Retiro de Noviembre Final
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Retiro de Noviembre Final
Retiro espiritual
NOVIEMBRE
La simplicidad de la santidad
El problema
Primeros pasos hacia la luz
El proceso espiritual en el plan de Dios
Nuestra dificultad
Nuestra tarea en el proceso: el espíritu de infancia
Disponernos al proceso de santificación
¿Cómo se hace en concreto este acto?
El problema
A la mayoría de la gente no le importa la voluntad de Dios, ni
alcanzar la santidad; sin embargo hemos de tener muy claro que
el verdadero cristiano no puede renunciar a ser santo, porque
ambas realidades se identifican: sólo es verdadero cristiano el
santo. Por eso no podemos aceptar como normal la disociación
entre ser cristiano y ser santo; ni la teoría de que, salvo raras
excepciones, no podemos ser santos. Si no podemos ser santos,
no podemos ser cristianos.
Pero la verdadera dificultad no la tiene el que niega la posibilidad
de ser santo, sino el que busca la santidad. ¿Qué sucede cuando
alguien acepta la llamada del Señor a la santidad? Cuando alguien
pretende tomarse en serio su vida cristiana se encuentra con dos
tipos de dificultades que parecen hacerlo imposible:
-En primer lugar, el mundo y el ambiente nos dicen que no es
posible ir más allá de lo que hace la mayoría, que no hay que
pasarse del nivel de amor o perdón que se considera como
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Nuestra dificultad
Al igual que Dios tiene su patrón de comportamiento, también
nosotros tenemos el nuestro, que nos lleva a buscar el modo de
eludir todo sufrimiento, porque hemos aceptado que no sufrir es
bueno. Por eso, a menudo entendemos la presencia de Dios y su
Providencia como un salvoconducto divino para ayudarnos
milagrosamente a liberarnos de las dificultades. Eso explica las
crisis de fe de muchos cristianos que se sienten abandonados por
Dios porque les sobreviene algún problema grave o porque no les
salen las cosas según sus deseos.
Sin embargo, hemos de volver a insistir en que la encarnación
del Verbo, su vida entera y, sobre todo, su pasión no respaldan
nuestro deseo de tener facilidades; más bien nos demuestran que
el interés de Dios no consiste en cambiar a nuestro gusto las leyes
de la naturaleza o las consecuencias de la libertad humana, que
son la fuente los problemas, sino en acompañarnos en todo
momento, sobre todo en las ocasiones más duras, compartiendo
nuestro dolor y haciéndonos compartir su gloria en ese mismo
dolor. Esto es lo que da sentido y plenitud a todos los
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Disponernos al proceso de
santificación
Si es verdad este proceso y hay una proporción entre
purificación y gracia, es vital el modo en el que entramos en dicho
proceso. Evidentemente no se puede iniciar desde nuestro ser de
niños, porque no lo somos. Tenemos, por tanto, que «hacernos»
niños, como nos dice Jesús: «Si no os convertís y os hacéis como
niños, no entraréis en el reino de los cielos», Mt 18,2); este trabajo
es el único que nos permite disponernos a la gracia que sólo se
concede a los niños («Quien no reciba el reino de Dios como un
niño, no entrará en él», Mc 10,15).
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