Compendio DSI
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72 La doctrina social de la Iglesia no ha sido pensada desde el principio como un sistema orgánico, sino que se
ha formado en el curso del tiempo, a través de las numerosas intervenciones del Magisterio sobre temas sociales.
Esta génesis explica el hecho de que hayan podido darse algunas oscilaciones acerca de la naturaleza, el método
y la estructura epistemológica de la doctrina social de la Iglesia. Una clarificación decisiva en este sentido la
encontramos, precedida por una significativa indicación en la « Laborem exercens »,100 en la encíclica
«Sollicitudo rei socialis»: la doctrina social de la Iglesia « no pertenece al ámbito de la ideología, sino al de
la teología y especialmente de la teología moral ».101 No se puede definir según parámetros socioeconómicos.
No es un sistema ideológico o pragmático, que tiende a definir y componer las relaciones económicas, políticas
y sociales, sino una categoría propia: es « la cuidadosa formulación del resultado de una atenta reflexión sobre
las complejas realidades de la vida del hombre en la sociedad y en el contexto internacional, a la luz de la fe y
de la tradición eclesial. Su objetivo principal es interpretar esas realidades, examinando su conformidad o
diferencia con lo que el Evangelio enseña acerca del hombre y su vocación terrena y, a la vez, trascendente,
para orientar en consecuencia la conducta cristiana ».102
73 La doctrina social, por tanto, es de naturaleza teológica, y específicamente teológico-moral, ya que « se trata
de una doctrina que debe orientar la conducta de las personas ».103 « Se sitúa en el cruce de la vida y de la
conciencia cristiana con las situaciones del mundo y se manifiesta en los esfuerzos que realizan los individuos,
las familias, operadores culturales y sociales, políticos y hombres de Estado, para darles forma y aplicación en
la historia ».104 La doctrina social refleja, de hecho, los tres niveles de la enseñanza teológico-moral: el
nivel fundante de las motivaciones; el nivel directivo de las normas de la vida social; el nivel deliberativo de la
conciencia, llamada a mediar las normas objetivas y generales en las situaciones sociales concretas y
particulares. Estos tres niveles definen implícitamente también el método propio y la estructura epistemológica
específica de la doctrina social de la Iglesia.
74 La doctrina social halla su fundamento esencial en la Revelación bíblica y en la Tradición de la Iglesia. De esta
fuente, que viene de lo alto, obtiene la inspiración y la luz para comprender, juzgar y orientar la experiencia
humana y la historia. En primer lugar y por encima de todo está el proyecto de Dios sobre la creación y, en
particular, sobre la vida y el destino del hombre, llamado a la comunión trinitaria.
La fe, que acoge la palabra divina y la pone en práctica, interacciona eficazmente con la razón. La inteligencia
de la fe, en particular de la fe orientada a la praxis, es estructurada por la razón y se sirve de todas las
aportaciones que ésta le ofrece. También la doctrina social, en cuanto saber aplicado a la contingencia y a la
historicidad de la praxis, conjuga a la vez « fides et ratio » 105 y es expresión elocuente de su fecunda relación.
75 La fe y la razón constituyen las dos vías cognoscitivas de la doctrina social, siendo dos las fuentes de las que
se nutre: la Revelación y la naturaleza humana. El conocimiento de fe comprende y dirige la vida del hombre a
la luz del misterio histórico-salvífico, del revelarse y donarse de Dios en Cristo por nosotros los hombres. La
inteligencia de la fe incluye la razón, mediante la cual ésta, dentro de sus límites, explica y comprende la verdad
revelada y la integra con la verdad de la naturaleza humana, según el proyecto divino expresado por la
creación,106 es decir,
la verdad integral de la persona en cuanto ser espiritual y corpóreo, en relación con Dios, con los demás seres
humanos y con las demás criaturas.107
La centralidad del misterio de Cristo, por tanto, no debilita ni excluye el papel de la razón y por lo mismo no priva
a la doctrina social de la Iglesia de plausibilidad racional y, por tanto, de su destinación universal. Ya que el
misterio de Cristo ilumina el misterio del hombre, la razón da plenitud de sentido a la comprensión de la dignidad
humana y de las exigencias morales que la tutelan. La doctrina social es un conocimiento iluminado por la fe, que
—precisamente porque es tal— expresa una mayor capacidad de entendimiento. Da razón a todos de las
verdades que afirma y de los deberes que comporta: puede hallar acogida y ser compartida por todos.
76 La doctrina social de la Iglesia se sirve de todas las aportaciones cognoscitivas, provenientes de cualquier
saber, y tiene una importante dimensión interdisciplinar: « Para encarnar cada vez mejor, en contextos sociales
económicos y políticos distintos, y continuamente cambiantes, la única verdad sobre el hombre, esta doctrina
entra en diálogo con las diversas disciplinas que se ocupan del hombre, [e] incorpora sus aportaciones ».108 La
doctrina social se vale de las contribuciones de significado de la filosofía e igualmente de las aportaciones
descriptivas de las ciencias humanas.
77 Es esencial, ante todo, el aporte de la filosofía, señalado ya al indicar la naturaleza humana come fuente y la
razón como vía cognoscitiva de la misma fe. Mediante la razón, la doctrina social asume la filosofía en su misma
lógica interna, es decir, en la argumentación que le es propia.
Afirmar que la doctrina social debe encuadrarse en la teología más que en la filosofía, no significa ignorar o
subestimar la función y el aporte filosófico. La filosofía, en efecto, es un instrumento idóneo e indispensable para
una correcta comprensión de los conceptos básicos de la doctrina social —como la persona, la sociedad, la
libertad, la conciencia, la ética, el derecho, la justicia, el bien común, la solidaridad, la subsidiaridad, el Estado—
, una comprensión tal que inspire una convivencia social armónica. Además, la filosofía hace resaltar la
plausibilidad racional de la luz que el Evangelio proyecta sobre la sociedad y solicita la apertura y el asentimiento
a la verdad de toda inteligencia y conciencia.
78 Una contribución significativa a la doctrina social de la Iglesia procede también de las ciencias humanas y
sociales: 109 ningún saber resulta excluido, por la parte de verdad de la que es portador. La Iglesia reconoce y
acoge todo aquello que contribuye a la comprensión del hombre en la red de las relaciones sociales, cada vez
más extensa, cambiante y compleja. La Iglesia es consciente de que un conocimiento profundo del hombre no
se alcanza sólo con la teología, sin las aportaciones de otros muchos saberes, a los cuales la teología misma hace
referencia.
La apertura atenta y constante a las ciencias proporciona a la doctrina social de la Iglesia competencia,
concreción y actualidad. Gracias a éstas, la Iglesia puede comprender de forma más precisa al hombre en la
sociedad, hablar a los hombres de su tiempo de modo más convincente y cumplir más eficazmente su tarea de
encarnar, en la conciencia y en la sensibilidad social de nuestro tiempo, la Palabra de Dios y la fe, de la cual la
doctrina social « arranca ».110
Este diálogo interdisciplinar solicita también a las ciencias a acoger las perspectivas de significado, de valor y de
empeño que la doctrina social manifiesta y « a abrirse a horizontes más amplios al servicio de cada persona,
conocida y amada en la plenitud de su vocación ».111
79 La doctrina social es de la Iglesia porque la Iglesia es el sujeto que la elabora, la difunde y la enseña. No es
prerrogativa de un componente del cuerpo eclesial, sino de la comunidad entera: es expresión del modo en que
la Iglesia comprende la sociedad y se confronta con sus estructuras y sus variaciones. Toda la comunidad eclesial
—sacerdotes, religiosos y laicos— participa en la elaboración de la doctrina social, según la diversidad de tareas,
carismas y ministerios.
Las aportaciones múltiples y multiformes —que son también expresión del « sentido sobrenatural de la fe de
todo el pueblo » 112 — son asumidas, interpretadas y unificadas por el Magisterio, que promulga la enseñanza
social como doctrina de la Iglesia. El Magisterio compete, en la Iglesia, a quienes están investidos del « munus
docendi », es decir, del ministerio de enseñar en el campo de la fe y de la moral con la autoridad recibida de
Cristo. La doctrina social no es sólo fruto del pensamiento y de la obra de personas cualificadas, sino que es el
pensamiento de la Iglesia, en cuanto obra del Magisterio, que enseña con la autoridad que Cristo ha conferido
a los Apóstoles y a sus sucesores: el Papa y los Obispos en comunión con él. 113
80 En la doctrina social de la Iglesia se pone en acto el Magisterio en todos sus componentes y expresiones. Se
encuentra, en primer lugar, el Magisterio universal del Papa y del Concilio: es este Magisterio el que determina
la dirección y señala el desarrollo de la doctrina social. Éste, a su vez, está integrado por el Magisterio episcopal,
que específica, traduce y actualiza la enseñanza en los aspectos concretos y peculiares de las múltiples y diversas
situaciones locales.114 La enseñanza social de los Obispos ofrece contribuciones válidas y estímulos al magisterio
del Romano Pontífice. De este modo se actúa una circularidad, que expresa de hecho la colegialidad de los
Pastores unidos al Papa en la enseñanza social de la Iglesia. El conjunto doctrinal resultante abarca e integra la
enseñanza universal de los Papas y la particular de los Obispos.
En cuanto parte de la enseñanza moral de la Iglesia, la doctrina social reviste la misma dignidad y tiene la misma
autoridad de tal enseñanza. Es Magisterio auténtico, que exige la aceptación y adhesión de los fieles.115 El peso
doctrinal de las diversas enseñanzas y el asenso que requieren depende de su naturaleza, de su grado de
independencia respecto a elementos contingentes y variables, y de la frecuencia con la cual son invocados. 116
81 El objeto de la doctrina social es esencialmente el mismo que constituye su razón de ser: el hombre llamado
a la salvación y, como tal, confiado por Cristo al cuidado y a la responsabilidad de la Iglesia.117 Con su doctrina
social, la Iglesia se preocupa de la vida humana en la sociedad, con la conciencia que de la calidad de la vida
social, es decir, de las relaciones de justicia y de amor que la forman, depende en modo decisivo la tutela y la
promoción de las personas que constituyen cada una de las comunidades. En la sociedad, en efecto, están en
juego la dignidad y los derechos de la persona y la paz en las relaciones entre las personas y entre las
comunidades. Estos bienes deben ser logrados y garantizados por la comunidad social.
Ante todo, el anuncio de lo que la Iglesia posee como propio: « una visión global del hombre y de la humanidad
»,118 no sólo en el nivel teórico, sino práctico. La doctrina social, en efecto, no ofrece solamente significados,
valores y criterios de juicio, sino también las normas y las directrices de acción que de ellos derivan.119 Con esta
doctrina, la Iglesia no persigue fines de estructuración y organización de la sociedad, sino de exigencia, dirección
y formación de las conciencias.
La doctrina social comporta también una tarea de denuncia, en presencia del pecado: es el pecado de injusticia
y de violencia que de diversos modos afecta la sociedad y en ella toma cuerpo.120 Esta denuncia se hace juicio y
defensa de los derechos ignorados y violados, especialmente de los derechos de los pobres, de los pequeños,
de los débiles.121 Esta denuncia es tanto más necesaria cuanto más se extiendan las injusticias y las violencias,
que abarcan categorías enteras de personas y amplias áreas geográficas del mundo, y dan lugar a cuestiones
sociales, es decir, a abusos y desequilibrios que agitan las sociedades. Gran parte de la enseñanza social de la
Iglesia, es requerida y determinada por las grandes cuestiones sociales, para las que quiere ser una respuesta
de justicia social.
82 La finalidad de la doctrina social es de orden religioso y moral.122 Religioso, porque la misión evangelizadora
y salvífica de la Iglesia alcanza al hombre « en la plena verdad de su existencia, de su ser personal y a la vez de
su ser comunitario y social ».123 Moral, porque la Iglesia mira hacia un « humanismo pleno »,124 es decir, a la «
liberación de todo lo que oprime al hombre » 125 y al « desarrollo integral de todo el hombre y de todos los
hombres ».126 La doctrina social traza los caminos que hay que recorrer para edificar una sociedad reconciliada
y armonizada en la justicia y en el amor, que anticipa en la historia, de modo incipiente y prefigurado, los «
nuevos cielos y nueva tierra, en los que habite la justicia » (2 P 3,13).