Desnutricion Hospitalaria

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UNIVERSIDAD DE GUAYAQUIL

FACULTAD DE CIENCIAS MÉDICAS


CARRERA DE MEDICINA

MATERIA
NUTRICIÓN

TEMA
DESNUTRICIÓN HOSPITALARIA

DOCENTE
DRA. MARTHA MONTALVAN

GRUPO 16

ESTUDIANTE
CARPIO OCHOA GÉNESIS BELÉN

CURSO
QUINTO SEMESTRE

GUAYAQUIL – ECUADOR
2018 – 2019
Desnutrición Hospitalaria

Según el Manual Internacional de Clasificación de Enfermedades de la Organización

Mundial de la Salud (OMS), la desnutrición es una complicación médica potencial pero

prevenible e influye sobre el resultado de los tratamientos. En el ámbito hospitalario, los

pacientes malnutridos son más susceptibles de prolongar su estancia ya que se les asocia un

incremento de la incidencia de infecciones y un retraso en la cicatrización de las heridas,

entre otras consecuencias. Todos estos signos se ven agravados en el caso de los ancianos,

que pueden presentar el síndrome de inmovilismo, un deterioro rápido de la funcionalidad y

de la independencia en su movilidad.

En los países desarrollados la desnutrición es aceptada como un factor común en la práctica

clínica durante las estancias hospitalarias. A la desnutrición, que puede darse en mayor o menor

grado antes incluso del ingreso en un centro sanitario, se le atribuye un aumento de la estancia

hospitalaria, morbilidad y mortalidad en los pacientes hospitalizados, debido al alto riesgo de

complicaciones como infecciones, flebitis, embolismo pulmonar, fallo respiratorio, alto riesgo

de padecer úlceras por presión y baja tasa de cicatrización de heridas. Todo ello origina un

incremento considerable de los costes sanitarios y sociales.

Diferentes estudios han puesto de manifiesto la escasa atención concedida al estado

nutricional en la historia y práctica clínica, lo que determina el desconocimiento de las

condiciones del paciente en el momento del ingreso en el hospital y, por tanto, la imposibilidad

de prevenir la malnutrición hospitalaria. La valoración nutricional debe formar parte integral

de toda evaluación clínica con el fin de identificar pacientes que requieren un soporte

nutricional agresivo y temprano. Con ello se disminuirían los riesgos de morbimortalidad

secundarios a la desnutrición preexistente en los pacientes.


Los primeros trabajos al respecto fueron publicados en 1936. Según los resultados, los

pacientes que habían sufrido una pérdida de peso superior al 20% presentaban una tasa de

mortalidad 10 veces mayor que los que conservaban un peso normal. Después de 70 años, la

realidad muestra que no se han hecho grandes avances. Estudios realizados en 1997, mostraron

una prevalencia de malnutrición entre los pacientes hospitalizados de entre el 45% y el 62%

dependiendo del método de evaluación (mediante valores antropométricos o bioquímicos,

respectivamente).

Según otros análisis publicados recientemente, un 75% de enfermos hospitalizados con

valores de células sanguíneas indicativas de malnutrición normales presentaron durante su

ingreso disminución en alguno de dichos marcadores. Hay que tener en cuenta que la tercera

edad es el principal factor de riesgo para sufrir desnutrición, una situación que padece el 10%

de los mayores de 65 años no hospitalizados. En esencia, como resultado de los cambios

fisiológicos que surgen a medida que envejecemos debido a la aparición de un paquete de

alteraciones fisiológicas como disminución de la actividad física, problemas dentales y de

deglución, alteraciones sensoriales (gusto, olfato) y problemas mentales como el aislamiento

social o la pérdida de memoria.

Enfermedad y desnutrición

Un paciente hospitalizado tiene per se factores de riesgo desde el punto de vista

nutricional debido, en parte, a la dinámica de los centros hospitalarios: ayunos dilatados por

pruebas diagnósticas que frecuentemente se retrasan o sueroterapia prolongada mientras se

espera que el paciente recupere el tránsito intestinal o la tolerancia a alimentos sólidos. Hay

que recordar que la sueroterapia sólo aporta al organismo agua y electrolitos de forma

intravenosa. Si esta situación se dilata, cabría la necesidad de plantearse la nutrición enteral o

parenteral, que se administra mediante sondas que llegan a cavidad gástrica o intestino o por
vía endovenosa, respectivamente. Además, este tipo de alimentación incluye en su

composición carbohidratos, proteínas, vitaminas y oligoelementos, entre otros componentes.

Otro aspecto a tener en cuenta es el estado hipercatabólico que sufre la persona enferma, o

lo que es lo mismo, un proceso acelerado centrado en la producción de energía para la

realización de las actividades físicas externas e internas. El catabolismo implica también el

mantenimiento de la temperatura corporal con la degradación de las moléculas químicas

complejas (glúcidos, lípidos y proteínas) en sustancias más sencillas (ácido acético,

amoníaco, ácido láctico, dióxido de carbono o urea), que constituyen los productos de

desecho expulsados del cuerpo a través de los riñones, el intestino, los pulmones y la piel.

Por otra parte, estas necesidades basales se ven aumentadas en situaciones especiales como

sangrado activo, fiebre elevada, diarrea y vómitos. Existen situaciones agudas (intervenciones

quirúrgicas, anemias, hemorragias, enfermedades crónicas, úlceras cutáneas), convalecencia

y afecciones del aparato locomotor en que el organismo requiere un elevado proceso de

regeneración tisular y síntesis proteica para llegar a la recuperación.

Bibliografía

Arboix, M. (29 de mayo de 2006). Consumer. Desnutrición hospitalaria. Recuperado de

http://www.consumer.es

Waitzberg, D; Ravacci, G; Raslan, M. Scielo. Desnutrición hospitalaria. Nutrición

Hospitalaria Vol.26 no.2 Recuperado de http://scielo.isciii.es

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