El Trastorno de Desregulación Disruptiva Del Estado de Ánimo en Los Niños

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El trastorno de desregulación disruptiva del

estado de ánimo en los niños


Trastornos psicológicos

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En los últimos años, la cantidad de niños que han sido diagnosticados con un trastorno
bipolar ha aumentado. De hecho, se estima que entre el 1 y el 2% de los niños padece este
problema. Sin embargo, hay ocasiones en que los síntomas no corresponden por completo a
un trastorno bipolar, en ese caso, se hace referencia al trastorno de desregulación disruptiva
del estado de ánimo, una nueva categoría propuesta en el DMS-5 para indicar los cuadros
en los que predomina la irritabilidad.
Se trata de una especie de “enfado crónico”, un estado de ánimo que se mantiene durante la
mayor parte del día y que hace que los niños tengan accesos de cólera, que se pueden
manifestar de forma agresiva, ya sea rompiendo y tirando objetos o arremetiendo contra las
personas que se encuentran a su alrededor o haciéndose daño a sí mismo. Este trastorno es
más frecuente en los varones y su curso dependerá de muchos factores, entre ellos el
diagnóstico y el tratamiento temprano.

Los estudios realizados sobre el trastorno de desregulación disruptiva del estado de ánimo,
no desvelan un patrón hereditario. De hecho, se ha apreciado que solo el 2,7% de los niños
con este problema tienen algún padre que padece un trastorno del estado de ánimo.

Los síntomas del trastorno de desregulación


disruptiva del estado de ánimo

Este trastorno se puede diagnosticar en los niños o adolescentes de hasta 19 años de edad, y
se caracteriza por:

- Accesos de cólera graves y recurrentes, que pueden manifestarse de forma verbal o


comportamental, y que se consideran completamente desproporcionados respecto a la causa
que los provoca. Son comunes las rabietas y/o la agresión, ya sea a las personas o a la
propiedad.

- Los accesos de cólera no se corresponden con la edad de desarrollo, lo cual significa


que en su base existe una incapacidad para poner en práctica los mecanismos de control del
comportamiento que se espera el niño haya desarrollado al alcanzar determinado nivel de
madurez. De hecho, este diagnóstico es improcedente en niños de menos de 6 años de edad.

- Los accesos de cólera son frecuentes y se producen, como media, tres o más veces a la
semana.
- Entre los accesos de cólera, el niño mantiene un estado de ánimo irritable e irascible,
que puede ser notado por las personas que le rodean.
En lo que respecta al tiempo, para realizar el diagnóstico del trastorno de desregulación
disruptiva del estado de ánimo, es necesario que estos síntomas se hayan manifestado
durante más de un año, periodo a lo largo del cual, ese estado de ánimo debe haberse
mantenido al menos durante tres meses consecutivos. Además, los síntomas se deben
manifestar en diferentes contextos, como en la casa, la escuela y con los compañeros.

¿Cómo se comporta el niño con un trastorno de


desregulación disruptiva del estado de ánimo?

El niño con este problema suele explotar ante cualquier situación, sobre todo aquellas que
generan un sentimiento de frustración. En ese caso, pueden tener rabietas, proferir malas
palabras, actuar de forma violenta contra las personas que se encuentran a su alrededor y
romper o tirar cosas.

También se le nota visiblemente irritado, cualquier situación, por nimia que sea, puede
desencadenar una respuesta desproporcionada, por lo que los padres suelen tener la
sensación de que caminan sobre cristales ya que no saben cuándo ocurrirá el próximo
acceso de cólera ni qué lo desatará.

Lo más usual es que el trastorno comience antes de los 10 años, aunque sus síntomas
variarán a medida que el niño crezca. No obstante, se estima que aproximadamente la mitad
de los niños con este problema, seguirá sufriéndolo después de los años. Aún así, el peor
pronóstico es para los niños que desde edades muy pequeñas han manifestado un
temperamento irritable.

¿Cuándo la irritabilidad se convierte en un


trastorno?
Se estima que aproximadamente el 81% de los niños de menos de 6 años tienen rabietas.
Aproximadamente el 20% de estos casos, llegan a presentar episodios de irritabilidad
severos y recurrentes. ¿Cuándo se convierte esa irritabilidad en un trastorno psicológico?

Lo usual es que a medida que el sistema nervioso madure, el niño sea capaz de gestionar
mejor su comportamiento, que aprenda a lidiar con la frustración y que le dé una salida más
asertiva a las emociones negativas. Sin embargo, algunos niños no lo logran, entonces se
puede instaurar el trastorno de desregulación disruptiva del estado de ánimo.

De hecho, se ha apreciado que estos niños tienen dificultades para reconocer las emociones
en los rostros de las personas y responden con un estrés significativo ante tareas
complicadas. En práctica, estos niños tendrían problemas para reconocer las emociones,
tanto las propias como las ajenas, lo cual se ha comprobado con técnicas de resonancia
magnética, las cuales han desvelado una activación menor de la amígdala durante las
pruebas de reconocimiento de las emociones.

Esa incapacidad para reconocer las primeras señales de las emociones, les impide
detenerlas a tiempo, por lo que la frustración y la ira aumentan cada vez más, hasta dar
lugar a los accesos de cólera. No podemos olvidar que, al fin y al cabo, la irritabilidad no es
más que una consecuencia de la incapacidad para dominar los procesos mentales de
atención selectiva, con el fin de inhibir las respuestas desadaptativas ante la frustración.

Así, la irritabilidad que puede ser normal en un niño de 6 años, se convierte en un trastorno
cuando sigue siendo la respuesta preferente de un niño mayor. Además, para que la
irritabilidad se traduzca en una psicopatología, debe desembocar en accesos de cólera que
afectan el rendimiento del niño en diferentes áreas y alteran profundamente la dinámica
familiar.
Las consecuencias del trastorno de desregulación
disruptiva del estado de ánimo

Este problema suele tener repercusiones importantes en la dinámica familiar. Es usual que
los padres se sientan desorientados e impotentes, ya que no logran controlar el
comportamiento del niño. Por eso, no es inusual que pierdan la paciencia y apliquen
castigos desproporcionados, que pueden terminar provocando un comportamiento
desafiante y oposicionista. Para estas familias, es difícil encontrar un punto de equilibrio,
por lo que su vida cotidiana suele convertirse en una guerra sin cuartel.

El niño que sufre este trastorno también experimenta sus consecuencias. De hecho, debido
a su irritabilidad, las relaciones con los compañeros de clase o amigos del vecindario suelen
verse afectadas. Además, como tienen una baja tolerancia a la frustración, suelen tener
dificultades para progresar en la escuela y les resulta difícil disfrutar en las actividades
escolares o familiares en las que participan la mayoría de los niños.

Además, uno de los principales problemas aparejados al trastorno de desregulación


disruptiva del estado de ánimo es que tiene elevados índices de comorbilidad, lo cual
significa que casi nunca aparece solo. De hecho, es frecuente que se solape con el trastorno
oposicionista desafiante y el trastorno por déficit de atención e hiperactividad.

¿Por qué es tan importante este diagnóstico?

- El diagnóstico confiere un sentido. Cuando los padres viven una situación difícil con sus
hijos, poder llegar a un diagnóstico les brinda, de repente, un sentido a todo lo que han
vivido, es la respuesta a las preguntas que se han estado haciendo durante años. Les permite
comprender qué estaba ocurriendo y, en muchos casos, también resulta un alivio ya que
comprenden que no ha sido culpa suya.
- Acceso a un tratamiento más adecuado. Con la inclusión de esta nueva entidad, se evita
catalogar a niños como bipolares, cuando en realidad no lo son. De esta forma, pueden
recibir un tratamiento más adecuado y las probabilidades de superar el trastorno son
mayores.

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