Cartas de Diego Portales

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CARTAS DE DIEGO PORTALES

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Señor José M. Cea. (MARZO de 1822)


Mi querido Cea: Los periódicos traen agradables noticias para la marcha de la revolución de
toda América. Parece algo confirmado que los Estados Unidos reconocen la independencia
americana. Aunque no he hablado con nadie sobre este particular, voy a darle mi opinión. El
Presidente de la Federación de N.A., Mr. Monroe, ha dicho: “ se reconoce que la América es
para estos” . ¡Cuidado con salir de una dominación para caer en otra! Hay que desconfiar de
esos señores que muy bien aprueban la obra de nuestros campeones de liberación, sin
habernos ayudado en nada: he aquí la causa de mi temor. ¿Por qué ese afán de Estados Unidos
en acreditar Ministros, delegados y en reconocer la independencia de América, sin molestarse
ellos en nada? ¡Vaya un sistema curioso, mi amigo! Yo creo que todo esto obedece a un plan
combinado de antemano; y ese sería así: hacer la conquista de América, no por las armas, sino
por la influencia en toda esfera. Esto sucederá, tal vez no hoy; pero mañana sí. No conviene
dejarse halagar por estos dulces que los niños suelen comer con gusto, sin cuidarse de un
envenenamiento. A mí las cosas políticas no me interesan, pero como buen ciudadano puedo
opinar con toda libertad y aún censurar los actos del Gobierno. La Democracia, que tanto
pregonan los ilusos, es un absurdo en los países como los americanos, llenos de vicios y donde
los ciudadanos carecen de toda virtud, como es necesario para establecer una verdadera
República. La Monarquía no es tampoco el ideal americano: salimos de una terrible para volver
a otra y ¿qué ganamos? La República es el sistema que hay que adoptar; ¿pero sabe cómo yo
la entiendo para estos países? Un Gobierno fuerte, centralizador, cuyos hombres sean
verdaderos modelos de virtud y patriotismo, y así enderezar a los ciudadanos por el camino del
orden y de las virtudes. Cuando se hayan moralizado, venga el Gobierno completamente liberal,
libre y lleno de ideales, donde tengan parte todos los ciudadanos. Esto es lo que yo pienso y
todo hombre de mediano criterio pensará igual.
¿Qué hay sobre las mercaderías de que me habló en su última? Yo creo que conviene
comprarlas, porque se hacen aquí constantes pedidos. Incluyo en ésta una carta para mi padre,
que mandará en el primer buque que vaya a Valparaíso.
Soy de Vd. Su obediente servidor
Diego Portales

Autor: Diego Portales

A mí las cosas políticas no me interesan, pero como buen ciudadano puedo opinar con toda
libertad y aún censurar los actos del Gobierno. La Democracia, que tanto pregonan los ilusos,
es un absurdo en los países como los americanos, llenos de vicios y donde los ciudadanos
carecen de toda virtud, como es necesario para establecer una verdadera República. La
Monarquía no es tampoco el ideal americano: salimos de una terrible para volver a otra y ¿qué
ganamos? La República es el sistema que hay que adoptar; ¿pero sabe cómo yo la entiendo
para estos países? Un Gobierno fuerte, centralizador, cuyos hombres sean verdaderos modelos
de virtud y patriotismo, y así enderezar a los ciudadanos por el camino del orden y de las
virtudes. Cuando se hayan moralizado, venga el Gobierno completamente liberal, libre y lleno
de ideales, parte todos los ciudadanos. Esto es lo que yo pienso y todo hombre de mediano
criterio pensará igual.
Lima, Marzo de 1822,

10 de Diciembre de 1831.
Señor don Antonio Garfias.
Mi don Antonio:
Dígale Ud. a los cojudos que creen que conmigo solo puede haber Gobierno y orden que yo
estoy muy lejos de pensar así y que si un día me agarré los fundillos y tomé un palo para dar
tranquilidad al país, fue sólo para que los jodidos y las putas de Santiago me dejaran trabajar
en paz. Huevones y putas son los que joden al Gobierno y son ellos los que ponen piedras al
buen camino de éste. Nadie quiere vivir sin el apoyo del elefante blanco del Gobierno y cuando
los hijos de putas no son satisfechos en sus caprichos, los pipiolos son unos dignos caballeros
al lado de estos cojudos. Las familias de rango de la capital, todas jodidas, beatas y malas,
obran con un peso enorme para la buena marcha de la administración. Dígales que si en mala
hora se me antoja volver al Gobierno, colgaré de un coco a los huevones y a las putas les sacaré
la chucha. ¡Hasta cuándo... estos mierdas! Y Ud., mi don Antonio, no vuelva a escribirme cartas
de empeño, si no desea una frisca que no olvidará fácilmente.
No desea escribirle más su amigo.
D. Portales.

Mayo 13 de 1832.
Mi querido Garfias:
Si hay algún bien en la vida es el consuelo de tener un amigo a quien entregarse y que merezca
este título sagrado.
Tenga Vd. Paciencia. Debe saber mis relaciones con Constanza Nordenflicht. No es del caso
entrar en historia tan desagradable y en que tendría que hacer yo mismo mi panegírico. Sabe
Vd. Que tengo dos chicos de élla: que quiero y compadezco a la que está en el colegio y que ,
a más, no está fuera de mi deber propender a hacerla feliz en cuanto pueda. Declaro a Vd.
También, que no he contraído obligación alguna con su madre y que para la puntual asistencia
que ha recibido siempre de mí, no he tenido otro móvil, que mi propio honor, la compasión y el
deber de reparar los daños que hubiese recibido por mi causa.
Después de estos antecedentes, debo poner en su noticia que se haya gravemente enferma y
que la escarlatina puede concluir de un momento a otro con sus días: quiero ser menos
desgraciados a los inocentes frutos de mi indiscreción y juventudes, casándome con la madre
en artículo de muerte y, al efecto, cuando llegue el caso será Vd. avisado por los facultativos o
uno de ellos, para que se presente a representarme y contraer a mi nombre: para esto remito a
Vd. el poder necesario.
Debo prevenirle que formada mi firme resolución de morir soltero, no he tenido embarazo y he
estado siempre determinado a dar el paso que hoy le encargo; pero con la precisa calidad de
que la enferma no dé ya, si es posible, señales de vida: hace cinco años desahuciada y
abandonada de los médicos y hasta del Ministro que la auxiliaba: hice varias tentativas para
dirigirme a su casa con este mismo objeto; pero me fue imposible vencer el temor de que
sobreviviese a aquella enfermedad. Yo no tendría consuelo en la vida, y me desesperaría si me
viere casado: esta declaración reglará la conducta de Vd. y me avanza a aconsejarle que, si le
es posible, se case, a mi nombre después de muerta la consorte: creo que no faltaría a su
honradez consintiendo en in engaño que a nadie perjudica y que va a hacer bien a unas infelices
e inocentes criaturas. Constanza hizo su testamento cerrado en aquel entonces; deja por
herederos y por albacea y tutor a don Manuel Rengifo, en cuyo poder se hayan esas
disposiciones. De consiguiente, el engaño no perjudica a sus hermanos que podrían heredarla
ab-intestato. En fin, a Vd. me entrego y esta consideración sólo puede hacerme suspender toda
otra instrucción. Tengo despedazada el alma, por lo que no me contraigo a sus cartas que he
recibido. Adiós.
D. Portales.

Valparaíso, diciembre 6 de 1834.


Mi don Antonio:
A propósito de una consulta que hice a don Mariano relativa al derecho que asegura la
Constitución sobre prisión de individuos sin orden competente de juez, pero en los cuales
pueden recaer fuertes motivos de que traman oposiciones violentas al gobierno, como ocurre
en un caso que sigo con mucho interés y prudencia en este puerto, el bueno de don Mariano
me ha contestado no una carta sino un informe, no un informe sino un tratado, sobre la ninguna
facultad que puede tener el gobierno para detener sospechosos por sus movimientos políticos.
Me ha hecho una historia tan larga, con tantas citas, que he quedado en la mayor confusión y,
como si el papelote que me ha remitido fuera poco, me ha facilitado un libro sobre el Habeas
Corpus. En resumen, de seguir el criterio del jurisperito Egaña, frente a la amenaza de un
individuo para derribar la autoridad, el gobierno debe cruzarse de brazos, mientras como dice
él, no sea sorprendido infraganti.
Con los hombres de ley no puede uno entenderse; y así ¿para qué ¡carajo! sirven las
constituciones y papeles, si son incapaces de poner remedio a un mal que se sabe existe, que
se va a producir y que no puede conjurarse de antemano, tomando las medidas que pueden
cortarlo? Pues es preciso que el delito sea infraganti.

En Chile la ley no sirve para otra cosa que no sea para producir la anarquía, la ausencia de
sanciones, el libertinaje, el pleito eterno, el compadrazgo y la amistad.
Si yo, por ejemplo, apreso a un individuo que sé que está urdiendo una conspiración, violo la
ley. ¡Maldita ley, entonces, si no deja al brazo del Gobierno proceder libremente en el momento
oportuno.
Para proceder, llegado el caso del delito infraganti, se agotan las pruebas y las contrapruebas,
se reciben testigos, que muchas veces no saben lo que van a declarar, se complica la causa y
el juez queda perplejo.
Este respeto por el delincuente, o presunto delincuente, acabará con el país en poco tiempo. El
gobierno parece dispuesto a perpetuar una orientación de esta especie, enseñando una
consideración a la ley que me parece sencillamente indigna.
Los jóvenes aprenden que el delincuente merece más consideración que el hombre probo; por
eso los abogados que he conocido son cabezas dispuestas a la conmiseración en un grado que
los hace ridículos. De mí se decirle que con ley o sin ella, esa señora que llaman la Constitución,
hay que violarla cuando las circunstancias son extremas. Y ¡qué importa que lo sea, cuando en
un año la parvulita lo ha sido tantas veces por su perfecta inutilidad.
Escribí a Tocornal sobre este mismo asunto, y dígale Ud., ahora lo que pienso. A Egaña que se
vaya al carajo con sus citas y demostraciones legales. Que la ley la hace uno, procediendo con
honradez y sin espíritu de favor. A los tontos les caerá bien la defensa del delincuente; a mí me
parece mal el que se les pueda amparar en nombre de la Constitución, cuya majestad no es
otra cosa que una burla ridícula de la monarquía de nuestros días.
Hable con Tocornal, porque él ya está en autos de lo que pienso hacer. Pero a Egaña, dígale
que sus filosofías no venían al caso ¡Pobre diablo!.
Hasta mañana. Suyo
D. Portales.

<< Autor: Diego Portales

Señores Almirante don Manuel Blanco Encalada Y Gobernador de Valparaíso don Ramón
Cavareda. Señores y amigos apreciados:
La parte del Ejército restaurador situado en QuiIlota. se ha pronunciado abiertamente contra el
presente orden de cosas; y ha levantado un acta firmada por todos los jefes y oficiales,
protestando morir antes que desistir de la empresa, y comprometiéndose a obrar en favor de la
Constitución y contra las facultades extraordinarias; creo que ustedes no tienen fuerza con que
resistir a la que les ataca, y si ha de suceder el mal sin remedio, mejor será, y la prudencia
aconseja, evitar la efusión de sangre. Pueden ustedes y aun deben entrar en una capitulación
honrosa, y que sobre todo sea provechosa al país: una larga y desastrosa guerra prolongaría
los males hasta lo infinito sin que por eso pudiera asegurarse el éxito. Un año de guerra atrasaría
20 años a la República: con una transacción pueden evitarse desgracias y conservar el país,
que debe ser nuestra primera mira. Una acción de guerra debe, por otra parte, causar grandes
estragos en el pueblo que tratan ustedes de defender.
Me han asegurado todos que este movimiento tiene ya ramificaciones en las provincias para
donde han mandado gentes. El conductor de esta comunicación es el capitán Pica: encargo a
ustedes muy encarecidamente le den e1 mejor trato y lo devuelvan a la división con la
contestación.
Reitero a ustedes eficazmente mis súplicas: no haya guerra intestina, capitúlese sacando
ventajas para la patria, a la que esta unida nuestra suerte.
Soy de ustedes muy afecto amigo y S.S.
D. Portales
En marcha para Valparaiso, 5 de junio de 1837.

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