De La Impostura Del 11 de SEPTIEMBRE 2001

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De la impostura del 11 de septiembre a

Donald Trump
por Thierry Meyssan

Iniciamos la publicación por episodios del libro de Thierry Meyssan Ante nuestros ojos,
la gran farsa de las primaveras árabes, titulado en español De la impostura del 11 de
septiembre a Donald Trump. Es un ambicioso trabajo sobre la Historia de los 18 últimos
años y se basa en la experiencia vivida por el autor al servicio de varios pueblos, un
libro singular en la medida en que ninguna otra persona ha sido partícipe de todos los
acontecimientos que aborda esta obra –y que se desarrollan tanto en América Latina,
como en África y en el Medio Oriente– junto a los gobiernos de los pueblos agredidos
por Occidente.

Red Voltaire | Damasco (Siria) | 28 de junio de 2019

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Este artículo este parte del libro De la impostura del 11 de septiembre a Donald Trump.
Ante nuestra mirada, la gran farsa de las primaveras árabes.

«Todos los Estados deben abstenerse de organizar, ayudar, fomentar, financiar,


estimular o tolerar actividades armadas subversivas o terroristas destinadas a cambiar
mediante la violencia el régimen de otro Estado, así como de intervenir en las luchas
internas de otro Estado.»

Resolución 2625, adoptada el 24 de octubre de 1970 por la Asamblea General de la


ONU

Introducción
(Palabras del autor)

Ningún conocimiento tiene carácter definitivo. La Historia, como cualquier otra ciencia,
es un constante cuestionamiento de lo que en algún momento creímos cierto, hasta que
nuevos elementos vienen a modificar esa convicción, y quizás a contradecirla
totalmente.

En lo personal, rechazo la alternativa que se nos plantea entre, por un lado, “el círculo
de la razón” y el “pensamiento único” y, del otro lado, las emociones y la “post-
verdad”.

Me sitúo en un plano diferente: establezco la diferencia entre los hechos y las


apariencias y separo la verdad de la propaganda. Lo más importante es que, mientras
haya tantos individuos que tratan de explotar a los demás, no creo que las relaciones
internacionales puedan ser totalmente democráticas ni, por lo tanto, transparentes.
Por consiguiente, más allá de argucias y golpes bajos, es por naturaleza imposible
interpretar con certeza los acontecimientos internacionales en el momento mismo en
que suceden. La verdad sale a la luz sólo con el tiempo. Acepto la idea de que puedo
equivocarme en el momento de los hechos, pero nunca renuncio a poner mis propias
impresiones en tela de juicio y a tratar de entender. Hacerlo es extremadamente difícil,
sobre todo cuando el mundo está sufriendo guerras que nos obligan a definir nuestras
posiciones de inmediato.

Por mi parte, he optado por el bando de los inocentes que ven extranjeros invadir sus
ciudades e imponerles su ley, he optado por el bando de los inocentes que oyen
las televisiones internacionales repetirles el mantra de que sus líderes son tiranos que
deben ceder su lugar a los occidentales. He preferido ponerme del lado de los inocentes
que se rebelan y que mueren entonces bajo las bombas de la OTAN. Pretendo ser al
mismo tiempo un analista que trata de observar los hechos con objetividad y un hombre
que trata de utilizar sus herramientas para ayudar a los que sufren.

Al escribir este libro, aspiro a llegar lo más lejos posible con los documentos y
testimonios directos actualmente disponibles. Sin embargo, diferenciándome en ello de
los autores que me precedieron, no trato de demostrar que la política de mi país ha sido
la más correcta o que haya estado bien fundamentada. Trato más bien de entender
la vinculación entre acontecimientos en los que fui simultáneamente objeto y sujeto.

Algunos objetarán que, contradiciendo mi profesión de fe, en realidad trato de justificar


mis propios actos y que, conscientemente o no, no soy por lo tanto imparcial. Espero
que quienes eso afirmen se esfuercen también por dar a conocer la verdad y que me
indiquen los documentos que quizás yo desconozco o que los publiquen ellos mismos.

Es precisamente mi propio papel en esos acontecimientos lo que me ha permitido


conocer y verificar numerosísimos elementos que el gran público e incluso otros actores
desconocen. Ese conocimiento lo adquirí de manera empírica y sólo poco a poco he
logrado ir comprendiendo la lógica de los acontecimientos.
Para que el lector pueda seguir la secuencia del proceso intelectual que yo mismo seguí,
no escribo aquí una Historia general de la primavera árabe sino tres historias parciales
de los 18 últimos años, a partir de tres puntos de vista diferentes: el de la Hermandad
Musulmana, el de los sucesivos gobiernos de Francia y el de las autoridades de Estados
Unidos. En aras de dirigir esta nueva edición a un público internacional, esta vez he
modificado el orden de esas tres partes del libro, separándome del que había seguido en
ediciones anteriores, donde había puesto en primer lugar la visión de los gobiernos de
Francia.

En su empeño por hacerse con el poder, la Hermandad Musulmana se puso al servicio


del Reino Unido y de Estados Unidos, mientras trataba de que Francia se sumara a su
lucha por dominar a los Pueblos. Los dirigentes franceses, cegados por la búsqueda de
sus propios objetivos, nunca trataron de entender la lógica de la Hermandad
Musulmana, ni tampoco la del amo estadounidense, al que obedecían tanto esa cofradía
como ellos mismos, y se limitaron a tratar de beneficiarse con la colonización…
llenándose de paso los bolsillos, en el plano personal. Sólo Washington y Londres
contaban con toda la información sobre lo que estaban preparando y sobre lo que estaba
sucediendo.

El resultado es por ello algo parecido a las conocidas muñecas rusas: para conocer la
última hay que abrirlas todas una por una. En el tema que nos ocupa, sólo poco a poco
podemos llegar a entender la organización de acontecimientos que parecen a menudo
espontáneos cuando en realidad son resultado de ciertas decisiones.

Mi testimonio es tan diferente de lo que los lectores han podido oír o leer sobre este
mismo tema que algunos lo verán con inquietud y hasta sentirán temor ante las
consecuencias de lo que aquí escribo. Otros, por el contrario, se plantearán numerosas
interrogantes sobre esta gigantesca manipulación y sobre cómo ponerle fin.

Es probable que este libro, que expone cientos de hechos, contenga algunos errores que
tendré que corregir con el tiempo. Es posible que algunos nexos entre hechos que aquí
saco a la luz sean sólo casuales, pero son tan aplastantemente numerosos que no todos
pueden serlo.

Este libro ha ido enriqueciéndose con pequeñas actualizaciones agregadas en función de


las revelaciones que han aparecido sobre los hechos del periodo que aborda.

Estoy seguro de que los partidarios del imperialismo me acusarán de


“conspiracionismo” o “complotismo”, sus expresiones preferidas. Es un cómodo insulto
que vienen manejando desde hace 15 años. A él han recurrido constantemente desde que
puse en duda la versión oficial de los atentados del 11 de septiembre de 2001. Ellos se
aferran a su mentira, pero se ponen en evidencia cuando apoyan públicamente a al-
Qaeda en Libia y en Siria, mientras le atribuyen masacres en Estados Unidos, así como
en Francia, Bélgica y otros Estados de Occidente.

El consenso entre periodistas y políticos no tiene ya el valor que tuvo en otros tiempos
el consenso entre teólogos y astrónomos ante los descubrimientos de Galileo. Ningún
consenso ha permitido nunca “establecer” la verdad. Sólo la Razón aplicada a las
pruebas concretas permite acercarse a la verdad.
A fin de cuentas, cuando se hayan corregido los errores menores que aquí puedan
aparecer, a lo que cada cual tendrá que responder proponiendo una explicación lógica y
coherente –si lo hace con sinceridad– es a esta acumulación de hechos.

La Hermandad Musulmana, como


cofradía de asesinos
por Thierry Meyssan

Continuamos la publicación por episodios del libro de Thierry Meyssan Sous nos yeux,
titulado en español De la impostura del 11 de septiembre a Donald Trump. Ante nuestra
mirada, la gran farsa de las primaveras árabes. En este episodio, se describe la
creación de una sociedad secreta egipcia, la Hermandad Musulmana, y su posterior
rediseño, después de la Segunda Guerra Mundial, por los servicios secretos del
Reino Unido. También relata cómo el MI6 britanico utilizó entonces la Hermandad
Musulmana para asesinar políticos en Egipto, ex colonia de la Corona británica.

Red Voltaire | Damasco (Siria) | 29 de junio de 2019

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Este artículo este parte del libro De la impostura del 11 de septiembre a Donald Trump.
Ante nuestra mirada, la gran farsa de las primaveras árabes.

Hassan al-Banna, fundador de la Hermandad Musulmana. Casi no hay


información sobre la familia de Hassan al-Banna, sólo se sabe que eran relojeros,
oficio que en Egipto era exclusivo de la comunidad judía.

Las “primaveras árabes”, como las vivió la Hermandad Musulmana

En 1951, los servicios secretos anglosajones crearon, a partir de una antigua


organización homónima, la Hermandad Musulmana, una sociedad secreta con carácter
político, y la utilizaron sucesivamente para asesinar a las personalidades que les
oponían resistencia. Posteriormente, a partir de 1979, la Hermandad Musulmana fue
utilizada como fuente de mercenarios contra los soviéticos. A inicios de los años 1990,
fue incorporada a la OTAN y, en los años 2010, el objetivo fue llevarla al poder en los
países árabes. La Hermandad Musulmana y la Orden de los Naqchbandis (sufista)
reciben financiamiento, por al menos 80 000 millones de dólares, de la familia real
saudita, lo cual las convierte en uno de los ejércitos más grandes del mundo. Todos los
líderes yihadistas, incluyendo los del Emirato Islámico (Daesh), son parte de ese
dispositivo militar.

1- La Hermandad Musulmana en Egipto

Cuatro imperios desaparecen durante la Primera Guerra Mundial: el Reich germánico, el


Imperio Austrohúngaro, la Santa Rusia zarista y la Sublime Puerta otomana. En la
embriaguez del triunfo, los vencedores pierden todo sentido de la medida al imponer sus
condiciones a los vencidos.

En Europa, el Tratado de Versalles impone condiciones inaceptables a Alemania,


señalándola como única responsable del conflicto.

En el Oriente, surgen graves dificultades con el desmembramiento del Califato


otomano: en 1920, en la Conferencia de San Remo y de conformidad con los acuerdos
secretos Sykes-Picot adoptados en 1916, el Reino Unido es autorizado a crear el hogar
judío de Palestina mientras que Francia recibe luz verde para colonizar Siria –que en
aquella época incluye el actual Líbano. Pero, en lo que queda del Imperio Otomano,
Mustafá Kemal se rebela al mismo tiempo contra el Sultán, que había perdido la guerra,
y contra los occidentales que se apoderan de su país. En 1920, durante la Conferencia de
Sevres, los participantes dividen el Califato otomano en pequeños territorios para crear
todo tipo de nuevos Estados, incluyendo un Kurdistán. Pero la población turco-mongola
de Tracia y de Anatolia se rebela y pone a Kemal en el poder. Finalmente, en 1923, la
Conferencia de Lausana traza las fronteras actuales de Turquía, abandona al proyecto de
creación de un Kurdistán y organiza ingentes desplazamientos de poblaciones, que
dejan como saldo más de medio millón de muertos.

Al igual que en Alemania, donde Adolf Hitler rechaza el futuro que se le impone a su
país, en el Medio Oriente un hombre se levanta contra la nueva división de la región.
Un maestro egipcio funda un movimiento que plantea el restablecimiento del Califato
derrotado por las potencias occidentales. Ese hombre es Hassan al-Banna y la
organización, creada en 1928, es la Hermandad Musulmana.

El Califa es, en principio, el Sucesor del Profeta, y todos le deben obediencia. Es, por
supuesto, un título muy ambicionado. La Historia registra la existencia de grandes
dinastías de califas: los Omeyas, los Abasidas, los Fatimidas y los Otomanos.
El próximo Califa será el hombre que logre apoderarse del título, y el “Guía General” de
la Hermandad Musulmana se cree perfectamente capaz de regir el mundo musulmán.

La Hermandad Musulmana se expande muy rápidamente. Su intención es actuar desde


dentro del sistema para reinstaurar las instituciones islámicas. Sus miembros están
obligados a jurar fidelidad al fundador sobre el Corán y además sobre un sable o un
revólver. Aunque se expresa en términos religiosos, el objetivo de esta cofradía es
exclusivamente político. Hassan al-Banna y sus sucesores nunca hablarán del islam
como religión ni evocarán una espiritualidad musulmana. El islam es para ellos sólo un
dogma, una sumisión a Dios y el ejercicio del poder. Por supuesto, los egipcios que
respaldan esa cofradía no la perciben de esa manera y la siguen porque ella misma
dice seguir a Dios.

Para Hassan al-Banna, la legitimidad de un gobierno no se mide de la misma manera


como se evalúa la de los gobiernos occidentales, o sea por su representatividad, sino por
su capacidad para defender lo que él considera el “modo de vida islámico”: el modo de
vida del Egipto otomano del siglo XIX. La Hermandad Musulmana nunca tendrá en
cuenta que el islam tiene una historia y que los modos de vida de los musulmanes
difieren considerablemente en las diferentes regiones y épocas. Tampoco tendrá en
cuenta que el Profeta revolucionó la sociedad beduina en la que él mismo vivió y que el
modo de vida que se describe en el Corán es sólo una etapa fijada para esos hombres.
Para la Hermandad Musulmana y sus miembros, las reglas penales del Corán –la
Sharia– no corresponden a una situación determinada sino que fijan leyes inalterables,
que el Poder puede utilizar a su favor.

Para la Hermandad Musulmana, el hecho que la religión musulmana se haya difundido


a menudo a punta de espada viene a justificar el uso de la fuerza. Los dirigentes de la
cofradía nunca reconocerán que el islam haya podido propagarse también a través del
ejemplo. Esto no impide a Hassan al-Banna y a los miembros de la Hermandad
Musulmana presentarse a elecciones –y perderlas. Si condenan los partidos políticos,
no es porque se opongan al multipartidismo sino porque afirman que, al separar la
política de la religión, esas formaciones han caído en la corrupción.

La doctrina de la Hermandad Musulmana es la ideología del “islam político”. En


francés se designa como “islamismo”, un término que acabará poniéndose muy de
moda.

En 1936, Hassan al-Banna escribe al primer ministro Mustafá el-Nahhas Pachá y exige:
“una reforma de la legislación y la unión de todos los tribunales bajo la sharia;
el reclutamiento en el seno de los ejércitos con el establecimiento de un voluntariado
bajo el estandarte de la yihad;
la conexión entre los países musulmanes y la preparación de la restauración del
Califato, en aplicación de la unidad que el Islam exige.”

Durante la Segunda Guerra Mundial, la Hermandad Musulmana se declara neutral. Pero


en realidad se convierte en un servicio de inteligencia del Reich. Sin embargo, a partir
de la incorporación de Estados Unidos a la guerra, cuando comienza a cambiar la suerte
de las armas, la cofradía se dedica a un doble juego y obtiene financiamiento británico a
cambio de información sobre su primer empleador. La Hermandad Musulmana
demuestra así su total carencia de principios y su más puro oportunismo político.

El 24 de febrero de 1945, los miembros de la cofradía deciden de jugarse el todo por el


todo y asesinan al primer ministro egipcio en medio de una sesión del Parlamento.
El resultado será una escalada de violencia, marcada por una ola de represión contra los
miembros de la Hermandad Musulmana y una serie de asesinatos políticos, que llega
hasta el asesinato del nuevo primer ministro, el 28 de diciembre de 1948. Como
represalia, el propio Hassan al-Banna es asesinado, el 12 de febrero de 1949. Poco
después, un tribunal creado en el marco de la ley marcial envía la mayoría de los
miembros de la Hermandad Musulmana a la cárcel y disuelve la cofradía.
Aquella organización secreta no era, en el fondo, otra cosa que una banda de asesinos
que aspiraban a alcanzar el poder utilizando el Corán para disimular su ambición. Su
historia debió terminar ahí. Pero no fue así.

2- Refundación de la Hermandad Musulmana por los anglosajones y


paz separada con Israel

La capacidad de la cofradía para movilizar gente y convertirla en asesinos había


llamado la atención de las grandes potencias.

Aunque siempre lo negó, Sayyid Qutb era francmasón. El 23 de abril de 1943,


publicó en la revista “al-Taj al-Masri” (“La Corona de Egipto”) un artículo
titulado “Por qué me hice francmasón”.

Dos años y medio después de su disolución, los anglosajones forman una nueva
organización y la denominan “Hermandad Musulmana”. Aprovechando el
encarcelamiento de los dirigentes históricos de la primera Hermandad Musulmana, el ex
juez Hassan al-Hodeibi es electo como Guía General de la cofradía.

A pesar de lo que casi todo el mundo cree, no existe ningún tipo de continuidad
histórica entre la antigua Hermandad Musulmana y su sucesora. Lo cierto es que una
unidad de la antigua sociedad secreta –llamada “El Aparato Secreto”– había recibido del
propio Hassan al-Banna la misión de perpetrar los atentados, cuya autoría él siempre
negaba. Esa organización dentro de la organización, tan secreta que no se vio afectada
por la disolución de la cofradía, se pone a la disposición del sucesor de al-Banna. El
Guía la desautoriza y declara que quiere alcanzar sus objetivos sólo de manera pacífica.
Es difícil determinar con exactitud lo sucedido en aquel momento entre los anglosajones
–deseosos de recuperar la antigua sociedad secreta– y el Guía, quien creía estar
recuperando sólo la audiencia de la cofradía entre las masas. En todo caso, el Aparato
Secreto se mantuvo y la autoridad del Guía decreció, en beneficio de otros jefes de la
cofradía, dando paso a una verdadera guerra intestina. La CIA introdujo en la dirección
al francmasón Sayyid Qutb [1], el teórico de la yihad, quien es condenado por el Guía
hasta que este último llega a un acuerdo con el MI6.
Resulta imposible precisar las relaciones de subordinación interna entre unos y otros, de
un lado porque cada rama extranjera de la cofradía goza de autonomía, y también
porque las unidades secretas existentes dentro de la organización ya no dependen
necesariamente ni del Guía General, ni del Guía local, sino a veces directamente de la
CIA y del MI6.

Durante el periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial, los británicos tratan de


organizar el mundo de forma que este se mantenga fuera del alcance de los soviéticos.
En septiembre de 1946, Winston Churchill plantea, en Zurich, la idea de crear los
“Estados Unidos de Europa”. Siguiendo ese mismo principio, propone también la
creación de la Liga Árabe. En ambos casos, el objetivo es unir una región excluyendo a
Rusia. Desde el inicio de la guerra fría, Estados Unidos crea, por su parte, asociaciones
–como el American Committee on United Europe y los American Friends of the Middle
East [2]– encargadas de estimular esa tendencia a favor de sus propios intereses. En el
mundo árabe, la CIA organiza dos golpes de Estado: el primero, en Damasco, a favor
del general Hosni Zaim –en marzo de 1949– y luego en El Cairo, con los Oficiales
Libres –en julio de 1952. El objetivo es apoyar movimientos nacionalistas, considerados
hostiles a los comunistas. Es con esa idea en mente que Washington envía al general SS
Otto Skorzeny a Egipto y al general nazi Fazlollah Zahedi a Irán. Ambos llegan con
cientos de ex jefes de la Gestapo para dirigir la lucha anticomunista.

En Egipto, Skorzeny modela la policía según una tradición de violencia. En 1963, este
veterano de las SS optará por la CIA y el Mossad, en contra de Nasser. En Irán, Zahedi
crea la SAVAK, la policía política más brutal de la época.

Hassan al-Banna ya había señalado el objetivo de la Hermandad Musulmana: tomar el


poder utilizando para ello la religión. Ahora, Qutb define la vía, que será la yihad.
Cuando los adeptos hayan aceptado la superioridad del Corán, será posible apoyarse en
este para organizarlos como ejército y enviarlos a la lucha. Qutb desarrolla una teoría
maniquea que establece una diferencia entre lo que es islamista y lo “tenebroso”. Para la
CIA y el MI6, esa manipulación mental permite utilizar a los adeptos para controlar los
gobiernos nacionalistas árabes y luego desestabilizar las regiones musulmanas de la
Unión Soviética. La Hermandad Musulmana se convierte en vivero de innumerables
terroristas, bajo el eslogan “Alá es nuestro objetivo. El Profeta es nuestro jefe. El Corán
es nuestra ley. La Yihad es nuestra vía. El Martirio, es nuestro deseo.”

El pensamiento de Qutb es racional, pero no razonable. Despliega una retórica


invariable (Alá/Profeta/Corán/Yihad/Martirio), que nunca deja posibilidad de discusión.
Plantea la superioridad de su propia lógica por sobre la razón humana.
El 23 de septiembre de 1953, el presidente Eisenhower recibe una delegación de
la Hermandad Musulmana en la Casa Blanca.

La CIA organiza en la Universidad de Princeton un coloquio sobre “La situación de los


musulmanes en la Unión Soviética”. Es una oportunidad para recibir en Estados Unidos
una delegación de la Hermandad Musulmana, encabezada por uno de los jefes de la
rama armada de la cofradía: Said Ramadan. En su informe, el oficial de la CIA a cargo
del seguimiento señala que Ramadan no es un extremista religioso, sino más bien
un fascista, lo cual es una manera de subrayar el carácter exclusivamente político de la
Hermandad Musulmana. El coloquio termina con una recepción en la Casa Blanca,
con el presidente Eisenhower, el 23 de septiembre de 1953. Así queda sellada la alianza
entre Washington y el yihadismo.

De izquierda a derecha, Hassan al-Banna casa a su hija con Said Ramadan,


a quien convierte así en su sucesor a la cabeza de la Hermandad Musulmana.
La pareja tendrá dos hijos: Hani, director del Centro Islámico de Ginebra, y Tariq
Ramadan. Este último se convertirá en profesor de la cátedra de Estudios
Islámicos Contemporáneos en la Universidad de Oxford.

La CIA, que había vuelto a crear la cofradía para utilizarla contra de los comunistas,
comienza por servirse de ella para ayudar a los nacionalistas. En aquella época, los
representantes de la CIA en el Medio Oriente eran antisionistas provenientes de la clase
media. Pero fueron rápidamente desplazados por altos funcionarios de origen
anglosajón e ideología puritana, que venían de las grandes universidades y eran
favorables a Israel. Washington entró entonces en conflicto con los nacionalistas y la
CIA volvió la Hermandad Musulmana en contra de ellos.

Said Ramadan y Sayyid Abdul Ala Maududi tuvieron un programa semanal en


Radio Pakistán, emisora creada por el MI6 británico.

Said Ramadan había estado al frente de algunos combatientes de la cofradía durante la


breve guerra contra Israel, en 1948, y después había ayudado a Sayyid Abdul Ala
Maududi a crear en Pakistán la organización paramilitar de la Jamaat-i-Islami. En aquel
momento, se trataba de fabricar una entidad islámica para que los musulmanes de la
India constituyeran un nuevo Estado: el actual Pakistán. La Jamaat-i-Islami incluso
redactará la Constitución pakistaní. Said Ramadan se casa con la hija de Hassan al-
Banna y se convierte en el jefe de la rama armada de la nueva “Hermandad
Musulmana”.

En Egipto, después de haber participado en el golpe de Estado de los Oficiales Libres


del general Mohamed Naguib –con Sayyid Qutb como agente de enlace–, los miembros
de la Hermandad Musulmana reciben la misión de eliminar al líder de ese movimiento,
Gamal Abdel Nasser, quien ha entrado en conflicto con Naguib. No sólo fracasan, el 26
de octubre de 1954, sino que Nasser toma el poder, reprime la Hermandad Musulmana
y pone a Naguib bajo prisión domiciliaria. Sayyid Qutb será ahorcado años más tarde.

Ya prohibida en Egipto, la Hermandad Musulmana se repliega hacia las monarquías


wahabitas –Arabia Saudita, Qatar, el emirato de Charja– y Europa –Alemania, Francia y
el Reino Unido, además de la neutral Suiza. En esos países se acoge siempre a sus
miembros como agentes occidentales que luchan contra la naciente alianza entre los
nacionalistas árabes y la Unión Soviética. Said Ramadan recibe un pasaporte
diplomático jordano y en 1958 se instala en Ginebra, desde donde dirige la
desestabilización del Cáucaso y del Asia Central, campaña que se desarrolla
simultáneamente en Pakistán-Afganistán y en el entonces soviético valle de Ferganá.
Por otro lado, logra controlar la Comisión a cargo de la edificación de una mezquita en
Munich, lo cual le permite supervisar a casi todos los musulmanes de Europa
occidental. Con ayuda del American Committee for the Liberation of the Peoples of
Russia (AmComLib), o sea de la CIA, dispone además de Radio Liberty/Radio Free
Europe –directamente financiada por el Congreso estadounidense– para divulgar el
pensamiento de la Hermandad Musulmana [3].

Después de la crisis del Canal de Suez y del espectacular cambio de posición de Nasser,
quien se pone del lado de los soviéticos, Washington decide dar apoyo ilimitado a la
Hermandad Musulmana contra los nacionalistas árabes. Un alto cuadro de la CIA, Miles
Copeland, recibe la misión –que resulta infructuosa– de escoger en el seno de la
cofradía una personalidad capaz de desempeñar en el mundo árabe un papel equivalente
al del pastor Billy Graham en Estados Unidos. Habrá que esperar hasta los años 1980
para encontrar un predicador con esas características: el egipcio Yussef al-Qaradawi.

En 1961, la Hermandad Musulmana se vincula a otra sociedad secreta, la Orden de los


Naqchbandis, una especie de masones musulmanes que mezclan iniciación sufista y
política. Uno de los teóricos indios de los Naqchbandis, Abu al-Hassan Ali al-Nadwi,
publica un artículo en la revista de la Hermandad Musulmana. La Orden de los
Naqchbandis es antigua y está presente en numerosos países. En Irak, el Gran Maestro
de los Naqchbandis no es otro que el futuro vicepresidente Ezzat Ibrahim al-Duri. En
1982, al-Duri apoya la intentona golpista de la Hermandad Musulmana en Siria y más
tarde la “campaña de regreso a la Fe” organizada por el presidente iraquí Saddam
Hussein para devolver una identidad a su país, después de instaurarse la zona de
exclusión de vuelo impuesta por los occidentales. En Turquía, el papel de la Orden de
los Naqchbandis será más complejo. Allí tendrá como responsables tanto a Fethullah
Gullen –fundador del Hizmet– como al presidente turco Turgut Ozal (en el cargo de
1989 a 1993) y al primer ministro Necmettin Erbakan (en el cargo de 1996 a 1997),
fundador del Partido de la Justicia (AKP) en 1961 y de la Milli Gorus en 1969. En
Afganistán, el ex presidente Sibghatullah Mujaddidi (en el cargo en 1992) fue Gran
Maestro de la Orden de los Naqchbandis. En Rusia, en el siglo XIX, la Orden había
sublevado Crimea, Uzbekistán, Chechenia y Daguestán contra el poder del Zar. Pero no
hay más noticias de la Orden en Rusia hasta que se produce el derrumbe de la Unión
Soviética. Lo mismo sucede en la región autónoma china de Xinjiang (Sinkiang). La
cercanía entre la Hermandad Musulmana y los Naqchabandis se estudia raramente
debido a la oposición entre el principio de los islamistas a la mística y a las órdenes
sufistas en general.

La sede de la Liga Islámica Mundial en Arabia Saudita. En 2015, el presupuesto de


esta entidad era superior al del ministerio de Defensa del reino de los Saud.
Arabia Saudita, primer comprador de armas a nivel mundial, adquiere
armamento que la Liga entrega después a la Hermandad Musulmana y a la Orden
de los Naqchbandis.

En 1962, la CIA empuja Arabia Saudita a crear la Liga Islámica Mundial (también
llamada Liga Musulmana Mundial) y a financiar tanto la Hermandad Musulmana como
la Orden de los Naqchbandis, en contra de los nacionalistas y de los comunistas [4]. La
Liga Islámica Mundial es financiada en sus inicios por la Arabian-American Oil
Company (Aramco). Entre la veintena de miembros fundadores de la Liga se cuentan 3
teóricos islamistas ya mencionados anteriormente: el egipcio Said Ramadan, el
pakistaní Sayyid Abul Ala Maududi y el indio Abu al-Hasan Ali al-Nadwi.

De hecho, Arabia Saudita, que gracias al comercio del petróleo entra repentinamente en
posesión de enormes sumas de dinero, se convierte en el padrino de la Hermandad
Musulmana a nivel mundial. En su propio país, donde casi nadie sabe leer ni escribir, la
monarquía saudita pone el sistema de enseñanza escolar y universitaria en manos de la
cofradía. La Hermandad Musulmana se ve obligada a adaptarse a sus benefactores: el
requisito saudita de obediencia al rey impide a los adeptos de la cofradía jurar fidelidad
al Guía General de la cofradía. En todo caso, estos se organizan alrededor de Mohamed
Qutb, el hermano de Sayyid, siguiendo dos tendencias diferentes: una que reúne a los
miembros sauditas de la Hermandad Musulmana y otra conformada por los “sururistas”.
Estos últimos, que son sauditas, tratan de establecer una síntesis entre la ideología
política de la cofradía y la teología wahabita. La secta wahabita, que cuenta entre sus
miembros a la familia real saudita, es portadora de una interpretación del islam surgida
del pensamiento beduino, iconoclasta y antihistórico. Hasta el momento en que
comenzó a disponer de petrodólares, esa secta preconizaba el anatema contra las
escuelas musulmanas tradicionales, que a su vez la consideraban herética.

En realidad, la política de la Hermandad Musulmana y la religión wahabita no tienen


nada en común, pero son compatibles, exceptuando el hecho que el pacto que vincula a
la familia de los Saud con los predicadores wahabitas no encaja en la cofradía: la idea
misma de una monarquía de derecho divino contradice la sed de poder de la Hermandad
Musulmana. Ambas partes llegan entonces a un acuerdo: la familia Saud respaldará a la
Hermandad Musulmana en todas partes del mundo, con la condición de que esta se
mantenga al margen de la política en Arabia Saudita.

El respaldo de los wahabitas sauditas a la Hermandad Musulmana da lugar a una


rivalidad suplementaria entre Arabia Saudita y los otros dos emiratos wahabitas, que
son Qatar y el Emirato de Charja.

De 1962 a 1970, los miembros de la Hermandad Musulmana participan en la guerra


civil en Yemen del Norte, donde tratan de reinstaurar la monarquía, junto a Arabia
Saudita y el Reino Unido y en contra de los nacionalistas árabes, de Egipto y de la
URSS. Ese conflicto prefigura lo que sucederá después, a lo largo de medio siglo.

En 1970, Gamal Abdel Nasser logra un acuerdo entre las facciones palestinas y el rey
Hussein de Jordania, poniendo fin al “septiembre negro”. Nasser muere la noche misma
en que la Liga Árabe ratifica el acuerdo. Oficialmente, sufrió una crisis cardiaca, pero es
mucho más probable que haya sido asesinado. Nasser tenía 3 vicepresidentes, uno de
izquierda –extremadamente popular–, un centrista –muy conocido– y un conservador
designado a pedido de Estados Unidos y de Arabia Saudita: Anwar el-Sadat. Sometido a
fuertes presiones, el vicepresidente de izquierda se declara indigno de ocupar
la presidencia. El vicepresidente centrista prefiere abandonar la política y Sadat es
designado candidato de los nasseristas. Es el drama típico de numerosos países: el
presidente escoge un vicepresidente entre sus rivales, para ampliar su base electoral,
pero cuando muere, ese vicepresidente lo reemplaza y echa por tierra su legado.

Sadat, que durante la Segunda Guerra Mundial había servido al Reich y siente gran
admiración por el Fuhrer, es un militar ultraconservador y que, como hombre de
confianza de Sayyid Qutb, servía como agente de enlace entre la cofradía y los Oficiales
Libres. En cuanto llega al poder, libera a los miembros de la Hermandad Musulmana
que Nasser había metido en la cárcel. Llamado el “presidente creyente”, Sadat es un
aliado de la cofradía en todo lo que tiene que ver con la islamización de la sociedad (la
“revolución de la rectificación”), pero se convierte en su rival cuando eso significa
algún beneficio político para él. Esta relación ambigua se hace patente con la creación
de 3 grupos armados, que no son escisiones de la cofradía sino unidades exteriores que
obedecen a ella: el Partido de la Liberación Islámica, la Yihad Islámica del jeque Omar
Abdul Rahman, y Excomunión e Inmigración (el “Takfir”). Estos tres grupos dicen
seguir instrucciones de Sayyid Qutb. Cuando la Yihad Islámica, armada por los
servicios secretos, emprende ataques contra los cristianos coptos, el “presidente
creyente”, lejos de tratar de instaurar la paz, acusa a los coptos de sedición y encarcela
al Papa de esa confesión y a 8 de sus obispos. En definitiva, Sadat interviene en la
dirección de la cofradía y se pone del lado de la Yihad Islámica y en contra del Guía
General, cuyo arresto ordena [5].

Siguiendo instrucciones del secretario de Estado estadounidense Henry Kissinger, Sadat


convence a Siria de que se una a Egipto para atacar Israel y restaurar los derechos de los
palestinos. El 6 de octubre de 1973, los ejércitos de Egipto y Siria inician un
movimiento de tenaza sobre Israel, en plena conmemoración judía de Yom Kipur. El
ejército egipcio cruza el Canal de Suez mientras que el de Siria ataca desde la meseta
del Golán. Pero Sadat despliega su cobertura antiaérea sólo parcialmente y detiene el
avance de su ejército 15 kilómetros al este del Canal, mientras que los israelíes
arremeten contra los sirios. Viendo que han caído en una trampa, los sirios denuncian la
existencia de un complot. Sólo cuando los reservistas israelíes ya están en pie de guerra
y cuando el ejército sirio está rodeado, Sadat ordena a su ejército simular que reinicia su
avance… y después lo detiene para negociar un alto al fuego. Ante la traición egipcia,
los soviéticos –que ya habían perdido un aliado con la muerte de Nasser– amenazan a
Estados Unidos y exigen un cese inmediato de las hostilidades.
Anwar el-Sadat, había sido agente de enlace entre el movimiento de los
Oficiales Libres y la Hermandad Musulmana. Se había decidido que el parlamento
egipcio reconociera a Sadat como el “sexto califa”. En esta imagen, el “presidente
creyente” egipcio, Anwar el-Sadat, se presenta ante el parlamente de Israel junto a
sus socios israelíes Golda Meir y Shimon Peres.

Cuatro años después, siguiendo adelante con el plan de la CIA, el presidente Sadat viaja
a Jerusalén y firma una paz separada con Israel en detrimento de los palestinos. Así
queda sellada la alianza entre la Hermandad Musulmana e Israel. Todos los pueblos
árabes denuncian esta traición y Egipto es excluido de la Liga Árabe, que traslada su
sede a Argel.

Como responsable del “Aparato Secreto” de la Hermandad Musulmana, Ayman


al-Zawahiri, el actual jefe de al-Qaeda, organizó el asesinato del presidente egipcio
Anwar el-Sadat, perpetrado el 6 de octubre de 1981.

En 1981, Washington decide pasar la página. La Yihad Islámica recibe orden de


liquidar a Sadat, quien ya ha dejado de ser útil. El presidente egipcio es asesinado en
medio de un desfile militar, cuando el Parlamento se disponía a proclamarlo “Sexto
Califa”. Entre las personas que se hallaban en la tribuna oficial, se cuentan 7 muertos y
28 heridos, pero el vicepresidente Hosni Mubarak, que estaba sentado junto al
presidente, sale ileso. De todos los presentes en la tribuna oficial, el general Mubarak
era el único que portaba un chaleco blindado. Mubarak será el sucesor del “presidente
creyente” y la Liga Árabe ya puede volver al Cairo.

(Continuará)

Thierry Meyssan

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