Revolución Científica

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WILLIAM EAMON; La Revolución científica y los ritmos de la vida cotidiana

La mayoría de los historiadores coinciden en que la Revolución Científica fue un hito


en la historia de la civilización occidental. Sin embargo, no todos estarían de acuerdo
en que hubo una Revolución Científica.

La narrativa clásica de la Revolución Científica comienza con la innovación


astronómica de Copérnico y acaba con la emergencia de la Nueva Filosofía del siglo
XVII. Esto relata el desarrollo de la ciencia moderna como una sucesión de rupturas
intelectuales –o como Thomas Kuhn los denominó cambios de paradigma-
transformaciones teóricas radicales que cambiaron la forma en que la gente pensaba
sobre el cosmos.

El historiador estadounidense Richard Westfall advirtió que sin la Revolución Científica


“nuestra disciplina perderá su coherencia”. Otro respetado historiador protestó
recientemente afirmando que derribar la Revolución Científica sería robar a la
profesión “una de sus razones de ser más importantes” y pondría en peligro “creencias
básicas para el pensamiento occidental como el valor del desarrollo tecnológico, la
industria, la libertad humana, el estado de derecho y la posibilidad de progreso”.

¿Qué sería de la Revolución Científica si la viésemos no desde el punto de vista de la


historia de las teorías, ideas y genios individuales, sino desde los ritmos de la vida
cotidiana? Escribir tal historia requeriría dar la vuelta a ideas largamente arraigadas
sobre quién contribuyó a qué, y sobre los ganadores y los perdedores. Sin embargo, el
esfuerzo vale la pena. ¿Qué tipo de revolución tiene poco o ningún impacto en la vida
cotidiana? ¿Puede tal “revolución” ser llamada en realidad una revolución?

Nuevos mundos en la tierra

Por otro lado, una historia de la Revolución Científica construida desde la perspectiva
de la vida cotidiana otorgaría un papel central a la expansión geográfica de Europa.
Para la mayoría de las personas que vivían en el siglo XVI la verdadera revolución
científica no fue la revelación de una nueva disposición de los cielos, sino el
descubrimiento de nuevos mundos en la tierra. La vida cotidiana fue transformada por
los descubrimientos geográficos ibéricos de los siglos XV y XVI.

Cultivos del Nuevo Mundo como el maíz y la patata se adaptaron rápidamente a los
duros climas europeos y produjeron más calorías por acre que los cultivos del Viejo
Mundo. Los alimentos americanos fueron el recurso crítico que permitió el aumento de
la población, la riqueza y el poder que afianzó el ascenso de Europa para el dominio
del mundo durante los siglos XVIII y XIX.

Decenas de nuevos medicamentos procedentes de América y Asia se introdujeron en


Europa como consecuencia de la expansión ibérica, transformando la farmacopea
europea.

Algunos de los nuevos medicamentos eran utilizados para nuevas enfermedades


como la sífilis. Aunque los contemporáneos conocían la enfermedad como el mal
francés, en realidad era una enfermedad americana que los navegantes del primer
viaje de Colón trajeron del Nuevo Mundo.

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Iberia en la vanguardia

Gracias a la imprenta los descubrimientos ibéricos fueron noticia por toda Europa,
generando un animado discurso público. Uno de los primeros libros que describen la
naturaleza del Nuevo Mundo fue la Historia medicinal de las cosas que se traen de
nuestras indias Occidentales, publicado en 1567, del médico de Sevilla Nicolás
Monardes. Aunque Monardes nunca pisó América, como residente de Sevilla, el centro
peninsular del imperio español, estaba muy bien situado para aprender acerca de las
plantas americanas de los viajeros que regresaban del Nuevo Mundo.

Acosta sostuvo que la filosofía natural tuvo que aceptar las maravillas del Nuevo
Mundo, por lo que nunca más serían maravillas. Demoliendo la brecha epistemológica
entre el Nuevo Mundo y Europa, mantuvo un argumento convincente en el que la
naturaleza americana es parte de una naturaleza universal y donde los americanos
son parte de la raza humana.

La fascinación de Europa por la geografía y la historia natural del Nuevo Mundo dio
lugar a una nueva idea de lo que es la ciencia: una cacería de los secretos de la
naturaleza. La búsqueda de secretos en regiones desconocidas de la naturaleza es un
tema que aparece en la literatura renacentista con regularidad. (…) En una historia de
la Revolución Científica escrita desde la perspectiva de la cultura cotidiana la imagen
de la ciencia como una cacería ocuparía el centro de la escena.

Una de las imágenes más impactantes de la época de los descubrimientos fue un


grabado que aparece en la portada de la obra filosófica más importante de Francis
Bacon, Instauratio Magna (1620). La imagen representa un barco que navega más
allá de las Columnas de Hércules, el límite legendario de las aguas navegables. La
imagen representa el viaje de descubrimientos científicos en el que los europeos se
habían enmarcado tan pronto dejaron atrás la autoridad de los textos antiguos,
supuestamente infalibles.

Humanistas, filósofos, comerciantes y científicos

Gran parte de lo que le interesaba a los filósofos naturales era igualmente importante
para los comerciantes, los consumidores y los administradores coloniales. La nueva
filosofía no era sólo comprar y vender, sino que los comerciantes y los científicos
estaban de acuerdo en la importancia del viaje, el encanto de la novedad y en ver las
cosas de nuevo. Entender la idea de descubrimiento científico requerirá
necesariamente escuchar los ritmos de la vida cotidiana que palpitaban en los
ruidosos espacios donde se compran y venden mercancías.

La vida cotidiana y la vida intelectual apenas estaban apartadas. Los humanistas y los
filósofos eran también consumidores y estaban atentos a los intercambios comerciales
y los descubrimientos geográficos como los comerciantes. (…) Si tuviéramos que
juzgar por los libros de texto, la influencia de Ptolomeo en el Renacimiento tuvo lugar a
través de su gran tratado astronómico Almagesto. (…) Sin embargo, si se mira desde
la perspectiva del Renacimiento aflora un panorama diferente. La mayoría de los
intelectuales conocían a Ptolomeo como geógrafo y no como astrónomo; las ediciones
de su Geographia superaron con creces a las del Almagesto. Este hecho bastante
aleccionador sugiere que, de alguna manera, hemos obtenido una imagen equivocada

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de la Revolución Científica. Medido por su impacto en la vida cotidiana, el
descubrimiento del Nuevo Mundo superó el diseño de un nuevo cosmos.

Las monarquías ibéricas crearon las primeras instituciones científicas de Europa


patrocinadas por el Estado, organismos diseñados para recoger y organizar el
conjunto masivo de conocimiento científico que inundó Europa. La Casa de India en
Lisboa y la Casa de la Contratación de Sevilla adquirieron necesariamente funciones
científicas. Bajo Felipe II, el Consejo de Indias, una de las agencias de la monarquía
creadas para gobernar sus posesiones del Nuevo Mundo. En la década de 1570 el
Consejo distribuyó cuestionarios a los oficiales de la Corona en el Nuevo Mundo
solicitando información sobre la historia natural, geografía, demografía, condiciones
climáticas, animales domésticos y salvajes y comercio, así como sobre las
costumbres, ritos y creencias de los indígenas.

Como consecuencia de la experiencia ibérica, los europeos comenzaron a entender la


naturaleza humana desde una perspectiva antropológica, como una característica que
es inconstante e impredecible en lugar de un rasgo que es constante y uniforme en el
tiempo y el espacio. Esta idea esencialmente moderna, más que cualquier otra, define
los tiempos en que ahora vivimos. Desde la perspectiva de la modernidad y la historia
del descubrimiento científico, el Renacimiento podría ser mejor descrito como la edad
de Vasco da Gama en lugar de la edad de Copérnico y Galileo –o mejor aun, la edad
de Gaspar da Cruz, el misionero portuguez en Asia que escribió el primer libro sobre
China publicado en Europa.

Los historiadores de la Revolución Científica consideran generalmente en la Península


Ibérica como un lugar marginal en la Revolución Científica; en el mejor de los casos un
receptor pasivo de los avances científicos realizados en el norte de Europa; y en el
peor, un lugar hostil a todos ellos. (…) A largo plazo, desde el punto de vista de la
modernidad, ¿cuál de las dos preocupaciones fue la más importante: la naturaleza de
los cielos o la naturaleza de la humanidad? Podríamos imaginar una historia de la
Revolución Científica en la que la biología y la antropología, no las matemáticas y la
cosmología, ocuparon el centro del escenario. ¿Cómo sería tal historia? Podría
comenzar con la frase: la Revolución Científica comenzó en la Península Ibérica.

Una nueva generación de historiadores de la ciencia ha propuesto una reorganización


radical de los orígenes de la Revolución Científica. Antonio Barrera, por ejemplo,
describe en detalle el esfuerzo altamente organizado de los españoles para catalogar
la historia natural y las culturas del Nuevo Mundo, lo que demuestra que en la ciencia
la experiencia triunfa sobre la teoría. (…) Las prácticas científicas que surgieron de la
experiencia imperial de España se convirtieron en modelos para toda la ciencia
moderna. “La Revolución Científica no comenzó con Copérnico y sus ideas
heliocéntricas” afirma Barrera. “Comenzó en la década de 1520, en España, cuando
los comerciantes, los artesanos y oficiales reales se enfrentaron a nuevas entidades
procedentes del Nuevo Mundo y tuvieron que diseñar sus propios métodos para
recopilar información sobre esas tierras”. Otros historiadores, incluyendo Jorge
Cañizares Esguerra y Henrique Leitao han hecho declaraciones similares sobre la
novedad y la originalidad de la tradición científica ibérica.

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¿Qué le debemos a España? Preguntó Masson con una voz llena de sarcasmo y
desprecio. En dos siglos, en cuatro, o incluso en diez, ¿qué ha hecho España por
Europa? El problema con este tipo de preguntas es que arbitrariamente privilegian
algunas características de la ciencia moderna sobre otras. Los historiadores
generalmente asumen que la Revolución Científica es lo que todo el mundo debería
haber tenido; no cualquier revolución científica, sino sólo aquella descrita por el
estándar, la narrativa del norte de Europa.

(…) ¿Cómo podemos explicar el largo silencio de la comunidad histórica sobre el lugar
que ocupó la Península Ibérica en la Revolución Científica? España y Portugal han
sido omitidos en casi todos los recientes libros de texto en inglés sobre la historia de la
Revolución Científica, incluido el de Steven Shapin. Afortunadamente, esta situación
está cambiando y el cambio está obligado a producir una nueva versión de la
Revolución Científica. ¿Es válido un relato sobre la Revolución Científica los orígenes
de la modernidad que omita a la Península Ibérica? Para las vidas de los europeos y
americanos de la temprana edad moderna había poca diferencia entre si el Sol estaba
o no en el centro del universo o si el mundo estaba conformado de átomos. Por otro
lado, los paisajes, los estilos de vida, las modas, las visiones del mundo y los hábitos
alimenticios en cuatro continentes, desde América hasta Asia, fueron transformados
por los descubrimientos científicos de la Península Ibérica.

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BARRERA OSORIO, ANTONIO. Experiencia y empirismo en el siglo XVI: reportes
y cosas del Nuevo Mundo

La emergencia e institucionalización de prácticas empíricas es uno de los aspectos


fundamentales en el desarrollo de la ciencia moderna. En general, la literatura
historiográfica sobre este tema considera que esa institucionalización ocurrió en sitios
como la Royal Society de Londres. Este trabajo, en contraste, ubica la primera
institucionalización de esas prácticas en la Casa de la Contratación de Sevilla y
argumenta que esa institucionalización fue el resultado de actividades comerciales e
imperiales en América.

Coleccionando cosas de la naturaleza: de los informes privados a los decretos


reales.

La Casa de Contratación se había establecido en 1503 para la administración y el


desempeño de actividades comerciales relacionadas con el Nuevo Mundo. Unos años
más tarde, en 1508, el rey Fernando ordenó el establecimiento de oficinas para regular
la navegación al Nuevo Mundo, la elaboración de mapas y la formación de pilotos.

El 6 de Octubre de 1526 el rey Carlos Ie asignó a Hernando Colón la tarea de hacer


una carta maestra de navegación, un mapamundi y un globo terráqueo, que debía
incluir las nuevas tierras. (…) Los cosmógrafos Diego Ribeiro y Alonso de Chaves
ayudaron a Colón en su trabajo. Al año siguiente, en 1527, la Corona también ordenó
a los pilotos y capitanes de barcos que enviasen un informe de sus viajes con
indicaciones de las rutas, tierras e islas que se encontraran durante aquellos viajes,
así como distancias, altura y descripciones de las cosas.

Contemporáneo a los intentos de la Casa de reunir información sobre el Nuevo Mundo


y producir una carta maestra de navegación más precisa, Gonzalo Fernández de
Oviedo escribió y publicó el primer libro sobre la historia natural de las Indias que
apareció en 1526. Oviedo publicó su Sumario de la natural historia de las Indias, a
petición de Carlos V. El libro fue el informe más extenso sobre la naturaleza del Nuevo
Mundo escrito hasta ese momento. Este libro de historia natural se basó en la
experiencia personal de su autor en el Nuevo Mundo. Tradicionalmente, los libros de
historia natural eran comentarios sobre tradiciones clásicas conectadas con los libros
de historia natural de Plinio, el Génesis y las obras de Aristóteles entre otros. (…) Al
año siguiente, en 1527, la Corona también ordenó a los pilotos y capitanes de barcos
que enviasen un informe de sus viajes con indicaciones de las rutas, tierras e islas que
se encontraran durante aquellos viajes, así como distancias, altura y descripciones de
las cosas.

Contemporáneo a los intentos de la Casa de reunir información sobre el Nuevo Mundo


y producir una carta maestra de navegación más precisa, Gonzalo Fernández de
Oviedo escribió y publicó el primer libro sobre la historia natural de las Indias, que
apareció en 1526. Oviedo publicó su Sumario de la natural historia de las Indias, a
petición de Carlos V. El libro fue el informe más extenso sobre la naturaleza del Nuevo
Mundo escrito hasta ese momento. Este libro de historia natural se basó en la
experiencia personal de su autor en el Nuevo Mundo. Tradicionalmente, los libros de
historia natural eran comentarios sobre tradiciones clásicas conectadas con los libros
de historia natural de Plinio, el Génesis y las obras de Aristóteles entre otros.

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Al mismo tiempo, y aun anterior a estas actividades iniciadas por la gente común
(pilotos, navegantes, empresarios, o historiadores naturales) y apropiadas por la
Corona, empresarios particulares interesados en explotar la naturaleza americana
habían y continuaban enviando informes a la Corona sobre, por ejemplo, plantas
medicinales y tinturas. Estos informes basados en la experiencia personal se
convirtieron en los fundamentos del conocimiento.

Este es un aspecto importante del argumento de este artículo: las prácticas empíricas
que se discuten aquí aparecen, primero, entre la gente común (gente que no
perteneció al orden de la nobleza) y, después, la Corona apropia esas actividades.
Así, los reportes aparecen entre mercaderes y explotadores en primera instancia y,
una vez entendida la utilidad de esos reportes, la Corona empieza a pedir a otros
mercaderes, exploradores, navegantes y oficiales que envíen reportes.

En 1526, Antonio de Villasante, residente de Santo Domingo, afirmó haber encontrado


un bálsamo en La Española. (…) El bálsamo procedía de Egipto y era una medicina
redentora capaz de curarlo todo: útil para los problemas de visión, antídoto para curar
las heridas, capaz de provocar la orina, mitigar la fatiga o provocar la menstruasión.

Villasante llegó a ser amigo del gobernador Don Diego de Colón y, más tarde, obtuvo
una licencia suya para explotar el bálsamo y otros medicamentos en la isla.

El primer intento por hacer mapas y por catalogar los recursos naturales de América
vino de la gente en tierra o en altamar que vio la necesidad de este tipo de
información. Por ejemplo, la iniciativa de establecer una oficina cartográfica en la Casa
de la Contratación vino de los pilotos Juan Díaz Solís, Vicente Yañez Pinzón y
Américo Vespucio; la iniciativa de enseñar el uso de instrumentos y cartas de
navegación comenzó con Alonso de Chaves y Fernando Colón.

Recopilación de la naturaleza: de los cuestionarios a las expediciones

El proceso de recopilación de información, junto con las invasiones y las exploraciones


del Nuevo Mundo, se detuvo durante la década de 1540, mientras que la Corona
escuchaba a Fray Bartolomé de las Casas y Juan Ginés de Sepúlveda en el difícil
tema de los amerindios.

Casi todos los funcionarios encargados de hacer las descripciones participaban


directamente en la empresa americana bien sea como oficiales reales o como
individuos particulares. Entre ellos, había miembros de alto rango de la sociedad, tales
como funcionario del Consejo de Indias, los funcionarios de la Casa, arzobispos,
obispos, sacerdotes, virreyes, funcionarios de las audiencias, gobernadores, alcaldes,
concejales, tanto españoles e indígenas, caciques, funcionarios del Tesoro, capitanes
y almirantes de la flota, pilotos y capitanes de provincias. Incluso a la gente común se
le ordenó escribir informes. Estos informes abarcaban todos los aspectos del Nuevo
Mundo: la cosmografía, la geografía de costas y ríos, la historia natural de cada región,
así como información sobre la historia moral o sea la historia de los hechos humanos
en América.

La expedición de Hernández no fue la única expedición española en el Nuevo Mundo.


En 1583, la Corona envió al cosmógrafo Jaime Juan a México para:

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1. Tomar la altitud o la elevación de los lugares donde iba
2. Determinar la desviación de la brújula en relación con el polo norte.
3. Observar los eclipses de 1584
4. Investigar e informar sobre las fechas y horas de las mareas altas y bajas en
las costas y mares donde iba.

Conclusiones

El cuestionario de 1577 y las expediciones del Dr. Hernández y Jaime Juan fueron el
resultado de los métodos empíricos desarrollados en todo el Nuevo Mundo a lo largo
de la primera mitad del siglo XVI e institucionalizados en 1508 en la Casa de la
Contratación y en el Consejo de Indias en 1570. Desde la propuesta de Fernández de
Oviedo de hacer una expedición para buscar información sobre historia natural hasta
la expedición médica de Hernández en 1570 y la expedición cosmográfica de Jaime
Juan en 1583, las expediciones se convirtieron en una herramienta más en el
programa patrocinado por el Estado para recopilar la información empírica sobre el
Nuevo Mundo.

La iniciativa para recopilar información empírica para la comprensión del Nuevo Mundo
vino de la gente común que viajaba o vivía en América y que se convirtieron en
agentes de la expansión comercial e imperial de la época.

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NIETO OLARTE, MAURICIO. Ciencia, imperio, modernidad y eurocentrismo: el
mundo atlántico del siglo xvi y la comprensión del Nuevo Mundo.

John Elliot en su libro Imperios del Mundo Atlántico sugiere que la dominación de
América por parte de Europa debe ser explicada en tres niveles distintos y
complementarios: la toma de posesión simbólica, la ocupación material y la población
o repoblación de tierras.

El descubrimiento y la conquista del Nuevo Mundo es un proceso decisivo para


entender la modernidad y da inicio a la consolidación de los grandes imperios de la
Europa Moderna.

En lo que sigue nos ocuparemos de cuatro aspectos de la ciencia en el contexto del


Atlántico ibérico del siglo XVI:

1. La exploración del Nuevo Mundo y su relación con la tradicional idea de ciencia


moderna.
2. El encuentro de saberes y la apropiación europea de conocimientos
americanos.
3. La historia natural del siglo XVI como una poderosa forma de domesticación de
la naturaleza americana.
4. La noción de “comprensión” entendida como un proceso de apropiación y como
una forma de autoconstrucción, nos puede ser útil para un mejor entendimiento
de la historia del encuentro entre Europa y el Nuevo Mundo.

Todos estos elementos se conectan entre sí y tienen una directa relación con la
construcción de un orden mundial eurocéntrico. Arif Dirlik señala que el verdadero
poder de una mirada eurocéntrica no está en la exclusión de “los otros”, sino por el
contrario en su inclusión, en la inscripción del mundo entero dentro de un orden y un
único sistema.

Nuevo Mundo, ciencia ibérica y modernidad

El historiador británico David Goodman señala la imposibilidad de encontrar alguna


contribución ibérica a la revolución científica del siglo XVII en Europa.

Antonio Barrera y Jorge Cañizares Esguerra comparten una preocupación que merece
la atención: la exploración ibérica del atlántico no ha tenido, para los historiadores de
la ciencia de habla inglesa, la importancia que merece. Sus argumentos nos permiten
concluir que la influencia del mundo atlántico y de los viajes de exploración al Nuevo
Mundo fue definitiva sobre el desarrollo de la ciencia europea, y que la historia de la
ciencia moderna no puede limitarse a la Revolución copernicana ni al logro de ciertas
mentes geniales del norte de Europa occidental. (…) El estudio de procesos culturales
más mundanos como el desarrollo de la imprenta moderna y la conformación de
grandes imperios políticos y comerciales parecen ofrecer explicaciones históricas más
ricas sobre el origen del mundo moderno.

Las naves españolas y portuguesas que cruzaron el Atlántico en los siglos XV y XVI
tardaron mucho más de lo previsto en alcanzar su inicial objetivo de llegar a la India,
pero en el intento se encontraron con un mundo nuevo, con una naturaleza exuberante
y desconocida.

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El encuentro de los europeos con la incógnita naturaleza americana implicó nuevos
retos para la ciencia europea. Los exploradores, cartógrafos y naturalistas del siglo
XVI debieron nombrar y describir lo desconocido, poner en un lenguaje familiar el
extraño mundo natural. La gradual incorporación de una nueva parte del globo dentro
de la cartografía clásica, detalladas descripciones de animales, plantas y culturas
haciendo uso de referentes domésticos, el uso de nombres cristianos y familiares y en
general la producción de textos y de imágenes fueron las estrategias principales en la
tarea de domar lo salvaje.

Se crearon las instituciones de El Real Consejo de Indias y La Casa de


Contratación, siendo esta última una institución que cumplió las funciones de centro
de acopio, ordenamiento y difusión de una inagotable fuente de información novedosa:
el Nuevo Mundo. La información proveniente de los navegantes y exploradores
requería de sistematización, para lo cual fue necesario definir reglas de juego
comunes en la recopilación de experiencias y observaciones.

La Casa de Contratación en Sevilla se transformó gradualmente tanto en un centro de


acopio de datos como en un lugar de entrenamiento de navegantes y cartógrafos. La
suma de dichas prácticas hizo posible no solamente una navegación más segura y un
comercio más eficaz, sino que puso en marcha un descomunal proyecto científico que
terminó transformando la Terra Incognita en la América española.

Si el argumento de Barrera y Cañizares supone que es legítimo hablar de una


“revolución científica”, cuyo origen no está en la astronomía y la física de la Europa
protestante sino en la exploración del Nuevo Mundo por parte de españoles y
portugueses, sus tesis se enfrentan con un problema mayor, ya que todas las
dificultades que suponen la defensa de un giro epistemológico de tal magnitud podrían
volcarse sobre las prácticas de conocimiento del siglo XVI español.

A los acostumbrados padres de la modernidad científica, personajes como Francis


Bacon, René Descartes, Robert Boyle, Galileo Galilei o Issac Newton, debería
sumárseles los nombres de los monarcas y comerciantes ibéricos del siglo XVI, con
todos sus pilotos, cartógrafos, cronistas y naturalistas. Además, sería apenas justo
prestar mayor atención al papel de los conocimientos y tradiciones árabes en la
historia de la ciencia moderna. En tiempos de Alfonso X (1252- 1284), el Sabio,
España fue un centro de traducción y preservación de textos árabes. Las tradiciones
cosmográficas y de navegación ibéricas tienen sus antecedentes en la astronomía
árabe, traducida al latín en territorio español. (…) Aún más interesante es examinar el
papel de las culturas americanas y sus conocimientos en la transformación dela
ciencia europea y explicar de qué manera fue posible la incorporación del Nuevo
Mundo dentro de marcos de referencia familiares.

Traducción y apropiación del conocimiento americano

Es ya un lugar común la contraposición entre la ciencia occidental y los saberes


locales, como si la ciencia europea no perteneciera a ningún lugar ni a cultura alguna,
o en otras palabras como si perteneciera a todos los lugares y culturas del planeta.

Las tradiciones nativas americanas jugaron un papel determinante en la construcción


de conocimientos europeos. En primer lugar, porque su caracterización como meras

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opiniones o fábulas es el punto de partida para una clara demarcación, diferenciación
y afirmación de un conocimiento más racional y legítimo; pero también, aunque parece
paradójico, porque dichos conocimientos nativos descritos como irracionales suelen
ser incorporados como parte de las más eruditas tradiciones europeas. (…) Estos
saberes, al ser expuestos en otro lenguaje, bajo códigos familiares para los europeos
letrados, se transforman en conocimientos legítimos y, por lo tanto, son susceptibles
de ser presentados como descubrimientos y posesiones europeas.

Es absurdo suponer que los viajeros recorrieron las selvas americanas probando
plantas y adivinando sus posibles usos; por el contrario, el único método de conocer,
por ejemplo, sobre virtudes medicinales o alimenticias de las plantas, animales,
venenos o curas, era aprender de la experiencia nativa.

Francisco Fernández en su Historia Natural de Nueva España recopiló descripciones


de cerca de tres mil plantas y más de trescientos animales. Algunas de ellas como el
maíz, el tomate, el cacao, el tabaco, la coca, la papa y muchas otras plantas
americanas que transformarían la cultura de Occidente y la historia del mundo
moderno.

Otro personaje destacado que impulsó un proyecto para traducir de manera integral
los conocimientos de los indígenas mexicanos del siglo XVI, fue Fray Bernardino de
Sahagún. Sahagún consolidó un taller en el que artistas nativos realizaron una colosal
colección de imágenes en las que plasmaron sus conocimientos. Posteriormente,
Sahagún se dedicó a transcribir el material, generando un texto bilingüe que
presentaba tanto en español como en nahualt los conocimientos indígenas sobre la
geografía, el comercio, la religión, la política.

Monstruos en el paraíso: Historia natural y la domesticación del Nuevo Mundo

La visión que tuvieron los primeros exploradores del Nuevo Mundo está determinada
por las tradiciones antiguas y medievales en historia natural. (…) En tratados antiguos
de Aristóteles, Dioscórides, Plinio podemos encontrar descripciones de plantas y
animales comunes para el mundo cristiano, pero también criaturas extrañas como
hombres caníbales, gigantes, cíclopes, sirenas, amazonas y hombres con cabeza de
perro, o serpientes de dos cabezas. Para Colón y quienes lo siguieron en la
exploración del Nuevo Mundo, estos “seres fantásticos” eran tan reales como otros
animales exóticos, tales como el rinoceronte o la jirafa.

Para describir animales americanos desconocidos para los europeos como el


armadillo (encubertado), la iguana, el manatí o la zarigueza (churcha) o de frutas como
la piña, los cronistas del siglo XVI debieron recurrir a la analogía para crear vínculos
con lo salvaje.

No sólo las obras clásicas en historia natural o geografía se vieron cuestionadas por
los hallazgos de los viajeros ibéricos en el Atlántico del siglo XVI. De manera similar y
aun más preocupante para el mundo cristiano, las Sagradas Escrituras y los credos
del cristianismo son incapaces de explicar el origen y el sentido de buena parte de la
creación. Los autores clásicos, la erudición del humanismo, la teología, el arte, y la
literatura debieron hacerle frente a una realidad nueva sobre la cual las grandes
fuentes de autoridad guardaban silencio.

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El resultado de este reto fue la construcción de una nueva historia natural, de una
autoridad distinta que permitiera incorporar y explicar ese nuevo mundo como parte
del universo cristiano.

A pesar de su singularidad, este Nuevo Mundo y todas sus criaturas, por extrañas y
espantosas que parezcan, debían ser también parte de la obra de un Dios generoso
cuyo poder es ilimitado. Así, lo desconocido y monstruoso debe ser transformado en
criaturas de Dios al servicio del hombre y en productos útiles para el imperio, muestras
del infinito poder, sabiduría y bondad del creador. (…) Incluso los más aterradores de
los animales, parecen tener justificación dentro del plan antropocéntrico de la creación.

Para los escritores cristianos el siglo XVI y para los cronistas de la corona española,
su descripción de la naturaleza tiene un doble propósito, dos tareas simultáneas e
inseparables: mostrar de manera ordenada e inteligible el conjunto de las posesiones
del imperio y celebrar la grandeza del creador.

Reflexiones finales: la comprensión del Nuevo Mundo

Una de las más habituales y arraigadas ideas para explicar la historia del mundo
atlántico del siglo XVI es la noción de “descubrimiento”. “Descubrir” supone una proeza
o logro individual en el cual alguien, en un momento específico, ve o encuentra algo
que nadie había visto antes; supone además que el objeto descubierto existía como
tal, en sí mismo, antes e independientemente de su descubridor. Dicha noción de
descubrimiento ha sido central en la construcción de la idea de ciencia moderna, la
cual ha su vez ha sido fundamental en la consolidación de Europa occidental como
centro y motor de la historia del mundo moderno. Es entonces común suponer que la
historia de la ciencia moderna y, por lo tanto, el éxito de la expansión del mundo
europeo y la conquista del hombre sobre la naturaleza se puede reducir a una serie de
descubrimientos cruciales y hazañas individuales. Afirmaciones como “Cristobal Colón
descubrió América en octubre de 1492” y “Vasco Nuñez de Balboa descubrió el
Océano Pacífico, son frecuentes y de aceptación general”.

No son necesarias sutilezas filosóficas para reconocer el absurdo de afirmaciones


como “Cristobal Colón descubrió América el 12 de octubre de 1492”. El
“descubrimiento de América no es un evento singular restringido a los viajes de Colón
a finales del siglo XV. Más bien, debe ser entendido como un proceso que se extiende
desde antes de 1492 hasta nuestros días. Se trata de un continente habitado y, por lo
tanto, conocido por seres humanos y seguramente visitado por Europeos antes de
Colón, y más importante aún, la afirmación carece de sentido y resulta anacrónica, ya
que ni en 1492 como tampoco en el momento de su muerte después de cuatro viajes
trasatlánticos existe en la mente de Colón algo semejante a nuestra idea del
continente americano. La afirmación sólo es posible y adquiere sentido una vez que
los cartógrafos, políticos, reyes, papas, cronistas y elites letradas y políticas reconocen
y se ponen de acuerdo sobre los nuevos límites, las características y la realidad de un
Nuevo Mundo. La noción de “descubrimiento” supone un proceso unidireccional y
asimétrico en el cual América y su población aborigen se reducen a un objeto cuya
realidad depende de la proeza de los europeos.

El autor toma la noción de “comprender” de Gadamer que lo considera un acto que


transforma tanto al sujeto que comprende como al objeto comprendido. Así, 1492

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puede entenderse como una fecha en la cual se produce el descubrimiento de
América y de Europa.

La construcción o invención del Nuevo Mundo es entonces inseparable a la invención


de Europa. De manera que los viajes de exploración, y el afán por crear catálogos e
inventarios de la naturaleza, la producción de mapas, y de conocimientos sobre
geografía, sobre el comercio, la minería, conocimientos médicos, sobre higiene, etc.
fueron prácticas fundamentales en la consolidación de la ciencia moderna y de
Europa, como centro y motor de la historia mundial.

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