Relatividad Especial Sin Formul - Pedro Gomez-Esteban Gonzalez PDF
Relatividad Especial Sin Formul - Pedro Gomez-Esteban Gonzalez PDF
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Le Libros
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En la entrada del « pozo intuitivo» , manolo me pide que explique por qué no se
puede ir más rápido que la velocidad de la luz. Le he estado dedicando tiempo a
pensar cómo hacerlo sin usar fórmulas y sin dar cosas por sentado, para que no
sea simplemente « pues porque esta ecuación dice que haría falta una energía
infinita» , que es lo que suelo leer por ahí… y no puedo hacerlo. Al menos, no sin
establecer unas bases antes.
De manera que, al final, he decidido « tirar por el camino de enmedio» y
dedicar una serie entera de Ahora que lo pienso… a la Teoría de la Relatividad
Especial, y de paso contestar a la pregunta de manolo. Eso sí, siendo esto El Tamiz
vamos a intentar no utilizar fórmulas sino hablar de las cosas cualitativamente. Mi
objetivo es explicar que todas las « cosas raras» que parecen pasar cuando vas
muy rápido (la dilatación del tiempo, contracción de la longitud, etc.) son
consecuencias muy lógicas e inevitables de un punto de partida muy sencillo.
Es posible que esta serie entera te parezca un rollo insoportable: lo siento, pero
si quieres respuestas tendrás que tener paciencia conmigo, porque quiero ir poco
a poco. Todos los artículos de esta serie van a tener « Relatividad sin fórmulas» en
el título, de modo que puedes saltártelos y punto final. Por supuesto, el aviso
obligatorio de El Tamiz: esto no es un análisis exhaustivo de la relatividad y vamos
a realizar simplificaciones que pondrán a cualquier físico decente los pelos de
punta. Simplificaciones tremendas… y lo peor es que nos gusta así.
En esta primera entrega de la serie, vamos a hablar de cuál es la situación de
la física relativa a la luz y el movimiento en 1905, cuando Einstein publica su
genial Teoría de la Relatividad Especial.
A finales del siglo XIX, las ley es que regulan el movimiento de los objetos
materiales estaban muy establecidas. Uno de los principios más importantes, el
Principio de Relatividad de Galileo, afirmaba que no hay forma de saber si un
sistema está quieto o se mueve a velocidad constante. Esto tiene sentido: imagina
que tú y un amigo os movéis por el vacío, el uno hacia el otro a velocidad
constante. Tú pensarías que estás quieto y que él se mueve hacia ti. Él pensaría
que está quieto y que tú te mueves hacia él. No hay ningún experimento que
ninguno de los dos pueda hacer para demostrar que tiene razón. ¿Quién está
quieto y quién se mueve? No hay manera de saberlo.
Pero este principio no se aplicaba a las ondas. De acuerdo con las teorías de
la época, sí se podía saber quién se mueve o quién está quieto, porque las ondas
electromagnéticas, como la luz, se mueven a una velocidad conocida en el vacío:
300 000 km/s. El que mida que la velocidad de la luz es 300 000 km/s, es el que
está quieto. El que no mida esa velocidad, se mueve. De manera que, hacia 1900,
el Principio de Relatividad (también llamado Principio de Equivalencia) sólo se
aplicaba al movimiento de objetos, pero no a la luz.
A estas alturas, los físicos estaban de acuerdo en que la luz era una onda. Sin
embargo, todas las otras ondas conocidas hasta entonces, como por ejemplo el
sonido, necesitaban de un medio por el que propagarse (como el agua, una
cuerda o el aire). ¿Por dónde se propagaba entonces la luz? ¿Cómo nos llega, por
ejemplo, desde el Sol, si no hay nada entre nosotros? (Hoy en día sabemos que
no hay necesidad de un medio de propagación, pero entonces se pensaba que sí
era necesario).
Una posibilidad es que entre nosotros sí hay a algo. Es posible que la Tierra no
se mueva por el vacío, sino que hay a un medio que llena todo el Universo y en el
interior del cual se mueven los astros. Los científicos que propusieron su
existencia lo llamaron éter luminífero. La luz que sale del Sol nos llega a través
del éter, con lo que el problema queda resuelto. Además, puesto que el éter está
quieto (es el « sistema de referencia absoluto» del Universo), la luz se mueve a
300 000 km/s respecto a él, y las teorías del electromagnetismo de la época
(sintetizadas en las ecuaciones de Maxwell) se cumplían perfectamente.
Pero los científicos no dejan las cosas estar, es lo que tienen: siempre hacen
preguntas. Por ejemplo, ¿no debería la Tierra, al moverse dentro del éter como
un barco en el agua, rozar con él y frenarse? Además, todas las demás ondas,
como el sonido, se propagan más deprisa cuanto más denso es el material por el
que se mueven, y la luz es la onda más rápida de todas… ¿no debería el éter ser
muy denso? ¿Cómo podemos entonces movernos a través de él sin notarlo?
Sin embargo, al no haber otra explicación posible, muchos físicos aceptaban
la existencia del éter, que sólo tenía sentido si se consideraba que tenía
propiedades muy raras: era extraordinariamente tenue e invisible, de modo que
ni lo notamos ni rozamos contra él, y todas las estrellas y planetas se mueven a
través de él sin alterar su camino. La luz lo utiliza como medio de propagación,
de modo que puede viajar por el aparente vacío.
Por supuesto, en seguida surgió la pregunta: si el éter está quieto pero la
Tierra se mueve a través de él, ¿cómo de rápido nos movemos? Saberlo no sería
difícil. Imagina la siguiente situación: te mueves a través del éter por el vacío
interestelar, pero no sabes cómo de rápido. Lo único que sabes es que la luz se
propaga por él siempre a 300 000 km/s. ¿Cómo podrías saber tu velocidad?
Fácil: podrías coger una linterna y apuntar en una dirección determinada, y
medir la velocidad de la luz de la linterna. Luego elegir otra dirección y medir la
velocidad de la luz. Y la luz se movería más rápido en unas direcciones que en
otras, porque se mueve a 300 000 km/s respecto al éter y tú te mueves respecto a
él en una dirección.
Por ejemplo, imaginemos que te mueves a 1000 km/s en el éter. Si apuntaras
la linterna hacia « delante» en tu movimiento, estarías persiguiendo a la luz que
sale de la linterna, de modo que su velocidad respecto a ti sería 299 000 km/s. Si
apuntaras la linterna hacia atrás, te estarías escapando de la luz, de modo que se
movería respecto a ti a una velocidad de 301 000 km/s.
De manera que los físicos hicieron justo eso: medir la velocidad de la luz en
diferentes direcciones para saber cómo de rápido nos movemos en el éter. El
experimento más famoso, por su extraordinaria precisión y simpleza, fue el de
Albert Michelson y Edward Morley (aunque no vamos a detallarlo aquí, se basa
más o menos en el razonamiento que hemos hecho antes).
Y puesto que la luz va a 300 000 km/s y la distancia entre los espejos es fija,
todos los « tics» tardan el mismo tiempo. Pongamos que el ray o de luz recorre el
espacio entre los espejos en 1 segundo. Entonces, los « tics» del reloj se repiten
cada segundo.
Pero ahora fijémonos en lo que observa Alberto en su sistema de referencia.
Para él, Ana se está moviendo. Supongamos que Alberto observa lo que le ocurre
a Ana cuando ésta pasa justo delante de él, de modo que él la ve moverse « de
izquierda a derecha» . Lo que ve Alberto que hace el ray o de luz en el reloj no es
lo mismo que ve Ana, pues los espejos se mueven. Alberto ve esto:
Y aquí está el núcleo del asunto —si entiendes lo que voy a decir, entiendes lo
básico de la Teoría de la Relatividad Especial. Alberto ve que el ray o de luz
recorre una distancia más grande que la que separa los espejos. Con lo cual sólo
hay dos posibilidades: o el ray o viaja más rápido, o tarda más tiempo. Pero el
ray o no puede ir más rápido: el segundo postulado dice que siempre va
exactamente a 300 000 km/s… de modo que es inevitable: el rayo tarda más en
ir de espejo a espejo.
Piensa sobre las consecuencias de este hecho: si el ray o tarda más en rebotar
de espejo a espejo, en el sistema de referencia de Alberto, el reloj de Ana no
hace « tic» cada segundo: va más lento.
Pero no es sólo el reloj —el reloj mide el tiempo… el tiempo de Ana, visto
desde Alberto, está y endo más despacio: se « dilata» . Puedes pensar que otros
relojes que no utilizasen la luz siguieran al mismo ritmo de antes, pero entonces,
¿habría cosas que Alberto vería moverse a velocidad normal y otras no? Si, por
ejemplo, Alberto y Ana se ponen de acuerdo para que Ana toque su nariz cada
vez que el reloj hace « tic» , ¿vería Alberto a Ana tocarse la nariz sin que el reloj
hiciera « tic» ?
Puedes verlo de otra manera: las interacciones entre las partículas que
constituy en a Ana se producen a la velocidad de la luz. Si el tiempo del reloj va
más lento porque la luz debe recorrer más distancia, lo mismo ocurre con todas
las demás interacciones que se producen, es decir, no sólo el reloj, sino todo lo
demás va más lento, incluída Ana y, por ejemplo, los latidos de su corazón.
Por supuesto, si Alberto tuviera un reloj igual que hace « tic» cada segundo
en su sistema de referencia, Ana observaría que el reloj de Alberto hace « tic»
más lento… y Alberto observaría que es el de Ana el que va más lento. ¿Quién
tiene razón? Los dos… cada uno en su propio sistema de referencia. Como hemos
dicho antes, si en un momento dado están quietos el uno respecto al otro y uno de
ellos empieza a acelerar, el problema y a no es « simétrico» .
Aunque no vamos a utilizar fórmulas, es fácil entender que, cuanto más
rápido se mueva el otro sistema, más lento te parece a ti que pasa el tiempo para
él, porque más distancia recorrería el ray o dentro del reloj. De hecho, piensa en
el caso extremo: si Ana se estuviera moviendo a la velocidad de la luz… ¡el ray o
del reloj nunca jamás podría alcanzar la otra pared! La pared se estaría
moviendo a la misma velocidad que el ray o, de modo que el «tic» no se
produciría jamás.
Si ocurriera esto, Alberto vería a Ana « congelada» en el tiempo: su corazón
no latiría, el reloj no mediría el paso de un solo segundo… el tiempo se habría
parado, para Ana, vista desde el sistema de referencia de Alberto. Esto es lo que
le pasa a los fotones (las partículas que componen las radiaciones
electromagnéticas como la luz): como se mueven a 300 000 km/s, vistas desde
nuestro sistema de referencia no cambian jamás… el tiempo no pasa para ellos.
Pero al tiempo le suceden más cosas raras debido a la relatividad… por
ejemplo, las cosas que suceden a la vez en un sistema de referencia pueden no
ser simultáneas en otros. Éste aspecto será el que exploremos en la siguiente
entrega de esta serie, Relatividad de la Simultaneidad.
Relatividad de la Simultaneidad
En esta tercera entrega de la serie Relatividad sin fórmulas, después del Preludio,
los Postulados de Einstein y la dilatación del tiempo, nos centraremos en otro
aspecto interesante de la teoría: lo que suele llamarse relatividad de la
simultaneidad.
Si has entendido los artículos anteriores, y a eres consciente de que, si
aceptamos los postulados de Einstein, el tiempo no es absoluto: lo que un
observador mide es su tiempo, y otros observadores pueden medir tiempos
diferentes del suy o si se mueven respecto a él. Pero una consecuencia
interesante de la teoría es que no es y a la duración de un intervalo lo que varía de
observador a observador: también lo hace el concepto de sucesos simultáneos.
Dicho de otra manera: no tiene sentido decir que dos cosas « ocurren a la
vez» . Podemos decir que yo veo dos sucesos ocurrir a la vez, pero no ir más allá.
Tal vez y o sea el único que los vea ocurrir a la vez, y todos los demás
observadores vean una cosa suceder antes que la otra.
¿Suena raro? Veamos cómo es, una vez más, una consecuencia lógica e
inevitable de los postulados de Einstein (que supongo has leído y entendido; si no,
vuelve a ese artículo antes de seguir ley endo).
Supongamos que Alberto y Ana, nuestros « observadores ficticios» se
encuentran, como siempre, en el espacio y lejos de cualquier punto de
referencia, y se mueven uno respecto al otro. Supongamos que Alberto está
dentro de un cubo de cristal que se mueve con él por el espacio: Alberto se
encuentra justo en el centro del cubo de cristal y tiene una bombilla en la mano.
Y supongamos que en las dos paredes del cubo que están « delante» y « detrás»
según el movimiento del cubo (visto desde Ana) hay dos espejos iguales.
Justo en el instante en el que el cubo (con Alberto en su centro) pasa por
delante de Ana, Alberto enciende la bombilla. Pensemos en lo que cada uno de
los dos ve que está pasando:
Alberto enciende la bombilla y ve la luz alejarse de ella en todas direcciones.
Como Alberto ve el cubo en reposo, observa cómo la luz alcanza las paredes del
cubo a la vez: los dos espejos, en un momento dado, brillan al reflejar la luz de la
bombilla. Dibujo aclaratorio:
Pero ¿qué ve Ana? Recordemos que, en su sistema de referencia, Alberto y
su cubo se mueven y pasan por delante de ella. En un momento dado, Alberto
enciende la bombilla. Pero fijémonos en los dos ray os de luz que van, visto desde
Ana, hacia « delante» y « atrás» en el movimiento del cubo:
El ray o que sale hacia delante tiene que « perseguir» a la pared y el espejo,
que se están alejando de él. Pero el ray o que sale hacia atrás se encuentra con
que la pared hacia la que se dirige se mueve hacia él. ¿Ves cómo no tienen que
recorrer la misma distancia? Pero, por el segundo postulado de Einstein, ambos
ray os se mueven respecto a Ana a la misma y exacta velocidad de 300 000 km/s,
con lo que inevitablemente no tardan lo mismo en llegar a sus espejos.
Dicho de otra manera, en el sistema de referencia de Alberto ambos espejos
reciben la luz al mismo tiempo, pero en el de Ana el espejo de «atrás» recibe la
luz antes que el de «delante» . Lo que es simultáneo en un sistema de referencia
no lo es en el otro.
Sin embargo, como exploraremos más adelante, lo que siempre se cumple en
todos los sistemas de referencia es la causalidad: es decir, si algo es la causa de
otra cosa en un sistema de referencia (por ejemplo, Alberto enciende la bombilla
y eso causa que los espejos brillen), ese algo siempre ocurre antes que su
consecuencia en todos los sistemas de referencia. Fíjate que los brillos de los dos
espejos no son uno causa del otro, de modo que pueden ocurrir a la vez en un
sistema de referencia y no en otro.
Espero que la explicación no hay a sido demasiado larga —como siempre, he
tratado de razonar sin usar una sola fórmula matemática, lo cual hace los
argumentos un poco más extensos. Si has disfrutado con esta entrada, no te
pierdas la siguiente en la que obtendremos, una vez más simplemente usando la
lógica, otra consecuencia interesante de la Teoría de la Relatividad Especial: la
contracción de la longitud.
Contracción de la Longitud
Una vez hemos recorrido el camino que nos llevó desde el Preludio de la Teoría
Especial de la Relatividad hasta la Paradoja de los gemelos, pasando por los
efectos relativistas más conocidos, vamos a concluir la parte principal de esta
serie hablando de algunos experimentos que demuestran que la Teoría Especial
no es una « ilusión» ni un invento matemático —la relatividad existe.
Por cierto, recuerda que esta serie habla acerca de la Teoría de la Relatividad
Especial, no General, de modo que no vamos a hablar en este artículo de la
curvatura de la luz al pasar cerca del Sol ni nada parecido.
En primer lugar, el punto más débil de toda teoría son sus puntos de partida:
en este caso, los dos postulados de Einstein (si no los recuerdas puedes refrescar
la memoria aquí). Los físicos han realizado muchísimos experimentos tratando
de cerciorarse de que, por un lado, es imposible distinguir un sistema inercial de
otro y, por otro lado, la velocidad de la luz es siempre la misma.
Todos los experimentos realizados son congruentes con los postulados de
Einstein: por un lado, no se ha descubierto ningún experimento físico que pueda
diferenciar un sistema inercial de otro. Respecto a la constancia de la velocidad
de la luz, se han hecho una miríada de experimentos (el primero de todos, el de
Michelson y Morley que mencionamos al iniciar la serie): se ha medido la
velocidad de la luz que nos llega de estrellas que se acercan a nosotros, que se
alejan de nosotros y que no se mueven demasiado ni en un sentido ni en otro. Se
ha medido la luz de una fuente que se mueve a gran velocidad, desde un
observador que se mueve hacia la fuente y que se aleja de ella…en todos los
casos, la velocidad de la luz ha resultado ser la misma (dentro del error inherente
a las medidas de los experimentos, pero es un error muy pequeño). De modo que
parece que los postulados se cumplen.
Respecto a los efectos anti-intuitivos de los que hemos hablado, se han
observado experimentalmente casi todos. Por ejemplo, en el artículo reciente
sobre el muón y a mencionamos una de las pruebas más evidentes: los muones
tienen una vida media de unos 2 microsegundos. A la velocidad a la que bajan de
las capas altas de la atmósfera, deberían recorrer más o menos 600 metros y, sin
embargo, recorren más de 10 kilómetros y tardan unas veinte veces más en
desintegrarse de lo que deberían. Sin embargo, si se tiene en cuenta la dilatación
del tiempo (los muones bajan muy, muy rápido) los números encajan
perfectamente con los datos observados. Por supuesto, si se tienen muones que se
mueven muy despacio, se desintegran en el tiempo esperado (sus dos
microsegundos).
También se ha comprobado con relojes estacionarios y en movimiento.
Desde luego, no podemos acelerar relojes a las velocidades que llevan, por
ejemplo, los muones, de modo que el reloj que se mueve no marca un tiempo 20
veces más lento, pero utilizando relojes atómicos muy precisos sí se observan
diferencias de tiempo del orden de nanosegundos: el reloj que se mueve va más
lento. Desde luego, introduciendo la velocidad relativa de ambos relojes los
números encajan en las fórmulas einstenianas.
La contracción de la longitud, que y o sepa, no se ha medido, pues los objetos
que se han acelerado a grandes velocidades suelen ser partículas subatómicas.
Sin embargo, cuando se mira, por ejemplo, el experimento de los muones, si se
acepta que su vida media en su propio sistema de referencia es de 2
microsegundos y que ven a la Tierra acercarse a la misma velocidad que
nosotros los vemos a ellos acercarse al suelo, la distancia que recorren en su
propio sistema de referencia debe necesariamente ser más corta que la que
medimos nosotros. Desde luego, esto no es una prueba directa sino una
deducción.
Respecto al aumento aparente de masa, es muy evidente a grandes
velocidades: cuando, en los aceleradores de partículas, los físicos llevan (por
ejemplo) un electrón a una velocidad próxima a la de la luz y luego miden su
masa (haciendo que choque con algo), las predicciones de la teoría de Einstein se
cumplen a la perfección: el electrón empuja las cosas con un momento lineal
mucho más grande del que Newton hubiera predicho. La masa aumenta.
No sólo eso —en los aceleradores de partículas pueden llevarse dos partículas
de masa 1 unidad (es un ejemplo, da igual la masa que tengan) a una velocidad
enorme y hacerlas chocar. El resultado es (por ejemplo) otra partícula más
pesada que las dos anteriores. Hasta ahí, todo encaja. Sin embargo, resulta que la
masa de la partícula que se obtiene no es 2 sino más grande… por ejemplo, 2,1.
¿Cómo diablos puede explicarse eso con la mecánica newtoniana? Sin embargo,
la teoría relativista lo explica perfectamente mediante la equivalencia entre masa
y energía. Parte de la enorme energía cinética de las dos partículas iniciales se ha
convertido en masa de la partícula resultante.
También se comprueba el caso contrario todos los días en las centrales
nucleares de fisión: cuando se produce la desintegración radiactiva de los isótopos
del uranio, la masa total de las partículas que se obtienen es más pequeña que la
de las originales… pero si se tiene en cuenta la energía desprendida en forma de
radiación y se usa la famosa fórmula de equivalencia (E = m·c 2), todo encaja a
la perfección.
En resumen —puede que la Teoría de la Relatividad Especial resulte anti-
intuitiva. Hay mucha gente que se resiste con uñas y dientes a aceptar que es una
realidad, y se agarra a cosas como que «parece que el tiempo es diferente» o
que «es una ilusión» . Sin embargo, no es un invento filosófico o matemático, sino
una necesidad teórica para explicar fenómenos, como los descritos en este
artículo, que se observan en el Universo. Todos esos experimentos son
coherentes: el tiempo no es absoluto, la velocidad de la luz sí lo es, la masa y la
longitud varían con la velocidad, la masa y la energía se convierten la una en la
otra…la relatividad es una realidad.
Esto no quiere decir que sea la realidad última: puede que, en el futuro, la
refinemos y se convierta en un caso especial de una teoría más amplia (como
sucede con la Especial dentro de la Relatividad General), pero de lo que estamos
tan seguros como podemos estar es de que no es una ilusión y que los efectos que
describe son reales. Además, las fórmulas que se derivan de los postulados
producen resultados totalmente coherentes con los experimentos, de modo que
¿qué más se le puede pedir a una teoría física?
Por otro lado, aunque hoy en día tengamos todo este equipaje experimental
para apoy ar la teoría, espero que seas consciente de que Albert Einstein dedujo
todos esos efectos y fórmulas sin un solo experimento —sólo pensando con un
papel y un lápiz. Y que, en su momento, él no podía decir (como hago y o aquí)
«Bien, puede no convencerte mi argumento, pero es que lo que estoy diciendo no
es una opinión, ¡se ha comprobado que la masa y la energía son equivalentes!» .
Hoy lo tenemos muy fácil…
Con este artículo finaliza la parte principal de esta serie (que ampliaremos
algún día a la Relatividad General). Espero que hay as disfrutado tanto ley endo la
serie como y o escribiéndola —aunque tengo que decir que es la que más
esfuerzo me ha supuesto de todo lo escrito en El Tamiz hasta ahora—, y que
después de leerla tengas una idea más clara de qué es y por qué es lógica la
Teoría Especial de la Relatividad.
Si hay interés, podemos dedicar un artículo (o dos) a responder « preguntas
frecuentes» . De modo que, si tienes flecos o preguntas pendientes sobre el
asunto, escribe un correo electrónico (recuerda, [email protected]). Elegiré los
más representativos e interesantes y, si hay suficientes, artículo al canto (si no
hay muchos o no son suficientemente interesantes, los trataré de contestar por
correo). Prefiero dejar los comentarios de este artículo para hablar sobre este
artículo en concreto, no de la serie, de ahí que os pida que lo hagáis por correo.
También podéis hacerlo en el foro, y a que he abierto un hilo específico para la
serie.
Por cierto, he creado una categoría (Relatividad sin fórmulas) para tener todos
los artículos agrupados de forma que sean una referencia más fácil de encontrar.
PEDRO ESTEBAN-GÓMEZ GONZÁLEZ. Nacido en Sevilla, estudió Física y es
profesor de Inglés, Física, Tecnología y Ciencias de la Naturaleza en el Colegio
Nuestra Señora Santa María de Madrid. Escribe los artículos de divulgación
científica y noticias de actualidad científica o tecnológica en su blog eltamiz.com