Fábula El Árbol Que No Sabía Quién Era
Fábula El Árbol Que No Sabía Quién Era
Fábula El Árbol Que No Sabía Quién Era
– Gracias por interesarte por mí, amigo. Como puedes comprobar en este jardín hay
cientos de árboles, todos bonitos y llenos de frutas increíbles excepto yo… ¿Acaso
no me ves? Todos mis amigos insisten en que intente dar manzanas, peras o
mandarinas, pero no puedo ¡Me siento frustrado y enfadado conmigo mismo por no
ser capaz de crear ni una simple aceituna!
El búho, que era muy sabio comprendió el motivo de su pena y le dijo con firmeza:
– ¿Quieres saber mi opinión sincera? ¡El problema es que no te conoces a ti mismo!
Te pasas el día haciendo lo que los demás quieren que hagas y en cambio no
escuchas tu propia voz interior.
El árbol puso cara de extrañeza.
– ¿Mi voz interior? ¿Qué quieres decir con eso?
– ¡Sí, tu voz interior! Tú la tienes, todos la tenemos, pero debemos aprender a
escucharla. Ella te dirá quién eres tú y cuál es tu función dentro de este planeta.
Espero que medites sobre ello porque ahí está la respuesta.
El búho le guiñó un ojo y sin decir ni una palabra más alzó el vuelo y se perdió en
la lejanía.
El árbol se quedó meditando y decidió seguir el consejo del inteligente búho. Aspiró
profundamente varias veces para liberarse de los pensamientos negativos e intentó
concentrarse en su propia voz interior. Cuando consiguió desconectar su mente de
todo lo que le rodeaba, escuchó al fin una vocecilla dentro de él que le susurró:
– Cada uno de nosotros somos lo que somos ¿Cómo pretendes dar peras si no eres
un peral? Tampoco podrás nunca dar manzanas, pues no eres un manzano, ni
mandarinas porque no eres un mandarino. Tú eres un roble y como roble que eres
estás en el mundo para cumplir una misión distinta pero muy importante: acoger a
las aves entre tus enormes ramas y dar sombra a los seres vivos en los días de
calor ¡Ah, y eso no es todo! Tu belleza contribuye a alegrar el paisaje y eres una de
las especies más admiradas por los científicos y botánicos ¿No crees que es
suficiente?
En ese momento y después de muchos meses, el árbol triste se alegró. La emoción
recorrió su tronco porque al fin comprendió quién era y que tenía una preciosa y
esencial labor que cumplir dentro de la naturaleza.
Jamás volvió a sentirse peor que los demás y logró ser muy feliz el resto de su larga
vida.
Moraleja: Cada uno de nosotros tenemos unas capacidades diferentes que
nos distinguen de los demás. Trata de conocerte a ti mismo y de sentirte
orgulloso de lo que eres en vez tratar de ser lo que los demás quieren que
seas.
Lo que yo entendí: