Trabajo de Investigación
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Trabajo de Investigación
FACULTAD DE TEOLOGÍA
Salamanca, 2019
1. Recepción de este principio en la teología del ministerio ordenado. Status
quaestionis
La reflexión de algunos teólogos suscitada después del Concilio Vaticano II en lo
concerniente a la función cultual del ministerio ordenado se dio dentro del marco de un
excesivo punto de vista ritual, empobreciendo su perspectiva sacramental y despojando
del lugar central a la Eucaristía tanto en el ministerio de la salvación y en la relación que
se establece entre la misión del Hijo y la del Espíritu Santo. Ante tal visión reductiva,
surgió la necesidad de recuperar la relación que existe entre la pneumatología y la
cristología, y éstas con la Eucaristía y con el ministerio ordenado1.
La relación estrecha que hay en los estudios sobre el Espíritu Santo con el estudio
cristológico nos puede ayudar a comprender mejor la profunda vinculación que existen
entre la Eucaristía y el Ministerio ordenado; cuya relación no se reduce a un ámbito
puramente ritual, sino que va más allá, al punto mismo de formar parte de la relación que
existe entre la cristología y la pneumatología en todo el Misterio de la salvación. En este
sentido B. Forte nos dice:
“Per il fatto che non si realizza l’azione dello Spirito senza la missione e operazione del
Figlio, della stessa forma non si dà l’Eucaristia senza il sacerdozio ministeriale; e come l’opera del
Figlio trova il suo complemento e la sua realizzazione nell’azione del Paraclito, allo stesso modo
il ministero ordinato trova nell’Eucaristia, in quanto evento dello Spirito che attualizza la Pasqua
e riunisce il Popolo di Dio nella storia, la sua piena espressione e realizzazione”2.
1
Cf. M. Ponce Cuéllar, Teología del sacerdocio ministerial. Llamados a servir, Madrid 2016, p. 353.
2
B. Forte, Sul sacerdozio ministeriale. Due meditazioni teologiche, Cinisello Balsamo 1989, pp. 8-9:
(“Como no se realiza la acción del Espíritu sin la misión y operación del Hijo, así no se da la Eucaristía sin
el sacerdocio ministerial; y como la obra del Hijo encuentra su complemento y su realización en la acción
del Paráclito, así el ministerio ordenado encuentra en la Eucaristía, en cuanto acontecimiento del
acontecimiento del Espíritu que actualiza la Pascua y reúne al pueblo de Dios en la historia, su plena
expresión y realización”), M. Ponce Cuéllar, Teología del sacerdocio ministerial…, p. 353.
3
J. Granados García, Tratado general de los sacramentos, Madrid 2017, p. 98.
sentido a lo largo del tiempo de las promesas, donde las semillas del Verbo germinaban
en la fe del Pueblo de Dios; y con la llegada su Hijo, sucede una nueva creación, que es
el Cuerpo de Cristo, de donde mana la liturgia y la efusión del Espíritu Santo, cuya
primicia es la Iglesia4. En el segundo caso, porque se considera que los sacramentos
vinculan con Jesús, porque él los fraguó a lo largo de su vida y sigue haciéndose en los
sacramentos, tocando y conformando a sí la carne del cristiano5.
Ahora bien, fijémonos en el caso específico de la institución de la Eucaristía. Jesús
instituye el rito eucarístico en un momento puntual de su vida, en una cena pascual judía.
Es aquí donde el Señor se concentra en las palabras sobre el pan y el vino identificándolas
con su Cuerpo y con su Sangre, al mismo tiempo que los reparte a sus discípulos a son de
gratitud al Padre. Aunque este momento es puntual, no por eso es aislado, ya que abraza
todo el arco de su vida que culmina en la Pascua con sus hermanos, al mismo tiempo que
recoge toda la historia del pueblo de Israel desde la creación del mundo, porque la historia
es signo del Dios viviente. En definitiva, el rito gira en torno al Cuerpo de Cristo que lo
ha recibido del Padre y llenado de vida por el Espíritu Santo. El Cuerpo de Cristo es un
cuerpo relacional, que no solo abarca su historia personal, sino que se abre a la comunión
entre Dios y los hermanos. Este cuerpo eucarístico abarca también a la Iglesia reunida en
torno a su Maestro para ofrecer el Sacrificio, siendo así, que ella no es ajena a la
constitución de los sacramentos6.
Acabamos de afirmar que la Iglesia no es ajena a la institución de los sacramentos,
por la cual surge la interrogante del modo cómo se va desarrollando el rito eucarístico
dentro de la Iglesia. Al respecto nos ilumina las afirmaciones de J. Corbon cuando dice
que: “La Eucaristía es el “Sacramento de los sacramentos”, donde el Cuerpo de Cristo
despliega todas las Energías de su trasfiguración y cumple su Misterio en la Iglesia”7. En
la celebración eucarística dominical, los cristianos nos reunimos para vivir la Pascua del
Señor y donde el Padre nos hace participes de la comunión de la Liturgia eterna. La
actuación del Espíritu Santo es de vital importancia por ser el gran liturgo que nos hace
vivir la Eucaristía como la misteriosa sinfonía del Verbo encarnado8. En la Anáfora
eucarística nos hace participes de la Ascensión del Señor, convirtiéndose en acción de
gracias el retorno al Padre; y en la Plegaria eucarística se traduce la Pascua inmensa y
maravillosa del Verbo y del Espíritu que ha sido sembrada por el Padre desde el principio
y que a él vuelve en la carne de su Hijo amado. De esta manera, la plegaria y el misterio
en la celebración eucarística se convierten en una sola cosa, ya que como dice el Apóstol:
“todo es recapitulado en el cuerpo de Cristo” (Ef 1, 10)9.
Es más, J. Corbon nos hace ver el verdadero sentido de seguir celebrando la
Eucaristía, pues dice.
“En este tiempo de gestación del Cuerpo de Cristo, la Iglesia celebra la Eucaristía y la
Eucaristía realiza, cumple la Iglesia. Podemos celebrar la Eucaristía porque la Comunión de la
4
Cf. J. Corbon, Liturgia fontal. Misterio, celebración, vida, Madrid 2009, 2 ed., pp. 138-139.
5
Cf. J. Granados García, Tratado general de los sacramentos, p. 76.
6
Cf. Ibíd., Pp. 98-99; T. Schneider, Signos de la cercanía de Dios, Ediciones Sígueme, Salamanca 1982,
pp. 25-27.
7
J. Corbon, Liturgia fontal…, p. 147; el autor refiere que la expresión “Sacramento de los sacramentos”
en la que se reconoce el superlativo semítico, atribuido al pseudo-Dionisio.
8
Cf. Ibíd., p. 147.
9
Cf. Ibíd., pp. 152-153.
Trinidad Santa ya nos ha sido dada en nuestro nuevo ser por el bautismo y por el sello del Espíritu
Santo, pero también porque algunos han sido ordenados para el ministerio de la Epíclesis que
realiza la Eucaristía”10.
Ante todo, debemos tener en cuenta que el sentido cristiano de celebrar es llevar
a cumplimiento el Misterio y podemos hacer efectiva esa celebración gracias a los
ministros que han sido ordenados con esa finalidad, donde la Eucaristía aparece con una
importancia central en todos los aspectos de la vida de la Iglesia que debe seguir
celebrando hasta que la comunión divina alcance la plena madurez en sus miembros, tal
como dice el Apóstol: “hasta que lleguemos todos a la unidad de la fe y del conocimiento
pleno del Hijo de Dios, al estado de hombre perfecto, a la madurez de la plenitud de
Cristo” (Ef. 4, 13). Por lo tanto, tiene sentido la celebración de la Eucaristía y de los demás
sacramentos, que tienen su origen en Cristo y la comunidad apostólica, consiste en
acogerlos por ser signos de alianza, sellos de fidelidad y momentos de unión que el Señor
da y confía a su Esposa, la Iglesia, en su Espíritu11.
Los sacramentos son las diversas expresiones del Cuerpo de Cristo, que tienen su
fuente en la Eucaristía, desde ella se desglosan para acompañar a los creyentes en las
distintas etapas de su vida en quienes alcanzarán su fin o culmen en relación estrecha con
la expresión ritual de la Eucaristía. Este principio de fuente y culmen se lo ha expresado
a su manera J. Corbon cuando dice:
“Si los Ríos de Vida mana en la Eucaristía, Liturgia integral, Sinergia omnipotente, los
sacramentos mayores son como los canales que riegan la Jerusalén nueva. Las Sinergias
sacramentales derivan de la Eucaristía y convergen hacia ella” 13.
10
Ibíd., pp. 159-160.
11
cf. J. Corbon, Liturgia fontal…, p. 129.
12
J. Granados García, Tratado general de los sacramentos, p. 101.
13
J. Corbon, Liturgia fontal…, p. 175.
sacramentos desemboca también en la misma Eucaristía, por la que se convierte el culmen
de todo ese proceso de la vida sacramental de los cristianos.
Por eso, la Iglesia al asociar los signos corpóreos a una expresión ritual adecuada,
de tal modo que se desprendiesen de las palabras y obras de Jesús, tiene en cuenta el
testimonio de los Apóstoles por ser los testigos autorizados que recogen los distintos
mensajes relacionales que el mismo Señor forjó con su cuerpo. Dicho de otra manera, el
signo central que constituye el sacramento se contiene en el mismo Cuerpo eucarístico de
Jesús y la Iglesia; pues desde sus orígenes, haciendo un acto de memoria iluminada por
la Resurrección, se ha identificado la autoridad de Cristo como origen de los gestos y
palabras de cada sacramentos, de donde se desprende el rito de cada uno de ellos14. Por
eso J. Corbon afirma una preexistencia de la Liturgia Fontal en relación a todas las
celebraciones sacramentales; esto debido a que ella los vivifica y les hace dar fruto. El
único Cuerpo del Señor que irradia la luz pura de su sabiduría en energías distintas, que
al unirse a la Iglesia se les llama sinergias sacramentales y en cada una de ellas se celebra
la Economía de la Salvación15. Es decir, que los sacramentos vendrían a ser las sinergias
en el interior del Cuerpo de Cristo, cuya armonía se hacen comprensible en el Sacramento
de los sacramentos, la Eucaristía.
Además, la Iglesia en la variedad de sus ritos, al celebrar los demás sacramentos lo hacen
de una forma eucarística, es decir, de la misma manera como se celebra el Sacramento
del Cuerpo del Señor16:
“Si el acontecimiento central de la Eucaristía está en la Epíclesis que transforma todo el
Cuerpo de Cristo, es evidente que las Epíclesis constitutivas de los otros sacramentos están en
relación orgánica con la Eucaristía. En ésta, el Pentecostés sacramental se derrama sobre todo el
Cuerpo; en aquellos, alcanza a los miembros según su edad, sus necesidades y sus dones en
Cristo”17.
14
Cf. J. Granados García, Tratado general de los sacramentos, p. 102.
15
Cf. J. Corbon, Liturgia fontal…, p. 160.
16
Cf. Ibíd., p. 175.
17
Ibíd., p. 174.
18
Cf. G. Greshake, Ser sacerdote, Salamanca 1998, 4 ed., p. 66.
Con todo esto, podemos afirmar que el ministerio ordenado ha sido instituido desde el
Cuerpo eucarístico del Salvador. El mismo Granados nos dice:
“El Salvador instituyó el orden sacerdotal en cuanto, en la Eucaristía, culminada en la
muerte y resurrección; su cuerpo se instauró como manantial de vida para la Iglesia. De este modo
se configuró en modo nuevo su paternidad, es decir, su capacidad corporal de generar vida, que
ahora transmite la vida eterna de Dios”19.
19
J. Granados García, Tratado general de los sacramentos, p. 103.
20
Cf. J. Corbon, Liturgia fontal…, p. 162.
21
Cf. J. Granados García, Tratado general…, pp. 103-104.
22
Cf. J. Corbon, Liturgia fontal…, p. 171.
23
Cf. J. Corbon, Liturgia fontal…, pp. 175-176; B. Testa, Los sacramentos de la Iglesia, (Manuales de
teología católica), Valencia 2000, vol. IX, pp. 265-266.
El ministerio ordenado: “In persona Christi”
Cristo en su carne eucarística da origen a toda la economía sacramental, por ende,
al ministerio ordenado. Se postula que el sacerdocio ministerial tiene el origen y
fundamento en Cristo por una doble vertiente; por un lado, en cuanto ha sido instituido
por él y en cuanto que el sacerdocio de Cristo configura el ser del misterio ordenado. Es
decir, que se habla en un doble sentido terminológico de la originalidad cristológica de
este sacramento, por un lado como origen fontal y peculiaridad originaria. n Es decir, que
el ministerio ordenado se relaciona con Cristo por medio de la sucesión apostólica y
también por ser ungido por el Espíritu Santo en el momento de la ordenación, que
presencializa al mismo Cristo porque actúa como sacramento suyo. En este sentido,
debemos decir que el sacerdocio de Cristo es único y que no puede admitir ni suplencias
ni sucesores, porque él es el “sacerdote para siempre” (Heb 6, 20). Lo que sí hay es una
representación, en el sentido de hacer presente de una manera eficaz por medio de un
signo sacramental. Así pues, el representante se pone al servicio de la realidad que va a
representar. De esta manera, se puede deducir la relación del ministerio ordenado con la
Eucaristía, ya que esta última es un hacer presente al mismo Cristo, porque se trata de
una presencia real del representado, Cristo24.
A la representación de Cristo por parte del ministro ordenado se le conoce como
un actuar “in persona Christi”, o como lo llama el Vaticano II “in nomine Ecclesiae”,
porque los ministros son signos e instrumentos de la misión de Cristo resucitado en el
mundo y llamados a actuar “in persona Christi” gracias al carisma infundido por el
Espíritu Santo25. Apartir de esto, podemos decir que en la fragilidad de sus ministros, el
Señor demuestra fidelidad a su Iglesia mostrando su ministerio kenótico en la entrega de
los dones su Espíritu, quien actúa siempre con poder en los sacramentos por medio de los
ministros, que son como vasijas de barro. Los ministros ordenados manifiestan a Cristo
como el siervo de su Iglesia, a quien da su Palabra y lo alimenta con su Cuerpo y con su
Sangre. Estos servidores no duplican las funciones profética, sacerdotal y real de los otros
miembros de la Iglesia, sino que, están con ellos y para ellos, son sus servidores. 26 Así
pues, aunque los ministros están revestido de autoridad y desempeñan su función en base
a esa autoridad recibida de Jesús; sin embargo se trata de un servicio para el Pueblo de
Dios, ya que la autoridad se ejerce en nombre de Cristo y se orienta a la construcción y
crecimiento de la Iglesia. Por eso el ministro tiene la capacidad de realizar actos
sacramentales de modo estricto y también la capacidad de realizar actos jurídicos; pero
todo esto tiene su origen Cristo mismo27.
La acción salvadora del Señor no depende la capacidad subjetiva de aquel que ha
recibido la ordenación ministerial, sino de una dimensión institucional permanente
24
M. Ponce Cuéllar, Teología del sacerdocio ministerial…, pp.252 – 253; S. del Cura, “La sacramentalidad
del sacerdote y su espiritualidad”, en Comisión episcopal del clero, Congreso de espiritualidad sacerdotal,
Madrid 1989, p. 85.
25
Cf. S. del Cura, “Sacerdocio común y sacerdocio ministerial. El sentido del ministerio ordenado en la
Iglesia”, en G. Uribarri (ed.), El ser sacerdotal. Fundamentos y dimensiones constitutivas, Madrid 2010, p.
179.
26
Cf. J. Corbon, Liturgia fontal…, p. 174.
27
Cf. L. Delorme, El ministerio y los ministerios según el Nuevo Testamento, Madrid 1975, p. 299; B.
Testa, Los sacramentos de la Iglesia, p. 161; M. Ponce Cuéllar, Teología del sacerdocio ministerial…, p.
341.
enlazada con Cristo mismo, en cuyo Cuerpo se encuentra el origen del ministerio. Cristo
mismo garantiza la salvación cuando él mismo se ofrece instituyendo un signo objetivo
de su presencia en el ministerio ordenado. Por eso, la fecundidad del ministerio ordenado
depende de la medida que se vaya transformando el ministro en Aquel que le ha dado ese
don, es decir en Cristo. El teólogo J. Ratzinger fijándose en el lenguaje de la Tradición
afirma que el sacerdote pronuncia tales palabras “in persona Christi”, es decir, que el
sacerdote hace las veces de Jesucristo haciendo presente en la Iglesia y para la Iglesia la
acción de Cristo. Además, asume un sentido intensivo en la medida que celebre los
sacramentos, de modo especial el de la Eucaristía, que significa y contiene “ex opere
operato” la presencia misma de Cristo. En este contexto, se dice que: “El sacerdote
representa a Cristo, primariamente, no en virtud de su talento y valía personal, sino en
virtud del ministerio recibido mediante la ordenación”28. No es que se establece una
autoridad humana para que haga las veces de Cristo, sino que el mismo Señor interviene
sacramentalmente. Pero todo ello también exige que el ministro ordenado se identifique
con Cristo también internamente y no solo sea una representación externa29.
La presencia de Cristo en el ministro es comunicada sacramentalmente y por eso
está relacionada con la acción del sacerdote, cuya acción se desarrolla en determinadas
situaciones sacramentales; es decir, que esa actividad se desarrolla en la proclamación de
la Palabra, la administración de los sacramentos y la dirección de la comunidad. En este
sentido, la actividad pastoral del ministro ordenado tiene su centro en la Eucaristía, donde
el Señor tiene su real presencia en las ofrendas eucarística y a partir de aquí se busca una
real presencia del Señor en los hombres, que deben ser “Corpus Christi”. Es también en
este sentido, que se puede definir a la asamblea de los fieles, que preside el sacerdote,
como comunidad eucarística30. Por lo tanto, “la celebración eucarística es el centro del
ministerio sacerdotal por ser el centro de la evangelización, como realización efectiva del
Evangelio”31.
28
G. Greshake, Ser sacerdote hoy, p. 132.
29
Cf. Ibíd., Ser sacerdote hoy, Salamanca 2003, pp. 121-126; J. Ratzinger, Obras completas XII. Teología
y espiritualidad del sacramento del Orden (Predicadores de la palabra y servidores de vuestra alegría),
Madrid 2014, pp. 547-548; M. Ponce Cuéllar, Teología del sacerdocio ministerial…, p. 258.
30
Cf. J. Ratzinger, Obras completas XII…, p. 348; G. Greshake, Ser sacerdote hoy, pp. 130-132.
31
J. Ratzinger, p. 348.
32
Cf. Ibíd., p. 555.
33
Cf. G. Greshake, Ser sacerdote, p. 67.
capacitando para que el hombre pueda pronunciar esas palabras de salvación y
consagración.
BIBLIOGRAFIA
Corbon, J., Liturgia fontal. Misterio, celebración, vida, 2 ed., Madrid 2009.
Del Cura, S., “Sacerdocio común y sacerdocio ministerial. El sentido del ministerio
ordenado en la Iglesia”, en Uribarri, G. (ed.), El ser sacerdotal. Fundamentos y
dimensiones constitutivas, Madrid 2010.
Forte, B., Sul sacerdozio ministeriale. Due meditazioni teologiche, Cinisello Balsamo
1989.
Ponce Cuéllar, M., Teología del sacerdocio ministerial. Llamados a servir, Madrid
2016.
Ratzinger, J., Obras completas XII. Teología y espiritualidad del sacramento del Orden
(Predicadores de la palabra y servidores de vuestra alegría), Madrid 2014.