Ornani, Carla, "Sobre La Escritura", Ficha de Cátedra "Teorías y Medios de Comunicación", Bs. As. F.F.y L., UBA, 2006
Ornani, Carla, "Sobre La Escritura", Ficha de Cátedra "Teorías y Medios de Comunicación", Bs. As. F.F.y L., UBA, 2006
Ornani, Carla, "Sobre La Escritura", Ficha de Cátedra "Teorías y Medios de Comunicación", Bs. As. F.F.y L., UBA, 2006
Introducción
El texto del Fedro de Platón, al cual pertenecen las citas condenatorias, es casi
un pasaje de rito obligado para referirse a la historia de los estudios y debates sobre la
escritura, la oralidad y los medios de comunicación. En él se motivó Ong (1982) para
explicar cómo la escritura reestructura la conciencia; al analizar el fragmento citado,
con un mismo golpe de estoque hace dos cosas: por un lado, señalar el prejuicio
recurrente que aflora cuando un medio de comunicación nuevo entra en colisión con
un modelo cultural que se sostenía en un medio anterior, pues señala que las mismas
impugnaciones que hacía Platón a la escritura se hicieron a la computadora (hace
perder la memoria, deshumaniza, promueve la pasividad) ; y, por otro lado, Ong afirma
su tesis: la escritura, la imprenta y la computadora son, todas ellas, formas de
tecnologizar la palabra; “una vez tecnologizada, no puede criticarse sin recurrir a la
tecnología más compleja de que se disponga” (Ong,1987:120)
Para dar cuenta del panorama complejo en el que ha surgido la conciencia del
problema que supone definir la escritura, explicar qué nuevos vínculos sociales se
establecen con su uso restringido o ampliado, qué nuevas formas de comunicación
promueve y cómo refuncionaliza la oralidad primaria y está involucrada en la
secundaria; cómo modifica al individuo y su conciencia; qué géneros discursivos le son
específicos y sobre cuáles retroactúa y con cuáles está comprometida como otro
sistema semiótico, requiere entrar en perspectivas disciplinares múltiples. Como
sucede con todos los dispositivos de comunicación, la descripción de la escritura no
puede hacerse desde una sola perspectiva, por lo menos porque para delimitarla como
objeto de estudio han contribuido los trabajos en el campo de la antropología, la
lingüística, la semiótica, la historia, la sociología, y, además, en la elucidación de los
textos antiguos, las muy específicas ramas de la epigrafía y la paleografía. Tampoco la
filosofía y la psicología (tanto individual como social) pueden dejarse fuera de los
discursos que contribuyen a comprender mejor el estatuto ontológico y la función de la
escritura y sus formas discursivas en la conformación de la subjetividad y las
sociedades. Si bien cada disciplina tiene el derecho de construir su objeto “escritura”
con métodos propios, la persistencia de los debates sobre la relación entre tradiciones
de la oralidad y tradiciones de la escritura, o entre lengua escrita y textualidad (por
poner solo unos ejemplos), promueven la necesidad de estar atentos a lo que aportan
las diversas disciplinas como una forma de controlar el alcance de lo que se dice
acerca de la escritura. Prueba de esto es, por ejemplo, analizar las consecuencias de
las actuales teorías cognitivistas sobre los procesos involucrados en la escritura (y la
lectura), y su “aplicacionismo” en las prácticas de alfabetización dentro de la institución
educativa. Si se compara la expectativa de logros de esta aplicación con las
observaciones de campo realizadas por la antropología, por citar una posibilibidad, se
puede comprender mejor por qué la descripción cognitivista no alcanza a dar cuenta
de manera eficaz de qué manera la escritura se introyecta para convertirse en
herramienta de evolución intelectual. Como sostiene Goody en la entrevista que le
hiciera Dauzat, “Contrariamente a lo que creen los psicólogos, la alfabetización no
tiene efectos inmediatos. Es un lento proceso de iniciación, de aprendizaje de la
escritura, así como un descubrimiento de todo lo escrito lo que cambia nuestra visión
del mundo” (Goody (1998 [1996]: 151).
Por estas razones que podríamos llamar metafóricamente como de
“interdisciplinariedad necesaria”, la escritura aún presenta un cuadro de problemas
epistemológicos e históricos no resueltos y de concepciones contrapuestas. En los
apartados que siguen se trazan algunas entradas posibles a estos problemas,
haciendo referencia a autores que son “clásicos”; simultáneamente, advertimos que no
se trata de un “estado de la cuestión”, ya que poner al día los conocimientos sobre el
tema, en tantas dimensiones, excede el propósito de este trabajo. Queremos, además,
señalar otra cuestión: la dificultad de escribir sobre la escritura (aún en el intento de
una aproximación introductoria como la de esta ficha), es que su tratamiento en las
investigaciones de antropólogos, lingüistas, filósofos, semiólogos, etc., está
inevitablemente ligado al de la oralidad; y no solamente porque el estudio de la
escritura ha hecho visualizar claramente que la oralidad tiene características que sólo
se perciben al compararla con otro sistema de comunicación, sino porque es casi
imposible referirse a la escritura sin que la oralidad esté del todo ausente, aún en la
menos fonética de las escrituras.
¿Qué es la escritura?
¿Será posible salir de una definición de la escritura cuya función es dar forma
tangible a las efímeras secuencias de la palabra? Tal parece ser el esfuerzo de una
obra casi contemporánea a la de Ong. En su Antropología de la escritura (1999 [1981),
Giorgio Cardona propone como tarea a futuro una “etnografía de la escritura (...) cuyo
programa consiste en describir, sin barreras preconstituidas, las prácticas de la
actividad de escribir en su totalidad” (p.23). Aunque no existieran al momento
programas o modelos de indagación, el proyecto que el autor realiza en la citada obra
es, desde una perspectiva antropológica y semiológica, analizar la escritura como
producción y uso de sistemas gráficos con diversos fines (obviamente, también los
comunicativos).
Pero para comenzar en este sentido, o sea, describir lo que es una escritura
despejando el prejuicio evolucionista alfabético y, también, despejando como
necesaria una relación de dependencia de la lengua (pues no es el único tipo de
relación que se puede establecer entre la lengua y la escritura), es preciso recurrir a
una definición que articule el problema de la significación y su manifestación material
de alguna forma viable que eluda los mencionados prejuicios.
Cardona sienta las bases de una teoría de la escritura que puede ir en ese
sentido pues considera que “se tendrá escritura cuando se esté frente al uso de un
sistema de signos gráficos”. Para esto es necesario dar a sistema y a signo “el valor
preciso que tiene en semiología y determinar una neta vertiente en el universo de los
posibles grafismos”. (Cardona,1999 [1981]:25). Seguiremos sus argumentos con el fin
de clarificar la definición.
tinta, etc., tendremos < perro, PERRO, perro, > etc. Pero no es posible afirmar que
en el código de la lengua castellana sea la representación gráfica de “perro”, por
más que no pueda leerlo sino [perro]. Si nos remitimos a un sistema como el japonés,
el ideograma de la figura 2 no evoca de por sí la idea de árbol, sino a través de una
atribución establecida (una convención compartida), mientras que fonéticamente está
asociado a la secuencia [ki], forma de pronunciar “árbol” en japonés.
Representaciones
conceptuales
Representaciones Lengua
pictográficas
Representaciones Representaciones
gráficas fonéticas
Escritura
Figura 1
Cuando se traza la < z > del sistema alfabético que usamos (por ejemplo, en el
subsistema minúscula y cursiva), dentro del sistema, a este elemento no puede
asociarse más que el significado de “z”, última letra del alfabeto.
La razón gráfica
Una vez que una cultura adopta la escritura, - por los motivos que fuere-, buena
parte de lo que se considera importante pasa a registrarse en un sistema de memoria
externa que depende del uso de sistemas gráficos y que puede utilizar diferentes
dispositivos. Un texto que narra un mito es un dispositivo diferente que una lista de
nombres de los dioses ordenados por genealogías, o una tabla que registra lo que
entra en un palacio como mercadería para almacenar. Sin embargo, el texto, la lista o
la tabla, precisan tanto de un sistema gráfico que permita la inscripción como de un
soporte físico externo donde realizarla. El ordenamiento de la información en uno u
otro dispositivo es diferente, ya que mientras en el texto que narra el mito son las
acciones de los héroes las que organizan el discurso, en una lista o en la tabla, los
principios organizadores son diferentes.
Las pruebas a las que se remite el antropólogo son tanto de primera mano
como bibliográficas. Entre las primeras, cabe recordar los siguientes hechos: en los
archivos de las ciudades mesopotámicas de Uruk a Ebla (3000 aC) se encuentran
listas que están ordenadas por criterios lingüísticos, semánticos, cognostivos, o
también por orden acrofónico (por similitud de sonido). Algunas se ordenan por
campos semánticos (por ejemplo, aves, peces, profesiones, objetos de piedra, de
metal, de madera, nombres de ciudades) y el orden está asegurado por el hecho de
que palabras de significación afín deben llevar el mismo elemento determinativo (un
determinativo es un signo que se usa para señalar una clase, como podría ser
“objeto”, “acción”, etc.). Lo que se constata en estos documentos es que el principio
gráfico y el principio semántico se usaron en una misma lista para organizar los datos
de distinta manera; por ejemplo, primero por elemento determinativo, y luego, en el
interior de esa disposición, listas ordenadas sobre la base del sonido inicial (primero
todos los nombres que comienzan por naga-, luego los que comienza con dar-, etc.).
Este hecho muestra que la manipulación se realizaba no primariamente sobre
conceptos sino sobre signos lingüísticos en su forma gráfica. Incluso el número de
elementos enlistados (alrededor de un millar) hace imposible que su ordenamiento
dependiera de la memoria, por lo cual se supone que los compiladores usaban fichas,
como lo haría hoy un lexicógrafo. Cada forma se escribía en una tablilla y luego se la
ordenaba según un criterio. Esto que parece engorroso, para una escritura rápida del
pensamiento, se revela en cambio cargada de resonancias culturales y cognoscitivas
que podían evocarse o no según el nivel de escritura que se pretendía y que iba desde
la simple lista de atributos a la comunicación de un mito, un saber esotérico, un cálculo
astronómico.
Como según algunos autores el alfabeto griego es un caso tan diferente que no
tiene precedentes por las realizaciones culturales que ha posibilitado y el cambio de
mentalidad que promocionó, y puesto que la teoría sobre la escritura griega es
especialmente importante por los ensayos que la retoman –para afirmarla o para
polemizar con ella- será necesario explicarla aunque sea de forma breve.
1. Los griegos no sufrieron presión alguna que los obligara a adoptar otros
sistemas de escritura utilizados por sus vecinos ya que estos eran inferiores al
suyo y, además, no se encuentra ningún texto griego conservado que esté
escrito con tales signos.
2. El alfabeto habría sido inventado para acompañar objetos que se ofrecían
como dones; o sea, los primeros usos de la escritura fueron para imitar un
hábito de los fenicios, “por envidia” (sic.), con fines de dedicatoria y similares.
3
Los poemas de Homero fueron parcialmente escritos en el siglo VII aC, y, siempre según Havelock, a
mitad del siglo VI a C adoptaron la forma de la versión que conocemos.
3. Se supone que los inventores fueron canteros y alfareros, los primeros que
poseían las herramientas para aplicarlo.
4. Lo aplicaron a superficies de objetos nuevos o viejos con fines de dedicatoria y
similares, lo cual no suponía ninguna amenaza inmediata para la tecnología
lingüística consagrada de almacenamiento oral, dominada por los rapsodas4
profesionales. No amenazaba la actuación organizada que era el centro social
de la cultura: el alfabeto era un intruso.
5. Es probable que la enseñanza organizada de las letras en la escuela primaria
no se introdujera hasta el último tercio del siglo V aC como está atestiguada
por primera vez en los textos de Platón, a principios del siglo IV.
6. La lectura, junto con la escritura, tratada como ejercicio humano que se puede
dar por supuesto, no se recuerda en la tragedia griega hasta el último tercio del
siglo V, en el Hipólito de Eurípides (un personaje dice: “la tablilla grita cosas
horribles”).
7. La oralidad primaria abandonó Grecia sólo lentamente, a una velocidad que se
puede determinar por el grado en que el lenguaje de almacenamiento escrito
sustituía el lenguaje de almacenamiento oral.
La Teogonía de Hesíodo (nacido en Acras, siglo VIII- VII aC), según Havelock el
primer texto compuesto en forma escrita en su totalidad, a pesar del hecho de que su
lenguaje es esencialmente homérico y mantenga el carácter formulario del verso
conservado oralmente es revelador de la forma persistente en que la tradición de la
oralidad se mantiene, pero comienza a registrar la conciencia del cambio que supone
la apropiación de la escritura como medio para componer el texto. La invocación a
Mnsemosine, la memoria, indica que el poeta reconoce la forma en que opera la
transmisión en la tradición oral. Un siglo más tarde que hubiera aparecido el alfabeto
4
Havelock no diferencia entre aedo y rapsoda. El primero (aidós, cantor) era un cantor épico que
entonaba las composiciones (poesía oral en hexámetros) al son de la cítara, y las iba componiendo en el
mismo momento de su ejecución, a petición de los oyentes. Este modo de actuar sólo es posible si el
aedo se ha adiestrado lo suficiente en su oficio desde niño, acompañando a alguien ya famoso en el
canto. Se supone, entonces, que ha aprendido a manejar un instrumento de cuerda, la cítara, que posee
un canto apropiado (agradable, florido, amable, que invita a la danza, etc., o sea, como indican los
nombres propios de las Musas) y que ha aprendido a plasmar situaciones, características y opiniones en
“fórmulas”. La “dicción formular” propia de las sociedades que no tienen escritura le permite al narrador o
cantor reproducir no sólo una información externa sino la manera de ver el hecho que la ha producido, o
sea, el ritmo de los propios sucesos y de las emociones de quienes lo viven. El aedo señala el
establecimiento de las palabras en su sitio, hace vivir los hechos que canta: eso es lo que los griegos
denominan aletheia (verdad). El aedo era, pues, un “maestro artesano de la verdad”. El mérito de
Havelock es el de haber descrito de una manera muy fidedigna todo casi todo este proceso.
Por otra parte, un rapsoda ( rhapsodós, de rhapto, coser y odé, canto), significa literalmente, “el que cose
cantos”; es el que en la Grecia antigua iba de pueblo en pueblo cantando trozos de los poemas homéricos
u otras composiciones. Havelock no nos presenta un balance sobre si hubo o no una transición entre la
actividad de los aedos y la de los rapsodas, si considera que eran lo mismo o si, en el último caso, el de
de los rapsodas, ya usaban un soporte escrito -aunque fuera para uso privado- que sirviese de
recordatorio de los cantos.
griego, Hesíodo recuerda la función de la memoria. “Uno de los dones de Prometeo a
la humanidad se describe como composiciones de grammata, (...). Los grammata son
inscripciones, es decir letras escritas. En estas se conserva ahora la memoria de
almacenamiento, cuya custodia se ha transferido del lenguaje oral a las letras, con lo
cual, dicha memoria se vuelve abiertamente reconocible como “memoria”,
precisamente porque las letras en cuanto artefactos han objetivado la memoria
haciéndola visible”(Havelock, 1996:114)
¿Cuál era la ventaja del alfabeto griego sobre todos los otros sistema alfabéticos?
Según Havelock, lo que inventan los griegos es la transcripción del sonido aislado; no
agregan las vocales sino que “descubren” las consonantes; los alfabetos
consonánticos, argumenta, lo que descubren es la sílaba, pues una consonante no
tiene por sí misma existencia vocálica (no pronunciamos ninguna palabra solo con
consonantes). Consignar las vocales por escrito es analizar atómicamente la sílaba y
diferenciar lo que es consonante y lo que es vocal. El argumento puede parecer un
tanto torcido, pero la explicación subsiguiente merece ser rescatada. La ventaja inicial
de la eficiencia alfabética residía en ofrecer una escritura apta para transcribir
fluidamente y sin ambigüedades toda la gama del discurso oralmente conservado.
Cualquier cosa, cualquier significado acústicamente articulado y pronunciado,
cualquier emoción o expresión, se podía consignar por escrito, una vez que se había
escuchado, sin omitir nada. Tal visibilidad completa del lenguaje no se había
desarrollado en los sistemas de escritura previos, y la dificultad de interpretación que
de ello resultaba había limitado su uso. Por este motivo la transcripción alfabética fue
un acontecimiento históricamente único: “La crisis se hizo griega y no hebrea,
babilónica o egipcia a causa de la eficiencia superior del alfabeto. La fluidez había
caracterizado siempre la comunicación formada oralmente. Conseguir un traslado
completo a un sistema de reconocimiento visual requería una fluidez visual
comparable. Eso fue lo que los sistemas pre-griegos no podían ofrecer, y por eso no
podían competir con el oralismo que en parte registraban pero que continuaba
floreciendo como costumbre de la mayoría. Todavía hoy eso parece válido para las
sociedades que no están oficialmente alfabetizadas” (Havelock, 1996:137)
5
Platón, Obras completas. Introd. de J. A. Míguez. Tr. y notas de varios. Aguilar, Madrid 1977.
que sea del amanuense como de un experto en filosofía platónica) ¿Cómo diferenciar
el comentario del texto? Lo más probable es que no pudiéramos, aún como
estudiantes avanzados de filosofía, decidirlo con certeza, pues toda la obra de un
autor estaba contenida en un espacio finito, en el que la asociación de texto y
comentario ocupan el mismo espacio (hecho habitual hasta el siglo XII).
6
Deberíamos decir, por lo que se explicó en los párrafos anteriores: “un escrito en un rollo”
para recordar cosas, después de la imprenta, sobre todo, tuvieron que entrenarla
también para recordar libros.
Platón, sin embargo, tenía razón: los textos escritos durante la antigüedad no
servían para estudiar en el sentido que hoy le damos a esta actividad, pues la cultura
siguió siendo predominantemente oral durante mucho tiempo; la composición escrita
fue, hasta el siglo XII, en los principales centros de la cultura occidental, auxiliar de la
memoria. Esta situación permite comprender por qué las formas de organizar el escrito
cambiaron con la demanda social de la institucionalización del conocimiento en las
universidades, que promovieron patrones más racionales de presentación de lo
escrito.
Bibliografía citada
• Austin, Reginal P., 1938: The Stoichedon Style of Inscription. Oxford University
•
Press, London
Cardona, Giorgio R., 1999 (1981): Antropología de la escritura, Gedisa,
•
Barcelona.
Goody, Jack, 1985 (1977) “Evolución y comunicación”, en: La domesticación del
•
pensamiento salvaje, Akal, Madrid.
Goody, Jack,1998 (1996) El hombre, la escritura y la muerte. Conversación con
•
Pierre-Emmanuel Dauzat, Península, Barcelona.
Havelock, Eric A: 1996 (1986), La musa aprende a escribir. Reflexiones sobre
•
oralidad y escritura desde la Antigüedad hasta el presente, Paidós, Barcelona.
Kristeva, Julia, 1987 (1981): El lenguaje, ese desconocido: Introducción a la
•
lingüística, Fundamentos D.L., Madrid.
Ong, Walter, 1987 (1982); Oralidad y escritura. Tecnologías de la palabra, FCE,
•
México.
Platón, “Fedro”, en: Obras completas. Introducción de J. A. Míguez. Traducción y notas
de varios. Aguilar, Madrid 1977.