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LITERARIOS
Instituto Técnico LA
PIEDAD
SEXTO AÑO
LITERATURA
Prof. Claudio Dobal
2019
ÍNDICE
Índice _______________________________________________________________________ 3
Javier Aristu Mondragón________________________________________________________ 5
LAS VANGUARDIAS LITERARIAS DEL SIGLO XX (1999) ______________________________ 5
I. Futurismo __________________ 6 III. Surrealismo ________________ 9
II. Dadaismo __________________ 7 IV. Creacionismo ______________ 11
Filippo Tommasso Marinetti ____________________________________________________ 13
Manifiesto futurista [Fragmento] (1909) _______________________________________ 13
Manifiesto técnico de la literatura futurista [fragmento] (1912)_____________________ 14
Canción del automóvil (1910) ________________________________________________ 16
José María Romero ___________________________________________________________ 18
Canción del aeroplano (1919) ________________________________________________ 18
Tristan Tzara ________________________________________________________________ 20
Primer manifiesto Dada [fragmento] (1918) _____________________________________ 20
Para hacer un poema dadaísta (1924) __________________________________________ 23
Pedro Salinas ________________________________________________________________ 24
Poema dadaísta (1923)______________________________________________________ 24
André Breton ________________________________________________________________ 25
Primer Manifiesto del Surrealismo [Fragmento] (1924) ____________________________ 25
Unión libre (1931) __________________________________________________________ 27
Federico García Lorca _________________________________________________________ 29
Ciudad sin sueño (1930) _____________________________________________________ 29
Vicente Huidobro _____________________________________________________________ 31
Non Serviam (1914) ________________________________________________________ 31
Arte poética (1913) _________________________________________________________ 32
El término vanguardias surge en Francia durante los años de la Primera Guerra [1914-
1917]. Su origen está precisamente en el vocablo francés avant-garde, término de origen
militar y político, que venía a reflejar el espíritu de lucha, de combate y de confrontación que
el nuevo arte del siglo oponía frente al llamado arte decimonónico o académico.
Desde el principio, el arte vanguardista adquiere una impronta provocadora contra lo
antiguo, lo naturalista o lo que se relacionara con el arte burgués. No será causalidad que
todas las primeras manifestaciones de estos vanguardismos estén repletos de actos y gestos
de impacto social, como expresión de un profundo rechazo a la llamada cultura burguesa. La
Primera Guerra, como expresión del afán imperialista y del profundo fracaso de esa
burguesía por conseguir la paz, será el período en que, junto a actitudes diversas de rechazo
a la guerra, afloren todas estas manifestaciones artísticas extraordinarias con una
versatilidad y agilidad desconocidas hasta entonces. Los llamados ismos se sucederán uno
tras otro.
No es ninguna casualidad que el surgimiento de los vanguardismos artísticos y literarios
esté relacionado íntimamente con el periodo de mayor intensidad social, ideológica, en
definitiva histórica, del siglo XX: el periodo que va desde la Primera guerra del 14 al inicio
de la Segunda en 1939. En esos 15 o 20 años cuajan las experiencias del nuevo arte: unas
pasarán rápidamente, otras quedarán incorporadas al arte para siempre, pero la revolución
de las formas y de los contenidos se producirá, sin duda, a partir de aquellas vanguardias de
los años 20.
Auge y crisis
Los vanguardismos despuntan inmediatamente antes o durante la Primera Guerra, llegan
a su apogeo durante la década de los años 20, entran en crisis a partir de 1929 y
desaparecerán en la década de los 30.
En esos años, los artistas vanguardistas se han enfrentado al mundo de ideas proveniente
del pensamiento burgués: unos derivarán hacia el antiburguesismo de tipo fascista, como es
el caso del futurismo italiano de Marinetti; otros volcarán su rebeldía en el movimiento
proletario izquierdista. De esta forma, los dos grandes movimientos que marcarán el siglo
XX, el fascismo-nazismo y el comunismo, serán expuestos y cantados en sus iniciales años de
poder a través de una estética y unas formas vanguardistas. El caso más ilustrativo es el del
surrealismo francés y su apuesta por la revolución comunista. Posteriormente serán ellos
mismos perseguidos y prohibidos por los propios aparatos culturales de estado, como
ocurrió en la URSS estalinista a partir de 1923 y en la Alemania nazi de 1933. En el primer
caso, los poetas futuristas serán criticados a partir de la nueva estética realista y populista
tras la guerra civil revolucionaria. En el segundo caso, los jerarcas nazis secuestrarán la
I. FUTURISMO
El futurismo fue un movimiento literario y artístico surgido en Italia en el primer decenio
del siglo XX. Nació con un manifiesto, y varió y fijó sus propios enunciados en una serie de
manifiestos. El 20 de febrero de 1909 F.T. Marinetti publicó en «Le Figaro» de París un
primer Manifiesto en el que proclamó como formas de expresión del futurismo la
agresividad, la temeridad, el salto mortal, la bofetada, el puñetazo.
En 1912, el mismo Marinetti, con el Manifiesto técnico de la literatura futurista, apuntó
como medio específico de expresión literaria las «palabras en libertad», que eran capaces de
traducir, por analogía y sugestión, los mecanismos psíquicos y el frenesí de la vida moderna.
Esto comportaba la abolición de la sintaxis, de la puntuación, de las partes calificativas del
discurso (adjetivos, adverbios). Las nuevas teorías se aplicaron también a la pintura
(1910: Primer y segundo manifiesto de la pintura futurista, firmados por Balla, Boccioni,
Carrá y Russolo), a la música (1910:Manifiesto de los músicos futuristas, firmado por
Pratella), a la escultura (1912: Manifiesto de Boccioni, en el que se afirma que la escultura
debe convertir el infinito plástico aparente y el infinito plástico interior), al teatro
(1915:Manifiesto del teatro futurista sintético, firmado por Marinetti y Settimelli, y
Manifiesto de la escenografía futurista,firmado por Prampolini; el primero recomendaba 2
sorprender al público con cualquier medio, p. ej. con la 1 concisión, reduciendo las escenas
al tiempo fulminante ( de pocos segundos) e incluso a otras formas artísticas todavía por
nacer, pero destinadas a nacer en el futuro.
II. DADAISMO
El movimiento Dada surgió a la vez en Suiza y Estados Unidos en 1916. Desde Zurich se
expandió hacia Alemania y hacia Francia. En París es ya el movimiento de moda en 1923. El
movimiento Dada tiene la particularidad de no ser un movimiento de rebeldía contra otra
escuela anterior, sino que se funda en un cuestionamiento de todo el marco conceptual del
arte y de la literatura de antes de la Primera Guerra.
El grupo de Zurich
Suiza, a partir del estallido de la guerra en 1914, se convierte en un centro de refugiados
pacifistas de toda Europa. Allí se encontraron todos los disidentes de otras escuelas previas,
tales como el expresionismo alemán, el futurismo italiano o el cubismo francés. En 1916, en
Zurich, un grupo de artistas instalaron en una cervecería un pequeño cabaret, al que
bautizaron como "Cabaret Voltaire". Allí se reunieron el filósofo Hugo Ball, el poeta Tristan
Tzara, el pintor marcel Janco, ambos refugiados rumanos, y el pintor alsaciano Jeans (Hans)
Arp. A partir de ese encuentro comenzaron una serie de actividades en el cabaret así como
editaron la revista que llevaría el nombre de "Dada".
Tristan Tzara pronto se convirtió en el promotor y principal exponente del movimiento
Dada. Entre él y Hugo Ball dieron sustancia a la teoría dadaísta.
El origen del término Dada es confuso y controvertido. De acuerdo con la versión de Tzara
y Ball, la palabra surge de la casualidad: abriendo las páginas de un diccionario con la ayuda
de un cuchillo, el primer término señalado fue ese: dada. De acuerdo con otras versiones,
1 La palabra surréalisme es un término francés compuesto del prefijo sur y el nombre réalisme. La
primera vez que aparece es en el título de la obra de Apollinaire "Las tetas de Tiresis. Drama surrealista".
Su traducción sería algo así como "superrealismo" o "sobre el realismo". De esa forma querría dar a
entender el arte que está más allá de la realidad. De hecho en un principio la traducción española citaba
"Superrealismo" o "Sobrerealismo". Hoy día ha permanecido el término Surrealismo, que no se debe
confundir en la traducción española como "subrealismo", lo cual distorsionaría completamente el
sentido de la palabra.
IV. CREACIONISMO
El Creacionismo y el Ultraísmo son dos movimientos vanguardistas netamente españoles.
Su proceso evolutivo lo podemos situar entre 1918 y 1923. Conectado con las tendencias
vanguardistas provenientes de Francia, se caracterizarán por el rechazo de lo sentimental,
de lo trágico, de lo subjetivo y de lo íntimo. Ya no es época -dicen los ultraístas- de cantar al
amor, a la muerte, a Dios, ni siquiera al hombre.
El poeta, como creador que es, debe purificar la literatura de toda la carga moral, filosófica
o política que, proveniente desde el Romanticismo, la había impregnado. La poesía, como el
arte, se convierte en fin en sí misma. Frente a otras tendencias que todavía mantienen la
carga humana de la literatura -fijémonos en la fuerza social que tendrá el surrealismo- estos
cortos movimientos poéticos son quizás los que más se distancian de la literatura como
reflejo de la realidad del mundo circundante.
En 1918 el poete chileno Vicente Huidobro llega a España tras su estancia en París. A partir
de su actividad y capacidad de influencia sobre un pequeño grupo de artistas partícipes de
tertulias vanguardistas el movimiento se va a conectar con los aires europeos que circulaban
por París. La influencia de Huidobro junto a la actividad de Ramón Gómez de la Serna
marcarán el nacimiento de las jóvenes generaciones poéticas que pretenden romper con el
arte anterior a la Guerra del 14. Ello no supone, ni mucho menos, despreciar el papel
renovador de otras figuras como Juan Ramón Jiménez o José Ortega y Gasset.
De Huidobro surge el Creacionismo. A través de ese término se quiere dejar patente que la
obra literaria es totalmente autónoma del mundo. El poeta debe dejar ya de cantar a la
naturaleza; lo que tiene que hacer es imitar a la naturaleza, eliminar todo lo descriptivo o
anecdótico. Hay que "hacer un poema como la naturaleza hace un árbol".
Junto a Huidobro hay que destacar a Juan Larrea y Gerardo Diego como fundadores del
Creacionismo.
Sentado sobre el depósito de gasolina de un aeroplano, con el vientre caliente por la cabeza
del aviador, sentí la rídicula inutilidad de la vieja sintaxis heredada de Homero. ¡Violenta
necesidad de liberar las palabras, sacándolas de la prisión del periodo latino! Naturalmente,
como todo imbécil, tiene una cabeza previsora, un vientre, dos piernas y dos pies planos, pero
jamás tendrá dos alas. ¡Apenas lo necesario para caminar, para correr algunos instantes y pararse
casi en seguida resoplando!... He aquí lo que me dijo la remolinante hélice, mientras volaba a
doscientos metros sobre las poderosas chimeneas de Milán. Y la hélice añadió:
I .- Es necesario destruir la sintaxis, disponiendo los sustantivos al azar, tal como nacen.
2.- Se debe usar el verbo en infinitivo para que se adapte elásticamente al sustantivo y no lo
someta al yo del escritor que observa o imagina. El verbo en infinitivo puede sólo dar el sentido
de la continuidad de la vida y la elasticidad de la intuición que la percibe.
3.- Se debe abolir el adjetivo para que el sustantivo desnudo conserve su color esencial. El
adjetivo, que tiene en sí mismo un carácter matizador, es incompatible con nuestra visión
dinámica, porque supone una pausa, una meditación.
4.- Se debe abolir el adverbio, vieja hebilla que tiene unidas las palabras las unas con las otras.
El adverbio conserva en la frase una fastidiosa unidad de tono.
5.- Todo sustantivo debe tener su doble, es decir el sustantivo debe ir seguido, sin conjunción,
de otro sustantivo al que está ligado por analogía. Ejemplo: hombre-torpedero, mujer-golfo,
multitud-resaca, plaza-embudo, puerta-grifo. Así como la velocidad aérea ha multiplicado
nuestro conocimiento del mundo, la percepción por analogía se hace mucho más natural para el
hombre. Por lo tanto hay que suprimir el como, el cual, el así, el parecido a. Mejor aún, hay que
fundir directamente el objeto con la imagen que evoca, dando la imagen abreviada mediante
una sola palabra esencial.
6.- Abolir también la puntuación. Al suprimirse los adjetivos, los adverbios y las conjunciones,
la puntuación queda lógicamente anulada, en la continuidad variada de un estilo vivo que se crea
por sí mismo sin las pausas absurdas de las comas y los puntos. Para acentuar ciertos
movimientos e indicar sus direcciones se emplearán signos matemáticos: + - x = ( ) y signos
musicales. (…)
8.- No existen categorías de imágenes, nobles o groseras, elegantes o vulgares, excéntricas o
naturales. La intuición que las percibe no tiene preferencias ni prejuicios. El estilo analógico es,
por lo tanto, el dueño absoluto de toda la materia y de su intensa vida. (…)
10.- Teniendo en cuenta que toda clase de orden es fatalmente un producto de la inteligencia
cauta y reservada, es necesario orquestar las imágenes disponiéndolas según un máximo de
desorden.
11.- Destruir en la literatura el "yo," es decir toda la psicología. El hombre completamente
deteriorado por la biblioteca y el museo, sumetido a una lógica y a una sabiduría espantosa, ya
no ofrece ningún interés. Por lo tanto debemos eliminarlo de la literatura y sustituirlo finalmente
Para lanzar un manifiesto es necesario: A, B, C. Irritarse y aguzar las alas para conquistar y
propagar muchos pequeños y grandes a, b, c, y afirmar, gritar, blasfemar, acomodar la prosa en
forma de obviedad absoluta, irrefutable, probar el propio non plus ultra y sostener que la
novedad se asemeja a la vida como la última aparición de una cocotte prueba la esencia de Dios.
En efecto, su existencia ya fue demostrada por el acordeón, por el paisaje y por la palabra dulce.
Imponer el propio A.B.C. es algo natural, y, por ello, deplorable. Pero todos lo hacen bajo la forma
de cristal-bluff-madonna o de sistema monetario, de producto farmacéutico o de piernas
desnudas invitantes a la primavera ardiente y estéril. El amor por lo nuevo es una cruz simpática
que revela un amiquemeimportismo, signo sin causa, frágil y positivo. Pero también esta
necesidad ha envejecido. Es necesario animar el arte con la suprema simplicidad: novedad. Se es
humano y auténtico por diversión, se es impulsivo y vibrante para crucificar el aburrimiento. En
las encrucijadas de las luces, vigilantes y atentas, espiando los años en el bosque. Yo escribo un
manifiesto y no quiero nada y, sin embargo, digo algunas cosas y por principio estoy contra los
manifiestos, como, por lo demás, también estoy contra los principios, decilitros para medir el
valor moral de cada frase. Demasiado cómodo: la aproximación fue inventada por los
impresionistas. Escribo este manifiesto para demostrar cómo se pueden llevar a cabo al mismo
tiempo las acciones más contradictorias con un único y fresco aliento; estoy contra la acción y a
favor de la contradicción continua, pero también estoy por la afirmación. No estoy ni por el pro
ni por el contra y no quiero explicar a nadie por qué odio el sentido común.
DADA— he aquí la palabra que lleva las ideas a la caza; todo burgués se siente dramaturgo,
inventa distintos discursos y, en lugar de poner en su lugar a los personajes convenientes a la
calidad de su inteligencia, crisálidas en sus sillas, busca las causas y los fines (según el método
psicoanalítico que practica) para dar consistencia a su trama, historia que habla y se define. El
espectador que trata de explicar una palabra es un intrigante: (conocer). Desde el refugio
enguantado de las complicaciones serpentinas hace manipular sus propios instintos. De aquí
nacen las desgracias de la vida conyugal.
Explicar: diversión de los vientres rojos con los molinos de los cráneos vacíos.
Dada no significa nada
Si alguien lo considera inútil, si alguien no quiere perder tiempo por una palabra que no
significa nada….El primer pensamiento que se agita en estas cabezas es de orden
bacteriológico…, hallar su origen etimológico, histórico o psicológico por lo menos. Por los
periódicos sabemos que los negros Kru llaman al rabo de la vaca sagrada: DADA. El cubo y la
madre en una cierta comarca de Italia reciben el nombre de DADA. Un caballo de madera, la
nodriza, la doble afirmación en ruso y en rumano DADA. Sabios periodistas ven en todo ello un
arte para niños, otros santones jesúshablaalosniños, el retorno a un primitivismo seco y
estrepitoso, estrepitoso y monótono. No es posible construir la sensibilidad sobre una palabra.
Todo sistema converge hacia una aburrida perfección, estancada idea de una ciénaga dorada,
relativo producto humano. La obra de arte no debe ser la belleza en sí misma porque la belleza
ha muerto; ni alegre; ni alegre ni triste, ni clara ni oscura, no debe divertir ni maltratar a las
personas individuales sirviéndoles pastiches de santas aureolas o los sudores de una carrera en
Tome un periódico.
Tome unas tijeras.
Elija en el periódico un artículo de la longitud que cuenta darle a su poema.
Recorte el artículo.
Recorte en seguida con cuidado cada una de las palabras que forman el artículo y métalas en
una bolsa.
Agítela suavemente.
Ahora saque cada recorte uno tras otro.
Copie concienzudamente
en el orden en que hayan salido de la bolsa.
El poema se parecerá a usted.
Y es usted un escritor infinitamente original y de una sensibilidad hechizante, aunque
incomprendida del vulgo.
El caso es que una noche, antes de caer dormido, percibí netamente articulada hasta el punto
de que resultaba imposible cambiar ni una sola palabra, pero ajena al sonido de la voz, de
cualquier voz, una frase harto rara que llegaba hasta mí sin llevar en sí el menor rastro de aquellos
acontecimientos de que, según las revelaciones de la conciencia, en aquel entonces me ocupaba,
y la frase me pareció muy insistente, era una frase que casi me atrevería a decir estaba pegada
al cristal. Grabé rápidamente la frase en mi conciencia, y, cuando me disponía a pasar a otro
asunto, el carácter orgánico de la frase retuvo mi atención.
Verdaderamente, la frase me había dejado atónito; desgraciadamente no la he conservado en
la memoria, era algo así como «Hay un hombre a quien la ventana ha partido por la mitad», pero
no había manera de interpretarla erróneamente, ya que iba acompañada de una débil
representación visual de un hombre que caminaba partido por la mitad del cuerpo
aproximadamente por una ventana perpendicular al eje de aquél.
Sin duda se trataba de la consecuencia del simple acto de enderezar en el espacio la imagen
de un hombre asomado a la ventana. Pero debido a que la ventana había acompañado al
desplazamiento del hombre comprendí que me hallaba ante una imagen de un tipo muy raro, y
tuve rápidamente la idea de incorporarla al acervo de mi material de construcciones poéticas.
No hubiera concedido tal importancia a esta frase si no hubiera dado lugar a una sucesión casi
ininterrumpida de frases que me dejaron poco menos sorprendido que la primera, y, que me
produjeron un sentimiento de gratitud tan grande que el dominio que, hasta aquel instante,
había conseguido sobre mí mismo me pareció ilusorio, y comencé a preocuparme únicamente
de poner fin a la interminable lucha que se desarrollaba en mi interior.
En aquel entonces, todavía estaba muy interesado en Freud, y conocía sus métodos de examen
que había tenido ocasión de practicar con enfermos durante la guerra, por lo que decidí obtener
de mí mismo lo que se procura obtener de aquéllos, es decir, un monólogo lo más rápido posible,
sobre el que el espíritu crítico del paciente no formule juicio alguno, que, en consecuencia, quede
libre de toda reticencia, y que sea, en lo posible, equivalente a pensar en voz alta. Me pareció
entonces, y sigue pareciéndome ahora —la manera en que me llegó la frase del hombre cortado
en dos lo demuestra—, que la velocidad del pensamiento no es superior a la de la palabra, y que
no siempre gana a la de la palabra, ni siquiera a la de la pluma en movimiento.
Basándonos en esta premisa, Philippe Soupault, a quien había comunicado las primeras
conclusiones que había llegado, y yo nos dedicamos a emborronar papel, con loable desprecio
hacia los resultados literarios que de tal actividad pudieran surgir. La facilidad en la realización
material de la tarea hizo todo lo demás.
Al término del primer día de trabajo, pudimos leernos recíprocamente unas cincuenta páginas
escritas del modo antes dicho, y comenzamos a comparar los resultados. En conjunto, lo escrito
por Soupault y por mí tenia grandes analogías, se advertían los mismos vicios de construcción y
errores de la misma naturaleza, pero, por otra parte, también había en aquellas páginas la ilusión
de una fecundidad extraordinaria, mucha emoción, un considerable conjunto de imágenes de
UNIÓN LIBRE
Mi mujer de cabellera de llamas de leña
De pensamientos de relámpagos de calor
De talle de reloj de arena
Mi mujer de talle de nutria entre los dientes del tigre
Mi mujer de boca de escarapela y de ramo de estrellas
de última magnitud
De dientes de huellas de rata blanca sobre la tierra blanca
De lengua de ámbar y de cristal frotados
Mi mujer de lengua de hostia apuñalada
De lengua de muñeca que abre y cierra los ojos
De lengua de piedra increíble
Mi mujer de pestañas de palotes de escritura de niño
De cejas de borde de nido de golondrina
Mi mujer de sienes de pizarra de tejado de invernadero
y de vaho de cristales
Mi mujer de hombros de champán
Y de fuente con cabezas de delfines bajo el hielo
Mi mujer de muñecas de cerillas
Mi mujer de dedos de azar y de as de corazones
De dedos de heno cortado
Mi mujer de axilas de marta y de encinas
De noche de San Juan
De alheña y de nido de escalarias
De brazos de espuma de mar y de esclusa
Y de mezcla del trigo y del molino
Mi mujer de piernas de bobina
De movimientos de relojería y de desesperaci6n
Mi mujer de pantorrillas de médula de saúco
Mi mujer de pies de iniciales
De pies de manojos de llaves de pies de calafates que beben
Mi mujer de cuello de cebada imperlada
Mi mujer de garganta de Valle de oro
De cita en el lecho mismo del torrente
De senos de noche
Mi mujer de senos de pinera marina
Mi mujer de senos de crisol de rubíes
De senos de espectro de la rosa bajo el rocío
Mi mujer de vientre de apertura de abanico de los días
De vientre de zarpa gigante
Un día
los caballos vivirán en las tabernas
y las hormigas furiosas
atacarán los cielos amarillos que se refugian en los ojos de las vacas.
Otro día
veremos la resurrección de las mariposas disecadas
y aún andando por un paisaje de esponjas grises y barcos mudos
veremos brillar nuestro anillo y manar rosas de nuestra lengua.
¡Alerta! ¡Alerta! ¡Alerta!
A los que guardan todavía huellas de zarpa y aguacero,
a aquel muchacho que llora porque no sabe la invención del puente
o a aquel muerto que ya no tiene más que la cabeza y un zapato,
hay que llevarlos al muro donde iguanas y sierpes esperan,
donde espera la dentadura del oso,
donde espera la mano momificada del niño
Y he aquí que una buena mañana, después de una noche de preciosos sueños y delicadas
pesadillas, el poeta se levanta y grita a la madre Natura: Non serviam.
Con toda la fuerza de sus pulmones, un eco traductor y optimista repite en las lejanías:«No te
serviré».
La madre Natura iba ya a fulminar al joven poeta rebelde, cuando éste, quitándose el sombrero
y haciendo un gracioso gesto, exclamó: «Eres una viejecita encantadora».
Ese non serviam quedó grabado en una mañana de la historia del mundo. No era un grito
caprichoso, no era un acto de rebeldía superficial. Era el resultado de toda una evolución, la suma
de múltiples experiencias.
El poeta, en plena conciencia de su pasado y de su futuro, lanzaba al mundo la declaración de
su independencia frente a la Naturaleza.
Ya no quiere servirla más en calidad de esclavo.
El poeta dice a sus hermanos: «Hasta ahora no hemos hecho otra cosa que imitar al mundo en
sus aspectos, no hemos creado nada. ¿Qué ha salido de nosotros que no estuviera antes parado
ante nosotros, rodeando nuestros ojos, desafiando nuestros pies o nuestras manos?
»Hemos cantado a la Naturaleza (cosa que a ella bien poco le importa). Nunca hemos creado
realidades propias, como ella lo hace o lo hizo en tiempos pasados, cuando era joven y llena de
impulsos creadores.
»Hemos aceptado, sin mayor reflexión, el hecho de que no puede haber otras realidades que
las que nos rodean, y no hemos pensado que nosotros también podemos crear realidades en un
mundo nuestro, en un mundo que espera su fauna y su flora propias. Flora y fauna que sólo el
poeta puede crear, por ese don especial que le dio la misma madre Naturaleza a él y únicamente
a él».
Non serviam. No he de ser tu esclavo, madre Natura; seré tu amo. Te servirás de mí; está bien.
No quiero y no puedo evitarlo; pero yo también me serviré de ti. Yo tendré mis árboles que no
serán como los tuyos, tendré mis montañas, tendré mis ríos y mis mares, tendré mi cielo y mis
estrellas.
Y ya no podrás decirme: «Ese árbol está mal, no me gusta ese cielo.... los míos son mejores».
Yo te responderé que mis cielos y mis árboles son los míos y no los tuyos y que no tienen por
qué parecerse. Ya no podrás aplastar a nadie con tus pretensiones exageradas de vieja chocha y
regalona. Ya nos escapamos de tu trampa.
Adiós, viejecita encantadora; adiós, madre y madrastra, no reniego ni te maldigo por los años
de esclavitud a tu servicio. Ellos fueron la más preciosa enseñanza. Lo único que deseo es no
olvidar nunca tus lecciones, pero ya tengo edad para andar solo por estos mundos. Por los tuyos
y por los míos.
Una nueva era comienza. Al abrir sus puertas de jaspe, hinco una rodilla en tierra y te saludo
muy respetuosamente.
2 No importa cuál.
3¿Cómo la savia puede empujar un debate? Nosotros nos desinteresamos de esta cuestión que no
corresponde a la poesía sino a la psicología vegetal
NOTACIONES
En el S, a una hora de tráfico. Un tipo de unos veintiséis años, sombrero de fieltro con cordón
en lugar de cinta, cuello muy largo como si se lo hubiesen estirado. La gente baja. El tipo en
cuestión se enfada con un vecino. Le reprocha que lo empuje cada vez que pasa alguien. Tono
llorón que se las da de duro. Al ver un sitio libre, se precipita sobre él.
Dos horas más tarde, lo encuentro en la plaza de Roma, delante de la estación de Saint-Lazare.
Está con un compañero que le dice: «Deberías hacerte poner un botón más en el abrigo.» Le
indica dónde (en el escote) y por qué.
METAFÓRICAMENTE
En el centro del día, tirado en el montón de sardinas viajeras de un coleóptero de abdomen
blancuzco, un pollo de largo cuello desplumado arengó de pronto a una, tranquila, de entre ellas,
y su lenguaje se desplegó por los aires, húmedo de protesta. Después, atraído por un vado, el
pajarito se precipitó sobre él.
En un triste desierto urbano, volví a vedo el mismo día, mientras se dejaba poner las peras a
cuarto a causa de un botón cualquiera.
RETRÓGRADO
Te deberías añadir un botón en el abrigo, le dice su amigo. Me lo encontré en medio de la plaza
de Roma, después de haberlo dejado cuando se precipitaba con avidez sobre un asiento.
Acababa de protestar por el empujón de otro viajero que, según él, le atropellaba cada vez que
bajaba alguien. Este descarnado joven era portador de un sombrero ridículo. Eso ocurrió en la
plataforma de un S completo aquel mediodía.
LOGO-RALLYE
(Dote, bayoneta, enemigo, capilla, atmósfera, Bastilla, correspondencia.)
Un día me encontraba en la plataforma de un autobús que, sin duda, debía de formar parte de
la dote de la hija del Sr. Matrimonio, que presidió los destinos de la Compañía Municipal de
Transportes Urbanos. Había en él un joven bastante ridículo, no porque llevase bayoneta, sino
porque tenía pinta de llevada no llevándola. De golpe, el joven acomete a su enemigo: un señor
situado detrás suyo. Le acusa de no comportarse tan educadamente como en una capilla.
Tensada así la atmósfera, el mequetrefe va a sentarse. Dos horas más tarde, lo encuentro a dos
o tres kilómetros de la Bastilla con un compañero que le aconseja que se haga añadir un botón
en el abrigo, opinión que muy bien habría podido darle por correspondencia.
PRECISIONES
A las 12 h. 17 m. en un autobús de la línea S, de 10 metros de largo, 2,10 de ancho y 3,50 de
altura, a 3 km. 600 m. de su punto de partida, cargado con 48 personas, un individuo de sexo
masculino, de 27 años, 3 meses y 8 días de edad, 1 m. 72 cm. de talla y 65 kg. de peso, que llevaba
en la cabeza un sombrero de 17 cm. de alto cuya copa estaba rodeada por un cordón de 35 cm.
de largo, interpela a un hombre de 48 años, 4 meses y 3 días de edad, 1 m. 68 cm. de talla y 77
kg. de peso, por medio de 14 palabras, cuya enunciación duró 5 segundos, alusivas a
desplazamientos involuntarios de 15 a 20mm. Va enseguida a sentarse a unos 2 m. 10 cm. de allí.
118 minutos más tarde, se encontraba a 10 metros de la estación de Saint-Lazare, en la entrada
de cercanías, y se paseaba de arriba abajo sobre un trayecto de 30 metros, con un compañero
de 28 años de edad, 1 m. 70 cm. de talla y 71 kg. de peso, quien le aconsejó con 15 palabras
desplazar 5 cm., en dirección al cenit, un botón de 3 cm. de diámetro.
NEGATIVIDADES
No era ni un barco, ni un avión, sino un medio de transporte terrestre. No era por la mañana,
ni por la tarde, sino a mediodía. No era ni un bebé, ni un anciano, sino un joven. No era ni una
cinta, ni un bramante, sino un cordón trenzado. No era ni una procesión, ni una trifulca, sino un
atropellamiento. No era ni un amable, ni un malvado, sino un colérico. No era ni una verdad, ni
una mentira, sino un pretexto. No era ni uno derecho, ni uno yacente, sino uno que quería estar
sentado.
No era ni la víspera, ni el día siguiente, sino el mismo día. No era la estación del Norte, ni la
estación de Lión, sino la estación de Saint-Lazare. No era ni un pariente, ni un desconocido, sino
un amigo. No era ni un insulto, ni una burla, sino un consejo sobre indumentaria.
ANAGRAMAS
CARTA OFICIAL
Tengo el honor de informar a usted acerca de los hechos siguientes de los cuales he podido ser
testigo tan imparcial como horrorizado.
Esta misma mañana, hacia el mediodía, me encontraba en la plataforma de un autobús que
subía por la calle de Courcelles en dirección a la plaza de Champerret. Dicho autobús iba
completo; incluso más que completo, me atrevería a decir, porque el cobrador lo había
sobrecargado con varios solicitantes, sin razón admisible y movido por una benevolencia
exagerada que le llevaba más allá de los límites marcados por los reglamentos y que, por
consiguiente, rozaba la indulgencia. A cada parada, las idas y venidas de los viajeros que bajaban
y subían no dejaban de provocar cierto atropellamiento que incitó a uno de los viajeros a
protestar, mas no sin timidez. Debo decir que éste fue a sentarse en cuanto surgió la posibilidad
de ello.
Añadiré a mi breve relación esta addenda: tuve la oportunidad de observar a dicho viajero
algún tiempo después en compañía de un personaje que no he podido identificar. La
conversación entablada animadamente entre ambos parecía referirse a cuestiones de naturaleza
estética.
Dadas las mencionadas condiciones) le ruego a Vd. tenga a bien indicarme las consecuencias
que debo extraer de estos hechos) así como la actitud que, a la vista de ello, considere usted
correcto que adopte en cuanto al comportamiento de mi vida subsecuente.
En espera de su respuesta, le reitero a Vd. el testimonio de mi mayor y siempre atentísima
consideración.
IGNORANCIA
Yo, no sé qué quieren de mí. Pues sí, he cogido el S hacia mediodía. ¿Que si había gente? A esa
hora, por supuesto. ¿Un joven con sombrero de fieltro? Es muy posible. Aunque yo no miro
descaradamente a la gente. Me importa un pito ¿Una especie de galón trenzado? ¿Alrededor del
sombrero? Comprendo, una curiosidad como otra cualquiera, pero, desde luego, no me fijo en
eso. Un galón trenzado... ¿Y se habría peleado con otro señor? Cosas que pasan.
Y, además, ¿tendría que haberlo vuelto a ver otra vez una o dos horas más tarde? ¿Por qué no?
Hay cosas aún más raras en la vida. Precisamente, recuerdo que mi padre me contaba a menudo
que...
AMPULOSO
A la hora en que comienzan a agrietarse los rosados dedos de la aurora, cabalgaba yo, cual
veloz saeta, en un autobús, de imponente alzada y bovinos ojos, de la línea S de sinuoso periplo.
Advertí, con la precisión y agudeza del indio presto al combate, la presencia de un joven cuyo
cuello era más largo que el de la jirafa de pies ligeros, y cuyo sombrero de fieltro hendido estaba
ornado con una trenza, cual héroe de un ejercicio de estilo. La funesta Discordia de senos de
hollín vino con su boca hedionda por desdén del dentífrico;
VULGAR
¿Sabes? Eran poco más dlas doce cuando me las vi negras para subir alese. Mesubo, pues, pago
mi billete porque no había más remedio, ¿no te parece?, y, bueno, me fijo nun fulano con pinta
panoli, con un cuello, asea, que a uno le parecía un telescopio y con una especie cordón alrededor
duna birria sombrero. Y me lo miro, fíjate, qué pinta tenía de lila, entonces se ponencabronar a
uno questaba a su lao. Oiga, chamulla, mucho cuidao ¿eh?, añade, que me parece caposta,
lloriquea, que me estáciendo polvo los pinreles, farfulla, pisándome sin parar, le encasqueta. En
eso, muy pagao de la cosa, se larga sentarse. Comun ceporro.
Vuelvo a pasar más tarde por la plaza Roma y, mira, me lo veo pegando la hebra con otro
mamarracho de su cuerda. Oyes, le suelta lotro, pues tendrías, le decía, que poner otro botón,
añadía, a tu abrigucho, concluía.
FILOSÓFICO
Sólo las grandes ciudades pueden presentar a la espiritualidad fenomenológica las
esencialidades de las coincidencias temporales e improbabilísticas. El filósofo que sube a veces
en la inexistencialidad fútil y utilitaria de un autobús S puede percibir en él con la lucidez de su
ojo pineallas apariencias fugitivas y decoloradas de una conciencia profana afligida por el largo
cuello de la vanidad y por la trenza sombreril de la ignorancia. Esta materia sin verdadera
entelequia se lanza a veces con el imperativo categórico de su impulso vital y recriminatorio
contra la irrealidad neoberkeleyana de un mecanismo corporal inapesadumbrado de conciencia.
Esta actitud moral arrastra al más inconsciente de los dos hacia una espacialidad vacía donde se
descompone en sus átomos elementales y ganchudos.
La indagación filosófica prosigue normalmente con el encuentro fortuito pero anagógico del
mismo ser acompañado de su réplica inesencial y costurera, la cual le aconseja nouménicamente
transponer al plano del intelecto el concepto de abrigo situado sociológicamente demasiado
bajo.
TORPE
No tengo costumbre de escribir. No sé. Me gustaría escribir una tragedia o un soneto o una
oda, pero están las reglas. Eso me corta. No son cosas para aficionados. Todo esto ya está muy
mal escrito. En fin. En todo caso, hoy he visto algo que me gustaría mucho asentar por escrito.
Asentar por escrito no me parece muy acertado. Debe de ser una de esas frases hechas que
repelen a los lectores que leen para los editores que buscan la originalidad que les parece
necesaria en los manuscritos que los editores publican cuando éstos han sido leídos por los
lectores a quienes repelen las frases hechas del tipo «asentar por escrito» que es, sin embargo,
lo que me gustaría hacer con una cosa que he visto hoy, aunque yo sólo soy un aficionado a quien
DEFINICIONES
En un gran vehículo automóvil público destinado al transporte urbano, designado por la
vigésimosegunda letra del alfabeto español, un joven excéntrico portador de un sobrenombre
atribuido en París en 1942, con la parte del cuerpo que une la cabeza a los hombros extendida
sobre una cierta longitud y que lleva sobre la extremidad superior del cuerpo una prenda de
forma variable rodeada por un burdo cordón entrelazado en forma de trenza —este joven
excéntrico, imputando a un individuo que iba de un sitio a otro la falta consistente en desplazar
sus pies, uno tras otro, encima de los suyos, se encaminó a posarse sobre un mueble dispuesto
para sentarse, mueble convertido en no ocupado.
Ciento veinte segundos más tarde, lo vi de nuevo delante del conjunto de inmuebles y de vías
ferroviarias donde se efectúa el depósito de mercancías y la carga o descarga de viajeros. Otro
joven excéntrico, portador de un sobrenombre atribuido en París en 1942, le daba consejos
acerca de lo que le convenía hacer a propósito de un círculo de metal, cuerno, madera, etc.,
cubierto o no de tela, que sirve para asegurar los vestidos, en este caso un vestido masculino que
se lleva encima de los demás.
SONETO
Subido al autobús, por la mañana,
Entre golpe, cabreo y apretón,
Me encuentro con tu cuello y tu cordón,
Lechuguino chuleta y tarambana.
TRANSLACIÓN
En el Y, en una horchata de tragedia. Un tirabuzón de unas treinta y dos aortas, sonajero
flexible con coronel en lujuria de círculo, cuentagotas muy largo como si se lo hubiesen estirado.
La geometría baja. El tirabuzón en culo se enfada con un vegetariano. Le reprocha que lo empuje
cada viaducto que pasa alguien. Torbellino llorón con preces de mala identidad. Al ver un
soberano libre se precipita sobre él.
Ocho horchatas más tarde, lo encuentro en el plebiscito de Rusia delante de la estalactita de
San Luis. Está con un compás que le dice: «Deberías hacerte poner un bozal más en el ábside.»
Le enseña dónde (en el escozor) y por qué.
ANTONÍMICO
Medianoche. Llueve. Los autobuses pasan casi vacíos. Sobre el capó de un Al que viene de la
Bastilla, un viejo con la cabeza hundida entre los hombros que no lleva sombrero agradece a una
señora situada muy lejos de él que le acaricie las manos. Después va a ponerse de pie sobre las
rodillas de un señor que permanece sentado en su sitio.
Dos horas antes, detrás de la estación de Lión, este viejo se tapaba las orejas para no oír a un
mendigo que se negaba a decide que le hacía falta bajar un ojal el botón inferior de su calzoncillo.
MÉDICO
Tras una breve sesión de helioterapia, temiendo que me pusieran en cuarentena, subí por fin
en una ambulancia llena de casos clínicos. Allí diagnostico un gastrálgico, afectado de gigantismo
agudo, con una curiosa elongación traqueal y reumatismo deformante del cordón del sombrero.
Este mongólico sufre de pronto una crisis histérica porque un cacoquímico le comprime su tilosis
gonfótica; después, tras un cólico biliar, va a calmar sus convulsiones.
Más tarde vuelvo a verlo junto al Lazareto, consultando a un charlatán sobre un forúnculo que
deslucía sus pectorales.
I
La fecha: 18 de octubre de 1974
La hora: 10.30 hs.
El lugar: Tabac Saint–Sulpice
El tiempo: Frío seco. Cielo gris. Algunos claros.
Bosquejo de un inventario de algunas de las cosas estrictamente visibles:
- Letras del abecedario, palabras: “KLM” (en el bolso de un paseante), una “P” mayúscula que
significa “parking”; “Hotel Récamier”, “St–Raphaël”, “el ahorro a la deriva”, “Taxis terminal”,
“Rue du Vieux–Colombier”, “Brasserie–bar”, “Parc Saint–Sulpice”.
- Símbolos convencionales: flechas bajo la “P” de los parkings, una apunta levemente hacia el
suelo, la otra orientada en dirección a la rue Bonaparte (del lado Luxembourg), al menos cuatro
carteles que indican contramano (el quinto se refleja contra los vidrios del café).
- Cifras: 86 (en la parte de arriba de un autobús de la línea nº 86, encima de la indicación del
lugar adonde se dirige: Saint–Germain–des–Prés), 1 (chapa del nº 1 de la rue du Vieux–
Colombier), 6 (en el lugar que indica que nos encontramos en el 6to. distrito de Paris).
- Slogans fugitivos: “Desde el autobús miró París”
- Tierra: pedregullo y arena.
- Piedra: el cordón de las veredas, una fuente, una iglesia, casas...
- Asfalto
- Árboles (frondosos, a menudo amarillentos)
- Un pedazo bastante grande de cielo (quizás 1/6 de mi campo visual)
- Una bandada de palomas que cae repentinamente sobre el terraplén central, entre la iglesia
y la fuente
- Vehículos (su inventario queda pendiente)
- Seres humanos
Trayectorias:
El 96 va a la estación Montparnasse
El 84 va a la Porte de Champerret
El 70 va a la Place du Dr. Hayem, Casa de la Radio
El 86 va a Saint–Germain–des–Prés
Exija el Roquefort Société el verdadero en su óvalo verde
Ningún agua surge de la fuente. Las palomas se posaron sobre el borde de uno de sus pilones.
Hay bancos sobre el terraplén, bancos dobles con un respaldo único. Desde donde estoy puedo
contar hasta seis. Cuatro están vacíos. Tres vagabundos con gestos clásicos (beber tinto de la
botella) en el sexto.
El 63 va a la Porte de la Muette
El 86 va a Saint–Germain–des–Prés
Limpiar está bien, no ensuciar es mejor
Un autobús alemán
Una furgoneta Brinks
El 87 va al Champ–de–Mars
El 84 va a la Porte Champerret
Definición general.
Del griego ἀλληγορία, a su vez de ἀλληγορεῖν (ἄλλος, otro y ἀγορνω, hablar).
Representación de una idea abstracta bajo un aspecto corporal.
También suele ser una personificación, es decir, que la apariencia sensible es la de un ser
humano; aunque también existen muchas alegorías que no son antropomórficas.
En este sentido, el ser alegórico no es sólo un simple signo destinado a evocar una idea,
sino la idea misma revestida de un aspecto material que la representa.
La mayoría de los estudios sobre la alegoría comienzan lamentando que el término sea tan
difícil de definir y que se haya prestado a numerosas confusiones y discusiones teóricas y
prácticas. También coinciden en afirmar que la alegoría está en todas partes. Por lo que, en
términos generales, la alegoría pasa a ser la madre de todas las figuras retoricas. Northrop
Frye, por ejemplo, dice que “todo comentario es una interpretación alegórica” 6. Edwin Honig
insiste en que la alegoría es un medio para articular y difundir ideas 7. No es casual entonces
que la alegoría reaparezca siempre a los bordes de la religión, la filosofía o el arte, ya que
sirve para encuadrar cuestiones acerca de la naturaleza de la ilusión y la realidad. En ciertos
momentos del desarrollo cultural, la alegoría es un instrumento indispensable del
pensamiento y el sistema de creencias.
Sin duda, la alegoría brinda un tipo especial de lectura en condiciones extraordinarias, y
su estudio puede ayudarnos a entender más sobre la limitación del pensamiento humano.
Este concepto presupone un tema de índole sagrado y admirado o al menos respetado en el
imaginario. El mundo, o cualquiera de sus componentes, provee el texto: un arroyo que fluye,
un eclipse de sol, el vuelo ordenado de los pájaros. Una doctrina, ya sea mítica, religiosa o
filosófica, identifica el “ideal” que desea colocar o elevar en un contexto especifico y lo
representa a través de ese símbolo. El ideal es entonces el blanco constante de referencia al
cual todas las partes de la obra o el texto deben apuntar. La alegoría permite representar ese
ideal o idea abstracta a través de una forma más palpable.
En efecto, en uno de sus múltiples aspectos, la alegoría es un instrumento retórico usado
por estrategas de todo tipo en su lucha por obtener poder o mantener un sistema de
creencias. Por lo tanto, además de servir a la expresión de objetivos ideológicos, la alegoría
es una herramienta fundamental en las construcciones hipotéticas. En este sentido amplio,
es parte del proceso creativo que se observa generalmente en toda la literatura, como lo
señaló Honig, donde la formulación de creencias vitales parece esencial para la expresión
máxima. Es importante destacar que el modo simbólico admite la reconciliación entre el
mundo ideal y el real solo si el receptor (el lector, la audiencia) acepta implícitamente el
compromiso de esa ficción con los valores del mundo hipotético que el artista ha construido.
La confusión entre símbolo y alegoría fue resuelta por Walter Benjamin. Para el, la alegoría
tenía un valor estético similar al del símbolo y se dedicó a demostrarlo a través de su estudio
del barroco alemán. Considero que la alegoría es un recurso importante y lo que la diferencia
esencialmente del símbolo es su temporalidad. La distinción hecha por Benjamin deja ver
que el símbolo es estático mientras que la alegoría presenta capas de significado. Las capas
de significado permiten una multiplicidad de interpretaciones posibles que conviven
6 Frye, Northrop. Anatomy of Criticism: Four Essays (Princeton: Princeton University Press, 1971), p. 89.
7 Honig, E. Dark Conceit..., p. 7.
HISTORIA DE LA ALEGORÍA
En su libro Dark Conceit (1959), obra clave en el estudio de la alegoría, Honig exploró
detalladamente los métodos e ideas que se dieron lugar históricamente en las distintas
etapas de la formación de esta figura 9. A lo largo de la historia, en algunas épocas más que
en otras, la alegoría ha sido un instrumento fundamental e indispensable para el
pensamiento y el desarrollo cultural, ya que revela un modo de pensar acerca del hombre y
el universo.
En la Edad Media, el uso de la alegoría estaba tan inserto en la sociedad que los modos de
ficción, ya sea en el teatro o en el pulpito, no estaban claramente diferenciados de la realidad
y el público ingenuo o menos entrenado se mostraba confundido al momento de interpretar
el mensaje. Lo simbólico era un hábito, un sistema mental. Toda la literatura religiosa de la
época funcionaba a través de la simbología. El teatro se ocupaba de la moral y la
representación de vicios y virtudes. En efecto, la base de toda teoría critica medieval y
renacentista yace en la alegoría, cuando era la base esencial para corroborar el orden divino
del espacio y el tiempo, dos esquemas que, según Eric Averbach 10, serán la base sobre la cual
se van a desarrollar todas las figuras literarias.
La alegoría como género literario es típicamente medieval, ya que lo simbólico era en esa
época un sistema mental, una forma habitual de pensar. La literatura teocéntrica medieval
operaba también con visiones simbólicas del paisaje. El teatro creaba las moralidades,
representando los vicios y las virtudes. La divina comedia (Dante Alighieri, 1304-1321) y El
romance de la rosa (Guillaume de Lorris y Jean de Meung, s. xiii) lograron tal manejo de la
alegoría que ambas obras continuaron influyendo en casi todos los géneros posteriores. Por
8 Ackerman, Alan. “The Prompter’s Box: Modern Drama’s Allegories of Allegory”, Modem Drama, Vol. 49,
FUNCIONES DE LA ALEGORÍA
Siendo una de las figuras más antiguas, empleada desde la Edad Media, la alegoría es un
fenómeno que posee múltiples implicaciones y cuyos propósitos pueden ser variados:
religiosos, lúdicos, educativos, románticos y políticos, entre otros. La alegoría requiere un
esfuerzo mental que a veces encuentra resistencia. Por lo tanto, precisamente por su
Middleton Raysor, Thomas (ed.). Coleridge's Miscellaneous Criticism (Cambridge: Harvard University
Press, 1936), p. 30.
13 Quilligan, M. The Language of Allegory...
14 Para Fineman, el movimiento alegórico, como un sueño, cumple un deseo que determina el curso del
sueño, como una visión. El psicoanálisis toma el sueño como uno de sus principales elementos de
trabajo. Desde este punto de vista, no es sorprendente que Marcelo Mazzuca haya escrito una lectura
psicoanalítica de la Biografia de Charly García. Fineman, Joel. “The Structure of Allegorical Desire”,
October, Vol. 12 (Spring, 1980), p. 46; Mazzuca, M. Una voz que se hace letra...
15 Honig, E. Dark Conceit..., p. 91
16 Clifford, Gay. The Transformations of Allegory (Londres / Boston: Routledge / Kegan Paul, 1974).
17 Fletcher, A. Alegoría...,p. 13.
18 Clifford, G. The Transformations o f Allegory..., p. 7.
EL ROL DE LA AUDIENCIA
Las formas alegóricas de cualquier época, desde Dante a Kafka, tienen mucho más en
común la una con la otra que lo que otros tipos de ficción, escritas por sus respectivos
contemporáneos, tienen entre sí. Esto es porque las alegorías de cualquier época dramatizan
ideales y problemas similares que conciernen a la naturaleza humana. Emergentes del mito
y del ritual, las primeras alegorías, como hemos señalado, aparecían asociadas a la religión
y la moral. En la mitología griega, el orden moral y social era mantenido a través de orbitas
alegóricas que establecían ciertos preceptos comunes a todas sus creencias. Con el correr
del tiempo, el filósofo, como interprete, se convertía en un observador de la naturaleza y de
la conducta humana y, de este modo, se distinguía del sacerdote que había sido siempre un
agente de las fuerzas a las que su religión daba forma a través del rito y la devoción. Al
combinar las fuerzas trascendentales y las naturales en un mismo texto, ceremonia, danza,
música o cualquier expresión artística, los interpretes-sacerdotes confirmaban esas acciones
como transfiguraciones de las creencias de su contexto mítico a un misterio sagrado 19.
Preguntándose acerca del origen de la alegoría y de su interpretación, Honig asegura que la
creación de la alegoría y la función interpretativa del sacerdote convivieron en una misma
persona durante mucho tiempo precisamente porque era necesario que alguien
“interpretara” la obra para que cumpliera sus propósitos.
El concepto de alegoría que lleva a la interpretación de un objeto o texto sobre la base de
su significado potencial oscila sobre el borde entre las figuraciones mitológicas primitivas y
las estructuras más sofisticadas del pensamiento filosófico. Por eso, las primeras
interpretaciones alegóricas de Homero, que asoman entre los primeros intentos filosóficos
de construir una figura racional del mundo, se relacionan con el pensamiento griego. Sus
poemas se popularizaron y ganaron prestigio de dos maneras diferentes: por un lado,
empezaron a ser considerados un documento que celebraba los ideales culturales y los
héroes nacionales de origen divino, y que eran históricamente auténticos. Los griegos se
auto-reconocían como descendientes de los héroes de los poemas de Homero. Por otro lado,
había una noción, típica de los interpretadores de alegorías, que, en cambio, consideraba
estos poemas como ficción y otorgaba funciones específicas a cada uno de los dioses que se
correspondían con partes de la anatomía humana, a la vez que cada batalla dramatizaba
disfunciones fisiológicas. Esto se convirtió en un modo muy ingenioso de representar la
lucha entre el bien y el mal. Lo que ocurrió con los poemas de Homero podría decirse
también de otras obras de indudable importancia como la Biblia y La Eneida. Estas pasaron
20 Ibidem, p. 26.
21 Quilligan, M. The Language of Allegory. Defining the Genre..., p. 20.
22 Honig, E. Dark Conceit..., p. 29.
23 Fletcher, A. Alegoría..., p. 343.
EL CABALLO Y EL SOLDADO
Un soldado, durante una guerra, alimentó con cebada a su caballo, su compañero de esfuerzos
y peligros.
Pero, acabada la guerra, el caballo fue empleado en trabajos serviles y para transportar pesados
bultos, siendo alimentado únicamente con paja.
Al anunciarse una nueva guerra, y al son de la trompeta, el dueño del caballo lo aparejó, se armó
y montó encima. Pero el caballo, exhausto, se caía a cada momento. Por fin dijo a su amo:
-Vete mejor entre los infantes, puesto que de caballo que era me has convertido en asno. ¿Cómo
quieres hacer ahora de un asno un caballo?
LA MOSCA
Cayó una mosca en una olla llena de carne. A punto de ahogarse en la salsa, exclamó para sí
misma:
-Comí, bebí y me bañé; puede venir la muerte, no me importa ahora.
"I. -Y a continuación -seguí- compara con la siguiente escena el estado en que, con respecto a
la educación o a la falta de ella, se halla nuestra naturaleza. Imagina una especie de cavernosa
vivienda subterránea provista de una larga entrada, abierta a la luz, que se extiende a lo ancho
de toda la caverna y unos hombres que están en ella desde niños, atados por las piernas y el
cuello de modo que tengan que estarse quietos y mirar únicamente hacia adelante, pues las
ligaduras les impiden volver la cabeza; detrás de ellos, la luz de un fuego que arde algo lejos y en
plano superior, y entre el fuego y los encadenados, un camino situado en alto; y a lo largo del
camino suponte que ha sido construido un tabiquillo parecido a las mamparas que se alzan entre
los titiriteros y el público, por encima de las cuales exhiben aquéllos sus maravillas.
-Ya lo veo -dijo.
-Pues bien, contempla ahora, a lo largo de esa paredilla, unos hombres que transportan toda
clase de objetos cuya altura sobrepasa la de la pared, y estatuas de hombres o animales hechas
de piedra y de madera y de toda clase de materias; entre estos portadores habrá, como es
natural, unos que vayan hablando y otros que estén callados.
-Qué extraña escena describes -dijo- y qué extraños pioneros!
-Iguales que nosotros -dije-, porque, en primer lugar ¿crees que los que están así han visto otra
cosa de sí mismos o de sus compañeros sino las sombras proyectadas por el fuego sobre la parte
de la caverna que está frente a ellos?
-¡Cómo -dijo-, si durante toda su vida han sido obligados a mantener inmóviles las cabezas?
-¿Y de los objetos transportados? ¿No habrán visto lo mismo?
-¿Qué otra cosa van a ver?
-Y, si pudieran hablar los unos con los otros, ¿no piensas que creerían estar refiriéndose a
aquellas sombras que veían pasar ante ellos? Forzosamente.
-¿Y si la prisión tuviese un eco que viniera de la parte de enfrente? ¿Piensas que, cada vez que
hablara alguno de los que pasaban, creerían ellos que lo que hablaba era otra cosa sino la sombra
que veían pasar?
-No, ¡por Zeus! -dijo.
-Entonces no hay duda -dije yo- de que los tales no tendrán por real ninguna otra cosa más que
las sombras de los objetos fabricados.
-Es enteramente forzoso -dijo.
-Examina, pues -dije-, qué pasaría si fueran liberados de sus cadenas y curados de su ignorancia
y si, conforme a naturaleza , les ocurriera lo siguiente. Cuando uno de ellos fuera desatado y
obligado a levantarse súbitamente y a volver el cuello y a andar y a mirar a la luz y cuando, al
hacer todo esto, sintiera dolor y, por causa de las chiribitas, no fuera capaz de ver aquellos
objetos cuyas sombras veía antes, ¿qué crees que contestaría si le dijera alguien que antes no
veía más que sombras inanes y que es ahora cuando, hallándose más cerca de la realidad y vuelto
de cara a objetos más reales, goza de una visión más verdadera, y si fuera mostrándole los
objetos que pasan y obligándole a contestar a sus preguntas acerca de qué es cada uno de ellos?
¿No crees que estaría perplejo y que lo que antes había contemplado le parecería más verdadero
que lo que entonces se le mostraba?
En aquel día, habiendo salido Jesús de la casa, estaba sentado a la orilla del mar; y grandes
muchedumbres se reunieron junto a él, de modo que subió en una barca y se sentó, y toda la
muchedumbre estaba de pie en la playa. Entonces les dijo muchas cosas por ilustraciones,
diciendo: “¡Miren! Un sembrador salió a sembrar; y al ir sembrando, algunas [semillas] cayeron
a lo largo del camino, y vinieron las aves y se las comieron. Otras cayeron sobre pedregales donde
no tenían mucha tierra, y brotaron en seguida por no tener profundidad de tierra. Pero cuando
salió el sol, se chamuscaron, y, por no tener raíz, se marchitaron. Otras, también, cayeron entre
los espinos, y los espinos crecieron y las ahogaron. Otras más cayeron sobre la tierra excelente,
y daban fruto, esta de a ciento por uno, aquella de a sesenta, la otra de a treinta. El que tiene
oídos, escuche”.
De modo que los discípulos se acercaron y le dijeron: “¿Por qué les hablas usando
ilustraciones?”. En respuesta, él dijo: “A ustedes se concede entender los secretos sagrados del
reino de los cielos, mas a aquellos no se les concede. Porque al que tiene, más se le dará, y se le
hará abundar; pero al que no tiene, hasta lo que tiene le será quitado. Por esto les hablo a ellos
usando ilustraciones, porque, mirando, miran en vano, y oyendo, oyen en vano, ni captan el
sentido de ello; y para con ellos se cumple la profecía de Isaías, que dice: ‘Oyendo, oirán, pero
de ningún modo captarán el sentido de ello; y, mirando, mirarán, pero de ningún modo verán.
Porque el corazón de este pueblo se ha hecho indispuesto a recibir, y con los oídos han oído sin
responder, y han cerrado los ojos; para que nunca vean con los ojos, ni oigan con los oídos, ni
capten el sentido de ello con el corazón, y se vuelvan, y yo los sane’.
"Sin embargo, felices son los ojos de ustedes porque contemplan, y sus oídos porque oyen.
Porque en verdad les digo: Muchos profetas y hombres justos desearon ver las cosas que ustedes
contemplan, y no las vieron, y oír las cosas que ustedes oyen, y no las oyeron.
”Ustedes, pues, escuchen la ilustración del hombre que sembró. Cuando alguien oye la palabra
del reino, pero no capta el sentido de ella, el inicuo viene y arrebata lo que se sembró en su
corazón; este es el que se sembró a lo largo del camino. En cuanto al que se sembró sobre los
pedregales, este es el que oye la palabra y en seguida la acepta con gozo. Sin embargo, no tiene
raíz en sí mismo, sino que continúa por un tiempo, y después que ha surgido tribulación o
persecución a causa de la palabra, en seguida se le hace tropezar. En cuanto al que se sembró
entre los espinos, este es el que oye la palabra, pero la inquietud de este sistema de cosas y el
poder engañoso de las riquezas ahogan la palabra, y él se hace infructífero. En cuanto al que se
sembró sobre la tierra excelente, este es el que oye la palabra y capta el sentido de ella, que
verdaderamente lleva fruto y produce, este de a ciento por uno, aquel de a sesenta, el otro de a
treinta”.
Otra ilustración les propuso, diciendo: “El reino de los cielos ha llegado a ser semejante a un
hombre que sembró semilla excelente en su campo. Mientras los hombres dormían, vino el
enemigo de él y sobresembró mala hierba entre el trigo, y se fue. Cuando el tallo brotó y produjo
fruto, entonces apareció también la mala hierba. De modo que los esclavos del amo de casa
24En aquellos días dijo Jesús esta parábola: «Era un hombre rico que vestía de púrpura y lino, y celebraba
todos los días espléndidas fiestas. Y uno pobre, llamado Lázaro, que, echado junto a su portal, cubierto
de llagas, deseaba hartarse de lo que caía de la mesa del rico... pero hasta los perros venían y le lamían
las llagas. Sucedió, pues, que murió el pobre y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. Murió
también el rico y fue sepultado. «Estando en el Hades entre tormentos, levantó los ojos y vio a lo lejos a
Abraham, y a Lázaro en su seno. Y, gritando, dijo: “Padre Abraham, ten compasión de mí y envía a Lázaro
a que moje en agua la punta de su dedo y refresque mi lengua, porque estoy atormentado en esta llama.”
Pero Abraham le dijo: “Hijo, recuerda que recibiste tus bienes durante tu vida y Lázaro, al contrario, sus
males; ahora, pues, él es aquí consolado y tú atormentado. Y además, entre nosotros y vosotros se
interpone un gran abismo, de modo que los que quieran pasar de aquí a vosotros, no puedan; ni de ahí
puedan pasar donde nosotros.” «Replicó: “Con todo, te ruego, padre, que le envíes a la casa de mi padre,
porque tengo cinco hermanos, para que les dé testimonio, y no vengan también ellos a este lugar de
tormento.” Díjole Abraham: “Tienen a Moisés y a los profetas; que les oigan.” El dijo: “No, padre
Abraham; sino que si alguno de entre los muertos va donde ellos, se convertirán.” Le contestó: “Si no
oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán, aunque un muerto resucite.”»
Bienvenida Casandra!
Bienvenido el sol y mi niñez,
sigue y sigue bailando alrededor,
aunque siempre seamos pocos los que
aún te podemos ver.
LOS DINOSAURIOS 28
Los amigos del barrio pueden desaparecer
los cantores de radio pueden desaparecer
los que están en los diarios pueden desaparecer
la persona que amas puede desaparecer.
Los que están en el aire pueden desaparecer en el aire
los que están en la calle pueden desaparecer en la calle.
Los amigos del barrio pueden desaparecer,
pero los dinosaurios van a desaparecer.
No estoy tranquilo mi amor,
hoy es sábado a la noche,
un amigo está en cana.
Oh mi amor
desaparece el mundo
Si los pesados mi amor llevan todo ese montón de equipajes en la mano
oh mi amor yo quiero estar liviano.
Cuando el mundo tira para abajo
yo no quiero estar atado a nada
imaginen a los dinosaurios en la cama
Cuando el mundo tira para abajo
yo no quiero estar atado a nada
imaginen a los dinosaurios en la cama
Los amigos del barrio pueden desaparecer
los cantores de radio pueden desaparecer
los que están en los diarios pueden desaparecer
la persona que amas puede desaparecer.
Los que están en el aire pueden desaparecer en el aire
los que están en la calle pueden desaparecer en la calle.
Los amigos del barrio pueden desaparecer,
pero los dinosaurios van a desaparecer.
PROGRESO
ángeles eran los de antes
dijo un anciano ángel
viendo a un ángel nieto
con plumas plastificadas
con rulos fosforescentes y tan largos
que los arrastraba cuando caminaba
con una radio portátil de la mano
y en la otra
un montón de novelas alemanas
y en el pecho
un collar de nomeolvides y campanas
JAMÁS ESCLAVOS
pobrecito en su tarea
tan inútil
tan de adorno
ángel velador elevado
en la mesita de mármol
junto a las porcelanas, las carpetas
las campanas de cristal
de la señora dolores
pobrecito ángel velador
que no pudo resistir
el olor de los perfumes extranjeros
y muy caros
el color de las alfombras orientales
y muy raras
los espejos, ceniceros, los tapices,
japoneses de marfil
y una reproducción en colores
de matisse
ÁNGEL INTELECTUAL
QUE NADIE ME MOLESTE
había colgado un cartel en la puerta de su casa
mientras descifraba raras escrituras
aprendiendo de memoria los dialectos
inventando nuevas teorías acerca de las luchas y las penas
VIAJES DE PEDRO
¿a quién se le podría ocurrir regalarme un ángel?
solamente a Pedro
y me lo prendió en los cabellos,
confundiéndose la túnica negra con mis rulos morenos
solamente Pedro es capaz de llenarme la cabeza
de estrellas muy plateadas
y decirme -te traje este ángel de mi último viaje
obligarme a andar por las calles
con mi cabeza angelada
y de negro
¿por qué de color negro?
porque últimamente todos los ángeles
que encontré en los caminos y en las montañas
(decía Pedro)
están más tristes y llorosos que nunca
ACTO PRIMERO
La acción transcurre, fundamentalmente, en una casona antigua, de barrio. A la vista del
espectador aparece una espaciosa cocina, donde hay una mesa para ocho personas, sillas, un
aparador y una enorme heladera. A la derecha, la pieza de Chicho: una camita, un ropero y otros
datos del típico «bulín» porteño. A la izquierda se insinúa la pieza de la Nona, una cueva por
donde este personaje aparecerá y desaparecerá constantemente.
El espectador tiene que tener la sensación de que, fuera de esos ambientes, la casa posee otros
cuartos, un fondo etc.
Oportunamente, la acción se trasladará a la trastienda del quiosco de don Francisco.
La obra se inicia un día de semana, aproximadamente a las ocho de la noche. Están en la cocina:
María, que pela arvejas frente a una enorme olla; Anyula, que ceba mate, y la Nona. Esta última
está sentada en una silla y come pochoclo en forma continuada. Finalmente, Chicho, en su pieza,
está tirado en la cama leyendo el diario del día. Anyula le tiende un mate a María.
ACTO SEGUNDO
Lentamente se enciende la cocina. Carmelo está sentado, con la cabeza entre las manos; María
y Anyula trabajan intensamente. Marta está poniendo la mesa. En la pieza de Chicho está
Francisco, hemipléjico, sentado en un sillón.
MARÍA: ¡A comer!
La Nona sale como un rayo desde su pieza y se sienta a la mesa. María le pone delante un gran
plato de comida. La Nona comienza a comer vorazmente.
NONA: U pane.
Marta le alcanza pan.
NONA. —Formayo.
Anyula le sirve queso. La Nona golpea el borde del vaso, indicando que quiere vino. Marta le sirve.
NONA: Escabeche.
Saca un frasco del armario y lo coloca en la mesa. María coloca un plato frente a Carmelo.
MARÍA: Vamos, Carmelo.
Carmelo, que sigue con la cabeza entre las manos, hace un gesto de negación.
MARÍA: ¿No vas a comer?
Carmelo niega con la cabeza. María le entrega el plato a Marta.
MARÍA: Tomá. Llevale.
Se enciende la luz en la cocina. María y Anyula terminan de lavar la vajilla de la cena. Carmelo
bebe grapa y la Nona mastica.
NONA: El postre.
MARÍA: (A Anyula.) Dele una manzana que hay en el aparador. Pero sólo una, ¿eh?
Anyula abre el aparador y busca.
ANYULA: No veo nada.
MARÍA: ¿Cómo? (Se acerca a mirar). Compré dos kilos de manzanas esta mañana. (Se vuelve
hacia la Nona) ¡Nona! ¿Usted sacó manzanas de acá?
NONA: Ma no. A mí la manzana no mi piache molto.
MARÍA: ¡Qué no le va a gustar! (A los demás) ¿Alguien comió manzanas?
Todos niegan. Se vuelve hacia la Nona.
MARÍA: ¿Entonces? Diga la verdad, Nona.
Carmelo, que ha estado con la cabeza gacha y tomando grapa.
CARMELO: Está bien, María. Déjala. Váyase a dormir, Nona. Vamos.
NONA: (Molesta) ¿Y el postre?
CARMELO: (Violento). ¡No hay postre! ¿No oyó? A la cama. Vamos.
Toma a la Nona y la encamina hacia la pieza. La Nona sale rezongando. Desde la calle llega
Chicho. Carmelo lo mira y le hace un cabeceo de interrogación.
CHICHO: Nada. (Se sienta). No aparece por ningún lado.
CARMELO: ¿Fuiste a la estación?
CHICHO: Escuchame: me recorrí los dos andenes, fui a la iglesia, el mercado... Pregunté. ¡Nada!
CARMELO: ¡Qué raro! Don Francisco ya era conocido.
CHICHO: Me dijeron que habían visto a un viejo en la avenida... Me fui. Pero no, era otro. Me fui
hasta el baldío...
Carmelo lo mira.
CHICHO: ¿Te acordás que el otro día el hijo de puta de la heladería me lo tiró al baldío?
Carmelo asiente.
CHICHO: ¡Tampoco!
CARMELO: ¿Se habrá muerto?
CHICHO: (Hace un gesto y chasquea la lengua.) Alguien se lo llevó. ¡Si el viejo es negocio! Carmelo
lo mira como diciendo: «¡ Vamos!».
Las luces se encienden sobre la cocina vacía. Falta la heladera. Un instante después llega María
desde la calle con evidente cansancio y un paquete bajo el brazo.
MARÍA: ¡Marta! ¡Marta!
Ingresa a la pieza para dejar el paquete y sigue llamando a Marta. Esta aparece, finalmente.
Lleva puesto un batón descolorido, sobre el cuerpo desnudo, y unas chancletas. Está muy
maquillada
y camina desganadamente.
MARTA: ¿Qué pasa, mamá? Estoy atendiendo un cliente. (Se deja caer en una silla.)
MARÍA: Perdoname, nena. No sabía que estabas trabajando.
MARTA: Hoy tengo mucha gente. (Hace un gesto de malestar.)
MARÍA: ¿Tomaste el remedio?
Marta se encoge de hombros.
MARÍA: Tenés que tomarlo, nena. (Saca un frasquito del aparador y sirve un vaso de agua.) El tío
del panadero me preguntó si podía venir.
MARTA: Hoy no va a poder ser. Tengo todas las horas ocupadas.
MARÍA: (Le tiende la pastilla y el vaso de agua.) Le dije que sí. Hacele un lugarcito.
MARTA: ¡Mamá... estoy muerta! Hoy empecé a las ocho de la mañana.
MARÍA: (Le acaricia la cabeza.) Es un buen cliente. Dice que en el barrio no hay otra manicura
como vos.
MARTA: (Se pone de pie y sale pesadamente.) No voy a terminar ni a la una de la mañana.
MARÍA: Y bueno... nena. Pero por lo menos no tenés que salir de noche.
Las luces se encienden en la cocina. Sólo queda el aparador, la mesa y cuatro sillas. Carmelo
ingresa desde los dormitorios. Su destrucción es más notoria.
CARMELO: Chicho... (Se dirige a la pieza de Chicho y lo sacude.) ¡Vamos, che!
CHICHO: (Entre sueños.) Está bien. Voy después.
CARMELO: ¿Qué después? ¡Vamos!
CHICHO: Está bien... está bien...
Carmelo vuelve a la cocina. Chicho se levanta pesadamente y comienza a vestirse. Carmelo va al
fondo y vuelve con un canasto de flores. María llega desde el interior con una pava y un mate.
Carmelo saca la botella de grapa y bebe un largo trago.
MARÍA: Carmelo... ¿Ya empezás?
Carmelo se encoge de hombros.
MARÍA: Son las cinco de la mañana.
CARMELO: Bueno... María.
MARÍA: ¡Bueno, nada! Tenés presión, no tenés que tomar.
CARMELO: ¿Vos vas directo al hospital a ver a la Martita?
María asiente.
CARMELO: Pasamos por lo de don Simón antes. Hay que llevar los muebles.
MARÍA: Está bien. ¿Vos vas a ir?
CARMELO: ¿Al hospital? Depende de la hora que termine de vender las flores. (La mira.) Explícale
a la Martita.
MARÍA: Martita ya lo sabe.
CARMELO: Hoy el doctor te va a decir qué es lo que tiene, ¿no?
MARÍA: Sí, pobre Martita. Yo no la veo nada bien.
CARMELO: Y bueno... Decile al doctor que le hagan algo.
MARÍA: Ya sé, Carmelo. Sé lo que tengo que decir.
CHICHO: (Apareciendo semidormido.) ¿Qué hora es?
CARMELO: Cinco y cuarto.
CHICHO: ¡Cinco y cuarto! Che, Carmelo, el cementerio abre a las ocho.
CARMELO: Hay que estar temprano para agarrar buen lugar. Y antes tenemos que pasar por lo
de don Simón.
CHICHO: Pará que tome un mate.
Chicho toma un mate mientras Carmelo comienza a sacar las sillas hacia la salida.
CHICHO: ¿No hay nada para comer?
María niega con la cabeza.
CHICHO: Aunque sea un cacho de pan, para la languidez.
CARMELO: En cuanto vendamos unas flores te tomas un café con leche. Vamos, llevá esa silla,
María.
María sale llevando una silla.
MARÍA: No te olvides de ponerle unas flores a la tumba de Anyula.
CARMELO: (A Chicho.) Vamos, che, largá el mate que tenemos que pasar por lo de don Simón.
Las luces se encienden lentamente. La cocina está despoblada, salvo dos cajones vacíos de fruta
que se usan como sillas. En la pieza de Chicho sólo queda la cama. Sobre ella está tirado Chicho,
mirando fijo el techo. Un instante después aparece María desde los dormitorios. Lleva una valija
en la mano.
MARÍA: Chicho...
Recorre con la mirada el ambiente destruido. Aparece Chicho.
MARÍA: Me voy.
CHICHO: ¿Se va, nomás? Y Bué...
MARÍA: Don Simón va a venir mañana a buscar los muebles que quedan. (Señala su pieza.) La
cama y el ropero. Lo que sea es para usted.
CHICHO: Gracias, María. (Pausa.) ¿A qué hora sale el ómnibus?
MARÍA: A las siete.
CHICHO: Dicen que Mendoza es muy linda.
MARÍA: Por lo menos, voy a estar con mis hermanas. (Breve pausa.) La semana que viene puede
cobrar el seguro de Carmelo. Con esa plata puede pagar parte de la hipoteca.
CHICHO: Pero esa plata es para usted.
MARÍA: No la voy a precisar. Mis hermanas están bien. (Se echa a llorar.) ¡Dios Santo!
Chicho se acerca y la abraza. Ella se estrecha a él y llora convulsivamente.
CHICHO: Cálmese, María. Cálmese.
MARÍA: Bueno... me voy.
Sale caminando pesadamente hacia la calle. Se detiene.
MARÍA: Chau.
CHICHO: Chau.
Chicho la mira salir. Luego se recompone algo y va a sentarse en uno de los cajones. Un momento
después aparece la Nona.
NONA: Bonyiorno...
Mira a uno y otro lado, hasta que va a sentarse junto a Chicho. Se hace una pausa prolongada.
NONA: ¿E Carmelo?
Desde la habitación de Chicho llega el sonido de un balazo. La Nona no se inmuta. Saca un pan
del bolsillo del vestido y se pone a masticar. Las luces se van cerrando sobre la cara de la Nona,
que sigue masticando.
En el primer caso, la comicidad deriva del uso de la palabra ingenuo. La señora se refiere a
un cierto estilo artístico denominado ingenuo o "naif"; en cambio, el pintor ha tomado el
significado literal de la palabra, es decir: "crédulo, que obra de buena fe.
En el segundo, hay que considerar que, habitualmente, asociamos el final feliz con la unión
de los enamorados y el final trágico, con la muerte de los protagonistas; pero en este caso
debemos desplazar ese sentido para entender que el matrimonio puede ser un final trágico.
La comicidad y la literatura.
Un texto cómico es aquel que quiere provocar la risa, que busca que su lector al menos
sonría al leerlo. Desde la más remota antigüedad encontramos textos cómicos, burlescos y
satíricos, destinados a hacer reír a su público. Una de las condiciones para que se produzca
la comicidad es la suspensión momentánea de la sensibilidad y la emoción. Si nos
compenetramos emocionalmente con el personaje cómico, no podemos reímos de él.
Debemos "anestesiar" nuestros sentimientos para reímos, ya que si nos identificamos con la
"víctima" de la situación cómica o ridícula, no podríamos hacerlo. La mirada humorística es
una interpretación desviada de una realidad que puede ser trágica o angustiosa.
El crítico literario Mijaíl Bajtin (1895-1975) sostiene que la risa es un antídoto contra
el autoritarismo; que la ironía y la risa erosionan el lenguaje oficial, que es elevado y solo
apto para la representación heroica. El crítico también asegura que la risa es el escape que
nos permite superar no solamente la censura exterior, sino también el gran censor interior
que llevamos: el miedo, anclado en el espíritu humano desde hace miles de años. La risa
constituye para el adulto una fuerza liberadora.
En un texto cómico funcionan los mismos recursos de desplazamiento o transformación
del chiste, y si bien son muchas las manifestaciones del humor en la literatura, las más
utilizadas tanto histórica como geográficamente han sido la sátira y la parodia.
Parodia y sátira
El diccionario afirma que Parodia, de origen griego, es la imitación burlesca de una obra
literaria o artística de cualquier clase; y que Sátira, de origen latino, es el discurso, escrito o
dicho agudo, picante y mordaz cuyo objetivo es ridiculizar a personas o cosas.
Según el crítico literario Gerard Genette, la parodia se basa en una confusión. Dicha
confusión tiene el objetivo de producir efectos cómicos. Genette propone una diferencia
clarificadora entre sátira y parodia, teniendo en cuenta las relaciones intertextuales que
mantienen con otras obras literarias que las precedieron 29. En rigor, no hay obra literaria
Los textos literarios se relacionan entre sí de diferentes modos. Les lectores pueden o no percibir
claramente estas relaciones. Cuando un autor cita a otro en su texto, establece una relación entre ese
texto que escribe y el otro. Cuando en lugar de citar explícitamente, el autor simplemente alude a otro
texto, establece también, en este caso, una relación intertextual. Hay una amplia gradación de este modo
de relación entre textos que va desde el plagio, cuando un autor copia sin declararlo a otro, pasando por
la cita literaria, hasta la alusión. En suma, podemos afirmar que la intertextualidad es la presencia
efectiva de un texto en otro. La percepción por parte del lector de las relaciones entre una obra y otra
que la precede o que la sigue es el mecanismo propio de la lectura literaria y contribuye a la construcción
del significado que una lectura de tipo lineal simplifica.
30 La ironía también se hace presente. En el primer capítulo, el narrador ha señalado el verdadero estado
del atuendo que viste el pobre caballero: armadura y armas oxidadas por el orín de los perros,
enmohecidas y arrumbadas desde la época de sus abuelos en un desván, una celada (la pieza de la
armadura que servía para proteger la cabeza) reconstruida con cartón, etcétera, y también conocemos
la calidad real de su caballo. Sin embargo, si leemos linealmente el avance del caballero, no percibimos
el sentido irónico del texto.
[...] y encomendándose de todo corazón a su señora Dulcinea pidiéndole que en tal trance le
Sátira: Como ya dijimos, la sátira comparte con la parodia el mismo objetivo: producir un
efecto cómico. Su origen también es remoto, autores de la antigüedad clásica ya cultivaban
este estilo. Los romanos convirtieron la sátira en un género literario y, a través de ella,
fustigaban los vicios de su sociedad.
En el caso de la sátira, el humor se produce a partir de la crítica a personas, "vicios" o
costumbres. Lo característico de la sátira es que no señala directamente como negativo
aquello que critica; sino, por el contrario, lo presenta mediante procedimientos de contraste
entre lo real y lo ideal. Es el lector quien construye su significado. La esencia de la sátira está
dada por la expresión latina: ridentem dicere verum, lo que significa "decir la verdad, en
broma". Un ejemplo típico de texto satírico es Los viajes de Guliver, de Jonathan Swift, en
donde la crítica al contexto social de la época queda implícita en las descripciones de las
situaciones y los personajes absurdos.
En el caso de Gulliver, el peso fundamental de la comicidad está en los satíricos
comentarios del personaje Gulliver que, a través de sus ingenuas observaciones sobre los
liliputienses, pone en evidencia las costumbres criticables de la sociedad inglesa y su
gobierno. Ni siquiera el propio Gulliver se salva de la sátira. Swift no se priva de hacer objeto
de la burla a su propio personaje criticando su vanidad, a través de irónicos comentarios
cuando el rey de Liliput lo condecora por vencer a la flota enemiga.
En esta parte, la crítica no está expuesta directamente, pero resulta absurdo el recurso de
los liliputienses para elegir los candidatos a los puestos de la corte. Inmediatamente lo
relacionamos, por contraste, con la sociedad real y aparece, entonces, nítidamente la burla
satírica, que condena la elección de los hombres por mecanismos que nada tienen que ver
con su capacidad para ejercer las funciones requeridas.
Los contemporáneos de Swift, además, tenían también la ocasión de reírse de ciertos
individuos, miembros de la corte o del gobierno, reconocibles en personajes de la obra.
El ideal, que los hombres sean designados por lo que mejor saben hacer, en contraste con
el absurdo método planteado, resulta evidente sin necesidad de explicitarlo.
Ironía: Por último, falta precisar el papel que cumple la ironía en los textos cómicos.
Habitualmente, se afirma que la ironía consiste en decir lo contrario de lo que se piensa. La
ironía implica un juego comunicativo que consiste en decir, en alguna forma o con alguna
entonación que no deja lugar a dudas sobre el verdadero sentido, lo contrario de una cosa.
Se da a entender, por algún medio, que no se dice lo que se dice. En la literatura, el papel del
lector es central, ya que si no se produce esta complicidad que implica asignar otro sentido
diferente a lo que se lee, la ironía no produce su efecto.
socorriese, bien cubierto dé su roda con la lanza en el ristre, arremetió a todo el galope de
Rocinante [...]
31Análisis realizado por Frann Karlo Páez Estévez y Jhon Alexánder Monsalve Flórez
32DOMÍNGUEZ CAPARRÓS, José. Diccionario de métrica española. Madrid: Editorial Paraninfo, S. A.,
1992.
33 Ibidem.
34 Consiste en repetir una frase en sentido inverso produciéndose un efecto de contraste o antítesis.
35 Consiste en invocar o dirigir la palabra con vehemencia en segunda persona a seres animados o
inanimados.
36 GROSSMANN, Rudolf. 1972. Historia y problemas de la literatura latino-americana. Madrid: Ediciones
38 PAZ, Octavio. Sor Juana Inés de la Cruz o Las trampas de la fe. México: Fondo de cultura económica,
39 Ver la escena donde se produce el primer encuentro entre Sganarelle y Géronte (acto II, escena 3).
40 En este sentido, ver todos los ademanes que Sganarelle hace para abrazar o tocar a Jaqueline, la
nodriza (acto II, escena 4)
41 Acto I, escena 5.
42 Martina, en el Acto I, escena 3.
I. Que trata de cómo un hidalgo pobre llegó a ser don Quijote de la Mancha
En algún lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, vivía, hace ya algún
tiempo, un hidalgo pobre, huesudo y flaco, que compartía su casa con su sobrina y una criada.
Este hidalgo se llamaba Quijada; o, a lo mejor, Quesada; o, más bien, Quejana, y se pasaba la
mayor parte del tiempo leyendo libros de caballerías, en los que se contaban las aventuras de
los caballeros andantes. Tenía dos amigos: el cura y el barbero del pueblo, con los que discutía
sobre cuál de todos aquellos caballeros que aparecían en los libros era el más valiente. Pero,
desde lejos, el que más leía estas historias era nuestro hidalgo. Tanto leyó que pronto se le llenó
la cabeza de encantamientos, de batallas, de amores y de disparates. Y así, llegó a creer que
todas aquellas invenciones que estaban en los libros eran verdad, hasta el punto de volverse
loco.
Y cuando estuvo totalmente loco, pensó que él mismo debía ser armado caballero para salir
por el mundo a buscar aventuras peligrosas que lo hicieran muy famoso.
Entonces sacó de un baúl las armas que habían sido de su bisabuelo, las reparó y las limpió;
fue a buscar a su caballo, que estaba casi tan flaco y tan huesudo como él, y pensó en un nombre
que resultara apropiado para el compañero de un caballero. Finalmente, tras mucho pensar, lo
llamó Rocinante. Luego buscó cómo llamarse a sí mismo; al cabo de ocho días, decidió llamarse
don Quijote, nombre al que le agregó el de su lugar de origen —como solían hacer los
caballeros—, con lo que dio en llamarse don Quijote de la Mancha.
Ahora, solo le faltaba buscar una dama de quien enamorarse, porque le parecía que un
caballero andante sin amores era como un árbol sin hojas y sin frutos. Finalmente, se decidió por
una campesina que vivía en un lugar cercano, de quien había estado enamorado hacía algún
tiempo y que nunca había llegado a enterarse de su amor. La campesina se llamaba Aldonza
Lorenzo, pero él la llamó Dulcinea del Toboso porque le sonaba como un nombre más parecido
al de una princesa.
II. Donde se cuenta la manera en que don Quijote fue armado caballero
Una madrugada, don Quijote salió de su casa con todas sus armas y, sin que nadie lo viera, se
montó en Rocinante y salió al campo. Anduvo todo el día hasta que, al anochecer, descubrió una
posada y creyó que era un castillo. Cuando llegó, el posadero lo hizo pasar y le sirvió la cena
ayudado por dos chicas. Le trajeron un bacalao mal cocido y un pan mugriento, pero a don
Quijote le pareció que la comida era un manjar y que el posadero era el señor del castillo. Una
vez terminada la cena, le pidió al dueño del lugar que al día siguiente lo armara caballero. El
posadero se dio cuenta de que don Quijote estaba loco y, para divertirse, decidió seguirle el
juego. Entonces le dijo:
Yo mismo, cuando era joven, fui caballero y sé muy bien lo que es andar por el mundo buscando
aventuras. Desde hace algún tiempo, me instalé en este castillo y doy hospedaje a todos los
caballeros que andan por los caminos. Otra cosa, ¿usted trae dinero?
Arguye de inconsecuentes el gusto y la censura de los hombres que en las mujeres acusan lo
que causan
¿Qué humor puede ser más raro ¿Cuál mayor culpa ha tenido
que el que, falto de consejo, en una pasión errada:
él mismo empaña el espejo, la que cae de rogada,
y siente que no esté claro? o el que ruega de caído?
acto primero
(La escena representa una selva.)
ESCENA PRIMERA
SGANARELLE: No; te digo que no quiero hacer nada de eso, y que me corresponde a mí hablar y
ser el amo.
MARTINA: Y yo te digo que quiero que vivas a mi antojo y que no me he casado contigo para
aguantar tus excesos.
SGANARELLE: ¡Oh, qué gran cansancio es tener mujer! ¡Y cuánta razón tiene Aristóteles al decir
que una mujer es peor que un demonio!
MARTINA: Ved al hombre entendido con su bendito Aristóteles.
SGANARELLE: Sí, un hombre entendido. A ver si encuentras un leñador que sepa, como yo,
razonar las cosas; que haya servido seis años a un médico famoso, y sabido, en su infancia, sus
rudimentos de memoria.
MARTINA: ¡Malhaya el loco rematado!
SGANARELLE: ¡Malhaya la tiñosa!
MARTINA: ¡Malditos sean el día y la hora en que se me ocurrió dar el sí!
SGANARELLE: ¡Maldito sea el notario cornudo que me hizo firmar mi ruina!
MARTINA: ¡Que seas tú realmente el que te quejes de este negocio! ¿No debías estar en todo
momento dando gracias al Cielo de tenerme por esposa? ¿Y merecías casarte con una persona
como yo?
SGANARELLE: Verdad es que me hiciste demasiado honor y que tuve ocasión de alabarme la
noche de bodas. ¡Eh, pardiez! No me hagas hablar de eso. Pues diría ciertas cosas.
MARTINA: ¿Qué? ¿Qué dirías?
SGANARELLE: ¡Basta! Dejemos ese capítulo. Es suficiente con que sepamos lo que sabemos y
que fuiste muy dichosa en encontrarme.
MARTINA: ¿A qué llamas tú ser muy dichosa en encontrarte? ¡Un hombre que me condena al
hospital, un libertino, un traidor que se come todo cuanto tengo!
SGANARELLE: Mientes; me bebo una parte.
MARTINA: ¡Que me vende, prenda a prenda, todo lo que hay en casa!
SGANARELLE: Eso es ser casero.
MARTINA: ¡Que me ha quitado hasta la cama que tenía!
SGANARELLE: Así te levantarás más temprano.
MARTINA: ¡Que no me deja, en fin, un solo mueble en toda la casa!
SGANARELLE: Así puede uno mudarse con más facilidad.
MARTINA: ¡Y que desde que amanece hasta que anochece no hace más que jugar y beber!
SGANARELLE: Es para no aburrirme.
MARTINA: ¿Y qué quieres que haga yo con mi familia entre tanto?
SGANARELLE: Todo cuanto te plazca.
ESCENA II
SEÑOR ROBERTO: ¡Hola, hola, hola! ¡Ea! ¿Qué es esto? ¡Qué infamia! ¡Malhaya el bribón que
pega así a su mujer!
MARTINA (Al SEÑOR ROBERTO, con los brazos en jarras, haciéndole retroceder al hablar y
dándole, por último, un bofetón.): Pero ¡si yo quiero que me pegue!
SEÑOR ROBERTO: ¡Ah! Entonces, accede a ello gustoso.
MARTINA: ¿Por qué os mezcláis en esto?
SEÑOR ROBERTO: He hecho mal.
MARTINA: ¿Es un asunto vuestro?
SEÑOR ROBERTO: Tenéis razón.
MARTINA: ¡Vaya con el impertinente, que quiere impedir a los maridos que peguen a sus
mujeres!
SEÑOR ROBERTO: Me retracto.
MARTINA: ¿Qué tenéis vos que ver en esto?
SEÑOR ROBERTO: Nada.
MARTINA: ¿Os ha mandado alguien meter aquí la nariz?
SEÑOR ROBERTO: No.
MARTINA: Ocupaos en vuestros asuntos.
ESCENA III
SGANARELLE (Volviendo hacia su mujer y estrechándole la mano.): ¡Ea! Hagamos las paces
nosotros. ¡Chócala!
MARTINA: ¡Oh, después de haberme pegado así!
SGANARELLE: Eso no es nada. ¡Choca!
MARTINA: No quiero.
SGANARELLE: ¿Eh?
MARTINA: No.
SGANARELLE: ¡Mujercita mía!
MARTINA: Nones.
SGANARELLE: Vamos, te digo.
MARTINA: No lo haré.
SGANARELLE: Ven, ven y ven.
MARTINA: No. Quiero estar furiosa.
SGANARELLE: ¡Bah! Es una bagatela. Vamos, vamos.
MARTINA: Déjame ya.
SGANARELLE: Choca, te digo.
MARTINA: Me has sacudido demasiado.
SGANARELLE: Pues bien; vaya, te pido perdón; choca la mano.
MARTINA: Te perdono (bajo, aparte); pero me la pagarás.
SGANARELLE: Eres una loca en preocuparte por esto. Son las cosillas necesarias, de cuando en
cuando, en la amistad; y cinco o seis palos entre gentes que se quieren sirven para fortalecer el
cariño. ¡Ea!, me voy al bosque, y te prometo hoy más de un ciento de haces.
ESCENA IV
ESCENA V
LUCAS (A VALERIO, sin ver a MARTINA.): ¡Voto a sanes! ¡Vaya encarguito que hemos aceptado!
Yo no sé lo que podremos atrapar.
VALERIO (A LUCAS, sin ver a MARTINA.): ¿Qué quieres, mi pobre compadre? Es, preciso obedecer
a nuestro amo, y además, nos interesa a los dos la salud de su hija, nuestra ama; y, sin duda, su
casamiento, aplazado por su dolencia, nos valdrá alguna recompensa. Horacio, que es generoso,
pone gran empeño en las pretensiones que puedan tener sobre su persona, y, aunque ella haya
mostrado amistad por cierto Leandro, ya sabes que su padre no ha consentido nunca en
aceptarle como yerno.
MARTINA (Soñando aparte, creyéndose sola.): ¿No podré encontrar alguna maquinación para
vengarme?
LUCAS (A VALERIO.): Mas ¿qué capricho se le ha metido en la cabeza, puesto que todos los
médicos se han afanado en vano?
VALERIO (A LUCAS.): A fuerza de buscar, se encuentra, a veces, lo que no se halla al principio, y,
con frecuencia, en lugares sencillos...
MARTINA (Que sigue creyéndose sola.): Sí; tengo que vengarme al precio que sea. Esos palos no
se me olvidan, no puedo digerirlos, y... (Tropezando con VALERIO y LUCAS.) ¡Ah, señores! Os pido
perdón; no os veía, y rebuscaba en mi cabeza algo que me trastorna.
VALERIO: Cada cual tiene sus cuitas en este mundo, y también nosotros buscamos lo que
quisiéramos encontrar.
MARTINA: ¿Es algo en que puedo ayudaros?
VALERIO: Pudiera ser; intentamos dar con algún hombre hábil, algún médico particular, que
pudiese proporcionar cierto alivio a la hija de nuestro amo, atacada de una dolencia que le ha
quitado, de pronto, el uso de la lengua. Varios galenos han agotado ya toda su ciencia junto a
ella; mas se encuentran, a veces, gentes que poseen secretos admirables, ciertos remedios
especiales que logran con frecuencia lo que los otros no han conseguido; y esto es lo que
buscamos.
MARTINA (Bajo, aparte.): ¡Ah! ¡Qué admirable ocurrencia me inspira el Cielo para vengarme de
mi truhán! (Alto.) No podíais haberos dirigido a nadie mejor para encontrar lo que buscáis;
tenemos un hombre, el más maravilloso del mundo, para las enfermedades desesperadas.
VALERIO: ¿Y dónde podemos verlo, por favor?
MARTINA: Lo encontraréis ahora hacia ese lugarcillo de allá, entretenido en cortar leña.
LUCAS: ¡Un médico cortando leña!
VALERIO: ¿Queréis decir que se entretiene en coger plantas salutíferas?
MARTINA: No. Es un hombre extraordinario que se complace en eso, caprichoso, raro, desigual,
y al que no tomaríais nunca por lo que es. Va vestido de un modo extravagante, finge a veces
ignorancia, mantiene su ciencia guardada y de nada huye tanto a diario como de practicar los
maravillosos talentos con que el Cielo le ha dotado para la medicina.
VALERIO: Es cosa admirable que todos los grandes hombres tengan siempre alguna ventolera,
algún granito de locura mezclado con su ciencia.
ESCENA VI
SGANARELLE (Cantando dentro.): ¡La, la, la!
VALERIO: Oigo cantar y cortar leña a alguien.
SGANARELLE (Entrando en escena con una botella en la mano, sin ver a VALERIO ni a LUCAS.):
¡La, la, la!... A fe mía, ya he trabajado bastante para beber un trago. Tomemos aliento. (Después
de haber bebido.) Esta leña pesa más que cien diablos. (Canta.) ¡Qué dulce son, linda botella; qué
dulce son el de tu leve borbotón! Cuánta envidia yo tendría de ver tu panza siempre llena; yo te
pregunto, amiga buena, «¿Por qué, al final, estás vacía?» ¡Ea, pardiez! No nos pongamos
melancólicos.
VALERIO (Bajo, aparte.): Creo que no os falta razón y que le tenemos delante.
VALERIO: Veámosle de cerca.
SGANARELLE (Besando su botella.): ¡Ah, picarona, cómo te amo, corchito mío! (Canta. Viendo a
VALERIO y a LUCAS, que le examinan, baja la voz.) Cuánta envidia yo tendría de ver tu... (Al ver
que le examinan desde más cerca.) ¡Qué diablos! ¿A quién miran éstos?
acto segundo
(La escena representa un aposento en casa de GERONTE.)
ESCENA PRIMERA
VALERIO: Sí, señor; creo que quedaréis satisfecho, ya que os hemos traído al más grande de los
médicos del mundo.
LUCAS: ¡Oh, pardiez! Hay que tirar la casa por la ventana, y todos los demás no sirven ni para
descalzarle.
VALERIO: Es un hombre que ha realizado curaciones asombrosas.
LUCAS: Que ha sanado a gentes que estaban muertas.
VALERIO: Es un tanto caprichoso, como ya os he dicho, y a veces tiene momentos en que se le
va el santo al Cielo y no parece lo que es.
LUCAS: Sí; le gusta chancearse, y a ratos, se diría, con vuestra venia, que tiene vena de loco.
VALERIO: Mas, en el fondo, es todo ciencia, y con frecuencia dice cosas muy elevadas.
LUCAS: Cuando se le antoja, habla con gran talento, como, si leyese en un libro.
VALERIO: Su fama se ha difundido hasta aquí, y todo el mundo acude a él.
GERONTE: Ardo en deseos de verle; traédmelo aquí pronto.
VALERIO: Voy a buscarlo.
ESCENA II
ESCENA III
VALERIO: Señor, preparaos. Aquí entra nuestro médico.
GERONTE (A SGANARELLE.): Señor, estoy encantado de veros en mi casa; tenemos gran
necesidad de vos.
SGANARELLE (Vestido de médico, con un sombrero de los más puntiagudos.): Hipócrates dice...
que nos cubramos los dos.
GERONTE: ¿Dice eso Hipócrates?
SGANARELLE: Sí.
ESCENA IV
SGANARELLE (Aparte.): ¡Pardiez! ¡Lindo mueble! (Alto.) ¡Ah! Nodriza, encantadora nodriza, mi
medicina es la esclava humildísima de vuestra cualidad nutricia, y quisiera yo ser el rorro
afortunado que mamase la leche de vuestras buenas gracias. (Le pone la mano sobre el seno.)
Todos mis remedios, toda mi ciencia, toda mi capacidad, están a vuestro servicio, y...
LUCAS: Con vuestro permiso, señor, dejad a mi mujer, os lo ruego.
SGANARELLE: ¡Cómo! ¿Es vuestra mujer?
LUCAS: Sí.
ESCENA V
GERONTE: Señor, ahora veréis a mi hija, que van a traeros.
SGANARELLE: La espero, señor, con toda la medicina.
GERONTE: ¿Dónde está?
SGANARELLE (Tocándose la frente.): Aquí dentro.
GERONTE: Muy bien.
SGANARELLE: Mas, como me intereso por toda vuestra familia, tengo que probar un poco de la
leche de vuestra nodriza y que examinar su seno. (Se acerca a JACQUELINE.)
LUCAS (Tirando del él y haciéndole girar.): ¡Ca! Eso no os concierne.
SGANARELLE: Es misión del médico ver los pechos de las nodrizas.
LUCAS: No hay misión que valga; soy vuestro servidor.
SGANARELLE: ¿Tienes el atrevimiento de oponerte al médico? Sal de aquí.
LUCAS: Me río de eso.
SGANARELLE (Mirándole ceñudo.): Te daré calentura.
JACQUELINE (Cogiendo a LUCAS por el brazo y haciéndole que gire también.): Sal de aquí, en
verdad. ¿Es que no soy lo bastante crecida para defenderme yo misma si me hace algo que no se
deba hacer?
LUCAS: Yo no quiero que te toque.
SGANARELLE: ¡Fuera el villano celoso de su mujer!
GERONTE: Aquí está mi hija.
ESCENA VI
SGANARELLE: ¿Es ésta la enferma?
GERONTE: Sí. Es la única hija que tengo, y sería para mí la mayor pena del mundo que muriese.
SGANARELLE: Ya se cuidará muy bien de tal cosa. No debe morir sin que lo mande el médico.
GERONTE: Vamos, traed sillas.
SGANARELLE (Sentado entre GERONTE y LUCINDA.): He aquí una enfermedad poco repugnante,
y creo que un hombre bien sano se acostumbraría a ella fácilmente.
GERONTE: La habéis hecho reír, señor.
SGANARELLE: Magnífico; es la mejor señal que el médico haga reír al enfermo. (A LUCINDA.) ¡Ea!
¿De qué se trata? ¿Qué tenéis? ¿Cuál es el dolor que sentís?
LUCINDA (Llevándose la mano a la boca, a la cabeza y bajo la barbilla.): Han, hi, hon, han.
SGANARELLE: ¿Eh? ¿Qué decís?
ESCENA VII
SGANARELLE (A JACQUELINE.): Vos atención. (A GERONTE.) Señor, esta es una nodriza a la cual
he de mandar algunos pequeños remedios.
JACQUELINE: ¿A quién? ¿A mí? ¡Si estoy muy bien!
SGANARELLE: Peor para vos, nodriza; peor para vos. Esa gran salud es de temer, y no estará mal
haceros una pequeña sangría amistosa y poneros algún pequeño clister suavizador.
GERONTE: Pero ése es un uso que no comprendo en absoluto, señor. ¿Por qué hacerse sangrar
cuando no se padece enfermedad alguna?
ESCENA VIII
SGANARELLE: Os doy los buenos días.
GERONTE: Esperad un poco, si os place.
SGANARELLE: ¿Qué queréis hacer?
GERONTE: Daros dinero, señor.
SGANARELLE (Tendiendo su mano por detrás, mientras GERONTE abre su bolsa.): No lo cogeré,
señor.
GERONTE: Señor.
SGANARELLE: En absoluto.
GERONTE: Un momentito.
SGANARELLE: De ninguna manera.
GERONTE: Por favor...
SGANARELLE: Os chanceáis...
GERONTE: Ya está hecho.
SGANARELLE: No lo haré.
GERONTE: ¿Eh?
SGANARELLE: No es el dinero lo que me mueve.
GERONTE: Lo creo.
SGANARELLE (Después de haber cogido el dinero.): ¿Es de ley?
GERONTE: Sí, señor.
SGANARELLE: Yo no soy un médico mercenario.
GERONTE: Ya lo sé.
SGANARELLE: No me impulsa el interés.
GERONTE: Nunca lo pensé.
SGANARELLE (Solo, examinando el dinero que ha recibido.): A fe mía, esto no va mal, y con tal
que...
ESCENA IX
LEANDRO: Señor, hace largo rato que os espero, y vengo a implorar vuestra ayuda.
SGANARELLE (Tomándole el pulso.): Tenéis un pulso muy malo.
LEANDRO: No estoy enfermo, señor, y no acudo a vos para eso.
SGANARELLE: Si no estáis enfermo, ¿por qué no lo decís, entonces? ¡Qué diablos!
LEANDRO: No. Para contaros la cosa en dos palabras, me llamo Leandro, y estoy enamorado de
Lucinda, a quien acabáis de examinar, y como por el malhumor de su padre me está vedado
acercarme a ella, me atrevo a rogaros que accedáis a servir a mi amor y a darme ocasión para
llevar a cabo una estratagema que he ideado, con objeto de poder decirle dos palabras, de las
que dependen por entero mi felicidad y mi vida.
SGANARELLE: ¿Por quién me tomáis? ¡Cómo! ¿Atreverse a dirigiros a mí para serviros en vuestro
amor y querer rebajar la dignidad de médico a misiones de esta naturaleza?
LEANDRO: Señor, no hagáis ruido.
SGANARELLE (Haciéndole retroceder.): Quiero hacerlo. Sois un impertinente.
acto tercero
(La escena representa un paraje cercano a la casa de GERONTE.)
ESCENA PRIMERA
LEANDRO: Creo, que no resulto mal así para ser un boticario, y como el padre no me ha visto
apenas, este cambio de indumento y de peluca es suficiente, me parece, para disfrazarme a sus
ojos.
SGANARELLE: Sin duda.
LEANDRO: Lo único que yo desearía es saber cinco o seis palabras relevantes de medicina para
adornar un discurso y darme aires de hombre experto.
SGANARELLE: Vamos, vamos; nada de eso es necesario: basta con el traje; yo no sé más que vos.
LEANDRO: ¡Cómo!
SGANARELLE: ¡Que el diablo me lleve si entiendo algo de medicina! Sois un hombre honrado y
quiero confiarme a vos como os habéis confiado a mí.
LEANDRO: ¡Cómo! ¿No sois realmente... ?
SGANARELLE: No, os digo; me han hecho médico a pesar mío. No había yo pensado nunca ser
tan sabio, y todos mis estudios no han pasado de párvulos. No sé por qué se les ha ocurrido esa
idea; mas cuando he visto que querían a toda costa que fuera yo médico, me decidí a serlo a
expensas de aquel a quien esto concierne. Sin embargo, no podríais imaginaros cómo se ha
esparcido el error, y de qué modo les ha dado a todos la manía de creerme un hombre docto.
Vienen a buscarme de todas partes, y si las cosas siguen así, creo que voy a dedicarme toda la
vida a la medicina. Encuentro que es el mejor oficio de todos; pues lo haga uno mal o lo haga
bien, pagan igual. La mala tarea no recae nunca sobre nuestras espaldas, y cortamos como
queremos la tela sobre la cual trabajamos. Si un zapatero, al hacer unos zapatos, estropea una
pieza de cuero, tiene que pagar los vidrios rotos; pero en esto puede uno deteriorar a un hombre
sin que cueste nada. El error no es nunca nuestro: siempre tiene la culpa el que fallece. En fin; lo
ESCENA II
THIBAUT: Señor, mi hijo Perrin y yo venimos a buscaros.
SGANARELLE: ¿Qué hay?
THIBAUT: Su pobre madre, que se llama Petra, está en cama enferma hace seis meses.
SGANARELLE (Tendiendo la mano como para recibir dinero.): ¿Qué queréis que yo le haga?
THIBAUT: Quisiéramos, señor, que nos dieseis cualquier bagatela para curarla.
SGANARELLE: Hay que ver de qué está enferma.
THIBAUT: Está enferma de hipocresía, señor.
SGANARELLE: ¿De hipocresía?
THIBAUT: Sí; es decir, que está hinchada por todas partes, y han dicho que es la cantidad de
serosidades que tiene en el cuerpo, y que su hígado, su vientre o su brazo, como queráis llamarlo,
en vez de dar sangre, no produce más que agua. Hace dos días tiene fiebre cotidiana, con
lasitudes y dolores en los músculos de las piernas. Oyense en su garganta flemas que van a
ahogarla, y, a veces, sufre síncopes y convulsiones tales, que nos parece que ha muerto. Tenemos
en el pueblo un boticario, con perdón, que le ha dado no sé cuantas cosas; ya me ha costado más
de una docena de buenos escudos; en lavativas, con vuestro permiso; en apostemas que le han
largado, en inyecciones de jacinto y en pociones cordiales. Mas todo eso no ha sido, como dijo
el otro, más que pampringadas. Quería darle cierta droga que se llama vino ametilo; mas tuve
miedo francamente de que eso la mandase «a patres», y le dije que esos grandes médicos matan
a no sé cuanta gente con tal invento.
SGANARELLE (Tendiendo de nuevo la mano.): Vamos al grano, amigo mío, vamos al grano.
THIBAUT: El hecho es, señor, que venimos a rogaros que nos digáis lo que debe hacerse.
SGANARELLE: No os comprendo, en absoluto.
PERRIN: Señor, mi madre está, enferma, y ahí tenéis dos escudos que os traemos para que nos
deis remedio.
SGANARELLE: ¡Ah! A vos os entiendo. He aquí un mozo que habla claramente y que se explica
como es debido. Decís que vuestra madre está enferma de hidropesía; que se le ha hinchado
todo el cuerpo; que tiene fiebres y dolores en las piernas y que le dan, a veces, síncopes y
convulsiones, es decir, desmayos.
PERRIN: ¡Ah, sí, señor! Es eso, precisamente.
SGANARELLE: He comprendido en seguida vuestras palabras. Tenéis un padre que no sabe lo que
dice. ¿Me pedís ahora un remedio?
PERRIN: Sí, señor.
SGANARELLE: ¿Un remedio para curarla?
PERRIN: Eso queremos.
SGANARELLE: Tened; aquí va un pedazo de queso, que debéis hacerle tomar.
PERRIN: ¿Queso, señor?
SGANARELLE: Sí; es un queso preparado, en cuya composición entra oro, coral, perlas y una gran
cantidad de substancias preciosas.
PERRIN: Señor, os quedamos muy agradecidos, y vamos a hacérselo tomar en seguida.
ESCENA III
(Cambia el decorado, y la escena representa, como en el acto segundo, un aposento en casa de
GERONTE.)
SGANARELLE: Aquí está la hermosa nodriza. ¡Ah, nodriza de mi corazón! Me encanta este
encuentro, y vuestra contemplación es el ruibarbo, la cañafístula y el sen que purgan mi alma de
toda melancolía.
JACQUELINE: A fe mía, señor médico, eso está demasiado bien dicho para mí, y no entiendo nada
de vuestro latín.
SGANARELLE: Poneos enferma, nodriza, os lo ruego; poneos enferma por amor a mí. Tendría el
mayor gozo del mundo en curaros.
JACQUELINE: Soy vuestra servidora; mas prefiero que no me curen.
SGANARELLE: ¡Cómo os compadezco, hermosa nodriza, por tener un marido celoso e importuno
cual el vuestro!
JACQUELINE: ¿Qué queréis, señor? Es como penitencia por mis culpas, y la cabra debe ramonear
allí donde está atada.
SGANARELLE: ¡Cómo! ¿Un patán así? Un hombre que os está mirando siempre y que no quiere
que nadie os hable?
JACQUELINE: ¡Ay! Pues no habéis visto nada, y eso es tan sólo una pequeña muestra de su
malhumor.
SGANARELLE: Es posible que un hombre tenga el alma tan baja para maltratar a una persona
como vos? ¡Ah! Yo sé de alguno, hermosa nodriza, que no está lejos de aquí, y que se consideraría
dichoso con besar solamente la punta de vuestros piececitos. ¿Por qué ha de ser que una persona
tan bien formada haya caído en tales manos? Y que un verdadero animal, un bruto, un estúpido,
un necio... Perdonadme, nodriza, si hablo así de vuestro marido.
JACQUELINE: ¡Ah, señor! Ya sé que él merece todos esos nombres.
SGANARELLE: Sí, nodriza; los merece, sin duda, y merecería también que le pusierais ciertas
cosas en la cabeza en castigo a sus sospechas.
JACQUELINE: Bien cierto es que si no tuviera yo ante los ojos más que su interés, podría
obligarme a cualquier cosa rara.
SGANARELLE: A fe mía, no haríais mal en vengaros de él con alguien. Es un hombre, os repito,
que se merece eso, y si fuera yo lo bastante dichoso, hermosa nodriza, para ser elegido como...
(En el momento en que SGANARELLE tiende los brazos para abrazar a JACQUELINE, LUCAS mete
su cabeza por debajo, y se coloca entre los dos. SGANARELLE Y JACQUELINE miran a LUCAS, y
vanse cada cual por su lado.)
ESCENA IV
GERONTE: ¡Hola, Lucas! ¿No has visto por aquí a nuestro médico?
LUCAS: Sí, por todos los demonios, le he visto, y también a mi mujer.
GERONTE: ¿Dónde puede estar?
LUCAS: No lo sé; mas quisiera yo que estuviese con todos los diablos.
GERONTE: Vete a ver qué hace mi hija.
ESCENA V
GERONTE: ¡Ah, señor! Estaba preguntando dónde estabais.
ESCENA VI
JACQUELINE: Señor, aquí está vuestra hija, que quiere andar un poco.
SGANARELLE: Eso le sentará bien. Id, señor boticario, a tomarle, entre tanto, el pulso, a fin de
que yo pueda después hablar con vos sobre su enfermedad. (SGANARELLE lleva a GERONTE a un
rincón de la escena y le echa un brazo por los hombros para impedir que vuelva la cabeza hacia
donde están LEANDRO y LUCINDA.) Señor, es un importante y sutil cuestión, entre doctores, la
de saber si las mujeres son más fáciles de curar que los hombres. Os ruego que escuchéis esto,
si os place. Unos dicen que no y otros que sí, y yo digo que sí y que no; tanto más cuanto que la
incongruencia de los humores opacos, que se halla en el temperamento natural de las mujeres,
siendo causa de que la parte brutal quiera siempre dominar a la sensitiva, se ve que la
desigualdad de sus opiniones depende del movimiento oblicuo del círculo lunar; y como el sol,
que asesta sus rayos sobre la concavidad de la tierra, encuentra...
LUCINDA (A LEANDRO.): No; no soy capaz de cambiar de sentimientos.
GERONTE: ¡Mi hija hablando! ¡Oh gran virtud del remedio! ¡Oh admirable médico! ¡Cuán
agradecido os estoy, señor, por esta curación maravillosa! ¿Y qué puedo hacer por vos, después
de tal servicio?
SGANARELLE (Paseándose por la escena y abanicándose con su sombrero): ¡He aquí una
enfermedad que me ha dado mucho trabajo.
LUCINDA: Sí, padre mío; he recobrado el habla; mas la he recobrado para deciros que no tendré
nunca otro esposo que Leandro y que intentaréis inútilmente entregarme a Horacio.
GERONTE: Pero...
LUCINDA: Nada será capaz de quebrantar la resolución que he tomado.
GERONTE: ¿Cómo?
LUCINDA: En vano opondréis vuestras razones.
GERONTE: Si...
LUCINDA: Todos vuestros discursos no servirán de nada.
GERONTE: Yo...
LUCINDA: Es una cosa a la que estoy decidida.
GERONTE: Pero...
LUCINDA: No hay poder paternal que pueda obligarme a casarme en contra de mi voluntad.
GERONTE: Yo he...
LUCINDA: Por mucho que os esforcéis.
ESCENA VII
GERONTE: ¿Qué drogas son esas que acabáis de mencionar, señor? Paréceme que no las he oído
nombrar jamás.
SGANARELLE: Son drogas que se utilizan en las necesidades urgentes.
GERONTE: ¿Visteis alguna vez insolencia semejante a la suya?
SGANARELLE: Las jóvenes son, a veces, un poco testarudas.
GERONTE: No os podéis figurar lo enloquecida que está por ese Leandro.
SGANARELLE: El calor de la sangre produce eso en los espíritus juveniles.
GERONTE: Por mi parte, no bien descubrí la violencia de ese amor, he sabido mantener a mi hija
encerrada.
SGANARELLE: Habéis obrado cuerdamente.
GERONTE: Y he impedido que tuvieran comunicación.
SGANARELLE: Muy bien.
GERONTE: Hubiera ocurrido alguna locura de haber tolerado que se vieran.
SGANARELLE: Sin duda.
GERONTE: Y creo que ella hubiera sido capaz de marcharse con él.
SGANARELLE: Eso es razonar con prudencia.
GERONTE: Estoy enterado de que él hace toda clase de esfuerzos para hablarle.
ESCENA VIII
LUCAS: ¡Ah, pardiez, señor! ¡Vaya un jaleo! Vuestra hija ha huido con su Leandro. Él era el
boticario, y aquí tenéis al señor médico, que es quien ha tramado esta bonita operación.
GERONTE: ¡Cómo! ¡Asesinarme de este modo! ¡Hola! Un comisario, y que le impidan salir. ¡Ah,
traidor! Haré que os castigue la justicia.
LUCAS: ¡Ah! A fe mía, señor médico, seréis ahorcado; no os mováis de aquí para nada.
ESCENA IX
MARTINA (A LUCAS.): ¡Ah, Dios mío! ¡Cuánto trabajo me ha costado encontrar esta casa! Dadme
alguna noticia del médico que os indiqué.
LUCAS: Ahí lo tenéis será ahorcado.
MARTINA: ¡Cómo! ¡Mi marido ahorcado! ¡Ay! ¿Y qué ha hecho para eso?
LUCAS: Ha hecho raptar a la hija de nuestro amo.
MARTINA: ¡Ay, mi adorado marido! ¿Es cierto que van a ahorcarte?
SGANARELLE: Ya lo ves. ¡Ah!
MARTINA: ¿Y vas a dejarte morir delante de tanta gente?
SGANARELLE: ¿Y qué quieres que le haga?
MARTINA: Si por lo menos hubieses acabado de cortar nuestra leña, tendría yo algún consuelo.
SGANARELLE: Vete de aquí; me partes el corazón.
MARTINA: No; quiero quedarme para animarte a morir, y no me separaré de ti hasta verte
ahorcado.
SGANARELLE: ¡Ah!
ESCENA X
GERONTE (A SGANARELLE.): El comisario vendrá en seguida, y vamos a poneros en sitio seguro,
donde me responderán de vos.
SGANARELLE (Con el sombrero en la mano.): ¡Ay! ¿No lo podríais cambiar por unos cuantos
palos?
GERONTE: No, no; la justicia dispondrá. Mas ¿que veo?
ESCENA XI
LEANDRO: Señor, vengo a poner a Leandro ante vuestros ojos y a dejar nuevamente a Lucinda
en vuestro poder. Teníamos el propósito de huir juntos para ir a casarnos; mas tal empresa ha
cedido ante un procedimiento más honrado. No pretendo en modo alguno robaros a vuestra
hija, y solamente quiero recibirla de vuestra mano. Lo que os diré, señor, es que acabo de recibir
unas cartas por las que me informan que mi tío ha muerto y que soy heredero de todos sus
bienes.
GERONTE: Señor, vuestro mérito es para mí grandísimo, y os entrego a mi hija con la mayor
alegría del mundo.
SGANARELLE (Aparte.): De buena se ha librado la medicina.
No sé que tiene que ver con lo de la internacionalización, que, aparte, ahora que pienso, ese
título lo habrán puesto para decir que una persona que logra decir correctamente in-ter-na-cio-
na-li-za-ción es capaz de ponerse en un escenario y hablar algo —porque es como un test que
han hecho—.
Algo tendrá que ver el tema, éste, el de la malas palabras, por ejemplo, con éste, como el que
decía el amigo Escribano (José Claudio Escribano), se nota que es tan polémica esta mesa que es
la única a la que le han asignado «escribano» para que se controle todo lo que se dice en ella.
Creo que es un aporte real en cuanto al intercambio, me ha tocado vivir cuando he tenido que
acompañar a la selección argentina a partidos (de fútbol) en Latinoamérica. El intercambio que
hay en esos casos de este lenguaje es de una riqueza notable; es más, en Paraguay nos decían
«come gatos» que es, estrictamente para los rosarinos, «un rosarinismo».
Un Congreso de la Lengua, es más que todo, para plantearse preguntas. Yo como casi siempre
hablo desde el desconocimiento, me pregunto por qué son malas las malas palabras, quién las
define como tal. ¿Quién y por qué?, ¿quién dice qué tienen las malas palabras?, ¿o es que acaso
les pegan las malas palabras a las buenas?, ¿son malas porque son de mala calidad?, o sea que
¿cuando uno las pronuncia se deterioran? o ¿cuando uno las utiliza, tienen actitudes reñidas con
la moral?
Obviamente, no se quién las define como malas palabras, tal vez sean como esos villanos de
viejas películas como las que nosotros veíamos, que en un principio eran buenos, pero que al
final la sociedad los hizo malos.
Tal vez nosotros al marginarlas, las hemos derivado en palabras malas, lo que yo pienso es que
brindan otros matices muchas de ellas. Yo soy fundamentalmente dibujante, con lo que uno se
preguntará: ¿qué hace ese muchacho arriba del escenario? Manejo muy mal el color, por
ejemplo, pero a través de eso sé que cuanto más matices tenga uno, más puede defenderse,
para expresarse, para transmitir, para graficar algo, entonces, ¿hay palabras, palabras de las
denominadas malas palabras que son irremplazables, por sonoridad, por fuerza, algunos incluso
por contextura física de la palabra. No es lo mismo decir que una persona es tonta o zonza que
decir que es un pelotudo. Tonto puede incluso incluir un problema de disminución neurológica
realmente agresivo.
El secreto de la palabra pelotudo, ya universalizada —no sé si está en el diccionario de dudas—
, está en que también puede hacer referencia a algo que tiene pelotas. Puede hacer referencia a
algo que tiene pelotas que puede ser un utilero de fútbol que es un pelotudo porque traslada las
pelotas; pero lo que digo, el secreto, la fuerza; está en la letra t. Analicémoslo —anoten las
maestras—: está en la letra t, puesto que no es lo mismo decir zonzo que decir peloTUdo.
Otra cosa, hay una palabra maravillosa que en otros países está exenta de culpa —esa es otra
particularidad, porque todos los países tienen malas palabras pero se ve que las leyes de algunos
países protegen y en otros no—, hay una palabra maravillosa, decía, que es carajo. Yo tendría
que recurrir a mi amigo y conocedor, Arturo Pérez Reverte, conocedor en cuanto a la navegación,
Clara Dezcurra toma la pluma y escribe la fecha. “16 de julio de 1840”. Luego, con la misma
letra minúscula y erguida, agrega el encabezamiento: “Querida Juana”. Finalmente, tras alisar el
papel que tiene la textura y la consistencia del hojaldre, embebe la pluma en la tinta negra, y
redacta: <<Ayer decidí cambiar el método que siempre utilizamos. Quise darle a mis chicos una
alternativa diferente que los arrancara de la enseñanza rutinaria. Esta vez, en clase de Habla
Hispana, deje de lado nuestra clásica composición `Voyage autour de mon bureau' y quise
sorprenderlos con algo propio, conocido, cercano. Fue entonces cuando les propuse escribir
sobre 'La vaca'».
Clara Dezcurra no lo sabe, pero ha introducido un hábito de escritura que será, luego, por
décadas, indicador y modelo en las escuelas criollas.
En realidad poco y nada decía para sus alumnos la temática de anterior composición-tipo, "Vo-
yage autour de mon bureau' ("Viaje en derredor de mi pupitre") impuesta por el maestro
modernista francés Alphonse Chateauvieux a fines de 1815. La escuela de Clara Dezcurra; apenas un simple salón de tierra
apisonada;notienepupitres,nibancos,nisiquierasillas.Losalumnosseapretujansentándoseenrejasdearados,toconesdeceiba
osimplescalaverasdevacaquerelucencomosifuesendemármol.Lacalaveradevacaeselasientomásfácildeconseguir,elmás
frecuente,porquelaescuelanocturnadelaseñoraDezcurraes,duranteeldía,unmataderoclandestino.
Clara humedece con la saliva de su lengua el reborde pringoso de la tapa del sobre donde ha
metido la carta. Lo cierra y luego, aprovechando el calor del candil que la alumbra malamente,
derrite casi un centímetro de lacre sobre el vértice de la juntura. Le llega, desde afuera, el olor
pesado que viene desde el saladero de cueros, el tufo casi irrespirable a pescado podrido de la
costa, y el mugido profundo de algún animal que ha olfateado, quizás, el aroma premonitorio de
la sangre.
La escuela ni siquiera está en el centro de Buenos Aires. Ahí, frente al portalón de la Iglesia de
los Cordeleros, como se lo había prometido don Juan Lezica, cuando era alguacil segundo del
Municipio, para luego decirle que, aquello, era imposible. El Episcopado o, mejor dicho, el obispo
Alcides Melgarejo, le había recordado a Rosas que no debían permitirse escuelas ni queserías en
las proximidades de los templos. Y entonces le habían dado a Clara ese quincho —porque de otra
forma no se lo podía denominar—; cerca de los corrales de Mataderos, a metros del puerto de
Santa Brígida, detrás del saladero de don Felipe Echenaugucía. Y la escuela era nocturna. Y los
"chicos", como ella los denominaba, eran ya gente grande: puesteros de los corrales, matarifes,
carreros cachapeceros, pero muy especialmente, federales. Hombres de la Santa Federación que
llegaban a clase luciendo la divisa punzó, mazorqueros que, en el primer día de clase, habían
degollado a un negro por robarse una goma de borrar.
Clara, todas las tardes, mientras escucha dar las siete en el carrillón de la Merced, baldea el
piso para quitar los oscuros cuajarones de sangre que quedan de la actividad del frigorífico
clandestino, y echa hacia los potreros las reses que no han sido aún sacrificadas. Espera, en tanto,
desde el Alto Perú, la respuesta de Juana, su compañera de promoción. Intuye que su puesto al
frente de la precaria escuela, peligra. Sin ella saberlo, ha permitido la inscripción de más de un
unitario. Algunos le han confesado su condición, como Juan José Losada. Otros le han dicho que
la vincha celeste que llevan recogiéndoles el pelo, es en honor a la bandera. "Pero nadie viene a
Uno abre la puerta y sale a la calle con un infierno escarbándole las entrañas. Afuera, la siesta
del domingo transcurre silenciosa y quieta, como si no pasara nada. Y no pasa nada, hermano,
no pasa nada. Si después de todo, es apenas un partido más. Un partido más entre los miles de
partidos que han jugado los clásicos equipos rosarinos. ¿O acaso uno piensa o alguien se acuerda
de cómo salieron en el primer partido del año 75? ¿O en el segundo? Ni uno mismo lo sabe. Ni
se acuerda. Son emociones momentáneas, pasajeras. Intensas pero fugaces. Un dolor profundo,
una alegría enceguecedora pero que al día siguiente ya se va, desaparece sin dejar huellas físicas
visibles, como la varicela. Seguro que no hay casi nadie en la cancha. Casi vacío el Parque. Maña-
na dirá el diario que el partido concitó poco público. Que la campaña irregular de los sempiternos
rivales, la promesa de un mal partido y la amenaza de un nuevo empate alejó a las parcialidades,
por supuesto. No tiene importancia el partido. Si se pierde, habrá un chisporroteo urticante
durante un rato, alguna cargada extemporánea, una mirada sobradora, pero nada más. Nada
más. Pero será un empate. Quedan 45 minutos apenas, si es que ya ha empezado el segundo
tiempo. 45 minutos. Pero ¿cómo es posible que tarden tanto en pasar 45 minutos? ¿Cómo puede
ser que se transformen en una eternidad inacabable? La cosa es no mirar el reloj. No mirarlo
nunca. Entonces, de pronto, cuando uno en un reflejo natural y entendible de animal urbano
mira el cuadrante, ya han pasado 40 minutos o 43, no queda nada. Dos minutos apenas, un
suspiro, una minucia de tiempo, un preámbulo mísero al gesto altivo del árbitro que levanta la
mano derecha y muestra a los jugadores, a la tribuna y al mundo, que adiciona dos minutos
solamente, que le importa un carajo que haya habido ocho de demora por choques y turbamultas
y que está dispuesto a cortar el clásico lo antes posible con la tranquilidad de haber sacado el
partido sin problemas mayores ni expulsiones injustas. Es así. Pero lo más jodido son los primeros
20 del segundo tiempo, eso es lo jodido, uno cavila. Allí todavía los equipos quieren llevarse los
dos puntos y el local especialmente, carajo, se lanzará al ataque obligado por su condición de
dueño de casa. ¡Y los nuestros son tan boludos que siempre se desconcentran en los primeros
minutos! Entran dormidos, no encuentran las marcas, les meten goles imbéciles tras un rebote.
Goles boludos... ¿Qué es eso? ¿Qué es eso? ¡Un bocinazo! ¡Hay un gol! ¡Alguien festeja! Si se
escucha otra bocina no quedan dudas, ya se celebra... Pero no hay nada. Vuelve el silencio. Uno
camina y percibe un golpeteo sordo, un tam-tam opresivo desde el lado de adentro del pecho.
La boca pastosa ¿cómo mierda pueden tardar tanto en pasar 45 minutos? Si uno va a comer por
ejemplo, o a tomar un café y esta allí, al pedo, charlando, mirando a la gente, distraído y de
pronto cuando mira el reloj, ya se le ha pasado más de una hora ¿Cómo es posible esa diferencia
de densidad en el tiempo? Es más, hace muy poco, digamos ayer sin ir más lejos, uno estaba en
el patio de su casa jugando a los soldaditos y ahora, de golpe y porrazo, ya tiene la edad que
tiene y se le ha caído el pelo de la cabeza. Hace horas prácticamente, se reunía con los
compañeros de la secundaria festejando la finalización del quinto año, estrechaba la mano de
Podestá, jodía con Carelli y de pronto, en un soplo, está aquí, caminando por las calles del barrio
como un prófugo, como un linyera, como un fugitivo, tratando de que pase de una buena vez
por todas ese puto clásico con el resultado que sea. Eso mismo. El resultado que sea. Victoria,
empate o derrota. Incluso derrota. Porque la derrota, cuando se acepta, cuando se instala, invade
A pesar de nuestro sentimiento trágico del laburo, es bueno recordar ese refrán que dice;
“Cuando veas que a tu vecino le rasuran las barbas, pon las tuyas en remojo”.
Así como en los años ’70 quien más, quien menos, tenía un pariente, amigo o allegado
“desaparecido”, hoy quien más, quien menos, tiene un pariente, un amigo o un allegado
“desocupado”, lo que nos demuestra que, peor que tener que laburar, es NO PODER laburar, ya
sea porque te aplicaron involuntariamente el retiro voluntario, porque te flexibilizaron el culo de
una patada patronal, o porque no te dan laburo porque te consideran demasiado ¡oven, o
demasiado viejo, o demasiado bruto, o demasiado inteligente.
En el Primer Mundo no existe el sentimiento trágico del laburo: el WASP lo toma como el medio
natural para progresar y cada mañana acude a su empleo a reanudar la batalla cotidiana de tener
que demostrar que es el mejor en su puesto, porque si no lo demuestra, todos los que vienen
detrás de él y que también quieren demostrar que son los mejores, le pasarán por encima.
Por eso, laburantes del Tercer Mundo, bajos y morochitos de mi patria, tomemos conciencia y
dispongámonos a laburar en serio, con fe y alegría, en la seguridad de que ése es el único camino
que nos conducirá a la dignificación de nuestras vidas y al progreso material... El problema es
¿quién se lo hace entender a nuestros patrones para que a cambio de nuestra entrega
incondicional nos paguen los sueldos que mereceríamos en tales condiciones?
I. LA EXPLICACIÓN.
La explicación clarifica lo confuso o lo nuevo. Supone una comunicación en la
que el emisor es el que explica y el receptor es quien recibe la aclaración. Entre
ellos, existe un acuerdo implícito por el que se reconoce la autoridad del primero,
basada en el mayor conocimiento sobre un asunto y el manejo de las estrategias
para trasmitirlo. Además, en este acuerdo, se admite como cierto el asunto por
explicar; se explica algo que ya ha ocurrido, por eso, no se lo discute.
Los papeles del explicador y receptor de la explicación no son fijos y varían
de acuerdo con el dominio que cada uno tiene sobre el tema sujeto a explicación.
Por ejemplo, en el aula, quien habitualmente explica es el profesor, sin embargo,
cuando el tema explicado se relaciona con otros campos, tal vez más cercanos a los
alumnos, ese rol puede variar.
LA ESTRUCTURA DE LA EXPLICACIÓN
Los textos explicativos tienen una estructura secuencial compuesta por cuatro
pasos:
1. El primero supone el reconocimiento de un saber previo, sujeto a
modificación, aclaración, complementación.
RECURSOS ARGUMENTATIVOS
Las argumentaciones tienen una estructura y usan recursos, porque cuando una
persona quiere convencer a otra necesita que sus argumentos sean acertados y
convincentes, por esa razón, para que sean más eficaces, los argumentos se
refuerzan, y para reforzarlos se pueden utilizar los siguientes recursos, ejemplos,
En los últimos años, tanto los escritores como los editores han dado en
denominar “ensayo” a todos aquellos textos que resultaba difícil agrupar en las
tradicionales divisiones de los géneros literarios. El resultado fue que una gran
variedad de obras de distintas clase fueron clasificadas como ensayo. El
término, entonces resultó vago y, por eso, la mayoría de las definiciones
propuestas se expresan sólo en planos generales.
El ensayo es un tipo de composición escrita en prosa, relativamente breve,
y en el cual se expone con cierta profundidad una interpretación personal
sobre un tema.
Este tipo de texto se caracteriza por presentar fronteras formales imprecisas.
Por un lado, se acerca al tratado y a la didáctica; y por otro, a la crítica. Sin
embargo, se considera que es teóricamente más informativo y cercano a la
actualidad. Muchos ensayos se publican primero como artículos en una revista o
periódico y luego en forma de libro.
En general, los ensayistas utilizan un lenguaje subjetivo, por medio del cual
expresan sus opiniones y sentimientos con respecto al objeto de estudio.
TIPOS DE INFORMES.
De acuerdo con el tipo de investigación, los informes se dividen en dos grandes
grupos: informes sobre investigación documental e informes sobre
investigación técnico científica. Estos tipos de textos se diferencian entre sí
porque los datos y los procedimientos utilizados son diferentes.
Si bien ambos tipos de informes tienen la finalidad de revelar los avances de la
investigación sobre un determinado tema, se diferencian en el material, en los
procedimientos utilizados, y en las conclusiones a las que se llega.
la introducción:
En esta sección se presentan los objetivos específicos, y se describe el tema
sobre el que trata la investigación, así como también los conceptos principales
que servirán como base en el desarrollo.
Por otra parte, el autor incluye todos los datos necesarios para situar al lector
y hacer más comprensible la lectura del texto, como, por ejemplo, por qué se llevó
adelante la investigación, y qué se intenta modificar o explicar a través del trabajo.
Es decir, luego de leer esta sección del informe, el receptor debe estar en
condiciones de responder a las siguientes preguntas: ¿cuál es el tema?, ¿cuál es el
objetivo que persigue el investigador?, ¿cómo está organizado el trabajo?
También, el autor explica, en esta sección, si se trata de una investigación
documental o técnicocientífica, lo que ayudará a comprender el carácter general
del texto. De todas maneras, cada trabajo particular está organizado sobre la
base de las necesidades de cada autor y de las características particulares de
cada disciplina.
el desarrollo:
Esta sección constituye la esencia del trabajo, ya que es aquí donde se exponen
los datos obtenidos o recolectados. Si el informe es el resultado de una
investigación documental, el investigador organizará la información reunida
relacionando los autores consultados o introduciendo aquellas referencias que
resulten importantes para el desarrollo del tema elegido.
Si se trata de un informe que expone los resultados de una investigación de
campo, el autor detallará los materiales utilizados en la experiencia y describirá,
paso por paso, los procedimientos empleados para obtener determinados
resultados.
En ambos casos, en esta sección, se exponen los conceptos más importantes
de la investigación, ya que es el reflejo del trabajo previo del investigador.
LA ESTRUCTURA DE LA MONOGRAFÍA
Por tratarse de un trabajo científico, la monografía debe respetar un estructura
rigurosa, organizada en tres grandes secciones: la introducción, el desarrollo y las
conclusiones.
EL ESTILO EN LA MONOGRAFÍA
Cuando se enfrentan por primera vez a la escritura de una monografía, es
recomendable aprovechar al máximo las indicaciones del profesor o profesora que
la solicita, ya que sus sugerencias, o imposiciones, serán de suma utilidad en el
momento de definir un estilo o tono general para el texto. De cualquier manera,
estos son algunos consejos o sugerencias útiles vinculados con la escritura de la
monografía.
• Es conveniente evitar la primera persona del singular. En su lugar, pueden
usarse la primera persona del plural (que incluye al lector), o bien la forma
impersonal (con el “se”). Por ejemplo, es preferible “revelaremos a
continuación”, o “se revelará a continuación”, que “revelaré a continuación”.
• Es preferible utilizar oraciones cortas y evitar el uso excesivo de pronombres
y proposiciones incluidas. También se recomienda utilizar punto y aparte
cada vez que se va a cambiar de idea, o que se va a tratar un aspecto diferente
de la misma idea.
• Hay que definir todos los términos técnicos o teóricos que se incluyan,
aunque quien vaya a leer la monografía sea un lector especializado. Por
ejemplo, “La estrategia narrativa de García Márquez, entendiendo por
estrategia…”.
• Es conveniente incluir siempre una breve biografía del autor que se va a
trabajar, puesto que muchas veces quien lee no está al tanto de fechas o
acontecimientos de la vida y el contexto del autor, que pueden ser de mucha
utilidad para la comprensión.
Escribir supone un entrenamiento. Esto implica que habrá que volver a leer
permanentemente lo que se escribe y tachar, corregir, etc. hasta llegar a la versión
definitiva. Una vez que han concluido el trabajo, vuelvan a leerlo para verificar que
las páginas están bien numeradas, que las referencias sean correctas y que las
notas al pie se correspondan con las llamadas; revisen la ortografía y la puntuación
y comprueben si la bibliografía está completa, adecuada a las normas, y en orden
alfabético.
CITAR LA BIBLIOGRAFÍA:
Convencionalmente, las publicaciones se citan de la siguiente manera:
Los libros: primero, se coloca el apellido del autor, luego, separado por una
coma, el nombre, y entre paréntesis el año de publicación. A continuación se coloca
punto y el título del libro en itálica o cursiva. Por último, luego de un nuevo punto,
el lugar de edición y la editorial. En caso de citar alguna página o páginas
específicas, se colocan al final, luego de un punto. Por ejemplo:
Las revistas: primero el apellido y el nombre del autor, y entre paréntesis el año
de publicación. Luego, después de un punto, el título del artículo entre comillas. A
continuación, el nombre de la revista en itálica o cursiva, su número y el mes de la
publicación. Finalmente van las páginas donde se encuentra dicho artículo. Por
ejemplo:
Las páginas web: En este caso primero va el apellido y nombre del autor (o el
de la página, si no hay autor específico), y entre paréntesis el año de publicación
(o de última actualización). Luego va el título de la página o el artículo, citado según
corresponda siguiendo las pautas arriba mencionadas, y finalmente, entre
corchetes, la fecha de la última revisión o consulta. Como ejemplos: