Es La Iglesia Machista
Es La Iglesia Machista
Es La Iglesia Machista
Comenzamos preguntando por qué saben ellos que la Iglesia es machista. Contestarán todo
tipo de clichés y habrá que dar pacientemente razón de sus exigencias:
Pueden salir también todo tipo de cuestiones sobre la ideología de género: ¿existe una
verdadera diferencia entre hombre y mujer?
Si están de acuerdo, seguimos desde aquí. La Iglesia es una institución de 2000 años, con
raíces que se extienden históricamente, al menos, otros dos mil años antes. La cultura de
entonces era machista, efectivamente y también otras muchas cosas: colectivista, nómada,
esclavista… En fin, muchas cosas, unas mejores y otras peores que han ido cambiando con el
tiempo.
Cuando surge la Iglesia se inserta en una sociedad, en realidad se va insertando poco a poco
en distintas sociedades. Nace en el Imperio romano y adopta muchas de sus formas, pero allí
donde se implanta, el cristianismo adquiere la forma que tiene la cultura a la que llega. Es verdad
que el Evangelio tiene la obligación de purificar esas culturas, pero también es verdad, que en
principio las formas organizativas son contingentes, varían de un lugar a otro, y por eso, en
primer término, no se siente la necesidad de luchar contra las instituciones establecidas.
Hace un progreso intelectual y cultural, pero también conoce el progreso teológico. Ni todos
los teólogos son infalibles, ni todos los procesos son automáticos. Por eso, en la interpretación
del significado del cuerpo, o de la mujer, o de ciertos aspectos de la política, la teología ha
conocido el progreso.
Famosos casos
Ef 5, 21
Sed sumisos unos a otros en el temor de Cristo: las mujeres, a sus maridos, como al
Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es cabeza de la Iglesia; él, que es el
salvador del cuerpo. Como la Iglesia se somete a Cristo, así también las mujeres a sus maridos
en todo. Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a su Iglesia: Él se entregó a sí mismo
por ella, para consagrarla, purificándola con el baño del agua y la palabra, y para presentársela
gloriosa, sin mancha ni arruga ni nada semejante, sino santa e inmaculada. Así deben también
los maridos amar a sus mujeres, como cuerpos suyos que son. Amar a su mujer es amarse a sí
mismo. Pues nadie jamás ha odiado su propia carne, sino que le da alimento y calor, como Cristo
hace con la Iglesia, porque somos miembros de su cuerpo. Por eso dejará el hombre a su padre
y a su madre, y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne. Es este un gran misterio: y yo
lo refiero a Cristo y a la Iglesia. En una palabra, que cada uno de vosotros ame a su mujer como
a sí mismo, y que la mujer respete al marido.
1Co 11, 1
1Co 14, 34
Como en todas las iglesias de los santos, que las mujeres callen en las asambleas, pues
no les está permitido hablar; más bien, que se sometan, como dice incluso la ley. Pero si quieren
aprender algo, que pregunten en casa a sus maridos, pues es indecoroso que las mujeres hablen
en la asamblea. ¿O es que ha salido la palabra de Dios de entre vosotros o ha llegado solo a
vosotros?
“Esclavos, obedeced a vuestros amos de este mundo con respeto y temor, con sencillez de
corazón, como a Cristo, no por ser vistos, como quien busca agradar a los hombres, sino como
esclavos de Cristo que cumplen de corazón la voluntad de Dios; de buena gana, como quien sirve
al Señor y no a los hombres; conscientes de que cada cual será recompensado por el Señor según
el bien que hiciere: sea esclavo, sea libre” (Ef. 6, 5-8)
“Te lo devuelvo, a éste, mi propio corazón. Yo querría retenerle conmigo, para que me sirviera
en tu lugar, en estas cadenas por el Evangelio; mas, sin consultarte, no he querido hacer nada,
para que esta buena acción tuya no fuera forzada sino voluntaria. Pues tal vez fue alejado de ti
por algún tiempo, precisamente para que lo recuperaras para siempre, y no como esclavo, sino
como algo mejor que un esclavo, como un hermano querido, que, siéndolo mucho para mí,
¡cuánto más lo será para ti, no sólo como amo, sino también en el Señor!”. (Flm. 1, 1216).
Pablo mismo en la primera Iglesia habla de muchas mujeres a las que otorga gran notoriedad.
De hecho, a ellas van dirigidos los saludos de muchas de sus cartas, y eso nos habla de la
importancia que tenían las mujeres en las comunidades. Las investigaciones más novedosas
sobre la primera evangelización, además, las sitúan como una pieza clave y fundamental de la
estructura de una primera iglesia en implantación:
El tema del poder y del servicio es un tema complicado en la Iglesia. Se supone que el poder
debería ser un servicio, y ese servicio es una vocación concedida como don por el Señor a cada
una de las personas en la Iglesia. Son los sacramentos los que fundan la Iglesia, y los que la
ordenan y dan sentido. Dos sacramentos son fundamentales a la hora de constituir la
comunidad.
El Bautismo nos constituye en Hijos de Dios, en Pueblo de Dios dirá el Concilio, y de él derivan
todos los derechos y deberes de cada cristiano. El Bautismo da acceso al resto de sacramentos,
pero hay que recordar de nuevo que los sacramentos son un don y no un derecho y exigen de
nosotros unas condiciones determinadas, queridas por el Señor cuando los instituye. Esto ocurre
con la Eucaristía, que no puede celebrarse de cualquier modo, pero también ocurre con el
sacerdocio. El sacerdocio común de los fieles y el sacerdocio ministerial están uno en función
del otro. Hay que comprender quién es el sacerdote y qué es el sacerdocio común.
El varón es el que actúa in persona Christi, y recibe por la unción sacerdotal la potestad para
celebrar los sacramentos y la potestad jurisdiccional. No la recibe porque sea el más listo o el
mejor organizador, la recibe porque Dios le llama a eso. Indudablemente que Dios escoge lo
mejor que puede, pero en la historia de libertad y gracia entre todos los seres humanos es difícil
decidir quién podrá desempeñar mejor un puesto. Además, Dios también enriquece con dones
nuevos a quienes elige.
Estas cosas pueden vivirse con espíritu de fe o vivirse como una condena.
Pasemos al tema del feminismo: ¿Cómo ve la Iglesia al feminismo y cómo entiende a la mujer?
Para saber lo que piensa la Iglesia de la mujer es mejor leer a la Iglesia. Ya hemos reconocido
que el avance teológico es posible. La última palabra más cualificada sobre la mujer vino dicha
por un santo en los últimos años del siglo pasado. En 1988 después de mayo del 68 y toda la
revolución sexual, que trajo consigo otra nueva ola feminista, San Juan Pablo II, dedicó una
exhortación apostólica completa a hablar de la mujer.
Feminismo -del latín “fémina” o mujer hembra-, es la doctrina social favorable a la mujer, a quien
se le reconoce y concede capacidad y derechos reservados antes a los hombres”.
La “Primera Ola Feminista” surgió a mediados del siglo XVIII, en torno a la polémica sobre la
naturaleza de la mujer y la jerarquía de sexos. Estas pensadoras indagaron acerca de la
educación y los derechos de la mujer. Cuestionaron los privilegios masculinos afirmando que no
son una cuestión biológica y/o natural. Las autoras de referencia son: Poullain de Barre, Olympe
de Gouges y Mary Wollstonecraft, esta última autora del famoso texto Vindicación de los
derechos de la mujer (1792), un punto de partida fundamental para cambiar el pensamiento de
la época.
La “Segunda Ola Feminista” se dio desde mediados del siglo XIX hasta la década de los cincuenta
del siglo XX. Aborda entre sus puntos principales el derecho al voto femenino. Es aquí cuando el
debate alrededor del sufragio universal se intensifica. Además, las mujeres reclaman el acceso
a la educación superior, critican la obligatoriedad del matrimonio y comienzan a liberarse en su
aspecto físico.
La “Tercera Ola Feminista” llegó en la década del sesenta y hay distintas opiniones respecto a su
finalización. Mientras que algunos sostienen que sigue vigente, otros afirman que finalizó en los
años ochenta. En este movimiento fueron fundamentales los anticonceptivos porque le
otorgaron el poder del control de la natalidad (y la liberación del goce sexual, no atado a la
reproducción) y el divorcio se hizo ley en muchos países. Caen las vendas del "amor para toda la
vida" y aparecen otras opciones para mujeres rebeldes. Las mujeres son candidatas reales en el
mundo político, aunque su porcentaje es sensiblemente inferior al de los hombres.
Todo esto excede el tema de las mujeres, toca muchos temas de antropología, muy amplios y
muy nucleares. Quizá todos ellos deban ser objeto de una reflexión más pausada y minuciosa a
la que ahora no nos podemos dedicar. Son cuestiones muy radicales que debemos repensar
desde la fe y también desde Dios.