MÚsicoterapia
MÚsicoterapia
MÚsicoterapia
INTRODUCCIÓN
INTRODUCCIÓN
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E
l hombre logra conocer el mundo que le rodea a través de sus sentidos. A pesar de toda la
carga genética y de todas sus potencialidades, sin ellos, estaría condenado al aislamiento.
Cada sentido nos hace conocer una realidad particular, y nadie puede decir que los estímulos
auditivos sean menos reales que otros estímulos sensoriales.
Ese mundo exterior que el hombre siente, le proporciona los primeros datos de lo que hará,
pensará o sentirá, es decir, que de los sentidos obtenemos el material básico de lo que ha de
ser nuestra inteligencia y de lo que ha de ser nuestro sentido estético.
Aún para la información más elemental que provenga del mundo externo dependemos
completamente de nuestros sentidos. El cerebro, es el único órgano capaz de procesar la
información recibida y su gran potencial lo lleva mucho más allá de la adaptación animal
simple. Con sus billones de células, no sólo debe organizar los estímulos que le llegan y lo
informan acerca de su medio, sino también debe crear nuevos diseños y formas para
emplearse. Crear, comunicarse y desarrollarse constituyen unos de los mejores recursos para
adaptarse al medio externo.
Si no existiera la posibilidad de comprender el mundo exterior, tampoco existiría la experiencia
sensorial de oír, ni la música en consecuencia. Cuanto mayor sea el desarrollo sensorial de un
organismo, más rico será su mundo externo.
La música es comunicación no verbal, concepto fundamental para comprender la influencia que
ejerce sobre la conducta. No existiría y no sería necesaria si fuese posible comunicarse
mediante la palabra con la misma facilidad que con ella.
Por tanto, el papel que juega la música en la vida del hombre es enriquecer, comprender,
comunicar, y esas son también una de las principales funciones de la Musicoterapia.
DEFINICION DE MUSICOTERAPIA
La Musicoterapia es la terapia a través de la música.
Pero para dar una definición más completa sobre una
terapia tan compleja, hemos escogido la utilizada por
la National Association for Music Therapy americana:
E
l sonido, y por extensión la música, los cantos y la danza, son tan antiguos como la
propia humanidad y, aunque poseen una entidad propia, durante miles de años se han
asociado a la enfermedad y su curación. La utilización de la música para lograr efectos
positivos sobre las personas ha pasado por diversas etapas, al igual que la medicina, como son
la mágica, la religiosa, la filosófica y la científica. El curador que utiliza la música ha sido
primero un mago, después un monje y por último un médico o un especialista en música y, el
uso que hacen de ella en las curaciones ha ido variando según la concepción de la enfermedad
y su tratamiento, sus funciones y creencias y, en mayor grado, su dominio musical y sus
conocimientos.
Estos son los testimonios históricos más antiguos sobre la eficacia de la música como
terapia en estados depresivos.
F
ue en la antigua Grecia donde se desarrolló una actitud racional hacia la enfermedad, ya
que junto a costumbres mágicas o religiosas, encontramos ideas modernas conectadas
con pensamientos racionales y científicos.
Los filósofos griegos consideraban la enfermedad como un trastorno: el orden entre el cuerpo y
el alma estaba trastornado y debía ser restablecido. El equilibrio entre cuerpo y alma era salud
("Mens sana in corpore sano" expresó Juvenal). La cura racional sólo era posible si la
enfermedad había sido observada y diagnosticada y hallado el remedio lógico aplicable.
Algunas descripciones de enfermedades, incluidos trastornos mentales, son muy precisos
desde el punto de vista clínico. Esta concepción psicosomática de la enfermedad explica por
qué la música, que es orden y armonía, desempeña un papel tan importante en el
restablecimiento de la salud. Aplicaron la música como un medio preventivo y curativo que
debía ser dosificado, pues sus efectos sobre el estado físico y mental eran predecibles. Fue
tanta la importancia que le dieron que llegaron a considerar que su uso debía estar controlado
por el Estado.
A Platón y Aristóteles se les considera precursores de la Musicoterapia, que es el uso
dosificado de la música. Para Platón, ésta ejercía gran influencia sobre las personas,
purificando los afectos humanos, fortaleciendo la naturaleza moral del hombre y preparándolo
para el bien, pero cuando se utilizaba mal podía ejercer efectos contrarios. Le concedía pues
una importancia pedagógica de primer orden y la situaba en el lugar cumbre entre las artes. Así
mismo la recomendaba, junto con las danzas, para combatir los terrores y las fobias. ("Quién
canta, su mal espanta").
Aristóteles le da un valor médico definido al afirmar que la gente que sufre emociones no
dominables, después de oír ciertas melodías, experimenta un estado de catarsis depurativa,
proceso importante hacia la salud mental que también se lograba a través de representaciones
dramáticas o musicales. Ejemplo ilustrativo de esta catarsis era la afirmación de que el uso de
matracas musicales servía como puerta de escape para niños destructivos. También aseveró
que la música no era una simple expresión de estados psíquicos, sino la reproducción real y
directa de tales estados.
Los templos griegos eran lugares de trabajo y santuarios sanitarios. En ellos habían
especialistas en himnos, llamados aretálogos, que atendían a los pacientes durante la
enfermedad.
Esculapio, famoso médico, prescribía la música y la armonía a personas de emocionalidad
perturbada y, a Pitágoras, el fisicomatemático, se le atribuye el empleo de la música para
pacientes mentales (Lo llamaba "medicina musical"). Él relaciona la música con las
Matemáticas y con la Astronomía, lo que influye en los tratadistas de la Edad Media que
califican la armonía universal, de música natural cósmica. Junto con sus discípulos,
acostumbraban a tocar la lira al levantarse para sentirse aptos para el trabajo y también la
tocaban para aplacar los pesares del espíritu.
Por otro lado, los griegos observaron solamente unos pocos efectos puramente fisiológicos de
la música, como por ejemplo, los producidos sobre el insomnio. Se dice que Meceana, que
padecía ansiedad, recuperó el sueño con el empleo de la música de fondo y que Crísifo
seleccionaba melodías especiales para que las nodrizas ayudaran a dormir a los bebés.
La música adecuada de cítara era recomendada durante las comidas para ayudar a la
digestión.
Resumiendo, diremos que los griegos consideraban a la música como una terapia tanto
preventiva como curativa y, a la enfermedad, como una disarmonía entre la parte física del
hombre y la psíquica. La música ayudaba a reestablecer esta armonía.
Roma, a diferencia de los griegos, era un pueblo de acción más que de imaginación, eran más
realistas y materialistas y la música era considerada no como un arte, sino como algo que
utilizar, por lo que continuaron aplicando la mentalidad clínica y lógica griegas a su empleo
terapéutico.
En el año 293 a.C. adoptan el culto a Esculapio, enfatizando en el aspecto psicosomático de la
enfermedad y la salud. Al igual que los griegos, sus templos no sólo eran un lugar de rezo, si
no que en ellos también atendían las necesidades humanas relacionadas con la enfermedad
física y psíquica. De la misma forma que los oráculos ayudaban a tranquilizar el ánimo ante la
incertidumbre de lo desconocido, también se invitaba a músicos y poetas a que participaran en
las curaciones, ya que creían que los estados de tristeza y depresión eran terreno abonado
para la enfermedad, mientras que un cuerpo relajado y alegre ayudaba a combatirla.
Con la música armoniosa curaban el insomnio y las enfermedades mentales. También creían
que podía ser de gran ayuda para combatir la peste y las picaduras de serpiente.
Cicerón dijo que la filosofía era la medicina del alma y que la música era su instrumento, debido
a su influencia sobre las emociones.
En la era cristiana, los dioses paganos relacionados con la enfermedad y la salud fueron
sustituídos por una legión de santos a quienes se podía invocar. Los himnos y la música
orientaban las súplicas del paciente hacia el auxilio y la curación, lo cual no excluía el
procurarse un tratamiento médico adecuado, pero así el enfermo se aseguraba en ambos
mundos, como lo hace todavía.
Durante la Edad Media, y debido al poder que ostentaba la iglesia, la música seguía teniendo
una importancia metafísica y religiosa, consecuencia de lo que significó en épocas remotas.
Básicamente, seguían considerando a la enfermedad resultado del pecado y la impureza moral.
Suponía un alejamiento de la divinidad que merecía el correspondiente castigo. El síntoma
corporal era una consecuencia secundaria de la impureza primaria. De esta manera, la
indulgencia y absolución corrían parejas a la curación y convalecencia. Durante esta época, los
sacerdotes comprendieron bien cómo la música podía influir sobre el hombre para bien o para
mal, aunque éste careciera de educación, por lo que florecieron los santuarios a los que se
atribuían poderes de curación o alivio de las enfermedades. La aceptación del dolor y de la
enfermedad, para los cuales había poco alivio por aquel entonces, debía ser sublimada por
algún medio espiritual o místico como la música. Ésta se vuelve, por tanto, en elemento
indispensable del ritual, la liturgia y las procesiones, convirtiéndose en una experiencia religiosa
colectiva que afectaba a cada uno de los participantes, tal y como sucede hoy día en Lourdes.
En fuentes medievales, tanto árabes como judías, se narra a menudo como se llamaba a los
músicos para aliviar los dolores de los enfermos en el hospital. Así mismo, se han hallado
ilustraciones en manuscritos hebreos con la figura del laudista sentado en las antesalas de los
médicos.
Durante el Renacimiento (s.XIV-XVI), época de gran dinamismo y creatividad, a pesar de que
todavía arrastraban las viejas creencias acerca de la salud y la enfermedad, especialmente en
lo relativo a los trastornos mentales que seguían siendo atribuidos a una posesión por el mal,
algunos médicos empezaron a vislumbrar que tales ideas eran contrarias a la razón y a la
naturaleza.
Los nuevos descubrimientos de anatomía dieron al hombre un concepto racional sobre el
cuerpo, abriendo paso a la medicina científica moderna. Este progreso repercutió sobre todos
los medios curativos, incluso sobre la utilización de la música en medicina.
La música comenzó a ser un medio importante de autoexpresión individual y de comunicación
entre compositores, intérpretes y oyentes. Desempeñaba una influencia civilizadora y reunía a
gentes de todos los estratos sociales.
Arnau de Vilanova, autor español (1240-1311), escribió sobre el auténtico sentido y valor de la
Musicoterapia aduciendo que no servía para curar todo tipo de enfermedades, sino como
fuerza modificadora del estado de ánimo, lo cual es la mejor ayuda para que los remedios
físicos, farmacológicos o psicológicos sean eficaces, ya que es innegable la influencia del
espíritu sobre el cuerpo y viceversa. De ahí la razón de ser de la medicina psicosomática.
En el s. XV, el pintor Hugo Van der Goes, fue conducido a Bruselas donde se le trató con
música para curarle de una depresión nerviosa.
En este mismo siglo, Marsilio Ficino se esforzaba en dar una explicación física a los efectos de
la música, uniendo la filosofía, medicina, música, magia y astrología. Aconsejaba ejecutar e
inventar aires musicales a las personas que padecían melancolía.
Ambrosio Paré, cirujano francés de s. XVI, célebre por haber introducido la ligadura de las
arterias y venas como sustituto del hierro candente para cortar las hemorragias, cerraba cada
una de las historias clínicas con esta frase: "Yo lo atendía y Dios lo curó". A pesar de poseer
una mente científica muy avanzada para su época, creía que el tratamiento médico no bastaba
para curar la enfermedad y que era necesario el auxilio divino. Sin embargo, prescribía el uso
de la música durante la convalecencia.
Oliva de Sabuco (s. XVI) consideraba que la música era capaz de modificar el estado de ánimo
del enfermo y que su poder radicaba en actuar sobre la psique humana influyendo sobre su
parte psicológica. Adelantándose a su tiempo, introduce la idea de la importancia de que el
músico terapeuta no se limite únicamente al empleo de la música, sino que ésta precisa del
apoyo de buenas palabras, o psicoterapia de apoyo, junto con un conocimiento lo más
profundo posible del enfermo.
También habla del efecto contraproducente de los sonidos excesivos y desagradables, que
puede derivar en enfermedades mentales y desequilibrios nerviosos temporales que se
traducen en dolencias físicas, accidentes, riñas y otras desgracias.
El médico de Enrique IV, André du Laurens (1550-1609), ya señaló la capacidad de la música
para hacer cambiar el estado de ánimo y para luchar contra la melancolía.
Por la misma época Bartolomé de Granville recomendaba escuchar música vocal e
instrumental como tratamiento en trastornos maníacos. Autores como Mersenne, incluyeron
capítulos de Musicoterapia en sus escritos y médicos como Pinel, Esquirol, Leuret, Dupré,
Nathan o Bourneville, investigaron la utilización de la música en sus tratamientos.
El Barroco ( s. XVII-XVIII) fue una época enormemente creativa en música. Desde el s. XVII,
los médicos empiezan a contemplar el valor terapéutico de la música en términos de fisiología y
psicología. Encontramos gran cantidad de estudios y tratados para probar que las vibraciones
musicales sutilizan y atenúan las espesas materias de la atrabilis (secreción del hígado,
amarilla y amarga que activa la digestión). En 1650, el padre Atanasio Kircher dijo que si la
música no puede curar todas las enfermedades, por lo menos influía favorablemente en las que
provenían de la bilis amarilla y la atrabilis.
En el s. XVIII ya encontramos cierto material de investigación sobre los efectos puramente
fisiológicos de la música, como por ejemplo, diversos estudios realizados de los efectos de la
música sobre las fibras del organismo, atribuyéndole un efecto triple: calmante, incitante y
armonizante. Investigaron sobre la relación entre los ritmos corporales y la música, el pulso y el
tiempo musical.
Richard Browne, en su libro "Medicina música", describe como el canto influye en el
movimiento del corazón, la circulación de la sangre, la digestión, los pulmones y la respiración,
ya que al cantar, la presión del aire sobre los pulmones es mayor que en la espiración común.
Recomienda el canto en casos de asma crónica, en los intervalos entre ataques, para prevenir
recaídas o aliviar el paroxismo. Sin embargo lo considera contraindicado en casos de pleuresía,
neumonía o cualquier trastorno inflamatorio.
El padre Antonio José Rodríguez (1709 -1781), monje cisterciense, es el autor de la primera
obra española de Musicoterapia con inquietudes científicas. Partiendo de la medicina
tradicional, considera que la música, como elemento físico y armónico, es capaz de modificar el
estado de ánimo y, a través de él, influir sobre los humores corpóreos, o sea, sobre las
funciones fisiológicas. Intuye que la música cura únicamente las enfermedades debidas a
anomalías en el estado de ánimo
También describe la importancia de personalizar la música y el instrumento, adecuándolos a la
personalidad, necesidades físicas y psíquicas de la persona en concreto. Aquí vislumbramos el
antecedente de la sesión de musicoterapia.
Durante el Romanticismo (s. XIX), existen muchos estudios para ver como afecta la música en
el hombre, ya que la aplicación creciente de tratamientos médicos a enfermedades mentales y
físicas, despierta en los médicos un gran interés por los medios terapéuticos auxiliares.
Pargeter (1760-1810), fue uno de los primeros médicos en comprender que era necesario un
conocimiento específico de la música para dosificar su empleo terapéutico, además de
considerarla una verdadera ciencia.
El médico y escritor Rafael Rodríguez Méndez (1845 - 1919), entre otras cosas, fue director del
manicomio de Sant Boi de Llobregat (Barcelona). Creía y declaraba abiertamente el uso de la
música y el canto en terapéutica, tanto es así, que uno de los primeros pasos que dio como
director del manicomio fue organizar una orquesta toda compuesta de enfermos. Describía que
era conveniente aplicarla en casos de maníacos agudos y crónicos, dementes, en las neurosis
y depresiones nerviosas e incluso llegó a curar a un paciente de su mutismo haciéndole cantar
en el coro.
José de Letamendi (finales del s. XIX), médico eminente, escritor, poeta, músico y pintor,
catedrático de Anatomía de la Universidad de Barcelona y posteriormente decano de la
Facultad de Medicina de la Universidad de Madrid, eligió la composición musical como alivio
físico, ya que no curativo, mientras atravesaba un largo periodo de sufrimiento contra el cual
nada pudieron los remedios ordinarios. Su testimonio es muy valioso por proceder de una
eminencia en el campo
de la medicina.