Los Tres Perezosos
Los Tres Perezosos
Los Tres Perezosos
Érase una vez un padre que tenía tres hijos muy perezosos.
- Señor notario -le dijo- lo único que tengo es un burro y quisiera que fuera para el
más perezoso de mis hijos.
Al poco tiempo el hombre murió y el notario viendo que pasaban los días sin que
ninguno de los hijos le preguntara por el testamento, los mandó llamar para decirles:
- Sabéis que vuestro padre hizo testamento poco antes de morir. ¿Es que no tenéis
ninguna curiosidad por saber lo que os ha dejado?
- Una vez -explicó el mayor- se me metió una brasa ardiendo dentro del zapato y
aunque me estaba quemando me dio mucha pereza moverme, menos mal que unos
amigos se dieron cuenta y la apagaron.
- Una vez me caí al mar y, aunque sé nadar, me entró tal pereza que no tenía ganas
de mover los brazos ni las piernas. Menos mal que un barco de pescadores me
recogió cuando ya estaba a punto de ahogarme.
- Otro perezoso -dijo el notario- yo te habría dejado en el agua hasta que hubieras
hecho algún esfuerzo para salvarte.
Y exclamó el notario:
- Para tí es el burro porque no hay duda que tú eres el más perezoso de los tres.
EL CONDE DRÁCULA.
En algún lugar de Transilvania yace Drácula. El monstruo, durmiendo en su ataúd y
guardando a que caiga la noche.
Como el contacto con los rayos solares le causaría la muerte con toda seguridad,
permanece en la oscuridad en su caja forrada de raso que lleva iniciales inscritas en
plata. Luego, llega el momento de la oscuridad, y movido por instinto milagroso, el
demonio emerge de la seguridad de su escondite y, asumiendo las formas espantosas
de un murciélago o un lobo, recorre los alrededores y bebe la sangre de sus victimas.
Por último, antes de que los rayos de su gran enemigo, el sol, anuncien el nuevo día,
se apresura a regresar a la seguridad de su protector y se duerme mientras vuelve a
comenzar el ciclo.
-¿Vaya, conde Drácula, que agradable sorpresa!- dice la mujer del panadero al abrir la
puerta para dejarlo pasar.
(Asumida otra vez su forma humana. entra en la casa ocultando, con sonrisa
encantadora, su rapaz objetivo.)
-¿Eclipse?
-Así es.
-¿Qué dice?
-¿Un vaso de vino? Oh, no, hace tiempo que dejé la bebida, ya sabe, el hígado y todo
eso. Debo irme ya. Acabo de acordarme que dejé encendidas las luces de mi castillo...
Imagínese la cuenta que recibiría a fin de mes...
-Por favor-dice el panadero pasándole al conde un brazo por el hombro en señal de
amistad.
-Créalo, me gustaría quedarme, pero hay una reunión de viejos condes rumanos al
otro lado de la ciudad y me han encargado la comida.
-Esta noche haré pilaf de pollo- comenta la mujer del panadero. -Espero que le guste.
-¡Espléndido, espléndido!- dice el conde con una sonrisa empujando a la buena mujer
sobre un montón de ropa sucia.
-Sabía que le divertiría- dice Drácula con una sonrisa forzada-, pero ahora déjeme
pasar.
-¡Oh, mira, mamá- dice el panadero-, el eclipse debe de haber terminado! Vuelve a
salir el sol.
-Así es- dice Drácula cerrando de un portazo la puerta de entrada. -He decidido
quedarme. Cierren todas las persianas, rápido, ¡rápido! ¡No se queden ahí!
-¿No hay? ¡lo que faltaba! ¡Qué para de...! ¿Tendrían al menos un sótano en este
tugurio?
-No- contesta amablemente la esposa. -Siempre le digo a Jarslov que construya uno,
pero nunca me presta atención. Ese Jarslov...
-Ya nos ha hecho esa broma, señor conde. Ya nos ha hecho reír lo nuestro.
-¡Ay... qué ocurrencia tiene!
-Miren, estaré en el armario. Llámenme a las siete y media. Y, con esas palabras, el
conde entra al armario y cierra la puerta.
-¡Ja,ja...! ¡qué gracioso es, Jarslov! Señor conde, salga del armario. deje de hacer
burradas.
Desde el interior del armario, llega la voz sorda de Drácula. -No puedo... de verdad.
Por favor, créanme. Tan solo permítanme quedarme aquí. Estoy muy bien. De verdad.
-Sí, pero...
-Ya sé, ya sé... parece raro y sin embargo aquí estoy, encantado. El otro día
precisamente le decía a la señora Hess, deme un buen armario y allí puedo quedarme
durante horas. Una buena mujer, la señora Hess. Gorda, pero buena... Ahora, ¿por
qué no hacen sus cosas y pasan a buscarme al anochecer? Oh,Ramona, la la la la,
ramona...
En aquel instante entran el alcalde y su mujer, Katia. Pasaban por allí y habían
decidido hacer una visita a sus buenos amigo, el panadero y su mujer. -¡Hola Jarslov!
espero que Katia y yo no molestemos.
-Por supuesto que no, señor alcalde. Salga, conde Drácula.¡Tenemos visita!
-¡Que raro es verlo a esta hora! De hecho no puedo recordar haberle visto ni una sola
vez durante el día.
-Salga de ahí conde Drácula- grita el alcalde. -Tome un vaso de vino con nosotros.
-¿En el armario?
-Sí, no quiero estropearles el día. Puedo oír lo que dicen: Estaré con ustedes en
cuanto tenga algo que decir.
-¿Qué Drácula?
Así pasa el tiempo hasta que el alcalde, que ya no puede soportar esa situación, abre
la puerta del armario y grita:
-¡Vamos, Drácula! Siempre pensé que usted era una persona sensata. ¡Déjese de
locuras!
Penetra la luz del día; el diabólico monstruo lanza un grito desgarrador y lentamente
se disuelve hasta convertirse en un esqueleto y luego en polvo ante los ojos de las
cuatro personas presentes.
Inclinándose sobre el montón de ceniza blanca, la mujer del panadero pega un grito: