Perfil Criminológico
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Perfil Criminológico
del Delincuente
EN EL DELITO DE VIOLENCIA CONTRA LA
MUJER
INTRODUCCIÓN
ellas puedan tener distintos tipos de relaciones con otras personas (de amistad, de
familia, laboral, etc...). Desconfía así de todo lo que hace, sintiendo celos de
cualquiera que le hace sentir que le quita el afecto de su pareja y él lo quiere todo
de ella, deseando tenerla en casa siempre.
No existe causa única que provoque los malos tratos, aunque por lo general
sí hay una serie de factores de riesgo que pueden hacer surgir la aparición y
posterior mantenimiento de la violencia de género. Aunque existen otras variables
que se analizan posteriormente, una de las causas principales es la situación de
desigualdad real en la que puede encontrarse la mujer (menor fuerza física,
dependencia económica, menos relaciones sociales debido al aislamiento por
estar en casa,...).
Gasca Pliego dijo que "la mujer cada vez tiene mejores estudios, mejor
preparación y es más independiente económicamente y eso le permite decidir con
quien se une y eso ha generado un mayor problema para los hombres, que no
aceptan esa situación
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Las ciencias que analizan lo social, recalcan con sus estudios que la
conducta agresiva es el resultado de experiencias tempranas o de aprendizaje
social, debido a motivaciones externas como la frustración, la aversión o la
amenaza de un peligro bien físico o psicológico, defendiendo exclusivamente la
influencia de factores sociales como causa. Sin embargo, desde una perspectiva
más realista y científica, se concluye que las reacciones del hombre violento se
deben a un mosaico de distintas variables. Según el modelo de Berkowitz, existe
una interacción dinámica entre la biología (que puede afectar a la conducta) y las
condiciones ambientales (que favorecen o inhiben la expresión de dichas
tendencias), pudiendo influirse ambas variables mutuamente (Martín Ramírez,
2000a).
FACTORES BIOLÓGICOS
considera al hombre como una marioneta que debe someterse a todos sus
instintos inconscientes. No obstante, la mayoría de los autores que apoyan la
predominancia biológica de la agresión, suelen defender la plasticidad de los
instintos, exponiendo que solo algunas personas se muestran como pautas de
acción fija, explicando de esta forma por qué en determinadas situaciones algunos
hombres, y no todos, actúan de forma violenta.
FACTORES PSICOSOCIALES
FACTORES PSICOPATOLÓGICOS
Existen otros factores que también pueden, y de hecho la realidad así nos
lo demuestra, desencadenar los comportamientos violentos, como el alcoholismo,
los graves problemas económicos, el desempleo prolongado, la drogadicción,
antecedentes de rechazos afectivos o trastornos psicopatológicos. Todos estos
actúan como generadores de estrés, que si no se aprende a afrontar de una forma
positiva y sana, pueden tener esta fatal consecuencia, aunque ninguno pueda
tomarse como causa que por sí misma lo explique. Es importante señalar (Espada
y Torres, 1996d) que algunos estudios, tanto de la Comunidad Europea como de
Estados Unidos, indican que una de las causas más importantes de los malos
tratos en el hogar está en la personalidad del maltratador. Corroboran que,
frecuentemente, los hombres violentos que maltratan a sus mujeres muestran
ciertos rasgos patológicos como pueden ser impulsividad, paranoia (delirios
celotípicos), inseguridad, personalidad depresiva, así como tendencia a culpar a
los demás de sus fallos como intento de reforzar su baja autoestima. Desde esta
perspectiva se considera que el hombre actúa de esta manera desadaptada, por
tener un problema psicológico o psiquiátrico, y al sufrir una disfunción se sienten
vulnerables e inseguros, por lo que tienden a sobrecompensar su autoestima a
través de la violencia.
Por este motivo, un tratamiento integral del maltrato contra la mujer debe
incluir la atención psicológica del agresor. El enfoque judicial del maltratador suele
ser insuficiente porque se castiga como delito y suele se le otorga medidas
sustitutivas o menos frecuentemente, con prisión. Estas medidas penales no han
mostrado ser lo suficientemente disuasorias -y en algunos casos han resultado ser
contraproducentes- para detener el maltrato (Echeburúa y Fernández-Montalvo,
1997). En cambio, el tratamiento psicológico del maltratador, siempre que sea
asumido voluntariamente, parece ser la intervención más adecuada en la
actualidad. De hecho, ha resultado ser un instrumento útil en aquellos casos en los
que el agresor es consciente de su problema y se muestra motivado para
modificar su comportamiento agresivo. Por el contrario, las tasas de éxito en
pacientes derivados del juzgado y sometidos obligatoriamente a tratamiento son
muy bajas ya que en estos casos el agresor no tiene una motivación genuina para
que se produzca un cambio sustancial en su comportamiento. La negación -total o
parcial- del problema dificulta la búsqueda de ayuda terapéutica. No es, por ello,
infrecuente que no se acuda a la consulta o se haga en condiciones de presión
(amenazas de divorcio por parte de la pareja, denuncias, etc.), con el autoengaño
de que "esta situación de violencia nunca más se va a volver a repetir", siendo
esta actitud el reflejo de la resistencia al cambio. A causa de lo dicho, resulta
prioritario evaluar en estas primeras fases del tratamiento el grado de peligrosidad
actual del paciente y el nivel de motivación para el cambio. Reconocer la
existencia del problema es el paso previo para la terapia, y sólo desde esta
perspectiva se puede iniciar un programa para el cambio. Las intervenciones
terapéuticas con maltratadores han tenido como objetivo enseñar técnicas de
suspensión temporal, abordar el problema de los celos, controlar los hábitos de
bebida, reevaluar los sesgos cognitivos, diseñar estrategias de solución de
problemas, entrenar en relajación y habilidades de comunicación y enseñar
técnicas de afrontamiento de la ira y de control de los impulsos.
- Pobre control emocional, lo que conlleva a una incapacidad para controlar sus
impulsos violentos. Se trataría de eliminar la ejecución de la conducta impulsiva de
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agredir, y una posible técnica, junto con las intervenciones antes expuestas, sería
la prevención de la respuesta ( del acto violento), con el fin de que el malestar y la
ansiedad producidos por su ira y sus distorsiones cognitivas fueran disminuyendo
de forma progresiva hasta su desaparición. La prevención de respuesta se llevaría
a cabo mediante la ejecución de respuestas incompatibles con la agresión. Esta
técnica se utilizaría combinada con las técnicas del control de activación (
Labrador, Cruzado y Muñoz, 1997): la relajación y la respiración.
Además de todo esto, hay que tener en cuenta que como las conductas
habituales de maltrato se desarrollan y mantienen por razones muy variadas, las
técnicas concretas de tratamiento propuestas en este programa de intervención no
pueden ser homogéneas. Quiere decirse que en determinados pacientes es
necesario resaltar, por ejemplo, como objetivo terapéutico la eliminación de los
estereotipos machistas o el control de la conducta de celos y pueden pasarse por
alto las técnicas encaminadas al abuso del alcohol, que pueden no resultar
necesarias. En otros casos, sin embargo, resulta imprescindible establecer un
programa adecuado de bebida controlada –o derivar al paciente a un centro
específico de tratamiento del alcoholismo- y no es preciso atender a otros
aspectos, como la educación para la sexualidad dentro de la pareja o la mejora de
la autoestima.
CONCLUSIONES
la persona del delincuente del delito de violencia contra la mujer, si algo nos queda
claro es que no existe una sola causa que determine la violencia de género, sino
que lo más probable es que se trate de un conjunto de factores que se
interrelacionan en cada individuo de una manera diferente, generando así distintas
conductas de maltrato.