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La Calle, Un Espacio Deshumanizado

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Universidad Simón Bolívar

Departamento de Planificación Urbana


Taller de Urbanismo VII
Profesor: Anil Ramakrihsna
Estudiante: Yekarly Martinez 13-10830

LA CALLE, UN ESPACIO DESHUMANIZADO

Un punto de partida para conocer la ciudad es pensarla como espacio social y simbólico
percibido, vivido y apropiado por individuos y grupos diferentes, que tienen un papel activo
en la definición del orden urbano y en la producción de la forma, la estructura y las
actividades socioeconómicas y político-culturales (Lefebvre, 2013)

En la formación social y simbólica de la ciudad, el espacio público es un elemento


fundamental del orden urbano que, en su relación con el espacio privado, expresa la manera
como los habitantes usan y tienen acceso a los recursos sociales, y la relación entre éstos .Las
tensiones en esta relación tienen que ver con la tendencia de lo público a lo privado y con el
predominio de lo privado como interés general, lo que altera el sentido colectivo de lo público
como espacio de todos ,por lo mismo, al contrario de los edificios, que casi siempre
pertenecen a alguien, las calles en principio no pertenecen a nadie ,están repartidas, bastante
equitativamente, entre una zona reservada a los vehículos de motor, que se llama calzada, y
dos zonas, evidentemente más estrechas, reservadas a los peatones, que se llaman aceras,
cierta cantidad de calles están enteramente reservadas a los peatones, sea de manera
permanente o para ciertas ocasiones particulares. Se podría decir entonces que la calle es el
lugar de la acción, opuesto al trabajo y a la residencia, un lugar de exposición, de visibilidad
o de anonimato. Recordemos también que algunas de las actividades sociales más
significativas en la calle han sido y siguen siendo las manifestaciones políticas, sociales,
reivindicativas, las fiestas y el deporte en sus versiones más informales.
Hoy en día las calles de nuestras ciudades se van tornando hostiles, de día abarrotadas de
personas que van de un lado para otro, como desplazadas por gigantescas cintas
transportadora y de noche solitarias e inseguras. Desde hace tiempo tenemos la sensación de
que ya no nos pertenecen, de que estos espacios de la ciudad se han deshumanizado, han
dejado de ser los lugares donde se oficiaban los ritos de reunión, en ellos los vecinos se
encontraban, charlaban, pasaban las horas muertas en compañía de conocidos o
desconocidos, los individuos, las familias y los grupos de amigos trasladaban allá una parte
de su intimidad, aquella que podían mostrar al exterior sin vergüenza, sin miedo, porque se
trataba de unos espacios-hogar públicos, más amplios que los privados. Se volvió solo una
zona de transición, cada vez más intervenida, más programada, más diseñado y finalmente
más reglamentada, muchas veces vigilado por cámaras, con horarios, hasta llegar a perder
casi su condición de público, llegada al punto en que se volvió un espacio de transición que
perdió su esencia como lugar de encuentro, basta con acercarse hoy a cualquier espacio para
comprobar que aquellas formas de intercambio han ido en retirada. Muchas calles y plazas
se mantienen desoladas, en ellas unos y otros se cruzan en instantes fugaces que no permiten
ni siquiera un saludo, la mayoría se aísla del entorno a través de los auriculares que les
conectan a la radio, al aparato de mp3 o al iPod. Las plazas y parques se van convirtiendo en
sitios de transición al igual que la calle porque la verdadera estancia se ha trasladado a otros
espacios, ahora se producen virtualmente desde el Internet, o quizá alternativamente desde el
centro comercial llevándose acabo interacciones y charlas en donde se reproducen los hábitos
de concentración, intercambio y diálogo, consiguiendo desempeñar la función que la calle
deshumanizada ya no alcanza a cumplir.

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