Universidad Venezolana y Latinoamericana
Universidad Venezolana y Latinoamericana
Universidad Venezolana y Latinoamericana
Introducción
Pensar la Universidad necesaria para el siglo XXI requiere tomar en consideración los
contextos históricos, geopolíticos, sociales, culturales, científicos y tecnológicos que,
fraguados en siglos anteriores muestran en éste evidencias particulares. Esto porque,
como sabemos la universidad es una institución social que ha sido, y sigue siendo, un
espacio privilegiado de prácticas sociales organizadas alrededor de la creación,
recreación, comunicación y difusión de saberes y conocimientos; un tejido de
relaciones sociales, científicas, culturales, políticas, económicas, éticas y estéticas -entre
otras- articuladas con la estructura de la sociedad que la contiene, por ello, la
composición social, cultural y política de esta institución en determinados momentos
históricos condiciona las respuestas de la mayoría de su comunidad a los cambios que
se construyen e impulsan en su entorno, y requieren de ella, reacomodos, reformas, o
transformaciones profundas que toquen las concepciones que están en la base de la
idea de universidad.
Desde mi punto de vista, esto es lo que ocurre en la actualidad. Situaciones históricas,
sociales, políticas y culturales concretas exigen repensar el papel de la universidad.
En lo geopolítico presenciamos una nueva pero profunda crisis del sistema capitalista
mundial, en esta oportunidad, calificada como sistémica, que a juicio de Atilio Borón (2009) 1
es la más profunda desde 1929, con complicaciones energéticas, de los recursos naturales,
1
Boròn Atilio: (2009) “Hay alternativas aunque sean costosas”. Intervención en el panel “En defensa de la Humanidad” La Habana. Cuba.
Publicado por Rebelión.
de cambio climático, de la alimentación […] no es sólo financiera o bancaria, es integral, que
abarca al sistema capitalista en su conjunto, en sus dimensiones económicas, políticas,
sociales, ideológicas, ecológicas, internacionales,― históricas y morales, agregamos — lo
cual requiere que todos, y en especial el mundo universitario, denunciemos sus causas,
alcances y verdaderas efectos.
América Latina no es ajena a esta realidad, no sólo porque hoy el mundo se subsume en la
llamada globalización, y en consecuencia, es afectado en todos sus rincones por los
desequilibrios, inestabilidades e iniquidades propias de la lógica del capital, sino porque
además, históricamente, esta región ha estado sometida a la condición de periferia del
sistema capitalista mundial, situación que se ha reforzado mediante distintas formas de
opresión, y le ha impedido un desenvolvimiento autónomo y soberano. Desde la década de
los ochenta del siglo pasado los pueblos de esta parte de América vienen sufriendo las
consecuencias de una política que, desde los centros hegemónicos del sistema, se orienta a
disminuir el papel del Estado, eliminar la inversión social, dejar en manos de las empresas
transnacionales el control de todos los procesos fundamentales para la vida en sociedad,
convirtiendo en mercancías todo cuanto sea necesario para la subsistencia humana,
incluyendo nuestra rica diversidad cultural y ambiental, y para ello, han violado nuestros
territorios mediante diversas estrategias y formas de dominación, presentadas como planes
para combatir el tráfico de drogas y sus nocivos efectos para la salud humana y el daño a la
ética y a la moral, que nadie pone en duda; sin embargo, ello no justifica los perversos efectos
sociales, ambientales y contra la identidad nacional que tales ocupaciones han causado y
siguen causando en nuestros pueblos. A partir del 11 de septiembre del año 2001, se
incrementaron las bases militares estadounidenses en nuestros países, acción que se ha
tratado de justificar mediante el argumento de la lucha contra el terrorismo, siendo sus
verdaderas intenciones mantener y afianzar el control político, militar, social, económico,
cultural y ambiental, violando la seguridad y soberanía de los pueblos.
También en América Latina y el Caribe, estos primeros años del siglo XXI han sido el
escenario donde los pueblos protagonizan movimientos sociales que acompañados por
algunos gobiernos están reconstruyendo las democracias con el fin de lograr su participación
protagónica en las decisiones que les afectan. Este despertar de conciencias, sin duda
apunta a grandes transformaciones estructurales, que no sólo tocan las raíces de nuestra
dependencia económica, política y social sino, fundamentalmente, nuestro colonialismo
cultural. Entre otras iniciativas podemos citar: a) Convocatorias a Asambleas Constituyentes;
b) nuevas Constituciones Nacionales; c) unión e integración de los pueblos a través de la
Alianza Bolivariana para los pueblos de nuestra América (ALBA); d) construcción de la Unión
de Naciones Sudamericanas (UNASUR); e) surgimiento del Acuerdo de Cooperación
Energética entre los países del Caribe (PETROCARBE), f) construcción de Petróleos de
América (PETROAMÉRICA); g) fortalecimiento y viraje del Mercado Común del Sur
(MERCOSUR) acompañado del MERCOSUR educativo; h) fundación y expansión del la
Televisora del Sur (TELESUR); i) integración y cooperación de los espacios latinoamericanos
y caribeños para enfrentar y buscar soluciones a la crisis capitalista mundial; J) acciones
dirigidas a defender las soberanías nacionales; k) intervenciones cooperadas,
complementarias y solidarias para disminuir los grandes problemas sociales, en especial, la
pobreza y la exclusión. ¿Qué cambios han impulsado o propuesto estos gobiernos en las
universidades? ¿Cuáles esperamos, los universitarios, que aquellos estimulen y apoyen?
¿Estaremos los universitarios dispuestos, y tendremos la voluntad de acompañar a los
pueblos, en las mutaciones raigales necesarias?
Paso a paso hemos venido comprobando las realizaciones en todos los espacios de la
sociedad, la mayoría con grandes dificultades, muchos con aciertos y algunos con evidentes
errores. Los últimos, explicables en el contexto de las contradicciones internas que
acompañan todo proceso que pretenda impulsar transformaciones estructurales, lo que
necesariamente exige cambios de consciencia inscritos en nuevas lógicas, nuevas formas de
pensar, sentir y actuar, y en síntesis, en la interiorización de una cultura totalmente distinta a la
que, desde inicios del siglo pasado, nos signa como país petrolero, rentista. Esta “cultura del
petróleo” como acertadamente la denominó el maestro revolucionario Rodolfo Quintero (1968),
sustenta los valores que debemos erradicar, y en esa lucha la responsabilidad de la educación
en todos sus niveles y modalidades es fundamental.
La universidad, por su parte, tiene un encargo social, esto es, una responsabilidad y un
compromiso con lo público, de allí que sus objetivos y metas deben responder a los
intereses de la sociedad de la cual forma parte, de la cual proviene y a la cual se debe, y
por tanto, es necesario enfatizar que dichos intereses deben ser los mismos de las
grandes mayorías sociales. Para lograrlo han de integrar las necesidades y aspiraciones
individuales con las colectivas, y así promover la transformación de las comunidades a
través de la formación integral, la cual, naturalmente, incluye los valores éticos y la
orientación política, que son las raíces fundamentales de una sociedad realmente
democrática, y un Estado de justicia social y de derecho.
c) Transformar los modos de pensar. Esto implica entre otros cambios: 1) romper con la
lógica de las disciplinas; 2) crear conocimiento contextualizado; 3) cambiar las formas de
relación profesor-alumno; 4)atender el desempeño estudiantil; 5) formar ciudadanos-
profesionales con perfil amplio.
Desarrollar cada uno de estos aspectos no es posible, dadas las condiciones de
espacio y tiempo. No obstante, debo señalar que es este el problema académico-político
fundamental que confrontamos al interior de las universidades, porque se trata de
trastocar las bases de la racionalidad bajo las cuales ha funcionado la universidad
desde el siglo XIX, expresadas en la estructura organizativa , los modos de producir
organizar y difundir el conocimiento, los de enseñar y aprender , esto es para decirlo
con palabras de Lanz y Fergusson (2005), implica desmontar o destruir las lógicas que
han estado en la base de la racionalidad de la ciencia y demás saberes establecidos.
Es necesario transformar la universidad en una “institución de conocimiento“, es
decir, donde la formación de pre y posgrado, la investigación, la creación intelectual, el
desarrollo tecnológico, la innovación y la interacción con la sociedad y sus problemas
fundamentales, se integren en el currículo y constituyan el centro de la vida académica.
De allí la urgencia de transformar los patrones cognitivos subyacentes
teniendo conciencia de la dificultad que esto implica, porque su propia naturaleza, si se
quiere abstracta, se constituye en un obstáculo que le impide comprender y aceptar la
necesidad de un cambio profundo, de raíz. Entender el papel de la educación en las
transformaciones que hay que impulsar en América Latina y El Caribe, a objeto de crear
juntos modos distintos de vida, pasa por cambiar nuestros modos de pensar, sentir y
actuar, no sólo con respecto a la propia educación universitaria, sino,
fundamentalmente, con relación al contexto socio-histórico, político, económico,
ecológico, cultural e ideológico que la contiene y subsume. Y aquí queremos rescatar la
importancia de la reflexión histórica. Si no comprendemos los procesos socio-históricos
que han ocurrido y ocurren, no solamente en cada país, sino en el contexto del sistema
capitalista del cual formamos parte, poco podemos hacer para cambiar profundamente
nuestros sistemas educativos. He aquí el valor del concepto de totalidad que
significa el pensamiento complejo y contextualizado, pues, de lo que se trata, ahora,
es de emprender los cambios de fondo que exige la educación universitaria, los cuales
han de ser reciamente cimentados y, a un mismo tiempo acoplados, con las
transformaciones estructurales que son necesarias en la región latinoamericana y
caribeña. No es posible seguir pensando en pequeñas reformas administrativas,
curriculares, o de otra índole, que sólo constituyen reacomodos, maquillajes o
readaptaciones al mismo modelo de sociedad que, fundamentado en el desarrollismo, la
modernización, la razón instrumental, la tecnocracia y la tecnociencia, con su alto
contenido eco-depredador e inhumano, ha demostrado ser incapaz de proporcionar a los
pueblos del mundo una vida digna de ser vivida.
Para asumir las transformaciones requeridas, las comunidades académicas
contamos hoy con los movimientos sociales, ecológicos, indígenas, culturales, de
jóvenes, de mujeres, de trabajadores de distintas áreas, de minorías y con todas
aquellas fuerzas insurgentes, que han tomado conciencia de la necesidad y la
factibilidad de otros mundos; en ellos debemos apoyarnos, porque ya no es posible
mantener la elitista disyunción de los saberes, la separación entre el mundo académico y
el mundo del pueblo, de la gente. Decir que debemos romper los muros de la
universidad, no significa que ésta puede funcionar en cualquier lugar, sino, como ya lo
hemos expuesto anteriormente, impedir su enclaustramiento e inmovilidad, o el
anquilosamiento mental, que es el peor, y asumir que el conocimiento que se produce
en su interior es incompleto, y para mayor peligro es sesgado, y de allí la importancia
de valorar el diálogo con otros tipos de saberes existentes, así como de avanzar junto
con los movimientos sociales, culturales, y de distinto tipo en la construcción de una
política antihegemónica, para, en ese contexto, redefinir los problemas que atañen a
la educación universitaria, y a la creación de conocimientos científicos, técnicos y
humanísticos, es decir, creación intelectual, que son los que tienen que ver con nuestra
capacidad para guiar, orientar, enseñar a aprender, en síntesis, con el oficio de ser
Maestro. Retomamos acá lo que hace poco tiempo, con otros compañeros de luchas,
trabajo y sueños, escribimos refiriéndonos a la realidad actual de Venezuela,
caracterizada por el enfrentamiento entre el imperio y sus proyectos, por una parte, y por
la otra los procesos de transformación que vive el país, y ello en el contexto de la
elaboración de una proposición para el posgrado y la educación avanzada, en la
perspectiva del ALBA:
… En tales circunstancias, lo revolucionario está en volver a las
fuentes primigenias de nuestro pensamiento natural, híbrido y
múltiple, buscarlas y traerlas al presente, confrontarlas y
relacionarlas con nuestra situación actual, y apoyarnos en ellas
para comprender el decurso de nuestro ser-conocer. Alcanzar una
configuración específica del pensamiento científico y técnico,
también híbrido y múltiple, nos ayudará a recuperar la posibilidad
de pensar desde sí mismo una ciencia y tecnologías propias, es
decir, aquello que los griegos denominaron “koinonía” y “askésis”
(Castellano, M.E. y otros; 2005: p. 6)