Como Obtuvimos La Biblia

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Cómo Obtuvimos La Biblia

Desde que Eva enfrentó el ataque de duda y negación por parte de Satanás (Gn. 3:1–7), la
humanidad ha continuado con el cuestionamiento de la Palabra de Dios. Desdichadamente, Eva
tuvo poca o ninguna ayuda para distinguir y evadir sus obstáculos intelectuales para tener una fe
plena en la revelación que Dios dio de sí mismo (Gn. 2:16, 17).

En la actualidad, las Escrituras ciertamente tienen más que suficiente contenido para ser
cuestionadas, considerando que están constituidas por 66 libros, 1.189 capítulos y 31.173
versículos. Cuando ha abierto su traducción en español para leer o estudiar, es posible que se
haya preguntado alguna vez en el pasado o se esté haciendo la siguiente pregunta en este
momento: “¿Cómo puedo estar seguro de que esta es la Palabra de Dios pura y verdadera?”

Una pregunta de este tipo no es del todo mala, especialmente cuando uno busca aprender con una
mente que quiere instruirse (Hch. 17:11). Las Escrituras invitan a que se haga el tipo de
preguntas que un estudiante formule. Una multitud de preguntas pueden inundar la mente, tales
como:

• ¿De dónde vino la Biblia?

• ¿De quién es el pensamiento que refleja?

• ¿Se perdió algún libro de la Biblia en el pasado?

• ¿Qué es lo que las Escrituras dicen acerca de sí mismas?

• ¿Sostiene sus declaraciones por lo que hace?

• ¿Quién escribió la Biblia: Dios o el hombre?

• ¿Han sido protegidas las Escrituras de corrupción humana a lo largo de los siglos?

• ¿Qué tan cerca de los manuscritos originales están las traducciones de hoy día?

• ¿Cómo llegó la Biblia a nuestro tiempo y a nuestro idioma?

• ¿Existen más Escrituras que están por venir, más allá de los 66 libros actuales?

• ¿Quién determinó y sobre qué base, que la Biblia estaría compuesta por la lista tradicional
de 66 libros?

• Si las Escrituras fueron escritas durante un período de 1.500 años (ca. 1405 a.C. al 95
d.C.), transmitidas desde entonces por casi 2.000 años, y traducidas a varios miles de idiomas,
¿qué previno que la Biblia fuera cambiada por el descuido o motivos malos de los hombres?

• ¿En realidad merece la Biblia en nuestro día el título de “La Palabra de Dios”?

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Sin duda alguna, estas preguntas han bombardeado la mente de muchos. Únicamente el estudio
de las Escrituras responde a todas las preguntas, al grado que no hay necesidad de ser molestados
por ellas nunca más. Las Escrituras proveen esta certeza.

Las Declaraciones Que Las Escrituras Hacen De Sí Mismas

Tome la Biblia y deje que hable por sí misma. ¿Dice ser la Palabra de Dios? ¡Sí! Más de 2.000
veces en el Antiguo Testamento tan solo, la Biblia afirma que Dios habló lo que está escrito en
sus páginas. Desde el principio (Gn. 1:3) hasta el fin (Mal. 4:3) y continuamente a lo largo del
AT, esto es lo que afirman las Escrituras.

La frase “La Palabra de Dios” ocurre más de 40 veces en el Nuevo Testamento. Es equiparada
con el Antiguo Testamento (Mr. 7:13). Es lo que Jesús predicó (Lc. 5:1). Fue el mensaje que los
apóstoles enseñaron (Hch. 4:31; 6:2). Fue la Palabra que los samaritanos recibieron (Hch. 8:14)
como fue dada por los apóstoles (Hch. 8:25). Fue el mensaje que los gentiles recibieron como fue
predicado por Pedro (Hch. 11:1). Fue la Palabra que Pablo predicó en su primer viaje misionero
(Hch. 13:5, 7, 44, 48, 49; 15:35, 36). Fue el mensaje predicado en el segundo viaje misionero de
Pablo (Hch. 16:32; 17:13; 18:11). Fue el mensaje que Pablo predicó en su tercer viaje misionero
(Hch. 19:10). Fue el enfoque de Lucas en el libro de los Hechos al esparcirse rápida y
ampliamente (Hch. 6:7; 12:24; 19:20). Pablo fue cuidadoso en decirle a los corintios que él habló
la Palabra como fue dada por Dios, que no había sido adulterada y que era una manifestación de
la verdad (2 Co. 2:17; 4:2). Pablo reconoció que fue la fuente de su predicación (Col. 1:25; 1 Ts.
2:13).

Los Salmos 19 y 119, junto con Proverbios 30:5–6, hacen afirmaciones poderosas de la Palabra
de Dios que la apartan de cualquier otra instrucción religiosa que se ha llegado a conocer en la
historia de la humanidad. Estos pasajes afirman que la Biblia es sagrada (2 Ti. 3:15) y santa (Ro.
1:2).

La Biblia afirma que tiene autoridad espiritual definitiva en doctrina, reprensión, corrección e
instrucción en justicia porque representa la Palabra inspirada del Dios Todopoderoso (2 Ti. 3:16,
17). Las Escrituras afirman su suficiencia espiritual, a tal grado que aseguran ser exclusivas para
su enseñanza (cp. Is. 55:11; 2 P. 1:3, 4).

La Palabra de Dios declara que es inerrante (Sal. 12:6; 119:140; Pr. 30:5a; Jn. 10:35) e infalible
(2 Ti. 3:16, 17). En otras palabras, es verdadera y por lo tanto, digna de confianza. Todas estas
cualidades dependen del hecho de que las Escrituras son dadas por Dios (2 Ti. 3:16; 2 P. 1:20,
21), lo cual garantiza su calidad en la fuente y en su escritura original.

En las Escrituras, la persona de Dios y la Palabra de Dios están relacionadas entre sí por todos
lados, a tal grado que lo que es verdadero acerca de la persona de Dios es verdadero acerca de la
naturaleza de la Palabra de Dios. Dios es verdadero, impecable y confiable; por lo tanto, así

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también lo es su Palabra. Lo que una persona piensa de la Palabra de Dios, en realidad refleja lo
que piensa acerca de Dios.

De esta manera, las Escrituras pueden exigir esto de sus lectores.

“Y te afligió, y te hizo tener hambre, y te sustentó con maná, comida que no conocías tú, ni tus
padres la habían conocido, para hacerte saber que no sólo de pan vivirá el hombre, mas de todo
lo que sale de la boca de Jehová vivirá el hombre.” Deuteronomio 8:3

“Del mandamiento de sus labios nunca me separé; guardé las palabras de su boca más que mi
comida.” Job 23:12

El Proceso De Publicación

La Biblia no espera que sus lectores especulen en referencia a cómo es que estas cualidades
divinas fueron transferidas de Dios a su Palabra, sino que más bien se adelanta a las preguntas
con respuestas convincentes. Toda generación de escépticos ha atacado las afirmaciones que la
Biblia hace de sí misma, pero las propias explicaciones y respuestas de la Palabra de Dios han
sido más que suficientes para el reto. La Biblia ha atravesado por el proceso de publicación de
Dios al ser dada a la raza humana y distribuida entre ella. Sus diferentes características se
explican a continuación:

Revelación

Dios tomó la iniciativa de descubrir o revelarse a sí mismo a la humanidad (He. 1:1). Los medios
variaron; algunas veces fue a través del orden creado, otras por medio de visiones / sueños o de
profetas que hablaban. No obstante, los descubrimientos más completos y comprensibles de sí
mismo, se llevaron a cabo mediante las proposiciones de las Escrituras (1 Co. 2:6–16). La
Palabra de Dios revelada y escrita es única ya que es la sola revelación de Dios completa y que
tan claramente declara la pecaminosidad del hombre y la provisión por parte de Dios del
Salvador.

Inspiración

La revelación de Dios fue captada en los escritos de la Biblia por medio de la “inspiración”. Esto
tiene más que ver con el proceso mediante el cual Dios se reveló a sí mismo, que con el hecho de
su revelación de sí mismo. “Toda la Escritura es inspirada por Dios…” (2 Ti. 3:16) lo afirma.
Pedro explica el proceso: “entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de
interpretación privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los
santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo” (2 P. 1:20, 21). Por
este medio, la Palabra de Dios fue protegida de error humano en su registro original por el
ministerio del Espíritu Santo (cp. Dt. 18:18; Mt. 1:22). Una sección de Zacarías 7:12 lo describe
con claridad: “…la ley…las palabras que Jehová de los ejércitos enviaba por su Espíritu, por

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medio de los profetas primeros…” Este ministerio del Espíritu se extendió tanto a la parte (las
palabras) como al todo en los escritos originales.

Canonicidad

Debemos entender que la Biblia es de hecho un libro con un Autor divino, aunque se escribió a
lo largo de un período de 1.500 años mediante las plumas de casi 40 escritores humanos. La
Biblia comenzó con el relato de la creación de Génesis capítulos 1 y 2, escrito por Moisés
alrededor del 1405 a.C., y se extiende al relato de la eternidad futura de Apocalipsis capítulos 21
y 22, escrito por el apóstol Juan alrededor del 95 d.C. Durante este tiempo, Dios progresivamente
se reveló a sí mismo y sus propósitos en las Escrituras inspiradas. Pero esto da lugar a una
pregunta significativa: “¿Cómo sabemos cuáles escritos supuestamente sagrados tenían que ser
incluidos en el canon de las Escrituras y cuáles tenían que ser excluidos?”

A lo largo de los siglos, tres principios ampliamente reconocidos fueron usados para certificar
estos escritos que venían como resultado de revelación e inspiración divinas. En primer lugar, el
escrito tenía que tener un profeta o apóstol reconocido como su autor (o uno asociado con ellos,
como en el caso de Marcos, Lucas, Hebreos, Santiago y Judas). En segundo lugar, el escrito no
podía estar en desacuerdo o contradecir las Escrituras previamente reveladas. En tercer lugar, el
escrito necesitaba de un consenso general por parte de la iglesia como un libro inspirado. De esta
manera, cuando varios concilios se reunieron en la historia de la iglesia para considerar el canon,
no votaron por la canonicidad de un libro, sino que más bien reconocieron, después del hecho, lo
que Dios ya había escrito.

Con respecto al Antiguo Testamento, para el tiempo de Cristo todo el Antiguo Testamento había
sido escrito y aceptado en la comunidad judía. El último libro, Malaquías, había sido terminado
alrededor del 430 a.C. No solo el canon del Antiguo Testamento de la época de Cristo se
conforma al que ha sido usado a lo largo de los siglos, sino que no contenía los Libros apócrifos.
Dichos libros no son inspirados y son falsos. Este grupo de 14 escritos no genuinos fueron
escritos después de Malaquías y añadidos al Antiguo Testamento alrededor del 200–150 a.C., en
la traducción griega del Antiguo Testamento hebreo, llamada la Septuaginta (LXX). Tales libros
aparecen hasta hoy día en algunas versiones de la Biblia. No obstante, ni un pasaje de los Libros
apócrifos es citado por algún escritor del Nuevo Testamento, ni Jesús afirmó algo de ellos
conforme él reconocía el canon del Antiguo Testamento de su época (cp. Lucas 24:27, 44).

Para el tiempo de Cristo, el canon del Antiguo Testamento había sido dividido en dos listas de 22
o 24 libros respectivamente, cada una de las cuales contenía el mismo material como los 39
libros de nuestras versiones modernas. En el canon de 22 libros, Jeremías y Lamentaciones eran
considerados como uno, al igual que Jueces y Rut.

Las mismas tres pruebas clave de canonicidad que se aplicaron al Antiguo Testamento también
se aplicaron al Nuevo Testamento. En el caso de Marcos y Lucas / Hechos, los autores fueron
considerados, de hecho, los calígrafos de Pedro y Pablo respectivamente. Santiago y Judas

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fueron escritos por los medios hermanos de Cristo, mientras que Hebreos es el único libro del
Nuevo Testamento cuyo autor se desconoce. El contenido de este último libro está de tal manera
de acuerdo tanto con el Antiguo Testamento como con el Nuevo Testamento, que la iglesia
primitiva concluyó que debió haber sido escrito por un asociado apostólico. Los 27 libros del
Nuevo Testamento han sido universalmente aceptados ca. desde 350–400 d.C. como inspirados
por Dios.

Preservación

¿Cómo puede uno estar seguro de que la Palabra de Dios escrita, revelada e inspirada, que fue
reconocida como canónica por la iglesia primitiva, ha sido transmitida hasta este día sin pérdida
alguna de material? Además, debido a que una de las principales preocupaciones de Satanás es
atacar la Biblia, ¿han sobrevivido las Escrituras este ataque destructivo? En el principio, él negó
la Palabra de Dios a Eva (Gn. 3:4). Más tarde Satanás intentó distorsionar las Escrituras en su
encuentro con Cristo en el desierto (Mt. 4:6, 7). A través del rey Jehudí, él llegó a tratar de
destruir literalmente la Palabra (Jer. 36:23). La batalla por la Biblia es intensa, pero las Escrituras
han vencido y continuarán venciendo a sus enemigos.

Dios se adelantó a la malicia del hombre y de Satanás en contra de las Escrituras con promesas
divinas de preservar su Palabra. La existencia continua de las Escrituras está garantizada en
Isaías 40:8: “Sécase la hierba, marchítase la flor; mas la palabra del Dios nuestro permanece para
siempre” (cp. 1 P. 1:25). Esto quiere decir también que ninguna parte inspirada de las Escrituras
se ha perdido en el pasado ni espera volver a ser descubierta.

El contenido de las Escrituras será perpetuado, tanto en el cielo (Sal. 119:89) como en la tierra
(Is. 59:21). De esta manera, los propósitos de Dios como se publican en los escritos sagrados
nunca serán torcidos, ni en el más mínimo detalle (cp. Mt. 5:18; 24:25; Mr. 13:1; Lc. 16:17).

“Así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero,
y será prosperada en aquello para que la envié.” Isaías 55:11

Transmisión

Debido a que la Biblia con frecuencia ha sido traducida en muchos idiomas y distribuida a lo
largo del mundo, ¿cómo podemos estar seguros de que el error no se ha infiltrado, aunque sea de
manera no intencional? Conforme el cristianismo se esparcía, es verdad que las personas
deseaban tener la Biblia en su propio idioma, lo cual requería traducciones de los idiomas
originales en hebreo y arameo del Antiguo Testamento y en griego del Nuevo Testamento. El
trabajo de los traductores no solo proveyó oportunidad para el error, sino que la publicación, la
cual fue llevada a cabo mediante copias a mano hasta que la imprenta apareció cerca del año
1450 d.C., también dio lugar a posibilidades continuas de error.

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A lo largo de los siglos, los practicantes de la crítica textual, una ciencia precisa, han descubierto,
preservado, catalogado, evaluado y publicado una asombrosa cantidad de manuscritos bíblicos,
tanto del Nuevo como del Antiguo Testamento. De hecho, el número de manuscritos bíblicos
existentes está muy por encima del número de fragmentos que se preservan de cualquier otra
literatura antigua. Al comparar texto con texto, el crítico textual puede determinar con confianza
lo que contenía el escrito original profético / apostólico e inspirado.

Aunque copias existentes del texto hebreo antiguo principal (masorético) se remontan
únicamente al siglo décimo a.C., otras dos líneas de evidencia textual apoyaron la confianza de
los críticos textuales de que habían encontrado los originales. En primer lugar, el Antiguo
Testamento hebreo del siglo décimo a.C. puede ser comparado con la traducción griega llamada
la Septuaginta o LXX (ca. 200–150 a.C.; los manuscritos más antiguos en existencia se remontan
a ca. 325 d.C.). Hay una consistencia asombrosa entre los dos, lo cual habla de la precisión al
copiar el texto hebreo por siglos. En segundo lugar, el descubrimiento de los Rollos del Mar
Muerto en los años 1947–1956 (manuscritos que son fechados ca. 200–100 a.C.) probó ser
monumentalmente importante. Después de comparar los textos hebreos más antiguos con los
recientes, solo unas cuantas variantes mínimas fueron descubiertas, ninguna de las cuales cambió
el significado de cualquier pasaje. Aunque el Antiguo Testamento había sido traducido y copiado
por siglos, la versión más reciente era esencialmente la misma que las más antiguas.

Los descubrimientos del Nuevo Testamento son aún más decisivos porque una cantidad mucho
mayor de material está disponible para su estudio. Hay más de 5.000 manuscritos del Nuevo
Testamento griego, que van desde el testamento entero a extractos de papiro que contienen tan
poco como parte de un versículo. Unos cuantos fragmentos existentes se remontan a un período
de tiempo que va de 25 a 50 años de la escritura original. Los eruditos textuales del Nuevo
Testamento de manera general han concluido que: 1) 99, 99 por ciento de los escritos originales
han sido reclamados, y 2) de ese centésimo de uno por ciento, no hay variantes que afecten
substancialmente alguna doctrina cristiana.

Con esta riqueza de manuscritos bíblicos en los idiomas originales y con la actividad disciplinada
de críticos textuales para establecer con precisión casi perfecta el contenido de los autógrafos,
cualquier error que se haya infiltrado o perpetuado por las miles de traducciones a lo largo de los
siglos, puede ser identificado y corregido al comparar la traducción o copia con el original
reconstruido. Por este medio providencial, Dios ha cumplido su promesa de preservar las
Escrituras. Podemos descansar teniendo la certeza de que hay traducciones disponibles hoy día
que son dignas del título de: “La Palabra de Dios”.

En Resumen

Dios tuvo la intención de que su Palabra permaneciera para siempre (preservación). Por lo tanto,
su descubrimiento (revelación) escrito, proposicional, de sí mismo, fue protegido de error en su

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escritura original (inspiración) y recolectado en 66 libros del Antiguo y Nuevo Testamento
(canonicidad).

A lo largo de los siglos, decenas de miles de copias y miles de traducciones han sido producidas
(transmisión), las cuales dieron pie a que se infiltraran ciertos errores. No obstante, debido a que
hay una abundancia de manuscritos antiguos del Antiguo y Nuevo Testamento, la ciencia exacta
de la crítica textual ha podido reconstruir el contenido de los escritos originales (revelación e
inspiración), al grado extremo de 99, 99 por ciento, con el centésimo de uno por ciento restante
sin tener efecto en su contenido (preservación).

El libro sagrado que leemos, estudiamos, obedecemos y predicamos merece ser llamado sin
reservas la “Biblia” o “El Libro sin paralelo”, debido a que su autor es Dios y lleva las
cualidades de verdad total y de confiabilidad absoluta que caracterizan a su fuente divina.

¿Hay Más Por Venir?

¿Cómo sabemos que Dios no enmendará nuestra Biblia actual con un libro inspirado número 67?
O, en otras palabras: ¿Está cerrado el canon para siempre?

Los textos de las Escrituras advierten que nadie debe quitar o añadir a la Biblia (Dt. 4:2; 12:32;
Pr. 30:6). Reconociendo que libros canónicos vinieron después de estas advertencias, solo
podemos concluir que mientras que nunca se permitió omisión alguna, de hecho, se permitió que
los escritos autorizados e inspirados fueran añadidos para completar el canon protegido por esos
pasajes.

El texto más contundente que habla del canon cerrado es las Escrituras a la que nada ha sido
añadido por 1.900 años:

“Yo testifico a todo aquel que oye las palabras de la profecía de este libro: Si alguno añadiere a
estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro. Y si alguno quitare de
las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa
ciudad y de las cosas que están escritas en este libro.” Apocalipsis 22:18, 19

Varias observaciones significativas, cuando son tomadas colectivamente, han convencido a la


iglesia a lo largo de los siglos de que el canon de las Escrituras está de hecho cerrado y nunca
debe volver a abrirse.

1. El libro de Apocalipsis es único en las Escrituras ya que describe con detalles sin
paralelos los acontecimientos del fin de los tiempos que preceden la eternidad futura. Tal como
Génesis comenzó las Escrituras, al tener el papel de ser el puente colocado sobre el vacío que
existía entre la eternidad pasada y nuestra existencia de tiempo / espacio con el único relato
detallado de la creación (Gn. 1, 2), así también Apocalipsis es la transición del espacio / tiempo
de regreso a la eternidad futura (Ap. 20–22). Génesis y Apocalipsis, por su contenido, son las
tapas de las Escrituras y encajan de manera perfecta.

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2. Tal como hubo un silencio profético después de que Malaquías completó el canon del
Antiguo Testamento, así también hubo un silencio paralelo después de que Juan entregó
Apocalipsis. Esto lleva a la conclusión de que el canon del Nuevo Testamento fue entonces
también cerrado.

3. Debido a que no ha habido, ni hay en la actualidad, profetas autorizados o apóstoles ni


en el sentido del Antiguo Testamento ni del Nuevo, no hay autores potenciales de escritos
futuros, inspirados y canónicos. Nunca se le debe añadir algo a la Palabra de Dios, la cual fue
“una vez dada a los santos”, sino que debe de contenderse ardientemente por ella (Jud. 3).

4. De las cuatro exhortaciones a no distorsionar las Escrituras, solo la que está en


Apocalipsis 22:18, 19 contiene advertencias de juicio divino severo por desobediencia. Además,
Apocalipsis es el único libro del Nuevo Testamento que termina con este tipo de amonestación, y
fue escrito más de 20 años después de cualquier otro libro del Nuevo Testamento. Por lo tanto,
estos hechos señalan que Apocalipsis fue el último libro del canon y que la Biblia está completa;
añadirle o quitarle provocaría el desagrado severo por parte de Dios.

5. Finalmente, la iglesia primitiva, aquellos que estaban más cerca del tiempo de los
apóstoles, creyeron que Apocalipsis concluía los escritos inspirados de Dios, las Escrituras.

Entonces podemos concluir, basándonos en un razonamiento bíblico sólido, que el canon está y
permanecerá cerrado. No habrá un libro número 67 de la Biblia.

¿Cuál Es Nuestra Posición?

En abril de 1521, Martín Lutero apareció frente a sus acusadores eclesiásticos en la Dieta de
Worms. Le habían dado el ultimátum para que se retractara de su sólida fe en la suficiencia y
perspicuidad de las Escrituras. Se dice que Lutero respondió de la siguiente manera: “A menos
que esté convencido por las Escrituras y la razón simple, no acepto la autoridad de los Papas y
concilios, ya que se han contradicho entre sí mismos. Mi conciencia está cautiva a la Palabra de
Dios… ¡Dios me ayude! Esta es mi posición”.

Al igual que Martín Lutero, que nos levantemos por encima de las dudas interiores y
confrontemos las amenazas externas cuando la Palabra de Dios es atacada. Dios nos ayude a ser
defensores leales de la fe. Que permanezcamos de pie con Dios y las Escrituras únicamente.

La Biblia

Este libro contiene la mente de Dios, el estado del hombre, el camino de la salvación, la
perdición de los pecadores y la felicidad de los creyentes.

Su doctrina es santa. Sus preceptos tienen autoridad absoluta. Sus historias son verdad. Sus
decisiones son inmutables. Léala para ser sabio. Créala para ser salvo. Practíquela para ser santo.

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Contiene luz para dirigirlo, alimento para sustentarlo y consuelo para alentarlo. Es el mapa del
viajero, la vara del peregrino, la brújula del piloto y la espada del soldado. Aquí el cielo es
abierto y las puertas del infierno son descubiertas.

Cristo es el tema principal, nuestro bien su diseño y la gloria de Dios su fin. Debe llenar la
memoria, dominar el corazón y guiar los pies.

Léala lentamente, con frecuencia y en oración. Es una mina de riquezas, salud para el alma y un
río de bendiciones. Le es dada aquí en esta vida, será abierta en el juicio y está establecida para
siempre.

Demanda la responsabilidad más elevada, recompensará la labor más grande y condenará a todos
los que tomen a la ligera su contenido.

“Por lo cual también nosotros sin cesar damos gracias a Dios, de que cuando recibisteis la
palabra de Dios que oísteis de nosotros, la recibisteis no como palabra de hombres, sino según es
en verdad, la palabra de Dios, la cual actúa en vosotros los creyentes.” 1 Tesalonicenses 2:13

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