DOC-La Insurreccion en Euskadi 1964
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La insurrección en Euzkadi
1964
http://www.ehk.eus
La insurrección en Euzkadi
Introducción
etarra debe incrustársela bien hondo en el cráneo; y más tarde todo el resto de la
población del país. Hacer lo contrario es demencia incontrolada, es una aventura suicida
que no puede conducir más que al desastre. Y haría falta otros dos o tres años para
reponernos. Nosotros rechazamos toda clase de aventurismos y heroicidades estúpidas.
No se puede, pues, conforme a rigurosa lógica de la guerra revolucionaria, pasar
bruscamente (en el caso de E.T.A.) de dar un cursillo de charlas abiertas, a hacer saltar
un puente ferroviario con una carga de 400 kilos.
El intento de descarrilamiento perpetrado por E.T.A. en julio de 1961 fue una buena
lección para todos nosotros. Quisimos pasar la escalera de diez en diez peldaños y, claro
está, nos dimos la morrada. Conclusión: no se puede ir de la fase uno a la diez (por
poner un ejemplo) sin pasar previamente por todas y cada una de las etapas
intermedias.
Sin embargo, sí estamos de acuerdo en ir quemando todas estas etapas a la mayor
velocidad de que seamos capaces. No tenemos tiempo para nada más. Nos hallamos
ante una carrera contra el reloj. Hemos de estar en disposición de controlar, dominar
(como mínimo punto de partida) todos los rincones de Euzkadi a la mayor brevedad
posible. Dominio y control real, efectivo, material (militar incluido). Y luego
consolidación de posiciones adquiridas, más avance (cuantitativo y cualitativo) y nueva
consolidación; y así sucesivamente.
En esta sucesión ordenada de etapas existen, sin embargo, dos elementos constantes,
esenciales y por ello de la máxima importancia. Nos referimos a la propaganda y al
dinero. Ambos han de hacer continuo acto de presencia a lo largo de todas y cada una de
las etapas.
a significar que los fuertes medios materiales pueden ser vencidos por la fuerza que
despliegan las ideas».
En efecto, la guerra, lo puramente militar, es cruento por definición. En la G.R. en
cambio no todo es cruento. Uno de sus factores esenciales, la propaganda (o guerra
psicológica) no es cruenta.
Ahora bien, una de sus partes, el comando o guerrilla es mucho más violenta y
despiadada que la guerra clásica. Sin embargo (también en esto presenta ventajas) el
número total de víctimas es inmensamente inferior al producido por la guerra clásica,
en la que un solo bombardeo aéreo o de artillería (sin hablar de la bomba atómica)
produce miles de víctimas civiles e inocentes.
Esta dureza, esta crueldad de que hablamos, es una de las características de la G.R.
en general y de la guerrilla o comandos (parte de la G.R.) en particular. Y es lógico,
puesto que es evidentemente el tirano, el opresor quien nos la impone. Las reglas del
juego no las hemos implantado nosotros. Hace años que militantes de la Resistencia
Vasca vienen sufriendo muertes, torturas, cárceles y toda clase de ignominias.
Para el gudari-militante comprometido en cuerpo y alma en el G.R., engañar, obligar
y matar no son actos únicamente deplorables sino necesarios. En este sentido es menos
escandaloso fusilar traidores que fusilar enemigos.
«En asunto tan peligroso como la guerra ―dice Von Clausewitz, el más célebre
teorizador de la guerra clásica― los errores debidos a la bondad del alma son la peor de
todas las cosas. Así como el uso de la fuerza física en su totalidad no excluye de ninguna
manera la cooperación de la inteligencia, aquél que no retrocede ante ninguna efusión
de sangre tendrá ventaja sobre su enemigo si éste no procede de la misma forma».
«No cabe ―concluye Clausewitz― introducir un principio moderador en la filosofía
de la guerra sin cometer un enorme absurdo».
En la G.R. de Euzkadi es una necesidad absoluta para nosotros el emplear todas las
armas, tretas y procedimientos que utiliza el agresor; además, naturalmente,
añadiremos nosotros los de nuestra propia cosecha. No hacerlo por motivos humanos o
consideraciones morales es tan estúpido como absurdo. «La violencia ―afirma Engels―
es la comadrona de todo parto de vieja sociedad a sociedad nueva».
No solamente hemos de estudiar las leyes generales de la guerra en general, sino
igualmente las específicas de la G.R. y más particularmente las leyes concretas de la G.R.
en Euskal-Herria.
Nosotros somos partidarios de la guerra justa de liberación nacional y social, de la
misma manera que estamos en contra de la guerra injusta (de conquista y opresión).
Todas las guerras contra-revolucionarias son injustas y todas las guerras
revolucionarias son justas.
La paz será revolucionaria o no será paz.
La G.R. viene a ser una secularización de las antiguas guerras de religión. Por otra
parte, a través de los siglos se da un proceso que conduce lentamente del gudari-
mercenario, al gudari-ciudadano y de éste al gudari-militante de la G.R.
Cualesquiera que puedan ser los objetivos (por nuestra parte liberación nacional y
económico-social) de las fuerzas que se afrontan ―en nuestro caso: vascos contra
opresores imperialistas españoles y franceses― todo conflicto es político. Pero en el
caso de la G.R., político es sinónimo de ideológico e incluso de religioso.
La mística que conducía en la Edad Media al soldado-cruzado a dar su vida por una
ideología religiosa, se transforma en nuestros días, se seculariza por decirlo así, en una
mística de liberación nacional y social. Pasión y mística políticas e ideológicas, han
sustituido a pasión y mística religiosas de la Edad Media.
guerrilla no es más que una táctica, una de tantas de la G.R., aunque muy importante; en
resumen: una parte con respecto del todo.
Hasta el siglo veinte la guerrilla era el «todo», salvo excepciones fenomenales como
por ejemplo la de Zumalakarregi. Hoy el todo es la G.R. y la guerrilla es una parte. Antes,
al ser exclusivamente guerrilla era 100% militar. Hoy es una parte, revolucionaria y
militar, al servicio de una ideología.
Aunque toda concepción táctica debe tener en cuenta los sentimientos de la
población que utiliza o a la que se dirige, el elemento psicológico permite marcar el
trazo de unión entre la guerrilla y la G.R. En la G.R. el elemento psicológico es
eminentemente ideológico.
El hecho de que exista una idea, una ideología, una mística significa que la fe también
juega un papel fundamental en la G.R. Sólo la fe consigue unir acción e ideología. Esta
distinción entre acción e ideología y este papel de la fe, constituyen dos factores
importantes para la comprensión y explicación de la G.R.
La guerrilla (de asfalto o de monte) como parte de la G.R. no es una «pequeña guerra»
o una simple táctica, sino la guerra llevada a cabo por un movimiento y una ideología
que renuncian a una batalla general (en el sentido clásico de frentes), para combatir por
medio de elementos aislados que atacan «en detalle» el conjunto del dispositivo
enemigo utilizando medios materiales muy inferiores a las nuevas posibilidades
técnicas y dando a su lucha una significación ética (de la que carecía la antigua guerrilla
clásica). Al cabo de más de dos mil años de increíble progreso técnico y humano, el
puñal, paradójicamente, sigue a la altura de la bomba atómica.
La guerrilla clásica puede definirse como una táctica que opone pequeños grupos
extremadamente móviles, a fuerzas masivas, pesadas y lentas, utilizando esta movilidad
para desorganizar la infra-estructura enemiga. Estos grupos que entablan el combate
están aislados en el momento de la acción y no pueden esperar ayuda directa de nadie. Su
salvaguardia consiste en romper el contacto con el enemigo, la retirada y la dispersión.
En tanto que la guerrilla por la guerrilla y nada más que la guerrilla (sentido clásico)
era esencialmente instrumento defensivo, la guerrilla inscrita dentro de la G.R. y como
una manifestación o táctica de ésta, se transforma en medio fundamentalmente ofensivo.
La diferencia es radical.
∗∗∗
La guerrilla clásica se dirigía contra un enemigo y este enemigo era un ejército. En la
G.R., por el contrario, el enemigo es antes y primero que todo un régimen político de
opresión (en nuestro caso opresión extranjera, nacional y social). La G.R., pues, apunta a
un objetivo más amplio, más alto, más absoluto. Para destruir a este enemigo la G.R. se
hace con un arma terrible, indestructible: un ideal, una ideología; y se vale no de
hombres-masa, anónimos y amorfos, sino de gudaris militantes. En la G.R. cada hombre
es una unidad completa de combate ideológico y físico.
Por eso un pequeñísimo número de éstos se basta para poner en jaque compañías y
regimientos enteros del enemigo, organizados al estilo clásico. Aquí, más que en
ninguna otra parte, se aplica el principio de economía de fuerzas o del máximo
rendimiento con el menor esfuerzo o riesgo. Podemos afirmar categóricamente que la
G.R. se ejerce en un campo infinitamente más vasto que el de la guerra clásica. Prevalece
la idea sobre la bayoneta. Por eso es irreductible; de aquí la invencibilidad de la G.R.
En la G.R. no existen ejércitos regulares (excepto en la fase última y más avanzada, es
decir, cuando el último objetivo está a punto de ser alcanzado), ni frentes definidos. Por
eso en la G.R. se habla de frentes «invisibles». No existe ninguna línea de frente (al estilo
clásico) y sin embargo éste está en todas partes. Ninguna frontera material separa a
ambos campos: se trata más bien de una frontera ideológica. Cada escaramuza, cada
pequeño ataque o combate, cada acción aislada, no constituyen más que pequeños
episodios de una guerra total. Son acciones aisladas pero múltiples: la suma «espiritual»
o «ideológica» de todas ellas forma el frente global, invisible de la G.R. La Guerra
Revolucionaria es pues, la yuxtaposición de una multitud de pequeñas acciones
determinadas.
En la G.R., al adoctrinamiento ideológico y político se le da prioridad absoluta sobre
la instrucción militar. En efecto: un nuevo combatiente aprende fácilmente el manejo
del fusil y de la granada combatiendo junto a los veteranos, si ya está ideológicamente
preparado a hacer la guerra. Lo contrario rara o muy difícilmente se suele dar.
Los jefes de la G.R. en Euzkadi han de tener verdadera vocación. Son líderes natos,
conductores de hombres. No se les crea: emergen ellos solo y destacan inmediatamente
sobre el resto de sus compañeros. Parece que algo superior le anima: convicciones
profundas y sinceras, amor ardiente a la libertad, a su país, al prójimo, es desprendido y
personalmente desinteresado.
Son hombres apasionados por las aventuras, de imaginación ardiente, llenos de
fuerza, de voluntad y sangre fría. Con sentido innato de responsabilidad, de autoridad y
justicia.
Un hombre así es al mismo tiempo temerario y prudente, político y militar, policía y
bandido. A la vivacidad de espíritu se une la solidez de juicio. Estudia concienzudamente
cada acción y luego una tremenda audacia se encarga de triplicar los efectos.
La elección de tal jefe por el Buruzagi supremo debe ser hecha antes que la de la
unidad que va a mandar. Nunca al revés.
Tampoco debe ser nombrado por turno de ancianidad o escalafón, ni en contra de su
propia voluntad.
Lo material, por ser algo concreto y físico, se puede destruir y reducir a la nada. Lo
ideológico, lo espiritual, es algo resbaladizo, huidizo que ninguna malla, ninguna red por
cerrada que sea, puede detener ni mucho menos destruir.
tiene esperanzas. Este sentimiento es, quizás, el más potente resorte humano. Nosotros
tenemos que saber utilizarlo adecuada y eficazmente. El pueblo tiene que ver que sus
angustias y aspiraciones nosotros las hacemos nuestras; que a través nuestro sus
sueños se harán realidad.
No hay religión ―incluida la cristiana― que no dé respuesta a esta vital necesidad del
hombre, prometiendo un premio, una meta. El marxismo hace otro tanto con la
diferencia de que el premio ―afirma― será obtenido en este mundo, es material.
Cristianismo y comunismo, por no hablar más que de dos importantes fuerzas
(budismo, islamismo, etc.), han arrastrado y arrastran masas de millones y millones de
seres humanos. Es porque dan respuesta (al menos teórica) a esta insaciable aspiración
humana. Anuncian la revancha de los humildes, de los oprimidos de una u otra forma. La
revuelta contra la iniquidad y la injusticia es de todos los tiempos.
La aspiración del pueblo a la violencia contra el ocupante ―es decir, de repeler por
medio de la fuerza a la fuerza de la agresión ilegítima e ilícita del avasallador
imperialista― es tan natural como el odio y la aversión que le tiene a éste. En este
mismo sentido, la necesidad de armamento corresponde a la voluntad de servirse de él.
El yugo de las armas llama a las armas. Las octavillas (aunque siempre necesarias) no
bastan contra los fusiles.
Hay que hacer que el pueblo sepa diferenciar claramente la guerra injusta (guerra de
conquista), de la guerra justa (guerra de liberación). Esto supuesto, las dos mayores
fuerzas (promesas, metas, tierras prometidas) del mundo, hoy en día capaces de
arrastrar colectividades enteras son las que preconizan y luchan por: a) la liberación
nacional y b) la liberación económico-social. Es precisamente lo que E.T.A. persigue para
Euzkadi y para todos y cada uno de sus pobladores. Esto es lo que nosotros prometemos
a Euzkadi.
En todo caso la G.R. tiene que ofrecer un ideal a la población en cuyo medio (agua) va
a actuar el militante de E.T.A. (pez). Este será entonces como un cruzado de su causa.
Por otra parte, en cada región (se entiende que de Euzkadi), para cada mentalidad,
para cada capa social debemos hallar una fórmula-clave, una idea, un leit-motiv, bien
diferentes a veces los unos de los otros, pero capaces sin embargo de constituir móviles
suficientes para impulsarles a tomar y aceptar los sacrificios y riesgos necesarios.
El potencial dinámico que representa el sentimiento nacional (o nacionalista) es
enorme. En efecto, si bien es posible que este sentimiento apenas sea factor de
cristalización política en los países que hace ya tiempo han alcanzado la fase nacional
(de independencia nacional), sí lo constituye en cambio para aquéllos que no conciben
su emancipación total (nacional y social) más que por la afirmación de su personalidad
nacional, es decir, libertad e independencia nacionales, ya que para ellos emancipación
social e independencia nacional van a la par, no siendo más que una y misma cosa.
Hemos de intentar hacer ver a nuestro pueblo que en el horizonte se dibuja ya una
solución a sus ansias, ilusiones y esperanzas: un reino de abundancia espiritual y
material, cuya meta es perfectamente accesible, e incluso que se halla relativamente
próxima y al alcance de la mano. Es la promesa de un futuro mejor. Hay que convencerle
de que el triunfo de la independencia vasca es algo inevitable por ley natural y que su
advenimiento es inexorable.
Es necesario que el pueblo comprenda y sienta la necesidad de luchar. Verá que
nuestra lucha es justa y posible.
Estas metas hay que presentarlas ante el pueblo de forma clara, neta, inequívoca.
Hay que traducirlas en palabras claves, electrizantes, que arrastren. Nada de
cambalaches de la politiquería tradicional. Nada de ambigüedades que nada dicen y
confunden, que arropan posibles maniobras y que sobre todo no arrastran al pueblo.
Todos estamos hartos de «habilidad» y «eficacia» políticas, a parte de no ser más que
falsa política, falsa habilidad y falsa eficacia. Política hay que hacerla; conforme. Pero
vamos a hacer política buena, la verdadera, la que ve bastante más allá de un palmo de
la nariz. Nos costará más al comienzo, nos será mucho más duro, nos exigirá una
entrega y sacrificio colosales; conforme. Pero será política, arrastraremos a todo el
Pueblo Vasco con nosotros.
Prueba de lo que venimos diciendo: los gudaris que murieron en Intxorta, Peña-
Lemona, Artxanda, etc. y todos los que ofrecieron su vida pero que no murieron, lo
hicieron por la libertad e independencia de Euzkadi, sin paliativos ni limitaciones. No lo
hicieron, desde luego, por un Estatuto mejor o peor, conforme al artículo X del párrafo Z
de una constitución extranjera y opresora como era la de España. No lo hicieron por una
Federación o Confederación Ibérica o incluso Europea más o menos hermosa y lejana,
cuyos tecnicismos jurídicos no llega a captar el hombre común de la calle. El pueblo no
entiende de combinaciones, no le interesa, no se deja arrastrar por ellas. Sí entiende, en
cambio, de Libertad, de Independencia, de Justicia Social y Económica.
Veamos, por ejemplo, en qué términos se expresaron los jefes del F.L.N. en su
declaración del 20.8.56, en Soummam: «La doctrina es clara. El objetivo a alcanzar es la
independencia nacional. El medio es la revolución por la destrucción colonialista». He
aquí una declaración que E.T.A. podría hacer estrictamente suya y rubricarla hoy
mismo.
∗ ∗ ∗
Para abatir un enemigo hace falta romper su equilibrio introduciendo en su propio
campo un factor psicológico que le coloque en posición de inferioridad antes de que un
ataque pueda ser lanzado contra él, con probabilidades de éxito definitivo.
El objetivo de esta estrategia tiende a colocar al adversario en una postura de
desequilibrio, a la manera de los procedimientos de judo que permiten a un «tirillas»
tumbar en el suelo a un atleta, a pesar de la enorme desproporción de fuerzas físicas.
La G.R. dispone de todo un arsenal psicológico: subversión ideológica, explotación de
debilidades humanas (piques y envidias en el seno del opresor), oposiciones,
divergencias, escándalos de cualquier género, colectivos y sobre todo personales
(gobernador civil con una «querida», el general X estafador, etc.), infiltración de
nuestras «quintas columnas», misiones especiales de diplomáticos y agentes
camuflados, etc., etc.
Todo responde a un fin: paralizar y quebrantar la voluntad de resistencia del invasor
y preservarnos nosotros mismos de su propaganda e influencia disolventes.
A título de ejemplo reseñamos lo que recomienda Sun Tse, cronista militar chino,
500 años antes de J.C.:
«Corromped en el enemigo todo lo que éste tenga de mejor, con ofertas, regalos,
promesas. Alterad la confianza provocando y fomentando en sus mejores lugartenientes
actos vergonzosos y viles; y dadles la máxima publicidad. Mantened relaciones secretas
con todo lo que hay de menos recomendable entre el enemigo y multiplicad el número
de estos agentes».
«Confundid al gobierno adverso; sembrad la cizaña entre los jefes, excitando
envidias y desconfianzas. Provocad la indisciplina; proporcionad motivos de
descontento haciendo que víveres y municiones no lleguen o lleguen con retraso a la
tropa; que por la música sensual penetre la molicie en sus corazones; enviadles mujeres
fáciles que les corrompan. Arreglaos a fin de que los soldados jamás estén donde deben
estar».
«Dadles falsas alarmas y falsos consejos. Ganaros los administradores y gobernantes
enemigos. He aquí lo que hay que hacer para crear dificultades con habilidad y engaño».
La confusión de los espíritus y la turbación de las conciencias debilitan la resistencia
del opresor.
Por otra parte, por muchos medios materiales (clásicos) que disponga éste, se
encontrará siempre en estado de inferioridad, debido a que sus estructuras, su
organización, su infra-estructura no han sido concebidas para las emboscadas, y la
subversión.
En la G.R. las personas físicas deben ser estrechamente controladas. Pero la
Resistencia Vasca debe controlar así mismo los corazones y los espíritus. Es el objetivo
de las técnicas psicológicas: propaganda murmurada, conferencias, charlas, información
dirigida, falsos rumores, octavillas, emisiones piratas, radios nuestras, etc. Es de muy
buen resultado dar la «vuelta» a slogans, frases, y terminología utilizados por el
adversario.
Siendo indispensable el apoyo de la población (su «conquista» en alma y cuerpo)
para que la G.R. pueda prosperar, nuestras mejores armas son el comando y sus actos de
resistencia (o «terrorismo»).
Esto apunta directamente al vasco medio que no cumple con sus deberes de
ciudadano. En la calle, en su trabajo, en casa, está siempre amenazado si no colabora con
la Resistencia o, peor aún, si es traidor. En presencia de este peligro invisible y
permanente que le rodea, se apodera de él una angustia deprimente y la sensación de
ser una víctima aislada y sin defensa.
Su silencio primero y la complicidad y colaboración activa después, serán cosa hecha
ante la falta de protección contra nuestros gudaris-militantes.
El «terrorista» no debe ser considerado como un criminal ordinario (siempre lo será
por el tirano franco-español). Se bate, en efecto, en el cuadro, principios y disciplina de
una organización; sin interés personal, por una causa que él estima y que es altamente
noble, y por un ideal respetable, como lo haría cualquier soldado en uniforme en el
frente de batalla defendiendo a su país.
Mata sin odio a las órdenes de sus jefes y responsables, a individuos que muchas
veces le son desconocidos, y esto con la misma serenidad que un gudari en Elgeta en
1936.
El terrorista se convierte así en la quintaesencia del combatiente, con muchas
mayores virtudes y riesgos que el piloto de caza o el soldado de infantería o de artillería.
∗∗∗
La gente habla demasiado y, directa o indirectamente, pierde a nuestros militantes
(así ha sido hasta ahora). La razón es sencilla: no nos tenía ningún respeto. O, si se
quiere, tenía más miedo al opresor que a nosotros. Unos cuantos escarmientos
adecuados bastan para cortar por lo sano esta fea manía.
Por el contrario, al informador, al espía, al pueblo en general, lo único que necesita
para informarnos y ayudarnos de mil formas distintas es garantizarle su seguridad
personal frente al opresor. Si somos capaces de enseñarle unas mínimas medidas de
precaución y de seguridad (cómo usar el teléfono, buzón, apartado de correos, consigna,
escribir por carta, etc.) que le hagan sentirse a él seguro, nos informará adecuada y
eficazmente y sin temor al déspota extranjero.
No puede haber terror sin una preparación escénica de tragedia, sin romanticismo
de la muerte.
Todo medio debe adaptarse al fin. Lo propio ocurre con la G.R. Esta tiene unos
principios y unas metas que se formulan teóricamente, de forma abstracta y que por
ello son de validez universal. Ahora bien, la G.R. descendida de lo abstracto a lo concreto
adquiere una forma determinada según sean las condiciones geográficas, políticas,
humanas, etc., del país en que se aplique.
Nuestra patria tiene una extensión concreta, una geografía física y humana
determinadas, unos hombres, una mentalidad, un desarrollo económico y sociológico
distintos a los de cualquier otro grupo humano. Se trata ahora, pues, de aplicar los
principios y sistemas de la G.R. a la situación real y concreta de nuestro país.
Habida cuenta de estas características, la G.R. ha de empezar en Euzkadi por los
centros urbanos. Se comenzará por aplicar, pues, la guerrilla llamada de «asfalto», por
contraposición a la clásica de monte. Se le llama también terrorismo urbano. Solo por
extensión y, desde luego en una fase más avanzada, se formarán por evolución natural
las primeras guerrillas de monte.
En este punto no hay que dejarse engañar por el curso que siguió la G.R. en países
como Indochina, China, Túnez, Cuba, Argelia y otros. En todos los casos citados la G.R.
tomó la forma de guerra de guerrillas esencialmente, es decir, en el campo, monte y
zonas despobladas. Pero aplicar lo mismo a Euzkadi sería un gran error ya que la
inmensa mayoría de la población de nuestra patria es de clase industrial, no agrícola o
rural, y por tanto concentrada en grandes complejos urbanos.
Solo el Gran Bilbao, por ejemplo, cuenta con 600.000 almas, siendo el total de
Bizkaia unas 800.000. Al decir esto, no hacemos sino plegarnos a las condiciones
requeridas por las leyes de la G.R. Ho Chi Minh en lndochina y Burguiba en Túnez, se
valieron fundamentalmente del baserritarra porque éste constituía sencillamente el
90% de la población total.
Nosotros nos apoyamos fundamentalmente en la clase obrera vasca porque
constituye ella sola el 80% de la población de toda Euzkadi.
El caso moderno más parecido al nuestro fue sin duda Israel, donde el comando
urbano privó sobre la guerrilla de monte. Y esto por las mismas razones antedichas.
Se debe evitar la gran tentación de transformar prematuramente los diversos grupos
guerrilleros en unidades al estilo del ejército popular, que es por ejemplo lo que ocurrió
a Markos en Grecia, ocasionando su derrota.
Vamos ahora a examinar cuáles son los objetivos esenciales de la G.R. en Euzkadi en
su forma inicial urbana, por medio de los comandos de asfalto, para luego ir formando
progresivamente la guerrilla de monte. En las fases más avanzadas de nuestra guerra de
La insurrección de Euskadi- 1964
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Jerarquías paralelas
Así como los hirurkos de asfalto (o urbanos) y los guerrilleros de montaña son el
brazo armado de la liberación nacional, la columna vertebral en que descansa la
organización entera, subversiva, han de ser las jerarquías paralelas.
Son de tal importancia que poco importará, una vez puestas en marcha, el que
llegare la represión a desarticular los grupos combatientes armados. Existiendo la
simiente madura de nuestra propia administración clandestina, los hirurkos se crearán
siempre con facilidad.
Para organizar las jerarquías paralelas cuenta el País Vasco con una gran ventaja
frente a los países subdesarrollados. Consiste en que el País Vasco no carece de cuadros
administrativos, lo cual siempre suponía un enorme handicap en aquéllos. En efecto, al
obtener la independencia se hallan luego frecuentemente ante la necesidad de tener que
conservar en parte a sus antiguos opresores, contra quienes, en muchos casos, por
necesidades de combate, hasta pudieron haber atizado las pasiones. Los antiguos
opresores, entonces, siguen «de facto» teniendo el gobierno en el país en que fueron
vencidos. En el caso vasco nada de esto sucede. Es más, con la salida de los cuadros
administrativos extranjeros Euzkadi ganaría, pudiendo establecer una administración
más honrada que la actual. Por otra parte, la gran cantidad de cuadros vascos que el
Estado opresor sacó de Euzkadi podría entonces retornar a la patria y encontrar en ella
empleo adecuado.
En los países subdesarrollados ha solido empezar la insurrección justamente con la
creación de jerarquías paralelas, lo cual era una tarea ardua. En Euzkadi existen tales
cuadros. Por esto la guerra insurreccional en Euzkadi tendrá que empezar creando el
ambiente de inseguridad, a fin de que ante tal situación la gente que ha de formar las
jerarquías paralelas se decida a colaborar abiertamente con la causa nacional vasca.
Una vez que empiecen las primeras acciones, tendrán que formarse estas jerarquías.
Ante los ojos de los patriotas que van a formar la columna vertebral de la organización
de Liberación Nacional, deberán emerger siempre los fines que se persiguen con la lucha
de liberación y el sentido que tiene su colaboración.
Los fines y los medios de las jerarquías paralelas son inequívocos y el vasco que las
integre debe saber que a través de ellas obtendrá indefectiblemente la victoria de la
causa vasca.
El fin de estas jerarquías paralelas será el de sustituir a las actuales detentadoras de
En período avanzado de la G.R. en Euzkadi, se pueden distinguir tres etapas que son:
1. Defensa estratégica. (A no confundir con la táctica). ― En esta etapa las fuerzas
de guerrilla o comandos sacrifican el espacio y preparan el apoyo popular. La
propaganda de toda clase, la información y la agitación forman una primera
infraestructura clandestina. Es el tiempo de preparación y «caldeamiento» del
ambiente del pueblo.
2. Equilibrio. ― Nuestras fuerzas instalan una red de pequeñas bases secretas,
extendiendo sus mallas hasta el último rincón del país. Los hirurkos y grupos de
hirurkos crecen y se multiplican. Se intensifica la guerrilla (de asfalto y de monte). Se
empieza ya a controlar y dominar «de facto» parte del territorio. El opresor comienza a
replegarse y fortificarse en grandes ciudades y puntos fuertes.
3. Ofensiva estratégica. ― Nuestra acción psicológica redobla su esfuerzo.
Unidades enteras de combate operan y a pleno día, comenzando a ser algo más
«regulares». Grandes zonas del territorio nacional ―quizá la mayor parte― se hallan ya
hirurko. Nada de los de «abajo» contra los de «arriba» (y viceversa), o de los de Euzkadi
Norte y extranjero contra los de Euzkadi Sur (viceversa), y de los más veteranos contra
los nuevos. O los de un Errialde contra los de otro, o izquierdas contra derechas, o
bizkaitarras contra naparras. Cada cual en su sitio sirve eficazmente a Euzkadi y su
revolución.
La G.R., en un país determinado, nace y se desarrolla; va de menos a más, de pequeño
a grande, de la ausencia de comandos y guerrillas a la creación de las mismas, de la
ausencia de poder a la creación de éste, de la carencia absoluta de bases a la creación de
las mismas. Hay que avanzar, mejorar y prosperar en todo momento. Estancarse
significa retroceder y perecer. Lo que no evoluciona muere.
Hemos dicho que el espíritu de la G.R. en su conjunto es ofensivo. Pero también se da
la retirada y la defensiva tácticas u operacionales, siempre con vistas a un nuevo ataque.
O sea, la defensiva con vistas a la ofensiva, la retirada que prepara una nueva
progresión, el movimiento de flanco que precede al ataque frontal, etc... La verdadera
defensa ha de ser activa.
Uno de los problemas más graves, por decisivo, es el de la preservación de nuestras
fuerzas y saber esperar el momento favorable para aplastar al enemigo.
De cualquier forma, sea ofensiva, defensiva, o retirada, el factor más importante es
siempre la preparación minuciosa y previa a cada una de estas acciones, la fase de los
preparativos.
Es bueno atraer al enemigo lejos de su base de apoyo (cuartel o campamento).
Una fuerza muy superior a la nuestra avanza... nosotros retrocedemos y le dejamos
adentrarse profundamente en nuestro terreno; cuanto más profundo y más lejos de su
base, mejor. Le hostigamos con elementos aislados, le causamos bajas, le fatigamos y
desmoralizamos; jamás encuentra nada contra qué combatir y acaba agotándose física y
moralmente.
Llega un momento en que la superioridad absoluta del enemigo no es más que una
superioridad relativa. Por el contrario, nuestra debilidad absoluta inicial se transforma
en debilidad relativa. Se empieza a establecer un equilibrio de fuerzas. Hasta que llega el
momento propicio. En esto del terreno hay que ser como el chicle. Cediéndolo lo
conservamos. Saber retroceder un paso para luego avanzar dos. Nuestra táctica la
podemos resumir así:
El enemigo avanza: nos batimos en retirada.
El enemigo se atrinchera: le hostigamos.
El enemigo se agota: le atacamos.
El enemigo se bate en retirada: le perseguimos y liquidamos.
El plan de la primera acción (emboscada, ataque o combate) debe ser el prólogo
orgánico de un plan de acción conjunto. En otras palabras: para cuando se realice la
primera acción deben estar ya preparados y fijados los planes de por lo menos la
segunda y tercera. Hay que preverlo todo. El método según el cual un dirigente no
prevé, calcula y prepara más que la acción inmediata, es tan catastrófico en política
como en la guerra. A esto se le llama aventurismo. Por lo tanto, a la fase de repliegue hay
que prever de antemano la de la contra ofensiva; en el curso de ésta prever la ofensiva;
durante esta última la del repliegue.
Es posible que el enemigo nos obligue en un momento determinado a la pasividad.
En tal caso es cuestión de vida o muerte recuperar rápidamente la iniciativa. Lo demás
estamos perdidos.
Para ello lo más importante es guardar y concentrar (nunca dispersar a lo loco) el
máximo de nuestras fuerzas, actuar y obtener capacidad de maniobra. Suele ser bastante
fácil y frecuente perder la iniciativa en la fase defensiva. Por eso, incluso la defensa, ha de
ser siempre activa, no pasiva ni derrotista. La defensa pasiva es la muerte de la
Resistencia armada.
Debemos transformar la superioridad estratégica del adversario en superioridad
nuestra sobre él en el plano operacional y táctico. Hacer que el opresor (más fuerte que
nosotros en el plano estratégico) sea más débil que nosotros en el terreno táctico, de
detalle. Si la situación estratégica nos impone uno contra diez, nuestra acción táctica
debe inspirarse de la regla de diez contra uno. Es decir, ser más fuertes que el enemigo
en el lugar y en el momento que le golpeamos.
Tal debe ser nuestro principio táctico.
El principio clásico de atacar «sobre todos los frentes» se revela perfectamente falso
en el sistema de la G.R. iría contra nuestro principio de concentración de fuerzas, sobre
todo en nuestra fase inicial en que somos sumamente débiles.
Conforme al principio de la superioridad numérica y, por ende, de la victoria del más
numeroso sobre el de menor número, podemos resumir todo lo dicho de la siguiente
manera:
En el plano estratégico (de conjunto). ― Con efectivos inferiores vencemos a
efectivos superiores. (Ejemplo: toda la Resistencia Vasca contra el opresor).
En el plano táctico (de detalle). ― Con efectivos superiores vencemos efectivos
inferiores (Ejemplo: un hirurko liquida a un solo esbirro de la Brigada Político-Social).
Otra norma: «Si podemos ganar, nos batimos; de lo contrario nos vamos». Pero si
una acción ofensiva ha sido decidida, debe ser ejecutada con el máximo de ardor y
espíritu de decisión. Justo equilibrio entre prudencia y temeridad.
La preparación de una acción toma siempre más tiempo que la ejecución de la
misma. Mucha reflexión y minuciosidad en lo primero. Coraje, rapidez y mucha audacia
en lo segundo.
Todas nuestras acciones estratégicas y tácticas se fundan en nuestro deseo de pelear.
Pero no es aconsejable batirse en una escaramuza o acción concreta:
a) Si el ocupante imperialista dispone de fuerzas superiores.
b) Si el ocupante imperialista es débil, pero se halla demasiado cerca de otras
unidades enemigas que pueden acudir prontamente en su auxilio.
c)Si no se encuentra aislado u ocupa fuertes posiciones.
d) Si en pleno zafarrancho vemos que no podemos vencer.
En este último caso hay que romper el contacto, «desligar» y retirarse
inmediatamente. Una retirada a tiempo vale una victoria y desde luego una no-derrota.
Saber retirarse es una de las características del comando o guerrilla. Por eso antes de
desencadenar una operación, hay que estudiar bien el terreno y sobre todo la forma y
los medios de retirada. El comandante del hirurko (o grupo de hirurkos) debe proceder
en persona al reconocimiento de los itinerarios de retirada y repliegue.
La guerrilla de monte o campo abierto (por distinguirla de la urbana o de asfalto) se
caracteriza por su extrema movilidad. Por eso se le llama guerra de movimiento, con
continuas fluctuaciones, de distensión y contracción (como la ameba) de extraordinaria
flexibilidad. Cuanto más móvil es una unidad, tanto más iniciativa y posibilidades de
acción tiene. En la G.R. siempre hay primacía del movimiento sobre el fuego.
La unidad guerrillera o de comando sigue la ley del mercurio. Cuando la garra del
opresor se cierra para aplastarla, se divide y desparrama en numerosas partículas,
deslizándose por todos los rincones y hendiduras, para luego volverse a formar en otro
punto.
La guerra prolongada sobre el plano «estratégico» y la impetuosidad y rapidez en las
operaciones «tácticas» son dos aspectos de una sola y misma cosa. Hay que luchar
contra una prisa inútil y mucho más si no hay la preparación mínima y se va a lo loco.
Es necesario que nuestras fuerzas no tengan miedo de las presiones del enemigo,
guarden todo su coraje ante las enormes dificultades y sacrificios que han de sufrir y
finalmente que no se desesperen de los fracasos (siempre tácticos, momentáneos) y den
prueba de paciencia y firmeza indispensables.
Nuestros golpes han de tender a liquidar completamente el enemigo (no darles un
susto y ponerlos en fuga). Lo demás nuestra lucha no tendría sentido. Más vale
exterminar un regimiento que poner diez en fuga. Por otra parte, liquidándolo nos
apropiamos de todo el botín de guerra, puesto que ―repetimos― nuestra principal
fuente de material bélico es el enemigo; está en el frente de combate. Además, el efecto
psicológico desmoralizador es tremendo en nuestro opresor.
Toda operación, por otra parte, deberá guardar relación con las (posibles) pérdidas
y ganancias.
La acumulación de un gran número de pequeñas victorias (de detalle) nos dará una
gran victoria (de conjunto, la definitiva).
Tenemos que apreciar correctamente la situación (la nuestra y la del enemigo). La
iniciativa nace únicamente de un estudio profundo y reflexionado y de una apreciación
correcta de la situación o realidad objetiva. En este sentido, no hemos de tomar nuestros
deseos por realidades: iríamos derechos a la catástrofe.
Hay veces que hay que dispersar las fuerzas. En tal caso hay que saber cómo y
cuándo. Y aun así dar a cada destacamento una misión clara indicando su radio de
operaciones, su duración, punto de reencuentro o cita, medios de enlace, etc…
Cuando decidamos una acción ofensiva (tras concienzudo estudio y reflexión),
hemos de hacerlo por propia iniciativa, no porque nos encontremos en la obligación de
atacar. Si por casualidad faltase el comandante de una unidad (por ausencia, muerte,
etc.…) es inadmisible quedarse con los brazos cruzados, errando pasivamente y a la
aventura y sin atacar al opresor. Insistimos en que cada militante de guerrilla o de
comando es individualmente una unidad completa de combate, a diferencia del clásico
soldado-masa.
Conforme al principio de apoyarnos totalmente en el pueblo y fundirnos con él,
hemos de aplicar, en cuanto se refiere a la contribución económica, la norma de «quien
tiene dinero da dinero». Sin embargo, los baserritarras y familias humildes de
concentraciones urbanas, pueden y deben colaborar cada uno a la medida de sus
posibilidades: dar alojamiento y comida, avituallamiento diverso, etc... En esto tenemos
que tener gran cuidado y suma delicadeza.
Una férrea disciplina (no vacilando en fusilar si es necesario) debe reinar en
nuestras unidades, atajando de raíz toda conspiración arbitraria, abuso, violación de
mujeres, etc... Si tenemos dinero pagaremos al contado. De lo contrario, unos bonos
servirán de garantía al proveedor, al cual pagaremos en cuanto nos sea posible. Nuestro
comportamiento ha de ser sobrio y ejemplar ante la población. Hemos de conocer sus
gustos, intereses, inquietudes, sus méritos y flaquezas. Ser tolerantes y sin prejuicios,
pero duros e inflexibles llegado el caso. Y siempre justos.
En cuanto a los bienes de los opresores y traidores, hay que confiscarlos
automáticamente, «ex oficio». Nuestros tribunales clandestinos dictaminarán en cada
caso.
Hay que luchar contra el espíritu conservador que puede apoderarse de una unidad
guerrillera, después de hacerse fuerte en una determinada porción de territorio.
La disposición de nuestras fuerzas debe ser calculada de tal suerte que «fijemos» o
inmovilicemos las fuerzas enemigas en varias direcciones con la cantidad más pequeña
posible de las nuestras, para luego lanzar las nuestras principales en una sola dirección.
Así, por partes, logramos derrotar al enemigo muchas veces más fuerte que nosotros...
El reposo y la instrucción de nuestros hombres es necesario. Es el momento de la re-
organización, renovación de material, avituallamiento general, cubrir las bajas con
nuevos voluntarios-militantes.
Hay que evitar presunciones, faroladas y fanfarronadas que tienden
automáticamente a subestimar las fuerzas enemigas, creando un clima falso en las
nuestras.
Cada una de las emboscadas ha de ser minuciosamente preparada. La información
juega un papel esencial. Y sólo será posible si el pueblo ha sido preparado y está con
nosotros.
El cursillo para nuestros combatientes podrá dividirse así:
1) Nociones de guerrilla (de asfalto y de monte).
2) Seguridad de nuestra unidad de combate estacionada o en marcha.
3) Acción contra el material enemigo.
4) Acción contra locales ocupados por el enemigo.
5) Ataque a destacamentos y convoyes enemigos.
6) Combate defensivo (táctico o de repliegue) de nuestra unidad.
7) Combate ofensivo contra una resistencia eficaz del enemigo.
8) Nociones de topografía, radio y grafía.
Las 120 horas de instrucción militar (aparte de la ideológica) que daba el Viet Min a
cada uno de sus hombres, se dividían así:
70 horas: Técnica personal (ejercicios físicos, ataque, defensa, tiro, etc.).
50 horas: Maniobras de grupo (10 hombres).
Dentro de las 70 horas, 20 eran dedicadas al manejo de explosivos y 25 al camuflaje.
De las 50 horas de grupo, 25 se reservaban a las maniobras de una sección (30
hombres), que era la unidad elemental de combate en ataques a posiciones fortificadas.
El F.L.N., a su vez, dividía las misiones fundamentalmente en tres categorías de
hombres: el 50% de los militantes voluntarios los destinaban al combate puro y simple;
25% para el manejo de radio y transmisiones y el restante 25% en agentes políticos, de
información y espionaje. Todos, sin embargo, recibían una instrucción común de base
(política, ideológica, moral de G.R., rudimentos de contra-espionaje, etc.).
Cuando nos sea posible (sitio y dinero), concentraremos nuestros voluntarios en un
campo especial (secreto y de difícil acceso) para entrenamientos breves, duros,
ideológicos y físicos.
Los mejores colaboradores en potencia del guerrillero vasco de monte y despoblado
son el médico y el cura de cada localidad, porque están en contacto cotidiano con el
pueblo. También valdría el maestro a condición de que sea vasco.
La experiencia ha demostrado que, en una zona propicia al establecimiento de
guerrilla, no hay sitio para «dos» autoridades. Pertenecerá al primero que la ocupe o,
simplemente, al que la desaloje y la ocupe.
Por lo menos un gudari de cada unidad o guerrilla debe ser del lugar que ésta opere:
o tener grandes lazos de amistad o parentesco; conocer y ser conocido por las gentes
del lugar; conocer todos los senderos, vaguadas, fuentes y manantiales, caseríos, etc...
∗∗∗
Algunas ideas para la guerrilla.― Las acciones de guerrilla (la cual, insistimos, no es
más que una parte, una táctica, de la G.R.) suelen tener por misión los siguientes
objetivos:
1) Hostigar la retaguardia del enemigo (interrupción de su avituallamiento,
destrucción de sus centros y vías de comunicación, de sus depósitos y almacenes
de material diverso, etc.).
2) Incitar al enemigo para que practiquen una política de ocupación más dura, en
orden a aumentar la hostilidad de la población contra él (y por reacción, mayor
simpatía y adhesión hacia nosotros).
3) Luchar tras ―o entre― las líneas enemigas, incrustarse en su aparato
administrativo y militar.
4) Obtener información.
5) Inmovilizar fuerzas enemigas por operaciones de distracción (o diversión).
6) Dar pruebas tangibles del castigo (o represalia) reservado a toda persona que
colabora con el enemigo o que estuviera tentada de hacerlo.
7) Desarrollar y extender una propaganda masiva pro-liberación nacional y social en
toda la población, etc., etc...
Los elementos tácticos se funden así estrechamente con los elementos puramente
psicológicos y políticos.
∗∗∗
La acción.
Se inicia la marcha hacia nuestro objetivo al crepúsculo. Se llega cerca del mismo en
pequeños grupos y por caminos diferentes.
La mejor hora de ataque suele ser a media noche (24h. ó 1h.), cuando el enemigo
duerme. La obscuridad es nuestra mayor amiga.
Después del ataque tenemos toda la noche para alejarnos rápidamente de la zona en
que ha tenido lugar la acción.
A veces, se simula atacar un puesto secundario. Este pide ayuda al principal. Cuando
esta ayuda es despachada, se ataca: a) bien el puesto principal indefenso; o bien: b) se
tiende una emboscada a los refuerzos enemigos. En el primer caso se llama juego de
«diversión» o «distracción».
Se puede atacar con grandes irrintzis que paralicen de miedo al enemigo. O bien en
silencio absoluto, como gatos. Según convenga.
Atacar, recoger el botín de guerra, dispersarse y desaparecer para reunirse en el
punto de cita previamente establecido.
Se ha de marchar silenciosamente, sin hablar, sin fumar y sin luces.
Se pueden montar celadas y emboscadas vistiéndose con el uniforme enemigo y,
acercándose a éste, abrir fuego a quemarropa. No olvidar que el opresor puede hacer lo
mismo para sorprendernos.
Para controlar un puerto de montaña aislado basta liquidar (si son enemigos) o
expoliar a los pasajeros de los dos o tres primeros coches, para que ningún otro se
aventure. Se interrumpe la circulación. En este punto somos los amos, por lo menos de
noche.
Hay que acampar en lugares inaccesibles y de fácil defensa. Cerca de lugares en
donde hay agua.
Durante la noche (en caso de dormir) el combatiente ha de hacerlo vestido y con el
La insurrección de Euskadi- 1964
28
Interpretación
Euzkadi 1964
Hechos Factores Factores
I El medio favorables desfavorables
Aspectos:
a) Geográfico. Territ. Movilidad No hay bases de
pequeño. apoyo.
Buenas
communica.
b) Económico. Altamente Super. numérica Aburguesamiento.
Social. industrializad de obreros y Muchos viven
o empleados demasiado bien.
c) Intern. Apoyo Occ. a Otros movim. Ninguna ayuda
estad. Esp. Fr. Nacion. europeos exterior a esperar.
o extraeuropeos.
II
a) Mayoría obre. Cuadros E.T.A. Somos muy poco
Infraestructura ind. y agrícola. numerosos. Dificul.
. de la
clandestinidad.
b) Medios Ninguno Industria de Superior.
militares armas en el país. aplastante esp. y
franc. en efectivos y
materiales.
III
Volunt. de Liberación Da sentido a la Vuelve hostiles a
lucha de amig. nacional y lucha de la capitalistas y
y enemi. Causa social. mayor parte del reaccionarios, que
de la lucha. Pueblo Vasco. son minoría.
Embestida de toro, defensa de jabalí, huida de lobo: tres cualidades del jefe
guerrillero o de un comando. Prudencia y minuciosidad en la preparación de las acciones
y audacia en su ejecución.
Las guerrillas vascas que operaban en Nabarra contra Napoleón y más tarde en todo
el País Vasco en las guerras carlistas, tienen muchas enseñanzas para nosotros: cada
hombre de Espoz y Mina y de Santacruz hacía juramento de matar por lo menos 40
enemigos al mes.
Bibliografía
Apéndices
– Recogida de fondos en
Durango.
– Propaganda en Durango.
– Servicio de información
encargado particularmente de
señalar movimientos de
Guardia Civil, tropas, etc.
Alrededores de Durango. Jefe
político-militar.
Jefe político-militar.
– Provee a la seguridad y
aprovisionamiento.
– Guarda depósitos y
escondrijos en su ausencia.