Bustos, Ferrajoli, Bergalli, Baratta y Otros - Prevencion y Teoria de La Pena PDF
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TEORIA DE LA PENA
Juan Bustos Ramirez
Director
PREVENCION Y
TEORIA DE LA PENA
INDICE
Pr61ogo ......................................................................................................... . 17
1. Aspectos filos6ticos-juridicos.
2. Aspectos socioI6gicos-juridicos.
3. Aspectos ejecutivo-penales.
PROLOGO
En las ultimas tres decadas se ha producido una transformaci6n radical en la teoria del
sistema penal, mientras en toda la primera mitad de este sigl0 y parte de la segunda, la
preocupaci6n se centr6 en una discusi6n ontol6gica 0 categorial respecto a la teoria del
delito, en el ultimo tiempo el debate se ha centrado en tomo a las teorias de la pena.
El deli to, por tanto, no surge sobre la base de una determinada categoria como la
causalidad 0 la finalidad, sino a partir de una determinada concepci6n de la pena y en
definitiva entonces del poder y el control.
En tal sentido sobre todo parece especialmente relevante la discusi6n en tome a la teoria
de la prevenci6n general, dado que ella es la que ha demostrado una mayor capacidad de
rendimiento a la hora de configurar los diferentes elementos de la teoria del deli to. En
especial ha sido la Hamada prevenci6n general positiva, que ha desplazado a la prevenci6n
general negativa, la que ha permitido a la doctrina penal estructurar con mas precisi6n y
fundamento una nueva teoria del delito. Sin petjuicio que en la actualidad se discuta su
validez, en la medida que tiende a confundirse con la antigua teoria de la retribuci6n.
Es por eso que frente a las teorias preventivo generales surgen otras posiciones, con gran
influencia de la criminologia, que conducen a 10 que en forma general se ha abarcado con
la denominaci6n de derecho penal minimo.
INTRODUCCION
Introducci6n
Poder y control penal quedan asi tan perfectamente imbricados, que no es po-
sible concebir el derecho penal como un control mas, de caracter formalizado,
sino que se identifica derecho penal con poder y, por eso, la relaci6n se da
entre los demas controles y el derecho penal (el Poder). EI derecho penal apa-
rece como simbolo del poder y juega un rol puramente simb6lico (ajeno a la
utilidad).
LUIGI FERRAJOLI
(Universidad de Camerino
Muchos de los equfvocos que influyen sobre Jas discusiones te6ricas y filo-
soficas, en tomo a la ciasica pregunta de «<.por que castigar?», dependen, segun
mi opinion, de la frecuente conclusion que se genera entre los diversos signifi-
cad os que a ella se atribuyen, entre los diversos problemas que ella refleja y en-
tre los diversos niveles y universos de discursos a los cuales pertenecen las res-
puestas admitidas por aquella pregunta. Estos equivocos se manifiestan tambien
en el debate entre «abolicionistas» y «justificadores» del derecho penal, 10 cual
da lugar a incomprensiones teoricas que a menu do son interpretadas como disen-
timientos etico-politicos. Lo que es mas grave, ademas, es que ellas confieren a
las doctrinas justificadoras de la pen a unas funciones apologeticas y de apoyo al
derecho penal existente, por 10 cual las mismas doctrinas abolicionistas quedan
supeditadas en el plano metodo16gico. De tal forma, semejantes equivocos resul-
tan ser los responsables de ciertos proyectos y estrategias de una politica crimi-
nal conservadora 0 ut6picamente regresiva.
La tarea preliminar del analisis filos6fico- es entonces la de acIarar los dis-
tintos estatutos epistemol6gicos de los problemas reflejados por la pregunta «lpor
que castigar?», como asf mismo de sus diferentes soluciones. Para alcanzar estos
Las doctrinas normativas del fin y las teorias explicativas de la funci6n son
entre ellas asimetricas no s610 en el plano semantico y en el pragmatico, sino tam-
bien en el plano sintactico. Con base en la ley de Hume, en efecto, una tesis
prescriptiva no puede derivar de una tesis descriptiva, ni al contrario. De aqui
resulta que mientras las teorias explicativas no pueden ser favorecidas ni . des-
mentidas con argumentos normativos extraidos de elecciones 0 juicios de hlor
-sino s610 partiendo de la observaci6n y de la descripci6n de aqueUo que de
hecho sucede- las doctrinas normativas tampoco pueden favorecerse ni confutarse
con argumentos facti cas extraidos de la observaci6n empirica, sino s610 teniendo en
cuenta su conformidad 0 disconformidad con valores.
En un vicio ideol6gico simetrico a aquel que infIuyen muchas doctrinas de
justificaci6n de la pena incurren tam bien muchas doctrinas abolicionistas. Estas
contestan el fundamento axiol6gico de las primeras con el argumento asertivo de
que la pena no satisface en concreto los fines a ella atribuidos; por ejemplo, que
no previene los delitos, 0 no reeduca a los condenados 0 incluso tiene una fun-
ci6n crimin6gena opuesta a los fines indicados que la justifican. Semejantes cri-
ticas estan en principio viciadas a su vez por una falacia naturalista, siendo im-
posible derivar asi de argumentos asertivos tanto el rechazo como la aceptaci6n
de proposiciones prescriptivas. Hay un s610 caso en que dichas criticas son per-
tinentes y es cuando ell as argumentan tanto la no realizaci6n cuanto la imposibi-
lidad de constatar empiricamente el fin indicado como justificante. Piensese con
tal objeto en las doctrinas que asignan a la pena el fin retributivo de reparar el
delito realizado 0 bien el fin preventivo de impedir cualquier delito futuro; esto
EL DERECHO PENAL MiNIMO 29
es, que Ie atribuyen fines ostensiblemente inalcanzables. 3 Pero en este caso no nos
encontramos frente a doctrinas propiamente normativas, sino a ideologias viciadas
por una falacia normativista; ella asi, pues condicion de sentido de cualquier
norma es la posibilidad aleatoria de que ella sea observada (ademas de violada),4
siempre que se confirme que el fin prescripto no puede ser materialmente realizado
y, no obstante ello, se asuma la posible realizaci6n como criterio de justificacion.
Esto sup one que la tesis de la posible realizaci6n, contradietoria con la tesis em-
pi rica de la irrealizabilidad, ha sido derivada de la norma violando la ley de
Hume.
Mas alla de este caso, las doctrinas de justificacion del derecho penal no ad-
miten su critica solo porque el fin por ellas indicado como justificador no resulte
empiricamente satisfecho. La tesis de que tal fin no es realizado aunque sea rea-
lizable es una critiea que debe dirigirse al derecho penal y no a la doctrina nor-
mativa de justificaci6n; es decir, debe dirigirse contra las pnicticas punitivas -le-
gislativas y judiciales- en cuanto estas desatienden los fines que las justifican,
pero no a sus modelos justificadores.5 En resumen, dieha tesis se convierte en un
argumento que no va contra la doctrina de justificacion, sino contra la justifica-
cion misma. De tal manera, hemos llegado as! a la segunda distincion a que he
hecho alusion al comienzo, 0 sea a aquella que aparece entre los diversos niveles
de discurso sobre los cuales se colocan los discursos sobre la justificacion y los
discursos de justificacion 0 de no justificaci6n de la pena.
Los discursos sobre la justificacion (0 doctrinas de justificacion), son discursos
orientados a la argumentacion de criterios de aceptacion de los medios penales
en re!aci6n a los fines a ellos asignados. Los discursos de justificaci6n (0 justi-
ficaciones), estan en cambio orient ados a argumentar la adaptacion de los me-
dios pen ales en cuanto estos son reconocidos como funcionales a los fines que
se asumen como justificadores. Los primeros pertenecen a un nive! metalingiiis-
tieo respecto a aque! al cual pertenecen los segundos. En este sentido, mientras
las doctrinas de justificacion tienen como objeto las justificaciones mismas, es
decir, los fines justificadores del derecho penal y de las penas, son precisamente
las justificaciones (y las no justificaciones) las que tienen por objeto el mismo
derecho penal y las penas.
El defecto epistemologico del que adolecen habitualmente las justificaciones
de la pena sugeridas por las doctrinas de justificacion -y partieularmente por las
doctrinas utilitarias- consiste en la confusion que se genera entre los dos nive-
les de discurso que he diferenciado. A causa de esta confusion, las doctrinas
normativas de justificacion aparecen casi siempre presentadas directamente como
cada por fines extrapunitivos, sino por el valor intrinseco asociado a su aplicaci6n;
en este sentido la pena se configura como un bien en si y como un fin a si misma
en raz6n del valor intrinseco y no extrapenal que asimismo se atribuye a la
prohibici6n. En la base de estas concepciones de la pena existe siempre una
confusi6n entre derecho y moral. Esto se manifiesta en las doctrinas de deriva-
ci6n kantiana de la pena como «retribuci6n etica», justificada como el valor mo-
ral del imperativo violado y del castigo consecuentemente aplicado; tambien se
revela en las doctrinas de ascendencia hegeliana de la pena como «retribuci6n
juridica», justificada por la necesidad de reintegrar con una violencia opuesta al
delito el derecho violado, el cual, a su vez, es concebido como valor moral 0
«substancia etica».7 Pero, asimismo, puede constatarse en las doctrinas correc-
cionales de inspiraci6n cat6lica 0 positivista que tambien conciben el delito como
enfermedad moral 0 natural y la pena como «medicina» del alma 0 «tratamien-
to» terapeutico. En todos los casos el medio punitivo resulta identificado con el
fin, fientras la justificaci6n de la pena, definiendose como legitimaci6n moral
aprioristica e incondicionada, se reduce a una petici6n de principios. Estas doc-
trinas eticistas son consecuentemente ideologias en los dos sentidos ya ilustrados.
Las doctrinas retribucionistas son, precisamente, ideologias naturalistas, puesto
que valoran el cankter retributivo de la pena, que es un hecho, substituyendo la
motivaci6n con la justificaci6n 8 y asi deducen el deber ser del ser. Al contrario,
las doctrinas correccionales de la prevenci6n especial son ideologias normativis-
tas, dado que asignan a la pena un fin etico, asumiendolo aprioristicamente como
satisfecho no obstante que de hecho no se realice 0 quiza sea irrealizable; as! es
como estas doctrinas deducen el ser del deber ser.
Vn discurso totalmente diferente debe hacerse, en cambio, respecto de las
doctrinas utilitaristas de la prevenci6n general. De modo diferente a las retribu-
cionistas y a las correccionales, estas doctrinas tienen el merito de disociar los
medios penales, concebidos como males, de los fines extrapenales id6neos para
justificarles. Esta disociaci6n resulta ser una condici6n necesaria -aunque por
si sola insuficiente- para: a) consentir un equilibrio entre los costos represen-
tados por las penas V los daiios que estas tienen el fin de prevenir; b) impedir la
autojustificaci6n de los medios pen ales como consecuencia de la confusi6n entre
derecho y moral; y c) hacer posible la justificaci6n de las prohibiciones penales
antes que de las penas, sobre la base de finalidades externas a la pena y al dere-
cho penal.
EI utilitarismo -precisamente porque excluye las penas inutiles no justifi-
candolas con supuestas razones morales- es, en suma, el presupuesto de toda
doctrina racional de justificaci6n de la pen a y tambien de los limites de la po-
testad punitiva del Estado. f:ste es el motivo por el cual dicho utilitarismo ha
resultado ser un elemento constante de la tradici6n penalista laica y liberal que
se ha desarrollado por obra del pensamiento dominante en los siglos XVII y XVIII,
7. Sobre la misma confusion entre derecho y moral, en la que incurren las doctrinas
de la retribucion etica y las de la retribucion juridica, dr. M. A. CATTANEO (1978, 16-17).
8. A. ROSS (1972, 76-79). Una critica amiloga ha sido desarrollada por H. L. A. HART
(1968, 4, 8-13), segun la cual las doctrinas retribucionistas confunden entre ellos dos pro-
blemas completamente diversos: el problema del «fin justificante de la pena», que no puede
ser sino utiJitario y mirar hacia el futuro, y el de su «distribuci6n», que no puede mas que
concretarse sobre bases retributivas y, por 10 tanto, mirar al pasado.
EL DERECHO PENAL MiNIMO 33
el cual echo las bases del Estado de derecho y del derecho penal moderno. Desde
Grozio, Hobbes, Locke, Puffendorf y Thomasius hasta Montesquieu, Beccaria,
Voltaire, Filangieri, Bentham y Pagano, todo el pensamiento penal reformador
esta de acuerdo en considerar que las aflicciones pen ales son precios necesarios
para impedir dafios mayores a los ciudadanos, y no constituyen homenajes gra-
tuitos a la etica 0 a la religion 0 al sentimiento de venganza.
En cuanto necesario, el utilitarismo no es, sin embargo, un presupuesto de
por S1 suficiente para fundamentar, en el plan metaetico, aquellos criterios de
justificacion idoneos no solo para legitimar la pena, sino tam bien para des leg i-
timarla, aun cuando ellos no resulten satisfechos. lEn que consisten, en efecto,
las utilidades procuradas y/ 0 los dafios ocasionados por el derecho penal? l Quie-
nes son los sujetos a cuyas utilidades se hace referencia? De las respuestas a estas
preguntas es que depende la posibilidad de adecuar a las utilidades identificadas
como fin los costos representados por las penas y, en consecuencia, asi poder
establecer los Hmites y las condiciones en ausencia de los cuales la pena resulta-
ria injustificada.
Segun mi opinion, el utilitarismo penal es, en principio, una doctrina am-
bivalente. De el, logicamente, se pueden extraer dos versiones, segun el tipo de
fin asignado a la pena y al derecho penal. Una primera version es aquella que
compara el fin can la maxima utilidad posible que pueda asegurarse a la mayoria
de los no desviados. Una segunda version es la que parangona el fin con el mi-
nimo sufrimiento necesario a infligirse a la minoria de los desviados. La primera
version relaciona el fin (unicamente) con los intereses de seguridad social, dife-
rentes de aquellos que pertenecen a los sujetos a quienes les es apIicada la pena,
y hace entonces imposible la comparacion entre costos y beneficios. La segunda
relaciona en cambio el fin (tambien) con los intereses de los mismos destinatarios
de la pena -quienes en ausencia de esta podrian sufrir mayores males extra-
penales- y permite: entonces la comparacion entre ellos y los medios penales
adoptados. Ademas, mientras la primera version no esta en condiciones de exigir
ningun limite ni garantia a la intervencion punitiva del Estado, la segunda es
una doctrina de los limites del derecho penal, del cual acepta su justificacion,
solo si sus intervenciones se reducen al minimo necesario. Resulta a todas luces
evidente que si el fin es la maxima seguridad social alcanzable contra la repe-
ticion de futuros delitos, ella servira para legitimar aprioristicamente los maxi-
mos medios. Asi ocurre con las penas mas severas, comprendida la pena de
muerte; los procedimientos mas antigarantistas, comprendidas la tortura y las
medidas de poIicia mas antiliberales e invadientes. Logicamente entonces, el uti-
litarismo, entendido en este sentido, no garantiza en ningun modo contra el
arbitrio potestativo. Al contrario, si el fin es el minimo de sufrimiento necesario
para la prevencion de males futuros, estarari justificados unicamente los medios
minimos, es decir, el minimo de las penas como tambien de las prohibiciones.
Hare otras precisiones sobre el modelo de justificacion con base en esta se-
gunda posible version del utilitarismo penal. Resalto, entretanto, que toda la tra-
dicion penal utilitarista esta casi integramente informada en la primera de las
dos versiones del principio de utilidad antes diferenciadas. Existen, es verdad, en
el pensamiento iluminista, algunos enunciados generales tambien de la primera
version. «Toute peine qui ne derive pas de la necessite est tyrannique», escribe
34 LUIGI FERRAJOLI
Montesquieu.9 «Fu dunque la necessitb, dice Beccaria; «che costrince gli uomi-
ni a cedere parte della propria liberta: egli e adunque certo che ciascuno non ne
vuol mettere nel pubblico deposito che la minima porzion possibile, quella sola
che basti ad indurre gli altri a difenderlo. L'aggregato di queste minimi porzioni
possibili forma il diritto di punire: tutto il piu e abuso e non giustizia, e fatto, rna
non gia diritto».l0 Tambien Bentham,u Romagnosi 11, y Carmignani 13 aluden repe-
tidamente a la «necesidad» como criterio de justificaci6n de la pena.14 Estas
indicaciones, valiosas pero embrionales, seran luego abandonadas por las doctri-
nas utilitaristas del XIX, las cuales se orientaron segun modelos correccionalistas
e intimidacionistas de derecho penal maximo 0 ilimitado. Por otra parte, estas
doctrinas fueron asimismo rebatidas por la misma concepci6n iluminista del prin-
cipio de utilidad penal, identificado concordemente -;Jor Beccaria 15 y Bent-
ham 16_ con el criterio mayoritario y tendencialmente iliberal de la «maxima
felicidad dividida entre el mayor numero».
Coherentemente con este criterio -que refleja perfectamente la primera de
las dos versiones del utilitarismo penal antes aludidas- toda las doctrinas utili-
taristas han siempre atribuido a la pen a el unico fin de la prevenci6n de los deli-
tos futuros, protegiendo la mayoria no desviada, y no el de la prevenci6n de los
castigos arbitrarios 0 excesivos, tutelando la minoria de los desviados y de todos
aquellos considerados en esta categoria. Ello ha llevado a justificar su calificaci6n
indiferenciada como doctrinas de la «defensa social» en sentido amplio.!1 Todas
las finalidades que confusa 0 variadamente han sido indicadas por el utilitarismo
penal clasico como justificaciones de la pena, se relacionan efectivamente con la
prevenci6n de los delitos; asi ocurre con la neutralizaci6n 0 correcci6n de los
delincuentes, con la disuasi6n de todas las personas para que no cometan deli-
tos mediante el ejemplo de la pena 0 su amenaza legal, con la integraci6n disci-
plinaria de unos y de otros por medio de la reafirmaci6n de los valores juridicos
lesionados, etc.
La asimetria entre fines justificadores -que atafien a los no desviados y a
los medios justificados-, los cuales lesionan el interes de los desviados, trans-
forma por 10 tanto en inconmensurables los medios presupuestados y los fines
perseguidos y, a su vez, convierte en arbitraria la justificaci6n de los primeros a
traves de los segundos. Es por esta raz6n que todas las doctrinas de la preven-
ci6n de los delitos sirven para ser utilizadas como criterios de justificaci6n ideo-
16gica, por defecto del segundo tipo de requisitos metaeticos antes establecidos.
Es posible, ademas, agregar otras dos consideraciones. Tales ju~tificaciones no
requieren ser compartidas por quienes sufren las penas; en contraste, pueden ser
Ha sido visto en el panigrafo precedente que el limite comun a todas las doc-
trinas utilitaristas es la asuncion, como fin de la pena, de la sola prevencion
de «delitos similares» 24 respecto del delincuente y de los otros ciudadanos. Esta
concepcion del fin hace. del moderno utilitarismo penal un utilitarismo dividido,
que observa solamente la maxima utilidad de la mayorfa y consecuentemente se
expone a tentaciones de autolegitimacion y a involuciones autoritarias hacia mo-
delos de derecho penal maximo. Se comprende que un fin semejante no esta
en condiciones de dictar algun limite maximo, sino unicame:1te el limite minima
por debajo del cual ese fin no es adecuadamente realizable y la sancion no es
mas una «pena» sino una «tasa». Lo que mas cuenta ademas, en el plano me-
taetico, es que los medios penales y los fines extrapenales resultan heterogeneos
entre ellos y no comparables; atendiendo a sujetos diferentes, los males represen-
tados por los primeros no son, en efecto, comparables, ni eticamente justificables,
con los bienes representados por los segundos.
Para obviar estos defectos y para fundamentar una adecuada doctrina de la
justificacion y tambien de los limites del derecho penal, es entonces necesario
recurrir a un segundo parametro utilitario: mas alla del maximo bienestar posi-
ble para los no desviados, hay que alcanzar tambien el minimo malestar necesario
de los desviados. Este segundo panimetro seiiala un segundo fin justificador, cual
es: el de la prevencion, mas que de los delitos, de otro tipo de mal, antitetico
al delito que habitualmente es olvidado tanto por las doctrinas justificacionistas
como por las abolicionistas. Se alude aquf a la mayor reaccion (informal, salvaje,
espontanea, arbitraria, punitiva pero no penal) que en ausencia de penas mani-
festaria la parte of end ida 0 ciertas fuerzas sociales e institucionales con ella soli-
darias. Creo que evitar este otro mal, del cua! seria victima el delincuente, re-
presenta el fin primario del derecho penal. Entiendo decir con ello que la pen a
no sirve unicamente para prevenir los injustos delitos, sino tambien los injustos
castigos; la pen a no es amenazada e infligida ne peccetur, tambien 10 es ne pu-
nietur; no tutela solamente la persona ofend ida por el delito, del mismo modo
protege al delincuente de las reacciones informales, publicas 0 privadas. En esta
perspectiva la «pena minima necesaria» de la cual hablaron los iluministas no es
unicamente un medio, es ella misma un fin: el fin de la minimizaci6n de la reacci6n
violenta contra el delito. Este fin, entonces, a diferencia del de la prevencion de
los delitos, es tambien idoneo para indicar -por su homogeneidad con el media-
el limite maximo de la pena por encima del cual no se justifica la substitucion de
las pen as informales.
Una concepcion semejante del fin de la pena no es extraiia a la tradicion
iluminista, pero es dentro de ella donde se confunde con la teoria explicativa
acerca del origen y de la funcion historica de la pena. Segun una idea amplia-
mente difundida y de clara derivaci6n jusnaturalista pero tam bien contractualista,
la pena es primero el producto de la socializacion y segundo el de la estatalizacion
de la venganza privada, concebida a su vez como expresi6n del derecho natural
«de defensa» que pertenece a cada hombre para su conservacion en v< estado de
naturaleza. 25 Empero, es sobre esta idea que se ha basado a menu do la tesis de la
24. La expresi6n es de J. BENTHAM (1840a, 133): «Le but principal des peines c'est
de prevenir des delits semblables». Cfr. tam bien J. BENTHAM (1840b, 9).
25. «Homini competit jus puniendi eum qui ipsum laesit», escribe C. WOLFF (1751,
§ 93). Antes aun era LOCKE quien indicaba en el «jus punitionis» el contenido del «dere·
38 LUIGI FERRAIOLI
continuidad historica y teorica entre pena y venganza. Esta situacion indica cIa-
ramente un paralogismo, en el cual no solo han caido muchos retribucionistas,
sino tambien ot1'OS tantos utilitaristas -de Filangieri 26 a Romagnosi 'E1 y de Carra-
ra 28 a Enrico Ferri 29_, todos los cuales han concebido y justificado el derecho
penal como derecho (no mas natural sino positivo) de de/ensa a traves del que
se habria desarrollado y perfeccionado el derecho natural de de/ensa individual.
Esta tesis debe rechazarse. En efecto, el derecho penal no nace como nega-
cion de la venganza sino como desarrollo, no como continuidad sino como dis-
continuidad y en conflicto con ella; y se justifica no ya con el fin de asegurarla,
sino con el de impedirla. Es verdad que la pena, historicamente, substituye a la
venganza privada. Pero esta substitucion no es ni explicable historicamente ni
tanto menos justificable axiologicamente con el fin de mejor satisfacer el deseo
de venganza; por el contrario, solo se puede justificar con el fin de poner remedio
y de prevenir las manifestaciones. En este sentido es posible decir que la historia
del derecho penal y de la pen a puede ser leida como la historia de una larga
lucha contra la venganza. El primer paso de esta historia se da cuando la ven-
ganza fue regulada como derecho-deber privado, superando a la parte ofend ida
y a su grupo parental segun los principios de la venganza de la sangre y la ley
del talion. El segundo paso, mucho mas decisivo, se marco cuando se produjo
una disociacion entre el juez y la parte ofend ida , de modo que la justicia pri-
vada -los dueios, los linchamientos, las ejecuciones sumarias, los ajustes de
cuentas- fue no solo dejada sin tutela sino tambien prohibida. El derecho penal
nace precisamente en este momento, 0 sea cuando la relacion bilateral parte ofen-
dida/ofensor es substituida por una relacion trilateral, que ve en tercera posicion
o como imparcial a una autoridad judicial. Es por esto que cada vez que un juez
aparece animado por sentimientos de venganza, 0 parciales, 0 de defensa social,
o bien el Estado deja un espacio a la justicia sumaria de los particulares, quiere
decir que el derecho penal regresa a un estado salvaje, anterior al nacimiento de
la civilizacion.
Esto no significa, naturalmente, que el fin de la prevenci6n general de los
delitos no constituya una finalidad esencial del derecho penal. Significa mas bien
que el derecho penal esta dirigido a cumplir una doble fun cion preventiva, una
como otra negativa, 0 sea a la prevencion de los delitos y a la prevencion gene-
ral de las penas privadas 0 arbitrarias 0 desproporcionadas. La primera funcion
indica el limite minimo, la segunda el limite maximo de las penas. De los dos
fines, el segundo, a menudo abandonado, es sin embargo el mas importante. Esto
es asi pues, mientras es indudable la idoneidad del derecho penal para satis-
facer eficazmente al primero -no pudiendose desconocer las complejas razones
sociales, psicologicas y culturales, no ciertamente neutralizables con el unico temor
de las penas- es en cambio mucho mas cierta su idoneidad, ademas que su ne-
cesidad, para satisfacer el segundo, aun cuando se haga con pen as modestas y
poco mas que simbolicas.
cho de defensa» que Ie corresponde a cada hombre en el estado de naturaleza para la propia
autoconservaci6n (J. LOCKE, 1968, 243-247).
26. FILANGIERI, 1841, Lib. III, P. II, cap. XXVI, 502504.
27. ROMAGNOSI, 1834, §§ 243-262, 94 Y 55.
28. CARRARA, 1907, P. Gen., §§ 598-612, 572 Y 55.
29. FERRI, 1900, 501 Y 55.
EL DERECHO PENAL MiNIMO 39
EI fin general del derecho penal, tal como resulta de la doble finalidad pre-
ventiva recien ilustrada, consiste entonces en impedir la raz6n construida, 0 sea
en la minimizacion de la violencia en la sociedad. Es raz6n construida el delito.
Es razon construida la venganza. En ambos casos se verifica un conflicto violento
resuelto par la fuerza; porIa fuerza del delincuente en el primer caso, por la de
la parte ofendida en el segundo. Mas la fuerza es en las dos situaciones casi arbi-
traria e incontrolada; pero no solo, como es obvio, en la ofens a , sino tambien
en la venganza, que por naturaleza es incierta, desproporcionada, no regulada,
dirigida a veces contra el inocente. La ley penal esta dirigida a minimizar esta
doble violencia, previniendo mediante su parte punitiva la raz6n construida, ex-
presada por la venganza 0 por otras posibles razones informales.
Es claro que, entendido de esta manera, el fin del derecho penal no puede
reducirse a la mera defensa social de los intereses constituidos contra la amenaza
representada por los delitos. Dicho fin supone mas bien la protecci6n del debil
contra el mas fuerte, tanto del debil ofen dido 0 amenazado por el deli to , como
del debil ofen dido 0 amenazado por las venganzas; contra el mas fuerte, que en
el deli to es el delincuente y en la venganza es la parte of end ida 0 los sujetos con
ella solidarios. Precisamente -monopolizando la fuerza, delimitando los presu-
puestos y las modalidades e impidiendo el ejercicio arbitrario por parte de los
sujetos no autorizados- la prohibici6n y la amenaza de las penas protegen a los
reos contra las venganzas u otras reacciones mas severas. En ambos aspectos la
ley penal se justifica en cuanto ley del mas debit, orientada hacia la tutela de sus
derechos contra las violencias arbitrarias del mas fuerte. De este modo, los dere-
chos fundamentales constituyen precisamente los parametros que definen los am-
bitos y los Iimites como bienes, los cuales no se justifica ofender ni con los deli-
tos ni con las puniciones.
Yo creo que solo concibiendo de esta manera el fin del derecho penal es
posible formular una adecuada doctrina de justificacion, como asimismo de los
vinculos y de los limites -y por 10 tanto de los criterios de deslegitimaci6n-
de la potestasf punitiva del Estado. Un sistema penal -puede decirse- esta
justificado unicamente si la suma de las violencias -delitos, venganzas y puni-
ciones arbitrarias- que el puede prevenir, es superior a la de las violencias cons-
tituidas por los deJitos no prevenidos y por las penas para ellos conminadas. Na-
turalmente, un calculo de este genero es imposible. Se puede decir, no obstante,
que la pena esta justificada como mal menor -esto es, s610 si es menor, 0 sea
menos afiictiva y menos arbitraria- respecto a otras reacciones no juridicas y
mas en general, que el monopolio estatal de la potestad punitiva esta tanto mas
justificado cuanto mas bajos son los costos del derecho penal respecto a los costos
de la anarquia punitiva.
Nuestro modelo normativo de justificaci6n satisface por 10 tanto todas las
condiciones de adecuaci6n etica y de consistencia 16gica requeridas para el plano
metaetico en el parrafo 2. En primer lugar, orientando el derecho penal hacia
el unico fin de la prevenci6n general negativa -de las pen as (informales) ade-
mas que de los delitos-, se excluye la confusi6n del derecho penal con la moral
que distingue las doctrinas retribucionistas y las correccionalistas; asimismo, en-
40 LUIGI FERRAJOLl
tiza -con la libertad fisica de infringir la ley a costa de las penas- la liber-
tad de todos. Es efectivamente evidente que la prohibicion v la represion penal
producen restricciones de la libertad, incomparablemente menores respecto de aque-
lias que sedan necesarias, para el mismo fin, con la sola prevencion policial,
quiza completandose esta por la prevencion especial. Esto ocurre, ya porque la
represion de los comportamientos prohibidos ataca unicamente la libertad de los
delincuentes, mientras la prevencion policial va contra la libertad de todos; ya
porque la una interviene solamente ex post, en presencia de hechos predetermi-
nados, mientras la otra interviene ex ante, en presencia del unico peligro de deli-
tos futuros que puede ser inducido de indicios indeterminados e indeterminables
normativamente.
Mas el derecho penal no garantiza solamente la libertad fisica u objetiva de
delinquir y de no delinquir. ~l garantiza tambien la libertad moral 0 subjetiva
que, en cambio, es impedida por la tercera alternativa abolicionista, la del control
social-disciplinario, basado sobre la interiorizacion de la represion y sobre el
temor de las censuras colectivas informales, antes que de las penas, las cuales
pueden ser paralizadoras de las sanciones formales. «La sancion penal -escribe
Filangieri- es aquella parte de la ley con la cual se ofrece al ciudadano la elec-
cion 0 el incumplimiento de un deber social 0 la perdida de un derecho social»;
es decir ,«un freno desagradable opuesto a la "pasion innata"» que «la sociedad
no puede destruir»,30 y no un medio de homologacion de las conciencias y de
destruccion 0 normalizacion disciplinaria de las pasiones y de los deseos. Al mis-
mo tiempo, respecto a las invasiones de los con troles sociales inform ales , la pena
formalizada garantiza el respeto de la persona, protegiendola contra pretensiones
de socializarla coactivamente y de estigmas y censuras morales. Como tal, ella
es tina alternativa a las penas infamantes premodernas -la «gogna» (antigua
pena que consistia en estrechar un collar de hierro al cuello de los condenados
expuestos al ludibrio publico), la exposicion frente al publico con un cartel apli-
cado al pecho 0 a la espalda y similares- dirigidas esencialmente a humillar al
culpable provocando la reprobacion social. Pero, asimismo, corresponde tambien
por este aspecto a un momento iluminista que se inscribe en el proceso de laici-
zacion del derecho penal moderno. «Hay una categoria de penas -escribia Hum-
boldt- que debe ria ser absolutamente abolida; hablo de la marca de infamia.
EI honor de un hombre, la estima que a su respeto pueden tener sus conciuda-
danos, no caen bajo la autoridad del Estado.» 31 «Terminada la pena -afirmo
todavia mas radicalmente Morelly en su Code de la Nature- estara prohibido
a cada ciudadano hacer el minima rep roche a la persona que la ha descontado
o a sus parientes, de informar las personas que la ignoran y asimismo demostrar
el minimo desprecio por los culpables, en su presencia y ausencia, bajo pena de
sufrir el mismo castigo.» 32
Si con relacion a las alternativas abolicionistas representadas como sistemas
disciplinarios, las formas juridicas de la prohibicion y de la pena se justifican
como tecnicas de control que maximizan la libertad de todos, es con respecto a
las alternativas representadas por los sistemas salvajes que elIas se justifican
como tecnicas, las cuales, compatiblemente con las libertades, maXlmlzan la se-
guridad de la generalidad y antes todavia la de los delincuentes. El fin primario
del derecho penal, se ha dicho, es el de impedir 0 prevenir las reacciones infor-
males al delito. Este fin se articula a su vez en dos finalidades: la prevencion
general de la venganza privada, individual y colectiva, tal como se expresa en la
venganza de la sangre, en la razon construida, en el linchamiento, en la represalia
y similares; y la prevenci6n general de la venganza publica que seria cumplida,'
en ausencia de derecho penal, por los poderes soberanos de tipo absoluto y des-
potico no regulados ni limitados por normas y por garantias. De estos dos sistemas
punitivos, que he denominado «salvajes», el primero pertenece a una fase pri-
mordial de nuestra historia, aun cuando no debe descuidarse su reaparicion en
fen6menos modernos como las policias privadas, las escuadras de vigilantes, las
justicias penales domesticas y, en general, la relativa anarquia y autonomia pun i-
tiva presente en las zonas sociales marginadas 0 perifericas tam bien de los paises
evolucionados. El segundo, aunque correspondiendo a ordenamientos arcaicos de
tipo prepenal, es virtualmente inherente a to do momento de crisis del derecho
penal, a las que este retrocede siempre que se debilitan los vinculos garantistas
del poder punitivo y se amplian sus espacios de arbitrio.
Si se consideran las alternativas conformadas por estas cuatro formas de re-
presion incontrolada y oculta, se hace evidente el fin justificante del derecho
penal como sistema racional de minimizaci6n de la violencia y del arbitrio puni-
tivo y de maximizacion de la libertad y de la seguridad de los ciudadanos. El
abolicionismo penal -cualesquiera que: sean los intentos libertarios y humanita-
rios que pueden animarlo-- se configura, en consecuencia, como una utopia re-
gresiva que presenta, sobre el presupuesto ilusorio de una sociedad buena 0 de
un Estado bueno, modelos de hechos desregulados 0 autorregulados de vigilancia
y / 0 punicion, con relacion a los cuales es el derecho penal -tal como ha sido
fatigosamente concebido con su complejo sistema de garantias por el pensamiento
juridico iluminista- el que constituye, historica y axiologicamente, una altern a-
tiva progresista.
del derecho penal vuelve a adquirir hoy el sentido originario que tuvo en la edad
del iIuminismo, cuando fueron puestos en cuestion los ordenamientos desp6ticos
del antiguo regimen. De tal manera, el asunto se identifica con el problema de
las garantfas pen ales y procesales, 0 sea, de las tecnicas normativas mas id6neas
para minimizar la violencia punitiva y para maxi mizar la tutela de los dereehos
de todos los ciudadanos, tanto de los desviados como de los no desviados, to do
10 cual constituye, precisamente, los fines -nunca perfectamente realizables, de
hecho ampliamente irrealizados y sin embargo no del todo irrealizables- que
por sf solos justifican el derecho penal.
34. Vease el terrible panorama hist6rico del derecho penal premodemo descripto por
M. A. VACCARO (1908) cuando polemiza con la Scuola Positiva de la defensa social.
EL DERECHO PENAL MINIMO 47
BIBLIOGRAFIA
35. MONTESQUIEU, 1822, Liv. VI, ch. IX, t. II, 295 Y 55,
48 LUIGI FERRAIOLI
II
1. Las respuestas que se han dado a esta cuesti6n han pasado por dis tin-
tas fases, bien conocidas, desde los origenes del derecho penal contemporaneo.
A principios del siglo XIX predominaban concepciones preventivo-generales, como
las de Feuerbach, Filangieri y Bentham, junto a posiciones retribucionistas como
la de Kant. Los hegelianos insistieron, mas avanzado el siglo, en la retribucion.
Aparecio luego la nueva direccion del positivismo naturalista en favor de la
prevencion especial. La «lucha de escuelas» que ella motivo entre los partida-
rios de la pena retributiva y los prevencionistas se resolvio mediante un compro-
miso por las teorias eclecticas, que combinaron con distintos matices la retribu-
ci6n, la prevenci6n general y la prevenci6n especial. Pero el compromiso supo-
nia la renuncia al punto de partida que servia de fundamento a una verdadera
concepcion retributiva: suponia dejar de considerar a la pena como una exigen-
cia etica de justicia, pues, ciertamente, la justicia no admite componendas deri-
vadas de la utilidad social. Era facil dar el paso siguiente y trasladar el centro
de gravedad a la prevencion, de la que la retribucion seria s6lo un limite maxi-
mo y/o minimo. Se llega, asi, al modelo de un derecho penal entendido al ser-
50 SANTIAGO MIR PUiG
vicio de la funci6n de prevenci6n, aunque Iimitada esta por las ideas de propor-
cionaIidad y / 0 culpabilidad. La f6rmula, sintetica como la del Estado social y
democratico de derecho y coherente con esta, pretende conciliar la necesidad de
protecci6n de la sociedad a traves de la prevenci6n juridico-penal, por una parte,
y la conveniencia de someter dicha intervencion preventiva a ciertos limites, de-
rivados en parte de la consideraci6n del individuo v no s610 de la colectividad.
Ahora bien, este planteamiento entrafia la admisi6n de una relacion de ten-
si6n entre principios que se acepta que puedan resultar contradictorios. Se reco-
noce la posibilidad de las llamadas «antinomias de los fines de la pena». Segun
ello, 10 que puede resultar aconsejable para la prevenci6n general puede oponer-
se a 10 exigible por el principio de culpabilidad 0 por el de proporcionalidad, y
ambas cosas, a su vez, pueden entrar en colisi6n con las necesidades de preven-
ci6n especial. Ello supone conflictos tanto en el momento de la conminaci6n pe-
nal por parte de la ley, como en las fases de determinaci6n judicial y determina-
ci6n penitenciaria de la pena. Para evitar 0 limitar estas antinomias y conflictos,
en los ultimos ailos se viene proponiendo, por distintos caminos, la doctrina de
la «prevencion general positiva». A ella dedicaremos nuestra atencion.
Antes de analizarla afiadiremos que tambien ha contribuido a su difusi6n
la llamada «crisis de la resocializacion». OItimamente ha ido desvaneciendose el
optimismo que se extendi6 durante los afios cincuenta y sesenta ante las posibi-
lidades de un tratamiento penitenciario individualizado. Es cuestionable la efi-
cacia del tratamiento en condiciones de privaci6n de libertad, como 10 prueban
los altos indices de reincidencia; pero tambien se advierten los peligros que su-
pondria para las garantias individuales una ideologfa del tratamiento llevada al
extremo. Aunque en general ello no ha determinado a renunciar por completo
a la funci6n de prevenci6n especial, sf que ha puesto en entredicho su capacidad
para ofrecer una fundamentaci6n general del derecho penal. Como, entretanto,
la concepcion retributiva ha ido retrocediendo frente al cometido de proteccion
social que hoy se atribuye al Estado, es comprensible que se vuelva la vista a la
prevenci6n general.!
1. Sobre esta eyojuci6n, HASSEMER, 1979, pp. 34 Y s.; ZIPF, 1980, pp. 84 Y s.
2. Cfr. HASSEMf::R, 1982, p. 137.
3. Cfr. JAKOBS, 1983, p. 7.
FUNCI6N FUNDAMENTADORA Y FUNCI6N LIMITADORA 51
III
tud interna frente al derecho. Ello supone una mision que amplia el ambito de
incidencia que se considera legitimo para el derecho penal.
Welzel no considero esta funcion etico-social del derecho penal como inte-
grante de la prevencion general, sino como vinculada a la «retribucion justa».9
Sin embargo, es evidente el caracter preventivo con que aquel autor defiende la
mencionada funcion etico- social. Por de pronto, dicha funcion persigue preve-
nir la destruccion 0 puesta en peligro de la conciencia etico-social y la actitud
jurfdica de los ciudadanos; ademas, la proteccion de estos valores se considera
por Welzel la mejor forma de prevenir a largo plazo la lesion de los bienes ju-
rfdicos. 1O De ahi que este planteamiento pueda y deb a verse como una concepcion
preventivo-general. En este sentido se manifiestan Armin Kaufmann v Hassemer.
El primero -cuya reciente muerte aun nos conmueve- entiende la fun-
cion etico-social que Welzel atribuia al derecho penal como «aspecto positivo
de la prevencion general», y la caracteriz3 como «socializacion dirigida a una
actitud fiel al derecho». Destaca en elias tres componentes: una informativa de
10 que esta prohibido, otra de mantenimiento de la «confianza en la capacidad
del orden juridico de permanecer e imponerse», y una tercera de creacion y for-
talecimiento de una permanente actitud interna de fidelidad al derecho.ll Ahora
bien, Armin Kaufmann no trata de sustituir la retribucion justa por esta preven-
cion positiva, sino que cree que aquella es presupuesto de esta. 12
Tambien Hassemer entiende que la concepcion welzeliana de la mision eti-
co-social del derecho pena! supone «una descripcion precisa de 10 que se puede
denominar prevencion general» 0 «positiva».13 Sin embargo, este autor atribuye
a este concepto de prevencion una funcion Iimitadora de la intervencion penal
que distingue su posicion de las hasta ahora contempladas. Luego analizaremos
mas detenidamente su concepcion.
9. Cfr. WELZEL. op. cit.. pp. 241 Y s. Del mismo modo. MAURACH, 1971, p. 77,
que considera que la sola retribuci6n es la que mejor asegura el mantenimeinto del orden
juridico y la impresi6n de inviolabilidad del derecho.
10. Cfr. WELZEL, op. cit., pp. 4, 5 y s.
11. Cfr. ARMIN KAUFMANN, 1982, p. 127.
12. Cfr. ARMIN KAUFMANN, op. cit., p. 128.
13. Cfr. HASSEMER, 1982, cit., p. 126, nota 33.
14. Cfr. BARATTA. 1984, p. 534.
FUNCI6N FUNDAMENTADORA Y FUNCI6N LIMITADORA 53
2. Las posiciones examinadas hasta aquf, desde Welzel hasta Jakobs, bus-
can en la ahora llamada prevenci6n general positiva /undamentar 1a intervencion
del derecho penal. Asf entendida, la prevenci6n general positiva permite e in-
cluso obliga a utilizar la pena aunque no 10 exija la inmediata protecci6n de los
bienes juridicos a traves de la prevenci6n general tradicional (como intimidaci6n)
ni de la prevenci6n especial. Sucede algo parecido a 10 que supone la admision
de la exigencia de retribuci6n aunque no resulte necesaria para la prevenci6n
general ni especial en sentido clasico. En Jakobs, ademas, como veremos, desa-
parecen los lfmites materiales que debfa respetar la concepci6n tradicional de la
retribucion al vaciar al delito de contenido intrinseco y definirlo como funcion
de la norma, cualquiera que esta sea. Existe, sin embargo, otro sector doctrinal
que defiende la prevenci6n general positiva en un sentido limitador de la inter-
vencion penal. Mencionaremos los ejemplos de Hassemer, Zipf y Roxin.
En su trabajo sobre prevenci6n general y medici6n de la pena, publicado en
1979, Hassemer ponia de manifiesto las dificultades de comprobaci6n empirica
de la eficacia de la intimidaci6n penal como forma clasica de prevenci6n gene-
ral. En ello veia una razon que favorecfa Ia tendencia a preferir la prevenci6n
general positiva. Sin embargo, advertia que no cabia tampoco comprobar empi-
ricamente si la con creta fijaci6n de 1a pena sirve de efectivo apoyo a las normas
sociales. Hasta tanto dicha comprobaci6n no fuera posible, Hassemer no consi-
deraba lfcita la agravaci6n de la pena en el caso concreto en base a hipoteticas
IV
BIBLIOGRAFfA
WOLF PAUL
(Universidad de Frankfurt a.M.)
2. Los pocos intentos de describir la historia del derecho penal, no solo como la histo-
ria de las teorias, normas, formas e instituciones, sino como historia social. considerados
debidamente como los pioneros en el campo del derecho penal. son, por ejemplo, los de
GEORG RUSCHE y OTTO KIRCHHEIMER, Punishment and Social Structure, Nueva
York, 1939; MICHEL FOUCAULT, Surveiller et Punir. La naissance de la prision, Paris,
1975; DAVID F. GREENBERG, Crime and Capitalism, Palo Alto, 1981; DARIO MELOSSI/
MASSIMO PAVARINI, The Prison and the Factory, Lorklres, 1981.
3. Cfr. especialmente: EI manifiesto filosofico de la Escuela Historica del Derecho,
1842; tambil~n La Ideologfa Alemana, 1846. La {rase conocida de Marx: «Es gibt keine
Geschichte des Rechts», habia ya denunciado eI dilema del acatamiento historicista. Cfr. al
respecto WOLF PAUL, Marx versus Savigny, en: Anales de la Catedra Francisco Suarez,
n.· 18-19 (1978/79), del mismo, i,Existe la teoria marxista del Derecho?, en: Sistema, n.· 33
(1979).
4. Cfr. en general para ello JORGEN HABERMAS, Oberlegungen zum evolutioniiren
Stellenwert des modern en Rechts, en: Zur Rekonstruktion des Historischen Materialismus,
Frankfurt a.M., 1976, pp. 260 y 55.; adicionalmente HERMANN KLENNER, Anfang und
Ende des blirgerlichen Naturrechts, en: Vom Recht der Natur zur Natur des Rechts, Berlin,
1984, pp. 15 Y 55.
5. Para las dificultades metodicas con la pregunta, por que se producen cam bios en de-
recho penal: GERD H. WACHTER, Der doppelte Charakter des Strafrechts Okonomie,
Repression und Ideologie in der Theorie des Strafrechts, en: Kritische Justiz, 1984,
pp. 161 y ss.
ESPLENDOR Y MISERIA DE LAS TEORfAS I'REVENTIVAS DE LA PENA 61
Luego, l.podria decirse que los fiIosofos del derecho europeos solo han inter-
pretado el derecho penal de manera diferente pero que no 10 han cambiado?
II
La respuesta a este interrogante de can1cter teo rico marxista podria ser for-
mulada retrospectivamente en el desarrollo del derecho penal moderno: los teo-
ricos de la pena no solo han interpretado la pena de manera diferente, sino que
tambien han iniciado cambios especfficos. El llamado «moderno» discurso sobre
las teorias de la pena en el que han participado decisivamente tambien los krau-
sistas y correccionalistas espafioles,9 reflejan en este sentido, a pesar de la inmo-
vilidad de los principios de que parten sus pensamientos, una nueva dimension.
Esta nueva dimension consiste en que la discus ion sobre las teorias de la pen a
ya no se considera tanto como un problema teorico y filosofico-argumentativo,
sino que se dirige expresamente a la praxis del derecho penal. La praxis se con-
vierte asi en la prueba de la teoria. A traves de la praxis debe ser demostrada
la postulada racionalidad de la pena, su verdad, es decir, su realidad y poder, su
capacidad de fundamentacion real. La efectividad de la pena respecto a la rea-
lizacion del objetivo, se convertini en el criterio de fundamentacion y justificacion
de Ia pena. Finalmente, por la intervencion de Franz von Liszt y de su «escuela
moderna», la «praxis» sera la condicion constitutiva de la validez de las teorias
de la pena.lO La experiencia decidira sobre la comprension racionaI de la pena.
EI mismo von Liszt II demostr6 hasta que punto la inclusion sistematica de
la praxis empirica en el discurso sobre las teorias de la pena produjo una nueva
dimension cualitativa: las cifras oficiales de la estadistica criminal del Reich des-
de 1882-1897 Ie daban la prueba para la cuestionabilidad principal del codigo
penal de 1871, un c6digo eminentemente retributivo y preventivo general. En
base a un juicio eliminatorio, la nueva ley no tenia efectos y tampoco sentido
porque era ineficaz para llegar a conseguir los objetivos principalmente perse-
guidos por ella. Consecuentemente, constato «el fracaso total, la bancarrota de
toda la administraci6n de justicia penal en el pais»Y EI resultado desilusionante
del analisis de von Liszt 10 resumio en las siguientes tesis: 13
9. Al respecto, WOLF PAUL, Auf der Suche nach etwas Besserem als Strafrecht.
Erinnerung an die Strafrechtsphilosophie von Karl Christian Friedrich Krause und deren
Rezeption durch den Krausismo Espanol, Frankfurt a. M., 1986; efr. adicionalmente la ex-
posici6n de Jost ANTON ONECA, La teoria de la pen a en los correccionalistas espanoles,
en: Estudios juridicos-sociales, libro homenaje al prof. LUIS LEGAZ Y LACAMBRA, vol. II,
Santiago de Compostela, 1960, pp. 105 Y ss.; Jost CEREZO MIR, op. cit. (nota 6), 2: ed.,
1981, pp. 99 Y ss.; Jost A. SAINZ CANTERO, Lecciones de Derecho Penal, Parte Gene-
ral, Introducci6n, Barcelona, 1981, pp. 185 Y ss.; SANTIAGO MIR PUIG, Introducci6n a las
bases del Derecho Penal, Barcelona, 1982, pp. 266 y ss.
10. Asi, WINFRIED HASSEMER, Strafziele im sozialwissenschaftlich orientierten
Strafrecht, en: HASSEMER; LODERSSEN; NAUCKE, Fortschritte im Strafrecht durch die
Sozialwissenschaften , Heidelberg, 1983, pp. 39 Y ss.
11. Cfr. Das Verbrechen als social-pathologische Erscheinung (1898), Die Kriminalitat
der Jugendlichen (1900), en: Strafrechtliche Aufsatze und Vortrage, Zweiter Band, Berlin,
1905, pp. 230 y s., 231 y ss.
12. Ebd., p. 339, tambien 326.
13. Ebd., p. 241.
ESPLENDOR Y MISERIA DE LAS TEORfAS PREVENTIVAS DE LA PEN A 63
Cuando Franz von Liszt, hacia el final del siglo pasado, se hizo la pregunta
critica sobre los efectos practicos del concepto de la pen a dominante, entonces
esa pregunta tenia un caracter progresista. Ella se situaba en el «nuevo horizon-
te» 16 de una comprension teleologica de la pena; y estaba basada en los nuevos
datos de investigacion que se habian conseguido en el ambito de las ciencias
criminales etiologicasY A consecuencia de ella la pena, segun el program a de
reforma de Liszt. no deberia ser una reaccion retributiva ciego-automatica al cri-
men sino una accion racional de objetivos conscientes de lucha anticriminal. 18
Consecuentemente, la pen a tendria que ser concebida como pena racional con
objetivos preventivos, cuya racionalidad se conseguinl como instrumento 19 en la
lucha contra las causas de la criminalidad. La teoria de la pena en su concepto
preventivo fue una consecuencia directa del paradigma ilustrado de las ciencias
sociales que comenzo a imponerse al final del siglo pasado en todos los ambitos
cientificos.20
III
27. Cfr. V. LISZT, Die p5ychologischen Grundlagen der Kriminal politik, op. cit.
(nota 11), Zweiter Band., p. 170.
28. Cfr., por ejempl0, H. BOHM, Strafvollzug. Frankfurt a.M., 1979, pp. 31 Y S5.; ENRI-
QUE GIMBERNAT, Pr61ogo a Comentarios a la Ley General Penitenciaria de CARLOS
GARCIA V ALD~S, 2." ed., Madrid, 1982.
30. Al respecto, WINFRIED HASSEMER, Fundamentos del Derecho Penal, Barcelo-
na, 1984, Traducci6n y notas de FRANCISCO MUNOZ-CONDE y LUIS ARROYO ZAPA-
TERO, pp. 352 y 55.; adicionalmente HORST SCHOLER-SPRINGORUM. Ober die Schwie-
rigkeit, durch ein Gesctz eine Reform zu bewirken, en: Festchrift flir P. Bockelmann, Miin-
chen, 1979, pp. 869 y ss.
31. Al respecto, SIMSON, Die Position der Kriminalpolitik in Schweden, en Verleihung
der Beccaria-Medaille, 1977 y 1979, Heidelberg, 1981, pp. 53 Y ss.
66 WOLF PAUL
IV
Como quintaesencia de los esfuerzos «modernos» para una reforma del de-
recho penal, se deja comprobar que la teoria teleol6gica no ha llenado las espe-
ranzas filosofico-politicas en ella depositadas para un mejor y mas practico control
de la criminalidad. La «praxis», y a traves de ella la manifiesta realidad del cri-
men, ponen de relieve la insuperable barrera del impulso reformista teorico. Ello
significa que la tradicional discusion sobre las teorias de la pena, no solo se en-
cuentra en crisis, sino que incluso ha dejado de ser actual. Ha perdido su vita-
lidad heuristica, progresiva e innovadora. Frente a la practica, la idea de la pre-
vencion se presenta cada vez mas como principio desfuncionalizado, es decir,
como fantasma teorico.
Desde el punto de vista historico, por tanto, el derecho penal hoy se en-
cuentra en una situacion discrepante entre su propio pasado y presente. Esto es,
el derecho penal padece, por una parte, de una irremediable y progresiva escle-
rosis en la vieja discusion sobre las teorias de la pena y al mismo tiempo de
una vitalidad producida por la praxis, praxis que paradojicamente es la causante
de esta esclerosis. Esta «praxis» se ha 'emancipado' y aislado del discurso filoso-
fico-cientifico. Esta division teoria-praxis caracteriza la situacion presente. Con
ella queda abierta de nuevo la cuestion sobre el sentido de la pen a y la mision
del derecho penal para la presente filosoff~ del derecho penal. El paradigma de
la prevencion como tal se encuentra sometido, por tanto, a debate. Esto quiere
decir que, despues de haber reconocido la progresiva desactualizacion - 0 in-
cluso «extincion»- del concepto de prevencion, su futuro ha de ser tratado de
nuevo filosoficamente. Esta necesidad de renovacion de la discusi6n sobre la teo-
ria de la pena se ha puesto de manifiesto tras los divers os esfuerzos de reforma
del derecho penal realizados en muchos paises europeos.32
A pesar de la gran semejanza en la valoracion de la sitllacion historica bajo
estas reformas, parece imperar la perplejidad y la inseguridad en la cuesti6n por
el futuro del derecho penalY No parece haber lin gran consenso sobre el «c6mo»
y el «hacia d6nde» de las reformas. Esto es, por el momento parece poco claro
cuales seran las tendencias y perspectivas generales para un desarrollo historico
del derec40 penal, asi como resulta incierta la cuesti6n de los caminos concre-
tos que han de ser recorridos para libertar el derecho penal de la crisis de sus
legitimaciones y del disfuncionamiento ideologico de sus instituciones. De ahi que
se pueda plantear la relevancia 0 no que hoy pueden tener las iniciativas y refle-
xiones filosoficas para una renovaci6n de la teo ria de la pena, en la reforma del
futuro derecho penal.
Por 10 que a mi se refiere, no tengo dudas de que la filosoffa del derecho
penal podni tener esa importancia, y que las condiciones presentes son favora-
bles en este respecto. Ahora bien, esto s610 seria posible bajo un cambio me to-
dol6gico. Esto significa que este discurso ha de salir del marco metodol6gico tra-
dicional y pasar a una nueva dimension.
34. Una critica del metodo reduccionista lineal en una teoria del derecho materialista-
hist6rica. cfr. WOLF PAUL, Las dos caras de la teoria marxista del Derecho, en :Anales
de la Catedra Francisco Suarez, 1985·1986.
35. Carta a Ruge. 1843.
68 WOLF PAUL
v
Oespues de haber esbozado el cuadro hist6rico, es posible valorar mas pre-
cisamente la cuesti6n del esplendor y la miseria de la idea preventiva. Lo que
-bajo las condiciones sociales, politicas v culturales del ultimo siglo- ha nacido
como idea progresiva y ha sido formulado por la escuela «moderna» del derecho
penal (-en Espana a traves de los krausistas y correcionalistas-) y con creta do
mediante un program a poIiticocriminal, esto es, la idea de la prevenci6n para
evitar exitosamente la reincidencia y la reiteraci6n en, por y a pesar del derecho
penal y la politica criminal, no ha sido todavfa superado.
Por el contrario, esta idea se ha convertido en paradigma indiscutible del
sIglo xx. No hay alternativa real en perspectiva. La idea de Radbruch 40 -refor-
zada por el marxismo- de que la finalidad de toda teorfa de la pena no es con-
seguir un «derecho penal mejor, sino algo mejor que el derecho penal», tiene
que ser considerada bajo las condiciones de la sociedad actual como algo irreal
y ut6pico.
36. Der Wissenschaftsbegriff des Marxismus, en Ober Karl Marx, Frankfurt, 1968,
pp. 145 Y ss. (147).
37. Kritik der Hegelschen Staatsphilosophie, en: Die Friihschriften (ed. S. Landshut),
Stuttgart, 1953, p. 46.
38. Respecto a procedimientos negativo-diah~cticos, comparese. DIETRICH BOHLER,
Zu dner historisch-dialektischen Rekonstruktion des blirgerIichen Rechts. Probleme einer
Rechts- und Sozialphilosophie nach Marx, en: Probleme der marxistischen Rechtstheorie
(ed. H. Rottleuthner), Frankfurt, 1975, pp. 92 Y ss.
39. En estas reflexiones se trata nada menos que de ajustar la independencia politica
de la ciencia criminal, continuamente en peIigro, respecto de las ciencias del orden y la
disciplina al servicio del poder politico, efr. PETER STRASSER, Verbrechermenschen. Zur
kriminalwissenschaftIichen Erzeugung des Bosen. Frankfurt-Nueva York, 1984.
40. Rechtsphilosophie, 8. Aufl. (ed. E. Wolf y H.-P. Schneider), Stuttgart, 1973, p. 265.
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2. ASPECTOS SOCIOLOGICO
JURIDICOS
2. ASPECTOS SOCIOLOGICo.}URtDICOS
INTRODUCCION
ROBERTO BERGALLI
(Universidad de Barcelona)
Semejante tentativa constituye, asimismo, una de las dos amplias vias que
esta recorriendo la reflexion en torno a la cuestion criminal; la otra es la que
ha sido abierta con la puesta en crisis del paradigma etio16gico, que pacifica-
mente orient6 el discurso criminol6gico durante un siglo. El desarrollo y la con-
solidacion del nuevo paradigma del control ha gestado la aparicion de nuevos
objetos de conocimiento criminologieo, diferentes a aquellos universales del de-
lito y el delincuente, alrededor de los cuales giro unidimensionalmente la dis-
ciplina criminologica.
formado un campo de investigaci6n mucho mas amplio y mas rico, que hoy se
denomina como el del control penal.
Los analisis sobre el control penal -a los que se llega tal como ha sido
esquematizado-- se nutren con los aportes de distintas disciplinas que, por cier-
to, ya no son s610 el derecho penal y la criminologia tradicional. Ahora. son
frecuentes los enfoques -tanto liberales como los que de forma muy vartada
podrian encuadrarse en el campo de la cultura marxista- que provienen de la
filosofia, la sociologia y la economia politic as , la antropologia 0 la teoria del
Estado. De tal modo, los sistemas penales vinculados a la actual crisis del Es-
tado benefactor -en las sociedades centrales del sistema capitalista-, como
aquellos que generaron las aberrantes expresiones de las burocracias autoritarias
-en la periferia-, pueden estudiarse criticamente con mas nitidez. Pero son
los primeros los que encuentran mas posibilidades de legitimaci6n en esta nue-
va sociologia del control penal.
del derecho penal. No obstante. un amilisis mas detenido de estas nuevas co-
rrientes que encuentran en la pena un medio para restablecer la confianza 0
reparar los efectos negativos que la violacion de la norma (deli to) produce en
la estabilidad del sistema y la integracion social, revel a las raices conservado-
ras de dicha propuesta que pretenden legitimar el sistema penal conforme este
ha sido entendido en la perspectiva funcionalista.
En el medio de los extremos que suponen las pOSIClOnes hasta ahora seiia-
ladas, se abre un espacio en el cual se verifica la cesion de terreno que el. de-
recho penal de las sociedades avanzadas ha ido otorgando en beneficio de cier-
tas politkas y estrategias, las cuales han confirmado una historia cada vez mas
proclive a las desviaciones de los fundamentos ilustrados. Esta es la historia
de la emergencia que, por un lado, pone de manifiesto un nco-retribucionismo
penal pero, por el otro, revel a -a traves de los fines proclamados por el siste-
ma penal- un permanente movimiento de auto-referencialidad, de auto-justifi-
cacion. Este movimiento se hace mas patente cuando se analizan las distintas
interpretaciones que de la prevencion se proponen.
La contribucion que esas posiciones pueden dar respecto a otro tipo de so-
76 ROBERTO BERGALLI
ciedades podra conocerse una vez que aquellas sean conocidas y discutidas
fuera del ambito cultural en que han sido pensadas y elaboradas. Este ha sido
el objeto que gui6 la organizaci6n del seminario en que fueron expuestas las
ponencias que aqui se introducen y el de difundirlas en una publicaci6n que,
precisamente, quiere llegar alli clonde pueda constatarse si dicha contribuci6n
es 0 no positiva.
VIEJAS Y NUEVAS ESTRATEGIAS EN LA LEGITIMACION
DEL DERECHO PENAL *
ALESSANDRO BARATTA
(Universidad del Saarland)
1. De las penas y de los delitos. - La legitimacion de las penas y las teorias utilitaristas. -
3. Cuatro tipos de teorias utilitaristas de la pena. - 4. Teorias ideologicas y teorias tecno-
craticas de la pena. - 5. Tecnologia del terror y tecnologia del consenso en los contextos
politicos actuales. - 6. Conclusiones: la critica de las teorias tecnocraticas como critica de
la realidad.
pena se dice que cosa deberian ser las penas, pero no 10 que efectivamente son; se deja asi
fuera de dicho concepto aquella parte de la abundante fenomenologia de la fundon puni.
tiva en nuestras sociedades que deberfa ser Iimitada 0 eliminada. No faltan. efectivamente,
ejemplos de saneiones negativas a las cuales es Heito adscribir la cualidad de ser infligidas
i1egalmente por parte. de un poder i1e~itimo y por conductas no sodal~ente negativas e
incluso utiles pero que, no obstante, tlenen un alto grado de homogeneldad con aquellas
subsumibles en la subclase «penas» que se obtienen con el empleo de requisitos descriptivos.
Elias por tanto, presentan todas las caracteristicas que podemos describir con el criterio de
estos' ultimos elementos, mientras quedan marginadas de las cualidades adscribibles mediante
los requisitos normativos. Si nos Iimitamos a las caracteristicas descriptibles, podremos cons·
truir un concepto amplio de pena que resultani no solo metodologicamente mas correcto,
sino tambien poHticamente mas oportuno. Sera metodologicamente mas correcto porque se
evitara la intervencion de los juicios de valor necesarios para que entren en juego los requi-
sitos normativos. Tambien politicamente mas oportuno porque permitira individualizar en el
«sistema penal paralelo» (E. R. ZAFFARONl, 1984, 113 Y ss.) Y en el «sistema penal extra-
legal» (A. BARATTA, 1985. a), objetivos de una politica de reduccion de la violencia puni-
tiva mediante los derechos humanos. A los defectos propios de las definiciones mixtas no
se ha escapado ni siquiera una de las mas brillantes tentativas de definicion del concepto de
pena que ha habido en los ultimos tiempos (C. NINO, 1980). Tambien NINO introduce
en su definicion, al lado de eficaces criterios descriptivos, criterios normativos del tipo dc
los indicados anteriormente. Subrayando la oportunidad de construir un concepto sociologico
de pena mas amplio del que se obtiene haciendo intervenir criterios normativos, no se pre-
tende naturalmente olvidar la necesidad de delimitar el concepto de pena dentro de aquel
mas general de sancion negativa, haciendo intervenir todos los elementos utiles y resaltando
su especificidad. Me limite solamente en este punto a indicar esquematicamente algunos ele-
mentos utiles a este fin, recordando tambien los resultados del trabajo de NINO, que pue-
den resumirse asf:
A) EI caracter allictiva de la pena. Ella limita al sujeto el ejercicio de derechos y/0
la satisfaccion de deseos (en este ultimo caso, la pena es una forma de violencia).
B) EI caracter pragramatica de la pena. La Iimitacion de derechos y la represion de
deseos se producen con una intencionalidad declarada 0 implicita en las modalidades de las
sanciones que crean una relacion de sentimiento -Ia desaprobacion- entre la instancia que
aplica cl castigo y el castigado. La sancion va precedida de una amenaza generalizada de
pena que la vuelve previsible como consecuencia de ciertas c1ases de conducta; se trata de
una amenaza contenida en previsiones legales 0 bien en otros codigos penales.
C) EI caracter declarativa de la pena. EI ejercicio de la funcion punitiva constituye
una aceion simbolica dirigida a expresar la pretension de autoridad de quien tiene el poder
y a subrayar la validez de reglas juridicas 0 soeiales.
D EI caracter estrategico de la pena. La funcion sancionadora se ejerce en el ambito
de la ecanamia del poder cfectivo -legitimo 0 no-. Se trata de una funcion del poder que
sirve para asegurar la estabilidad del poder mismo y del sistema de la distribucion de los
recursos que de dicho poder dependen.
E) El caracter institucianal de la pena. EI ejercicio de la funcion punitiva presupone
la organizacion del grupo social y del poder dentro de este grupo. En el interior de socieda-
des complejas es una tarea que deben desarrollar los aparatos -estatales 0 no- dotados de
un eierto grado de estabilidad y competencia que funcionan segun reglas 0 practicas sociales.
2. Definir los elementos de homogeneidad y heterogeneidad de la pena en el interior
de pequefios grupos como la familia, de una parte, y de las sociedades complejas, de otra,
e~ una tarea que no puede ser desarrollada adecuadamente en este momento. En los ultimos
tJempos, L. HULSMANN (1982) ha insistido especialmente sobre la heterogeneidad en el
marco de sus proposiciones dirigidas a la superacion de la funci6n punitiva estata!' Me
Iimi!~re a observar el hecho que reservar el concepto de pena en sentida prapia a la funci6n
punltlva en el ambito de la familia, de la relacion padre-hijo y en otras estructuras basadas
en un alto grado de comunicaci6n intersubjetiva «cara a cara». es una maniobra de resul-
VIE/AS Y NUEVAS ESTRATEGIAS EN LA LEGITIMACI6N DEL DERECHO PENAL 79
Por otra parte, en este tipo de discurso se consideran unicamente las funciones
punitivas caracteristicas de los grandes grupos sociales dotados de una compleja
organizaci6n.
La historia de las penas precede a la historia de los delitos y sigue desarro-
llandose en buena parte independientemente de esta. Por ello, los dos terminos
que dan contenido a la celebre formulaci6n de Beccaria deberian haberse for-
mulado en orden inverso si quisieramos poner el acento sobre el desarrollo his-
tori co y sobre una relaci6n logica entre ambos conceptos. 3
La intervencion del derecho representa, en la historia del poder de castigar,
una transformacion cualitativa muy importante. La misma concierne a la idea
de legitimacion del poder y se corresponde con un fen6meno mas general en el
desarrollo del Estado liberal moderno: el nacimiento de una nueva forma de
legitimacion del poder, esto es, la legitimacion a traves de la legalidad. Si nos
detenemos sobre la fase que precede inmediatamente a esta transformacion, el
concepto de criminalidad puede aparecer como un invento asociado al surgimien-
to de las instancias centrales del poder en la sociedad moderna. 4 Entre todos los
contlictos e infracciones de las reglas sociales, los atentados contra el poder cen-
tral -a los que el mismo responde mediante la represion legitimada de su
autoridad- se destacan como el nueleo central en torno al cual se construye el
«mito» de la criminalidad.5
Desde este pun to de vista, el crimen lesae maiestatis tiene, en la historia de
la construccion social de la criminalidad, la misma importancia constitutiva que
po see la acumulacion originaria en la historia de la sociedad capitalista.6 Antes
incluso que de su definicion legal, el crimen lesae maiestatis adquiere su signi-
ficado por la modalidad misma de la represion, adecuada esencialmente a la
autoridad moral y a la fuerza fisica del poder. La nocion de criminalidad se ex-
tiende sucesivamente a otros conflictos y desviaciones. Dicha extension se corres-
ponde con el momenta de la consolidacion del poder de las instancias centrales
de la sociedad, que se Iegitiman mediante la propia capacidad de asegurar el
orden y proteger intereses diferentes a los de la conservacion del poder mismo?
A este fenomeno de monopolizacion del empleo de la fuerza fisica como
sancion del orden social y de las relaciones privadas, corresponde -como es no-
torio-- el nacimiento y desarrollo del Estado central moderno.s La autolimitacion
tado muy reductivo, aunque en este caso se han introducido elementos de valor en la for-
mulaci6n conceptual: la comunicaci6n, el amor. Al margen de los inconvenientes en que
esta fonna incurre y por los cuales resultan validas consideraciones analogas a las formuladas
en la nota precedente, hay otro aspecto problematico que es la idealizaci6n de la funci6n
punitiva e" las estructuras microsociales y el silenciamiento del caracter no menos expresivo y
violento que Ia misma funci6n sancionadora puede tener en estas estructuras.
3. La ambigiiedad de la secuencia «delitos-penas» ha sido muy bien explicada en una
aguda «propuesta» de N. LUHMANN (vease R. DE GIORGI, ed. a su cargo 1985, Inter-
vista a Niklas Luhman).
4. Vease, en este sentido, la interesante hip6tesis desarrollada por HENNER HESS
(1985).
5. HESS, 1985, 2 y ss.
6. Hago mia una idea introducida por E. GARCIA M~NDEZ en una reciente conver-
saci6n sobre los argumentos del presente estudio.
7. HESS, 1985, 3.
8. WEBER, 1976, 821-824.
80 ALESSANDRO BARATTA
del uso de la represi6n fisica en la funci6n punitiva por parte del poder central,
mediante las definiciones legales de los crimenes y las penas, forma parte de la
nueva ideologia legitimadora que, a partir del siglo XVIII, se encuentra en el
centro del pensamiento liberal clasico y de las doctrinas liberales del derecho
penal.
Pero, asi como la acumulaci6n originaria -que sefiala el acto de nacimiento
de la sociedad capitalista- sigue reproduciendose con la misma violencia pri-
mitiva que el derecho nunca ha logrado «domar»,9 asi el crimen lesae majestatis
-nucleo originario del derecho penal moderno- ha seguido utilizando perma-
nentemente la majestad de la violencia, no solamente en las areas perifericas y
dependientes de nuestra formacion economico-social, sino tambien dentro de las
areas centrales. Piensese en el primer caso en las practicas pen ales que acompafian
todas las formas de colonialismo; en la represion punitiva de las resistencias
populares en los paises coloniales, contemporanea a la afirmacion de los sistemas
penales liberales en las areas centrales; en el nredominio de las penas extrajudi-
ciales en los sistemas punitivos de los Estados autoritarios en America latina.
Para el segundo supuesto, bas tara con reflexionar sobre la larga historia de los
ilegalismos en las pnicticas penales y represivas del Estado moderno. El crimen
lesae majestatis sigue limitando y amenazando el regimen legal de los delitos po-
liticos.lO £ste sigue siendo el sector mas precario del derecho penal liberal y el
primero en resentirse de las crisis y las involuciones autoritarias que marcan la
historia del moderno Estado de derecho.
La autodefensa del poder constituido y de las relaciones de propiedad del
que el primero es expresion, siguen desarrollandose, siempre que es preciso, al
margen del sistema legitimador de la autolimitacion legal,u Esto ha quedado de-
mostrado en la historia mas reciente de los conflictos sociales y politicos en las
areas central y periferica de la formaci6n capitalista. Cada vez que la 16gica del
conflicto rebase las previsiones legales de intervene ion punitiva, esta rebasa tam-
9. La precariedad del dominio del derecho sobre las fuerzas de la economia fue seriala-
da por MAX WEBER (1976. 195 Y ss.) con gran eficacia en una pagina que adquiere un
sentido tragicamente profetico si se relee hoy a la luz de los acontecimientos que ocurrieron
en Europa al ario de haberla escrito (la primera edicion de Economia y sociedad es de 1921):
la crisis economica del 29. la revolucion conservadora del fascismo. el ocaso del principio
de legalidad en el sistema punitivo y el advenimiento del derecho penal autoritario. Tal
como WEBER observaba c1aramente, el poder universal del mercado, producto del derecho
abstracto, nunca llega a poder disciplinar el desorden y la anarquia de las fuerzas economi-
cas. En las paginas de WEBER parece oirse el eco de la conocida formulacion del joven
HEGEL, hoy nuevamente objeto de polemica entre los estudiosos (jy no acaso si se piensa
entre otras cosas en el gran desafio restaurador lanzado por las politicas economicas Iibe-
rales!). HEGEL hablaba de la economia como de «una vida del muerto moviendose sobre
sf, que su movimiento se va de aqui para alIa ciegamente de forma elemental y que
como un animal salvaje desea un continuo y rigido dominic y domesticacion» (1984. 61).
Analogamente a cuanto ocurre en las fuerzas de la economia. se podria hablar -aplicando
la imagen hegeliana- de la violencia punitiva y de las fuerzas irracionales que la alimentan
~n la conciencia colectiva como del animal salvaje que esta aun muy lejos de ser domes-
hcado, a pesar de los progresos de la civilizacion juridica. y que todavia es preciso dominar.
tambien mediante los principios del Estado de derecho y los derechos humanos.
10. SBRICCOLI, 1974.
11. Tambien las estrategias del uso selectivo y de c1ase del derecho penal representan
un abandono substancial dentro de la funcion penal de los principios de legalidad e igual-
d~d, si bien la funcion sigue siendo ejercitada formalmente en el ambito de las competen·
ctas legales de los organos judiciales.
VIEIAS Y NUEVAS ESTRATEGIAS EN LA LEGlTIMACl6N DEL DERECHO PENAL 81
12. Entre los numerosos ejempJos suministrados por la reciente historiografia sobre los
sistemas penales, vease D. BLASIUS (1978) y E. P. THOMPSON (1977).
82 ALESSANDRO BARATTA
hace mucho tiempo no se han formulado nuevas teorias que no sean otra eosa
que readaptaciones actualizadas de las viejas. Es posible hacer pues una clasi-
ficacian universal que englobe, en su estructura formal, todas las viejas y nuevas
estrategias de legitimaci6n de esta clase. Se pueden diferenciar cuatro tipos
ideales de modelos te6ricos respecto a las funciones de la pena. Se trata de eua-
tro modelos de autolegitimaci6n del sistema mediante la declaracian de sus fun-
ciones utiles por obra del saber oficial del sistema mismo. Con frecuencia en con-
tramos teorias en las que se utiliza mas de un modelo, los cuales poseen habitual-
mente una disposici6n en orden jerarquico de sus funciones (teorias plurifun-
ciona1es).
Segun sea el destinatario principal sefialado en el castigo 0 en la amenaza
de castigo, las teoria relativas -de acuerdo a un esquema universalmente uti-
lizado por los manuales- se clasifican en teorias de la «prevenci6n especial» y
teorias de la «prevencian general». En las primeras, el destinatario principal de
la intervenci6n general es el transgresor; en las segundas, en cambio, es la ge-
neralidad de los sujetos a quien se dirige el mensaje contenido en las previsio-
nes y/ 0 en la infliccian de la pena para determinados tipos de conducta.
Las teorias de la prevenci6n especial se subdividen, a su vez, en teorias de la
prevenci6n especial negativa y teorias de la prevenci6n especial positiva. Las
primeras afirman la funci6n de neutralizaci6n del transgresor: custodia en luga-
res separados, aislamiento, aniquilamiento fisico. Las segundas, en cambio, afir-
man la funci6n del tratamiento del condenado para su reeducaci6n y readapta-
ci6n a la normalidad de la vida social.
Tambien las teorias de la prevenci6n general se subdividen en teorias de la
prevenci6n negativa y positiva. Las teorias de la prevenci6n general negativa
indican, en el mensaje transmitido por la ley penal y la inflicci6n de la pena, un
contenido disuasivo dirigido a crear una contramotivaci6n en los potencia1es
transgresores. Las de la prevenci6n general positiva indican, en cambio, un con-
tenido expresivo: la pena tiene la funci6n de declarar y afirmar va10res y reglas
socia1es y de reforzar su validez, contribuyendo asi a la integracian del grupo
social en torno a aquellos y al restablecimiento de la contianza institucional me-
noscabada por la percepcian de las transgresiones al orden juridico. De las dos
variantes de 1a teoria de la prevenci6n general es la segunda la que ha sido
reformulada ultimamente. Se trata de una teo ria antigua y a la vez nueva cuyos
antecedentes remotos se encuentran en las proposiciones durkheimiannas/5 aunque
recientemente ha sido reelaborada en un marco conceptual parcialmente nuevo
que se sirve de la teoria socio16gica de los sistemas. Dentro de esta direcci6n,
representa un punto de llegada -hoy atentamente discutido- del desarrollo de
la ciencia penal alemana de los ultimos decenios (teoria de la «integracian-pre-
vencian» ).16
El analisis critico del derecho penal moderno -al cual contribuyen desde
hace tiempo investigaciones que se desarrollan en los ambitos de la nueva crimi-
15. Sobre la mas reciente Iiteratura acerca de DURKHEIM, vease R. MARRA (1984).
16. BARATTA, 1984.
84 ALESSANDRO BARATTA
sada en la falsificacion de las teorias mediante los resultados del control em-
pirico.
En el caso de la teorla de la prevencion especial positiva, sabemos que en
los (iltimos anos la ideologia del tratamiento ha experimentado una fuerte crisis
en las areas del capitalismo central. Las razones estructurales de esta crisis
-fundamentalmente la decadencia del Welfare State- en Norteamerica y en
Europa a partir de la segunda mitad de los anos setenta- son ciertamente mas
importantes que las debidas a la perdida de credibilidad cientifica que la teoria
ha sufrido dentro del propio aparato penal y de su saber oficial. En este punto
interesa destacar que no solo en el ambito de las corriente critic as sino tambien
en las mas tradicionales de la criminologia, han sido las investigaciones empiricas
sobre los efectos de la pena privativa de libertad y sobre las instituciones peni-
tenciarias las que han demostrado suficientemente la imposibilidad de una rein-
sercion social de los individuos por medio de un tratamiento llevado a cabo en
el interior de tales instituciones.
Por 10 que se refiere a la teo ria de la prevencion general negativa, los resul-
tados de las investigaciones realizadas sobre el control empirico de la misma
pueden resumirse del siguiente modo: la realizacion efectiva de la funcion disua-
siva de la pen a no esta empiricamente demostrada. Se puede incluso pensar ra-
zonablemente, en base a consideraciones metodologicas, que dicha teoria no es
ni siquiera demostrable.
A las teorias tecnocraticas pertenecen la teoria de la prevencion especial
negativa y la de la prevencion general postiva. Las funciones declaradas y acre-
ditadas en las correspondientes formulaciones teoricas reciben una verificacion
factica en la realidad de los sistemas punitivos. La critica a teorias como estas
no puede consistir por esta razon en su contestacion des de el pun to de vista de
su adecuacion a la realidad que efectivamente reflejan, sino que debe fundamen-
tarse en la elaboracion de un discurso critico sobre la propia realidad, esto es,
sobre los mecanismos generados por el sistema puntivo y sobre la <<llormalidad»
que ella representa y garantiza (al hablar de «normalidad» se tiene en cuenta
tanto la que se deriva de la moralidad dominante como la que surge de las rela-
ciones sociales y de poder existentes en una sociedad). La posibilidad de articu-
lar un discurso de esta clase es hoy la clave de todo e1 pensamiento critico sobre
el derecho penal moderno y su historia, al extraer su interes cognoscitivo de un
proyecto de emancipacion basado en la idea de dignidad y en los derechos hu-
manos; esto significa construir un proyecto de normalidad alternativa. Sobre
esta perspectiva de fondo de la criminologia critic a volvere a insistir en las re-
flexiones finales del presente estudio.
La crisis de legitimacion, de Ia que ha habido sintomas en los ultimos tiempos
dentro de los aparatos del sistema penal y de sus instancias cientfficas -revelada
particularmente con la decadencia de la ideologia del tratamiento-. ha provo-
cado una tendencia a substituir las estrategias de legitimacion fundamentadas
en el saber tecnocratico por aquellas otras que se fundamentan en el saber ideo-
logico. Para interpretar este fenomeno es necesario tener en cuenta los cambios
que se han producido en la estructura de la sociedad. Mas que al fenomeno de
la crisis del Welfare State en las areas centraIes, me estoy refiriendo en general
a la explosion de nuevas formas de conflictividad en los margenes de las socie-
86 ALESSANDRO BARATTA
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92 ALESSANDRO BARATTA
WINFRIED HASSEMER
(Universidad de Frankfurt am Main)
Las formas del derecho penal preventivo se pueden descubrir en todos los
ambitos de la praxis y teoria del derecho penal, V se puede observar que su sig-
nificaci6n crece. No quisiera repetir, como prueba de un derecho penal crecien-
temente interesado en la prevenci6n, las particularidades sefialadas en otras oca-
siones, que surgen de la politica criminal de la legislaci6n penal y de la construc-
cion teorica penal, sino solo concentrarme en demostrar su desarrollo sobre la
base de un ejemplo del ultimo tiempo: «la ley sobre el tnlfico de estupefacientes,
BtMG»,9 que entro en vigencia a principios de 1982 en la Republica Federal.
Esta ley estuvo acompafiada de grandes expectativas preventivas por parte de la
opinion publica y del legislador, 10 y en ella se sefialan con c!aridad meridiana
las formas de un derecho penal preventivo actual.
7. Me coloco en la situaci6n alcanzada en 1979 (efr. nota 6). Alii (pp. 33-38) consi-
den! posibilidades de predominio de la mcdici6n de la pena preventiva general bajo los
siguientes presupuestos; prevenci6n se corresponde con el sentido comlln de asignaci6n
cotidiana de comportamiento desviado; politica criminal y argumentaci6n politico-criminal
se concentran hoy en las con5ecuencias describibles empfricamente del derecho penal; pre-
venci6n. en especial prevenci6n general, es inmune a la falsificaci6n; los tipos «modernos.». de
criminalidad (por ejemp\o, organizada profesionalmente 0 criminalidad econ6mica) pro~lclan
un cambio en los conceptos juridicos penales hacia la prevenci6n; el legislador penal ttende
ultimamente a delegar programas de decisi6n preventivo general en eJ juez penal. .
8. Exten5amente al respecto mi trabajo 50bre la con5ideraci6n de las consecuenC18S en
la interpretacion de la ley penal (1982, pp. 493 Y ss., 502 Y 55.).
9. De 28.7.1981 (BGB!. I, 681, 1187; III. 21221-6-24).
to. Vease. por ejemplo, LODERSSEN (1981, pp. 237 y 55.). Una toma de posici6n
critica respecto de consecuencias preventivas en la pnictica, se encuentra en KOHNE (1984,
pp. 379 y S5.).
96 WINFRIED HASSEMER
nificativa para una con ex IOn entre influencia inmediata de la droga y aumento
de la criminalidad; I[ luego, el legislador no podia remitirse, como en la crimi-
nalizaci6n de la prostituci6n 0 de las asociaciones criminales, a una ampliaci6n
criminal imprevisible en el trafico de drogas.
Finalmente, por el momento, no hay «en el mundo un concepto de trata-
miento para los adictos a la droga que pueda considerarse cientificamente 0 por
10 menos pnlcticamente seguro»; 12 Luego, las esperanzas en efectos preventivos
individuales estaban, por 10 menos, disminuidas. Tornado to do esto en su con-
junto produce, desde un punto de vista politico 'Criminal. una mezcla explosiva:
por un lado, la necesidad creciente de criminalizaci6n por parte de la opini6n
publica, con la exigencia de penas draconianas, no se puede basar en una com-
probaci6n cientffica de peligrosidad especial; pero, por otra parte, una mayor ne-
cesidad de soluci6n del problema no tiene por base una posibilidad real de so-
luci6n del problema. En resumen, un caldo de cultivo para «legislaci6n simb61i-
ca», cuyos esfectos no se esperan directamente en una soluci6n del problema
legislativo (criminalidad de la droga), sino indirectamente por el apaciguamiento
de la presi6n publica por parte de un legislador atento y decidido.13 Dentro de
esta situaci6n, la BtMG se basa en conceptos preventivos, que informan sobre la
voluntad del legislador respecto de la soluci6n del problema.
La ley utiliza cuatro instrumentos de direcci6n del comportamiento median-
te el derecho penal: aprehensi6n completa del ambito de 1a materia prohi-
bida; propuesta terapeutica mediante renuncia punitiva respecto de los capaces
a dispuestos a la socializaci6n, unido ello a la conminaci6n de una reacci6n mas
aguda en caso de rechazo de la oferta; ejecuci6n forzosa de medidas de segu-
ridad y correcci6n respecto de delincuentes resocializables; intimidaci6n median-
te duras conminaciones penales respecto del traficante. I4
La BtMG contiene tres anexos (I-I II), en los cuales se cuentan mas de cien
estupefacientes como objeto de regulaci6n legal. Esta enumeraci6n puede ser mo-
dificada 0 completada flexiblemente (§ 1 II BtMG) -esto es, a traves de regla-
mentaci6n gubernamental, por tanto aparte de un den so procedimiento legisla-
tiva parlamentario-. La materia de la prohibici6n permanece estrategicamente
indeterminada, se estima porosa por el legislador,15 de modo que los vados se
puedan cerrar sin demora; una construccion digna de atencion en relaci6n al
principio de legalidad del derecho penal (art. 103~ I I, LF).
Tambien el contacto criminal con los estupefacientes, la acci6n del hecho,
se describe con una exactitud que cubre todo su ambito (§ 29 BtMG): cultivar,
hacer nada en contra del fuerte interes gubernamental de una intervencion om-
ni comprensiva en el ambito de la droga, cualesquiera que fuesen los resultados
que se alcancen.
regulaci6n aparezca con retraso 25 (porque los preceptos son complicados, por-
que no hay un concepto convincente de terapia, porque la infraestructura de la
rehabiIitaci6n -Ltodavfa?- no esta a disposici6n, porque la inversi6n de los
fines pen ales topa con tendencias teorico penales conservadoras de la praxis)
y que -por ejemplo, al seiialarse que los drogadict05 respecto de la reaccion
juridico penal no deb en ser tratados en forma diferente que otros adictos- se
recomiende 26 que los tribunales, en vez de aplicar los §§ 35 Y S5. de 1a BtMG, de
caracter burocnltico, deben recurrir a los preceptos del CP (suspensi6n a prue-
ba de la pena, §§ 56 y ss. CP).
d) Medida y coacci6n
e) Intimidaci6n
Si bien la nueva BtMG, respecto de delincuentes adictos a estupefaeientes,
a los euales les esta dedicado todo un capftul% esta caraeterizada por una fuer-
te tendencia asistencial. en cambio para los demas delincuentes hace soplar un
viento diferente. Aquf se trata de intimidacion mediante graves conminaciones. 31
Despues que en 1972 el limite superior de la pena fue subido de tres a diez
arios, ella, ahora, ha sido aumentada al maximo de la pena privativa de libertad
en nuestro derecho penal (§ 38 II CP), e5to es, a 15 afios. Ademas, se preve
para este autor vigilancia de conduceion de vida (§ 34 BtMG, §§ 68 ss. CP).
En la mira de estas conminaeiones estan el gran traficante de estupefacientes y
el trafieo internacional, respecto de los cuales se supone que sopesaran a la
euenta del haber y de las perdidas el tiempo normal de expiacion de una pen a
privativa de libertad en la Republica Federal.34
En relacion a este dato, dos circunstancia son de relevancia para la carae-
terizaci6n de la prevencion en e\ dereeho penal.
Por una parte, la conminaeion con la pen a privativa mas alta hay que me-
dirla desde el hecho de que aquf no se trata de un delito de lesion, sino de
puesta en peligro. Asf -en comparacion-, por ejemplo, el envenenamiento de
fuentes y reservas de agua, aunque permanece como un delito de puesta en pe-
ligro, no lleva consigo una consecuencia tan grave y solo es conminado con
una pena privati va de libertad de 10 afios (§ 319 CP). Ciertamente, detras de
estas conminaciones pen ales de la BtMG 1982 no estan los criterios de equipa-
racion de injustos y retribucion por culpabilidad, sino mas bien son el resultado
de necesidades emocionales de intimidacion, 10 que surge facilmente de su ge-
nesis, a la cual pertenece la propuesta de los diputados del SPD de privacion
perpetua de Iibertad, la que en todo caso lagro pasar en la comision jurfdica
del Pari amen to FederalY
POj" otra parte, es importante que solo las altas conminaciones penales en
contra del traficanteconsti(uyen la vara de la que surgen las propuestas tera-
peuticas· respecto q~··105 delincuentcs drogadictos. El denominador comun de
estas .:e~.trategias,;trf1arE:'ntcmente contradictorias, de intimidacion mediante la pena
yt,ertuJl.c,ia a la 'pena; es el concepto de prevencion. Por eso seria, por ejemplo,
flriso' entend~r los §.§ 35 5S. BtMG como «derecho penal humanizador». Estos
preeeptos son, mas/bien, del mismo modo que los §§ 29 III, 30 I BtMG, y
aa) Utilitarismo
45. Asi son, por ejemplo, tentativas de ampliar facultades juridico-publicas de inte~.
venci6n en consideraci6n a las consecuencias (por ejemplo, para evitar una puesta en peh·
gro del Estado 0 salvar la vida de un prisionero), casos de orientaci6n hacia las consecue~
cias, pero no de prevenci6n; respecto de esto,s ejemplos, mi trabajo sobre orientaci6n hacla
las consecuencias (1982, pp. 508 Y s.).
46. Al respecto, E. y H. KLlEMT (1981, pp. 171 y ss., 175 y ss.).
104 WINFRIED HASSEMER
53. Ba5ico HAFFKE (1977, pp. 291 Y 5S.); en general, SCHELLHOSS (1985, pp. 357
y 5S.); MIR PUIG (1984, pp. 42 Y 5S.).
54. Al respecto, mis ob5ervaciones 50bre re5ocializaci6n y e5tado de derecho (1982,
pp. 161 y ss.).
55. HASSEMER (1983, pp. 39 y 55., IV.2) (redacci6n e5panola 1982, pp. 117 y 55.,
132 Y 55.; MUNOZ CONDE (1985, pp. 41 Y 55.; pero tambien 122 y 55.); MIR PUIG (1982,
pp. 29 Y 55.).
56. HASSEMER (1981, § 27, III).
106 WIN FRIED HASSEMER
1. Sistematizacion
75. Ejemplar HABERMAS (1968, pp. 146 Y ss., en especial 155 y ss.); basico HORK-
HEIMERl ADORNO (1969).
76. Cfr. por ejemplo VESTER (1985, pp. 3 Y ss., 5 y s.).
77. Por cierto, no necesariamente en el sentido que el delito debiera desaparecer (efr.
SCHMID HAUSER, 1971, p. 55); pero sf en el sentido que la intervenci6n penal di8minuye
efectivamente la criminalidad 0 bien su aumento. Respecto del concepto «soluci6n» de pro-
blemas de la crimina!idad, extensamente mi introducci6n (1981, !ibro quinto).
78. Exten8amente mi estudio sobre los fines de la pena (1985, pp. 57 y S8.).
79. MAURACH (1971, p. 77).
110 WIN FRIED HASSEMER
2. Consecuencias
De todo esto resultan algunas eonseeuencias para la valoraci6n de la pre-
venci6n en el dereeho penal.
80. Ejemplar ANDREW V. HIRSCH (1971, pp. 14 Y SS., 45 Y SS., 143 Y ss.); res pee to
del desarrollo, FLETCHER (1978, pp. 414 y ss.).
81. Analisis e informacion en mi trabajo sobre los fines de la penll (1983, pp. 49 Y ss.).
82. Extensamente HASSEMER (1980, pp. 27 Y ss.).
PREVENCION EN EL DERECHO PENAL III
gan con la mejor intenci6n -por ejemplo para el «interes bien entendido» del
afectado- 0 no haya alternativas a elIas en un tiempo previsible. Su justificaci6n,
por eso, esta sometida a presupuestos especiales.
Estos presupuestos en un derecho penal que puede sostener una teo ria penal
absoluta, son susceptibles de ser cumplidos en forma comparativamente sencilla:
conminaci6n penal, imposici6n penal y ejecucion penal, son legitimas cuando
pueden ser imputado en forma justa el injusto culpable merecedor de pena; la
justificacion resulta de la frontera-input. La aceptacion normativa de un tal de-
recho penal se decide no en relacion a cada una de las consecuencias juridico
penales, sino sistemicamente antes: en la cuestion de si el derecho penal de una
sociedad determinada en una epoca determinada se puede sostener v establecer
como absoluto -esto es, como no orientado a consecuencias externas-. Si esta
cuestion es (y permanece) contestada positivamente, entonces se libera legitima-
mente la conminacion, imposicion y ejecucion de pena.92
Un derecho penal orientado preventivamente puede ser liberado de su acep-
tacion normativa, porque se puede presentar como una institucion uti! social-
mente; este descargo no alcanza respecto de las consecuencias juridicopenales
conminadas, impuestas 0 ejecutadas. Su justificacion tiene que buscarse en la
frontera-output: en su capacidad de proteger (conminaci6n penal) «realmente»
bienes juridicos; de tener en cuenta (§ 46 I 2 C.P., medicion de la pena) los efec-
tos que son de esperar para la vida futura del autor en la sociedad», que condu-
cen al condenado a una vida en responsabilidad social y sin reincidencia (§ 2,
frase 1, ley de ejecuci6n penal).
EI pensamiento juridicopenal «moderno» esta en el peligro de contabilizar
en su haber el descargo respecto de la aceptacion normativa del derecho penal
orientado preventivamente, pero no de sal dar los costos para la justificacion de
las consecuencias juridico-penales, esto es, festejar el sistema juridico-penal como
institucion de higiene social, pero pasar por alto la cuestion de las consecuencias
«efectivas» de las medidas juridico-penales, 0 sea, respecto de la aceptacion del
derecho penal, pensar preventivamente en relacion a las consecuencias juridico-
penales, en forma absoluta, y asi vincular 10 util con 10 agradable.
Este reproche apunta no solo a ambitos margin ales del pensamiento juridico-
penal moderno, sino a su nueleo central: a mecanismos como los de la ley de es-
tupefacientes de 1982, esto es, como consideracion de las consecuencias en la
medicion de la pen a 0 la apreciacion de la «defensa del ordenamiento juridico»
en la imposicion de penas cortas privativas de libertad, 0 bien, en la suspension
a prueba de la pena.93 Apunta, tambien, a la criminalizacion de comportamientos
respecto de cuya danosidad nada se sabe exactamente, en suma: respecto de todas
las decisiones juridicopenales legitimadas sobre consecuencias externas.. Estas de-
cisiones presuponen, en conjunto, que el derecho penal logra con exito la influen-
cia que afirma en relacion a los otros mecanismos de control social; entonces, si
realmente no 10 logra, fracasa tambien Ia legitimaci6n de las consecuencias juridi-
copenales, pues su efecto preventivo es ilusi6n.
Los resultados empiricos del derecho penal preventivo no son «juridico con-
ceptualmente secundarios», mas bien tienen «significacion penal fundamenta1».94
Decisiones que estan justificadas en su aptitud para llevar a cabo consecuencias ex-
ternas, tienen su legitimacion unida a esta aptitud y, por eso, la pierden con ella.
Otra cuestion es la referente a que exigencias hay que poner para la com-
probacion de la aptitud. Aparece evidente que en relaci6n a este regulador, to do
actuar -porque es actuar practico- jurfdico penal podria ser prohibido meto-
dol6gicamente, cuando las exigencias se pong an inalcanzablemente altas.95 Es evi-
dente que las fronteras de la precision metodica, pol' ejemplo, en el procedimiento
penal, son codeterminadas por la posibilidad de todos los participes en el procedi-
miento de en tender e influir practicamente en su curso y contenido.96
Pero tam bien es evidente que conceptos preventivos que fundamentan un
ataque a los derechos de las personas con la expectativa de consecuencias exter-
nas favorables, solo son aceptables cuando tal expectativa esta fundamentada. 97
En todo caso, de ella surge: que tiene que diferenciarse entre institutos orienta-
dos preventivamente, que ope ran a favor 0 en contra del afectado; 98 que la inves-
tigacion de las conexiones causales entre actuar juridicopenal y consecuencias
externas tienen que proseguirse intensamente, y que alli donde tales conexiones
son imprecisas, 0 bien, se discriminaliza 0 se toma a cargo fundamentar el mere-
cimiento de pena del comportamiento incriminado en razon de merito, injusto y
culpabilidad. Solo cuando la fundamentacion de la conminacion penal, la impo-
sicion de la pena y la ejecucion penal, renuncia a ilusiones comodas, se puede
comprobar si la prevencion es realmente el paradigma que domina el derecho
penal contemporaneo.
IV. TESIS
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LA CRIMINOLOG1A CR1TICA Y EL CONCEPTO DEL DELITO
LOUK C. HULSMAN
(Universidad Erasmus, Rotterdam)
abordar los problemas sociales qut.: sc han definido como delitos». Ademas,
habrfa que reducir al minima, en cuanto sea posible, los costos sociales de este
metodo y distribuirlos de la manera mas justa que se pueda. Cabe anadir todavia
la impresion que existe entre mucha gente en el sentido de que el desarrollo
del derecho penal es el de una humanizacion que progresa Icntamente.
Este cuadro de la realidad de la justit:ia penal aparece insostenible, tanto
a la luz de las experiencias directas de aquellos que participan en las relacio-
nes cara a cara dentro de ese sistema. ClIanto sobre la base de la investigacion
cientffica. La forma especial de la hipotetica cooperacion entre la policia. los
tribunales, el sistema penitenciario, el ministerio de justicia, otros departamen-
tos y el parlamento que describimos como el sistema de justicia penal es
muy dificil de controlar. Los intentos de rdorma. como 10 muestra incluso
la historia mas reciente, producen a menudo resultados completamente dife-
rentes de los que se perseguian. Durante el periodo de comienzo de los aflos
setenta se habia alcanzado acuerdo general de los gobiernos sobre la convenien-
cia de reducir considerablemente las penas privati vas de libertad, proposito apo-
yado por amplias mayorfas en los parlamentos. Sin embargo, la cantidad de
condenas privativas de Iibertad que se impusieron en ese periodo y su duracion
promedio siguieron creciendo. En uno de los documentos preparatorios de la
secreta ria de las Naciones Unidas (1975). para el V Congreso de las Naciones
Unidas sobre Prevencion del Delito y Tratamiento de los Delincuentes, en Ginebra,
se formul6 la siguiente declaracion:
«Uno de los problemas c:ollsisle en dar par supueslo que una estruc-
tura tan compleja (el sistema de justicia pena/) funciona efectivamente
como un sistema. que los diversos subsistemas comparten una serie de pro-
positos comunes, que estdn relacionados entre si de una manera consistente
y que la interrelacion c:onstituye la estruclura particular del sistema, habili-
tandolo para func:ionar como un todo. can un cierto grado de continuidad
y dentro de determinadas limitaciones. Sin embargo, en los paises donde
se han realizado. por investigadores y politicos. exdmenes criticos de La
estructura de sus sistemas de justicia penal. han encontrado que hay pocos
propositos comunes. que hay considerable dispersion de deberes y de res-
ponsabilidades y poca 0 ninguna coordinacion entre los subsistemas y que
hay a menudo puntos de vista di/erentes respectc del papel de cada parte
deL sistema. En resumen, han hal/ado una grave ausencia de cohesion den-
tro del sistema. Ahora bien, cuando las personas hablan acerca de la jus-
ticia criminal como un todo. suponen de manera explicita e implicita que
el sistema /unciona bien y que estd controlado de manera efectiva. Dan
por sentado que es un sistema que se orienta hacia propositos encaminados
a satis/acer necesidades de la comunidad» (p. 16).
el medio que 10 rodea y se enajena de el. Sin embargo, es un hecho evidente que
este proeeso se manifiesta con mayor claridad en eI presente s. j. p., el eual es
de suyo particularmente alarmante, ya que son productos de tal sistema la impo-
sicion del sufrimiento y la estigmatizacion.
Una de las causas mas importantes de la dificultad de controlar el s. j. p.
es que existe apenas informacion relevante sobre la manera como se ex peri-
menta el hecho por los directamente comprometidos en el. Esto es inherente
a la estructura del sistema. Los conflictos que ocurren en la sociedad entre
personas 0 grupos no se definen en el sistema penal desde el punto de vista
de las partes comprometidas, sino mas bien desde el punto de vista de las re-
gulaciones (legis/acion penal) y de los requirimientos organizativos del siste-
ma mismo. Las partes directamente comprometidas en un conflicto pueden ejer-
cer poca influencia sobre el curso ulterior de los acontecimientos una vez que
un asunto ha sido definido como dclictivo y como tal ha sido atraido por el sis-
tema. Volveremos luego sobre este aspecto del s. j. p.
La idea de que el desarrollo del derecho penal expresa una humanizacion
paulatina merece tambien una observacion critica. Tal impresion no es exacta
en el plano cuantitativo. La cantidad de condenados por 100.000 personas de
una poblacion muestra un fuerte movimiento ciclico comparable al movimiento
de la coyuntura economica. Este cicio en el n(tmero de condenas, en muchos
paises del mundo industriaJizado, muestra desde hace algun tiempo un movimien-
to ascendente.
litud intrinseca del delito en todos los niveles de nuestra sociedad» (p. 75; este
subrayado es mio).
Hay tambit~n otra tendencia. bastante reciente. que parte del cuestionamien-
to del concepto de delito como tal (Baratta. 1983; Hulsman y Bernat de Celis,
1982; Landreville. 1978; A. Normandeau, 1984). Este enfoque apunta al hecho
de que no hay una «realidad ontologica» del delito. Trata de reorganizar el de-
bate dentro de la criminologia y de la polftica criminal con tal hecho como punto
de partida. Esto lie va a la abolici6n de la justicia criminal como la conocemos.
Porque el «delito como realidad ontologica» es la piedra angular de este tipo de
justicia criminal. EI «porqU(!» y el «como» de este enfoque, seran abordados en
los capitulos siguientes.
CRIMINALIZACION PRIMARIA
Hay una gran masa de investigacion que muestra que los procesos de crimi-
nalizacion primaria estan influenciados por factores que nada tienen que ver con
el caracter negativo de las situaciones a las que se supone poner remedio, ni con
la existencia de recursos que pudieran, en los hechos y bajo ciertas circunstan-
cias, ofrecer un remedio para situaciones constitutivas de problemas (Report on
Decriminalization, Council of Europe, 1980). Toda esta masa de conocimientos
es desestimada cuando tomamos la imagen de negatividad (y de sus remedios)
como punto de partida de la vida social y de sus problemas.
CIFRA OSCURA
INTERACCIONISMO
que usted se refiere, pero l,podria aplicarse tambien a aquellas esferas de la vida
vinculadas con la definicion de grave deli to de violencia? Estoy convencido que
la variedad de marcos de interpretacion, de enfoques y de dimimica en el proceso de
definicion no son menores que en las areas en que tome mis ejemplos. Al respecto
quisiera agregar dos nuevos ejemplos.
Algunos afios atras un grupo de malucos capturo un tren holandes. Uno de
los rehenes resulto muerto. Algunos de los rehenes se hicieron amigos de aquellos
malucos y todavia los visitan en la prision. Tal vez usted me respondeni: «Claro,
el sindrome de Estocolmo.» Otro ejcmplo. En Holanda, los agentes de policia que
matan, en funciones, a otra persona, pnicticamente nunea son declarados culpa-
bles de homicidio. Por el contrario, los ladrones y «tunantes pendencieros» que
matan a una persona son con den ados muy a menudo por tal incriminacion.
Las opiniones de los directamente afectados (y de los observadores) respecto
de las situaciones influencia la manera como ellos son tratados. Laura Nader
(1981) distingue los siguientes procedimientos que usa la gente para abordar un
disturbio:
ralmente sobre una realidad que existe unicamente dentro del sistema y que
encuentra rara vez un equivalente en el mundo exterior.
Puede ser esclarecedor para los asuntos que nos ocupan que comparemos,
de una manera muy global, los procesos de construccion de la realidad en un
sistema de justicia penal con los de uno de justicia civil. En el sistema de justicia
penal, es una organizacion formal, separada de las personas directamente afec-
tadas, la que decide acerca de la definicion preliminar del caso (polida 0 minis-
terio publico). En la justicia civil, es una de las partes directamente afectada la
que decide acerca de la ·definicion preliminar y la otra parte tiene la oportunidad
de contribuir a la definicion tfn el mismo nivel que el actor. Ambas partes estan,
en el sistema civil, limitadas cbnsiderablemente en su libertad de definicion por los
apremios con los cuales el sistema legal precisa la relevancia (legal) de determina-
das definiciones. Los apremios en la justicia civil, aunque tambien enajenados de
las partes directamente afectadas, son, sin embargo, considerablemente menos se-
veros que en la justicia penal. Una tercera diferencia importante es que las partes
directamente afectadas no tienen influencia en las consecuencias de un fallo en la
justicia penal. La ejecucion de la sentencia tiene lugar a iniciativa de una orga-
nizacion formal.
En la justicia civil, las consecuencias de un fallo estan en las manos de
una de las partes y, muy a menudo, la parte perdedora no queda privada, por
tal fallo, de todo poder de negociar. Un fallo civil cambia la relacion de poder
entre las partes comprometidas, pero les deja espacio para la negociacion ulterior.
Despues del juicio pueden ell as obrar reciprocamente sobre la base de su propia
definicion dinamica de la situacion.
V. CONCLUSION
lCual seria la tarea de una criminologia que ha abandon ado segun la pers-
pectiva que hemos desarrollado el concepto «crimen» como un instrumento? Las
tareas principales de tal criminologia critica pueden resumirse como sigue:
b) lIustrar -pero solo como una manera de ejemplificar y sin pretender ser
una «ciencia de situaciones problematicas»- como es que en un campo espe-
cifico, las situaciones problematica~ pueden dirigirse a niveles diferentes de la
organizacion societaria, sin recurrir a la justicia penal, bajo condiciones que
permit an y contribuyan a la libre comunicacion entre aquellos que estan im-
plicados.
e) Estudiar estrategias sobre c6mo abolir la justic:ia penal; en otras palabras,
como liberar organizaciones tales como la policia y los tribunales de un
sistema de referencia, que les aleja de la variedad de la vida y de las necesi-
dades de los que estan directamente implicados.
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ELIGIO RESTA
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LA DESMESURA DE LOS SISTEMAS PENALES 139
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cho penal en el momenta en el cual debe «secularizar» su modelo original de
forma procesal, 10 cual sucede cad a vez que el mismo se convierte en aceion,
cuando es aplicado transformandose en decisi6n. La certeza y la prevision de eom-
portamientos -tanto los transgresores como 10& punitivos- estan sobre el mismo
plano de la ineertidumbre y de la imprevisi6n de la decisi6n orientada hacia
fines: y «fines» pueden ser tambien el garantismo, la defensa social, la tutela de la
victima, as! como la protecci6n de grandes bienes colectivos y hasta la eonserva-
ci6n del «sistema» juridico. Esto es 10 que sucede cuando se afirma que el dere-
cho es capaz de resistir a las desilusiones, 0 sea cuando est a en condieion de
reafirmarse no obstante sus violaciones. Mas la secularizacion de los procedimien-
tos y el dar fuerza uti I al universo del nomos, no se producen en un momenta
separado del de los sistemas penales, sino en un mismo tiempo. Los meeanismos
de .iustificaci6n de las utilidades son los mecanismos de justificacion de su existen-
cia y de su fundacion. EI derecho que fundamenta el poder de punir sobre la base
de reglas es el mismo dcrecho que fundamenta, en virtud de decisiones, las reglas
fundadoras del derecho de punir. Observando este mecanismo desde el punto de
vista de las garantias, el mismo limite del arbitrio del soberano (humanidad, pro-
porcionalidad, certeza de la pena) somete las reglas a decisiones. 0 sea seculariza
la utili dad.
En este sentido. la semantica de la prevencion --es decir. su mutacion, su
ampliacion, su diferenciacion en prevencion general y especial, positiva y nega-
tiva y aun en prevencion especial positiva v asi sucesivamente- no es otra cosa
que el proceso de auto-referencia del derecho a los fines decididos en el interior
de sus propias reglas, es decir, a la semantica de sus propias decisiones. EI juego
que se establece es el juego paradojico de todos los sistemas que se auto-funda-
mentan sobre una interminable cadena de anillos, como en la conocida Eterna
ghirlanda brillante reconstruida por R. Hofstadter (1984); de est a manera, el dere-
cho tiene necesidad de decisiones para producir reglas que tendran necesidad de
otras decisiones, y asi en adelante. La metamorfosis de la eual se habla se
vincula con la cadena de auto-referencia antes aludida y, consiguientemente, con
la artificialidad de los sistemas que sobre esta base se auto-producen. La supre-
sion del nomos no puede ser entonces referida sola mente a la irrupci6n del
tiempo. 0 sea al acaso, a 10 empirico. a 10 contingente, pero si se podria decir
a la imposibilidad de la misma regIa para trascender sujetos y decisiones.
En otras palabras, no es simplemente la presencia de algunos sujetos 0 las
formas de dominio que se manifiestan en el tiempo hist6rico las que decretan el
fin de la igualdad en el derecho penal, 0 mejor dicho el fin del derecho penal
igual. Ciertamente el uso del derecho penal es un problema que yo no niego, pero
creo que los mecanismos de la hegemonia que dan forma al derecho no son ca-
suales y accidentales, sino que estan Jigados a estos sujetos, a este derecho, a
este Estado; esto es, no creo que el defecto de universalismo de este dereeho
pueda ser superado gracias a otros sujetos y a otro derecho. No se trata uniea-
mente de entender, como en el Libro degli amici de Hugo von Hofmannsthal,
que la regIa sirve a quien puede desobedecerla, mientras pierde quien la asume,
v que entonces cada regIa es un enigma que ayuda a proceder por medio de otros
enigmas y que, ademas, to do esto suceda por casualidad. En su misma constitu-
140 ELiGIO RESTA
2. La razon decidida
5. BARCELLONA, 1984.
6. DUMONT, 1983.
LA DESMESURA DE LOS SISTEMAS PEN ALES 141
(Grundrechte); pero esto solamente tiene lugar a partir de una decision del poli-
tico ace rca de las reglas que normativizan condiciones para otras decisiones, aunque
fuesen unicamente decisiones judiciales que ninguna automatizacion procesal 0
ninguna racionalidad logico-argumental podian eliminar. La legalidad tipica del
derecho moderno no excluye, sino que valoriza, la autonomia de la politica y, a
partir de esta, la independencia de las form as juridicas; esto quiere decir que se
da origen a un proceso reiterativo de reglas nacidas de decisiones. Todo proceso
de nomothesia, cualquiera sea la vestimenta procesal que se construya, presu-
pone cerrazones auto-referenciales por las cuales la regIa decidida permite am-
plificar las posibilidades de decidir sobre tantas otras reglas; un mecanismo seme-
jante result a mas idoneo cuanto mas es producido por (y tiende a responder a) otra
complejidad de las relaciones a regular 0 de los contenidos a decidir. Un sistema
juridico puede presentarse como forma de una sociedad en la cual los elementos
constitutivos se presentan variables y generadores de interdependencias 0 dife-
renciaciones progresivas solo si revelan una fuerte complejidad interna. En un
sistema social en el cual la politica este totalmente incorporada a la sociedad - 0
la sociedad en la politica 7 _ los subsistemas no se autonomizan por medio de
diferenciaciones, sino que simplemente se reproducen; esto pod ria explicar el
modo por el cual las representaciones de la sociedad reproduzcan el modelo ori-
ginario de familia del mundo antiguo y como es que la polis reunifica en su inte-
rior el universo de la sociedad. La idea de la justicia (dike) esta integramente
consignada al nomos que rige el ordenamiento de la politica,8 y sera solamente
con la inclinacion del mito de la polis que la diferenciacion social producira
-mediante la separacion de los sistemas- la antitesis entre ley y justicia gene-
rando la necesidad de una cerrazon organizativa del sistema decisional -total-
mente autonomo y auto-regulado-- para producir (thesia) nomoi. En la misma
teoria hobbesiana, la diferenciacion entre el soberano y el conflicto social que debe
regular (la diferenciacion de la politica) se presenta como presupuesto de la posi-
bilidad de determinar reglas y alcanzar la paz.
Si se continua con este frame of reference, el mismo proceso de monopoli-
zacion de la fuerza fisica que caracteriza al Estado moderno (del que habla
Elias 9) puede ser leido como un ulterior nivel de aquella cerrazon organizativa
que el sistema politico manifiesta auto-definiendo como valida solamente la fuer-
za legitima (su fuerza). No es luego casual que deb era ser la teoria politica la
que colme la aporia y la que cierre el cerco construyendo el edificio del contrato
social y del iusnaturalismo para dar fundamentos a la obligaci6n politica Oeal-
tad al pacto como proteccion).
En el ambito de la teoria penal, la cultura iluminista del mismo modo su-
puso un impulso decisivo para la 1egalizaci6n de la pena contra la arbitrariedad
del soberano, pensando en una dimension de «infalibilidad» del control (Becca-
ria). Una pena uti 1 es una pena depurada de la atrocidad gratuita v de la pre-
potencia; su «justicia» esta en la proporcionalidad establecida en la misma ley
que la funda y que, en el monopolio de su exclusividad, «habita en los ojos de
todos». La visibilidad de la ley hace que la certeza de la pena se constituya en
7. POLANYI, 1974.
8. HAVELOCK, 1981.
9. ELlAS, 1982.
LA DESMESURA DE LOS SISTEMAS PENALES 143
3. EI nihilismo de la ley
formas normativas, can la fuerza capaz de pesar sabre las decisiones. En el mar-
co de una estrategia de la prevencion general, dentro del eual la decision sabre
la pena se desplaza de la conminacion a los mecanismos decisivos que poseen
otros horizontes de referencia, la semantica de la norma penal se inmuniza con-
tra el peligro de la ineficacia y puede reafirmar su validez. De tal manera, es
posible explicar la tendencia a la descomposicion V diferenciacion de los meca-
nismos punitivos y hasta la auto-negacion, como en el caso del perdon. de la con-
tratacion y de la prevision de equivalentes.
Asi como se define eI espacio tearico de la critica de los sistemas penales mo-
demos cuando la pena no se repliega sabre un fundamento de «verdad» sino de
«validez», dentro del cual todas las utilidades son posibles (yes una casualidad
que sean estas y no otras, que esten constituidas par decisiones de tales sujetos
y no de otros), tam bien se produce dicha definicion cuando se extingue radical-
mente el mito universal de la ley. EI punta a partir del cual la critica (de la vaH-
dez y par 10 tanto de la legitimidad) se auto-constituye, es el caracter arbitrario e
infundado de los sistemas penales que habla eI lenguaje del universalismo y res-
pecto al cual, segun conocidos esquemas, debe formularse una imputacion de
ideologia. Asumiendo el esquema liberal ci<lsico del sistema penal, el cual a partir
de C. Beccaria se ha revelado como «forma» de la penalidad modema. se puede
decir entonces que los modemos sistemas de derecho penal se han auto-construido
sobre el modelo del que parte la busqueda de la mayor felicidad para la mayoria
«observante» y de la menor infelicidad para la minoda desviada. La legitimidad
de la violencia punitiva contra la violencia transgresora, se manifestaba en el
universalismo de esta regia utilitarista que tenia la funcion de crear y al mismo
tiempo orientar el control a traves de las penas; es decir, traducia la estructura
«morfogenetica» e igualmente «morfoestatica» de los sistemas penales. La impu-
tacion de ideologia -10 que se dice de ser como diverso del ser- se referia
entonces a una exclusiva busqueda de la felicidad de la mayoria a al contrario
a la obtencion de la exclusiva menos infelicidad de la minoria desviada. EI eterno
pasatiempo entre garantismo y defensa social se refuerza progresivamente por
media del conflicto sabre los significados de «felicidad-infelicidad» y «mayoria-
minoria». Pero todavia este infinito pasatiempo asume, cada vez mas tragic amen-
teo el sentido romantico del «vocear» sobre la validez de las normas que de su
propia validez hablan por si mismas; y este vocear es un hablar de cosas con un
lenguaje que no es el propio. a menos que. y hasta cuando no se convierta en
una decision valida porque es mas fuerte. no sea discurso (logos) capaz de vincu-
lar (leghein. lex). Y. ya se sabe. en el derecho «se hacen cosas can las palabras».
Utilizando una perspectiva incongruente para analizar la teoria penal se
podrfa escudrifiar -pero esto es unicamente una tentativa explorativa 0 la suge-
rencia para ulteriores exploraciones- en sistemas teoricos diversos, en teorias
v problemas difcrentes. para comprender como es que se realiza el juego auto-re-
ferencial y donde es posible aplicar el sentido de la crftica.
En los origenes del pensamiento polftico moderno y aun en los debates
sobre los fundamentos de la democracia. se utilizaba 1a contraposicion entre el
146 ELIGIO RESTA
5. La guerra «justa»
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Elias, N. (1982), La civilta delle buone maniere, Bologna.
16. SEVERINO, 1983, 15.
* N. del T.: ascesi intramondana es una expresi6n que ha sido dejada como 10 escribe
el A. en italiano, puesto que la connotaci6n que preponderantemente tiene su traducci6n
como «ascetismo» en la cultura de habla castellana revela un caracter mistico-religioso.
LA DESMESURA DE LOS SISTEMAS PllNALES 149
INTRODUCCION
Por eso tampoco puede extraiiarnos que Franz v. Listz, desde su nueva
escuela del derecho penal, postule un doble caracter para la pena: como un
mal con un efecto preventivo general y un efecto preventivo especial. Con el
efecto preventivo especial, al concretarlo con el aislamiento del que ha delin-
quido, integra dentro del derecho penal el aspecto ejecutivo penal.
Ahora bien, en relaci6n con la pena, su funcion y fines, hay que distinguir,
por una parte, el nivel de 10 que es la pena y, por la otra, el nivel de la impo-
sici6n de la pena. A partir del hecho de que la pena, desde un punto de vista
material, es uno de los medios coercitivos a traves de los cuales el Estado se
autoconstata, surge una funcion de la pena y no un fin, que es la de proteger
relaciones sociales concretas que en el derecho penal se materializan en bienes
juridicos. EI Estado, cualldo decide la protecci6n de un bien juridico, 10 hace
conforme a sus intereses, fijando con ello las pautas de comportamiento que Ie
interesan. Su funcion, por 10 tanto, no es neutral, es una fun cion que realiza
a partir de una decision politica.
ella de otros fines que no sean los del hombre, que es un fin en 81 mismo y no un
objeto susceptible de manipulaciones. Luego, el fin de la ejecuci6n penal tiene
que coincidir con el fin del hombre en un Estado democnitico, esto es, un ser
liberado y cr1tico. Ello puede significar para el Estado caer en una contradic-
cion consigo mismo al obligarlo a entrar a revisar su funcion penal, que per-
fectamente puede constituir un obstacuJo que impida su participacion en la vida
politica, economica, cultural y social, riesgo que en todo caso esta obligado a
asumir, pues, en definitiva, significa una profundizaci6n de su canicter demo-
cratico.
MASSIMO PAVARINI
(Universidad de Bologna)
1. INTRODUCCl6N
Hare una primera distincion general entre model os interpretativos del sur-
gimiento y ajirmacion de la carcel como practica de secuestro institucional, y
teorias que quieren dar cuenta del dominio de la pena de privacion de la liber.
tad como san cion criminal principal en los sistemas pen ales modernos.
Las primeras teorfas se interesan, por 10 tanto, de la epijania de fa carcel
dentro del proceso historico de dijerenciacion-especiafizacion institucional de las
politicas que emplean el secuestro de las contradicciones sociales. Es decir, que
ellas se ocupan de establecer como se ha elaborado 10 especffico penitenciario
desde la epoca de utilizacion del «gran internamiento» en el Renacimiento
tardio.
Siguiendo a Spitzel-Scull (1977, 265) sabemos que aquella pro Iff era madre
que fue la casa de trabajo de memoria isabelina -que tuvo vida des de fines
del XVII hasta las primeras decadas del XiX- se ha reproducido mediante una
segmentaci6n institucional, generando distintos tipos de secuestros constituidos
por los nuevos estatutos de saber (psiqui~ltrico, asistencial, terapeutico, legal, etc.)
y, por 10 tanto, respondiendo cada uno de ellos a distintos polos de conocimien-
to. Surgen asi instituciones «diversas» (manicomios, hospicios, befotrofios, casas
de correccion, carcel, etc.), aunque entre elIas resultan ser fundamentalmente
«iguales». Es por esto que todavia hoy nos asombramos al constatar -no obs-
tante que todas hayan tenido un recorrido autonomo ya secular- que todas las
practicas institucionales de secuestro sean todavia hom610gas entre ellas y rela-
tivamente intercambiables.
Nuestra curiosidad cientifica resulta entonces provocada para seguir «hasta
el fondo», hasta el final, esta huella. Huella que se inicia cuando, volviendo
atras, se afirma par vez primera, la idea de que la respuesta mas adecuada res-
pecto a los problemas de desagrado, disturbio y peligro fuese la de «secuestrar-
los» en «espacios restringidos y separados de la sociedad»
Siguiendo a Foucault (1963) podemos conocer las practicas policiales y de
higiene de la baja Edad Media lIevadas a cabo frente a la amenaza del contagio
de la lepra, y de aqui es posible explicarnos la edificacion de los gran des laza-
retos.
Pero quiza sea tam bien oportuno ir mas alia. EI ultimo Sellin (1976) nos
* N. del T. Epi/ania ha sido empleado aqui par el A., como asimismo en el resto del
trabajo, en el sentido de <<nacimiento» a pesar de que realmente el tetmino esta yinculado
-tanto en italiano como en castellano- con la festividad del 6 de enero, fecha en que la
Iglesia cat6lica recuerda la visita de los Reyes Magos a Jesus.
FUERA DE LOS MUROS DE LA CARCEL 157
1. FOUCAULT, 1976.
2. v.ROTHMAN, 1980.
158 MASSIMO PAVARINI
talmente se habia ya formado una clase obrera que por cierto habia olvidado
su origen de clase campesina ex-lege. Los continentes institucionales de la expe-
riencia asistencial-disciplinaria resultan, en consecuencia, despues de dos siglos,
privados de la funcion para la cual habian nacido. Vaciados de toda {uncion
«pedagogica» terminan por ser lugares de unico v «gratuito» sufrimiento. EI
principio de menor elegibilidad que otorgo a estas instituciones una funcion en
la dinamica del mercado de trabajo -consistente en una fundamental represen-
tacion intimidatoria de 10 que es peor en la peor situacion ocupacional- se
convierte en el instrumento de la pena «unica». Esta es la razon por la cual
Howard encuentra segregados en estas instituciones a pequeiios delincuentes, lo-
cos y prostitutas. A esta situacion contribuyo, inadvertidamente, una temprana
jurisprudencia que aplicaba sanciones criminales atipicas, tal como la pen a de
internacion en la casa de trabajo y de correccion por un tiempo determinado.
De tal manera es que se veri fica una gradual absorcion por la praxis judicial,
mucho antes de la reforma penal, de los residuos de un sistema correccional na-
cido en otros ambitos v que tuvo desarrollo durante siglos a 10 largo de diversos
recorridos.
De este tipo de analisis emerge un primer dato de fundamental importancia,
cual es que: el sistema iurfdico-penal de raiz retributiva term ina apropiandose
de una practica marcada por una cualidad no solo «diversa», sino «inconciliable»;
ella es la disciplinaria.
sorber la funcion que Ie era caracteristica, esto es, aquella simbolica de norma-
igual 0 de norma-contrato en una sociedad en la cual las relaciones sociales no
se manifiestan mas en la forma del intercambio pOl" equivalentes. Si el contrato
entonces no es mas que la forma juridica capaz de representar el universo de
las relaciones sociales en el libre mercado, tambien fa proporcion entre valor-
dellto y valor-pena cesa como fetiche ereible. En consecuencia, no se sabe como
es posible querer resucitar la forma de la norma-contrato y, por tanto, de 1a re-
tribucion, sino es con eI objeto de satisfacer la creciente necesidad de legitima-
ci6n, tal como pretenden hacerlo las teorias neoJiberales hoy emergentes.
De tal modo, en la definitiva superacion de la razon contractual en el de-
recho, como expresion «real» y para nada ideologic a de determinadas y espe-
cificas relaciones economico-sociales, es posible encontrar la crisis de la pena
«justa». En csta y para esta crisis es que juga ran un importante papel las dis-
tintas estrategias con capacidad para ocupar los espacios no mas definidos ni
definibles de la convencion punitiva, ya teleologicamente orientada.
No obstante, por un tiempo todavia largo, tendril vigencia la paradoja pen a-
contrato con un contenido disciplinario. Un sistema de pena «justa» que lleva
en sf mismo una eliminable potencialidad utilitaria. Mas este dificil matrimonio
podra subsistir hasta que se mantengan los Hmites formales de la retribuci6n
legal.
Es cierto que el esquema de la retribucion en la graduaci6n de la pena ha
sobrevivido -y parcialmente todavfa puede sobrevivir en los sistemas contem-
poraneos de derecho penal- con una dimension, que en mi opinion, es mas dc-
bil que una simple convencion legal. Esta idea convencional sob revive s610
como un fetiche, desde el momenta que toda practica ejecutiva revela una ina-
decuaci6n a ella. Me parece posible afirmar que la presencia del limite retribu-
tivo --esto es, de la norma-igual y de fa norma-contrate- este ya c1aramente
orientada a fines conectados con la creciente necesidad de legitimaci6n: tal pre..
sencia enfatiza, en efecto, los anhelos de justicia, de igualdad, y con esto obtie-
ne consenso y Iealtad.s
EI senti do real de la retribucion legal, como limite para el poder punitivo,
resulta tambicn negado en los hechos cuando pretende ser afirmado ideol6gica-
mente.6 Esto se comprueba ya sea cuando se analizan los sistemas de justicia
correccional de Common Law,1 ya cuando se haga l'eferencia a las practicas ju-
risprudenciales y a la doctrina penal de estos ultimos ailos en los sistemas siem-
pre mas orientados por los anhelos de una justicia penal de la fideIidad, 0 bien
de un derecho penal de la prevenci6n-integracion.8 Pero tambicn este tipo de
comprobaci6n puede efetcuarse si se acepta la presencia ascendente de tenden-
cias neo-liberales, favorabIes a la producci6n de un sistema penal fundado sobre
el concepto de «merecimiento de la pena» (desert).9
Sin embargo, no es este el punto -por otros motivos decisive- que mas
interesa. Por el contrario, me interesa aclarar que es 10 que sucede en el ambito
de las instancias disciplinarias una vez que, de cualquier modo, falte el limite
formal del poder punitivo que habia sido fijado por la retribuci6n legal. En re-
sumen, pretendo saber que cosa ocurre cuando la paradoja no se verifica porque
falta uno de los terminos de la contradicci6n.
De la desaparici6n de dicha paradoja han sido dadas diversas interpreta-
ciones. Consideradas todas elIas en conjunto, puede deicrse que ponen de relie-
ve un escenario en el cual los momentos disciplinarios, «liberados» del limite
formal de la retribucion, terminan inevitable y naturalmente «expandiendo», «in-
vadiendo», «difundiendose» libremente, cubriendo asi todo el sistema de la jus-
ticia penal que, por esta raz6n, ha sido definido como «correccional».ID
De tal forma, se ha afirmado en muchos contextos que la obsesi6n utilita-
ria habria progresivamente atravesado el momento legislativo (en la individua-
lizaci6n de sanciones 0 de modalidades ejecutivas de sanciones penales que pre-
tenden una potencialidad de capacidad especial-preventiva). Ello habria tambien
ocurrido con la fase de la determinaci6n judicial de la pena (mediante una exas-
peraci6n subjetivista del pron6stico de conducta) y, finalmente, con la verdadera
fase ejecutiva (ya definitivamente asentada en la ideologia y en la pnictica del tra-
tamiento).
Frente a este escenario me parece posible afirmar que el mismo traduce
la imagen que el sistema penal post-retributivo ha terminado dando de si, antes
que reflejar la realidad de su ser.
Queda no obstante sin aclarar -y esto es verdad- la problematica dis-
tinci6n abstracta entre funciones y fines ideol6gicos del sistema penal, tal como
hoy,l1 con mucha inteligencia, S. Cohen (1985, 5-48) habla de «charlas» y «rea-
lidad» del sistema de control social. En efecto, es verdad que los discursos so-
bre el control social» no pueden simpiemente ser degradados al papel de ideo-
logia ocultadora de «cuanto sucede realmente en las celdas de las prisiones, en
las salas de justicia, en los corredores y en las oficinas de cualquier aparato bu-
rocratico que se ocupa de control socia1»}2 Esto va dicho aun cuando sea razo-
nabIe suponer que todo 10 que sucede en los lugares fisicos de la disciplina
penal puede tambien diverger profundamente de las ideas que posee la gente y
los mismos operadores directamente involucrados en las instituciones de control
(policia, magistrados, administraci6n penitenciaria, etc.). Responde, sin embar-
go, quiza mas a la verdad, y es entonces cientificamente mas util asumir tam-
bien las imagenes, los discursos y las palabras del/o sobre el control social
como momentos al mismo tiempo «decisivos» 0 «determinantes» de las mismas
praxis. Si esta recomendaci6n es de algun modo ultil para la historia del «con-
junto» del control social de tipo penal (piensese en el papel relevante que tuvo
el saber criminol6gico positivista respecto de las practicas de diciplina social
entre los siglos XIX y xx 13), debe aun valer mas cuando el «aligeramiento» ?e
«funciones materiales» ejercitadas por 10 juridico-penal en los procesos de dls-
ciplina social (hoy fundamentalmente desplazadas a otros ambitos) ha enrique-
cido el sistema total de la justicia penal con contenidos fuertemente simb6licos.
Por 10 tanto, el esfuerzo para refundar utilitariamente el sistema juridico-
10. FOGEL, op. cit.
11. V., a tal fin, BARATTA, 1984, op. cit., 1 Y 55.
'12. V. COHEN, 1985, op. cit., 5.
13. Cfr. PAVARINI, 1980,22.
164 MASSIMO PAVARINI
5. LA DESINTEGRACION DE LA CARCEL
a) Diferenciaci6n carcelaria
b) Policentrismo carcelario
Junto al proceso antes descripto, pero coincidiendo con el, es posible obser-
var la descomposici6n del monocentrismo de la estructura carcelaria y una di-
seminaci6n pulverizada de segmentos penitenciarios, los que han ido constitu-
yendo una suerte de policentrismo institucional. La esencia penitenciaria no solo
entonces se especifica, diferenciandose en su'interior, sino que se descompone en
multiples sistemas, relativamente autonomos.
Este segundo proceso no es tan f<kilmente perceptible en su expresi6n ma-
terial (por 10 men os en el ambito europeo-continental, aunque sl pudiera serlo
cuando se argumenta a prop6sito de las tendencias actuales de «privatizacion»
de ciertas instancias penitenciarias en la Norteamerica de Reagan) como 10 es
en el plano simb61ico. En este senti do hay que seiialar la presencia con tempo-
ninea de contenedores carcelarios autonomos, empleados para disciplinar dife-
rentes problemas sociales. Esto traduce algo asf como un proceso que va hacia
atras en el tiempo, en el sentido de una tendencia opuesta al proceso de centra-
lizacion y homogeneizaci6n administrativa de la ejecuci6n penal, tal como se
ha revelado durante la formaci6n del Estado modemo. Podria incluso decirse
que se ha manifestado un proceso de nueva feudalizacion del momento punitivo.
c) Encarcelaci6n-descarcelaci6n
natorios que no incluyen la eareel, utilizados para «tomar a su cargo» los su-
jetos «liberados» de la experieneia de privaci6n de la libertad, terminan subs-
tituyendo --aunque sea parcialmente- a la eareel 0 se Ie emparejan. La cues-
tion es la de saber correctamente cmiles son los terminos de menor 0 mayor
extension de la disciplina carcelaria; dicho diversamente: si las alternativas san-
cionatorias son alternativas reales a la privaci6n legal de la libertad, 0 bien se
han convertido en alternativas al estado de libertad. Tambil~n esta cuesti6n, aun-
que import ante y central, no es de mi interes analizar en esta ocasi6n porque es
irrelevante para la logica del discursa que aqui quiera profundizar.
d) Criminalizaci6n-descriminalizaeion
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CRIMINOLOGfA CR1TICA Y EJECUCION PENAL
tenciaria sera dificil obtener resultados positivos. Las carceles necesitan de una
reestructuracion sobre principios de organizacion distintos a los actuaIes. Lo unico
que aqui pretendemos es encontrar un fundamento juridico para hacer posibIe
una progresiva atenuacion de la pena. Y, a su vez, intentamos que el efecto de
atenuacion se encuentre vinculado a la ejecucion, haciendose extensivo a todos
los internos y a todo el sistema. La resocializacion debe presidir todas las deci-
siones de caracter interno, fomentar los contactos exteriores y la democratizaci6n
estructuraI, y valorar positivamente la relativizacion de la pena a traves de medi-
das menos nocivas.
La importancia de diferenciar las metas resocializadoras de las preventivas
se manifiesta particularmente a la hora de anaIizar algunos aspectos concretos de
la ejecucion. Como indicamos al principio, vamos a hacer referencia a dos de
elias: el tratamiento y. el regimen.
der de la evoluci6n del tratamiento. Una terminologia menos depurada nos per-
mite conocer el pensamiento del legislador sobre el significado de la expresi6n
evoluci6n en el tratamiento; este sera favorable cuando su conducta sea mere-
cedora de mayor confianza y desfavorable cuando haya oposici6n 0 resistencia al
tratamiento (art. 48). Para la legislaci6n vigente el tratamiento sigue constitu-
yendo el criterio determinante de la evoluci6n 0 regresi6n de grado, si bien en
la regulaci6n actual se observan mayores dificultades para determinar que crite-
rios se emplean para evaluarlo. Ahora, como seiialan los parrafos 1 y 3 del ar-
ticulo 65, la progresi6n 0 regresi6n dependera de la evolucion favorable de la
personalidad. Se modifica a su vez la propia denominacion del sistema progre-
sivo, que en 10 sucesivo sera conocido como «sistema de individualizaci6n
cientifica».
Asistimos con cierto retraso respecto de otros paises -como USA 0 los
paises nordicos- a la implantacion generalizada de tecnicas de control de la per-
sonalidad; a la transformacion de un sistema retributivo en otro tecnocratico en
el que la gravedad de la pena no se materializa en el propio escenario punitivo,
sino en la biografia del excarcelado. Esta transformacion comporta una economia
en los sistemas de control al ofrecer no solo una mayor efectividad, sino tambien
la sustitucion del control estatal por el autocontrol.
Pero el mismo sistema que introduce estas nuevas formas de control de la
conducta humana afiade a elIas un elenco de garantias juridicas para el penado.
De ahi que un programa alternativo radical no deba renunciar a valorar positi-
vamente algunos aspectos de la reforma, sino que ha de emplearlos para denun-
ciar las contradicciones del propio sistema. En este sentido y por 10 que se
refiere al tratamiento, las criticas de la criminologia radical han sido contestadas
poniendo los terminos de la polemica en la alternativa tratamiento/no-tratamien-
to, queriendo afirmar de este modo que quienes sostienen que el tratamiento se
impone hoy de forma coactiva propugnan una regresion a sistemas penitencia-
rios que renuncian a luchar contra la criminalidad. Estos discursos ocultan una
argumentacion falaz en un doble sentido. Por una parte, por no ser cierto necesa-
riamente que el planteamiento cientifico sobre la criminalidad se situe en la lucha
contra ella, renunciando a convertirla en el propio objeto de investigacion. La
criminologia critic a surge del conocimiento de los mecanismos selectivos y de la
distribucion desigual del bien negativo «criminalidad». Y esta formula conduce
necesariamente a una estrategia distinta a la de las tesis etiologicas. Pero no es
menos importante tener en cuenta que la criminologia critica no renuncia tam-
poco a considerar la existencia de conductas socialmente negativas y, consecuen-
temente, no obstaculiza la lucha contra elIas. Ahora bien, esta lucha se situa
fuera del sistema penal, relativizando este por medio de la intervencion de ins-
tancias socialmente estigmatizantes y con la intervencion de los sectores impli-
cados.
En otro orden de cosas, la critica dirigida dentro del marco penitenciario
contra el tratamiento se refiere al papel que se Ie otorga en relacion con la pena
de carcel. Un tratamiento convertido en el eje de la ejecucion penitenciaria es
incompatible con los postulados de un Estado de derecho por muy loables que
fueran las metas que se proponen. El tratamiento terapeutico no puede dejar de
de ser una parte de la politica asistencial que se realiza sobre la comunidad
reclusa durante la ejecucion de la pena. Su evolucion favorable 0 des favorable
CRIMINOLOGfA CRfTICA Y EJECUCI6N PENAL 185
procurar que el conflicto surgido tras la infracci6n pueda resolverse en sus con-
secuencias por medio de cauces participativos de las personas implicadas.
Pero, sin duda, en donde la estructura penitenciaria muestra mayores con-
trastes con sus propias funciones declaradas es en las vias de participaci6n de los
internos. La democratizacion de las prisiones abriria enormes posibilidades de
atenuar la nocividad de la pena. En la actualidad las legislaciones penitenciarias
tan solo recogen la participacion de los internos en cuestiones marginales de es-
casa relevancia para la marcha del establecimiento, como son las actividades cul-
turales, deportivas 0 religiosas. En nuestro pais el ambito participativo se encuen-
tra ampliado con las posibilidades de actuar en las cuestiones relativas al trabajo,
v estas posibilidades de participacion son aun mayores en Alemania federal, en don-
de el recluse a traves del Planung (programa) coopera en cuestiones como el inter-
namiento en un regimen determinado, asignaci6n a un grupo, elecci6n de un
trabajo u otras medidas necesarias de caracter especial.
Estas parcel as de participacion estan relacionadas mas con la propia especi-
ficidad de la ejecucion para cada interno que con la apertura de una amplia
democratizacion de las instituciones penitenciarias. En este sentido, una altema-
tiva radical debe exigir incrementar los grados de poder trasplantables en una
democracia participativa. Esto es entendido en un doble sentido; por una parte,
democratizaci6n interior, permitiendo a los internos decidir sobre cuestiones rela-
cionadas con el centro y favoreciendo el que instituciones y organizaciones de
caracter social puedan participar en la planificacion de una politica penitencia-
ria. Partidos politicos, sindicatos, organizaciones de vecinos no han de permane-
cer ajenos al momento ejecutivo de la pena. Tampoco la marcha de un centro
en un Estado democratico puede decidirse al margen de las personas mas afec-
tadas. leomo se valorarfa un Estado que niega esa posibilidad a los estudiantes
en la universidad 0 a los trabajadores en las cuestiones laborales? Bien distinto
es que en las instituciones penitenciarias se haya querido reproducir una politica
represiva sin mayor fundamento que el de obtener para el futuro ciudadanos
obedientes.
La democratizacion interna y externa procuraria una enorme economizacion
de las medidas disciplinarias si estas logran un acuerdo politico inicial entre las
partes interesadas.
BIBLIOGRAFIA
por la defensa frente a conductas que ponen en peligro bienes juridicos social-
mente valorados y protegidos.
Frente a la constataci6n de las que he lIamado 6 «contradicciones insolu-
bles» de la pena privativa de Jibertad, Bueno Arlis 7 ya expres6 el deseo, mayori-
tariamente sentido, de que «ojala que alglin dia los hombres puedan solucionar
el problema de la delincuencia de otra manera que no sea con la imposici6n de
penas privativas de libertad».
En la doctrina se defiende dialecticamente el caracter retributivo de la pena,8
en pugna con quienes mantienen su esencia preventiva,9 pero la coincidencia es
plena al establecer como objetivo primordial de la ejecuci6n de las penas hoy
la resocializaci6n, reeducaci6n y reinserci6n Social de los condenados. Estas ideas,
centrales para la nueva penologia,lO se han desarrollado desde los postulados de
progresiva humanizaci6n y liberalizaci6n de la ejecuci6n penitenciaria. La prisi6n
cerrada, concepci6n c!asica de la pena de privacion de libertad, no resocializa;
Dautricourt II ha sefialado que este modelo de prisi6n «corrompe completamente
a los que estaban s610 medio corrompidos, desocializa a los que se integran en la
artificial comunidad carcelaria», de la misma manera que Roxin 12 afirm6 que la
prision cerrada opera como estfmulo de la asocialidad, ya que el encierro produce
en el sujeto mas inidoneidad social que la poseida al entrar en el. A nadie se Ie
puede ensefiar a vivir en sociedad manteniendole apartado de la misma, dice
Roxin, y «solo se puede uno sociaJizar en la sociedad de los hombres libres»,
recalca Dautricourt.
Por ello, las primeras innovaciones del sistema clasico de prisi6n han abier-
to los estrictos !imites del confinamiento. Medidas como los permisos de salida
y el trabajo en el exterior en los regimenes abiertos tienen una muy superior
eficacia, a los efectos de la prevenci6n especial, que un encierro sin imaginacion,
pues los vinculos familiares, afectivos, laborales y sociales que dan asegurados y
se convierten en soJidas ataduras para, en el futuro, alejar a los internos de la
delincuencia. Otros criterios innovadores del sistema institucional, que buscan
la resociaHzacion y readaptaci6n social del delincuente fuera de los muros de la
prisi6n clasica, parten de la inconveniencia de esta para albergar a individuos
anormales 0 enajenados, y por ello surgen los hospitales psiquiatricos penitencia-
rios 0 los establecimientos terapeutico-sociales.
Las corrientes criticas hacia la pen a de prisi6n van, sin embargo, mas aHa
de estos criterios innovadores, y plantean su completa sustituci6n por otras me-
didas altemativas. Su fundamento, sefiala Sainz Cantero,13 estriba en que existen
otros bienes juridicos, distintos a la libertad y a los que su titular concede una
estimaci6n igual 0 superior que a la libertad ambulatoria, de los que el hombre
puede ser privado por el poder estatal, cumpliendo la amenaza de su privaci6n
una fun cion de prevenci6n general similar a la que cumple la pena de prisi6n.
£sta se va configurando cada vez mas como «ultima ratio» 14 del sistema de san-
ciones penales, estableciendo en este sentido el articulo 71 del nuevo c6digo
penal portugues,15 que si a un deli to pueden aplicarse una pena privativa y otra '
no privativa de libertad, el tribunal debe dar preferencia a la segunda, siempre
que sea suficiente para promover la recuperaci6n social del delincuente y satisfaga
las exigencias de reprobaci6n y de prevenci6n del crimen. Igualmente, Renato
Breda, inspector general de los servicios sociales de la administraci6n peniten-
ciaria italiana, ha dicho recientemente 16 que «la prisi6n debe ser el ultimo re-
curso en el cumplimiento de la pena».
Las ventajas de esas medidas alternativas a la pena de prisi6n son, princi-
palmente, la mayor facilidad para individualizar la sanci6n, atendidas las cir-
cunstancias personales del delincuente; su finalidad readaptadora, frente a los
efectos desocializadores de las penas de prisi6n; y su menor coste can respecto
al encarcelamiento.
Pese al respaldo doctrinal y legal de las medidas alternativas, hay que preci-
sar que hay unanimidad al limitar su aplicaci6n a las penas de duraci6n corta
y media. La pen a de privaci6n de libertad sigue siendo «la espina dorsal del
sistema de sanciones en materia de delincuencia grave,17 y de «reincidencia grave
reiterada)),18 sin perjuicio de su existencia como pena subsidiaria en caso de im-
posibilidad de pago de la pena de multa. El movimiento internacional de reforma
mantiene, para los autores de delitos violentos, especialmente terroristas, la pena
de privaci6n de libertad de Jarga duraci6n, asi como afirma la necesidad de los
establecimientos penitenciarios de maxima seguridad. 19
Von Liszt 20 ya dijo de esas penas cortas de privacion de libertad que «ni
corrigen, ni intimidan, ni inocuizan; pero, en cambia, arrojan frecuentemente a1
delincuente prima rio en el camino definitivo del crimen». Su influencia, a traves
sabre todo de su celebre programa de Marburgo, de 1882, hizo que los primeros
estatutos de la Union Internacional de Derecho Penal 21 considerasen «posible
y deseable» la sustitucion de las penas de prision de carta duracion par medidas
de una eficacia equivalente. Recogiendo estos precedentes, el Consejo de Europa
ha cuestionado la eficacia de las penas cortas de privaci6n de libertad en su
resolucion 73/17, y ha recomendado a los Estados, en su resoluci6n 65/1, la
introducci6n en sus legislaciones de cualquier medida que evite el encarcelamien-
to, especialmente del delincuente primario. La Resoluci6n 76/10 del comite de
ministros ha puesto, en este sentido, unas medidas alternativas que, com? ha
estudiado MoreniIla Rodriguez,22 son claramente favorecedoras del tratarnlento
en libertad.
La importancia actual de las medidas alternativas para las penas cortas de
prisi6n se pone de manifiesto si se considera el elevado porcentaje de can dena-
dos a este tipo de penas sobre el total de los recluidos. 23 Por ello, pnicticamente
todas las legislaciones europeas han suprimido las penas cortas de prisi6n; en Ale-
mania federal, el paragrafo 38.2.° StGB suprime la pen a de prisi6n de hasta un mes
de duraci6n, aplicando las penas inferiores a seis meses unicamente cuando par-
ticulares circunstancias respecto del hecho 0 de la personalidad del culpable la
hagan necesaria por sus efectos sobre el autor 0 para la defensa del ordenamiento,
sustituyendose normalmente por la pena de multa (panigrafo 47 StGB), que se
impone aproximadamente en el 80 % de las condenas; 24 en Portugal se puede
suspender la pena de prisi6n inferior a tres anos (artfculos 48 y ss. de su c6digo
penal), sustituyendose, con caracter general'l por multa, la inferior a seis meses
(art. 43.1.°); en Italia, las penas inferiores a seis meses de prisi6n son normal-
mente sustituidas por otras medidas (art. 53 del c6digo, tras la Ley de 24 de
noviembre de 1981); en Austria se sigue el sistema aleman, con el limite de los
seis meses (art. 37 OStGB); en Suiza se permite la sustituci6n de las inferiores
a tres meses (art. 37 bis StGB), y en Francia se admitieron medidas alternativas
en la ley de 11 de julio de 1975; los nuevos c6digos pen ales de Panama (1982)
y Brasil (entr6 en vigor el 14 de enero de 1985) contemplan la sustituci6n de las
penas cortas de prisi6n, igualmente, aunque el c6digo penal tipo latinoamericano
las restringe. 25 En Espana, el proyecto de c6digo penal de 1980 suprimfa las
inferiores a seis meses (art. 39), y la propuesta de anteproyecto de 1983, ademas
de mantener esa supresi6n (art. 35), posibilita la sustituci6n de las inferiores a
dos anos (art. 82.1.°).
Dodge 26 sostiene que las prisiones no seran necesarias en el futuro. S610
analizando los resultados de las distintas alternativas legales existentes a la pen a
de privaci6n de libertad clasica, podremos comprobar la certeza 0 error de su
juicio.
A) La prisi6n abierta
42. TIEDEMANN (1981), p. 517, afirma que es apJicab\e, en este sentido, como ultimo
recurso antes de \a prision preventiva.
43. EGG (1984), passim.
44. SCHOLER-SPRINGORUM (1980), p. 402.
45. ELBERT (1979), p. 1054.
46. JESCHECK (1981), p.1125.
47. COIGNERAI-WEBER (1980), p. 413.
48. STORUP (1968), passim.
49. Ambos, entre otros, estudiados por HILDE KAUFMANN (1979), pp. 254 Y ss.
ALTERNATIVAS LEGALES A LA PRIVACl6N DE LIBERTAD CLASICA 197
nal podia aplicarse a los reos condenados a penas de hasta 24 meses de duracion,
si el tribunal 10 consideraba conveniente, siempre que en el hecho delictivo
concurriese alguna exencion incompleta 0 atenuante muy calificada. EI art. 77 de
la propuesta de anteproyecto de 1983 suprime, como en la suspension del fallo,
la primariedad delictiva y la delimitacion de la duracion de las penas, anadiendo,
tal como tambien se pedia alIi, el requisito del pronostico favorable emitido por
el juez (art. 77).
Actualmente, en Espana, la con dena condicional puede aplicarse por minis-
terio de la ley (en los casos que taxativamente marca el art. 94 CP) y, potesta-
tivamente por el juzgador, si se cumplen los requisitos contemplados en los
arts. 92 y 93 CP (tras la ley organic a 8/83, de reform a parcial y urgente del
CP): primariedad delictiva y duracion de la pena nO superior a doce meses (0 a
veinticuatro si se cumplen los requisitos que pedia el proyecto de 1980).
Desde un punto de vista historico, esta pen a nace como forma de ejecucion
de las pen as cortas de privacion de libertad. En la actualidad, concebida como
pena 0, como la denomina Higuera Guimeni,66 «metodo de tratamiento institu-
cional discontinuo», pretende no desligar a los condenados, en el cumpIimiento
de la pena, ni de sus condiciones de trabajo, ni de sus familias y demas relacio-
nes propias de sus ambientes cotidianos, sin que ella menoscabe en modo alguno
los criterios de prevencion especial, como acertadamente ha indicado Gimber-
nat.67 Para lograr estos objetivos, el arresto fin de seman a fracciona la ejecucion,
haciendo que el condenado ingrese en un establecimiento penitenciario de carac-
ter cerrado los dias que normalmente dedica al ocio, los fines de semana. De este
sistema, como ha plasmado el preJegislador espanol en la exposici6n de motivos
del proyecto de CP de 1980, se espera que sea «el gran sustitutivo ( ... ) de las
penas cortas de prision que tan perniciosos efectos han producido».
Con muy parecidas regulaciones, este sistema se halla en las legislaciones
belga (encarcelamiento desde las 14 horas del sabado hasta las 6 del lunes,
pudiendo anadirse los dias de fiesta que preceden 0 siguen inmediatamente al fin
65. Las propuestas que SAINZ CANTERO (1983, p. 84, ha denominado de "deten-
cion discontinua».
66. HIGUERA GUIMERA (1982), passim.
67. GIMBERNAT (1979), p. 582.
202 CARLOS GARCiA VALDES
I
de semana, e incluso puede extenderse a los permisos anuals de vacaciones),
monegasca, andorrana (de las 14 horas del sabado hasta las 21 del domingo),
suiz'h y turca, contemplandola para j6venes delincuentes la legislaci6n de Alema-
nia Federal, con la denominaci6n de «arresto de tiempo libre». Instituciones
analogas son la «prision de noche» prevista en la ley sueca de 1974, como medio
de ejecucion de penas privativas de libertad inferiores a un ano; y la perma-
nencia disciplinaria para delincuentes jovenes inglesa (que obliga a permanecer
en centr~s determinados, de caracter reeducador, un total de 24 horas, repartidas
en sesiones de dos horas los sabados por la tarde).
En Espana esta institucion era conocida, aunque de nula aplicacion, en la
Ley de Peligrosidad y Rehabilitacion Social, pasando en la actualidad de consi-
derarse una medida de seguridad a introducirse como pena en los proyectos legis-
lativos de caracter penal. En el proyecto de 1980 se regulaba en los arts. 38 y 42,
con una duracion comprendida entre uno y veinticuatro fines de semana, cada
uno de ellos con una extensi6n de 36 horas. Los lugares que se preveian para el
cumplimiento de estos arrestos eran el establecimiento penitenciario, el deposito
municipal 0 el centro policial mas proximo al domicilio del arrestado y, subsi-
diariamente, el propio domicilio del condenado, medida esta ultima que desvirtua
inequivocamente la esencia y significado del arresto. Acertadamente, el art. 36
de la propuesta de anteproyecto de 1983 contempla unicamente los tres prime-
ros lugares, suprimiendo la posibilidad de cumplimiento del arresto en el propio
domiciIio. EI resto de la regulacion examinada en el proyecto de 1980 se man-
tiene en la propuesta de anteproyecto, que preve que este arresto sustituya por
completo a la pena privativa de libertad clasica de hasta seis meses de duracion,
si bien su aplicacion puede extenderse hast a las de dos anos, como maximo, «en
atencion a las circunstancias del reo v a la naturaleza del hecho», de conformi-
dad con el art. 82. Mir 68 ha propuesto la flexibilizacion de la instituci6n en
cuanto a los dias en que debe tener lugar, ya que no todas las profesiones tienen
como dia de descanso el domingo.
B) La semidetenci6n y la semilibertad
herencia del sistema progresivo irlandes propulsado en la segunda mitad del si-
glo XIX por Walter Crofton. La recogen los ordenamientos penales 0 penitencia-
rios de Belgica, Francia e I talia, si bien no realizan una nitida distinci6n entre
los supuestos de semilibertad v semidetencion. En todos eUos la semilibertad
(estricta) se caracteriza por la posibilidad de que el condenado trabaje durante
el dia en el exterior de la prision, en empresas no dependientes de la administra-
cion penitenciaria, y la obligacion de regresar al establecimiento penitenciario
por la noche, pudiendo autorizarse la salida los dias festivos.
En el art. 50 del ordenamiento penitenciario italiano se recoge la posihili-
dad que tiene el juzgador de aplicar, discrecionalmente, la semilibertad a cual-
quier detenido que haya rebasado la mitad de su condena, teniendo en conside-
raci6n el progreso en el tratamiento, a fin de favorecer gradualmente la insercion
del individuo en la sociedad. La semilibertad se configura as! como un momenta
esencial del tratamiento penitenciario, canlcter que Ie aproxima al regimen de la
prision abierta, ya analizado, con el que se con fun de en el c6digo penal suizo
de 1937 (arts. 37 y ss.).
La semidetenci6n es propiamente la alternativa a las pen as cortas y medias
de prisi6n, puesto que la semilibertad se concibe para penas de duraci6n mas
prolongada. La semidetencion intenta evitar 10 que la encarcelaci6n supone de
ruptura con la vida profesional y familiar de los condenados, y comporta la obli-
gacion de permanecer un perfodo de tiempo al dia (normalmente, las horas noc-
tumas) en la instituci6n penitenciaria. Se aplica para la ejecuci6n de penas
cortas, asi para las menores de tres meses en Suiza (art. 397 bis CP, que regula
Ia «encarcelacion durante la noche y el tiempo libre»), 0 para las menores de
seis meses en Francia (art. 723 CPP) e ItaBa (art. 53 CP, tras la Ley 689/81),
pais este en el que tam bien sustituye, en to do caso, a las penas de prisi6n con-
secuencia del imp ago de penas pecuniarias (si el condenado no ha sido ya asig-
nado en prueba al servicio social 0 se Ie han encomendado trabajos de utilidad
publica). En Italia, el texto penal determina Ia duracion minima de la estancia
diaria en el establecimiento, fijandola en diez horas.71
Tanto la semilibertad como la semidetenci6n han recibido objeciones. Pa-
lazzo 72 ha afirmado, refiriendose al caso italiano, que la scmilibertad es dificil-
mente aplicable por la dificultad material de encontrar trabajo (no s610 por los
condenados, sino por toda la sociedad), puesto que sin ese trabajo que cumple
funciones resocializantes, su finalidad no se cumple. Grasso/3 por otra parte, opi-
na que, aunque ambos sistemas quieren mantener las relaciones sociales y vitales
de los condenados, y eso es positivo, no evitan de hecho la posibilidad de conta-
gio del ambiente criminol6gico carcelario, por 10 que propugna que ambas insti-
tuciones se cumplan en especificos lugares de cumplimiento, separados 0 aislados
del resto de los condenados.
bajo inspiracion del sistema ingles, se creo en 1983 (Ley 83-466 de 10 de junio)
el «trabajo de interes general» (art. 747.1.° y S5. CPP), que puede aplicarse como
pena principal y como pen a complementaria en el sistema de sursis, realizandose
bajo control y con arreglo a las condiciones marcadas por el juez. En Portugal,
desde 1982, se aplica para sustituir las penas de prision 0 multa inferiores a tres
meses, encomendandose al condenado la prestacion de trabajos en instituciones
de derecho publico (e incluso de derecho privado, que el juez considere de inte-
res para la colectividad 87). En Alemania federal esta san cion se contemplaba en el
proyecto alternativo de CP de 1966, pero no se plasmo en su ordenamiento vigente
como sancion autonoma, si bien los trabajos en provecho de la comunidad se
integran en la suspension condicional de la pena 0 la amonestacion con reserva
de pena, a la que mas adelante se hara referencia, y aparecen en la legislacion
penal juvenil. Otros paises que la contemplan son Italia (con una modalidad, el
trabajo en el servicio social, que se integra en las instituciones probatorias);
Brasil (desde enero de 1985, fecha de entrada en vigor de su CP); Finlandia
(exclusivamente para delincuentes jovenes y ciertos deIitos, como la conduccion
en estado de ebriedad y algunas infracciones contra la propiedad 88); Luxemburgo
(desde 1976); Australia (desde 1972); Canada (desde 1977, con su Community
Work Order, de clara influencia inglesa 89); el Estado de Nueva York (el New
York Community Service Sentencing Project, con un exito del 90 % en Bronx
y Manhattan 90); Polonia (donde al con dena do se Ie priva del derecho a ejercer
cargos en organizaciones laborales 0 sociales); y Dinamarca (desde 1982), estan-
do prevista su introduccion 91 en Noruega. En Espana, ni el proyecto de 1980
ni el anteproyecto de 1983 contemplan esta sancion de manera autonoma, quiza
por el alarmante problema de paro laboral.
En este sentido marchan algunas de las criticas formuladas a esta institucion.
Grosso 92 habla de la dificil conciliacion de estas pen as con situaciones de paro
graves en la sociedad. Por otra parte, Nuvolone 93 considera que esta pena es mas
grave que la breve detencion, ya que somete al reo a una actividad que revela a
la comunidad su situacion de condenado, hecho que no sucede con la pen a de-
tentiva.
D) «Diversion»
En los sistemas que ahora se analizan, el juez tiene unas facultades extraordi-
narias en orden a la individualizacion de las consecuencias jurfdicas de cada
hecho delictivo. En determinados casos (en Holanda, en los tribunales canton a-
les de menores; en Italia -art. 169 CP-, si el culpable es menor de 18 aiios
y la condena a imponer es menor de dos anos de privacion de libertad), consta-
tada la culpabilidad, e impuesta la pena, el juez puede perdonar al reo, decla-
rando el delito y la responsabilidad extinguidos, siempre que se considere que eI
delincuente merece ese perdon. En algunas ocasiones, este puede condicionarse
a la realizacion de alguna conducta.
Otras instituciones similares son el descargo, absoluto 0 condicional (por eI
que el tribunal no pronuncia la pena, una vez que el inculpado se reconoce
culpable, por considerar que no Ie es necesaria ya) y la dispensa de pena (en Ia
que, reconocida la culpabilidad del acusado, el tribunal prescinde de la imposi-
cion de la pena, por entender que carece de funci6n para ese caso concreto). La
dispensa de pena esta regulada en Portugal (CP de 1982) para los delitos casti-
gados con pen a inferior a seis meses de privacion de Iibertad; en Francia (ar-
ticulo 469.2.° CPP), si el CUlpable esta resocializado, ha l'eparado los danos cau-
sados y se ha restablecido la paz juridica; y en Alemania Federal (art. 60.StGB),
si la pena a imponer es inferior a un ano de privacion de libertad y se mamfesta~a
improcedente por las consecuencias del hecho que hubiesen afectado al proplo
reo, siempre que no se ponga en peligro con su aplicacion la defensa del orden
jurfdico.97 Este precepto se justifica porque, al resultar las consecuencias del hecho
F) La binding over
H) La pena de multa
BIBLIOGRAF1A
INTRODUCCION
1. Tambien en Espana se acept6 plenamente est a idea, defendida, entre otros, por
Dorado Montero, Gabriel M: de Ybarra, Ram6n Alb6 Marti, Cuello Cal6n, Tomas Garcia
y Garcia.
214 ESTHER GIMENEZ-SALINAS I COLOMER
la poblacion. Una justicia que se extiende solo a aquellos que viven en las pea-
res condiciones materiales, que pertenecen a las c1ases sociales mas bajas, que
viven en los barrios de las grandes ciudades mas deteriorados, que presentan
un alto fracaso escolar, y que pertenecen a familias donde existen graves difi-
cultades de relacion entre Sl.
Esta es una constante que aparece en todas las estadisticas nacionales 0
extranjeras en el ambito de la delincuencia juvenil. Paradojicamente es hoy opi-
nion unanime que muchos de los delitos considerados como tfpicamente juve-
niles se encuentran extendidos en un sector mucho mas amplio de la poblacion
juvenil y estan distribuidos por todas las capas sociales. s
Pero el problema no se centra solo en quienes son los posibles «clientes»
de la justicia de menores, sino tam bien entre aquellos que ya han entrado en
contacto con ella. Asf tenemos que, de nuevo, las respuestas mas duras y mas
represivas las reciben los sectores mas marginados dentro de los ya marginados.
Asi por ejemplo, las mujeres, los reincidentes, los que presentan familias mas
desestructuradas, etc., etc., sin que necesariamente esten relacionados con la gra-
vedad del delito cometido. 6
Presentamos a continuacion algunos cuadl'os estadfsticos de 1984, relativos
a la distribucion geografica de menores que han cometido un delito en Catalu-
nya, tanto por comarcas como por municipios de residencia, y en especial las refe-
ridas a1 area metropolitan a de Barcelona. Ello no es mas que un dato que con-
firma 10 anteriormente expuesto, es decir, que los principales «clientes» del tri-
bunal pertenecen a aquellas zonas de mayor degradacion urbanistica, con falta
de los servicios comunitarios de infraestructura, zonas verdes, etc., etc. 7
Una lectura «simplista» -pero no por ello poco comun--- de la estadistica
nos lIe varia a la conclusion de que solo delinquen los pobres que viven en el
extrarradio, identificando «criminales» con criminalidad, es decir, aceptando
que los casos que Began son representativos del fenomeno de 1a criminalidad. 8
Prov. Barcelona
1. Bergueda 2 0,11
2. Osona 37 2,07
3. Bages 50 2,79
4. Anoia 22 1,23
5. Alt Penedes 8 0,45
6. Garraf 24 1,34
7. Baix Llobregat 197 11,01
8. Valles Occidental 143 7,99
9. Barcelones 823 46,00
10. Valles Oriental 12 2,35
11. Maresme 63 3,52
Prov. Tarragona
Pro. Lleida
Provo Girona
CUADRO II. Capitales de comarca mas Terrassa. Niiios y j6venes atendidos por
los tribunales tutelares de menores (facultad reformadora) de Catalunya por
municipios de residencia.
P. Barcelona
Berga 1 0,11
Vic 21 2,27
Manresa 43 4,65
Igualada 16 1,73
Vilafranca del Penedes 6 0,65
Vilanova i La Geltru 15 1,62
Sant Feliu de Llobregat 14 1,52
Sabadell 25 2,71
Terrassa 33 3,57
Barcelona 506 54,76
Granollers 10 1,08
Matara 24 0,60
P. Tarragona
EI Vendrell 0 0
Montblanc 1 0,11
Valls 0 0
218 ESTHER GIMENEZ-SALINAS I COLOMER
Tarragona 24 2,60
Reus 23 2,49
Falset 3 0,33
Mora d'Ebre o o
Gandesa o o
Tortosa 5 0,54
Amposta o o
P. Lleida
Viella o o
Vielha o o
Sort o o
Tremp 4 0,43
La Seu d'UrgeII o o
Solsona o o
Balaguer 4 0,43
Cervera o o
Timega o o
Les Borges Blanques o o
Lleida 45 4,87
P. Girona
Puigcerda 9 0,97
Ripoll o o
010t 8 0,87
Figueres 23 2,49
Girona 44 4,76
La Bisbal d'Emporda 12 1,30
Santa Coloma de Farners 5 0,54
CUADRO Ill. Area metropolitana. Niiios y jovenes atendidos por los tribunales
tutelares de menores (facultad reformadora) de Catalunya por municipios de
residencia.
1. Castelldefels 14 1,35
2. Gava 16 1,54
3. Viladecans 22 2,12
4. San Climent de Llobregat 0 0
5. El Prat de Llobregat 45 4,33
JUSTlCIA DE MENORES Y EJECUC16N PENAL 219
anos prostituidos, licenciosos, vagos y vagabundos, siempre que, a juicio del Tri-
bunal respectivo, requieran el ejercicio de la facultad reformadora.
Por 10 que se refiere a la facultad protectora, la competencia se extiende a
aquellos casos de menores de 16 anos contra el indigno ejercicio del derecho,
la guardia y educacion en los casos previstos en el codigo civil 0 penal, y que
son fundamentalmente por malos tratos, ordenes, consejos 0 ejemplos corrup-
tores.
La critica a dicha competencia seria fundamentalmente en dos ambitos dis-
tintos. Por 10 que se refiere a la facultad reformadora (articulo 9.1) cabe plan-
tear que, el ir mas alia de conductas no constitutivas del delito, supone una vio-
lacion de los mas elementales principios de seguriad juridica y de tipicidad
penal necesarios tambien en la jurisdiccion de menores, pues como acertada-
mente senala Claudio Movilla (1983, p. 60) «determinar quien es vago, vaga-
bundo 0 licencioso supone como dato previo un discurso ideologico al margen
de toda exigencia garantlstica y tributaria del sistema de valores asumido por
la clase social, de la que forman parte los operadores de la Justicia, diferente y
muchas veces enfrentado al asumido por otros grupos sociales, que aunque sean
minoritarios en un determinado momenta son manifestacion del pluralismo so-
cia!». En terminos similares se han manifestado Gonzalez Zorrilla, Andres Iba-
nez, Barbero Santos, Calvo Cabello y nosotros mismos.
El segundo aspecto seria el haber otorgado tambien a la jurisdiccion de
menores la facultad protectora. A nuestro juicio ello supone mezclar situacio-
nes, en las que el menor aparece como victima, con aquellas en las que el men or
aparece como autor de un deli to , can la consiguiente confusion para el propio
menor. Separar ambas competencias no quiere decir aumentar la represion en
el menor que comete un delito, sino simplemente situar las casas donde desde
hace mucho tiempo tendrian que haber estado. No puede olvidarse que la fa-
cultad protectora 10 que verdaderamente hace es enjuiciar la conducta de los
padres, mientras que en la facliltad reformadora 10 que se analiza es la con-
ducta del propio menor. Asi, senala Prieto Sanchis (1985, p. 114), «que el pro-
cedimiento civil de proteccion y el de reforma se interfieren as! mlltuamente, 10
que, al margen de los reparos legales y constitucionales que pueden formular-
se, sin duda dificulta el exacto conocimiento por parte del menor del alcance y
significado de la medida adoptada, y, con ello, su proceso de identificacion de
valores y de consiguiente toma de responsabilidad. La reunion de la competen-
cia .protectora y reformadora en un mismo organa jurisdiccional es un exponen-
te claro de esta confusion no men os recusable en el derecho de menores que
en el orden comun».
No obstante, a nuestro juicio, la division entre la facultad protectora y la
reformadora solo cobra pleno sentido si puede Ilegar a establecerse un autentico
derecho penal juvenil para jovenes comprendidos entre 14 y 18 anos. Asi la
denominada facultad protectora se extenderia a los menores de 18 anos, y seria
competencia del juez de tutela, junto can las adopciones y los problemas deri-
vados de las relaciones paterno-filiales. Tambien seria de su competencia los
casos de menores de 14 anos que hubieran cometido algun delito, a los que en
ningun caso se les podria imponer medidas distintas a las adoptadas para los
menores de facultad protectora. El derecho penal de menores seria, pues, para
lUST/CIA DE MENORES Y EIECUCI6N PENAL 223
los jovenes comprendidos entre las edades de 14 a 18 alios que hubieran come-
tido un deli to.
Can este planteamiento me resulta dificil comprender que los diferentes
proyectos 0 anteproyectos existentes sigan manteniendo la mayoria de edad pe-
nal a los 16 alios, pero sabre todo pretendiendo seguir un esquema de dere-
cho penal de menores, con las edades rebajadas de 10 a 16 arios, 10 que en
el resto de paises de nuestra area cultural es generalmente de 13/14 a 18 aiios.
Que el nuevo anteproyecto de ley 15 bi, mantenga la mayoria de edad penal
a los 16 arios supone cerrar los ojos a la realidad penitenciaria actual y mante-
ner una politica de dureza y represi6n para los j6venes menores de 18 aiios.
En el supuesto de haberlos inc1uido, se hubieran beneficiado de una legislacion
juvenil que les ofrecia sanciones y medidas alternativas a la prision, unico ca-
mino para empezar en eI terreno de la reinserci6n social. Pero es que, ademas,
el anteproyecto habla de responsabilidad penal del menor, por 10 que precisa-
mente aun me parece mas apropiado que pudiera ir dirigido a jovenes compren-
didos entre las edades de 14 y 18 anos. Pero si grave es mantener el limite
superior en 16 alios, imperdonable es poner el inferior a 10 anos. Da la impre-
sian que no se ha valorado suficientemente 10 que puede suponer someter a un'
proceso penal a un nino de 10 anos ...
lPor que defendemos la edad de 14 anos y no otra? Simplemente para
ser coherente con el sistema educativo de nuestro pais. En efecto, la Ensefianza
General Basica obligatoria llega aproximadamente hasta los 13 0 14 aiios yaqui,
de alguna manera, se acaba la etapa correspondiente a 1a niiiez v el adolescen-
te-joven entra en el mundo juvenil a traves del B.U.P 0 de la Formaci6n Pro-
fesional. Parece, pues, logico que un derecho penal de menores 0 j6venes,
donde se val~ra su responsabilidad, buscando una respuesta pedagogica, se
acople a las fases educativas de nuestro pafs. 16
que la de cambiar total mente los tribunales tutelares de menores.17 Sin em-
bargo, en la pnktica esto no ha sucedido aS1, sino que han continuado en los
tribunales tutelares de men ores los jueces unipersonales y los presidentes de
tribunal.
La ley organica 6/1985. de 1 de julio, del Poder judicial, marco un claro
camino sobre los juzgados de menores. Asi, aparte de los arts. 1, 2 Y 3 de ca-
racter general. En el articulo 26. dentro de la organizacion de los juzgados y
tribunales, se incluyen los juzgados de menores. Se establece tambien en el
articulo 96 que «en cada provincia con jurisdiccion en toda ella y sede en su
capital, habra uno 0 mas juzgados de menores. No obstante. cuando el volu-
men de trabajo 10 aconseje. podran establecerse juzgados de menores cuya ju-
risdiccion se extienda 0 bien a un partido determinado 0 agrupacion de parti-
dos, 0 bien ados 0 mas provincias de la misma Comunidad Autonoma ... »
La competencia viene recogida en el art. 97. Por un lado parece que se
quiso dejar bien claro que la competencia de los nuevos juzgados de menores
seria solo para con los menores que hubieran incurrido en conductas tipificadas
por la ley como delito 0 falta. Pero luego, despues de algo tan conciso como
lo anterior, se abre la puerta y se induye una ((coletiHa» como la de «y ague-
lIas otras que en relacion con los menores de edad les atribuyan las leyes». La
conclusion a la que llegamos no es dificil. Parece que no se tiene aun claro la
politica a seguir en torno a la justicia de menores. por ello es mejor dejarse
una «puerta abierta» y dejar la decision para mas adelante. En este sentido,
pues, no sabemos aun si la justicia de menores continuara interviniendo ante
las conductas irregulares, en la facultad protectora 0 en otros supuest.os. Para
todo ello la propia ley organica del Poder judicial, en la disposicion adicional
primera, establece el plazo de un ano para que el gobierno remita a las Cortes
generales la ley de reforma de la legislacion tutelar de menores, definiendo
las funciones que correspondan a los jueces de menores. Falta pues muy poco
para agotar ese plazo y aun no se sabe exactamente emil sera la poHtica a se-
guir. 18
3. El procedimiento
bre la vida del menor, siempre y cuando Ie exigia la ley (art. 16) actuara can
«razonada libertad de criterio» (!!!). No tenia necesidad de probar los hechos,
el menor no podia defenderse y todo ella podia realizarse «sin tener que some-
terse a las reglas procesales vigentes en las demas jurisdiccions» (art. 15 LTTl\l),
disponiendo el tribunal de absoluta libertad en la instrucci6n y en la investi-
gaci6n para utilizar todos aquellos medios que juzgue mas adecuados a 1a
funci6n tuitiva-correccional que Ie ha sido confiada (art. 68 del reglamento).
No creo sea necesario insistir una vez mas 18 c6mo bajo la fin ali dad «educa-
tiva» se priv6 a los menores de las mas elementales garantias individuales, que
hoy todos (inC\uidos los menores) tenemos reconocidas en la Constituci6n.
Asi pues, siempre que exista una privaci6n de bienes juridicos fundament a-
les -y la imposici6n de cualquier medida 10 es- debe realizarse por la auto-
ridad judicial y respetando las garantias procesales reconocidas para los adultos
en la jurisdicci6n ordinaria. 19
4. La respuesta juridica
19. Consultese GONZALEZ ZORRILLA, ob. cit., pp. 125 Y ss., Y MOVILLA A~
VAREZ, en Notas para una rejorma de la Justicia de Menores. en «Revista del Poder JudI-
cial», n.O 16, septiembre 1985.
226 ESTHER GIMENEZ-SALINAS I COLOMER
d) La ideologia dominante, era que al menor habia que apartarlo de los luga-
res donde se generaba el conflicto, y a ser posible tenerlo aislado durante
mucho tiempo. De ahi que en general la uniea medida que se utilizaba era
la de internamiento. La asistencia y organizaci6n de servicios para el trata-
miento en su propio medio no se realizaba practicamente nunca. La liber-
tad vigilada, si bien estaba contemplada en el articulo 17 de la ley, no se
lIevaba a termino debido fundamentalmente a la inexistencia de delegados.
e) En las instituciones existia una total falta de personal, tanto en los servi-
cios centrales como en los centros de tratamiento. Tampoco el personal exis-
tente estaba siempre preparado para desempefiar las funciones que se Ie
encomendaban. Debido al caracter benefico-asistencial que habia caracte-
rizado la obra de proteccion de menores el trabajo estaba mal pagado y
con frecuencia lIevado a termino por personas, que si bien demostraban inte-
res y dedicacion no siempre ten ian , la preparacion tecnica necesaria.
1. Caracteristicas generales
a) La edad
especialidad 0 por el ambito territorial no puedan ser asumidos por los ayun-
tamientos.
Ello se debe principalmente ados motivos. Por un lado. dado el caracter
especial de determinados centros 0 servicios. parece conveniente que sea el De-
partamento de justicia quien los tenga y los controle directamente, y por el otro,
puede ser necesario la creaci6n de determinados centros con un radio mas amplio
que el de un municipio.
Se crean unos 6rganos territoriales encargados de cumplir los preceptos de
la ley, y en los que habra un equipo tecnico multidisciplinario formado como
minimo por un psic610go. un asistente social. un profesional de la educaci6n y
un jurista. encargados fundamentalmente de recoger informaci6n sobre el caso,
evaluar la situaci6n y necesidades educativas del menor. a fin de facilitarselo a
la autoridad judicial.
2. Principios ree/ores
En el tItulo segundo referido a los princlplos rectores. cabe destacar los si-
guientes aspectos: la protecci6n de menores se llevara siempre a termino respe-
tando sus derechos y garantias individuales. Se procurara mantener a los menores
en su medio natural 0 en condiciones que se aproximen al medio familiar nor-
mal. En ningun caso la ejecuci6n de una medida podni privar al menor de
recibir la ensenanza adecuada a su edad y conocimientos. ni tampoco privarlo
de los servicios sanitarios sociales 0 de ocio necesarios. Los menores tendran
derecho a la sanidad publica y a la asistencia sanitaria que asegure una adecuada
labor de promocion de la salud. Los padres 0 representantes legales tendran
derecho a recibir informacion sobre la situaci6n del menor e identica informacion
debera facilitarse a los menores en las medidas de sus posibilidades de compren-
si6n. Se establece tambien que el menor tiene derecho a comunicarse siempre
que quiera, salvo que exista prohibicion expresa del 6rgano jurisdiccional, can
sus padres. familiares y guardadores. Asimismo. siempre que 10 solicite, tendra
derecho a comunicarse con un abogado y con la autoridad judicial de quien
dependa. La introducci6n de la figura del abogado es total mente nueva, y para
muchos incluso molesta. maxime teniendo en cuenta que este no puede intervenir
ante los tribunales de menores. Sin embargo. creemos que es muy import ante
haber incluido la posibilidad de que el menor, siempre que 10 solicite, pueda ob-
tener asesoramiento juridico respecto a su situacion. Por ultimo, se establece den-
tro de los principios rectores, que debera asegurarse que la libertad de conciencia
del menor no quede afectada por la aplicacion de las medidas.
nada es buena, aunque las funciones que Ie otorga la ley son bastante ambiguas
y difusas.
En general, la experiencia demuestra que los consejos asesores tienen un as
funciones limitadas, pero que en todo casu su mejor 0 peor funcionamiento de-
pen de fundamentalmente de la voluntad politica de sus componentes.
Es esta quiza la parte mas discutida de toda la ley, ya que es la {mica que
no pertenece al ambito de la ejecucion de medidas, sino que la intervencion del
departamento de justicia se realiza directamente. Podria pensarse que la inclu-
sion de un capitulo dedicado a la prevencion individualizada volvia a los orige-
nes de la ideologia positivista, incidiendo en aquellos menores de 10 afios, que
presenten una conducta que haga preyer un elevado riesgo de comision de infrac-
ciones penales.
Dos cosas la diferencian totalmente: la primera es que no es una medida
judicial, sino administrativa y, por consiguiente, tadas las medidas que se adop-
tan en el capitulo de la prevencion de la delincuencia deberan ser siempre toma-
das con el consentimiento del representante legal y habiendo sido consultado el
menor. En este senti do sera determinante el consentimiento del representante
legal. En caso de desacuerdo podra desestimarse la peticion 0 bien si parece que
existe un grave riesgo para el menor se pondra en inmediato conocimiento de la
autoridad judicial competente.
El segundo aspecto que la caracterizaria es que la actuacion del Departa-
mento de justicia en el ambito de la prevencion tendra siempre un canicter sub-
sidiario, es decir, que dicha competencia corresponded a los ayuntamientos,
actuando solamente el organa territorial del Departamento de justicia, cuando el
ayuntamiento del que provenga el menor no pueda atender directamente el caso,
ya sea por la especificidad del mismo 0 bien por la falta de medios adecuados
para realizar dicho trabajo. Las medidas preventivas recogidas en el articulo 51
van desde la asistencia a determinados centros abiertos, talleres y otros servicios
comunitarios, a la asistencia de un delegado, 0 bien al seguimiento de men ores
desinternados, la ayuda economica, la atencion socioterapeutica, 0 bien la colo-
cacion de un menor en un centro de regimen abierto ya sea un hogar, ya sea
una residencia. Sin embargo, conforme a 10 establecido en el articulo 53 en rela-
cion con el internamiento de un menor en un centro abierto (hogar 0 residencia),
esta medida sera siempre el ultimo recurso y s610 podra acordarse cuando no sea
posible utilizar ninguna otra de las anteriormente descritas.
BIBLIOGRAFIA