La Postura Del Narrador y La Animalización en El Matadero

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El siguiente análisis recorrerá el texto El Matadero de Esteban Echeverría teniendo en

cuenta los usos del recurso de animalización vinculados a las posturas que adopta el
narrador para producir ciertos efectos de sentido. Para comenzar es necesario situar el
contexto de producción de este texto que fue publicado póstumamente debido a su
contenido crítico con respecto al gobierno de Rosas. La publicación fue llevada a cabo
por el editor de Echeverría, Juan María Gutiérrez quien propone que el autor romántico
buscó dejar un testimonio de un episodio que tenía lugar en los mataderos de la Buenos
Aires de su época. Cabe destacar que J. M. Gutiérrez compartía la visión de Echeverría
con respecto al gobierno rosista y lo expresa de la siguiente manera: “el poeta no estaba
sereno cuando realizaba la buena obra de escribir esta elocuente página del proceso
contra la tiranía. Si esta página hubiere caído en manos de Rosas, su autor habría
desaparecido instantáneamente”. Echeverría cobrará la forma del narrador irónico que
estará muy presente en el texto para plasmar y criticar las maneras de accionar de
ciertos personajes de su época en su texto.
El narrador se presenta a través de una comparación con los historiadores españoles
para diferenciarse de ellos y, al mismo tiempo, para aludir a que su tarea como narrador
de un texto con valor histórico. Esto podemos ligarlo a la propuesta de Jorge Myers
según quien muchos autores románticos del continente americano se inclinaron por un
romanticismo social que buscaba definir la identidad nacional como es el caso de
Echeverría. De esta manera, la literatura no solo era una forma de expresión sino
también un medio que funcionaba para rebelarse y expresar las ansias de libertad. Este
carácter de la literatura tan involucrada con su contexto de producción podemos
ilustrarlo con la siguiente cita de J. M. Gutiérrez: “Su escrito como va a verse es una
página histórica, un cuadro de costumbres y una protesta que nos honra”. Todas esas
cuestiones de la historicidad, el retrato de costumbres y el reclamo pueden ser rastreadas
a través de la configuración del narrador cuya presencia atraviesa todo el texto en aras
de producir distintos efectos.
Echeverría busca retratar una escena en un espacio entre lo rural y lo urbano como lo
es un matadero y describir una escena característica de un lugar y una época a la que
nos transporta para que presenciemos los acontecimientos que ocurren como si
formáramos parte de ese contexto. De esta manera, el narrador de El Matadero está
siempre muy presente en la narración como dueño de la historia, si bien no forma parte
de ella. El narrador comenta acerca de cómo el matadero era un lugar donde se podía
percibir nítidamente cuál era la situación del país de esa época: “Simulacro en pequeño
era este del modo bárbaro con que se ventilan en nuestro país las cuestiones y los
derechos individuales y sociales”. Aquí ya podemos señalar la apreciación de “bárbaro”
que el narrador hace acerca de los modos de los personajes en este espacio que seguirá
desarrollando a través de imágenes de la corporalidad de los personajes del matadero y
sus hábitos bestiales.
Si nos remitimos al tema de la animalización, el narrador aludirá a distintos animales
que se contrastarán con ciertos personajes presentes en la escena. En este caso
clasificaremos la animalización en dos grupos: los rasgos animalísiticos de aquellas
personas que adhieren al régimen federal rosista y la animalización del unitario que pasa
por el matadero. El narrador describe al público que asistía al matadero como perros que
“olfateaban, gruñían o se daban tarascones por la presa”, como caranchos rapaces que
caían “en tropel sobre la víctima” y estas alusiones a los rasgos bestiales se repite a
razón de la frase de “los salvajes unitarios” a la que remite el narrador como
designación que emplean los federales (quienes van “siempre en pandilla cayendo como
buitres sobre la víctima inerte”) para denominar a su oposición política.
Retomando el discurso federal acerca de los unitarios, la animalización por
excelencia a lo largo de la narración es la del unitario-toro. El contraste es evidenciado
por los personajes que describen al toro como “emperrado y arisco como un unitario”
además de que el animal los miraba con fiereza y era poseedor de un físico que no
conformaba a las expectativas que tenía que cumplir para formar parte del matadero, ya
que no se podía distinguir si se trataba de un toro o de un novillo. Además el toro estaba
enfurecido y tan rabioso que por la boca “arrojaba espuma, su nariz humo, sus ojos
miradas encendidas”. Momentos después en la narración, se presenta al unitario como
“gallarda y bien apuesta persona” donde evidencia esta oposición entre las
características del héroe romántico y la corporalidad burda de las personas del
matadero. El unitario también cede a la ira como el toro y esto se puede ver en su
mirada encendida “de fuego sobre aquellos hombres feroces”. Uno de los personajes
alude al unitario como un toro embravecido: “Está furioso como toro montaraz”. La
furia del toro y del unitario fueron aplacadas del mismo modo en el matadero: con la
cruenta matanza.
El relato termina con una reflexión final por parte del narrador que alude a los
episodios comparados del toro y el unitario como el modo de accionar del Restaurador y
sus seguidores donde plasma su opinión política y su crítica acerca del régimen rosista.

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