Carole Leal y Fernando Falcón Las Tres Independencias de Venezuela

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LAS TRES INDEPENDENCIAS DE VENEZUELA:

ENTRE LA LEALTAD Y LA LIBERTAD


(1808-1830)1

Carole Leal Curiel


Universidad Simón Bolívar
Fernando Falcón Veloz
Universidad Central de Venezuela

EL proceso emancipador de Venezuela se debate entre la lealtad y la libertad; tensión que


ocupa el extenso período que corre entre 1808 hasta 18212. Fidelidad a una monarquía,
moderada o absoluta según el caso y momento; libertad en república, sólo posible en ella.
Después de 1821 y hasta 1830, la independencia es asunto de continuar siendo república,
distinta y separada, de esa “ilusión ilustrada” que representó la de Colombia. Una
monarquía perdida y una república ganada a punta de las armas. Y una república que se
confronta, desde 1811 hasta 1830, entre el arreglo federal y el centralismo exterminador.

PRIMERO MORIR QUE ACEPTAR EL YUGO DE NAPOLEÓN Es el grito general de guerra que
recorre el vasto imperio compuesto por España y América proferido contra la infamia de la
ocupación de las tropas de Napoleón Bonaparte en los territorios peninsulares. Así lo
registra una noticia del primer número de la Gaceta de Caracas, aparecido el 24 de octubre de
1808, periódico con el cual las provincias que conforman la Capitanía General de
Venezuela ingresan en la era de la imprenta. Es el mismo grito que se ha venido
escuchando desde el 15 de julio de 1808 entre Caracas y los pueblos que gravitan alrededor

1 Este trabajo se encuentra inserto en PALACIO, Marco (Coord.). Las independencias


hispanoamericanas. Interpretaciones 200 años después. Bogotá. Norma. 2009, 414 pp. En especial:
LEAL, Carole, FALCÓN, Fernando. “Las tres independencias de Venezuela: entre la libertad y la
lealtad (1808-1830)”. Pp. 61-92
2 Quizá si hay algún tácito convenio compartido entre los historiadores venezolanos es el hecho de definir,
comprender y evaluar la Independencia venezolana como un proceso. Hasta allí llega el acuerdo. En adelante
sólo aparece una geografía heterogénea cargada de infinitas divergencias: guerra fraticida, guerra internacional,
guerra civil e internacional; una revolución política de las élites mantuanas para imponer su proyecto
hegemónico o una revolución social “traicionada” que en nada cambió la estructura social desigual. Los tres
grandes debates en torno a ese proceso han tenido lugar en torno a los siguientes aspectos: (a) La definición
de la naturaleza de la guerra: ¿Se trató de una guerra civil, fraticida, entre americanos y españoles americanos
como abogó Laureano Vallenilla Lanz en conferencia dictada el 11 de octubre de 1911 en el Instituto
Nacional de Bellas Artes? O bien ¿se trató de una guerra internacional como señala José Gil Fortoul en su
Historia Constitucional de Venezuela? (b) La naturaleza de proceso en sí: ¿Se trató de una revolución política que
dejó intacta la estructura de dominación imperante durante el régimen colonial? O más bien ¿se trató de una
revolución social en la que las castas, clases subalternas, fueron traicionadas? (c) En la definición de las causas
y origen de ella: ¿la americanización y mayor conciencia de la americanidad producto de las tensiones entre
criollos y europeos en el siglo XVIII?, ¿la literatura externa y los modelos revolucionarios provenientes de
EEUU, Francia y Europa?

1
del eje geográfico de los Valles de Aragua. La Gaceta de 24 de octubre viene a ratificar el
desencadenamiento de las pasiones monárquicas desatadas meses atrás. ¿Qué había pasado?
Una tarde, la de un 15 de julio cundió la noticia. Todo comenzó en la posada El
Ángel con la llegada de unos emisarios franceses, portadores de pliegos y gacetas dirigidas
al capitán general interino de la Provincia de Venezuela, Juan de Casas, a quien instruyen
sobre las abdicaciones de Bayona, la designación de José Bonaparte como rey de España e
Indias, exigiéndole el reconocimiento de la nueva dinastía y del nuevo rey. En Bayona,
Fernando VII había abdicado a favor de su padre, Carlos IV, y éste a favor del hermano de
Napoleón, José Bonaparte. Esa tarde selló un viraje y más de una confusión. Una trifulca
entrabada entre los emisarios franceses y algunos jóvenes y oficiales españoles, europeos y
americanos, presentes en la posada, alcanza la calle, conmociona la ciudad que, al grito
“Viva Fernando. Mueran los franceses”, culmina con la jura apresurada y nocturna de
Fernando VII “nuestro amado rey y señor” y la huida sigilosa de los emisarios franceses. El
año 1808 está henchido de ruidos y murmuraciones. En España, a raíz de la invasión de las
tropas francesas, el presidio y las abdicaciones de los reyes, se han creado en los reinos y
provincias juntas de emergencia para ejercer interinamente la autoridad y resistir contra los
ocupantes. En Caracas, a finales del mes de julio se coquetea con la idea de establecer una
“Junta a ejemplo de la de Sevilla”, iniciativa proveniente del gobernador y capitán general
de las provincias de Venezuela, que luego abandona, cuando se reconoce la superior
autoridad de la Junta Suprema de Sevilla a raíz de la llegada en agosto de uno de sus
emisarios, José Meléndez y Bruna. El cuestionamiento por algunos de los nobles y
principales de la ciudad de la subordinación prestada por Caracas a la Suprema de Sevilla
desencadena otras pasiones: reuniones, tertulias y “juntas nocturnas, clandestinas y sin
permiso del gobierno” se celebran entre los meses de julio y noviembre de 1808 en la
ciudad de Caracas y los pueblos aledaños a ella (Maracay, La Victoria, San Mateo), las
cuales revelan la irrupción de la política como tema de conversación. Sobre las autoridades
peninsulares pesa la sospecha de que apoyan las intenciones francesas.
En noviembre de ese agitado año, 45 vecinos, patricios, nobles y principales de la
ciudad firman una representación por la que solicitan al gobernador y capitán general se
establezca en las provincias una Junta análoga “a nuestras hermanas peninsulares” porque
“las provincias de Venezuela no tienen menos lealtad, ni menor ardor, valor y constancia
que las de la España Europea [para] concurrir (…) a la grande obra de conservación de
nuestra Santa Religión, de la restitución de nuestro amado Rey (…) e integridad de la

2
Monarquía”3. La crisis peninsular desatada por la felonía francesa, retumba en Caracas.
Buena parte de los firmantes de esa representación fueron arrestados en sus casas o en los
cuarteles; a los más culpables se les siguió larga causa judicial conducida por el gobernador
interino, Juan de Casas; el regente visitador de la real audiencia de Caracas, Joaquín
Mosquera y Figueroa, un payanés instalado en Caracas desde 1804; y uno solo de los tres
oidores que componían entonces la real audiencia. Lo relevante de ese dilatado proceso
(hacia finales de 1809 aún no había concluido) es que a través de él se activan dos
interpretaciones sobre el alcance de la independencia que desde un principio entran en
conflicto: la proporcionada por los firmantes para quienes el único objeto de la junta
proyectada es “que hubiera muchos que velasen y celasen por la seguridad de esta
Provincia, contra cualquiera que intentase entregarla a los franceses (…), sin reconocer otra
Soberanía que la del Señor Don Fernando VII”4; y la que sostienen los conductores del
juicio quienes interpretan ese particular proyecto como “un pretexto que se tomaba para
aspirar la Independencia”.
El intento juntista de 1808 no pasó de ser eso, un intento por demás fracasado.
Resistido no sólo por las autoridades provinciales sino, además, por los batallones de
milicias de pardos de Caracas, Valles de Aragua y de Valencia. No obstante las sentencias
absolutorias a favor de los involucrados, el proceso deja secuelas, entre ellas, el temor
manifestado por algunos de que se produjera “el despecho y lo que es consiguiente a él; el
olvido de sus deberes” como consecuencia de la manera de llevar el juicio y por efecto de la
persecución hecha contra los notables y principales de la ciudad, más cuando se trata de
una región que por su situación geográfica la hace presa fácil de comunicarse con los
extranjeros quienes “esparciendo ideas halagüeñas de libertad y seguridad (…) dispondrán
los ánimos hasta lograr el fin de romper la dependencia”5. En realidad, los juntistas y
tertulianos caraqueños de 1808 no dan señal alguna de pretender la ruptura con España;
mucho menos con la monarquía, a pesar de los seductores mensajes que desde Londres
hace llegar Francisco de Miranda incitando a aprovechar la coyuntura de la crisis española
para que “un cuerpo municipal representativo” tome el gobierno de la provincia, envíe
“personas capaces” a Londres para evaluar con este gobierno lo que convenga a la
seguridad y suerte a futuro del Nuevo Mundo; de lo contrario, asegura Miranda, “correría
riesgo nuestra salvación e Independencia”. Y a pesar también de las acusaciones de las
autoridades provinciales atribuyéndoles tan “malignos designios”. En 1808, Caracas jura
3 Conjuración de 1808 en Caracas para formar una Junta Suprema Gubernativa (documentos completos), Caracas,
Instituto Panamericano de Geografía e Historia, Nº 14, 1968, tomo I, p. 112.
4 Conjuración de 1808 en Caracas para formar una Junta Suprema Gubernativa, tomo I, p. 312.
5 Ibidem, tomo II, p. 816.

3
independencia frente a cualquier pretensión francesa al tiempo que profesa su fidelidad a
Fernando VII.
Pero la crisis de 1808 ha desatado otras crisis, entre ellas, la que concierne al
problema planteado por la orfandad del trono: preso el rey y habiendo abdicado por la
fuerza, quién debía y quién podía ejercer legítimamente la soberanía. El decreto de 22 de
enero de 1809, promulgado por la Junta Central Suprema Gubernativa de España e Indias
que se había constituido en España el 24 de septiembre de 1808 para centralizar la
resistencia contra los franceses invasores, desencadena nuevas pasiones al declarar que “los
vastos y preciosos dominios que España posee en las Indias no son propiamente colonias o
factorías (…), sino una parte esencial e integrante de la monarquía española”, por lo que
convida a los americanos a “tener representación nacional inmediata a su real persona y
constituir parte de la Junta Central (…) por medio de sus correspondientes diputados”6. La
elección del diputado que corresponde a la Capitanía General de Venezuela, conformada
entonces por las provincias de Caracas, Maracaibo, Cumaná, Margarita, Guayana y Barinas,
tiene lugar en mayo de 1809, con el infeliz resultado de haber sido electo el mismo payanés,
regente visitador de la real audiencia de Caracas, Joaquín Mosquera y Figueroa, que había
encabezado la causa judicial contra los juntistas caraqueños de 1808. Ese proceso electoral
marca un punto de inflexión que contribuye a esclarecer las crecientes tensiones que se
observan a lo largo de 1809: las dudas que suscita el proceso electoral en sí por
considerárselo “viciado” y los reparos formulados contra el resultado llevan no sólo a
impugnarlo, sino también a que la Junta Central Suprema Gubernativa de España e Indias
declare nula la elección de Mosquera “por no ser natural de las Provincias de Venezuela” y,
más importante aún, a que ésta reformule el reglamento de elección admitiendo los
argumentos expresados por los objetantes, y a repetir la elección, la que se termina
efectuando en Caracas, casi un año después, el 11 de abril de 1810.
Malestares crecientes atesoran los meses que cursan entre 1809 y 1810; malestares al
tiempo que cuantiosos donativos graciosos salen desde las provincias de la Capitanía
General de Venezuela para contribuir “con la justa causa de nuestros hermanos
peninsulares”. La fidelidad al rey permanece inexpugnable.
Pero hay indicios de turbulencias: un proceso judicial contra el joven médico,
Vicente Salias, por haber comentado, a propósito de la elección de Mosquera como
diputado de las provincias de Venezuela, si “no había alguien que le dé un trabucazo a ese

6 “Real Orden de 22 de enero de 1809, en José Félix BLANCO y Ramón AZPURÚA, Documentos para la vida
pública del Libertador, tomo II, pp. 230-231.

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hombre”7; un pasquín suelto contra Fernando VII; nuevos reglamentos de cierre a horas
más tempranas para las bodegas, tabernas, billares y pulperías; incremento de rumores
desde diciembre de 1809 sobre la dudosa situación de España a pesar de que en la Gaceta de
Caracas se celebran con indudable patriotismo los triunfos de las armas españolas;
aumentan las rondas nocturnas y las partidas de vigilancia; y abundan los manifiestos del
recién llegado gobernador, Vicente de Emparan, apenas posesionado de su cargo en mayo
de 1809, asegurando la “conservación de la península y la de las Américas” y desmintiendo
las “especies muy funestas sobre la suerte de la Metrópoli”. Sobre Emparan también recaen
sospechas de ser un afrancesado.
La noche del primero de abril, los batallones de milicias de blancos y pardos de
Caracas y Valles de Aragua planean dar un “golpe de mano”. Las reuniones tienen lugar en
el cuartel de la casa de la Misericordia. Fue develada y, señalan algunos testigos, que “don
Vicente de Emparan, por sospechas que tuvo de algunos oficiales blancos, los desterró
fuera de la capital”8. El último bando de Emparan lleva fecha de 7 de abril de 1810; el 11 de
abril se realizan nuevas elecciones para escoger al diputado que representaría a la Capitanía
General de Venezuela ante la Junta Central Suprema Gubernativa de España e Indias. Sale
electo Martín de Tovar Ponte, alcalde de segunda elección del ayuntamiento de Caracas. Y
a pesar de la atenta vigilancia ordenada por Emparan, Caracas cunde en rumores sobre la
situación de España. Desde el domingo de ramos, 15 de abril, se escuchan murmullos; el
martes 17 el gobernador fija edictos exhortando al pueblo al sosiego y la tranquilidad. El 18
de abril llegan a Caracas tres emisarios de la Regencia, anunciando la toma de Sevilla, la
disolución de la Junta Central Suprema Gubernativa de España e Indias y la constitución
del Supremo Consejo de Regencia. Ese mismo día, en la tarde, se fija en las esquinas de la
ciudad de Caracas otro aviso, previniendo la llegada de nuevo correo de Su Majestad con
noticias más alentadoras sobre la situación de España. El 19 de abril amanece fijada en las
esquinas la real orden de la Regencia exigiendo su inmediato reconocimiento. En ella se
notificaba la entrada de los franceses en Andalucía. España, se dijo entonces, está perdida.

UNA JUNTA PARA CONSERVAR LOS DERECHOS DEL REY CAUTIVO

7 “Sumaria contra Don Vicente Salias por la expresiones graves que vertió con motivo de habérsele noticiado
haber salid electo para vocal de la Suprema Junta Central el Señor Regente Visitador Don Joaquín de
Mosquera y Figueroa”, Caracas, 1809, en Archivo del Libertador, sección Registro Principal, Legajo Nº 3,
documento 25, sin foliar.
8 Archivo General de la Nación, sección Causas de Infidencia, , tomo v, expediente Nº 8: “Sumaria

información sobre las operaciones y conducta política de Don Diego Jalón durante la revolución de Caracas”,
Caracas, 1812, folios 135-170.

5
El 19 de abril de 1810 es jueves santo. La fecha marca el inicio de una nueva etapa derivada
de la crisis política peninsular, la de la autonomía de algunas de las provincias de la
Capitanía General de Venezuela. El ayuntamiento de Caracas en sesión extraordinaria,
convocada con ocasión de las noticias peninsulares y sin anuencia del gobernador y capitán
general, destituye y expulsa a las autoridades españolas, quienes son sustituidas por un
nuevo gobierno. Las autoridades depuestas son acusadas de ser afrancesadas; más tarde se
dirá de ellas que son despóticas.
El acta constitutiva de esa Junta condensa lo que representa el nodo central de la
crisis: el problema de la acefalía del trono y la consecuente orfandad. ¿Quién pasa a ser
entonces el sujeto político con derecho a asumir la soberanía en depósito del rey cautivo si
la Junta Central Suprema que en España suplía su ausencia se ha disuelto “a consecuencia
de la ocupación casi total de los reinos y provincias” peninsulares? Además, la Regencia,
que pasó a sustituirla no sólo es nula en su formación sino que no puede ejercer mando
sobre estas provincias –se argumenta en esa acta evocando el decreto de la Junta Central
Suprema de 22 de enero de 1809– “porque no ha sido constituida por el voto de estos
fieles habitantes, cuando han sido ya declarados no colonos, sino partes integrantes de la
Corona de España y como tales han sido llamados al ejercicio de la soberanía interina y a la
reforma de la constitución nacional”9. Disuelta la Junta de España, declarada nula la
Regencia, dicta entonces “el derecho natural y todos los demás la necesidad de… erigir un
sistema de gobierno que supla las enunciadas faltas, ejerciendo los derechos de la soberanía
que por el mismo hecho ha recaído en el pueblo”. Esta es la médula de la deliberación que
tiene lugar entre las tres y seis de la tarde de ese jueves santo 19 de abril; se debate al calor
de la “conmoción popular” –una que con suerte tal vez reuniría unas “trescientas personas
de gente decente, muchos muchachos y plebe baja”, según asevera un testigo que estaba
presente en la plaza central10– y se nombran “para que representasen sus derechos” dos
diputados por el clero y el pueblo, dos diputados del pueblo y un diputado por el gremio de
los pardos, decidiéndose que es el ayuntamiento el depositario de la suprema autoridad.
Con ese acto político se constituye en la provincia de Venezuela la Junta Suprema
Conservadora de los Derechos de Don Fernando VII, la cual además de instaurar nuevos
tribunales con sus respectivas fórmulas de tratamiento –Su Alteza para la Suprema Junta;
Su Señoría para el Tribunal Superior de apelaciones, alzadas y recursos de agravios–,

9 Acta del Ayuntamiento de Caracas, 19 de abril de 1810 en Textos oficiales de la Primera República, Caracas,
Biblioteca de la Academia de Ciencias Sociales y Políticas-Serie Independencia, 1982, vol. 1, pp. 99-103.
10 Archivo General de la Nación, sección Causas de Infidencia, tomo v, expediente Nº 8: “Sumaria

información sobre las operaciones y conducta política de Don Diego Jalón durante la revolución de Caracas”,
Caracas, 1812, folios 135-170.

6
instituye el uso y porte de una cucarda o escarapela tricolor (roja, negra y gualda), cuyo
simbolismo queda establecido por bando público: el rojo y gualda “significan la bandera
española que nos es común, y el negro nuestra alianza con la Inglaterra”, colores que se
timbraron con el retrato de Fernando VII o con sus iniciales. Al tiempo que toma otras
medidas: prohibición del tráfico de esclavos, eliminación del tributo de indios, supresión
del derecho de alcabala sobre comestibles y géneros de primera necesidad, entre otros.
El 19 de abril de 1810 es un acto político de fidelidad al rey Fernando VII, ausente
y preso en Francia. También es una reiteración de lealtad a su dinastía. En nombre de ese
soberano ausente, esa Junta, depositaria interina de sus derechos, envía emisarios a las
ciudades, pueblos y villas pertenecientes a la jurisdicción de la provincia de Venezuela a fin
de asegurar el respectivo reconocimiento de su autoridad. Todas excepto la ciudad de Coro
así lo hicieron; ésta optó por admitir la suprema de la Regencia. Asimismo la nueva Junta
despacha misiones hacia Gran Bretaña, Estados Unidos, Curazao, Jamaica y Cundinamarca;
también pliegos para los ayuntamientos de las ciudades capitales de América y emisarios
para las otras provincias de la Capitanía General de Venezuela informándoles sobre la
constitución del “nuevo gobierno” en Caracas e invitándolas a sumarse “a la causa común”.
Se inicia el primer desgarramiento jurisdiccional de la Capitanía, pues la dinámica interna
del juntismo de 1810 supuso la constitución de seis Juntas Superiores Provinciales en
Margarita, Cumaná, Barcelona, Mérida, Trujillo y Barinas. Todas ellas establecidas, en sus
distintos momentos, en la sede del poder de las ciudades cabeceras, es decir, emanadas en y
desde los ayuntamientos. Un proceso que desde sus inicios afronta dos problemas: ¿qué
hacer y cómo actuar con aquellas provincias y ciudades –como fue efectivamente el caso de
Guayana, Maracaibo y Coro– que se negaran a reconocer la Suprema de Venezuela y
reconociesen a la Regencia? El desconocimiento de la autoridad de la soberanía interina
plantea el problema de la seguridad y paz internas. Pero además se confronta con el hecho
del desmembramiento del cuerpo político hasta entonces existente al erigirse nuevas
provincias que antes eran jurisdicciones de otras. Todas instituyen Juntas que reasumen “la
autoridad soberana conservadora de nuestra Santa Religión, de los derechos de nuestro
amadísimo legítimo Soberano Don Fernando VII y su dinastía y de los derechos de la
Patria”. El territorio de la Capitanía General se quiebra en dos: las provincias de Maracaibo
y Guayana, y la ciudad de Coro, permanecen fieles a la Regencia; los otros espacios se
asumen depositarios de la soberanía interina de Fernando VII para lo que urge articular la
asociación de esa diversidad de entidades políticas y preservarlas como cuerpos políticos en
una unidad superior.

7
El “Reglamento para la elección y reunión de diputados que han de componer el
Cuerpo Conservador de los Derechos de Fernando VII en las provincias de Venezuela”,
redactado en junio de 1810 por el jurista Juan Germán Roscio, traza el modo de constituir
y organizar esa unidad superior y establece las condiciones para que “todas las clases de
hombres libres” concurran con su voto a formar “una representación común” en unas
elecciones de segundo grado en las que sólo votan los varones mayores de 25 años, con
“casa abierta o poblada” y, de no ser este el caso, que “sean propietarios, por lo menos, de
dos mil pesos en bienes muebles o raíces libres”. Las elecciones se celebran entre junio de
1810 y febrero de 1811, quedando escogidos 44 diputados. Al tiempo que se celebran estas
elecciones, en la provincia de Maracaibo ocurre otro tanto, pero para designar al diputado
que representaría a esa entidad ante las Cortes que se han instalado en la ciudad de Cádiz el
24 de septiembre de 1810; sale favorecido José Domingo Rus, quien recibe instrucciones
de sus representados, entre las que destaca la solicitud de esa provincia de que se le
devolviese el estatus político que había perdido en 1777 con la creación de la Capitanía
General de Venezuela.
Entretanto algunas señales dan indicio de la radicalidad que va a adquirir y que en
más de un sentido singulariza al proceso emancipador venezolano: la Regencia decreta el
bloqueo de las costas de la provincia de Venezuela el 1º de agosto de 1810 por haber
cometido “el desacato de declararse independientes de la Metrópoli”; desde Puerto Rico,
Antonio Ignacio Cortabarría, comisionado regio para la pacificación, inunda de papeles y
espías a las provincias con el fin de sustraerlas del nuevo gobierno; el Marqués del Toro, a
la cabeza del ejército de occidente, emprende una campaña militar con instrucciones
diplomáticas para doblegar a la ciudad de Coro y someterla al gobierno de Caracas sin
derramamiento de sangre; fracasa estrepitosamente. En octubre de ese mismo año estalla
en la ciudad de Caracas una conspiración capitaneada por tres hermanos comerciantes
españoles, los González Linares, que busca destituir la nueva Junta y reconocer a la
Regencia; y en el mismo mes, el 22 de octubre, “un tumulto de pardos, negros y zambos”,
encabezados por quien el 19 de abril había sido nombrado como diputado del gremio de
los pardos y vocal de la Junta Suprema, José Félix Ribas, corretean las calles de Caracas
pidiendo a gritos la prisión de los europeos. La Junta Suprema ordena el inmediato
extrañamiento de Ribas y sus aliados de los territorios bajo su jurisdicción. En diciembre de
1810 desembarca en La Guaira, procedente de su misión en Londres, Simón Bolívar; días
después le alcanza Francisco de Miranda a pesar de los impedimentos que la Junta Suprema
esgrime para su venida, entre ellos, que era un enemigo del rey y ésta ejercía interinamente

8
la soberanía de Fernando VII. A principios de 1811, unos curas capuchinos intentan una
insurrección para reconocer la autoridad de la Regencia; en marzo, españoles catalanes
residentes en Cumaná se sublevan contra la Junta de esa provincia con el propósito de
destituir el nuevo gobierno y reconocer el de España. Fidelidad y autonomía están en
disputa.

¿QUÉ NOS IMPORTA FERNANDO? ¡INDEPENDENCIA ABSOLUTA YA¡


El 2 de marzo de 1811 treinta de los cuarenta y cuatro diputados electos asisten a la
ceremonia de instalación del Congreso Conservador de los Derechos de Fernando VII.
Disuelven la Junta Suprema Conservadora que se había instalado el 19 de abril, nombran
un poder ejecutivo compuesto por tres miembros e inician sus sesiones regulares. Han
jurado a Dios por los Santos Evangelios y han prometido “a la patria” que conservarán y
defenderán “sus derechos y los del señor Don Fernando, sin la menor relación o influjo
con la de Francia; independientes de toda forma de gobierno de la Península de España; sin
otra representación que la que reside en el Congreso General de Venezuela”. También han
prestado sagrado juramento de oponerse a cualquier dominación que pretenda ejercer
“Soberanía en estos países o impedir su absoluta y legítima independencia, quando la
confederación de sus Provincias la juzgue conveniente”11. Nótese el giro que se ha venido
produciendo entre mayo de 1810 y marzo de 1811: la defensa de los derechos de la “patria”
precede la de los derechos del rey y, entre los de la patria, se señala el derecho de acordar, si
se juzga conveniente, la absoluta independencia. Aunque el concepto de patria, hay que
decirlo, tiene fronteras difusas.
El sentido que adquiere la independencia ya no sólo apunta a la usurpación
francesa, como se dijo en 1808; tampoco a la petición de reconocimiento que en 1810
pretende la Regencia. El juramento de los diputados puntea más allá, “independientes de
toda forma de gobierno de la Península de España”, lo que sugiere también el eventual
desconocimiento de lo que aprueben las Cortes instaladas en Cádiz, que llevarían a los
dominios españoles a instituirse en una monarquía constitucional-liberal. Poco se sabe
realmente acerca de la fecha exacta cuando va cobrando fuerza la idea de la independencia
absoluta en Venezuela en tanto negación de la monarquía y el derecho de darse la forma de
gobierno que conviniera, que posteriormente se asocia con el derecho de constituirse en
república. Es un proceso que se fragua en la prensa, las conversaciones, las discusiones y

11 Gaceta de Caracas, Nº 22, martes 5 de marzo de 1811, pp. 3-4.

9
acciones –políticas y simbólicas– de un club conocido bajo el nombre de Sociedad
Patriótica de Caracas y, principalmente, en los debates del Congreso.
Una ceremonia tiene lugar en Caracas. Celebra el primer aniversario del 19 de abril,
fecha de “nuestra regeneración política”. Es el año de 1811. Mientras el Congreso debate
sobre su competencia para conocer exclusivamente los asuntos que corresponden a las
provincias de la Confederación, unos “patriotas exaltados”, miembros de la Sociedad
Patriótica de Caracas, merodean por las playas del río Guaire. Pasean el retrato de
Fernando VII. Uno de ellos, un cura, lo arrima al río y lo hunde tres veces. Tras fracasar en
su intento, lo entierra en las playas del Guaire al grito de ¡Muera Fernando VII. Viva la
Independencia! Se inicia una carrera sostenida de destrucción de los símbolos regios y
exaltación de nuevos símbolos, alegóricos a la libertad: quema de los reales retratos, ritos de
plantar árboles de libertad, canciones patrióticas, ojos de vigilancia, gorros frigios, muchos
de ellos de inspiración francesa. Es la simbólica que da identidad política a la Sociedad
Patriótica, un club creado por Francisco de Miranda y Simón Bolívar, con un órgano de
difusión propio –El Patriota de Venezuela– , que nace seguramente a principios de 1811 con
el fin de discutir y opinar sobre materias políticas para lo que funda filiales en otras
ciudades y provincias, las cuales también asumen la función didáctica de ser “escuelas de
patriotismo” para ilustrar en las “ideas que coincidan a la salud, libertad y mejoras de la
Patria” y fomentar “el ardiente patriotismo”. Una tertulia política cuya importancia
descansa tanto en lo escandaloso de sus acciones públicas como por efecto de las
“murmuraciones democráticas” estimuladas por la presencia de pardos y morenos libres en
sus reuniones y la amenaza que constituye la defensa a favor de una igualdad absoluta en
una sociedad, como la de aquel entonces, compuesta por castas heterogéneas y educada en
la idea de la desigualdad natural. Desde abril de 1811, los socios de ese club político
discuten y discurren sobre la necesidad de declarar la independencia absoluta.
Pero no sólo ellos. También la debate el Congreso. Allí su discusión se da al calor
de otros debates, los que conciernen a las bases del pacto que articularía la autonomía de las
provincias en un arreglo común; el que tiene lugar sobre el tamaño de la provincia de
Caracas y su eventual peso en la Confederación, tema que centraliza buena parte de las
sesiones y deriva en la reflexión sobre las formas de gobierno que mejor aseguran la
libertad, lo que por mampuesto conduce hacia la cuestión de la república y en particular
hacia las ventajas del sistema federativo de los angloamericanos del Norte. A través de la
polémica sobre el pacto confederal emergen los modos de pensar la organización política
en república. La deliberación sobre ella es al mismo tiempo una reflexión sobre la

10
independencia, puesto que lleva a los diputados a interrogarse sobre el origen que dio
principio “a la independencia de la Nación española”: ¿Fue el presidio de Fernando VII? o
¿fue su abdicación en Bayona a favor de una dinastía usurpadora? Se dijo entonces que en
virtud de la “perfidia” de Fernando, de “su vergonzosa abdicación”, los pueblos de ambos
hemisferios “entraron en posesión absoluta de sus derechos e independencia política”. Este
giro constituye el elemento medular que va a marcar el tránsito que se da en 1811 entre la
idea de soberanía en depósito de los derechos del rey y su dinastía, y la posesión del
derecho político de declarar “no de hecho sino por derecho” la independencia absoluta y,
como consecuencia de ella, de constituir un nuevo ordenamiento político.
Declarada ésta el 5 de julio de 1811, dos alzamientos marcan el inicio de esta nueva
etapa. Ambos estallan el 11 de julio, uno en las proximidades de la ciudad de Caracas; otro
en la ciudad de Valencia. Ambos enarbolan banderas del Rey, vitorean la santa religión
católica y vocean mueras a la independencia, pidiendo recuperar la libertad perdida el 19 de
abril. Las dos insurrecciones son aplacadas, ajusticiados algunos de los participantes, presos
otros o bien confinados al destierro. La ciudad de Valencia es doblegada por la fuerza de
las armas de la expedición militar a cuya cabeza va Francisco de Miranda. En nombre del
rey y de la religión resisten criollos americanos, vizcaínos y canarios, pardos, morenos libres
y curas; en nombre de la libertad e independencia se derrama la primera sangre de la
Confederación naciente. Fidelidad e independencia están en debate. Valencia es reducida;
Miranda, aclamado por la Sociedad Patriótica como el “nuevo Temístocles”, regresa
triunfal a Caracas.
Mientras tanto el Congreso continúa sus deliberaciones sobre el ordenamiento
político y constitucional que debe darse a la Confederación y, finalmente, el 21 de
diciembre de 1811 sanciona la Constitución Federal para los Estados de Venezuela, “la
primera Constitución libre y representativa que ha visto el Continente Colombiano”, cuyo
artículo 133 declara que el “Gobierno de la Unión asegura y garantiza a las provincias la
forma de gobierno republicana” sin consentir “que se establezca “otra forma de gobierno
en toda la Confederación”. La república se ha instituido como una nueva y virulenta
identidad política; en contraposición a los “godos”, apelativo que emerge en el vocabulario
popular para designar a los españoles, europeos y americanos, que anhelan al rey:
“Republicano por principios, por sistema y por juramento” asegura ser un miembro de la
Sociedad Patriótica, quien reitera, cuando comienza a zozobrar este primer experimento
republicano, que prefiere “morir como un republicano y no vivir como un esclavo
miserable”. Una idea de república que se concibe consubstancial a la naturaleza humana

11
como reflexiona Juan Germán Roscio en el Patriotismo de Nirgua: “Sin rey vivieron nuestros
primeros padres; sin rey vivieron sus descendientes antes del diluvio (…); sin rey vivieron
las repúblicas de la antigua Grecia y entonces florecieron en ellas las virtudes, las artes y las
ciencias (…) Sin rey vivieron otras muchas repúblicas modernas, y sin rey vive la primera
que recobró su independencia y libertad en este Nuevo Mundo (…) El gobierno
republicano fue el primero porque es el más conforme a la naturaleza del hombre”12.
Con la Constitución Federal se crea la primera organización del poder público, en la
que se establece el gobierno popular representativo, federal, con la autonomía de las
provincias para el gobierno de sus asuntos internos que se organiza a través de las
respectivas Constituciones Provinciales, delegando la representación nacional en el
Ejecutivo de la Confederación y en el Congreso formado en dos cámaras; con división
tripartida del poder (legislativo, ejecutivo y judicial), declaración de los derechos del
hombre en sociedad (soberanía del pueblo, libertad, seguridad, propiedad), así como la
declaración de la igualdad de los ciudadanos, incluidos los indios y los pardos libres. La
nueva república preserva sin embargo la mano de obra esclava. Doce mil ejemplares de ella
manda a imprimir el Congreso “de modo que haya pocos Venezolanos que ignoren la
Constitución de su Patria”. El texto constitucional entraría en vigencia una vez fuese
aprobada por los pueblos de las provincias; en realidad no hubo tiempo de aplicarla,
apenas parcialmente en marzo de 1812, poco antes de que estallara la crisis del terremoto.

LA REPÚBLICA SE AGRIETA
El 26 de marzo de 1812, jueves santo, a las cuatro horas y siete minutos de la tarde, la
provincia de Caracas es estremecida por un terremoto. La ciudad capital al igual que buena
parte de las ciudades del interior de las provincias de Guayana y Mérida son sacudidas por
temblores de tierra. Quedan en ruinas. El terremoto da inicio al derrumbe de la república,
pues éste constituye la culminación de otras crisis que se han venido acumulando desde sus
inicios: arcas públicas vaciadas, entre otras razones, por la liberalidad en el otorgamiento de
grados militares y la organización de numerosos cuerpos de milicia para la defensa de los
territorios de cada provincia de la Confederación y para el ataque a territorios de la
Capitanía General que continuaban sujetos a la Regencia; la inflación producto de la
emisión de papel moneda; a lo que se suman la carencia de víveres de primera necesidad,
las tensiones entre el gobierno de algunas provincias y el Ejecutivo de la Confederación, las
tensiones entre el Congreso y el Ejecutivo, las disensiones a propósito de la tolerancia de

12 Juan Germán ROSCIO, Obras, vol. II, pp. 86-88.

12
cultos entre la Iglesia y el Estado y, sobre todo, la fidelidad monárquica solapada que
persiste en buena parte de la población. El terremoto va a coincidir con las iniciativas de
reconquista monárquica que se han emprendido desde la ciudad de Coro y la provincia de
Maracaibo, con el auxilio que desde Puerto Rico presta el comisionado regio Antonio
Ignacio Cortabarría. Las únicas tropas de la República, acantonadas en Caracas y en
Barquisimeto, con capacidad de hacerle frente a esa amenaza, han sido destruidas por el
terremoto. Igual suerte corren las de la provincia de Cumaná destinadas a la invasión y
sujeción de la provincia de Guayana. La república se halla sin tropas defensivas.
El terremoto se produjo un jueves santo, a semejanza del 19 de abril de 1810. La
coincidencia es aprovechada por la Iglesia para sermonear a favor de la restitución
monárquica y el pecado de infidencia al rey. Atacada la Confederación por las tropas
monárquicas, que se adentran en su territorio sin resistencia, el Congreso nombra
Generalísimo a Francisco de Miranda, con lo que se instituye la suspensión de las leyes y se
le otorgan facultades extraordinarias para “la salvación de la República”. Miranda organiza
un nuevo ejército, previo decreto de ley marcial, otorgando incluso la libertad a los esclavos
que se sumaran a la defensa de la patria, y emprende operaciones ofensivas contra las
tropas invasoras capitaneadas por Domingo de Monteverde. En el momento que Miranda
se prepara para una ofensiva general, atrincherado en el pueblo de La Victoria, se produce
una sublevación exitosa a favor de la monarquía en Puerto Cabello, plaza fuerte comandada
por el coronel Simón Bolívar que contenía la mayoría de los pertrechos y elementos de
guerra de la república. La república está herida en el corazón.

Y ENTONCES CAPITULARON:
La situación militar resultante de la pérdida de Puerto Cabello y la ocupación de las tropas
monárquicas en el resto de las provincias obliga a la capitulación, cuyas negociaciones
comienzan a mediados de julio, ratificándose y firmándose el 25. A través de ella se
convino en afirmar la seguridad y propiedades de las personas en el territorio no
reconquistado por las armas de la monarquía, sin que pudieran ser detenidas ni juzgadas
por su anteriores opiniones; la libertad de los prisioneros de guerra bajo las mismas bases;
la concesión de pasaporte a quienes quisieran emigrar; al igual que se ofrece promulgar la
Constitución Política de la Monarquía, sancionada en Cádiz el 19 de marzo de 1812,
debiendo regir entretanto las leyes del reino y las disposiciones de las Cortes.
La capitulación firmada entre Monteverde y el Generalísimo Francisco de Miranda
no sólo acaba con el nuevo orden republicano que corta vida había tenido, sino también

13
trastoca el antiguo orden político-administrativo-militar de las provincias de la antigua
Capitanía General, pues Monteverde desconoce la autoridad de Fernando Miyares como
gobernador y capitán general de Venezuela, quedando exclusivamente el mando de las
provincias insurgentes en manos de su persona. Coro y las provincias de Maracaibo y
Guayana, desde 1810 leales a la Regencia, quedan sujetas al gobernador y capitán general
Fernando de Miyares; las provincias de la difunta Confederación bajo el mando de
Domingo Monteverde, Comandante General del Ejército Pacificador. Monteverde se
impone por la fuerza de sus armas y subvierte el orden monárquico.
La toma militar de las provincias suponía el respeto a las cláusulas de la
capitulación. Monteverde, por el contrario, trató a todas las provincias como territorios
reconquistados, lo que en los hechos significó el desconocimiento de los acuerdos
firmados. No obstante el esfuerzo desplegado por parte de las autoridades de la real
audiencia, reinstalada en las provincias para la administración de la justicia imperial que se
expresa en la libertad y desembargo de los bienes de numerosos “patriotas”, los actos de
persecución política de Monteverde, al margen de la real audiencia, contribuyeron a la
violenta radicalización política que sella el recorrido posterior.
El 3 de diciembre de 1812 se jura en Caracas la Constitución Política de la
Monarquía, cuatro meses después de que hubiese llegado a Caracas el primer ejemplar de
ella.

GUERRA A MUERTE

Las reiteradas violaciones de Monteverde a la capitulación firmada con Miranda van a traer
como consecuencia que varios grupos de patriotas se planteen la posibilidad de la lucha
armada para sustraer nuevamente del dominio monárquico a los territorios de la Capitanía.
De los que han emigrado hacia Nueva Granada con el fin de buscar ayuda de ese gobierno,
se forman dos grupos que se alían circunstancialmente. El primero formado por Simón
Bolívar y José Félix Ribas; el otro, por el abogado, diputado del Constituyente de 1811,
ahora convertido en un acérrimo radical, Antonio Nicolás Briceño, a quien la historiografía
conoce bajo el apodo “El Diablo”. Desde Nueva Granada, en diciembre de 1812, el
coronel Bolívar escribe su “Memoria dirigida a los ciudadanos de Nueva Granada por un
caraqueño”, mejor conocida como el Manifiesto de Cartagena de Indias, en la cual expone una
crítica feroz al sistema federal de gobierno que acababa de fracasar en Venezuela. Un tercer
grupo de emigrados, antiguos miembros del gobierno de la provincia de Cumaná, también
objeto de la persecución y en consecuencia muy radicalizados, encabezado por Santiago

14
Mariño, se refugia en las posesiones inglesas de Trinidad. Desde allí organizan una
expedición para libertar las provincias de oriente de la Capitanía. El más importante de
estos tres grupos es el acaudillado por Simón Bolívar, quien obtiene autorización del
Congreso de la Nueva Granada para liberar las provincias limítrofes de Mérida y Trujillo y
restablecer el antiguo gobierno de la Confederación. Liberadas éstas, consigue nueva
autorización para continuar la campaña hacia las provincias de Barinas y Caracas.
A partir de 1813 los documentos oficiales llevas dos fechas abreviadas, 3º y 1º. La
primera indica la de la independencia; la segunda, un nuevo calendario: el de la Guerra a
Muerte. Esta la declara Simón Bolívar desde Trujillo el 15 de junio de 1813, buscando
convertir una disensión armada de carácter civil en una guerra entre naciones. La contienda
la concibe dividida entre americanos y españoles (“Españoles y canarios contad con la
muerte aún siendo indiferentes si no obráis en obsequio de la libertad de América.
Americanos contad con la vida aún cuando seáis culpables…”13), y no entre partidarios de
la autoridad real o de la independencia. Con el año 13 se inaugura el “terror”, la práctica de
la persecución sin cuartel y de la muerte a todo aquel de quien se sospeche su pertenencia al
“bando contrario”, cualquiera fuese éste. El terror afectó a la sociedad entera.
Desde enero de 1813, Santiago Mariño ha invadido las provincias de Oriente
ocupando las ciudades de Maturín, Cumaná y Barcelona después de haber derrotado a las
fuerzas realistas de Monteverde. Bolívar, haciendo uso de las modernas técnicas de guerra
de movimiento en boga en Europa durante las guerras de la Revolución Francesa, derrota a
las tropas de la monarquía en seis acciones campales y toma la capital de la provincia de
Caracas. Monteverde se encierra con sus tropas en Puerto Cabello.

EL SEGUNDO AIRE DE LAS REPÚBLICAS


El 6 de agosto de 1813 Simón Bolívar hace su entrada triunfal en la capital de la provincia
de Caracas. Se le confiere por segunda vez el título de Libertador; el ayuntamiento de Mérida
se lo había otorgado meses atrás. Con su llegada a Caracas se da inicio al proceso de
reorganización del Estado basado en tres elementos, política interna, política externa y lo
que concierne a la conducción de la guerra. El proyecto establece como elemento central la
legitimación de la dictadura de Bolívar en una doble vertiente: la dictadura delegada de
Bolívar adscrita a la autoridad de la Nueva Granada y, por la fuerza de los hechos, la
autoridad única de Bolívar en virtud de la ocupación efectiva del territorio por parte de las
tropas a su mando. De conformidad con lo expresado en el Manifiesto de Cartagena de 1812,

13 Escritos del Libertador, tomo IV, pp. 305-307.

15
el nuevo gobernante de las cuatro provincias liberadas por sus armas procede al
establecimiento de un gobierno centralizado, en el cual él asume los máximos poderes en
materia de gobierno, relaciones exteriores y defensa, manteniendo asimismo la jefatura
suprema del ejército. Las provincias de Caracas, Barinas, Mérida y Trujillo quedan sujetas a
la autoridad de Bolívar.
Con la liberación de las provincias de Oriente por las tropas Mariño se había
establecido en ellas un Estado independiente, distinto al de Caracas, y organizado bajo el
arreglo federal a través de las municipalidades, con lo que los territorios reconquistados por
las fuerzas republicanas se convierten, entre 1813 y 1814, en dos Estados independientes: el
de las provincias de Occidente y el de las de Oriente. Así, lo que la historiografía conoce
como la Segunda República, que en la época llamaban “el tiempo de la segunda
revolución”, son en realidad dos republicas distintas, encarnadas en dos proyectos
antagónicos: el sustentado por Simón Bolívar, la dictadura delegada dependiente
formalmente del Congreso de Nueva Granada, con una estructura central; el que se
instaura en Oriente, personificado por Santiago Mariño, federal en cuanto a su
organización a través de las municipalidades, pero dictatorial en lo tocante a la conducción
de la guerra.
Los territorios de la antigua Capitanía General están para ese entonces divididos en
tres bloques: el Occidental y el Oriental constituidos en dos repúblicas, y las provincias de
Maracaibo, Guayana y la ciudad de Coro, sujetas a la monarquía. Ambas repúblicas son de
corta duración. Como la campaña de liberación de Occidente en 1813 sólo había consistido
en una penetración profunda hacia Caracas, fuerzas españolas salen desde Coro, Guayana y
Maracaibo y convergen hacia la zona central del país, a lo que se agrega un cuerpo de
caballería irregular, acaudillado por José Tomás Boves, que se había formado con
habitantes de la zona del llano. Esas tropas inician el asedio a la provincia de Caracas,
aislándola de las demás provincias liberadas (Mérida, Trujillo y Barinas) que son
nuevamente reconquistadas por la armas del rey.
En tanto que el gobierno adoptado por Bolívar admitía la concentración del poder
civil y militar en sus manos, esto es, un gobierno sólo concebido para la movilización
castrense, el eventual fracaso militar arrastraría consigo la pérdida total de la república, lo
que se puso de manifiesto en 1814 cuando la guerra, circunscrita solamente a la provincia
de Caracas y desarrollada a través de un crecido número de acciones campales, termina
debilitando al ejército a pesar de los auxilios militares recibidos desde la república de
Oriente. La consecuencia de esta concepción militar del poder se expresa en la derrota de

16
armas de Bolívar y Mariño y la emigración del ejército y población civil afecta a la república
hacia el Oriente del territorio. Vencidos, Bolívar y Mariño resignan el mando y parten hacia
Nueva Granada. Sus sucesores son igualmente derrotados y el segundo aire de ambas
repúblicas llega a su fin. Corre el mes de diciembre de 1814.

AL NORTE LA MONARQUÍA, AL SUR LA REPÚBLICA:


Derrotado Napoleón, regresa el rey “deseado” al trono en 1814. Fernando VII disuelve las
Cortes y anula la Constitución Política de la Monarquía de 1812. Una vez lograda la
independencia peninsular, se atiende ahora la necesidad de pacificar las provincias rebeldes,
en especial, la Costa Firme donde la guerra se estaba llevando a cabo con salvaje ferocidad.
En marzo de 1815, una expedición de tropas españolas, al mando del general Pablo
Morillo, arriba a las costas de Venezuela. Encuentra una provincia casi totalmente
doblegada por las fuerzas del caudillo José Tomás Boves, quien había muerto en batalla en
diciembre del año anterior. El general Morillo, a pesar de haber aplicado en los inicios
medidas de paz y perdón, toma tres tipos de disposiciones que explican en parte el
posterior reavivamiento del conflicto: sujeta los cabildos a su autoridad; impone férreos
empréstitos de guerra contra la población civil de la provincia de Caracas que había
permanecido fiel al rey; y licencia las tropas de llaneros que habían combatido bajo Boves a
favor de la monarquía, desconociéndoles los grados militares obtenidos en campaña.
Morillo parte entonces a pacificar Nueva Granada con la convicción de la sujeción de estos
territorios.
Pero la chispa de la rebelión se enciende de nuevo en diversas partidas sueltas que
recorren parte de las provincias del Oriente, los llanos de Apure y de Caracas, nutriéndose
de los llaneros desdeñados por el general Morillo. Desde Jamaica, donde se refugia Simón
Bolívar procedente de la Nueva Granada, inicia una activa campaña de opinión en pro de la
libertad del continente americano. Es el tiempo cuando publica, en la Royal Gazette de
Kingston, su documento más famoso del período, Carta de Jamaica, en el que analiza la
lucha de emancipación continental. Trasladado Bolívar a Haití, cuya parte sur está
constituida en una república una e indivisible, obtiene la ayuda militar del presidente
Alexandre Pétion, quien condiciona la prestación del auxilio a que se decrete la libertad de
los esclavos en la Costa Firme, a lo que se suma el respaldo de un rico armador curazoleño,
Luis Brión. Con estos apoyos, Bolívar asume el comando en jefe de la expedición que
invade las costas de Venezuela y le es reconocida la jefatura suprema de la república que se
busca reinstaurar. La expedición invade el territorio por la isla de Margarita, donde Bolívar

17
es nuevamente reconocido como jefe supremo, y de allí sale hacia las provincias orientales,
no sin antes haber comisionado a los generales Manuel Piar y Santiago Mariño para
insurreccionar la parte sur de esas provincias. La expedición de Bolívar parte hacia Caracas
para ocuparla y es derrotada, por lo que regresa a Haití y el resto huye al interior de las
provincias orientales buscando la unión con las tropas del general Piar, de lo que resulta la
liberación de la provincia de Barcelona. Los jefes de las provincias de Oriente (Juan
Bautista Arismendi, Piar y Mariño), que sí han logrado sus objetivos militares, convocan, en
alianza con algunos prominentes civiles de la primera república y ante la necesidad de
legitimar a un ejercito que tan sólo era dueño del territorio que ocupaba, un Congreso en el
sitio de Cariaco. Se busca reestablecer la vigencia de la Constitución Federal que los
Estados de la Confederación de Venezuela habían sancionado en 1811. “El gobierno –dice
Bolívar sobre la propuesta de Cariaco– ha durado tanto como casabe en caldo caliente (…).
Aquí no manda el que quiere sino el que puede”14. Con el desconocimiento de ese
Congreso por parte de Bolívar se debate nuevamente la república entre dos concepciones:
la centralista y la federalista. El Congreso fracasa y se disuelve.
Entretanto, uno de los jefes orientales, Manuel Piar, ha emprendido campaña sobre
la provincia de Guayana, ocupando su territorio y llama a Bolívar a ejercer el mando
supremo que se le había otorgado desde antes de iniciarse la expedición, lo que le confiere
al proyecto de Bolívar no sólo la base territorial de operaciones sino también la legitimidad
y unidad de mando final, una vez que logra destruir las disidencias internas de los jefes
militares orientales. Piar y Mariño habían solicitado reiteradamente, toda vez que el
Congreso de Cariaco había sido disuelto, la creación de un consejo de gobierno que
regulara la autoridad absoluta del Libertador. Apenas reconocido Bolívar como jefe
supremo, nombra a Piar para un cargo administrativo sin mando militar, lo que ocasiona
roces entre ambos y reiteradas protestas de Piar solicitando nuevamente regular la
autoridad de Bolívar. Esa crisis culmina con el posterior juicio y fusilamientote de Piar por
supuestos delitos de deserción, conspiración y “guerra de castas”. Con el fusilamiento de
Piar, el extrañamiento de Mariño y el sometimiento de Arismendi, Bolívar logra la jefatura
indiscutida por el resto de la guerra.
Mientras, en los llanos de Apure, los contingentes de llaneros, antes defensores de
la causa real, dispersos desde la muerte de José Tomás Boves, han comenzado a agruparse
en torno al llanero José Antonio Páez quien los conduce a favor de la causa
independentista. Este grupo logra preservar libre ese sector de los llanos que, al reconocer

14 Escritos del Libertador, tomo X, p. 343.

18
la autoridad de Bolívar, amplía la base territorial del gobierno establecido en Guyana y
permite la línea de comunicaciones hacia la Nueva Granada. El sur de los territorios está
ocupado por las fuerzas de la república; el norte permanece fiel a la monarquía.
A finales de 1817 Bolívar se decide a establecer el tan polémico consejo de
gobierno que habían propuesto Piar y Mariño y busca, una vez más y reeditando la
estrategia seguida en 1813, ahora con el apoyo de los llaneros comandados por Páez, la
toma de Caracas. La campaña culmina en un estrepitoso fracaso. Es el tiempo cuando
comienza a publicarse El Correo del Orinoco, a cargo, entre otros, de Juan Germán Roscio,
regresado de su prisión y exilio, y de Fernando de Peñalver, ambos diputados del primer
Constituyente de 1811. El Correo se convierte en el instrumento de combate y propagación
de la independencia por la pluma en abierta y sostenida querella contra la Gaceta de Caracas
en manos del médico realista José Domingo Díaz.

VIVA LA MUERTE. MUERAN LOS GODOS:


Un general se pasea por un campo de batalla. Empuña “una lanza ligera con una banderola
negra, a la que se veían bordados una calavera y unos en huesos en corva con esta divisa,
Muerte o Libertad”. Lleva un pañuelo negro alrededor del cuello. Otro general mide la
fuerza del enemigo que ha de enfrentar. Lo hace “sentado a la mujeriega”; revista sus
propias tropas. De súbito, coge la lanza, se sienta recto y agita en alto el muy conocido y
temido símbolo de la guerra a muerte: una bandera negra con una calavera con unos huesos
en cruz. Son Bolívar y Páez.
Con la presencia de los llaneros de Páez, la suerte de la guerra hasta ahora adversa a
Bolívar, comienza a cambiar su curso. Se hace más cruenta. Las tropas de los llanos inician
su conversión hacia un ejército regular. Y en 1818, con la llegada a Angostura, capital
provisional de la república, de contingentes ingleses, irlandeses y hannoverianos, que han
sido reclutados en Londres y a quienes se les ofrece grados militares en el ejército y tierras
si se suman a la causa independentista, se refuerza de manera decisiva la calidad e
instrucción de las tropas venezolanas durante el resto de la guerra.
“Catorce cargas consecutivas sobre mis cansados batallones me hicieron ver que no
se trataba de una gavilla de cobardes, mal armados, como me habían informado, sino de
tropas capaces de competir ventajosamente con las tropas de S. M. el Rey”15. Quien así
habla es el general Morillo, regresado en volandas de la Nueva Granada a consecuencia de
los acontecimientos de Venezuela.

15 José Antonio PÁEZ, Autobiografía, vol. I, pp. 125-126.

19
En las postrimerías de 1818 se convoca un Congreso general de las provincias que
están bajo las armas republicanas. Los miembros del ejército son los únicos electores.

UNA E INDIVISIBLE
El 15 de febrero de 1819 se instala en la ciudad de Angostura, provincia de Guayana, el
segundo Congreso Constituyente de Venezuela. Ese día, Bolívar presenta ante ese
Congreso el Discurso de Angostura con un proyecto de constitución. Y resigna el mando
supremo; la renuncia no le es aceptada. El Discurso es una reiteración a su crítica al sistema
de gobierno federal; en él aboga por la república una e indivisible y propone la creación de
un poder moral que juzgue la conducta pública de los ciudadanos. El Congreso autoriza a
Bolívar, recién electo presidente de la república, el ejercicio de “autoridad absoluta e
ilimitada” para la ejecución de operaciones militares. Bolívar emprende campaña en los
llanos de Apure buscando destruir el ejército del general Morillo. Sin ser derrotado no lo
logra, por lo que opta por cambiar de frente estratégico, aprovechando la estación de
lluvias, para dirigir desde los llanos una nueva campaña en dirección a Nueva Granada.
Atraviesa Casanare y el páramo de Pisba; sorprende a las tropas que guarnecían el reino, las
derrota en cuatro acciones sucesivas, que incluyen el triunfo de Boyacá el 7 de agosto de
1819, que le abre las puertas de la capital de Nueva Granada y un importante centro de
acopio de recursos económicos y militares. Entretanto el Congreso promulga el 11 de
agosto de 1819 la Constitución Política de Venezuela, sin aprobar el poder moral propuesto
por el Libertador.
Para diciembre de 1819 Bolívar está de regreso en Angostura. Viene de Bogotá.
Rinde cuentas al Congreso de los resultados de la campaña e informa sobre la necesidad de
la unión entre Venezuela y Nueva Granada. El 17 de diciembre, el Congreso promulga la
Ley Fundamental de la República de Colombia, mediante la cual Venezuela y Nueva
Granada se unen en una sola república. La república centralista se había impuesto debido a
las contingencias de la guerra.
En respuesta al Congreso de Angostura, las municipalidades de los territorios fieles
al rey han publicado un Manifiesto de las provincias de Venezuela a todas la Naciones civilizadas de
Europa, por el que reiteran su lealtad monárquica y su rechazo a la independencia. El norte
de los territorios venezolanos continúan fieles a la monarquía y el general Morillo, que ha
pasado entre 1818 y 1819 del ataque a la defensa, no recibe auxilio alguno desde la
península. Las bajas españolas en los combates son suplidas con soldados venezolanos
afectos a la causa del rey, “porque la España –escribe Juan Germán Roscio– nos ha hecho

20
la guerra con hombres criollos, con dinero criollo, con provisiones criollas, con caballos
criollos, con frailes y clérigos criollos y con casi todo criollo: y mientras pueda continuarla
del mismo modo y a nuestra costa, no hay que esperar de ella paz con reconocimiento de
nuestra independencia”16. Y en España, ante los reiterados ruegos del general Morillo, se
decide armar nueva expedición dispuesta a acabar con el germen republicano de Costa
Firme. La expedición con destino a ultramar, al mando de los coroneles Rafael del Riego y
Antonio Quiroga, se subleva el primero de enero de 1820, quienes terminan ocupando
Madrid y obligando a Fernando VII a jurar la Constitución de Cádiz de 1812.
El segundo aire liberal de la península se recibe con entusiasmo en los territorios
leales a la monarquía. Se jura por segunda vez la Constitución Política de la Monarquía; en
Caracas, un grupo de vecinos, en atención al artículo sexto de esa Constitución y “a
imitación de muchas ciudades de la España Europea”, determina establecer una Sociedad
con el nombre de “La unión de ambas Españas” con el propósito de dar a conocer al
público “cuanto concibe útil a consolidar las nuevas y sabias instituciones sociales que
acaba de jurar: a destruir el funesto genio de la discordia que ha diez años devora a los
desgraciados venezolanos”17. Y entre septiembre y octubre de 1820 se celebran elecciones
para designar a los diputados que asistirían a la reunión de las Cortes: dos diputados por
Caracas, uno por Barinas y Coro, uno por Maracaibo y uno por Cumaná. En esas Cortes se
plantea ahora el problema americano con un nuevo espíritu: paz y perdón, y una
Constitución liberal, la de 1812, como garante de la reconciliación deseada.
Las ventajas derivadas de la toma de Nueva Granada, aunadas a los
acontecimientos emanados de la rebelión de Riego y Quiroga en la península, inclinan
definitivamente la balanza militar a favor de las tropas de la naciente Colombia. A
mediados de 1820, Bolívar y Morillo inician negociaciones destinadas a la regularización de
la contienda de conformidad con el Derecho de Gentes y la eliminación de la Guerra a
Muerte, las que culminan con el tratado de Santa Ana de Trujillo, firmado en noviembre de
1820, entre España y la república de Colombia. Este acto implica el reconocimiento de
España de estar haciendo la guerra a otra potencia y abre las puertas al ulterior
reconocimiento de Colombia en el sistema internacional por parte de otras potencias.
Decretada la Ley Fundamental de la Unión de los pueblos de Colombia, se
convoca, a principios de 1821, un nuevo congreso que debía perfeccionar la Constitución
de Angostura e incluir la representación de las provincias liberadas. Éste se reúne en la villa

16 Juan Germán ROSCIO, Obras, vol. III, p. 162.


17 Gaceta de Caracas, Nº 12: miércoles 18 de octubre de 1820, p. 65.

21
del Rosario de Cúcuta y finaliza con la redacción de una nueva Constitución, fuertemente
centralista, sancionada el 30 de agosto de 1821.
El general Morillo ha sido relevado a principios de 1821 por el mariscal Miguel de
La Torre; Bolívar comienza la ocupación del estratégico puerto de Maracaibo, en violación
de los tratados de armisticio firmados en Santa Ana de Trujillo, lo que ocasiona la protesta
española y la reanudación de las hostilidades, que culminan con la campaña y posterior
Batalla de Carabobo de 24 de junio de 1821. Con ésta se asegura la ocupación de la mayor
parte del territorio de Venezuela por parte de las armas de la república. Bolívar,
acompañado de un escuadrón de caballería, hace su entrada triunfal a la tan codiciada
ciudad de Caracas. Finalmente, y después de siete largos años, había logrado tomarla. Los
contingentes realistas sobrevivientes se refugian en Puerto Cabello y desde allí despliegan
operaciones ofensivas sobre las provincias de Coro y Maracaibo, reintentando la
reconquista del territorio entre 1822 y 1823 mientras la mayor parte del ejército colombiano
emprende operaciones destinadas a lograr la liberación de Quito y Perú. Las últimas
operaciones militares de envergadura se llevan a cabo en julio de 1823 con la ocupación de
Maracaibo y la derrota de Francisco Tomás Morales, último jefe militar monárquico en
Venezuela, y el asalto y toma de la fortaleza de Puerto Cabello en noviembre del mismo
año. No obstante, partidas sueltas, fieles a la monarquía, deambulan por algunas partes del
territorio venezolano. La última de ellas, a cargo de Dionisio Cisneros, se termina rindiendo
en 1837, ¡siete años después del fin de la república de Colombia!
Pero ya desde 1821 se han venido presentando brotes de insatisfacción en los
territorios venezolanos con los resultados del Congreso de la villa del Rosario de Cúcuta.
La municipalidad de Caracas se había negado a jurar la Constitución de 1821, alegando no
haber tenido la provincia representación en dicho Congreso. De igual forma, la prensa de
los departamentos de Venezuela desde 1822 inicia la defensa de la forma federal de
gobierno, considerando que la forma central, válida para la guerra, carece de sentido
después del fin de las hostilidades. A ello se suman las molestias que ocasiona la división
político territorial sancionada por el Congreso de Cúcuta; la prensa y la opinión pública del
momento señalan que con los recién creados departamentos de Venezuela, Zulia y
Orinoco, no sólo quedaban disueltas las provincias de 1811, sino que éstos, además,
resultaban en una posición de subordinación y relegados frente a Bogotá. Este hecho y la
decisión que toma Bolívar de conservar en el departamento de Venezuela a los generales de
mayor graduación y experiencia en el ejército colombiano (Santiago Mariño, Francisco

22
Bermúdez y José Antonio Páez), en lugar de enviarlos a la campaña del Sur, culmina con el
encumbramiento de Páez. Las tensiones con Bolívar han comenzado.

LA TERCERA INDEPENDENCIA
En los departamentos que constituían la antigua Confederación de los Estados de
Venezuela, la prensa y los papeles públicos de la época son particularmente activos en el
debate sobre el tema federal y las consecuencias del “centralismo despótico” del gobierno
de Bogotá, encarnado en Francisco de Paula Santander, vicepresidente de Colombia, a
cargo del Ejecutivo en ausencia de Bolívar, quien se encuentra entonces en campaña por
Perú. Durante este período se reeditan los papeles políticos más relevantes de la
Confederación de 1811; se hace uso de ellos para criticar la situación presente y se aboga
abiertamente a favor del sistema federal.
La explosión de lo que se viene condensando se produce en 1826 a raíz de una serie
de acontecimientos de carácter administrativo-militar que culmina con la destitución del
general Páez del cargo que ejerce como comandante general del departamento de
Venezuela y su llamado a presentarse en Bogotá para ser juzgado por tales hechos. La
municipalidad de la ciudad de Valencia desconoce las disposiciones de Bogotá y ratifica a
Páez en su cargo; la de Caracas hace otro tanto y de allí se propaga hacia otras
municipalidades tanto de Venezuela como de los departamentos de Zulia y Orinoco. Las
municipales piden autonomía y la reforma de la Constitución de Cúcuta de 1821. “Los
militares quieren fuerza, y el pueblo independencia provincial”, escribe Bolívar a Santander.
Páez acepta y asume el mando supremo sin desconocer la autoridad de Bolívar y ordena la
movilización de las tropas llaneras en Apure y Barinas, prestas a la defensa en caso de un
ataque proveniente de Bogotá. El fantasma de la guerra civil se hace presente.
El clímax del enfrentamiento Caracas-Bogotá, encarnado en las figuras de Páez y
Santander, es conocido en la historiografía con el nombre de “La Cosiata”, cuyo punto de
máxima tensión tiene lugar el 5 de octubre de 1826 cuando una asamblea popular, presidida
en Caracas por el afamado prócer de 1811, Cristóbal Mendoza, y en presencia de la
municipalidad de Caracas, se pronuncia por la adopción del sistema popular, representativo
y federal a semejanza del establecido en los Estados Unidos del Norte de América. Un mes
más tarde, en otra asamblea popular, Páez ratifica que ha jurado no obedecer el gobierno
de Bogotá a la espera de que el pueblo tome medidas para la organización de la república
en el territorio de Venezuela. El 7 de octubre se pide la convocatoria de un congreso
constituyente para diciembre de 18126 y son invitadas a participar todas las provincias que

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conformaban “la antigua Venezuela”. El 13 de noviembre se convocan los colegios
electorales para la elección de los representantes. A los días, el 21, el batallón Granaderos de
la Guardia, los grognards de Bolívar, se subleva en Puerto Cabello contra Páez. Las plazas de
Angostura, Cumaná y la municipalidad de Maracaibo se pronuncian por Colombia y la
Constitución. Justo cuando el fantasma de la guerra civil ondea en Venezuela, Páez anuncia,
el 15 de diciembre, el regreso de Bolívar: “Venezolanos, cesaron nuestros males. El
Libertador, desde el centro del Perú oyó nuestros clamores y ha volado a nuestro
socorro”18.
Bolívar entra triunfal a Caracas en enero de 1827, a tiempo para evitar la guerra
civil. Coloca los departamentos de Venezuela, Orinoco, Maturín (recién creado) y Zulia
bajo su mando directo, concede una amnistía general y olvido de los hechos acaecidos a lo
largo de 1826; nombra a Páez en el cargo de jefe civil y militar de la república, ofreciendo
además la convocatoria a un congreso general para discutir la forma de gobierno de
Colombia. La crisis ha terminado, pero las campanas comienzan a doblar por Colombia.
El 3 de agosto de 1827, el Congreso de Colombia convoca la Gran Convención
Nacional. Se reúnen en Ocaña entre abril y julio de 1828 para examinar la Constitución de
Cúcuta, cuya excesiva centralización había degenerado en ineficiencia administrativa. La
Convención se divide entre “santanderistas” y “bolivianos” (como entonces llamaron a los
bolivaristas). El Libertador se aloja en Bucaramanga en medio de un silencio expectante. El
enfrentamiento gira de nuevo en torno al combate entre la federación y el centralismo. La
proposición federal es derrotada por escasos votos y una vez más se insiste en dividir a
Colombia en tres o cuatro repúblicas confederadas para la defensa común. No se logran
acuerdos. El 2 de junio de 1828 los bolivaristas rompen el quórum de la Convención
dejándola sin posibilidades de deliberar. Esta clausura sus sesiones y se disuelve el día 10.
Los diputados bolivaristas de Ocaña convencen al Libertador de asumir el mando supremo.
Este lo hace en el aniversario de la Batalla de Carabobo, el 24 de junio, con lo que se inicia
la dictadura de facto de Bolívar, quien se da a la tarea de modificar o promulgar varias leyes
en todos los ramos de la administración del Estado. El 17 de noviembre suprime las
municipalidades y para el 23 de diciembre dicta un decreto que divide a los antiguos
departamentos en prefecturas, reservándose la facultad de unir dos o más departamentos
bajo un solo prefecto, o bien, agregar provincias de una prefectura a la otra. El centralismo
devenía en exterminio.

18 José Antonio PÁEZ, Autobiografía, vol. I, p. 364.

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A fin de mitigar las consecuencias políticas de esos decretos, Bolívar convoca un
Congreso Constituyente a reunirse en Bogotá principiando el año 1830. La batalla
centralistas-federalistas está lejos de terminar. Aunque predomina consenso para la reforma
de la Constitución de 1821, las diferencias en torno de la forma política a ser adoptada son
cada vez más encarnizadas. De allí el surgimiento de dos posiciones extremas: para los
federalistas, la situación se plantea en términos de federación o separación; los centralistas,
por su parte, comienzan a acariciar el proyecto de gobierno monárquico como remedio a la
desunión de Colombia. Del choque entre esas dos tendencias, resulta la tercera
independencia de Venezuela.
El proyecto monárquico, en realidad impulsado por los partidarios de Bolívar,
evalúa la posibilidad de abrir negociaciones con casas reales europeas a fin de que un
príncipe de esas naciones pudiese suceder al Libertador. Y a pesar de que Bolívar no lo
aprueba, por el hecho de provenir la idea de renombrados bolivaristas se empiezan a
soliviantar los ánimos en Venezuela.
El 31 de agosto de 1829 Bolívar expide una circular en la que se excita a los pueblos
a pronunciar francamente sus opiniones sobre la forma de gobierno, sobre la Constitución
que debiera adoptar el Congreso y sobre la elección del jefe del Estado. El enfrentamiento
se hace patente en Venezuela entre los partidarios del centralismo y los del federalismo. Los
primeros, bajo el influjo de importantes partidarios de Bolívar, redactan instrucciones para
los diputados del Congreso a reunirse en enero de 1830, a fin de que defiendan tanto el
gobierno de Bolívar como la forma central de gobierno. El partido federalista, encabezado
por antiguos próceres de 1811 y con el decidido respaldo de José Antonio Páez, solicita el
pronunciamiento de los pueblos. Una asamblea popular, reunida en Valencia el 16 de
noviembre de 1829, declara la separación de Venezuela de Colombia. De seguidas,
numerosas ciudades del país, con excepción de Maracaibo, se agregan al pronunciamiento
de la asamblea de Valencia.
El 26 de noviembre de 1829 una asamblea popular, reunida en Caracas, resuelve la
separación de Venezuela del gobierno de Bogotá y de la autoridad del general Bolívar;
ordena que se proceda en lo inmediato al establecimiento de un gobierno republicano,
representativo, alternativo y responsable.
La tercera independencia se ha consumado.

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