La viejecita vivía en una gran casa con huerta y jardín, aunque estaba sola. Tenía muchos sirvientes y lujos como sillas, sofás y una cama grande, pero sentía soledad. A pesar de tener comida, bebida y ropa, se sentía pobre internamente. Murió envejecida y arrugada, dejando atrás una herencia material pero sin compañía.
La viejecita vivía en una gran casa con huerta y jardín, aunque estaba sola. Tenía muchos sirvientes y lujos como sillas, sofás y una cama grande, pero sentía soledad. A pesar de tener comida, bebida y ropa, se sentía pobre internamente. Murió envejecida y arrugada, dejando atrás una herencia material pero sin compañía.
La viejecita vivía en una gran casa con huerta y jardín, aunque estaba sola. Tenía muchos sirvientes y lujos como sillas, sofás y una cama grande, pero sentía soledad. A pesar de tener comida, bebida y ropa, se sentía pobre internamente. Murió envejecida y arrugada, dejando atrás una herencia material pero sin compañía.
La viejecita vivía en una gran casa con huerta y jardín, aunque estaba sola. Tenía muchos sirvientes y lujos como sillas, sofás y una cama grande, pero sentía soledad. A pesar de tener comida, bebida y ropa, se sentía pobre internamente. Murió envejecida y arrugada, dejando atrás una herencia material pero sin compañía.
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LA POBRE la espantaba siempre allí
otra vieja de antiparras,
VIEJECITA papalina y peluquín.
Y esta pobre viejecita
Érase una viejecita no tenía qué vestir Sin nadita que comer sino trajes de mil cortes Sino carnes, frutas, dulces, y de telas mil y mil. Tortas, huevos, pan y pez. Y a no ser por sus zapatos Bebía caldo, chocolate, chanclas, botas y escarpín, Leche, vino, té y café, descalcita por el suelo Y la pobre no encontraba anduviera la infeliz. Qué comer ni qué beber. Apetito nunca tuvo Y esta vieja no tenía acabando de comer, Ni un ranchito en qué vivir ni gozó salud completa Fuera de una casa grande cuando no se hallaba bien. Con su huerta y su jardín. Se murió de mal de arrugas, Nadie, nadie la cuidaba ya encorvada como un tres, Sino Andrés y Juan y Gil y jamás volvió a quejarse Y ocho criadas y dos pajes ni de hambre ni de sed. De librea y corbatín. Y esta pobre viejecita Nunca tuvo en qué sentarse al morir no dejó más sino sillas y sofás que onzas, joyas, tierras, casas, con banquitos y cojines ocho gatos y un turpial. y resorte al espaldar. Duerma en paz, y Dios permita Ni otra cama que una grande que logremos disfrutar más dorada que un altar, las pobrezas de esta pobre con colchón de blanda pluma, y morir del mismo mal. mucha seda y mucho holán.
Y esta pobre viejecita
cada año hasta su fin, tuvo un año más de vieja y uno menos que vivir.