La Lucha de Un Pueblo Por La Gratuidad de La Enseñanza Pública

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La lucha de un pueblo por la gratuidad de la enseñanza pública

1969 fue un año importante para la marcha del país. En varias ciudades, el pueblo se lanzó a protestar
reclamando sus derechos, pero en Huanta y Ayacucho se produjo la oleada popular con más fuerza.
La dictadura de Velasco dio en febrero la Ley Universitaria Nº 17437, de carácter impopular, borrando los
derechos fundamentales de pensamiento y expresión en las universidades, así como el establecimiento de un
sistema de pagos que impedía el acceso de los pobres. Al mismo tiempo, el gobierno emitió el Decreto Ley Nº
006, dirigido a recortar la gratuidad de la enseñanza secundaria. Asì por ejemplo, esta ley fijaba el pago de
100 soles mensuales para los alumnos que resultaran desaprobados en un curso.
Frente a las leyes mencionadas, las organizaciones populares se movilizaron realizando gestiones legales, sin
ningún resultado. Más bien, el gobierno mandó reprimir sin miramientos. El magisterio nacional también
levantó su voz de protesta, desenmascarando el carácter demagógico y antipopular del “gobierno
revolucionario”. De inmediato, en Puno fueron subrogados más de 800 profesores de Primaria y 30 de
Secundaria. En Huanta, Ayacucho y Arequipa aumentó el número de maestros subrogados. A pesar de todo,
continuaron las protestas.

En seguida, haremos una revisión cronológica de los acontecimientos, basados en los diarios de la época, en
los testimonios de muchas personas y en el análisis hecho por la revista “Redacción”, de la ciudad capital.
* Junio. Las gestiones de los organismos populares no tienen resultados favorables. Crece el enfrentamiento
entre autoridades educacionales y estudiantes. El magisterio obliga a los directores a cobrar pensiones de
enseñanza a como dé lugar. El domingo 1º se constituye el Frente Único de Estudiantes de Huanta (FUEH).
Sábado 21: en la madrugada, se produce una gran redada de dirigentes populares en Huanta y Ayacucho, así
como de profesores universitarios y estudiantes. Los detenidos son trasladados a Lima. A las 7 de la mañana,
el pueblo de Ayacucho sale a las calles para protestar por la violencia policial y la no atención de sus reclamos.
Esa misma mañana, llega un avión con “sinchis”. La muchedumbre marcha de San Juan Bautista hacia
Magdalena; la policía intenta disolver el gentío, produciéndose un duro combate en las calles hasta las 10 de
la noche. Una ambulancia del Ministerio de Salud con “sinchis” camuflados se abre paso entre los
manifestantes, a quienes atacan por la retaguardia ocasionando varios muertos y heridos. Oficialmente,
“sólo” hay 4 muertos: Eulogio Yaranga, universitario; Silvestre Anaya, albañil; Félix Ramos y Américo Oré,
escolares. Muchos heridos fueron conducidos a Lima en calidad de presos. Un libro salva la vida de un
estudiante mariscalino que recibió un disparo en el pecho. El pueblo asegura que hay buen número de
desaparecidos. Esa noche se decreta el “toque de queda” (prohibido salir a la calle).

En Huanta, los campesinos reclaman al Subprefecto Cabrera la libertad de sus dirigentes detenidos, Al
enterarse de que los presos habían sido trasladados a Lima, toman de rehén a la autoridad política en la puerta
del antiguo Correo y se lo llevan cogido de su corbata roja por los jirones Sáenz Peña y Arica hasta Callqui, al
pie del cerro Calvario. A los dos días, el Subprefecto logra huir a Huamanga ayudado por un traidor. Al saberse
de lo que ocurría en Huamanga, se convoca para un nuevo mitin al día siguiente. Piquetes de estudiantes
dañan los puentes de Ayahuarcuna y Tablachaca para impedir que lleguen los refuerzos policiales. Se supo
que los choferes de servicio público se negaron en Huamanga a trasladar esos refuerzos a Huanta.

Domingo 22: los pocos dirigentes que quedan del FDP decretan desde la clandestinidad un paro general de
72 horas. Las autoridades declaran dìa de duelo por los caìdos (¡!).

En Huanta, muy de mañana, se concentran grandes masas de campesinos. Desde Pucaraccay y Callqui bajan
por los jirones Arica y Rasuhuillca golpeando las puertas y gritando “¡Wañuchun llaqta allqukuna!” (Qué
mueran los perros de la ciudad). (¿La movilización era contra la gente de la ciudad?). Otro contingente ingresa
por Huantachaca portando un asta enorme con el pabellón nacional.

A las 10 de la mañana, la masa reunida en la Alameda inicia su marcha hacia el centro de la ciudad. Los
dirigentes recomiendan evitar la violencia. A la cabeza están los campesinos, armados únicamente de su valor
y de la bandera bicolor; luego siguen las mujeres y los estudiantes. La muchedumbre avanza por el Jr. Gervasio
Santillana. A la altura del Correo, la policía dispara a quemarropa. La masa humana retrocede, pero se
recompone inmediatamente. Una campesina se adelanta con los brazos extendidos gritando: “¡Hukllam
kawsay, hukllam wañuy!” “¡Maypim doctorniyku!” (¡Vencer o morir! ¡Donde está nuestro
abogado (Cavalcanti)! Una ráfaga de metralleta la derriba; la policía se apodera del cuerpo.

Son ya las 11 a.m. Los manifestantes deciden armarse con lo que encuentren. En los establecimientos
próximos se apoderan de machetes, cuchillos, botellas y gasolina para fabricar bombas “molotov”,
incendiarias (en honor al inventor ruso de ese apellido). A los pocos minutos, el puesto policial del Jr. Santillana
arde por todos sus costados. La policía tuvo que salir con dirección a la Plaza de Armas. Otro grupo de
manifestantes incendia la PIP, ubicada en la Calle Comercio (Jr. Ayacucho). Los manifestantes atacan varios
establecimientos, pero respetan la Casa Hiraoka. Los guardias se ubican en los portales y disparan sin cesar.

A las 2 de la tarde, los policías se parapetan en los malecones de la plaza, en las torres de la Iglesia Matriz y
en casas particulares. Pese a la lluvia de balas, algunos estudiantes logran ingresar al parque y hacen ademán
de disparar con fusiles de madera que se utilizaban en los desfiles. Un balazo ciega la vida del estudiante
vigiliano Mario Muñoz Sicha y de Eufemio Zapata. Momentos antes, la estudiante Irene Saavedra había sido
fulminada por un tiro. Caen más muertos y heridos. La multitud exasperada provoca los disparos de la policía
en la creencia de que así, se les agotarán las municiones. Entre el humo de la pólvora y gritando a todo pulmón
sus consignas, ingresan en la plaza. A eso de las 4, los policías se repliegan hacia Cinco Esquinas.

Mientras tanto, llega de Ayacucho un numeroso contingente de “sinchis”. El Ministerio del Interior ordena a
la policía disparar a discreción. Desde Tablachaca se alinean en abanico y avanzan disparando a todo lo que
se mueva. “Por Cinco Esquinas están, los “sinchis” entrando están; van a matar estudiantes, huantinos de
corazón…” Esos refuerzos limpian las calles a sangre y fuego; apostados en las esquinas y con una rodilla en
el suelo, disparan sus armas como haciendo “tiro al blanco”. Un niño de la Escuela Parroquial cae herido y es
rematado a puntapiés. Su cuerpo desapareció.

Los manifestantes volvieron a reunirse en el Parque Hospital. Continuaba la lluvia de balas. Caían más muertos
y heridos. Muchos jóvenes cargaban a los caídos al nosocomio próximo, pero gritaban que había más muertos
que estaban siendo recogidos por los policías en el volquete recolector de basura. El sol ardiente de ese día,
cansado de ver tanta matanza, se preparaba a reposar en las faldas del Omaconga (alturas de Marcas). A las
6 de la tarde, los parlantes de la Municipalidad anunciaron a los cuatro vientos que la situación estaba
controlada y que se decretaba el “toque de queda” hasta la mañana siguiente. El Palacio Municipal fue
convertido en cuartel de los “sinchis”. Oficialmente, los muertos de esa jornada histórica fueron “solamente”
13 y 273 heridos de bala. El hospital no se dio abasto para atenderlos. Esa noche, la ciudad y sus alrededores
durmieron en medio de una tensa calma.

Lunes 23 y martes 24: Huanta y Ayacucho permanecen bajo estricto control policial por varias semanas. Un
helicóptero aterriza varias veces en el morro de Tupín para evacuar a los heridos de gravedad hacia
Huamanga. Un grupo de heridos fuga del hospital por temor a las represalias. Unos 200 efectivos de la policía
se acantonan en nuestra Municipalidad. Los entierros de las víctimas se suceden uno tras otro; el pueblo
acompaña dolorido, pero se ve impedido de manifestarse porque tiene tras sí a los “sinchis”. En el Cementerio
General de la “Esmeralda” fueron enterrados en nichos contiguos los “Mártires de la Gratuidad de la
Enseñanza”, cuyos nombres son: Mario Muñoz Sicha, Irene Saavedra, Eufemio Zapata, Macedonio
Zambrano, Florentina Lozano, Juan Condori, Ramoncita Huarcaya, Pablo Gonzales, Adriano Ruis, Juana
Vilcatoma, Agustín Garagundo y Pablo Cabrera, Huantinos de corazón que dieron sus vidas por nosotros.
El 04 de marzo de 1969, durante el gobierno Juan Velasco Alvarado se emitió el Decreto Supremo
N° 006-69/EP, por medio del cual se eliminaba la gratuidad de la enseñanza en los colegios y
establecía pagos mensuales de Cien Soles Oro (S/.100.00) a los estudiantes de los planteles
oficiales de Educación Secundaria Común, de Educación Secundaria Técnica, Mando Intermedio y
Formación Magisterial que desaprobaran algún curso en el año lectivo.

El decreto supremo antes referido generó malestar en los sectores, que sin la posibilidad de pagar
dicho monto, creó un movimiento de protesta y lucha cuyo punto más alto fueron las heroicas
jornadas de Ayacucho y Huanta dirigida por el Frente de Defensa del Pueblo de Ayacucho (FDPA).

Los días 20, 21 y 22 de junio del año 1969, se desarrollaron grandes movilizaciones que contaron
con la participación de colegios, mercados, estudiantes, campesinos, artesanos, profesores,
comerciantes, autoridades de Huanta y Huamanga ; que, fueron la culminación de varias semanas
de movilizaciones de los estudiantes secundarios de esas ciudades. Su objetivo fue la restitución
plena de la gratuidad de la enseñanza, recortada meses antes por decreto supremo. La
movilización fue acatada masivamente también a nivel nacional: Puno, Andahuaylas y Arequipa.

La movilización por la gratuidad de la enseñanza cobró la vida de 20 personas, según el registro


oficial; y, según los testimonios más de 100 muertos. Muchos campesinos y estudiantes fueron
enterrados en los cerros alejados y otros desaparecidos. Fueron detenidos los líderes de
organismos populares.

En consecuencia, el 24 de junio de 1969, Día del Indio, se publicó el Decreto Ley N° 17717, por
medio del cual se restableció la gratuidad de enseñanza en toda la República en los niveles
Primario, Secundario Común, en educación Técnica y Formación Magisterial; además de,
establecer la distribución gratuita de textos escolares y útiles de aprendizaje en las escuelas
primarias. En la actualidad la defensa de la educación pública en el Perú, es considerada por
historiadores, antropólogos, sociólogos y la población en general, como la gesta estudiantil del
pueblo de Huanta y Ayacucho que permitió al país continuar con la gratuidad de la enseñanza,
considerándose a estas ciudades como la cuna de la lucha de la gratuidad de la enseñanza.

El congresista por Ayacucho, Humberto Morales, en coordinación con el Gobierno Regional de


Ayacucho, la Municipalidad Provincial de Huanta y gremios, reconocen en el Congreso de la
República, a Ricardo Dolorier Urbano, compositor de la “Flor de Retama”, canción ayacuchana que
simboliza la gesta de Huanta y Huamanga y el asesinato de 20 estudiantes. Este 21 y 22 de junio se
realizará evento conmemorativo en Huamanga y Huanta respectivamente.

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