La Parousia
La Parousia
La Parousia
¡Maranatha!
«Anunciamos tu muerte. Proclamamos tu resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!»
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. La palabra aramea «maranatha» es compuesta: la primera palabra Maran o
Marana significa: el Señor. La segunda es una forma del verbo venir, bien sea en
perfecto («ha venido»), o bien en imperativo («¡ven!»). Así, pues, Maranatha puede
leerse de dos maneras: Maran atha («el Señor ha venido, está ahí»: afirmación de fe),
o bien Marana tha («¡ven, Señor!»: llamada a una intervención activa). Maurice Carrez,
La primera carta a los Corintios. Verbo Divino, Estella 42000, 9. Para una discusión del
origen y uso del término arameo «maranatha», cf. Raymond E. Brown, Introducción a
la cristología del nuevo testamento. Sígueme, Salamanca 2001, 128. Seguramente,
una de las oraciones más antiguas de la Iglesia es la petición maranatha (1Co 16,22;
Ap 22,20). Esta oración da testimonio de la fe de la Iglesia en el señorío de Cristo
resucitado, así como su expectativa de que él regrese en gloria para establecer su
reino definitivo. Avery Dulles, El oficio de la teología. Del símbolo al sistema. Herder,
Barcelona 2003, 221.
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. «Cada vez que comemos de este pan y bebemos de este cáliz, anunciamos tu
muerte, Señor, hasta que vuelvas» (1Co 11,26). También dentro de la celebración
litúrgica la parusía adquiere un carácter sacramental. Medard Kehl, Escatología.
Sígueme, Salamanca 2003, 38. Para un estudio sobre la relación escatología-
sacramento, cf. Gabino Uríbarri, «Escatología y eucaristía. Notas para una escatología
sacramental». Estudios Eclesiásticos 312 (2005), 51-67.
3
. James Dunn, «El Señor volverá». Selecciones de Teología 144 (1997), 247.
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. La mentalidad secular y racionalista de la (post) modernidad ha desechado el
contenido de la Parusía por considerarla manifestación de una visión mitológica… La
expectación de un futuro en el que se consuma la salvación del mundo queda
sustituida por la iniciativa propia de la humanidad, capaz de asumir la responsabilidad
de conducir la historia hacia un sentido de felicidad plena. El hombre sustituye a Dios
en la conducción de la historia. Esto hace inútil la espera de la parusía. Eloy Bueno de
la Fuente, «Parusía, ¿A de venir todavía Jesús?», en 10 palabras clave en cristología.
Verbo Divino, Estella 2000, 345, 348.
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1. La parusía
En el griego helenístico parusía se aplicaba de modo técnico a la
llegada de los dioses, pero sobre todo a la venida oficial de un
príncipe, rey o emperador. Era siempre un evento cargado de
solemnidad. Llegaba incluso a convertirse en ocasiones en el inicio
de una nueva época. Denota un acto en el que se introduce algo
nuevo en virtud de la presencia activa del protagonista del
acontecimiento5. En otras palabras, el término parusía en el
ámbito helenístico tenía connotación político y religioso. Ya en el
NT es referido por lo general a la Segunda venida de Cristo al final
del eón6. Tal como veremos más adelante tiene una íntima relación
con el Día del Señor, la resurrección y el establecimiento definitivo
de su reino.
Recapitulando el sentido teológico del término, vemos como
guarda una estrecha conexión con el desarrollo de la escatología.
El mismo Jesús contaba con la inminencia del reino de Dios y veía
el presente hasta tal punto determinado por la parusía que el
comportamiento actual del hombre había de orientarse hacia este
acontecimiento futuro (cf. Mc 3,27; Lc 17,23s). Por otro lado,
consideremos como «el término es helenístico, pero su contenido
esencial procede del AT, del judaísmo y de la mentalidad cristiana
primitiva»7. Tal como veremos, las afirmaciones sobre la parusía no
pueden separarse de las representaciones apocalípticas.
* * *
Dadas estas precisiones hermenéuticas, expliquemos pasajes
como 1Ts 4,13-5,11. El texto que nos ocupa pertenece a un
conjunto dedicado a la parusía (4,13-17) y a la actitud que hay que
adoptar en su espera (5,1-11). Se trata de consolar a la joven
comunidad enfrentada a la muerte de sus hermanos 12. Pablo trata
la «resurrección de los muertos» y el «Día del Señor» como una
parte de la exhortación. Para ello, Pablo recurre a representaciones
apocalípticas para dicho fin. «El lenguaje apocalíptico está al
servicio de la pastoral»13. La utilización del lenguaje apocalíptico
de manera no especulativa está orientada en la dimensión
consoladora. La dimensión exhortativa es lo primero.
Pablo describe de forma muy imaginativa la venida desde lo
alto de los cielos del Hijo del hombre apocalíptico (calificado aquí
como Señor) y los elegidos que van a su encuentro, como el rey al
que se acoge como triunfador y el Señor a cuyo encuentro sale el
pueblo en el Sinaí (Ex 19,17)14. Mt 25,1-13 ilumina un término
técnico común en ambos textos: eis apantesin. La llegada a media
4,18
3. El Cristo cósmico
El creyente se encuentra bajo la instancia de la parusía, del Señor
que viene. El que está viniendo es a la vez el Cristo cósmico. En su
glorificación conserva su referencia al cosmos en su corporeidad
transfigurada. La expresión Cristo cósmico tiene sentido dentro de
la una concepción unitaria de la realidad, en la que la creación es
comprendida en su integridad, y donde, por tanto, la salvación es
auténticamente en relación a la creación entera. Como
«primogénito» de la obra de Dios, todo está en relación a él y todo
mantiene su consistencia en él. Si toda la creación gime, será
liberada plenamente en la gloriosa manifestación escatológica de
la «nueva creación» (cf. Rm 8,18-22) 19. Según Eloy Bueno, el
himno de Col 1,15ss expresa esta convicción con toda la fuerza de
la experiencia pascual. Canta la obra no de un ser mítico, sino del
mismo que murió en la cruz (v.20). En él habita toda la plenitud
(v.19); y podría afirmarse que como primogénito, él inicia la
resurrección de todos y de todo. Por ello su tarea es reconciliar
todas las cosas (v.20). Sobre la misma línea apunta Ef 1 donde el
misterio de la voluntad del Padre se había de cumplir mediante la
recapitulación de todas las cosas en Cristo (v.10) 20.
El Jesús que viene en la Parusía es el Jesús que va
desplegando su ser personal para establecer nuevas relaciones
entre los hombres y toda la creación: esto expresa lo que se
conoce como el Cristo cósmico. Ahí radica su aportación y su
novedad. El creyente que espera la Parusía debe esperar la
transformación totalmente de toda la realidad: «Mira que hago
nuevas todas las cosas» (Ap 21,5).
Esta concepción cristológica se evidenciará aún más cuando
sumariamente hablaremos del Día del Señor. Algunos textos
apocalípticos expresan esta realidad cósmica de la venida del
Señor (cf. Hch 2, 20).
21
. Bueno, op. cit., 358.
22
. El judaísmo tardío continúa desarrollando la idea del día que ha de venir. La
escatología se convierte ahora en una doctrina sobre las realidades últimas, en una
apocalíptica. Se plantea la pregunta: ¿Cuánto falta para el nuevo eón? Esta cuestión se
intentará responder en mucha de la literatura apocalíptica de la época, además de los
textos de Qumrán.
23
. Braumann–Mundle, art. cit., 297.
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5. Balance
El rechazo que en la actualidad se hace de la escatología, puede,
en definitiva, vaciar el cristianismo; y esto ocurriera, la fe quedaría
reducida a una ética altruista, a un humanismo de la solidaridad y
la buena voluntad, nada más. Sin embargo, la esperanza cristiana
se mantiene y debe ser recuperada. La vida cristiana hoy carecería
de sentido si olvida este hecho trascendental. Tito 2,11-13 expresa
con claridad que en esa tensión se desenvuelve la vida cristiana:
«Se ha manifestado la gracia salvadora de Dios a todos los
hombres […] para que vivamos con sensatez, justicia y piedad en
el tiempo presente, aguardando la feliz esperanza y la
Manifestación de la gloria del gran Dios y Salvador nuestro Cristo
Jesús».
El cristianismo es una religión de esperanza, y lo que Dios
tiene todavía que hacer en y por medio de Jesús sigue siendo un
factor importante de su perspectiva teológica. No obstante, la
esencia de la proclamación cristiana al mundo es lo que Dios ha
hecho en Jesús (2Co 1,19-20): todo lo que Jesús es o ha hecho es
un hecho consumado. Si se coloca el evangelio o la buena nueva
en una balanza, este aspecto pesaría más que el empeño de lo
que Dios hará. «El Jesús que, a los ojos de la fe, ya es» pesa más
que «el Jesús que será en la anticipación de la esperanza» 25, pero
24
. Braumann–Mundle, art. cit.; cf. Joseph Ratzinger, Introducción al cristianismo.
Lecciones sobre el credo apostólico. Sígueme, Salamanca 132005, 264ss. En esta obra
clásica, el papa Ratzinger comenta uno de los puntos centrales de la cristología
contenida en el «Credo»; Cristo volverá para juzgar al mundo, pero también será un
día de esperanza y alegría que constituye su más auténtica manifestación vital.
25
. Brown, op. cit., 129.
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