La Nacion en Escenas Memoria Publica y U PDF
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LA NACIÓN EN ESCENAS
MEMORIA PÚBLICA
Y USOS DEL PASADO
EN CONTEXTOS POSCOLONIALES
MEMORIA PÚBLICA
Y USOS DEL PASADO
EN CONTEXTOS POSCOLONIALES
Mario Rufer
EL COLEGIO DE MÉXICO
ISBN
Impreso en México
AGRADECIMIENTOS 13
PRÓLOGO 17
INTRODUCCIÓN 23
Poder, memoria, producción de historia 29
Políticas, contextos 37
Memoria, historia: pasado, presente y experiencia 57
La dinámica de lo público: “espacio público”,
uso y producción del pasado 77
Nación, conmemoración, diferencia: memoria
sin garantía 88
Vías analíticas y derivaciones epistémicas 102
Ruta de Lectura 112
[11]
APÉNDICE 377
Fotografías, ilustraciones y mapas 377
BIBLIOGRAFÍA 427
[17]
SAURABH DUBE
El Colegio de México
[23]
2
Con esto quiero decir que los análisis de “producciones de historia”
por fuera del discurso académico y de formas de “administración del pa-
sado” han sido trabajados desde muchos ángulos y corrientes históricas
y antropológicas. Mi trabajo intentará hacer una lectura poscolonial de
esas articulaciones (que por supuesto no es la única vía posible), y yux-
taponer casos aparentemente tan lejanos como Sudáfrica y Argentina.
La expresión “sur global” reconocería no sólo la arbitrariedad de toda
geografía, sino la condición clave de que toda representación interviene
en el proceso de construcción de un hecho social (y no es posterior, o co-
lateral a él). Así, “sur global”, abarcaría grosso modo todas las culturas y
estados nacionales que jamás fueron metrópoli y que sufrieron procesos
de colonización (la primera condición histórica se utiliza generalmente
para hacer la salvedad de Estados Unidos, por más que stricto sensu haya
sido históricamente un tipo de colonia). Cf. Shohat, Ella: “Notes on the
pos-colonial”, en Afzal-Khan, Fawzia y Seshadri-Crooks, Kalpana (eds.):
The pre-occupation of poscolonial studies, Duke University Press, Dur-
ham y Londres, 2000; también para algunas claves de uso del concepto,
cf. Sen, Saimta; Sheppie, Jamil: “Editorial”, Global South. The Sephis
e-magazine, vol. 1, núm. 1, 2004.
3
Baste decir que los “eventos” de la “inmigración europea” a nales del
siglo XIX y principios del XX, la “generación de 1880” y el “boom” agroexpor-
tador son los ejes capitales para comprender la instalación de una matriz
narrativa como jación de sujeto y temporalidad histórica.
8
Hablo aquí de la periferia “teórica” que incluye una referencia a la
teoría de la dependencia y sus derivados en las geopolíticas del conoci-
miento, y a las prácticas de producción, publicación y socialización de los
saberes, cuyas “casas” editoriales (e idiomas en que se publica) mantienen
un plus simbólico de legitimidad que las autoriza. Ese plus simbólico se
puede comprender mediante la consideración de una persistencia de ges-
tos colonial-imperiales en las políticas del conocimiento. Cf. entre otros,
Lander, Edgardo: “Eurocentrismo, saberes modernos y naturalización
del orden global del capital”, en Dube, Saurabh; Banerjee-Dube, Ishita;
Mignolo, Walter (coords.): Modernidades coloniales. Otros pasados, his-
torias presentes, El Colegio de México, México, 2004, pp. 259-283. Véase
también el examen de las políticas del conocimiento, particularmente en
África, que hace Feierman, Steven: “Colonizers, sholars, and the creation
of invisible histories”, en Bonnel, Victoria; Hunt, Lynn (eds.): Beyond the
cultural turn. New directions in the study of society and culture, University
of California Press, Berkeley-Los Ángeles-Londres, 1999, pp. 182-216.
12
Como concepto general, también se complementa con el de “polí-
ticas públicas de la memoria” porque éstas comprenden las formas de
gestionar “ocialmente” el pasado a través de medidas especícas. Si bien
esto será abordado en el trabajo, mi perspectiva es algo más amplia. Para
una especicación sobre el concepto véase Rabotnikof, Nora: “Memoria y
política a 30 años del golpe”, en Lida, Clara; Crespo, Horacio; Yankelevich,
Pablo: Argentina, 1976. Estudios en torno al golpe de estado, El Colegio
de México, México, 2007, p. 261.
13
Los fundamentos teóricos del concepto de “evidencias del pasado
como campo etnográco” serán especicados en el apartado “Pasados
públicos como campo etnográco” de esta introducción. Para un análisis
general, cf. Comaroff, John; Comaroff, Jean: Ethnography and the His-
torical Imagination, Boulder, Londres, 1993.
14
Spivak, Gayatri Chakravorty: “Poststructuralism, marginality,
poscoloniality and value”, en Brydon, Diana (ed.): Poscolonialism. Critical
concepts in literary and cultural studies, Routledge, Londres y Nueva York,
2000, pp. 57-84; y para una discusión sobre las intersecciones entre Derri-
da y Spivak en Prakash, Gyan: “Los estudios de subalternidad como crítica
poscolonial”, en Rivera Cusicanqui, Silvia; Barragán, Rossana (comps.):
Debates poscoloniales. Una introducción a los estudios de subalternidad,
SEPHIS-Aruwiyiri, La Paz, 1997, pp. 293-313.
15
Dube, Saurabh: “Introducción: cuestiones acerca de las moderni-
dades coloniales”, en Dube, Saurabh; Banerjee-Dube, Ishita; Mignolo,
Walter (eds.): Modernidades coloniales. Otros pasados, historias presentes,
El Colegio de México, México, 2004, pp. 13-46.
16
Tomo este término como lo usa Susannah Radstone: un concepto
que atiende a los procesos sociopolíticos implícitos en los “usos del pasado”,
sin buscar una “pureza” de la memoria como “garante” de lo que habría
pasado tal y como se recuerda. Más aún, en lo que dene a la memoria
pública, la misma se ejerce como facultad individual y como práctica
social, se “articula” con los habitus de trayectoria de los individuos y con
el contexto sociohistórico. Parafraseando a Radstone, la memoria es expe-
riencial, contingente y profundamente política. Cf. Radstone, Susannah:
“Reconceiving binaries: the limits of memory”, History Workshop Journal,
59, 2005, pp. 134-150.
17
Cf. Rabotnikof, Nora: “Memoria y política a 30 años del golpe”, op.
cit., p. 261.
18
Debo la reexión sobre este concepto, grosso modo, a las líneas ini-
ciadas en la “antropología de la administración”, por medio de las cuales
se estudian las formas socioculturales, institucionales e históricas de los
procesos administrativos (referentes a poblaciones por lo general). Cf. el
POLÍTICAS, CONTEXTOS
Esto tiene, por supuesto, una arista importante que será trabajada
23
27
Citado en Coombes, Annie: History after apartheid
…, op. cit., p. 15.
28
Cf. Ibid., p. 16.
29
Cf. cap. III. “‘Un epitao de humo y espejos’: usos y reinscripciones
del pasado en torno al Monumento al Voortrekker sudafricano”.
30
La sobreproducción editorial y académica sobre este tema haría
imposible una enumeración exhaustiva de trabajos al respecto. Bastará
decir que en esta comisión trabajaron líderes religiosos y políticos, y
también académicos. Fue su presidente Desmond Tutu, y Alex Boraine el
vicepresidente. La postura ocial (aunque no fue uniforme a lo largo de lo
que duró la comisión) se centró en denir la función de la misma como una
respuesta a la necesidad que tenía la sociedad sudafricana de conocer su
pasado desde “bases moralmente aceptables”, que a su vez condujeran a
la “reconciliación y la unidad”. Los debates académicos y políticos en torno
a la “ecacia” y el rol real de la TRC en la transición son innumerables y
generalmente ponderan diferentes variables: la impartición de justicia,
la “posibilidad o imposibilidad” del perdón, la denición de la amnistía
otorgada individualmente a algunos de los perpetradores que declararan,
rasgo excepcional de esta Comisión. A esto se unen las problemáticas por la
“denición” y “clasicación” de los crímenes y delitos cometidos (como una
cuestión no neutral a estudiar y profundizar), las marcadas diferencias
de género, la inclusión/exclusión de sujetos punibles/sujetos políticos, y la
intervención de una cosmovisión “cristiana” vs. una cosmovisión “africana”
en la prosecución de las resoluciones, entre muchas otras. Además, la TRC
fue el resultado de un trabajo previo sostenido con representantes de otras
Comisiones de la Verdad, particularmente latinoamericanas (la presen-
cia de representantes de Chile y Argentina fue notoria en la denición
de los mecanismos). Por último, el espíritu del que emana la TRC puede
leerse en la propia acta que da lugar a su creación, se trata de la Promo-
32
El Umkhonto funcionó desde 1961. Para un análisis más detallado
de estos tours, véase: Castillejo Cuéllar, Alejandro: “Entre los intersti-
cios de las palabras: memoria, posguerra y educación para la paz en la
Sudáfrica contemporánea”, Estudios de Asia y África, 129, El Colegio de
México-CEAA, 2006, pp. 11-46.
33
El Distrito Seis adquiere su nombre cuando Ciudad del Cabo se
divide en diferentes distritos municipales de acuerdo con un acta local
de 1867. Históricamente este espacio fue habitado por población obrera
y portuaria, “coloured” y “africana” según las clasicaciones del régimen
posterior, en un territorio privilegiado de Ciudad del Cabo con entrada
al puerto y vista al mar. Ya durante el gobierno del apartheid, el Parla-
mento sudafricano sancionó el 11 de febrero de 1966 la Group Areas Act,
que denía básicamente las áreas que se transformarían en territorios
exclusivos de población blanca, dentro de las cuales entró el Distrito Seis.
Desde ese momento y hasta 1981, entre 55 000 y 65 000 personas sufrieron
traslados forzosos hacia “zonas de relocalización”; fueron desposeídas de
sus residencias y en muchos casos de sus tierras, y las familias extendidas
fueron separadas y destinadas a zonas distantes y poco accesibles unas
de otras. Las casas fueron derrumbadas y arrasadas por demoledoras, el
plano original destruido, para crear un nuevo espacio dentro de la polí-
tica separatista. Ese nuevo espacio fue denominado, por el gobierno del
apartheid, el barrio “Triompf” (la palabra afrikáans para triunfo). Por ello
el “símbolo negativo” del Distrito Seis, hoy elemento central en el museo,
es el bulldozer, la “demoledora”. Cf. Rassool, Ciraj; Prosalendis, Sandra
(eds.): Recalling community in Cape Town: creating and curating the
District Six Museum, Ed. District Six Museum, Ciudad del Cabo, 2001.
34
Fundamentalmente narrativas –tal vez romantizadas– sobre los
tiempos de la guerrilla en los años ochenta, la clandestinidad de algunos
grupos, los espacios de “escondite”, etc. A su vez, este tour de iniciativa
privada es probablemente el único que presenta una crítica directa a la
situación post-apartheid de los ex combatientes que no tuvieron un acceso
privilegiado en el botín de prebendas del Estado post-1994. Cf. Castillejo
Cuéllar, Alejandro: “Entre los intersticios de las palabras: memoria,
posguerra y educación para la paz
…”, op. cit.
35
Estas son algunas de las explicaciones que se esgrimen sobre por
qué el Museo del Distrito Seis siempre ha recibido poca atención por parte
del Estado post-apartheid. Sin embargo, es un debate que roza lo políti-
camente correcto sobre “qué y cómo recordar”. Cf. cap. III. “‘Un epitao de
humo y espejos’: usos y reinscripciones del pasado
…”
36
Para un estudio clásico sobre los “nacionalismos africanos” en Sud-
áfrica, cf. Williams, Donovan: “African nationalism in South Africa: Ori-
gins and problems”, Journal of African History, 11, 3, 1970, pp. 371-382.
37
Es cierto que en los momentos álgidos del apartheid a partir de la
segunda mitad de la década de 1950 con el enfrentamiento generalizado
entre el Estado y el grueso de población negra, hubo algunos intentos
organizativos e intelectuales de fusionar las aspiraciones identitarias par-
ticulares en conceptos como los de “sociedad civil negra” o “nacionalismo
africano”, racializando la identidad histórica como bloque de demandas.
Sin embargo, en el periodo de transición, se utilizaron estratégicamente
por el gobierno las “particularidades culturales”. Con ello, pretendía
mostrarse que la nueva “nación arcoiris” no estaba fundada en la “raza”,
sino en la convivencia armónica entre diferentes “culturas”. Así, las pujas
por la representación nacional del pasado siguieron los términos de la
tensión constitutiva del discurso nacional estatal post-apartheid: entre
“no-racializar” (non-racialism) e “incluir” a las particularidades, y forta-
lecer las visiones “comunitarias”. Pero sólo para poder subsumirlas en el
discurso de la “nación arco-iris” en una primera etapa, y en una nación
de pura “africanía” después de 1999. En este sentido, el nuevo discurso
nacionalista sudafricano rechazó cualquier acepción primordialista en
términos de “una cultura, una lengua, una nación”. La “comunidad ima-
ginada” basaba su existencia en una “historicidad compartida” de iden-
tidades multiculturales. El propio Thabo Mbeki lo expresó en el discurso
en que dio a conocer el texto de la nueva constitución sudafricana (cuando
aún no era presidente, en 1997). Cf. Chabedi, Marks: “South Africa: The
challenge of building a rainbow nation”, en Akinyele, R. T. (ed.): Race,
ethnicity and nation building in Africa, Rex Charles Publications, Connel
Publications, Ibadan, 2003, pp. 239-262.
Cf. Idem.
38
claro corte cristiano, puesto que la frase fue ideada por el arzobispo
anglicano Desmond Tutu (y luego convertida en una de las metáforas
preferidas por Nelson Mandela para gurar el pluralismo cultural –e
igualitario– de la Sudáfrica post-apartheid), la idea del “renacimiento
africano”, fue acuñada y repetida por el actual presidente Thabo Mbeki
a nales de la década de 1990. El “renacimiento africano” reposiciona dos
elementos clave: en primer lugar una especie de “revalorización selectiva”
de la “cultura africana”, en un corte bastante esencialista, para resolver
los problemas no sólo de Sudáfrica sino del continente en sí. A partir de
aquí, aparece el segundo elemento que es proponer a Sudáfrica como “lí-
der” regional en el reencauzamiento del continente, siempre a partir de
una valorización endógena (y unilateral) de su historia y su cultura. La
concepción del renacimiento africano se aparta claramente de la “nación
arcoiris” porque enfatiza la experiencia negra africana en la composi-
ción de la “cultura nacional” y “regional”, de una manera no poco polémi-
ca. Para algunas reexiones sobre este concepto cf. Sikhumbuzo, Mgadi:
“African Renaissance (Interviews)”, en Nuttal, Sarah; Michael, Cheryl-
Ann (eds.): Senses of culture. South African Culture Studies, Oxford
University Press, Ciudad del Cabo, 2000, pp. 107-121.
40
Cf. National Heritage Council, South Africa; sitio web ocial, http://
www.nhc.org.za/index.php?pid=104&ct=1, última consulta: 6 de julio de
2007. Ubuntu es un vocablo de raíz bantú, proveniente de las lenguas
xhosa y zulu, que deriva de la raíz mtu (persona) y denota una especie
de plural compartido. Es frecuente encontrar traducido ubuntu como
“comunidad”. Sin embargo, la palabra reere a una especie de “condición”
de la relación humana, de cualidad que dene el vínculo. Las traduccio-
nes más certeras de ubuntu remiten a expresiones como: “yo soy porque
ustedes son”, “interconexión (interconectedness)” o “una persona se hace
humana a través de las otras” (umuntu ngumuntu ngabantu en xhosa).
O según la clásica denición del arzobispo Desmond Tutu: “Una persona
con ubuntu es abierta y está disponible para los demás, se arma en los
demás, no se siente amenazada cuando otros son capaces y están bien,
porque es segura de sí misma y sabe que pertenece a una gran totalidad,
que se desvanece cuando otras personas son humilladas o menospreciadas,
cuando otros son torturados u oprimidos”. Tutu, Desmond: “No future
without forgiveness”, reproducido en http://faculty.ccp.cc.pa.us/FACULTY/
jhoward/southafrica/ubuntu.html, última consulta: 28/04/2007. En un
sugerente ensayo, Antjie Krog argumenta sobre la centralidad de este
concepto en el tipo de “reconciliación” y “perdón” involucrado en la TRC.
Algunos estudiosos buscan explicar en la gura de Tutu y en el relativo
éxito de la religión cristiana (particularmente anglicana) el desarrollo
más o menos pacíco de las audiencias de la TRC, así como el otorgamien-
to del “perdón” a muchos represores y torturadores por parte de familiares
de las víctimas. Sin embargo, Antjie Krog encuentra la explicación en
una losofía “africana” del reconocimiento de sí en la comunidad, y
en la importancia del concepto de “ubuntu” en la operación cotidiana
de las relaciones sociales. Cf. Krog, Antjie: “‘I speak, holding up your
heart
…’ Cosmopolitanism, forgiveness
…”, op. cit. La expresión “ubuntu”
se usó mucho para redenir desde la ocialidad, la calidad de la nación
sudafricana después de 1994. “Vivir con ubuntu”, “actuar con ubuntu”.
Habría que tener en cuenta la historicidad de los usos del concepto, para
comprender cómo Mbeki le dio un giro más, y la integró como una posición
45
La CONADEP estaba integrada por un grupo de intelectuales y perio-
distas notables, y fue presidida por el escritor Ernesto Sábato. Consiguió
y sistematizó información sobre alrededor de 9 000 personas detenidas-
desaparecidas, y su informe generó la publicación del libro Nunca Más,
cuya primera edición es de diciembre de 1984. Cf. CONADEP, Nunca Más.
Informe de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas,
Eudeba, Buenos Aires, 1993 [1984].
46
En diciembre de 1983, Alfonsín dictó el decreto 158 que permitía
procesar a las tres primeras juntas militares que habían gobernado el
país. Entre marzo y noviembre de 1985 los nueve comandantes que ha-
bían encabezado los gobiernos dictatoriales fueron llevados a juicio por un
tribunal civil, la Corte Suprema de Justicia, en un proceso inédito en el
mundo después de Nuremberg. Cinco de esos comandantes fueron conde-
nados (en el caso de Jorge Rafael Videla y Eduardo Massera, a reclusión
perpetua). Para un estudio pormenorizado del juicio Cf. Feld, Claudia:
Del estrado a la pantalla: las imágenes del juicio a los ex comandantes
en Argentina, Siglo XXI, Buenos Aires, 2002.
47
Aprobada por la legislatura en diciembre de 1986, esta ley ponía
un límite temporal para juzgar a los represores.
48
La ley de “Obediencia Debida” fue una respuesta del Estado demo-
crático a la sublevación militar de subociales conocida como “la subleva-
ción de Semana Santa” en abril de 1987. La negociación fue la aprobación
de esta ley en junio de ese mismo año, que exoneraba de responsabilidades
(e impedía juzgar) a los militares que pudieran probar que sus ejecuciones
de violación a los derechos humanos provenían de órdenes superiores.
Como esto era prácticamente obvio excepto en la cúpula de las juntas,
las leyes trabaron el proceso de enjuiciamiento y condena.
49
El sucesor de Raúl Alfonsin, Carlos Menem, presidente por elec-
ciones democráticas, asumió anticipadamente la titularidad del Poder
Ejecutivo el 8 de julio de 1989. Menem decretó los primeros indultos en
octubre de ese año, destinados a militares comprometidos con violaciones
a los derechos humanos. Luego de la sublevación militar en la sede del
Estado Mayor del Ejército y en el Regimiento I de Patricios, en diciembre
de 1990, ese mismo mes el ex presidente decretó los indultos a los ex co-
mandantes condenados en los juicios de 1985. En total, Menem indultó a
277 acusados, militares en su mayoría. Cf. Rabotnikof, Nora: “Memoria
y política a 30 años del golpe”, op. cit., p. 273.
50
Cf. cap. IV. “Sujetos de la nación, reclamos a la historia: ‘espacios
para la memoria’ y suturas al tiempo en la memoria pública en Argentina”.
51
Cf. Secretaría de Derechos Humanos de la Nación: “Prólogo a la
edición del 30 aniversario del Golpe de Estado”, en: Nunca Más. Informe
de la CONADEP (Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas),
Edición 30 Aniversario del Golpe de Estado, Secretaría de Derechos Hu-
manos de la Nación, Buenos Aires, 2006.
52
Después de un periodo de inestabilidad política y socioeconómica,
Néstor Kirchner asumió la presidencia de la república como resultado de
elecciones democráticas, el 25 de mayo de 2003.
53
Esto inició una etapa inédita porque posibilitó re-comenzar los
procesos de juicio (e implicó la posibilidad de presentar querellas contra
los represores). Finalmente, el 25 de abril de 2007 la Cámara Federal
anuló los indultos presidenciales de 1990 y el 13 de julio de 2007 la Corte
Suprema de Justicia anuló uno de los indultos al procesado general Ri-
vero, lo cual abre aún más la posibilidad de enjuiciamiento para el resto
de los ex represores.
54
El Archivo (aún no desclasicado ni abierto completamente al pú-
blico) depende de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. Está
contemplado como un repositorio dedicado al tema de la violación de los
derechos humanos, y lo preside el Dr. Eduardo Luis Duhalde.
55
El lugar fue simbólicamente escogido, así como muchas de las
esculturas que se emplazarán –para lo cual se hizo un concurso inter-
nacional– debido a que como es públicamente conocido, muchos de los
cuerpos de los detenidos-desaparecidos fueron arrojados a las aguas del
Río de la Plata en los llamados “vuelos de la muerte”.
56
A esto sucedieron diferentes iniciativas en el interior, como la
que convirtió en Museo para la Memoria en marzo de 2007 al ex centro
clandestino de detención conocido como “La Perla”, situado en Camino a
La Calera, provincia de Córdoba.
57
Alejandro Grimson y Mirta Amati plantean que al menos hasta
la crisis de 2001, cuando los símbolos comenzaron a tomar otros signi-
58
Esta lectura presenta, sin embargo, algunos problemas en los modos
en que se articula en Sudáfrica ese secreto como lo que de pronto es “com-
pletamente visible” y omnipresente. Cf. cap. I.2. “El pasado reordenado:
alegorías invertidas y la ‘memoria tutelada’ en el Museo del Apartheid de
Johannesburgo, Sudáfrica”. Para el concepto de “secreto traumático”, cf.
Colvin, Christopher: “Brothers and sisters do not be afraid of me. Trau-
ma, history and the therapeutic imagination in the new South Africa”,
en Radstone, Susannah; Hodgkin, Catherine (eds.): Contested Pasts. The
politics of memory, Routledge, Londres y Nueva York, 2003, p. 158.
59
Podríamos preguntarnos por qué esta relectura del pasado por parte
del Movimiento Indígena no surge en 1983 con el advenimiento de la de-
mocracia y de las primeras políticas públicas, sino apenas en 2004. Una
respuesta posible –aunque de difícil constatación– es tomar en cuenta la
MEMORIA, HISTORIA:
PASADO, PRESENTE Y EXPERIENCIA
course, op. cit., esp. pp. 3-7; también Du Toit, André: “No chosen people: the
myth of the Calvinist origin of Afrikáner nationalism and racial ideology”,
American Historical Review, vol. 88, núm. 4, 1983. Pero en Argentina,
estudios como los de Rita Segato o Lilia Bertoni muestran que se produjo
una gestación y socialización pedagógica de la matriz narrativa hege-
mónica que la historiografía liberal impuso de manera más penetrante
mediante los instrumentos del Estado, jando un claro “repertorio” de
temas/contextos/sujetos. Este repertorio, sin embargo, está siendo am-
pliado por nuevos estudios sobre los usos del pasado y sus articulaciones
hegemónicas. Cf. Bertoni, Lilia: Patriotas, cosmopolitas y nacionalistas:
la construcción de la nacionalidad argentina a nes del siglo XIX, Fondo
de Cultura Económica, Buenos Aires, 2001; Segato, Rita: “Alteridades
históricas/Identidades políticas: una crítica a las certezas del pluralismo
global”, Serie Antropología 234, Universidad de Brasilia, Brasilia, 1998,
pp. 1-28. El concepto de “dominación sin hegemonía” es acuñado por Ra-
najit Guha para hablar de las características del proceso de colonización y
descolonización en India, con focalización en el estudio de la historiografía.
Cf. Guha, Ranajit: Dominance without hegemony. History and power in
colonial India, Harvard University Press, Cambridge, 1997.
61
Huyssen, Andreas: Twilight Memories. Marking Time in a Cultu-
re of Amnesia, Routledge, Londres, 1995, esp. cap. 2. También véase el
análisis sugerente al respecto de Rabotnikof, Nora: “Política, memoria
y melancolía”, Fractal, 29, abril-junio 2003, http://www.fractal.com.mx/
F29rabotnikof.html, último acceso: 4/07/2007. Habría que aclarar que esto
no es privativo de los espacios en descolonización. Si además de los estu-
dios de memoria ponemos atención al desarrollo de la disciplina histórica,
encontramos las escuelas pioneras como la “nueva izquierda inglesa” y
las propuestas de la “historia desde abajo” o, en espacios poscoloniales,
la escuela de Estudios de Subalternidad y las primeras corrientes de la
crítica poscolonial. Estas tendencias, con sus matices, se abocaban a una
tarea similar desde la disciplina, poniendo el acento en otras metodologías,
releyendo el archivo, reelaborando los objetos de estudio. Para un estudio
general sobre la historia desde abajo, cf. Sharpe, Jim: “Historia desde
abajo”, en Burke, Peter (ed.) Formas de hacer historia, Alianza, Madrid,
1993, pp. 38-58. Para un estudio sobre las connivencias y divergencias
entre las “historias desde abajo” y los “estudios de subalternidad”, cf. Dube,
Saurabh: Sujetos subalternos. Capítulos de una historia antropológica, El
Colegio de México, México, 2001, esp. pp. 43 y ss; también Chakrabarty,
Dipesh: “A small history of Subaltern Studies”, en Habitations of mo-
dernity. Essays in the wake of Subaltern Studies, University of Chicago
Press, Chicago, 2002, pp. 3-19.
62
Cf. Hartog, François: Regímenes de historicidad, Universidad
Iberoamericana, México, 2007 [2003], esp. p. 27.
67
Cf. Huyssen, Andreas: “Present pasts: media, politics, amnesia”,
Public Culture, vol. 12, núm. 1, 2000.
68
Nietzsche, Frederik: Sobre verdad y perjuicio de la historia para la
vida, trad. de Óscar Caeiro, Alción Editora, Córdoba, 1998.
69
Rabotnikof, Nora: “Política, memoria y melancolía”, op. cit.
70
Sin embargo, pensadores como Susannah Radstone insisten en que
el mencionado “boom” de la memoria tiene más que ver con elementos
apolíticos, neoliberales, de la modernidad tardía occidental, que con una
estrategia conciente de rechazo a la cultura posmoderna de la fugaci-
dad. Radstone, Susannah: “Working with memory: an introduction”, en
Radstone, Susannah (ed.): Memory and Methodology, Berg, Nueva York,
2000, pp. 8-9.
71
Cf. Jelin, Elizabeth: Los trabajos de la memoria, op. cit., pp. 79 y
ss., Agamben, Giorgio: Lo que queda de Auschwitz, Homo Sacer III: El
archivo y el testigo, Pre-Textos, Valencia, 2000, Berger, James: After the
end. Representations of Post-Apocalypse, University of Minnesota Press,
Minneapolis, 1999; Hartog, Francois: Regímenes de historicidad, op. cit.,
pp. 22-23.
72
Cf. Jelin, Elizabeth: Los trabajos de la memoria, op. cit., pp. 14 y ss.
73
Cf. La Capra, Dominick: Writing history, writing trauma
…, op.
cit., esp. cap. 1
74
Idem.
75
El debate es amplio pero, grosso modo, la discusión que se conoce
como “revisionista” sobre el Holocausto basa sus argumentos algo bur-
83
Cf. Carrier, Peter: “Places, politics and the archiving of contem-
porary memory in Pierre Nora’s Les Lieux de Mémoire”, en Radstone,
Susannah (ed.): Memory and Methodology, op. cit., pp. 37-57.
84
Koselleck, Reinhart: Futuro pasado. Para una semántica de los
tiempos históricos, op. cit., pp. 333 y ss.
85
Me reero aquí a lo que François Hartog denomina el “presentismo”
de la era contemporánea; un tiempo dominado por el “punto de vista” del
presente. Cf. Hartog, François: Regímenes de historicidad, op. cit., esp.
pp. 134-140. Huyssen, Andreas: “Present pasts
…”, op. cit., pp. 33-34.
Huyssen nos previene de la falacia encerrada en análisis como los de
Nora: creer que esta “inestabilidad” moderna se resuelve con la musei-
cación de formas “tradicionales” de la identidad (nacional o comunitaria)
implica no comprender que los patrones de musealización y conservación
del pasado en el patrimonio ya están organizados y supeditados a formas
presentistas y neoliberales de mercantilización, consumo, digitalización
y fugacidad.
86
Cf. Lalu, Premesh: “In the event of history: reading the mime of
memory in the present of public history”, op. cit.
Cit. en Idem.
87
91
Huyssen, Andreas: “Present Pasts
…”, op. cit., Hodgkin, Catheri-
ne; Radstone, Susannah: “Introduction: contested pasts”, en: Hodgkin,
Catherine; Radstone, Susannah (eds.): Contested Pasts. The politics of
memory, Routledge, Londres y Nueva York, 2003, pp. 1-22.
92
Rabotnikof, Nora: “Memoria y política a 30 años del golpe”, op.
cit., p. 264.
93
Ricoeur, Paul: La memoria, la historia, el olvido, op. cit., p. 341. Esto
recuerda las aseveraciones de Arthur Danto acerca de que “todo pasado
es irreversible salvo en el campo de las representaciones o atribuciones
de sentido”, y en parte es este campo el que es necesario ampliar en su
signicatividad y forma, en espacios poscoloniales. Para una discusión
más amplia sobre Danto en este sentido, cf. Zermeño, Guillermo: “Expli-
car, narrar, mostrar. Danto, Habermas, Foucault y la historia”, Historia
y Grafía, 24, 2005, p. 178.
94
Militar y presidente argentino entre 1880-1886, para la historio-
grafía liberal, uno de los fundadores emblemáticos del Estado-nación mo-
derno y responsable intelectual y material de las “Campañas al Desierto”
que entre 1879 y 1880 diezmaron la población indígena argentina que
habitaba al sur de la “frontera” establecida por la colonia, en lo que hoy
es, grosso modo, la región patagónica. Para más precisiones véase el cap.
4: “Sujetos de la nación, reclamos a la historia
…”.
95
El escrache es un acto público de repudio o escarnio: son prácticas
comunes la tira de huevos o de pintura de color a las fachadas de las
99
El tipo de procedimientos discursivos y de establecimiento de
“verdades” en estas comisiones, es un elemento que comienza a estu-
diarse actualmente. En Argentina la CONADEP (Comisión Nacional sobre
la Desaparición de Personas) sólo tenía atribuciones para investigar (no
juzgar) hechos relacionados únicamente con la desaparición, no con otro
tipo de violaciones de garantías individuales o de los derechos humanos.
Sin embargo, es discutido ya el hecho de que el informe presentado por
la Comisión, el Nunca Más, se instituyera en “la” narrativa sobre las vio-
laciones a los derechos humanos y los trazos traumáticos de la dictadura
reciente en Argentina, excluyendo otras representaciones o incluso auto-
rizando las investigaciones que siguieron al respecto. Cf. Levin, Florencia:
“Memory and Testimony: The Problem of Representation of Horror in Re-
cent Argentinean History”, ponencia presentada al Workshop on Memory
and Amnesia in the South. How Societies Process Traumatic Memories
of Conicts and Violence, SEPHIS-Dhaka University, Dhaka, Bangladesh,
enero de 2006, inédito. [Agradezco a la autora las observaciones sobre este
punto en las diversas comunicaciones subsiguientes que mantuvimos]. En
Sudáfrica, el caso de la TRC afronta problemáticas similares, en tanto y en
cuanto excluyó en sus reportes algunas de las formas cotidianas, capila-
res, que no entraban dentro de la “violencia física” (tortura o asesinato)
pero que eran penetrantes como ultraje, humillación y violación a los dere-
chos humanos (por ejemplo, no se juzgaron los desplazamientos forzados,
las formas de discriminación para conseguir empleo, entre otras). De la
misma manera se critica el sesgo de género (el lugar marginal de la mujer)
en sus registros. Cf., entre otros, Grunebaum Ralph, Heidi: “Re-placing
pasts, forgetting presents: Narrative, place and memory in the time of
the Truth and Reconciliation Commission”, Research in African Litera-
tures, vol. 32, núm. 3, fall 2001, pp. 198-212; Fainman-Frenkel, Ronit:
“Ordinary secrets and the bounds of memory: Traversing the Truth and
Reconciliation Commission in Farida Karodia’s Other Secrets and Beverly
Naidoo’s Out of Bounds”, Research in African Literatures, vol. 35, núm.
4, winter 2004, pp. 52-65. Evidentemente estas observaciones son parte
de una pretensión historizante a posteriori, y la intención es analizar
los procesos de construcción del pasado y las razones –políticas, éticas e
históricas– de las omisiones y evasiones que contienen (lo cual no quiere
decir que esas omisiones hayan sido desconocidas para quienes trabajaron
102
Reriéndose a este punto sobre la lucha por jar verdades por
fuera del discurso histórico disciplinar, la poeta, académica y periodista
sudafricana Antjie Krog plantea que la escenicación jurídica en juicios,
formas de amnistía y compensaciones públicas no es suciente para
restituir “la verdad” en términos sociales. Es necesaria la exploración de
mitos, historias (stories), percepciones, y sus representaciones individuales
y colectivas para que el Estado pueda legitimar en la esfera pública “la
verdad” que condiga con imaginarios sociales (e históricos) no unilaterales.
Cf. Krog, Antjie: Country of my skull, Random House, Johannesburgo,
1998, pp. 8 y ss.
103
Me reero al texto: “Quien alguna vez comenzó a abrir el abanico
de la memoria no alcanza jamás el n de sus segmentos; ninguna imagen
lo satisface, porque ha descubierto que puede desplegarse y que la verdad
reside entre sus pliegues”, cit. en Sarlo, Beatriz: “Verdad de los detalles”,
en: Sarlo, Beatriz: Siete ensayos sobre Walter Benjamin, Fondo de Cultura
Económica, Buenos Aires, 2006 [2000], p. 33.
104
Sarlo, Beatriz: “El taller de la escritura”, en Ibid., p. 25.
105
Ibarlucía, Ricardo: Onirokitsch, citado en Sarlo, Beatriz: “El taller
de la escritura”, op. cit., p. 27.
106
Cf. De Certeau, Michel: La escritura de la historia, Universidad
Iberoamericana, México, 1993 [1975], cap. 1.
107
Algunos historiadores y antropólogos han señalado las luchas para
que las narraciones sectoriales del pasado se transformen y se incluyan
en la “historia”. Cf. por ejemplo, Cohen, David; Odhiambo, E. S. Atieno:
Burying SM: the Politics of knowledge and the sociology of power in Afri-
ca, Heinemann, London, 1992; Cohen, David W.: The combing of history,
op. cit., White, Louise: Speaking with vampires. Rumor and history in
colonial Africa, University of California Press, Berkeley, 2000, pp. 31 y
ss. A su vez en general, en las comisiones museológicas o de construcción
de memoriales trabajadas (Monumento al Voortrekker, Robben Island,
Distrito Seis, Museo de la Memoria –aquí no hay estrictamente una co-
misión–), existe un historiador como referencia no tanto de la disciplina
en sí, como de la garantía veraz del discurso dispuesto, aun cuando en
muchos casos las propuestas no son en absoluto “narrar la historia”.
108
Cuento llevaba implícita la consideración de “falso”, “mentiroso”.
LA DINÁMICA DE LO PÚBLICO:
“ESPACIO PÚBLICO”, USO Y PRODUCCIÓN
DEL PASADO
109
Entrevista personal con M. B., Buenos Aires, Pompeya, 29 de
noviembre de 2005. Cf. De Certeau, Michel: La escritura de la historia,
op. cit., cap. 1.
110
Witz, Leslie: Apartheid’s Festival. Contesting South African Na-
tional Pasts, Indiana University Press, Bloomington, 2003, p. 7.
111
Son muchos los textos que han sido inspiradores para poder dar
forma a estos argumentos sobre trabajar las representaciones de los
114
Bennet, Tony: The Birth of the Museum, Routledge, Londres, 1995,
pp. 132 y ss.
115
Balandier, Georges: El poder en escenas. De la representación del
poder al poder de la representación, trad. Manuel Delgado Ruiz, Paidós,
Barcelona, 1994 [1992], p. 23.
116
Ibid., p. 19.
117
Cf. las apreciaciones de Bhabha, Homi: El lugar de la cultura,
trad. César Aira, Manantial, Buenos Aires, 2002 [1994]; Witz, Leslie:
Apartheid’s Festival, op. cit, pp. 13 y ss; sobre las lecturas públicas del
pasado como luchas por legitimar reclamos sociales en el presente véase
también Grundlingh, Albert: “A cultural conundrum? Old monuments
and new regimes: The Voortrekker Monument as a symbol of afrikáner
power in a postapartheid South Africa”, Radical History Review, 81, 2001,
Hughes, Rachel: “Nationalism and memory at the Tuo Sleng museum of
genocide crimes, Phnom Penh, Cambodia”, en Hodgkin, Catherine; Hug-
119
Habermas, Jürgen: The structural transformation of the public
sphere, trad. Thomas Burger, Massachussets Institute of Technology,
Massachussets, 1996 [1962].
120
Básicamente estos problemas tendrían que ver con que: a) el lósofo
alemán no habría incluido la variable de género en su análisis, b) existiría
una sobredimensión del papel de la burguesía como actor histórico, c) no se
consideraría la existencia de culturas plebeyas radicalizadas con códigos
propios en ese mismo marco temporal, d) se sobredimensionaría la “razón”
como “ethos” post ilustrado, d) habría un eurocentrismo en el anclaje
empírico localizado, ya que sus presupuestos teóricos sólo se sostendrían
en Europa Occidental (y no en toda ella). Para una síntesis precisa de
los argumentos de Habermas y la enunciación de sus problemas de base
véase Calhoun, Craig: “Introduction: Habermas and the public sphere”,
en Calhoun, Craig (ed.): Habermas and the public sphere, Massachusetts
Institute of Technology, Cambridge, 1996 [1992], pp. 1-48; para una visión
de la “utilidad” y los problemas de las tesis de Habermas para la historia
véase Brooke, John: “Reason and passion in the public sphere: Habermas
and the cultural historians”, Journal of Interdisciplinary History, XXIX:I,
Summer 1998, pp. 43-67.
126
Esto se vincula con un aspecto ya presente en el trabajo de John
Gillis (y también en el de Andreas Huyssen) contra las dicotomías insta-
ladas entre “alta” y “baja” cultura en las capacidades de “actuar sobre”
el pasado. Los museos han nacido como una forma elitista occidental de
“mostrar lo propio memorable”, lo cual fue apropiado por el imperio y la
colonia para exhibir la alteridad y domesticarla en otro gesto igualmente
elitista. Aquí los museos ya funcionaban como un espacio pedagógico para
las clases populares europeas: desde principios del siglo XX se las incluye
como sujetos que rememoran, no sujetos para rememorar. Sin embargo,
tanto el mensaje como el artefacto pueden ser (y lo fueron, como trataré
de analizar) reapropiados, redenidos por diversos sectores. Cf. Huyssen,
Andreas: “Present pasts
…”, op. cit., p. 29; también Gillis, John: “Memory
and identity: the history of a relationship
…”, op. cit., pp. 6 y ss.
127
Cf. Tucker, Kenneth Jr.: “Aesthetics, play and cultural memory:
Giddens and Habermas on the postmodern challenge”, Sociological
Theory, 11, 2, 1993, pp. 194-211. Para una reexión sobre la conformación
“espacial” de la esfera pública en análisis especícamente históricos cf.
Mah, Harold: “Phantasies of the public sphere: rethinking the Habermas
of historians”, The Journal of Modern History, 72, 1, 2000, pp. 153-182;
este punto especialmente en pp. 160-162. Sin embargo, Mah embiste
129
Cf. Reddy, William: “Postmodernism and the public sphere: im-
plications for a historical ethnography”, Cultural Anthropology, 7, 1992,
pp. 135-169.
130
Deberíamos recordar que para Gramsci, la sociedad civil no era
una masa informe, algo caricaturesca que se ofrece hoy cuando se usa el
término sin problematizar. Para el pensador italiano, la sociedad civil no
tenía la abstracción que la esfera pública tiene para Habermas; al contra-
rio, se planteaba como una contienda constante por formas de expresión
(de grupos nacionalmente subordinados, clases inferiores, mujeres). Y
en esa competencia no había, conceptualmente, una simple coexistencia
plural: había divisiones de inequidad y asimetrías de poder que necesitan
ser planteadas. Cf. el análisis que hace Elley, Geoff: “Nations, publics
and political cultures: placing Habermas in the nineteenth century”, op.
cit., p. 325.
131
Ibid., p. 293.
132
Cf. Huyssen, Andreas: Twilight memories..., op. cit. También
Leslie Witz, Ciraj Rassool y Gary Minkley, “Tourist Memories of Africa”,
Memory and History: Remembering, Forgetting and Forgiving in the life
of the Nation and the Community. An International Conference, Ciudad
del Cabo, 9-11 de agosto de 2000.
133
Se suele llamar así (“regreso en el tiempo”) a los programas y
paquetes comerciales que se ofrecen a los turistas para “regresar” en el
tiempo y “experimentar” algún episodio del pasado. Se montan escenarios,
hoteles especiales, vestimenta “típica”, etc. Cf. Idem.
140
Cf. Gillis, John: “Memory and identity: the history of a relation-
ship”, en Gillis, John (ed.): Commemorations. The politics of national
identity, Princeton University Press, Princeton, 1994; Koonz, Claudia:
“Between Memory and Oblivion: Concentration Camps in German Me-
mory”, en Gillis, John (ed.): Commemorations. The Politics of National
Identity, Princeton, Princeton University Press, 1994.
141
Achúgar, Hugo: “Leones, cazadores e historiadores: a propósito de
las políticas de la memoria y del conocimiento”, op. cit.
142
Baines, Gary: “The politics of public history in post-apartheid
South Africa”, ponencia presentada en la I Conference on Public History,
Rodhes University, Grahamstown, Sudáfrica, 2004. Disponible en http://
academic.sun.ac.za/history/dokumente/US_Geskiedeniskonferensie_2004/
Baines_G.pdf, última consulta: 17/12/2006.
143
El propio Benedict Anderson ha insistido mucho sobre esto. Incluso
recientemente ha investigado las formas “radicalmente contemporáneas”
del nacionalismo en los sitios web de exiliados argentinos de la última
dictadura en el resto del mundo. Según Anderson, los exiliados argen-
tinos (que en este caso son su ejemplo) siguen una lógica de referencia
de imaginación estrictamente nacional en sus discusiones por Internet,
aunque sus reclamos tengan pretensiones globales. Hay que recordar
que este autor ha insistido recientemente en la necesaria vinculación del
nacionalismo con la capacidad de avergonzarse (shame). Para Anderson,
la capacidad que tenga un pueblo de “avergonzarse” de su historia está
directamente relacionada con sus posibilidades reales de futuro. Ander-
son declara haber tomado esta idea de las Madres de Plaza de Mayo en
Argentina, quienes reclamaban a nales de la década de 1980 ‘verdad al
Estado terrorista y capacidad de avergonzarse a la sociedad’, para que
fuera posible construir un nuevo pacto social. Conferencia dictada en la
House of Books, Ciudad del Cabo, Sudáfrica, 19/09/2006. Algunos de los
principales argumentos están reproducidos en: Khazaleh, Lorenz: “Likes
nationalism’s utopian elements: an interview with Benedict Anderson”,
Universiteit i Oslo Ofcial Website, 15/12/2005, http://www.culcom.uio.
no/aktivitet/anderson-kapittel-eng.html, última consulta: 15/06/07.
144
Lambeck se distancia de los análisis que consideran la existencia
de una memoria “desde abajo”, de “los oprimidos”, y la comprenden como
un bloque unívoco, compacto, con voluntad legisladora que desafía la
autoridad, la codicación y la consistencia. Tales narrativas “marginales”
se impondrían por la autoridad del subalterno que reside en esa contra
memoria, nuevamente esencializada, o al menos regulada en determi-
nado régimen codicado y dispuesto. Cf. Lambeck, Michael: “Memory
in a Maussian universe”, en Radstone, Susannah; Hodgkin, Catherine
(eds.): Regimes of memory, Routledge, Londres y Nueva York, 2003, pp.
211-212.
145
Cf. Dube, Saurabh: Stitches on time. Colonial textures and posco-
lonial tangles
…, op. cit., pp. 20-23.
146
La historia no se ha liberado de su compromiso garante con el
Estado nacional y con el ethos del progreso, ni siquiera sus últimas mani-
festaciones europeas post 1970 con el “giro cultural”. Aunque refundado,
el sujeto teórico de la disciplina “allí descansa”. En cambio, “una historia
sin garantías abriría la posibilidad de alzar un espejo frente a las asun-
ciones, categorías y entidades que están en la base de los mundos sociales,
recobrar, por ejemplo, “el poder” o “la voz” de los grupos subor-
dinados, [sino con] el cuestionamiento de las ‘particularidades
no recuperadas” [y] la atención a las posibilidades críticas del
trabajo intelectual.152
150
Cf. Calveiro, Pilar: “Los usos políticos de la memoria”, op. cit.,
pp. 377 y ss. Al decir de Hugo Vezzetti, “
…la memoria no es un registro
espontáneo del pasado, eso es sabido. Requiere de un marco de recupe-
ración y de sentido en el presente y de un horizonte de expectativas
…”.
Vezzetti, Hugo: “Políticas de la memoria: el museo en la ESMA”, Punto de
vista, 79, agosto de 2004, p. 4.
151
Cf. Olick, Jeffrey: “Introduction”, op. cit., p. 9. Esto no quiere decir
que toda memoria pueda ser aceptable, que no haya manera de distinguir
entre memoria e imaginación. Paseidad (como experiencia) y represen-
tancia (como posibilidad de jación) son los elementos que intervienen
en ese proceso de vigilancia. Este proceso no legisla, sin embargo, sobre
el poliedro de narraciones que la paseidad posibilita.
152
Dube, Saurabh: Historias esparcidas, trad. Gabriela Uranga, El
Colegio de México, México, 2007, p. 21.
153
Me acerco a las advertencias del antropólogo Michael Lambeck
sobre los análisis que consideran la existencia de una memoria “desde
abajo”, de “los oprimidos”, y la comprenden como un bloque simbólico con
voluntad legisladora que desafía la autoridad, la codicación y la consis-
tencia. Tales narrativas “marginales” se impondrían por la autoridad del
subalterno que reside en esa contra memoria, nuevamente esencializada,
o al menos regulada en determinado régimen codicado y dispuesto.
Cf. Lambeck, Michael: “Memory in a Maussian universe”, en Radstone,
Susannah; Hodgkin, Catherine (eds.): Regimes of memory, Routledge,
Londres y Nueva York, 2003, pp. 211-212.
154
Estos argumentos son los que esgrime Premesh Lalu acerca de
cómo debe leerse el “archivo colonial”, y su reticencia a trabajar acrítica-
mente con los conceptos “desde abajo” (los cuales, por otra parte, repre-
sentan una contribución invaluable al nuevo pensamiento histórico). Cf.
Lalu, Premesh: “The grammar of domination and the subjection of agency:
colonial texts and modes of evidence”, op. cit., p. 68.
155
Agradezco las aclaraciones de Romana Falcón sobre este punto, al
hacerme repensar un primer intento de “abandonar” el concepto. Para un
tratamiento multívoco del término resistencia véase el ya clásico trabajo
de Scott, James: Domination and the arts of resistance. Hidden transcripts,
Yale University Press, New Heaven, 1990.
156
Dube, Saurabh: Stitches on time. Colonial textures
…, op. cit., p. 23.
157
En este caso la expresión corresponde a Witz, Leslie: Apartheid’s
Festival
…, op. cit., p. 17.
158
Mouffe, Chantal: “Feminismo, ciudadanía y política democrática
radical”, Debate Feminista, núm. 7, año 4, 1993, p. 36.
159
Dube, Saurabh: Stitches on time, op. cit., p. 23.
160
Bhabha, Homi: El lugar de la cultura, op. cit., pp. 18 y ss.
161
Segato, Rita: “Alteridades históricas/Identidades políticas: una
crítica a las certezas del pluralismo global”, op. cit., pp. 1-28; también
Bhabha, Homi: El lugar de la cultura, op. cit., pp. 18 y ss. Esto tiene su
parte positiva, como apunta Florencia Mallon, en un terreno potencial
para una “democratización” nacional, exibilizando los discursos que veían
en el reconocimiento a la diversidad y el multiculturalismo, una amenaza
para la “integración” de la nación. Para Mallon, lo que algunos movi-
mientos nuevos estarían demostrando (ella se centra en los movimientos
indígenas de América Latina), es una especie de transición hacia nuevos
“nacionalismos poscoloniales” (en el sentido de nationhood). Cf. Mallon,
Florencia: “Pathways to poscolonial nationhood: the democratization of
difference in poscolonial Latin-America”, en Loomba, Ania; Kaul, Suvir;
Bunzl, Matti; Burton, Antoinette; Esty, Jed (eds.): Postcolonial studies
and beyond, op. cit., pp. 272-292. Sin embargo, creo que la cooptación de
esa “diferencia” por parte del Estado, y su resemantización en términos
de “diversidad”, imprime una necesaria vigilancia. El discurso “multicul-
tural” del Estado puede impulsar políticas de inclusión pero desigual, que
perpetúen las asimetrías de poder.
162
Cf. Baudrillard, Jean: El crimen perfecto, Anagrama, Barcelona,
1997 [1995], p. 156. Cursivas mías.
163
Huyssen, Andreas: En busca del futuro perdido: cultura y memoria
en tiempos de globalización, Fondo de Cultura Económica, México, 2002,
p. 150.
164
Cf. Derrida, Jacques: “La differance”, en Derrida, Jacques: Márge-
nes de la losofía, Cátedra, Madrid, 1998 [1968]. Edición digital de Derrida
en Castellano: http://www.jacquesderrida.com.ar/textos/la_differance.htm,
última consulta: 20/05/07. Véase también las reexiones sobre el concepto
de differance e historia que hace James Berger con relación al Holocausto.
Cf. Berger, James: After the end. Representations of Post-Apocalypse, op.
cit., pp. 11-13 y 28.
165
Cf. Bhabha, Homi: El lugar de la cultura, op. cit., p. 19.
VÍAS ANALÍTICAS
Y DERIVACIONES EPISTÉMICAS
168
Por razones de espacio, tiempo y viabilidad metodológica no tra-
bajo el Freedom Park in extenso. Sin embargo, cabe señalar que se trató
de un proyecto presidencial lanzado por Thabo Mbeki en el año 2000,
nanciado parcialmente entre el Estado federal sudafricano y un consor-
cio creado para inversión y administración de benecios. Se trata de un
parque emplazado al sur de la ciudad de Pretoria, aún en construcción
(se supone que deberá estar completamente terminado en diciembre de
2009), inaugurado ocialmente en diciembre de 2006, con alta inversión
en arquitectura y obras de arte. Allí se encuentran dispuestas fotografías
a gran escala, bustos y esculturas ‘conmemorativas’ de los que han sido
denidos ocialmente como los “héroes y heroínas” de Sudáfrica. En este
Parque encontramos a Nelson Mandela y a Govan Mbeki, ya fallecido,
padre del actual presidente de la República, fervoroso militante de la
“vieja guardia” del ANC (aunque con profundas diferencias con Mandela
por ser más proclive a las ideas comunistas) y ex prisionero en Robben
Island. Pero sintomáticamente también encontraremos a guras como
las de Ernesto “Che” Guevara con una gran fotografía, en una alusión
históricamente mimetizante a las “reivindicaciones de izquierda”. No
hallaremos explicaciones claras sobre la inclusión del “Che” en el Parque,
más bien podemos seguir la lógica con que su imagen –o más bien la foto
emblemática de Alberto Korda– sigue circulando el mundo en medio de
la globalización mercantil de los referentes de la “resistencia”: en gran
medida como signicante vacío de una lucha cuyos ideales y proclamas
histórico-políticas apenas si se conocen por las nuevas generaciones.
Para el ocialismo sudafricano, sin embargo, es la inscripción perfecta
de ese referente vacío (y justamente por ello con potencial múltiple) que
no necesita explicación alguna porque funciona como placebo: cada quien
hará la asociación que crea pertinente, una asociación que será positiva y
servirá como inclusión de la lucha de liberación nacional sudafricana en
una historia global de “la resistencia”. Freedom Park Ocial Home Page
http://www.freedompark.org.za/index.php, última consulta: 23/06/2007.
169
Mbeki está hablando de: Soyinka, Wole: The burden of memory, the
museum of forgiveness, Oxford University Press, Nueva York, 2000.
170
Cf. Braudel, Fernand: El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en
la época de Felipe II, Fondo de Cultura Económica, México, 1998 [1949],
esp. Introducción.
dad, op. cit., pp. 19-21. Este es también el problema central con la visión
braudelinana del tiempo. Como demostró Ricoeur, el historiador francés
de Annales lo concibió como algo exógeno a la historia, taxonómico, ma-
temático, y no constitutivo de percepciones sociales, que es un elemento
que en este libro nos interesa. Cf. Ricoeur, Paul: Tiempo y narración, t.
III: El tiempo narrado, Siglo XXI, México, 1996.
vol. I, Kwela Books y South African History Online, Ciudad del Cabo,
2001, pp. 37-80.
176
Cf. Norval, Aletta: Deconstructing apartheid discourse, Verso,
Londres y Nueva York, 1996, esp. pp. 1-3.
177
Citado en Terán, Óscar: “Tiempos de memoria”, Punto de Vista,
68, diciembre de 2000, p. 12.
178
Esta expresión corresponde a la vertiente principal que tomaron
los estudios poscoloniales o “postoccidentales” sobre Latinoamérica,
siguiendo al lósofo peruano Aníbal Quijano en su concepción de la “co-
lonialidad del poder”. Cf. Lander, Edgardo (comp.): La colonialidad del
saber: eurocentrismo y ciencias sociales: perspectivas latinoamericanas,
CLACSO, Buenos Aires, 2000.
179
Cf. Chakrabarty, Dipesh: “Poscolonialismo y el artilugio de la
historia. ¿Quién habla en nombre de los pasados ‘indios’?”
…, op. cit.
180
Coronado, Gabriela; Hodge, Bob: El hipertexto multicultural en el
México postmoderno. Paradojas e incertidumbres, CIESAS-Porrúa, 2004, p.
7. También es la sensibilidad presente a lo largo del trabajo de Ishita Ba-
nerjee que me resultó metodológicamente inspirador. Cf. Banerjee-Dube,
Ishita: Religión, law and power. Tales of time in Eastern India (1860-2000),
Anthem Press, Londres, 2007, esp. Introducción, pp. 1-16.
181
Cf. Silvestri, Graciela: “El arte en los límites de la representación”,
Punto de Vista, 68, diciembre de 2000, pp. 18-24; Arfuch, Leonor: “Arte,
memoria y archivo”, en Ibid., pp. 34-37; Lorenzano, Sandra (ed.): Políticas
de la memoria. Tensiones entre la palabra y la imagen, Gorla-UCSJ, México,
2007; Coombes, Annie: History after apartheid. Visual culture and public
memory in a democratic South Africa, esp. pp. 188 y ss., Brodsky, Marcelo
(ed.): Memoria en construcción. El debate sobre la ESMA, La Marca editora,
Buenos Aires, 2005.
182
En el caso de los textos literarios, no puedo analizar el contexto
de recepción en el espacio público, ya que eso implicaría analizar los
circuitos de producción y distribución de las obras. La deuda queda,
como siempre en estos casos, con el contexto de recepción y con una
etnografía de la lectura de esos textos, por otra parte muy difícil de
hacer. Quién los lee, cómo y qué se lee en ellos nos daría otra clave
valiosísima. Pero ese rastreo está fuera de mis posibilidades y de los
alcances de este trabajo.
RUTA DE LECTURA
183
Vladislavic, Ivan: Propaganda by monuments and other stories,
David Philip, Ciudad del Cabo, 1996.
184
Gamerro, Carlos: El secreto y las voces, Grupo Editorial Norma,
Buenos Aires, 2002.
1
Un enfoque transversal en el continente africano nos llevaría a ana-
lizar las producciones pedagógico-performativas desde las independencias.
Cf. Werbner, Richard (ed.): Memory and the poscolony
…, op. cit.
2
Anderson, Benedict: Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre
el origen y la difusión del nacionalismo, Fondo de Cultura Económica,
México, 1993 [1983]: Gillis, John: “Memory and identity: the history of
a relationship”, op. cit., pp. 6 y ss; Pandey, Gyan; Geschiere, Peter: “The
forging of nationhood. The contest over citizenship, ethnicity and history”,
en: Pandey, Gyan; Geschiere, Peter (eds.): The forging of nationhood,
Manohar, SEPHIS, Nueva Delhi, 2003.
[117]
1. NATURALEZA/CULTURA,
TEMPORALIDAD/AGENCIA
5
Cf. Deacon, Harriet: “Remembering tragedy, constructing moder-
nity. Robben Island as a national monument”, en Nuttal, Sarah; Coetzee,
Carli (eds.): Negotiating the past. The making of memory in South Africa,
Oxford University Press, Ciudad del Cabo, 1998. Los últimos pacientes
medicalizados fueron trasladados fuera de la isla en 1931.
6
En general, los presos fueron sentenciados bajo las leyes de a) Com-
munist Act, Acta de Seguridad Interna 44, promulgada en 1950 (también
aplicada a mujeres), que dio amplios poderes al gobierno para perseguir a
líderes de la oposición y desbandó al Partido Comunista (reformado como
SACP, South African Communist Party en 1952); b) prohibición a pertenecer
a organizaciones ilegales, c) bajo la Security Act y la General Security Act,
Acta 62, d) contravención del Acta 34 de 1955, que condenaba el abandono
del país con un pasaporte inválido (este último fue el cargo prominente
para condenar a Mandela en el juicio de Rivonia). Cf. Solani, Noel: Memory
and representation: Robben Island Museum
…, op. cit., p. 29.
7
No se tienen registros exactos pero se estima que alrededor de
3 000 prisioneros pasaron por Robben Island, algunos con estancias muy
cortas y otros, como Mandela, estuvieron casi dos décadas. Según narra
Lionel Davis, ex prisionero en Robben Island, activista, artista plástico,
ex habitante del Distrito Seis de Ciudad del Cabo y actual guía del mu-
seo, hasta 1979 los prisioneros dormían sobre petates delgados. Luego se
incorporaron camas. Probablemente la traslación más notoria del funcio-
namiento del apartheid a la prisión tuvo que ver con las diferencias en la
alimentación que recibían los prisioneros, ya fueran colourds, asiáticos o
bantu (no había blancos en Robben Island). Las características adicionales
son bastante conocidas: los prisioneros no tenían derechos a usar ropa
interior ni calzado (excepto sandalias, si se otorgaba un permiso especial);
no había agua caliente (en invierno las temperatures son inferiores a 10
grados bajo cero); las letrinas y las duchas estaban adentro de las celdas
colectivas (o en baños colectivos) sin división alguna. En la prisión había
celdas colectivas generales y unas pocas celdas individuales para personas
como Mandela o Sobukwe, considerados demasiado “peligrosos”, “inteli-
gentes”, como para dejarlos en celdas colectivas. Entrevista con Lionel
Davis, Robben Island, 1 de octubre de 2006. Cf. Coombes, Annie: History
after apartheid. Visual culture and public memory in a democratic South
Africa, op. cit., pp. 55 y ss.
8
Para una crítica de este periodo emblemático véase Buntman, Fran:
“How best to resist? Robben Island after 1976”, en Diecon, Harriet (ed.):
The Island
…, op. cit., pp. 137-166.
9
La correspondencia entre el gobierno nacional, los prisioneros y la
prensa extranjera fue fluida en ese momento. La presión de la comuni-
dad internacional –con la cual los prisioneros tenían conexión directa en
los últimos años, vía canales informales para evadir la seguridad en la
prisión– tuvo una injerencia central en el proceso. En el repositorio del
Mayibuye Center de Ciudad del Cabo hay una buena colección de docu-
mentos sobre este intercambio de correspondencia. Cf. Mayibuye Center.
Historical Papers Collection. MCH64, 80. Island Working Committee
Executive (IWCE) 1991.
10
Para una discusión sobre este punto véase Dieron, Harriet: “In-
troduction”, en Dieron, Harriet (ed.): The Island. A History of Robben
Island
…, op. cit., esp. pp. 1-8; Coombes, Annie: History after apartheid
…,
op. cit., pp. 60-62; Lionel Davis plantea que ésta también fue una cuestión
debatida en la élite blanca sudafricana, y que parte de esa élite estuvo
de acuerdo en crear un museo siempre y cuando se otorgaran licencias
para construir hoteles de calidad internacional y casinos (tal como sucede
actualmente con el Museo del Apartheid). Entrevista con Lionel Davis,
Ciudad del Cabo, Robben Island, 1 de octubre de 2006. Sin que haya ho-
teles internacionales, la mercantilización de la memoria en Robben Island
es un elemento no sólo visible sino prácticamente naturalizado.
13
De hecho una característica de las pugnas ha sido el relativamente
elevado costo del “viaje” al Museo de Robben Island: 150 rands sudafrica-
nos por persona (alrededor de 23 dólares estadounidenses, precio estable-
cido hasta el 15 de mayo de 2007). Algunos intelectuales esgrimieron la
necesidad de abaratar esos costos para hacer accesible el espacio al público
general sudafricano (el precio está claramente establecido para el turismo
internacional y no para gran parte de la población de ese país) y elevaron
petitorios colectivos al consorcio, aparentemente sin resultados hasta el
momento. Comunicación personal con la prof. Antjie Krog, University of
the Western Cape, 12 de septiembre de 2006.
14
http://www.robben-island.org.za/departments/heritage/heritage.
asp, última consulta: 8/05/07.
15
Este punto ya es señalado por Veronique Riouful, quien asevera que
“este sub-texto [el de Robben Island como el lugar para los “revoltosos”
históricos a la vez que el espacio pleno de toda resistencia] descentra la
importancia del periodo del apartheid en el pasado sudafricano y lleva a
considerarlo desde un punto de vista más moral que político, distorsionan-
do el pasado y la dimensión partidaria de su evocación en el presente
…”.
A su vez, también oblitera el lugar de las mujeres. Cf. Riouful, Veronique:
“Behind telling: post-apartheid representations of Robben Island`s past”,
Kronos. Journal of Cape History, núm. 26, agosto de 2000, p. 30.
16
Friedman, Hazel: “All the paradoxes of a nation fuse on the island
of shame”, Sunday Independent, 20/09/1998, p. 17.
17
El periodista y escritor invierte lúdicamente aquí la expresión “out
of sight, out of mind”; que podríamos traducir coloquialmente como “ojos
que no ven, corazón que no siente”.
18
Véase capítulo “El pasado reordenado: alegorías invertidas y la
‘memoria tutelada’ en el Museo del Apartheid de Johannesburgo”.
19
En uno de los ferries que transportan turistas desde el Nelson
Mandela Gateway se proyecta un audiovisual, en realidad una edición
acortada en 12 minutos del documental Voices from Robben Island, hecho
por Jurgen Shadeberg en 1994. En ese audiovisual, una voz en off “perso-
nifica” a la isla, que comienza diciendo: “Millones de años atrás yo no esta-
ba sola en medio de estas mareas saladas como lo estoy ahora. Al contrario,
era una colina entre colinas”. [Proyectado en el tour que realizó el autor
el día 2 de octubre de 2006]. Para una explicación más prolongada sobre
los documentales realizados véase Solani, Noel: Memory and Representa-
tion: Robben Island Museum, op. cit., pp. 84-88. Para Veronique Riouful,
la inclusión narrativa de elementos naturales, aspectos geológicos, o la
intervención romantizada de los navegadores de antaño en la narrativa
de la isla y de la prisión, tiene la función de “neutralizar” el pasado. Cf.
Riouful, Veronique: “Behind telling: post-apartheid representations of
Robben Island`s past”, op. cit., p. 28. Desde mi lectura, no se trata de neu-
tralizarlo sino de re-semantizarlo, de suturar la narrativa de acuerdo con
un presente formateado. En esa resemantización, si bien el pasado debe
aparecer como negado, hay una teleología pre-visible. El pasado adquiere
una función política capital que nunca puede alegar neutralidad: hasta
la banalidad de los pingüinos evocados o de la isla narrando su soledad
en medio del agua salada, tiene una proyección política.
20
Cf. Fabian, Johannes: Time and the other. How Antrhropology
makes its object, Columbia University Press, Nueva York, 1983, pp. 31 y ss.
21
Esto remite a una peculiar “obsesión por los orígenes” en el discurso
actual de la nación. Lo “autóctono” versus lo que no lo es, define con más
precisión las transferencias simbólicas en esta era cosmopolita de fronteras
permeables. Ahora bien, en Sudáfrica esto tiene un plus especial, porque
en la era post-apartheid, la “naturaleza” suele aparecer ligada a los discur-
sos sobre la nación, sobre lo que pertenece a su historia continua y lo que
debe definirse claramente como local o como alienígena en un lenguaje per-
meable entre discursos biologicistas y socioculturales. Racismo, xenofobia,
particularismos nacionalistas y políticas de exclusión están imbricados en
estos discursos aparentemente inocuos sobre el hábitat, el territorio y “la
naturaleza”. Sobre la dinámica de estos tópicos cf. el sugerente ensayo de
Comaroff, Jean; Comaroff, John: “Naturalizando la nación: aliens, apoca-
lipsis y el Estado poscolonial”, Revista de Antropología Social, 11, 2002,
pp. 89-133. Agradezco a la Dra. Mónica Cejas la indicación de este texto.
2. NARRATIVA TRIUNFALISTA:
LA NACIÓN EXHIBIDA, LA DIVERSIDAD OBTURADA,
LA HISTORIA VICTIMIZADA
36
En encuestas realizadas el año de la inauguración, esos fueron los
resultados más visibles. A su vez, en una visita guiada con un ex prisio-
nero, en el momento de la entrada en la celda de Mandela, un hombre
sudafricano de Durban preguntó: ¿por qué la historia que usted narra se
focaliza en individuos y por qué éstos son siempre los mismos? Por otra
parte hay que recordar que la celda emblemática de Nelson Mandela
(cuya fotografía se vende en postales de correo en todo el país) fue una
de las últimas que ocupó, pero en realidad iban rotando a los presos
frecuentemente (fig. 6). Entrevista personal con Lionel Davis, Robben
Island, 1 de octubre 2006. Cf. Coombes, Annie: History after apartheid
…,
op. cit., p. 75. A su vez hay que recordar que en 1961 el ANC y el PAC (Pan
African Congress) fueron proscritos como organizaciones políticas, lo cual
se adelanta en dos años a la fecha en que Robben Island se transformó
en la cárcel de máxima seguridad para prisioneros políticos “colourds” y
“africanos” según la clasificación del régimen.
37
De hecho en el audiovisual mencionado que se proyecta en el ferry
que va a la isla, la voz en off aludida antes, proclama “el nuevo orden fue
diagramado en la isla
… la propia constitución sudafricana fue moldeada
por los hombres que picaban piedras allí
…”.
38
Cf. Coombes, Annie: History after apartheid
…, op. cit., p. 60.
Idem.
39
41
Cf. Solani, Noel: Memory and Representation: Robben Island Mu-
seum
…, op. cit., p. 86.
42
En un pasaje de su biografía dice Mandela: “finalmente Badenhorst
[oficial de cárcel] no era un demonio; su inhumanidad le había sido im-
puesta por un sistema inhumano. Se comportaba como un bruto porque
era recompensado por ese comportamiento violento
…”. Mandela, Nelson:
Long walk to freedom: the autobiography of Nelson Mandela, Abacus,
Londres, 1994, p. 417. El énfasis en itálicas es mío.
44
Cf. Lalu, Premesh: In the event of history. On the poscolonial cri-
tique of apartheid, Minnesota University Press, Minnesota, en prensa,
pp. 3-5.
45
Vale la pena aclarar que Lalu es consciente del problema que
implica hablar de “el” archivo colonial, pero aquí lo usamos en sentido
amplio y genérico.
46
Según Lionel Davis, las canteras funcionaron como un espacio de
sociabilidad y comunicación en código con los demás prisioneros (cosa
que tambien narra Mandela en su autobiografía). Esta fue, para Davis,
la “asignatura clave” de la “universidad”. Sin embargo, fue fundamen-
talmente en la década de 1970 cuando las canteras funcionaron como
actividades regulares de los prisioneros. Entrevista con Lionel Davis,
Robben Island, 1 de octubre de 2006.
47
Cf. Coombes, Annie: History after apartheid
…, op. cit., p. 67.
48
Cf. Deacon, Harriet: “Memory and History at Robben Island”,
ponencia presentada en el Seminario Memory and History: Remember-
ing, forgetting and forgiving in the life of the nation and the community,
Laval University, Québec, agosto de 2000.
49
El punto referente “a qué” héroes canoniza Robben Island generó
polémica desde el inicio. Una de las biografías de Mandela parece mostrar
cuáles fueron las fracturas ideológicas producidas en la prisión bautiza-
da como “la universidad de la izquierda”, y cómo, además, la figura de
Mandela como líder camarada fue creada bastante más tarde, dado que
había un núcleo de marxistas más fervientes cuya influencia era más
fuerte dentro del movimiento, por lo menos a finales de la década de
1960 y durante toda la de 1970. Entre ellos, Gwala y Govan Mbeki se
habrían destacado (Mbeki era un ferviente opositor al sistema capitalista
planteando que “un negro jamás podría beneficiarse de él”). Muchas veces
esto desafió la postura de Mandela, que algunos calificarían de “tibia”
en aquel momento. Evidentemente, sobre estos enfrentamientos ideo-
lógicos nada se nos dice en el Museo (aunque la figura de Govan Mbeki
aparezca reiteradas veces). Cf. “Madiba island years’ recalled: an extract
from Mandela: the authorized biography by Anthony Sampson”, Sunday
Independent, 20/06/1999, p. 13.
50
Por otra parte, el movimiento tuvo periodos internos dispares de
lucha, unión y fragmentación, con actores diferentes. Cf. Varela, Hilda:
“La violencia como expresión de la crisis de legitimidad del Estado sud-
africano, 1990-1994”, en: Ortega Soto, Marta; Castañeda Reyes, José
Carlos; Lazarín Miranda, Federico (comps.): Violencia: Estado y sociedad,
una perspectiva histórica, Porrúa, Universidad Autónoma Metropolitana-
Iztapalapa, México, 2004, pp. 261-279.
51
Paradójicamente, esto sí es reseñado en el Apartheid Museum,
cuyo tratamiento es tema del próximo capítulo. Sin embargo, en Robben
Island, la poética de los héroes que forjaron en el confinamiento a la nueva
nación es mucho más fuerte. En este sentido, se trata de obviar cualquier
56
El discurso completo está reproducido en Khatrada, Ahmed:
“Opening Address”, en Deacon, Harriet; Penn, Nigel; Odendaal, André;
Davidson, Patricia (comps.): Esiqithini. The Robben Island Exhibition,
op. cit., pp. 5-11. El propio Lionel Davis expresó que “[la cárcel] debía ser
61
El proyecto no se llevó a cabo por la polémica que desató, y que
llegó a los medios masivos de comunicación. Cf. “Heritage, Tourism, Com-
modification”, Mail & Guardian, 31 de agosto de 1999.
62
Se trata de una foto emblemática que se reproduce tanto en el
Nelson Mandela Gateway como en la prisión misma, en uno de los patios
internos.
63
Cf. De Certeau, Michel: La escritura de la historia, op. cit.
64
Es a una productividad con sentido político a la que aludo aquí. Lo
importante es transformar el sentido inercial que suele dar el discurso
académico a las problemáticas “ambiguas” (la memoria, la nación, la di-
versidad), en el foco de análisis de lo que “accionan” esos conceptos. Estoy
de acuerdo con Ruth Mayer en que es justamente porque son “ambiguos”
que no hay que descartarlos sino proceder a una etnografía de los sentidos
que generan, a un análisis de las prácticas que accionan. Recién allí se
entenderá por qué y cómo es que la memoria es a veces un “negocio”, qué
eficacia simbólica genera, por qué satisface alguna compulsión contem-
poránea. Cf. Mayer, Ruth: Artificial Africas.Colonial images in the time
of globalization, University Press of New England, Hanover y Londres,
2002, pp. 207 y ss.
65
Cf. “A piece of history”, Mail & Guardian on Line, 11/01/02.
66
Cursivas mías.
67
Un punto clave aquí que no desarrollaré in extenso porque cons-
tituiría un objeto de estudio aparte, es la declaración de Robben Island
74
Mangcu, Xolela: “Past forgotten in rush to satisfy international
cultural elites”, op. cit.
75
http://www.robben-island.org.za/news/view.asp. Cursivas mías,
última consulta: 23/07/06.
78
Para una discusión de “lo auténtico” en África como política co-
lonial de “fijación” de la identidad, cf. Hodeir, Catherine: “Decentering
the gaze at French colonial exhibitions”, en: Landau Paul; Kaspin, De-
borah (eds.): Images and Empires. Visuality in colonial and poscolonial
Africa, University of California Press, Berkeley y Londres, 2002, op. cit.,
pp. 241 y ss.
79
En un comentario sobre la participación de sudafricanos judíos en
la conmemoración de los 60 años de la liberación de Auschwitz el 16 de
junio de 2005, un periodista de Mail and Guardian recuerda otro 16
de junio, el de 1976, cuando tuvo lugar la matanza de estudiantes de
Soweto. En este comentario, Fikile Moya invita a conmemorar lo que la
“sociedad civil negra” –por fuera de canales políticos– había salido a pedir
en aquel momento. Y agrega que para el gesto conmemorativo “no debería-
mos esperar que un gobierno al que le ha sido impuesto fortalecer la unidad
nacional, promueva celosamente un concepto nacido del Black Power”. El
llamado de Moya es el de quebrar los mandatos oficiales y manifestar en
Idem.
83
Sobra decir que aquí es notoria mi deuda con los análisis benja-
84
85
Anamnesis es un concepto platónico que implica tomar “el saber
como un recordar”, e indica, grosso modo, las formas de recolección de la
memoria para el recuerdo.
86
Cf. Duvenage; Pieter: “The politics of memory and forgetting after
Auschwitz and Apartheid”, op. cit., pp. 1-32; esp. pp. 19-20. Por supuesto
que los argumentos de Habermas son problemáticos analizándolos in
extenso, porque no reconocen que en la propia herencia ilustrada hay
rupturas a la anamnesis solidaria.
87
Cf. el análisis de Jacques Derrida sobre el apartheid en momentos
de su repudio internacional. Derrida, Jacques: “Racism last word”, Critical
Inquiry, 12, otoño de 1985, pp. 290-299.
88
Bhabha, Homi: El lugar de la cultura, op. cit., pp. 111 y ss.; Mayer,
Ruth: Artificial Africas
…, op. cit., pp. 76 y ss.
1. LOS FUNDAMENTOS
DE SU CREACIÓN Y SU GESTIÓN
[161]
Cf. Sharpe, Colleen: Coming together
…, op. cit., pp. 7-8; Coombes,
2
2. LA HISTORIA EN LA FORMA:
ALEGORÍA INVERTIDA
7
El Fuerte Antiguo (Old Fort) que comprendía la parte más impor-
tante del predio dejó de funcionar completamente como cárcel en 1983.
8
Palabras de Terry Kurgan, Equipo de Patrimonio, Medio Ambiente y
Turismo de Constitution Hill. Varios autores, Number Four. The Making
of Constitution Hill, op. cit., p. 123. Cursivas mías.
9
La “nueva” Constitución de la República de Sudáfrica, post-apar-
theid, una de las más progresistas en el mundo en términos de garantías
y derechos civiles fundamentalmente, fue aprobada por la Corte Consti-
tucional de ese país el 4 de diciembre de 1996 con vigencia efectiva desde
el 4 de febrero de 1997. Su antecedente inmediato fue la Constitución
Interina de 1993. El documento de la Constitución se puede consultar
en: Constitution of the Republic of South Africa, 1996; http://www.info.
gov.za/documents/constitution/index.htm.
10
Hago la aclaración porque a pesar de que Sudáfrica cuenta con
once lenguas oficiales, el Museo utiliza sólo el inglés en la reproducción
de sus textos.
11
Apartheid Museum, Folleto de entrada.
12
Cf. Colvin, Christopher: “Brothers and sisters do not be afraid of
me. Trauma, history and the therapeutic imagination in the new South
Africa
…”, op. cit., p. 158.
13
Sharpe, Colleen, Coming together
…, op. cit., p. 7.
14
Para una historia clásica de Mwene Mutapa cf. Randles, Georges:
L’empire de Monomotapa, du XVe au XIXe siécle; Mouton, París, 1975; para
una discusión contemporánea sobre el complejo civilizacional cf. Ranger,
Terence: Voices from the rock. Nature, history and culture in the Matopos
Hills of Zimbabwe, Indiana University Press, Bloomington, 1999. Sobre los
argumentos de Moerdjik véase The Voortrekker Monument. Oficial Guide,
Ed. Board of Control of the Voortrekker Monument, Pretoria, 1970 [1954];
y también Coombes, Annie: History after apartheid
…, op. cit., p. 39.
15
Las pertenencias personales en los memory boxes, este banco y el
vehículo peculiar de la policía que analizaré más adelante (el casspir)
son prácticamente los únicos que se nos presentan como “artefactos
originales”.
16
La existencia de asientos públicos separados para blancos y no
blancos fue una consecuencia de la Separate Amenities Act, núm. 49,
dictada en 1953 por el gobierno del National Party. Esta acta preveía la
existencia de baños, parques, playas, bancos, entrada a oficinas públicas,
todos separados, (entre otras cosas). Fue derogada por el presidente De
Klerk en 1989, pocos meses antes de la liberación de Mandela y del co-
mienzo de las negociaciones para la transición democrática.
17
Cf. Entrevista con Angus Gibson en Sharpe, Colleen: Coming to-
gether
…, op. cit., Apendix, p. 16. Evidentemente desde que se realizó esta
entrevista (2003) hasta el momento de realización de mi investigación
(2006), el museo fue adquiriendo más artefactos. Gibson manifiesta que
en realidad “faltó tiempo” para recolectarlos, y que por otra parte hubo
un proceso lento de destrucción de los “vestigios” del apartheid.
18
Idem.
19
Cf. Vladislavic, Ivan: “The WHITES ONLY Bench”, en Propaganda by
monuments and other stories, David Philip, Ciudad del Cabo, 1996, pp. 51-66.
20
Trabajo más detenidamente este punto en el último capítulo.
Véase “Espectros de la nación: pasados monumentales y tiempo genealó-
gico en dos textos literarios”.
21
El “sistema de pases” fue el elemento central del apartheid para
controlar el movimiento de la población negra en Sudáfrica. Su instru-
mentación, sin embargo, data de mucho antes de 1948. Comenzó (bajo
distintos nombres) en el siglo XIX, sobre todo en áreas agrícolas, como una
especie de papel de conchavo. El “pass book” concretamente, se oficializó
como documento de identidad vigente a partir de la Pass Law Act de 1952,
para varones negros mayores de 16 años (y desde 1956 se hizo efecti-
vo para mujeres negras, aunque la resistencia a su uso desde comienzos
del siglo XX se convirtió en un símbolo de la lucha de género en Sudáfrica).
Su portación era obligatoria y se usó para controlar la prestación de mano
de obra y la movilidad poblacional. El sistema de pass laws fue suprimido
en 1986. Estos “pases” fueron uno de los símbolos más repudiados del
apartheid. La población negra los llamaba los “dompas”, haciendo un
juego con las palabras en afrikaans “dumb pass” (pase estúpido). Cf. Cejas,
Mónica: Creating a Women’s Political Space within the Anti-Apartheid
Movement of 1950’s: The Case of the Federation of South African Women
(1954-1963), op. cit., pp. 26-27.
22
Sintomáticamente aquí sí se utilizan dos lenguas para las cartillas,
el inglés y el afrikáans: blankes – whites / nie blankes – non whites.
23
Generalmente si se asiste en grupo familiar o en parejas, se trata
de separar la entrada de las personas.
24
En esta antesala, uno observa las identidades de acuerdo con la
cartilla al azar que le fue proporcionada como “blanco” o “no blanco”, según
el caso. Allí se reproduce una afirmación del periódico The Star que reza:
26
Véase la discusión sobre las vertientes platónicas y aristotélicas
del concepto en Ricoeur, Paul: La memoria, la historia, el olvido
…, op.
cit., p. 47.
27
Cf. Conrad, Joseph: El corazón de las tinieblas [The heart of dark-
ness], traducción al español de Sergio Pitol, Universidad Veracruzana,
Jalapa, 1996 [1902].
28
Hay un uso común, casi panfletario de la frase de Conrad, que
posiciona a su obra como una distinción entre la luz (civilización) y la
oscuridad (barbarie). Sin embargo, Conrad fue mucho más perspicaz (tal
vez también premonitorio) en su novela de inicios del siglo XX, mostrando
claramente que la distancia aparentemente absoluta entre “la civilización”
35
Smuts fue dos veces primer ministro de Sudáfrica (1919-1924 y
1939-1948); y Herzog lo fue entre 1924-1939. Ambos fueron generales
en la Segunda Guerra Sudafricana (1899-1902). Es interesante resaltar
que esta guerra pasó a los anales de la historia como “Segunda Guerra
Anglo-Boer”. Sin embargo, fue “rebautizada” oficialmente en el periodo
post-apartheid como “Guerra Sudafricana”, manera de insertarla dentro
de la historia fundacional de la nación, como intento de “independen-
cia” del dominio británico. Para una reflexión sugerente en este sentido
cf. Beater, Jean Louis: Memory, memorialisation and nation building: the
making of memories of war and conflict in South Africa, Research Report
of Master of Arts, Faculty of Humanities, University of Witswatersrand,
Johannesburgo, 2002, inédito.
36
Uno de los audiovisuales dispuestos y explicados con cuidado es el
titulado en afrikáans Bou Van’n Nasie (“Ellos construyeron una nación”),
realizado para conmemorar el inicio del centenario del Gran Trek en 1938,
producido por uno de los propagandistas más conocidos del nacionalismo
afrikáner, Gustav Preller.
cuando se nos dice que “
…cuando la humanidad llegaba a la luna y los años
sesenta cambiaban la historia, Sudáfrica devenía más y más insular
…”
38
Clérigo perteneciente a la Iglesia Holandesa Reformada, que se
opuso fuertemente al apartheid desde dentro, en los años 1960 y 1970.
Estuvo proscrito de toda actividad pública, incluida la religiosa, desde
1977. Naudé nació en 1915 y murió en 2004.
39
Suzman nació en Sudáfrica en 1917; fue una activista política que
se opuso fervientemente al apartheid, economista y cientista política de la
Universidad de Witswatersrand hasta 1952 cuando dejó la vida académica
para ingresar a la política. Tuvo una presencia casi ininterrumpida en
el Parlamento entre 1953 y 1989, cuando se retiró. Primero fue miem-
bro del United Party, después de 1961 lo fue del Progressive Party, más
tarde Progressive Reform Party y Progressive Federal Party. Entre 1961
y 1974 fue la única voz en el Parlamento que se opuso a las leyes y a las
políticas del apartheid, http://pages.interlog.com/~saww/2001Helen.html.
Agradezco a la Dra. Mónica Cejas estos datos.
40
Cursivas mías.
41
Las teorías no son uniformes a este respecto. Se sabe que las migra-
ciones desde el norte no fueron masivas sino por “oleadas”; en cualquier
caso suele establecerse este amplio marco temporal para definir la llegada
de las primeras migraciones a la zona. Para una profundización del tema
cf. Varela, Hilda: Sudáfrica. Las raíces históricas. De la historia antigua
a la paz de Vereeniging, El Colegio de México, México, 2000, pp. 60 y ss.;
Marks, Shula; Birmingham, David: “Southern Africa” en Oliver, Roland
A. (ed.): The Cambridge History of Africa. From c. 1050 to c. 1600, Cam-
bridge University Press, Cambridge, 1977, pp. 597-619.
42
Esta imagen se complementa con el discurso de los paneles mi-
nutos después aludiendo a que la cultura de la extracción, el fundido y
trabajo con el oro comenzó en la confluencia del Limpopo con uno de sus
afluentes en el siglo XII, mucho antes del descubrimiento de las minas en
Witswatersrand.
43
Por supuesto que primero fue parte de la historiografía afrikáner
la que deslegitimó la presencia de las poblaciones bantu en el lugar,
afirmando que la civilización blanca y la migración bantu habían lle-
49
Para una discusión sobre las metamorfosis del racismo (y sus
convergencias con las construcciones del imaginario político actual en
Sudáfrica) véase Cejas, Mónica: “La construcción de “nosotros” y “los
otros” en el proceso de deconstrucción del apartheid en Sudáfrica: ¿nue-
vos racismos?”, en Cejas, Mónica (coord.): Pensar y leer el racismo, Petra
Ediciones, México, 2005, pp. 146-185. Para una reflexión crítica sobre
las marcas de la raza como concepto véase el capítulo de “Raza es signo”
de Rita Segato, en Segato, Rita: La nación y sus otros. Raza, etnicidad y
diversidad religiosa en tiempos de las políticas de identidad, Prometeo
editores, Buenos Aires, 2007.
50
Comunicación personal con Leslie Witz y Ciraj Rassool, Ciudad del
Cabo, octubre de 2006, Seminario “African Programme on Heritage and
Museums”, SEPHIS-University of the Western Cape.
51
Según el censo de 2001, la población de Western Cape representaba
el 10.1% de la población total de Sudáfrica, con 4 545 335 personas. De
esta cantidad, el 18.4 % son personas blancas. Después de Gauteng, con
19%, es la provincia con más población de esa clasificación racial. Pero lo
importante aquí es que mientras Gauteng o Kwa Zulu Natal tienen un
3.8% y 1.5% de población coloured respectivamente, Western Cape alcanza
el 53% de población coloured. Cf. 2001 South African Census. The Census
in brief. South Africa’s National Statistics, http://www.statssa.gov.za/
census01/html/CInBrief/CIB2001.pdf, última consulta: 23/08/07.
52
Varios autores, Number Four. The Making of Constitution Hill, op.
cit., p. 177. Es interesante resaltar que en caso del NF, se fijaron públi-
camente los “principios curatoriales” divididos en tres grupos: principios
concernientes al espacio, concernientes al contenido, y concernientes a
la forma, división extraña si se tiene en cuenta que la forma propia (la
prisión) se utilizó de manera provechosa como dispositivo de contenido.
Dentro del contenido, están, además de los presupuestos de “mantener
vivos los principios de la Constitución Sudafricana” y “activar el interés
54
Cf. Estas “omisiones” en la memoria pública en Baines, Gary:
“The politics of public history in post-apartheid South Africa”, ponencia
presentada en la I Conference on Public History, Rodhes University,
Grahamstown, South Africa, 2004. Disponible en http://academic.sun.
ac.za/history/dokumente/US_Geskiedeniskonferensie_2004/Baines_G.
pdf, última consulta: 23/06/07. Por otra parte, cuando el museo enfoca el
tópico de la religión y el espacio del cristianismo (que más allá de todos
los matices jugó un papel clave en la retórica de la reconciliación y la
“cura”), enfatiza que la “consolación” de la religión marcó la “experiencia
esquizoide” del cristianismo en Sudáfrica. Esto se explicaría porque al
mismo tiempo que condenaba el apartheid por momentos, lo justificaba
en otros. Este argumento, autoevidente, no da lugar a ninguna valoración
o evocación de la envergadura y el significado sociales que adquirió el
cristianismo en sus diversas vertientes, en las prácticas cotidianas, y para
parte importante de la población como estrategia, como sentido de perte-
nencia, como sensibilidad experiencial. Sin estos elementos y relegándola
implícitamente al lugar de la ideología, no se comprendería el rol capital
de la religión en la etapa de la TRC y sus diferentes manifestaciones. Más
allá de que intelectuales de la talla de Antjie Krog sostienen que es una
filosofía africana del ubuntu la que explica en parte el funcionamiento de
la TRC, también es verdad que la relevancia de la prédica y del simbolismo
cristiano es un elemento insoslayable. Cf. Krog, Antjie: “‘I speak, hold-
nuevas políticas del Estado. Se les propone una letra del alfabeto en off
y cada persona “rememora” un aspecto del pasado y del presente que lo
58
Cf. Schmucler, Héctor: “Las exigencias de la memoria”, op. cit., p. 8.
62
Cf. Harris, Brent: ‘Unearthing’ the ‘essential’ past: the making of a
public ‘national’ memory through the Truth and Reconciliation Commis-
sion (TRC), 1994-1998, op. cit., pp. 1-9. Derrida, Jacques: Mal de archivo.
Una impresión freudiana, op. cit.
63
La idea de poder tutelar, sus implicaciones teóricas y sus deri-
vaciones conceptuales de las teorías de Norbert Elias y Max Weber, la
debo al análisis de Souza Lima, Antonio Carlos: Um grande cerco de paz.
Poder tutelar, indianidade e formação do Estado no Brasil, op. cit., pp.
39-51 y 73-81.
65
El debate teórico es inagotable. Dos textos indispensables de refe-
rencia son Spivak, Gayatri Chakravorty: “Poststructuralism, marginality,
postcoloniality and value”, op. cit., pp. 57-84; y para una discusión sobre
las intersecciones entre Derrida y Spivak en Prakash, Gyan: “Los estudios
de subalternidad como crítica postcolonial”, op. cit., pp. 293-313.
66
Benjamin, Walter: “Tesis sobre la filosofía de la historia”, Tesis VI,
op. cit., énfasis en el original.
1
Los nombres que ocasionalmente consigno han sido cambiados. En
este caso se optó por conservar un nombre de origen francés. Las trans-
cripciones de los discursos provienen de mi propia visita al Monumento
al Voortrekker en la que fui parte de ese contingente de extranjeros, el
día 13 de octubre de 2006.
[203]
3
Algunos monumentos fueron derribados después de 1994, pero por
lo general se trató de bustos o estatuas que representaban a líderes o a los
“arquitectos” del apartheid, como pasó en general con las de Henrdrick
Verwoerd. Pero los dos monumentos más significativos de la comunidad
afrikáner, el que analizo aquí y el Taalmonument (Afrikáans Language
Monument) a las afueras de Paarl, siguen en pie, aunque el Voortrekker
Monument con una atracción turísitica más fuerte y con una inserción
particular en los discursos del presente. Cf. Grundlingh, Albert: “A cultural
connundrum? Old monuments and new regimes: the Voortrekker Monu-
ment as a symbol of Afrikáner power in a postapartheid South Africa”,
op. cit., pp. 104-105. Cf. Coombes, Annie: History alter apartheid
…, op.
cit., p. 22. Recientemente (en abril de 2007) fue demolido también un
memorial al Gran Trek en Standerton, Mpumalanga. Aparentemente
la acción habría sido una orden del intendente de Standerton, Queen
Radebe-Khumalo, con la aprobación del consejo local del ANC. El memorial
habría sido terminado en 1988 para conmemorar los 150 años del inicio
del Gran Trek. Jon Bosman, portavoz del Afrikánerbond, repudió la ac-
ción y dijo que esto “sólo sirve para dividir más a las comunidades”, y que
habría que tener en cuenta que “no hay sólo una historia en Sudáfrica”.
Cf. Sumayya Ismail and Sapa, “Tempers flare over Great Trek memorial”,
Mail & Guardian on line, 13/04/2007.
7
La historiadora Ruth Valley expresó que después de 1994 el
Monumento al Voortrekker descansaba como un “gigante solitario y
olvidado”, prácticamente una “reliquia” del apartheid desmoronado.
Cit. en Grundlingh, Albert: “A cultural conundrum? Old monuments in
new regimes
…”, op. cit., p. 106. No concuerdo con esta apreciación (que
probablemente expresa la imagen que tiene del Monumento un sector
profesional/intelectual y crítico, no necesariamente negro). Sin embargo,
como veremos en este capítulo, son múltiples las formas en que el Monu-
mento adquiere connotación y presencia en la actualidad sudafricana.
8
McClintock, A.: “`No longer in a future heaven´: gender, race and
nationalism”, en McClintock, A. (ed.): Dangerous liaisons. Gender, nation
and poscolonial perspectives, University of Minnesota Press, Minneapolis,
1997, p. 89; Cf. también Walby, S.: “Woman and nation”, en Walby, S.:
Gender Transformations, Routledge, Londres, 1997.
9
Por “gendered”.
10
Cf. Enloe, Cintya: Banana, beaches and bases, cit. en McClintock,
A.: “No longer in a future heaven
…”, op. cit., p. 89.
1. NOTAS CONTEXTUALES
SOBRE EL NACIONALISMO AFRIKÁNER
11
A lo largo de este capítulo utilizaré las expresiones “pueblo afriká-
ner” o “comunidad afrikáner” indistintamente, para hablar de un núcleo
poblacional autoidentificado como tal, identificación que es siempre
inestable e incompleta. Esto se une a un complejo proceso de operación
con las categorías que constituían la “identidad” en el periodo del apar-
theid. Como plantea Zoe Wicomb, el concepto “blancura” (whiteness) que
articulaba no sólo un polo de la inequidad racial sino un conjunto de
prácticas identitarias, dejó de ser un concepto “políticamente correcto”,
lo cual no quiere decir que el conjunto de prácticas que lo articulaban
hayan desaparecido. Justamente a raíz de esto, asistimos a un proceso
fuerte de reafirmación de la “comunidad afrikáner” a partir del periodo
post-apartheid, en respuesta a ese reacomodamiento de lo polítco y aprove-
chando los discursos de “pluralidad” y “multiculturalismo”. A su vez, hay
importantes sectores intelectuales/profesionales que aunque étnicamente
son afrikáners, no se identifican con el núcleo duro de símbolos colecti-
vos e historias compartidas (y en muchos casos lo atacan duramente).
A esto se suma también la cada vez más evidente diversidad dentro de
ese presunto referente comunitario homogéneo. Para una interesante
presentación de esta complejidad, cf. Wicomb, Zoe: “Five afrikáner texts
and the rehabilitation of whiteness”, en Kriger, Robert; Zegeye, Abebe
(eds.): Culture in the new South Africa. After Apartheid, vol. II, Kwela
Books & South Africa History on Line, Ciudad del Cabo, 2001, pp. 159-181.
También Grobbelaar, Janis: “Afrikáner nationalism: the end of a dream?”,
en Zegeye, Abebe (ed.): Social Identities in the new South Africa. After
Apartheid, vol. I, Kwela Books & South African History on Line, Ciudad
del Cabo, 2001, pp. 301-315.
12
Los boers se sintieron amenazados por el poder británico desde
la propia instalación de la Corona con el fin de la Compañía Holandesa
de las Indias Orientales, en 1795. Las formas de organización social y de
producción boer (de agricultura extensiva, manual) poco tenían que ver
con las tecnologías de la Revolución Industrial británica. Cf. Varela, H.:
Sudáfrica. Las entrañas del apartheid, UNAM, México, 1985, p. 9. En este
sentido, la posición de los afrikáners como pueblo de colonización indirecta
se aliaba en un punto con la de los británicos: la concepción de los pueblos
nativos zulu, xhosa, khoi-san, nguni, matabele entre tantos otros, como
pueblos sin derecho alguno sobre las tierras, que desde esta concepción se
convertían en la falacia colonial de la terra nullius, tierra de nadie.
13
No debe confundirse con la República Sudafricana comúnmente
conocida como Transvaal, como hemos referido ya.
14
Cf. Varela, H.: Sudáfrica: las raíces históricas, op. cit., pp. 73 y ss.
15
La Afrikáner Broederbond, o Liga de Hermanos, una asociación
masónica, masculina, y paraestatal ayudó a gestar una “ofensiva cultural”
desde principios del siglo XX, por medio de la Federación de Organizacio-
nes Culturales Afrikáners, el Instituto de Economía y un organismo de
supervisión de la educación cristiana que elevó al afrikáans (la lengua)
y a una supuesta “esencia” histórica como el pilar identitario nacional.
Cf. Vatcher, William: White laager. The rise of Afrikáner nationalism,
Frederick Praeger Publishers, Nueva York, 1965, pp. 77-109. La lengua
fue el núcleo principal de su invención. En realidad, el afrikáans es una
amalgama híbrida compuesta de un 80% de vocablos y estructura gra-
matical del holandés, y el resto, palabras y expresiones en xhosa, inglés
y zulu; y en menor medida en malayo y portugués. Sin embargo, hubo
una especie de “estandarización” promovida por estos organismos creados
ad hoc; luego se estimuló la escritura en afrikaans, para lo cual ayudó la
escuela cristiana, se crearon órganos de prensa, se postuló lo que Anderson
llamó “capitalismo de imprenta” (obviamente excluyendo a la población
no blanca en ese momento), y se amalgamó la idea de una “unidad cultu-
ral” evidenciada en una lengua que fue reconocida internacionalmente
como tal en 1918. Cf. McClintock, A.: “No longer in a future heaven
…”,
op. cit., pp. 100 y ss. Actualmente el afrikaans es la primera lengua de
más de cinco millones de sudafricanos. Lo irónico es que la política de
identificación del pueblo afrikáners con su lengua como estandarte, tro-
pezó siempre con el problema de que muchos africanos negros (pero sobre
todo colourds) la hablan, en algunos casos como lengua madre y en otros
como lengua vehicular.
16
Como apunta Janis Grobbelaar, la difusión de cierto espíritu de
“nacionalismo afrikáner” fue un eje central para la consolidación de una
“burguesía” blanca a través de un proceso de patronazgo de solidaridad
étnico-racial en el cual las instituciones del Estado del apartheid (post
1948) jugaron un rol central. Sin embargo, el ala de la “extrema derecha
afrikáner” que surge con más fuerza incluso dentro del National Party
a finales de la década de 1950, no siempre tuvo todo el control del par-
tido ni de los órganos difusores y cohesivos de ese “nacionalismo”. Cf.
Grobbelaar, Janis: “Afrikáner nationalism: the end of a dream”?, op. cit.,
pp. 305-307.
17
Cf. Du Toit, André: “No chosen people: the myth of the Calvinist
origin of Afrikáner nationalism and racial ideology”, American Historical
Review, vol. 88, núm. 4, 1983, p. 920.
18
Se denomina comúnmente “Frontier Country” a la zona de contacto
desde fines del siglo XVIII entre pueblos xhosa, afrikáner (y en menor me-
dida zulu), situada principalmente en lo que actualmente es la provincia
de Eastern Cape.
19
Idem.
20
Cf. Idem; también Swart, Sandra: “‘Man, gun and horse’: hard
right afrikáner masculine identity in Post-apartheid South Africa”, en
Morrel, Robert. (ed.) Changing men in Southern Africa, University of
Natal Press-Zed Books Ltd., Londres-Nueva York, 2001, pp. 80 y ss.
21
Historiografía que tiene sus fisuras y sus pluralismos internos.
Cf. el clásico trabajo de Thompson, Leonard: “Afrikáner nationalist his-
toriography and the policy of apartheid”, Journal of African History, 3,
1, 1962, pp. 125-141. También Cornevin, Marianne: Apartheid: poder y
falsificación de la historia, op. cit.
22
Mientras Calvino mantenía la separación necesaria entre iglesia y
Estado, la apropiación que hace la élite boer de la religión es significati-
va: la relación del individuo con Dios estaría mediada por la nación. Cf.
Goldberg, Melvin: “The nature of Afrikáner nationalism”, The Journal
of Modern African Studies, 23, 1, 1985, p. 128.
23
Esta fue una estrategia para movilizar a las masas con un sentido
“nacional” que era a la vez el conato lateral de un imperativo religioso,
2. ELIPSIS DE LA HISTORIA:
EL CENTENARIO DEL “GRAN TREK”
Y LA ERECCIÓN DEL MONUMENTO
AL VOORTREKKER
Cf. Varela, Hilda.: Sudáfrica: las entrañas del apartheid, op. cit.,
26
pp. 9-10.
27
Cf. Ibid., pp. 178-182; Etherington, Norman: “The Great Trek in
relation to the Mfecane: a reassessment”, South African Historical Jour-
nal, 25, 1991, pp. 8 y ss.
28
Cf. Delmont, Elizabeth: “The Voortrekker Monument: monolith to
myth”, South African Historical Journal, 29, 1993, pp. 90-91.
29
Más adelante analizaremos las implicaciones “místicas” de esta
batalla. Para un análisis preciso del momento histórico véase Varela,
Hilda: Sudáfrica: Las raíces históricas, op. cit., pp. 181-184.
30
Un subcomité seleccionado por la Central National Monuments
Committee (CNMC) eligió este punto luego de visitar Natal, el Estado
Libre de Orange y Transvaal. Cf. Delmont, Elizabeth: “The Voortrekker
Monument: monolith to myth”, op. cit., p. 80. Ian Lombard, uno de los
miembros del sub-comité designado para escoger el sitio, comentará que
en Pretoria “los Voortrekkers lograron temporariamente sus objetivos
[antes de que se desatara la guerra anglo-boer] después de años de vagar
errantes y de que la cadena de acontecimientos conocida como el “Gran
Trek” llegara a su culminación”. Lombard, Ian: “The choice of a site for
the Voortrekker Monument”, VMOG, p. 28.
Idem.
31
VMOG, p. 23.
32
33
VMOG, p. 24.
34
Moerdjik había sido ya el encargado de la construcción de uno de
los proyectos de obras públicas más significativos hasta ese momento en
Sudáfrica: la estación de trenes de Johannesburgo, construida entre 1926
y 1932. Por ende, tenía ya la venia aprobatoria del Estado. Además, ya
había diseñado algunos edificios religiosos para honrar al “Afrikánerdom”.
3. NACIONES DE MÁRMOL:
ACONTECIMIENTO, TEMPORALIDAD
Y GÉNERO
36
VMOG,
p. 13.
37
VMOG,
p. 14. La legitimación del “recorrido” y la ocupación del
espacio, es digna de las argumentaciones de las bulas papales del siglo
XIV, aunque con algunas especificidades. En primer lugar, el recuento del
periodo anterior como prolegómeno de gestación: el siglo XVIII encontró a los
boers en un esparcimiento por el territorio, más allá de Ciudad del Cabo,
posibilitado por la “rápida reproducción” que los obligó a hacer uso de las
tierras “desocupadas”. Esto habría provocado un “aislamiento” seguido
del relativo “atraso” de esta población afrikáner, atraso que sin embargo
“proveyó de valores espiritualmente formativos”. VMOG, p. 15.
bantú llegaron a la zona entre los siglos X y XV. Cf. Varela, H.: Sudáfrica:
las raíces históricas, op. cit., pp. 60 y ss.
40
Cf. McClintock, Anne: Imperial leather. Race, gender and sexuality
in the colonial contest, Routledge, Londres, 1995, cap. 1. En el caso de la
penetración afrikáner, es interesante notar que la alegoría de la violación
se desplaza por un imaginario simbólico del derecho de pernada, de la
posesión legítima de una virgen pertenecida. Las habilidades masculinas
que adquirió el hombre afrikáner ligado a la naturaleza y a la fuerza
bruta, lo posicionaron en términos de ciertas “ventajas comparativas” para
el aprendizaje de “duras tareas” que hicieron posible que “los Voortrek-
kers fueran el primer pueblo blanco en domesticar el interior de África”,
VMOG, pp. 30-31. Incluso en momentos de desintegración y multiplicación
de las identidades masculinas, la “masculinidad hegemónica” afrikáner
no deja de proyectar esta imagen del hombre blanco fuerte, ligado a la
tierra, protector, religioso, amante del espacio natural y su dominación.
Cf. Monney, Katie: “`Ducktails, flick knives and pugnacity´: sub cultural
and hegemonic masculinities in South Africa, 1948-1960”, Journal of
Southern African Studies, vol. 24, núm. 4, 1998, pp. 758 y ss.
41
VMOG,
p. 18.
42
Cuando Moerdijk, el arquitecto del Monumento, compara a los
boers con los romanos y con los portugueses, para concluir que ellos
fueron los únicos blancos con éxito en “domesticar” el interior de África,
queda implícito que ese éxito está justamente dado por la actitud paterna
del trekker: no viola a la virgen, la posee para “domesticarla”, salvarla
de la destrucción salvaje. A su vez, se trata, en la alegoría, de un “padre
joven” que se separa de su “madrastra” –tal y como define Moerdijk a
Gran Bretaña, ya que la “madre” indefectiblemente es Holanda– porque
no tiene libertad en un hogar sustraído a la familia primigenia. Así, las
campañas de exterminio que los afrikáners llevaron a cabo con los zulus o
los ndebele, se transforman en la alegoría del padre protector y educador
que buscaba una tierra para criar a sus hijos: los hijos biológicos, y los
adoptivos por naturaleza, los nativos.
43
VMOG, p. 31.
sensu, sino una “acción punitiva” por los yerros de esa etnia.44
A sus hijos salvajes, el pater-boer los sanciona con “acciones
punitivas”, no con violencia, no con una política de exterminio
y de explotación del remanente.
La única empresa que se reconoce explícitamente como
una “guerra contra el enemigo” es la que se libra contra los
zulus, y termina en la batalla de Blood River el 16 de di-
ciembre de 1838, epicentro de la consagración nacional. De
hecho lo primero a lo que el lector se enfrenta en la primera
página de la Guía Ocial, impreso con letras góticas, es al
mítico “juramento” que los afrikáners hicieron ante la Biblia
encabezado por Sarel Cilliers y dirigido a la posteridad boer,
el día antes de esa batalla. En él puede leerse
47
Idem.
48
VMOG, p. 55.
49
VMOG, p. 29.
50
VMOG,
p. 32.
Como plantea K. Monney de manera sugerente, Sudáfrica es pro-
51
52
Proseguía Jean Paul en su visita guiada: “En el lugar sólo pueden
entrar grupos reducidos cada tantas horas, no se permite el ingreso en
masa. Lo que no podemos perder de vista es la solemnidad del lugar”.
53
VMOG, p. 33.
54
VMOG, p. 34. Sobre el salón de los héroes hay una cúpula con un
gran círculo abierto sobre el que se alza otra mucho más alta, que llega
hasta el techo del monumento. Esta cúpula simboliza la “heroica proeza”,
y “representa al mundo con Sudáfrica en la cima. Estaba planificado que
en la parte más álgida de la cúpula se hiciera más adelante un bajorrelieve
con el mapa de Sudáfrica y las rutas del Gran Trek marcadas”. Idem.
58
Véase el acápite “Apropiaciones subalternas, significantes agen-
ciados”, en este mismo capítulo.
60
Los mensajes se centraban en: apoyo a la religión, la civilización
blanca, el deseo mantenido de libertad, el progreso social, la unidad nacio-
nal, la salvaguarda de la lengua. El mismo día de la inauguración, después
del arribo de los jinetes anacrónicos, al mediodía exacto se abrieron las
puertas del monumento entre una multitud que esperaba. Los primeros
en entrar fueron seis niños y seis niñas, vestidos a la manera “tradicional”
afrikáner, decimonónica.
61
Cf. McClintock, Ann: “No longer in a future heaven
…”, p. 92. A
su vez, en el primer episodio, el tiempo elíptico se torna explicativo de la
trayectoria nacional: son los obreros ferroviarios los que rehacen el Trek.
Esta fue una ocasión especial como figura simbólica visual de “reconci-
liación” de dos modelos emergentes del hombre afrikáner: el viejo, rural,
fuerte, independiente; el nuevo, urbano, que vende su fuerza de trabajo.
El representante de este nuevo modelo de masculinidad hegemónica
afrikáner, el obrero industrial que migró a las ciudades, regresa en las
65
Supuestamente existe un fascímil del “tratado” que tiene irónica-
mente la firma manuscrita del rey zulu Dingaan (que reinó entre 1828 y
1840) y de Piet Retief. Lo más probable es que se trate de un documento
apócrifo elaborado ex post facto, cuya presentación como legitimidad del
evento nos recuerda los alcances de la imaginación documental. Una re-
producción del documento puede verse en Smail, J. L.: Monuments and
the trail of the Voortrekkers, Howard Timmins (ed.), Ciudad del Cabo,
1968, p. 47.
66
VMOG, p. 48.
Idem.
67
Para subsanar este episodio dislocante, menos por trágico que por
68
73
Ibid., p. 32. Es sabido que el número 12 o 15 mil es exagerado. Aquí,
la poética nacional queda doblemente sellada: desplazamiento espacial,
recuperación política, encuentro de lo que ya en ese momento se fija
como reliquia que testifica el derecho territorial.
74
VMOG, p. 35.
75
Idem.
76
VMOG, p. 29.
77
VMOG, p. 50.
78
VMOG, p. 85. Al respecto de los tapices, aclara Moerdjik: “A través de
estos tapices la mujer afrikáner en su propio estilo femenino y en virtud
de sus dotes como costureras, rindieron tributo al pasado nacional, cuando
mujeres pioneras junto a sus esposos, estuvieron preparadas para sacri-
ficarlo todo en pos de la libertad y la propagación de nuestra civilización
boer. Los tapices son en verdad, el tributo que las mujeres han pagado a
la historia de su pueblo, un tesoro conmemorativo nacional que inspirará
generación tras generación”. Idem.
79
El hecho que lo prueba es que no fueron ellas las que diseñaron las
escenas históricas, sino un “artista reconocido”, hombre, W. H. Coetzer.
Luego de los cinco años que Coetzer trabajó en los dibujos, nueve costu-
reras bajo su supervisión lo tejieron. Lo que pertenece a la mujer es la
técnica y suyo es también, el espacio de la intermediaria por excelencia.
4. APROPIACIONES SUBALTERNAS,
SIGNIFICANTES AGENCIADOS
84
“Vortrekker Monument changes in the new SA”, Mail & Guardian
on line, 7 de mayo de 2003. Argumento también recogido en Matshikiza,
John: “An epitaph of smoke and mirrors”, Mail and Guardian on line,
21/06/02.
85
Cf. White, Louise: Speaking with vampires, op. cit., esp. pp. 15-31.
89
Jacob Zuma era en aquel momento el jefe de la inteligencia del ANC.
Es una figura política polémica, envuelta en escándalos de corrupción y
violación sexual, que fue vicepresidente de Sudáfrica entre 1999-2004.
Zuma es pre-candidato presidencial para las elecciones de 2009.
90
Cf. Grundlingh, Albert: A cultural conundrum? Old Monuments
and new regimes
…”, op. cit., p. 103. También es interesante rescatar
la gestación de un proyecto costoso, espectacular y problemático desde
1998. Se trataba de la erección de un monumento fastuoso en honor a
Mandela, sobre la colina más alta que queda enfrente del Monumento
al Voortrekker. El proyecto escultórico nunca se llevó a cabo por las
severas críticas que recibió desde la opinión pública por su alto costo
y sus reminiscencias fascistas en el diseño, el proyecto fue acusado de
utilizar el mismo lenguaje de los monumentos afrikáners. El rechazo
total se produjo cuando se dieron a conocer los encargados del proyecto:
el diseñador, G. de Jager, era un conocido y polémico escultor de símbolos
urbanos emplazados durante el apartheid y encargados por el Estado; y
trekkermonument.org.
94
Idem.
95
Así lo deja claro el Prof. Fransjohan Pretorius, historiador de la
Universidad de Pietermaritzburg en una entrevista el Día de la Re-
conciliación en 1998. Cf. Ross, Keith: “Mutual respect is the way to
Reconciliation”, Daily News, 17/12/1998, p. 16. Diez años después de
instalada la democracia, no podían utilizarse los referentes precisos
del esencialismo étnico. Es exactamente lo contrario que sucedía con
la “burla” de convertir al Monumento en una disco gay, que debía uti-
lizar un repertorio común de agresión para la nación heterosexuada y
patriarcal.
96
Cf. Khumalo, Sipho: “Let´s value each other’s heritage”, Daily
News, 17/12/1998, p. 16; Ross, Keith: “Boers want to retain identity”,
Daily News, 17/12/1998, p. 17.
¿Para qué fuiste ahí? ¿Aprendiste algo? Eso no tiene nada que
ver con nuestro país. Deberían haber tirado abajo esa estúpida
montañita con la democracia
…
no del Pacto), enfatizaron que en el “pacto” que los afrikáners hicieron con
Dios recalcaba la “convivencia en paz con los vecinos” (cosa inédita en el
discurso afrikáner). Para Grundlingh, este argumento no fue creíble ni
suficiente para “limpiar” la imagen del Monumento ante la mayoría de
la sociedad. Cf. Grundlingh, Albert: “A cultural conundrum? Old monu-
ments and new regimes
…”, op. cit., p. 101. Sin embargo, en el momento en
que Grundlingh escribe (2001) probablemente aún no había guías negros
contratados en el Monumento, lo cual habla de que la política de insertar
de algún modo a este símbolo en los “tiempos que corren”, fue mucho más
allá de los discursos públicos del Día de la Reconciliación.
99
Nadkarni, Naya: “The death of socialism and the afterlife of its mon-
uments: making and marketing the past in Budapest’s Stone Park Muse-
um”, en Radstone, Susannah; Hodgkin, Catherine (eds.): Contested Pasts.
The politics of Memory, Routledge, Londres y Nueva York, 2003, p. 201.
100
Cf. Russouw, Sheree: “It is our monument too”, Saturday Star,
5/03/2005.
101
Cuando Opperman habla de reinterpretación, se centra en la “in-
clusión del asesinato de Dingaan”, jefe zulu, en la narración de los guías,
cosa que anteriormente era pasada normalmente por alto. Cf. Idem. Sin
embargo, lo que pude observar en mi visita es que lejos de una “reinterpre-
tación” o una “crítica” de la narración de los frisos en mármol, lo que hizo
el guía (y pude percibir que era generalizado para los guías angloparlantes
también) fue un tratamiento “aséptico” de los hechos, sobre todo cuando
se llegó a la batalla de Blood River en 1838. Ya no hay, podríamos decir,
una “glorificación” de las batallas y de los episodios en que los trekkers
masacraron a las poblaciones africanas nativas (como los episodios bélicos
contra las poblaciones matabele o zulu). Pero tampoco hay, stricto sensu,
una “reinterpretación”. Simplemente se opera con un vacío de silencio,
con una condescendencia en el no-decir. Aquí hay otro elemento impor-
tante: la incorporación de guías responde a una reinscripción de tipo
referencial del Monumento. Como dice Grundlingh, “hubo un tiempo en
que la comprensión de los hechos representados en el Monumento, era
saber común de los Afrikáners”, esto es, que la explicación del “contenido”
narrativo de los frisos no era necesaria, era completamente evocativa. Cf.
Grundlingh, Albert: “A cultural conundrum? Old monuments and new
regimes
…”, op. cit., p. 101. Ese tiempo es sustituido por otro en el que no
existe tal cosa como un “saber común de la comunidad afrikáner”, por un
lado. Por otro, son los destinatarios los que pretenden ampliarse: primero
el turismo internacional que quiere escuchar una narración de la “nueva”
Sudáfrica, y también otros sectores de la sociedad sudafricana.
102
Cf. Russouw, Sheree: “It is our monument too”, op. cit.
103
De 1990 a 2000 Sudáfrica saltó del lugar 55 como atractivo turístico
en el mundo, al lugar 25, y los directivos del Monumento supieron cómo
aprovechar este cambio. En 1999, más del 80 por ciento de los visitantes
eran extranjeros (y aunque sería arriesgado aseverarlo categóricamente
dado que no hay datos de ese tipo, lo más probable –según las percepciones
generales de los sudafricanos así como las de los estudiosos de memoria
pública– es que la población sudafricana que lo visita sea casi en su tota-
lidad blanca y afrikáner). Cf. Grundlingh, Albert: A cultural conundrum?
Old monuments and new regimes
…”, op. cit., p. 107.
104
El sentido de este término es complejo y estuvo vinculado a una
forma despectiva de denominación para con los afrikáans parlantes en
Sudáfrica. Sin embargo, recientemente hay un reposicionamiento del
uso de la palabra por los propios boers, como una forma de resaltar la
identidad subnacional y revalorarla. Este reposicionamiento no se limita
al uso de este vocablo, sino que incluye la afirmación de diversos símbo-
los (las vestimentas tradicionales, la identidad rural) como forma algo
[255]
entre otros, Nunca Más. Informe de la CONADEP, op. cit., Calveiro, Pilar:
Desapariciones
…, op. cit., Verbitsky, Horacio: El silencio. Las relaciones
secretas de la Iglesia con la ESMA, Sudamericana, Buenos Aires, 2005;
Brodsky, Marcelo (ed.): Memoria en construcción. El debate sobre la ESMA,
op. cit., 2005.
2
En cualquier caso, los argumentos más comunes vinculan el te-
rrorismo de estado con la Doctrina de Seguridad Nacional (impuesta en
Argentina desde 1966 con el golpe de estado de Juan C. Onganía) y los
debates sobre este punto comúnmente discuten la existencia de acciones
terroristas por parte del Estado de derecho que gobernaba el país antes
del golpe de 1976, bajo la figura presidencial de María Estela Martínez
de Perón (julio de 1974-marzo de 1976). Cf. Vezetti, Hugo: “Aniversarios:
1973/1983”, en Punto de Vista, 76, 2003, pp. 1-3.
3
Soy conciente de que al hablar de “los indígenas argentinos” estoy
produciendo una generalización de la marca de filiación étnica (kolla,
mapuche, wichí, etc.) bajo una categoría esencial, post-republicana. Sin
embargo, así se distinguen los sujetos aludidos, pretendiendo englobarse
dentro de un arco de sumisión (grosso modo, son “indígenas” dentro del
“Estado-nación argentino” que no los reconoce).
4
Aquí trabajo, grosso modo, con categorías “émicas”. Quiero decir, no
soy yo quien está utilizando indistintamente el concepto de genocidio para
hablar de la “Conquista del Desierto” y de la dictadura, sino los propios
implicados que lo usan (creo, estratégicamente). Al respecto la discusión
es amplia y hay quienes sostienen que no puede aplicarse el término
7
Cf. Segato, Rita: “Introducción: Políticas de la identidad, diferencia
y formaciones nacionales de alteridad”, en Segato, Rita: La nación y sus
otros. Raza, etnicidad y diversidad religiosa en tiempos de las políticas
de identidad, op. cit. ‘No Blanco’ aquí significa no europeo, pero también
implica las derivaciones culturales de todas las estrategias simbólicas de
blanqueamiento cultural. Va en oposición a un capital racial positivo, blan-
co, hegemónico. Agradezco la aclaración de la propia autora al respecto.
8
Cf. “El museo de los que descendimos de los barcos”, Clarín, 23
de julio de 2000, p. 21. No puedo ahondar aquí en la vasta producción
historiográfica argentina sobre la conformación de los ideales nacionales
y las diferentes generaciones. Un estudio relativamente reciente y muy
completo sobre el rol de la inmigración en la conformación de la “idea”
de nación en Bertoni, Lilia: Patriotas, cosmopolitas y nacionalistas. La
construcción de la nacionalidad argentina a finales del siglo XIX, op. cit.
9
Según el informe Nunca Más, había 340 campos de concentración
distribuidos por todo el territorio nacional argentino. Entre los centros
clandestinos de detención en Argentina, los más destacados son: en la
ciudad de Buenos Aires: ESMA, El Olimpo y Club Atlético; en la provin-
cia de Buenos Aires: El Campito, La Mansión Seré, El Vesubio; en la Ciu-
dad de Córdoba: Cabildo de la Municipalidad; en la provincia de Córdoba,
La Perla. En la provincia de Tucumán: Escuelita de Famaillá.
10
Carnevale, Vera: “Memoria, espacio público, Estado. La construc-
ción del Museo de la Memoria”, en Documentos de Trabajo. Red Inter-
disciplinaria de Estudios sobre Historia Reciente (RIEHR), http://www.
riehr.com.ar/detalleEdu.php?id=6, última consulta: 18/02/07. La ESMA
fue un espacio predeterminado como centro clandestino de detención y
tortura, antes del golpe de estado. Y funcionó como tal desde el propio
14
Lorenz, Federico: “Lo que está en juego en la ESMA”, Cronista Di-
gital, julio de 2004.
15
La decisión es lógica dentro de una forma totalitaria específica de
considerar la línea histórica de “mejoramiento” del sujeto nacional. Con
el subversivo no podía haber políticas de resarcimiento, para el gobierno
militar, era un sujeto “irrecuperable” dentro de la nación. Cf. Calveiro,
Pilar: “La experiencia concentracionaria”, en Lida, Clara; Crespo, Horacio;
Yankelevich, Pablo (comps.): Argentina, 1976. Estudios en torno al golpe
de estado, El Colegio de México, México, 2007, p. 188.
16
Una interesante reflexión sobre este punto en Calveiro, Pilar:
Desapariciones. Memoria y desmemoria de los campos de concentración
argentinos, op. cit., pp. 54 y ss.
17
Este mismo hecho motivó el rechazo de algunos sectores a que la
ESMA se convirtiera en museo porque para ellos, este gesto “osifica” los
27
Secretaría de Derechos Humanos de la Nación: “Prólogo a la edición
del 30 aniversario del Golpe de Estado”, en: Nunca Más. Informe de la
CONADEP (Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas), op. cit.,
p. 1. Aquí hay que hacer una salvedad: la “teoría de los dos demonios” no
fue nunca explícitamente apoyada ni sostenida por la CONADEP. Es verdad
que en la edición original, el prólogo de Ernesto Sábato comenzaba dicien-
do: “Durante la década de 1970 la Argentina fue convulsionada por un
terror que provenía tanto desde la extrema derecha como de la extrema
izquierda
…” (ibid., p. 1), pero esto no expresa sino una verdad irrefutable
que en ningún momento equipara esas violencias. Dos páginas después se
lee: “[
…A] los delitos de los terroristas, las Fuerzas Armadas respondieron
con un terrorismo infinitamente peor que el combatido, porque desde el
24 de marzo de 1976 contaron con el poderío y la impunidad del Estado
absoluto, secuestrando, torturando y asesinando a miles de seres huma-
nos
…” Ibid., p. 3. Cursivas mías. Por otra parte, más allá de la falacia
escondida en los “dos demonios”, esa teoría nunca justifica el terrorismo de
estado, como parece desprenderse del prólogo agregado. Para un registro
periodístico del debate producido en 2006, cf. “Controversia por el prólogo
agregado al informe Nunca Más. Rechaza la Teoría de los dos Demonios”,
La Nación on line, 19/05/2006, http://www.lanacion.com.ar/archivo/Nota.
asp?nota_id=807208, último acceso: 09/05/2007.
posible. Por ello al mismo tiempo nos interpelan los grandes desafios de
continuar haciendo de la Argentina, frente a esas fuertes resistencias,
no sólo un país más democrático y menos autoritario, sino también más
igualitario y más equitativo”. Secretaría de Derechos Humanos de la
Nación: “Prólogo a la edición del 30 aniversario”, Nunca Más, op. cit.,
p. 2. Un punto casi imperceptible me parece importante: para el “nuevo
Estado” la frase Nunca Más ha cambiado, también, de sentido. Ya no es
sólo la imposición emblemática del recuerdo colectivo para una política
aleccionadora en el futuro. El Nunca Más es, básicamente y dicho en esos
términos en el prólogo, un “programa a realizar por el Estado nacional
…”.
Cf. Idem. Cursivas mías.
30
Analizo esta ceremonia en el capítulo VI. “Producciones y silencios
de historia: rituales con el pasado y significaciones del presente en dos
ceremonias de estado”. Cf. “ESMA; Colegio Militar y otras ceremonias”,
Pagina 12 on line, 24/03/04, http://www.pagina12web.com.ar/diario/
elpais/1-33113-2004-03-22.html.
31
Esta es una discusión que también se ponderó en Sudáfrica con las
prisiones de Robben Island y Number Four (y en muchos otros lugares
que intentan dar testimonio del horror). Probablemente la diferencia con
la ESMA es que fue un centro clandestino y como tal, el valor de restituir
históricamente lo que también históricamente se negó es de alta eficacia
simbólica para la reconstrucción de la memoria social. Una síntesis de
las propuestas más significativas se encuentra en Brodsky, Marcelo:
Memoria en construcción. El debate sobre la ESMA, op. cit., pp. 224-225.
Los elementos que se repiten en las propuestas son: a) la consideración
de proponer un funcionamiento del predio que sólo tenga que ver con
usos que estén relacionados con la rememoración del centro clandestino
de detención y tortura; b) el no involucramiento de fines y/o de capitales
privados en la construcción y funcionamiento del predio; c) no producir
modificaciones sustanciales en las que fueron las antiguas dependencias
de tortura y celdas; d) la incorporación de una (o más) salas de exhibi-
ciones permanentes de “artefactos” (fotografías, pertenencias de los ex
detenidos-desaparecidos, etc.). Cabe aclarar que SERPAJ (Servicio de Paz
y Justicia) es la única organización que en su propuesta contempla la
inclusión del tópico “pueblos originarios” como parte del museo de
la memoria. Cf. Ibid., p. 224.
32
Cf. “Organización institucional y contenidos del futuro museo de
la memoria”
…, op. cit. Intervención de Héctor Schmucler. Cursivas mías,
pp. 15-17. http://www.memoriaabierta.org.
33
Cf. Vezzetti, Hugo: “Política de la memoria: el museo en la ESMA
…”,
op. cit., p. 6.
38
Cf. Werbner, Richard: “Smoke from the barrell of a gun: postwar of
the dead, memory and reinscription in Zimbabwe
…”, op. cit., p. 74.
39
Casualmente, las salas del Museo de Historia Nacional ubicado en
el barrio de San Telmo, terminaban su disposición narrativa antes del
advenimiento del peronismo (1945). En mi visita en noviembre de 2005,
cuando le pregunté a uno de los guías por qué la exhibición culminaba
en ese corte tan significativo, me respondió: “Lo de allá para acá [desde
1945 a la contemporaneidad] es casi periodístico, demasiado presente. Y
si es historia, no es historia de museo. Menos el de la nación”. Luego hizo
una pausa como pensativo, y aclaró: “Bueno
…allá junto al dormitorio de
San Martín hay una sala de la Guerra de Malvinas, eso sí hace parte
de la continuidad con el museo, con el relato”. Visita al Museo Nacio-
nal de Historia, Buenos Aires, 29/11/2005. La Guerra de las Islas Malvinas
contra Inglaterra (por medio de la cual Argentina intentaba recuperar
esas islas ubicadas geográficamente dentro del mar argentino y ocupa-
das por Inglaterra en 1833) tuvo lugar entre abril y junio de 1982, aún
durante la última dictadura. Esa guerra fue, entre otras cosas, el último
intento del gobierno militar para legitimar socialmente el gobierno de
facto. La estrepitosa derrota argentina deslegitimó aún más a la gestión
de facto, y determinó el llamado a elecciones para 1983. Lo sintomático
es que en el Museo de Historia, la Guerra de Malvinas se disponía en
una sala iluminada de manera especial con luz fluorescente blanca, lo
cual contrastaba con el resto de las salas. Se exhibían allí los galardones
militares, los trajes de los soldados y algunas fotografías de la aviación
argentina. La narración en clave heroica no precisaba de metáforas. Y
para el guía, es ese episodio de la contemporaneidad el único que merece
“suturarse” temporalmente en un museo de la historia nacional, junto
con las gestas del siglo XIX.
40
Cf. Cresto, Juan José: “Roca y el mito del genocidio”, La Nación
on Line, 23/11/04, http://www.lanacion.com.ar/archivo/nota.asp?nota_
id=656498&origen=archivo.
41
Guha, Ranajit: Dominance without hegemony. History and power
in colonial India, op. cit., p. 154.
42
Cf. Cresto, Juan José: “Roca y el mito del genocidio”, op. cit. Cursivas
mías. Este artículo periodístico generó un debate entre las organizaciones
indígenas, particularmente las mapuches; debate que no tenemos espacio
para reproducir aquí. También generó alguna polémica (desafortuna-
damente no tan intensa) en los sectores intelectuales e historiadores
especialistas, lo cual incluyó una carta dirigida al diario La Nación, cuyo
texto nunca fue publicado por el diario. La carta, escrita con precisión
historiográfica para rebatir las falacias en el texto de Cresto, pertenece
al historiador e investigador del CONICET y profesor de la Universidad del
Comahue, Dr. Pedro Navarro Floria, con fecha de 26 de noviembre de
2004; a ella se adhirieron un nutrido grupo de intelectuales y activistas.
Una reproducción del texto puede encontrarse en http://www.laopinion-
delagente.com.ar/opinion.asp?nombre_tema=Pol%EDtica+y+Sociedad
&nombre_subtema=Historia&id_subtema=25&id=500. Sin embargo,
no generó una discusión en las arenas sociales y en la opinión pública
generalizada. También se presentó una carta de los trabajadores de la
Secretaría de Cultura de la Nación al presidente Néstor Kirchner. Cf.
Braceras, Diana: “No somos Roca”, Poder Autónomo, http://www.pode-
rautonomo.com.ar/historia%20de%20nosotros/docs/antecedentes/no%20
somos%20roca.htm.
44
Cf. “El Museo Histórico buscará sponsors”, La Nación, 13/11/2005,
nota reproducida en la página web de CONICET (Consejo Nacional de Inves-
tigaciones Científicas y Técnicas): http://www.conicet.gov.ar/diarios/2005/
noviembre/047.php?imprimir=true.
48
Cf. Jornada El Museo que queremos, Biblioteca Nacional, Buenos
Aires, 2 de octubre de 2002. Intervención de Horacio González, p. 31.
49
Quiero aclarar que este no es un “hecho aislado” dentro de los
propios reclamos indígenas. La aparición como nuevos sujetos que dentro
de sus organizaciones se autorreconocen anteriores al propio Estado y
portadores de una historia olvidada dentro de la nación, es un elemento
emergente actualmente en distintos territorios nacionales (básicamente
hay datos sobre Tucumán, Neuquén, Salta y comunidades radicadas en el
propio Buenos Aires). Sin embargo, están en proceso algunas investigacio-
nes sobre esas emergencias de saberes históricos subalternos, básicamente
51
La reforma constitucional de 1994 fue una maniobra política
para posibilitar la reelección presidencial de Carlos Menem (su segundo
periodo fue 1995-1999). Sin embargo, algunos puntos se discutieron con
cuidado. Uno de ellos fue el reconocimiento de los indígenas como “pue-
blos originarios” y el compromiso del Estado de garantizar su reproduc-
ción y supervivencia. Entre 1853 –año de su promulgación– y 1994, la
Constitución dejaba poco espacio para reconocer derechos diferenciales,
como una estrategia jurídica ya conocida que con el argumento de no
establecer “discriminaciones”, tampoco provee un tratamiento específico
para las comunidades históricamente damnificadas y excluidas de una
ciudadanía plena. Sin embargo, en ese momento la lucha por la defini-
ción de “Derechos de Pueblos Originarios” en Argentina, a diferencia de
otros países de Latinoamérica, no discutía el nivel de la “integración” o la
“regulación de la diferencia”, sino que lo que estaba preponderantemente
en juego era el nivel primario de la visibilidad, del reconocimiento de los
pueblos indígenas en el interior del territorio y de la sociedad nacional. No
han sido pocas las manifestaciones sociales que pretendían anular esas
discusiones porque eran “inútiles” en un país “sin indios”. Las reformas
constitucionales y la inclusión de “derechos indígenas” están presentes
en la Segunda Parte, Capítulo Cuarto, Artículo 75, inciso 17: “Reconocer
la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas argentinos.
Garantizar el respeto a su identidad y el derecho a una educación bilingüe
e intercultural; reconocer la personería jurídica de sus comunidades, y la
posesión y propiedad comunitarias de las tierras que tradicionalmente
ocupan; y regular la entrega de otras aptas y suficientes para el desarrollo
humano; ninguna de ellas será enajenable, transmisible ni susceptible
de gravámenes o embargos. Asegurar su participación en la gestión re-
ferida a sus recursos naturales y a los demás intereses que los afecten.
Las provincias pueden ejercer concurrentemente estas atribuciones. En:
Constitución de la Nación Argentina, sitio web del Honorable Senado de
la Nación, República Argentina, http://www.senado.gov.ar/web/interes/
constitucion/cuerpo1.php. Cf. También Carrasco, Morita “El Movimiento
Indígena anterior a la reforma constitucional y su organización en el
Programa de Participación de Pueblos Indígenas”, II Reunión De Antro-
58
Povinelli, Elizabeth: “Settler modernity and the question for an
indigenous tradition”, en Gaonkar, Dilip (ed.): Alternative Modernities,
Duke University Press, Durham y Londres, 2001. Cf. también Dube,
Saurabh: “Espacios encantados y lugares modernos”, en Dube, Saurabh;
Banerjee-Dube, Ishita; Mignolo, Walter (eds.): Modernidades coloniales.
Otros pasados, historias presentes, El Colegio de Mexico, Mexico, 2004,
pp. 106 y ss.
59
En nuestro anclaje empírico puede citarse un dato ilustrativo:
Alejandro Grimson arguye que estadísticamente y en términos relativos
según los últimos dos censos, Argentina tiene más indígenas que Brasil.
Mientras se construyó un tipo reglado de “visibilidad” del indio en la na-
ción brasilera (mediada en gran parte por la labor de la antropología en
la construcción de la nación), en Argentina el éxito de la negación, hace
que en el grueso de la opinión pública ese dato no se conozca. Cf. Grimson,
Alejandro: “La nación después del (de)constructivismo”, Nueva Sociedad,
184, 2003, pp. 33-45.
60
A su vez, esta presencia interpela al propio sector indígena. Porque
el Movimiento Indígena Argentino está fragmentado y en esa fragmen-
tación la pugna por la “autenticidad” del indígena es también una pugna
interna: el indio urbano, “indio trucho”, no tiene legitimidad para reclamar
por los otros, los “verdaderos indios”. Véanse las reflexiones de Carrasco,
Morita, “El Movimiento Indígena anterior a la reforma constitucional y
su organización en el Programa de Participación de Pueblos Indígenas”,
op. cit.
61
Tomo el concepto de “indio hiperreal” de Alcida Rita Ramos: “The
hyperreal indian”, citado en Segato, Rita: “Alteridades históricas/Identida-
des políticas: una crítica a las certezas del pluralismo global”, op. cit., pp.
1-28. Rita Segato plantea que “el espejo global devuelve a las categorías
históricas su imagen ahora transformada en la de consumidores marcados.
Esta marca de consumidor con gusto previsible es, en buena medida, la
marca étnica”. Segato, Rita: “Alteridades históricas/Identidades políticas:
una crítica a las certezas del pluralismo global”, op. cit., p. 8. Por otro lado,
dentro del discurso histórico del “crisol de razas” en Argentina, original-
mente más proclive a conformar la perspectiva nacionalista encastrando
a los elementos de la inmigración europea que al indígena, el indio ahora
es subsumido en él. Segato plantea que las expresiones “meeting pot”
en Estados Unidos, “crisol de razas” en Argentina y “cadinho de razas” en
Brasil, más allá de su aproximada traducción semántica, significan
cosas completamente distintas en cada uno de los contextos. Cf. Ibid.,
pp. 10-11. En Argentina, ese “crisol” conlleva la marca ideológica de la
des-etnificación, de la diferencia “empaquetada” en un modelo “cargoísti-
65
Viñas, David: Indios, ejército y frontera, Siglo XXI, México, 1982,
p. 12. Itálicas en el original.
66
Augé, Marc: Las formas del olvido, op. cit., p. 31. El encomillado
interno es cita de Pontalis, J. B.: Ce temps qui ne passe pas, Gallimard,
París, 1997. Las cursivas son mías.
67
Cf. Segato, Rita: “Políticas de identidad, diferencia y formaciones
nacionales de alteridad”, op. cit., p. 7. También Chatterjee, Partha: “A
nação em tempo heterogêneo”, en Chaterjee, Partha: Colonialismo,
modernidade e política, trad. Flavio Baqueiro Figueiredo, EDUFBA-CEAO,
Salvador de Bahia, 2004, pp. 69-95.
Cursivas mías.
70
La idea de aplicar el concepto contemporáneo de genocidio contra
los indígenas estaba ya bastante discutida por las alas más radicales del
pensamiento político e intelectual, no así la de tomar la categoría terro-
rismo de estado. Incluso existe una “Red de Estudios sobre Genocidio
y Política Indígena en Argentina” conformada por investigadores de la
Universidad de Buenos Aires, Universidad de Comahue, y algunas orga-
nizaciones militantes. Los argumentos para abrevar en la tesis genocida
de las “Campañas al Desierto”, en términos estrictamente históricos, son
básicamente dos: a) la utilización recurrente de la expresión “exterminio”
en el discurso político. Ejemplos de ello son la conocida argumentación
sobre la necesidad de “exterminar a los indios salvajes y bárbaros de
Pampa y Patagonia”, utilizada en el Congreso en 1878, así como las no-
ciones vertidas por el gobernador de Buenos Aires en la década de 1820,
Martín Rodríguez, que hablaba de exterminar a los indios, tanto nómades
como sedentarios. Como corolario, Sarmiento expresaba en el diario El
Progreso en 1844 la tan citada pregunta: “¿Lograremos exterminar a los
indios? Por los salvajes de América siento una invencible repugnancia
sin poderlo remediar
…”. b) el segundo argumento se centra en probar
la existencia de poder concentracionario (o específicamente “campos de
concentración”) en la Patagonia Austral de finales del siglo XIX. En una
entrevista de 2006, los investigadores de la UBA Diana Lenton y Walter
del Rio explicaron que “en Valcheta [Río Negro], por ejemplo, se registran
[a finales del siglo XIX] campos de concentración con alambres de púas
de tres metros de alto, con gente muriendo de hambre por no tener qué
comer. Eso se lee en las memorias de los viajeros galeses”. Cf. Herreros,
72
Cf. Segato, Rita: “Raza es signo”, en Segato, Rita: La nación y sus
otros. Raza, etnicidad y diversidad religiosa en tiempos de las políticas
de identidad, op. cit.
73
Cf. Navarro Floria, Pedro: Los que llegaron primero. Una historia
indígena del sur argentino
…, op. cit.; Campione, Daniel: “Roca ante la
historia. Puntos de vista acerca de una época”, en Bayer, Osvaldo (coord.):
Historia de la crueldad argentina, t. I: Julio Argentino Roca, op. cit.,
pp. 59-101.
74
Es evidente, no sólo por el caso argentino sino más espectacularmen-
te por lo que ocurre con México, Bolivia, Brasil o las múltiples “fronteras”
norteamericanas, que estamos ante procesos de re-configuración de lo
que Walter Mignolo denomina las “memorias de un solo lado” gestadas
por el criollismo “mestizo y confuso” del siglo XIX, a la sombra de la “doble
conciencia” que genera la diferencia colonial: según Mignolo somos parte
del “hemisferio occidental” en una operación epistémica confusa que ge-
nera la idea errada de una pertenencia “diferida” a Occidente. Mignolo,
Walter: “La colonialidad a lo largo y a lo ancho: el hemisferio occidental
en el horizonte colonial de la modernidad”; en Lander, Edgardo (comp.):
La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas
latinoamericanas, CLACSO, Buenos Aires, 2000, pp. 65 y ss.
75
Spivak, Gayatri. “Post-Structuralism, Marginality, Post-Coloniality
and Value”, op. cit., p. 59. Al respecto expresa Santiago Castro-Gómez:
“ninguna teoría sociológica puede ‘representar’ objetos que se encuentren
por fuera del conjunto de signos que configuran la institucionalidad del
saber en las sociedades modernas. Todo saber científico se encuentra, ya
de antemano, codificado al interior de un tejido de signos que regulan
la producción del ‘sentido’, así como la creación de objetos y sujetos del
conocimiento. Es, entonces, desde una cierta ‘política de la interpretación’
(materializada en universidades, editoriales, centros de investigación,
instancias gubernamentales, etc.) que se producen los ‘efectos de verdad’
de una teoría”. Castro-Gómez, Santiago: “Latinoamericanismo, moderni-
dad, globalización. Prolegómenos a una crítica poscolonial de la razón”, en
Castro Gómez, Santiago; Medieta, Eduardo (eds.): Teorías sin disciplina.
Latinoamericanismo, poscolonialidad y globalización en debate, Porrúa,
México, 1998. Disponible en http://www.ensayistas.org/critica/teoria/
castro/, última consulta: 30/04/07.
79
Cf. Quijano, Aníbal: “Colonialidad del poder, eurocentrismo y
América Latina”, en Lander, Edgardo (comp.): La colonialidad del po-
der. Eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas latinoamericanas,
Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), Buenos Aires,
2000, p. 237.
80
Palermo, Zulma: “¿Es posible descolonizar la universidad?”, en
Mignolo, Walter (coord.): On Decoloniality, Special Issue of World and
Knowledges Otherwise. A Web Dossier, vol. 2, dossier 1, 2007, http://www.
jhfc.duke.edu/wko/dossiers/1.3/documents/formattedZulma-Palermo.pdf,
último acceso: 22/11/07.
81
Segato, Rita: “El color de la cárcel en América Latina. Apuntes
sobre la colonialidad de la justicia en un continente en desconstrucción”,
Nueva Sociedad, 208, marzo-abril de 2007, p. 158. En este artículo puede
consultarse un análisis más extenso sobre colonialidad y raza.
82
Bhabha, Homi: “Narrating the nation”, op. cit., p. 6.
[305]
1
Vladislavic, Ivan: Propaganda by monuments and other stories, op.
cit. En adelante se citará PM en el cuerpo del texto.
2
Gamerro, Carlos: El secreto y las voces, op. cit. Sin embargo, advierto
que en los casos en que sea necesario recurriré a la novela anterior del
mismo autor, El sueño del señor juez, por tratarse de una obra cuya trama
transcurre en el mismo espacio, pero en distinto marco temporal, como
analizaré luego. Esta novela, junto con El secreto y las voces, y Las islas
–escrita en 1991– forman de alguna manera una trilogía que reúne espa-
cios, personajes y un núcleo común: la historia argentina y sus oprobios:
la “conquista” del desierto, la última dictadura, la guerra de Malvinas.
Cf. Gamerro, Carlos: El sueño del señor juez, La Página, Buenos Aires,
2005 [1994].
3
Cit. en Augé, Marc: Las formas del olvido
…, op. cit., p. 31. Véase
cap. “Sujetos de la nación, reclamos a la historia”.
4
Hartman, Geoffrey: “On traumatic knowledge and Literary Studies”,
citado en Berger, James: After the end, op. cit., p. 226, nota 5.
6
Las sentencias entre corchetes corresponden a las “glosas” que
el traductor Grekov había hecho a la carta original. Es interesante
que en el cuento, el lector sólo tiene acceso a la supuesta traducción al
ruso con las anotaciones del traductor (obviamente el texto está entera-
mente en inglés).
7
He optado por dejar algunas expresiones locales en inglés que apa-
recen en cursivas para que se comprenda el acto de traducción glosado
por Grekov y no se interponga un segundo acto (el mío).
de piedra (o de historia).
Cursivas en el original.
10
12
Cf. Warnes, Christopher: “The making and unmaking of history
…”,
op. cit., p. 75.
Idem.
17
21
Warnes, Christopher: “The making and unmaking of history
…”,
op. cit., p. 80.
22
Cf. Vladislavic, Ivan: “The WHITES ONLY Bench”, en Propaganda
by monuments and other stories, David Philip, Ciudad del Cabo, 1996,
pp. 51-66.
25
En este orden y con una discusión para la literatura y su eficacia
social como discurso sobre la historia, ver Jameson, Frederic: The political
unconscious. Literature as a socially symbolic act, Londres, Methuen,
1981, pp. 34 y ss.
26
Cf. Krishenblatt-Gimblett, Barbara: Destination culture. Tourism,
museums and heritage, University of California Press, Berkeley, 1998,
pp. 21-30.
27
Radstone, Susannah; Hodgkin, Katherine: “Regimes of memory:
an introduction”; en Radstone, Susannah; Hodgkin, Katherine (eds.):
Regimes of memory, Routledge, Nueva York, 2003, pp. 6-14
28
Ricouer, Paul: La historia, la memoria, el olvido, op. cit., p. 633.
Aquí, deseo no es lo mismo que capricho, que empecinamiento. El deseo
es la parte volitiva de la necesidad política colectiva.
29
Véase supra.
30
En inglés esta palabra tiene una carga adicional en lo que común-
mente se denomina “salvage anthropology”, traducido por lo general en
castellano como “antropología de rescate”, que comúnmente alude a las
etnografías clásicas que intentaban crear un registro con la intención
de “salvar” a los espacios “tradicionales” de la pérdida, la disolución o la
“contaminación” con la modernidad.
31
Cf. Clifford, James: “Sobre la recolección de arte y cultura”, en
Clifford, James: Dilemas de la cultura. Antropología, literatura y arte en
la perspectiva postmoderna, Gedisa, Barcelona, 1995 [1988], p. 274. En
este punto, Clifford analiza a la etnografía como una forma de recolección
que distorsiona (o proscribe) la temporalidad de los “artefactos” descritos.
Sus argumentos, sin ser idénticos, se aproximan a los de la “negación de la
coetaneidad” que se imprime en la temporalidad del registro etnográfico.
Cf. Fabian, Johannes: Time and the Other, op. cit., pp. 31 y ss.
32
Cuando Strickland llega a concretar la operación, el tesorero de la
asociación de choferes “decidió que era posible sacar partido publicitario
del gesto de espíritu público de su asociación y [
…] encontró a un fotógrafo
listo para registrar el evento para la posteridad” (PM, p. 64).
33
El banco comprado a la asociación dice, en realidad, “SÓLO EUROPEOS”,
y no “SÓLO BLANCOS”.
34
Cf. Warnes, Ch: “The making and unmaking of history
…”,
op. cit., p. 83.
35
Ibid., p. 84.
36
Desde el norte de la provincia de Córdoba y centro-norte de Santa
Fe, la “frontera norte” con el indio se extendía por lo que hoy es norte de
Córdoba y Santa Fe, este y norte de Santiago del Estero, Chaco y For-
mosa. Esta “frontera” fue también parte de las “Campañas al Desierto”,
con una ofensiva crucial en 1876. Sobre la conformación jurisdiccional y
la incorporación de estos territorios al Estado “moderno”. Cf. Cacopardo,
Fernando: “El Estado en la definición territorial de la Argentina del siglo
XIX”, op. cit.
Para un debate sobre este punto véase Nun, José (comp.): Debates
38
39
Para más detalles véase Introducción. Apartado Polítcas, contextos.
40
Esta característica aparece en El sueño del señor juez, op. cit., p. 17.
572 y ss.
42
Cf. Vezzetti, Hugo: “Aniversarios 1973-1983”, op. cit. Cabría recor-
dar, una vez más, el paréntesis que implicaron los años 1983-1986, con
los juicios a las juntas militares, inéditos en el mundo. Este “paréntesis”
se evidencia en el prólogo y en su espíritu.
43
Es interesante que a lo largo de la novela nunca aparece la palabra
desaparecido en los diálogos sucesivos, un vocablo que se instaló en la
esfera pública urbana –y se creó en palabra intraducible para la opinión
pública y la intelectualidad internacional– como una realidad, como una
entidad del horror vivido en las últimas dictaduras militares latinoame-
ricanas. La palabra es una ausencia en la novela, no la situación. Pero
como bien deja entrever el texto, en las zonas del interior pueblerino de
la pampa gringa, como en Malihuel, nada desaparece sin que la sociabi-
lidad densa urda un tejido de versiones con estatuto de verosimilitud, o
aunque más no sea de silencios. Para la versión de todos, se trata de un
asesinato. La pública voz y fama que recorría los edictos coloniales con
entidad jurídica tiene una fuerza social plena como estatuto de orali-
dad en El secreto y las voces. Este relato, cuya trama se desarrolla en el inte-
rior del país, muestra, una vez más, cómo la memoria es mediada por los
artefactos que la transmiten, y cómo esa mediación instituye una forma del
pasado a la cual esa memoria alude. En Argentina, hasta donde conozco,
sería necesario producir más estudios sociohistóricos y etnográficos que
ayuden a comprender “qué fue” la dictadura para esos sectores sociales
alejados de las ciudades; “cómo se vivió” (y se domesticó) la desaparición
de personas en esos espacios de densa sociabilidad entre pueblos pequeños
y zonas rurales, tan diferentes a la vida urbana de Buenos Aires, Rosario
o Córdoba. A su vez, es necesario un análisis sobre cómo las conmemora-
ciones impuestas de hoy, tienen significados sociales diferentes. Alguien
que proviene de uno de esos pueblos del interior de la “pampa gringa”,
donde rigió un manto de silencio mucho más profundo (y duradero) sobre
los horrores de la dictadura, bien sabe que el 10 de diciembre de 1983
no plantea necesariamente un festejo conmemorativo de la “vuelta de la
democracia”. Más bien su recuerdo sigue el ritmo del tiempo político y
social de esos pueblos, y se vive de manera dividida entre dos grandes
bloques: para algunos, es aún hoy una fecha nefasta y de duelo, que marcó
la rotunda derrota del peronismo. Para otros, el regreso del radicalismo
al botin del Estado. Sobre estos problemas de mediación, cf. Radstone,
Susannah: “Reconceiving binaries: the limits of memory”, History Work-
shop Journal, 59, 2005, p. 135.
44
Denominación popular del quesada gigas, insecto típico de la zona
de las pampas, de la familia de los cicadidae. También se la conoce como
“cigarra” o “coyuyo”.
47
Una escena de El sueño del señor juez en el cual se baten en sucio
duelo Pedernera y Musurana por la promesa incumplida de unas tierras
para el gaucho, es la parodia criolla de las supervivencias de la historia:
con la muerte traicionera de Musurana muere también una narración del
pasado, la forma gauchesca, de narrar la historia del sujeto nacional. Cf.
Gamerro, Carlos: El sueño del señor juez, op. cit., pp. 42-43.
48
Cf. Capítulo 5, “Gringos en la frontera. La estaquiada”, estrofas
136 y 151. Cf. Hernández, José: Martin Fierro, Ed. Capítulo, Buenos
Aires, 1977.
52
La idea de palimpsesto es utilizada por Derrida para referir a las
políticas de la “diferancia” (en contrasentido a diferencia) que emerge en
el logos/texto social. Cf. Prakash, Gyan: “Los estudios de subalternidad
como crítica poscolonial”, op. cit., pp. 307-309.
53
La novela anterior de Gamerro, El sueño del señor juez, se sucede
en los tiempos de la fundación del pueblo, particularmente en 1877, la
antesala histórica de las Campañas al Desierto. En esta novela, Peder-
nera, juez de paz, es el personaje principal, atribulado por sus sueños a
los que atribuye una premonición de la realidad diaria y que marcan el
destino de la población de Malihuel, a quienes juzga en la vida cotidiana
de acuerdo con los sucesos en su realidad onírica.
60
En el rechazo al sentido político de ese ritual –que luego, vale la
pena recordarlo, se volverá ritual conmemorativo– se unen los sujetos
advenedizos (inmigrantes), los fundadores (españoles y criollos) y los
excluidos del proyecto nacional (indígenas). Lo hacen para ridiculizar al
héroe fundador, y tiene en la historia un sentido político indudable: re-
marca las nimiedades del origen nacional, la pobreza y la azarosa fortuna
de los líderes, y la existencia –como amenaza– de un sujeto/otro que se
transformará en ausencia poco tiempo después: el indio. A su vez, en ese
sueño-real que Pedernera tiene se encarna también el deseo personal que
en el desplazamiento se transforma en realidad histórica: ser celebrado,
conmemorado, eternizado en una estatua que él mismo ve –prevé– en sus
sueños (pero en el que su imagen esculpida es él mismo sentado sobre
una mula en la vieja plaza de Malihuel).
61
El cardo es la denominación popular de una de las especies vegeta-
les silvestres más comunes en las zonas no aradas, no trabajadas de las
pampas argentinas. Su denominación científica es eryngium campestre,
de la familia de las umbelíferas. Su tallo y hojas son espinosos, y la flor
es de color rosácea con pistilos puntiagudos. Se utiliza como hortaliza para
platos típicos de la región, y también contiene propiedades medicinales.
Botanical on-line, http://www.botanical-online.com/medicinalseryngium.
htm, última consulta: 22/07/07.
Cf. Segato, Rita Laura: “El vacío y su frontera. La búsqueda del otro
62
64
Me refiero a las repetidas ocasiones desde el advenimiento de-
mocrático en que las Madres de Plaza de Mayo rodearon y cubrieron el
monumento alegórico de “la Patria” con miles de fotografías de detenidos-
desaparecidos en la última dictadura militar.
65
Elias, Norbert: La teoría del símbolo, Península, Barcelona, 1994.
Sobre el poder de significación del símbolo ligado a su inestabilidad en
la “esfera pública histórica”, véase Witz, Leslie: Apartheid’s Festival, op.
cit., pp. 10-11.
66
En 1979, en plena dictadura, se realizaron una serie de “home-
najes” por el centenario de la “Campaña del Desierto” que encabezó el
ejército como “líder del Estado”. Incluso se acuñaron algunas monedas
conmemorativas con la leyenda “Homenaje al Centenario de la Campaña
del Desierto”. Cf. Viñas, David: Indios, ejército y frontera, op. cit. Una
explicación sobre cómo funcionaron las conmemoraciones en 1979 y 1980
se puede ver en Campione, Daniel: “Roca ante la historia. Puntos de vista
acerca de una época”, op. cit., pp. 88-90.
72
Radstone, Susannah: “Working with memory: an introduction”,
op. cit., p. 7.
73
Cf. Viñas, David: Indios, ejército y frontera
…, op. cit.
ángel que parece como si estuviese a punto de alejarse de algo que le tiene
pasmado. Sus ojos están desmesuradamente abiertos, la boca abierta y
extendidas las alas. Y este deberá ser el aspecto del ángel de la historia.
Ha vuelto el rostro hacia el pasado. Donde a nosotros se nos manifiesta
una cadena de datos, él ve una catástrofe única que amontona incan-
sablemente ruina sobre ruina, arrojándolas a sus pies. Bien quisiera él
detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo despedazado. Pero
desde el paraíso sopla un huracán que se ha enredado en sus alas y que
es tan fuerte que el ángel ya no puede cerrarlas. Este huracán le empuja
irreteniblemente hacia el futuro, al cual da la espalda, mientras que los
montones de ruinas crecen ante él hacia el cielo. Ese huracán es lo que
nosotros llamamos progreso”. Cf. Benjamin, Walter: “Tesis sobre la filo-
sofía de la historia”, op. cit., pp. 175-191.
76
Véase Supra.
77
Debo mucho de estas reflexiones a las antes expresadas por Saurabh
Dube en Genealogías del presente. Conversión, colonialismo, cultura, El
Colegio de México, México, 2003, pp. 22-24.
[349]
op. cit, p. 87, nota 1. Sobre las políticas de construcción de estos edificios
londinenses por Baker, cf. Coombes, Annie: History after apartheid, op.
cit., pp. 281-283.
5
Mbeki, Thabo: “Speech at his inauguration as President of South
Africa, June 16 1999”. Official Website of the Department of Foreign
Affairs. http://www.dfa.gov.za/docs/speeches/1999/mbek0616.htm.
6
Idem.
8
“El New National Party (NNP), la Federal Alliance y (FA) el Inkatha
Freedom Party (IFP) manifestaron que las estatuas eran parte de la historia
sudafricana y que no debían ser cubiertas, mientras que el Democratic
Party (DP) adujo que consideraba apropiado cubrirlas”. Cf. “Past covered
up for inauguration”, Daily Dispatch, 14 de junio de 1999, http://www.
dispatch.co.za/1999/06/14/southafrica/BGOVT.HTM.
9
Este término es acuñado por Naya Nadkarni al trabajar las formas
como los monumentos comunistas en Budapest, que no fueron destruidos,
todos saben que alguna vez este país vivió bajo el apartheid
y no podemos obviar nuestra historia. El hecho de que Mbeki
asumirá más allá de sus sombras demuestra lo que hemos
conquistado. Cubrir [las estatuas] reduce la profundidad e
importancia de la lucha. Estamos siendo articiales
…
sino re-localizados de tal modo que ingresaron con una abrupta irrupción
en el “tiempo nuevo” de consumo y mercantilización: el castigo simbólico
probablemente más efectivo. Cf. Nadkarni, Naya: “The death of socialism
and the afterlife of its monuments”, op. cit., p. 94.
10
Idem. Después de las derrotas estrepitosas de 1999, El núcleo del
New National Party se unió al Democratic Party (de núcleo simpatizante
principalmente blanco, pero generalmente opuestos al apartheid) y a la
Federal Alliance para formar la Democratic Alliance, en julio de 2000.
Pero el partido, muy dividido internamente, votó en consejo interno la
resolución de disolverse en julio de 2005, uniéndose sus representantes
a otros partidos, muchos de ellos al ANC.
11
Después de las elecciones de 2004 y disuelto el New National Party,
la Democratic Alliance se convirtió en la principal fuerza de oposición
al African National Congress (ANC). Actualmente tiene 47 escaños en la
Asamblea Nacional; el Inkhata Freedom Party (IFP) cuenta con 23, y el
ANC con 293. Cf. http://www.safrica.info/ess_info/sa_glance/constitution/
polparties.htm#nnp.
12
Cf. “Past covered up for inauguration”, op. cit.
13
Tomo este concepto de Clifford Geertz cuando advierte sobre la ne-
cesidad de prestar mayor atención a los “aspectos semióticos del Estado”
en toda su teatralidad, su capacidad de hacer, de producir sentido. Cf.
Geertz, Clifford: Negara. El estado-teatro en el Bali del siglo XIX, Paidós,
Barcelona, 2000 [1980], pp. 218-219. Geertz plantea que en la gran ma-
yoría de las teorías sobre el Estado (hobbesianas, marxistas o pluralistas)
las ceremonias y la “teatralidad” son percibidas como instrumental de
coacción, ideología política (hipocresía de clase) o instrumentos de legi-
timidad moral. “Pero en todas estas visiones, los aspectos semióticos del
Estado (
…) quedan reducidos a folclores en el sentido más peyorativo que
se le pueda dar a la palabra. Exageran el poderío, esconden la explotación,
18
Cf. “El presidente ordenó retirar retratos de Videla y Bignone del
Colegio Militar”, La Capital on Line, 24 de marzo de 2004, http://www.
lacapital.com.ar/2004/03/24/politica/noticia_85883.shtml.
19
Tal es la expresión usada por la editorial del diario Clarín, publi-
cada ese día. Cf. “Retiraron los retratos de Videla y Bignone del Colegio
Militar”, op. cit.
20
Cf. “Militares pidieron el retiro por medida de Kirchner”, Terra
Actualidad, 24 de marzo de 2004, http://www.terra.com.ar/canales/
politica/87/87716.html.
21
Bourdieu aclaraba su posición con un ejemplo clásico que podría
traducirse más o menos así: si alguien vierte agua sobre la cabeza de un
niño y pronuncia las palabras ‘te llamarás Juan’, probablemente esto no
tenga ningún efecto social. Pero si lo hace un sacerdote, para la familia y
desde allí para la sociedad (que por muchas razones de heteronomía va
más allá del mundo católico), el niño Juan será creado en ese momento.
Cf. Bourdieu, Pierre: Qué significa hablar, op. cit.
22
Zizek, Slavoj: “Multiculturalismo, o la lógica cultural del capitalismo
multinacional”, en Jameson, Frederic; Zizek, Slavoj; Grüner, Eduardo:
Estudios culturales: reflexiones sobre el multiculturalismo, Paidós, Buenos
Aires, 2005, p. 161.
23
Sin embargo, el acto generó una incomodidad patente en el ejército,
tanto es así que al menos cuatro generales y un coronel pidieron la baja
antes del acto, y solicitaron permiso para no concurrir, admitiendo que no
permitirían “ser humillados” por el presidente. Esto muestra justamente
la direccionalidad semiótica del acto, que estaba representada por un
acuerdo interno entre Bendini y Kirchner, y no por un acto de contrición
de las fuerzas armadas en pleno. Aunque no es motivo de estudio en el
presente trabajo, sería interesante continuar el análisis de los historia-
dores que han trabajado en la larga duración, sobre cómo es que se gesta
en Argentina una relación siempre tensa (de jerarquías superpuestas y
poderes paralelos) entre lo militar y lo civil, lo castrense y lo puramente
político; y cómo continúa aún después de la consolidación democrática.
Cf. “Militares pidieron el retiro por medida de Kirchner”, op. cit.
24
Sarlo, Beatriz: “Nunca más el discurso único”, op. cit.
25
Ricoeur, Paul: La memoria, la historia, el olvido
…, op. cit., p. 572.
Cf. Augé, Marc: Las formas del olvido
…, op. cit., pp. 101-104.
26
ca, Buenos Aires, 2006, pp. 31-33. Uso la negación (no-olvido) en vez
de la afirmación (recuerdo) porque mientras lo segundo puede indicar,
acríticamente, la proliferación de banales memorias o de una historia
omnipresente (e inútil en términos nieztcheanos), el no-olvido implica un
imperativo selectivo, ético-político, para con la historia y la memoria.
Cf. Burke, Peter: “La historia como memoria colectiva”, op. cit.,
29
pp. 83-84.
30
Cf. Radcliffe-Brown, A.: “Preface”, en Fortes, M.; Evans Pritchard,
E. (comps.): African Political Systems, Oxford University Press, Oxford,
1970 [1941], p. XIII. Al respecto, declara el autor: “El Estado [
…] no existe
en el mundo fenomenológico, es una ficción de los filósofos [
…] No hay
una cosa como el poder del Estado (sic); en realidad sólo existe el poder
de los individuos: reyes, primeros ministros, magistrados, policías,
jefes de partidos y votantes”. Idem.
31
Taussig, Michael: “Maleficium: el fetichismo del Estado”, en
Taussig, Michael: Un gigante en convulsiones. El mundo humano como
sistema nervioso en emergencia permanente, Gedisa, Barcelona, 1995
[1992], pp. 144-180.
32
Ibid., p. 146. Cursivas en el original.
33
Cf. Geertz, Clifford: Negara. El estado-teatro en el Bali del siglo XIX,
op. cit., p. 232. Sostiene el autor que es necesario comprender el negara
(el Estado y su teatralidad) e interpretar esos actos para elaborar una
poética del poder. Cf. Ibid., p. 220. Podríamos decir que Georges Balan-
dier hace eco de estas reflexiones cuando habla de la “teatrocracia” y la
dramaturgia del poder como recurso eficaz de dominio. Sin embargo,
hay en su argumentación un resabio de “instrumentalidad”, de razón
dominadora (que tiene reminiscencias demasiado cercanas con una re-
tórica unidireccional de la ideología y la producción hegemónica) que me
previenen de homologar ambas concepciones. Según mi lectura, mientras
para Balandier el “poder en escenas” es un plus simbólico, una “coda” del
poder político, para Geertz o para Taussig (aun con sus claras diferencias
de grado) el poder de la teatralidad hace, y no es un agregado, sino parte
integrante (y con el mismo peso específico) de la performance completa
del poder en todas sus dimensiones. Cf. Balandier, Georges: El poder en
escenas. De la representación del poder al poder de la representación, op.
cit., esp. pp. 15-43.
34
Cf. “Un nuevo capítulo por el retrato de Videla”, Clarín on line,
1/04/04; http://www.clarin.com/diario/2004/04/01/p-01203.html, “Militares
pideron el retiro por medida de Kirchner”, op. cit.
35
Cf. “Un nuevo capítulo por el retrato de Videla”, op. cit.
36
Kirchner estaba al tanto del robo del cuadro original, lo que empeoró
las relaciones con el Ejército en esos días previos al acto, y precipitó la
consumación de la ceremonia. El argumento de Kirchner en su discurso fue
que “el retiro de los cuadros, que procedió a hacer el jefe del Ejército, marca
un claro posicionamiento. Queremos terminar con esa etapa lamentable
del país, y que en todos los lugares de nuestra patria y de nuestras fuerzas
armadas esté desterrado el terrorismo de estado”. Cf. “Kirchner ‘sacó’ a
Videla y Bignone del Colegio Militar”, Terra Actualidad, 24/03/04, http://
www.terra.com.ar/canales/politica/87/87716.html. La cursiva es mía.
37
Se supone además que Videla y Birgnone vestían traje de gala
militar en los retratos originales, mientras que en la foto ampliada que
se descolgó públicamente, Videla llevaba un traje común, como deja ver
la fotografía.
1
Hartog, Francois: Regímenes de historicidad, op. cit., esp. pp. 23-25.
[369]
pp. 69-95.
7
Ricoeur, Paul: La historia, la memoria, el olvido, op. cit.
FUENTES ELECTRÓNICAS
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[427]
ria/. http://www.derhuman.jus.gov.ar/espacioparalame-
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www.statssa.gov.za/census2001/digiAtlas/index.html.
Truth and Reconciliation Comission Home Page, http://www.
doj.gov.za/trc/legal/act9534.htm.
2001 South African Census. The Census in brief. South
Africa’s National Statistics, http://www.statssa.gov.za/
census01/html/CInBrief/CIB2001.pdf.
2004, http://www.lacapital.com.ar/2004/03/24/politica/
noticia_85883.shtml.
“ESMA; Colegio Militar y otras ceremonias”, Pagina 12 on
line, 24/03/04. http://www.pagina12web.com.ar/diario/
elpais/1-33113-2004-03-22.html.
“Kirchner ‘sacó’ a Videla y Bignone del Colegio Militar”,
Terra Actualidad, 24/03/04, http://www.terra.com.ar/
canales/politica/87/87716.html.
“Militares pidieron el retiro por medida de Kirchner”, Terra
Actualidad, 24/03/04, http://www.terra.com.ar/canales/
politica/87/87716.html.
“Past covered up for inauguration”, Daily Dispatch, 14 de
junio de 1999, http://www.dispatch.co.za/1999/06/14/
southafrica/BGOVT.HTM.
“Pintando imágenes de resistencia”, Argentina Intyme-
dia, 09/10/2003, http://www.argentina.indymedia.org/
news/2003/10/139795.php.
“Retiraron los retratos de Videla y Bignone del Colegio Mi-
litar”, Clarín on line, 24 de marzo de 2004, http://www.
clarin.com/diario/2004/03/24/um/m-730093.htm.
“Un nuevo capítulo por el retrato de Videla”, Clarín on line,
1/04/04; http://www.clarin.com/diario/2004/04/01/p-
01203.html.
FUENTES ORALES
Entrevistas
FUENTES INÉDITAS
FUENTES ÉDITAS
I. Primarias
a) Periódicos
II. Secundarias