Raewyn Connell. El Género en Serio. Cambio Global, Vida Personal, Luchas Sociales.
Raewyn Connell. El Género en Serio. Cambio Global, Vida Personal, Luchas Sociales.
Raewyn Connell. El Género en Serio. Cambio Global, Vida Personal, Luchas Sociales.
Raewyn Connell
Traducción de
Hugo Gutiérrez
Ariadna Molinari
Gloria Elena Bemal
Indice
B ib liografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2 2 1
Agradecimientos
Q
uiero reconocer la publicación original del material incluido
en los siguientes capítulos del libro. El capítulo 1 no se ha
publicado antes; se basa en dos artículos de mi autoría, "Re
thinking Gender from the South", Feminist Studies , 20 1 4 , vol. 40,
núm. 3, pp. 5 1 8-539, y "Meeting at the Edge of Fear: Theory on a
World Scale", Feminist Theory, 20 1 5 , vol. 1 6, núm. 1 , pp. 49-66. Ca
pítulo 2: "Southem Bodies and Dissability: Re-thinking Concepts",
Third World Quarterly, 201 1 , vol. 32, núm. 8, pp. 1 369- 1 38 1 . Capítulo
3: "The Experience of Gender Change in Public Sector Organiza
tions, G e nder Work and Organization, 2006, vol. 1 3 , núm. 5, 435 -45 2 .
Capítulo 4 : "Change Among the Gatekeepers: Men, Masculinities
and Gender Equality in the Global Arena, Signs : ]ournal of Women in
Culture and Society, 2005 , vol. 30, núm. 3, pp. 1 80 1 - 1 825. Capítulo 5 :
"Embodying Serious Power: Managerial Masculinities i n the Secu
rity Sector", en Jeff Heam, Marina Blagojevic y Katherine Harrison
( eds . ) , Rethinking Transnational Men: Beyond, Between and Within
Nations, Nueva York, Routledge, 20 1 3 , pp. 45-58. Capítulo 6: "Ado
lescencia en la construcción de masculinidades contemporáneas", en
José Olavarría (coord. ) , Varones adolescentes : género, identidades y
sexualidades en América Latina, Santiago de Chile, FLACSO, 2003 , pp.
53 - 67 . Cap ítulo 7: "Der Sprüng über die Kontinente hinweg: Über
le gun gen zur Entwicklung van Erkenntnismethoden und Ansatzen
i n der M annlichkeitsforschung", en Brigitte Aulenbacher y Brigit
Riegraf ( eds . ) , Erkenntnis und Methode : Geschlechterforschung in Zei-
10
Emilia Perujo
Prefacio a la edición mexicana
Raewyn Connell
Sídney, marzo de 20 1 5
Prefacio
Raewyn Connell
Sídney, marzo de 20 13
PRIMERA PARTE
Dinámicas de género
1. La colonialidad del género
c orpori zados y d e los procesos d e clase, con todas sus profundas con
tradi cciones (por ejemplo, Messerschmidt 2004 ) . Pero esto también
se ap lica a escala mundial, donde tenemos que pensar acerca de un
gran número de cuerpos y en dinámicas sociales de una complej idad
i nti m idante.
Las ciencias sociales y las humanidades se han ocupado dema
si ado de las realidades, redes e identidades virtuales. Al abrir nuevas
p erspect ivas para los dilemas de la corporización, los estudios sobre
dis cap acidad pueden mostrar el camino que otros ámbitos podrían
segu ir.
Los estudios sobre discapacidad en la metrópoli combatieron muy
poderosamente el modelo médico al priorizar la experiencia de los
discapacitados. Trataron a las personas mismas como fuente de auto
ridad. Hacer esto a escala mundial es, por sí mismo, un movimiento
transformativo: se visibilizan nuevos actores sociales, se formulan
nuevas preguntas sobre la producción de la discapacidad. Se incor
poran al crisol cuestiones relativas a la estrategia.
Por ejemplo, el papel del Estado ha sido un tema importante en
el trabajo social y científico sobre la discapacidad en la metrópoli.
El Estado es clave para el poder de los modelos médicos: ha sido el
proveedor de servicios y ha definido o negado derechos. En los en
fo q ues posestructuralistas, las percepciones sobre la discapacidad se
han visto a través de los lentes de la gubemamentalidad y la nor
matividad (Tremain 2005 ) . El uso del poder estatal siempre ha sido
cuestionado en los estudios acerca del neoliberalismo.
Los temas acerca de la discapacidad y el Estado adquieren una
fo rma distinta con relación al Estado internacional y poscolonial. Las
N aci ones Unidas han sido la sede de las declaraciones de derechos
claves a nivel mundial, incluidos los derechos de los discapacitados.
Pero las acciones de las Naciones Unidas implican coaliciones ines
t ables de gobiernos, burocracias y organizaciones no gubernamenta
l es. En los países en desarrollo -dada la propensión de las élites
l o ca l es a rechazar los regímenes de derechos humanos al conside
rarl os imposiciones neocoloniales, y la disposición de los poderes
metropolitanos de atropellar los derechos humanos en busca de ga
n anc ias económicas y seguridad- es frecuente que sean las ONG y
no los Estados quienes promuevan las agendas de derechos. Pero in
cl us o las ONG más influyentes (Oxfam, por ej emplo ) están constre
ñ idas por el ambiente neoliberal que las financia y permeadas por las
c u lt uras profesionales del Norte global.
56 D inám i cas de género
Introducción
1 990 ) .
El Estado es un tema en la política de género, tanto porque las
instituciones estatales están profundamente inmersas en el orden
El e studio
g éne ro. ( Para otros informes del programa véase Schofield y Good
win 2 006, Connell en prensa. ) Los datos contenidos en este ensayo
pro vienen de las entrevistas llevadas a cabo durante un estudio de
ca mpo de regímenes de género en sitios de trabajo específicos.
El estudio examinó diez sitios: dos en cada una de las cinco depen
den cias. Las dependencias participantes fueron tanto dependencias
cent rales como dependencias ejecutivas. El estudio comprendió una
variedad de industrias y funciones gubernamentales, incluyó tanto
constituciones departamentales como corporativas, y varió notoria
mente en tamaño y organización interna. En cada dependencia se
escogió un sitio encargado de la administración central o de los pro
cesos de elaboración de políticas y otro sitio más directamente in
volucrado con la operación o la prestación del servicio. Este estudio
reflej a en un grado razonable la diversidad organizacional dentro del
sector público de NGS.
El trabajo de campo se llevó a cabo de mayo de 200 1 a octubre
de 2002. Buscamos entrevistar a personas de todos los niveles organi
z a c ionales dentro de cada sitio y de los principales grupos ocupa
cionales en su interior. Las entrevistas focalizadas cubrieron cuatro
dime nsi ones de las relaciones de género en el lugar de trabajo (divi
sió n del trabajo, autoridad, catexis y simbolismo; para las definiciones
v é ase Connell 2002 ) y también exploraron la conciliación entre tra
baj o y vida personal, trayectorias profesionales y programas de equi
d ad de género. Se preguntó a las personas participantes lo que sabían
ac erc a de los programas de equidad de género, así como sus perspec
t i vas respecto de los temas de equidad de género y muchas dieron
e x plicaciones detalladas de sus experiencias y problemas.
Las entrevistas hicieron hincapié en las prácticas y las experien
ci as, no solo en las actitudes. La mayoría de las entrevistas duraron
e ntre 40 y 80 minutos, y se grabaron con el consentimiento de los
Part ic ipantes. Se completaron y transcribieron 1 07 entrevistas. Dado
que el balance de género en los sitios de trabajo pequeños varía
co n siderablemente, no se hizo ningún intento para entrevistar igual
n ú mero de muj eres y de hombres en cada sitio, pero se entrevistó
64 D inámicas de género
se ctor púb lico. Hay una cantidad monstruosa de mujeres en trabajos de Direc
c ió n G eneral y Subdirección General. Yo creo que es un proceso inevitable.
�
El Sitio 8, por ej emplo, se ocupa de cuestiones de políticas en un a
dependencia en la que la reforma de género se ha debatido canden
temente en los años recientes. En contraste, el Sitio 2 realiza una
labor técnica en una dependencia de infraestructura que ha sido rees
tructurada sin aspavientos y en donde los temas de género, aunque
ciertamente presentes, están apagados. Estos contrastes pueden, por
lo tanto, reflej ar las subyacentes distinciones de clase entre profesio
nistas y trabaj adores manuales, así como el curso de la reforma de
género en dependencias específicas.
También hay grandes diferencias entre los individuos en un mis
mo lugar de trabajo. Algunos participantes tienen un conocimiento
sofisticado y minucioso de los temas de equidad de género. Otros solo
tienen una conciencia vaga y estereotipada. Es significativo, aunque
difícilmente sorprendente , que el conocimiento de las medidas de
equidad de género sea generalmente mayor entre las mujeres que en
tre los hombres.
Hay también un nivel de conciencia significativo, en diversos
sitios, de un programa de equidad de género que no existe. Un par
ticipante en el Sitio 10, una dependencia central, resaltó que: "Es
realmente importante poner atención al hecho de que la equidad de
género no quiere decir que uno le dé un puesto a una mujer cuando
ella no cuenta con el mismo mérito que tiene un candidato varón".
Pero esto es justamente lo que un número de participantes en
otros sitios cree que sí pasa en el sector público hoy en día. Un nú><
mero de participantes argumentaron, y algunos afirmaron saberlo por
experiencia propia, que hay un "sesgo" a favor de las mujeres en los
nombramientos, particularmente en los nombramientos de posicio
nes directivas. Ellos piensan que la posición de las muj eres se ha
mejorado mediante "artilugios" que socavan la selección conforme
al mérito. Eso lo creen principalmente los hombres. Algunos recono
cen que las mujeres estaban en desventaj a en el pasado, pero piensan
que ahora el péndulo se ha inclinado demasiado en la otra dirección .
La conciencia de las medidas de equidad de género no parece
depender mucho de las actividades educativas o de extensión for
mal. Al preguntarle qué programas formales o estrategias habían sido
puestas en operación en el Sitio 3 y tras pensarlo detenidamente,
un director solo pudo decir el nombre de una empleada que había
asistido a un curso de desarrollo profesional para muj eres. Los par
ticipantes en el Sitio 8, una agencia reguladora donde el nivel de
conciencia de género es bastante elevado, no pudieron recordar
Noticias desde el frente de b ata l la 67
Creo que nos dieron una plática como de una hora hace cinco años, por ins
truc c iones de la IOEA [Igualdad de oportunidad en el empleo y antidiscrimi
nación) . Una ley nueva que había salido. Y básicamente aparecieron unas
personas con un fólder grande y apantallante y con un montón de folletos muy
v istosos, y nos dieron uno a cada uno y escribieron unas cosas en el pizarrón.
Para entonces había 1 5 tipos en el cuarto y, ya sabes, empezaron las típicas fra
ses ingeniosas y las bromas y eso. Pero en realidad no nos hizo cambiar, porque
Otra empleada tiene un hijo que acaba de empezar la escuela, y eso le implica
a ella diferentes exigencias de tiempo. Ella ha negociado una carga de trabajo
<le j ornada parcial, en términos de horas. Pero la presión del trabajo implica
que su aportación aquí se vea comprometida [ . . . ) ha resultado ser muy difícil
para todos.
Probablemente la única cosa que me molesta un poco es este Foro de las Mu
jeres, o como sea que se llame. Creo que de verdad deberían deshacerse de eso,
y tener un foro como en el que estamos ahora [ . . ] en donde todos estemos
.
Esta crítica puede tener eco entre personas que de ninguna manera están
em p eñadas en una política de contraofensiva, quienes de hecho pue
d e n estar fuertemente convencidos de la equidad de género. Tómese
en cuenta, por ej emplo, a la directora que dice: "Yo no me veo a mí
mis m a como mujer o como blanca". Ella es tanto mujer como blanca.
Al hacer esta afirmación no está negando su identidad, sino diciendo
con convicción que el género y la raza deberían ser irrelevantes en la
v i da organizacional. Muchos participantes de muchos sitios estarían
de acuerdo. Uno debería tratar a las personas como individuos, no
co m o miembros de una categoría. Desde una posición como esta, los
programas categoriales de impulso serían de una legitimidad dudosa,
mien tras que las políticas flexibles de empleo tendrían sentido, dado
q ue a mplían las opciones de las que disponen los individuos.
La mayor parte de las críticas provienen de los hombres, pero de
n i ng una manera todas ellas. La crítica más poderosa a los procedi
rn i e ntos de denuncia de acoso sexual en todo el estudio provino de
un a mujer aborigen. No todos los hombres son críticos; en efecto,
h ay u n número significativo de hombres que respaldan con firmeza
t a nto las medidas de equidad de género como los princip ios. En casos
c o mo el del Sitio 1 0, una dependencia central con una alta propor
ci ó n de profesionistas, parece que la equidad de género se ha vuelto
P a r t e integral de un respaldo más amplio a la j usticia social y a las
70 D i námicas de género
Temas de hombres
Creo que las relaciones están cultural y étnicamente prejuiciadas. Porque ade
más de A, los hombres en este lugar, ya sabes, uno es de [un pafs europeo), uno
es de [un pafs asiático], B es de [un pafs asiático], y uno es gay. Asf que es como
si no . . . ellos son tipos de hombres totalmente distintos con quienes trabajar.
No estoy segura de cómo sería eso con algún sujeto de tipo machín.
A l t e r na tivamente,
podría pensarse en él co mo una distracción de
ot ros t em as de igualdad, tal como argumenta un director de alto nivel:
Tú puedes ser una chica de Abbotsleigh [una escuela privada de élite] y en
volv erte en la bandera de la acción afirmativa y muy fácilmente sobrepasar al
hombre aborigen de Wilcannia [un pueblo del interior remoto y semiárido de
Australia) [ . . ] La acción afirmativa es una filosofía egocentrista de la clase
.
E l género e s una cosa interesante, sabes. Porque, por u n lado intentamos una
sociedad sin género, todos somos iguales. Pero por el otro, hay todas estas cosas
constantes que dicen que las mujeres no son iguales a los hombres. Es un dilema
interesante. Porque en el ambiente de trabajo intentamos ser iguales, pero la
cultura de la comunidad es tan opresiva para las mujeres, sabes, y coloca a las
mujeres como objetos sexuales. Y eso es muy difícil de combatir.
j eres que el sector privado. El Estado ha sido más eficaz para promo
ver a las mujeres a altos cargos y es, por supuesto, el sitio del poder
para crear reglas que abarquen a toda la sociedad, como las leyes con
ra
t la discriminación.
Los datos de este estudio ofrecen cierto tipo de aliciente para
aquellas personas que libraron las batallas por la reforma de género.
L a equidad de género como principio es ampliamente aceptada a lo
largo del sector público de NOS. (Nuestras entrevistas se hicieron
con la profundidad suficiente para aseguramos de que esta no es solo
una opinión superficial.) Los programas principales son ampliamen
h o rn b res y los niños como de las mujeres y las niñas. Un ejem plo
c l á s ico se presenta en los dilemas de la conciliación entre trabajo y
v i da personal que involucra la responsabilidad de los hombres como
p a d res en relación con sus trabajos. Una masculinidad que valore
e l i n vo lu cramiento de los hombres con los niños se puede apoyar
m edia nte políticas de equidad de género bien diseñadas. Entre nues
tros pa rticipantes de NOS, las mujeres fueron quienes principalmente
uti l i za ron el permiso parental. Sin embargo, unos cuantos hombres
Lid s e c tor público de NOS también lo utilizaron y muchos más hubie
ra n podido hacerlo. En el resto del mundo hay modelos de permisos
p a re ntales que tienen un buen nivel de aceptación tanto de los pa
d res como de la madres. Al revisar las experiencias escandinavas de
l a reforma de género, Holter ( 2003 : 1 26 ) señala:
Con se mej ante enfoque podemos enfren tar, en vez de evadir, las
í c a s de "inj usticia" que se levantan en contra de los programas de
cr ti
ro in oci ón de las mujeres y mostrar cómo, en el contexto de las
rela
�i t
111es de género, tales medidas incrementan la justicia en el lugar de
t rah aj o .
También podemos mostrar cómo las políticas de equidad
d g ner , aunque se ocupan sobre todo de las inequidades que opri
e é o
!ll e n a las muj eres, pueden lógicamente ocuparse asimismo de las
d ifi c u lt ad es que afectan a los grupos de hombres.
La rel evancia del Estado en todo el proceso de la reforma de géne
ro req u i ere que pensemos, con más cuidado de lo que lo han hecho
us u a l me nte los discursos sobre políticas públicas, acerca de la gente
que constituye el personal de las dependencias estatales. Necesitamos
e x am inar sus posiciones en las relaciones de género y los compromi
sos c read os por sus situaciones. Este estudio ha demostrado el impacto
de las pasadas luchas de género sobre la actual fuerza laboral del sec
tor públ ico y ha rastreado algunos de los dilemas que enfrentan los
i n tegrantes de esta fuerza laboral actualmente. Espero que también
haya de mostrado -en este momento histórico extraño, cuando el
apoyo formal a la equidad de género nunca ha sido mayor, pero las
med idas específicas son frecuentemente atacadas y las dependencias
de equ idad de género reciben fuertes presiones-, que aún hay posi
b i l idades prácticas de crecimiento e innovación en la estrategia de la
reforma de género.
SEGUNDA PARTE
Introducción
7 ¡ O). A sim ismo, las cuestiones de salud masculina cada vez se discu
;cnO más desde una perspectiva de género (Hurrelmann y Kolip 2002 ) .
Aunado a estos debates ha habido un desarrollo notable de inves
r ü ; aci ones sobre las identidades y prácticas de género de los hombres,
L�s m asc u l inidades y los procesos sociales a través de los cuales se
c n n str uyen estas últimas. Se han creado revistas académicas para in
\'c sti gacio nes especializadas, se han organizado múltiples congresos
y se ha i n crementado el número de publicaciones sobre el tema a
n i vel internacional. Asimismo, hoy en día contamos con una com
pre ns i ón científica más sofisticada y detallada de las cuestiones de
] ns h o mbre s, la masculinidad y el género (Connell 2005 ) .
Esta serie de inquietudes está presente a nivel mundial. Los de
hates sobre violencia, patriarcado y formas de cambiar la conducta
Je los hombres se han suscitado en países tan distintos como la India,
Alemania, Canadá y Sudáfrica. Las cuestiones de sexualidad masculi
na y p a t e rnidad han sido discutidas e investigadas a lo largo y ancho
I nt e reses
divididos: apoyo y resistencia
lino ta
mbién han desempeñado un papel activo en la creación de
p rog r a m as educativos para niños y hombres jóvenes con la inten
ó
c i den apoyar la igualdad de género.
¡ Qué hay de las opiniones más generalizadas ? Encuestas de inves
tig i ón europeas revelan que no hay consenso entre hombres ni a
ac
favor ni en contra de la igualdad de género. En ocasiones surge un
pat rón tripartito, en el que una tercera parte de los hombres apoya
el c a m b i o hacia la igualdad, una tercera parte se opone, y una ter
cera parte se mantiene indecisa o neutra ( Holter 1 99 7 : 1 3 1 - 1 3 4 ) .
No obstante, l a evidencia proveniente d e las encuestas e n Estados
Uni d os, Alemania y J apón muestra una tendencia a largo plazo de
apoyo c reciente a la igualdad de género, en particular por parte
de las generaciones más jóvenes ( Mohwald 2002 ) .
Ex iste también evidencia significativa de l a resistencia d e hom
bres y niños al cambio en las relaciones de género. Las investiga
cio nes revelan niveles sustanciales de duda y oposición, en especial
e n tre ho mbres de mayor edad. El trabajo de investigación en lugares
de t ra b aj o y contextos corporativos gerenciales ha documentado
m uch os casos en que los hombres mantienen una cultura organi
za c i onal altamente masculinizada que es inhóspita para las mujeres.
E n a l gu nos casos hay una oposición activa a las medidas de igualdad
de gé nero , y en otros se perciben esfuerzos muy sutiles para socavar
las ( Co llin son y Heam 1 996 ) . La investigación en las escuelas tam
b i én h a e ncontrado casos de varones j óvenes que ejercen control
de l a v ida social informal, y dirigen su hostilidad contra las niñas y
con t ra aqu ellos niños que consideran diferentes ( Holland, Ramaza
nog l u , Sh arpe y Thomson 1 998) .
Alg unos hombres aceptan el principio de cambio, pero en la
Pr ác ti c a siguen comportándose de formas que preservan las desi
� u a l<lades
de género. En las sociedades con una fuerte segregación
e gé n ero , para los hombres p uede resultar difícil ident ificar alter
�<l ti vas o entender las experie ncias de las mujeres ( K andiyoti 1 994;
u l !e r 2 00 1 ; Meuser 2003 ) Otro tipo de oposición al cambio, más
.
92 Los hombres y las masc u l i n i dades
Bases esperanzadoras
reformas o las políticas de apoyo están bien diseñadas y dirigidas hacia el pro·
ceso cultural continuo de cambio, el apoyo activo de los hombres a la igualdad
de género se incrementa (Holter 2003 : 1 26).
s
�� razones para el cambio que perciben ? Las primeras afirmaciones
°1 ia n dar por sentado que los hombres tenían el mismo interés que
: lll uj e res por escapar de los roles de género restrictivos (véase Pal
e e l 972 ) . No obstante, las experiencias posteriores no confirman
s
n ta P o s tu ra, aunque es un hecho que niños y hombres tienen razo-
es u t
s s anc iales para apoyar el cambi o.
b En pri mer lugar, los homb res no son individuos aislados. Hom
re s Y n i
ños establecen relaciones sociales, muchas de ellas con mu-
94 Los hombres y las mascu l i n i dades
j eres y niñas: esposas, parej as, madres, tías, hij as, sobrinas, amigas,
compañeras de clase o de trabajo, colegas, vecinas, etcétera. La ca·
lidad de vida de cada hombre depende en gran medida de la calidad
de dichas relaciones; por lo tanto, podríamos hablar de un interés
relacional en la igualdad de género.
Por decir algo, grandes cantidades de hombres son padres, y al·
rededor de la mitad de su descendencia son niñas. Algunos de ellos
son cabeza de familia monoparental y están profundamente impli·
cados en los cuidados, lo que demuestra de manera definitiva que
los hombres también tienen capacidad de cuidar ( R isman 1 986).
Incluso muchos hombres con relaciones heterosexuales intactas
tienen relaciones estrechas con sus hijos e hij as, y las investigado·
nes psicológicas han demostrado que estos vínculos son funda·
mentales ( Kindler 2002 ) . Asimismo, en varias partes del mundo, los
hombres jóvenes exploran patrones de paternidad con mayor nivel
de involucramiento (Olavarría 200 1 ) . Para muchos hombres, la ne·
cesidad de garantizar que sus hij as crezcan en un mundo que l es
ofrezca seguridad, libertad y oportunidades para desarrollar sus ta·
lentos es razón suficiente para apoyar la igualdad de género.
En segunda instancia, los hombres también pueden querer evi·
tar los efectos tóxicos que el orden de género tiene sobre ellos. Hace
varias décadas, J ames Harrison ( 1 978) hizo una advertencia nota·
ble: "Peligro: el rol de género masculino puede ser dañino para la
salud". Desde entonces, las investigaciones sanitarias han documen·
tado problemas específicos de hombres y niños, entre ellos la muerte
prematura por accidentes, homicidios y suicidios; las lesiones labo·
rales; mayores niveles de abuso de drogas, en particular alcohol y
tabaco; y, en algunos países, una cierta reticencia a buscar ayuda
médica cuando se necesita. De hecho, los intentos de reafirmar una
masculinidad dominante y firme no han hecho más que reforzar al
gunas de estas prácticas tóxicas ( Hurrelmann y Kolip 2002 ) .
Las presiones sociales y económicas que experimentan los hom·
bres para competir en el trabajo, extender el horario de trabajo re·
munerado e incluso aceptar un segundo empleo están entre las más
poderosas limitaciones para lograr una reforma de género. El deseo
de alcanzar un mejor equilibrio entre trabajo y vida personal es bas
tante generalizado entre los hombres que trabajan. Por otro lado, en
los lugares donde las tasas de desempleo son elevadas, la falta de
un trabajo remunerado puede ser una presión dañina para aquellos
hombres que han crecido con la expectativa de convertirse en pro·
Cambio de g uard ia 95
cio p
de l ti s h o m bres (Widersprüche 1 998; Morrell 200 1 a ) .
E n t erc er lugar, los hombres podrían apoyar l a reforma d e géne
ro p c o ns
or iderarla relevante para el bienestar de la comunidad en
la q u e viv en. En situaciones de pobreza masiva y desempleo genera
li za d o --c o mo en ciudades de países en vías de desarrollo-- , la flexi
bi l idad en la división sexual del trabajo puede resultar crucial para la
s u p e rviv enc i a de los hogares. La película de Rahul Roy Sund.er Nagri
(La be lla c i udad) ofrece un ejemplo asombroso de este dilema entre
las fa m i li as de clase trabajadora en la India.
Quitarle rigidez a las masculinidades también podría brindar be
neficios en términos de seguridad. Como argumenta Cynthia Cock
bu r n ( 20 1 0 ) , las relaciones de género se vinculan causalmente con
l a m il ita r i zac ión y la guerra. Y tanto hombres como mujeres están
inte resados en lograr la paz.
Por último, los hombres podrían apoyar la reforma de género por
que la i gua l d ad de género se deriva de sus propios principios polí
t icos o é t i c os : convicciones religiosas, socialistas o democráticas.
J. S . Mill defendía la igualdad de género con base en principios
li b e r al es clásicos; Ali Shariati, por su parte, lo hacía con base en
p r in cipios coránicos. En pocas palabras, la idea de la igualdad de los de
rec h o s h uma nos sigue teniendo credibilidad entre grupos grandes
d e h ombres .
com pro met idos con la igualdad de género, pero en cualquier caso
la s uya es una postura asediada. Para lograr avances en materia de
igualdad de género, es fundamental contar con el apoyo de hombres
en las al tas esferas del poder, el cual no siempre se otorgará de forma
fidedigna.
Una razón por la cual es difícil ampliar la oposición de los hom
b res al s e x i smo es por el papel que desempeñan los hombres alta
mente conservadores como autoridades culturales y gerenciales. Las
agru p aciones religiosas más poderosas del cristianismo, el islamismo
Y el b ud i smo son controladas por hombres que muchas veces exclu
y e n por completo a las mujeres. La iglesia católica, por ejemplo, se
n ieg a enérgic amente a ordenar mujeres sacerdotes, e incluso el papa
ha d en u nci ado el concepto mismo de género. De igual modo, las
or gan izaciones mediáticas transnacionales, como el imperio mediá
ti co M u rdoch (Fox ) , desempeñan un papel activo en la promoción
de l a id eología conservadora de género.
Los hombres y sus intereses también son centrales dentro del
cre ci e nte ámbito del deporte comercial. El negocio de los deportes
-c uy o i nterés está puesto en los atletas de sexo masculino; en la
c el e b raci ón de la fuerza física, la dominación y el éxito competiti
v o ; en la mercantilización de los comentaristas y ej ecutivos, y en
l a marg inación y ridiculización constante de las muj eres- se ha
c onve nido en un sitio cada vez más importante de representación
Y d efi nic ió n de géne ro. No se trata del patriarc ado tradicional; se
Introducción
Q
uienes plantearon el cuestionamiento sobre la relación entre
masculinidad y procesos sociales mundiales -imperialismo,
colonialismo y relaciones de poder contemporáneas- fue
ron escr itores del hemisferio sur -Paz ( 1 950), Fanon ( 1 95 2 ) y sobre
todo Nandy ( 1 983 ) . En este artículo examino una pequeña parte de
es t e tema a través de una tecnología de investigación proveniente del
hemisferio norte y de algunas conclusiones tomadas de investigacio
nes internacionales en ciencias sociales sobre la masculinidad, la cual
se ha consolidado como un campo en sí mismo dentro de los estu
d ios de género.
En los estudios sobre masculinidades, durante mucho tiempo, ha
h a h i d una línea de interés en las masculinidades de las élites (Co
o
ll inson et al . 1 990; Mulholland 1 996; Donaldson y Poyting 200 7 ) .
Es t o e s consecuencia d e l a inquietud feminista acerca d e l a relación
en tre hombres, masculinidad y poder, pues tiene sentido examinar
la s p r á c ti c as de género en situaciones en las que se concentra el
pod er social . Hemos aprendido de estudios de caso, como el que
hi zo Me sserschmidt ( 1 99 7 ) sobre el conflicto gerencial previo al
e s s t re
d a del transbordador espacial, a estar al tanto de las diferencias
en tr e l os patrones de masculinidad de las élites y las posibilidades
d e camb i o.
Reconocer la importancia de las corporaciones transnacionales
Y l os merc ados mundiales en las sociedades contemporáneas deriva
e n un a inquietud esp ecífica sobre la configuración de las masculi
n id ad es en los nivel es gerenciales de la econo mía corporativa en
condiciones de globali zación neoliberal (Waj cman 1 999; Braedle y
104 Los hombres y las mascu l i n i dades
Noel señala que esta industria ha ido creciendo muy rápido. En todo
el p aís , la industria de la seguridad contrata alrededor de 200,000
Pe rsonas, muchas de las cuales trabajaban antes en la policía o co
rno gu ardias en las pri siones. Esto le agrada a Noel, pues "tienen un
1 06 Los hombres y las masc u l i n i dades
n pu l
: sió n marcada hacia las tecnologías d e l a información, como el
t vistado que comenzó a preocuparse por el futuro de la milicia la
e n re
r i mera vez que conoció a un general que tenía una computadora en
�u e scritorio. La mayoría son usuarios competentes de tecnologías de
1
¡, c omun icación, como Peter, un superintendente de la policía, quien
e s t i ma que "recibes un promedio de 1 50 correos electrónicos dia
r io s ; so n una pesadilla, así que por lo regular intento sacármelos de
en c ima lo más rápido posible". Y los oficiales de la milicia están fa
mi l iar izados con los canales de comunicación encriptados que usan
s u s s erv icios para operar, pero hasta ahí llega su pericia tecnológica.
c ina que los lleva a la escuela; luego trabaja durante todo el día, a tal
grado que almuerza y toma café en su escritorio. Para cuando llega a
c as a , ayuda a su esposa a darles de cenar a sus hijos y los arropa en la
c a m a , exhausto. Escribe y contesta gran cantidad de correos electró
n i c os, y señala que "también tenemos otros mecanismos de comuni
cació n , el mejor es el teléfono". No hay indicación de que haga uso
d e bases de datos ni de programas computacionales complejos.
· J ack se reúne con un grupo de sus subalternos directos: menciona
'1 c i n co de ellos en la entrevista, cada uno se encarga de una de las
o p e rac i ones en el exterior que Jack es responsable de supervisar. Asi
rn i smo, debe lidiar a diario con las unidades externas. Es un proceso
l a b o r al complejo. En palabras de Philippa, otra oficial militar de me
d ia no rango: " Hay un montón de cosas que hacer, y debes ser capaz
de pasar de una a otra con facilidad " . También es un trabaj o muy
1 08 Los hombres y las mascu l in idades
as formas de la globalización
L
f)ue na p arte del trabajo descrito por Peter y Gerard parece ser com
J ack, un oficial del mismo nivel pero de otro servicio, hizo un análisis
m:í s a g u do Es muy consciente de que el gobierno australiano inten
.
Aunque era un trabajo de oficina, la realidad es que cada vez que sales a dar una
caminata te cruzas con delincuentes. De hecho, hace como unos cuatro años
tuve que someter a un tipo que traía un arma en un estacionamiento. Por el
simple hecho de traer uniforme se espera que hagas cienas cosas, así que creo
que tenemos la responsabilidad de mantenemos un poco en forma.
Los empleos para el transporte de dinero han aumentado mucho en los últi
mos diez años, y es sorprendente la cantidad de dinero que hay para transpor
tar. Sin duda es un trabajo potencialmente peligroso, y de nuevo descubres que
hay muy, muy pocas mujeres que querrían estar dentro de las camionetas blin
dadas. Luego está el trabajo tecnológico [ . . . ] Ese es primordialmente masculi
no [ . . ] La industria de la seguridad está cambiando, pero hay muchos trabajos
en l os que te toca caminar solo por un callejón oscuro a las tres de la mañana.
.
Sostengo la postura de que hay tres cosas que los soldados deben ser capaces
de hacer, sin importar su sexo. Deben ser físicamente capaces de concluir el
trabajo, ser intelectualmente capaces de realizarlo y estar psicológicamente
preparados para él. Ahora bien, si hay una mujer que sea físicamente capaz de
cargar 70 kilos sobre la espalda y marchar 40 kilómetros, si tiene la capacidad
intelectual para tomar decisiones y dirigir a la gente al mismo tiempo que
realiza esa actividad, y está psicológicamente dispuesta a matar a otros seres
humanos para protegerse y proteger a su equipo, entonces bien podría ser co
mandante de sección de la infantería. Sin embargo, hasta el momento no es
probable que haya muchas mujeres que quieran hacerlo o que puedan hacerlo.
Solías trabajar; cada tres semanas, trabajabas siete días en el tumo nocturno, y
luego de esos siete días de trabajo nocturno podías irte al bar y tomar un trago
y comer algo, hablar sobre lo que había ocurrido y ponerte al corriente con los
chismes de los polis de los otros tumos que trabajaban en el resto de la ciudad.
Eran buenos tiempos, porque podías compartir experiencias.
Mientras he estado ahí, se ha ido haciendo cada vez menos orientado hacia los
hombres. ¡A qué me refiero ? Supongo que a la mentalidad masculina de un
mundo de hombres, porque, seamos francos: muchas de las cosas militares im
pulsadas por la testosterona son así, atraen más a hombres que a mujeres. Creo
que hemos llegado a entender que el punto de vista femenino es tan valioso
como cualquier otro.
Conclusión
tl ldo a través del merc ado ) debilita las culturas ocupacionales gene
r i z a das de antaño. No obstante, la necesidad que tiene el capitalis-
1 20 Los hombres y las mascu l i n idades
Adolescencia
Cuerpos jóvenes
En realidad son muy pocos los hombres que logran empre nder
una carrera deportiva profesional, y quienes lo hacen tienen altas pro·
habilidades de padecer enfermedades crónicas en el futuro (Messner
1 992 ) . La práctica deportiva por lo regular conlleva lesiones, y a ello
se suma la presión social que soportan los hombres j óvenes de mos·
trarse duros, negar el dolor y j ugar a pesar de estar lesionados. Esto
obliga a los deportistas a desconectarse de su experiencia corporal
(White et al . 1 995 ) y contribuye a un creciente problema de salud
masculina que es la tendencia a negar la enfermedad y a no aprove·
char los servicios de salud de atención primaria. En la edad adulta,
la mayoría de los hombres ni siquiera obtienen los beneficios del
ejercicio, pues muchos se vinculan con el deporte solo como e spec·
tadores, principalmente a través de medios televisivos.
Investigaciones realizadas en los sectores salud y educativo han
generado gran cantidad de información sobre cómo los años de la
adol e scencia son formativos para otro tipo de prácticas corporales:
consumo de alcohol y violencia, entre otras. Algunas de estas inves·
tigaciones minimizan la dimensión de género, como los estudios so·
bre bullying en las escuelas. No obstante, hay otros estudios sobre
violencia en la j uventud que enfatizan esta dimensión de género y
consideran que la labor educativa en cuestiones de masculinidad es
crucial para la prevención (Wolfl 200 1 ) .
E n l a adolescencia, l a concretización d e l a masculinidad toma
nuevas formas y avanza en dirección a patrones de adultez. Ahora
bien, no se trata de un proceso estandarizado que siga un camino pre·
determinado. Las prácticas corporales, como los encuentros sexuales
y los deportes, se convierten en importantes mecanismos de diferen·
ciación entre niños y hombres j óvenes, en lugares de consolidación
de las masculinidades hegemónicas y subordinadas.
Irónicamente, las prácticas corporales que suelen adoptar los mu·
chachos que se precipitan a alcanzar la adultez y adquirir pre stigio
masculino entre sus pares son aquellas que tienen efectos más tóxi·
cos en sus cuerpos: tabaquismo, imprudencia al volante, viole ncia
física y sexo sin protección. En un contexto de pobreza comunitaria
y una creciente prevalencia del VIH, como se observa en el estudio
etnográfico de Katharine Wood y Rachel Jewkes ( 200 1 ) realizado
con jóvenes xhosa en Sudáfrica, las consecuencias pueden ser leta·
les, no solo para los muchachos, sino también para las j óvene s que
forman parte de sus vidas.
C recer en masc u l ino 1 27
fn r r e la s
presion � s que soportan los jóv � n� s acaud�lados está? el
,
¡ .;[ a m e nto emocional de los padres, un reg1men deliberado de en
i
� t; r c c i m i e nto", una sensación de distanciamiento del resto de la so
c icLlad y la dificultad para entablar relaciones cercanas y confiables.
Par t e de esta formación proviene de escuelas privadas de élite.
p r o ye cto de las familias adineradas de conservar su riqueza y la
El
c o n s t ru cc i ón de las masculinidades de sus hijos varones se entrete
jen en instituciones que propagan las divisiones sociales. Este pro
c eso es bastante evidente en el magnífico estudio histórico que hace
R o hert Morrell de los jóvenes de Natal en From Boys to Gentlemen
( D e n i ños a caballeros ) ( 200 1 b ) . En la región pastoril de esta colo
n i a sudafricana, los terratenientes británicos crearon un sistema de
e scuelas secundarias para varones. A través de un régimen jerárqui
co y c r uel, dichas escuelas definieron una masculinidad dominante
a nar la masculinidad
¡m gi
Conclusión
El momento etnográfico
'
c i t in del capital y los mercados de divisas de los principales poderes
c c t i n ó m icos, y las corporaciones multinacionales habían adoptado
c :; rr a t e gias para allegarse componentes provenientes de fuentes in
r c rn a c io nales, lo cual implicaba una descentralización global de la
n1 cción industrial. Las economías de bajos salarios, así como zo-
r du
11,1, d e desarrollo en México, China, el sur de Asia y otras regiones,
c o b r a ron repentinamente gran importancia para las estrategias de
Li s p r i n cipales corporaciones, y emergieron cinturones industriales
p or doquier: en la región del Ruhr, en el norte de Inglaterra, en
Pcn ns ylvania.
En la década de 1 980, la prensa especializada en negocios comen
:t'1 a emplear el término globalización como una forma de resumir esas
transformaciones. Ese concepto se fortaleció gracias al surgimiento de
la ideología y la política neoliberales que, desde fines de la década
de 1 970, dirigían el crecimiento del comercio internacional y, hasta
c i e r t o punto, homologaban las políticas de diferentes países. En la
década de 1 990 la idea fue recogida por sociólogos y teóricos de
l a c u l t ura . Pronto se popularizó, y así surgió un tipo de investigación
e n tomo a la nueva forma de sociedad que, se suponía, estaba pro
y contribuía a su conformación.
Y si eso era cierto respecto del imperialismo, ¿no lo era también
de su descendiente directo, el sistema contemporáneo del capitalis
mo global ? Así, tanto la investigación historiográfica como los pro
h l e m as que surgen de la aplicación del método etnográfico en la
act u alidad convergen en el concepto de ámbitos de interacción social
e n e l e spacio transnacional -entre los cuales se hallan, por ej em
plo, las instituciones de los negocios, la política y la comunicación
t r ansnacionales- en cuanto áreas configuradas de antemano por un
d ete rminado orden de género. Los regímenes de género de esas ins
tit uciones están abiertos al estudio, el orden de género de la totalidad
d el espacio transnacional tiene que ser mapeado y, como parte de
es e esfu erzo, las masculinidades que se construyen en esos ámbitos
re qui eren ser investigadas.
P res tar atención a las sociedades, las culturas y las historias más allá
de la metrópoli posibilita un cambio epistemológico. El feminismo se
P e rc a tó de ello durante las conferencias de la Década de la Mujer de
l a s Naciones U nidas. En esos encuentros, las mujeres de la metró
poli global deb ían enfrentar con frecuencia el hecho de que mujeres
provenientes de otras partes del mundo no compartieran sus puntos
1 48 Los hom bres y las mascu l i n idades
Mujeres transexuales
8. Dos latas de pintura:
una historia de vida transexual
Una e ntrevista
<l
l , ,11u és- y también se han transformado las lecturas culturales so-
¡,re l a cransexualidad. Ahora intentaré satisfacer el deseo de Robyn.
·
Ser un hombre
madre, quien murió cuando Jack tenía dos años de edad. Jack se crió
e n v arios hogares de acogida; su padre se mantenía en contacto con
Pero esas son solo bromas. Robyn no se las toma en serio . La 86_
lida narrativa principal es la de haber crecido franca y llan arnent
t
como muchacho y haberse convertido en un hombre comp etente
incluso exitoso. La dificultad que Jack enfrentaba no se relac ionabe
con el género, sino con la economía, puesto que creció durante 1:
Gran Depresión. Su padre --empobrecido, errabundo y seguramente
muy deprimido a raíz de la muerte de su esposa- no podía pagar una
educación de tiempo completo. Como la mayoría de los mucha
chos australianos de su generación, Jack dejó la escuela secundaria
al poco tiempo de comenzarla, e ingresó a la fuerza de trabajo. Tuvo
suerte suficiente como para aprender un oficio, y así llegó a ser pro
veedor de la industria metalúrgica a principios de la Segunda Guerra
Mundial.
El hecho de tener una ocupación protegida lo mantuvo fuera de
las fuerzas armadas. Robyn cuenta que se presentó como voluntario
para la Fuerza Aérea y que después fue llamado a enrolarse en el ejér
cito, pero que siempre se canceló su alistamiento. Jack trabajó durante
la guerra haciendo equipo industrial de diverso tipo, principalmen
te para refrigeración. Por eso se encontraba bien colocado cuando
comenzó el auge de la industria y la construcción después de la gue
rra. Durante casi 20 años, desde el fin de la guerra, Jack trabajó en esas
industrias fuertemente masculinizadas y fue ascendiendo de asistente
a proveedor, a capataz y a posiciones de dirección. De acuerdo con
su relato, él lo disfrutaba:
rnn te esa crisis: "Cuando la llevé por primera vez al hospital las en
fermeras dijeron: 'No lo queremos por aquí, este es un hospital de
seí"1 oras' , y me echaron fuera".
Después de ese episodio, la parej a adoptó dos niños, uno de los
rnales resultó tener problemas crónicos de salud y de desarrollo.
Así, el matrimonio se atuvo a las convenciones pero, según el
re lato de Robyn, nunca fue muy feliz. No había una fuerte conexión
sex u al , y Jack resentía que Meg prestara más atención a su familia
Je origen que a él. Las largas jornadas de trabajo mantenían a Jack
alej ado de la vida familiar y de sus amistades. Las presiones econó
micas se agudizaron cuando un alto ejecutivo con intenciones moder
nizadoras expulsó de la compañía de ingeniería a todos los gerentes
q ue carecían de estudios universitarios. Eso puso fin a la carrera de
J a ck: se replegó al negocio de los taxis y se convirtió en propietario,
ad emás de conductor. Pero había problemas severos en ese negocio.
Rob yn describe con luj o de detalles una mezcla de corrupción, in
t i midación y burocracia enteramente verosímil si se consideran las
c ond i ciones de Sídney en los años sesenta. Y Meg no parecía ofrecer
m ucho apoyo.
Después de atravesar épocas difíciles, la parej a decidió separarse
' 1 l os
2 0 años de matrimonio. Jack se mudó de su casa de los suburbios
ut ra vez a la ciudad, y retuvo el negocio de los taxis en el acuerdo de
d i v o rcio. La separación no parece haber sido particularmente amar
g a , pero muy pronto le seguiría algo grande.
E l cambio
que rer ser mujer, me parecerá muy bien. Pero si no puedes, le dije,
h az la operación."
[3] Poco a poco , travestirme por completo. Robyn proporciona deta
l l es sobre la manera en que aprendió a vestirse y a presentarse como
inuj e r. Primero lo hizo en secreto y luego comenzó a usar algunas
P r e ndas de muj er en público; luego osciló entre prendas femeni
nas y prendas masculinas, y después comenzó a usar siempre las fe
rn e ni nas. Reconoce con ironía que fue un proceso de aprendizaje:
"C uando comencé a transitarlo, antes de mi cirugía, me vestía con
exageración, presumía, derrochaba el dinero. Eso era muy caro, me
co s taba una fortuna vestirme".
Sus fotografías y comentarios la muestran llevando una peluca
al principio de la transición para parecer mujer. También osciló a ese
r e specto, p ero fi nalmente se dejó crecer el cabello y acudió a un
1 62 M ujeres tra nsexua les
Esa soy yo como mujer. Esa soy yo como mujer con mi propio pelo, en mi traje
de baño. Ahí puedes ver mis pechos, tengo la división en el escote --esta se
tomó hace algunos años. Y acá estoy otra vez como mujer. M ira: de pronto
me estoy haciendo vieja y puedes ver mis cambios.
Yo no cambié de hombre a mujer porque dijera " ¡ Ah, hijo de puta ! Aho
quiero ser mujer". Yo estaba contento [como hombre] . Cuando me divorci �
me dije: "Bueno, esto está bien, ahora me voy de viaje al extranjero .. . voy �
disfrutar la vida". Pero no tuve oportunidad. De repente, mi cuerpo dij o: '"No
te vas a ir; vas a ser una maldita mujer; tienes que ser una mujer".
Conocí a varias de ellas, y resultó que algunas tenían mucho éxito en los ne.
godos. Así me di cuenta de que yo no era una ning-nong [una idiota] . Tambié
me di cuenta de que estaba pasando por un cambio traumático, pero sab ía que
n
esas amigas ya habían pasado por él, y me dieron ayuda, bueno, no necesaria.
mente mucha ayuda, pero me apoyaron porque estuvieron ahí.
Ahí estoy cambiando. Mira eso, mira cómo mi cara estaba adelgazando. Y ahí de
nuevo, mira nomás: para entonces ya me había dejado crecer el pelo, estaba
cambiando en serio, poco a poco. Ahí estoy yo, y ahí, y ahí. Así que ahí tienes,
ya viste.
Tengo suerte de haber podido atravesar la crisis de hombre a mujer. Ahora soy
mujer, camino por la calle y me importa un carajo. Hay hombres que me han
dicho "amor" y "querida" y esas cosas, de modo que ya paso claramente como
muj er, y eso me sienta muy bien.
Todo lo que le preocupa hoy en día a Robyn son los efectos de la edad.
Está j ubilada y tiene menos dinero. Su problema de cadera reduce su
movilidad. Su pelo ha encanecido y el envejecimiento parece haber
endurecido sus facciones. Le preocupa un poquito que esto pueda
hacerla ver más masculina de nuevo, pero se lo toma con filosofía:
" ¡ Cuántos hombres parecen mujeres y cuántas mujeres parecen hom
h re s ! " . De ser necesario, ella puede probar lo que es.
una habitación propia. Ella tiene todo eso gracias a su propio esfuerzo ·
Las mujeres aman de corazón, desde el alma; los hombres, no. Con los hombres
la cosa es canija. Tienen que obtener trofeos; su esposa es un trofeo que pue
den presumir ante los muchachos: "Miren lo que conseguí, chicos, atrapé un
pájaro". Yo sé cómo piensan porque fui hombre. " ¡ Mira qué culo ! ¡Cómo me
gustaría tenerlo! ¡Y esas piernas [ . . . ) ! " ¡Sabes ? Yo sé cómo hablan, yo sé cómo
piensan. Yo lo detestaba, porque obviamente era diferente.
�
en los álbumes de fotografías. Así, la parte de la historia de trans ic i
que pudo haber implicado dolor y pérdida para otras personas est �
ausente ( véase Howey 2002, a propósito de la experiencia de una
hij a ) . Había también algunas singularidades en la fragmentari a h is
toria médica de Robyn que podrían ser síntoma de una agitación per
sonal más aguda durante la transición que la que ahora le intere s aba
a ella describir.
Pero no me corresponde a mí hacer un peritaje legal ni una inter
pretación psiquiátrica de las evidencias que Robyn aporta. Las pr in
cipales líneas de su historia de vida son perfectamente verosímil es
su narración está sólidamente arraigada en la historia y la geografí �
de una ciudad que conozco bien, y la fuerza de su deseo de relatar lo
ocurrido es patente. Le correspondía a ella elegir los términos en los
que quería relatar su historia.
En estas circunstancias, ¿puedo hacer lo que desde el princ ipio
ella me pidió que hiciera? "Quiero que la gente se dé cuenta de que
las personas transexuales somos tan normales como cualquiera, pero
que, por alguna razón desconocida -fisiológica, psicológica o de
cualquier otro tipo--, nos hemos transformado en mujeres".
Sin duda, Jack no era sino "una persona normal". Ningún aspecto
importante de su vida como varón era extraño para su generación: ni
su aprendizaj e, ni su trabajo en industrias y negocios masculin izados,
ni su convencional matrimonio, ni su desempeño como proveed or
habitante de los suburbios, agotado por el exceso de trabajo. Si ana
lizamos el relato buscando claves etiológicas, podríamos encon
trar algunas. Entre ellas estarían, quizá, la pérdida temp rana de la
madre, la compasión por un padre débil y el rechazo del vulgar len
guaje misógino del entorno fabril. Pero ninguna de esas experienc i�
es realmente excepcional, ni siquiera en combinación con otras , �1
nos atenemos a lo que hoy sabemos sobre la complej idad y mult ip.h
cidad de los patrones de masculinidad. Pocas personas que conoc ie
ron a Jack alrededor de 1 965 podrían haber predicho que en pocos
años más comenzaría su transición de género. Para Robyn, la c ausa
es desconocida.
¡
Y lo mismo le oc urre actualmente a la inv estigación profe si00ª
sobre la transexualidad. Las causas del fenóm eno que se sug ie r er
como probables van de las madres abrumado ras a las diferenc ias en a
estructura cerebral de los transexuales, pero ninguna de ellas se s u5'
Dos latas de pintura . U n a historia de vida tra n sexual 171
La trampa psicoanalítica
d o las que tienen con cónyuges e hijos- para las decisiones que
deben tomar.
Todo lo anterior hace del trabajo de Chiland el análisis más
elaborado sobre la transexualidad en la literatura psiquiátrica, una
d i scusión notable por su profundidad, perspicacia y realismo. Con
todo, sus implicaciones políticas y sus ideas terapéuticas resultan muy
problemáticas.
Chiland percibe el surgimiento de la transexualidad en el siglo
x x como un ejemplo destacado del desmesurado orgullo de la socie
dad moderna. La autora ve a las personas transexuales mismas como
víctimas voluntarias del delirio colectivo de la omnipotencia tecno
lt'J gi ca. En Le transsexualisme, un breve libro muy popular que publi
c(J po cos años después, Chiland hace más explícitas sus posiciones
p olít icas. Ese libro constituye un ataque fundado contra la idea de
la t ra ns ición: "A esta demanda enloquecida, los médicos responden
c o n un a oferta descabellada" (Chiland 2005 : 1 5 ) .
En ese segundo libro las personas transexuales aparecen más enér
g i camente descritas como ignorantes, ilusas y falsas aunque, también,
C t l ffi o
seres que experimentan un profundo sufrimiento. La interven
c ión médica se presenta como una forma de mitigar ese sufrimiento,
a u nque en ocasiones tenga resultados grotescos o catastróficos. Des
J e l a perspectiva de Chiland, los "grupos militantes", es decir, los ac
tivistas transexuales, no saben lo que hacen ( 2005 : 75 ) . No sorprende,
P ues, que los grupos de activistas transexuales de París hayan cues
tion ado intensamente a Chiland (véase, por ejemplo, <http://syndro
tnede benj am in. free .fr/textes/englishtexts/hbigda2003 uk.htm > ) .
1 86 M ujeres tra nsexua l es
s
equivoca) . Pero el feminismo de esta autora se plantea en el rnar ºe
de un modelo de género para el cual (haciendo de lado las situ aci·c
0-
nes de intersexualidad ) la dicotomía reproductiva del sex o consti -
tuye la verdad última, y en el que la "sabiduría" humana cons iste
en aceptar esa verdad. Ese debería ser, a su juicio, el objetivo de la
terapia que se ofrece, por ejemplo, a niños con problemas de género
[gender�variant] -a saber, "lograr que acepten el sexo con el que
nacieron" (Chiland 2009: 5 2 ) . La solución que Chiland propone al
complicado asunto de la transexualidad en su totalidad consiste , en
última instancia, en restaurar el respeto hacia lo que ella percibe
como las diferencias naturales del sexo y la procreación, cualquiera
que sea su costo en dolor para los individuos.
En contraste con la perspectiva técnica que se advierte en los
textos norteamericanos, podríamos definir la posición de Chiland
como una visión trágica de la transexualidad. Y esa visión trágica co
loca a Chiland, en tanto terapeuta, en una trampa. Ella piensa que la
transición asistida médicamente es un error o, a lo sumo, un palia
tivo, en términos culturales. Pero sabe que, por lo general, resulta
imposible aplicar el psicoanálisis. Esta tensión aporta fuerza a los
textos de Chiland, pero la enfrenta a los proyectos terapéuticos de
sus pacientes. Como ella misma observa con tristeza, "la psicotera·
pia de ese tal desorden es verdaderamente difícil" ( 2003 : 1 46) .
Y el proceso no es solo difícil para el paciente, sino también emo ·
cionalmente complicado para el terapeuta. La honestidad de Chi!and
a este respecto es notable: "No es fácil negociar la contra-transferen·
cia" ( 2003 : 1 48). No se encuentra con frecuencia esa hones tidad en
la literatura psiquiátrica. Con todo, ha sido tratada en un ensayo so·
bresaliente publicado recientemente por Angela King ( 20 1 1 ) , qu ien
analiza las emociones cambiantes y en ocasiones hostiles de l te ra ·
peuta hacia su paciente transexual.
Stoller, Blanchard y Chiland no son los únicos teóric os d e la
psiquiatría que abordan la transexualidad, pero su trabajo se encue n '
tra entre los más notables y proporciona un punto de parti da para
reflexionar sobre la naturaleza de este campo. La psiquiatría sigue te '
niendo mucha importancia práctica en la v ida de las personas tra� ·
sexuales debido a que los psiquiatras siguen prestando un s e rv i c}º
como guardianes de la transici ón médicamente asistida. H o y en d i a .
en muchos lugares esa funci ón se encu entr a a salvo de la e strech a
Excepcional mente cuerdas 1 87
¡,1 s p ers onas transexuales. Hay una suerte de terror que acompaña a
Li rran sición, del que da cuenta con mucha exactitud el trabajo de
Ch il and -y, en la generación previa, el de Benj amin. Parte de este
rcrror obedece al temor a la locura, lo que, desde luego, es algo que la
c l a s i ficación psiquiátrica confirma. Otra parte reside en el temor
,le p erder el sostén social que la mayoría de la gente deposita en el
n rdc n de género. Es posible perder a la familia, los amigos y los aman
t e s . La tasa de suicidio es alta.
Este terror no es en sí mismo patológico; puede suponer una
a
ev luación perfectamente realista de la situación social. La etiología
fija en su lugar la idea de patología. Y en esto estriba el proble
m a intelectual decisivo de la función de la psiquiatría en los temas
que conciernen a la transexualidad. El concepto de etiología reflej a
una idea particular de la causalidad, permitiendo a los psiquiatras que
entienden los mecanismos causales intervenir con autoridad en la
vida de las personas transexuales. Pero en las vidas transexuales nos
encontramos con algo que no puede ser representado en términos me
e<ínicos. Nos enfrentamos con una interacción --que se desarrolla
a lo largo de toda la vida- entre corporización, conducta personal,
'e raza y edad, por mencionar solo las que tienen impor-
(llf r ialismo,
1 11 i1 c a inmediata. Importa enormemente si una persona se somete
¡,
'1 l t
. n
u bio de sexo en una situación de opulencia y seguridad, o si lo
1,] ,1 c e en una situación de pobreza y precariedad. Esto es lo que se
L. l 1
11 oce en ocasiones como "interseccionalidad"; pero ese término es
k 111 asiado estático para la interacción dinámica de las estructuras
,
,1u c co nstantemente se raen, se exacerban y se constituyen mutua
nie nte . Las vidas transexuales ofrecen ejemplos dramáticos de este
,J i n ;1 mis mo. Las personas jóvenes que se encaminan hacia el cambio
de sexo pueden ser expulsadas de sus escuelas y familias, y terminar
e n la m ás absoluta pobreza, una transición de clase producto de la
o presi va dinámica de género.
Una psicología capaz de apoyar la acción en contextos de opre
sit'm t iene muchas raíces, y una de las más importantes entre ellas es la
p s i co l og ía crítica del colonialismo, que se remonta a Fanon ( 1 95 2 ) .
L a psicología radical encuentra s u expresión reciente más potente en
la "psicología de la liberación" ( Montero 2007 ) , que surgió en Amé
rica Central en la década de 1 980, en un contexto de depauperación
mas i va, violencia política y poder neocolonial. La psicología de la
liberación se interesa centralmente en la praxis, es decir, en las ac
cio nes necesarias para transformar las realidades opresivas mediante
la a c c i ón compartida, desde abajo (Osario 2009 ) .
Considérese, por ejemplo, l a situación de las sista girls1 en la co
m unidad indígena de las islas Melville y Bathurst en Australia ( Har
v e y 20 1 0) . Ellas enfrentan una lucha por el reconocimiento, dado
que los colonizadores impusieron el cristianismo desplazando las tra
J ic i o n e s indígenas, que reconocían el cambio de sexo. Asimismo,
exp eri mentan violencia y ha habido suicidios. Las sista girls también
h<1c en frente a otros desafíos al intentar conseguir empleo en un con
t e xto indígena caracterizado por altas tasas de desempleo. El gobierno
J e A ustralia impuso recientemente una "intervención" autoritaria en
l c o munidades
as aborígenes que, entre otras restricciones, les impi
J e e l acceso a las culturas transgénero y queer.
O b ien, considérese el caso de Yeronnica Baxter, una mujer tran
sexual aborigen en S ídney. Yeronnica fue arrestada en marzo de 2009
P ur posesión de droga y fue encarcelada (desafiando las normas) en
U n a pri sión para hombres, probablemente porque no hab ía sido ope-
1 S ister girl : una mujer t ranse x ua l aborigen en Australia; nacida como hombre, se
�ntifi ca como mujer. Véase Uving Black , temp. 1 8 , ep. 3, en <sbs.com.au> (N. E. ).
id
1 92 M ujeres transexuales
La corporización contradictoria
El reconocimiento
La reasignación
El trabajo de la transición
201 1 : 59- 70, 2009 ) . Trabajar como prostitutas también puede desa
creditar a las mujeres a ojos de los guardianes de la práctica médica
cuando se busca la reasignación de sexo.
Una comprensión de la transición en el nivel social implica con
siderar también las relaciones íntimas. La transición coloca las rela
ciones de pareja, especialmente los matrimonios, en riesgo extremo:
la posición de una esposa en el orden de género se modifica seria
mente y puede ser socavada de manera traumática cuando el esposo
se orienta hacia la transición. Y el resultado puede ser un conflicto
severo (por ejemplo, Cummings 1 992; McCloskey 1 999) , aunque al
gunas relaciones logran sobrevivir en buen estado. Los padres de una
mujer en transición pueden también experimentar grandes dificul
tades con el cambio de hijo a hija, a pesar de que hay ejemplos nota
bles de padres que logran superar la conmoción y transformarla en
aceptación y apoyo (Langley 2002 ) .
Las relaciones entre muj eres transexuales y sus hijos también
pueden terminar durante la transición. Pero incluso cuando se pro
longan, tanto los hijos como el progenitor tienen que manejar la sig
nificativa pérdida que tiene lugar con la transición. Las relaciones
de género son corporales, se corporizan; en casos como estos lo que
se pierde es la paternidad corporizada, y quien paga el precio no es
solamente la mujer en transición. Estos problemas se presentan más
claramente en las autobiografías ( Boylan 2003 ) , y ocupan un lugar
central en el trabaj o de Noelle Howey, Dress Codes ( Códigos de
vestimenta) ( 2002 : 236- 7 , 307 ) , escrito por la hij a de una muj er
transexual -"yo tenía aproximadamente cinco posturas diferentes
respecto de la inminente condición femenina de mi padre"- que
registra las complicadas consecuencias familiares.
Las familias pueden ser resilientes, y las relaciones filia les Y de
pareja pueden volver a tejerse. No hay duda de que ciertos integran
tes de la familia pueden constituirse en apoyos de vital import ancia
durante la transición. Después de esta, las mujeres transexual es pue
den volver a relacionarse de muchas maneras con niñas, ni ños Y
jóvenes; por ejemplo, en familias mezcladas, como tías, abuelas y cui
dadoras; en lugares de trabaj o , como maestras o enfermeras, en tre
otras. La cantidad de trabajo de cuidado que pueden desempeñar las
mujeres transexuales después de la transición es destacada por SallY
Hines ( 2007 ) . La capacidad para el cuidado que se demuestra en si
tuaciones como esas es una de las bases para modificar las pol ít icas
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--editado por el Programa Universitario de Estudios
de Género de la Universidad Nacional Autónoma de México
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