Jetemias y El Alfarero
Jetemias y El Alfarero
Jetemias y El Alfarero
La forma en que tiernamente el Señor dio forma a la vida del profeta Jeremías nos
recuerda que también puede dar forma a la nuestra.
Él fue el profeta que presenció algunos de los días más tenebrosos de la iniquidad
de Israel, pero a pesar de ello reconoció las manos habilidosas del Maestro alfarero,
que moldeó su carácter y lo convirtió en una hermosa obra de arte. Los hechos de
su vida nos recuerdan la necesidad de depositar toda nuestra vida, sin importar lo
difícil que pueda ser, en las manos amorosas del Señor.
Su Llamamiento a Servir
Jeremías nació en la ciudad de Anatot, a unos cinco kilómetros al nordeste de
Jerusalén. Su padre, Hilcías, era “de los sacerdotes que estuvieron en Anatot, en
tierra de Benjamín” ( Jeremías 1:1). Siendo joven, el Señor lo llamó a ser Su
profeta: “…a todo lo que te envíe irás tú, y dirás todo lo que te mande” ( Jeremías
1:7). Al principio se resistió a la con anza que el Señor había depositado en él: “…
no sé hablar, porque soy niño” ( Jeremías 1:6), pero el Señor era consciente de su
potencial: “Antes que te formase en el vientre te conocí… te di por profeta a las
naciones” ( Jeremías 1:5).
De igual modo, el Señor nos conoce a cada uno y nos ha escogido para venir a la
vida terrenal en el tiempo y el lugar más adecuado para nosotros, y nos moldea a
través de los llamamientos para servir en el hogar o en la Iglesia. Mi esposa y yo
aumentamos nuestro aprecio por este principio cuando se nos llamó a presidir la
Misión Fidji Suva. No hablábamos inglés con uidez y mi esposa estaba
particularmente desanimada. Al ser apartada, ella recibió una bendición especial
referente a este don; estudiaba mucho y practicaba inglés en casa y con los
misioneros. Pronto pudo dirigirse en inglés a los misioneros en las conferencias de
zona en Fidji, Vanuatu y Kiribati; por otro lado, enseñó francés a los misioneros
que servían en Nueva Caledonia. Ella tenía la impresión de que el Señor la había
llamado a servir a la gente de ambas lenguas, así que necesitaba hablarlas. Esa
experiencia la ha moldeado y bendecido a ella, a nuestra familia y a la gente a la
que ha tenido la oportunidad de enseñar, aun cuando su inglés tenga un ligero
acento francés.
Su Moldeamiento
Un factor principal del moldeado de la vida de Jeremías fue su exibilidad, es
decir, su disposición para someterse a los mandamientos de Dios, para ser exible
al escoger libre y repetidamente hacer la voluntad de Dios en vez de la suya. La
humildad, la obediencia, la fe y el ser libres del orgullo son cualidades del carácter
que fomentan la cualidad de ser moldeable. El Maestro alfarero probó con
frecuencia la disposición que Jeremías tenía para ser obediente.
En una ocasión, el Señor le mandó a Jeremías que comprara una vasija de barro,
que la rompiera delante de los líderes del pueblo y que luego profetizara con
audacia: “…Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Así quebrantaré a este pueblo y a
esta ciudad, como quien quiebra una vasija de barro, que no se puede restaurar
más” ( Jeremías 19:11; véase 19:1–15). Para cumplir con esta asignación de hacer
una denuncia tan osada de los líderes gubernamentales, Jeremías tuvo que
obedecer con valentía y poner a un lado cualquier interés en su propia seguridad.
Entonces la palabra del Señor vino a Jeremías para convertirse él mismo en una
lección. Se le mandó que tomara un listón y unas correas para hacerse un yugo y
ponérselo al cuello en presencia del rey Sedequías y del cuerpo diplomático de
Jerusalén. ¡Qué espectáculo tan extraño debió haber sido Jeremías ante esos
hombres de gran in uencia y poder! Jeremías les dijo que si no se inclinaban y
servían voluntariamente al rey de Babilonia, como bueyes con un yugo, el Señor
los destruiría (véase Jeremías 27:1–11).
Jeremías fue arrojado a una cisterna que hacía las veces de mazmorra, para que
muriese de hambre. Las cisternas son cavidades en forma de pera excavadas en la
roca, cuyo objeto es recoger y almacenar el agua. Con el correr de los años, los
sedimentos se habían ido acumulando en el fondo de la cisterna, hasta que era tal
la cantidad, que “se hundió Jeremías en el cieno” ( Jeremías 38:6). De no ser por el
valor y el servicio cristiano de Ebed-melec, un etíope siervo del rey, Jeremías habría
muerto sin remedio (véase Jeremías 38:7–13; véase también 1 Ne 7:14).
Vasos de Honor
El 19 de diciembre de 1841, el Quórum de los Doce Apóstoles se reunió en la casa
del profeta José Smith. De acuerdo con las minutas tomadas por Wilford Woodru ,
“el élder Heber C. Kimball predicó… sobre el barro en las manos del alfarero, en
cuanto a que cuando se estropea, es retirado de la rueda y echado de nuevo al
molino para ir en la próxima tanda, y que era un vaso de deshonra; pero que todo
barro bien formado en las manos del alfarero… era un vaso de honor” 3.
Jeremías fue un profeta que en verdad testi có de Cristo (véase Helamán 8:20). El
Salvador mismo empleó sus palabras para enseñar y profetizar durante Su
ministerio terrenal. Su vida fue un vaso de honor, un ejemplo de servicio,
moldeamiento y longanimidad para los santos de hoy día.
También nuestra vida puede ser un vaso de honor, una obra de hermosura en las
manos del Maestro alfarero si respondemos a Su llamado, somos moldeables en
Sus manos y aprendemos de las cosas que padecemos.
El élder Jean A. Tefan es un Setenta Autoridad de Área que sirve en el Área Islas
del Pací co.