Introducción Libro Comprando Tiempo de Wolfgang Streeck

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Comprando tiempo

Del mismo autor:

Politics in the Age of Austerity (ed., en colaboración con Armin Schäfer),


Cambridge, 2013
Re-Forming Capitalism: Institutional Change in the German Political
Economy, Oxford y Nueva York, 2009
Aktuelle Fragen zu politischer und rechtlicher Steuerung im Kontext
der Globalisierung (ed., en colaboración con Michael Stolleis),
Baden-Baden, 2007
The Diversity of Democracy: Corporatism, Social Order and Political Conflict
(ed., en colaboración con Colin Crouch), Londres, 2006.
Governing Interests (ed., en colaboración con Jürgen Grote,
Volker Schneider y Jelle Visser), Londres y Nueva York, 2006
Beyond Continuity: Institutional Change in Advanced Political Economies
(ed., en colaboración con Kathleen Thelen), Nueva York, 2005
Comprando tiempo
La crisis pospuesta del capitalismo
democrático

Wolfgang Streeck

Traducido por Gabriel Barpal


Revisado por Alejandro Katz

Serie Ensayos
Primera edición, 2016

© Katz Editores
Cullen 5319
1431 - Buenos Aires
c/Sitio de Zaragoza, 6, 1ª planta
28931 Móstoles-Madrid
www.katzeditores.com – [email protected]

© Capital Intelectual S.A.


Paraguay 1535 (1061), Buenos Aires, Argentina
Teléfono: (+54 11) 4872-1300 – Telefax: (+54 11) 4872-1329
www.editorialcapin.com.ar – [email protected]

© Suhrkamp Verlag Berlin 2013


Título de la edición original: Gekaufte Zeit

ISBN Argentina: 978-987-4001-06-1


ISBN España: 978-84-15917-26-7

1. Crisis Financiera. 2. Capitalismo. 3. Neoliberalismo. I. Katz, Alejandro, ed.


II. Gabriel Barpal, trad. III. Título.
CDD 323

El contenido intelectual de esta obra se encuentra


protegido por diversas leyes y tratados internacionales
que prohíben la reproducción íntegra o extractada,
realizada por cualquier procedimiento, que no cuente
con la autorización expresa del editor.

Diseño de colección: Pablo Salomone y Maru Hiriart

Impreso en la Argentina
por Buenos Aires Print
Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723
Índice
Introducción: Pasado y presente de la Teoría Crítica 7

1. De la crisis de legitimación a la crisis fiscal 17

Un nuevo tipo de crisis 21

Dos sorpresas para la teoría de la crisis 25

La otra crisis de legitimación y el fin de la paz de posguerra 33

El largo giro: del capitalismo de posguerra al neoliberalismo 38

Tiempo comprado 41

2. La reforma neoliberal: del Estado fiscal al Estado deudor 55

Crisis financiera: ¿un fracaso de la democracia? 55

El capitalismo y la democracia en la revolución neoliberal 59

Excurso: capitalismo y democracia 64

¡Matar de hambre a la bestia! 69

La crisis del Estado fiscal 76

Del Estado fiscal al Estado deudor 78

Estado deudor y distribución 81


La política del Estado deudor 83
La política de deuda como diplomacia financiera internacional 93

3. La política del Estado de consolidación: el neoliberalismo


en Europa 99

Integración y liberalización 100


La Unión Europea como máquina de liberalización 105

Cambio institucional: de Keynes a Hayek 111

El Estado de consolidación como régimen europeo


en varios niveles 113

La consolidación fiscal como reestructuración del Estado 116

Crecimiento: Back to the future 124


6 • Comprando tiempo

Excurso: programas regionales de crecimiento 132

Sobre la capacidad estratégica del Estado

de consolidación europeo 142

Resistencia en el Estado de consolidación internacional 150

4. Fin: ¿Qué es lo que sigue? 159

¿Y ahora qué? 159

Capitalismo o democracia 166

El euro como experimento frívolo 167

¿Democracia en la eurozona? 170

Loa a la devaluación 173

Por un Bretton Woods europeo 176

Ganar tiempo 178

Notas 181

Bibliografía 211
Introducción
Pasado y presente
de la Teoría Crítica

Comprando tiempo es una versión ampliada de las Conferencias Adorno que


dicté en junio de 2012 en el Institut für Sozialforschung, casi exactamente
cuarenta años después de haberme graduado en sociología en la Universidad
de Frankfurt.1 No puedo decir que fui “discípulo” de Adorno. Asistí a al-
gunas de sus conferencias y seminarios, pero no comprendí demasiado; así
eran las cosas en aquellos días, y la gente lo aceptaba. Solo más tarde, más o
menos por casualidad, me resultó claro que había pasado sin percatarme
junto a algo muy valioso. El recuerdo más intenso que guardo de Adorno
es la profunda seriedad con que realizaba su trabajo —en marcado contraste
con la indiferencia con la cual se practica buena parte de la ciencia social
hoy en día, después de décadas de profesionalización—.
Afortunadamente, nadie va a pensar que estoy calificado para evaluar el
trabajo de Adorno. Me abstuve en todo caso de buscar relaciones específicas
entre lo que tengo para decir y lo que Adorno dejó tras de sí; buscar esas
relaciones podría parecer forzado y presuntuoso. Si hay cosas en común, lo
son de naturaleza muy general. Una es mi rechazo intuitivo a creer que las
8 • Comprando tiempo

crisis finalmente terminan bien —una impresión que sin duda creo posible
encontrar también en Adorno—. Él carece de ese tipo de sentimiento de
seguridad “funcionalista” que es posible ver en Talcott Parsons; nunca hay
garantía de que antes o después todo retornará automáticamente al equili-
brio. Él no podría compartir la confianza básica de Hölderlin: “Pero, allí
donde el peligro acecha, también crece lo que salva”. Por la razón que sea,
tampoco yo lo creo. A mis ojos, los órdenes sociales son normalmente frá-
giles y precarios; en cualquier momento pueden presentarse sorpresas desa-
gradables. Creo también equivocado exigir que cualquiera que identifique
un problema deba también ofrecer la solución.2 No me inclino a tales pres-
cripciones en este libro, incluso si en el último capítulo realizo una pro-
puesta (no realista) dirigida a un aspecto parcial de la crisis. Los problemas
pueden ser de una naturaleza tal que no haya soluciones para ellos, o en todo
caso ninguna solución practicable aquí y ahora. Si alguien me preguntara,
reprochándome, dónde está “lo positivo”, al final estaría dándome la opor-
tunidad de invocar a Adorno, cuya respuesta, naturalmente mucho mejor
expresada, sin duda habría sido: ¿Y qué pasaría si no hubiese nada positivo?
Mi libro trata de la crisis financiera y fiscal del capitalismo democrático
contemporáneo a la luz de las teorías de la crisis de la Escuela de Frankfurt
de los tardíos 1960 y tempranos 1970, un período en el que Adorno estaba
todavía activo y en el cual, claro, yo estudiaba en Frankfurt. Las teorías a las
que me refiero fueron intentos de captar los cambios radicales incipientes
en la política económica de posguerra como aspectos de un proceso que
abarcaba al conjunto de la sociedad, haciendo un uso más o menos ecléctico
de elementos de la tradición marxista. Las interpretaciones desarrolladas en
esos intentos no fueron uniformes ni mucho menos, muchas veces solo se
formularon en forma esquemática y fueron cambiando, como era de espe-
rar, con el correr de los acontecimientos, a menudo sin que los propios
autores lo notaran. Observándolos retrospectivamente, también se encuen-
tra con frecuencia una insistencia obstinada sobre diferencias menores den-
tro de la misma familia teórica, que hoy aparecen como irrelevantes o
incluso incomprensibles. Por esta simple razón, en lo sucesivo no tiene ya
sentido ocuparnos de quién tenía más o menos razón en ese entonces.
Los esfuerzos teóricos de los años de Frankfurt evidencian también que
las conclusiones en materia de sociología están inexorablemente atadas a su
tiempo. Sin embargo, y precisamente por eso, al abordar los acontecimien-
tos actuales es pertinente relacionarlos con las teorías de la crisis del “capi-
Introducción • 9

talismo tardío” de la década de 1970, y no solo porque hoy sabemos y


podemos volver a decir aquello que durante décadas fue olvidado o consi-
derado irrelevante: que el orden económico y social de las democracias
ricas sigue siendo un orden capitalista, por lo cual solo puede entenderse
(si es que eso es posible) recurriendo a una teoría del capitalismo. Retros-
pectivamente, también podemos ver aquello que entonces no se podía
percibir —porque el capitalismo ya se había vuelto natural— o no se quería
percibir —porque obstaculizaba ciertos proyectos políticos—. Si, a pesar
de todos los esfuerzos teóricos, no se logró ver aspectos importantes del
mundo real, para no mencionar la imposibilidad de anticipar lo que estaba
viniendo, ello puede servir para recordarnos que la sociedad se enfrenta a
un futuro abierto y que la historia es impredecible —un hecho que las
ciencias sociales no siempre apreciaron con claridad—.3 Por otra parte, pese
a todos los cambios, en la actualidad pueden volver a advertirse ciertas cosas
que ya se advertían en el pasado aunque luego fueron olvidadas. Así como
una contemplación del mundo estática no es confiable, una formación so-
cial puede llegar a parecer idéntica a sí misma incluso durante décadas si se
la concibe como un proceso de desarrollo que mantiene unidas a través del
tiempo estructuras en vías de transformación y cuya lógica solo puede en-
tenderse en retrospectiva, aun cuando no se preste a pronósticos.
Mis análisis tratan la crisis financiera y fiscal del capitalismo contemporá-
neo como parte de un continuo del desarrollo de la sociedad en su con-
junto. El punto de partida es el fin de la década de 1960, y describo el
proceso, desde el punto de vista actual, como la disolución del régimen del
capitalismo democrático de posguerra.4 Como he dicho, mi contribución
estará relacionada con el intento teórico de aquella época, en la empresa de
explicar nuevos desarrollos por referencia a viejas tradiciones, principal-
mente marxistas. Algunas de ellas se remontan a las tempranas investigacio-
nes llevadas adelante en el Institut für Sozialforschung, aunque Adorno
mismo no estuviera directamente implicado en ellas. La teoría de la crisis de
la “Escuela de Frankfurt” asumió heurísticamente una relación de tensión
entre la vida social y una economía gobernada por los imperativos de valo-
rización y reproducción del capital; una tensión que, en la formación del
capitalismo democrático de la posguerra, fue mediada por políticas guber-
namentales desarrolladas históricamente de diversas maneras. Las institucio-
nes sociales, especialmente en las esferas política y económica, aparecen así
como constantes soluciones de compromiso, inherentemente contradicto-
10 • Comprando tiempo

rias, inestables, y solo provisionalmente en equilibrio, logrando no más que


acuerdos temporarios entre orientaciones para la acción y sistemas sociales
fundamentalmente incompatibles. En la tradición de la economía política,
la “economía de la sociedad” fue comprendida como un sistema social (no
simplemente como un sistema técnico o como uno determinado por las
leyes de la naturaleza), que consistía en interacciones respaldadas por el
poder entre partes provistas de diferentes intereses y recursos.
Mediante la adopción de teorías de los años 1970 e intentando actuali-
zarlas a la luz de cuatro décadas de desarrollo del capitalismo tardío, abordo
la crisis actual del capitalismo democrático desde una perspectiva dinámica
que es parte de una secuencia de desarrollo (Streeck, 2010). Este es el modo
correcto de hacer macrosociología o economía política, como creo haber
aprendido a lo largo de años de numerosas investigaciones en varios campos
sociales.5 Lo que es más revelador para la ciencia social no es el estado de las
cosas sino los procesos, o bien el estado de las cosas en la medida en que está
conectado con y dentro de procesos. Las teorías que consideran estructuras
o eventos como únicos, en el sentido de desprendidos de estructuras o
eventos previos, pueden estar fundamentalmente equivocadas. Todo lo so-
cial tiene lugar en el tiempo, se desarrolla a lo largo del tiempo, se vuelve
más idéntico a sí mismo en y a lo largo del tiempo. Podemos comprender
lo que vemos hoy solo si sabemos qué aspecto tenía ayer y hacia dónde
podría estar dirigiéndose. Todo lo que está a la mano siempre está movién-
dose a lo largo de un camino de desarrollo, y es por ello que las tres partes
principales de este libro contienen tantos diagramas y descripciones esque-
máticas que representan procesos históricos.
El hecho de que todo necesita tiempo no es el único punto importante:
también se trata de la cuestión acerca de cuándo y dónde tiene lugar en el
tiempo. El espacio —el contexto social constituido por proximidad— no
es menos fundamental que el tiempo para la sociedad, y el tiempo que
cuenta no es solamente el tiempo cronológico6 sino también el tiempo
histórico. El conocimiento científico social realmente se produce cuando
ha sido provisto de un índice de tiempo y espacio. La que nos ocupa aquí
es la crisis del capitalismo en las democracias ricas del mundo occidental, un
contexto que se conformó después de las experiencias de la Gran Depre-
sión, el relanzamiento del capitalismo y la democracia liberal a continuación
de la Segunda Guerra Mundial, la ruptura del orden de posguerra en la
década de 1970, los “shocks de los precios del petróleo” y la alta inflación,
Introducción • 11

etcétera. Esta crisis también tiene implicaciones para otras sociedades, tanto
presentes como futuras, pero su naturaleza precisa, que solo la investigación
empírica puede dilucidar, se decidirá por la acción práctica históricamente
específica. Lo que sabemos en general sobre las crisis políticas y económicas
puede resultar útil. Pero no menos importante es el carácter distintivo, sin
precedentes de esta crisis, que debe inferirse e interpretarse con base en su
contexto espacio-temporal.
Como se verá, la consideración de la variable temporal al observar la
actual crisis financiera y fiscal resulta reveladora en diversos sentidos. Sobre
todo, vista en un contexto histórico, se relativiza la importancia de nume-
rosas diferencias entre las sociedades del capitalismo democrático organiza-
das como estados nación que fueron observadas en investigaciones
transversales de las ciencias sociales, tal como sucede en la bibliografía sobre
las “variedades del capitalismo” (Hall y Soskice, 2001), donde esas diferen-
cias fueron estilizadas a tal punto que terminaron siendo convertidas en
rasgos categóricos de distintos “modelos” de capitalismo.7 Si la crisis es
considerada como un estadio intermedio en una secuencia de desarrollo
prolongado, resulta que los paralelos e interacciones entre países capitalistas
son muy superiores a sus diferencias institucionales y económicas. La diná-
mica subyacente, que permite variaciones locales, es la misma, incluso en el
caso de países considerados muy distantes uno de otro como Suecia y los
Estados Unidos. Lo que se vuelve particularmente visible en un estudio a
lo largo del tiempo es el papel de liderazgo del más grande y más capitalista
de todos los países capitalistas, los Estados Unidos, donde se originaron
todos los ajustes de tendencias del desarrollo: el fin del sistema de Bretton
Woods y la inflación, el crecimiento de los déficits presupuestarios gene-
rado por la resistencia a los impuestos y por los recortes impositivos, el
aumento de la actividad gubernamental financiera con deuda, la ola de
consolidaciones fiscales de la década de 1990, la desregulación del mercado
financiero como parte de una política de privatización de las funciones del
Estado, y por supuesto, la crisis financiera y fiscal de 2008.
Las conexiones y mecanismos de causalidad que interesan a los sociólogos
también operan en la dimensión temporal, y de hecho durante largos pe-
ríodos de tiempo, en la medida en que están implicados la elaboración y el
cambio de las instituciones o del conjunto de las sociedades. Tendemos a
subestimar cuánto tiempo necesitan las causas sociales para producir sus
efectos. Si preguntamos demasiado pronto si una teoría atinente al cambio
12 • Comprando tiempo

o al fin de una formación social es adecuada o no lo es, corremos el riesgo


de verla refutada antes de que haya tenido chance de probarse a sí misma.
Un buen ejemplo es la bibliografía sobre globalización en la ciencia política
de las décadas de 1980 y 1990, que, basándose ella misma en observaciones
empíricas de la época, llegó a la conclusión de que la apertura de fronteras
entre economías nacionales no tenía muchas probabilidades de producir
efectos negativos sobre el Estado de bienestar. Hoy, sabemos que las cosas
simplemente demoraron más tiempo, y que fue un error suponer que un
sistema tan lenta y firmemente establecido como el Estado de bienestar
europeo podría desaparecer o devenir en algo categóricamente distinto ape-
nas unos años después de la internacionalización económica. A menudo,
probablemente la mayor parte de las veces, el cambio institucional se hace
lugar como un cambio gradual (Streeck y Thelen, 2005), que puede du-
rante largo tiempo ser desdeñado como marginal, incluso después de que lo
marginal se ha vuelto el centro y la fuerza principal que da forma a la diná-
mica del desarrollo.8
Además de la naturaleza larga e incremental del cambio social e institu-
cional —pero ¿cuán largo es largo?—, las tendencias sociales del desarrollo
repetidamente se chocan contra factores contrarrestantes que pueden hacerlas
más lentas o desviarlas, modificarlas o detenerlas.9 Las sociedades observan
las tendencias que operan en ellas y reaccionan. Al hacerlo, muestran una
inventiva que va mucho más allá que cualquier cosa imaginada por los
cientistas sociales, incluso por aquellos que han identificado correctamente
las tendencias subyacentes y socialmente polémicas. La crisis del capitalismo
tardío en la década de 1970 debe haber sido visible incluso para aquellos que
carecían de interés en su caída o autodestrucción. También ellos percibie-
ron las tensiones más o menos agudamente diagnosticadas por la teoría de
la crisis, y actuaron en consecuencia. Desde la perspectiva actual, esas reac-
ciones aparecen como intentos exitosos —extendidos a lo largo de más de
cuatro décadas— de comprar tiempo. Mientras la expresión común “com-
prando tiempo” no necesariamente implica un desembolso de dinero, cla-
ramente sí lo hace en este caso, y a gran escala. El dinero, la más misteriosa
institución de la modernidad capitalista, sirvió para desactivar conflictos
sociales potencialmente desestabilizadores, en principio por medio de la
inflación, luego a través de crecientes préstamos gubernamentales, luego a
través de la expansión de los mercados privados de crédito, y finalmente
(hoy) por medio de la compra por parte de los bancos centrales de deuda
Introducción • 13

pública y pasivos bancarios. Como mostraré más adelante, la “compra de


tiempo” que pospuso y profundizó la crisis del capitalismo democrático de
posguerra está estrechamente relacionada con el proceso epocal de desarro-
llo capitalista que hemos llamado “financiarización” (Krippner, 2011).
Con un marco de tiempo suficientemente amplio, el desarrollo de la
crisis actual puede ser comprendido como un proceso evolutivo y también
dialéctico.10 Dentro de una larga secuencia de desarrollo, lo que puede ha-
berse interpretado varias veces en el corto plazo como el final de la crisis
—y por tanto como una refutación de la versión prevaleciente de la teoría
de la crisis— puede llegar a ser simplemente un cambio en la manifestación
externa de los conflictos subyacentes y los déficits de integración. A las
soluciones ostensibles nunca les lleva más de una década volverse problemas,
o más bien, el viejo problema bajo una nueva forma. Cada victoria sobre la
crisis se convierte antes o después en el preludio de una nueva crisis, a través
de complejos e impredecibles cambios que, de uno a la vez, ocultan el he-
cho de que los mecanismos de estabilización solo pueden ser provisionales,
dado que la expansión del capitalismo —la “conquista de territorio” por
parte del mercado (Lutz, 1984; Luxemburg, 1913)— choca contra la lógica
del mundo de la vida social.
Uno de los recuerdos menos agradables de mis años de estudiante en
Frankfurt es que las conferencias y seminarios se enfocaban demasiado, al
menos para mi gusto, en “los métodos” y demasiado poco en lo que debía
ser el objeto mismo de esos métodos. En mi condición de estudiante de la
“Escuela de Frankfurt” rara vez pude encontrar la terrenalidad que podía
hallarse en libros como La élite del poder de C. Wright Mills (1956); y hasta
la fecha me aburro rápidamente con la sociología de la que están ausentes
las historias, el color local y lo exótico y a menudo absurdo, es decir, todo
aquello que hace a la vida social y política. A pesar de que, por lo tanto,
viajo ligero de equipaje en términos de teoría, mi tema aquí —la crisis fiscal
y financiera de las democracias capitalistas ricas— requiere que me conecte
con la abundante tradición teórica de la economía política. Ello porque, a
menos que la sociología de las crisis sociales y la teoría política de la demo-
cracia aprendan a concebir a la economía como un campo de actividad
sociopolítica, ellas caerán inevitablemente lejos de la realidad, como ocurre
con toda concepción de la economía en la política y la sociedad que deja
fuera de consideración su actual forma capitalista de organización. Después
de lo que ocurrió a partir de 2008, nadie puede comprender la política y las

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