Scott, J. Falsa Conciencia

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James C.

Seott

Los dominados
y el arte de la resistencia
Discursos ocultos

Colección
Problemas de México

Ediciones Era
políticas que no están dirigidas al consumo de todos aquéllos ajenos IV. FALSA CONCIENCIA: ¿UNA NUEVA INTERPRETACIÓN?
a la elite. Si examinamos los importantes ritos de la monarquía fran-
cesa al principio de la era moderna, resulta claro que, para la época Por un lado, un espacio socioeconomico con-
formado lHIT una lucha inmemorial entre "los
de Luis XIV, gran parte de las ceremonias ya no se realizaba an te
poderosos" y "los lJo1n"es" se presentaba como
ningún público. El rey tampoco hacía ya su entrada en los pueblos
el campo de constantes victorias de los ricos )'
para recibir juramentos de fidelidad, ni para confirmar las cédulas de la poliría; IJero también como el reino de la
reales de dichos pueblos. Ya no había ceremonias en las calles de Pa- falsedad (aquí no SI' dice ninguna verdad,
rís, ni en la catedral, ni en la corte. El rey no podía ya provocar el excepto susurrando y entre los campesinos
asombro de sus súbditos porque éstos ya no lo veían. Su público se mismos: "A.gnra a gente sabe, mas nao pode
reducía a los cortesanos y criados dentro de Versalles. Lo mismo se po- dixer al/o'). J~n este espacio, los fuertes siem-
dría decir de la corte española del siglo XVlI y de la rusa en el XIX.'!I; 1m: ganan y las palabras siempre engmian.
Teorías más complejas sobre la hegemonía ideológica serán el Michel de Certeau,
tema del próximo capítulo; por ahora sólo quisiera indicar que esta La pratique du quoíidien
puesta en escena de la dominación ante sí misma de hecho afecta
retóricamente más a los actores protagonistas que a los más nume-
rosos actores menores. Como ya vimos, los poderosos consideran de vital importancia man-
tener las apariencias adecuadas a su forma de dominación. General-
mente, los dominados tienen a su vez buenas razones para contribuir
a preservar esas apariencias o, por lo menos, para no contradecirlas
abiertamente. Me parece que de estos dos hechos sociales considera-
dos en conjunto se desprenden importantes consecuencias para el
análisis de las relaciones de poder. En este capítulo examinaré cómo
los conceptos de discurso público y discurso oculto nos pueden ayu-
dar a formarnos una idea más crítica de las distintas discusiones que
han surgido en torno a los problemáticos términos de falsa conciencia
y hegemonía. La combinación de una estrategia de adaptación y el
diálogo implícito en la mayoría de las relaciones de poder permi-
te que los actores públicos ofrezcan una corriente constante de prue-
bas que aparentemente confirman la interpretación de que existe
una hegemonía ideológica. Tal vez esta interpretación no esté equi-
vocada, pero trataré de mostrar que es insostenible con las pruebas
normalmente aducidas y que, además, por los casos que vaya exami-
nar, existen otras buenas razones para ponerla en duda. Al final, haré
un breve análisis de cómo algunas formas de dominación producen
ciertos ritos de afirmación, ciertas formas de conflicto público y, fi-
nalmente, ciertos modelos de profanación y desafio. A todo lo largo
de este capítulo, mi objetivo será aclarar el concepto de dominación
evitando la "naturalización" de las relaciones reales de poder y pres-
tando atención a lo que puede quedar escondido por debajo de la
superficie.

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LA INTERPRETACIÓN DEL CO!\:SENTIMIENTO plícita, resultarían en detrimento de los intereses de las clases domi-
nantes." Toda teoría, en la medida en que al proponerse demostrar
Por más de tres décadas, gran parte del debate sobre poder e ideo- la deformación de la realidad social deberá, por definición, atribuir-
logía se ha enfocado en la interpretación de la conducta conformis- se un conocimiento superior de esa realidad, tendrá que ser una teo-
ta de los menos poderosos (por ejemplo, los ciudadanos comunes y ría de la falsa conciencia. Para decirlo de manera muy esquemática:
corrientes, los obreros, los campesinos) en situaciones en las que no creo que existe una versión fuerte y una débil de la falsa conciencia. La
parece ejercerse ningún tipo de coerción (por ejemplo, violencia, primera afirma que la ideología dominante logra sus fines conven-
amenazas) que explique dicho conformismo. En otras palabras, ciendo a los grupos subordinados de que deben creer activamente
¿por qué la gente da la impresión de someterse cuando parece tener en los valores que explican y justifican su propia subordinación. Es-
otras opciones? En Estados Unidos, los argumentos sobre las razo- pecíficamen te en referencia a sistemas de dominación como la ser-
nes de este conformismo se pueden encontrar en la llamada litera- vidumbre, la esclavitud y la intangibilidad, en los cuales, incluso en
tura de poder comunitario, basada en estudios locales que dcmucs- el nivel retórico, apenas intervienen el consentimiento y los dere-
tran los niveles relativamente escasos de participación política a chos civiles, esa teoría fuerte de la mistificación me parece en gene-
pesar de existir evidentes desigualdades y un sistema político hasta ral insostenible, dada la consistencia de las pruebas en su contra.'
cierto plinto abierto. ' En Europa continental y en Inglaterra, la dis- Por otro lado, la teoría débil se limita a sostener que la ideología do-
cusión se ha realizado en un terreno social más amplio y en térmi- minante, para lograr el sometimiento, convence a los grupos subor-
nos fundamentalmente n eornar-xistns, que recurren al concepto dinados de que el orden social en el que viven es natural e inevitable.
gramsciano de hegemonia? En este caso, se intenta explicar el relativo La teoría fuerte supone el consentimiento; la débil se contenta con la
conformismo político de la clase obrera occidental, a pesar de la cons- resignación. En su expresión más sutil, esta última aparece claramen-
tante presencia provocadora de las desigualdades del capitalismo y te plausible y, según afirman algunos, cierta por definición. Sin em-
de la posibilidad de acceder a los remeclios políticos que la demo- bargo, creo que es fundamentalmente errónea y espero demostrarlo
cracia parlamentaria podría ofrecer. En otras palabras, ¿por qué una con la suficiente precisión. Antes, la expondré de la manera más con-
clase subordinada parecc aceptar o por 10 menos consentir un siste- vincente posible para que no se crea que mi crítica en realidad no tie-
ma económico explícitamente opuesto a sus intereses cuando no se ne contrincante sólido.
está ejerciendo ninguna coerción explícita, ni existe ningún miedo Dentro de las investigaciones sobre el poder de la comunidad,
de que se aplique? Debo agregar que todas estas discusiones parten de la discusión se da fundamentalmente entre los pluralistas y los anti-
varios presupuestos y que todos ellos son refutables. Todos ellos pre- pluralistas. Para los primeros, la ausencia de protestas importantes o
suponen que el grupo subordinado es, de hecho, relativamente con- de oposición radical en sistemas políticos relativamente abiertos
formista, que está en una posición de inferioridad y que no recibe se debe considerar como un signo de satisfacción o, al menos, de in-
ninguna coerción directa. En beneficio de la discusión, aceptaremos suficiente insatisfacción, que no justificaría el tiempo y los esfuerzos
por el momento los tres presupuestos. gastados en una movilización política. Los antipluralisras replican
Con excepción de la postura pluralista en la discusión sobre el que el terreno político está menos abierto de lo que los pluralistas
poder comunitario, prácticamente todas las otras posiciones expli- se imaginan y que la vulnerabilidad de los grupos subordinados per-
can esa anomalía por la existencia de una ideología dominan te o he- mite a las élites controlar la vida política y obstaculizar eficazmente
gemónica. En qué consiste exactamente esta ideología, cómo se creó, la participación. El problema al que los enemigos de la posición an-
cómo se difundió y qué consecuencias tiene: todo esto es motivo de tipluralista apuntan inmediatamente es que produce una especie de
intensas discusiones. No obstante, en la mayoría de ellas existe un principio político de Heisenberg. Es decir, si los antipluralistas no
punto común: aunque no excluye totalmente los intereses de los pueden descubrir los agravios ocultos -agravios que la élite supues-
grupos subordinados, la ideología dominante sí excluye o deforma tamente ha logrado proscribir-, ¿cómo vamos a saber entonces si el
aspectos de las relaciones sociales que, representadas de manera ex- aparente consentimiento es genuino o producto de la represión?

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Una élite que hubiera hecho muy bien su "tarea antipluralista'' ha- lógicos del estado", como las escuelas, la iglesia, los medios de comu-
bría eliminado en consecuencia cualquier rastro de las demandas nicación e incluso las instituciones de la democracia parlamentaria,
que ha reprimido. que, se dice, ejercen un casi monopolio de los medios simbólicos de
Para tratar de fundamentar la posición antipluralista y de acla- producción así como los dueños de fábricas pueden monopolizar
rar cómo se eliminan de hecho las demandas, John Gaventa propo- los medios materiales de producción. Su trabajo ideológico asegura
ne un tercer nivel de relaciones de poder:' El primer nivel es el bien el consentimiento activo de los grupos subordinados al orden social
conocido ejercicio explícito de la coerción y de la presión. El segun- que reproduce su subordinación." En pocas palabras, a esta versión
do es el de la intimidación y 10 que Gaventa llama "la regla de las fuerte se le pueden hacer dos graves críticas. La primera: existen
reacciones anticipadas". Este segundo efecto normalmente surge de pruebas bastante convincentes de que las clases subordinadas bajo
la experiencia de la subordinación y de la derrota, en la cual los que el feudalismo, el capitalismo temprano y el capitalismo tardío no fue-
carecen más o menos de poder deciden no enfrentarse a las elites ron incorporadas a nada tan abarcador como lo pretende esta teo-
porque prevén las sanciones que éstas les van a imponer para asegu- ría." La segunda, más demoledora aún: no hay razones para suponer
rarse su derrota. En este caso, no hay, en principio, cambio de va- que la aceptación de una versión amplia e idealizada de la ideología
lores o de quejas. sino más bien un cálculo de probabilidades muy dominante evite los conflictos -incluyendo los violentos- y sí existen
negativas que disuaden de emprender cualquier desafio." El tercer pruebas ele que dicha aceptación de hecho puede provocar enfrenta-
nivel de las relaciones de poder es más sutil y constituye una teoría mientes."
de la falsa conciencia que es al mismo tiempo fuerte y débil. Gaventa La teoría débil de la hegemonía no tiene tantas pretensiones en
sostiene que el poder que se le confiere a una élite dominante en los lo que se refiere al control ideológico de las élites dominantes. En
dos primeros niveles "le permitirá adquirir más poder para invertir- esta versión, sin embargo, el logro de la dominación ideológica con-
lo en el desarrollo de las imágenes dominantes, de las Iegitimacio- siste en definirles a los grupos subordinados lo que es y no es realis-
nes o creencias sobre [su] poder a través del control, por ejemplo, ta, y en conducir ciertas aspiraciones y quejas al terreno de lo impo-
de los medios de comunicación o de otras instituciones de socializa- sible, de los sueños inútiles. Persuadiendo a las clases bajas de que
ción''." El resultado, según él, muy bien puede ser una cultura de la su posición, sus oportunidades, sus problemas son inalterables e ine-
derrota y de la no participación, como la que él encontró en su es- vitables, la hegemonía limitada puede producir esa actitud de obe-
tudio de los valles mineros de los Apalaches. Lo f]ue no está claro es diencia sin por ello cambiar los valores del pueblo. Se puede llegar
qué tanto de esa "mistificación" que apunta Cavcn ta cambia real- a pensar que, convencido el pueblo de que es imposible hacer algo
mente los valores y las preferencias (por ejemplo, como lo implica para mejorar su situación y de que todo seguirá siempre igual, las
su término "legitimaciones") y qué tanto refuerza la creencia de que crí ticas ociosas y las aspiraciones sin esperanza terminarán desvane-
el poder de las élites dominantes siempre prevalecerá. Tampoco es ciéndose. En un testimonio comprensivo y penetrante de la cultura
muy claro por qué estas inversiones ideológicas deberían ser convin- de los obreros ingleses, Richard Hoggart logra captar la esencia de
centes para los grupos subordinados más allá de las conclusiones esta teoría débil de la mistificación:
que sacan de su experiencia directa. Caverna, en todo caso, está a fa-
vor tanto de una teoría fuerte de la falsa conciencia como de una Cuando la gente siente que no puede hacer nada respecto a las causas
teoría débil de la naturalización. más importantes de su situación, y lo siente no necesariamente con de-
Cuando se trata de entender por qué la clase obrera occidental sesperación, ni con desengaño o resentimiento sino como un hecho
se ha adaptado, aparentemente, al capitalismo y a las relaciones de puro y simple de la vida, entonces adopta frente a esa situación acutu-
desigualdad en la propiedad a pesar de los derechos políticos que des que le permiten llevar una vida viviblc sin la sensación constante y
oprimente de cómo es la situación general. Las actitudes empujan las
tiene para movilizarse, uno se encuentra, de nuevo, con explicacio-
causas más importantes de la situación hacia el ámbito de las leyes na-
nes fuertes y débiles de la hegemonía ideológica. La versión fuerte
turales, de lo dado y del ahora, ese material casi implacable en el que
subraya el funcionamien to de lo que se ha llamado "los aparatos ideo- se tiene que labrar la vida. Dichas actitudes, que en su aspecto más bas-

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to tornan la forma de un fatalismo o de una aceptación pura y simple, muchas ocasiones, sin embargo, se intenta adoptar esta noción más
no llegan a ser trágicas, porque hay en ellas mucho de la imposibilidad justificable de la hegemonía para, por decirlo así, alimentarla hasta
de decidir que define al conscripto.'! convertirla en una teoría fuerte de la falsa conciencia. Esa transmu-
tación se logra argumentando -yen ocasiones simplemente afir-
En cierto sentido, es simplemente imposible negar que este aná- mando- que lo que se concibe como inevitable se vuelve, por eso
lisis es totalmente convincente. Quién puede dudar que la situación mismo, justo. De la necesidad se hace virtud. Como lo dice Pierrc
real de los grupos subordinados a lo largo de su historia ha siempre Bourdieu con tono aforístico: los grupos subordinados se las arre-
tenido el aspecto, bastante verosímil, de algo "dado" e inmutable." glan "para rechazar lo que de cualquier manera se les niega y para
Si un argumento como éste es plausible en el caso de la clase obrera amar lo inevitable"."
contemporánea, que cuenta con derechos políticos y conoce los mo- Barrington Moore convierte esta misma ecuación en algo así co-
vimientos de tendencia revolucionaria, para no mencionar las revo- mo un universal psicológico al decir que "lo que es o les parece a los
luciones de verdad, históricamente debería ser aún más cierto, y de seres humanos inevitable debe ser también, de algún modc. justo''."
manera contundente, para los esclavos, los siervos, los campesinos y La lógica de esta posición no es diferente de la lógica utilizada en los
los intocables. Sólo como ejemplo, habría que imaginarse la situa- primeros estudios sobre la estructura de la personalidad de los ne-
ción de un intocable en la India rural del siglo XVIII. En la experien- gros norteamericanos. 1\1 Es el tipo de lógica que dice que el rostro
cia histórica colectiva de su grupo siempre ha habido castas; su casta crece para ajustarse a la máscara y que comienza por suponer que
siempre ha sido despreciada y explotada y, que el intocable sepa, los negros necesitan, en una sociedad racista, actuar un papel y estar
hasta ese momento nadie ha escapado de su casta. A quién puede constantemente regulando su propio comportamiento -csca hombre
sorprender entonces que, en esas circunstancias, el sistema de castas o mujer- de acuerdo con las normas impuestas por el mundo domi-
y el rango social de uno en ese sistema adquieran la fuerza de una nador, es decir, por el mundo blanco. Según esa lógica, es dificil, si
ley natural. No existe un patrón con qué hacer comparaciones para no imposible, que un individuo actúe constantemente un papel y
descubrir la insuficiencia del sistema de castas: no hay ningún otro tenga a la vez una imagen de sí mismo diferente del papel que inter-
tipo de experiencia o conocimiento que permita hacer menos inevi- preta. Ya que, supuestamente, el individuo no tiene ningún control
table el destino de cada uno. l~ sobre los papeles que le imponen los poderosos, cualquier integra-
Esta versión débil de la teoría de la falsa conciencia, aparente- ción de la personalidad deberá hacer coincidir al yo con el papel im-
mente convincente, no es por ello incompatible con algún tipo de puesto."
rechazo o incluso odio contra la dominación vivida. Lo que dice no
es que uno ama su condición predestinada; sólo que esa condición es- UNA CRÍTICA DE LA HEGEMONÍA Y DE LA FALSA CONCIENCIA
tá aquí para quedarse, le guste a uno o no. Según mi interpretación,
esta mínima noción de dominación ideológica se ha convertido casi Muchas objeciones se les pueden hacer a los argumentos en favor de
en una ortodoxia, una ortodoxia que aparece en todos los análisis la hegemonía y de la falsa conciencia. Si se toman por separado, mu-
del tema. Como lo señala Pierre Bourdieu: "Cada orden establecido chos de ellos son deficientes; si se toman en conjunto, creo que son
tiende aproducir (en diferentes grados y con muy diferentes méto- desastrosos. Sin embargo, lo que fundamentalmente nos importa es
dos) la naturalización de su propia arbitrariedad"." Otras formulaciones entender cómo el proceso de dominación genera los elementos so-
sólo varían en los detalles. Así, Anthony Giddens habla de "la natu- ciales que parecen confirmar las nociones de hegemonía. Por esta
ralización del presente" en la cual se llega a dar por sentadas las es- razón, y también porque se pueden encontrar extensas críticas en
tructuras económicas capitalistas." PauI Willis se hace eco de ambos otros libros, la nuestra será breve e incluso esquemática."
cuando señala que "una de las funciones generales más importantes de Tal vez el problema más importante en relación con el concepto
la ideología es la manera en que convierte soluciones y resultados de hegemonía sea el supuesto implícito de que la incorporación
culturales inciertos y frágiles en un naturalismo omnipresente"." En ideológica ele los grupos subordinados necesariamente reducirá los

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conflictos sociales. Sin embargo, sabemos que cualquier ideología las elites controlan los fundamentos materiales de la producción,
que pretende ser hegemónica debe, en efecto, hacer promesas a los que les permiten extraer conformismo en la praxis, y si también
grupos subordinados explicándoles por qué un orden social específi- controlan los medios de producción simbólica, que les aseguran la
co también les conviene. Una vez hechas esas promesas, queda abier- legitimación de su poder y de su control, entonces se ha conseguido
ta la puerta para los conflictos sociales. ¿Cómo se deben entender esas un equilibrio que se perpetúa él sí mismo y que sólo se puede pertur-
promesas? ¿Se han cumplido? ¿Se hicieron de buena fe? ¿Quién va bar mediante ataques del exterior. Como lo señala Willis: "Las teo-
a hacer que se respeten? Sin entrar por ahora en detalles, es bastan- rías estructuralistas de la reproducción presentan a la ideología
te claro que algunos de los más notables episodios de conflicto vio- dominante (en la cual está incluida la cultura) como impenetrable.
lento han ocurrido entre la élite dominante y alguna masa de subor- Todo encaja demasiado bien. La ideología siempre precede y se ade-
dinados cuyos objetivos podían, en principio, acomodarse al orden lanta a cualquier crítica auténtica. No hay ninguna grieta en la su-
social vigente." La infinidad de quejas formuladas en toda Francia perficie perfectamente lisa de este proceso"." Las formulaciones
en los cahiers de doléances, antes de la revolución, no demuestra un más enfáticas de estas teorías de la hegemonía simplemente no de-
deseo de abolir la servidumbre o la monarquía. Casi todas las peti- jan ningún espacio para los conflictos sociales y la protesta, ni siquie-
ciones imaginaban un feudalismo reformado en que se corregirían ra en las democracias industriales relativamente estables a las cuales
muchos "abusos". Pero la relativa modestia de las demandas no im- pretenden aplicarse y donde de hecho ocurren esos conflictos.
pidió -y hasta se podría decir que ayudó a estimular- las acciones Si el conflicto social es un inconvenien te para las teorías de la
violentas de los campesinos y los sansculottes que constituyeron la ba- hegemonía al aplicarlas a las sociedades contemporáneas, en el caso
se social de la revolución misma. Igualmente, lo que sabemos de las de la historia de las sociedades campesinas, de esclavos y de siervos,
peticiones de los comités de fábrica que se formaron espontánea- es una contradicción patente e insoluble. Si nos limitamos a la Eu-
mente en toda la Rusia europea en 1917 no deja ninguna duda de ropa campesina de los tres siglos anteriores a la revolución francesa,
que lo que esos obreros buscaban "era mejorar las condiciones de tra- los defensores de la hegemonía o .naturalización enfrentan una mul-
bajo. y no cambiarlas", y menos aún socializar los medios de produc- titud de hechos anómalos. Lo más notable de ese periodo es, sin du-
ción." Ya pesar de eso, sus acciones revolucionarias en nombre de da, la frecuencia con que una idea de las posibilidades históricas se
fines reformistas, como la jornada de ocho horas, la eliminación del apoderó de los campesinos, haciéndolos actuar sin ninguna justifi-
trabajo a destajo, el salario mínimo, la cortesía en la administración, cación objetiva, como se demostró trágicamente. Las miles de rebe-
las instalaciones sanitarias y de cocina, dieron una fuerza decisiva liones y de protestas violentas desde la sublevación de Wat Tyler a
a la revolución bolchevique. Muchos otros ejemplos se pueden pre- fines del siglo XIV, pasando por la gran guerra campesina en Alema-
sentar." El caso es, sencillamente, que las clases subordinadas que se nia, hasta la revolución francesa son una especie de monumento a
encuentran en la base de lo que nosotros históricamente llamamos la tenacidad de las aspiraciones campesinas frente a lo que parece,
movimientos revolucionarios normalmente persiguen metas que co- retrospectivamente, una causa irremediablemente perdida. Como
rresponden muy bien con su manera de entender la ideología do- lo señaló Marc Bloch: "Un sistema social se caracteriza no sólo por
minante. Los súbditos con "falsa conciencia" son bastante capaces, su estructura interna sino también por las reacciones que produce
según parece, de emprender acciones revolucionarias. [...] Para el historiador, cuya tarea consiste sólo en observar y expli-
Incluso si concediéramos, en beneficio de la discusión, que la car las conexiones entre los fenómenos, las revueltas agrarias son
hegemonía ideológica, una vez lograda, debe promover el consenti- tan consustanciales al régimen señorial como las huelgas, digamos,
miento de las clases subordinadas, en ese caso sería bastante discuti- 10 son al capitalismo en gran escala"." En lo que se refiere a la escla-
ble que dicha hegemonía haya prevalecido siempre. El problema vitud en Estados Unidos, donde las posibilidades de éxito de las
con las tesis hegemónicas, por lo menos en sus versiones fuertes, rebeliones eran aún menores, lo más notable es sin duda que sim-
propuestas por algunos sucesores de Gramsci, es que resulta difícil. plemente ocurrieran y que, por cada una que se realizaba, hubiera
explicar cómo se pueden producir cambios sociales desde abajo. Si' docenas de otros planes que nunca se llevaron a cabo. Dado que los

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esclavos estaban dispersos en granjas con relativamente pocos bra- La teoría débil de la naturalización es mucho más convincente
zos, eran menos de la cuarta parte de la población y había una estre- porque no propone nada más allá de la aceptación de la iuevitabili-
cha vigilancia, el observador no está obligado, para explicar el corto dad. Se equivoca, no obstante, al suponer que la ausencia de un
número de rebeliones, a suponer que los esclavos llegaron a consi- conocimiento concreto de órdenes sociales alternativos produce au-
derar justo lo "inevitable"." tomáticamente la naturalización del presente, aunque éste sea odio-
El fenómeno social, cuya explicación se hace necesaria a partir so. Piénsese en dos pequeñas hazañas de la imaginación que, en la
de todo esto, no es aquel que las teorías de la hegemonía y de la falsa historia de los grupos subordinados. muchísimos de sus miembros
conciencia pretenden justificar, sino su contrario. ¿Por qué con tan- han realizado. La primera: aunque el siervo, el esclavo y el intocable
ta frecuencia han creído y actuado grupos subordinados de este tipo tengan problemas para imaginar mecanismos distintos de la servi-
como si sus situaciones no fueran inevitables cuando una interpre- dumbre, la esclavitud y el sistema de castas, no les costará trabajo
tación histérica más juiciosa hubiera concluido que sí 10 eran? Lo concebir una completa inversión de la distribución vigente de rango
que necesita explicación no es el miasma de poder y esclavitud. Sí social y recompensas. El tema milenario de un mundo al revés, un
necesitamos en cambio entender la mala lectura de los grupos subor- mundo en el cual los últimos serán los primeros, y los primeros los
dinados que parecen haber exagerado su propio poder y sus posibi- últimos, se puede encontrar en casi todas las grandes tradiciones
lidades de emancipación, y parecen también haber menospreciado culturales en que se hayan acentuado desigualdades de poder, rique-
el poder desplegado contra ellos. Si el discurso público controlado por za y rango social." En cualquier forma que aparezcan, la mayoría de
la élitc tiende a naturalizar la dominación, parece también que una las utopías populares contienen la idea central de esta canción po-
tendencia equilibradora se encarga muchas veces ele desnaturalizar pular vietnamita:
la dominación.
Con esta perspectiva histórica en mente, podemos empezar a El hijo del rey se convierte en rey.
cuestionar la lógica de la hegemonía y de la naturalización. El inten- El hijo del guardián de la pagoda sólo sabe barrer con las hojas del banyán.
to de convertir una teoría débil de la naturalización en una teoría CHanclo el pueblo se levanta,
fuerte de la hegemonía me parece claramente injustificado. Incluso El hijo del rey, derrotado, irá a barrer la pagoda."
si admitimos el hecho de que, en su historia, los grupos subordina-
dos de siervos, esclavos o intocables frecuentemente ignoraban la Estos discursos ocultos colectivos producto de la ían tasia de los
existencia de un orden social fundado en principios diferentes, la ine- grupos subordinados no son meros ejercicios abstractos; aparecen
vitabilidad de la dominación no necesariamente la vuelve justa o incorporados, como 10 veremos después, a innumerables prácticas
legítima ante sus ojos. En vez de eso, supongamos que la inevitabili- rituales (por ejemplo, el carnaval en los países católicos, la fiesta de
dad de la dominación tiene, para un esclavo, aproximadamente el Krishna en la India, las Saturnales de la Roma clásica, los festivales
mismo valor que la inevitabilidad de las condiciones meteorológicas acuáticos en la parte budista de Asia sudoriental) y han producido
para el campesino. Los conceptos de justicia y de legitimidad son las bases ideológicas de m uchas revueltas.
simplemente irrelevantes para algo b-rcmccliablementc presente, La segunda hazaña histórica de la imaginación popular es la ne-
como el clima. En ese sentido, los agricultores tradicionales de he- gación del orden social vigente. Sin haber puesto jamás el pie fuera
cho intentan desnaturalizar incluso las condiciones meteorológicas al de una sociedad estratificada, los grupos subordinados pueden, y lo
personificarlas y al elaborar un repertorio de ritos con el fin de in- han hecho, imaginar la ausencia de la distinción que les resulta tan
fluir en ellas o manipularlas." De nuevo, lo que podríamos suponer costosa. La famosa cancioncilla que viene de la rebelión de campe-
como inevitable es colocado en el ámbito de la potencialidad hu- sinos de Inglaterra en 1381: "Cuando Adán rebuscaba en el fondo y
mana. Cuando dichos esfuerzos fracasan, los agricultores tradiciona- Eva se abría / ¿dónde estaba entonces la aristocracia?" imaginaba un
les, como los modernos científicos, tienden a maldecir el clima. Al mundo sin alta ni pequeña aristocracia. En el siglo xv, los taboritas
menos ellos no confunden la inevitabilidad con la justicia. anticiparon una igualdad radical y la teoría del valor del trabajo:

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"Príncipes, clérigos y seglares, y condes y caballeros sólo deberían paralizados por el discurso con que las elites pretendían convencer-
poseer lo que posee el pueblo ordinario, y entonces todos tendrían los de la inutilidad de todos sus esfuerzos por cambiar su situación.
lo necesario. Llegarán los tiempos en que los príncipes y los señor-es Con todo esto no quiero decir. de ninguna manera, que la historia
trabajarán para ganarse su pan"." Antes de limitar estas creencias de los campesinos y de los esclavos es la historia de una aventura qui-
igualitarias a la tradición judeocristiana con su mito de una sociedad jotesca tras otra, ni quiero ignorar los terribles efectos que tenia una
perfecta anterior a la Caída, recuérdese que creencias similares de insurrección aplastada. Sin embargo, puesto que los levantamientos
naturaleza religiosa y secular se pueden encontrar en la mayoría de esclavos y de campesinos son muy frecuentes y fracasan casi siem-
de las sociedades altamente estratificadas, si no en todas. La mayor pre, se puede argumentar con bastante razón que cualquier malin-
parte de las creencias utópicas tradicionales puede, de hecho, en- terpretación de la realidad que prevaleciera sería más esperanzado-
tenderse como una negación más o menos sistemática del mecanis- ra de lo debido. No deja de ser notable la tendencia de los grupos
mo vigente de explotación y degradación de las condiciones de vida subordinados a interpretar los rumores y las noticias ambiguas como
que experimentan los grupos subordinados. Si el campesinado sufre anuncios de su inminente liberación (tema del que hablaremos con
el acoso de agentes recolectores de impuestos, señores que recla- más detalle en el capítulo 6).
man cosechas y tributos lahorales, sacerdotes que piden diezmos, y
si además tiene malas cosechas, lo más probable es que su utopía UNA RAQUÍTICA TEORÍA DE LA H[(~EMONÍA

imaginará una vida sin impuestos, sin tributos y sin diezmos, quizá
sin agentes del gobierno, sin señores, sin sacerdotes, y con una na- En este contexto, ¿qué nos queda entonces de la teoría de la hege-
turaleza abundante y generosa. En general, este tipo de perisarnicn- monía? Creo que muy poco. No obstante, sí quisiera proponer en
to utópico aparece disfrazado o en forma alegórica, en parte porque qué condiciones, limitadas y estrictas, pueden los grupos subordina-
su declaración explícita se consideraría revolucionaria. De lo que no dos llegar a aceptar, incluso legitimar, los mecanismos que justifican
cabe duda es que las creencias y expectativas milcnaristas han ofre- su subordinación." La hegemonía ideológica en casos de subordina-
cido muchas veces, antes de la era moderna, un conjunto importan- ción involuntaria tiende a ocurrir, creo yo, sólo si se cumple una de
tísimo de ideas detonadoras de grandes rebeliones. dos condiciones bastante severas. La primera es que haya una fuerte
Así pues, si nos remitimos a las pruebas históricas. no existe nin- probabilidad de que un buen número de subordinados termine
guna razón o casi ninguna para aceptar ni una teoría fuerte ni una ocupando posiciones de poder. La expectativa de que uno en algún
teoría débil de la hegemonía. No se puede atribuir los numerosos momento estará en la posibilidad de ejercer la dominación que aho-
obstáculos que se le presentan a la resistencia a una incapacidad de ra está sufriendo es un fuerte incentivo para legitimar los mecanis-
los grupos subordinados para imaginar un orden social contrafácti- mos de dominación. Promueve la paciencia y alienta la imitación, y,
co. Esos grupos sí conciben tanto la inversión como la negación de hecho nada banal, ofrece la promesa de alguna posible venganza,
la dominación que sufren, y, lo que es muy importante. han llegado aunque sea contra alguien muy distinto del objeto original del re-
a actuar con base en esos valores por desesperación y en las escasas sentimiento. De ser correcta, esta suposición ayudaría a explicar por
ocasiones en que las circunstancias lo han permitido. No sorprende qué tantos sistemas de dominación estructurados de acuerdo con la
que, dada su posición en lo más bajo de la pirámide, estos grupos edad resultan duraderos. El joven explotado por sus mayores en al-
tengan un interés de clase en las profecías utópicas, que imaginan gún momento llegará a su vez a ser adulto; aquellos que trabajan pa-
un orden social radicalmente diferente al doloroso orden en que vi- ra otros en tareas degradantes en algún momento tendrán a su vez
ven. En términos concretos, un grabado del siglo XVII que mostraba a la oportunidad -siempre que existan posibilidades de ascenso- de
un señor sirviéndole una elegante comida a un campesino sentado que otros realicen esas tareas para ellos; la nuera en la China tradi-
a la mesa producía, forzosamente, más placer al campesinado que a cional puede tener la esperanza, si da a luz a un varón (1), de con-
sus superiores." En el acto de imaginar un orden social conu-afácti- vertirse en una suegra dominante."
ca, los grupos subordinados no dan la impresión de haberse visto Tal vez la subordinación opresiva e involuntaria se puede tam-

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bién legitimar siempre que los subordinados estén más o menos ato- nes que produjeron esta surmsron. Los carceleros no lograban lo
mizados y bajo estrecha vigilancia. En este caso, se trata de una abo- que querían si permitían que los prisioneros se comunicaran entre
lición total de cualquier ámbito social de relativa libertad discursiva. ellos; por eso tuvieron que concentrarse en la destrucción de cual-
En otras palabras, se eliminan las condiciones sociales en las cuales quier contacto autónomo del grupo subordinado. E incluso así los
se puede producir un discurso oculto. Una sociedad así concebida se- prisioneros tenían con frecuencia la posibilidad de comunicarse se-
ría más bien como la versión oficial difundida por el discurso públi- cretamente en las narices de las autoridades. Aprovechando sutilísi-
co o por el panoptikon de Bentham, en la medida en que la jerarquía mas matices lingüísticos que sus carceleros no podían captar, los pri-
determina todas las relaciones sociales y en que la vigilancia es per- sioneros muchas veces se las arreglaban para insertar, en la lectura
fecta, Por supuesto, esta fantasía de un perfecto totalitarismo, en la de una autoacusación o confesión ante otros prisioneros, un indicio de
cual no hay vida fuera de las relaciones de dominación, no se acerca que su actuación era forzada e Insincera. El grado de vigilancia y ato-
en lo absoluto a la situación real de cualquier sociedad en su con- mización necesario iba de acuerdo con lo que conocemos gracias a
junto. Como dice Foucault: "La soledad es la condición básica de la la psicología social sobre actos de obediencia a la autoridad que
sumisión total"." Quizá sólo en algunas instituciones penales, cam- ofenden el criterio moral de quien los realiza. En los famosos expe-
pos de "reeducación" y pabellones psiquiátricos se pueda vislumbrar rimentos de Stanley Milgrarn. cn los cuales UllOS voluntarios daban
algo de esta situación. 10 que ellos creían que eran choques eléctricos a sujetos que no res-
Las técnicas de atomización y de vigilancia se emplearon con pondían correctamente, algunas variaciones mínimas reducían drás-
cierto éxito en los campos de concentración para prisioneros de gue- ticamente el grado de sumisión." Primero, si el experimentador (la
rra en Corea del Norte y en China durante la Guerra de Corea. En figura de autoridad) se salía del cuarto, el sujeto desobedecía y lue-
relación con nuestro tema, esos campos son muy importantes por los go men tia al experimentador sobre los choques que él o ella había
extremos a los que tuvieron que llegar los carceleros para lograr fi- dado. En otra variante del experimento, al sujeto se le asignaba un
nalmente que los prisioneros aceptaran firmar las confesiones y par- compañero, o dos, que se negaban a dar choques cada vez más fuer-
ticipar en los programas radiofónicos de propaganda." A los prisio- tes. La gran mayoría de los sujetos, aun con un apoyo social tan dé-
neros se les hacía llegar al extremo agotamiento Físico. se les negaba bil, se rebelaban contra la autoridad del experimentador. Así pues,
cualquier contacto con el mundo exterior, se les mantenía separados la sumisión voluntaria en este contexto se evapora cuando se deja de
y aislados durante semanas mientras los sometían a un constante in- vigilar estrechamente al sujeto )' siempre que se le ofrece incluso un
terrogatorio. Los inquisidores pasaban de las cortesías a las amena- mínimo grado de apoyo social para la resistencia de parte de otros
zas, diciéndole al prisionero que no recibía ninguna carta porque a en su misma situación."
sus parientes en casa no les importaba lo que a él le sucediera. Sobre En ciertas circunstancias, entonces, es posible imaginar que in-
todo, los captores se esforzaban por controlar sin descanso cada acto cluso una subordinación involuntaria, opresiva, se puede presentar
y cada comunicación de los cautivos y por eliminar, mediante el aisla- como justa y legítima. Sin embargo, esas circunstancias son tan seve-
miento o con soplones, cualquier posible solidaridad o relación entre ras que resultan simplemente inaplicables a las formas de domina-
ellos. Las condiciones rigurosas sí produjeron, de hecho, una peque- ción en gran escala de las que nos ocupamos aquí. Los esclavos, los
ña cosecha de confesiones y muchos prisioneros manifestaron que ele siervos, los campesinos y los intocables han tenido muy pocas espe-
pronto sentían gran afecto por un interrogador que los había trata- ranzas razonables de ascender o evadirse de su condición. Al mismo
do despiadadamente. Lo que al parecer sucedió fue que la imposibi- tiempo, siempre han llevado una especie de vida aparte en las barra-
lidad de validar con otros que compartieran la misma situación sus cas de esclavos, en las aldeas, en los hogares y en las actividades rcli-
sentimientos y su cólera -cs decir, de crear un discurso oculto fuera giosas y rituales. No ha sido posible, ni deseable, destruir comple-
de escena, una realidad social diferente-les había permitido a los car- tamente la vida social autónoma de los grupos subordinados, que
celeros ejercer una hegemonía temporal. es fundamental para la producción de un discurso oculto. Las gran-
Quiero insistir y precisar qué tan rigurosas fueron las condicio- des formas históricas de dominación no sólo generan rcsentimion-

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tos, despojos y humillaciones que les dan a los subordinados, por de- cidad voluntaria, incluso entusiasta. En circunstancias normales, los
cirlo así, algo de qué hablar; también son incapaces de impedir la subordinados tienen interés en evitar cualquier manifestación explí-
creación de un espacio social independiente en el cual los subordi- cita de insubordinación. Ellos también, por supuesto, tienen siem-
nados pueden hablar con relativa seguridad. pre un interés práctico en la resistencia: en minimizar las exaccio-
nes, el trabajo y las humillaciones que reciben. La reconciliación de
LA PRODVCCIÓN SOCIAL DE APARIENCIAS HEGEMÓNICAS estos dos objetivos. que parecen ir en sentido contrario, se logra en
general insistiendo justamente en aquellas formas de resistencia que
Si buena parte de esta crítica a las teorías de la hegemonía es válida, evitan una confrontación abierta con las estructuras de autoridad.
estamos entonces obligados a encontrar otra razón, que no sea la in- De esa manera, el campesinado, en beneficio de la seguridad y el
ternalización de la ideología dominante de los grupos subordina- éxito, ha preferido históricamente ocultar su resistencia. Si es cues-
dos, para explicar el consentimiento y la sumisión. Existe, sin duda, tión del control de la tierra, los campesinos prefieren realizar ocu-
una multitud de factores que podrían explicar por qué una forma paciones parciales que invadirlas de manera desafiante. Si es cues-
de dominación persiste a pesar del fracaso de las elites en la incor- tión de impuestos, prefieren la evasión en vez de una huelga de
poración ideológica de los más desfavorecidos. Para mencionar sólo pagos. Si es cuestión de los derechos sobre el producto de la tierra,
algunos: los grupos subordinados pueden estar divididos geográfica prefieren la caza furtiva o el hurto a la apropiación directa. Sólo
y culturalmente; pueden considerar que resistir abiertamente es una cuando fracasan las medidas menos drásticas, cuando la subsistencia
temeridad absurda ante la severidad de una posible represalia; su lu- se encuentra amenazada o cuando hay signos de que puede atacar
cha cotidiana de subsistencia y el estado de vigilancia que conlleva con relativa seguridad, el campesinado se atreve a seguir el camino
esa lucha cancela cualquier posibilidad de oposición directa, o pue- del desafio abierto y colectivo. Por esta razón, el discurso oficial en-
den estar desengañados de anteriores fracasos. tre el dominante y ~l subordinado está lleno de fórmulas de servilis-
Pero falta explicar por qué los sociólogos Ylos historiadores han mo, de eufemismos y de indiscutidas pretensiones de estatus y de le-
seguido sintiendo, a pesar de todo, tanta atracción intelectual por gitimidad. En la escena, parecerá que los siervos o los esclavos son
las teorías de la hegemonía y de la incorporación ideológica. En este cómplices en la representación del consentimiento y la unanimidad.
contexto, debemos recordar que las teorías de la incorporación El espectáculo de afirmaciones discursivas de los de abajo dará la im-
ideológica han seducido por igual a la sociología tradicional y a los presión de que la hegemonía ideológica está firmemente asentada.
seguidores neomarxistas de Gramsci. En el mundo estructural-fun- El discurso oficial de las relaciones de poder es una esfera en la cual
cional de la sociología parsoniana. los grupos subordinados acepta- el poder parece naturalizado, porque las élitcs ejercen su influencia
ban naturalmente los principios normativos que están en la base del para conseguir precisamente esa y porque normalmente es útil a los
orden social y sin los cuales ninguna sociedad puede subsistir. En la intereses inmediatos de los subordinados evitar el desenmascara-
crítica neomarxista también se supone que los grupos subordinados miento de estas apariencias.
han intcmalizado las normas dominantes, pero, en este caso, se con- El "discurso oficial" como hecho social presenta enormes difi-
sidera que dichas normas constituyen una falsa imagen de sus inte- cultades a la investigación histórica y contemporánea de los grupos
reses objetivos. En cada caso, la incorporación ideológica produce subordinados. Salvo en el caso de una verdadera rebelión, el discur-
estabilidad social; en el primero la estabilidad es encomiable, mien- so oficial ocupa la mayor parte de los actos públicos, y por lo tanto
tras que en el segundo se trata de una estabilidad que permite la la mayor parte de los archivos. E incluso en las ocasiones en que los
perpetuación de la explotación fundada en la división de clases." grupos subordinados se hacen presentes, sus motivos y su conducta
La razón más obvia de por qué los conceptos de incorporación estará mediatizada por la interpretación de las elites dominantes.
ideológica encuentran tanta resonancia en las investigaciones histó- Cuando el grupo subordinado es casi completamente analfabeta, el
ricas es, simplemente, que la dominación, como lo hemos visto, pro- problema se hace más grave. La dificultad, sin embargo, no consiste
duce un discurso oficial que ofrece pruebas convincentes de compli- sólo en el hecho ordinario de que únicamente existan testimonios

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de las actividades de las élites, conservados por las elites de tal ma- El movimiento de los lollards era, dadas las circunstancias, una secta
nera que reflejen su posición y su clase; la dificultad más profunda fugitiva y clandestina que no tenía posibilidades de imponer una or-
se debe a los decididos esfuerzos de los subordinados para ocultar todoxia a sus seguidores. Algo de ella se puede vislumbrar en tes-
aquellas actividades y opiniones suyas que podrían causarles proble- timonios de prédicas ilegales, casos dispersos de anticlericalismo y
mas. Sabemos relativamente poco de cuánto ganado, grano yaba- algunas lecturas radicalmente democráticas de las Escrituras. de las
rrotes hurtaban los esclavos de los Estados Unidos. Que lo lograran que se hicieron eco posterior men te los baptistas y los cuáqueros. Sa-
hacer impunemente, significa que los amos apenas se daban cuenta, bemos que prcdicaban el rechazo a la "reverencia de sombrero" y a
aunque sin duda sabrían que había faltan tes. Por supuesto, sabemos los títulos honoríficos; que creían, ya desde el siglo xv, en la confe-
todavía menos de lo que los esclavos comentaban entre ellos sobre sión directa con Dios y en la abolición de los diezmos para todos
esta reapropiación de productos de sus amos. En general, lo que ha aquéllos más pobres que el cura, y que, como los familistas, los ora-
llegado hasta nosotros ha sido, significativamente, gracias a exescla- dores populares y los leoellers, predicaban en las tabernas o al aire li-
vos que se habían escapado de esa forma de subordinación, por bre. Donde más prosperaron fue en las áreas donde había menos vi-
ejemplo, las narraciones de negros que lograron fugarse al Norte o gilancia: las áreas de pastoreo, los pan tanos y los b.o.sques con ~ocos
a Canadá y los testimonios recogidos después de la emancipación. El terratenientes o clérigos. Y, al igual que los familistes después de
objetivo de los esclavos y de otros grupos subordinados, cuando rea- ellos, tendían a negar que sostenían opiniones heterodoxas. Hill dice:
lizan su resistencia ideológica y material, es precisamente evitar que "Esa actitud poco heroica estaba relacionada con la poca simpatía
los descubran. En la medida en que esas actividades consiguen su que sentían por todas las iglesias organizadas, fueran protestant~s.o
objetivo, no quedan registradas en los archivos. En este sentido, los católicas. Su rechazo del martirio ayudó. sin duda, a que sobrcvivie-
grupos subordinados se hacen cómplices del proyccto de higienizar ran sus creencias, pero incrementó la dificultad de los historiadores
el discurso oficial, porque es una manera de borrar sus huellas. Los para identificar con seguridad los grupos heréticos"." Lo que mel.los
actos de desesperación, de rebelión y de desafio nos pueden ofrecer querían los lollards o los familistas, en esa época, era oponerse abicr-
una especie de ven tana hacia el discurso oculto; pero, si no hay cri- tamente y distinguirse. De hecho, es significativo que el interés por
sis, sólo tenemos la posibilidad de ver a los grupos subordinados el movimiento de los lollards proviene, en estc caso, de la explosión
cuando se están portando lo mejor posible. Entonces, detectar la re- pública, abierta, de la heterodoxia radical, que caracterizó los ini-
sistencia de los esclavos en circunstancias "normales" sería más bien cios de la Guerra Civil inglesa en 1640. La historia subterránea de
como detectar el paso de partículas subatómicas en una cámara de ese movimiento se volvió asunto de importancia histórica porque sus
gases. Sólo las huellas de la resistencia -por ejemplo, tanto maíz Ial- ideas, en la movilización política y en el vacío político de la Guerra
tante-. serían visibles. Civil, pudieron finalmente encontrar una salida. Es posible imaginar
Piénsese, por ejemplo, en las dificultades que halló Christopher que, sin esos momentos especiales que arrojan una luz ret~osp~ctiva
Hill para establecer los antecedentes sociales y religiosos de las ideas sobre un discurso previamente oculto, gran parte de la historia ex-
radicales asociadas con los Levellers duran te la Guerra Civil ingle- terior a la escena de los grupos subordinados estaría definitivamente
sa." Está perfectamen te claro, por supuesto, que el evangelio social perdida u oscurecida. .
de los levellers (igualitarios) no se inventó repentinamente en 1640; Se podría hacer una investigación histórica paralela sobre la SI-
pero una cosa muy distinta es rastrear sus orígenes. El lugar más obvio mulación desplegada por los grupos subordinados para ocultar sus
para buscar son las opiniones religiosas asociadas con los loílards. La prácticas de resistencia. En la región malaya, donde he hecho traba-
investigación del movimiento de los lollards, sin embargo. se compli- jo de campo, los cultivadores de arroz nunc?" han aceptado de buena
ca enormemente por el hecho de que quienes sostenían opiniones gana el pago del diezmo islámico oficial." Este se rec?ge de man:ra
religiosas tan heterodoxas eran considerados, con mucha razón, pe- poco equitativa y muy corrupta. Los ingresos se .e~vlan a la c~pltal
ligrosos para el orden establecido. Como lo señala Hill: "Por defini- de la provincia y ningún pobre del pueblo ha recibido nunca n~ngu­
ción, quienes pensaban así se guardaban mucho de dejar huellas"." na ayuda caritativa de las autoridades religiosas. Sin mucho ruido y

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masivamente, el campesinado malayo ha logrado casi desmantelar el nos hegemónicos. Así como los subordinados no se dejan engañar
sistema del diezmo, de tal manera que sólo se paga el 15 por ciento por su propia actuación, de esa misma manera los investigadores e
de lo que se debería dar. No ha habido motines contra el diezmo, ni historiadores sociales no tienen, por supuesto, por qué considerarla
manifestaciones, ni protestas, sólo una paciente y eficaz labor de eva- como una actuación realizada necesariamente de buena fe.
sión por multitud de maneras: declaraciones fraudulentas sobre la
cantidad de tierra cultivada, omisiones en la declaración de tierras, INTERROGAR AL PODER O EL VALOR DE USO DE LA HEGEMONÍA
recortes a la cantidad debida y entrega de arroz echado a perder por
la humedad o mezclado con piedras y lodo para aumen tar su peso. Basándonos en mi lectura de las pruebas. tenemos que invertir, por
Por razones políticas muy complicadas, cuyos detalles no nos impor- lo menos en un sentido, el análisis de la hegemonía de Gramsci. En
tan en este momento, ni las autoridades religiosas, ni el partido go- la formulación original de Cramsci, que ha servido de guía a la ma-
bernante desean llamar la atención sobre ese desafio silencioso y efi- yoría de los posteriores análisis ncomarxistas de la ideología, la hege-
caz. Hacerlo significaría, entre otras cosas, exponer la debilidad de monía funciona principalmente en el nivel del pensamiento, opuesto
la autoridad del gobierno en el campo y quizá estimular otros actos al de la acción. El problema, que el parLido político y su intelligentsia
de insubordinación." La actitud moderada que ambos antagonistas esperan resolver, es que la clase obrera en el sistema capitalista está
adoptaron constituye una especie de conspiración común para man- empeñada en una lucha concreta de consecuencias revolucionarias,
tener el conflicto fuera del ámbito público. Alguien que, dentro de pero que, a causa de encontrarse prisionera del pensamiento social
unas cuantas décadas, examine los periódicos, los discursos y los do- hegemónico, es incapaz de sacar conclusiones revolucionarias de sus
cumentos públicos de esta época encontrará pocas huellas, o ningu- actos. Gramsci sostiene que es esta conciencia dominada la que le ha
na, de dicho conflicto. impedido a la clase trabajadora llegar a las consecuencias radicales
Así pues, el atractivo de las teorías de la hegemonía y de la falsa inherentes a gran parte de sus acciones.
conciencia depende en gran medida de las apariencias estratégicas
que tanto las élites como los subordinados normalmente introducen El hombre-masa actuante tiene una actividad práctica, pero no tiene
en el discurso público. Para los subordinados, la necesidad de pro- una conciencia teórica de esa actividad práctica [...] Su conciencia teó-
tegerse congraciándose con los dominadores," una vez que son ob- rica puede ciertamente estar históricamente en oposición a su activi-
dad. Uno puede casi decir que tiene dos conciencias teóricas (o una
jeto de escrutinio desde arriba, asegura que el lollard se pueda trans-
conciencia contradictoria): una que está implícita en su actividad y que
formar en un creyente ortodoxo, que el cazador furtivo se vuelva un
en realidad lo une con sus compañeros trabajadores en la transforma-
individuo pacífico y respetuoso de la propiedad de la pequeña aris- ción práctica del mundo real, y otra, superficialmente explícita o ver-
tocracia y que el defraudador de diezmos se convierta en un campe- bal, que ha heredado del pasado y absorbido acríticamente. Pero esta
sino ansioso de cumplir con sus obligaciones. Entre más fuerte sea concepción verbal no carece de consecuencias [... ] el estado contradic-
el poder que se ejerce sobre él y más estrecha sea la vigilancia, más torio de conciencia [a menudo] no permite ninguna acción, ninguna
incentivos tendrá el subordinado para dar la impresión de que es decisión ni ninguna elección, y produce una condición de pasividad
obediente, sumiso, respetuoso. De esa misma manera, sabemos que moral y política."
la obediencia obtenida en circunstancias tan rigurosas muy proba-
blemente no sería una guía válida para recuperar las opiniones que Nosotros, sin embargo, hemos explorado algo de la capacidad
se tienen fuera de escena. Como lo hemos visto, las élites también imaginativa con que los grupos subordinados invierten o niegan las
pueden tener sus propias y urgentes razones para preservar una fa- ideologías dominantes. Es tan común este mecanismo que se pue-
chada pública de unidad, de obediencia voluntaria y de respeto. A de considerar una parte esencial del instrumental rcligioso-político de
menos que podamos penetrar en el discurso oficial de los subordi- los grupos históricamente desvalidos. Por lo tanto, si el resto de las
nadas y de las élites por igual, la lectura de los testimonios sociales circunstancias es similar, resulta más exacto concebir a las clases su-
representará casi siempre una confirmación del statu qua en térmi- bordinadas como menos limitadas en el nivel del pensamiento y de la

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ideología, puesto que pueden en espacios recluidos hablar con rela- las reglas con las cuales pretenden gobernar; el siguiente paso sería
tiva seguridad, y más limitadas en el nivel de la acción y las luchas po- acusar al estrato en su conjunto de no respetar los principios de su
líticas, donde el diario ejercicio del poder reduce drásticamente sus gobicrno, y el más radical consistiría en repudiar los principios mis-
opciones. Para decirlo de un modo burdo: normalmente sería un mos con los que el estrato dominante justifica su poder. La crítica de
suicidio que los siervos se propusieran asesinar a sus amos y abolir el prácticamente cualquier forma de dominación se podría analizar
régimen señorial, pero, en cambio, tienen la posibilidad de imagi- de esta manera. U na cosa es sostener que este rey no es tan benéfico
nar y de hablar sobre ese tipo de deseos siempre que guarden la de- como sus predecesores; otra, sostener que los reyes en general no
bida discreción. cumplen con sus promesas de beneficios para el pueblo, y, otra muy
Un escéptico podría replicar que mi crítica de Grarnsci se aplica distinta, repudiar todas las formas de monarquía como inadmisibles.
sólo a aquellos momentos en que las relaciones de poder práctica- Considerando que se trata de una manera entre muchas de de-
mente excluyen las formas abiertas de resistencia y de protesta. Sólo terminar qué tan profundamente penetra una crítica concreta en
en esas circunstancias las limitaciones impuestas a los actos son tan una forma de dominación, este esquema tiene sin duda varias ven-
severas que se producen apariencias casi hegemónicas. Por supuesto tajas. Mi objeción se refiere más bien al uso de este criterio para de-
-podría insistir el escéptico-, en momentos de conflicto político de- ducir el grado de dominación ideológica que prevalece en una situa-
clarado los grupos subordinados se pueden quitar la máscara de obe- ción específica. Según )'0, que una crítica social sea ideológicamente
diencia y respeto, o al menos descubrirse el rostro considerablemen- limitada no basta para justificar la conclusión de que la ideología he-
te. Éste sería, sin duda, el punto donde habría que buscar la falsa gemónica le impide al grupo que la hace formular conscientemente
conciencia. Pero si cuando están protestando activamente los grupos una crítica más radical. Considerar a los esclavos, los siervos, los
subordinados siguen manteniendo la mayor parte de la ideología campesinos, los intocables y otros grupos subordinados como ética-
dominante, entonces podemos deducir con bastante seguridad el mente sumisos sólo porquc sus protestas y sus argumentos respetan
efecto de una ideología hegemónica. las formas de decoro de la clase dominante a la que están desafian-
Es cierto que, muy raras veces, las protestas y los conflictos abier- do sería un error analítico muy serio.
tos de los grupos subordinados han tenido formas ideológicas verda- La realidad es que las representaciones públicas de las exigen-
deramente radicales. Este hecho innegable ha servido para sostener cias de los grupos subordinados tienen casi siempre, incluso en situacio-
una versión débil de la teoría de la hegemonía. En Barrington Moo- nes de conflicto, una dimensión estratégica o dialógica que influye en
re podemos encontrar esta convincente formulación: la forma que toman. Sin llegar a la declaración explícita de guerra
que a veces encontramos durante una crisis revolucionaria, la mayo-
una de las tareas fundamentales a las que se enfrenta cualquier grupo ría de las protestas y desafíos -incluso los muy violentos- se presen-
oprimido es la de socavar o derrumbar la justificación del estrato do- tan con la expectativa realista de que los elementos centrales de las
minante. Estas críticas pueden presentarse como intentos de demostrar
formas de dominación quedarán intactos. Mientras dura esa expec-
que el estrato dominante no realiza las tareas que pretende estar reali-
tativa, es imposible saber sólo por el discurso público qué tanto el re-
zando y que por lo tanto viola el contrato social. Pero una forma I1m-
cho más común es la crítica a un individuo en particular que no cum- curso a los valores hegemónicos es prudencia y formulismo, y qué
ple con el contrato social. Esta crítica deja intactas las funciones básicas tan to es sumisión ética.
del estrato dominante. Sólo las formas más radicales han planteado el Visto desde casi cualquier situación de desigualdad, es bastante
problema de si los reyes, los capitalistas, los sacerdotes, los generales, los claro el elemento potencialmente estratégico en los casos en que se
burócratas, etcétera, tienen en principio alguna utilidad social Y recurre a los valores hegemónicos. Para tomar un ejemplo banal:
imaginemos a alguien que solicita a sus superiores en una compañia
Implícitamente, Moore nos pide que imaginemos un radicalis- capitalista un aumento de sueldo o que reclama no haber recibido
mo gradual en la impugnación del poder. El paso menos radical se- el aumento que otros recibieron. En la medida en que él esté anti-
ría criticar a los miembros del estrat-o dominante por haber violado cipando permanecer dentro de los límites de la estructura de auto-

118 1]\)
ridad, tendrá forzosamente que presentar su caso de acuerdo con o simplemente a los mediocres aparecer en un extraño teatro donde
los intereses institucionales de sus superiores. Puede, de hecho, de- ellos asumían poses, declamaban y hablaban con grandilocuencia,
sear un aumento para, digamos, comprarse un carro nuevo, alimen- donde se disfrazaban con pafios drapeados sin los cuales no serían
tar su adicción aljuego o apoyar a un grupo político marginal, y sentir escuchados en la escena del poder"." Este "extraño teatro" al que se
que se merece el aumento por haber encubierto fielmente los erro- refiere Foucault se despleg-aba no sólo para conseguir una audien-
res de su jefe, y hasta puede usar esos argumentos con su familia y cia, sino también como un valioso recurso político en los conflictos
sus amigos más cercanos. Pero nada de eso podría ocupar un espa- e incluso en las rebeliones. Ejemplos tomados de una cárcel civil y
cio legítimo en el discurso oficial. Por lo tanto, él probablemente de demandas y revueltas campesinas pueden mostrar cómo el poder
subrayará su leal y efectiva contribución al éxito institucional de la eufemizado sirve de fundamento a las peticiones de los de abajo.
compañía en el pasado y sus posibles contribuciones en el futuro. La En su cuidadosa descripción de las estrategias públicas usadas
estrategia le pide mirar siempre a los intereses superiores, porque por los presos de una cárcel noruega relativamente progresista, Tho-
generalmente, si no lo hace, no será atendido. Ese recurso puede mas Mathiesen analiza cómo se ingenian para promover sus intere-
ser, por supuesto, totalmente sincero, pero si nos basamos sólo en el ses por encima de los intereses de los guardias y de la administración
discurso oficial es imposible juzgar su sinceridad. de la cárcel." Para nuestros fines, importa poco si los presos ven la
Así pues, el poder de las élites dominantes normalmente produ- institución con cinismo o si aceptan su legitimidad. Ambas posi-
ce -en el discurso público- un flujo constante de manifestaciones de bilidades concuerdan con su conducta, dado que su perspectiva es-
obediencia, respeto, reverencia, admiración, aprecio e incluso ado- tratégica es que deberán seguir tratando con las autoridades de la
ración que reafirma el convencimiento de esas Hites de que sus pro- prisión, de una u otra forma. Carentes de opciones revolucionarias
testas de legitimidad son en verdad refrendadas por las evidencias realistas y, por definición, escasos de recursos políticos, los presos se
sociales que tienen ante los ojos. Por eso, la clásica afirmación de ingenian, no obstante, para luchar eficazmente con las autoridades
que "nuestros (siervos, esclavos. intocables) nos aman" es normal- de la institución usando para su propio beneficio la ideología hege-
mente más ingenua de lo que los críticos de la dominación son ca- mónica. Lo que los prisioneros resienten más de la vida cotidiana en
paces de aceptar. Gracias a una alquimia social que no es, después la prisión es su impotencia ante la distribución aparentemente ca-
de todo, tan misteriosa, la escoria de la dominación produce afirma- prichosa e impredecible de los privilegios y castigos. En sus tenaces
ciones públicas discursivas que parecen transformarla en el oro de intentos de domesticar el poder organizado contra ellos y volverlo
una sumisión deseada e incluso entusiasta. predecible y manipulable, siguen una estrategia a la que Mathicscn
La mayoría de los actos de los de abajo, incluso cuando son pro- describe como "censuridad", que consiste en insistir en que se cum-
testas, respetarán en buena medida -Implicita o explícitamente-las plan las reglas establecidas por los mismos gobernantes de ese dimi-
"reglas", incluso si su objetivo es socavarlas. Aparte del homenaje al nuto reino y en afirmar que esos gobernantes han violado las reglas
discurso oficial implícito en la invocación de dichas reglas, éstas con con las que justifican su autoridad. Los presos insisten constante-
frecuencia se ven como parte de la costumbre y como meras fórmu- mente en la necesidad de aclarar los procedimientos, los criterios y
las, sin ninguna repercusión en la interioridad del individuo. Diri- las condiciones que determinarán el otorgamiento de privilegios
gidas directamente a los reyes franceses, las lettres de cachet -en su (por ejemplo, asignación en una crujía de mínima seguridad, bue-
mayoría quejas por injusticias personales que se esperaba que el mo- nos trabajos, permisos de salida). Están a favor de usar la antigüedad
narca corrigiera- usan con profusión un lenguaje grandilocuente. como criterio principal, en la medida en que funcionaría automá-
La gente conocía las fórmulas y podía contratar a un notario para tica y mecánicamente. La sociedad de la que proceden ha estableci-
que disimulara la parte esencial de la queja bajo los eufemismos do como valores la obediencia de la ley y la igualdad mecánica ante
apropiados, que enfatizaban la grandeza y la generosidad de la Co- ésta, y ellos los usan hábilmente en su argumentación. Su conducta,
rona y la humildad y lealtad del súbdito demandante. Como lo seña- en ese sentido, es moralista: es el personal de la cárcel el que se ha
la Foucault: esas fórmulas "permitían a los pordioseros, a los pobres desviado de las normas legítimas, no ellos. El principio de indctcrmi-

120 121
nación radical vuelve de nuevo a prevalecer. Es casi imposible saber, Hdad, estamos an te un diálogo con el poder donde la función ele la
a través del discurso oficial, en qué medida el argumento de los pre- estrategia puede ser más o menos importante. Sin embargo, una co-
sos es estratégico en el sentido de ser una manipulación consciente sa es clara: al utilizar fórmulas que no se salen del discurso oficial res-
de las normas vigentes. En todo caso, las autoridades de la prisión se- petuoso, el campesinado puede reducir de alguna manera el riesgo
rían las últimas en saberlo. mortal que acarrea el acto desesperado de la petición. En medio de
El personal administrativo y los guardianes han intentado, con una provocación colectiva cargada de amenazas implícitas, los cam-
poco éxito, resistir la lógica del argumento de los presos. Está claro pesinos intentan ceder el terreno simbólico decisivo a los valores ofl-
que su poder reside en utilizar al máximo la discrccionalidad en el cialcs, implicando con ello que los señores pueden estar seguros de
otorgamiento de beneficios y en la imposición de la disciplina. Es ca- su consentimiento y lealtad sólo si corresponden entendiendo el
si su única manera de obtener la obediencia de una población a la contrato social jerárquico. Todos los interesados saben, sin duda,
que ya se han negado las libertades básicas. Si se elimina esa discre- que la demanda contiene lIna amenaza, como casi todas de hecho,
ciorial idad , su control social se esfuma, y al defender una mayor am- pero el documento principia invocando las realidades jerárquicas
plitud de acción, recurren a la "ideología del trato", que consiste en que el campesinado dice aceptar como algo dado.
adaptar su conducta a las necesidades individuales de cada preso. La insistencia colectiva, a través de las demandas, en los "de-
Para éste, eso simplemente significa que los guardias pueden casti- rechos" que los grupos subordinados sienten que les corresponden
garlo por sus malos modos o por su ropa descuidada. Tenemos aquí, incluye un "o si no... " implícito y deja a la imaginación del señor las
entonces, una ilustración muy útil de cómo un conjunto de reglas precisas consecuencias que acarrearía su negativa. Si se pudiera ha-
formales o ideológicas ayuda a constituir los ejercicios del poder y blar de la autodiscipliua con que una aristocracia mantiene su fide-
los conflictos que se producen con enorme facilidad en su dominio. lidad a su propio código de valores, aun si esa fidelidad es dolorosa,
La flexibilidad de cualquier ideología con pretensiones hegemóni- como una forma de nobiesse oblige, podríamos hablar de la insisten-
cas, que debe, por definición, pretender servir los intereses reales cia campesina en que la elite sea fiel a su propia idea del contrato
de los subordinados, proporciona a los an tagonistas recursos politi- social como una forma de paysans obligent. Las peticiones menciona-
cos bajo la forma de los derechos políticos que esa ideología legiti- das generalmente hablan de los sufrimientos, de la desesperación,
ma." Crea o no en las reglas, sólo un tonto dejaría de ver que se pue- de la paciencia puesta a prueba de los fieles campesinos ante la im-
de beneficiar desplegando esos recursos ideológicos tan accesibles. posición de impuestos, la leva, etcétera y, como lo observó muy bien
El uso de la ideología de las capas dominantes no impide, de un historiador francés del siglo XVlI, "el que le habla con desespe-
ninguna manera, los enfrentamientos violentos de intereses; ese uso, ración a su soberano lo está amenazando"." Una petición desespera-
de hecho, se podría ver como una justificación muy común de la da tenderá, por lo tanto, a mezclar dos elementos contradictorios:
violencia. Las peticiones campesinas a los daimyos (barones feuda- una amenaza implícita de violencia y un tono respetuoso en la ma-
les) en el Japón de Tokugawa eran con frecuencia preludio de mo- nera de hablar. Siempre es muy dificil distinguir qué tanto de esa
tines e insurrecciones. A pesar de que se castigaban las peticiones obediencia es simplemente una fórmula para dirigirse a las élites
con la pena capital, los jefes de los pueblos ocasionalmente utiliza- -con nulo significado más allá de e50- y qué tanto es un intento
ban este dramático recurso y, cuando lo hacían, siempre se expre- consciente de ganar terreno negando públicamente cualquier in-
saban en términos respetuosos, aludiendo a la "misericordia del se- tención de desafiar los principios básicos de la jerarquía y de la au-
1101''', para que les redujera los impuestos, e invocando la tradición toridad, Sabemos, por ejemplo, gracias a la reconstrucción que hace
de "benevolencia social de sus superiores"." Con frecuencia se con- Le Roy Ladurie del levantamiento ocurrido en Romans en 1580,
sidera este tipo de expresiones -incluso cuando son el preludio de que se había creado una atmósfera de insurrección entre los arte-
una insurrección- particularmente reveladoras de la verdadera vi- sanos y les campesinos desde principios de 1579. Yasi cuando la rci..
sión del mundo que tienen los campesinos, en la que coexisten "los na madre Catalina, de visita en el pueblo, le preguntó a Paumier
sefiores bencvolcntes'' y los "honorables campesinos"; pero, en rea- por qué estaba en contra del rey, se dice que él respondió: "Yo soy el

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siervo del rey, pero el pueblo me ha elegido para salvar a los pobres A pesar de este juicio de Lenin, no existe ninguna prueba de
que están oprimidos por la tiranía de la guerra, y para insistir humil- que el mito del zar fomentara la pasividad política entre los campe-
demente en las justas protestas contenidas en su Cahier"." Puesto que no sinos y sí las hay, y bastantes, de que en todo caso ese mito facilitaba
había llegado el momento para la rebelión declarada, es posible las condiciones para la resistencia campesina.
que Paumier eligiera hablar con prudencia. Es también posible que El mito mismo parece haber surgido en el siglo XVII durante la
utilizara expresiones de respeto sin pensarlo, de la misma manera llamada Época Turbulenta, de crisis en la sucesión dinástica. En su
que en las cartas de negocios de ahora se usan fórmulas de saludo versión más o menos básica, el zar redentor desea liberar a sus leales
y de despedida. Hay, sin embargo, una tercera alternativa, que me súbditos de la servidumbre, pero unos malvados cortesanos y funcio-
gustaría explorar en detalle. Es el hecho de que los grupos subordi- narios intentan asesinarlo para impedirlo. Milagrosamente, el zar
nados han aprendido normalmente, en situaciones que no son sobrevive (en muchas versiones, salvado por un siervo fiel) y se es-
aquéllas muy raras de la confrontación radical donde se arriesga conde entre el pueblo adoptando la personalidad de un peregrino
todo contra todo, a disimular su resistencia y su desafio en ritualis- que comparte sus sufrimientos y que sólo a unos cuantos revela su
mos de subordinación que sirven tanto para disfrazar sus propósitos identidad. Después de cierto tiempo. regresa a la capital, el pueblo
como para darles una puerta de salida por donde evitar las conse- lo reconoce y lo devuelve al trono. El zar recompensa a los fieles y
cuencias de un posible fracaso. No puedo probar una afirmación de castiga a los malvados. Y así, con este gesto de justicia, inaugura un
este tipo, pero sí creo que puedo mostrar por qué se debería tener reino de paz y tranquilidad."
seriamente en cuenta. Tal vez el rasgo más notable del mito era su gran capacidad de
transformación a manos de los campesinos creyentes. En primerísi-
MOI\ARQUISMO INGENUO, "VIVA X" mo lugar, se trataba de una invitación a oponerse a cualquier su-
puesto agente del zar que, al imponer elevados impuestos. la leva,
Para el esbozo de mi argumento en favor de una interpretación no los alquileres, el servicio militar forzado, etcétera, pudiera estar con-
tan ingenua del monarquismo ingenuo de los campesinos, me he trariando los deseos del buen zar. Si el zar supiera de los desmanes
servido del cuidadoso ensayo de Daniel Ficld sobre ese fenómeno que sus infieles agentes estaban cometiendo en su nombre, él los
en Rusia." El "mito" del zar redentor, que vendría a salvar a su pue~ castigaría y corregiría la situación. Cuando las peticiones fracasaban
blo de la opresión, siempre se consideró como la gran fuerza ideo- y la opresión continuaba, podía significar simplemente que un im-
lógica conservadora de la historia rusa. Hasta el Domingo Sangrien- postor -un falso zar- estaba en el trono. En ese caso, los campesinos
to de 1905, cuando se supo que el zar había dado órdenes para que que se unieran a las huestes de un rebelde que se hiciera pasar por
las tropas dispararan contra los pacíficos manifestantes, Lenin creía el verdadero zar estaban demostrando su lealtad al monarca. Duran-
que el monarquismo ingenuo era el obstáculo más importante a la te el reinado de Catalina la Grande, hubo por lo menos veintiséis im-
rebelión campesina: postores. Pugachev, que encabezó una de las rebeliones campesinas
más grandes de la historia europea moderna, debió en gran parte su
hasta ahora [los campesinos] han podido creer ingenua y ciegamente éxito a su pretensión de ser el zar Pedro 111, que al parecer muchos
en el Zar-batiushka [redentor] con el fin de encontrar en éste mismo al-
aceptaron. En términos prácticos, los campesinos proyectaron en él
gún alivio a sus circunstancias insoportablemente dificiles y de echarle
su deseo de un zar benevolente, y ésta, por supuesto, fue la razón de
la culpa de la coerción, de la arbitrariedad, del saqueo y de todas las de-
más indignidades sólo a los funcionarios del gobierno que engañan al
que el mito se volviera tan poderoso políticamente. El mito del zar
zar. Innumerables generaciones de oprimidos mujiks con vidas misera- pudo transformar la violenta resistencia campesina ante la opresión
bles pasadas en regiones abandonadas han reforzado esta creencia... en un acto de lealtad a la Corona. En 1902, algunos rebeldes ucra-
Los campesinos no se podían rebelar, ellos sólo eran capaces de pedir y de rezar.55 nianos, en su defensa ante el juez, afirmaron que el zar les había da-
do permiso de confiscarle granos a la pequeña aristocracia rural y
que ellos habían oído que alguien había ocultado un ukase (dccrc-

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to) del zar que concedía ese permiso. Argumentando que las auto- desmentir que hubieran caído en la tentación de rebelarse o de trai-
ridades locales actuaban en contra de la voluntad del zar, algunos cionar al zar. Evitaron las preguntas y, cuando se les conminaba a
campesinos se oponían a ellas y rechazaban como fraudulentos rnen- responder, "se hacían los disimulados"."
sajes y mensajeros que venían a contradecir su creencia. Y se rebe- El segundo caso ocurrió en el distrito de Chigirin, provincia de
laban para apoyar reformas al régimen de servidumbre, o su aboli- Kiev, en Ucrania. Era una disputa sobre títulos de tierras -si debían
ción, que el zar habría aprobado con un decreto cuya existencia los ser privadas o comunales- que llevaba más de siete años. La mayoría
crueles funcionarios de gobierno les habían ocultado. estaba en contra de la atribución de títulos que se había hecho antes
En una especie de simbólico jiujitsu, un mito aparentemente y, finalmente, en 1875, rehusaron pagar su amortización y se dirigie-
conservador que recomienda pasividad [se convierte en fuente de ron al zar con una petición en que mencionaban un ukase que no les
desafíos y rebeliones que, a su vez, se justifican públicamente decla- habían entregado. Un elemento singular de este episodio de Chigi-
rando inquebrantable fidelidad al monarca! Cuando los siervos se rin es que un agitador populista, que esperaba aprovecharse de la
convencían de que su resistencia estaba beneficiando al zar, la pa- credulidad campesina y del monarquismo ingenuo para iniciar una
ciencia y las súplicas sumisas recomendadas por el mito se volvían rebelión en esas turbulentas aguas, llegó a la región con dinero y
inútiles para la burocracia. Consecuentemente, Field llega a la si- con una falsa declaración imperial, supuestamente redactada por el
guiente conclusión: "Ingenuos o no, los campesinos manifestaban mismo zar, que les concedía todas sus demandas. Los campesinos lo
su fe en el zar de maneras que estuvieran de acuerdo con sus intere- recibieron como recibían a cualquier fuereño: se quedaron con su
ses)' sólo de esas maneras. Los líderes campesinos, al encontrarse el mito dinero, "se mostraron serviles y sumisos en su presencia, pero, por
en sus expresiones folklóricas listo para ser transmitido, 10 usaban pa- lo demás, no le hicieron caso"."
ra incitar, atraer y unificar a otros campesinos. Era un pretcxto para Cuando el impostor fue arrestado, los aldeanos, temerosos de po-
la resistencia en circunstancias muy desfavorables y no había ningún sibles represalias, redactaron su propia petición al zar explicando por
instrumento semejante que sirviera a los mismos fines"." qué habían creído que él hubiera fallado a favor de ellos. Comenzaba
En ninguno de los dos casos que Field examinó con profundi- así: "¿Cómo nosotros, pueblo simple y atrasado, podíamos dejar de
dad era totalmente imposible creer que los funcionarios locales es- creer en la generosidad de nuestro amado monarca cuando el mun-
tuvieran desobedeciendo los deseos del zar. Después de la emanci- do entero da fe de ello; cuando nosotros sabemos de su amor y su fe
pación en 1861, los campesinos de Biezdne (provincia de Kazán) se por Su pueblo; su preocupación por nosotros [... ]?"I;II Los aldeanos no
desmoralizaron al descubrir que, con la amortización de sus terre- estaban aquí burlándose descaradamente del zar, ni calculando cíni-
nos, las cuotas de trabajo y los impuestos, su carga era más pesada camente el efecto de sus frases. Pero sí mostraban que entendían,
que antes. Cuando uno de ellos afirmó que el decreto de emancipa- hasta cierto punto, que la ingenuidad, la simpleza, la ignorancia los
ción los liberaba por completo de esas cuotas -el término uolia (li- beneficiaban en sus peticiones al monarca. Si la imagen oficial de
bertad) aparecía en muchos contextos en el decreto-, pero que los los campesinos como niños sin educación, temerosos de Dios y bási-
terratenientes y funcionarios habían impedido su ejecución, los cam- camente leales conducía a una Iilosofia de gobierno que subrayaba
pesinos no perdieron la oportunidad, que en ese momento parecía tanto la severidad como la indulgencia paternalistas, esa imagen no
aprobada desde arriba, de negarse a pagar. Dado que ellos habían dejaba de ofrecerles ciertas ventajas en una situación peligrosa. Al
sido formalmente liberados de la servidumbre, no era descabellada mencionar su simpleza y lealtad, los campesinos esperaban provocar
la idea de que les estaban ocultando el hecho de que su liberación la generosidad y la indulgencia del zar así como la de los jueces y fun-
había sido total. No hubiera sido la primera vez que los nobles y los cionarios con los que podían toparse. Y si los campesinos eran famo-
funcionarios ignoraban o distorsionaban un decreto del zar. Al mis- sos por su credulidad, difícilmente se les podía culpar por haber sido
mo tiempo, redactaron una petición al zar y mandaron a tres de los presas de una astuta y sediciosa propaganda. En estas circunstancias,
suyos a Petrogrado para que la entregaran personalmente. No sa- resulta muy dificil imaginar un argumento simbólico más eficaz para
bían de qué se les podía acusar: sus acciones, en todo caso, parecían explicar actos de rebelión e insubordinación -UIl argumento que

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muy probablemente minimizaría las consecuencias de un fracaso en El monarquismo no tan ingenuo de los campesinos rusos nos
la disputa contra la pequeña aristocracia y el gobierno por los im- debe alertar frente a los análisis de las numerosas ocasiones en que
puestos, la tierra, las cuotas, la leva y los granos. Lo único que necesi- un grupo subordinado en rebelión adopta los símbolos rituales de
tamos para entender el valor de uso del monarquismo ingenuo es una hegemonía conservadora. En toda Europa y en el sudeste de
una historia tanto de la necesidad de simulación como de la larga Asia, por ejemplo, existen antiguas tradiciones sobre el regreso de un
práctica en el manejo estratégico de los valores hegemónicos. rey justo o de un redentor religioso, a pesar de las grandes diferen-
. Las ventajas que tenía para los campesinos el monarquismo cias en la genealogía cultural y religiosa." Esas tradiciones han sido
mgenuo eran producto, en parte, del valor que la misma burocracia decisivas en las rebeliones campesinas y probablemente han cum-
zarista le daba. Para aquellos que más se beneficiaban con la existen- plido la misma función ideológica que el mito del zar redentor en
te d.istribución de propiedad, de rango y de riqueza, el monarquis- Rusia. Si se miran con detenimiento, las abundantes versiones de lo
mo mgenuo representaba, sobre todo, la interpretación más tranquili- que se ha llamado, en Inglaterra, los motines de Iglesia y Rey tuvie-
zadora de los desórdenes campesinos, que se podían explicar como ron muy probablemente un sentido estratégico. En Francia y en Ita-
la perturbación momentánea de un orden social justo y fundamen- lia, en los siglos XVI y XVII, era muy común que los rebeldes amo-
talmente sólido. Los siervos-cam pesirios eran devotos del zar y gene- tinados gritaran: "¡Viva [la Virgen] Afana/', para luego expresar sus
ralmente cumplían con sus obligaciones oficiales, excepto cuando particulares demandas. Como lo ha señalado Pctcr Burke: "Pero es
alguno~ a~itadores o unos cuantos funcionarios o aristócratas rapa- poco probable que todos los rebeldes ignoraran el valor estratégico
ces los instigaban a renegar de esa fidelidad. Bastaba, pues, con apre- de gritar '¡Viva María!', un grito que, como el de 'Vive le Roit , le da-
sar a unos cuantos agitadores o Correr a unos pocos funcionarios para ba respetabilidad a su causa. En ese sentido limitado, las ideas reli-
que el orden se restaurara. No se necesitaba hacer cambios funda- giosas eran instrumentos de lucha"." En este contexto, se podría
mentales, ni deportar masivamente a los campesinos a Siberia. Tra- considerar que un grito como el de "Vive le Roi!', cuando inicia una
tando con indulgencia a los campesinos que habían expresado su serie en la que le sigue, digamos, "¡Abajo los diezmos y el impuesto
arrepentimiento se confirmaba aún más la reputación del zar como de la sal!", tiene la misma fuerza performativa que la introducción
padre generoso y se reconfinnaba de esa manera el monarquismo in- respetuosa de una petición en la quc se demanda la reparación de
genuo de los campesinos. Y como además eran ingenuos, atrasados terribles agravios." Se trata de la forma aceptada de apelación, no es
y tan fáciles presas del engaño -¿no lo habían dicho ellos mismos en muy arriesgada, le asegura al antagonista que llIlO no tiene la volun-
su pcticiónz-, los campesinos necesitaban un monarca enérgico, au- tad definitiva de destruirlo, afirma intenciones de lealtad, le permite
toritario, con funcionarios que los guiaran y los mandaran. al rey conceder la petición dando la impresión de que incrementa
Este mecanismo, que tiene todo el aspccto de una tácita compli- su prestigio y ofrece una conveniente posición defensiva que puede
cidad ideológica, es producto de la lógica misma del paternalismo ayudar a acotar los daños en caso de que la iniciativa fracase. Estos
zarista. Aunque podían usar el monarquismo ingenuo como estímu- gestos, en algunos contextos culturales, pueden volverse tan rutina-
lo para la rebelión, los campesinos también podían aprovechar el es- rios como las cotidianas expresiones con las que aquellos subordina-
t~reotipo del oscuro narod ignorante, que podía volverse, según las dos, cuyo distanciamiento no ha llegado al punto de hacer inevita-
Circunstancias, tan útil como la simple fe en el interés del zar por su ble la declaración de guerra, inician la presentación de sus quejas.
pueblo. En este sentido, debemos evitar considerar los mitos del zar Pienso en cláusulas que empiezan con "No quiéro quejarme pero..."
y del campesino como una creación ideológica del monarca que el o "Con todo el debido respeto..." Cualquier ideología dominante
campesino retoma y rcintcrpreta. Esos mitos son más bien un pro· con pretensiones hegemónicas debe, por definición, ofrecerles a los
dueto de la lucha histórica, una discusión violenta en la cual las tér- grupos subordinados armas políticas que se puedan usar en el dis-
minos básicos (el campesino simple, el benevolente zar) pertenecen curso público.
a ambos bandos, aunque la interpretación siga caminos enorme- Regresemos brevemente al tema de la "sumisión ética" y de la
mente diferentes según los intereses vitales de cada uno. hegemonía colocando el discurso público en su contexto político.

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Creo que los testimonios históricos muestran claramente que los hegemónicos se pierde poca flexibilidad, en vista de la maleabilidad
grupos subordinados han podido pensar revolucionariamente el re- de los términos, y se tiene la ventaja adicional de que aparentemente
pudio de las formas existentes de dominación. Los artesanos y agri- se están negando los objetivos más amenazadores. Excepto para las
cultores suabos durante la guerra campesina alemana podían imagi- metas totalmente revolucionarias, el terreno del discurso dominan-
nar que la crucifixión de Cristo había liberado a todos los creyentes te es la única arena de lucha posible.
de la servidumbre, de la dependencia y de los impuestos. Los into- Los testimonios públicos no permiten juzgar -hay que repetirlo-
cables pueden imaginar, y lo han hecho, que el hinduismo ortodoxo qué tan profunda es esa aparente aceptación del discurso dominan-
ha escondido los textos sagrados donde está la prueba de su igual- te. Si quisiéramos ser radicalmente meticulosos en las conclusiones
dad. Los esclavos pueden imaginar, y lo han hecho, que un día serán que se pueden sacar legítimamente de esas apariencias, podríamos
libres y los amos serán castigados por su tiranía. decir que en el diálogo con la élite dominante, en circunstancias que
Por lo tanto, lo raro no es la negación de la dominación en el no llegan a ser revolucionarias y teniendo en cuenta ciertos presu-
pensamiento, sino más bien las ocasiones en que los grupos subor- puestos necesarios sobre la distribución del poder, el uso de los tér-
dinados puedan llevar a efecto abierta y plenamente ese pensamien- minos de la ideología dominante en la lucha política es al mismo
to. Sólo bajo las más extraordinarias circunstancias históricas, cuan- tiempo realista y prudente.
do el colapso casi total de las estructuras vigentes de dominación
abre nuevos e inéditos horizontes de posibilidades realistas, pode- HACERLE CASO AL DISCURSO PÚRLICO
mos esperar encontrarnos un discurso de los grupos subordinados
que no tenga ninguna traba. En la historia de Occidente, la guerra Si yo vo)' a ser un juez modelo, tú tienes que
campesina alemana, la guerra civil inglesa, la revolución francesa, la ser un ladrón modelo. Si eresun ladrón falso,
revolución rusa y la república española ele 1936 ofrecen esos breves )'0 me vuelvo un juez falso. ¿Está claro?

y especiales momentos." Son casos en los que vislumbramos algo de


las utopías de justicia y venganza que normalmente permanecen Genct, El balcón
marginadas en el discurso oculto.
Bajo cualquier otra circunstancia, es decir, para la mayor parte Todo grupo gobernante, en el proceso de justificar los principios de
de la vida política, incluyendo los conflictos más violentos, lo que es- desigualdad social en que se basa la legitimidad de su poder, se hace
tá en juego no es la conquista de un nuevo mundo. El conflicto, en vulnerable a un tipo específico de critica." En la medida en que es-
ese sentido, adoptará una forma dialógica en que el lenguaje del tos principios de desigualdad inevitablemente afirmarán que la capa
diálogo invariablemente recurrirá a los términos de la ideología do- gobernante realiza una función social valiosa, sus miembros quedan
minante que prevalece en el discurso público. Si el discurso oficial expuestos a la crítica en caso de no cumplir con esa función de ma-
es el discurso de un gobernante cristiano y de campesinos devotos, nera honesta o adecuada. La base de la legitimidad de los privilegios
la lucha ideológica girará en torno a la interpretación de estos tér- y del poder crea, por decirlo así, las condiciones para una crítica fe-
minos. be", Hemos visto, asimismo, cómo en el discurso dominante del roz de la dominación en los términos impuestos por la élite. Esa crí-
benevolente zar y del siervo fiel la lucha ideológica girará en torno tica realizada desde el in terior del discurso equivale en lo ideológico
de estos términos sin necesidad de excluir el conflicto violento. La a salirle a uno el tiro por la culata. Para cualquier forma de domina-
ideología dominante de señores patcrnalistas y criados fieles no im- ción, uno puede especificar los títulos de legitimidad que presenta,
pide el conflicto social, simplemente invita a una discusión estructu- las afirmaciones discursivas que pone en escena para el discurso pú-
rada. Podemos considerar el discurso dominante como un le njzuaje blico, los aspectos de las relaciones de poder que tratará de esconder
flexible o un dialecto que es capaz de contener una variedad enor- (su ropa sucia), los actos y los gestos que socavarían sus títulos de le-
me de sentidos, incluso aquellos que subvierten el uso mismo que gimitidad, las críticas que se le pueden hacer dentro de su propio
los dominadores le asignaron. Al recurrir a valores que aspiran a ser marco de referencia y, finalmente, las ideas y las acciones que repre-

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sentarán un repudio o una profanación de la forma de dominación las formas de esclavitud, los diferentes sistemas monárquicos, los
en su conjunto." profetas religiosos en una tradición particular, la autoridad moder-
El análisis de las formas de dominación podría muy bien empe~ na empresarial corno en Italia y Japón. La elaboración misma del
zar especificando las maneras en que la estructura de los títulos de discurso público requerido por una forma especial de dominación
poder influye en el tipo de discurso público que necesita. Y después es ya un paso importante en la determinación precisa de lo que, en ese
se podría pasar a examinar cómo ese discurso público puede ser contexto, sería un acto subversivo.
socavado o repudiado. Si, por ejemplo, estuviéramos estudiando la Sin embargo, al margen de cualquier especificidad en el modo
relación entre los aristócratas guerreros de la Europa feudal y sus de dominación, podemos estar casi seguros de que una parte impor-
siervos, sería importante entender cómo sus títulos de autoridad he- tante del discurso público coreografiado por la elite incluirá desplie-
reditaria estaban basados en el ofrecimiento de protección física a gucs visuales y orales dc rango, prioridad y privilegio. Estamos pen-
cambio de trabajo. granos y servicio militar. Este "intercambio" se sando en expresiones de dominación tales como las fórmulas de
podía discursivamente confirmar con un énfasis en el honor, la apelación, los modales, los niveles de lenguaje, los códigos de la co-
noblesse oblige, la valentía, la enorme generosidad, los torneos y com- mida, vestuario y baño, los gustos culturales, quién habla primero y
petencias de destrezas militares, la construcción de fuertes, las in- quién da paso a quién. De la misma manera, podemos asegurar que
signias y ceremonias de otorgamiento de títulos, el protocolo, la reu- las violaciones del discurso público -deliberadas o no- siempre per-
nión de los siervos para el trabajo o las campañas militares, los actos de turbarán o profanarán la solemniclad ceremonial." En cfccto, actos
respeto y humildad de los siervos ante sus seúores. los castigos ejem- de insubordinación de este tipo constituyen una rebelión en peque~
plares por insubordinación, los juramentos de lealtad, etcétera. El ña escala dentro del discurso público.
"contrato" feudal se podía negar discursiuamente con cualquier con- Así como el discurso oficial ayuda a definir lo que se debe consi-
ducta que violara esas afirmaciones: por ejemplo, la cobardía, el re- derar como un insulto para el dominador -como lesa majcstad-:
gateo, la tacañería, la fuga de los siervos, la falta de protección a los también ayuda siempre a definir cuáles prácticas del inevitable traba-
siervos, la negativa de los siervos él ser respetuosos o sumisos, etcéte- jo sucio del poder se deben ocultar a la mirada pública. El ejercicio
ra. Un tipo paralelo de análisis se podría enfocar en las relaciones mismo de un método que justifica la desigualdad crea una zona po-
entre los brahmanes (o la casta superior) y las castas inferiores. Aquí tencial de "ropa sucia" que, de ser expuesta, contradiría las preten-
la base de los títulos de poder es el rango sagrado hereditario, el kar- siones de dominación legítima. Una capa gobernante cuyo titulo de
ma superior y la estipulación de ciertos servicios rituales, supuesta- autoridad se funda en la administración de justicia institucionalizada
mente vitales, que sólo los brahmanes, gracias a su rango y a su de acuerdo con la ley, con jueces honestos, tendrá que hacer todo lo
saber, podían realizar. Las afirmaciones discursivas podrían incluir posible por esconder a sus ladrones, sus asesinos a sueldo, su policía
todas las separaciones rituales de pureza y contaminación, la dieta, secreta y sus agentes de intimidación. La difusión pública de la co-
la vestimenta, el refinamiento en los modales, la preferencia en los rrupción en las altas esferas le hará más daño a ese tipo de élite -cuyo
ritos decisivos de nacimiento, matrimonio, muerte; la observación de poder reside en sacrificarse a la honestidad del espíritu público- que
los tabúes sobre la comida y sobre quien la prepara y otras formas a una máquina autoritaria. Por lo tanto, cada vez que se da una justi-
de segregación derivadas de la ocupación, el lugar de residencia, los ficación pública de la desigualdad se descubre una especie de simbó-
pozos de agua, los templos, etcétera. La negación discursiva de esas lico talón de Aquiles, donde la élite es particularmente vulnerable.
expresiones de jerarquía podrían tomar la forma de un rechazo de Los ataques que apuntan a ese talón de Aquiles se pueden con-
las reglas sobre la contaminación y la pureza; el incumplimiento de los siderar como críticas dentro de la hegemonía simplemente por el
servicios rituales por parte de los brahmanes; la insubordinación en hecho de que, para empezar, adoptan los términos ideológicos de la
la manera de hablar o de comportarse por parte de los intocables, Hite. Aunque sean hipócritas y cínicas, a este tipo de críticas no se
etcétera. Este sistema de análisis se podría extender, por supuesto, a les puede acusar de ser subversivas, en la medida en que usan las de-
cualquier forma histórica de dominación pacífica: por ejemplo, cicr- claraciones públicas de la élite, a la que ahora se acusa de hipócrita,

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si no es que de violadora del sagrado contrato social. Como ella mis- mientas. Esto quiere decir que, en contra de lo que normalmente se
ma ha formulado y difundido los términos mismos de la discusión, cree y en contra de la teoría de Gramsci, es menos posible que el ra-
la capa gobernante se ve en la obligación de defenderse en ese te- dicalismo surja entre los grupos subordinados (la gran mayoría, se-
rreno que ella misma escogió. La cobardía del león es un objeto de gún parece) que no se toman la ideología dominante en serio que
pathos -si no de risa- en el folklore de aquellos que lo han conside- entre aquellos que, en ter-minos marxistas, se podría considerar fal-
rado como un símbolo de la valentía. Una casta sacerdotal ascética samente conscientes. En un penetrante estudio de los estudiantes de
sufre un desprestigio enorme si se descubre que es promiscua y glo- clase obrera en las escuelas secundarias de Inglaterra, Paul Willis des-
tona. De la misma manera que el benevolente zar sufre un despres- cubrió una vigorosa conuacultura que producía una cínica distancia
tigio enorme si se revela que ha ordenado a las tropas disparar con- frente a la superficialidad dominante, pero no radicalismo." Para-
tra sus respetuosos súbditos, pacíficamente reunidos, igualmente las dójicamente, eran los "conformistas", aquellos que parecían, formal-
pretensiones parernalistas del amo se vienen abajo si se puede mos- mente al menos, aceptar los valores de la escuela (el instrumento
trar que azota a sus esclavos arbitrariamente, y el general verá compro- hegemónico por excelencia en la sociedad moderna) quienes cons-
metida su autoridad si abandona a sus tropas para salvarse él. En este tituían una amenaza. Por el hecho de actuar como si estuvieran de
sentido, ningún grupo dominante puede tomarse libertades con los acuerdo con la promesa implícita en la ideología dominante ("si tra-
símbolos que tan claramente 10 definen. l.') bajas duro, si obedeces a la autoridad, si sales bien en la escuela y
Quizá sea ésta la razón por la cual, como lo señalé antes, tantos no tienes problemas con la ley, ascenderás por tus propios méritos
ataques radicales parten de críticas realizadas dentro de la hegemo- y tendrás un buen trabajo"), hacían sacrificios de autedisciplina y de
nía: se toman en serio los valores de las élites gobernantes al mismo control, y mantenían expectativas que normalmente no se les cum-
tiempo que se acusa a éstas de no hacerlo. Atacar en esos términos plían. En los trabajos, se evitaba contratar a éstos porque eran muy
es, de hecho, llamar a la élite a tomar en serio su propia retórica. De exigentes y muy difíciles de trato, si se les comparaba con los jóvenes
esa manera, no sólo se trata por definición de una crítica legítima, obreros más típicos, que eran más realistas, no tenían tantas expecta-
también amenaza con atraer a los miembros sinceros de la elite, tivas y hacían su trabajo sin muchas quejas. A los que debe temer más
amenaza que no sería posible si la crítica se hiciera desde una posi- el sistema es a aquellos subordinados que creen más en las institucio-
ción ajena a sus valores. El disidente soviético VIadimir Voinovich nes hegemónicas. n El devoto joven desilusionado (Calibán) es siem-
captó muy bien la fuerza crítica de los creyentes desilusionados: pre una amenaza más grande para la religión establecida que los pa-
ganos que nunca creyeron en sus promesas. La cólera que nace de
Yo era un miembro de la sociedad completamente inofensivo. Son los sentirse traicionado implica siempre una fe anterior.
jóvenes, los que manifiestan un interés real en los fundamentos teóri-
cos del comunismo y que comienzan ellos mismos a sumergirse en los
textos de Marx, Lenin y Stalin, quienes constituyen el mayor peligro pa-
ra el régimen. Las autoridades soviéticas se dan cuenta de eso. Una per-
sona que se toma en serio la teoría comenzará, tarde e temprano, a
compararla con la práctica, y terminará rechazando una o la otra y, pos-
teriormente, las dos. Pero una persona que no ha sido seducida por
la teoría verá la práctica como un mal ordinario e inmutable, un mal
con el que se puede convivir."

Tal vez lo más extraordinario de todo sea que, cuando una ideo-
logía con pretensiones hegemónicas logra convencer a los miembros
de sus grupos subordinados de que la acepten en serio, está ponien-
do en movimiento una cadena potencialmente radical de aconteci-

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