Qué Es La Psicología Inversa
Qué Es La Psicología Inversa
Qué Es La Psicología Inversa
La psicología inversa es una técnica descrita por Viktor Frankl, psiquiatra y escritor, que solía
preguntar a sus pacientes más inestables o con más problemas: “¿Por qué no se suicida usted?”.
En ese momento las personas imaginaban el suceso y encontraban un motivo para no hacerlo, a
partir del cual empezaba a trabajar Frankl para sujetar a sus pacientes a ese motivo que les
aferraba a la vida.
Se trata de una técnica conductista sutil que trata de conseguir un efecto en otra persona
haciéndole creer que quieres que haga algo que en realidad no quieres. El éxito radica en lo que se
llama resistencia psicológica, que es la dificultad que ponemos a hacer algo que nos es impuesto,
que nos mandan o que nos piden cuando sentimos que hacerlo afecta a nuestra libertad o
autonomía.
Gracias a esta resistencia las personas tienden a hacer lo contrario a lo que se les dice,
simplemente para demostrar que son libres para elegir, autónomos en la decisión y capaces de
tomar su propio camino.
No funciona siempre y en el fondo es más o menos criticable por tratarse de una técnica de
manipulación, pero hay mucha gente que la utiliza con niños y adultos y creo que puede ser útil y
curioso conocer algunos ejemplos para saber cómo funciona.
En mi empresa dan mucho valor a la formación y ofrecen 35 horas al año para todo aquel que
quiera hacer cursos, acudir a congresos, etc. Como los trabajadores no suelen gastarlas y parecen
no aprovecharlas, la empresa decide pasar una circular en la que explica a todos los trabajadores
que “por motivos económicos se ha decidido eliminar las horas de formación”.
Los trabajadores, ante tal injusticia, se quejan, deciden reunirse y empiezan a planear qué hacer
para reclamar sus 35 horas (“tanto que decían que la formación es importante y ahora resulta que
la quitan”). La empresa y los trabajadores negocian de manera más o menos intensa, es decir, la
empresa se niega, insiste en que la economía está muy mal, decide proponer 10 horas de
formación anuales sólo para unos trabajadores determinados, etc. Al final la empresa cede y
decide que ante la presión de los trabajadores y viendo que es tan importante para ellos, vuelve a
proporcionar 35 horas para todos.
La situación es la misma que antes de hacer pública la circular, pero ahora los trabajadores valoran
mucho más las 35 horas de formación y por inercia empiezan a apuntarse a cursos: “ahora que
hemos conseguido lo que queríamos, nuestras 35 horas, tenemos que aprovecharlas”.
Ahora vamos a centrarnos en los protagonistas del blog, los niños, para que veáis cómo utilizamos
la psicología inversa con los niños (o cómo podemos utilizarla).
Hay padres y madres que suelen ofrecer recompensas a los niños para que hagan ciertas cosas: “si
lees dos páginas de un libro, te dejo ver la televisión durante una hora”. Los niños entienden de
esta manera que ver la televisión es algo bueno, algo a lo que aspiran, algo divertido y en
definitiva algo que deben conseguir. Además entienden que leer un libro es aburrido, porque
debemos premiarlo para que lo hagan (“uff, si me tienen que dar un premio para que lo haga es
porque es un rollo”) y además esos padres suelen reforzar estos mensajes día a día, al repetir el
premio o al condicionar la lectura a un premio posterior.
De esto se desprende que si lo que queremos es que los niños lean y vean menos televisión,
debemos aplicar la psicología inversa, haciéndoles creer que lo divertido es leer y que lo aburrido
es ver la televisión: “si ves la televisión al menos una hora podrás leer dos páginas de este libro”.
De esta manera, sólo le permitirás leer dos páginas de un cuento o libro si (y sólo si) está una hora
delante de la televisión. El primer día pasará la hora y probablemente ni se acuerde del libro.
Entonces vas y le dices “ya ha pasado la hora, ¡muy bien!, ya puedes leer dos páginas del libro…
¡pero sólo dos!”. El niño las leerá extrañado y, cuando las haya leído coges el libro y te lo llevas:
“mañana, si ves una hora la televisión, podrás leer dos páginas más”.
A medida que pasen los días, el niño estará más atento al tiempo que pasa que a lo que ponen en
la televisión y estará ansioso por coger el libro tan especial que tiene mamá, del que sólo puede
leer dos páginas por día.
Como no se trata de torturar a los niños, se puede negociar con ellos para que la hora disminuya
(“vale, venga, treinta minutos es suficiente”) y aumentando el número de páginas (“venga, hoy
puedes leer cinco”), hasta que veamos que el niño valora la lectura sin tretas de por medio: “Hoy
haz lo que quieras, cariño. Te he comprado un libro nuevo y te iba a dejar leer solo un poco si veías
la televisión, pero he pensado que lo mejor es que hagas lo que prefieras. Si quieres mirar la
televisión hazlo, y si quieres leer el libro nuevo, hazlo también”. Lo más probable es que el niño se
tire de cabeza a por el libro.
Esto sucede porque los niños ven que leer el libro se limita, que queremos que vea la televisión
mucho rato (o que no nos importa que lo haga), pero que lea muy poco tiempo, porque es algo
muy bueno a lo que deben aspirar. Ellos ven que leer un libro es algo excluyente, algo al alcance
de muy pocos durante poco tiempo y entonces empiezan a desearlo. Por eso en las casas donde
nadie limita la televisión o el juego con las consolas los niños acaban viendo la televisión o jugando
con ellas sin obsesiones (nadie les ha hecho sentir que sean especiales o diferentes al resto de
juguetes).
Esto es un ejemplo de cómo utilizar una técnica para lograr un objetivo. Lo que habría que debatir
quizás es hasta qué punto ejercer dicha manipulación hacia los niños es más o menos correcto o
más o menos deseable.
En mi casa, por ejemplo, utilizamos estas técnicas muy poco (ahora os pondré un ejemplo) y en lo
comentado acerca de los libros y la televisión optamos, simplemente, por no hacer nada: nadie le
da más importancia a nada. El que quiere ver la tele, la ve, el que quiere leer, lee, el que quiere
jugar a la consola, lo hace y el que quiere jugar con los juguetes, juega.
No existen límites claros en este sentido y al no limitarse nada, nada recibe más importancia que
el resto de opciones. Por eso mis hijos ven la tele un rato cuando les apetece, normalmente unos
minutos hasta que deciden hacer otra cosa, por eso mis hijos juegan a la consola de manera
obsesiva cuando tienen un juego nuevo, hasta que lo exprimen y la consola queda en el olvido
durante semanas y por eso mis hijos pasan horas y horas jugando a los juguetes, pasando de unos
a otros según les parezca más divertido.
Ahora bien, cuando alguien ya ha creado unas preferencias determinadas porque ha empezado a
limitar algo, puede ser buena idea aplicar el método comentado, para tratar de que aprecien
también el contrario (que era el que se pretendía conseguir).
Con respecto a nuestra técnica (libertad), seguro que os asaltará una duda: “pero si les dejo
libertad, se tiran a la tele y de ahí no salen”. Claro, yo explico la película como sucede en mi casa y
con mis hijos y quizás otros niños ya hayan creado sus preferencias. En tal caso, la solución puede
pasar por una ligera psicología inversa (no tan exagerada como la del ejemplo) o por currárselo un
poco y hacer de las alternativas algo divertido. Sería algo así como ofrecerles una actividad en
compañía vuestra si están viendo la televisión solos: “¿Venís a jugar conmigo a algo?”. Como
normalmente (al menos cuando son pequeños), valoran nuestra presencia más que nada, no suele
fallar.
Las 08:40 de la mañana. Nos vamos todos a llevar a Jon al colegio pero ese día no quiere ir. Decirle
que el cole es muy chulo, que se lo va a pasar muy bien, ya no cuela (“cuanto más me intentéis
convencer, más me transmitís que realmente es un rollo”), así que aprovechando que tengo al
hermano pequeño ya vestido, feliz y contento como todas las mañanas le digo a Jon: “vale, pues
hoy tú no vayas al colegio. Hoy irá Aran”. Jon se queda escuchándome pensativo y yo sigo: “Aran,
¿a que a ti si te gusta el cole? – trampa, porque el pobre no contesta y yo lo sé – pues hoy vas tú.
Vamos a hablar con la profesora para que te dejen sentar en el sitio de Jon… yo creo que sí podrás
ir a pasártelo bien, como Jon no quiere ir, seguro que tú sí quieres”.
“¡No!¡Voy yo!¡Que sí que quiero ir al cole!¡Que quiero ir al cole!”. A todo esto mi mujer y yo
alucinamos porque es una frase que pocas veces hemos escuchado. “Bueno, valeeee… pues hoy
vas tú, Jon”. Entonces me dirijo a Aran: “lo siento Aran, pero Jon sí que quiere ir al cole. Tendrás
que esperar hasta el día en que te toque ir”.
Lo que sí existen desde hace muchos años son técnicas que se aplican en Psicología como lo que se
denomina “intención paradójica“, y en el mundo de las ventas también existe la llamada técnica
de la “antiventa“; éstas podrían parecerse a lo que en los Simpsons le llamaron la “psicología
inversa”.
Un ejemplo de la intención paradójica lo podéis encontrar en este texto extraído del link
“Si una persona quisiera usar esta técnica para vencer la ansiedad de hablar en público, puede
decirse a sí mismo antes de hablar: “Me voy a poner lo más nervioso posible, voy a sudar frío, voy
a tener mucho miedo, voy a hacer el ridículo, me voy a sonrojar delante de la gente, mi ropa se va
a empapar en sudor”. Esto tendrá un efecto contrario y nos sentiremos más calmados. Es por eso
que a esta técnica se le llama intención paradójica.
El cliente se diría para sus adentros: ¡Dice que no puedo permitírmelo! ¡Éste se va a enterar!
¡Quién se ha pensado que soy! ¿Un pobre hombre acaso?
Lo que se trata es de ordenar al otro que haga, justo lo contrario, de lo que quieres que haga,
tocándole el “ego”. Como a nadie le gusta que le manden, ni que lo dejen en mal lugar, hay
probabilidades de que haga justo lo contrario, es decir, lo que realmente quieres que éste haga.
Además, ya sabéis que todo lo que nos prohíben llama más nuestra atención.
¿Funciona la “psicología inversa” para seducir? No hay estudios formales que confirmen que SÍ o
que NO. Yo puedo decirte que yo, cuando lo uso, lo hago mezclándolo con humor; con ello
provoco un juego divertido, con lo cuál SÍ consigo un buen ambiente para seducir, algo que es
fundamental.
1- Introducción
La intención paradójica es uno de los métodos más rápidos, más poderosos y menos
comprendidos para cambiar la conducta. Mediante una serie de instrucciones que llamamos
“paradójicas” se han conseguido éxitos significativos en trastornos concretos como pueden ser la
dificultad para dormir, el morderse las uñas y el tartamudeo (disfemia) entre otros.
Los principios teóricos se basan originalmente en las técnicas de la Terapia Breve del psiquiatra
Milton H. Erickson y la logoterapia de Victor Frankl.
Son procedimientos construidos para sorprender. Son contrarios a las expectativas de los
pacientes sobre su visión de la naturaleza de la función de la terapia.
La técnica parece de entrada irresponsable y contraria al sentido común. No se entiende como
potenciando lo que se intenta erradicar se va a solucionar el problema. Esta es la gran paradoja de
la técnica que a continuación exponemos.
2- ¿Cómo funciona?
Imaginemos una persona que sufre insomnio. Se acuesta puntualmente pero no logra conciliar el
sueño hasta una determinada hora de la madrugada. Ello le comporta problemas para despertarse
por la mañana. Además, cada día, al acercarse la hora de ir a dormir, manifiesta mucha ansiedad
ya que anticipa su fracaso en el intento de dormir. Pues bien, la técnica consiste precisamente en
pedirle, como parte del tratamiento, que no trate de dormirse hasta más tarde de lo que lo hace
(las horas deben concretarse según las circunstancias). ¿Qué conseguimos con ello? De entrada
situamos el origen del problema en una causa externa al paciente (ahora ya no duerme debido a
que no logra conciliar el sueño, sino porque así se le ha exigido). El primer efecto es disipar la
ansiedad de anticipación con lo cual es muy probable que el resultado sea la aparición del sueño
antes de lo esperado.
Otro ámbito de aplicación puede ser en el de la cama mojada (enuresis). ¿Qué sucedería si le
diéramos permiso o le pidiéramos a un niño que se hiciera pipi cada día durante un tiempo?
Probablemente si ese problema va asociado a unos altos niveles de ansiedad por parte del niño, el
sentirse liberado del mismo podría significar una mejora.
No estamos afirmando que esta sea una técnica milagrosa sino que tiene una gran capacidad
terapéutica si se sabe utilizar con creatividad y en combinación con otras técnicas mas usuales.
Evidentemente tiene sus límites. El principal es que su mayor eficacia está condicionada a que
junto con el problema que queremos tratar se de un cierto nivel de ansiedad en la persona o niño.
Como se ha expuesto la técnica incide directamente sobre las propias cogniciones al invertir los
roles.
Otra limitación importante es que debe utilizarse con preferencia en aquellos casos en que las
técnicas convencionales han resultado inútiles. Por ejemplo, en un caso de insomnio, donde se ha
podido utilizar un entrenamiento en relajación con mal resultado, podría ser un buen candidato a
la intención paradójica. Ahora no hablaríamos de intentar dormirse relajándose progresivamente
sino preparar la habitación con la intención de mantenerse el máximo tiempo despierto posible.
En concreto, los máximos beneficios se lograrán en aquel tipo de paciente que experimente
“esfuerzos para dormir” y que padecen una ansiedad considerable sobre las consecuencias
negativas de la perdida de sueño.
En general, pues, podemos afirmar que la técnica funcionará mejor con personas con
preponderancia de síntomas cognitivos que no con aquellos en los que predominen los
conductuales.
No está muy documentada su utilización en niños por lo que debemos ser muy prudentes al
respecto.
Se han apuntado ya intervenciones concretas en el caso de las disfemias, enuresis, morderse las
uñas, etc. En el caso de niños mayores hay alguna referencia a tratamientos de fobias específicas
en donde los principios de intervención coinciden o se complementan con las denominadas
técnicas de inundación.
A continuación se exponen algunos casos en los que se podría valorar la inclusión de estas
técnicas. Sin embargo, se insiste en la necesidad de entenderlas como un instrumento
complementario y dentro de un marco terapéutico más amplio (vamos a tratar básicamente
síntomas). Por lo tanto, en población infantil, lo entenderemos como intervenciones puntuales
cuando las necesidades de la situación lo requieran y técnicas más convencionales no acaban de
funcionar.
Además deberá valorarse la edad del niño, su nivel cognitivo y las posibles consecuencias
negativas de su aplicación a la que más adelante nos referiremos.
4- Ejemplos prácticos
Ejemplo 1:
Supongamos que J. es un niño de 9 años con buen nivel intelectual pero con muchas limitaciones
en su funcionamiento social debido a que presenta obsesiones recurrentes acerca de lo bien o mal
que realiza sus actividades. De forma repetitiva necesita de la aprobación constante del adulto y si
no la obtiene o considera que ésta no ha sido suficientemente clara le crea un gran desasosiego y
ansiedad. Aquí la intervención iría encaminada a pedirle al niño que ejecute mal deliberadamente
alguna actividad, a que deje de ser por un momento perfeccionista. En definitiva, a que se
enfrentara con sus temores de una forma controlada y que aprendiera que no se producen las
temidas consecuencias catastróficas.
Ejemplo 2:
P. es una niña con 7 años de edad. Su nivel intelectual es normal pero ha aceptado muy mal la
separación de sus padres. Su rendimiento escolar ha bajado mucho hasta el punto que su
profesora está muy preocupada. Han aparecido ciertos comportamientos disruptivos y autolesivos
que antes no estaban presentes en el repertorio de la niña. Actualmente sigue un tratamiento
cognitivo-conductual, pero una de las conductas que más preocupa a sus padres, es la de
morderse los dedos o uñas de la mano hasta el punto de provocarse erosiones. Es evidente que la
intervención psicológica se está produciendo a diferentes niveles, sin embargo, en la conducta
concreta de morderse las uñas (si no hay avances) podemos intentar una solución drástica con la
intención paradójica.
En una situación controlada, vamos a pedirle que no deje de morderse los dedos (siempre
vigilando la intensidad de la misma y en el caso de que no haya contraindicación médica o lesiones
en la zona afectada) durante períodos cada vez más largos. Se le recriminará si deja de hacerlo
antes del tiempo previsto. El acto deja de convertirse en voluntario, pierde su capacidad de llamar
la atención y se vuelve desagradable. Es posible que su frecuencia disminuya después del
tratamiento si se han seguido los tiempos y las formas adecuadas.
Ejemplo 3:
1- La técnica está orientada principalmente a atenuar síntomas. Debe, pues, utilizarse básicamente
como una herramienta complementaria dentro del marco general del tratamiento.
4- Su uso está más justificado cuando las técnicas convencionales no acaban de funcionar.
5- No tenemos actualmente estudios rigurosos que nos orienten en cuanto a su eficacia, ámbito
de aplicación y otros aspectos sobre las diferentes variantes de su uso en niños.
7- Estas técnicas sólo pueden ser utilizadas bajo la supervisión de profesionales especializados.
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Forma es un término amplio que encierra diversos significados. Puede referirse a una
apariencia externa reconocible como seria la de una silla o la del cuerpo huma-no que en ella
se sienta. También cabe que aluda a un estado particular en el que algo actúa o se revela por
sí mismo, como por ejemplo, al hablar del agua cuando es hielo o vapor. En arte.
La forma sugiere la referencia a la estructura interna, al contorno exterior y al principio.
Frecuentemente, la forma incluye un sentido de masa o de volumen tridimensional, mientras
que el contorno apunta más en concreto al aspecto esencial que gobierna a la apariencia
formal, es decir, la configuración o disposición relativas de líneas perfiles que delimitan una
figura o forma.
La psicología de la Gestlat afirma que la mente simplifica el entorno visual a fin de
comprenderlo. Ante una composición cualquiera de formas tendemos a reducir el motivo que
abarque nuestro campo de visión a los contornos más elementales y regulares que sea
posible
El circulo
Es una figura centrada e introspectiva, generalmente estable y auto centrada en su entorno.
El triangulo
Significa estabilidad; es una figura extraordinariamente estable cuando descansa sobre uno de
sus lados. No obstante, cuando se inclina hasta sostenerse sobre uno de sus vértices puede
que dar en un estado de precario equilibrio o ser inestable.
El cuadrado
Representa lo puro y lo racional. Es una figura estática y neutra, carece de una dirección
concreta
Los cubos, Los cilindros, Las esfera y Las pirámides
Son las formas que la luz pone de manifiesto con más relevancia; su imagen es diferenciable y
tangible y son las que tienen las formas más bellas.