Universidad Venezolana y Latinoamericana

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UNA MIRADA AL CONTEXTO, Y UNA PROPUESTA PARA LA

UNIVERSIDAD LATINOAMERICANA Y VENEZOLANA EN EL


PRESENTE SIGLO

María Egilda Castellano

Introducción

La Universidad Católica Andrés Bello, en el contexto del debate abierto en Venezuela,


desde inicios del presente siglo, y profundizado desde fines del año 2010, sobre la
necesaria transformación universitaria, nos ha convocado a este encuentro denominado
La “Universidad Venezolana en el Siglo XXI”, oportunidad que celebramos porque la
entendemos inscrita en el debate permanente y necesario entre las comunidades
universitarias y la sociedad, a fin de construir juntos, las grandes líneas que orienten el
desenvolvimiento de esta institución, en Venezuela y en América Latina.

Pensar la Universidad necesaria para el siglo XXI requiere tomar en consideración los
contextos históricos, geopolíticos, sociales, culturales, científicos y tecnológicos que,
fraguados en siglos anteriores muestran en éste evidencias particulares. Esto porque,
como sabemos la universidad es una institución social que ha sido, y sigue siendo, un
espacio privilegiado de prácticas sociales organizadas alrededor de la creación,
recreación, comunicación y difusión de saberes y conocimientos; un tejido de
relaciones sociales, científicas, culturales, políticas, económicas, éticas y estéticas -entre
otras- articuladas con la estructura de la sociedad que la contiene, por ello, la
composición social, cultural y política de esta institución en determinados momentos
históricos condiciona las respuestas de la mayoría de su comunidad a los cambios que
se construyen e impulsan en su entorno, y requieren de ella, reacomodos, reformas, o
transformaciones profundas que toquen las concepciones que están en la base de la
idea de universidad.
Desde mi punto de vista, esto es lo que ocurre en la actualidad. Situaciones históricas,
sociales, políticas y culturales concretas exigen repensar el papel de la universidad.

1. Los contexto históricos, geopolíticos, sociales, culturales, científicos y


tecnológicos actuales.

En lo geopolítico presenciamos una nueva pero profunda crisis del sistema capitalista
mundial, en esta oportunidad, calificada como sistémica, que a juicio de Atilio Borón (2009) 1
es la más profunda desde 1929, con complicaciones energéticas, de los recursos naturales,

1
Boròn Atilio: (2009) “Hay alternativas aunque sean costosas”. Intervención en el panel “En defensa de la Humanidad” La Habana. Cuba.
Publicado por Rebelión.
de cambio climático, de la alimentación […] no es sólo financiera o bancaria, es integral, que
abarca al sistema capitalista en su conjunto, en sus dimensiones económicas, políticas,
sociales, ideológicas, ecológicas, internacionales,― históricas y morales, agregamos — lo
cual requiere que todos, y en especial el mundo universitario, denunciemos sus causas,
alcances y verdaderas efectos.

América Latina no es ajena a esta realidad, no sólo porque hoy el mundo se subsume en la
llamada globalización, y en consecuencia, es afectado en todos sus rincones por los
desequilibrios, inestabilidades e iniquidades propias de la lógica del capital, sino porque
además, históricamente, esta región ha estado sometida a la condición de periferia del
sistema capitalista mundial, situación que se ha reforzado mediante distintas formas de
opresión, y le ha impedido un desenvolvimiento autónomo y soberano. Desde la década de
los ochenta del siglo pasado los pueblos de esta parte de América vienen sufriendo las
consecuencias de una política que, desde los centros hegemónicos del sistema, se orienta a
disminuir el papel del Estado, eliminar la inversión social, dejar en manos de las empresas
transnacionales el control de todos los procesos fundamentales para la vida en sociedad,
convirtiendo en mercancías todo cuanto sea necesario para la subsistencia humana,
incluyendo nuestra rica diversidad cultural y ambiental, y para ello, han violado nuestros
territorios mediante diversas estrategias y formas de dominación, presentadas como planes
para combatir el tráfico de drogas y sus nocivos efectos para la salud humana y el daño a la
ética y a la moral, que nadie pone en duda; sin embargo, ello no justifica los perversos efectos
sociales, ambientales y contra la identidad nacional que tales ocupaciones han causado y
siguen causando en nuestros pueblos. A partir del 11 de septiembre del año 2001, se
incrementaron las bases militares estadounidenses en nuestros países, acción que se ha
tratado de justificar mediante el argumento de la lucha contra el terrorismo, siendo sus
verdaderas intenciones mantener y afianzar el control político, militar, social, económico,
cultural y ambiental, violando la seguridad y soberanía de los pueblos.

La Universidad, institución emblemática de esta región, ha sufrido en carne propia los


embates de la dominación del capital. Para nadie es un secreto que los “cambios”, o las
llamadas “reformas” que se impulsaron en las universidades latinoamericanas y caribeñas a
partir de la segunda mitad del siglo XX, obedecieron a la necesidad de hacer que estas
instituciones fuesen más funcionales para servir a las exigencias de las distintas fases de la
acumulación capitalista, dejando intactas, y en algunos casos vigorizando, las concepciones
que subyacen en el hacer universitario desde hace más de un siglo, y que se expresan en su
organización académica y sus modos de enseñar, aprender, investigar y difundir el
conocimiento que se crea y re-crea en nuestras casas de estudio. Durante los años ochenta
y noventa la concepción neoliberal que acompaña la fase actual del imperialismo, ha
penetrado todas las estructuras de las sociedades para adecuarlas a las necesidades del
llamado “libre juego de la oferta y la demanda”, y en ese proyecto, cuya meta en el tema que
nos ocupa, es la mercantilización de la educación superior, el sistema capitalista ha venido
logrando su objetivo. Durante los años setenta se inició el crecimiento de instituciones
privadas, llamadas eufemísticamente de “absorción de demanda” y cuyo interés fundamental
es el lucro, aunque no podemos dejar de lado que la ideologización en los valores que
sustentan al capitalismo es la intención oculta y de mayor impacto para alcanzar el propósito
de mantener y profundizar la dominación. En los años ochenta y noventa la presencia de las
transnacionales de la educación superior se hizo más expansiva a través de otro eufemismo,
como son los llamados “nuevos proveedores de la educación”, por medio de ofertas virtuales
y de las universidades corporativas, las empresariales, entre otras; la privatización abierta o
encubierta de las universidades oficiales, conocidas como públicas, por medio del cobro de
matrícula y/o la introducción, en sus estructuras, de modos de funcionamiento que responden
a la lógica del capital, entre ellas, el afianzamiento de la concepción científico-positivista, el
uso de la razón técnica como tecnicismo, la reorganización de las estructuras universitarias
para que funcionen como corporaciones, que es base de primer orden en el plan para
corporativisar todo el planeta, que pasaría a estar conformado por empresas y no por
naciones, por acciones y no por personas; y hacia eso también apunta la instalación en
nuestros territorios de instituciones privadas extranjeras, sin cumplir los requisitos legales
existentes en los países del subcontinente, ― violación territorial, de la seguridad y
soberanías nacionales —, todas ellas han sido otras exitosas estrategias. Esta situación
intenta coronarse con la pretensión de imponer a través de la Organización Mundial del
Comercio (OMC), mediante el Acuerdo General del Comercio de Servicios (GATS), por sus
siglas en inglés, la ya abierta y definitiva mercantilización de la educación superior,
otorgándoles a tales convenios el rango de acuerdos constitucionales y legales nacionales.
Afortunadamente, estas negociaciones sufrieron un revés en la Ronda de Doha realizada a
fines de julio del año 2008, lo que no significa que se abandone la intención inicial. Ante esta
síntesis descriptiva nos preguntamos, ¿cuántos universitarios e intelectuales de América
Latina estaremos preparados para asumir la altísima responsabilidad de denunciar las
verdaderas razones de la crisis actual? ¿Cuántos podremos enfrentarla y generar
propuestas para salir de ella, sin que estas iniciativas agudicen las desigualdades y la
exclusión social, y por el contrario, favorezcan la construcción de mundos donde impere la
justicia y la paz? Creo que abordar el tema de la transformación universitaria implica
necesariamente responder a esas preguntas, así como a otras que inquieran acerca de la
capacidad de la universidad para reflexionarse, pensarse y poder pensar a la sociedad, a la
cual sirve y se debe, en su constitución, cultura, fundamentos, historia y visiones de futuro.

También en América Latina y el Caribe, estos primeros años del siglo XXI han sido el
escenario donde los pueblos protagonizan movimientos sociales que acompañados por
algunos gobiernos están reconstruyendo las democracias con el fin de lograr su participación
protagónica en las decisiones que les afectan. Este despertar de conciencias, sin duda
apunta a grandes transformaciones estructurales, que no sólo tocan las raíces de nuestra
dependencia económica, política y social sino, fundamentalmente, nuestro colonialismo
cultural. Entre otras iniciativas podemos citar: a) Convocatorias a Asambleas Constituyentes;
b) nuevas Constituciones Nacionales; c) unión e integración de los pueblos a través de la
Alianza Bolivariana para los pueblos de nuestra América (ALBA); d) construcción de la Unión
de Naciones Sudamericanas (UNASUR); e) surgimiento del Acuerdo de Cooperación
Energética entre los países del Caribe (PETROCARBE), f) construcción de Petróleos de
América (PETROAMÉRICA); g) fortalecimiento y viraje del Mercado Común del Sur
(MERCOSUR) acompañado del MERCOSUR educativo; h) fundación y expansión del la
Televisora del Sur (TELESUR); i) integración y cooperación de los espacios latinoamericanos
y caribeños para enfrentar y buscar soluciones a la crisis capitalista mundial; J) acciones
dirigidas a defender las soberanías nacionales; k) intervenciones cooperadas,
complementarias y solidarias para disminuir los grandes problemas sociales, en especial, la
pobreza y la exclusión. ¿Qué cambios han impulsado o propuesto estos gobiernos en las
universidades? ¿Cuáles esperamos, los universitarios, que aquellos estimulen y apoyen?
¿Estaremos los universitarios dispuestos, y tendremos la voluntad de acompañar a los
pueblos, en las mutaciones raigales necesarias?

Desde el punto de vista cultural donde inscribimos la educación, los saberes y el


conocimiento, desde mediados del siglo pasado viene desarrollándose una verdadera
revolución expresada en el cuestionamiento a los paradigmas científicos, esto es, a los
fundamentos que han soportado los modos tradicionales de producción, organización y
comunicación del conocimiento, a la gestión científica, a la lógica disciplinar base de la
fragmentación de los saberes y el conocimiento; a la desintegración de los procesos
académicos fundamentales de la universidad, que conocemos como funciones universitarias:
docencia, investigación y extensión; a la estructura organizativa de estas instituciones en
facultades, escuelas, departamentos que constituyen espacios de poder y trabas para el
trabajo interdisciplinario y transdisciplinario, en síntesis, a la relación instrumental con el
conocimiento que lo descontextualiza, simplifica y fragmenta al punto que por su intermedio
es imposible acercarnos y entender las múltiples interrelaciones, interacciones e
intercomunicaciones, a veces imperceptibles, que ocurren entre los procesos de la realidad.
La universidad del siglo XXI está llamada a atender a estos cambios, reflexionarlos y asumir
su responsabilidad como “institución de conocimiento” (Núñez,2010). ¿Seremos capaces de
romper con la cultura de la fragmentación, con el encerramiento claustral, con los
cientificismos y tecnicismos que tomaron cuerpo en estas casas de estudio desde la década
de los años setenta del siglo pasado, después del derrocamiento de los movimientos de
renovación universitaria que recorrieron nuestro planeta, y de los cuales las universidades y
los universitarios latinoamericanos fuimos protagonistas? Los acontecimientos en marcha en
el mundo y en particular, en América Latina y el Caribe, nos convidan a asumir y concretar
transformaciones profundas que logren extirpar esos modos de pensar y de actuar, que son
los que nos han impedido cumplir a cabalidad con la altísima responsabilidad de contribuir
con el desarrollo endógeno e integral de nuestra región.

A nuestro favor aboga la Declaración Final de la Conferencia Regional de Educación Superior


en América Latina y el Caribe (CRES), realizada en junio del año 2008 en Cartagena de
Indias, Colombia, que textualmente expresa: La educación superior es un bien público
social y un derecho humano universal, convicción base para el papel que debe jugar en
los procesos de desarrollo sustentable de los países de la región, en consecuencia:
… El objetivo es configurar un escenario que permita articular de forma creativa y
sustentable, políticas que refuercen el compromiso social de la educación
superior, su calidad, pertinencia y la autonomía de las instituciones. Estas
políticas deben apuntar al horizonte de una educación superior para todos y
todas […] con una mayor cobertura social con calidad, equidad y compromiso
con nuestros pueblos; inducir el desarrollo de alternativas e innovaciones en las
propuestas educativas, en la producción y transferencia de conocimientos y
aprendizajes, así como promover el establecimiento y consolidación de alianzas
estratégicas entre gobiernos, sector productivo, organizaciones de la sociedad
civil e instituciones de educación superior, ciencia y tecnología
(IESALC/UNESCO: Conferencia Regional de Educación Superior. Declaración
final., p.1)

Las universidades de la República Bolivariana de Venezuela enfrentan hoy, además, otro


inmenso desafío: transformarse internamente para construir, junto al pueblo, una sociedad
donde impere la justicia social , la inclusión, la solidaridad, la prioridad de lo colectivo, el
reconocimiento de las raíces pluriculturales y multiétnicas que marcan su devenir histórico;
para contribuir con la rehabilitación del papel del Estado como impulsor de
transformaciones dirigidas al logro de un desarrollo económico-social endógeno, integral,
independiente y soberano, cuyos principios están expresados en la Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela, y en las Líneas Generales de los Planes de Desarrollo
Económico y Social de la Nación 2001-2007, 2007-2013, este último inscrito en el Proyecto
Nacional Simón Bolívar, cuyo eje central es la refundación ética y moral de la Nación
venezolana. Este Plan contempla siete líneas estratégicas a desarrollar durante los
próximos catorce años, contados ha partir de su inicio.

Paso a paso hemos venido comprobando las realizaciones en todos los espacios de la
sociedad, la mayoría con grandes dificultades, muchos con aciertos y algunos con evidentes
errores. Los últimos, explicables en el contexto de las contradicciones internas que
acompañan todo proceso que pretenda impulsar transformaciones estructurales, lo que
necesariamente exige cambios de consciencia inscritos en nuevas lógicas, nuevas formas de
pensar, sentir y actuar, y en síntesis, en la interiorización de una cultura totalmente distinta a la
que, desde inicios del siglo pasado, nos signa como país petrolero, rentista. Esta “cultura del
petróleo” como acertadamente la denominó el maestro revolucionario Rodolfo Quintero (1968),
sustenta los valores que debemos erradicar, y en esa lucha la responsabilidad de la educación
en todos sus niveles y modalidades es fundamental.

2. Una propuesta para la universidad latinoamericana y venezolana en el Siglo XXI.


En lo que sigue señalaré algunas ideas que, dado el contexto antes descrito, deberían,
desde mi punto de vista, orientar la transformación de la universidad:
a) La reconstitución de la universidad como espacio político-público y responsabilidad
ineludible del Estado. Si aceptamos que la educación es un derecho humano universal y
un deber social, todos y todas deben acceder a ella sin limitaciones de ningún tipo. Para
ello, el Estado debe crear las condiciones, no sólo para el acceso, sino también para la
permanencia y el egreso de hombres y mujeres comprometidos con el desarrollo
sostenible, social y humano tanto de sus países como de la región latinoamericana y
caribeña, con perspectiva universal. El Estado debe recuperar su responsabilidad en la
orientación, financiamiento y vigilancia de la educación, en todos sus niveles y
modalidades.

La universidad, por su parte, tiene un encargo social, esto es, una responsabilidad y un
compromiso con lo público, de allí que sus objetivos y metas deben responder a los
intereses de la sociedad de la cual forma parte, de la cual proviene y a la cual se debe, y
por tanto, es necesario enfatizar que dichos intereses deben ser los mismos de las
grandes mayorías sociales. Para lograrlo han de integrar las necesidades y aspiraciones
individuales con las colectivas, y así promover la transformación de las comunidades a
través de la formación integral, la cual, naturalmente, incluye los valores éticos y la
orientación política, que son las raíces fundamentales de una sociedad realmente
democrática, y un Estado de justicia social y de derecho.

Para alcanzar tales objetivos se requieren precisas condiciones de libertad,


pluralismo y autonomía responsable, sin las cuales sería imposible cumplir con la
altísima responsabilidad y compromiso social que tiene la institución universitaria.
Desde su propio marco deben generarse las condiciones que permitan crear unas
relaciones sociales más amplias, sustentadas en un todo social plenamente
democrático, con predominio del pensamiento crítico cimentado, entre otros
orientadores, en la autocrítica, la reflexión, contrastación, refutación y aceptación de
ideas que puedan gozar de las garantías de divulgación absoluta, y así contribuir a
fortalecer el comportamiento ciudadano, a desarrollar hábitos fundados en el uso de la
razón pública, vale decir, actuar sobre la base de locuciones argumentativas que
impliquen comportamientos de escuchar y preguntar, dialogar y discutir. Es ese el clima
más propicio para que florezca el pensamiento y se desplieguen los conocimientos en
todo su espesor y potencialidad. Esto ayuda a construir sociedades donde la
participación en las decisiones fundamentales para la vida sea una práctica cotidiana. En
síntesis, el ejercicio de la democracia participativa y la autonomía responsable, son
condiciones ineludibles para que la educación universitaria, pueda hacer contribuciones
valiosas para el desarrollo integral y endógeno de los países de América Latina y El
Caribe, y para ello ha de reconstituirse como un espacio y un bien público.
(Castellano M. E, y otros; 2005).

La universidad debe recuperar su capacidad para el debate público, es decir,


rehacerse como lugar donde se discutan los grandes problemas que enfrenta el
mundo, los cuales tienen expresiones específicas en los distintos países y sus pueblos,
dependiendo de sus condiciones históricas, políticas, sociales y culturales concretas; la
discusión estratégica sobre los fines de la ciencia y la tecnología, y su articulación con
las políticas sociales y económicas, debe ser también tarea de la universidad porque el
vínculo con la sociedad debe ser el principio organizador de su vida. Recuperar la
universidad como dominio de lo público favorece la construcción de democracias
sustantivas en el marco de los proyectos de emancipación, que han resurgido frente a
las políticas neoliberales dirigidas a la privatización y mercantilización de los bienes
públicos.

b) Inclusión con calidad. La inclusión de todos y todas, sin discriminaciones de ningún


tipo, en la educación universitaria debe estar acompañada de alta calidad, entendiendo
que ella implica, entre otros requerimientos, una formación integral donde lo ético-
político tenga centralidad, esto es, la formación de profesionales como ciudadanos y
como personas capaces de pensar y actuar con criticidad, valorando social y éticamente
sus propias acciones, para contribuir con: a) el desarrollo endógeno, integral y
sustentable de su país y de la región, así como su inserción creativa en un mundo que
se transforma vertiginosamente; b) la creación científica, técnica y humanística,
respetando la biodiversidad; c) la consolidación de una cultura filosófica, política y
democrática, así como el fortalecimiento del ejercicio de la ciudadanía, consolidando la
soberanía nacional, promoviendo los ideales integracionistas, y reafirmando los valores
éticos y políticos que sustenten los proyectos de emancipación ante un mundo, y en
especial un continente, que marchan definitivamente hacia una confrontación definitiva
dentro del marco de la lucha de clases; d) la revitalización del pensamiento crítico e
innovador; e) la recuperación de nuestra memoria colectiva, el análisis y comprensión
del presente para poder proyectar nuestro futuro y reafirmar nuestra identidad de patria y
de continente; f) la valoración del patrimonio cultural en sus diversas expresiones
tangibles e intangibles, así como en sus dimensiones nacionales y universales; g) los
procesos de integración latinoamericana y caribeña, en los diversos ámbitos científicos,
tecnológicos y humanísticos. La importancia de esta manera de concebir la formación de
nivel superior radica en el hecho de que ― como ya lo hemos ratificado en otras
ocasiones ― nuestros problemas no son restringidamente de orden écnico, t científico y
económico, lo son, también de carácter moral, cultural y ético; es decir, abarcan
problemas cuya comprensión y solución requieren capacidad de reflexión, compromiso
con la consolidación de sociedades más justas y democráticas. En síntesis, se trata de
impulsar procesos formativos que eleven la calidad, pertinencia y compromiso social de
la educación universitaria en todos sus niveles y modalidades. La calidad en los
conocimientos y saberes comprende la creación, innovación, búsqueda, preservación,
perfeccionamiento, transmisión, divulgación, reciclamiento e inclusión de los mismos;
condicionados por espacios, contextos, condiciones de vida, modos de pensar, hábitos
individuales y colectivos, acervo cultural y valores. Estos son procesos cognitivos,
necesarios hoy día, para que las sociedades de América Latina y El Caribe puedan
afirmarse en el concierto mundial de naciones donde nos corresponde actuar, y para que
nuestro país consolide el nuevo sistema político social que habrá de reportarle y
garantizar la soberanía en todos los ámbitos, aspectos, áreas y categorías propias de
una nación independiente. El logro de la calidad, así entendida, supone un reto
filosófico, ideológico, político, económico, científico, cultural, pedagógico, axiológico e
histórico.

c) Transformar los modos de pensar. Esto implica entre otros cambios: 1) romper con la
lógica de las disciplinas; 2) crear conocimiento contextualizado; 3) cambiar las formas de
relación profesor-alumno; 4)atender el desempeño estudiantil; 5) formar ciudadanos-
profesionales con perfil amplio.
Desarrollar cada uno de estos aspectos no es posible, dadas las condiciones de
espacio y tiempo. No obstante, debo señalar que es este el problema académico-político
fundamental que confrontamos al interior de las universidades, porque se trata de
trastocar las bases de la racionalidad bajo las cuales ha funcionado la universidad
desde el siglo XIX, expresadas en la estructura organizativa , los modos de producir
organizar y difundir el conocimiento, los de enseñar y aprender , esto es para decirlo
con palabras de Lanz y Fergusson (2005), implica desmontar o destruir las lógicas que
han estado en la base de la racionalidad de la ciencia y demás saberes establecidos.
Es necesario transformar la universidad en una “institución de conocimiento“, es
decir, donde la formación de pre y posgrado, la investigación, la creación intelectual, el
desarrollo tecnológico, la innovación y la interacción con la sociedad y sus problemas
fundamentales, se integren en el currículo y constituyan el centro de la vida académica.
De allí la urgencia de transformar los patrones cognitivos subyacentes
teniendo conciencia de la dificultad que esto implica, porque su propia naturaleza, si se
quiere abstracta, se constituye en un obstáculo que le impide comprender y aceptar la
necesidad de un cambio profundo, de raíz. Entender el papel de la educación en las
transformaciones que hay que impulsar en América Latina y El Caribe, a objeto de crear
juntos modos distintos de vida, pasa por cambiar nuestros modos de pensar, sentir y
actuar, no sólo con respecto a la propia educación universitaria, sino,
fundamentalmente, con relación al contexto socio-histórico, político, económico,
ecológico, cultural e ideológico que la contiene y subsume. Y aquí queremos rescatar la
importancia de la reflexión histórica. Si no comprendemos los procesos socio-históricos
que han ocurrido y ocurren, no solamente en cada país, sino en el contexto del sistema
capitalista del cual formamos parte, poco podemos hacer para cambiar profundamente
nuestros sistemas educativos. He aquí el valor del concepto de totalidad que
significa el pensamiento complejo y contextualizado, pues, de lo que se trata, ahora,
es de emprender los cambios de fondo que exige la educación universitaria, los cuales
han de ser reciamente cimentados y, a un mismo tiempo acoplados, con las
transformaciones estructurales que son necesarias en la región latinoamericana y
caribeña. No es posible seguir pensando en pequeñas reformas administrativas,
curriculares, o de otra índole, que sólo constituyen reacomodos, maquillajes o
readaptaciones al mismo modelo de sociedad que, fundamentado en el desarrollismo, la
modernización, la razón instrumental, la tecnocracia y la tecnociencia, con su alto
contenido eco-depredador e inhumano, ha demostrado ser incapaz de proporcionar a los
pueblos del mundo una vida digna de ser vivida.
Para asumir las transformaciones requeridas, las comunidades académicas
contamos hoy con los movimientos sociales, ecológicos, indígenas, culturales, de
jóvenes, de mujeres, de trabajadores de distintas áreas, de minorías y con todas
aquellas fuerzas insurgentes, que han tomado conciencia de la necesidad y la
factibilidad de otros mundos; en ellos debemos apoyarnos, porque ya no es posible
mantener la elitista disyunción de los saberes, la separación entre el mundo académico y
el mundo del pueblo, de la gente. Decir que debemos romper los muros de la
universidad, no significa que ésta puede funcionar en cualquier lugar, sino, como ya lo
hemos expuesto anteriormente, impedir su enclaustramiento e inmovilidad, o el
anquilosamiento mental, que es el peor, y asumir que el conocimiento que se produce
en su interior es incompleto, y para mayor peligro es sesgado, y de allí la importancia
de valorar el diálogo con otros tipos de saberes existentes, así como de avanzar junto
con los movimientos sociales, culturales, y de distinto tipo en la construcción de una
política antihegemónica, para, en ese contexto, redefinir los problemas que atañen a
la educación universitaria, y a la creación de conocimientos científicos, técnicos y
humanísticos, es decir, creación intelectual, que son los que tienen que ver con nuestra
capacidad para guiar, orientar, enseñar a aprender, en síntesis, con el oficio de ser
Maestro. Retomamos acá lo que hace poco tiempo, con otros compañeros de luchas,
trabajo y sueños, escribimos refiriéndonos a la realidad actual de Venezuela,
caracterizada por el enfrentamiento entre el imperio y sus proyectos, por una parte, y por
la otra los procesos de transformación que vive el país, y ello en el contexto de la
elaboración de una proposición para el posgrado y la educación avanzada, en la
perspectiva del ALBA:
… En tales circunstancias, lo revolucionario está en volver a las
fuentes primigenias de nuestro pensamiento natural, híbrido y
múltiple, buscarlas y traerlas al presente, confrontarlas y
relacionarlas con nuestra situación actual, y apoyarnos en ellas
para comprender el decurso de nuestro ser-conocer. Alcanzar una
configuración específica del pensamiento científico y técnico,
también híbrido y múltiple, nos ayudará a recuperar la posibilidad
de pensar desde sí mismo una ciencia y tecnologías propias, es
decir, aquello que los griegos denominaron “koinonía” y “askésis”
(Castellano, M.E. y otros; 2005: p. 6)

En otras palabras, se trata de establecer las bases para desarrollar conocimientos


propios, utilizando los saberes ancestrales y populares, dirigiéndolos a buscar
soluciones a los problemas de nuestros pueblos, impulsando la mundialización solidaria
y cooperativa entre las instituciones de educación superior de la región, compartiendo
reflexiones, hallazgos y preocupaciones, colocando en primer lugar lo nuestro, y
quebrando todas las barreras que históricamente nos han colocado para separarnos,
para obligarnos a pensar individualmente y no en colectivo, estableciendo límites entre
nuestros territorios, razonamiento contrario a los modos de pensar y de actuar de
nuestros antepasados indígenas. Esa concepción que separa, que desune, que
fragmenta lo que debe formar parte de un todo, es la que priva al interior de nuestra
educación en todos sus niveles y modalidades y que en el nivel universitario, se
concreta con peculiar énfasis.
d) La integración solidaria de los pueblos y con los pueblos. Ante la presencia del
neoimperialismo, ahora autodenominado globalización, sustentado en la concepción
neoliberal, que utilizando todos los medios a su alcance y ayudándose, además, por las
Tecnologías para la Comunicación y la Información (TIC), ha penetrado los territorios de
los pueblos de América Latina y El Caribe no solamente para apropiarse de sus riquezas
naturales y productivas, depredar su naturaleza y utilizar su fuerza de trabajo en
condiciones de subordinación, sino para imponer la dominación ideológica, y subsumir
las subjetividades en el pensamiento único, cercenando la riqueza de la diversidad, e
impidiendo a los pueblos decidir sobre los caminos para su propio desarrollo humano, se
hace obligatorio profundizar la reflexión colectiva acerca del futuro de la región. En este
diálogo no se espera unidad de pensamiento, por el contrario, la libertad para expresar
las distintas corrientes, enfoques y concepciones sobre el tema, debe ser el principio
conductor. Efectivamente, ya la controversia se ha expresado en distintas
oportunidades, encuentros, foros, seminarios, cumbres y tantas otras formas de relación
discursiva en las que ha sido planteada con la complejidad que lo amerita.
Hay quienes aún creen en la posibilidad de lograr niveles de crecimiento económico,
como los alcanzados en otras épocas, sin tomar en consideración que esos momentos
de aparente bonanza nunca estuvieron acompañados de bienestar para la mayoría de la
población; muchos esquivan un hecho: que la globalización ha exacerbado las
desigualdades sociales y ha elevado los niveles de pobreza.
En esta trama los pueblos han ido tomando conciencia y se han venido expresando por
medio de contracumbres, foros sociales mundiales, encuentros de solidaridad entre los
pueblos de la región, congresos bolivarianos y distintas manifestaciones que a diario
protagonizan contra la firma de los Tratados de Libre Comercio y otros intentos de
continuar oprimiéndonos, todo esto señala que América Latina está en movimiento.
Es evidente que las instituciones universitarias son, hoy, lugares donde es posible
encontrar distintos matices y posturas con relación al tema de la globalización, y no
debemos olvidar que a partir de los años setenta, las proposiciones del Banco Mundial y
otros organismos multinacionales penetraron en las universidades, y junto con la Teoría
del Capital Humano, la tecnocracia y la razón instrumental hicieron todos los esfuerzos
por ganar voluntades, a favor de concepciones antidemocráticas y elitistas; de igual
modo se desarticuló el movimiento estudiantil, y algunos de los pensamientos más
lúcidos de aquellos momentos de auge de la Teoría de la Dependencia fueron tomando
posiciones más cercanas a la derecha. Todo esto ocurrió en tiempos del recrudecimiento
de las agresiones del imperialismo hacia América Latina y El Caribe, expresado a través
de gobiernos dictatoriales o seudodemocráticos, y con la puesta en funcionamiento de
políticas educativas proclives a la propiedad privada, y a limitarle, a la mayoría de la
población su ingreso a la educación superior. Pero, afortunadamente, quedaron espacios
de luz y oasis donde ha vuelto a renacer y se ha fortalecido el pensamiento crítico.
Estos son los grupos que están en capacidad de impulsar, junto con los pueblos, una
verdadera transformación universitaria, son los que ya han fijado posición ante los
intentos de la OMC, y los que están trabajando por una visión solidaria de la
mundialización, oponiendo este término al de globalización, partiendo del rechazo a
cualquier tipo de hegemonías, a los neoimperialismos, neocolonialismos, al ”libre
mercado” y, especialmente, a los intentos de convertir la educación y la cultura en
mercancías. Estos grupos, con sus matices, se han movilizado para defender la
diversidad cultural, que el interés transnacional quiere expropiársela a los pueblos
para ingresarla al caudal de mercancías que proporcionan ganancias al capital. Este
intento no sólo está referido a las culturas autóctonas, las expresiones culturales
milenarias de comunidades geográficamente aisladas, de grupos sociales marginados,
sino también a la ciencia y la tecnología local, los conocimientos y saberes generados en
la educación superior (Fergusson, A., y Lanz, R.; 2005: 41). Es decir todo el acervo
cultural y de conocimientos de cualquier tipo pasaría a formar parte de la llamada
“industria cultural”, bajo la falacia de que por esa vía llegaría a todos. Es ese el mismo
argumento que utilizan las transnacionales para “convencer” acerca de las bondades del
cobro de matrícula en la educación superior, cuando afirman que, “si quienes pueden
pagar lo hacen, con ese recurso, las instituciones otorgarán becas o créditos educativos
a los más pobres”. Ese tipo de fraude escamotea la realidad estructural que subyace en
las desigualdades, llámense económicas, sociales, educativas o culturales ― por ólo s
nombrar algunas ― y que el mercado desde ningún punto de vista erradicará, muy por el
contrario, las profundizará. Por lo tanto la idea que se quiere inculcar acerca de
“mercado igualador”, debe ser desmontada.
En la línea de pensamiento que rechaza estas nuevas agresiones imperialistas se ha ido
difundiendo la idea de la mundialización, entendida ésta como un proceso que avanza
propiciando el encuentro de civilizaciones y el diálogo de saberes entre pueblos y
comunidades universitarias, para compartir conocimientos, saberes, culturas, sin
competir, para enriquecer los acervos institucionales y comunitarios bajo el principio del
respeto a las diferencias culturales y modos de vida; para luchar porque las prácticas
culturales de todos los grupos humanos que pueblan la Tierra sean garantizadas en su
preservación y desarrollo (Fergusson, A., y Lanz, R.; 2005:43). Mi particular punto de
vista es que esa mundialización debe estar centrada, es decir, tener como eje
transversal la solidaridad internacional la que debe expresarse en la unión de todos
los explotados del mundo en torno a objetivos y metas comunes.
En este campo, la transformación de la educación superior, vertebrada por un nuevo
modo de pensar, tiene, sin duda, un terreno para ser abonado, trabajado, recogiendo
frutos en un relativo corto tiempo. El proceso de mundialización, como su nombre lo
indica, incita a pensar mucho más allá de las localidades, de los países, de las regiones,
para interactuar desde lo local hacia lo nacional, lo regional y lo mundial, y viceversa. En
esta perspectiva, la mirada debe buscar el sur, donde países y pueblos ― al igual que el
nuestro ― subyugados, dominados y vejados, buscan hoy romper las cadenas de la
opresión. Esos pueblos también tienen una inmensa riqueza cultural milenaria; parte de
ella, la visible, la material, ha sido devastada por el imperialismo, pero la riqueza
espiritual, la condición humana, las creencias, las convicciones, las religiones, que son
llevadas en los imaginarios colectivos, en las tradiciones, en las prácticas culturales de
los pueblos, no podrán ser destruidas, a menos que aquellos, bajo nuevas condiciones
de dominación, sean sometidos a un largo proceso de ideologización.
Las Tecnologías de la Comunicación y la Información, pueden ahora tener un uso para
la liberación, para la comunicación solidaria, para el compartir, para el intercambio de
experiencias, ideas, proyectos de vida, y de ese modo ir tejiendo, entre todos y todas,
modos distintos de vida, donde no tengan cabida los imperialismos de ningún tipo.
La transformación profunda de la educación universitaria es un reto y un imponente
desafío, porque desde ella podemos coadyuvar a forjar la patria grande: América. Ya los
pueblos asumieron el ALBA como la utopía por la cual luchar y trabajar, unámonos a
ellos para ir tejiendo la unidad dentro de la diversidad para ir reconstruyendo la
identidad latinoamericana y caribeña piso y fuerza de la uni (di) diversidad indisoluble
capaz de impulsar la creación de mundos distintos en estas tierras.
Referencias
Borón, Atilio (2009). “Hay alternativas aunque sean costosas”. Intervención en el panel En defensa de la
Humanidad La Habana. Cuba. Publicado por Rebelión.

Castellano, María E y otros (2005). “Hacia la construcción del subsistema de educación


avanzada y de la creación científica, técnica y humanística”. MES. FUNDAYACUCHO. Caracas.
Un resumen fue publicado en el Boletín virtual de IESALC/UNESCO. Noviembre 2005.
Fergusson, A y Lanz, R (2005). La Reforma Universitaria en el Contexto de la Mundialización del
Conocimiento. Documento Rector. ORUS, Caracas. Venezuela.
IESALC/UNESCO (2008). Conferencia Regional de Educación Superior en América Latina
(CRESAL).Cartagena de Indias. Colombia. Declaración Final.
Núñez J, Jorge (2010). Conocimiento académico y sociedad. Ensayos sobre política universitaria
de investigación y posgrado. Editorial UH. Facultad de Letras. Universidad de La Habana. Cuba.

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