grupos de discusión y no surge de
forma espontánea, posiblemente por la retórica consumista que suscita
dicho tema.
Con todo, hay algunos electrodomésticos que connotan este sentido, pues,
aunque no son imprescindibles, son muy necesarios en el estilo de vida
actual y se consideran indicativos de estatus moderno. Es el caso del
lavavajillas y el microondas, dos electrodomésticos que parece son
paradigmáticos a la hora de entender el estilo de vida en los hogares de
nuestros jóvenes adultos.
448
3.2. Las tareas de limpieza de la casa
Así pues, estas tareas, aunque aparentemente triviales, están muy cargadas
de una fuerte emotividad y son las que sin duda generan más conflicto en
las relaciones de pareja, por lo que lo deseable es contar con la ayuda de
una asistenta que se haga cargo de ellas, además de rodearse de los
electrodomésticos necesarios para facilitar estas labores, que se convierten
así en los mediadores indispensables.
449
“ ...también trabajamos los dos. Ella llega mucho más tarde que yo y
además los dos viajamos muchísimo, o sea, que es fácil que ninguno
de los dos esté en casa, o que yo marche el lunes y vuelva el
miércoles, y ella a lo mejor se ha marchado el martes y no vuelve
hasta el viernes, y entonces, bueno, en casa hay una mujer que lo
hace todo, porque nosotros no teníamos tiempo para nada... Todo lo
que es plancha, limpieza, todo, viene una señora” (Hombres,
emparejados, Madrid).
“(H) ...los trabajos de casa, me agobian. Por ejemplo, tengo una faena
que está bien, y me puedo permitir el lujo de tener una mujer de hacer
faenas y lo digo con todo el orgullo y considero que para mí…, a mí
me quita de una cosa que yo pienso que no podría hacer, ¿no? La
casa, todo el rollo ese que a mí no me gusta hacer. Y también tengo
poco tiempo, no lo voy a dedicar a hacer esa faena” (Mixto, solos,
Barcelona).
450
cometidos fundamentalmente: sustitutos para el trabajo físico pesado, cierto
estatus social y servir de coartada a la menor participación de los hombres,
como ya hemos mencionado.
Pero en los dos casos se trata de criterios bastante subjetivos, pues es muy
fácil encontrar cualquier actividad fuera de casa para justificar que no se
dispone de tiempo, así como también hacer mal una tarea para que el otro la
haga.
“No, que lo que decía…, por ejemplo, o sea, él hay mañanas que no
trabaja y tardes que no trabaja. Aunque no trabaje, llega…, o sea,
siempre llego más pronto yo que él. Entonces se va a gimnasia y llega
a las 9 y media, cuando sabe que yo ya estoy y que más o menos
estará todo arreglado, entonces llega” (Mujeres, emparejadas,
Barcelona).
451
En este tipo de tareas el hombre se coloca básicamente, y en el mejor de los
casos, como ayudante de la mujer, lo que irrita a las mujeres pues ello
implica tener que asumir la plena responsabilidad
“ …yo soy más puñetitas, más: ‘¡ay!, esto no sé qué, y las cortinas…’, y
estas cosas que él no...
—No, es que las cortinas, si no las lavaras tú, yo no sé vosotras, pero él
nunca. ¿Esto de las cortinas? Debe pensar de que como están ahí, no
se ensucian. Hay que descolgar las cortinas y me dice: ‘¿otra vez?’ Pero
si hace 4 meses que no se han descolgado, ya toca, ¿no? Esto que no
se ve… es eso, ¿no? Que tú piensas que hay cosas que no se ven y hay
que hacerlas, pero a él, lo que no se ve, no se le ocurre” (Mujeres,
452
emparejadas, Barcelona).
Y es que el dominio histórico que han ejercido los hombres sobre las
mujeres, el efecto de la “violencia simbólica” en palabras de Bordieu, o la
culpabilidad inconsciente en términos psicoanalíticos, no es fácil de superar,
como bien se expresa en el siguiente fragmento discursivo.
453
“—Él me ayuda muchísimo, tiene un horario que me puede hacer
muchísimas cosas. Incluso yo, a veces… Por ejemplo, yo ahora llegaré a
casa y me sabrá mal, porque yo tuve gente a cenar y yo soy más
tranquila y dejé todos los platos y todo allá; porque a la 1 de la
madrugada no me apetecía fregar los platos, y hoy llegaré a casa y los
platos estarán fregados.
—No, si él por hacerlo también lo hace, pero cosas de éstas que son
muy evidentes. Llegar a casa y encontrar la cocina llena de platos, pues
evidentemente no se sienta en el sofá, lo friega, ¿no? Pero si llega a
casa y la casa está recogida pero hay un montón de ropa para planchar,
al cuarto de la plancha no se acerca, parece que le tenga alergia; yo
también.
—La primera vez me supo mal porque llegué a casa y es que incluso me
cogió risa, porque era verano y me lo encontré en la habitación sentado
en un taburete; se había bajado la tabla de planchar y planchando allí
tranquilamente oyendo música. Incluso me supo mal porque, ¿sabes?,
aquello que dices: ostras, tú, no haces nada, y como él tiene mucho más
tiempo, pues…".
—A mí no me preocupa eso...” (Mujeres, emparejadas, Barcelona).
454
3.3. La alimentación
455
al menos en el día a día. En la vida actual, muchos comen solos y, más que
comer comida rica, se “pican porquerías”:
456
a un buen restaurante, o a casa de sus padres, o incluso preparándose ellos
mismos una buena comida si les apetece.
457
— …y además, lógicamente, padezco de colesterol, y lógicamente
tengo que vigilar mucho la dieta, no puedo comer platos
precocinados y cosas de esas, y te puedo decir que un pescado
congelado, nutritivamente tiene las mismas proteínas que un
pescado fresco, lo que pasa que no está igual de bueno” (Hombres,
emparejados, Madrid).
Aunque este valor dietético se sitúa por detrás de otros, como la comodidad
o el resolver de forma sencilla esta necesidad, a menos que exista algún
problema concreto. Tienen que elegir entre “calidad de vida”, es decir,
disfrutar, tener tiempo para ellos, o “calidad de estómago”, salud.
" ... el llegar a casa y ponerte cómodo, eso vale más que la comida.
—Es que llegas y no tienes ganas de hacerte nada.
—Yo prefiero comer fuera" (Mixto, solos, Madrid).
458
las comidas de diario y las de fines de semana, bien sea entre lo que comen
habitualmente en casa y lo que eligen para comer cuando lo hacen fuera.
459
“(H) Suelo comer casi siempre fuera e intento hacer un poco de
menús variados. Si de primero pido verdura, acabo tomando helado.
Además es difícil comer verdura y fruta, ¿no? Pero intento comer
una comida equilibrada, pero es muy difícil, comiendo fuera es muy
difícil” (Mixto, solos, Barcelona).
El tema alimentario es especialmente conflictivo para los que viven solos y/o
comen solos, y es que comer solo, dicen, "es lo más deprimente que hay".
"—Yo como con la TV... y a veces es que no comes, bueno, y sola
qué voy a comer...
—Las comidas son horrorosas; las haces de cualquier manera y sale
mucho más cuenta irte a comer al bar" (Mixto, solos, Madrid).
“ ...durante la semana, aparte de que ella come fuera, pues casi que
yo me alimento más bien de congelados... Aquello de... compro, meto
460
ahí, congelo y los frío, ¿no? Aparte es que tampoco… A veces ella
por la comodidad de trabajar… Si yo tengo tres entrevistas
concertadas, por ejemplo, en Verdún, pues me quedo a comer en
Verdún, porque no me sale a cuenta comer en mi casa... Entonces
funciono así. Los fines de semana ya es un poco el evitarnos...,
aquello de decir sales un poco de congelados o del bar de Montserrat
y nos vamos a cenar juntos, ¿no? Pero principalmente es eso,
congelados” (Hombres, emparejados, Barcelona).
" ...casi todo hecho, sólo para freír o meter en el horno" (Mujeres,
emparejadas, Madrid).
461
“(M) Es que comer fuera es fatal. A mí me pasa. Yo lo noto. Yo
puedo cocinar en casa, y el aceite..., y puedo ir al mejor restaurante
de Barcelona. Pero si voy a comer cada día al mejor restaurante de
Barcelona yo creo que acabaría igual. No sé si es el aceite o qué es,
pero acaba sentándome mal la comida. Acabas comiendo siempre
lo mismo... Pero yo, comer fuera, para mí es fatal. Es un
sacrificio…Yo soy de mucho comer, me encanta comer. Y yo, a la
hora de comer, es un sacrificio. Es horrible” (Mixto, solos,
Barcelona).
462
algo anecdótico: se toma algo sobre la marcha y para salir del paso en el
propio lugar de trabajo o en algún lugar cercano. También el mediodía es
un tiempo que se suele aprovechar para hacer otras cosas, como visitar a
algún amigo, o para asistir a algún curso de formación, o incluso para ir al
gimnasio... El tiempo es demasiado precioso como para gastarlo en una
actividad rutinaria, como es la comida diaria.
Así pues, esta comida, cuando se hace fuera de casa y, sobre todo, si es por
exigencia laborales, se suele realizar sobre la marcha, sin detenerse mucho,
ni reparar mucho en el tipo de comida, ni en seguir unos hábitos saludables:
se come el menú del día, si se come en un bar o restaurante, o bien unos
sándwiches o algo ligero para matar el hambre..., justo lo contrario de lo que
supone ir por placer a algún restaurante.
463
fin de semana y tenía unas ganas de llegar a comer a casa…
—Claro. Pero es distinto comer por trabajo que comer porque te vas
a un restaurante y te relajas y pides...
—Eso sí. Y llegas del restaurante y te echas una siestecita. Eso sí.
— …y eso es lo que nos gusta a todos...
—Eso sí. Eso nos gusta a todo el mundo.
— …y arreglarte, por la noche, para salir con amigos o con lo que
sea” (Mujeres, emparejadas, Madrid).
464
Los más organizados se refieren a dejar comida preparada que se hace
durante el fin de semana y se congela, bien porque se haga más cantidad o
porque se hace ex profeso para ello. También esta pauta se sigue cuando se
hace una comida más elaborada, que suele coincidir con la temporada
invernal.
Pero esto tampoco parece ser muy habitual, porque la mayoría prefiere
aprovechar el fin de semana en actividades más placenteras.
465
Salir a cenar se asocia a una situación elegida de disfrute, ya se trate en un
lugar más o menos elegante, ya se trate de hacer una comida rápida, tipo
pizza, para evitarse tener que hacer cena en casa...; en cualquier caso, salir
a cenar fuera es siempre una situación hedonista: arreglarse, pasear,
charlar..., incluso tomar una copa...
“ ...y es más, una de las cosas muy extendida es que la gente dice:
‘bueno, como como mal, ceno bien...’" (Hombres, emparejados,
466
Madrid).
467
leche con galletas.
Sea como fuere, la cena diaria es siempre una comida menor; además de
porque engorda y no es saludable, porque se llega cansado a casa y lo que
menos apetece es meterse en la cocina.
"...se llega a casa y tiendes a comerte un sándwich o cualquier
historia y punto" (Mixto, solos, Madrid).
468
a esta comida, principalmente en fin de semana, e incorporan algún tipo de
fruta.
Al igual que hemos visto en las tareas de limpieza, nuestros jóvenes adultos
no desean verse implicados en la gestión de la alimentación en su hogar,
con el agravante añadido de que estas labores les conciernen más
obligatoriamente, pues no las pueden delegar tan fácilmente, como hacen
con aquéllas, en la asistenta. Sólo en los casos en los que manifiestan un
placer en guisar o cuando se trata de una situación especial, por ejemplo
cuando se tienen invitados o cuando van a comprar a un lugar bien
abastecido de productos frescos y/o sofisticados, estas tareas tienen algún
aliciente; es decir, lo que no se desea en ningún caso es la rutina y la
obligatoriedad.
469
de estas tareas.
COMPRAR
“—¿Por qué iba tu madre a comprar todos los días? Porque tendría
un frigorífico de esos de barras de hielo que no podría conservar
nada, y tú ahora, actualmente, tendrás un congelador...
— ...hoy en día las mujeres mayores siguen comprando la comida de
ese día, porque es la única forma de ahorrar...
470
—Si compras mucho, consumes más. Hoy en día se consume más
por la forma de compra que tenemos. Yo no creo que haya mucha
gente que haga la comida diaria, o sea, que haga la compra...”
(Hombres, emparejados, Madrid).
471
superficie/hipermercado, donde se aseguran de encontrar una amplia oferta
de productos y precios, además de reunir una serie de condiciones: horario
continuo, pago con tarjeta de crédito, productos en oferta, aparcamiento
seguro..., lo que resulta muy adecuado a la disponibilidad y necesidades de
nuestros jóvenes adultos.
472
“—Yo… comprar al mediodía, en las dos horas estas que tengo de las
2 hasta las 4 que empiezo. Tengo dos horas para comprar y tengo que
ir al súper, claro. No puedo ir a comprar a la plaza y tengo que comer…
pues la comida de súper, que no es tan buena quizás como la de la
plaza.
—Yo, a este nivel, no, lo dejo todo para el viernes; entonces, el viernes
por la tarde me organizo para toda la semana; durante la semana ya,
alguna tontería que pueda quedar.
—Sí, yo también. Los viernes es el día y compra mi marido porque él
tiene más tiempo que yo.
—Nosotros nos lo repartimos. Es cuestión de tiempo. Él por un lado, yo
por otro, y te lo repartes. Uno va al súper y el otro va al mercado, para
que así el fin de semana te cunda más, porque si no, el fin de semana
no cunde nada” (Mujeres, emparejadas, Barcelona).
Son precisamente los hombres, que, como antes hemos mencionado, están
muy involucrados en esta tarea de comprar, los que defienden la compra en
el mercado.
“(M) —Yo lo que odio es la compra, todo lo que hago es ir una vez a
473
la semana..., me cojo el coche y me voy al supermercado.
(H) —A mí me gusta hacer la compra..., yo disfruto, yo disfruto...
(H) —Yo voy al mercado.
(M) —A mí me llama la atención por qué a los hombres..., yo he
notado que no les importa nada lo de ir a la compra, y a mí me
fastidia.
(M) —Yo lo odio..., es que me compro para la semana... y ya está.
Luego, a la mitad de la semana, me quedo sin comida..., pero,
bueno...
(M) —Yo voy un par de veces.
(H) —Yo voy casi todos los días...
(M) —¿Tú todos los días?
(H) — ...y el pescaíto…
(M) —Pues tendrás mucho tiempo, porque ir todos los días son tres
horas.
(H) —Sí, se pierde mucho tiempo” (Mixto, solos, Madrid).
Y ello por más que, como dicen las mujeres, este tipo de compra no es
coherente ni con la imagen de la mujer moderna: al mercado van las
“marujas”, que tienen mucho tiempo y se pelean por la vez..., ni con el estilo
de vida actual: horario restringido, se pierde mucho tiempo; quizá por esto
los hombres prefieren esta tarea, pues mientras están en la calle comprando
no están en casa haciendo otras cosas. Pero también subyacen otras
474
razones a este placer del hombre en la compra en el mercado; de un lado, el
hombre disfruta comprando las cosas que le gustan, sin el control de las
mujeres, y en el mercado es donde los productos ofrecen más garantía en
este sentido.
“(H) —Yo noto que me tratan muy bien. Y antes llevaba coleta y me
trataban mejor todavía. Se ve que se acordaban más: ‘mira, el de la
coleta...’. Se acuerdan mucho cuando va un chico. Supongo que
con una mujer se acuerdan menos, ¿no? Pero con un chico es más
raro, y parece que además el chico que va al mercado es porque le
gusta, mientras que la mujer puede que sea por obligación, ¿no? Y
parece que te tratan como si supieras incluso, a veces, ¿no?
(M) —Y también os las pueden dar más con queso, porque como
estáis más ‘pegaos’...
(M) —Pienso que valoran más vuestro tiempo que el nuestro. Os
atienden con más agilidad pero por la relación tiempo, o sea, la
mujer está todo el día en casa y no trabaja. Le da igual esperar un
poco.
(H) —Sí, yo no sé por qué, pero a mí me atienden muy bien” (Mixto,
solos, Barcelona).
475
(H) —Bueno, pero yo me voy tan contento.
(H) —La verdad es que a mí me gusta ser ‘maruja’.
(M) —Hija, pues en la próxima generación, yo estoy alucinada, van a
ser los maridos los que se ocupen, porque nosotras..." (Mixto, solos,
Madrid).
Los que viven en pareja suelen acudir juntos cuando se trata de la compra
en el hipermercado o cuando se trata de la compra de productos
caprichosos o sofisticados en un establecimiento de cierto gusto y bien
abastecido.
476
ese momento están muy caras y las sustituye por otra cosa,
pero yo soy incapaz de saber cómo está el mercado. Yo soy
incapaz de saber, y sin embargo mi mujer sí sabe los precios”
(Hombres, emparejados, Madrid).
De otro, porque la imagen que se tiene de los hombres, y que ellos mismos
reconocen, es que son malos planificadores, más caprichosos y dados al
despilfarro.
477
“ ...cocino también en casa, ¿no? Es decir, hago mis pequeños
pinitos. Si mi mujer viene a las nueve de la noche y, por ejemplo, la
comida la prepara ella, se va a las tres de la tarde y la cena la preparo
yo. Entonces qué ocurre, que si te metes en cocina es evidente que
cuando vas a diseñar algo, un plato, te falta siempre algo, por que se
ha acabado, entonces tenemos siempre un papelito en casa, en la
cocina, un talonario de éstos del trabajo, de éstos que se quitan, y voy
apuntando todo lo que falta. Por la mañana apunta ella lo que le falta
a ella. Y al final de quincena o de semana, cuando tienes una serie de
productos que ya te merece la pena ir a una gran superficie a
comprarlos, pues vas con ese papel” (Hombres, emparejados,
Barcelona).
478
—A mí me pasa lo mismo. Yo, si voy solo y no me he puesto lista,
me lío a echar coca-colas y cosas bravas, y al final voy a casa y la
gran bronca.
—La verdad es que si vamos por libre hacemos un gasto superior,
porque no tenemos experiencia.
—Yo te digo una cosa. Yo la cena del sábado, en invierno, y la
comida del domingo, la hago yo, o sea, le digo: ‘vamos a comer...
no sé qué...’ Entonces yo me voy, compro los condimentos, compro
o gambas o lo que sea..., yo estoy acostumbrado desde que me
casé, el mismo pescadero y el mismo carnicero. Entonces yo ya no
calibro si vamos a cenar filete o vamos a cenar no sé qué, eso ya
me lo da escrito; bueno, me dice: ¿qué vas a poner de comida el
domingo? Pues compra tanta carne, tanta no sé qué...’ Y eso lo
compro yo. Pero es que yo veo cada vez, y sobre todo lo veo por
mis vecinos, que también te van con la bolsita, y algunas veces no
llevan lista, o sea..., o llevan la lista más imprescindible y el resto
ya...” (Hombres, emparejados, Madrid).
GUISAR
Esta tarea preocupa menos que la compra: está más justificado no tener
ganas de ponerse a guisar que no disponer de soluciones para hacerlo. Si
no apetece guisar, hay muchos recursos a los que se puede acudir, desde
comer fuera o pedir comida ya preparada a domicilio, a echar mano de toda
la oferta de productos existentes en el mercado: precocinados, comida
enlatada, sopas instantáneas, ensaladas, quesos, fiambres, yogures...
479
(M) — ...y es que me da una pereza hacerme cena para mí sola, me
da una pereza... ¿Qué hago? Te haces verdura y te has de estar
tres horas allí, hirviendo cuatro judías y una patata...” (Mixto, solos,
Barcelona).
“—El día que tenga niños no podré hacer eso. Me tocará estar ahí,
haciendo la comidita al niño; y ya que haces para el niño, haces para
todos.
—Para el niño y para el niño” (Mujeres, emparejadas, Madrid).
El guisar para diario, o bien se hace los fines de semana o por la noche, que
se tiene más tiempo, y en estos casos se cocina abundante y se congela; o
bien se recurre a la comida rápida, ya sean precocinados o alimentos fáciles
de preparar, como pastas, ensaladas, filetes a la plancha...
Con todo, esta tarea, como actividad rutinaria, está muy condicionada por
varios aspectos:
480
• Personales: si gusta o no gusta guisar; en este sentido, la paridad
entre hombre y mujer es más una realidad, pues la mujer no se siente
obligada a tener que guisar, igual que ocurre con la limpieza.
481
hago son tupers, ¿eh?, aquello de... ¡jo!
—Sí, para congelarlas, ¿eh?
—Y las comidas, bueno, las comidas las hago yo. Entonces depende,
hago un plato en invierno, un plato más fuerte de primero o, si el
segundo es fuerte, pues el primero es más flojo; y en verano, pues,
ensaladas, cosas a la plancha y así” (Mujeres, emparejadas,
Barcelona).
Aunque también puede ocurrir al revés, que se guise más en verano que en
RECOGER Y FREGAR
482
también la suciedad que se va acumulando en la cocina como estancia de la
casa.
" …no trae cuenta ponerlo a funcionar para dos monos que somos"
(Mujeres, emparejadas, Madrid).
483
La incorporación de la mujer al trabajo fuera del hogar conlleva como
consecuencia un abandono de este espacio, que precisa ser compensado
de alguna manera. Se acude a la red de servicios fundamentalmente para
resolver las tareas de limpieza de la casa (asistenta) y la alimentación
(restaurantes y comida preparada).
484
• Para “celebrar” algún día especial o simplemente para darse un
homenaje y romper con la rutina de diario, en un orden puramente
hedonista. En este sentido la demanda es más de tipo
compensatorio, tanto en la dimensión gastronómica: sabores ricos y
comida elaborada..., como en la dimensión dietética: productos
saludables. El servicio más coherente con esta demanda es el buen
restaurante, en el que se come bien, a diferencia de cómo se come
habitualmente, bien sea en el restaurante diario o en casa. Tiene
además una dimensión social y de ocio muy valorada.
485
Por otro lado, este progresivo aumento de la demanda de este tipo de
servicios es totalmente coherente con las expectativas de realización
personal y el hedonismo que venimos señalando a lo largo de toda nuestra
investigación: el disponer de tiempo para sí, bien sea para invertirlo en algo
de provecho, bien sea para el disfrute personal, es una de las máximas por
las que sabemos se rige el yo narcisista.
486
4. LAS RELACIONES ENTRE IGUALES Y FORMAS DE CONVIVENCIA
Sobre este telón de fondo, los otros únicamente importan como contextos de
realización personal, por lo que valores como la responsabilidad y el
compromiso pierden su sentido (social), y su consecuencia directa va a ser
el aislamiento social y un fuerte pragmatismo, carente de emoción.
487
4.1. La independencia como paradigma relacional
414
“El narcisismo se opone a la entrega requerida para mantener relaciones, para reunir las
muchas experiencias exigidas en la búsqueda de la realización del yo”. Cfr. GIDDENS,
Anthony, Modernidad e Identidad, Barcelona, Península / Ideas, 1995, pág. 216.
488
ver dónde duermo hoy?... Pero si tiene su casa, ya tiene donde dormir
hoy. Entonces pues te aguantas menos, eso está bien porque te
carga menos, pero yo, vamos..." (Mixto, solos, Madrid).
489
uno pueda tener su propio mundo expresa fundamentalmente el bienestar
de cada uno consigo mismo, que es lo verdaderamente importante, y sólo de
esta forma se puede estar bien con los otros. El problema salta cuando
surgen las inevitables interferencias en las relaciones de convivencia, como
cuando la mujer quiere imponer a toda costa su criterio con relación a las
tareas domésticas, o cuando el hombre pone mala cara si la mujer tiene que
hacer viajes de trabajo.
490
mejor...
—Ha nacido para hacerse una profesional, para tener una cultura, para
hacer lo que sea, pero desde luego…, de casarse porque es lo mejor
que se puede hacer, no. Entonces se van reduciendo las posibilidades
de nuevos matrimonios, porque hay mujeres que no desean casarse
nada más les llegue el primero..., quieren ser personas ante todo;
después madres, quizá
—Eso es lo último que llegan a ser" (Hombres, emparejados, Madrid).
Ocurre con las personas lo mismo que ocurre con los objetos de consumo:
el mismo estilo de relación que se tiene con los objetos de consumo, se
mantiene en las relaciones con las personas: en ambos casos, su único
valor reside en su capacidad de dar satisfacción y en la renovación
constante; una vez han perdido esta capacidad, ya sea porque nos
aburramos de ellos, o porque surjan otros más novedosos y estimulantes,
dejan de interesar.
491
"Cada vez quieres vincularte menos a las cosas, entonces igual pues
te quieres vincular menos a las personas...; vas al día, puedes hacer
planes pero te cuesta más trabajo hacer planes de futuro. Si alguien
me preguntase dónde me veo dentro de cinco años, le diría: pues no
me veo... y si no me puedo ver yo, cómo voy a meter a otra persona
para imaginarme adónde estaría yo con esa persona..." (Mixto, solos,
Madrid).
492
4.2. Las formas de convivencia: significado y valores asociados
493
Relación de contrarios:
VERDAD: relaciones
estables y aceptadas.
SER: PARECER:
Vivir en pareja. Matrimonio.
Contradictorios:
NO PARECER NO SER
Vivir solos con pareja Vivir solos sin pareja
“estable”. Relación de subcontrarios: estable.
FALSEDAD: relaciones
temporales y abiertas.
Así pues, los ejes que articulan las diferencias entre estas distintas formas
de convivencia son los siguientes:
494
de sentido que se desprende de ambas es que ni una ni otra son
verdaderas, ya que está excluida la relación de compromiso inherente
a una relación duradera. Veremos más adelante cómo curiosamente
estas dos formas de vida son precisamente las que están más
cargadas de valor, por ser las que mejor representan los valores
hiperindividualistas.
495
4.2.1. Estar casado y/o vivir juntos
Vivir en pareja ha dejado de ser visto como algo transgresor, como lo era
para la generación de jóvenes anterior a la suya.
415
Hay que tener en cuenta que en 1991, cuando se llevó a cabo el trabajo de campo en el
que se basa nuestra investigación, la ley del divorcio llevaba 10 años aprobada y no existía
la figura legal de las parejas de hecho.
.
496
Así pues, vivir en pareja, que en el pasado era objeto de reprobación social,
se ha convertido en una forma de vida ampliamente aceptada en el contexto
de la modernización social de nuestro país: aunque el inicio de este tipo de
relación puede ser fuente de conflictos familiares, después de un tiempo, y
cuando las relaciones están bien establecidas, vivir en pareja tiene un
amplio reconocimiento social.
497
que pasaba antes, o sea...
—Yo creo que, bueno, si decides casarte con una persona,
después de haber tenido otras relaciones, eso le da más valor.
— …pues ahora un hombre que se casa con una persona joven
como nosotras, sabe que tú has tenido tu vida propia antes y has
tenido otras relaciones, has conocido a otros hombres y has
estado enamorada de otros hombres, no es el primer amor el que
te encuentras en... de repente, que le ves a él... Quiero decir que
ha habido otras cosas antes, y ellos lo saben. Vamos, por lo
menos yo lo he contado. Y ellos me lo han contado a mí...
—Evidentemente. Porque tú se lo cuentas.
— ...y no sólo prematrimoniales con él, sino con otra gente, ¿no?”
(Mujeres, emparejadas, Madrid).
416
Un ejemplo que nos parece ilustra muy bien la pérdida de todo simbolismo es la
sustitución de los regalos tradicionales a los casados por las famosas listas de boda, en las
que no sólo no se elige el regalo, sino que se regalan fracciones.
498
juntos, ¿no?.. Porque es muy distinto el que te lo den todo en
casa, a los dos, y juntarnos..., es muy distinto compartir un piso y
saber que tienes que hacerlo todo conjuntamente" (Hombres,
emparejados, Barcelona).
499
Con todo, y a pesar de esta normalización social de la vida en pareja, al
menos durante un tiempo, tres aspectos son determinantes a la hora de
cambiar esta situación por la de casados:
500
habitación y el otro en la otra, por mucho que aquí lleves tres años
viviendo juntos, ¿me entiendes?; pero como no estés casado, a
buenas horas te dan una habitación.
—Yo tengo un amigo que cuando van fuera, a casa de los padres de
ella, que viven cada uno en habitaciones separados, luego se
encuentran a medianoche” (Mujeres, emparejadas, Barcelona).
“—La moda, ahora es casarse otra vez. Da igual que sea por la
Iglesia...
—¡Qué va! !Qué va!
—¿Cómo que qué va?...
—Yo creo que sí. Yo creo que sí.
—Yo para mí que la gente se casa menos...
—O más, o más, o más.
—Hace diez años, la gente, cuando se estilaba el tema de la libertad y
toda esa historia, se casaba menos. Ahora se casa más, y la gente
joven, los que están todavía un poco por debajo de nosotros, de los
18, 21, 22, 23 años, cada uno piensa más en su pareja y volver otra
vez un poco al... No, porque además se lleva, como pareja estable. Es
mucho más estable la pareja ahora, de 18 o 20 años, que antes. Se
echan novia... (Hombres, emparejados, Madrid).
501
“ ...lo decidimos nosotros, dijimos, después de vivir dos años
juntos: ‘pues... ¿por qué no nos casamos? A mí me gustaría
por la Iglesia...’ Y pensándolo bien, pues una vez que estamos
puestos, ¿qué más nos da?. Al final ahí está. Poco a poco me
ilusionó. Fue muy bien y me alegro de haberlo hecho. No fue
motivado por familia. Ya está” (Hombres, emparejados,
Barcelona).
502
de valores predeterminados y estables: la moral se trastroca en puro
servicio, donde domina el valor de uso.
" ...que se pueda hacer libremente, como todo. Pues está el divorcio
ahí, ¿para quién? Para quien se quiera divorciar. Te divorciarás si te
va mal. O el matrimonio está ahí para quien se quiera casar y el
aborto está ahí para quien quiera abortar. Y nada obliga a nadie"
(Mujeres, emparejadas, Barcelona)
"Sí, hubo una época que estaba de moda irse a vivir juntos y la gente
pasaba mucho de casarse. En cambio ahora es al contrario, está de
moda casarse por la Iglesia, con el vestido blanco y toda la historia.
Pero yo personalmente, tomar las decisiones de mi vida, ese tipo de
decisiones, en función de modas o no modas, me parece
absolutamente ridículo..." (Mujeres, emparejadas, Barcelona).
Resulta curioso que esta moda coincida con los valores postmaterialista
propios de lo que se ha dado en llamar postmodernidad. Varios sentidos
parecen estar subyaciendo en esta recuperación del matrimonio
eclesiástico, entre los que cabe destacar dos: de un lado, se menciona cierto
503
“morbo”, tanto por los aspectos lúdicos que se ponen en juego, como por
reivindicar una tradición (en los grupos de Madrid esto está más presente
que en los de Barcelona).
504
separación y el divorcio están instituidos como un servicio al que se puede
recurrir.
" ...después de vivir dos años juntos pues: ¿por qué no nos casamos?
A mí me gustaría por la Iglesia. Y pensándolo bien, una vez que
estamos puestos, ¿qué más nos da? Al final ahí está. Poco a poco
me ilusionó. Fue muy bien, me alegro de haberlo hecho" (Hombres,
emparejados, Barcelona).
Por todo esto se llega a decir que es más “auténtico”, es decir, más
coherente/verosímil con una sociedad como la que les ha tocado vivir, en la
que la forma prevalece sobre el contenido. De este modo, el casarse por la
Iglesia significaría el aceptar todas las convenciones (mentiras) sociales
como forma de demostrar el amor (verdadero) a otro.
505
—Yo te digo una cosa, en mi opinión personal. Yo me casé hace ocho
años por la Iglesia, por mi madre y mi suegra... Si yo me tuviera que
volver a casar, posiblemente, si me caso lo haría por lo civil. Pero no
porque me vaya mal, a mí me va muy bien; pero como conciencia
personal yo no me volvería a casar por la Iglesia...
—Por condicionamientos externos.
— …lo hice por no dar un disgusto..." (Hombres, emparejados,
Madrid).
Con todo, sea como fuere el sentido que predomine, en la mayoría de los
casos la ceremonia de casarse por la Iglesia siempre se resume en un
"sencillito", "rapidito", "poca gente", "salir del paso”…
Tanto para casarse por la Iglesia, como para dejar de hacerlo, se buscan
coartadas justificatorias: para casarse, debido a la incoherencia de esta
forma de emparejamiento con la ideología más progresista de la que se
sienten herederos; las argumentaciones que se esgrimen van desde lo
festivo, hasta las presiones familiares, pasando por el “negocio”
(regalos/lista de boda) que puede suponer hacer “una boda como las que
Dios manda”, o las mil circunstancias concretas que pueden intervenir.
506
conversación yo le decía: ‘yo no me caso nunca...’ Oye, yo no sé si se
dice eso siempre.
—Sí, siempre... Pero si no te casas, ¿qué haces?, ¿sigues en casa de
tus padres o te hubieras ido con él?
—¡Ah!, no, yo me hubiera ido. Y me casé por la Iglesia, sinceramente,
por él, de verdad, por él. Yo no quería ni mucho menos, pero bueno.
Por él y por la madre de él, que iba muy guapa de madrina" (Mujeres,
emparejadas, Madrid).
“—Yo me iba a casar por la Iglesia, pero cuando me dijeron que tenía
que ir a las charlas prematrimoniales y todo esto, dije: no me caso
aunque tengo fecha. Guardé fecha y todo, pero no; y me casé por lo
civil. Pero yo me iba a casar por la Iglesia, de blanco, me hacía
ilusión. Pero cuando alguno me empezó a hablar no sé qué de las
charlas con el cura y tal..., digo: paso.
—Yo me casé por lo civil también. Con traje chaqueta, que lo
amorticé, por cierto, mucho” (Mujeres, emparejadas, Barcelona).
507
familiares, y en estos casos representa una alternativa tanto al matrimonio
eclesiástico como a la vida en pareja.
“Me hicieron mala cara cuando nos casamos por lo civil, encima. Es
que si no, ya no nos hubiéramos mirado más a la cara, o sea que
eso seguro” (Hombres, emparejados, Barcelona).
508
Sea como fuere, el matrimonio civil es más frío, menos transgresor que el
matrimonio eclesiástico: “no tiene morbo”; se trata de una transacción de
compromiso con lo social, pues su función es legalizar ante la sociedad civil
una relación privada, validarla socialmente.
Las implicaciones en el matrimonio civil son bien distintas a las que hemos
visto en el matrimonio eclesiástico: es una forma de institucionalizar una
relación que no conlleva contradicciones morales y es coherente con los
valores anticlericales de nuestros jóvenes adultos y su visión funcionalista de
las instituciones; se vive sin grandes contradicciones: "es una experiencia
más".
509
4.2.2. Vivir solo
Esta forma de vida es la que más contrasta con la forma de vida tradicional.
Puede ser tanto una situación impuesta por las circunstancias reales, como
una decisión elegida. En el primer caso, se percibe una cierta frustración en
esta forma de vida, bien sea como consecuencia de una experiencia real,
por ejemplo, una separación matrimonial o de pareja, bien sea como
aceptación de una realidad, en el caso, por ejemplo, de personas que no
tienen, pero desean, una relación de pareja; en cualquier caso, siempre está
el consuelo de que “es mejor vivir solo que mal acompañado”.
510
Pero esta forma de vida, cuando es elegida, refleja, por otro lado, una
paradoja, que se deriva del culto al hiperindividualismo: su deseo de llegar a
realizarse plenamente, sin los límites que imponen los otros, les arrastra
hacia el egoísmo y la indiferencia, desde donde es imposible conseguir ese
ideal; y esto mismo les obliga a buscar el encuentro permanente con los
otros, aunque sólo sea como meros contextos de realización personal, o
para llenar el vacío que conlleva la hiperindividualización.
Así pues, vivir solo se concibe como una forma de vida totalmente coherente
con la sociedad hiperindividualista; vivir solo ha dejado de ser un signo de
frustración ("solterón", “solitario”, “raro”), para pasar a ser considerado como
una elección, un signo de cierto estilo de vida elitista, "podértelo permitir".
511
(H) —Yo veo bastante los gastos. Pero lo que doblo en gastos
no me cuesta porque pienso que lo gano en independencia,
¿no? Es decir, si el equipo de música…, yo tengo uno en mi
casa y ella tiene uno en su casa, no me importa tener dos
equipos de música, ¿no?, gastarme el dinero en un equipo de
música, ¿no?, porque éste es mi equipo de música y aquél su
equipo de música” (Mixto, Solos, Barcelona).
512
LO PRIVADO
Vivir en pareja
Vivir solo (elección)
TRADICIÓN
MODERNIDAD “POSMODERNIDAD”
Matrimonio
Matrimonio civil eclesiástico
LO PÚBLICO
513
4.2.3. La ruptura del matrimonio
“Sí, yo creo que el sentimiento ese de que dependes del marido y que
no te puedes ir porque económicamente dependes de él, no vas a ir a
casa con las orejas gachas, no sé..., yo creo que eso, al trabajar la
mujer, se ha superado. Y si no te llevas bien, pues, oye, te separas y tú
tienes tu vida, y yo creo que eso sí ha evolucionado. Espero que sí"
(Mujeres, emparejadas, Barcelona).
514
situación, dado que las madres son quienes generalmente se quedan
con la custodia de los hijos.
515
La legalización del divorcio parece que ha contribuido a que las parejas se
planteen el matrimonio de forma más laxa que en épocas anteriores, pues
en el caso de que el matrimonio no funcione se sienten amparados por la
ley.
516
“Yo no pienso que sea para toda la vida. Ojalá, pero vamos, es
superdifícil" (Mujeres, emparejadas, Barcelona).
" ...es muy difícil vivir en pareja. No es lo mismo tener una relación de
novios y cada uno irse a su casa, a vivir todos los problemas,
cotidianamente, y resolverlos juntos, porque, en un momento
determinado, uno es más fuerte que el otro y lleva las cosas a su
terreno...” (Mujeres, emparejadas, Madrid).
517
considero que la independencia económica es fundamental, lo demás
es accesorio” (Mixto, solos, Barcelona).
518
Estas diferencias entre la muestra de hombres y mujeres nos parecen muy
significativas por cuanto suponen una ruptura radical con el modelo anterior
y ponen en evidencia la angustia (de castración) de los hombres en la
situación de pérdida de poder ante la independencia de las mujeres.
519
4.3. Tener hijos: una elección muy planificada
417
Conviene recordar que alguien que tiene muchos hijos (a partir de tres) llega a ser
sospechoso de pertenecer al Opus Dei.
520
hijos deja de ser un símbolo de reconocimiento y prestigio social, que ahora
es ocupado por la realización de la persona a través del éxito profesional y
el “vivir fenomenal” en el presente; y en este sentido, los hijos se llegan a
percibir como un obstáculo a estos deseos de autorrealización imaginaria.
Tener hijos ya no se considera un bien y es en lo último en que se piensa
enseguida de casarse; antes de procrear hay que "disfrutar de la vida" sin
más ataduras y compromisos que los que cada uno y en cada momento se
imponga.
“ ...la vida hoy en día va enfocada a otro tipo de cosas que a tener
niños. Que imagino que será una gozada, imagino” (Hombres,
emparejados, Madrid).
“—Yo creo que en el momento en que te casas con una persona, así,
en plan serio, siempre tienes en la mente tener un hijo. Que no te lo
plantees ahora o dentro de tres años o que te venga de repente…
Pero yo creo que todo el mundo se casa, en principio…
—Nooo... Pero ella, por ejemplo, no quiere.
—¿Tú no quieres?
—Oye, pues a mí me parece respetable” (Mujeres, emparejadas,
521
Madrid).
522
Lo más en común que puedes tener con tu pareja es un hijo, de
alguna manera.
—¿Y las vacaciones, eh?
—Claro, tú ya te ves la cosa muy cerca, ¿no?
—Por eso lo digo... No, pero, por ejemplo, vacaciones de aquí a un
año o de aquí a dos años, supongo que tampoco te trunca tanto el
hecho de tener un niño. No, lo que está claro es que al niño lo has de
acostumbrar, desde pequeño, a hacer lo que haces tú… y a ti te gusta
esquiar, pues te lo llevas lo más pronto que puedas pues a la nieve...
—Sí, sí, que tampoco tiene que ser un obstáculo para salir”
(Hombres, emparejados, Barcelona).
523
“A mí en lo ideal me gustaría tener treinta hijos, pero eso es
imposible. No uno, ni dos, ni tres..., yo sería un patriarca, y sentirme
responsable de ellos me parece fabuloso, pero en la vida real, de
momento, llevamos camino de no tener ninguno y, bueno, hay un
problema con la edad para tener hijos y eso..., no sé. Creo que es
conveniente tenerlo para la pareja y para el individuo, creo que sí,
es positiva, lo que pasa es que a partir de ahí dices: ’yo tengo ya mi
vida establecida y mis actividades y todo lo que tengo que hacer,
entonces asumo la responsabilidad de llevar adelante otra vida...’ Y
te lo tienes que tomar así. Si no lo tienes así de claro… Yo no lo
tengo así de claro, y, por lo visto, ella no lo va a tener nunca,
entonces no podemos plantearnos tener un hijo” (Hombres,
emparejados, Barcelona).
A ello se une el hecho de que tener hijos está cargado de una fuerte
ambivalencia tanto en las relaciones de pareja, como a nivel personal. En las
relaciones de pareja, si, de un lado, tener un hijo es una emoción única,
pues significa poder crear vida desde el amor compartido de la pareja; de
otro, este deseo pone de manifiesto una carencia, bien sea entre la pareja,
bien sea a título individual; en ambos casos se pone en evidencia una herida
en el orden del narcisismo.
524
“...mi mujer está dando una vara… y, bueno, vamos a ir a por él, pero
lo cierto y verdad es que llega un momento que yo ahora pasaría, a lo
mejor, olímpicamente del tema por lo que tú has comentado, porque
te haces cómodo porque sabes que te va a quitar libertad tu hijo, en
un momento determinado, es decir...’¡jo!..., es que yo no veo a mis
amigos. ‘¡Oye!, que nos vamos a este sitio...’ ‘Es que no puedo, que
tengo el niño y ¿con quién le dejo?’... y todas estas historias, ¿no?
Pero lo cierto es que también ha de ser un hueco importante el que se
llene, yo creo que los hijos deben cubrir una parcela insustituible, que
a lo mejor te cansas, pero ya está, los tienes y ya no importa”
(Hombres, emparejados, Madrid).
“No forzosamente tienes que pasar por la Iglesia para tener niños,
eso está claro, pero sí que nos hemos planteado el vivir o disfrutar de
las vacaciones, disfrutar de..., que serían de distinta manera,
seguirían siendo vacaciones pero con una persona más, un niño. No
525
pensamos como una esclavitud…, un niño te esclaviza, no te puedes
ir de vacaciones, aquí porque tienes un niño…, no. Lo puedes hacer
igual. Simplemente tienes que tener una responsabilidad superior a la
que tendrías si sólo fueras con tu pareja” (Hombres, emparejados,
Barcelona).
418
En el sentido de Hannah Arendt en su libro La condición humana.
526
“—Yo quería tenerlo, soy una persona que me gustan, quisiera tener
un hijo ahora, pero no lo puedo tener, porque tenía que comprarme un
piso, o sea, aquello de tenerlo todo calculado, tener uno o dos no me
importa, ¿no?, me da lo mismo... Yo no era una de estas personas
de... ’ahora tengo dinero, ahora no tengo dinero, son muchos gastos,
son pocos gastos...’, sé que mis padres salieron con mucho menos
adelante. Es este concepto… que cada día somos más materialistas,
¿no?, de pensar: ‘estoy metido en el piso, luego me viene el crío...’,
¿no?, la guardería, lo otro y no sé qué y no sé cuántos, pero para
delante, y hemos salido.
—No se puede ir a la aventura de esa manera.
—Es que si no vas de esta manera, si lo miras fríamente, te puedo
decir que casi seguro que nunca te decidirás si no. Como lo mires
hasta que tengas todo colocado, yo creo que nunca te decides”
(Hombres, emparejados, Barcelona).
419
Esta misma idea está implícita en el concepto psicoanalítico de “posterioridad”.
527
cosas que has de prever, porque estás condicionando bastante lo
que va a hacer esta persona, con cosas muy sencillas...
—Yo no sé si nuestros padres se planteaban estas cosas...
—No, no se lo plateaban...
—No hemos salido tan mal...
—También está nuestra experiencia, ¿no?
—Sí, sí...
— ...para que nos lo planteemos...
— ...quizás nos planteemos más las cosas que nuestros padres, en
este sentido...” (Hombres, emparejados, Barcelona).
528
De otro, porque tener un hijo es crear una nueva vida que con el tiempo
tendrá su propia autonomía.
“—A mí, ¿sabes qué pasa? Digo: ‘al año siguiente’. Y se me pasa el
año y digo: ‘pero… ¿ya estamos otra vez?’
—Sí, sí.
— …pues al otro..., o sea..., y vas tirando” (Mujeres, emparejadas,
Barcelona).
529
por el hecho de que tengo 32 años y que me hago mayor, o sea, yo
ahora mismo tengo 28 y ni me lo plantearía. O sea, yo me lo planteo
por los años míos, no porque a mí me apetezca un niño. Me apetecería
en un futuro. Pero eso… ahora o nunca…
—Sí, a mí me pasa igual. Yo tengo 32 años y es que yo no quiero tener
niños, pero es que...
—Dices: si no los tienes ya, ¿verdad?, ya eres mayor, y es mucha
diferencia de edad y...
— …y es por eso, por la edad, si no, no... Y porque mi marido quiere,
porque si mi marido no quisiera, yo no tengo niños. Y estoy totalmente
a favor del aborto. Cada uno que haga lo que quiera” (Mujeres,
emparejadas, Madrid).
Otra decisión que deben tomar es la de tener un hijo sólo o más de uno...,
porque tampoco quieren que su hijo se pierda la experiencia de los
hermanos, a los que consideran un apoyo afectivo fundamental.
530
“—En nuestro caso está previsto para dentro de unos años, cuando
nos aposentemos un poco tanto profesionalmente como en eso, uno
o dos niños.
—Eso también es curioso, el número de hijos... Es que tampoco
puedes tener más...
— ...por lo menos dos. Ella no quiere uno porque es hija única y no
quiere tener uno, dice que tiene muchas desventajas ser hijo único
o hija única. Tres ya son demasiados...” (Hombres, emparejados,
Barcelona).
La ventaja de ser padres jóvenes es que suponen que, como los hijos se
independizarán antes, todavía les quedará tiempo para disfrutar de la vida
solos y sin cargas familiares.
“ ...y luego pues que nunca..., yo no sé por qué será, pero nunca he
sentido un gran..., ese sentimiento maternal, no sé, no me ha dado,
no me importaría... si él dice que no quiere tener hijos, yo feliz, a lo
531
mejor luego me arrepiento, me tiro de los pelos” (Mujeres,
emparejadas, Barcelona).
532
Otra razón de peso que esgrimen las mujeres para no desear ser madres es
su necesidad de identificarse con un modelo de mujer radicalmente distinto
al que fueron sus madres; la mujer ni quiere ser reconocida como madre, al
menos exclusivamente, ni mucho menos como “maruja”, y ambas imágenes
parecen estar cercanas.
“ ...es que a mí los problemas que veo que me va a dar van a ser…,
que cuando lo tenga, el no dormir en toda la noche, que cada tres
horas tendrás que estar pringada, eso es lo que más miedo me
da..., agobio, me da...” (Mujeres, emparejadas, Barcelona).
533
otras.
" ... pues sí me gustaría alguna vez tener un hijo, a ver cómo sale,
como es y tal...” (Hombres, emparejados, Barcelona)
En general, los jóvenes adultos varones manifiestan más ilusión que las
mujeres a la hora de plantearse tener hijos; para ellos esta experiencia tiene
un componente de fascinación, de “aventura”, de “idealismo”..., más acusado
que en las mujeres.
" ...lo más común que puedes tener con tu pareja es un hijo, de
alguna manera" (Hombres, emparejados, Madrid)
534
Con todo, esto no quita para que también los varones manifiesten temores,
principalmente soportados en la pérdida de libertad individual y en la
responsabilidad e incertidumbre que conlleva el ser padres:
" ...hay muchos puntos oscuros, que yo los veo oscuros y ella no los
ve así, y eso es el instinto maternal que ella tiene" (Hombres,
emparejados, Madrid)
Así como otros más abstractos referidos a su futuro cuando sean mayores:
educación, ambiente social, riesgos..., o a la relación que mantendrían como
padres con los hijos/as: identificaciones y fracasos, diferencias
generacionales..., etc.
¾ Los hijos son una elección muy planificada. Aunque se considera que
pueden ser la culminación de las relaciones de pareja, están más
cercanos a los deseos narcisista de los padres: no querer perderse
esa experiencia, ser más completos, que a los deseos de estructurar
una familia, como era en tiempos de la generación de sus padres.
Mucho menos entran a formar parte de la realización de la mujer;
esto incluso puede ser interpretado como menoscabar la imagen de
la mujer, que puede ser mucho más, como, por ejemplo, hacer
carrera profesional sin los obstáculos que implica tener que ocuparse
de los hijos, o el disfrutar de la vida en un mundo de aventuras sin
límite en lugar de la reclusión doméstica que implica criar a los hijos.
Sea como fuere, ser madre o padre es una opción de vida y, como
tal, puede entrar en competencia con otras opciones igualmente
válidas, como es el desarrollo profesional (mujeres).
535
¾ Ser padres implica un cambio radical en la pareja, tanto en la relación
en sí, como en su estilo de vida; respecto a las relaciones de pareja,
se teme que se rompa el “equilibrio” 420 : interferencias afectivas, celos
o nuevos conflictos en el reparto de las tareas domésticas...; respecto
a los cambios de estilo de vida, éstos son inevitables: reajustes
económicos, abandono definitivo del estilo de vida que llevan, basado
en la autorrealización personal y en el hedonismo, para pasar a
ocuparse y responsabilizarse de un/os hijo/s; esto sienten que les
limita: los hijos, más que aportar cosas a los padres, les restan
posibilidades.
420
Se puede hablar de equilibrio inestable, pues tiene un fundamento narcisista, fusional. En
tiempos pasados los hijos se concebían como estructurantes de la pareja, lo que es muy
dudoso para nuestros jóvenes adultos.
536
Sobre este telón de fondo, tanto los métodos anticonceptivos como el aborto
se conciben al servicio de la libertad: cada uno puede elegir libremente el
tener hijos o no, así como el momento de tenerlos.
“ ...el aborto está ahí para quien quiera abortar..., nadie obliga a
nadie”.
537
Sobre las distintas técnicas de anticoncepción, nuestros jóvenes adultos
consideran unas u otras según se trate de relaciones estables o de
relaciones esporádicas: en las relaciones estables, se prefieren los métodos
de “largo plazo”: píldora, DIU... etc. En las relaciones esporádicas, el
preservativo es, sin duda, el método que se ha impuesto como prevención
del sida.
538
Claramente se observan dos posiciones, principalmente entre las mujeres,
que son las directamente implicadas:
539
“—Hombre, yo lo tengo muy claro. Un embarazo no deseado...
Yo lo tengo así de claro.
—Sí. Yo también.
—Bueno, ahí entran más factores en juego, ¿no?
—Yo… en mi cuerpo...
— ...las creencias religiosas también pesan mucho, y yo puedo
entender a alguien que lo haga, pero yo no lo haría.
—Yo estoy de acuerdo contigo. Yo respeto a todo el mundo,
pero yo, llega el caso, y no sé si sería capaz, pero a mí me dice
alguien: ‘oye, he abortado...’, y es que no se me ocurriría en la
vida criticarlo” (Mujeres, emparejadas, Madrid).
540
— ...se ha llegado. O sea que, claro, eso es lo ideal, evitar tener que
llegar a tomar esas decisiones. Eso es lo que hay que evitar. Pero si ha
llegado, ha llegado.
—También, por ejemplo, el caso de que hablábamos de las madres de
13 años, me parece una salvajada que una cría con 13 años tenga un
niño. Eso me parece una ruina de su vida, pero desde los 13 años...”
(Mujeres, emparejadas, Madrid).
“—No, y aparte chicas jóvenes, que han tenido un crío jóvenes, ves
que no son felices. Porque lo que hemos vivido nosotras: ‘ahora me
voy aquí. Ahora hago un viaje...’
—No lo han vivido, no, no.
— ...no lo van a poder hacer nunca” (Mujeres, emparejadas,
Barcelona).
Las mujeres que defienden esta posición con más ahínco parece que se
colocan ante la maternidad desde un lugar más inmaduro, pues su discurso
es más idealista, más imaginario...
“—Yo encuentro que para traer según qué críos al mundo, que en
principio no son ni deseados, que luego toda su vida se lo echarán en
cara, o lo que sea...
—No, no, y que tú misma te amargas...” (Mujeres, emparejadas,
Barcelona).
541
—Si tú lo abortas es porque tú no te sientes capacitada para proteger
la vida de ese niño...
—Pero es que es una postura muy egoísta.
—Pero ¿quién se la da? ¿Quién le da la vida esa? ¿Tú o el niño
también, que se planta ahí?” (Mujeres, emparejadas, Madrid).
.
“—Yo absolutamente a favor. Lo que yo no sé si yo lo haría, conmigo, o
sea, si yo lo haría.
—Yo en un caso de malformación seguro que lo haría.
—Yo en un caso de embarazo no deseado, yo pienso que también. Yo
pienso que si ahora me quedara embarazada, dudo, dudo, la verdad es
que no...
—La verdad es que yo, actualmente, creo que no lo haría, pero yo a los
veinte años lo hice. Pero, bueno, fue una relación esporádica. Veinte
años. Lo tenía muy asumido... Ni hubo ningún remordimiento de nada.
—Yo porque ahora no es el momento, a ver si me entiendes. Nosotros
tenemos el trabajo, y nos supondría perder...
—No. Yo creo que ahora me costaría. Yo prefiero no arriesgarme, ¿me
entiendes? Porque ahora, claro, tienes una relación estable y... Pero no
por prejuicios, no, porque quizá yo ahora digo: bueno, pues tengo 30
años y me lo planteo. Pero con 20 aquello con un chico que estuve tres
meses..., oye, que lo tengo muy claro. Tuve el apoyo de mi hermana
también, y entonces...” (Mujeres, emparejadas, Barcelona).
542
También la confirmación de un embarazo, aunque sea no deseado, resuelve
las incertidumbres respecto a la posibilidad o imposibilidad de tener hijos.
Pero la perspectiva moral tiene una puerta falsa que se llama doble moral y
que significa actuar según intereses particulares: no se opinará lo mismo
tratándose de la mujer propia que de la “amiga”/amante.
543
no es tu mujer..., es una mujer...
—Una amiga.
— ... a tu moralidad le das la vuelta totalmente” (Hombres,
emparejados, Madrid).
“—Por mucho que digan que los padres y las madres..., igual el
hombre que la mujer, pero no es lo mismo...
—De todas maneras, es distinto aceptar el hecho a proponer el
hecho (de abortar). Yo hubiera aceptado un aborto perfectamente,
pero no me lo hubiera planteado nunca, es decir, si ella..., es una
cosa de los dos, pero si ella está plenamente convencida de que no
lo quiere tener porque nos interrumpe la vida..., yo lo hubiera
aceptado perfectamente. Yo no hubiera sido la persona que lo
hubiera propuesto. Hay mucha diferencia.
—Yo creo que también pienso como tú, ¿eh? Yo no lo hubiera
propuesto, pero un hijo no deseado por parte de alguien, tampoco,
es una pena” (Hombres, emparejados, Barcelona).
“Yo creo que lo del aborto…, yo sí que le doy una prioridad absoluta
a la mujer. Que mi mujer quisiera abortar sería única y
exclusivamente lo que decidiera. Yo jamás diría: ‘hazlo’, o ‘no lo
hagas’" (Hombres, emparejados, Madrid).
544
4.4. Los amigos
“Yo creo que, desde que te juntas más con una persona, te buscas
más, seleccionas más las amistades en plan pareja, ya aquello de la
idea de grupo ya desaparece, ¿no?, buscas, bueno, pues: ’mira, hoy
viene fulanito y vienen a cenar...’, a lo mejor al cabo de un mes pues
vamos nosotros a cenar. Te buscas, además, actividades
tranquilas...” (Hombres, emparejados, Barcelona).
“—Claro, lo que hacías con tu amiga antes, que era irte a cenar, pues
ahora lo haces, irte a comer, ¿no? Aquello de que cambias… Yo, por
545
ejemplo, me doy cuenta de que yo he cambiado muchos hábitos, antes
era más de ir a cenar, ahora soy más de ir a comer con la gente, que
no es con él, ¿no?
—Sí, quedas por la tarde en vez de por la noche.
—Sí, sí.
—Cambias de horario.
—Sí, pero sin que nadie te obligue, lo haces tú por dinámica, ¿no?”
(Mujeres, emparejadas, Barcelona).
Otra situación que contribuye de forma decisiva a los cambios con relación a
los amigos es el integrarse al trabajo de una forma más adulta y
responsable, principalmente porque empiezan a disponer de poco tiempo
para cultivar las relaciones de amistad; durante la semana, entre el trabajo y
las diversas actividades que realizan: formativas, deportivas, hobbies...,
tienen la mayoría del tiempo invertido en sí mismos, por lo que los fines de
semana, que es cuando disponen de más tiempo libre, se centran más en su
vida privada, bien vivan solos o en pareja, a la que también dedican poco
tiempo durante la semana.
Otro cambio que perciben en su actual forma de vida es que los amigos se
han diversificado enormemente, pues se van estableciendo nuevas
relaciones de amistad a partir de los diversos entornos por los que circulan.
Las relaciones de amistad son más extensivas y discontinuas que en su
etapa “adojuvenil”; a medida que van pasando por distintas empresas, van
relacionándose con compañeros de trabajo, algunos de los cuales pasan a
ser considerados amigos. Lo habitual, con todo, es moverse en distintos
círculos de amigos: los de la infancia, los del trabajo, los del barrio..., etc.
546
“Yo lo que he notado también es que las amistades han ido por fases,
es decir, han entrado unos amigos, que han durado un tiempo, de ella
o míos, han desaparecido, han venido otros, desaparecen estos
otros, no sé, no hemos mantenido una continuidad de amistades así
desde hace años” (Hombres, emparejados, Barcelona).
Los que viven solos, aunque hacen más vida de amigos, son más parcos a
la hora de hablar de los amigos que los que viven en pareja; probablemente
ellos, que lógicamente necesitan más el apoyo de los amigos, no se sienten
del todo integrados en unas relaciones, la amistad que tienen es de carácter
un tanto discontinuo.
En general, los que viven solos se muestran más bien celosos a la hora de
compartir con los amigos su vida privada recién estrenada; probablemente
porque temen que el normal descontrol que rige su estilo de vida les invada
también su intimidad; o quizá también porque son excesivamente suspicaces
con su privacidad... Sea por lo que fuere, el caso es que los que viven solos
evitan en la medida de lo posible que los amigos interfieran en su espacio
privado; se habla de los amigos fundamentalmente con relación al ocio y las
vacaciones, viajes...
547
“desconectados” de los amigos, a causa de sus relaciones de pareja; la
pareja tiene unas exigencias que ponen límites a la libertad individual.
548
¿no?... , no sé…, en plan de más alegría, ¿no? Si hay que acabar a
las seis de la mañana, pues se acaba a las seis de la mañana... Ya te
digo, si son casados, pues... en casa más relajaditos, la copa
después, son más de vivir bien...” (Hombres, emparejados,
Barcelona).
Así pues, las relaciones con los amigos se valoran en distintos sentidos:
549
pasa algo te quedas más colgada que la una” (Mujeres,
emparejadas, Barcelona).
550
Así pues, nuestros jóvenes adultos se muestran, de un lado, autosuficientes
en su individualismo, de otro, sedientos de comunicación y de amistad; pero
se observa que en el encuentro con el otro prima lo puramente referencial:
se busca más el deseo de reafirmación de uno mismo, que la comunicación
verdadera/plena, pues ésta implica necesariamente el reconocimiento de las
diferencias y, por lo tanto, aceptar unos límites que cuestionan su posición
narcisista. De esta manera, se busca más reasegurar su discurso que
contrastar sus ideas.
551
5. LOS COMPORTAMIENTOS DE CONSUMO Y OCIO
421
“El consumidor se define por un ‘juego’ de modelos y por su elección, es decir, por su
implicación combinatoria en ese juego. En este sentido el consumo es lúdico, y lo lúdico del
consumo ha sustituido progresivamente a lo trágico de la identidad”. BAUDRILLARD, J., La
sociedad de consumo, Barcelona, Plaza & Janés, 1974, pág. 270.
552
desde un nivel estructural, para luego descender al nivel de las prácticas
concretas de consumo y de ocio más significativas según su propio discurso.
553
de consumidor, por lo que los valores de socialización y de compromiso
personal van perdiendo importancia en favor de los valores asociados a los
objetos signo. La consecuencia de esto es la aparición de un consumidor
que basa su identidad en el sistema de los objetos que consume, sobre los
que proyecta su personalidad en la relación construida con ellos y según su
propio deseo previamente reificado. Así pues, el sujeto necesita, para ser, la
permanente interacción con los objetos, consiguiendo de esta manera que el
sistema de los objetos sobre los que se proyecta se transforme en algo más
que meros objetos de uso, pues deben responder a los deseos de
personalización, de diferenciación. Podemos decir que se produce una
transformación, con relación a los objetos, desde lo objetivo a lo objetal, lo
que significa que el objeto ha perdido su valor per se (objetivo), para pasar a
ocupar un valor subjetivo, dado que es el propio sujeto, ajustado al código, el
que confiere valor a los objetos.
554
• La idea del "reciclaje", en el sentido de que ya no se trataría de tener
más cosas, sino de vivirlas de otra manera, de revitalizar/"regenerar"
los significantes dándoles otra función.
555
• Lo privado, en el sentido de que no viene impuesto desde fuera, sino
que cada uno elige lo que hacer con la parte de su excedente, de
cara a establecer la propia diferencia con los otros.
556
vivir mejor y más cómoda, pero que sea cuestión de metros
cuadrados o de potencia de un coche y tal, bueno, pues eso ya
va en los gustos de cada uno, en mi caso, desde luego, no es
así” (Mujeres, emparejadas, Madrid).
557
gestionar sus propios recursos, y vivir independiente es caro de mantener,
sobre todo si viven solos, por lo que se ven obligados a priorizar los
consumos más necesarios sobre otros más superfluos/”consumistas”.
Los consumos sobre los que se observa pueden ser más restrictivos son
fundamentalmente los bienes que aportan poco valor y distinción, que es lo
que busca el consumidor diferencial e hiperindividualizado. Los capítulos
que parecen más notorios en este sentido son los productos de
abastecimiento general de la casa, (lo que se conoce como “cesta de la
compra”: alimentación, limpieza...), ropa y calzado, automoción y
equipamiento del hogar; de un lado, estos bienes ya son accesibles a todos;
de otro, la oferta es amplísima y poco discriminatoria en los niveles medios a
los que ellos tienen acceso.
Sin embargo, hay otro tipo de consumos a los que no están dispuestos a
renunciar, pues, de un lado, se sitúan en un nivel más hedonista; de otro, se
trata de consumos que tienen más marcado valor de estatus, en los que se
da la ocasión de expresar la distinción y el gusto.
558
“(H) ...comprar lo que gusta, ¿no? Si te gustan las flores, irte a
comprar pues... dalias, ¿no? O, si te gusta la música, pues irse a
comprar compactos… es una gozada, ¿no? O irte a comprar aquello
de tu hobby, libros si son los libros, discos si son los discos, ¿no?
(M) —Con lo único que disfruto son con los libros. Yo me meto en
una librería y me puedo pasar allí toda una tarde” (Mixtos, solos,
Barcelona).
“En nuestro caso tenemos mucha suerte porque los dos ganamos
bastante dinero..., porque si no, sería desastroso, ¿me explico? Nos
compramos decenas de libros al mes, pero decenas, cada uno tiene
su montaña de libros que le falta por leer, ¿no? Nos compramos
montañas de revistas porque a los dos nos gusta leer revistas igual,
no sé, nos encanta a los dos la ropa; siempre: ‘te he comprado
esto... ‘,’pues yo te he comprado tres camisas’, ‘pues, hostia, yo me
he comprado dos...’ Tenemos zapatos a montañas, que a veces los
miras y realmente es exagerado, nos encanta a los dos salir a cenar
fuera y encima cenar bien; o sea, que si no tuviéramos esa suerte,
nos tendríamos que acostumbrar y habituarnos...” (Hombres,
emparejados, Barcelona).
559
Cabe señalar algunas diferencias de género en cuanto a la relación que
mantienen hombres y mujeres con los distintos consumos: las mujeres
gastan más en ropa, bisutería, perfumes..., consumos todos ellos más
ligados a la identidad y los aspectos seductores; los hombres, en electrónica,
locomoción, música..., bienes de consumo que parecen estar más en la línea
del poder y el prestigio social.
560
—Es horrible...
—Ah, pues no. A él le encanta” (Mujeres, emparejadas, Barcelona).
Esta asimilación ocio-consumo nos pone sobre la pista del sentido del ocio
en la sociedad de consumo: ir de compras a un centro comercial, visitar una
exposición o ir a un espectáculo son actividades que adquieren un estatuto
similar, pues lo que prevalece en todas ellas son los aspectos lúdicos que el
sistema, una vez transformadas previamente en objeto de interés y
dispuestas a la mirada del flâneur (Benjamin), pone a disposición de los
usuarios para que en ellos inviertan el tiempo “libre”; de esta forma, el
tiempo libre es gastado en los intereses del sistema y no tanto invertido en la
satisfacción personal y el reposo funcional.
561
Por todo esto, nuestros jóvenes adultos asocian fundamentalmente el ocio,
de un lado, al fin de semana y a las vacaciones, que es cuando no trabajan y
“aprovechan” el tiempo libre de que disponen para hacer las cosas que les
gustan, eligiendo entre la oferta que el mercado del ocio pone a su
disposición.
562
representan una alternativa de ocio muy común, sobre todo entre los que
viven en pareja.
Con todo, vamos a diferenciar entre las actividades de ocio privadas, las que
practican en el espacio doméstico, y las públicas, las que practican fuera del
hogar, y que, como veremos, son las que se encuadran verdaderamente
dentro de esta categoría de ocio. Empezaremos por las actividades de ocio
privadas.
563
desea es no hacer nada que suponga un esfuerzo con el tiempo libre de que
se dispone tras una jornada de intenso trabajo. Por ello, aunque la televisión
es la actividad de ocio doméstico más denostada, es la que mejor se ajusta
a ese significado profundo de ocio como pérdida radical de tiempo, y de
relax.
Pero, por no ajustarse a la lógica del sistema, que exige que también el
tiempo libre se rija por la lógica del valor, el ver televisión se vivirá de forma
vergonzante y culpabilizadota, pues no reporta valor diferencial, de prestigio,
por tratarse de un medio masivo. Justo todo lo contrario de lo que ocurre con
la lectura, que se sobredimensiona por el valor diferencial que reporta.
564
diferenciador de estatus, el resto de los electrodomésticos que componen el
equipamiento doméstico no tienen este carácter, pues su acceso se ha
extendido a la gran mayoría de los hogares e incluso se observa una cierta
saturación. El valor diferenciador de estatus provenía principalmente, bien
de las marcas, bien de la incorporación de electrodomésticos de última
generación: equipos más sofisticados de música y de vídeo, teléfono
inalámbrico, contestador automático, ordenador personal..., o incluso de la
cantidad de aparatos destinados al disfrute individual del ocio en el ámbito
del hogar: distintos aparatos de TV y de música para que cada uno pueda
elegir lo que le gusta sin interferir en los gustos de los otros, o para las
diferentes estancias, por ejemplo.
Toda una animación de la vida privada que parece estar tratando de evitar a
toda costa la sensación de vacío y soledad, y cuya elección parece guiada
por la aspiración a sentir más.
565
Escuchar música y ver televisión son, como ya hemos dicho, las dos
actividades principales de ocio doméstico. Ambas tienen en común que son
actividades destinadas al acompañamiento y que se pueden compatibilizar
con las tareas domésticas: mientras se limpia, mientras se come..., es
habitual tener encendido el televisor, el equipo de música o la radio.
566
Hacia el hecho de ver televisión nuestros jóvenes adultos manifiestan una
actitud muy negativa, por lo que la mayoría niega verla, aunque deducimos
por su propio discurso que es una actividad muy recurrente y conocen muy
bien la programación de las distintas cadenas. Se produce, pues, una fuerte
disonancia, pues los comportamientos no se corresponden ni con el nivel
cognitivo (opiniones, creencias, experiencias...) ni con el nivel afectivo
(emociones, sentimientos, valoraciones...); tampoco se corresponden las
opiniones negativas que tienen sobre este medio con la función relajante, de
olvido de los propios problemas, que sin duda, dicen, desempeña. En este
contexto de absoluta disonancia hay que entender las reacciones defensivas
que se desencadenan a la hora de admitir como cotidiana esta actividad de
ocio. Pero también las reacciones defensivas provienen de considerar que la
televisión es el medio de comunicación de masas por excelencia y que
cumple un papel fundamental en la conformación social: una sociedad
“pantalla” y refractaria, incapaz de priorizar valores, y autoseducida. Y ante
este hecho, nuestros jóvenes adultos se defienden de la posición de
absoluta pasividad en la que quedan colocados ante la “caja tonta”, que los
“manipula”, dejándoles sin voluntad ni control, lo que interpretan como
“pérdida de tiempo”, sensación de no tener nada mejor que hacer, repetición,
incomunicación de la pareja, aburrimiento..., etc., pero no pueden sustraerse
al poder hipnótico que el medio ejerce.
Los dos programas hacia los cuales muestran más interés son los telediarios
y las películas.
567
momentos relajantes, algunos de ellos cargados de fuerte emotividad como,
por ejemplo, la sesión de tarde de los sábados, que se ha convertido en un
tiempo mítico de ver televisión: tumbarse después de comer para ver la
película o quedarse dormido en el sofá es un momento tradicional y de gran
disfrute del fin de semana, puesto que contrasta con el ritmo de vida
cotidiana y la programación de todos los días.
568
Los que se llevan la palma en cuanto a críticas son los concursos, asociados
a la gente mayor y/o con un perfil intelectual bajo, y las telenovelas, una vez
ha pasado la fiebre tras el éxito alcanzado por culebrones tan célebres como
Falcon Crest o Kristal.
“Eso sí, tenemos el ritual de los dos juntos de tiempo libre, los dos
juntos, supongo que es todo el mundo, antes de la cena y después
de la cena con televisión encendida, tradicional. Eso sí, es el tiempo
fijo, no nos vamos a acostar o hacer cada uno su cosa o leer, sin
antes haber acabado la cena. Estás ahí media hora o una hora u
hora y media ahí, los dos juntos...” (Hombres, emparejados,
Barcelona).
569
Otras veces, la información proviene de la publicidad que hacen las distintas
cadenas y del recurso del zapping que practican habitualmente ante el
televisor.
422
Las cadenas privadas gratuitas, Antena 3 y Tele 5 (en la actualidad Telecinco), y de
pago, Canal Plus, empiezan a emitir en 1990: Antena 3 en enero, Tele 5 en marzo y Canal
Plus en septiembre. Anteriormente habían empezado a emitir algunas autonómicas,
Telemadrid (2/5/89), Canal 33, y las antenas parabólicas también estaban ya a la orden del
día.
570
"—Lo mismo..., ahora están haciendo lo mismo en todas las cadenas.
Puedes acertar y no aburrirte, o morirte de asco. Porque es que hay
una hora en que serie policial, serie policíaca, y te dan una serie y
otra serie, y otra..., y concursos, o sea, lo que más dan son
concursos.
—Todos van al negocio, tienen lo mismo" (Mixto, solos, Barcelona).
En este sentido, sin lugar a dudas, la cadena más criticada por nuestros
jóvenes adultos es Tele 5: muchísima publicidad y una programación
“burda”.
“Trafican con tetas... Es que se creen que con dos tetillas y cuatro
indirectas acerca del sexo se hace un programa” (Mixto, solos,
Madrid).
571
La música está extendida a todos los ámbitos de la vida de los jóvenes;
tanto dentro de casa como fuera de ella, en los espacios de ocio, en el
coche, por la calle..., se manifiesta esta pasión por la música que llena y
envuelve al joven en la mayoría de sus actividades, al mismo tiempo que le
aísla y le ayuda en su búsqueda de sentir más. Música de todo tipo y en
todos los sistemas y equipos: discos, CD, casetes, radio, walkman...,
equipos completos de música, donde es posible escuchar la música elegida,
según los gustos y los momentos.
“ ...la clásica, sobre todo los domingos por la mañana, no sé por qué
pero... en invierno es...
—Relaja más...
—Sí, pues al mío le da por el rock duro, rock duro, que tiene alguno por
ahí... y yo me pongo a temblar.
—Yo me pongo la radio… y que siga sonando” (Mujeres, emparejadas,
Barcelona).
572
gustaría comprarme uno nuevo que han sacado, pero mi mujer dice que
antes tenemos otras prioridades” (Hombres, emparejadas, Barcelona).
Así pues, la experiencia de uso real es mucho menor que la que imaginaban
cuando lo adquirieron, por lo que, una vez pasado el furor inicial, el vídeo es
un aparato al que parece ocurrirle algo similar a lo que vimos ocurría con la
573
mayoría de los pequeños electrodomésticos, que apenas representa una
utilidad. Se utiliza fundamentalmente para situaciones muy coyunturales:
más como una alternativa a la programación de televisión o la de ir al cine,
que como una verdadera elección, lo que significa que moviliza poco el
deseo a la hora de hablar de ocio.
Más sentido parece tener este aparato cuando se trata de ver los vídeos que
ellos mismos hacen como recuerdo de las vacaciones o de algún evento; en
este sentido es necesario contar con otros aparatos de que también
disponen, como cámaras de video, y que sí resultan atractivos, pues les
permiten jugar a realizar su propia película, y sustituyen en parte a lo que
fue el álbum fotográfico.
574
auge de la telefonía móvil, y que ya estaban presentes en aquellos años,
hoy ya prehistóricos.
Sin embargo, este deseo presagia ya lo que será un futuro para ellos
inimaginable todavía por aquellos años, en los que el ordenador personal
tenía dos utilidades claramente diferenciadas según ámbitos: placer lúdico
en la casa y herramienta en el ámbito del trabajo; en ningún caso se
imaginaban los fenómenos de comunicación a los que actualmente
asistimos a partir de su total implantación.
575
La actitud de nuestros jóvenes adultos hacia la lectura, sobre todo si es
libresca, es radicalmente opuesta a la que hemos visto se manifestaba hacia
la televisión, pues si respecto al hecho de ver televisión surgían
sentimientos vergonzantes que les llevaban a tratar de ocultar o negar esta
práctica, respecto a la lectura se observa totalmente lo contrario: una
sobrevaloración debida al alto reconocimiento social que conceden a esta
actividad cultural, lo que propicia el surgimiento de comportamientos
fetichistas y exhibicionistas que, en realidad, estarían tratando de ocultar la
falta de lectura como actividad de ocio. No dudan en afirmar que, en
general, se lee muy poco, principalmente por falta de tiempo, pero esta
afirmación sobre el bajo índice de lectura la hacen referida a los otros,
porque a ellos, aunque comparten la misma carencia de tiempo, parece no
les afecta en cuanto a su dedicación a la lectura, lo cual no resulta muy
creíble, pero está hablando del sentimiento de culpa y de la necesidad de
defenderse de la disonancia que se desencadena frente a la lectura: muy
cargada de valor en el nivel de lo cognoscitivo y lo afectivo, pero muy
deficiente en el nivel de los comportamientos de ocio, lo que les obliga a
adoptar mecanismos defensivos que tratan de compensar el desequilibrio
entre el poder cultural que conceden a esta actividad y el tiempo real
disponible. En este contexto entendemos la avidez coleccionista que
expresan en la compra de libros, de un lado, tratando de eclipsar la carencia
de disponibilidad; de otro, dejando constancia de que disponer de una
buena biblioteca forma parte del capital cultural acumulado.
Con todo, habría que diferenciar entre los distintos productos de lectura:
libros, periódicos y revistas, que, como podemos suponer, no están limitados
al ámbito doméstico, pues tal lectura se practica en otros muchos ámbitos,
pero que tratamos en este lugar porque es donde principalmente ubican esta
actividad.
576
La lectura de libros se considera la actividad más sublimatoria y
enriquecedora a la hora de llenar el tiempo de ocio doméstico, pero también
es la que provoca más disonancia con el estilo de vida que llevan. Como ya
hemos dicho, se sitúa en los antípodas de la pasividad seductora de la
imagen, pero también mantiene claras diferencias con otros tipos de lectura
más puntuales, cotidianos y menos sublimatorios, como el periódico.
“(M) Yo es que creo que leer tanto el periódico quita horas de leer
literatura, o sea, de leer libros” (Mixto, solos, Barcelona).
“En mi caso, cuando estoy solo, leo bastante. Ella también. Incluso se
ha dado el caso de que estamos cada uno en una parte leyendo, y
nos hemos pasado dos, tres horas” (Hombres, emparejados,
Barcelona).
“(M) Con lo único que disfruto son con los libros. Yo me meto en una
librería y me puedo pasar allí toda una tarde” (Mixto, solos,
Barcelona).
577
Barcelona, que juegan a favor de una mayor inversión lectora en esta última
ciudad. Pero estas diferencias debemos interpretarlas en el contexto de
disonancia y mecanismos defensivos en los que se manifiesta esta
actividad, y que por lo tanto no hay que confundir con lo que ocurre en la
realidad; lo único que podemos constatar es que las mujeres en general y la
muestra de Barcelona en particular hablan más de lo que para ellos significa
la lectura de libros.
También tiene menos valor que la lectura de libros, pues no está tan
directamente asociada al acervo cultural, y se observa un cierto hartazgo,
debido fundamentalmente al sesgo ideológico y la falta de objetividad que
asocian a las distintas cabeceras de prensa, así como también motivado por
los innumerables escándalos de corrupción política que cada día aireaban
los periódicos adscritos a uno u otro bando.
578
—Los mismos casos te puedo contar yo de El País... Lo de Juan
Guerra no lo sacaron, lo sacó El Mundo...” (Mixto, solos, Madrid).
579
totalmente dirigida... y bueno, o lo tomabas o lo dejabas; ahora se
puede elegir. Hay contraste en cómo reflejan las noticias unos, cómo la
reflejan otros…, puedes seleccionar, ¿no? Pero, bueno, es el problema
de la lectura en este país, ¿no?” (Mujeres, emparejadas, Barcelona).
Las dos cabeceras de referencia ideológica son sin lugar a dudas El País,
“progresista”, y ABC, “conservador”, y aunque ambos son criticados, uno por
ser “el periódico del gobierno”, el otro por ser un periódico “anacrónico”, El
País tiene una credibilidad de la que carece el ABC, que es muy duramente
criticado:
580
monárquico... En el ABC pone: diario monárquico” (Mixto, solos,
Madrid).
“El ABC lo compro a veces, pero es más que nada porque me resulta
más cómodo; es que El País es incomodísimo, se te deshace todo”
(Mixto, solos, Madrid).
Así pues, se observa una tendencia emergente 423 hacia los periódicos más
livianos y más críticos con el gobierno, y en este sentido se refieren al mayor
atractivo entre los más jóvenes del periódico El Mundo frente a El País,
ambos de tendencia progresista, por ajustarse mejor a este estilo
periodístico.
423
Poco después de la fecha en la que se llevó a cabo el trabajo de campo para esta
investigación desapareció El Independiente, que era el periódico por aquel entonces
representante de la prensa, podríamos decir, más densa por su mayor proliferación de
artículos de fondo.
581
y eso, centro izquierda. Y hay gente joven, vamos, veo yo que llevan
El Mundo. De todas maneras, por lo menos lo que yo veo, la gente
joven me parece que lee poco la prensa” (Mujeres, emparejadas,
Madrid).
582
Tampoco las revistas más especializadas gozan de notoriedad entre
nuestros jóvenes adultos; sea como fuere, éstas tienen un sentido mucho
más personal, por lo que es difícil que surjan de forma espontánea en un
grupo de discusión que indaga aspectos más de socialización.
Reunirse en casa con los amigos es una práctica de ocio que no surge con
excesiva notoriedad en el discurso espontáneo de nuestros jóvenes adultos;
se trata de una actividad de ocio a medio camino entre lo privado y lo
público, y no tienen mucha práctica a la hora de manejar este tipo de
situaciones más ambiguas. Así pues, se observa una cierta inseguridad a la
hora de invitar a los amigos, por dos razones fundamentalmente:
• Falta de experiencia, pues ellos asocian el ocio con los amigos a salir
fuera de casa, y el invitarlos a casa conlleva responsabilidades:
trabajo organizativo y doméstico, gasto económico…, que no están
seguros de poder manejar.
583
muchísimo trabajo. Me gusta poner flores frescas, poner el mantel
bonito, la cubertería bonita, la cristalería bonita, pero hasta con los
cartelitos de Menú, si puedo. O sea, me gusta mucho.
(M) —Uy, yo eso nunca lo he hecho, !qué envidia!
(H) —Tiene que ser una ocasión muy especial para poner todo eso,
¿no?
(M) —Sí. Y como me gusta hacerlo así, y da mucho trabajo, pues
invito muy poco” (Mixto, solos, Madrid).
De otro, porque los que viven solos tienen más necesidad de intercambios
sociales variados, por lo que el salir fuera para conocer gente tiene todo su
sentido; en muchas ocasiones, si se reúnen en casa, es como paso previo a
584
salir después a tomar copas, o bien se trata de cenas informales que se
organizan sobre la marcha.
También se observan diferencias entre los que viven en pareja y los que
viven solos en cuanto a las formas que adoptan las reuniones en casa con
los amigos. Los que viven en pareja son más formales a la hora de organizar
estas reuniones, y generalmente se trata de reuniones más minoritarias, a
las que se suele invitar a amigos en situación de pareja como ellos.
Por el contrario, los que viven solos son mucho más caóticos, tanto en
cuanto a organización, como en cuanto a número de comensales.
“(H) Yo hay dos tipos de reuniones, una a la que, por ejemplo, invito
cuando quiero una reunión y tengo que invitar a mucha gente;
entonces me lo veo venir y digo: paso de hacer comida para tanta
gente y todo el rollo, y digo: a fIipar con agua de Valencia, ¿no?
Entonces, preparo el agua de Valencia, saco algo de picar, que me
lo compro en cualquier sitio, unas almendritas y tal, sin trabajo, el
agua de Valencia, a beber, y luego a cenar nos vamos todos fuera,
y luego ya, la gente que se queda en mi casa...” (Mixto, solos,
Barcelona).
585
“(M) —A mí me gusta cocinar, pero yo soy neuras para esto. El día
que tengo ganas soy capaz de llamar al mediodía a cuatro o cinco y
decir: ‘oye, venid esta noche a cenar que voy a hacer una fideuá o
un arroz negro...’, y me sale bastante bueno, entre otras cosas, y
soy capaz de hacerlo. Ahora, como no esté inspirada y venga
alguien a cenar, va a comer un menú de Maggi de éstos que abres
el sobre y lo metes con el agua, y no sé, jamón de éste de lata,
cortado a trocitos con pan con tomate. Yo tengo que estar inspirada,
yo lo de cocinar es cuando me da por ahí.
(M) —Ah, no, yo siempre estoy inspirada” (Mixto, solos, Barcelona).
En sentido estricto, cuando nuestros jóvenes adultos hablan del ocio (tiempo
libre vs. trabajo), tienen como referencia temporal los fines de semana y las
vacaciones, y como referencia espacial el afuera de la casa.
586
espectáculo cultural (cine, teatro, conciertos...). Aunque también se
aprovecha el ocio para practicar algún hobby.
A. Los viajes
587
“ …un niño te esclaviza, no te puedes ir de vacaciones aquí porque
tienes un niño” (Hombres, emparejados, Barcelona).
“Nosotros nos tiramos por los viajes porque es más ameno, es más
distraído, es más... [excitante]” (Mujeres, emparejadas, Madrid).
588
Pero cuando estás de viaje eres incansable. Aquello de… aquí,
levantarme a las siete de la mañana, me cuesta muchísimo pero
cuando estás de viaje, te toca y te toca.
—Yo creo que es que te lo planteas, aquello…, bueno, esto son
vacaciones...” (Mujeres, emparejadas, Barcelona).
“—Casi toda la época, desde marzo hasta final. Ahora [verano] casi es
cuando no apetece.
589
—Yo normalmente suelo ir a sitios como Toledo, Segovia y todo eso,
porque como me encanta el arte…” (Mixto, solos, Madrid).
590
de lo que se trata es de aprovechar para ver lo más posible, contrastar
lugares y experiencias..., y no tanto vivir la realidad cotidiana de los sitios
que se visita; ya hemos dicho que se trata más de vivir lo espectacular que
lo auténtico...
591
B. Las salidas en la ciudad
Con todo, las actividades fuera de casa son bastante reiterativas: ir a comer
o cenar en algún restaurante, tomar copas, ir al cine, asistir a algún evento
cultural o deportivo que otro... Estas actividades, si bien no son excluyentes
(se puede salir a cenar, ir al cine y/o tomar copas...), se sitúan entre dos
polos: el ocio más juvenil, como es el caso de salir con los amigos a tomar
copas y charlar, y el ocio más adulto, como son las salidas a restaurantes y
las actividades culturales; entre estas últimas, ir al cine es la más habitual y
conoce por aquellos años 90 una recuperación muy importante, tras unos
años de cierto retroceso; también el teatro empieza a emerger como una
actividad de ocio entre los jóvenes, si bien todavía de forma muy incipiente.
592
Aunque lo normal cuando se vive en pareja es compartir los espacios de
ocio público, no plantea ningún problema hacer actividades distintas si no se
comparten aficiones:
593
“acomodaticio”, que a algunos inquieta, e interpretan como “amuermarse”, lo
que dice de la angustia que se provoca ante el aislamiento del espacio
público, tradicionalmente asociado a la afirmación de la vitalidad y la
cohesión social.
“Sí. Generalmente, bueno, el día que vamos al cine y tal, pues desde
las nueve de la noche. Si no tenemos pensado ir al cine, antes de las
once no salimos…, y por la noche es cuando salimos” (Mujeres,
emparejadas, Madrid).
594
“ ...normalmente, alguna noche o algún fin de semana, que nos
quedamos aquí, pues salir con los amigos o salir a cenar los dos, y los
fines de semana solemos ir a una casita que tenemos en el Pirineo
y...” (Hombres, emparejados, Barcelona).
595
Pero, al mismo tiempo, se trata de un proceso de normalización impuesto
desde el propio narcisismo dirigido: el interés que se manifiesta por el
cuerpo no es en absoluto espontáneo y libre, sino que obedece a
imperativos sociales, tales como "guardar la línea", "estar en forma", "llevar
una vida sana"..., etc.
Con relación a este asunto del cuerpo como objeto de culto, trataremos dos
temas que en el discurso de nuestros jóvenes adultos consiguen una gran
relevancia dado que los dos están relacionados con la belleza, y por lo tanto
en conexión directa con el narcisismo:
- Mantenerse en forma.
- El consumo de moda.
A. Mantenerse en forma
596
Pero estas actividades exigen una disciplina que genera muchas
contradicciones, pues, para conseguir adecuarse al imperativo de belleza y
salud, es imprescindible someterse a unos mecanismos de represión que
implican esfuerzo y sacrificio: dedicarle un tiempo al deporte, seguir un
régimen alimentario, hacer algo rutinario y obligado... conlleva dejar de hacer
otras cosas más placenteras y personales, o simplemente no hacer nada,
pero si no se hace, enseguida aparecerá el sentimiento de culpa por no
seguir el mandato al que apunta el ideal. Por eso la mayoría está apuntado a
algún gimnasio, aunque sólo unos pocos son lo que pueden cumplir con este
mandato de forma habitual.
597
natación y le he cogido el gustillo. Hace mucho tiempo que voy, crea
hábito, ¿eh? Y luego, cuando estás un mes, porque yo por ejemplo lo
noto, luego estás quince días sin ir porque hace frío o porque has
llegado tarde o porque has tenido algún compromiso, que tienes alguna
cena que te coincide con ir, y estás quince días sin ir; que total en
quince días voy cuatro o cinco veces a lo sumo, y cuando subo las
escaleras dices: ‘¡uy!, esto ya se resiente’, ¿no?, pero si te habitúas, a
mí ahora ya no me cuesta...
—Sí, no cuesta...
—Si le coges el truco.
—Yo ahora voy al gimnasio; y cuando no vas, lo encuentras a faltar.
—Sí, sí, yo cuando no voy lo noto, ¿eh?, que me canso más, que te
cuesta más moverte” (Mujeres, emparejadas, Barcelona).
598
chándal y hago un poco de footing o, si no, hago un poco de
gimnasia en casa, en fin, cosas así, tranquilas” (Hombres,
emparejados, Barcelona).
B. El consumo de moda
Este tipo de consumo tiene una clave identitaria que le da una especial
relevancia, aunque en un sentido puramente fenomenológico no alcanza una
excesiva notoriedad en el discurso manifiesto de los grupos de discusión.
Varias razones se nos ocurren al respecto:
599
“(M) —Yo un par de días al año sí que me dedico a aquello…,
a recorrer tiendas, pero lo justo, o sea, también soy así… de
llegar y besar el santo...
(M) —Ah, yo sí. Si tuviera pasta, sí. Lo que me fastidia es tener
que controlarme. Pero si tuviera pasta, sí me gustaría” (Mixto,
solos, Barcelona).
Con todo, estar al tanto de la moda y visitar las tiendas más “especiales” de
ropa es una actividad que, sobre todo las mujeres, practican con placer,
pues mirar tiendas y probarse ropa no deja de ser una forma de fantasear
con sentirse más atractivas y seductoras.
Las mujeres, que son las más implicadas en este tipo de compra, dudan
mucho a la hora de elegir y les cuesta mucho decidirse, por la importancia
que adquiere la indumentaria a la hora de reflejar la identidad de las
personas en general y de las mujeres en particular. Generalmente la mujer
busca la aprobación de los otros, principalmente de la pareja; en cambio, en
el caso contrario, cuando se trata de aconsejar al hombre, se mantiene en
600
un segundo plano, mostrándose muy respetuosa con el gusto particular que
tenga; quizá porque hasta no hace mucho el hombre era excesivamente
pasivo en este tipo de compra, en el que era su madre la que decidía; quizá
también porque la mujer considere que el hombre tiene que ser el
protagonista en un tipo de consumo considerado tradicionalmente femenino.
601
compra conjuntitos... y ya está” (Mujeres, emparejadas, Madrid).
Sea como fuere, el caso es que la gran mayoría de nuestros jóvenes adultos
dispone de al menos un vehículo propio, cuando no es de dos, en el caso de
las parejas.
602
sentimientos de autonomía y libertad, "poder moverte a tu aire", "escapadas
al campo", de otro, surgen contradicciones internas: obligatoriedad impuesta
por el ritmo de vida actual, dificultades de tráfico en la ciudad, efectos
nocivos sobre el medio ambiente... Por todo ello se refieren al uso del coche
urbano como "un mal necesario".
603
escarabajo y nada más. Pero desde que tenía quince años... “
(Mixto, solos, Barcelona).
604
El todo-terreno es un tipo de vehículo que suscita un gran deseo en toda la
muestra de jóvenes adultos, tanto a nivel de uso, como de imagen. Se trata
de un modelo de vehículo que se inserta en el ámbito del ocio y, por lo tanto,
se sitúa en los antípodas del coche urbano: si aquél se considera un “mal
necesario”, éste podría ser denominado como un “bien deseado”.
605
6. CONCLUSIONES INVESTIGACIÓN PRÁCTICA
606
encuentre inmerso en una búsqueda permanente de identidad, pues
no existe ningún tipo de ordenamiento al que sujetarse, una vez que
los marcos institucionales se han diluido y que lo importante es la
circulación permanente por los distintos modelos propuestos.
607
Los cambios sociales tan profundos y rápidos habidos en nuestro
país, así como la sensación de incertidumbre sobre el futuro son los
principales responsables de este hecho. Por eso, cuando se
comparan con las generaciones precedentes —la de sus padres, que
fueron los jóvenes de la posguerra, y la de los jóvenes de finales de
los 60 y los 70, que protagonizaron la transición democrática y
vivieron la entronización de la sociedad de consumo— y con las que
les siguen —los adolescentes conformistas y absolutamente
materialistas que son sus coetáneos—, los jóvenes adultos
participantes en nuestra investigación se perciben a sí mismos de
forma ambigua, oscilando entre la ruptura (respecto a los padres), la
identificación idealizada (respecto a los jóvenes de los 70) y el
rechazo (respecto a los adolescentes).
608
confort y de calidad de vida importante en cuanto a recursos
económicos se refiere; por ello, pese a que lo critican, entienden el
fenómeno social de la permanencia de los jóvenes en el hogar
familiar, por más que dispongan de bienes económicos como para
independizarse; a ello contribuye de forma decisiva el ambiente más
permisivo que se respira en el hogar familiar y del que disfrutan los
más jóvenes que ellos, muy distinto a cuando ellos vivían con sus
padres.
609
sobre sí mismos, puesto que lo otro, lo diferente, queda abolido, muy
en la línea de sus deseos narcisistas.
610
atestiguan los innumerables jóvenes que siguen viviendo en el hogar
familiar, o también, aunque en un sentido inverso, los que se pasan el
tiempo trabajando y no pueden disponer de tiempo libre para ellos
mismos. Los discursos más integradores, que también los hay, se
refieren a la coincidencia entre trabajo y vocación, aunque éstos son
menos numerosos, y en ellos siempre se hace intervenir un tercer
factor azaroso, “la suerte”.
611
construyendo una trayectoria curricular, aunque reporte escasas
gratificaciones personales.
612
sociedades occidentales en general y del trabajo como principal y
tradicional articulador de identidad, pues en ella descubrimos la
invasión de los espacios deshabitados por parte de lo imaginario
narcisista, que nada quiere saber del valor del esfuerzo y las
limitaciones de lo real.
613
lo público y lo privado, entre lo masculino y lo femenino, entre la casa
y el restaurante…, las fronteras se han diluido hasta el punto de que
es difícil distinguir dónde empieza uno y acaba el otro, lo cual es
fuente de conflicto, mucho más teniendo en cuenta que en lo latente
las diferencias se mantienen.
614
casa, y, de otro, también en la casa se desarrolla trabajo productivo
y/o actividades relacionadas con la formación.
Sea como fuere, el hecho es que las tareas domésticas son fuente de
grandes conflictos tanto personales como entre la pareja. Los que
viven en pareja asumen estas tareas desde posiciones bien
diferentes: las mujeres, desde el rechazo frontal a su rol tradicional,
pues conlleva identificaciones regresivas; los hombres, desde la
pérdida de privilegios (perfil tradicional) o desde la autonomía (perfil
moderno). Las mujeres, por su lado, enfrentan estas tareas desde
sentimientos encontrados, pues aunque aspiran a la igualdad no
pueden dejar de desempeñar el rol de organizadoras; los hombres,
por el suyo, porque no tienen experiencia ni interés por aprender
(perfil tradicional) y/o porque la mujer les coloca en un lugar muy
secundario, sin autonomía personal (perfil moderno).
615
Entre las tareas domésticas se distinguen claramente dos grandes
grupos: las que están ligadas a la limpieza de la casa y las
relacionadas con la alimentación. Las tareas de limpieza de la casa
son las que más conflictos desencadenan, por lo que implican: estar
en contacto con la suciedad; por ser las más rutinarias, repetitivas e
interminables; por asociarse a la connotación negativa de “maruja”;
porque competen de forma más directa a la mujer…, etc. Por todo
ello, se hace indispensable el auxilio de otro: asistenta y/o
electrodomésticos. En la negociación entre hombres y mujeres a la
hora del reparto de estas tareas se tienen en cuenta diversos
factores, fundamentalmente, tiempo disponible, preferencias y
competencias personales. El reparto de tareas se suele regir por una
serie de pautas generales, como por ejemplo las siguientes: las
mujeres son las encargadas de gestionar el día a día de estas tareas
y las responsables de gestión y mantenimiento, mientras que los
hombres participan de forma puntual y cuando se trata de una
limpieza en profundidad; en la negociación, se deja que el hombre
elija las que más le agradan, mientras que las mujeres asumen las
labores del cuidado de la ropa de forma casi exclusiva.
616
recursos para poder acceder a una buena alimentación cuando se lo
propongan.
617
Acerca de las relaciones entre iguales y las formas de convivencia
618
pareja sin hijos), nos encontramos coexistiendo distintas formas de
convivencia: casados, viviendo en pareja, solos sin pareja y solos con
pareja. Entre estas diferentes formas de convivencia, las que atañen a
la pareja son las que implican un mayor grado de compromiso, por
ello se produce una defensa de la forma de vida individual como
paradigma de un estilo de vida actual elegido, muy acorde con el ideal
narcisista; de hecho, bastantes parejas estables viven independientes
y comparten espacio sólo cuando lo desean. Las formas de vida en
pareja, tanto si están casados como si viven juntos, tienen un estatuto
muy similar en cuanto a consideración personal, si bien en el plano
social todavía se mantienen sustanciales diferencias, a pesar de que
el vivir juntos se considera lo normal antes del compromiso social que
significa casarse. Incluso se considera que el vivir juntos sin casarse
es una forma de relación más verdadera y auténtica que la de
casarse, pues se sitúa exclusivamente en el ámbito privado, y es
coherente tanto desde un punto de vista ideológico, como afectivo;
sólo la decisión de tener hijos, la presión que pueden ejercer algunos
padres y los beneficios económicos y administrativos que puede
reportar la situación de casados, justifica racionalmente la decisión
personal de contraer matrimonio, aunque se reconoce que el estar
casados conlleva un reconocimiento social distinto al de vivir en
pareja, tanto a nivel familiar como laboral, sobre todo para los
hombres en este último caso.
619
moda de casarse por la iglesia resulta coherente en múltiples
sentidos: con la sociedad del espectáculo y del simulacro; con la
generalizada desdramatización de la vida; con el auge de los valores
más conservadores; reivindicación de la tradición… También puede
ser una forma de contrarrestar los fenómenos de desustacialización
en los que están inmersos, siempre sabiendo que tienen los recursos
(separación/divorcio) para deshacer el contrato en el caso de que
fracase. Pero también está el deseo narcisista de no renunciar a
ninguna experiencia; así, casarse por la iglesia podría ser la primera
experiencia de matrimonio y, en el caso de otros emparejamientos
futuros, ya están las otras alternativas. Lo que está claro es que el
sentido religioso está totalmente perdido.
620
a la ilusión. También se observa una fuerte ambivalencia al respecto,
tanto a nivel de la pareja, como a nivel personal, y que enlaza con la
herida narcisista. Y es que la “aventura” de tener hijos es difícil de
congeniar con el sujeto frágil que predomina en la tardomodernidad,
pues se trata de un acontecimiento que sin duda inaugura una nueva
realidad de todo punto imprevisible e incontrolable a priori, y que
angustia, tanto por lo que puede suponer de cambio en las relaciones
de pareja, como por lo que ese hijo será en un futuro. Es de lo más
sintomático que sean algunas mujeres las que manifiesten de forma
más rotunda que los hombres su deseo de no tener hijos; las razones
manifiestas son muy variadas: miedo, “agobio” ante el hecho de la
dependencia inicial en la relación madre-hijo, no deseo de
identificación con su propia madre, “maruja”…, aunque el principal
argumento es la pérdida de competencia profesional. La perspectiva
del hombre es bien distinta pues para él ser padre significa
reforzamiento tanto personal como social, y tiene un componente de
fascinación, “aventura” e idealismo más explícito que en el discurso
de las mujeres.
621
determinadas situaciones (perspectiva moral) y las que lo defienden
en cualquier circunstancia pues atañe exclusivamente a la libertad
individual. En ambos casos, el respeto a la decisión personal de la
mujer, que es la que única dueña de su cuerpo, está por encima de lo
moral, pues se parte de que nadie lo desea a priori. En el discurso
masculino también afloran estas dos posiciones, con la matización de
que el discurso moral tiene un doble rasero, pues la opinión será
distinta cuando se trate de la propia mujer o en el caso de un amor
extramatrimonial. Para todos, son las mujeres las únicas implicadas
en estos temas.
Las relaciones con los amigos no es un asunto que surja con gran
notoriedad en los grupos de discusión; de un lado, éstos no ocupan el
lugar central que tuvieron en la etapa anterior de adolescentes y
jóvenes; de otro, refleja el distanciamiento afectivo generalizado que
se vive en las grandes ciudades y el centramiento en la vida privada;
mucho más teniendo en cuenta que muchos proceden de otras
ciudades, que es donde tienen los amigos de toda la vida, y que
disponen de poco tiempo para cultivar las relaciones amistosas. Sea
por lo que fuere, el caso es que a la hora de referirse a los amigos
parece que la diversificación y la discontinuidad predomina sobre la
intensidad de las relaciones.
622
confieren estatus. Se trata, por tanto, de un modelo social
caracterizado por la reificación y la significantización en el que los
valores de socialización y de compromiso han perdido valor y en el
que la relación con los objetos ha dejado de ser objetiva y se ha
convertido en objetal; es decir que el objeto se ha transformado en
algo subjetivo, dado que es el propio sujeto el que les confiere valor,
al mismo tiempo que el propio sujeto ha perdido en cierta forma su
estatuto y se ha transformado él también en un objeto; el auge de las
marcas y el culto al cuerpo son algunas de las manifestaciones que
dan cuenta de lo que queremos transmitir.
623
aportan poco valor diferencial, bien porque la oferta sea poco
discriminante en los niveles medios a los que pueden tener acceso,
bien porque se trate de bienes muy accesibles a la gran mayoría. Otra
cosa distinta ocurre cuando se trata de bienes o servicios que se
inscriben en un nivel más hedonista o que sean portadores de gusto y
distinción. En este segundo nivel se sitúan todos aquellos consumos
más orientados al ocio, la evasión, la autoestima personal, como
viajes, ir a restaurantes, vacaciones, aficiones, regalos…
624
radical de tiempo, y de relax; pero, por no ajustarse a la lógica del
sistema, que exige que también el tiempo libre se rija por la lógica del
valor, el ver televisión se vivirá de forma vergonzante y
culpabilizadora, pues tratándose de un medio masivo no reporta valor
diferencial, de prestigio. Justo todo lo contrario de lo que ocurre con la
lectura, que se sobredimensiona por el valor diferencial que logra,
aunque por conllevar cierto esfuerzo no se ajusta del todo al deseo de
relax tras una jornada de intenso trabajo. Sea como fuere, el hecho es
que la mayor parte del ocio doméstico está relacionada con el uso de
la tecnología, cuya principal misión es la de facilitar la vida en el
hogar. Es por ello que el hogar que habitan nuestros jóvenes adultos
está atiborrado de aparatos electrónicos, cuya elección parece guiada
por la aspiración a sentir más y al mínimo esfuerzo.
625
Viajar es la actividad de ocio por la que nuestros jóvenes adultos
manifiestan mayor atractivo e interés a la hora de ocupar su tiempo
libre durante las vacaciones o los fines de semana, tanto por lo que
supone salir del agobio de la ciudad, como porque se considera una
actividad ligada al deseo de nuevas experiencias. La motivación
principal que expresan nuestros jóvenes adultos a la hora de hablar
de viajar, sobre todo cuando se trata de viajes largos, es la cultural;
en menor medida aparece la motivación del descanso, que es el otro
gran objetivo vacacional. Entendemos este fenómeno coherente, de
un lado, con el afán que tienen por cultivarse, por “aprender”, al
mismo tiempo que supone una experiencia cargada de emociones,
pues se trata de desenvolverse, de forma temporal, en nuevos
escenarios y situaciones, sin las constricciones que impone la vida
ordinaria. De otro, también es coherente con el deseo de
diferenciación, pues el viajar se considera un indicador de prestigio
social, sobre todo cuando se trata de viajes fuera del país. Sea como
fuere, parece que las experiencias asociadas al viaje están más
cercanas a la exhibición narcisista y los efectos espectaculares que al
gusto por lo auténtico, como no podía ser de otro modo en un modelo
social dominado por el simulacro.
626
vida más sedentario y “acomodaticio”, que a algunos inquieta, e
interpretan como “amuermarse”, lo que dice de la angustia que se
provoca ante el aislamiento del espacio público, tradicionalmente
asociado a la afirmación de la vitalidad y la cohesión social. Las
actividades de ocio fuera de casa son bastante reiterativas: ir a comer
o cenar en algún restaurante, tomar copas, ir al cine, asistir a algún
evento cultural o deportivo... Estas actividades, si bien no son
excluyentes (se puede salir a cenar, ir al cine y/o tomar copas...), se
sitúan entre dos polos: el ocio más juvenil, como es el caso de salir
con los amigos a tomar copas, y el ocio más adulto, como son las
salidas a restaurantes y las actividades culturales; entre estas últimas,
ir al cine es la más habitual y conoce, por aquellos años 90, una
recuperación muy importante, tras unos años en los que había habido
un cierto retroceso; también el teatro empieza a emerger como una
actividad de ocio entre los jóvenes, si bien todavía de forma muy
incipiente.
627
proceso de normalización impuesto desde el narcisismo dirigido, que
obedece antes a imperativos externos que a algo espontáneo y libre.
628
ciudad, efectos nocivos sobre el medio ambiente... Por todo ello se
refieren al uso del coche urbano como "un mal necesario".
Contradicciones que se solapan en el caso de que se trate de un
medio de locomoción coincidente con una elección personal y/o se
vaya buscando un deseo de diferenciación y de prestigio social. Y en
este sentido la moto y el todo-terreno se presentan como los dos
medios más deseados de locomoción. Además, y sobre todo, porque
ambos implican, de un lado, la posibilidad de poder elegir en cada
momento y para cada circunstancia el medio de locomoción más
idóneo; de otro, porque tanto la moto como el todo-terreno conllevan
imágenes asociadas a la distinción y gusto personal. El todo-terreno,
fundamentalmente, es el modelo de vehículo que representa el
paradigma de máxima deseabilidad por sus asociaciones a aventura,
poder, distinción, versatilidad…, muy en la línea de las fantasías
narcisistas.
629
630
7. APÉNDICE. DISEÑO TÉCNICO: METODOLOGÍA Y MUESTRA
631
CIUDAD Casados y/o viviendo en Viviendo solos
pareja
MADRID o 4 hombres
9 Grupo de mujeres
o 4 mujeres
o 4 hombres
9 Grupo de mujeres
o 4 mujeres
632
8. BIBLIOGRAFÍA
AGLIETTA, M., Regulación y crisis del capitalismo, Madrid, Siglo XXI, 1979.
633
ALVAREZ, R., AZOFRA, M. J. y CUESTA, M., Economía y Juventud,
Madrid, Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, Instituto de la Juventud,
1999.
BARAN, Paul A., La economía política del crecimiento, México, F.C.E., 1975.
634
BAUMAN, Z., “Editorial”. Rev. Anthropos, Nº 206, Barcelona, 2005.
BAUMAN, Z., Vida líquida, Barcelona, Paidós Estado y Sociedad 143, 2006.
635
CASAL, J., “Modos emergentes de transición a la vida adulta en el umbral
del siglo XXI: aproximación sucesiva, precariedad y desestructuracion”. Rev.
REIS Nº 75, julio-septiembre. Madrid, CIS, 1996
636
COSTA, J., “Crítica del sistema publicidad-consumo”, Rev. Laus, Nº 147,
Barcelona, 1991.
DIAZ DE RADA, V., “Retrato del consumidor del siglo XXI”, en Estudios
sobre consumo, Nº 61, Madrid, 2002.
DUMAZEDIER, J., Hacia una utilización del ocio, Barcelona, Estela, 1964.
637
ESPINO, ROSA Mª., “Crónica de las transformación de los modelos
empresariales y de los tipos de investigador en España: 1960-2001”, Rev.
Política y Sociedad, Nº 1, Vol. 39, 2002.
Lo siniestro (1919)
El yo y el ello (1923)
Fetichismo(1927)
638
Dostoyevski y el parricidio (1927)
639
Cataluña, Barcelona, Observatorio Catalán de la Juventud, Generalitat de
Cataluña 2002.
GIL CALVO, E.; MENÉNDEZ, E., Ocio y prácticas culturales de los jóvenes,
Madrid, INJUVE, 1985.
GONZÁLEZ REQUENA, J., “El texto: Tres registros y una Dimensión”, Rev.
Trama & Fondo, Nº 1. Madrid, Asociación cultural Trama, 1996.
GONZÁLEZ REQUENA, J., “El horror y la teoría del texto”, Rev. Trama &
Fondo, Nº 13, Madrid, Asociación cultural Trama y Fondo, Segunda época,
2002.
640
HABERMAS, J., Teoría de la acción comunicativa, Madrid, Taurus, 1995.
KAUFMANN, P., “Ideal del Yo”, en Elementos para una enciclopedia del
psicoanálisis, Barcelona, Paidós, 1996.
641
LEFORT, C., La invención democrática, Buenos Aires, Nueva Visión, 1993.
LÓPEZ PINTOR, R., Los españoles de los años 70: una versión sociológica,
Madrid, Tecnos, 1975.
MARINAS, J. M., “La verdad de las cosas (en la cultura del consumo)”, Rev.
Ágora, Nº 16, Universidad Santiago de Compostela, 1997.
MARINAS, J. M., “Ética del estilo”, en Ética del espejo. Investigaciones sobre
estilos de vida, Madrid, Editorial Síntesis, 2005.
642
MARINI, M., “Complejo de Edipo”, en Elementos para una enciclopedia del
psicoanálisis, Barcelona, Paidós, 1996.
MAUSS, M., “Ensayo sobre los dones, razón y forma del cambio en las
sociedades primitivas”, en Sociología y Antropología, Madrid, Tecnos, 1971.
643
y Sociedad. Estudios en homenaje a Francisco Murillo Ferrol, Madrid, Centro
de Investigaciones Científicas/Centro de Estudios Constitucionales, 1987.
ORTÍ, A., “Para una teoría de la sociedad de clases medias de los 80”,
Madrid, Rev. Documentación Social, Nº 88, 1992.
PEÑA MARÍN, C., ABRIL, G. y LOZANO, J., Análisis del discurso, Madrid,
Cátedra, 1985.
644
REYMON-RIVIER, B., El desarrollo social del niño y del adolescente,
Barcelona, Herder, 1977.
645
SERRANO PASCUAL, A., “Procesos paradójicos de construcción de la
juventud en un contexto de crisis del mercado de trabajo”, Rev, REIS Nº 71-
72; Madrid, CIS, 1995.
SPITZ, René A., El primer año de la vida del niño, Madrid, Aguilar, 1984.
WILLIS, P., Cultura viva. Una recerca sobre les activitats culturals dels joves.
Diputació de Barcelona, Barcelona, 1998.
646
ZIZEK, S., Las metástasis del goce, Barcelona, Paidós Ibérica, 2003.
647