Gonzalo Arango Primer Manifiesto Nadaista PDF
Gonzalo Arango Primer Manifiesto Nadaista PDF
Gonzalo Arango Primer Manifiesto Nadaista PDF
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mani /i e.)to
N ADAIsta
yo m a l o a í a n q o
medellin - Colombia
¡.958
I
D E F IN IC IO N D E L N A D A I S M O
El Nadaísm o, en un concepto muy lim itado, es
una revolución en la form a y en el contenido del orden
espiritual im perante en Colombia. Para la juventud es
un estado esquizofrénico-consciente contra los estados
pasivos del espíritu y la cultura.
U stedes me preguntarán por una definición m ás
exacta. Yo no sabría decir lo que es, pues toda d efin i
ción implica un lím ite. Su contenido es muy vasto, es
un estado del espíritu revolucionario, y excede toda
clase de previsiones y posibilidades.
Podrían decirm e ustedes qué es el C atolicism o?; ó,
qué es el M arxism o? #
— Que es la elección del alma sobre su s fin es supe
riores.
— Y que es la política para fundar una sociedad
universal sobre las bases de la felicidad humana y de
idénticas oportunidades económ icas y espirituales pa
ra todos.
E sas respuestas son parciales, incom pletas, pues
el Catolicism o y el M arxism o son eso, y todo lo d em á s:
un quehacer histórico del hombre que vierte su ex is
tencia sobre fin es ultraterrenos o terrestres, según
recaiga su elección en la tierra o en el cielo: una lu
cha de valores por conquistar una preem inencia en el
más acá, o en el m ás alia.
N osotros no queremos trabajar sobre lo definitivo.
El N adaísm o nace sin sistem as fijo s y sin dogmas. E s
una libertad abierta a las posibilidades de la cultura
colombiana, con un m ínim o de presupuestos de lucha
que evolucionarán con el tiem po hacia una estim ación
valorativa del hombre, una form a de belleza nueva, y
una aspiración sin idealism os rom ánticos ni m etafísi-
cos hacia una sociedad evolucionada en el orden cul
tural y artístico.
— 3 —
II
III
EL N A D A IS M O Y LA PO ESIA
Trataré de definir la poesía como toda acción del
espíritu com pletam ente gratuita y desinteresada de
presupuestos éticos, sociales, políticos o racionales que
se form ulan los hombres como program as de felicidad
y de justicia.
— 4
E ste ejercicio del espíritu creador originado en
las potencias sensibles, lo lim ito al campo de una sub
jetividad pura, inútil, al acto solitario del Sér.
El ejercicio poético carece de función social o mo-
ralizadora. Es un acto que se agota en s í mismo. Que
al producirse pierde su sentido, su trascendencia. La
poesía es el acto más inútil del espíritu creador. Jean
Paul Sartre la definió como la elección del fracaso.
La poesía es, en esencia, una aspiración de belleza
solitaria. El m ás corruptor vicio onanista del espíritu
moderno,
Sin duda, queda una posibilidad de belleza viril
en la poesía colombiana, de belleza inútil y pura, y
ésta sólo puede ser el producto de la estética N adaísta.
Y la poesía N adaísta es la libertad que desordena
lo que ha organizado la razón, o sea, la creación inver
sa del orden universal y de la Naturaleza.
La poesía es por primera vez en Colombia una re
belión coní-ra las leyes y las form as tradicionales, con
tra los preceptos estéticos y escolásticos que se han
venido disputando infructuosam ente la verdad y la de
finición de la belleza.
André Gide soñaba en “Los N uevos A lim entos Te
rrestres” con un arte de las palabras que no tratara
de probar ni d efin ir nada.
Tal adivinación sobre la esencia de la poesía, m a
terializa la fe creadora del mundo irracional y cons
ciente en la poesía N adaítta, de la cual se excluye la
polémica, la dialéctica, la lógica, la retórica, el ritmo,
la rima, la belleza clásica, el sentim iento, la razón, pa
ra quedar reducida a la sim ple intuición de belleza
purificada y liberada de la satrapía de las entelequias
y de las form as, y depurada en e! sim ple esquema, la
honda viscera del irresponsable espíritu creador que
produce sim ultáneam ente belleza Corsciente-Incons-
ciente; Irracional-C onceptual; O n írica-D espierta; o sea
belleza pura-nata como un pecado original.
Belleza que es protesta y desobediencia a todas las
leyes Ebico-Políticas-Estéticas-Sociales-Religiosas, y es
vértigo ante el peligro de lo prohibido. Porque ser poe
ta significa aceptar esa pasión culpable y a la vez re
dentora derivada de la alegría que produce la destruc
ción del Orden Universal. En cuya destrucción ae pu
rifica el espíritu de todas sus resignaciones, confor
mismos divinos y revelados que traen el m ensaje de la
perdición y esclavitud del espíritu.
Por la gran causa libre de la poesía, no es posi
ble, ni lícito, ni permitido, hipotecarla en em presas
idealistas de orden social o político. Eso sería asignar
le un legítim o carácter bastardo a su género.
No se puede comprometer la poesía asignándole
responsabilidades espirituales o morales en el devenir
del hombre y de la H istoria. De eso se encargaría la
política, que es arte y ciencia al mismo tiempo, impli
ca aspiraciones de justicia y de felicidad, y es síntesis
de valores racionales.
Al surgir esta nueva form a de belleza Nadaísta
toca a su ocaso la belleza clásica; la belleza medida y
calculada; la belleza pulsada e inspirada; el pasatiem
po de la belleza; la enseñada por los profesores de re
tórica; la belleza del éxtasis celeste; la belleza lírica;
la be’leza elegiaca; la bel'eza épica y pastoril; el truco
abominable de la belleza parnasiana; la que fabrican
los poetas m asivos y m esiánicos. . . , pero sobre todo,
la belleza que se hace con olor a mujer, esa detestable
traición a la belleza que es el romanticismo.
Secularm ente la poesía colombiana ha extraído su
numen de las pestilencias o los perfumes del sexo fe
menino, lo que significa una impureza y un impudor
contra la castidad del arte.
No más concubinato lírico con las musas. Eso es
pagar con monedas envilecida* el alto precio de la be
lleza.
Como la poesía N adaísta es una revolución frente
a la estética tradicional, eso implica el descubrimiento
de una nueva estética que abrirá todos los controles
bajo los cuales ha permanecido, oculto un m isterioso
mundo poético: ei mundo subconsciente que es como el
deposito general de un almacén del espíritu que pro-
vée las exigencias de la conciencia reflexiva.
E sos m ateriales irracionales son como basuras
del espíritu moral, los reductos desechados por el pu
ritanism o burgués. Nosotros los N adaístas vamos a re
cogerlos y a consagrarlos como m ateria de arte, como
yacimientDS de riqueza inexplotada, con los cuales va
mos a elaborar una belleza pura sin som etim ientos a
la dictadura de la razón y a las prohibiciones de una
retórica frígida.
La revolución Surrealista de André Bretón inten
tó esta aventura salvando a la poesía francesa del fa s
tidioso academismo en que estaba detenida, creando
bases para la expresión de una estética libre de suje
ciones y preceptos.
Bretón definía esa elevada m isión reformadora
del Surrea’vsmo con la creencia en una “ ...r e a lid a d
superior de ciertas form as de asociaciones desprecia
das hasta entonces, en el poder del sueño, en el juego
desinteresado del p en sa m ien to .. . ”
Para identificar la poesía N adaísta será necesario
que alternen en el pnema la razón frígid a de la sensi
bilidad intuitiva, sim ultáneam ente con la sensibilidad
ardiente de la Razón Pura deductiva.
Lo que no sea e?to, será bazofia bizantina, vergon
zosos lastres de academismo; artificio estéril de retó
ricas decadentes; residuos lustrosos de estéticas inse
pultas pero ya podridas; cadáveres de belleza diseca
da y conservada por el mal gusto» los sentidos atro
fiados, y una propensión del espíritu neutro y eunu
co del hombre colombiano para reaccionar positiva
mente, \ i r í 1mente, ante los estím ulos aprem iantes de
la nueva belleza Nadaísta.
IV
E L N A D A ÍS M O Y LA PROSA
# r
Hemos entendido la misión de la prosa como un
instrumento expresivo al servicio de los conceptos. Su
función es analítica y dialéctica, sirve de cauce a la
sín tesis del pensamiento.
De ella se sirven la ciencia, la política, la filoso
fía, la historia, la literatura de tesis, la economía, el
derecho, y en general U s ciencias experim entales y
del espíritu.
Nuestra pregunta inquietante es:
Qué haremos los N adaístas con la prosa y sus in
sospechados recursos de expresión?
Imposible contestar, pero también eludir una res
puesta.
En lo posible, la utilización N adaísta de la prosa
consistirá en el empleo de los elementos No-Raciovales,
No-Conceptuales, esos elementos indeterminados, di
fusos, perdidos en el mundo sensible, nó necesariamen
te poéticos, nó necesariamente intelectivos, que no son
por no ser percibidos, pero que pueden ser intuidos,
que pasan psicológicam ente por una invisible, pero
sent'da línea equinoccial del espíritu.
A esos elementos se les asignarán funciones es
pecíficas, diferentes a las acostumbradas por el rea
lismo empírico, el racionalismo, y el logicism o acadé
mico.
En la prosa N adaísta hay que buscar contrastes
de tonos, de colores, de significados, de expresión; los
mismos efectos que buscan las artes plásticas y la mú
sica para producir sensaciones no contenidas en la rea
lidad del mundo visible y de ¡as formas.
La prosa no puede seguir siendo un cuerpo de pa
labras organizadas en un conjunto racional y com
prensible. Hay qué darle una de3vertebración irracio
nal.
— 8 —
Las exigencias rigurosas del intelectualism o y el
naturalism o nos han hecho olvidar de los símbolos en
donde radica el arte verdadero.
La realidad ya existe inm odiíicablem ente como
creación divina. Esa realidad divina no nos interesa
por su carácter irrevocable y absoluto. La realidad hu
mana, que es la tentación de la libertad frente al mun
do de lo posible, constituye la entrañable preocupación
del arte verdadero, ese arte enfrentado a la Realidad-
Real que es la que descubre el espíritu creador. Porque
el arte es. en última instancia, lo No-Divino, lo No-
Real, o sea, lo que extrae el espíritu del mundo caó
tico de los elementos dispersos en la Naturaleza.
No se trata de embarcarnos en una polémica in ú
til sobre escuelas literarias para confrontar el simbo
lism o con el realismo naturalista. La disputa sobre sus
aciertos y desaciertos no nos interesa, por ser una pre
ceptiva de escuelas. Lo que nos inquieta es buscar una
definición aproximada sobre el sentido de un arte nue
vo o las posibilidades de crearlo.
No queremos buscarle razones a la realidad, sino
sinrazones.
En este sentido, la prosa N adaísta será la expre
sión de lo absurdo, de lo inverosím il. Aspiram os a des
virtuar la realidad para hacerla participar de sus lo
cas y absurdas posibilidades, para recrear la realidad
mediante la libertad absurda del artista.
No abandonaremos ese mundo que parece aparen
tem ente tan irreal, pero cuya esencia es la realidad.
No abandonar ese mundo regido y dominado por un
racionalism o soberbio que todo lo quiere explicar, y lo
explica ingenuamente con m iserables conceptos que
limitan ese mundo a las palabras, sin sospechar que
en el fondo m isterioso de ese mundo aparente, y más
allá de las palabras, existen temblorosas posibilidades
de Ser. E sa sospecha ontológica denunciada por Ma-
llarmé cuando dijo que:
E n tre la espuma y el infinuo
hay pájaros ebrios de existencia
Nuestra misión con la prosa es esa confrontación
entre las realidades existentes acuñadas con los sellos
de la razón y del sentim iento, y de su s posibilidades
absurdas. Por eso creemos en la verdad de lo invero
sím il, y en la realidad de lo irreal, Explotarem os esos
elementos con un criterio nuevo y revolucionario: con
el criterio Nadaísta. Que consiste en descrear lo crea
do. Oponer la libertad creadora del art ista a la de Dios.
Y en esa confrontación entre la belleza humana y la
Divina, conformar un mundo a-D ivino que también
pudo ser posible.
V
EL N A D A IS M O :
Principio de Duda y de Verdad Nueva
Partim os de la base de que la sociedad colombiana
está urgida de una mpostergable transform ación en
todos sus órdenes espirituales.
E ste concepto no es una prem isa ni una afirm a
ción a-priorística, sino un corolario derivado a e la e x
periencia concreta que vivim os.
En estos tiem pos en que las relaciones humanas
eon sim uladas y acom odaticias a ;ntereses jeráraui-
cos y subalternos; en que la vida del hombre colom
biano es una m entira que se repite para ¡áí y con rela
ción a los otros; en que la carta del ciudadano es un
pacto de conform ism os y vergonzosas resignaciones,
Descartes siguo vivo en nosotros aportando sobre nues
tro tiempo su luz m agnífica.
Su gran principio de la Duda constituye la mejor
conquista del espíritu moderno contra los despojos de
la fe y de las consolaciones propuestas por los anti
guos idealism os filosóficos y las religiones.
Formidable su imagen del mundo que no acepta
como verdadero sino aquello que previamente se com-
— 10 —
prueba con la experiencia. Apelamos a este principio
de la Duda cartesiana, pues todo conocimienw), toda
verdad, o toda dirección -del hombre sobre sus fin es
empieza con la duda. '
En nuestro caso colombiano, una imagen, una re
presentación verdadera de nuestra situación espiritual,
sólo es posible si ponemos en duda y entre paréntesis
esa imagen heredada que nos legaron las anteriores
generaciones, y que nosotros, nueva generación, no nos
hemos preocupado de preguntarnos si es legítim a, o
bastarda, indestructible o vulnerable.
El Nadaísmo, movimiento revolucionario de una
juventud que nada tiene qué perder intelectual y m a
terialm ente, hará a nombre de esta generación esa im
portante pregunta. Y en lo posible responderá sobre
la autenticidad o simulación de las verdades que no?
legaron como ciertas, y de las cuales, en esta crisis de
la cultura colombiana, empezamos a dudar y a consi
derar funestas para la evolución científica y lioeral
de la cultura.
N o es posible una fe en el vacío, sin correr el ries
go de que esa fe se convierta en mala fe. Y si es cierto
que nosotros no tenemos nada que perder, pues esta
sociedad no nos ha ofrecido ninguna posib lídad de
realizarnos independientemente sin la previa sujeción
a sus prejuicios y a sus dogmas, en cambio sí tenemos
mucho qué ganar: el derecho a ser libres frente a la
m entira que se nos propone, y por lo cual, en el caso
de aceptarla, la sociedad nos paga rila una halagadora
remuneración en títulos, en posiciones y en dinero.
Dentro del actual orden cultural colombiano, to
da verdad reconocida tradicionaím ente como verdad,
debe ser negada como falsa, al menos en principio. Por
ahora el único sentido de la libertad intelectual con
siste en la negación. La aceptación sum isa o la indi
ferencia pasiva significaría claudicación, resignación
o cobardía. Comprometerse en la rebelión y la protes
ta frente al orden establecido y las jerarquías domi
— 11 —
nantes, tendrá el sentido de poner el ejercicio intelec
tual al servicio de la justicia, la libertad y la dignidad
del hombre.
E sta empresa dfel espíritu revolucionario de los
jóvenes intelectuales colombianos mairginados por el
poder excluyente de las clases reaccionarias y burgue
sas, es ciertam ente muy ambic;osa, pero está lejos de
tener el carácter de un idealismo romántico.
Las perspectivas iniciales nos presentan un pano
rama difícil, casi impenetrable en la conciencia colom
biana, pues toda revolución nace con fin es a la des
trucción de los mitos y los dogmas im perantes que im
piden la objetivación de ese espíritu revolucionario.
La lucha será desigual, considerando el poder con
centrado de que disponen nuestros enem igos: la eco
nomía del país, las Universidades, la religión, la pren
sa y demás vehículos de expresión del pensamiento. Y
además, la deprimente ignorancia del pueblo colombia
no y su reverente credulidad a los m tos que lo sumen
en un lastim oso obscurantismo regresivo a épocas me
dievales.
Ante empresa de tan grandes proporciones, renun
ciam os a destruir el orden establecido. Somos impo
tentes. La aspiración fundam ental del Nadaísmo es
desacreditar ese orden.
E ste m ovim iento acaba de nacer en medio de una
generación frustrada, indiferente y soütaria, y en un
país de seculares conform ism os espirituales. Es impo
sible exigir, y no lo esperamos, que el Nadaísm o sea
aceptado de ’nmedíato. No nos ilusionamos con la so
lidaridad hipotética de los intelectuales ya consagra
dos por una larga tarea profesional admitida como
“Sublim e” por la ingenuidad del país, y por el mal
gusto de sus gentes. Rechazamos anticipadam ente esa
sospechosa solidaridad que de todos modos no vendrá.
Ellos salien que si se retractan de ^us viejas posiciones
en la cultura, la sociedad que los ahm enta les retiraría
— 12 —
su confianza y su favor, y los condenaría al anoni
mato y al desprecio. Por lo cual prefieren seguir fa
bricando su obra abyecta- observando los preceptos de
la corrección, del estilo, de las ideas y de las emocio
nes de la burguesía, conformando una cultura de Or
den y de élites superiores.
Con cada verso, canto, novela, cuento o crítica lite
raria, esos intelectuales están pagando a plazos la hi
poteca del pensamiento que comprometieron para de
fender los intereses y los principios del Orden tradi
cional. Separarse una línea de esa conducta de deudo
res del pasado, im plicaría para ellos el peligro de ser
juzgados como traidores a la sociedad, la patria, la re
ligión, la verdad y la belleza.
Ante tal soledad: rechazados por las clases diri
gentes, combatidos y perseguidos, y ante la indiferen
cia com placiente y despectiva de nuestros intelectuales
consagrados incapaces de una varonil rectificación a
nombre de la libertad del espíritu; y m ientras mere
cemos el respaldo de una juventud revolucionaria que
ha v vido m arginada por falta de oportunidades y
próxim a a la frustración de sus grandes poderes crea
dores, el Nadaísm o estará abierto a todos los incon
form ism os y todas las irreverencias de tipo cultural,
estético, social y religioso. Esos inconform ism os ten
drán una amplia acogida en la Revista “N A D A ”, ór
gano del M ovimiento Nadaísta.
Sin ser necesariam ente N adaístas, esos inconfor
mismos sirven los fin es del Movimiento, pues flu c
túan entre el Nada-ism o y otras fuerzas revoluciona
rias indispensables y activas contra los valores es
tratificados del Orden y la tradición.
Al pretender desacreditar los dogmas de todo ti
po, no podemos recaer nosotros en un nuevo dogma
tism o: en el dogma de la revolución N adaísta. Que
da, pues, abierto el cam ino de las controversias.
El Nadaísm o no es por lo tanto un sistem a ce
— 13 —
rrtado e incapaz de evolucionar hacia una cultura su
perior. Por el hecho de nacer, implica que empieza
a evolucionar y a cum plir hasta donde sea posible
sus fin es propuestos. Declinará cuando esos fin es den
nacimiento a una nueva cultura para después cerrar
su ciclo N egativo-P ositivo.
Cesa el Nadaísm o para ser lo otro,, lo que ven
drá. E se nuevo espíritu no aparece estructurado en
nuestras previsiones con form as muy visibles, pero
será de tM os modos contrario al que ataca la revo
lución N adaísta.
Habremos fracasado si nuestros principios no es
tán dentro de las posibilidades inm^dialas y concre
tas de estos fines. Por muy difícil que se presente
la realización de esta em presa de descrédito, no desis
tiremos, pues nuestra confianza ro radica en ningu
na fe que supere nuestras posibilidades vitales y con
cretas.
Porque vamos a trabajar sobn. ja m ateria mode-
lable del hombre colombiano y de b sociedad en que
vive, o m^jor, de la sociedad en qui sufre, desespera,
y en la que finalm ente muere, sít* t>oder decir antes
de eso, para qué le servía la vida
VI
EL N A D A ISM O :
L egítim a Revolución Colomibiana
El M ovimiento N adaísta no es una im itación fo
ránea de Escuelas literarias o revoluciones estéticas
anteriores. N o siprue modelos europeos. El hunde sus
raíces en el hombre, en la sociedad y en la cultura
colom biana.
N uestros enem igos van a condenarlo a-priori bus
cándole parentescos ilegítim os con m ovim ientos revo
lucionarios sim ilares, por ejemplo en el Surrealism o,
el futurism o, el n ih lism o , el exietencialism o, etc.
— 14 —
Seguram ente una revolución se parece a otra en
sus principios, en sus métodos y en sus fines, y Fe
inspira en causas sem ejantes que condicionan el in-
surgim iento de un espíritu nuevo, sobre los despojos
decadentes de viejas form as de Ser y de Cultura.
Van a condenarnos como traidores a la “Realidad
H istórica”, a lo “Autóctono”, a una estética tradi
cional incorruptible, en nombre de los valores mora
les, para concluir que no hcy derecho de escribir y
de pensar de una manera N adaísta, pues eso no co
rresponde al medio ni a la época.
Por oposición a eso, exhibirán los representan
tes del Orden una América Virgen, inconquistada cul
turalm ente, pletórica de belleza natural, de m itos an
cestrales, de praderas salvajes donde los caciques in
dios cabalgan sobre el lomo de los leopardos, de ríos
de plata bajo el sol naciente, de culturas precolom
binas, del original hombre am ericano, del limo am e
ricano.
Y que esta problemática específica del Nuevo Mun
do, este realismo histórico y sociológico debe confor
mar y estructurar nuestra ideología y nuestra esté
tica. Nos exigirán “escribir y pensar a lo am ericano” ,
y calificarán el Nadaísmo como una postura, o ma-
jor, como una impostura.
Los excesos de la naturaleza americana, su es
plendor, su m ágica belleza original, la lírica enajena
ción del paisaje, sus atributos externos no nos inte
resan como materia de arte. Nos importa ante todo
la problemática del hombre colombiano, su situación
espiritual. No el decorado ni los escenarios donde se
real za su drama.
Convenimos en que América es un continente
n u evo.A ún no se han cumplido los cinco siglos de ¿u
descubrim iento. Comparativamente con la juventud
de América, sobre Europa gravita una cultura mile
naria, la que Oswaldo Spengler denomina “Decaden-
— 15 —
cía de Occidente". Nosotros n o hemos llegado aún a
la edad de la razón que dan las culturas evolucionar
das. Estam os en la edad d*J éxtasis y de la contem
plación frente a la belleza Eterna de la Naturaleza,
la belleza divina.
N uestro nacim iento como cultura es un aborto
engendrado por la “Madre España*’, madre de todos
los idealism os bastardos de Europa: catolicismo, feu
dalismo, m onarquía. E se legado espiritual nos tra
jeron las carabelas de los conquistadores: una reli
gión que conforma una mentalidad dogmática, oscu
rantista, refractaria a las libertades del espíritu, y
que encadena al hombre a la ignorancia y a los temo
res supersticiosos de los idealism os trascendentes. Y
un idioma sin cultura universal, pues el “Siglo de
Oro” español,, m áxima empresa del espíritu ibér’co,
produjo una literatura al servicio de la religión y de
la nobleza.
Por otra parte, el feudalism o y los subproductos
modernos de la nobleza siguen vigentes entre nos
otros, en form a de sistem as económicos de explota
ción y abism ales diferencias de clase, con la sola di
ferencia de que en la nueva democracia se han cam
biado los sistem as de op resión : el látigo por el sala
rio. el Conde por el conductor, el Siervo se llama hoy
obrero; el arzobispo se sigue llamando Arzobispo, y
el Terrateniente conserva su nombre .y sus latifun
dios.
Todo eso que reconocemos como la herencia de
la Hispanidad pesa como un lastre sobre nuestra so
ciedad, impidiendo una evolución de la cultura en re
lación directa con la evolución científica del mundo
ni'iderno.
Seguim os anclados espiritualm ente en la Edad
Media. Y el hombre colombiano vive, por culpa de
la educación, acomodándose a sistem as retrospectivos,
ahogándose en el mi Lo de la Hispanidad, en los siste-
— 16 —
mas educacionales de tipo medieval, confesional, con
limitadas y esporádicas variaciones liberales y racio
n alistas__
Al renegar de la herencia, hispánica, rectifica
mos el viejo criterio americanista de que un pueblo
es joven en virtud de sus paisajes. Lo es en razón de
sus ideas y de su evolución espiritual. La decrepitud
no es un concepto de la vejez del mundo físico, sino
la caducidad del espíritu resignado, incapaz de evo
lucionar hacia nuevas formas de vida y de cultura.
América es vieja desde su nacimiento. Por cul
pa de sus descubridores y su herencia, su nacimien-
uO significó para la Historia una especie de muerte.
O más exactamente, un aborto imperfecto para la vida.
En tal forma que ella no ha nacido culturalmente por
su cuenta, nutriéndose como se nutre de una vejez
cansada y esterilizante transmitida por el cordón um
bilical de su idioma y de sus creencias.
Ante el duerna de ser o de-no ser, de elegir una
cultura por separado con sentido universal, qué sig-
nif ca para la cultura de América tallar sapos, revi
vir mitos, incrementar las supersticiones, retener el
tiempo olvidado, la prehistoria, si aún no cuenta
ni determinada nada su cultura en el devenir de las
ideas contemporáneas?
Detenerse en el pasarlo son un asombro contem
plativo, evidencia el comp’ejo de América ante un
mundo evolucionado que decide su destino y su su
pervivencia histórica y biológica, mediante las actúa
las revoluciones sociales y conquistas científicas del
espacio que se disputan el predominio político de la
T ierra.
América no puede anclarse en lo regional, en lo
folclórico, en la tradición mítica. Eso sería un aspec
to de su desarrollo intelectual y artístico pero no pue
de decidir su destino y su Historia sobre estas formas
inferiores de su desarrollo. América debe superar el
— 17 —
complejo de su infantilism o espiritual. De otra ma
nera nos quedaríamos en la Edad de la Rana y la Lagu
na, en tanto que la técn ca científica ha fijado estre
llas en el espacio cósmico.
Ningún pueblo, m ningún continente viejo o nue
vo puede elegir su destino por separado. La más leve
onda del mar de la H*storia contemporánea agita con
su movimiento el porvenir de los pueblos, y decide su
suerte o su desgracia.
Una cultura solitaria, desvinculada de los in te
reses universales, es imposible concebir. Nadie pue
de evadirse, ni eludir el papel que representa en el
mundo moderno. Todo se relaciona de una manera
profunda en esta época en que el simple hombre en
carna una misión en la Historia: su acción o su indi
ferencia implican una conducta de inmensas respon
sabilidades éticas, y al aceptarla o negarla, se salva
o se condena.
Ya no podemos aceptar como sentido moral de
la existencia, aquel pensamiento agonista de Kierke-
gaard: “Sea como sea el mundo, ya me qxudo con Ur
na naturalidad original que no pienso cambiar en
aras del bienestar del mundo”.
VII
IMPOSTURA DE LA EDUCACION COLOMBIANA
Podemos responsabilizar de nuestro atraso cul
tural y de la mediocridad espiritual que vive el
país a los sistemas educacionales que rigen en Colom
bia: educación dogmática regida por principios con
fesionales y escolásticos.
Tanto la Iglesia Católica como el Estado Orto
doxo. han prohibido el libre examen y la libre inves
tigación, decretando una rígida censura inquisitorial
a las ideas modernas. En ello evidencian el complejo
ante una educación liberal racionalista, abierta a to
— 18 —
4
das las investigaciones. Pero esto traería, naturalmen
te, funestan consecuencias para la eatabiHdad del or
den social.
La educación colombiana sufre cíclicamente los
recorte* de ciertas teorías políticas, económicas, so
ciales y artísticas que se debaten en la cultura moder
na. Determinados autores y determinadas doctrinas
no se estudian, ni se analizan a mero titulo de discu
sión, así sea para demostrar la falsedad de esas ideas.
Basta no enseñarlas para que los estudiantes las ig
noren. Esta es la mala fe de nuestro sistem a educa
tivo que engaña al estudiante y lo defrauda en su áni
mo investigativo: se le cierra el camino.
A cambio de esa educación oficial dirigida r>or
la Iglesia y el partido de gobierno, se ofrece una en
señanza elaborada, limftada, con intereses específi
cos sobre la cultura.
De otro lado, el criterio dogmático inquistorial
que rige en las bibliotecas públicas y universitarias,
es un reflejo de la educación medieval que recibimos.
Es inconcebible que existan bibliotecas con secciones
denominadas “El Infierno”, donde se aislan los libros
más fundamentales para la investigación cultural y
c^ntífica. Esos libros son negados y prohibidos a es
tuchantes, por temor a queJ sus ideas “les pierdan el
alma99.
También en las bibliotecas públicas deben selec
cionarse los libros de lectura con un criterio ortodoxo
y confesional, con la censura previa de la Curia que
dice en última instancia cuáles son los libros de “sana
morar* que no tengan “ideas corruptoras que envene
nen a la juventud”.
O sea, que se está educando a la juventud colombia
na con los mismos sistema* oscurantistas e inquisito
riales de la Edad Media. Esta educación está priva
da de las posibilidades de conocer la verdad. Es un
fracaso. Una disciplina de simulación. De intereses
— 19 —
prefabricados para conformar al hombre colombiano
de acuerdo con los conceptos• imperantes.
Trágicas consecuencias individuales y sociales
trae consigo la educación elaborada de antemano, se
leccionada. Cuando el individuo reacciuna ante la pre
sión educativa, y se aventura en la libre investigación
para conocer como verdadero aquello que comprueba
con su experiencia directa, entonces surgen las con
tradicciones, la confusión, la desesperación del espí-
r'tu que no encuentra su camino, ni su objetivo, ni
sus fines éticos.
Todos los idealismos se derrumban, y con ellos,
esas esperanzas ingenuas que se pusieron sobre el
mundo, sobre la vida, sobre la cultura y sobre la tras
cendencia. El hombre colombiano, en la mitad de su
torpe y oscuro camino, se extravía en el más desola
dor escepticismo, por culpa de los sistem as educacio
nales esclavizantes y tiránicos.
A partir de ese desconcierto surge la claudica
ción o el abandono, dos maneras de cometer el suici
dio moral o intelectual. Claudicación por negarse a
aceptar una cultura elaborada con sofism as de dis
tracción; y abandono de toda esperanza, de la lucha,
del dinamismo que se apaga y se repliega en una an
gustia solitaria e infecunda.
No tiene ~nás alternativa que claudicar de los es
tudios en una decisión sublevada contra la cultura de
simulación que se le ofrece, o adaptarse a los estre
chos moldes del conformismo espiritual de esa cultu
ra. *
Lo que demuestra que cualquiera sea su elección,
el estudiante colombiano elige siempre un fracaso.
— 20 —
V III
— 21 —
mación de una imagen del mundo, que en lugar de unir
el destino individual al destino histórico del hombre,
establece frente a él una lejanía, una separación fun
damental . . .
La m etafísica es una investigación sobre la muer
te y sobre las posibilidades trascendentes de la exis
tencia. 0 mejor dicho, es una evasión del Ser hacia
el mismo Ser que se conoce. Es por eso la creación
de un mundo para sís completamente ajeno al devenir
histórico que es terreno privativo de la política, que
significa compartir el Mundo con los Otros.
Por consiguiente, la única “utilidad” de la me
tafísica es el pensar sobre la muerte, porque el pen
sar sobre la vida es, precisamente, la política.
Por su carácter esencial sobre ideas irreducti
bles a la vida, la especulación pura no nos interesa
como aspiración de trascendencia. Pues nunca esa i
magen del mundo que resulta del ejercicio m etafísi-
co conduce a soluciones sociales y terrestres de iusti-
cia, perfección o felicidad humana. Por el contrario,
su consecuencia es la desesperación y el desorden, y
en ello se evidencia un fracaso que nos descubre dos
cosas:
Nuestra impotencia para conocer lo Absoluto — vo
cación satánica del espíritu prometeico— , y nuestro
desamparo ante la muerte. De cuya encrucijada dra
mática surge esta verdad: La existencia como un fra
caso del hombre ante Dios.
En este plano de soledad, el hombre adquiere su
trágica medida, fruto desesperado del conocimiento.
Pero esta desesperación es gratuita, a-priori, por es
ta razón: La muerte es una cuestión pura, una abs
tracción, pues no es real como experiencia de los vi
vos, debido a su carácter de elemento ideal de cono
cimiento.
Por eso creemos que el camino hacia la trescen-
dencia empieza con una traición a h vida, o de todos
— 22 —
modos con una renuncia. El ser concreto se desplaza
con su inquietud m etafísica hac a el No Ser. El sen
timentalismo del hombre inseguro de sí mismo, lo ha
ce refugiar en la consolación de los mitos que crean
para su temor el idealismo o la religión, con solucio
nes hipotéticas para responder al interrogante miste
rioso que abre la muerte.
Transmutan lo nmediato, la inmanencia, a cam
bio de la posibilidad que fundamenta el anhelo hu
mano de trascender, por el m.edo de que todo termine
aquí, en el Más Acá. Para algunos, es la religión lo
que señala este refugio. Para otros, es una filosofía
de la desesperación que propone un i dealismo román
tico consistente en una transmutación de valores del
espíritu y la cultura para que trasciendan en alguna
fiorma o fuerza indestructible después de la muerte:
una especie de reencarnación sin cuerpo, inmaterial
pero entitativa, pues no aceptan que la existencia vivi
da como una función superior del espíritu, se derrum
be miserablemente con el accidente de la muerte, a
manera de un recipiente viejo y gastado que se con
sumió en la acumulación de esas fuerzas.
Estas son actitudes religiosas y espiritualistas.
El Nadaísmo desplaza sus preocupaciones meta
físicas y antropológicas hacia una concepción del hom
bre social enmarcado dentro de la inmanencia. Su
ética será por eso una ética para la tierra, para la
Historia, para la existencia en sL
IX
PROHIBIDO SUICIDARSE
A pesar de todo, no vamos a m atam os. El N a
daísmo es un vitalismo que limita para este tiempo
y para este mundo todas nuestras posibilidades de f i
jación histórica. Solo se vive una vez, y solo una vez
se muere. La existencia es un gran acontecimiento.
— 23 —
No vamos a negarla. Esta no es una filosofía de la
desesperación ni de la muerte, sino una conducta de
la vida.
Franz Kafka aconsejaba para una ética de la
existencia: “No desesperes, ni siquiera, por el hecho
de que no desesperas. Cuando todo parece terminado,
surgen nuevas fuerzas. Esto significa que vives”.
La idea del suicidio es algo que no ajusta dentro
de nuestros sentimientos morales —no religiosos— , si
no más bien de esa moral que inspira la naturaleza a
la que somos fieles por convicción filosófica, por de
voción a ese mínimo de posibilidades y complacencias
a que tiene derecho todo hombre por el hecho de ser
lo.
Todos los días renovamos esta fe sobre los des
pojos de las viejas creencias que nos hacían estimar
la vida por otros conceptos: el del temor al infierno,
la obediencia a las leyes divinas, el sentimiento de cul
pabilidad congénito al hombre por el pecado original.
Pero al consultar uno sus recursos para defen
derse de tanto veneno sofístico que enajena la con
ciencia, está la hermosa ley de la naturaleza en la que
nos hemos confiado. Pienso, pues, que la ventana ae
mi cuarto está demasiado alta, y eso despeja los te
mores y las dudas en lo que se refiere a mi voluntad
de vivir. Porque el miedo de mi libertad es, en últi
ma instancia, miedo al vacío.
El Nadaísmo rechaza dentro de su sistema de
valores el suicidio, por considerarlo como un atenta
do contra la integridad del Ser, el acto negativo de
la existencia.
Ninguna desesperación por muy extrema que sea,
ningún temor de terminar aquí, ningún vencimiento
moral o material lo justifica. El hecho de vivir es su
perior infinitamente a cualquier fracaso, pues en ese
fracaso solo termina una posibilidad, en tanto que la
vida es la aceptación permanente de posibilidades in
finitas.
— 24 —
X
HACIA UNA N U E V A ETICA
X
Aspiramos, como posibilidad, a que el Escritor-
Nadaísta sea un Escritor-Delincuente. O mejor, que
la estética y la ética jueguen en el mundo de su elec
ción como valores correlativos y complementarios. En
tal forma que al elegir la belleza pueda elegir tam
bién el crimen, sin que en estos dos actos haya con
tradicción ni posibilidad de que el artista pueda ser
juzgado o condenado con las leyes prohibitivas de u
na moral externa y Universal.
Su pasión por la belleza puede conducirlo a su pa
sión por el delito, sin coacciones ni vestigios de remor
dimientos. No se trata de postular un sistema de va
lores para criminales vulgares, ni para los viejos pro
tegidos de la retórica y de la belleza clásica. Esta es
una ética para los Nadaístas quienes se elevarán siem
pre sobre los remordimientos y sobre los pecados or
dinarios que estamos obligados a despreciar. Para nos
otros no existen los muros coercitivos del código pe
nal que oponen a la libertad del artista un mundo de
respetos y prohibiciones burguesas.
Reclamamos para nosotros el privilegio de los deli
tos extraordinarios, aquéllos que no están contempla
dos en el formulismo legal. Algún día seremos juzga
dos, si es que vamos a pecar, por los códigos de la nu¿-
va ética Nadaísta.
XI
LA SOLEDAD Y LA LIBERTAD
Será necesario hablar sobre la soledad del artista
y sobre sus orígenes.
Nos que»amos. frecuentemente, de que los artis
tas somos unos tipos tristes y solitarios. En esta queja
el artisia formula una debilidad de su naturaleza sen
— 25 —
sitiva, y apela a la compasión del mundo. Pues se sien
te incomprendido, sacrificado, quemado en el fuego de
su pación creadora, reducido a crear la belleza entre
muros inexpugnables de soledad.
Hé allí el origen de su mal. Su elección culpable.
El mismo elige la soledad en medio de los hombres. Se
siente un símbolo que supera la condición humana; se
determina voluntariamente como una abstracción; asu
me distancias y perspectivas sobre el mundo concreto
que identifica con la vuliraridad, la miseria, el creti
nismo, lo popular, y se eleva sobre las estulticias de
ese mundo “infra-humano”, en un impulso purificadur
hacia lo alto en el que deja de sentir la gravitación de
la tierra, para fabricar su mensaje incorruptible en el
cielo de las esencias puras y liberadas.
Al lograr esta liberación mediante un espejismo
de valores, el artista se constituye en el arquetipo de
la perfección, en un mortal entre los dioses, o si se pre
fiere, en un dios entre los murtales. Diviniza su na
turaleza humana deseoso de hacerla participar en la
santidad y el heroísmo, tipos abstractos de perfección
y de grandeza.
Esta elección de sí mismo, en que el artista se pre
fiere y se elige contra el mundo y por encima del mun
do, lo conduce inexorablemente a un destino de sole
dad perpetua.
La soc;edad burguesa y capitalista ha sido pró
diga en la cosecha de esos monstruos platónicos y soli
tarios.
Esta soledad equivale en el plano de las relacio
nes humanas a la inmanencia , El artista solo tiene una
forma de salvarse, de eludir esa soledad, trascendien
do mediante la libertad, fijando en el mundo inmedia
to sus raíces existenciales y sus compromisos.
Porque nadie puede sentirse solo si tiene ante sí
la presencia de otro hombre que pisa la misma tierra,
— 26 —
con un destino más o menos común ante !a vida y ante
la muerte. La soledad es, de tal manera, un espejismo,
un imposible metafísico. Apenas podemos concebir una
soledad del hombre ante Dios, pero esta búsqueda de
Dios tiende un puente que parte del anhelo humano de
cristalizar una trascendencia en lo Divino, y que debe
terminar en la orilla extrema, en la que sorpresiva
mente el hombre se encuentra con su propia imagen.
En el fracaso ante Dios, el hombre se encuentra a sí
mismo, en el descubrimiento de esa trágica y exalta-
dora verdad de su condición humana de ser un hom
bre, un simple hombre entre los mortales. A partir de
entonces, la tierra que despreció es exaltada como su
paraíso, y los puentes se tienden, no ya sobre la aven
tura del vacío, como obras de ingeniería metafísica,
sino sobre los planos concretos de una moral que par
te del hombre y que termina en el hombre.
En esta forma quedan destruidos los falsos ci
mientos de la soledad, y la misma muerte aparece co
mo un acto compartido, cuando la vida que la precede
ha sido una proyección de valores espirituales en 'a
Historia.
La condición espiritual del artista afronta los pe
ligros de esa doble tentación solitaria que hunde sus
raíces en la búsqueda de valores trascendentes, y en
la propia creación de la belleza. La aspiración de una
falsa belleza inhumana lo traiciona. Elude al hombre
y sus compromisos con él, por el temor de enturbiar
en su contacto el producto incorruptible de la belleza
“ideal”. En su acto onanista, le niega al hombre las po
sibilidades voluptuosas de participar en su creación.
En esta negación, su soledad brota como un fruto. Y
sin embargo, es a los mismos hombres a quienes ape
la para confesar su soledad, y reclamar de ellos una
piedad para su genio. En este drama es el único actor,
y hace a la vez el papel dramático de la víctima y el
irrisorio del verdugo.
— 27 —
Al separarse el artista del hombre, éste se aleja
de aquél. Pero el hombre no es aquí un sacrificado,
sino apenas un espectador conmovido por la tragedia
del artista. El está allív callado, abierto como una po
sibilidad salvadora, esperando el llamado del artista,
que sólo tiene para salvarse esa posibilidad trascen
dente. Al llegar al hombre por el camino de su liber
tad comprometida en su destino, su soledad se rompe
ría, como quebrada por un golpe.
El artista podría perdene si se negara esa posi
bilidad. si no da ese paso hacia su propia liberación.
Pues la soledad como sistema de vida y base de valo
ración de los actos humanos, crea un drama peligroso
para el artista: el drama de la conciencia-Límite. Por
que en esta Conciencia-Límite no hay nada ni nadie,
no están los Otro» para uno saber que se ha elegido
libremente frente a ellos. No pasaría de ser un acto
gratuito en el vacío, el espejismo engañoso de una li
bertad aparente. Y en este fracaso de la libertad, el
artista se hunde en sí mismo, y con é l el mundo mo
vedizo que lo sostiene.
La auténtica libertad intelectual se da, pues, como
superación de una resistencia humana que se le opone
como su posibilidad de negarla o afirm arla. De nin
guna manera puede darse con referencia a la nada o
a lo absoluto que determinan su negación.
La libertad es, en síntesis, un acto que se com
promete. No es un sentimiento, ni una idea, ni una pa
sión. Es un acto vertido en el mundo de la Historia.
Es, en esencia, la negación de la so’edad.
El artista solitario no debe pedir piedad al mun
do que traiciona. En lugar de esa cobardía, debe ele
girse un hombre y un artista comprometido, si quie
re dar el salto sobre la soledad que lo destruye. Ese
salto sólo puede darse para caer de pie en el mundo
del hombre, en el propio corazón de su esencia. No pue
de darse sobre el hombre por el peligro de eludir cier
— 28 —
tas leyes de gravedad del espíritu, que podrían lan
zarnos con una fuerza inhumana y misteriosa a la se
ducción de lo angélico. ^
i
XII
— 29 —
miento al baile, los besos, la embriaguez, las lumino
sas chaquetas Me Grégor, la última moda, el viaje a
la luna, el triunfo de los oolcheviques.
Perfumado, seductor, sufre el éxtasis del bolero,
y siente la fascinación voluptuosa del Rock and Roil.
Capaz de todos los excesos brutales y de renun
ciamientos generosos.
Ingenuamente identifica el bien y el mal, el vér
tigo de la muerte heroica y de la muerte estúpida.
Es indistintamente alegre al soñar que al desper
tarse. Carece de ideales concretos. No tiene rumbos,
ni objetivos, ni dirección. Vive extraviado en el pre
sente. No trasciende bajo formas espirituales.
Para él, la vida es lo inmediato: un pa^ar, un de
jar, un estar. No tiene destino, ni proyección. No va
hacia ninguna parte, no viene de ningur a otra. Se de
tiene en el éxtasis sensual y la vida ociosa.
No tiene respuesta para ninguna pregunta. Pero
no se pregunta nada. No se conturba con la idea del
Pecado Original, ni con las hipótesis científicas de
Darwin o los Creacionistas sobre el origen del hombre.
No le importan las causas primeras ni los fines
ulteriores de la existencia.
•
Le interesan más las sensaciones que los sign ifi
cados. Se desmaya en los instantes de la ternura. No
resiste la crudeza de la vida erótica.
Depende en tal forma de sus padres en lo eco
nómico y en lo espiritual, que ha terminado por ena
morarse de ellos, contrayendo el complejo de Edipo
(los jóvenes), y de Electra (las jóvenes).
Pero se ha edificado contra el puritanismo fam i
liar su propia moral hedonista.
Su ideal intelectual es ser librepensador, pero no
tiene pensamientos libres, ni de los otros.
— 30 —
Le gusta ser comunista y existencialista para des
obedecer a sus padres, y para que sus amigos piensen
que es un inconformista y un revolucionario.
En la posibilidad de elegir su forma de amor, eli
giría el amor libre.
Es sano y sensual, romántico de una manera apa
sionada. Es libertino en las formas sociales y munda
nas, pero casto en el fondo de su corazón.
No tiene dudas. Desconoce los abismos del sufri
miento y de la miseria. No se decepciona porque nada
espera.
Hace revoluciones heroicas y a la hora de la vic
toria renuncia a sus conquistas y pacta con el confor
mismo y la mediocridad de sus enemigos.
El Cocacolo es eso. Pertenece a una generación
innominada que irrumpe como una clandad al fin de
la larga noche de la burguesía colonial.
Nace mientras agoniza una sociedad decadente
que se derrumba estrepitosamente con sus ídolos, sus
adoraciones, sus mitos estéticos y políticos y la inge
nua fe de sus mayores.
Ante esa catástrofe social, ante esa desintegra
ción de la estructura del viejo orden burgués, esta ge
neración sigue sin decidirse, temerosa de entrar en la
Historia, de ser una generación histórica.
Esta generación de jóvenes eunucos mentales sólo
tiene un camino para asumir su propia conciencia his
tórica: ¡Ser la Generación Nadaísta!!
Por hoy nadie cree en ellos, pero lo que es injus
tificado: ellos mismos no creen en sí. Sus viejos tuto
res y Maestros los vienen engañando con su despotis
mo intelectual y sus intransigencias morales. Sus con
ductores espirituales les han ocultado su poder, su in
teligencia natural, su gran corazón inmaculado.
Relegados al olvido y a la impotencia, víctimas
del desprecio, subestimados en sus grandes posibilida
— 31 —
des, ellos se han refugiado en un estéril conformismo,
inconmovibles a las ideas, a la belleza y a los valores
éticos
Porque ellos saben, como por un iluminado pre
sentim iento de intuición salvadora, que su camino está
■nás allá de esa moral, de esos idealismos y de la falsa
belleza que les proponen los que llegan melancólica
mente al crepúsculo de la vida, sin más herencia par?
legar que su propio fracaso.
Hostiles a la aceptación de esa herencia que nos
disimulan con un orden de valores aparentemente es
tables, la generación de los Cocacolos ha renunciado
al bien, a la \irtud, al orden y a la belleza, porque sa
be que esos valores representan unos idealismos bas
tardos y anacrónicos que exigen la renuncia a la liber
tad, al mundo y a la pasión de vivir.
Podría decirse que esta generación está hipote
cada al silencio, esperando su primera oportunidad pa
ra romper las ataduras de la tradición, y lanzarse ex
plosivamente a la gran aventura de su libertad.
Sus últimos 15 anos fueron anos de ausencias y
conformismos. Pero no es enteramente su culpa. La
sociedad les teme y los controla con sus catecismos,
sus leyes coercitivas, su moral puritana.
La educación, la familia, la religión, la política,
vienen cumpliendo esa función inquisitorial y sedante
sobre el espíritu casi inerme de la juventud, logrando
tan desastrosamente sus fines de opresión, que esa ju
ventud se ha postrado ingenuamente ante falsos ído
los y fetichismos, aclimatada en la inacción y la indi
ferencia, como discípulos leales de la filosofía del res
peto.
La generación de los Cocacolos ha nacido y cre
cido en tiempos difíciles en que no ha sido posible nin
guna fe verdadera, ninguna revolución salvadora, por
que la sociedad no ha permitido ninguna fe ni revolu
ción en su nombre, sino contra ella.
— 32 —
Tal es el origen insurgente del Nadaísmo.
Porque la juventud ha sido testigo del oprobio de
tiranías políticas, familiares y educativas, Lmítada por
una moral uniforme que sacrifica sus jerarquías inte
lectuales y revolucionarias.
Un día se sacudió — el 10 de mayo— , incapaz de
resistir más abominaciones, y demostró su pasión por
ciertos ideales para tener conciencia de su dignidad
de seres libres, y de su gran poder de decisión histó
rica.
Ese día aportó su sangre y el sentido heroico del
sacrificio para derrumbar una tiranía castrense que
al fin de cuentas fue una vergüenza que defraudó la
fe de los colombianos, y cubrió de ignominia la liber
tad y la cultura.
E*<a sacudida de los Cocacolos hizo temblar de la
raíz a la altura el engranaje blindado del gobierno mi
litar que postergaba para nunca la necesidad de una
revolución económica y espiritual que nunca llegó, y
que sigue siendo impostergable.
Ese día se hizo respetable y admirable para el
país. Pero constituvó, después de todo, un salto en el
vacío, en el que nada ganó históricamente como gene
ración
Por lo menos le quedó el prestigio de su valor, el
eminente peligro que implica para el orden actual. Los
Cocacolos forman por eso una generación que yo lla
mo desde ahora: La Generación de la Amenaza. Va
mos a asumir ese título y a responder por él. En el des
plazamiento cíclico y evolutivo de la Historia, ella no
representa sino una generación biológica.
El Nadaísmo le formula su camino.
Podrá ser una generación histórica?
Eso depende de su elccción. Y su única posibili
dad de salvarse es eligiendo el Nadaísmo como destino
— 33 —
i
espiritual y misión revolucionaria, al aceptar la rebe-
Lon permanente y la pasión destructora como sistema
de acción, de ideas y de vida.
Su alternativa es esta:
Aceptar el NADAISMO para salvarse, o recha
zarlo para suicidarse históricamente. Los Cocacolos de
ben eleg ir..
Pero que cada cual asuma la responsabilidad y
los riesgos de su elección por su propia cuenta, sin el
consejo de sus padres, de sus confesores y de sus Maes
tros. Ellos enajenarían de sofism as su libertad y su
conciencia.
XIII
NO DEJAREMOS UNA FE IN T A C T A ,
NI UN ÍDOLO EN SU SITIO
La sociedad colombiana necesita esta revolución
Nadaísta. Destruir un orden es por lo menos tan di
fícil como crearlo. Aspiramos a desacreditar el ya
existente por la imposibilidad de hacer las dos cosas,
o sea, la destrucción del orden establecido y la crea
ción de uno nuevo.
No disponemos de recursos económicos, ni de e
lementos humanos para realizar semejante empresa
transformadora. Al intentar este Movimiento Revo
lucionario, cumplimos esa misión de la vida que se re
nueva cíclicamente, y que es, en síntesis, luchar por
liberar al espíritu de la resignación, y defender de lo
inestable la permanencia de ciertas adoraciones.
En esta sociedad en que “la mentira está conver
tida en orden'\ no hay nadie sobre quien triunfar, si
no sobre uno mismo. Y luchar contra los otros signi
fica enseñarles a triunfar sobre ellos mismos.
Al proponer a la juventud colombiana este Mo
vimiento para que se comprometa en una lucha revo
lucionaria contra el actual orden espiritual y cultural
— 34 —
del país, yo sacrifico, tanto como ella, lo que asa so
ciedad podría ofrecernos a cambio de nuestro silencio.
En la alternativa de claudicar para merecer los
honores y las recompensas de la «sociedad cuya menti
ra vamos a combatir, o de renunciar a eso para que*
darnos en el martirio, elegimos el martirio como una
vocación, como el acto más puro y desinteresado de
nuestra libertad intelectual.
Aceptada esta decisión, la misión es esta:
No dejar una fe intacta, ni un ídolo en su sitio.
Todo lo que está consagrado como adorable por el or
den imperante en Colombia, será examinado y revi
sado. Se conservará solamente aquello que esté orien
tado hacia la revolución, y que fundamente por su
consistencia indestructible, los cimientos de la socie
dad nueva.
Lo demás será removido y destruido.
Hasta dónde llegaremos? El fin no importa desde
el punto de vista de la lucha. Porque no llegar es tam
bién el cumplimiento de un Destino.
gonzaloarango
Edad
26 VIDA BIOLÓGICA EN GENERAL
Artos
14 Castidad absoluta
Onanismo, reflejos de homosexualismo
5
larvado, complejo de Edipo, flagelaciones
fálicas
1 Romanticismo amoroso
3 Conocimiento del amor físico en la prostitución.
Amor platónico
Amor verdadero con conciencia de culpa,
1 remordimientos, fugas idealistas, desesperación
2 y sadismo.
- 37 -
Años VIDA POLÍTICA
19 Conservador.
4 Anarquista - Liberal.
I Comunista - Socialista.
1 Fascista (Dictadura Rojas Pimlla)
1 Anarquista nuevamente.
Última
época NADAISTA.
18 Tomista - Aristotélico.
1 Agustiniano - Platónico.
Ecléctico.
2 Racionalista - Positivista - Materialista
(Descartes - Com te - Marx)
2
3 Existencialista. Nihilista, hedonista.
Última
época NADAISTA.
Años VIDA SOCIAL Y ECONÓMICA
- 39 -
Años RELACIONES HUMANAS
- 40 -
Años CONDUCTA MORAL
- 41 -
Tipografía y Papelería AMISTAD Ltda.
pronto
REVISTA
“NADA”
la locura...
la viscosidad ...
el genio..
la revolución. .
el desorden...
la belleza nueva....
la verdad desvestida ..
la negación ...
MOVIMIENTO NADAISTA:
apartado aéreo N° 18-26
medellín Colombia
la revista “NADA"
estará consagrada al genio de la juventud Colombia
escríbala.