Ledesma - Ponencia Xxix Congreso de Derecho Procesal - Las Sentencias de Lectura Fácil

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XXIX CONGRESO NACIONAL DE DERECHO PROCESAL

TERMAS DE RÍO HONDO – SANTIAGO DEL ESTERO


14-16 DE SEPTIEMBRE DE 2017

COMISIÓN
TEMA 4: CONFLICTO Y COMUNICACIÓN
EL LENGUAJE Y EL LENGUAJE JURÍDICO DEL PROCESO

TEMA
“LAS SENTENCIAS DE LECTURA FÁCIL Y EL ACCESO A JUSTICIA”.

AUTOR
ABG. JOSÉ OSVALDO LEDESMA
Sarmiento s/n esq. Roca – San Antonio de Itatí – Berón de Astrada
C.P. 3481- Corrientes- Argentina – T.E. (0379) 154262941
[email protected]

BREVE SÍNTESIS DE LA PROPUESTA


Con esta ponencia se pretende fomentar entre los colegas presentes
el debate sobre la necesidad de comenzar a concientizar a los operadores
jurídicos en general y a los jueces civiles en particular, sobre la simplificación
del lenguaje utilizado en las decisiones jurisdiccionales trascendentes, de
modo de hacerlas inteligibles a sus verdaderos destinatarios que son los
justiciables. En este entendimiento, se esbozan argumentos a favor del
lenguaje fácil relacionados con la función social de los jueces del Siglo XXI,
la accesibilidad e inmediación y el acceso a justicia, particularmente de
personas en condiciones de vulnerabilidad, evaluando las implicancias
procesales y efectuando una somera sistematización y propuesta de
simplificación de los principales tecnicismos utilizados en la praxis forense.

POSTULACIÓN
Premios referidos en el artículo 7 del Reglamento (Asociación Argentina de
Derecho Procesal y ElDial.com)
LAS SENTENCIAS DE LECTURA FÁCIL Y EL ACCESO A JUSTICIA

I.- INTRODUCCIÓN
No hace mucho tiempo se hizo público un fallo del juez Alberto
Domenech, de Villa María, Córdoba, donde con el formato de lectura fácil le
explica a una persona a la que le restringieron la capacidad los alcances de
la sentencia. El magistrado pensó que el pronunciamiento debía ser
entendido por la persona más afectada por la decisión y, en esa inteligencia,
redactó un apartado especial de esta forma: “Buenos días, M.. Te explico lo
que hicimos en esta carpeta tuya (...) Esta carpeta está hecha para ver qué
es lo mejor para vos, luego del accidente que tuviste (...) De los papeles
tuyos, y de tus cosas más importantes, se va a encargar tu papá, A. S. P.,
pero siempre te va a preguntar primero qué es lo que vos querés (...) Si
necesitás algo, se lo podés pedir a la gente del hogar, a tu papá, y a tus
familiares. También si querés podés pedir hablar con una abogada o un
abogado, o con el juez, si tenés alguna duda con esta carpeta”1.
Más allá de ese novedoso pronunciamiento jurisdiccional, que en el
caso concreto hizo eco de las normas uniformes sobre igualdad de
oportunidades para las personas con discapacidad de la O.N.U., con la
presente ponencia nos proponemos como objetivos ampliar el ámbito de
aplicación personal del lenguaje jurisdiccional simplificado a todos los
justiciables, en especial los que presentan algún factor de vulnerabilidad –
encuadre o no en una discapacidad-, a la vez que intentaremos sistematizar
las principales manifestaciones del lenguaje jurídico, las reales posibilidades
de simplificación, los argumentos para llevar a cabo tal actividad y las
implicancias procesales.

II.- COMUNICACIÓN Y LENGUAJE


El término comunicación procede de la raíz latina communis que
significa poner en común algo con otro, algo que se comparte, se tiene o se
vive en común. La comunicación es un proceso social, es una forma para

1
Werner, M. (2017, mayo, 19). Hacer justicia en formato de lectura fácil. Diario Judicial.
Causa: “P.M.F. s/ Demanda de limitación de capacidad”. Recuperado el 19.05.2017
de: <http://www.diariojudicial.com/nota/78159>
que las personas interactúen con el grupo, la comunidad y la sociedad 2.
Como dijo el antropólogo Franz Boas, es la esencia y el alma de la cultura y,
por ende, de la vida misma3.
La comunicación nace de una idea que se traduce en un mensaje que
se transmite en forma verbal o no verbal a través de símbolos, signos,
números, gráficos o palabras que a su vez tienen un sentido y un significado:
el lenguaje. Esta codificación dada por el lenguaje está influenciada por los
conocimientos, las habilidades, la experiencia, intenciones, las competencias
y el rol organizativo del emisor4. Pero para que exista una verdadera puesta
en común o comunicación, es menester la decodificación lo que se da
cuando el mensaje es interpretado y comprendido por el receptor. Si el
receptor no comprende el mensaje, toda la comunicación será inútil. Se ha
dicho con razón que el resultado de la comunicación no es lo que dice el
emisor sino lo que entiende el receptor5, de ahí la necesidad de que los
jueces reflexionen y establezcan a priori quiénes son los verdaderos
destinatarios de sus fallos.

III.- EL VOCABULARIO JURÍDICO


El lenguaje jurídico es el conjunto de términos y expresiones que
denotan principios, preceptos y reglas a que están sometidas las relaciones
humanas en toda sociedad. Es sabido que la especialización y
profundización de conceptos de toda ciencia requiere, para su precisión, la
utilización de vocabulario técnico específico. El Derecho, como disciplina
científica, no escapa a esta situación y es por eso que a los estudiantes de
abogacía se les entrena desde los primeros años para utilizar ese código
lingüístico especial que sólo los operadores jurídicos y cualquier persona
normalmente versada en el ámbito tribunalicio es capaz de comprender.
No debemos flagelarnos, nos han forjado así y cuando nos movemos
en el ámbito científico, académico y hasta judicial entre colegas, es de toda
necesidad utilizar el rigor técnico que redunda en la precisión de nuestras

2
ZAYAS AGÜERO, Pedro M. (sf). La comunicación interpersonal. P. 7.
3
DE DIEGO VALLEJO, Raúl y GUILLÉN GESTOSO, Carlos. (sf). Mediación: Proceso, tácticas y
técnicas. 2ª Ed. Psicología Pirámide. P. 97.
4
ZAYAS AGÜERO, Pedro M. Op. Cit. P. 20.
5
DE DIEGO VALLEJO y GUILLÉN GESTOSO, op. cit. P. 99.
intenciones comunicativas. Todos manejamos los mismos códigos y por eso
la situación nos es habitual y hasta nos parece necesaria. Pero cuando los
mensajes están destinados a personas que están fuera de la órbita judicial la
situación es distinta.
En el vocabulario técnico jurídico hay dos grupos de expresiones:
1. Las que son utilizadas solo en el ámbito jurídico, donde podemos
distinguir: a) términos técnicos: por ejemplo, usufructo, hipoteca, flagrancia,
dolo, entre otros; y b) arcaísmos y aforismos: por ejemplo: fojas, fecho,
glosar, iuris et de iure, ministerio legis, in fine, qui potest plus potest minus,
iura novit curia, animus domini, conditio sine qua non, entre tantos otros.
2. Palabras comunes utilizadas con sentido jurídico: dentro de este
grupo podemos advertir, a su vez, a) palabras que son empleadas con el
mismo significado vulgar –o con alguna pequeña cualificación-, como por
ejemplo: pretensión, defensa, prueba, contrato, obligación, pago, entre otras;
b) términos con significado distinto al que se da en la vida cotidiana, por
ejemplo: autos, apremios, primas, servidumbres, prendas, entre otros.

IV.- EL LENGUAJE JURISDICCIONAL SIMPLIFICADO


Para acercarnos a los objetivos propuestos en esta ponencia,
debemos analizar en cada supuesto si es posible o no la simplificación del
lenguaje, esto es, la transformación en palabras sencillas de fácil
comprensión por cualquier ciudadano con un grado de instrucción medio y
sin experiencia en el ámbito judicial.
En el primer grupo enunciado, esto es, las palabras que adquieren
sentido sólo en el ámbito jurídico, los términos técnicos individuales plantean
el inconveniente de que su significado es harto específico y no pueden ser
reemplazados por otros. El usufructo es el usufructo y necesariamente debe
ser enunciado de ese modo. Lo que puede hacerse, en el mejor de los
casos, es explicar entre paréntesis su significado y alcances –
sobreentendido para los operadores jurídicos, pero muchas veces ignorado
por los justiciables-. El segundo supuesto del primer grupo, en cambio,
admite reemplazo total. Más allá de una ociosa costumbre cuya tenaz
manutención en los tiempos actuales nadie es capaz de justificar, a los ojos
de un entusiasta de la modernización judicial parece poco menos que una
herejía continuar utilizando arcaísmos medievales y locuciones latinas que
pueden ser fácilmente trocadas por su equivalente en castellano
contemporáneo.
Por su parte, en el segundo grupo de vocablos, las palabras que son
empleadas con sentido similar al vulgar no necesitan reemplazo ni mayor
explicación, pudiendo ser utilizadas perfectamente. En cambio, las que en el
vocabulario común tienen una acepción diferente deben ser sustituidas por
otras si ello fuera posible (por ejemplo, autos por juicio) o, en caso contrario,
aclarar entre paréntesis el significado o alcance que en el caso concreto se
le da a las mismas.

V.- EL LENGUAJE FÁCIL COMO HERRAMIENTA DE ACCESO A JUSTICIA


La utilización de un vocabulario jurisdiccional simplificado es una
ventaja que como operadores jurídicos interesados en el acceso a justicia
debemos promover, sobre el sustento de los siguientes argumentos:
a) Función social del Juez y su relación con la tutela judicial efectiva.
La tutela judicial efectiva es un derecho humano fundamental y por eso
constituye un deber y un principio rector en la actuación y toma de
decisiones de los jueces de los países que conforman la comunidad
internacional. Esto se enmarca en el llamado neo-constitucionalismo y es la
base ideológica del activismo judicial. En materia de derechos humanos, los
jueces ya no deben conformarse con aplicar las leyes a rajatabla sino que
deben aspirar a lograr la máxima eficiencia y realización de tales derechos6.
Hacer honor a la plena vigencia de la tutela judicial efectiva entonces
no es hoy una mera facultad sino un verdadero deber de los jueces. El
maestro Peyrano señala con toda razón que ya el juez no es únicamente la
“boca de la ley” con su correlativa faena exclusiva de subsumir los hechos
en normas legales infra-constitucionales; es que hoy, además, debe
desarrollar una labor de “ponderación” que involucra la apreciación de los
valores comprometidos en la causa sujeta a juzgamiento; más aún: los

6
GIL DOMINGUEZ, Andrés. Neoconstitucionalismo formalista y neoconstitucionalismo ético.
(Bs. As., LL, 27-02-2007, 2007-B, 880), p. 1.
magistrados de hogaño poseen “responsabilidad social”, y así deben
desarrollar tareas impensadas tiempo atrás7.
Es en el marco de esta responsabilidad social que, justamente, los
magistrados deben proveer oficiosamente a todo lo conducente al
acercamiento del servicio de justicia a la ciudadanía. Y este acercamiento no
es sólo abrirle las puertas de la jurisdicción (derecho de acción), tomar una
decisión de mérito oportuna y motivada (derecho a la sentencia), darle la
posibilidad de cuestionarla (derecho al recurso) o de exigir su cumplimiento
(derecho a la ejecución); hoy en día el acceso a justicia reclama algo más: la
verdadera llegada del producto jurisdiccional al justiciable. En el ámbito fabril
el producto es una mercadería, una prenda de vestir o cualquier otro objeto
útil; en el ámbito judicial, lo es la decisión jurisdiccional plasmada en la
sentencia. La ciudadanía del Siglo XXI reclama a voces este tipo de
sensibilidad social.
b) Accesibilidad e inmediación de los jueces: El juez contemporáneo,
amén de ser dador de paz social y de tener un compromiso con la sociedad
en este sentido, tiene otra responsabilidad que trasciende fueros e
instancias: la accesibilidad al justiciable. Un juez accesible es uno presente;
uno con quien los ciudadanos saben que pueden contar, un juez
responsable y comprometido con la tarea que está llamado a desempeñar.
En algunos casos –como los Juzgados de Paz, por ejemplo- tal situación es
la regla: el juez atiende directamente a los vecinos en su despacho y les
explica verbalmente y con palabras llanas el alcance de las decisiones que
toma; de esa manera soslaya, por así decirlo y en beneficio del justiciable, el
extraordinario tecnicismo con que pueda llegar a adornar sus sentencias.
Pero en la mayoría de los tribunales argentinos, sobrecargados de tareas al
extremo del colapso, tal situación es materialmente imposible para los
secretarios y, ni qué hablar, para los jueces. Por ese motivo, la utilización de
lenguaje sencillo constituye un medio de acercamiento del juzgador al
justiciable, una forma de cuasi-inmediación entre ambos si es que cabe tal
denominación cuando se produce a través del papel en un proceso civil
desesperadamente escrito como el nuestro.

7
PEYRANO, Federico J. y PEYRANO, Jorge W. El activismo judicial (sf/sd), p. 2. Recuperado
el 27.10.2016 de: http://faeproc.org/wp-content/uploads/2016/02/Rosaro_33.pdf
c) Distorsión originada por la actuación abogadil: los profesionales del
derecho son auxiliares indispensables para un buen funcionamiento de la
justicia; sin su presencia y colaboración, los procesos judiciales serían un
verdadero caos y reinaría el desorden, la improvisación, la ignorancia y en
última instancia, la ineficacia del sistema todo. No obstante, también hay que
reconocer que su intermediación las más de las veces causa distorsión y va
en desmedro de la tan ansiada inmediación y accesibilidad judicial. Esto es
así por cuanto los abogados no siempre explican adecuadamente a sus
clientes el significado y los alcances de las sentencias que los involucran,
especialmente cuando les ha tocado perder el pleito. Esta situación puede
ser superada con la utilización de vocabulario judicial simplificado, por la ya
mentada posibilidad del justiciable de entender por sí mismo la decisión
jurisdiccional sin necesidad de mayores explicaciones por parte de su letrado
o asumiendo ésta un carácter complementario.
d) Aplicación necesaria en materia de vulnerables: cuando las
decisiones jurisdiccionales afectan la vida, la salud, la educación, la libertad
y cualesquiera otros bienes jurídicos de personas en situación de
vulnerabilidad (niños, niñas y adolescentes, personas mayores, con
discapacidad o con capacidad restringida, en situación de pobreza, etc.), la
aplicación del lenguaje sencillo se convierte en una necesidad insoslayable.
Ello es así por cuanto se trata de personas que de por sí encuentran serios
obstáculos en el acceso al aparato judicial, fundadas en los distintos factores
de vulnerabilidad que presentan; si a ello sumamos decisiones judiciales con
un lenguaje técnico rebuscado, lleno de aforismos y arcaísmos naturalmente
ininteligible para ellos, estamos contribuyendo a ampliar aún más la brecha.
Se configuraría una situación paradójica: en el florido texto de la sentencia
estaríamos sopesando la fragilidad del justiciable pero al mismo tiempo y en
el mismo instrumento, estaríamos utilizando términos que acentúen esas
diferencias. Así lo entendió la XIV Cumbre Judicial Iberoamericana al incluir
entre las 100 Reglas de Brasilia8, la número 72, que ordena en todos los
casos: “...adaptar el lenguaje utilizado a las condiciones de la persona en

8
Reglas sobre Acceso a la Justicia de Personas en Condición de Vulnerabilidad (XIV
Cumbre Judicial Iberoamericana, Brasilia, 4-6 de marzo de 2008), adheridas por el Superior
Tribunal de Justicia de la Provincia de Corrientes por pto. 18° del Acdo. 34/10.
condición de vulnerabilidad, tales como la edad, el grado de madurez, el
nivel educativo, la capacidad intelectiva, el grado de discapacidad o las
condiciones socioculturales...” y la número 78, que en especial referencia a
procesos donde están involucrados niños, niñas y adolescentes, manda:
“...facilitar la comprensión, utilizando un lenguaje sencillo...” y “...evitar todos
los formalismos innecesarios...”.
Desde una óptica más específica, el punto 24 de las normas
uniformes sobre igualdad de oportunidades para personas con discapacidad,
aprobadas por la Asamblea General de la O.N.U. en 19939, establece la
necesidad de que “...los diversos sistemas de la sociedad, el entorno físico,
los servicios, las actividades, la información y la documentación se ponen a
disposición de todos, especialmente de las personas con discapacidad...”
Para cumplir con este propósito, esta puesta a disposición no se contenta
con que la información se coloque al alcance de la mano de los justiciables,
sino que reclama, además, que les sea ontológicamente inteligible.
e) El principio de „quien puede lo más, puede lo menos‟: plasmado en
un aforismo latino muy usual en nuestro medio, se trata de un principio
general del derecho. Si el juez puede dictar una sentencia rebuscada desde
el punto de vista lingüístico, plagada de términos técnicos, arcaísmos y
frases en otros idiomas, que por lo general le llevará más tiempo de
elaboración, con mayor razón podrá simplificarla sin mayor esfuerzo.
Estamos hablando siempre, cabe recordarlo, del aspecto lingüístico: la
solidez de los fundamentos, la calificación jurídica y la consistencia de la
solución deben ser exactamente las mismas.

VI.- IMPLICANCIAS LINGÜÍSTICAS Y PROCESALES DE LAS SENTENCIAS DE

LECTURA FÁCIL

Cuando hablamos de lenguaje accesible en un acto jurisdiccional


debemos prever cuáles pueden llegar a ser las consecuencias que tal
utilización acarree desde el punto de vista lingüístico y procesal.
Al respecto y desde una arista lingüística, depende de qué clase de
proceso estemos hablando. Por un lado, en los juicios voluntarios será más

9
85ª sesión plenaria - 20 de diciembre de 1993. Recuperado el 17.05.2017 de:
http://www.un.org/spanish/disabilities/default.asp?id=498
fácil echar mano del lenguaje simplificado porque no hay contraparte y
consecuentemente, posibilidad material de debate, pudiendo perfectamente
utilizarse la segunda persona, esto es, el “usted-vos-ustedes” (como en el
fallo del Juzgado Civil de Villa María citado al inicio de este trabajo); en los
contenciosos, por su parte, el juez civil deberá ser más cauteloso a efectos
de que el lenguaje no sea interpretado como un vehículo para conceder
ventajas injustas a una de las partes en desmedro de la otra: deberá
manejar vocabulario sencillo para ambas sin distinción alguna y expedirse,
cuando no utilice los nombres concretos, en tercera persona, esto es,
“él/ella-ellos/ellas”.
Ahora bien, ¿las palabras fáciles deben incluirse sólo en la parte
dispositiva o también en los considerandos? Lo ideal es que sea en ambos.
Lo que lleva a optar por esta solución no es tanto la posible discordancia
entre las dos partes del fallo sino la necesidad del justiciable de conocer y
entender cabalmente tanto la decisión arribada como los motivos que la
sustentan. De nada serviría incluir lenguaje simplificado en el decisorio y
redactar el resto del acto jurisdiccional en latín.
Otro interrogante que puede plantearse y que tiene virtualidad desde
el punto de vista procesal es el siguiente: ¿La sentencia de lectura fácil debe
adoptar una estructura lingüística mixta técnica-vulgar o bien, debe ser
redactada íntegramente en lenguaje sencillo? Entendemos que lo más
adecuado es lo segundo, por la menor entidad para suscitar conflictos
derivados de diferentes interpretaciones o discordancias. Es más osado, es
cierto, redactar la sentencia en su totalidad utilizando vocabulario común, al
menos en el estado actual de nuestro pensamiento jurídico y nuestra praxis
judicial y algunos podrían inclinarse por la vía ecléctica o de transición de
una redacción mixta. Sin embargo, esta última podría acarrear muchos
inconvenientes, por ejemplo: ¿qué pasa con los recursos? ¿qué ocurre en
caso de lógica contradicción entre el sector técnico y el simplificado, tanto en
la dispositiva como en los considerandos entre sí o internamente
apreciados? ¿Cuál de las dos porciones en conflicto se tendría en cuenta
para la redacción de los agravios? Para evitar esos inconvenientes se
propone la utilización de un modelo de redacción sencilla única, eliminando
arcaísmos y latinismos del modo explicado en apartados precedentes y, en
aquellos casos en que los términos técnicos sean de imposible o dificultosa
sustitución por la precisión que la idea requiere, aclarar su significado entre
paréntesis o luego de un „es decir‟, „esto es‟ o expresión similar.

VII.- CONCLUSIONES Y PROPUESTAS


Al momento de sentenciar los jueces deben tener en mente quiénes
son los verdaderos destinatarios de sus decisiones, esto es, los justiciables -
no sus abogados, la alzada o los colegas- y adaptar consecuentemente su
vocabulario para hacerlo entendible a aquellos. Este deber adquiere especial
relevancia en el Siglo XXI respecto de los justiciables en situación de
vulnerabilidad –niños, niñas y adolescentes, personas mayores, personas de
escasos recursos, con discapacidad o con capacidad restringida-.
Hay dos opciones, que se presentan en esta ponencia como
propuestas, sujetas a debate por los colegas: la primera, que podríamos
llamar mixta o de transición, es combinar lenguaje jurídico –dirigido a
abogados- y lenguaje fácil –destinado a los justiciables-. A ello se puede
llegar incluyendo un capítulo apartado especial en los considerandos y un
punto específico en el decisorio redactados en lenguaje sencillo, dirigido a
los justiciables, en segunda persona si el proceso es voluntario o en tercera
si es contencioso, explicando claramente a manera de traducción los
alcances de la decisión arribada; el resto de la sentencia estaría escrito en
lenguaje jurídico técnico. Esta variante presenta dos inconvenientes que, por
el momento, no tienen solución: a qué parte dar preeminencia en caso de
discordancia interna o bien en materia recursiva, cuál es la que debe
tomarse en cuenta para la elaboración de la expresión de agravios.
La segunda, más osada en la praxis judicial actual, es redactar la
sentencia completa en lenguaje fácil, especialmente en materia de
vulnerables. Es un desafío colosal, puesto que puede constituir un golpe
bajo al ego del magistrado, porque estamos acostumbrados a manejarnos
en un ámbito donde el prestigio de los jueces es directamente proporcional
al contenido de sus sentencias y cualquier actividad contraria podría poner
en duda las habilidades intelectuales del juzgador. Se ha destacado en este
sentido la “...tendencia de algunos juristas y jueces a referirse a sus materias
con modos ampulosos, paráfrasis arcaicas, frases altisonantes, en muchos
casos incomprensibles, excesos innecesarios”10. Sin embargo, ello es una
falacia por cuanto no se altera en absoluto el contenido sustancial de la
decisión, la pertinencia ni el rigor de los argumentos vertidos para
cimentarla, sino solamente el modo de darlos a conocer.
Para poder lograr esta simplificación, hay distintas vías que se
establecen como propuestas: en primer lugar, empezar por eliminar todo tipo
de latinismos que no tienen ningún sentido más que una estéril costumbre:
no hay razón para decir “animus dómini” en lugar de “intención de ser el
dueño” o para esbozar “onus probandi” a cambio de “carga de probar”, entre
otros numerosísimos ejemplos. De igual manera, hacer lo propio
reemplazando los arcaísmos del lenguaje, que tampoco encuentran
justificación lógica alguna, como por ejemplo: “foja” en lugar de “hoja” o
“página”, “fecho” en vez de “hecho”, “autos” por “juicio”, entre otros.
La otra vía, en el supuesto de términos específicos cuyos efectos
jurídicos hacen imprescindible su utilización para evitar equívocos, el
lenguaje fácil se puede complementar aclarando entre paréntesis o con un
„es decir‟ o „esto es‟, por ejemplo, aclarar luego de “la obligación del
demandado no era de medios sino de resultado”, diciendo “esto quiere decir
que el señor fulano debía entregar el producto terminado y no simplemente
dejar sus mejores esfuerzos en el intento”.
En síntesis, sin restar rigurosidad de contenido, los jueces deben
dejar de lado vanidades personales, abandonar la falsa aspiración de
erudición en el lenguaje judicial que no sirve más que para esconder
prácticas tribunalicias sin valor social útil y bregar de una vez por todas por
el sinceramiento y simplificación de las palabras en sus decisiones, para que
éstas sean capaces de llegar al entendimiento de todas las personas a las
cuales se dirigen. Porque el derecho material contenido en las normas
sustantivas se hace verbo en la sentencia judicial y cuando el justiciable
entiende cabalmente el sentido y alcance de esa decisión trascendental que
afecta su vida, su salud, su patrimonio o su libertad, la justicia se ve
afianzada.

10
Fucito, Felipe. Disgresiones sobre el discurso judicial. En Revista de Sociología del
Derecho, SASD, La Plata, 2003/2004, Nº 25, p. 22.

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