Rafael Spregelburd Acassuso PDF
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De Rafael Spregelburd
NAHUEL, levantaquiniela
MAMÁ
Una escuela en Merlo, pongamos por caso la 78, a unas cincuenta cuadras de la estación, por
ejemplo, digamos hacia Barrio Matera.
La escena transcurre en la sala de maestros, o algo así: se trata de un baño escolar en desuso, que
aún conserva dos o tres mingitorios sobre los que se acumulan carpetas, libros y mapas.
PRIMER ACTO
1 / DEFENSA
MARTA CAAMAÑO:
Señor juez, señores abogados, fiscales, autoridades y maestras de la escuela, padres, alumnos.
Bueno.
¿Puedo leer?
¿No?
Lo que pasa es que me lo preparé así para no olvidarme de cosas que… todo fue tan rápido que…
tan confuso. Tantos detalles.
¿No leo?
Señores.
Una cosita, nada más, leo. Chiquita. Después sigo con mis… impresiones no escritas. Pero para
planificar mejor mi… discurso. Mi defensa. O sea… a mí no me queda claro si yo… si ustedes
piensan que yo… ¿yo me tengo que defender? No, ¿no?
(Lee) A quien crea que la docencia es una tarea que una elige, le decimos: no. A quien crea que la
escuela es un segundo hogar, también le decimos no.
La docencia es algo que “nos” elige, y si bien nos resistimos como bueyes a este trabajo que tiene
más zonas negras que gratificaciones, muchas de nosotras hacemos de esa resistencia una
vocación, y dale que vamos. A quien crea que un segundo hogar puede tener el aspecto de un
manicomio, que con todo respeto es lo que más se parece a la escuela 78 del distrito escolar
Merlo, yo le digo que no. Que ni educadores ni educandos encontrarán allí algo parecido a un
hogar.
Pausa.
Yo soy muy crítica de… del estado… Del estado de las cosas.
(Pausa).
El chumbo estuvo siempre. Que algunas directoras, e incluso porteros, van armados a la escuela
no es una novedad, mal que le guste. A lo mejor Su Señoría recién se desayune con esto y en ese
caso yo le digo a Su Señoría: “Bienvenido al mundo real”, con todo respeto.
¿Sigo?
Y si alguien se piensa que la escuelita 78 es muy diferente de otras escuelas, a ése le decimos
también: no.
2 / GAUCHITA
La sala de maestros. Nuevo timbre. Están SUSANA DOMBER, MARTA GREGORINI, MARTA
ELIZARRAGA, MARTA LOCOCO, SUSANA BRUNETTI, SUSANA RIVAROLA y GLADYS RONDÓ. Ésta les
ha estado contando las noticias que oyó en la radio. Las demás están muy inquietas, hablan todas
a la vez, piden detalles del robo, griterío.
Nuevo griterío.
S. DOMBER: ¿Y el ruido?
GLADYS: No sé. Habrá sido de noche. Pero parece que a las nueve de la mañana llega el gerente y
los tipos ya están esperándolo adentro del Banco Río, en su oficina, con el mate, y lo encañonan.
GLADYS: Me voy a clase, yo después les cuento. Hombres. Acassuso. ¡Hombres de verdad!
Enseguida vuelvo. (Sale.)
S. BRUNETTI: Uy, yo también tengo que entrar. (A S. DOMBER.) ¿Me puedo llevar la regla y
escuadra?
S. BRUNETTI: Sí.
M. GREGORINI: ¿Susana Brunetti?
S. BRUNETTI: Sí.
S. BRUNETTI: No.
M. GREGORINI: Ah.
S. BRUNETTI: Tengo dos. Primero tenía un segundo. Ahora me lo juntaron con un octavo.
M. GREGORINI: No te tengo.
M. GREGORINI: ¡No la tengo! (Cambio de tono.) ¿La otra carpeta? ¿La roja? ¿Qué querés? ¿Que
me fije ahí? (A. S. BRUNETTI.) Mirá, Susana: voy a ver si te tengo en una carpeta que tenemos acá
para estas cosas. Pero no te prometo nada.
S. DOMBER: (Como si se tratara de algo muy grave.) “Me puedo llevar regla y escuadra”, me dice.
Ocho y cuarto de la mañana. “Me puedo llevar regla y escuadra”.
S. RIVAROLA: Voy a ver si entró al grado. Y a ver si Delia sabe algo más. (Sale.)
S. DOMBER: Sí. Y vení a contarnos. Regla y escuadra. Sí, le pone ganas, ¿no? (Pausa.) Pero les tiene
miedo a los chicos. Porque si les querés enseñar, si le ponés pilas, los chicos se dan cuenta y te
hacen la vida imposible. ¿Vos sabés lo que le contestó Susana?
M. ELIZARRAGA: Ah, no sabés. Le dijo: “Regla y escuadra no; las va a usar Susana. Punto. Esto no
se discute más.”
M. LOCOCO: Sí, qué bestia. Bueno, es la vice, ¿no? Y esta otra zapalla, que se ubique, ¿no?
S. DOMBER: ¿Vos sabés lo que le pasó? Parece que Marta no la tenía en las planillas.
M. ELIZARRAGA: Sí, ahora la fue a buscar a la carpeta colorada a ver si ahí la tiene.
M. LOCOCO: ¡Sí! ¡Si yo estaba! Si Marta se puso como loca, vos la vieras, agarrada a la cajita de la
cooperadora… yo pensé que le iba a dar lo de…
M. LOCOCO: No, es que no sabés. Marta se pone a buscar en la carpeta como loca, y le dice “No
vas a cobrar nunca, porque no te tengo”. Y no sé quién le dice: “Fijate en la carpeta roja”, y Marta
se pone pálida como un secante…
M. ELIZARRAGA: Sí, yo la vi, fue como mencionar la soga en la casa del muerto…
M. LOCOCO: Y después se va a ver si la tiene en la carpeta roja, y casi se olvida la cajita, ¿viste que
no la deja ni a sol ni a sombra? Las chicas de la tarde la llaman “Cajita”. (A S. DOMBER.) Che, ¿no
tocó el timbre? ¿No tenés que entrar, vos?
S. DOMBER: Sí, sí, ya va. Los chicos ya saben. Se sientan solitos. ¿“Cajita”? ¿Por qué le dicen
“Cajita”?
M. ELIZARRAGA: ¿Y Gladys cómo tenía tanta información? Viste que dijo que parece volaron la
pared a medianoche y lo esperaron al gerente y cuando entra le meten el revólver en el culo…
M. ELIZARRAGA: Parece que compra en Miami. Se hace traer. Por una prima que trabaja en
Aerolíneas.
S. DOMBER: Ah, por eso está siempre así de bronceada. ¿Qué? ¿Aerolíneas vuela a Miami?
M. LOCOCO: ¿Cama solar? No, por ahí es ese sistema nuevo, que te sopletean.
M. ELIZARRAGA: Sabés que yo lo pensé, porque me pareció que cuando entró tenía menos. Pero,
no. No.
M. LOCOCO: No, son de ella. Tienen la caída natural que tienen que tener. Pobre, es divina.
S. DOMBER: Sí, más los chicos que las chicas. No tiene ninguna ambición.
M. LOCOCO: Sí, si a mí me llevó una vez hasta Marcos Paz. Y no me quería cobrar la nafta. Le digo:
“No seas boluda, te la pago”. Y me dice: “Bueno”. Así que paró en la Shell y me hizo llenarle el
tanque.
M. LOCOCO: Más vale, yo no digo que no. Aparte, no tenía ninguna obligación de llevarme. Es
gauchita. Además, ¿vieron que tiene rasgos así como aindiados?
S. DOMBER: ¿Un tanque de Falconeta te sirve para llegar hasta… dónde? A Mar del Plata llegás,
¿no?
M. LOCOCO: No, si yo iba hasta acá nomás, a Marcos Paz, apenas pasando la entrada. Que
aproveche, mirá. La nafta es nafta, ¿qué me voy a hacer problema por un hidrocarburo?
Silencio.
Silencio.
Silencio.
M. ELIZARRAGA: Sí, debe tener amigos. Es una chica para hacerse amiga.
Silencio.
S. DOMBER: Bueno, yo un poco amiga me siento. A mí más de una vez me ha alcanzado hasta
Etcheverry. No me quiso aceptar ni los setenta y cinco del colectivo. Maneja con una mano. Ella es
su ley.
M. LOCOCO: Sí, son la Falconeta y ella.
Silencio.
Silencio.
M. LOCOCO: No sé. No me llamó más. Por ahí se fue al Chaco. Tiene familiares allá. Hoy por hoy…
no se puede confiar en nadie.
Las tres tratan de imaginar el robo, pero más que turbadas se las ve plácidamente excitadas.
M. LOCOCO: ¿Cómo?
M. ELIZARRAGA: Dijo Gladys. Que entraron por un boquete con dinamita a medianoche, y
esperaron a que llegara el gerente.
DELIA: Ahora, ese tipo… ese Seisdedos… Yo te digo: con un hombre así, sí que me vuelvo a casar.
M. ELIZARRAGA: No, que parece que mientras esperaron a que llegara el gerente con las mismas
mechas con las que habrán abierto el boquete calentaron agua, hicieron tostadas. ¡Qué pulso, qué
sangre fría! (Entra M. GREGORINI, con su carpeta roja.)
S. DOMBER: ¿Mechas?
M. EIZARRAGA: ¡Tostadas!
S. DOMBER: ¿Cómo con las mechas? ¿Quién dijo lo del mate? ¿Yo lo dije?
M. LOCOCO: Y… porque se calienta la mecha por fricción y se conoce que el agua te hierve en
seguida.
S. DOMBER: (Convencidísima de la verdad del episodio.) Un plan perfecto, hasta en los detalles.
Me robo un banco, me tomo un mate.
M. GREGORINI: Yo prefiero no imaginarme nada, porque a mí la situación con rehenes y todo eso
me pone muy mal.
DELIA: ¡Pero si los rehenes estaban de parabienes! Los chorros les explicaron todo. Les dijeron:
ustedes tranquilos, que con ustedes no es la cosa.
DELIA: Me contó Gladys que leyó que una empleada del banco cumplía años.
M. GREGORINI: Qué horror. ¿A vos te gustaría que te pase una cosa así el día de tu cumpleaños?
DELIA: Mejor. Así estás disponible. Que en cualquier momento se te aparece un Seisdedos y te
lleva a las Islas Caimán. ¿Qué le vas a decir? “No puedo, que estoy esperando a mi novio Fulano de
Tal…” ¿Cómo se llama el tipo?
M. LOCOCO: Angie.
M. LOCOCO: Sí.
DELIA: ¿El papá de la nena nueva, la que no pasa a segundo, la de la infección de moquillo?
M. LOCOCO: Sí, Angie. Ya hacía dos meses que salíamos. Y de buenas a primeras no me llamó más.
M. LOCOCO: Sí.
DELIA se vuelve a ir. Hace dos meses ella todavía tenía un affaire con Angie.
4 / RAMA
S. DOMBER: Hay que buscar hombres en otro lado. ¿Un papá de nena de primero? Olvidate.
S. DOMBER: Claro. Si mujeres es lo que les sobra, a estos hijos de puta. A veces pienso que habría
que irse a laburar a la Patagonia. ¿Vos conocés la proporción de hombres sobre mujeres en
provincias como… eh… ay, acá donde iba a ser la Capital… ponele… en el sur?
S. DOMBER: O estos tipos, los que se afanaron el banco, ¿vos te creés que incluyeron mujeres en
la operación? No. Acá es así. Los tipos arman y desarman, y si una se sienta como una idiota a
esperar que Angie haga planes con una, Angie va a preferir mil opciones antes. Porque somos
lelas, no vamos de frente. Es como robarse un banco. Es preguntarse: ¿lo quiero? ¿Quiero la guita
que está adentro? ¿Estoy dispuesta a arriesgarlo todo? ¿Prendo la mecha sin que me dé cagazo?
S. DOMBER: Es decisión, planificación. Tenés que tener una actitud más masculina, ¡si a los
hombres lo que les gusta es eso!
M. LOCOCO: ¿Querés ver alguna blusa?
S. DOMBER: Bueno, pero no me cambies de tema para… ¡Uy, ésta es divina, mirá, Marta, si no es
un sueño!
M. ELIZARRAGA: Soñada.
S. DOMBER: ¿Ves lo que digo? Un hombre no se babea por una blusa. Nosotras tenemos un
problema hormonal. ¿Me la pruebo?
M. LOCOCO: Ayer.
M. ELIZARRAGA: Ay, si total nos vamos a enterar todas por circular, Marta. ¿Quieren cerrar los
gabinetes, no?
M. LOCOCO: A medias.
M. LOCOCO: ¿Quién?
M. ELIZARRAGA: ¿De qué habló? ¿Defendió la rama? ¿Si quiero ver unos corpiños? ¿Habló del
trabajo de integración fo-fo-fo-fonético-sensible que estoy haciendo en primer nivel?
M. ELIZARRAGA: Ah, viene por ahí la cosa. No le va a ser ta-ta-ta-tan fácil. Tengo testigos.
M. ELIZARRAGA: Los dejás un segundo solos en gabinete y tocan todo. (Sigue con lo suyo.) Cada
vez que salgo un segundo, vuelvo y me faltan los puchos. De la cartera, me faltan. ¿Qué tengo que
traer, una bandolera extra large alrededor del cuello?
5 / MUSCULOSA
DELIA: (Entrando.) Chicas, miren que ahí viene Marta, vamos a darle una hermosa sorpresa, las
quiero a todas en esto…
Entra MARTA CAAMAÑO, como siempre un poco extraviada. Le cantan el feliz cumpleaños.
M. CAAMAÑO: (Canta un poco con ellas, no sabe quién es la del cumpleaños, pregunta por señas,
sin dejar de cantar. Luego se da cuenta de que le cantan a ella y trata de parar todo.) No, chicas.
Debe ser un error. Yo pensé que era tu cumpleaños… (A SUSANA DOMBER) ¿No sos acuariana,
vos?
DELIA: No. Pero te debíamos el regalo. Susana, dáselo, que se caiga de culo.
M. CAAMAÑO: Ah, el regalo sí… Claro, lo que pasa que yo cumplo el…
M. ELIZARRAGA: Delia, me parece que nos debemos una charlita sobre el tema de…
DELIA: ¿Y a quién se le ocurre cumplir antes del 7, Marta, que nos agarrás sin un peso partido al
centro? Pará, Marta (Elizarraga), que ahora estoy ocupada. Abrilo. Es de todas las chicas de turno
mañana. Y de Susana, de la tarde.
M. CAAMAÑO: Ah, qué risa, pobre Martita, a veces parece que se hubiera tragado un… uno de
esos que… No, está bien, lo que pasa es que a lo mejor ella no me conoce, ¿y entonces para qué va
a poner plata si no me…?
M. LOCOCO: No, si ella te conoce. Lo que pasa es que se ve que tiene otras prioridades…
M. CAAMAÑO: Sí, impecable. Es divina, pobrecita. Bueno, no importa, a lo mejor tenía otros gastos
fijos, pobre.
M. CAAMAÑO: Mirá, con dos tiras, para colgársela del cuello… Es soñada. Le va a encantar.
DELIA: ¿A quién?
M. CAAMAÑO: ¿Para mí, chicas? ¿En serio? Pero si yo cumplí hace como…
DELIA: Pero te debíamos el regalo. Hoy se cobró el presentismo de marzo. Nos pusimos al día.
M. CAAMAÑO: Ay, Delia, qué detalle, gracias, ¡y con cheque y todo! ¡Y yo que dije hace un rato
que eras poco menos que una hija de puta! No lo dije con esas palabras, pero lo pensé así.
DELIA: ¡Marta! (Se dan un beso.) No me vengas ahora con cuestiones. Probátela.
M. LOCOCO: Si no te queda tengo shorcitos, también. Pero me tenés que avisar ya.
M. CAAMAÑO: ¿Para mí? ¿Qué? Marta, ¿me das mi cheque del presentismo de marzo?
¿Más regalos?
M. CAAMAÑO: Porque digo… a lo mejor una blusa voy y me la pongo… no sé, un feriado, o algún
acto… pero ésta…
M. CAAMAÑO: Qué original, con dos tiras, para colgársela del cuello.
DELIA: Ay, Marta, si vos faltaste como loca cuando te dio eso…
6 / DÍNAMO
DELIA: ¿Qué?
S. BRUNETTI: No…
M. LOCOCO: En ninguno.
…si uso las tareas pasivas para limarme las uñas? (Sale.)
¿Vos tenés presente si yo tuve que faltar en marzo por algún motivo cualesquiera?
7 / MATRÍCULA
DELIA: Como si alguno de estos piojitos tuviera plata para ponerle dínamo a la bici. Conchuditos.
Qué barbaridad. No la veo nada bien a esta chica nueva.
S. RIVAROLA: A lo mejor no fue una buena idea juntarle dos grados, no da abasto.
DELIA: Que se curta. ¿Qué se creen, las nuevas? ¿Que una escuelita es un lecho de rosas?
S. RIVAROLA: Lo que pasa es que le juntaste un segundo grado con un octavo, Delia.
DELIA: ¿Y qué? Hay que integrar, Susana. Un chico de segundo, correctamente estimulado por un
compañerito que está en octavo, puede ir adquiriendo contenidos que ni te imaginás. Y un chico
de octavo bien puede beneficiarse de una repasadita de las letras cursivas, la suma y la resta, ejes
que siempre les van fallando.
DELIA: No, el otro segundo está lleno de matrícula, está que revienta, y si consigo dos chicos más
para cada curso me da el número para pedir subdivisión, y tengo cuatro cursos en vez de dos, ¡un
filón!
DELIA: No me da, ¿no entendés? En octavo tengo doce almitas, los grados más taquilleros son los
iniciales, después es como que los pibes se traban y no avanzan nada.
DELIA: Ni loca. Junto el segundo con el octavo, entran dos indecisos más a la escuela, ¡zac!, los
meto en segundo vengan de donde vengan, la inspectora ya está avisada y me apoya ciento por
ciento, y como por arte de magia tengo 4 cursos y no 3.
DELIA: Susana, si no entendés de estas cuestiones de marketing y estrategia no te metas, que así
pedimos ladrillo y vigas a lo loco para la ampliación edilicia, la aprovecho y pido biblioteca y
vicedirección, a ver si así te independizás de mi despacho, ¡mirá que argumento diabólico! Ese
octavo estaba desolado, igual, no quedó ni el loro. Además, ésta es maestra convertida. ¿Para qué
se convirtió? ¿No le gusta el Ciclo Básico? Bueno, que se curta. Que vaya probando con ese octavo.
TODAS: Ah.
M. CAAMAÑO: Pero, ¿segura que yo falté? ¿Cuánto? No, porque ahora empiezo a ligar una cosa
con otra, y digo: a lo mejor los chicos van tan atrasados porque falté mucho…
M. LOCOCO: No te preocupes, a tus chicos los tomé yo, y están lo más bien. ¿Atrasados con
respecto a quién? ¿A Susana, la de 4to B? Porque esos sí que van ATRASADOS…
M. CAAMAÑO: Ah. Claro, el eje… Es que yo a veces sigo pensando en áreas, como el lenguaje, la
matemática… ¿Y vos sos maestra, también?
M. CAAMAÑO: Sí, la conozco. Hola. Marta Lococo. La que vende ropa. La conozco, la Credimart.
Por eso me parece raro que haya tomado mi curso cuando yo… ¿yo falté? (A M. LOCOCO.) ¿Y te
dijeron por qué falté?
M. GREGORINI: Mirá, Marta. Tu cheque de presentismo estaba porque yo no te pasé esas faltas,
porque me dijo Delia que vos después ibas a recuperar…
DELIA: Y bueno, asunto terminado. Cuando entre lo de comedor de lavandina cobrás lo tuyo,
mientras tanto Marta te anota la diferencia…
M. LOCOCO: Dejá que yo anoto todo, a ver, dame el contralor que yo lo voy haciendo coincidir con
mis cálculos.
8 / PLUTÓN
S. BRUNETTI: Ey, perdón. ¿Por qué la luna se ve grande cuando recién sale y más chica cuando está
alta?
S. DOMBER: ¡Pero qué hijos de una gran puta! ¡Te tomaron de punto!
DELIA: Integrá, Susana, agarrate unos pomelos de comedor, después los devolvés, y haceles Plutón
con este llavero, total parece que Plutón ya no es planeta.
M. GREGORINI: Ahora, ¿cuántas copias hay de esa llave? Porque están desapareciendo cosas, del
armario.
M. GREGORINI: Y… unas partituras que traje de los Beatles… el alcohol del esténcil, por ejemplo…
M. GREGORINI: ¿Y de los Beatles qué? ¿Son etílicos, también? Estoy poniendo todo de mí para
organizar el coro, traigo “Yesterday”, traigo “Campos de frutillas”, traigo material prácticamente
incunable para estos piojitos, material que además se puede sacar en la flauta, ¿qué necesito?
¡Tres muertos de hambre y un palo con siete agujeritos! Pero no: acá todo se desvanece…
DELIA: Marta, esto ya lo hablamos. ¿Vos querés hacer lo del coro? ¡Hacelo! Pero no traigas nada
que sea de papel. Ya sabés que el papel, tenga la naturaleza que tenga, se usa en los baños. Y si
no, te lo cartonean los pibes.
M. GREGORINI: Yo cierro bien, y cierro el armario con llave. ¿Y el alcohol, qué? ¿Me lo cartonean,
como a Paul McCartney?
DELIA: Apurate, Susana, y traé el llavero ni bien toque el recreo, que ya ves cómo se pone Marta.
S. BRUNETTI: Claro, lo que pasa es que yo… de los planetas… o sea, la base la tengo fresquita, del
profesorado, pero me están preguntando cosas que…
S. DOMBER: Ah, ¿les vas a dar una actividad integradora? ¡Qué bien! (S. Brunetti sale.) Si será
tonta. Les da tareas con tijeras, y después dice que les tiene miedo. Ésta está criando cuervos y
cree que son pollos. ¡Recortar Saturno! Cuando vean lo complicado que es recortar una línea
curva, un anillo, acá se arma el festival de la Victorinox… ¿Vamos buscando el botiquín, Marta?
9 / PUCHOS
Entra M. ELIZARRAGA.
M. ELIZARRAGA: Delia, ¿tenés para mucho rato más? Como no pasaste por Gabinete…
M. GREGORINI: Una se lleva la llave para hacer Plutón, la otra entra a buscar cosas del botiquín
como si fuera de todos…
M. ELIZARRAGA: Yo sabía que se la iban a agarrar conmigo. Yo te avisé, Marta. Te dije: saco dos
pesos para comprar puchos, después los repongo cuando venga la bonificación de abril, que nos
devuelven el paro que descontaron…
M. CAAMAÑO: Ah. ¿Justo en día de paro? Uy, no te puedo creer. Van a creer que yo adherí, y no.
Yo me inflé.
Yo no pienso ir a ningún paro más, que no sirven para nada, y encima te los descuentan.
S. RIVAROLA: Delia, ¿por qué el contralor ahora lo está llevando Marta Lococo?
S. RIVAROLA: Sí, pero no es su función. De hecho Marta Lococo no tiene ninguna función en esta
escuela. Vender ropa no es una función docente.
M. CAAMAÑO: Yo no voy a hacerles el caldo gordo a estos hijos de puta de CETERA, y los otros,
que son peor, los de UDA.
DELIA: Ya está, Marta, la UDA no existe desde hace diez años, y ya devolvieron los paros.
M. LOCOCO: Y… seguís en rojo. Porque acá sumamos lo del presentismo… que igual faltaste pero
lo vas a recuperar…
M. LOCOCO: …y lo que te devuelven de los paros, pero te tengo en rojo con el regalo de Marta, y
con la colecta para Susana.
M. CAAMAÑO: ¿Qué regalo de Marta? ¿Mi regalo? ¿Yo estaría poniendo para mi regalo?
M. LOCOCO: No.
M. CAAMAÑO: No, está bien, lo que pasa es que ahora, si vos llevás toda la contabilidad junta, a lo
mejor se mezcla lo de contralor con lo de los regalitos, y como yo también me llamo Marta… ¿Qué
Marta cumplió?
DELIA: Claro.
DELIA: ¿Y vos qué te metés, Marta? Es para darte un coscorrón. Metete en tus números y por
favor no pretendas incidir en el curso administrativo de la escuela, que ya para eso bien nos
hacemos cargo Susana y yo. Y ahora que digo Susana, descontale también lo de los paros y anotalo
para el regalito de Marta, a ver si llegamos por fin. ¿Ves, Marta? Vos te pensás que yo tengo algo
en tu contra y no es así.
M. ELIZARRAGA: ¿Que los ponga para mi propio regalo? Ya te dije, es de los puchos, que no tenía
cambio. Esto es persecución ideológica. (Sale.)
DELIA: No es tan así. Al que hizo paro, se le descuenta. Pero como yo no te lo pasé…
Lo cobraste…
DELIA: ¿Cuándo te llamó ese Angie por última vez, Marta (Lococo)?
S. RIVAROLA: ¿Qué sabrás vos si vine o no? Si vos no viniste, el día de paro…
DELIA: ¿Y qué querías, Susana? ¿Que carnereara una huelga? Ah, no, chicas, miren que si lo de los
regalitos se torna un problema para todas, acá esto se arregla muy fácil. Se acabaron los regalitos.
Y que cada una se compre la blusa que necesita.
DELIA: ¿No ven, chicas? Acá falta un ingrediente mágico de compañerismo, nos falta la
camaradería masculina… ese tufo desinteresado, viril, que es lo que hace que los hombres se
junten entre ellos para hacer grandes tareas…
Entra GLADYS.
GLADYS: ¿Quiénes?
M. LOCOCO: La que cumplía años. ¿No, Gladys? ¿No estabas cuando contaron?
S. DOMBER: Yo la escuché a no sé quién contar que…
GLADYS: ¿Sí?
DELIA: Sí. Que una cajera cumplía años, y que los tipos, armados hasta los dientes, les dicen: “acá
no estamos para tirarles ningún tiro, es una guerra contra el sistema”.
Por eso roban bancos en vez de administrar la miseria de Solá en las escuelas.
Y acá el HABRÍA.
Y lo de los regalitos, lo ponés acá. Sumás las tres columnas y te da cero, ¿entendés?
M. LOCOCO: Vení que te muestro. Y te muestro esos corpiños que te van a encantar.
M. GREGORINI: Chicas, dejo acá la caja de cooperadora un segundo que me tengo que probar
unos corpiños.
DELIA: Bueno.
M. GREGORINI: No, Delia, no voy a regalar algo que no me probé.
GLADYS: Yo escucho lo de los bonetes y… me siento una pelotuda. Yo enseñándoles a tirar penales
cuando, en realidad, hay que robarse un banco. ¿Saben cuál es el porcentaje de pibes que se van a
salvar pateando un balón?
DELIA: Es ínfimo.
DELIA: La subdivisión…
GLADYS: Merienda para los pibes, martes y jueves de acá a fin de año...
DELIA: La matrícula…
DELIA: La biblioteca…
Quedan DELIA y S. RIVAROLA. En silencio. Entre ambas, la cajita con el dinero de cooperadora.
DELIA la mira. S. RIVAROLA la mira. Cruzan miradas.
DELIA: Yo…
S. RIVAROLA: No digas nada, Delia. Si lo vas a hacer, hacelo. Pero sabé que es una decisión tuya.
DELIA: Te juro, Susana, que esta vez no puede fallar. ¿Vos sabés que yo vengo viendo los
entrenamientos del Deportivo Merlo, no?
S. RIVAROLA: Digamos que es un rumor cada vez más frecuente. Pero yo no me dejo llevar por
rumores.
DELIA: Bueno, dejate, porque es. Pero yo veo los entrenamientos con un ojo puesto en los
muchachotes y otro puesto en el futuro. Se llama Edgar Fabiani. Un delantero, un izquierdista.
DELIA: No sé cómo se llama, ataca por izquierda, de zurda, es un cañón. Está suspendido en
catorce fechas, parece que tuvo un altercado con el réferi, son cosas que pasan, oportunidades
únicas. Ya lo tengo apalabrado al director técnico del Depo. Nos lo dejarían en cuotas. Pero yo
creo que le pagamos la primera y después se olvida.
DELIA: Hay.
DELIA: Ah, no, Susana. Lo decís como si quisieras que los encuentren.
S. RIVAROLA no puede evitar una equívoca sonrisa, que ha venido reprimiendo. Timbre.
Comprende que le conviene retirarse. Agarra su cartera, va a hablar, no dice nada. Mira la cajita de
cooperadora. Mira a DELIA. Se aleja como para dejar sola a DELIA, y la mira hacer. DELIA acaricia la
caja.
Suena un timbre de escuela, largo atronador, que señala el fin del primer acto
SEGUNDO ACTO
10 / PEAJE
SUSANA RIVAROLA:
Bueno, a lo mejor yo no soy la más delimitada para dar esta explicación. Porque yo tuve –y tengo,
sigo teniendo-, Su Señoría, una opinión respecto de estas cuestiones. Y es una opinión forjada a
fuego, no me van a convencer de lo contrario.
¿Es una escuela el lugar más apropiado para llevar armas de fuego? No, no lo es. Y esto es lo que
yo pienso.
Los Sagasti, del séptimo de la mañana, son dos casos-problema. Se sabía que al menos uno de
ellos está en la cuestión ésta del peaje, les cobran peaje a sus compañeritos para pasar por
Etcheverry y salir del barrio. Y no se hizo nada en su momento. Hasta que un buen día, Sagasti se
apersona en la escuela con el chumbo. La señora Delia Lobo se entera, lo va a buscar, lo saca del
aula y le dice lo siguiente –tengo testigos- le dice: “¿Sabés, Sagasti, que ahora hay un programa
escolar para canjear armas por juguetes? Un arma por un juguete. Decime qué juguete te gustaría
tener y yo lo arreglo con las punteras a nivel municipal, pero me tenés que dejar el chumbo.”
¿Sabe lo que le dijo Sagasti? “Una pelota de básquet”. (Timbre.)
11 / AZUL
M. ELIZARRAGA: No. Sabé que “mi” gabinete es ahora tierra de nadie. Delia se mete, cambia los
muebles de lugar, no sé qué está tramando ahora. Primero raja a la Social, ahora me revuelve el
gabinete, esto es una declaración de guerra a la rama.
M. ELIZARRAGA: Sí. No. “Qué cagada”, no. A ésta hay que pararla. Está cada vez peor. ¿En qué
quedó lo que me dijiste? ¿Lo de pedirle la licencia por psi… psi…? Por psiquiatría.
S: RIVAROLA: En eso estoy. Ya redacté un borrador para un sumario. No tenés más que firmar acá.
S. DOMBER: Mire, mamá. Daiana Mazzitelli no está avanzando. No se adapta al grado. Por eso le
pedimos que venga, para que hable con Marta, que es nuestra asistente foniatra.
S. RIVAROLA sale.
M. ELIZARRAGA: Hola.
M. ELIZARRAGA: Sí.
S. DOMBER: Su hija.
MAMÁ: No.
S. DOMBER: Sí.
S. DOMBER: No, te juro. A las de la tarde les puse un Snoopy y a las de la mañana un calquito de
Floricienta.
MAMÁ: Y… está más grande que la otra que yo digo. Pero no sé por qué le dice Daiana.
La encuentran en la lista.
M. ELIZARRAGA: Ah, ésta. Soledad. La nena que no habla. ¿Por qué le dice Azul?
MAMÁ: Yo le iba a poner Duende Azul y no me dejaron en el Registro Civil. Di media vuelta y me
fui.
MAMÁ: Ah… La Sole. Por eso el Rulo me decía “no la vas a ver más a la Sole, me la voy a llevar a
Formosa a la Sole”, y yo me reía, nomás, como loca, no sabía de quién me hablaba. Se fue a
Formosa, el Rulo, pero se llevó nada más que al Caqui, a la otra me la dejó.
M. ELIZARRAGA: ¿El Rulo es Mazzittelli? ¿Es el papá? Igual no puede seguir en el grado, Soledad.
Repitió cuatro veces.
DELIA: Sin embargo fijate, Martita, que la señora es mamá o tutora de seis chicos de esta escuela.
M. ELIZARRAGA: Sí, pero Soledad está todo el día con el dedo en la boca.
DELIA: Eso decís vos, vamos a buscar a Gladys que le tome unas abdominales. Usted no se
preocupe, señora. Seis chicos es un capital enorme. (Le hace señas a M. ELIZARRAGA, a espaldas
de la MAMÁ, señas que parecen remitir a sus planes de ampliar la escuela con nuevas
construcciones si consigue la plata prometida por la provincia.) No nos podemos dar lujos. (Sale.)
¡Gladys!
M. ELIZARRAGA: (Ofendida por las señas. A S. DOMBER.) ¿Qué me hace? ¿La vicedirección, la
subdivisión?
S. DOMBER: Sí. (A la MAMÁ.) Igual no nos interesa evaluar a Soledad. Yo le estaba hablando de
Daiana.
MAMÁ: Y… yo le digo “La Juje” porque es jujeña, como la Viru. La mujer del Toto.
M. ELIZARRAGA: ¿Es el papá de algún otro nene más en su casa, o los otros los tuvo con el Rulo de
Formosa?
M. ELIZARRAGA: Mire, a ver, vamos a hacer una cosa. Yo le voy a dar un lápiz y un papel para que
usted me dibuje su casa, y todas las personas que viven en su casa…
MAMÁ: Perfecto. Acá yo le hago a ésa que ustedes le dicen la Daiana. La Juje, le decimos en casa.
O La Chucha.
12 / CROQUIS
GLADYS: Marta, me dice Gladys que estás con el temita de las Mazzittellis.
GLADYS: Bueno, la Chucha no me importa, pero mirá que la que está en octavo golea fiero. Si me
la sacás, me rompés el equipo. Y tenemos un interescuelas la semana que viene.
DELIA: ¡Y después no querés que te la cierre, mirá si serás hija de puta, Marta!
DELIA: Acá no tenemos más “lengua”. Ahora tenemos “ejes”. No todos tenemos las mismas
capacidades. Y gimnasia se promedia, por orden de la rama de EGB.
GLADYS: Sí. La chica se hace entender. Pide la pelota. Tiene arte en la gambeta. Es ladina en los
piques largos.
M. ELIZARRAGA: El otro día se agarró cuatro horas del bolsillo de la maestra. Susana: te quiero oír.
S. BRUNETTI: Yo necesito que los chicos aprendan. ¿Sabés lo que es llegar a casa, día tras día, y
descubrir que todo lo que expliqué fue en vano?
DELIA: Yo no entiendo para qué hacemos reuniones. Hay otras formas de evaluar. Menos agresivas
para un chico, que es como una gelatina endeble, asustadiza. Además, si no la podés aprobar en
octavo, aprobala en segundo, que para algo los tenés juntos. ¿Los contenidos programáticos de
segundo los tiene?
S. BRUNETTI: ¿Y qué sé yo? Si no habla.
GLADYS: Venite a verla tirando penales. Habla con la diestra, esa mocosa. (Sale.)
DELIA: Vení, Susana, vení a verla y convencete. Esta chica pasa de año, que si no la mamá se lleva a
los cinco pibes a la 45.
S. BRUNETTI: Porque yo en la curricula ya puse todo lo del eje tecnológico-perceptivo, y ahora los
de octavo me preguntan cuándo llegan las compus…
DELIA: ¿Sabés lo que pienso, Susana? ¿Te interesa la computación? Vos y yo podemos llegar a un
buen acuerdo sobre las Mazzittellis.
M. ELIZARRAGA: Yo lo que le digo es muy simple: Soledad Mazzittelli necesita el pase a especial. A
ver, ¿dónde me la dibujó, en el planito?
MAMÁ: La casa es así. Acá está donde plantamos… ahora hay perejil, yuca… de todo. Acá vive el
Pichi. El papá de Azul, a veces duerme acá y, a veces, acá. Depende cómo esté conmigo. Éstos son
otros nenes, los hice en cualquier parte porque corren todo el día.
S. DOMBER: A ver. ¿Me puede hacer los basamentos edilicios de la casa con un color y los
miembros de la casa con otro?
S. DOMBER: Bueno, pero me va diciendo. Le señalo y me va diciendo qué son. (Lo hace.)
MAMÁ: El Pichi. La Juje. Duende Azul. El Pichi de nuevo. La tele. La yuca. El Pichi cuando está
enojado. Un perro, que entró y se nos quedó. La ventana.
MAMÁ: Yo no estoy.
MAMÁ: Porque estoy acá. ¿Cómo voy a estar en dos lugares a la vez?
MAMÁ: La reja.
M. ELIZARRAGA: Perfecto. La reja está acá, en el dibujo, y está allá, en su casa. ¿No? ¿O dejó de
estar cuando la dibujó?
MAMÁ: Yo la dibujé porque usted me dijo que la dibuje, pero si quiere la saco. ¡Cómo se pone!
MAMÁ: Ni loca la saco, la reja. ¿Para qué? ¿Para que nos desvalijen los villeros?
M. ELIZARRAGA: Lo que digo es que la reja puede estar en dos lugares a la vez.
M. ELIZARRAGA: ¡Basta! Yo no me voy a adaptar. Nunca. Yo voy a seguir adelante, con mis
creencias, con mis valores. No me van a arrastrar por el fango. Yo no me adapto. ¡Y la Juje, y la
Chucha se van a la escuela 501! Son deficientes moderados. Ya mismo elevo el informe a
Psicología. Y no me importa lo que diga Delia Lobo, ¿se enteran? (Se levanta y se va. Muy
perturbada.)
MAMÁ: ¿A ése?
S. DOMBER: Sí.
MAMÁ: Bueno, bueno, está bien, si quiere yo le digo. (Se acerca al dibujo y le habla a una
mancha.) Toto, acá dice la seño si podés venir. (A SUSANA.) Dice que no sabe. Dice que lo va a
pensar.
S. DOMBER: ¿Vos te estás buscando que yo te parta la cara con un tupper, yegua?
DELIA: Ay, pero qué lindo dibu. Mirá qué caserón que te mandaste, mamá. ¿Vos cuál sos?
MAMÁ: No. Son líneas, para que ustedes entiendan. Pero ustedes son todas unas retardadas. Y yo
le voy a decir al Pancho. Ya van a ver. (Sale.)
13 / TIMBRES
S. RIVAROLA: El timbre.
M. CAAMAÑO: No, porque el otro día, ¿cuándo fue?, ¡hoy!, ¡hoy, fue!, hoy mismo, estoy lo más
tranquila dándoles unas cuentas… y de pronto ese ruido terrible, y ¿vos podés creer que -como si
se hubieran puesto de acuerdo, los malditos-, se me levantan todos a la vez y salen en tromba?
S. RIVAROLA: Es el timbre.
M. CAAMAÑO: No, sí, el timbre. Si yo eso lo entiendo. ¿Y cómo es? O sea, si a ellos se les canta,
una tiene que dejar que salgan en malón, a cualquier hora…
M. CAAMAÑO: Está bien. Pero una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa.
DELIA: Marta, ¿te acordás que te expliqué que estamos subdividiendo el tiempo en parte más
chicas, que los chicos puedan aguantar?
M. CAAMAÑO: ¡Los chicos, y las maestras, porque te sigo que lo que es yo, si me dicen que me
puedo hacer un parate en medio de la mañana yo te beso los pies!
S. RIVAROLA: ¿La vas a apañar? Muy bien. Perfecto. Acá vos sos la directora y yo sólo la vice. La
responsabilidad civil es toda tuya, gorda.
DELIA: Escándalos no, Susana. No es lo mío. Y si te referís a lo que vos ya sabés, pensé que
estábamos juntas en ésta.
M. CAAMAÑO: No, chicas, si se van a pelear, no. Yo no quiero hacer un lío. Lo que digo es que…
M. CAAMAÑO:…los chicos puedan salir un poco al patio, vayan al baño, en fin… y que nosotras nos
podamos hacer un té. Porque si no, nos van a recoger con cucharita. (Sale.) Voy a buscar una
cucharita para el azúcar.
DELIA: ¿Sabés qué, Susana? Veo que cada vez te gusta más liberarte de responsabilidad.
S. RIVAROLA: ¿A mí? No puedo creer que me estés diciendo esto a mí. ¿Quién le pidió la pelota de
básquet al cura de Itatí?
DELIA: Yo ya te lo agradecí.
DELIA: Sí. Pero eso es porque vos… te llevás mejor con el cura. Nada más.
S. RIVAROLA: Yo asumo acá toda la responsabilidad que vos dejás vacante, Delia. Porque esto, si
no, se cae a cachos. Y te recuerdo que en cualquier momento cae la inspectora.
DELIA: ¿Me amenazás? Vos y yo tenemos diferencias, Susana. Vos sos de sagitario, y lo digo sin
ánimo de ofensa. (Entra M. ELIZARRAGA.) Y ya te dije: si llegamos a la matrícula pido la ampliación
y vas a tener vicedirección para vos solita. Lo digo por si querés atender al cura la próxima vez que
haya que pedirle las pelotas. No tengo problema en explicarle el episodio a la inspectora. (Se va.)
14 / PICHON
S. RIVAROLA: Nada, fabula. Si el cura vino una sola vez. Con la pelota. Acá, una sola vez. Si incluso
estaba Rosa; no estuvimos solos en ningún momento. Seguro que lo dice porque habló con la
madre de él. ¡Y andá a saber lo que pueda estar diciendo una señora tan viejita!
S. RIVAROLA: No.
M. ELIZARRAGA: ¿Vos podés creer que ahora se agarra de la cuestión de la Chucha y me manda
mensajes de amenaza en código? Me ta-ta-taponó la entrada a gabinete con un colchón. Es el
paso previo a cerrar la rama. O sea, yo no soy una experta en Pichon Rivière, alguna vez lo fui,
pero evidentemente lo que me quiere decir es, a su manera, pa-pa-patológica: “esta valla blanda,
con plumas y estopa, es el prolegómeno a una valla mayor, insalvable, para vos”. ¡El cierre de la
rama! ¿Quién te falta firmar el pe-pe-petitorio?
S. RIVAROLA: Shh. Después hablamos. Ya llamé a reunión para las 12:00. ¿Te enteraste lo de los
hermanos Sagasti? ¿Lo de la pelotita de básquet?
S. RIVAROLA: Ah, ¿vos te enteraste? No fue tan así. Pará. Después te cuento.
M. ELIZARRAGA: Pero si a mí no me tenés que explicar nada…
15 / GOLEADOR
GLADYS: Mmm, pero qué secretivas que están. ¿Cómo les va?
S. RIVAROLA: Ay, Gladys, ¿cómo te va? Ya casi no coincidimos nunca, en turno mañana.
S. RIVAROLA: Eso te quería decir. En cualquier momento cae la inspectora. No los cruces al
potrero.
GLADYS: Decile a la Social que Fernández está desnutrido. O hablá con la mamá, o lo saco del
interescuelas de Moreno.
DELIA: Bueno. ¡Pero mirá que Social no tenemos más! (Repara en M. ELIZARRAGA, que no ve con
buenos ojos que vayan eliminando al equipo de psicología de a poco.) Qué trabajo formidable, que
hace Gladys, ¿no, chicas?
M. ELIZARRAGA: O sea que vos ves como formidable que saque a los pibes todo el día del aula
para entrenar al fútbol y si yo vengo y te digo que estoy haciendo todo un trabajo, respaldado por
tests, validado a nivel nacional, un seguimiento de integración fonético-sensible en primer nivel,
resulta que yo soy una pelotuda y mejor cerrar la rama…
DELIA: Ay, Marta, ¡dios quiera que la rama no se cierre nunca! ¡Nunca!
DELIA: No, a la Social, no. Pero ése es otro tema. Y nos parece muy valiente de tu parte que con
todas tus dificultades vos hayas salido adelante igual, en lo tuyo, eso habla muy bien de vos, del
tesón. Pero no te metas en política. ¿Querés saber qué pienso yo de la rama? Me parece una idea
excelente la rama. Que los chicos vean psicología. Pero tenés que entender que a veces hay que
tener cintura.
M. ELIZARRAGA: Ah. ¿Vos llamás cintura a aliarte con la inspectora de primer nivel que quiere
cerrar la rama para que después te dé el OK a tu proyecto de ampliación?
DELIA: Vos estás muy metereta, Martita. Ya las veo, a ustedes dos, muy grandes amigas. Pero
créanme que de mi accionar nos vamos a beneficiar mucho todas. ¿Te digo algo yo, de todos tus
proyectos? Nada, te digo. Ni me meto.
16 / PELOS
Entra M. GREGORINI.
S. RIVAROLA: Che, pero contá… Mirá, Marta, ¿escuchaste? Parece que encontraron pelos, toda la
bonaerense está agarrada del microscopio buscando el ADN…
GLADYS: Parece que los tipos entran lo más bien vestidos de traje.
GLADYS: Como ya tienen los túneles cavados desde hace semanas, lo único que tienen que hacer
es hacer creer a la policía que los tienen a todos de rehenes.
M. LOCOCO: ¿Para qué?
GLADYS: ¿Cómo para qué? Para ganar tiempo. Cierran las puertas. Cae la cana, y les dicen que
piden un helicóptero, sánguches de miga y qué sé yo qué para fugarse. Todo mentira. Lo que
necesitan es tiempo. Vuelan las cajas de seguridad, agarran la guita, las joyas…
GLADYS: Es un banco de zona norte, imaginate qué no habrá metido ahí la gente de Acassuso…
Mientras la cana cree que van a ir soltando rehenes de a poco y llegan refuerzos, los tipos meten
todo en unos gomones, se sacan el traje, tienen unos shores abajo…
GLADYS: Tendrán unos shores abajo del traje, para remar más cómodos…
M. LOCOCO: ¿Cómo sabés que se sacan todo? ¿Se ponen en cueros? ¿Delante de las rehenes?
TODAS: ¡Nooooo!
DELIA: Y… por ahí se hicieron ayudar por las rehenes para desvestirse…
M. LOCOCO: No, porque los hombres que tienen mucho pelo en pecho, si se ponen un traje como
éstos, se tienen que poner una camiseta abajo, aunque sea finita. Porque la camisa de traje
transparenta todo.
DELIA: Claro.
S. RIVAROLA: Transparenta.
GLADYS: Se llevan toda la guita, las joyas, la ropa, para que no se hagan oler por perros, meten
todo en los gomones…
DELIA: No, porque imaginate que un perro bien entrenado de la federal… si huele un slip, un slip
de hombre, después de tanta actividad, vos imaginate que es como haber dado prácticamente con
el DNI del chorro…
DELIA: Escuchame una cosa: ¿qué son gomones? ¿A qué llamás “gomones”? Decís “gomones”
todo el tiempo, como si nosotras tuviéramos que entender la jerga criminal. (A MARTA
GREGORINI, a los gritos) ¿Vos sabés qué son los gomones?
DELIA: Ahá.
Silencio.
GLADYS: Ah, no, escuchen esto porque es genial. ¿Saben lo que dicen los canas? Que en estos
casos de crímenes tan elaborados, siempre hay un eslabón que se rompe. ¿Y saben quién viene a
ser ese eslabón? Una mujer.
GLADYS: No saben. Una mujer. Siempre hay una mujer celosa en el medio. La amante, la suegra,
qué sé yo.
DELIA: Ay, por favor. Te juro que me llena de alegría que la policía encarne por fin con toda
claridad el papel de la manga de estúpidos que son. ¿Edgar no llegó, chicas? (Sale a buscarlo.)
GLADYS: Más vale que vaya apareciendo, que yo no tengo toda la mañana, los dejé tirando
penales en el potrero… (La sigue.)
17 / REPULGUE
M. CAAMAÑO: ¿Sabés en qué año me recibí yo? ¡Latín, nos daban en el Normal, a nosotras! Ahora,
con eso de los timbres, ese ruido… y sos boleta: cada uno hace lo que quiere.
S. RIVAROLA: Ah, chicas, qué bueno que las veo. Ustedes ya están avisadas, ¿no?
M. CAAMAÑO: ¿Reunión de qué? Delia no me avisó nada, miren que si pierdo el 501 recorrido 5B
no llego a la 24, voy a perder el presentismo en el otro cargo también, Marta…
S. RIVAROLA: Delia no está avisada de esta reunión. Ustedes saben que dirección y vicedirección
en esta escuela no siempre caminan codo a codo, chicas. Gladys tampoco se va a quedar.
S. RIVAROLA: No, quedate. Delia no está avisada pero yo no tengo por qué ocultar lo que hago,
quedate.
S. DOMBER: Quedate.
M. CAAMAÑO: Quedate.
TODAS: Quedate.
S. RIVAROLA: Seguro. Tus aportes están buenos, en general. Tenés una mirada… un poco más…
S. DOMBER: Si se quedan todas, díganme, porque pido empanadas. Hay una promoción.
S. DOMBER: Si pedís más de dos docenas te regalan una de humita o carne suave.
M. CAAMAÑO: ¿En serio? (Empieza a contar cuántas son, y cuántas empanadas le tocarían a cada
una con este arreglo. Una actividad que la ocupa toda la escena.)
M. LOCOCO: Uy, pero miren que son una bomba, las del Doble Repulgue. Fortachonas. Te comés
tres seguidas y te puede dar una embolia.
S. RIVAROLA: (gesto rápido para que se calle, aludiendo a MARTA GREGORINI) Marta…
M. GREGORINI: (Que no se ha enterado de nada.) Si llamás con tiempo, te las traen enseguida.
(Todas asienten, para no generarle conflictos.) No, no lo hagan porque yo lo digo. Háganlo porque
conviene. Si pedís sin darles tiempo, los pibes tienen que correr como locos, con esas motitos que
no tienen casco, ni espejito retrovisor. Seamos solidarias. Entre nosotras. Y fuera de nosotras. Con
los repartidores del Doble Repulgue. ¿Sabés cuántos locales manejan, ya? Yo no los conté, pero en
cada parada de colectivo tenés una sucursal, porque se expandieron a lo pavote. Y ahora no dan
abasto, así que hay que ayudar. Yo, si tengo que hacer un pedido, mejor lo hago antes, y no
después, y que no se mate ningún chico. ¿Sabés la cantidad de locales? Ponele diez, catorce
ponele. Y que en una dieta criolla como la nuestra la empanada ocupe un lugar… privilegiado.
Bueno. “Uy, es el mediodía. Me comería una empanadita.” ¿Cuántas escuelas tiene el distrito?
Ponele cincuenta, sesenta y tres, ponele.
M. GREGORINI: Y de cada escuela, a la misma hora, que es cuando es el cambio de turno, zas, “Me
comería una empanadita”, te llueven sin que lo hayas pedido ochenta y dos pedidos, todos mixtos.
De cebolla, de carne suave y picante, lo que fuera, de champignon con queso al jerez -a mí
poneme dos de ésas, Susana-, ¡y los chicos sin casco! Sin contar al tipo que mete prácticamente las
yemas de los dedos en aceite hirviendo, porque si las tirás de lejos te salpican hasta las córneas,
ésos sí que se queman las pestañas, y no estudiando, porque la vida les da posibilidades muy
distintas al pibe que trabaja y al que los papás lo pueden mandar a la universidad. ¿Vos sabés lo
que es aceite hirviendo en la córnea? ¿Vos te creés que los tienen asegurados, a los que trabajan
ahí? ¿Con la cantidad de locales que tuvieron que abrir, todos trabajando a la vez? ¿Qué seguro te
da abasto para una cosa así? ¿Y para tantas motitos? Por eso van sin casco, para llegar a tiempo.
Porque si una vez, dos veces te llegan frías, la próxima vez te traés de tu casa una lengua a la
vinagreta en un tupper, y no los llamás más. Así que los tienen cagando. En cada local, imaginate,
el mismo cuadro., Y vos venís lo más pancha después de haber estado sentada tomando prueba en
tu aula, y decís “díctenme que yo anoto”. Y a mí me da bronca verte así, ver que todas son así, y
que yo soy la única acá que se preocupa por las motitos, por la llave del esténcil, el seguro, la
responsabilidad, el mío no es un cargo pasivo, es de una enorme responsabilidad, y yo no sé hasta
qué punto yo voy a poder… con tantas motos a la velocidad que están yendo… seguir con esta
farsa… como si cada cosa tuviera un sentido… ¿Para qué es la reunión? ¿Es contra Delia, la
reunión? Ah. Me quedo. Anotame dos.
M. ELIZARRAGA: Pero deciles que lleguen calientes. Si no, es una bola de aceite.
M. GREGORINI: Pero llamen antes. No después. Si no… van a llegar cuando ya nos las hayamos
comido… (Sigue musitando por lo bajo su eterno razonamiento.)
S. RIVAROLA: Yo señal tengo, lo que no tengo es crédito. Y menos para una cosa así, tan banal.
S. DOMBER: Bueno, Susana, pero el teléfono está cortado desde hace dos meses.
S. BRUNETTI: (Entrando.) Ay, Susana, qué suerte que te encuentro. ¿Cómo hago la planificación?
S. BRUNETTI: Porque yo había planificado segundo. Ahora me sumaron octavo. Porque viste que
yo soy convertida. Y tengo que dar música, León Gieco... Y me preguntan por el diapasón, hoy les
mostré uno y me preguntaron si era un DIU.
S. RIVAROLA:
¡Delia!
¡Delia!
¡Y…!
18 / RÍO
DELIA: Ay, ese robo, Nahuel… Nos tiene a todas un poquito como locas…
DELIA: ¡El de Acassuso, gilún! ¿En qué curva te perdiste, vos? ¿Qué hacen todas acá? ¿Hay
reunión? Miren que yo quedé en que tenía cosas que hacer, chicas, ¿eh? Conmigo no cuenten ni
para un truco gallo. Le estaba contando acá a Nahuel lo que nos contó Gladys. Tu plata no la
tengo, todavía. Pero fijate si las chicas te tienen que pagar algo.
NAHUEL: Sí. Lo dieron en todos los noticieros. Pero no habían dado tanto detalle.
DELIA: ¡La nota en la bóveda! Ah, ¿qué me preguntaste? ¿Qué río? El de la Plata, ¿qué río va a ser?
(A las chicas.) ¿Cómo es un gomón, exactamente?
DELIA: ¡Qué bárbaros, estos tipos! ¡Y nosotras acá peleando siempre por mezquindades!
S. RIVAROLA: ¡Mezquindades!
DELIA: Sí, mezquindades. ¡Tironeando de una inspectora que ni viene porque tiene catorce
cuadras de barro! Susana, yo no puedo quedarme de brazos cuando la vida fuera e esta escuela
ofrece ejemplos de coraje tan elocuentes. Esto ya está hecho. (Viendo a Gladys, que entra.) Ah,
Gladys, ¿ya llegó Edgar? Miren, chicas, tengo que hacer un anuncio…
19 / FALOS
DELIA: Sí, ahora se hace. ¿Quedaron masitas? ¿Sobró algo de la mañana? Es para agasajar a Edgar,
vos no te metas, Susana.
GLADYS: No te preocupes, que yo lo aggiorno. Donde dice “mexicano” pongo “argentino”, donde
dice “chile” pongo “ají puta parió”. (Sale a por el librito, vuelve un rato después, y trata de armar
su discurso.)
DELIA: Dale, Gladys, ponele onda, que hacer un lindo discurso es algo que no cuesta nada de
plata…
DELIA: Bueno, pero miren que no tiene principio, medio y fin, sino que es como… un sueño. ¿Y vos,
Susana, los dejaste solos?
S. BRUNETTI: Sí, estoy integrando actividades, como me sugeriste. Los puse a los de octavo a
manejar a los de segundo, a aprender a ejercer autoridad.
DELIA: Me parece bárbaro, al principio te veíamos medio en Babia, pero le estás agarrando la
mano a la cosa. Bueno. El sueño. Hay unos hombres. Por todos lados. Todos peligrosos. Ceñudos,
como si yo les hubiera hecho algo.
M. ELIZARRAGA: La psicología… sí, así con todo lo que vos la despreciás y todo… tiene respuestas a
todos esos interrogantes. Respuestas que me guardo para mí hasta que se aclare lo de la rama.
Cuidate, Delia. Si seguís teniendo esos sueños. (Se retira.)
DELIA: ¿Cómo “Respuestas”? ¿Respuestas que yo pueda entender? Marta, pará, no te vayas así.
DELIA: ¿Reprimidos?
M. CAAMAÑO: Ah, pero si es por eso, los miembros erécticos también son símbolos fálicos…
M. CAAMAÑO: Ah. Qué notable. Y una jarra vacía, con su manija, su pico, todo, por ejemplo, ¿es
un símbolo fálico?
GLADYS: Sí.
M. CAAMAÑO: O sea que, para vos, ¿todo lo que no es un falo es un símbolo de un falo?
GLADYS: En un sueño, sí. Pero no para mí sola. Preguntá a cualquiera. (Por el texto del discurso
que prepara.) Acá me trabé. ¿Qué es “pecuniario”?
Yo igual tampoco sabría muy bien como formular la pregunta esta… (Sale.)
DELIA: (Aún tomada por el estado del sueño.) Bueno, Nahuel… ¿A qué le pongo diez guitas?
DELIA: Y sí, ya te dije, que algo les decía yo, para tratar de ocultar mi semidesnudez.
DELIA: ¿Ves por qué no gano? No sueño con nada que tenga interpretación numérica. No sueño
nada útil. ¿No llegó Edgar? (Sale.)
GLADYS: Perdón, ¿alguien sabe qué significa “alocución”? ¿Es algo tipo “locución”? ¿Está el
Sopena en portería? (Sale.)
S. DOMBER: Se lo cartonearon.
20 / MOUSE
M GREGORINI: Acá tenés las herramientas didácticas. Plan Federal “La Compu al Cole”. Me dijo
Delia que quedás a cargo. (S. BRUNETTI observa con desazón la computadora de cartón.) Ah,
Nahuel, ¡qué justo! Los chicos de tercero hicieron una vaquita y le quieren jugar al 77. Pierna
Mujer.
M. GREGORINI: Computación.
M. GREGORINI: Ponele.
S. DOMBER: Para miles de cosas, sirve. Para identificar las partes de la computadora, por ejemplo.
Porque vos imaginate que un buen día llegan las de verdad. Los pibes nunca vieron una cosa así, la
confunden con… no sé… con cualquier cosa, te la hacen pelota en un santiamén.
S. BRUNETTI: Pero…
M.GREGORINI: ¿Sabés qué? Dejá. No enseñes computación. Listo. Dejá. (Gritando.) ¡Marta!
¡Susana! ¡Vení que está la Compu al Cole! (Sale.)
S.DOMBER: Dejá que los chicos que van a escuelas privadas les lleven años de ventaja. Dejá, que
cuando se abra un puesto de trabajo ningún chico de esta escuela pueda ir porque no aprendió
Excel.
S. DOMBER: Es falta de adaptación, Susana. Devolveme el mouse. Dejá, ya está. Andá a enseñar
cosas teóricas, ya que te gusta tanto. Dejalos sin la práctica empírica, a los pibes. ¡Ja, regla y
escuadra!
21 / DEPORTISTA
GLADYS RONDÓ:
Nunca queda del todo claro si se trata de una declaración, de un discurso escolar, o de qué.
Soy un hombre rudo, pero de corazón lo declaro, desde luego para que perdonéis la humildad de
mi alocución, en la que huelga la literatura y abunda en camiones… (lee mejor) abunda en cambio
el sentimiento puro y amontonado.
El triunfo en el deporte debe ser completo, en cualquiera de sus ramificaciones. Escojamos una
para dominarla a fuerza de constancia y de tesón. Y ya que hemos de escoger, escojamos fútbol. El
fútbol, por miles de motivos, merece nuestro esfuerzo, un esfuerzo que -si somos tesoneros- se
verá coronado por el éxito, desde el pecuniario al trascendental. Tributemos nuestros cálidos
aplausos a este campeón mexic… argentino que hoy es agasajado, recordemos sobre todo en el
extranjero a nuestra querida patria, que la hemos colocado muy alto, en un lugar envidiable, y
sepamos hacer latir con fuerza otros corazones mex… argentinos en el destierro, que se inflen
como los nuestros, hoy, aquí, señores, cuando vemos jugar a Edgar Fabiani con su balón. (Hace
una seña a EDGAR, que entra aterrado y queda parado a un costado, vestido de traje, y en prolija
decadencia. Es un muchachón tímido y demasiado abundante, el único hombre en este mundo de
maestras.) Que esto sirva de estímulo para dedicar nuestra juventud al deporte viril del siglo XX en
que vivimos. Oh, Edgar; héroe del deporte en el querido suelo que nos vio nacer, hijo dilecto de
nuestra Virgencita de Guadalupe, gracias por este magnífico espectáculo del deber cumplido,
espectáculo guadalupano del fútbol, coreografía de una patria grande, pujante y tricolor.
Y aprovecho para repetir –porque ya lo he dicho pero algunos parece que tienen tierra en las
orejas- que el que no traiga el recibo pagado taca-taca de la cooperadora no entra nunca más a la
canchita. Usted saben que yo no jodo.
Gracias.
22 / MORONDANGA
DELIA: ¿Vos leés, Edgar? ¿Cómo es: Edgar o Edgard? ¿Es extranjero?
DELIA: No, llamame Delia. ¿Sí leés? ¿O “sí, es extranjero”? ¿Y qué leés?
DELIA: Ah, sos evangelista. Chicas, miren qué copado. No sólo conseguimos un eximio futbolista,
sino que además es culto y creyente.
EDGAR: ¿Cuánto tiempo voy a quedarme acá, señora Delia? Para saber si voy a jugar o no…
¿Contra quién juego?
S. RIVAROLA: El goleador del equipo no está viniendo porque tiene sarna. ¿Se lo dijiste, Delia?
DELIA: A ver… Y… ése repitió como cinco veces… Ahora está en séptimo… Y debe tener…
veinticuatro.
DELIA: Chicas, tengo que presentarles a Edgar. Bueno, acá lo tienen. Costó pero se llegó, apilando
moneditas. Edgar Fabiani, futbolista. Ellas son Marta y Susana, maestras.
M. LOCOCO: ¡Ah!, hola. Yo trabajo acá pero no soy maestra. Soy la Credimart. Marta Lococo.
EDGAR: Encantado.
S. BRUNETTI: Hola. ¿Vas a jugar con los chicos? ¿Y con Gladys? Qué bien. ¿Por qué tenemos un
futbolista, Delia? ¿No era mejor pedir la bibliotecaria?
S. BRUNETTI: No entiendo.
S. RIVAROLA: (Como una obvia alusión al disparate de Delia.) Ah, ¡¿no entendés?!
DELIA: (Superpuesta, y tratando de robarse la explicación, lo que aumenta el alboroto.) Claro, con
pagadoras menores se recuperaba hasta un 80%.
Silencio.
S. RIVAROLA: No ganó. Éste no es el sitio para esa discusión. El sitio es el Consejo Docente. Y justo
hoy tengo toda la tarde libre como para ir hasta allá.
EDGAR: Y el medrar y las apuestas son cosas que Jesús condena con tibieza pero sin dudar.
DELIA: No te preocupes que nosotras también condenamos con tibieza. No te vamos a poner en
ninguna carrera. Vos sos una inversión.
S. RIVAROLA: ¿Qué va a haber? Acá no hay ni un equipo de yerba y azucarera para el mate,
Edgardo.
DELIA: Mirá. Acá lo que nos preocupa es tu salud. Tenemos que cuidarte.
DELIA: ¿Ves, Susana? Por lo de la pelota se impone que vuelvas a hablar con el cura. A lo mejor
querés pasar por la parroquia antes de ir al Consejo.
23 / JENNIFER
GLADYS: Sí. Y yo soy Jennifer López. Andá tomando mucha agua que ahora te consigo un frasquito.
¿Agarro los de las germinaciones de cuarto?
EDGAR: Porque me cagué a trompadas con el árbitro en la final con Deportivo Morón.
DELIA: No lo atosigues, Susana. Que necesita descansar, y reponerse. Mirá, Edgar, vos vas a dormir
en el gabinete psicopedagógico. Hasta que te consigamos una casa de familia.
EDGAR: No entiendo.
DELIA: Yo aspiro a venderte a Boca Juniors en un tiempo, a un precio exorbitante. Ésos sí que
pagan fortunas.
DELIA: Pero tenés que portarte bien, entrenar mucho, y dejar las drogas.
EDGAR: ¡Yo no me drogo ni me drogaría, salvo que Jesús me diera una señal!
24 / TUPPER
Durante la escena, en general las maestras recogen sus cosas, sus tuppers, sus carteras, es el fin de
la jornada laboral.
M. ELIZARRAGA: (Entra, indignada.) Delia. Las cuentas claras conservan la amistad. Hay un colchón
mugriento en gabinete.
DELIA: Sí, claro, son las cosas de Edgar. Edgar, ella es Martita, la fonoaudióloga. Háganse amigos
que van a compartir el gabinete un tiempito.
M. ELIZARRAGA: ¿Unas semanas, nomás? ¿Por qué? ¿Ya me sacan? Van a cerrar la rama, ¿no?
¿Vos votaste por el cierre, no?
DELIA: ¡Qué sé yo de la rama, Marta, andá y preguntale a los tuyos, a los psicólogos! Yo lo que digo
es que alguno de los dos, en muy poco tiempo, ya no va a estar. Y ojalá sea Edgar, porque entró a
patear la azuldorada.
S. RIVAROLA: Exacto. Yo soy la vice. Por ahora. No es con vos, Edgar. Y yo ya dije. Acá se necesitan
muchos cambios. Muchos. No es con vos, Edgar. O por lo menos uno. (Sale y se cruza con GLADYS,
que ingresa con un tupper.)
GLADYS: Delia, las germinaciones están todas sin tapa, voy a usar este tupper que no parece ser de
nadie.
DELIA: No.
EDGAR: No.
EDGAR: ¡No!
M. GREGORINI: (Entra. Se queda mirando la situación. Luego de una pausa, y refiriéndose a la caja
vacía que trae en sus manos.) ¿Qué es esto?
DELIA: Lo vamos a entrenar y se lo vamos a vender a Boca por un fangote. ¿No, Gladys?
Entra M. CAAMAÑO.
¿Delantero?
¿Mediocampista?
M. CAAMAÑO: Qué bueno, una masa, porque eso hoy en día es como tener sangre cero negativa.
M. GREGORINI: No me consta.
DELIA: Marta, ¿por qué no le das a Marta la blusita ésa que tanto le gustó…
M. CAAMAÑO: ¿Hay alguna forma de que una mujer como yo entienda de una vez por todas cómo
es la ley del orsay?
M. CAAMAÑO: No, mis facultades quedaron intactas. Lo que no se pudo recuperar nada fue del
coche.
EDGAR: ¿No me los da el club? (Salen los tres.) Hasta luego, señoritas. Y que queden con Dios.
25 / VALE
DELIA: Marta: yo, si algo pude aprender de estos tipos, es que no hay que bajar nunca la guardia.
Acassuso es una lección.
M. GREGORINI: Pero…
DELIA: Yo te prometo, escuchame bien, te prometo que Edgar Fabiani nos va a abrir a un sinfín de
maravillas. Y vamos a estar todas juntas, en esto. Porque en el éxito no hay rivales, sólo en la
desgracia. Hoy estás un poquito deprimida.
M. GREGORINI: ¡No!
M. GREGORINI: ¡No!
DELIA: Pero mañana vas a ver las cosas con otros ojos.
M. GREGORINI: Haceme un vale. Que si hay que declarar ante alguien yo quede cubierta. Que
quede cubierta.
M. GREGRINI: ¡Responsabilizate! ¡Responsabilizate! Te dicto. “Vale por el importe total que estaba
en la cajita, vale por toda la plata de estos chicos que se usó en una inversión incierta, que se
apostó a goles a futuro”.
DELIA: Claro que vale. Vale por eso. Y por mucho más. Vale por todas las horas muertas pasadas
en esta escuela, por la pelea desigual, por la esperanza. ¿Te quedás más tranquila si te firmo ese
vale?
M. GREGORINI: (Llora.) Sí. (Un infernal coro infantil, canta en la cabeza de Marta. Canta
“Stawberry fields”, mal adaptado al español: “Vamos a bajar, que es hora de ir, al frutillar, oh-oh,
nada es real...”)
DELIA: Te lo firmo.
DELIA: Con mi nombre. Con todo de mí. Tomá, depositalo en tu cajita. (Lo hacen, en silencioso
ritual.) Soy tan feliz.
DELIA se derrumba lentamente sobre la silla. Estalla en llanto. De pura alegría. Timbre de salida.
26/ ZOMBIES
MARTA CAAMAÑO:
Me pongo como loca, cuando pasa eso, señor juez. Señor Consejo Escolar.
Yo… antes del episodio… qué terrible… se ve que había tenido que faltar… por algún problema de
salud.
Yo ya estoy grande.
Yo ya tengo la edad real para jubilarme, pero como no me reconocen cuatro años de antigüedad
que hice en Tres de Febrero porque parece que perdieron todo, ahora si me quiero jubilar no llego
ni al 64% móvil. Así que yo sigo. Hasta que me reviente el hígado, o algo, yo sigo. Y así todas, como
zombies, como la noche de los muertos vivos. ¿Qué se creen, que lo que pasó venía de la nada?
Timbre.
27 / CLARÍN
Entra DELIA.
M. CAAMAÑO: Bueno, yo lo escuché con todas las letras… “La policía agarró al hombre del tarje
gris y le están tomando declaración porque…”
DELIA: ¡Mirá, Marta! ¿A vos te parece que yo me puedo dejar llevar por lo que vos escuchaste?
¿Qué traje gris? ¡Gladys!
DELIA: Ah, Marta, ¿dónde quedó la compu ésa? La tengo que usar. Quiero leer el Clarín sin
pagarlo. ¿Vos te entendés con internet, Marta? ¿Dónde se conecta?
M. GREGORINI: No sirve.
M. GREGORINI: No sé, no sirve. Yo traté de ingresar los datos del coro, estoy reclutando chicos de
los quintos y los sextos, antes de que les cambie la voz, y la verdad es que este modelo de
computadora debe estar bloqueado para algunas operaciones. O se cayó el sistema.
28 / RADIO
S. RIVAROLA: (Que espiaba la escena, esperando a que saliera DELIA.) ¿Dónde está Gladys, ahora?
Me tiene que firmar. Marta, ¿vos te enteraste?
S. RIVAROLA: Sí.
M. LOCOCO: Chorros.
M. LOCOCO: Sí. ¿Lo de Sabato lo sabés? Según Gladys parece que Sabato tenía valores ahí, en una
caja de seguridad.
S. RIVAROLA: No te puedo creer. ¿No ves? Eran tipos cultos, que les gustaba la literatura. O por ahí
no les gustaba, pero la valoraban. Yo te confieso que yo leo mucho. Yo leo. Pero a veces no me
gusta lo que leo, y lo leo igual, porque lo valoro. Le adjudico un valor. Y eso es lo que marca la
diferencia entre los seres humanos y los monos. La representación simbólica del valor. ¿No dijo
Gladys por qué los agarraron?
M. LOCOCO: Yo ahora iba a la Falconeta, a escuchar la radio, me dio las llaves.
29 / ROSAS
Entra S. BRUNETTI.
S. RIVAROLA: ¿Qué?
S. BRUNETTI: Mirá, hay versiones más que contradictorias… Yo me estaba manejando por el texto
de Dulce de Membrillo, que tiene como mejor organizada el área de ciencias naturales, pero ahora
estamos con lo del 25 de mayo y me preguntan si Rosas era bueno o malo…
S. BRUNETTI: O sea, yo estoy trabajando con ejes diacrónicos, que atraviesan el programa de
manera integradora…
S. BRUNETTI: Miren, chicas, yo sé que en esta escuela a las convertidas no nos quieren, pero…
S. RIVAROLA: Ay, no estés tan a la defensiva, ¿por qué decís que no te quieren?
M. LOCOCO: Decí.
S. BRUNETTI: Bueno, nada, ya me enteré que Gladys les contó a todas todo lo que oyó en la radio,
y yo me quiero integrar, les pregunto, y hacen como si oyeran llover.
S. BRUNETTI: A la secretaria.
S. RIVAROLA: Ay, almita de dios. ¿No ves que no entendés nada? Marta Gregorini tiene tareas
pasivas desde que se le…
S. RIVAROLA: Brunetti, mirame a los ojos. Mirame acá. Yo soy la vice de esta escuela y te guste o
no te guste me tengo que enterar de lo que pasa en ella, ¿estamos? ¿Qué pasa en ella?
S. BRUNETTI: La semana pasada yo cumplí años. Y yo veo que acá se pone plata para los regalos de
todas, y a mí nadie ni siquiera me cantó o me dejó una cartita. Igual no me importa. No me
festejen. Ya me la crucé a Gladys en el patio, me pidió un alfajor y me contó todo. Yo estoy acá
para hacer méritos. En una escala del 1 al 10, ¿qué le pondríamos a Rosas?
S. RIVAROLA: Mirá que sos ocurrente. Ponele un 5. Escuchame una cosa, ¿Marta no te dijo en qué
anda lo de Sabato?
S. BRUNETTI: Sí, igual Sabato se hizo asegurar los manuscritos en tres palos verdes.
30 / DELACIÓN
S. RIVAROLA: La va a liquidar. A ésta la arruinó, con lo del octavo. Pobrecita. Taca taca. Tan nuevita
que llegó. Tan convertidita. Mirá. La primera en firmarme, fue. (Le exhibe unas planillas.) Te
muestro porque sé que sos imparcial. Si no, ni loca. Vengo de Consejo. Me faltan las firmas de las
maestras de área para iniciarle un legajo por psiquiatría.
M. LOCOCO: Yo lo que te pido es que me informes si la rajan, porque me debe blusas como para
tapizar de acá hasta el Mástil.
S: RIVAROLA: Sí, de qué lado. No te puedo pedir que firmes porque no sos maestra de la escuela,
pero si te pidiera, ¿firmarías?
M. LOCOCO: Desconfiada.
S. RIVAROLA: No, realística. Ahora, imaginate. Vos y yo robamos un banco. Ponele no un banco,
algo a escala tuya y mía para que nos entendamos. Nos robamos la Falconeta de Gladys. Vos tenés
las llaves, vemos la ocasión, la chafamos. ¿De qué depende nuestro éxito? De que vos y yo no
abramos la boca, nada más. Entonces nos hacemos con la Falco, lo más seguras de que ninguna de
las dos va a decir ni mu. ¿Y de pronto qué pasa?
M. LOCOCO: ¿Qué?
S. RIVAROLA: Por eso mismo. Estás caliente. Y tenés un as en la manga: sos Falconeta fresca. Lo
invitás a dar una vuelta, faaaaaa, la Falconeta a ciento ochenta por Ruta Siete, lo pasan de
primera, los dos disfrutando a pleno del objeto del saqueo; yo, en casa, ignorante del peligro que
se cierne sobre mí. Y después el tipo va y te delata. Caés vos, caigo yo. Sin comerla ni beberla.
¿Qué?
M. LOCOCO: ¿Qué?
S. RIVAROLA: Es horrendo. Horrendo. Así van a ir cayendo todos. Por una mina que va y los delata.
Una chiruza que primero disfrutó de las joyas, de Sabato, y después tuvo pruritos y llamó a la cana.
¿Para qué? ¿Para ser tapa de revista?
31 / SABATO
Entra M. GREGORINI.
M. GREGORINI: No, la cosa no es tan fácil. Ponele que sos un escritor de increíble renombre,
ponele que tenés tus manuscritos en tu casa y ponele que vivís en un país donde no se sabe si
habrá un futuro. ¿Qué hacés? Metés tus manuscritos, valiosos, incunables, en una caja de
seguridad de un banco. Punto. Entonces yo digo: si ya los metiste en el banco, pagando unos
onerosos doscientos o trescientos pesos por mes de mantenimiento de la caja, un básico de una
portera, ponele, y ya está, ni se te ocurre que te los puedan robar del banco, ¿para qué los vas a
asegurar en tres palos verdes?
S. RIVAROLA: Es cierto.
M. GREGORINI: No sólo es cierto, es vergonzoso. Porque, ¿qué se deduce de todo esto? Que
Sabato tenía una caja de seguridad, que a lo mejor ahí tenía algunas joyas de su señora, o algún
premio enchapado en 18 kilates, lo que quieras, pero ningún manuscrito. No hay manuscrito,
¿entienden?
S. RIVAROLA: Te entiendo perfectamente. El tipo no escribió nada, y aprovecha el robo para que el
seguro le pague tres palos verdes. Es un genio. O sea, yo como escritor no sé si me gusta, igual lo
valoro, pero planeándose una jubilación de privilegio me parece un genio.
M. GREGORINI: ¿Y quién soy yo para desbaratar sus planes? ¿Quién soy yo si sus novelas entraron
en una especie de cono de sombra y ya no vende lo que necesita para llevar ese ritmo de vida
exultante que tiene Sabato? ¿Quién vengo a ser yo? ¿Quién me va a creer a mí si llevo mi hipótesis
a los detectives? ¿Y además por qué haría yo una cosa así? ¿Por qué simpatizaría yo con los que
guardan la propiedad del rico y reprimen al pobre? Todo esto me da náuseas, díganme si el mundo
en el que nos movemos no es como para querer vomitar a cada paso. Y te digo más: seguro que
ahora la policía persigue a los chorros y no a Sabato. Porque en este país, los ladrones de guante
blanco están a la orden del día… (Sale.)
S. RIVAROLA: Y a éstos no los perdonan. Porque ahora no son chorros, son un símbolo. Con lo que
le hicieron a la literatura nacional…
DELIA: (Entra demudada, parece veinte años más vieja que en el primer acto.) Con lo que se
burlaron de la policía. ¡Pobres muchachos! (Se sirve una taza de té, se sienta en silencio. Toma un
par de sorbos. Pega con toda la mano abierta sobre la mesa. Se levanta. Sale.)
S. RIVAROLA: ¿Firmarías?
M. LOCOCO: Ya te dije que sí. (Revisando la documentación.) A ver. ¡Te firmaron todas! Ah, no.
Todas, no.
M. LOCOCO: No. Vos no firmaste. (Silencio.) ¿Por qué no firmaste? (Silencio. S. RIVAROLA está muy
turbada. Se da cuenta de que no sabe por qué no firmó. No puede hablar.)
S. RIVAROLA: Voy a escuchar la radio. A ver si dicen. Lo de… lo de… (Sale, muy perturbada.)
32 / ESTÉNCIL
DELIA está superada, entra, abre un cajón, saca el alcohol del esténcil, se toma un buen trago.
M. LOCOCO: ¡Ay, mirá, Marta (GREGORINI)! ¡Apareció el alcohol del esténcil! (Ve a DELIA bebiendo
del frasco.) Delia, te va a hacer un mal tremendo.
DELIA: (Estalla en llanto histérico.) ¿Qué me va a hacer más mal? ¿Agarrarme una cirrosis
fulminante o que me fulminen mis propias compañeras, minándome el camino, socavando,
socavándome todo lo que hago? Yo sé quién está atrás de todo esto. (La llama con un grito.)
¡Susana!
DELIA: ¿Así, cómo? (Por el alcohol.) Esto está bajo control. Hace años que tomo esto. Empecé ese
invierno que la provincia no pagó la luz y no teníamos ni estufitas de cuarzo. Un chorrito en el té,
para calentarme de a poco. ¿Esto? Esto no es nada. ¡Susana!
DELIA: ¿Motivos de qué? (Súbitamente intrigada.) ¿Qué sabés vos? ¿Vos de qué lado estás?
M. LOCOCO: (Estalla en llanto, confiesa.) Con vos cuando estoy con vos. Con Susana cuando estoy
con Susana.
M. LOCOCO: Yo las escucho hablar y me parece que las dos tienen razón.
M. LOCOCO: Susana dice que estás loca y que te va a hacer un sumario por psiquiatría y junta
firmas de todas, y aprovecha cada desastre tuyo para ganarse una firmita.
DELIA: No. Yo estoy loca. ¿Pero eso qué tiene que ver? ¿Cada desastre, decís? ¿No llevé esta
escuela adelante, pese a cada escollo que se nos puso? Me refiero a Solá, pero también a los
designios de dios, porque la población que dios puso en este distrito es prácticamente alarmante.
¿Y ahora me quieren remover, como a un sticker viejo? ¿Como a un Fido Dido?
M. LOCOCO: Y después te escucho hablar a vos, con todos tus grandes proyectos… La ampliación,
Edgar Fabiani, todo, y entonces digo: “será jodida, pero tiene razón”.
DELIA: Claro, yo seré jodida. Pero mirá vos esta caterva, este criadero de Judas. ¿Quiénes
firmaron?
M. LOCOCO: Bueno, vos ahora me lo preguntás y digo “no”, pero cuando ella me lo pide, digo “sí”.
M. LOCOCO: ¡Y a vos!
DELIA: ¡Ah! ¡Y a mí misma! Creándome una deuda originada en sweaters, tricotas que no necesito,
tentaciones que establecen una dependencia horrenda…
M. LOCOCO: Perdón. Perdón. Yo soy consciente de todo lo que me decís. ¿Te pensás que no lo sé?
¿A vos te parece que a mí me gusta este rol que me toca? Yo tenía horizontes, ¿sabés? Yo no nací
haciendo marketing. Yo tengo dos años cursados de Hotelería o Turismo. Mirá, preguntame
capitales. Pero me desvié. No sé cómo pasó. Tuve una oportunidad. Y la agarré. Maldito el día. Mi
cuñado vendió unas colmenas, en Lezica y Torrezuri, y nos regaló a Charly y a mí una plata. No
alcanzaba para nada, no daba ni para el depósito de una prefabricada, pero sí para un lote de
prendas. Así que ahí compré mi primera remesa. ¿Cómo compré la segunda? Es fácil, hasta un
chico de segundo grado alumno de la convertida se da cuenta: aumentando un poco el precio de
la primera mercadería, para que te quede para comer ese día, y también para comprar la próxima
remesa.
M. LOCOCO: Sí. Luego viene la otra fuente de ingreso: la línea de crédito. Si la maestra no cobró,
pero se enamoró del sweater, se lo dejás igual. Y se lo das a crédito, disfrazado de acto de amor.
Pero cada día que pasa, el precio le va subiendo.
DELIA: Bueno, no te pongas nerviosa. Después de todo qué ibas a hacer, ¿no? Estaba la remesa.
No ibas a dejar pasar la oportunidad.
M. LOCOCO: Mi primera remesa. Mi condena. Todavía me acuerdo. Remeritas Hendy. Fue el año
ése que se usaba todo borravino y verde musgo.
M. LOCOCO: Sí.
M. LOCOCO: Yo no lo hago con mala intención. Yo vivo del crédito, sí. Pero yo a ustedes las re-
quiero y también me parece que las chicas algo aprenden de mí.
DELIA: Y hacés que la plata se mueva. Los países donde la plata no se mueve se estancan.
DELIA: Eso sí. ¿Sabés qué? Yo les voy a enseñar una lección de amor y de decencia. De devoción.
¿Son todas Judas? Muy bien. Yo seré Jesús. A mí me podrán echar de esta escuela, pero yo antes
de irme voy a dar el gran golpe.
DELIA: Lo vendo a Edgar Fabiani a Boca Juniors, aunque sea lo último que haga en esta tierra. Yo te
lo juro. Andá, secate que parecés una portera. (M. LOCOCO sale.) Acá hay que ordenar. Hay tanto
que hacer. (Ordena y tira papeles).
33 / GOPHER
S. DOMBER: ¿Cómo te voy a deber todo eso, Nahuel? Lo de San Cono, del cero tres, te lo pagué.
NAHUEL: No, yo no retengo. Ése es el problema. Si alguna de ustedes ahora va y gana, ¿yo con qué
les pago? Lo único que puedo hacer es ir tachándoles de la deuda que tienen. Pero mientras tanto,
¿de qué vivo yo?
NAHUEL: No es negocio.
GLADYS: El día que ganás, ¿para qué es? ¿Para pagar la deuda que acumulaste?
S. DOMBER: Yo pensé que Marta anotaba todo. Y lo volcaba en la planilla del contralor.
NAHUEL: No, miren, chicas: para ser claros. El Estado Provincial es una cosa, y yo soy otra. Yo
tengo mi negocio. Y punto. Ningún contralor. Yo no soy socio de Solá.
S. DOMBER: Bueno, te traigo el aparato que me compré y quedamos a mano. Ahora quiero jugar
otro numerito.
S. DOMBER: Ni lo usé, ni lo saqué de la caja. Pensé que era otra cosa, que había visto en la tele, me
clavé.
DELIA: Nahuel, de un tiempo a esta parte te vemos con una actitud más que negativa. Y no
entendemos el por qué.
NAHUEL: No es mi culpa.
DELIA: ¿Y de quién va a ser? ¿Mía? A ver: ¿quién nos vende los números, acá?
DELIA: Ah. Es una limitación tuya, entonces. Así que te voy a pedir que no vengas acá a volcar tus
incapacidades. Esto es una escuela, ¿qué te pensás, Nahuel? (Encuentra lo que busca.) Uy, acá
encontré lo de los puchos de Marta.
NAHUEL: Justamente. Vengo los días de pago porque sé que todas tienen el efectivo encima…
DELIA: ¿Qué sabés vos de nosotras? ¿Nos estás amenazando? ¿Qué sabés qué día vengo forrada
yo a la escuela?
DELIA: Y te voy a decir otra cosa: no veo con buenos ojos que levantes apuestas entre los chicos.
DELIA: No lo veo con buenos ojos. Todo esto se ha vuelto… abstracto. Te voy a pedir que te retires
si no querés meterte en problemas.
DELIA: Ah, nos amenazás. Perfecto. Rajá de acá. Rajá de acá ahora mismo o llamo a los hermanos
Sagasti, que te agarren en el peaje. No me obligues.
DELIA: Rajá. ¡Y ni se te ocurra meterte en los grados a levantar quiniela! Qué barbaridad. Resultó
un chanta, chicas.
34 / ESCOBA
EGDGAR FABIANI: ¡No, señor! ¡No, señor! Ya se lo dije mil veces. ¡La línea del orsay no es ninguna
de las que están dibujadas en el campo!
M. CAAMAÑO: ¿Ve? Eso es lo que me confunde, a mí. Que la línea más importante, más visceral,
la que define todo el espíritu del juego de pelota, no aparezca dibujada.
EDGAR: Yo se lo voy a maquetar, a ver si me la saco de encima. Suponga que usted es un jugador
del contrario.
EDGAR: Eso mismo, mierda de cloaca, que El-Que-No-Se-Nombra me perdone, y avanza para
defender el arco.
EDGAR: (A S. BRUNETTI, que entra.) A ver, vení, Rulo, vos vas al arco de Morón.
S. BRUNETTI: Mirá que yo de esto no entiendo nada…
EDGAR: Te parás acá y tratás de atajar, ¿qué tenés que entender, Rulo? Eso. Ahora yo avanzo con
la pelota. (Por Susana Domber.) Vení, Jopito, vos sos la pelota.
EDGAR: Nada. ¡Nadie haga nada! Es una maqueta. Es como un pesebre con pelota. Y vos sos la
pelota. Yo avanzo. Acá está Carterita (se refiere a M. CAAMAÑO). ¿Hasta dónde puedo avanzar
yo? Hasta la línea del orsay.
EDGAR: No. Dame la escoba ésa, Blusita. (Por M. LOCOCO, que entró hace un instante. Ella le
alcanza la escoba. EDGAR se la da a M. CAAMAÑO, y la pone paralela a la línea del arco.) Ahora
ésta es la línea del último jugador de Morón, que es Carterita. Si Carterita avanza, la línea del orsay
avanza.
EDGAR: ¡Cómo no voy a poder avanzar si Morón tiene una defensa de mierda! ¡Si vengo del
mediocampo esquivando muertos! Si ya tengo la pelota, avanzo. Y te juro que lo voy a hacer.
S. DOMBER: Claro.
S. DOMBER: Sí.
EDGAR: ¿Qué entendiste? Si llegué hasta acá te cago goleando. (Agarra la “pelota”, patea a S.
DOMBER, que se tira sobre S. BRUNETTI.) ¡Gooool!
S. BRUNETTI: ¿Por qué la voy a dejar que entre si me dijiste que tenía que atajar, y por poco me
trataste de retrasada mental?
S. BRUNETTI: Bueno buscate otro ejemplo. Uno que no me deje a mí siempre como la tarada
nueva. Y eso va para todas, ¿me oyeron? Meteme un gol por tus propios medios, ¿a ver? (Entra
DELIA.) ¡Y a ver quién de ustedes se arregla con un segundo y un octavo sin ninguna orientación y
sin planillas! ¡Me calenté!
DELIA: Vos acá sos nueva y te tenés que adaptar un poquito, me parece.
S. BRUNETTI: ¿Ah, sí? Bueno, ahora la nueva juega para Edgar, miren qué bien.
EDGAR: Cubrí el mediocampo para Morón. (A M. GREGORINI.) Vení, Cajita. Vas vos al arco. Sos
Morón.
M. GREGORINI: Yo estoy en contra de todos los deportes que supongan contacto físico.
EDGAR: Bueno. Vos vas al arco, si querés la atajás, si no querés, a mí no podría importarme menos.
Ahora veamos la siguiente situación. Rulo juega conmigo y tiene la pelota. (A DOMBER.) Andá con
Rulo.
M. ELIZARRAGA: (Que ha entrado hace un ratito y se entusiasma mucho con la escena.) Uy, se
largó… (Trata de hacer algún jueguito y se choca con DELIA.)
DELIA: Ay, bestia. ¿Vos para qué equipo jugás? Encargate de lo tuyo, Marta.
DELIA: (Que logró distraerla y arrebata la “pelota”.) ¡Pero Morón intercepta la pelota y la manda
derecho hacia el arco! (Le rompe el guardapolvos a DOMBER).
DELIA: Uy, esto es porque lo lavás con lavandina, te queda hecho una babita.
S. DOMBER: ¿Una babita? (La desafía.) ¿Sabés que todavía lo estoy pagando, babita?
DELIA, por su parte, reprocha por lo bajo a M. LOCOCO por la calidad del guardapolvos.
EDGAR: (Agarra a DOMBER por detrás.) ¡Paren! ¡Paren! Delia, usted no agarra la pelota. Usted se
queda ahí esperando, y yo explico la ley del orsay.
M. LOCOCO: ¡O yo!
S. RIVAROLA: ¿Qué pasa acá? ¿Qué es esto, Delia? ¿Otra de tus vivarachadas?
DELIA: Es la ley del orsay, Susana. Y correte que estoy cubriendo el mediocampo.
S. RIVAROLA: ¿Ahora me tengo que correr? ¿Por qué a vos se te antoja? Supongamos que fuera un
número 2 del equipo de Edgar. Un líbero en su salsa. Ergo: me gusta quedarme acá, esperando la
pelota.
DELIA: Sos la pelota, vas para donde va la fuerza. (Con doble intención.) Andá para donde van
todas, ¿no?
S. RIVAROLA: ¿Tu sitio? ¿Esta zona de la cancha tiene tu nombre en algún lado? Porque no lo veo.
EDGAR: ¡No! No es necesario. Si usted avanza en su recta, la línea se mueve paralela al arco. Si me
veo del otro lado de la línea sin la pelota, estoy en orsay.
M. CAAMAÑO: ¡Ah! ¡Ya entendí! Sin la pelota, usted no puede pasar la escoba. Y con la pelota, sí.
EDGAR: No. Acá hay que mirar a Rulo. Cuando Rulo patea, y la pelota está en el aire, ¡Rulo!
(BRUNETTI patea a DOMBER), avanzo, recibo, te cago a goles igual. (EDGAR patea a DOMBER,
GREGORINI se corre a un lado, es gol.) Golazo. ¿Fui claro o no fui claro? (DOMBER está un poco
lastimada, BRUNETTI y EDGAR festejan, CAAMAÑO festeja también.) ¿Qué festejás? ¿Qué
festejás?
M. CAAMAÑO: Correcto. Y ahora que esto queda claro, yo le voy a decir otra cosa. Y es otra cosa
que no le va a gustar nada. Ayer Deportivo Merlo se enfrenta a un equipo equis…
M. CAAMAÑO: Bueno, en este caso fue Morón, sí, de donde soy oriunda, y un jugador equis
convierte un gol en estas mismas circunstancias que usted me explica ahora, pero la escoba,
señorito, estaba acá. (Avanza la escoba, queriendo decir que les aceptaron un gol en offside).
EDGAR FABIANI: No, se cobró bien. Y el jugador equis se llama Peroni y es mi amigo y no estaba
adelantado.
EDGAR FABIANI: (Que cada vez que putea pide perdón al cielo.) El DT de Morón juega con la ley
del orsay.
M. CAAMAÑO: Ya ven, hay una parte de esta ley, supuestamente tan geométrica, que queda
librada a la prepotencia de la interpretación subjetiva. (A EDGAR, amenazándolo con la escoba.)
De una manga de matones.
EDGAR: ¿Matones?
DELIA: (Le arrebata la escoba a CAAMAÑO.) Marta, ojo con Edgar. Me lo llegan a lesionar y lo van a
pagar todas muy caro, porque no se recupera un centavo de la cooperadora, ¿eh? (Le deja la
escoba a GREGORINI.)
M. GREGORINI: Y yo tengo toda la responsabilidad de esa plata que se usó para el mal.
M. GREGORINI: ¿Angustia? No, Marta. Yo ya estoy más allá de toda angustia. Yo tuve un lazo con
esa cajita. ¡Y qué lazo! Tuve un lazo con el contralor. Tuve lazo con miles de cosas que ustedes ni
saben, porque no preguntan, no preguntan nada, y avanzan, como fantasmas, fantasmas de
guardapolvos que atraviesan las paredes de la secretaría y piden cosas. (A S. BRUNETTI.) “¿Cuándo
cobro, Marta?”, (a S. DOMBER) “Dame la llave del botiquín, Marta”, (a DELIA) “Dame la plata para
comprar un mediocampista, Marta.”
M. GREGORINI: Sí, porque esto se hizo así. Y ya está. Yo fui cómplice de este latrocinio. Tengo un
vale. Soy una ladrona. Como todas ustedes. Edgar es mi botín. Así que no nos comportemos acá
como si fuéramos damas de tertulia. Somos peligrosas. Inversionistas despiadadas. Y yo debo
aprender a vivir con esto.
M. ELIZARRAGA: ¡Marta!
M. GREGORINI: ¡¿Qué?!
De todo.
DELIA: ¡Ay por el amor de dios, si querés decirle algo, decilo, Marta!
M. ELIZARRAGA: Se lo estoy di-di-di-di-di-ciendo… Vos tenés que recuperar la ca-ca-ca… ¡La calma!
DELIA: ¿Ustedes me hablan de honestidad, a mí? ¿En serio, chicas? ¿En serio, Susana?
EDGAR: ¿Sabés lo que hacemos en el Depo con la honestidad de Morón? ¿Querés ver por dónde
nos la pasamos en el vestuario?
DELIA: ¡Gladys, vení a poner orden! (Sale buscando a Gladys. Las demás ven a S. RIVAROLA con
desconfianza.)
Lo de siempre. (Tratando de buscar adeptas, que no halla.) Vos te mandás la macana, y después
salís a buscar quién te arregle las cosas.
M. LOCOCO toma partido, dirige una mirada acusadora a S. RIVAROLA y sale en busca de DELIA.
Te dicen que hagas de pelota, y vas y hacés. ¿Por qué no dejás que haga ella de pelota… si tanto
quiere aprender los misterios del orsay?
M. CAAMAÑO: No, yo imagínese que los mingitorios no los vi. A veces me comía un pancho, veía
un poco de fútbol, después me volvía a casa, sola. A corregir pruebas. Como una boluda.
EDGAR: Y bueno: si es una boluda, a lo mejor por eso no entiende la decisión del referí.
M. CAAMAÑO: A mí no me va a venir a espolear así, caballerito, que para algo hace 50 años que
estoy al frente de un grado. ¡Yo le voy a enseñar con esta escoba cómo se mueve una línea de
orsay!
EDGAR: ¿Arrepentir? ¿Quieren ver lo que es vivir en el verdadero arrepentimiento? (Las amenaza
con la escoba en alto.)
35 / PISTOLA
DELIA: (Vuelve, seguida de GLADYS y M. LOCOCO, que tratan de detenerla. DELIA trae una pistola,
y pega un tiro al aire para calmar el bochinche.) Acá se van a calmar todos, uno por uno. (A EDGAR
FABIANI.) Te trajimos como segundas madres. Nos jugamos el pellejo. Yo tenía grandes planes
para vos, chiquito.
EDGAR: Disculpe.
DELIA: (Sin comprender el nuevo giro de los acontecimientos.) ¿Qué hacés, ahora?
EDGAR: Denme toda la guita que tienen encima. Y la ponen acá. ¿Qué se piensan? ¿Que van a
tratar así a la gente? (Agarra a MARTITA ELIZARRAGA y la arrastra por el piso.)
Todas señalan en distintas direcciones. Y comentan vaguedades: “Una cartera verdecita…”, “¿Hoy
trajiste el bolsito con tachitas?”
EDGAR FABIANI la suelta y agarra a DELIA LOBO. MARTITA ELIZARRAGA vuelve victoriosa al grupo.
DELIA: Yo lamento que nunca nos hayamos entendido, Marta. Pero a mí la rama en serio me
parece una cosa hermosa.
S. RIVAROLA: ¡No! ¡Sin Delia esta escuela se cae a cachos! Susana, vos sos la más nueva.
EDGAR: (Muy tranquilo. Suelta a DELIA, que se derrumba como una hoja a los pies de Edgar.) Vení,
Rulo. Acercate. No tengas miedo.
S. BRUNETTI: ¡No tengo plata! ¡No tengo tarjetas! No entré en contralor, cobro como suplente,
todavía no me pagan…
EDGAR: Mirá, Rulo, yo sé que vos me vas a entender. Shh. Ahora vas a ir para allá, con tus amigas y
les vas a pedir que te den la guita, ¿estamos? Háblenlo.
S. BRUNETTI: Bueno, chicas, yo sé que ustedes no son mis amigas, pero ya oyeron. O sea, ¿ustedes
se creen que me gusta a mí ocupar este rol? Pero me van a tener que ir dando la plata, los relojes.
M. LOCOCO: Sí que tenés, si dijiste que no tenías crédito para llamar a las empanadas.
EDGAR: Dáselo. Dámelo, Rulo. (Se lo pasan.) Seguí juntando. (Llama por teléfono.)
S. RIVAROLA: Ay, mirá, ¿tiene crédito? Yo pensé que… ¿sabés lo que debe ser? ¿Hoy es 8? Me
parece que el mes de CTI corre de 8 a 8.
EDGAR: (Apuntándolas, habla por teléfono.) Hola, señora. ¿Está Héctor Peroni?… ¡Héctor!
Partidazo, ayer, ¿eh? … Che, acá dicen que vos indujiste el orsay. ¿Se lo podés explicar? (Llama a
MARTA CAAMAÑO.)
M. CAAMAÑO: Hola… Sí, de ayer. (…) (A las maestras.) Se hace el otario. (…) (A Peroni.) Si, en el
segundo tiempo. (A las maestras.) Ahora de pronto nadie se acuerda de cómo son las cosas. (A
Peroni.) No, no, si yo eso lo entiendo, pero póngase una mano en el corazón, Pelloni, y dígame si
no estaba del otro lado de la escoba…
Ahá.
Ahá.
Sí.
M. CAAMAÑO: No. ¿Qué? ¿La prepotencia ahora va hacer que el blanco sea negro y el negro sea
blanco? Yo le doy la plata, Edgar, acá tiene lo mío, y acá si quiero la ayudo a Susana a juntar lo de
todas. Pero no me digan una cosa por otra.
M. GREGORINI: Igualmente yo me voy de acá habiendo aprendido cosas. Me voy a casa. Yo ahora
tengo un perro. Un perro enorme. De la calle. Lo agarré. Con mis alergias, y todo. Lo agarré. Me
dije: las alergias se van a ir cuando yo dé pasos importantes. Cuando entendí que mi lazo con la
cajita era algo que me hacía mal. Se apareció este perro, grande, desnutrido, que no tenía a nadie
y ahora tengo un lazo. Le tengo que dar de comer. Él depende de mí. Entendé mi situación, Edgar.
EDGAR: Yo la entiendo.
M. GREGORINI: Robé, quemé las velas, no hay vuelta atrás. Pero ese perro me necesita. Quiero ser
clara con vos.
EDGAR: Muy bien. Pero esperá un cachito. Te quiero enseñar otra cosita más. Sentate.
EDGAR: A ver si me sienten. Hay un camino que se abre en otros y uno duda. Yo acá tengo ocho
opciones. Esta prueba es muy difícil. Parece que todavía me falta algo por hacer. ¿Qué quiero yo?
¿La plata? ¿Matar Martas? ¿Asesinar Susanas? ¿Arreglar alguna cuenta? ¿Con quién? ¿Cajita?
¿Tetas? ¿Jopito? ¿La Rulo? ¿Ésta?
DELIA: (Heroica, llorando, frágil.) ¿Vos me querés violar, Edgar? ¿Vos querés sexo?
EDGAR: ¿Qué?
EDGAR FABIANI: Yo pienso que todas ustedes están desesperadas. Si podías lo comprabas a
Peroni, vos. Pero no: yo era la opción más barata, ¿no? Miren, maestras, les doy una lección:
anoten esto. “Lo barato sale caro”.
EDGAR: Eso, anoten. Cien veces, anoten. “El tiempo se agota. El tiempo nos es dado para que
hagamos grandes cosas. Y si las cosas que hacemos son chiquitas, el tiempo es chiquito.” ¿Están
anotando? ¿Terminaron? (Súbitamente, a MARTA GREGORINI.) Vos te podés ir.
M. GREGORINI: Bueno, chicas, yo llamo el martes. A ver si se solucionó todo. Ah, y que aparezca la
llave. (A EDGAR FABIANI.) Si te dicen quién tiene la llave, buenísimo. (Sale.)
S. BRUNETTI: ¿Viste lo de los ocho caminos que dijiste? Yo era una chica confundida, ¿qué iba a
hacer? Cuando una por ahí necesita un consejo posta, lo único que yo tuve fue la Guía del
Estudiante. La hojeé, la miré, no sé, tantas opciones sin ninguna salida laboral… Escuelas habrá
siempre… Aunque nos caigamos a cachos, escuelas va a seguir habiendo…
EDGAR: Mirá, yo la primera vez que agarré la Biblia no entendí nada. Le tenés que poner el
corazón. Andate, Rulo. No seas giluna, no avises a la cana, que por ahí salvás a alguna de éstas. Y
mejorá la zurda. Y ponele más garra a los pibes.
M. LOCOCO: Y yo te entiendo. Yo en tu situación, qué no sé cuál es, haría lo mismo, que tampoco
sé qué es. Lo que estás haciendo. Mirá, Edgar: esto es un negocio. Dejá ir a dos, y yo te doy el diez
por ciento de lo que entre los dos recuperamos de lo que me deben en blusas.
EDGAR: Ahá. ¿Y a cuántas tengo que matar para que me des el 20% de la plata que YO les estoy
chafando?
M. LOCOCO: Si me repetís la pregunta seguro que podemos llegar a un número que nos cierre a
todas.
EDGAR apunta a S. DOMBER. Mientras, DELIA ha reptado hasta volver a sumarse al grupo de
maestras temblorosas.
M. LOCOCO: Muy bien, tranquilo. Estamos negociando. Nos sacamos las blusas y vos cambiás tu
actitud. Si no, nada, chicas. (Tiempo.) OK. (M. LOCOCO comienza a desvestirse. El resto de las
maestras la sigue.)
EDGAR: Los zapatos no hace falta. A ver qué más aparece, acá. (Recuenta el botín.) Es magro. Doce
pesos. Un reloj Tissot.
EDGAR: (Al teléfono.) Che, Peroni. No vengas. No se recaudó nada. (…) ¿Vos decís? (…) No sé, no
me parece. (…)
(A las maestras)
Las maestras se miran los corpiños. Por lo bajo, se escuchan comentarios: “¿Éste se lo compraste a
Marta?”, “No, es del Once”, “Las que tienen buenas cosas son las bolivianas de Morón”, “Uy, yo
hace seis meses que no voy a Morón”.
DELIA: Ella…
Las maestras quedan en corpiño, se tocan sollozando unas sobre otras, apiladas en un rincón.
TODAS: ¡No!
M. CAAMAÑO: No, que yo una vez salí de testigo de tránsito y me robaron un llavero cortauñas.
EDGAR: ¿Segura?
S. RIVAROLA: Claro, me ves cara de buchona… pero te juro que no…
DELIA: Mirá, Edgar: ella estuvo levantando firmas para hacerme una denuncia en Consejo, es
cierto.
S. RIVAROLA: No, Delia, mirá. Mirá, Edgar. Miren. El petitorio con las firmas. (Lo rompe.) Ya está.
Libre, por fin. Nunca me sentí más yo misma que en este momento.
S. RIVAROLA: Porque vos… vos tenés razón… Hay que estar loca para dirigir una escuela. Y el
mundo no es de los cobardes. Ya aprendí mi lección. Y yo no voy a ser más una cobarde.
37 / INDIA
DELIA intenta irse arrastrándose por el suelo. EDGAR FABIANI la retiene, la agarra de un tobillo y la
arrastra.
DELIA LOBO: ¿Qué querés de mí? ¿Por qué todos quieren algo de mí?
EDGAR: ¡Ah! Hoy es tu día de suerte. ¿Qué quiero yo? ¿Qué quiere Él de vos? Mirá. Acá tengo un
encendedor que le gané a un pibe de cuarto en los penales. Si prende, te salvás. Si no prende, te
mato.
EDGAR FABIANI le pone el revólver en la nuca. DELIA LOBO no repara en nada. Sacude la cabeza
negativamente.
DELIA: Quiero ser una india, cubierta de joyas, quiero sentir el frío de la esmeralda entre mis
senos, y remar, remar hacia el sur, a donde van las almas cuando ya han cumplido la tarea en esta
tierra. Tierra de penumbras… y de barro...
38 / SEISDEDOS
Se abrazan.
DELIA: Y vos sos mi mano derecha. Mirá si entraba algún pibe, Susi. Si este loco lastimaba a alguno
yo voy sumariada y presa.
S. RIVAROLA: No. Chicas, acá, si una cae, caemos todas. Como en una banda.
Pausa general.
DELIA: ¿Cómo?
DELIA: ¿Cómo?
S. RIVAROLA: ¿Cómo?
M. CAAMAÑO: ¿Cómo?
S. RIVAROLA: ¿Cómo?
S. DOMBER: Lo de Sabato…
S. DOMBER: Porque Cajita dice que es mentira que Sabato haya escrito “El Túnel”…
M. CAAMAÑO: En tres palos verdes, lo aseguró. ¿Sabés qué racha? ¿Cobrar tres palos verdes por
algo que nunca te tomaste el trabajo de escribir?
GLADYS: ¿Qué? Lo escuché hoy en la radio. La mujer de uno. Los entregó a todos, estaban detrás
del tipo de traje gris que aparece en los videos de seguridad del banco, y el detective Seisdedos…
DELIA: Basta, no sigan. No sigan, chicas. No se entiende lo que pasó. Dejémoslo acá.