Mendez Vives - El Uruguay de La Modernización
Mendez Vives - El Uruguay de La Modernización
Mendez Vives - El Uruguay de La Modernización
EL URUGUAY DE LA MODERNIZACIÓN.
Introducción.
El último cuarto del siglo XIX estuvo marcado por cambios cualitativos y cuantitativos de
importancia, a nivel mundial, que debemos tener como trasfondo permanente de nuestro análisis
del Uruguay entre 1876-1904. La industria en los países desarrollados de Europa y en EE.UU,
adquirió supremacía sobre los demás sectores de la economía. Esto permitió que la burguesía
afirmara su incidencia política. Y esa industria vivió, por entonces lo que se llamaba la “Segunda
revolución industrial”. Las economías centrales, con Gran Bretaña a la cabeza, procuraban
adaptar las economías periféricas a sus propias necesidades. Para eso cada país periférico se
debió adecuar al mundo moderno. Este proceso de adaptación y puesta al día suele
denominarse modernización. El país fue sacado de los patrones tradicionales y colocados
firmemente en la órbita del capitalismo liderado por Gran Bretaña.
Lorenzo Latorre, principal jefe militar, prestigioso por el triunfo sobre el levantamiento de 1875,
asumió el poder dictatorial con el título de Gobernador Provisional.
El régimen latorrista nació para asegurar el desarrollo de las fuerzas productivas del país.
Dos objetivos:
La paz interior.
A poco de asumir el poder, Latorre ordenó que varios cuerpos del ejército se distribuyeran por la
campaña en apoyo de la policía. Estaba dispuesto a cortar de raíz el delito de abigeato y el
matrerismo. Dispuso, además, que los límites de un departamento ya no serian fronteras que
impidieran a la policía la persecución de delincuentes.
El ejército, utilizó fusiles y carabinas “Remington” y su posesión era monopolio del Estado.
El régimen Latorrista usó los nuevos medios de comunicación y transporte con un claro sentido
político, más que con propósitos económicos.
Todas las comisarias departamentales quedaron comunicadas con las jefaturas de Montevideo.
Papel similar debía cumplir el ferrocarril. A mediados de 1877 fueron estatizadas las sucursales
de correos, creándose la Dirección y Administración General de Correos.
La administración de justicia fue tecnificada. Los alcaldes ordinarios fueron sustituidos por
Jueces Letrados Departamentales. A partir de 1879, con la creación del Registro del Estado Civil,
el Estado controló nacimientos, defunciones, matrimonios, legitimaciones y reconocimientos,
sustituyendo a la autoridad eclesiástica.
Así como la autoridad del Estado había sido muy débil hasta, entonces, también el derecho de
propiedad había resultado poco efectivo. El proceso de apropiación había llegado a su fin y era
preciso legitimarlo. El sector más evolucionado del medio rural quería racionalizar sus
explotaciones. Había que asegurar el pleno goce de la propiedad. Varios mecanismos fueron
utilizados:
EL ALAMBRAMIENTO.
EL CÓDIGO RURAL.
Redactado por la asociación rural entro en vigencia en 1876 pero fue con Latorre que se
efectivizó. En lo esencial el Código procuraba: asegurar la propiedad sobre la tierra y sobre el
ganado así como asegurar el orden, legislando sobre la policía, pulperías, peones, etc.
REGISTROS.
Complemento indispensable de las posiciones del Código Rural fueron los registros, destinados
a afianzar la seguridad de la propiedad. Así surgieron: 1- Regimiento de propiedades
departamentales y seccionales; y 2- Oficina general de Marcas y Señales de ganado.
POLICIA.
En el medio rural, la década del 70 muestra la pujantes presencia de una verdadera nueva clase
de estancieros, producto fundamentalmente de la inmigración. Este sector prevaleció en el litoral
del Río Uruguay. El nuevo concepto de la estancia como empresa había sido introducido por
ellos. La Asociación Rural fue un pilar básico del latorrismo, comprometiéndose con él de
manera completa. Pero el grupo mayoritario lo formaban los estancieros tradicionales,
cómodamente apegados a la producción rutinaria. En buena proporción eran brasileños y
dominaban en las zonas Norte, Centro y Este. Factor importante en el ascenso de Latorre al
poder, y sostén de su gobierno, fue el sector del gran comercio exterior, siendo, por
consecuencia, enemigo declarado del papel moneda.
El ejército había experimentado en la década pasada una transformación indudable, por más
que puedan discutirse sus alcances. La guerra del Paraguay (1865-1870), levantamiento de
Timoteo Aparicio (1870-1872) y la “Revolución Tricolor” (1875) determinaron que:
El ejército era otro grupo de presión, particularizado por la posesión del poder coactivo.
Un resultado casi instantáneo de la nueva forma de ejercerse la autoridad por el gobierno, fue la
disminución considerable del delito. Los delincuentes que no morían durante el operativo de
captura o al “intentar fugarse” eran enviados al terrible Taller Nacional (popularmente, “Taller de
Adoquines”) donde labraban la piedra extensas jornadas de trabajo forzado.
El incremento de la desocupación fue un alto costo social, del cerramiento de los campos,
constituyendo la “primera desocupación tecnológica del país”. Al mismo tiempo tendió a
desaparecer la tradicional institución del agregado, porque en las zonas donde predominaba la
nueva estancia, no había lugar para gente que consumiera sin producir.
En el medio urbano.
La renuncia de Latorre.
En 1878 hubo elección legislativa asumiendo el Poder Ejecutivo el presidente del senado,
Francisco Vidal. El primero de marzo Lorenzo Latorre fue designado Presidente constitucional.
Apenas 10 meses después, Latorre solicitó licencia y ya no volvería a ocupar efectivamente la
presidencia. Renunció el trece de marzo de 1880. Se ha dicho que habiendo cumplido los
objetivos que llevaron a entronizarlo, Latorre no era imprescindible para los sectores sociales
dominantes.
La figura central del periodo fue el General Máximo Santos, cuyo poder y prestigio creció a la
sombra del latorrismo, mostrándose como un heredero muy urgido de acceder a la sucesión.
Entre 1880-1886 se consolidó la paz interior y el derecho de propiedad que a sangre y fuego
impusiera Latorre. Sólo la breve y derrotada “Revolución de Quebracho” (1886) perturbó el
cuadro del orden concebido por los sectores conservadores.
Pero los avances logrados dentro del nuevo esquema no logran disimular sus grietas. Una aguda
crisis de superproducción (desde 1885) puso al desnudo la debilidad de la estructura
económica-financiera dependiente, que oscilaba al ritmo de la demanda externa. Para 1886 la
experiencia del militarismo, que alcanzo su altura máxima con Santos, aparecía agotada. Los
principistas volvieron al gobierno (Ministerio de Conciliación de noviembre del 86) pero ni ellos ni
el país eran los mismos que 12 años atrás.
La crisis de superproducción.
El centro crítico del problema residía en el tasajo. Entre 1873 y 1882 el consumo del tasajo en
Cuba disminuyó el 50 %. Pero a partir de 1885 los saladeros argentinos aumentaron
espectacularmente sus faenas y comenzaron a competir fuertemente en el mercado brasileño.
Obturada esta salida del tasajo, la crisis de superproducción en el Uruguay apareció ya sin
atenuantes.
El impacto de la crisis se advirtió en los precios. Los saladeristas impusieron a los estancieros
precios más bajos por el ganado, compensando así la baja que el precio del tasajo
experimentaba en el mercado brasileño, por la competencia argentina.
En las elecciones del 81 para renovar la Asamblea, los adictos a Santos impusieron amplia
mayoría. El primero de marzo de 1882 fue elegido presidente por 4 años. Concluido el periodo,
otra vez, asumió Vidal la presidencia pero se trataba de otra forma de interinato. Prohibida la
reelección por la Constitución, Santos buscó un ingenioso mecanismo para volver al poder.
Carente del campo de maniobras que tuvo Latorre, Santos buscó su propio respaldo partidario.
Ya como Ministro de Guerra de Vidal organizó un sector del Partido Colorado, que fue
denominado “Gran Partido Colorado”. Contando con el apoyo expreso de sectores blancos.
Santos glorificó los acontecimientos más impactantes del pasado colorado: la Defensa, la
Cruzada de Flores, la hecatombe de Quinteros.
El apoyo político no lo llevo a descuidar la plataforma militar. Los efectivos del ejército fueron
aumentados (eran más de 3000 hombres). Bajo Santos alcanzó el ejército su ordenamiento
jurídico (Código Militar) y academia profesional (Academia General).
Evolución socio-cultural.
Las corrientes del pensamiento.
En los últimos años de la década del 70 se produjo en el terreno del pensamiento filosófico un
hecho singular: el positivismo emergió como tercera corriente del pensamiento. Hasta entonces,
desde la década del 60, las polémicas habían sido protagonizadas por los partidarios del
catolicismo y del espiritualismo racionalista.
La Reforma Escolar.
Varela entendió que llevar a cabo una reforma educativa, que contribuiría a la eliminación de
gobiernos semejantes en el futuro. De los tres principios básicos –gratuidad, obligatoriedad y
laicidad- Varela logró imponer los dos primeros pero debió ceder en el tercero. La gratuidad no
era una novedad, pero arela adelantó varios pasos al lograr reforzar las fuentes de recursos que
sostendrían la escuela pública.
La obligatoriedad marcó un jalón. Los principistas habían rechazado la idea porque entendían
que limitaba la irrestricta libertad de obligatoriedad un pilar fundamental del sistema,
consagrando así un triunfo histórico del interés social sobre el interés individual.
Más que reformar, Varela creó un sistema educativo. Dio contenidos científicos a los programas
de estudios, selecciono personal docente, dando amplia participación a la mujer, implantó la
descentralización administrativa procurando la participación popular e el mejoramiento de la
escuela pública, inició la publicación de la “Enciclopedia de la Educación” y de los “Anales de
Instrucción Primaria”, básico para el avance de escuelas, la traducción de textos y la fabricación
de material didáctico.
La Universidad.
La Universidad tuvo entonces la importancia de una orientación a las ciencias, una clara
influencia de la creación de la Facultad de Medicina. La transformación de programas de
estudios, la mejor selección de textos, la creación de laboratorios, etc., marcaron todo el ciclo
orientado por Vázquez Acevedo.
En el periodo 1876-86, tres normas deben ser consideradas: El decreto de ley del 11 de febrero
de 1879 que creó cuatro registros, nacimientos, defunciones, matrimonios y reconocimientos y
legitimaciones, que llevarían los Juzgados de Paz. Establecía que los curas párrocos no
admitirían ninguna inscripción en el registro oficial. Respecto del matrimonio entre católicos, la
norma establecía que dentro de los 3 días siguientes a la ceremonia religiosa, los contrayentes
debían presentarse ante el Juzgado correspondiente para extender el acta respectiva.
En 1885, la Ley de matrimonio Civil Obligatorio completó la reforma que el decreto de ley de
Latorre apenas insinuaba. En adelante sólo se reconocería como legítimo el matrimonio
celebrado de acuerdo con la ley.
1886-1894
Introducción.
La crisis continua, y desde luego la agravación de 1890, provocó malestar social y una dura lucha
por el reparto de un producto menguado. Como es natural, los dos sectores más poderosos
(rurales y gran comercio “orista”) lograron echar el fardo sobre una mayoría que no disponía de
resortes de poder y muy pocos resortes de defensa.
A nivel político hubo cambios. El militarismo, que tuvo su auge con Santos, no resistió a su caída.
Tajes, el sucesor, significó una transición hacia el gobierno civilista de aquél. Claro que los
cambios tenían poco que ver con la democracia. Gobernaba un sector oligárquico, en continua
lucha y equilibrio con los grupos de presión que no querían pagar la crisis, que en buena medida
ellos mismos provocaban o fomentaban.
El juego de las ideas y posiciones políticas se hizo más fluido. La prensa desempeño una tarea
apreciable en tal sentido. Una prueba fue dada por “El Día”, reducto importantísimo del creciente
prestigio de José Batlle y Ordoñez, opositor a Herrera y Obes dentro del sector colorado.
Evolución económico-financiera.
Crisis de la ganadería.
El nuevo orden creado por el militarismo permitió el incremento de los stocks. El momento de
crisis más agudo lo vivió la ganadería en 1887 ante el cierre de las puertas brasileras al tasajo
uruguayo.
Los precios internacionales de los 3 productos fundamentales de la ganadería: cuero, tasajo y
gorduras, sufrieron disminuían, afectados por la depresión.
En cuanto a sus mercados, Brasil y Cuba siguieron siendo los únicos. Esta dependencia era un
problema. Desde 1890 la Argentina aumento muchísimo su faena de ganado vacuno.
Esta competencia, sin embargo, no impedía que los saladeros uruguayos mantuvieran un buen
nivel de volúmenes exportados a Brasil, ya que la demanda creció. Pero en 1887, invocando la
epidemia de cólera desatada en Buenos Aires y transmitida al Uruguay, Brasil detuvo la
importación de tasajo uruguayo y argentino. La situación se solucionó, para los saladeros de Rio
Grande del Sur, habían aprovechado la coyuntura para aumentar sus faenas.
De todos modos, el problema más serio fue el de los precios. De 1886 a 1892 se produjo una
baja casi del 25%. Aun a niveles constantes de volúmenes exportables, los ingresos se reducían.
La Ganadería ovina.
El stock ovino había recuperado su nivel normal en torno a 1883, es decir que situaba entre los
14 y 16 millones de cabezas. En los años 1888-1889 el país soporto continuas e intensas
lluvias, que afectaron seriamente a los lanares. Se estima que el 30% de la existencia se perdió.
Este problema de stock, superado en los años siguientes, no fue el motivo de preocupación
principal. Lo grave residió en la tendencia al descenso que mostraron los precios internacionales
del textil. La lana era desde 1884 nuestro principal rubro exportable. Toda variante en su precio
de exportación afectaba, para bien o para mal, la marcha de la economía. En algunos años del
periodo, a raíz de la disminución del stock y desmejoramiento de los animales, la crisis fue más
aguda. Esto ocurrió en 1890-1891.
Una conclusión muy clara que muchos sacaron fue que la crisis “venia de afuera”, lógica
consecuencia de nuestra dependencia de los mercados exteriores.
El otro gran sector de la actividad económica, el comercio exterior, experimentó igualmente una
crisis profunda. El alto comercio poseía el control del oro (importaciones y exportaciones se
pagaban en metal) y por consiguiente dominaba el crédito, normalmente usurario. Se vio ya
como bajo Latorre ese alto comercio fue satisfecho mediante la implantación del oro como único
patrón monetario. En 1883, mientras el gobierno de Santos se veía envuelto en torno a la
modernización de nuestro principal puerto, quedando en definitiva paralizada la iniciativa, el
gobierno argentino apuraba la construcción del puerto de Buenos Aires, que ahora ya no sólo era
el puerto de Buenos Aires sino el puerto de la Argentina.
Por un lado, hubo una mayor importación de maquinarias, herramientas, exigidas por un
desarrollo industrial, la expansión de la construcción y la implantación de extensos tramos de
vías férreas. Por otro lado, aumentaron enormemente las importaciones de bienes suntuarios
destinados al consumo de un reducido sector social.
En estos años, el país, y más exactamente Montevideo vivió una etapa de actividad febril.
Surgieron más de 20 bancos y más de 160 sociedades nuevas, dedicadas a varios campos
(industria, construcción, colonización, transportes).
Fue en 1887 que llegó a Montevideo el personaje que más contribuyó a caracterizar el periodo y
que le ha dado su nombre: “época de Reus”. Emilio Reus fue un financista español ducho en
construir fortunas y perderlas. Se había instalado en Buenos Aires en 1885 (26 años de edad),
dedicándose al juego del a Bolsa. Formó con un grupo de capitalistas argentinos –Casey, Bunge,
Duggan, Ayarragaray- un sindicato que decidió la creación en Uruguay de una “Banco Nacional”,
el cual fue autorizado por ley del 24 de mayo de 1897.
El Banco Nacional.
Su acción respondió a medias a las necesidades del país. Estimuló la producción ganadera y
agrícola, otorgando grandes préstamos hipotecarios y personales, pero dedicó el grueso de su
crédito al sector urbano, alentando la suba artificial, claramente especulativa, de los valores de
los terrenos.
En 1889 y 1890 las plazas financieras de Europa fueron conmovidas por las quiebras
importantísimas de bancos y empresas, entre ellos el “comptoir dÈscompte” de París y “Baring
Brothers” de Londres. A partir de allí se formó una cadena interminable de quiebras, porque
miles de bancos y empresas dependían directa e indirectamente de aquellos y más de un
gobierno vivía de sus créditos y empréstitos.
La quiebra del Banco Nacional. Acuciado por la disminución de reservas metálicas, el 5 de julio
de 1890 tuvo que aplazar la conversión de los billetes papel. Causas:
La producción nacional siguió afectada por la crisis de la cual se saldrá en 1895. La banca
“orista” estaba de parabienes, quedó dueña del crédito y siguió practicando el préstamo
usurario.
Fundación del Banco Hipotecario del Uruguay fue el 24/3/1892, el BHU fue la continuación de
la sección hipotecaria del Banco Nacional.
Evolución Política.
Los presidentes del periodo.
El personaje central que tuvo el gobierno de Tajes fue Julio Herrera y Obes, Ministro de Gobierno
después de la renuncia del ministerio de conciliación que Tajes heredó de Santos. Herrera y Obes
preparó desde el ministerio su elección presidencial.
El andamiaje preparado por Santos para mantener el régimen sufrió duros ataques. Fue el
gobierno de Tajes el protagonista del embate al militarismo (por detrás de Julio Herrera y Obes).
El viaje de Santos a Europa, inmediato a su renuncia, motivó duras críticas de la prensa
originadas por los homenajes votados y la presencia ostensible del aparato militar en la
ceremonia del embarque.
La crisis desatada motivó la renuncia del ministerio de conciliación y una decisión sustancial del
gobierno de Tajes respecto del aparato militar: disolución del Batallón 5º de cazadores y la
Escolta Presidencial y destitución de varios jefes que ocupaban cargos claves.
Ya era Ministro de Gobierno Julio Herrera y Obes y estos decretos dieron punto final al militarismo
e inicio de la etapa civilista. Es obvio que ninguna etapa histórica se cierra en un día, pero el
episodio fue altamente significativo, el sector militar acotó la decisión gubernamental y todo el
periodo se desarrolló sin sublevaciones. Si el periodo Tajes marcó la transición, bajo Julio Herrera
y Obes el ejercito fue asimilado al coloradismo gobernante, convirtiéndose en una pieza más del
engranaje, bien aceitado por el presidente. El ejército aceptó ser soporte del gobierno civil en la
versión presidencialista que Herrera y Obes les dio.
El presidencialismo.
Julio Herrera y Obes advirtió lucidamente cuales eran los únicos caminos posibles para ejercer
realmente el poder: utilizar el coloradismo como factor aglutinante de variados sectores e
intereses y utilizar, sin apegarse demasiado a la legalidad, el potencial que ofrecía la
Constitución de 1830, concentrando en el presidente de la República un cúmulo de resortes de
poder.
El presidencialismo, por su parte, era el resultado de dos vertientes que Zum Felde sintetiza muy
bien: “1) la eliminación sucesiva, del uno por el otro, del caudillaje y del militarismo; 2) la
Constitución de 1830, concentrando en el cargo de Presidente un poder efectivo, casi
omnímodo.
Al eliminar las dos fuerzas: el caudillaje el militarismo, todo el poder fluye, naturalmente, al
centro constitucional, al Presidente de la República, dotándolo de toda la fuerza del país. Herrera
y Obes supo utilizar todos los resortes. Logró que el ejército disminuido en número por Tajes
respecto al periodo de Santos y quebrado en las fuerzas de los mandos menos fuera soporte del
régimen acentuándose el coloradismo que ya Santos le había insuflado. Domino los
departamentos mediante los Jefes Políticos y Comisarios. La burocracia respondía al presidente
y dependía de su voluntad para subsistir en los cargos.
Las elecciones eran fraguadas y el hecho no se ocultaba. Herrera y Obes sabía muy bien que en
un país con una tradición cívica tan consumida como la del Uruguay, conservar el poder
implicaba utilizar estos métodos y como mantener el poder para su sector era la meta,
consecuentemente acudía al fraude.
La influencia directriz abarcaba todo el espectro. El presidente era el supremo elector. En 1893
Herrera perfeccionó el sistema por ley. Se estableció que en cada departamento habría una Junta
Electoral formada por el Jefe Político y de Policía como presidente, el presidente de la Junta
Económica-Administrativa, el director general de Impuestos Directos, tres delegados del cuerpo
legislativo elegidos por el sistema del voto incompleto y de tres ciudadanos sorteados de una
lista formada por los tres primeros funcionarios enumerados. Es evidente que el sistema ponía en
manos del Ejecutivo, legalmente, el control absoluto de las elecciones. Hay que señalar la
reducida masa de ciudadanos que existía por entonces. En Montevideo llegaban a 15000, muy
fácil resultaba maniobrar sobre un número semejante de electores potenciales, contado con un
mecanismo aún imperfecto de control.
Esta comprobación conduce a dos conclusiones: por un lado, desde el punto de vista electoral, el
gobierno no tenia que preocuparse demasiado por las fuerzas que realmente podían oponérsele
porque esas fuerzas no se expresaban a través del voto, por otro lado, simétricamente, esas
fuerzas reales debían buscar mecanismos no electorales para ejercer presión sobre el gobierno, y
así lo hicieron.
La Política (1894-1903)
La elección de Idiarte Borda.
Dentro del Partido Colorado se habían delineado dos tendencias: una la del Presidente Herrera y
Obes, y la otra la de José Batlle y Ordoñez.
El 1 de marzo de 1894 debía elegirse al nuevo presidente. La Asamblea era colorada pero
dividida, lo que dio lugar a un hecho insólito: durante 21 días hubo sucesivas votaciones sin
definición. El 21 de marzo Juan Idiarte Borda fue elegido con 47 votos. El nuevo presidente
pertenecía a la fracción colorada de Herrera y Obes, que había sido denominada colectivista.
Idiarte Borda mantuvo la orientación impresa por su antecesor, lo cual aseguró una cerrada
oposición por parte de las autodenominadas clases conservadoras y también del sector colorado
por Batlle, Tajes y Luis Eduardo Pérez.
Para elevar la temperatura jugaron otros factores. El desarreglo administrativo fue característico,
por más que en su momento fuera exagerado por los sectores opositores.
Por un lado el Partido Nacional preparaba el levantamiento. Los blancos emigraban en fuerte
número a Buenos Aires y Entre Ríos. Por otro lado, el gobierno y todo el Partido Colorado
intensificaban la réplica, creándose un acercamiento entre el gobierno y la oposición colorada.
En medio, intensamente preocupados por las consecuencias negativas que una nueva guerra
civil podía traer, estaban los sectores de las clases conservadoras.
A comienzos de marzo estalló la revolución, Aparicio Saravia era su jefe con Diego Lamas.
Las fuerzas del gobierno estaban repartidas en dos comandancias militares, al Sur y al Norte del
Río Negro. Disponían de moderno armamento: el Máuser y los cañones Krupp e habían
incorporado. El ejército gubernamental fue reforzado por las huestes de Justino Muñiz, caudillo
blanco de Cerro Largo, enemigo personal de Saravia.
Saravia movilizó 5000 hombres a lo sumo. Cuatro fueron los encuentros importantes que deparó
el levantamiento del 97. El 17 de marzo en Tres árboles, Lamas venció a las fuerzas
gubernamentales de Villar. Dos días después, el caudillo blanco Muñiz venció a Saravia en
Arbolito, un mes después, el 16 de abril, Cerros Colorados enfrentó a Saravia con Muñoz en una
batalla sin definición; y el 14 de mayo, el jefe blanco sufrió una nueva derrota en Cerros Blancos
ante el rehabilitado Villar.
Juan Lindolfo Cuestas, presidente del Senado, asumió la primera magistratura y de inmediato
impulsó las gestiones de Paz.
El Pacto de la Cruz.
En 1897 se firmó el Pacto de la Cruz. Las bases del acuerdo eran estas:
(Seis jefaturas políticas blancas: Rivera, Cerro Largo, Treinta y Tres, Flores, San José y
Maldonado).
Juan Lindolfo Cuestas tenía ya una larga actuación política y administrativa. Miembro del
sector colectivista de Herrera y Obes, no vaciló en separarse de inmediato. Su propio carácter
lo colocaba más cerca de los sectores conservadores, enemigos del “colectivismo”. La paz
de setiembre lo hizo popular y el trágico fin de su antecesor quizás lo convenció
completamente de la necesidad de cobijarse bajo el alero de los sectores que querían
liquidar el colectivismo.
Cuestas había cortado el nudo gordiano y el “colectivismo” quedaba fuera de la escena. Pero
antes habían sido desterrados Herrera y Obes y M. Aguirre, su aliado nacionalista, en clara
violación de las normas vigentes.
Dos hechos respecto del ejército: por un lado, su absorción por la divisa colorada, notoria
bajo Santos y acrecentado después. Por otro, que aún conservaba, en algunos de sus
mandos reflejos del periodo militarista.
Obligatoriedad de la inscripción.
Registro permanente. Se habría anualmente a los efectos de ampliaciones y
depuraciones.
Las Juntas electorales se encargarían de constituir las mesas inscriptoras y
receptoras de votos.
En la formación de las mesas inscriptoras participarían representantes de la minoría.
Terminado el periodo de inscripción, las comisiones calificadoras oirían los reclamos
que se hiciesen.
Se establecían penas para los funcionarios omisos o culpables de fraude.
El 15 de febrero de 1899 se instalaron las Cámaras elegidas en noviembre del año anterior.
Hasta el 1º de marzo ejerció el Poder Ejecutivo el presidente del Senado, Batlle y Ordoñez. Ese
día Cuestas se convirtió en presidente constitucional. Durante todo su mandato, el país se
mantuvo en equilibrio inestable que involucraba el Pacto de la Cruz. Había dos gobiernos, cada
decisión importante que debía asumir el gobierno constitucional implicaba una o varias visitas
de los delegados oficiales al gobierno instalado en el Cordobés. Saravia estaba siempre atento,
un paso en falso podría ser irreparable.
Marcha de la economía.
Auge y decadencia del tasajo.
Dos periodos claramente diferenciados muestra la producción de tasajo entre 1895 y 1904:
hasta 1900 el crecimiento del mercado brasileño, principalmente cliente, fue grande y permitió a
la antigua industria uruguaya del saladero una última etapa de apogeo.
El apogeo del primer periodo se explica por la menor participación de los saladeros de la
Argentina y de Rio Grande del Sur en el abastecimiento del mercado brasileño.
A partir de 1901 la situación cambió, iniciándose el definitivo ocaso del tasajo. Una grave crisis
del precio del café determinó para el Brasil una coyuntura económica angustiosa, que
naturalmente repercutió con mayor fuerza en los sectores de menores ingresos, consumidores de
tasajo. Disminuyó entonces el volumen exportado. Los saladeros riograndenses tuvieron una
nueva etapa de prosperidad, una vez superada la crisis de la revolución de 1893-95 y contando
con una abierta política proteccionista del gobierno central. El problema del precio fue otra
barrera infranqueable.
Entre 1895 y 1904 aumentó la producción y mejoraron los precios de nuestros productos, pero
nada cambió sustancialmente en materia de comercialización. Los intermediarios, no los
productores, seguían recibiendo el grueso de las ganancias, y esos intermediarios eran, en
definitiva empresas extranjeras o comerciantes vinculados a ellas. Barran y Nahúm resumen el
problema con datos concretos “en realidad el ciclo productivo menos intermediación había
engendrado una estructura primordial, en cuya base se hallaban los 22700 ganaderos censados
en 1900. Luego aparecía un par de cientos de casas de comercio en campaña, afinándose cada
vez más bruscamente, en su penúltimo escalón la pirámide mostraba a los 15 o 20 grandes
barracas de Montevideo y el litoral, y por último, en plena cúspide, las 8 firmas exportadoras
extranjeras en su mayoría, que controlaban más del 70% de la lana enviada a Europa”. La
dependencia del país se mostraba aquí en toda su plenitud.
El puerto de Montevideo.
La puesta en marcha de las obras del puerto fue el gran timbre de honor del presidente Cuestas.
El proyecto se debió a dos técnicos extranjeros, el francés Guerard y el alemán Kümmer en 1899.
Las obras debían consistir en el dragado del canal de acceso, puerto y antepuerto. El costo
máximo se fijaba en 12 millones y medio de pesos. Para financiarlo se establecía un aumento a
la patente adicional de importaciones y una nueva patente de 1% sobre las exportaciones
además de otros recursos, derechos de puertos, renta de faros.
El desastre con que culminó la experiencia del Banco Nacional no eliminó la aspiración que lo
fundamentó: un banco nacional que rompiera el monopolio crediticio de los poderosos bancos
oristas. Variados sectores de la sociedad lo reclamaban: los propietarios rurales igual que los
arrendatarios, los empresarios de la incipiente industria, los funcionarios públicos y principistas
“venidos a menos” los chacareros y los colonos.
En 1896 el gobierno de Juan Idiarte Borda creó el Banco de la República. El 13 de marzo de 186
quedó promulgada la ley que autorizaba la contracción de un empréstito destinado a financiar la
institución del Banco, y el 4 de agosto se aprobó la ley sobre Carta Orgánica del nuevo instituto.
Sería un Banco privilegiado de depósitos, descuentos y emisión “constituido como sociedad
anónima con acciones al portador, con un capital autorizado de 12 millones de pesos en dos
series.
Otros privilegios eran: ser receptor de los depósitos judiciales y administrativos depositario de los
fondos de todas las oficinas públicas, negociador de empréstitos para el Estado. Debía crear el
Monte de Piedad Nacional.
En un breve balance de la gestión del Banco en sus primeros años, puede constatarse: