RHN 139
RHN 139
RHN 139
DE
HISTORIA NAVAL
REVISTA
DE
HISTORIA NAVAL
CONSEJO RECTOR:
Presidente: Fernando Zumalacárregui Luxán, vicealmirante, director del Instituto
de Historia y Cultura Naval.
Vicepresidente
y Director: César Raúl Goday Buján, capitán de navío.
Redactor Jefe: José Antonio Ocampo Aneiros, coronel de Máquinas (R).
Vocales: José Cervera Pery, general auditor y periodista; Enrique Martínez
Ruiz, catedrático de Historia de la Universidad Complutense de
Madrid; Eduardo Bernal González-Villegas, capitán de navío, Depar-
tamento de Historia; José Ramón Vallespín Gómez, capitán de navío,
Departamento de Cultura Naval; Eduardo Brinquis Crespo, coronel de
Infantería de Marina, Departamento de Patrimonio Naval Sumergido;
Pedro Ramírez Quevedo, capitán de navío, Departamento de Cultura
Naval; José Antonio Ocampo Aneiros, coronel de Máquinas (R),
consejero-colaborador.
Redacción, Difusión y
Distribución: Ana Berenguer Berenguer; Delia Colazo Rodríguez.
Administración: Rocío Sánchez de Neyra Espuch; Manuel Ángel Gómez Méndez
DIRECCIÓN Y ADMINISTRACIÓN:
Instituto de Historia y Cultura Naval.
Juan de Mena, 1, 1.a planta.
28071 Madrid (España).
Teléfono: 91 312 44 27. https://publicaciones.defensa.gob.es/
Fax: 91 379 59 45.
c/e: [email protected]
IMPRIME:
Ministerio de Defensa.
Suscripción anual:
España y Portugal: 16 euros.
Resto del mundo: 25 euros.
Depósito legal: M. 16.854-1983. En esta edición se ha utilizado
papel 100% reciclado libre de
ISSN: 0212-467-X (edición en papel). cloro.
ISSN: 2530-0873 (edición en línea).
NIPO: 083-15-091-7 (edición en papel).
NIPO: 083-15-092-2 (edición en línea).
Impreso en España. - Printed in Spain.
Las opiniones emitidas en esta publicación son exclusiva responsabilidad de sus autores.
SUMARIO
Págs.
Francisco Javier Álvarez Laita es licenciado por la Escuela Superior de Ingenieros Industria-
les de la Universidad Politécnica de Madrid. Ha centrado su labor profesional en empresas de
consultoría, sector en el que acumula más de veinte años de experiencia, trabajando especial-
mente con la Administración Pública. También ha realizado y gestionado proyectos en Argenti-
na, Perú y Marruecos. En la actualidad es colaborador habitual de Infodefensa. Revista Españo-
la de Defensa y Marina Civil y de numerosas publicaciones periódicas centradas en esta
temática, como la Revista General de Marina, Fuerza Naval, War Heat y otras. Ha publicado
más de un centenar de artículos sobre temas navales y de artillería de costa, tanto históricos
como de actualidad. Es director del Archivo MdR Almirante de Castilla y autor de los informes
«Necesidades de control del espacio marítimo español. Hacia un servicio de guardacostas» y
«Perfiles IDS. Producción en España de buques y embarcaciones de vigilancia y patrulla», así
como de varios monográficos sobre buques no militares al servicio del Estado y sobre la histo-
ria de la artillería de costa en España.
Vicente Montojo Montojo es doctor en Historia Moderna. Técnico responsable del Archivo
General de la Región de Murcia y el Archivo Histórico Provincial de Murcia, numerario de la
Real Academia Alfonso X el Sabio y correspondiente de la Academia Andaluza de la Historia,
es licenciado en Geografía e Historia (Historia Medieval). Es investigador participante en
grupos y proyectos de investigación como «Familia y élites de poder en el Reino de Murcia»,
Nobilitas, Dyncoopnet (Dynamic Complexity of Cooperation-Based Self-Organizing Commer-
cial Networks in the First Global Age, de la European Science Foundation), NACOM (Nacio-
nes y Comunidades: perspectivas comparadas en la Europa Atlántica), ESME (Evolución de las
sociedades mercantiles en España). Sus publicaciones pueden consultarse en Dialnet, Research-
gate y Academia.edu.
José Antonio Ocampo Aneiros es coronel del Cuerpo de Máquinas de la Armada en situación
de retirado. Ha desempeñado destinos en mar y tierra. Especialista e instalaciones de vapor con
la tesis «Turbinas de vapor de alta presión» (1964), ha sido profesor en la ENM, coadjutor de
su jefe de estudios (1964-1969) y jefe de los servicios de máquinas de la Zona Marítima del
Mediterráneo (1978), así como director del Servicio de Publicaciones de la Armada y de la
Editorial Naval (1986-1994). Diplomado en Formación de Profesores (1965), Logística (1993)
y Genealogía y Heráldica (1990), es autor de varias monografías para alumnos de la ENM y de
De correcciones y correctores (2000), suplemento de la Revista de Historia Naval. Colabora-
dor de la Revista General de Marina ―de la que es premio Roger de Lauria con el artículo «E
Pluribus Unum. Antología de un epistolario inevitable» (1975)―, lo fue también del desapare-
cido rotativo barcelonés Noticiero Universal. A él se debe Proa. Revista Radiofónica del Mar
(Radio Mallorca, 1960) y es de destacar su intervención en «De la vela al vapor», episodio
quinto de la serie Océanos, hombres, mares, emitida por el canal público autonómico Televi-
sión de Galicia. José Antonio Ocampo es jefe de redacción de la Revista de Historia Naval
desde 1994 y consejero-colaborador del Instituto de Historia y Cultura Naval.
La REVISTA DE HISTORIA NAVAL es una publicación periódica trimes-
tral del Ministerio de Defensa, publicada por el Instituto de Historia y
Cultura Naval, centro radicado en el Cuartel General de la Armada en
Madrid, cuyo primer número salió en el mes de julio de 1983. Recoge
y difunde principalmente los trabajos promovidos por el Instituto y
realizados para él, procediendo a su difusión por círculos concéntricos,
que abarcan todo el ámbito de la Armada, de otras armadas extranjeras,
de la Universidad y de otras instituciones culturales y científicas,
nacionales y extranjeras. Los autores provienen de la misma Armada,
de las cátedras de especialidades técnicas y de las ciencias más hetero-
géneas.
C
OINCIDE el último número del año de la REVISTA DE HISTORIA NAVAL
con una plétora de destacadas conmemoraciones que celebran la histo-
ria de la Armada española. Esta entrega postrera de 2017 incluye un
nuevo artículo sobre la fundación de la Compañía de Guardias Marinas de
Cádiz en 1717, y un interesante y documentado trabajo acerca del traslado del
arsenal de Cavite a Olóngapo (bahía de Subic). Con este número 139 de la
REVISTA ve la luz un nuevo suplemento, cuyas páginas recogen un interesante
trabajo de investigación sobre la evolución de la formación del arsenal de
Cartagena, proceso en el que tuvo una destacada participación el teniente
general don Carlos Reggio y Gravina durante su ejercicio del mando del
departamento marítimo. Con el artículo, basado en una meritoria y exhaustiva
labor de archivo, el autor aporta cartografía y relevante documentación que
hasta ahora permanecía inédita.
Aprovechamos la ocasión para informar a nuestros lectores de que, con
motivo del tercer centenario del Cuerpo de Intendencia de la Marina española,
se celebrarán diversos actos conmemorativos. La serie dará comienzo el
próximo 29 de noviembre en el salón de actos de Cuartel General de la Arma-
da, donde se impartirán tres conferencias. Por último, deseamos señalar que,
en el marco de la celebración del primer centenario de la creación de la Avia-
ción Naval española, el próximo 5 de diciembre se inaugura en el Museo
Naval de Madrid la exposición temporal «Mar de alas», que en principio
permanecerá abierta al público hasta el 30 de junio de 2018.
INFORMACIÓN PARA LOS LECTORES
La edición electrónica de la Revista puede leerse, en diferentes
formatos, a través de las siguientes direcciones de INTERNET e
INTRANET:
INTERNET ARMADA
www.armada.mde.es
!Ciencia y Cultura
!Órgano Historia y Cultura Naval
!Instituto Historia y Cultura Naval
!Revista de Historia Naval
INTERNET MINISDEF
http:/publicaciones.defensa.gob.es
!Revistas
!Armada
App Revistas Defensa: disponible en tienda Google Play
http://play.google.com/store para dispositivos Android, y en App Store para
iPhones y iPads http://store.apple.com/es
INTRANET MINISDEF/ARMADA
http:intra.mdef.es
!Armada española
!Ciencia y Cultura
!Órgano Historia y Cultura Naval
!Instituto Historia y Cultura Naval
!Revista de Historia Naval
LA FUNDACIÓN DE LA COMPAÑÍA
DE GUARDIAS MARINAS
DE CÁDIZ EN 1717
Enrique de CARLOS BOUTET
Licenciado en Derecho
Resumen
Abstract
E
N la primavera de 1717 se fundó en Cádiz la Compañía de Guardias
Marinas (CGM), antecedente de lo que hoy es la Escuela Naval Militar.
La iniciativa fue de enorme trascendencia para la Armada española, ya
que constituiría la institución en que por vez primera se encauzó la formación
(5) Ibídem, p. 110.
(6) Ib., p. 126.
(7) WALKER, p. 128.
(8) RODRÍGUEZ VILLA, p. 22.
(9) PATIÑO, J.: «Exposición reservada», 1720, cit. ibídem, p. 23.
(10) WALKER, p. 128.
Retrato de Andrés de Pes. Óleo sobre lienzo Retrato de Felipe V, óleo s/lienzo por Miguel
de Antonio Torres Bru. Museo Naval, Madrid Jacinto Meléndez. Museo del Prado, Madrid
(24) «Depuis (…) heureuse union des deux Couronnes on a en Espagne toute l’attention
à l’uniformité dans la forme es la règle de l’art militaire à fin d’assurer, davantage le service des
deux Rois es pour établir plus fermement l’amitié et la bonne correspondance entre les deux
Nations; cette importante maxime s’est établie dans les troupes et le service de terre. Le Roy
d’Espe. désire que la même chose s’éxecute pour ce qui regarde la marine, mais pour y parvenir
on a besoin de commencer par les fondements et d’avoir les reglemens, ords. et Memoires de ce
qui s’observe en France touchant le service, la police, les règles à la mer et dans les ports, la
construction des vaisseaux et galères, les apointemens, soldes, rations, vivres, agrets, aparaux,
les amirautés, les académies, et autres dependances de la marine (…), Qu’y que l’on ait en
Espagne les anciennes ordonances qui y ont été faites et celles qui pratiquent les nations qui ce
sont plus distinguées dans cet art, neanmoins S.M.C. qui estime beaucoup plus les règlements
et ordonances du Roy, veut en établir de semblables dans les Etats à fin de lier plus étroitement
les deux Nations», en Archives Nationales de France (ANF), Marine, leg. B7, núm. 26, ff.
223v-224v. Copia de carta de Grimaldo a M. Pontchartrain, Aranjuez, 30 de junio de 1715.
«Señor Mío: Habiendo el rey (…) con motivo de haber dado principio al esta-
blecimiento de su Real Armada, resuelto establecer en ella un número de Cade-
tes, hijos de Oficiales que hayan servido en la misma Marina o en los oficios de
tierra con los grados de capitán inclusive en adelante o hijos de personas Nobles,
y que (…) sean (…) desde catorce hasta dieciocho años y no más, a fin de que,
empezando desde luego a servir en los vageles, se instruian en ellos y en las
(25) «Informe que en 8 de marzo de 1720 hizo el Sr. D. Andrés de Pes, tocante á los moti-
vos que hubo para que en el año de 1717 se hiciesen pasar de Sevilla á Cádiz la Casa de Contra-
tación y el Consulado», en CASTRO, p. 46.
(26) Archivo Histórico Municipal de Cádiz (AHMC), Actas Capitulares, lib. 76, p. 26.
(27) Como ya indicara GUARDIA, 1977, p. 271.
La nobleza había perdido en el siglo XVII gran parte del protagonismo que
había tenido en la oficialidad de la milicia en el XVI. La nobleza media y baja, la
de los hidalgos, tampoco parecía tener gran interés en la profesión militar. Las
limitaciones en sus quehaceres profesionales, debido a que no les estaba permi-
tido realizar multitud de actividades, unido a que no acudían tampoco al Ejérci-
to o a la Marina, provocaban una ociosidad que se había convertido en endémi-
ca. El deseo de involucrar a nobles e hidalgos en la milicia no era nuevo, pero
las tentativas en ese sentido en la segunda mitad del siglo XVII no resultaron
precisamente exitosas. En relación con la Marina, Patiño exponía en 1720 las
razones que motivaron el origen social de los cadetes establecido en 1717:
«Viendo la Nobleza de España sin carrera poco aplicada a seguir ninguna y en
una crianza que no la distinguía de la plebe; y conociendo que sus genios eran a
propósito para cualesquiera facultades a que se dirigiesen, se pensó en reducirlos a
(28) AMN, Ms. 580, Príncipe de Campo Florido, Carta al diputado de la nobleza. San
Sebastián, 28 de noviembre de 1716.
(29) «Instruccion para el Gobierno, Educazion, Enseñanza y Servicio de los Guardias
Marinas, obligación de sus oficiales y maestros de facultades», art. 19.
(30) AMN, Ms. 1181, ff. 67-73, «Copia del informe que redactó para S.M. el Sr. D. José
Patiño, Intendente General de la Marina de España, en el año de 1720, sobre la fundación y
progreso de la Compañía de Guardias Marinas». Otra copia en AMN, Ms. 580.
(31) MORALES MOYA, pp. 122-123.
(32) ANDÚJAR CASTILLO, p. 680.
(33) Real cédula de 7 de noviembre de 1704. Domínguez Ortiz sostiene que esta norma
contiene en germen las ideas básicas que presidieron la organización del ejército borbónico,
como que la nobleza debía ser el nervio de la milicia y el servicio militar obligatorio, en
DOMÍNGUEZ ORTIZ, p. 78.
(34) AMN, Ms. 1181, ff. 67-68.
(35) ARELLANO, p. 46.
impartiría. La Compañía estaba formada por tres oficiales y una serie de briga-
dieres y subrigadieres con mando sobre los cadetes. No por casualidad se elige a
un capitán vinculado a las Guardias de Infantería, cuya consideración elitista se
quería imitar; a un teniente que, proveniente de Caballería, tiene una sólida
experiencia en diferentes temas, y a un alférez muy destacado, sumamente inte-
resado en construcción militar, buen dibujante y con espíritu inquieto. De la
lectura de las Instrucciones no se desprende una subordinación de los maestros
de la Academia al comandante de la Compañía: ni en el artículo 6, en que se
trata del comandante y su relación con sus subordinados, ni en el 63, que versa
sobre el director de la Academia, ni en ningún otro. Más bien al contrario, en
este último artículo se especifica que el director dará cuenta al intendente gene-
ral de Marina. No están claras las razones de esta dualidad. Es cierto que el
modelo implicaba que los militares que dirigían la CGM no tenían los conoci-
mientos académicos adecuados en muchas disciplinas y las responsabilidades
eran diferentes, pero también lo es que los oficiales impartían determinadas
materias, por lo que debían de reportar al director por esa parte, y por tanto la
posibilidad del conflicto quedaba servida. Puede apuntarse como razón el deseo
de Patiño de controlar personalmente Compañía y Academia. Esta ineficiencia
sería un posible problema a resolver, y no se haría hasta la década de los
cincuenta del siglo XVIII. Las funciones de tesorería las realizaban los funciona-
rios de la Intendencia General de Marina. Para otras muchas cuestiones, Patiño
se apoyaba también en funcionarios dependientes de él.
(43) Existen tres ejemplares: dos en el AMN, Ms. 2423, ff. 34-75, y Ms. 1181, ff. 31-57,
y otro en el Archivo General de Simancas (AGS), Marina, leg. 3003, s.f. El texto del articulado
es el mismo, aunque puede haber ligeras variaciones, todos son de la misma fecha y van firma-
dos por Patiño. Las características más destacables de cada uno en comparación con los otros
ejemplares son:
― Ejemplar número 1: AMN, Ms. 2423, ff. 34-75. Tiene un prefacio que no hay en los
otros ejemplares, y el título, diferente de los otros, está tachado. La letra no es de escribano y
parece tratarse, a pesar de esta fechado y firmado, de un borrador. Con 42 páginas en total, su
título ―tachado― empieza «Instrucciones y ordenanzas particulares del año de mil setecientos
y diecisiete para la formación de este cuerpo de Guardias Marinas…».
― Ejemplar número 2: AMN, Ms. 1181, ff. 31-57. Se trata de una copia con letra más puli-
da, legible y pequeña y, sobre todo, concentrada en muchas menos páginas (veintisiete), lo que
denota que era ejemplar para ser usado en la propia CGM.
Instrucciones de Patiño
Materia Arts.
Organización militar 1-9
Sueldo, armamento y vestuario 10-14
Requisitos de admisión 15-17
Los tambores 18
La Compañía
Principal fin del Cuerpo 19
Horario de clases 20-28
Régimen disciplinario 29-40 y 70
El capellán y la doctrina sagrada 41
Revistas, embarcos, en plaza de guerra, carenas, ataques a Cádiz 66-69
Casas de la Academia 42
Formación en la AGM: maestros y materias 43-62
Matemáticas 44-51
Artillería 52-54
La Academia
Armas 55
Construcción de buques 56-57
Maniobra 58
― Ejemplar número 3: AGS, leg. 3003, s.f. Tiene 60 folios y se trata de un ejemplar con una
finalidad diferente, ya que se aprecia que es una copia realizada por un escribano, con letra más
grande y dejando más espacio entre líneas. Parece claramente una copia de uno de los anteriores.
Se pueden observar, incluso, algunas erratas en la trascripción; en el título, por ejemplo, donde
dicen los otros «y obligazion de sus ofiziales y maestros de facultades», este dice «y obligazion
de sus ofizios y maestros de facultades»; o en el importante artículo 19, en el que, donde los
anteriores ejemplares dicen «para que el Rey no solo consiga abilitar la nobleza de sus reynos»,
este dice, erróneamente, «para que el Rey no solo consiga habilidad la nobleza de sus reynos».
Danza 59
Fabricación de instrumentos náuticos 60-61
Inclinación de los GM 62
Fortificación militar 65
Dirección de la Academia 63
Sueldo de los maestros 64
Los oficiales de la CGM embarcados 72
Los GM embarcados:su consideración, formación y guardias 73-78
Formación a bordo 79-88
Formación Puesto de los GM en el buque en casos de combate o temporal 89
estando Permisos y desembarcos 99-91
embarcados Mando del buque faltando todos los oficiales 92
Régimen disciplinario en el buque 93-96
Manutención y alojamiento de los GM en el buque 97-98
Relación de conducta y aprovechamiento por el comandante 99
― Una primera requería la obtención del real decreto (56), para lo cual
el aspirante debía remitir a la Secretaría de Marina ―en el momento
inicial Secretaría de Guerra― un «Memorial» (57). Las Instruccio-
nes no especifican el contenido del mismo. Sin embargo, un impreso
posterior establecía: «Memoriales en la Corte: Basta expresar en
ellos los nombres, y méritos de sus padres, y distinción de sus fami-
lias, pero sin Instrumentos que lo justifiquen, respecto de reservarse
su conocimiento al examen, que ha de preceder à su admisión en la
Compañía» (58).
― Para obtener la plaza se debía presentar al ministro o intendente de
Cádiz encargado tanto el real decreto como la documentación que acre-
ditara los requisitos de hidalguía exigidos, y este procedería al asiento
«visto su R.l Decreto, y examinadas las circunstancias que deben concu-
rrir» (59).
Dependencias
(62) Ibídem.
(63) AHMC, Actas Capitulares, lib. 73, p. 139.
(64) GUILLÉN TATO, 1985, p. 53.
(65) Ibídem, p. 54.
(66) ÍDEM, 1961, p. 725.
(67) ARELLANO, p. 47.
(68) FRESNADILLO.
(69) AGS, Guerra Antigua, leg. 546, «Compendio histórico militar de la Plaza de Cádiz»,
1724.
(70) FIERRO CUBIELLA.
(71) FRESNADILLO, pp. 41-58.
(72) Una carta de un guardiamarina ruso habla de que los guardiamarinas estaban
«dispersos en diversos alojamientos», aunque no aclara si todos los cadetes (GUILLÉN TATO,
1972, p. 517). Por otro lado, el teniente de la CGM manifestaría en 1719: «En la armería del
Castillo de la pólvora donde vivo con otros Guardias Marinas…», en «Representación que hace
D. Joseph Marin…»
(81) Ibídem, Miguel Fernández Durán a Juan Francisco Manrique, p. 60; AMN, Ms. 1107.
(82) ANDÚJAR CASTILLO, p. 664.
(83) AMN, Ms. 1181, f. 61. En este documento se dice «1728».
(84) AHMC, Actas Capitulares, lib. 85, pp. 94-95.
(85) Ibídem, f. 69v.
(86) La instrucción de 1718 indica «a lo más», mientras que la copia de 1722 indica «a lo
menos», como ya indicara GUARDIA, 1967, p. 547.
(87) Instrucciones…, art. 1.
(88) Ibídem, art. 2. Curiosamente, en el borrador de 1717 figuraban tachados los grados
de coronel, teniente coronel y capitán, respectivamente. AMN, Ms. 2423, art. 2, f. 2.
(89) Aunque de la lectura de algunas cartas y documentos se deduce que el apelativo
comandante se refería al que en ese momento estuviera ejerciendo el mando. Así, debido a las
largas ausencias del capitán por su doble empleo, el teniente de la Compañía de Guardias Mari-
nas se convertía en comandante en ese tiempo.
(90) Instrucciones…, art. 6.
(91) Ibídem, art. 3.
(92) Exento era un empleo militar que se utilizaba en las Guardias de Corps, inferior al de
alférez y superior al de brigadier. Ibídem, art. 4.
(93) BLANCO NÚÑEZ, 2001, p. 69.
(94) Real cédula de 30 de mayo de 1722, una copia de la cual se encuentra en AMN, Ms.
2423, ff. 88-89.
(95) AMN, Ms. 1108.
(96) Instrucciones…, art. 5.
«El vestuario deberá consistir en una casaca de paño fino azul, forrada en
serguilla roja, con vueltas de grana, ojalada de pequeños ojales de oro, hasta la
cintura de ambos lados, y a la mitad de la cintura tres alamares de oro a cada lado
y atrás en la abertura otros tres. En los golpes del bolsillo tres ojales de oro, y en
cada una de las mangas, sobre la divisa otros tres con los botones de oro corres-
pondientes; la chupa será de escarlata fina con ojales de oro solo en un lado y en el
otro botones de lo mismo y aforro como el de la casaca; los calzones serán azules
del mismo paño que la casaca, y aforro de lienzo, las medias rojas de Inglaterra y
sombrero de medio castor» (110).
TACCOLI: Teatro Militare d’Europa, 1760. Biblioteca del Palacio Real de Madrid
Respecto al alto coste de los uniformes en Cádiz, Varas estableció que «el
vestuario se haga por el asiento y no por la economía (…) por haver de ser a
medida del cuerpo de los Guardias marinas que es esencial para su lucimien-
to», aunque posteriormente añadiría que los guardiamarinas que salieran de la
Compañía debían dejar su uniforme. Marín propuso que el primer uniforme se
costeara por las arcas reales, lo que rechazó Varas diciendo que «… ni debe
atenderse a la proposición del Comandante de que el Guardia Marina que
entrase a ocupar la Plaza del que sale pague nada pues vasta el ynconveniente
de que el hijo de un oficial pobre que entra no comiera en cuatro meses cosa
que le diesse substancia» (117), argumento difícilmente entendible. En el
Teatro Militare de 1760, obra de Alfonso Taccoli, se ve a un subrigadier
vistiendo el uniforme con arreglo a las Instrucciones, a pesar de estar dibujado
cuando ya se había cambiado la uniformidad (118). Tenían, además, para el
caso de ser embarcados, un
Marín pedía que el casacón fuera de «barragán azul bueno como los Guar-
dias de Corps, pues con él se conservan los uniformes les guarda del agua
quando llueve (…) se pasan y mojan presto» (120), lo que fue rechazado por
Conclusión
Bibliografía
ALÍA PLANA, Jesús María y Miguel, y SÁNCHEZ PRIETO, Ana Belén: Ordenanzas fundacionales
de la Armada Española. Port Royal, Madrid, 1997.
ALÍA PLANA, Miguel y Jesús María: Historia de los uniformes de la Armada española (1717-
1814). Instituto de Historia y Cultura Naval, Madrid, 1996.
ANDÚJAR CASTILLO, Francisco: «El ejército de Felipe V: Estrategias y problemas de una refor-
ma», en SERRANO, E. (coord.): Felipe V y su tiempo. Institución Fernando el Católico, Zara-
goza, 2004, pp. 661-682.
ARELLANO, Diego: «La Real Compañía de Guardias Marinas de Cádiz», en Revista General de
Marina, núm. 119, 1940, pp. 45-56.
BÉTHENCOURT MASSIEU, Antonio: Patiño en la política de Felipe V. Universidad de Valladolid-
CSIC, 1964.
BLANCA CARLIER, José María: La Marina en Cádiz (apuntes históricos). Caja de Ahorros de
Cádiz, 1987.
―: «La Escuela Naval Militar: su origen histórico», en Revista de Historia Naval, núm. 32,
1991, pp. 11-44.
BLANCO NÚÑEZ, José María: La Armada española en la primera mitad del siglo XVIII. Izar,
2001.
―: «Nacimiento y desarrollo de la Real Armada (1717-1793)», en GARCÍA HURTADO, M. (dir.):
La Armada española en el siglo XVIII: ciencia, hombres y barcos. Sílex, 2012, pp. 101-120.
BLAS Y OSORIO, José Manuel: «Las pruebas exigidas para ingresar en las Órdenes Militares y en
la Milicia: Real Armada (Compañía de Guardias Marinas) y en los Reales Ejércitos», en
Revista de Historia Naval, núm. 43, 1993, pp. 7-38.
BOLAÑOS MEJÍAS, Carmen: «La profesionalización del Ejército Real», en MARTÍNEZ PEÑAS, L.,
y FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ, M. (coords.): El Ejército y la Armada en el Noroeste de América:
Nootka y su tiempo, 2001, pp. 251-272.
CASTRO, Adolfo de: Vida del almirante don Andrés de Pes, Ministro de Marina. Imprenta de la
Revista Médica, Cádiz, 1879.
Resumen
Abstract
The study of the history of the Spanish Navy in the Philippines always
brings up the Cavite Arsenal. Everything seems to indicate that that establish-
ment was not fit to sustain the Spanish Navy units deployed in the distant
archipelago.
By the middle of the nineteenth century the construction on a new arsenal
was conceived, and the location selected as its site was Olongapo, at the
bottom of Subic Bay. The works to turn that wild place into an installation
with the capacity to build and sustain iron-hulled, steam-powered ships started
in 1885. On the other hand, it was required to develop the defenses, artillery
and mines, of the bay which would harbor the ships of the Fleet.
The Hispanic-American war upset this great naval project and put in the
hands of the American navy a naval establishment which has been employed
till the end of the twentieth century, and is now one of the main commercial
ports of the Philippines.
Key words: Philippine Islands, Luzón Island, Subic Bay, Cavite Arsenal,
Olopango Arsenal, Hispanic-American war.
C
OMO ya he comentado en algún otro trabajo, la presencia y actuación
de la Armada en Filipinas es uno de los temas menos estudiados de la
historia naval española. Dentro de este ámbito, lo relativo al traslado
del arsenal de Cavite, emplazado en las cercanías de Manila, a Olóngapo, en
la bahía de Subic (1), parece tener todas las características de un tema tabú.
A lo largo de este artículo se expone un conjunto de datos que considera-
mos de interés sobre el tema, sin intentar agotarlo. La pretensión es tan solo
abrir al conocimiento público un asunto poco conocido e invitar a otros auto-
res a que entren en el mismo con nuevas aportaciones.
(1) En algunos textos, tanto españoles como de Estados Unidos, aparece como «Subig».
(2) Algunas fuentes hablan del arsenal o arsenalillo de San Fernando. No disponemos de
ninguna información sobre el mismo. Es posible que se trate de otra denominación de las insta-
laciones de la Barraca.
(3) Ignacio María de Álava. La escuadra estaba formada por tres navíos y dos fragatas y
llegó desde España por el cabo de Hornos.
Carta de las ensenadas de Cañacao y Bacoor. Entre ambas puede verse el arsenal de Cavite.
(Real Academia de la Historia)
― Con los medios de la época era muy difícil impedir la entrada de una
flota enemiga en la bahía de Manila. La boca mayor tenía unos 9.700
metros de ancho.
― El arsenal se encontraba por delante de los fuertes que defendían la
capital del archipiélago. Casi no contaba con fortificaciones ni defensas
en el frente marítimo. Sus protecciones estaban pensadas para resistir
ataques desde tierra, no desde el mar. Era una instalación colonial y se
consideraba que los mayores peligros provenían de eventuales insurrec-
ciones de los tagalos.
― La construcción del istmo que unió la isla de Cavite con el resto de
Luzón había provocado una acumulación de limo y arena en la ensenada
de Cañacao. Los buques de cierto tonelaje tenían que fondear alejados del
arsenal. Carecía de muelles para las embarcaciones de mayor tamaño.
― La actividad industrial se limitaba a la construcción de unidades meno-
res y a un mantenimiento restringido por los elementos disponibles.
La bahía de Subic
Dos vistas de las instalaciones del arsenal de Cavite poco después de la finalización de la
guerra. (Marina norteamericana)
Plano parcial de la costa oeste de la isla de Luzón donde se pueden observar las posiciones relati-
vas y tamaños de las bahías de Manila y Subic. (Archivo MdR Almirante de Castilla)
ral norte es de forma irregular, cayendo de oeste a este con zonas de poca
pendiente. Olóngapo se encuentra en su límite inferior. La orilla este, de
superficie relativamente plana, presenta una costa con dos ensenadas. La
bocana de la bahía, abierta hacia el sur, forma la cuarta cara del falso trapecio.
La bahía dispone de fondeaderos protegidos y sus fondos son seguros para
la navegación. En su interior existen tres islas. Dos son de pequeño tamaño,
reciben los nombres de Mayanga y Pequeña, y están situadas en el fondo noro-
este. La tercera, la de mayor importancia, es la Grande, ubicada a la entrada la
bahía y que divide esta en dos canales de muy distintas dimensiones:
― canal oeste, entre la isla Grande y la orilla oeste de la bahía, con una
anchura de 2.300 metros y fondos máximos de 60 metros en algunas
zonas;
― canal este, entre la isla Grande y la orilla este de la bahía, mucho más
estrecho que el anterior y con fondos máximos de 11,8 metros.
(4) Juan de Salcedo, nieto de Miguel López de Legazpi, fue uno de los conquistadores de
las Filipinas, empresa en la que colaboró asimismo con su hermano.
(5) Equivalente a capitán de corbeta en la actualidad.
(6) Marqués de la Victoria (ex-Taurus) y Patiño (ex-Tenerife). Eran vapores de hélice
con máquina de 160 caballos nominales y que además disponían de aparejo vélico de barca.
Con casco de hierro, tenían 1.127 toneladas de registro bruto y una eslora, una manga y un
puntal, respectivamente, de 64,1, 8,9 y, 7,3 m. Durante su vida operativa acogieron una dota-
ción de noventa hombres y un armamento compuesto por dos cañones rayados de bronce de
8 cm. Fueron adquiridos en 1859 a una empresa antecesora de la Cunard, según algunas fuentes
«Las condiciones marineras de Subic son inmejorables para toda clase de reca-
lada, así como para seguridad en el interior del puerto, y más, si como es de supo-
ner, el movimiento se concentra en Olongapó: puertos abrigados a todos los vien-
tos, de buen tenedero y en que solo se siente algo la mar del S. en lo que forma el
canal del propio Subig.
(…)
Las condiciones militares, son verdaderamente notables: las bocas del puerto
se hallan á 30 millas de las de la bahía de Manila, de modo que toda escuadra
que amenazara la capital podría ser atacada ventajosamente por la espalda, por
la que partiera de Subig, que tendría siempre el puerto militar y la mar franca
como apoyo en retirada. El bloqueo de Subig es poco menos que imposible:
abierto el puerto en lo más tormentoso del mar de la China y en la derrota de los
huracanes toda escuadra que intentara cerrar el puerto estaría en una situación
dificilísima» (7).
para cubrir las necesidades de la guerra de África y, según otras, para trasladar desde la Penín-
sula hasta Cuba tropas de refuerzo. En su última época operativa en Filipinas estuvieron dedica-
dos a mantener el enlace entre Cavite y la colonia inglesa de Hong Kong, término de las líneas
marítimas comerciales inglesas que unían el Reino Unido con el este de Asia. Desde 1880 se
encontraban fondeados como pontones en Cavite.
(7) Todas las citas de otros autores, salvo error, se han transcrito literalmente.
(8) Suponemos que habla de brazas españolas (1,6718 metros). En consecuencia, cita
fondos de entre 11,7 y 6,7 metros.
Según Concas, la ensenada donde debe situarse la dársena del arsenal tiene
una superficie de 105.000 m2 y, para valorar esta cifra, indica que la del arse-
nal de Cartagena abriga un área de agua de unos 200.000 m2. La comparación
es harto interesante, ya que Cartagena era uno de los principales arsenales de
España, mientras que Subic era tan solo una base naval virreinal.
Otra afirmación importante del documento de Concas es la necesidad de
que se construyera un camino que comunicara el futuro arsenal con la capital
del archipiélago. En 1882, las comunicaciones por tierra no eran buenas y se
prefería el enlace mediante embarcaciones entre la bahía de Subic y Manila.
En 1884, un real decreto abría la posibilidad de que se instalara una base
naval en la bahía de Subic. Pocos meses más tarde, el 8 de marzo de 1885, la
Armada autorizaba el inicio de la construcción del llamado arsenal de Subic o
de Olóngapo (9).
Existió un proyecto de decreto, que intentaba derogar el de 25 de diciem-
bre de 1884, por el que se declaraba puerto militar la bahía de Subic. Entre
otros aspectos planteaba un nuevo estudio de conveniencia para ver cuál era la
mejor ubicación del arsenal, manejando como opciones Cavite y Subic, lo
cual suponía una vuelta atrás en lo ya decidido.
(9) En los documentos que hemos manejado, el nombre de esta ciudad filipina adopta
formas muy diferentes: «Olóngapo», «Olongapo» y «Olongapó». En este trabajo hemos optado
por «Olóngapo» por considerarlo la forma correcta.
Carta de la bahía de Subic hecha por el United States Coast Guard en 1902, que se basó en levan-
tamientos hidrográficos realizados por la Armada en 1891. El encarte de la esquina superior dere-
cha muestra la ensenada de Silanguin, que se encuentra al oeste de la bocana. (USCG)
El nuevo arsenal
(11) Cabrestante.
(12) Embarcaciones locales de tipo gabarra, construidas en madera.
(13) Embarcación filipina de carga tipo gabarra, con proa cuadrada inclinada, de gran
eslora y poco calado. La denominación «casco» está recogida en la relación original. Fueron
utilizadas como gánguiles y transportes de materiales en las obras del nuevo arsenal.
La Spanish Port o West Port, antiguo acceso principal al arsenal de Subic. A la izquierda de la
fotografía, colgando del pilar derecho del arco, puede verse la placa cuya leyenda reproducimos
en el cuerpo de este trabajo. (Subic Bay Metropolitan Authority)
THIS GATE WAS THE ENTRANCE TO THE ORIGINAL SPANISH NAVAL STATION
ESTABLISHED IN SUBIC BAY IN 1885. THE PRINCIPAL SPANISH CONSTRUCTION LAY
TO THE EAST ALONG WHAT IS NOW RIVERA POINT AND CONSISTED OF AN ARSENAL,
SEVERAL WAREHOUSES, AND A NUMBER OF SHOP BUILDINGS.
THE BASE AT SUBIC-OLÓNGAPO WAS USED BY THE SPANISH NAVY TO PROVIDE
REPAIR, SUPPLY, AMMUNITION AND MEDICAL SUPPORT FOR SHIPS. THE POST WAS
COMMANDED BY THE SECOND COMMANDANCIA OF THE BASE AT CAVITE AND WAS
CONSIDERED A SUBSIDIARY OF THAT COMMAND.
THE SPANISH GARRISON REMAINED IN POSSESSION OF THE SUBIC-OLÓNGAPO
BASE UNTIL JUNE OF 1898 AT WHICH TIME THEY WERE DRIVEN OUT BY FILIPINO
FORCES. THE AREA WAS FORMALLY OCCUPIED BY THE U.S. NAVY IN SEPTEMBER
OF 1899 (15).
(14) El 26 de noviembre de 2013, la Spanish Gate fue declarada lugar histórico por la
National Historical Commission of the Philippines.
(15) La traducción al castellano es:
Una muralla alta, construida con sillares de piedra local, enlazó la puerta
oeste con la situada al este, junto a la orilla del mar. Todo ello formaba el perí-
metro externo del arsenal, cuyas instalaciones se albergaban en su interior.
En el arsenal, una de las construcciones más destacables era la comandan-
cia, edificio de un piso localizado junto al muelle General Álava, que disponía
de ventanales con cristales de colores y estaba construido con dos maderas
duras locales: narra o amboyna y molave, una variante de la teca existente en
Filipinas. También se erigieron una torre con reloj, un hospital y cuarteles
para la marinería y la fuerza de guarnición de Infantería de Marina. Los edifi-
cios estaban dispuestos en dos filas en las cercanías de Punta Rivera, una zona
de terreno arenoso que se adentraba en la bahía, epónima del entonces capitán
general de las Filipinas, Fernando Primo de Rivera.
En lo referente a las instalaciones industriales dentro del arsenal, se edificó
una fundición, así como otros talleres, tinglados y almacenes necesarios para
la construcción y reparación de buques.
Los trabajos en la parte marítima consistieron en el dragado de la zona
destinada a ser el futuro puerto y de los canales de acceso al mismo. También
se construyó un muelle con buen calado para la época que, como se dijo antes,
recibió el nombre de General Álava. Los estadounidenses y, posteriormente,
los filipinos conservaron el muelle y su nombre, siendo conocido todavía como
«Álava Pier» (16) (o «Álava Wharf»). También se construyeron tres gradas-
varaderos aptas para la construcción de nuevas unidades ―entendemos que
para buques de tipo pequeño o medio― o reparación de las existentes.
Hay que añadir que, a lo largo de los años que duró la construcción, en la
bahía de Subic se instalaron señales marítimas, y en la ensenada de Olóngapo,
fondeos con boyas unidas por cadenas a los correspondientes «muertos».
Una vez iniciada la construcción, las primeras unidades de la Armada que
estuvieron destinadas en Subic fueron el pailebote Caviteño (17), la falúa de
remo y vela Santa Ana, de la que no nos constan más datos, y el transporte de
hélice artillado San Quintín. Es probable que el primero tuviera como misión
mantener la relación con Cavite y que la falúa realizara tareas de vigilancia y
Todas las unidades en las que no se indica otra cosa estaban construidas en
madera.
Para completar las instalaciones de arsenal, como se tratará más adelante,
en noviembre de 1896 el Ministerio de Marina había encargado en el Reino
Unido la construcción de un dique flotante que debía ser remolcado hasta Fili-
pinas. Igualmente se contrató un tren de dragado compuesto por una draga,
cuatro gánguiles y un remolcador.
Repasando los Estados Generales se puede ver que hubo personal de la
Armada asignado a una denominada «comisión de la Armada en Subic»,
dependiente del comandante general del apostadero de Filipinas. La composi-
ción del mando de la comisión, variable en el tiempo, se ha recogido en el
cuadro 1. No hay datos en los Estados Generales de años anteriores a 1894,
aunque pensamos que hubo personal asignado. Además, consideramos indu-
dable que estuvieran afectas a las instalaciones de Olóngapo fuerzas de mari-
nería y de Infantería de Marina.
Cuadro 1. COMPOSICIÓN DE LA COMISIÓN DE MARINA EN SUBIC
Año Composición
1894 Un capitán de fragata (jefe), un teniente de navío de 1.ª (2.º jefe), un contador de Marina
y un médico de Marina.
1895 Un capitán de fragata (jefe) y un médico de Marina.
1896 Un capitán de fragata (jefe), un contador de Marina y un médico de Marina.
1897 Un capitán de fragata (jefe), un teniente de navío de 1.ª (2.º jefe), un contador de
Marina y un médico de Marina.
1898 Un capitán de fragata (jefe), un teniente de navío de 1.ª (2.º jefe), un contador de Marina
y un médico de Marina.
Vista del muelle General Álava y de las instalaciones del arsenal de Subic a comienzos del
siglo XX. (Archivo MdR Almirante de Castilla)
Croquis de la bahía de Subic y de la zona que debía ser defendida por tierra. La línea roja de
puntos marca los 10 km desde la costa. La línea roja continua incluye además los puntos domi-
nantes. (Archivo General Militar de Madrid)
(18) En la época era costumbre citar el calibre de las piezas en centímetros y no en milí-
metros, como se hace ahora.
(19) Pensamos que deben de ser los mismos torpedos Mathieson de los que se habla en el
capítulo referente a la Guerra del 98.
Posiciones encontradas
(20) El único capitán general que apostó decididamente por el traslado a Subic fue el
general Fernando Primo de Rivera, quien ocupó en dos ocasiones el cargo (entre 1880-1883 y
1897-1898, hasta antes de la guerra) y que aprobó un importante presupuesto para las obras del
arsenal de Olóngapo.
(21) Es conveniente una aclaración relativa a las unidades que cita Concas. El calado
estaría en pies de Burgos (27,86 cm), con un total aproximado de 5 metros. Un cable es la déci-
ma parte de una milla (182,5 m), y las distancias que cita estarían entre los 1.460 y 1.850
metros.
En 1898, la situación que había descrito Víctor Concas solo había variado
para agudizar los peligros que implicaba.
También dentro de la Armada había alguna oposición a la construcción del
nuevo arsenal. Así, Arturo Garín y Sociats (22) publicó una memoria, titulada
«Cavite, Subig y Olóngapo», que puede servir de ejemplo de esta postura
dentro de la corporación. Garín cita como negativo todo lo que Concas ve
como positivo, y además centra su crítica contra la utilización de la bahía de
Subic en que esta tiene un solo canal de entrada. No obstante, si se analizasen
las grandes bases de las potencias navales, casi ninguna cumpliría el requisito
fijado por Garín.
En el libro de Severo Gómez Núñez (23), el autor reproduce ciertos párra-
fos de un informe, cuyo origen no cita, que consideramos representativos de la
opinión del Ejército respecto a la ubicación idónea del arsenal de Filipinas. El
informe dice:
«Manila ha sido la capital del archipiélago desde que fue descubierto y ocupa-
do por España, precisamente por la adecuada posición que ocupa para el enlace de
comunicaciones terrestres y marítimas, según se comprende á primera vista al
examinar una carta de la isla de Luzón subdividida en sus cuencas fluviales y divi-
sorias de aguas.
Si en ella se examina la posición que ocupa Subic se observa en seguida que,
encerrada en una estrecha cuenca de áspera divisoria, no reúne ninguna de las
condiciones que se requieren para el fácil establecimiento de vías de comunica-
ción, y, por consiguiente, tiene que ser siempre un punto aislado que no ha de
enlazarse con el resto de la isla con muchas carreteras.
Con respecto á las condiciones de abrigo del puerto contra los temporales,
basta observar que la boca está abierta en la dirección del SO, que es la de los
vientos reinantes en los huracanes, y que el sitio donde verdaderamente hay abrigo
es en la ensenada del Olóngapo, de muy reducidas dimensiones, y además sujeta á
los mismos inconvenientes de aterramientos que tiene Cavite y por las mismas
causas. Existe, sin embargo, una diferencia muy esencial á favor de Cavite, y es
que en este fondeadero hay posibilidad de remediar el mal desviando los ríos que
lo producen, mientras que en Subic se presentan grandes dificultades para ejecu-
tarlo y convertirlo en un buen puerto.
Militarmente considerado Subic, aunque presenta la ventaja de tener bocas
estrechas para la entrada, lo cual no sucede en Manila, ofrece, en cambio, inconve-
nientes de mucha mayor consideración, que son:
No sucede lo mismo con Cavite, pues con los alcances de la actual artillería es
posible defender las bocas de entrada en Manila, quedando Cavite á 50 km. de
distancia en el fondo de la bahía, y como por otra parte la escuadra puede combatir
ventajosamente auxiliada por los fuertes de tierra en esta extensa bahía contra
fuerzas navales superiores, resulta que de este modo obran en perfecta armonía y
combinación las fuerzas de mar y tierra.
Los movimientos insurreccionales se van haciendo cada día más probables,
siendo muy preferible tener adoptadas disposiciones que las [los] impidan á
vencerlas [vencerlos] cuando se presentan, y esto es tanto más necesario cuanto
que los ataques del exterior es lo más probable que se intenten con alguna insu-
rrección provocada en el país por la nación misma que desee apoderarse del archi-
piélago. En este concepto, la plaza de Manila debe y puede prepararse muy bien
contra esos movimientos según manifiesta el plan de defensa preparado, lo cual no
sucede de ningún modo en Subic.
En vista de lo expuesto no parece prudente que se proceda al establecimiento
marítimo de Subic antes de que se haga un detenido estudio comparativo de los
proyectos que deben haberse formado por el Ministerio de Marina para esta
importante obra, con el que se está haciendo por el de la Guerra para el de Cavite
con el objeto de que el Gobierno pueda adoptar la resolución más ventajosa en
asunto de tanta importancia».
(24) En esa época se usaba el término «torpedo» para denominar lo que hoy son las minas
submarinas. Para lo que ahora son torpedos se usaba la expresión de «torpedos automóviles».
(25) Joaquín Bustamante y Quevedo, nacido en 1847 y fallecido en 1898 como conse-
cuencia de las heridas recibidas en los combates de la colina de San Juan, en las cercanías de
Santiago de Cuba. Era el jefe de Estado Mayor de la escuadra del almirante Cervera y mandaba
el contingente de la misma destacado para colaborar con el Ejército.
Cañón de hierro entubado de 15 cm, con cureña y marco de chapa, modelo 1885, similar a los
que se enviaron a Filipinas para la defensa de la entrada de la bahía de Subic. (Álbum de Arti-
llería de Govantes)
«Salí para el puerto de Subic a las 11 de la noche del 25 de abril último con la
Escuadra compuesta de los buques que se mencionan en el oficio que tuve el
honor de dirigir a V.E. en aquella fecha.
En la mañana siguiente ya en el puerto de Olóngapo conferencié con el Capi-
tán de Navío Sr. D. Julio del Rio (sic) el cual si bien no me tranquilizó respecto al
estado de las obras de defensa, me dio a entender que en breve quedarían termi-
nadas
El crucero Castilla hacía mucha agua y se tuvo trabajando aquel día y su noche
para remediar la avería consiguiendo al fin quedase casi estanco pero imposibilita-
do por completo de utilizar su máquina teniendo que ser remolcado por el crucero
Don Juan de Austria para colocarlo al N.O. y a continuación de la Isla Grande con
objeto de cooperar a la defensa de la boca del puerto.
Con sumo disgusto me enteré entonces de que los cuatro cañones que debían
montarse en la isla aun (sic) tardarían mes y medio en estar emplazados, lo que me
sorprendió pues que las baterías provisionales que la Marina instaló venciendo no
pocas dificultades en la entrada de la bahía de Manila habían quedado listas para
hacer fuego a los 24 días de comenzados los trabajos. También supe con no menos
disgusto que de los 14 torpedos Matihieson (sic) disponibles solo había colocados
5 y además se confiaba poco en su eficacia.
Estas noticias me hicieron variar mucho en mi idea de esperar en Subic al
enemigo porque no defendida la entrada por torpedos ni por las baterías de la isla
tenía necesariamente que aguantar la Escuadra el ataque de la Americana con sus
escasísimos medios de acción en 40 metros de fondo y por tanto en la casi seguri-
dad de que no sólo fuera destruida nuestra Escuadra toda sino que también no se
salvarían sus tripulantes. Aun (sic) me quedaba la esperanza de que los America-
nos no fueran a Subic y nos dieran tiempo para prepararnos mejor en lo posible
pero el telegrama que recibí del Cónsul de España en Hong-Kong me hizo
comprender que el enemigo sabía perfectamente donde [dónde] se hallaba mi
Escuadra y conocía lo indefenso que estaba el puerto de Subic».
(26) Hacia 1900 eran escasos los mercantes cercanos a las 12.000 toneladas de desplaza-
miento.
(27) Algunos autores afirman que el adquirente fue el Stabilimento Tecnico Triestino,
situado en Trieste.
(28) Actualmente, tanto Monfalcone como Trieste forman parte de Italia.
En el puerto de Mahón (Menorca), el dique encargado para el arsenal de Subic durante las prue-
bas de aceptación con el crucero Carlos V sobre él. (Archivo MdR Almirante de Castilla)
La historia posterior
Conclusiones
Bibliografía
Libros
MONTOJO Y PASARON, Patricio: El desastre de Cavite (1898). Sus causas y efectos. La España
Moderna, Madrid, 1911
RAMÍREZ GABARRÚS, Manuel: La construcción naval militar española, 1730-1980. Empresa
Nacional Bazán de Construcciones Navales Militares S.A., Madrid, 1980.
ROVIRA MURILLO, Enrique: 1898. La pérdida de las Filipinas. Altera, Madrid, 2016.
TAIBO ARIAS, Xoan Ignacio, y QUEVEDO CARMONA, Diego: Las embarcaciones del Tren Naval
de la Armada española. Izar Construcciones Navales, S.A., Madrid, 2002.
Artículos
BLANCO NÚÑEZ, José M.ª: «Los apostaderos navales de Ultramar durante la Guerra de la Inde-
pendencia», en Revista General de Marina, ag.-sept. de 2008, Ministerio de Defensa,
Madrid.
CONCAS Y PALÁU, Víctor M.ª: «Estudios referentes a servicios de Marina en Filipinas», en
Revista General de Marina, t. XI, 1882. Ministerio de Marina, Madrid.
FRANCO CASTAÑÓN, Hermenegildo. «Los Apostaderos: factor esencial de apoyo naval», en
Revista General de Marina, ag.-sept. de 2009. Ministerio de Defensa, Madrid.
Internet
Otras fuentes
Resumen
Abstract
Austria, mother of Charles II, and their councils of Government, War and
State, or other authorities. On the other hand, the behavior of the component
players of the Galeras of Spain, such as the generals or admirals, the officers
of the Sea, the soldiers and the oarsmen, are studied.
Key words: Galleys, Charles the third, El Puerto de Santa María, Cartage-
na, royal orders, notarial protocols, generals, admirals.
Introducción
A
L principio del reinado de Carlos II, las escuadras de galeras y de
navíos de España habían quedado muy disminuidas tras los fracasos
de los años 1656-1659 ante las flotas armadas de Francia, cuya supre-
macía se atribuye al gobierno de Richelieu y Mazarino, y de Holanda e Ingla-
terra, victoriosa esta última en Cádiz y Santa Cruz de Tenerife.
Esta decadencia, que se hizo más patente a partir del fracaso hispano en la
guerra franco-española de 1635-1659, conllevó la prolongación del enfrenta-
miento con Francia e Inglaterra (1648-1660). Y así, por ejemplo, Cartagena
padeció un ataque inglés en 1650, del que han tratado Ruiz Ibáñez y Maestre
de San Juan, en correspondencia con el declive de la Monarquía hispana en lo
militar (tanto del ejército, tras las derrotas de los tercios de Flandes en las
Dunas [1658], como de la Armada, fracasada en Cádiz y Tenerife [1657 y
1658] y antes en cabo de Gata [1643] según Velasco), por lo que se recurrió al
reclutamiento de compañías de bandidos y a la escuadra de corso de Mallorca.
El declive se extendió al ámbito diplomático, pues hubo que reconocer la
victoria de Francia en 1659 (que se apoderó del Rosellón, la Cerdaña, Dunker-
que y otras plazas de Flandes), la conquista inglesa de Jamaica (1655) y la
independencia de Portugal (1668), tras el reconocimiento veinte años antes de
la independencia de Holanda en la paz de Westfalia (1648).
El fracaso de la política exterior de prestigio de los Habsburgo, que vincu-
laba indisolublemente la reputación de la dinastía a la supremacía de sus ejér-
citos en Europa, empezó a hacerse visible en 1631, cuando por el tratado de
Cherasco Felipe IV tuvo que reconocer al candidato francés al ducado de
Mantua, y se consumó en 1659, año en que la dependencia económica se
agravó hasta el punto de que España hubo de admitir cónsules extranjeros con
cláusulas muy desventajosas para la Monarquía, lo que evidenciaba la preemi-
nencia no solo diplomática, sino también comercial de Francia, Inglaterra y
Holanda, las nuevas grandes potencias de Europa occidental.
La situación política y militar de España en 1668-1669, cuando la Escuadra
de Galeras fue trasladada a Cartagena de Levante, era muy diferente de la del
reinado anterior, pues la hegemonía de Francia fue indiscutible tras la paz de los
Pirineos ―los ejércitos de la Monarquía se enfrentaron a ella sin el apoyo de
(2) Primero, el Gran i General Consell armó una galera, y los pescadores, una fusta para
la defensa (1514).
(3) Eran unos cuarenta corsarios de Malta y Toscaza, a diferencia de los 120 de Argel,
que operaron sobre la ruta de Alejandría. FONTENAY, 1987.
«13º. Que ningún capitán, alférez, sargento ó cabo de escuadra mande dar
palos á ningún remero por cosa propia é interés particular sin orden mía ó senten-
cia del auditor general, pena de cuatro meses de sueldo aplicados á la Cofradía de
las Galeras por la primera vez, y por la segunda á mi arbitrio.
14. Que los cómitres y demás oficiales del pito no castiguen la chusma fuera
de faena sin causa legítima y con ella no les den en la cabeza ni lastimen brazo ó
pierna, so la pena que será á mi arbitrio conforme el exceso que en ello hubiere.
15. Que los cómitres hagan que los remeros estén limpios y no estén ociosos,
pena de un mes de sueldo.
16. Que ningún forzado tenga barba ni cabello, pena de un año de galeras, y el
oficial que lo permitiere un mes de sueldo.
(…)
20. Que no salgan esclavos de galera sin licencia para servicio particular sino
herrados de dos en dos para las faenas, pena de un año de sueldo que partirán por
tercias partes juez, denunciador y Cofradía, al que á ello contraviniere.
21. Que los forzados no salgan nunca de galera hasta que se les conceda liber-
tad, pena de un año de sueldo al que los sacare para algún servicio particular ó con
otro pretexto.
22. Que ninguna persona de cabo juegue juegos prohibidos con los forzados,
pena que se le hará volver el dinero que ganaren, á mi aplicación y estarán diez
días en galera y cadena.
23. Que no se le consienta á ningún forzado vestir ropa de cabo, pena al que lo
consintiere de cuatro meses de sueldo y la ropa perdida para quien lo acusare.
24. Que ningún forzado ande suelto en galera, pena al que lo consintiere de
cuatro pagas por la primera vez, y la segunda á mi arbitrio.
25. En cuanto á las fugas de moros y forzados, limaduras de cadenas y instru-
mentos que para ello se les hallare, pena de las tres bancadas y guardia; y cerca de
los alguaciles y sota-alguaciles y marineros, guárdense los bandos sobre ello
publicados.
26. Que los forzados libres salgan de la parte donde residieren las galeras
dentro de veinticuatro horas de cómo se les diere la libertad, pena de dos años más
de galeras» (4).
(4) Bando de Enrique Bazán Benavides, marqués del Viso y de Bayona, capitán general
de las Galeras de España, 19 ag. 1663.
«Entre los moros los había también que eran chirimías [músicos], hasta el
punto de que se decretó que se les enseñase a tocar la salve [Vargas, 261, 25 en.
1692]. Y en algún caso los oficiales de proveeduría y contaduría denunciaron el
maltrato que hizo Esteban Suárez de Figueroa, capitán de la galera Nra. Sra. de la
Soledad, a los esclavos» [VARGAS, 225/161, 20 oct. 1682].
«Que en cumplimiento de lo que S.M. por real cédula manda esta ciudad
concurra con el celo y lealtad que acostumbra, a facilitar todas las dificultades que
se puedan ofrecer, y aquellas cosas que sean menester obviar y prevenir, así para
la seguridad de las mismas Galeras, como para la conservación de la gente de mar
e infantería de ellas, y todo lo demás que se considerase ser necesario, y procura
esta ciudad poner todos los medios posibles para que los paisanos tengan mucha
unión con la gente de las galeras y que se excusen diferencias y discordias y que
se conserve la paz pública, para cuyo efecto y que en todo se cumpla la real volun-
tad de S.M. y que asistan al señor marqués del Viso, capitán general de las Gale-
ras, y procuren que las ciudades, villas y lugares de este Reino y otras partes se
conduzcan a esta ciudad todo género de víveres para que los haya con mucha
abundancia y comodidad, y todo lo demás que fuera menester para que la tengan
la gente de las galeras y lo a ello anejo y dependiente, y dar cuenta a S.M. de lo
que se fuera obrando y del recibo de la real cédula y que de ella esta ciudad ha
acordado que espera quedará S.M. muy bien servido y experimentará las conve-
niencias de su real servicio que esta ciudad tiene representado» (7).
Por otra parte, tal medida se tomó en el contexto de una política exterior
dictada por la situación española en el estrecho de Gibraltar y el norte de Áfri-
ca, en relación con Francia, Inglaterra y Marruecos, y en el marco del final de
la ofensiva turca sobre la isla de Creta, bajo la soberanía de Venecia (1664-
1668), última fase de la guerra de Candía (SCHAUB, 151-4).
La amenaza de Argel sobre el tráfico marítimo había provocado la inter-
vención de las Armadas francesa e inglesa contra el puerto argelino en 1660 y
1662 (BONO, 31; VELASCO), por lo que la presencia de estas flotas fue también
una amenaza para España que se hizo patente en 1668.
La decisión de este traslado de las Galeras se tomó cuando España libraba
con Francia la llamada Guerra de la Devolución (1667-1668), reclamada por
Luis XIV en referencia a la dote de su mujer, cuyo principal escenario estuvo
en Flandes (Lille, Charolais) y el Franco Condado. El Mediterráneo occidental
fue un escenario secundario (no así el oriental, donde los turcos culminaron la
conquista de Candía en 1668), pero la regencia de España desconfiaba de
Inglaterra, que contaba con la ciudad de Tánger, cedida por Portugal (1662), y
desde allí amenazaba Alhucemas y Gibraltar, que fue socorrida desde Cartage-
na. Al mismo tiempo, los británicos buscaban la alianza de Marruecos, que
amenazó el presidio de Ceuta, perteneciente a España desde la paz con Portu-
gal de 1668. El estrecho de Gibraltar se había convertido en un frente de
guerra, por lo que la seguridad de las Galeras estaba en riesgo. Por otra parte,
Argel amenazó en 1669 con un ataque a Orán, presidio español en el reino de
Tremecén desde 1509, por lo que el frente se extendió a este último, y Francia
amenazó también con su instalación en la zona, que evitó la conquista de
Alhucemas por las Galeras de Nápoles, dirigidas por Andrés Dávalos, duque
de Montesarchio (1673) (ALCALÁ, 317).
(8) Era tío de Manuel de Silva. Archivo Histórico Provincial de Murcia (AHPM), Nota-
riado (Not.) 5389, f. 632.
Asientos de limpieza del puerto con Juan Bautista Balfagón y planos (1668 y 1669)
(16), general de las Galeras. A tales efectos, fueron nombrados comisarios los
regidores Juan Carlos Tacón, Luis García de Cáceres, Diego Corvari y Pedro
Segura Bezón (17), lo que dio lugar a la realización de varios asientos y de los
planos de Balfagón y otros, y al traslado de algunos oficiales, como Antonio
Gripo, administrador del hospital de El Puerto de Santa María (18).
La orden sobre este asunto, dirigida al gobernador De Calonne por el
Consejo de Guerra, a cuyo cargo estaba el gobierno y defensa de la ciudad de
Cartagena, rezaba así:
«Esa ciudad en la carta (de que aquí obra copia) escribe el celo con que de
todas maneras (por la parte que le tocare) procurará contribuir a que las galeras
sean asistidas con lo necesarios en las dos invernadas que he resuelto tengan en
ese puerto, para que más bien puedan residir en él. Y porque la he mandado
responder lo que también entenderéis de la inclusa copia de despacho mío, os
encargo procuréis facilitar con esa ciudad (como lo ofrece) en la forma que se
pudiere para que con mayor brevedad se consiga el limpiar y componer ese puerto,
como es necesario, para lo cual por cuenta del dinero que he mandado se provea
para este efecto el crédito que ya habéis recibido, y la restante cantidad se entrega-
rá al poder-habiente del pagador de Armadas y Fronteras de esa ciudad (como os
está avisado) si antes que aquí se acuda por su parte no se encaminare en otra
forma» (19).
(16) Enrique de Benavides y Bazán, marqués del Viso, por su matrimonio con María de
Pimentel y Bazán. Francisco de Bazán y Benavides, marqués de Bayona, su hijo, era general de
las Galeras de Sicilia. Estuvo en Cartagena varias veces (1669-1670) y sucedió a su padre en el
mando de las Galeras de España en 1674. Procedían de Guadix.
(17) AMC, Ac. Cap. 1664-1669, c.º 13 oct. 1668, ff. 551v-552r.
(18) Archivo Naval de Cartagena (ANC), c.ª 2384, Testamentarías, exp. 2384, n. 3.
(19) Cédula de la reina nuestra señora en razón de la invernada de las galeras de España
en este puerto. AMC, Ac. Cap. 1664-1669, c.º 8 oct. 1668, ff. 550r-550v, 28 sept. 1668.
(20) Carta de pago de Balfagón a F. Rodríguez, pagador de Armadas, de 5.500 reales.
AHPM, Not. 5440, 12 jun. 1669.
(21) AMC, Ac. Cap. 1664-1669, c.º 4 nov. 1668, f. 573r.
La mayor parte del año 1668 transcurrió con la preparación de las instala-
ciones de la Casa del Rey para el servicio de la Escuadra de Galeras (29).
Fue a partir de 1669 cuando las galeras hicieron viajes a Melilla y Orán,
durante el primer semestre de 1670, desde Cartagena, a la cual a su vez
concurrieron además las Galeras de Génova o del duque de Tursis (Doria), en
1671 a Vélez Málaga y Málaga, en 1672 a Cataluña, y en 1673 a Cerdeña, a
la que se trasladó como virrey al marqués de los Vélez tras la sublevación de
Mesina.
Entretanto, algunos oficiales de las Galeras y de la proveeduría hubieron
de contratar con diversos particulares la entrega de alimentos (aceite, tocino,
vino, trigo, carne, etc.) para el abastecimiento de tripulaciones y tropas. Por
delegación de Lorenzo Justiniano, factor general ―desde 1666 hasta 1681
(Vargas, 297/5, 8 jun. 1676) le sucedió el marqués de Tamarit―, Juan Alberto
Polero se concertó con Francisco Ferreto, regidor de Caravaca (30), o con
Ambrosio Esquarzafigo, residente en Granada, para Almería y Granada (31).
Dio poder a Alonso Martínez, arriero vecino de Cartagena, para que registrase
en la aduana de Fuente Álamo y en otras ocho quintales de bacalao que había
recibido por el puerto para el sustento de la gente de las galeras, y que lo
llevase y vendiese en Cuevas y otras partes del río Almanzora, para que con
su procedido comprase y trajese trigo para sustento de las galeras (32). Fran-
cisco Ferreto era hijo de un comerciante de Cartagena que había adquirido un
lavadero de lanas en Caravaca, el cual mantuvo activo en estos años.
En las Casas del Rey se repararon galeras, para lo que se hicieron asientos de
abasto de madera, tea para el despalme, pintura negra (Nicolás Villacís y Juan
Lorente) y mano de obra. Villacis, maestro pintor vecino de Murcia, se obligó a
dar «negro a los buques, árboles, entenas, filares, batayolas, batayoletas, cabrias,
botiforas, popas, espolones, palamentas, arrumbadetas, tablas, tablones y todo lo
demás perteneciente a poner de negro las ocho galeras de España, según se
acostumbraba, con que las popas y palamentos habían de ser de barniz y humo,
y a la galera capitana se le había de dar negro según acostumbre, todo con
barniz en las partes que lo debía llevar, humo y cardenillo en las demás obras, y
también había de dar barniz, humo y cardenillo a los remos nuevos y de respeto
y a los de los esquifes, lo que haría en un mes y medio, pagándosele por ello
1.950 reales vellón por cada una de las ocho galeras» (33).
Algunos comerciantes, como Nicolás Toya Monserrate (34) o Juan Vicente
Bartoloto, el primero hijo de catalán y el segundo de genovés, eran beneficia-
dos por los asientos de suministros de cereales, que se buscaban en Lorca y la
comarca de los Vélez. Aparecen Bartoloto como principal, y don Blas Sáez
Hidalgo, su yerno, alférez de la galera patrona de España, como su fiador,
vecinos, declarando que por orden de Luis Conde de Peralta, Ambrosio de
Montemayor y Juan Manuel Moreno, respectivamente proveedor, veedor y
(30) Poder de Juan Alberto Polero a Francisco Ferreto, AHPM, Not. 5441, f. 5, 2 en.1670.
(31) Poder de Juan Alberto Polero a Ambrosio Esquarzafigo, ibídem, f. 23, 15 en. 1670.
(32) Poder de Juan Alberto Polero a Alonso Martínez, ib., f. 158, 9 abril 1670.
(33) Escritura de Nicolás de Villacis a favor de S.M, ib., f. 80, 4 marzo 1670.
(34) Postura de Nicolás Toya y consorte del pan de munición para la guarnición. Ibídem,
16 abril 1672.
La petición de socorro del marqués de los Vélez desde Orán (9 de enero de 1669)
(35) Obligación de S.M. contra Juan Vicente Bartoloto y consorte. AHPM, Not. 5443, ff.
319-320, 1 ag. 1672.
(36) AMC, Ac. Cap. 1666-1669, f. 685 y 686v, c.º 15 y 22 en. 1669.
(37) Carta del marqués de los Vélez para socorro de Orán, ibídem, c.º 9 en. 1669, ff.
684r-685r.
(38) Ib., f. 686v, c.º 22 en. 1669.
(39) Reconstrucción almacenes Casa del Rey por Andrés Rodríguez y otro. AHPM, Not.
5440, s.f., 12 marzo 1669.
(40) AMC, Ac. Cap. 1664-1669, c.º 16 dic. 1668, ff. 579v-580r.
(41) AMM, c.ª 27, nn. 8 y 9. Madrid, 14 en. 1669 y 8 feb.1669, esta última de agradeci-
miento.
(42) AMC, Ac. Cap. 1664-1669, cº 28-12-1668, ff. 583r-584r.
291/115, 18 feb. 1675) y tuvieron que ser reparadas en 1683 (Vargas, 314/58,
29 mayo 1683). Hubo además problemas con el suministro de nieve, pues no
la había en Sierra Espuña y hubo de ser traída de Vélez Blanco (49).
Por entonces se hubo de prescindir de esta ampliación del hospital de
Santa Ana, que se hizo inviable, y se recurrió a la construcción del Hospital
Real a partir de 1672, surgiendo además el de Caridad por obra de un soldado
de Galeras, Francisco García Roldán (1690).
En estos años (1670-1673) en que se inició la construcción del Hospital
Real o de Galeras se firmaron al efecto diferentes contratos de suministro de
cal y yeso con Agustín y Fulgencio Albertos (50). La institución se abrió en
1681 (Vargas, 292/138, 17 feb. 1681), pero en 1683 había problemas para
mantenerlo abierto, pues Bernardo Anrich Ferrer, correspondiente del factor,
no proveyó los medios necesarios (Vargas, 314/73, 26 oct. 1683). Según
Marchena, existen unas instrucciones valiosísimas sobre lo que debía hacer un
enfermo desde que entraba hasta que salía del hospital (51).
En consecuencia, muy pronto comenzó el traslado de oficiales de las
Galeras, como Juan Alberto Polero, factor general, en cuyo viaje coincidió
con el regidor Sebastián del Hoyo, que regresando de Madrid fue detenido en
Murcia (52).
(53) AHPM, Not. 5440, s.f., 10 feb. 1669; poder de Juan Manuel Moreno a Juan Viadel,
AHPM, Not. 5443, f. 316, 30 jul. 1672; Poder de Viadel, tenedor de bastimentos, a Añibarro,
AHPM, Not. 5463, f. 11, 27 en. 1685.
(54) Contrata de suministro de leña de Ginés Guillén con Luis Conde de Peralta, AHPM,
Not. 5440, 2 marzo 1669.
(55) Escritura y carta de pago de reconstrucción de almacenes de la Casa del Rey, ibídem.
(56) Fianza de Sebastián del Hoyo y consortes a S.M., AHPM, Not. 5206, s.f., 22
abril 1669.
(57) AMC, Ac. Cap. 1664-1669, c.º 8 oct. 1669, f. 659r.
(58) AHPM, Not. 5440, s.f., 12 oct. 1669.
(59) AMM, c.ª 27, n. 11, Real Cédula (RC) 20 ag. 1669.
(60) Poder del capitán Pantaleón Justo a Alejandro Fábrega, AHPM, Not. 5441, s.f., 2 jul. 1670.
«La ciudad dijo que ha tenido noticia por la carta que ha recibido extraordina-
ria de don Pedro Fernández de la Torre, proveedor de Armadas y Fronteras en esta
ciudad, de don Antonio de Montalvo, del Consejo de S.M. en el Real y Supremo
de Castilla, que S.M. la reina gobernadora ha mandado vengan a esta ciudad a
residir en ella dos tercios de infantería, el uno de don Lucas Bracamonte y el otro
de señor de Guzmán con más de 1.000 hombres. Y porque esta ciudad y sus veci-
nos se hallan con mucho desconsuelo por residir las galeras de España en este
puerto invernando en ella con toda la gente de mar y guerra, y lo corto de esta
ciudad, porque todas las casas están embarazadas y con gente de las dichas galeras
y los almacenes con pertrechos para ellas, por cuyas razones han obligado a
mucha parte de los vecinos de esta ciudad a retirarse a los campos oprimidos de
los sinsabores que cada día les ocasionaban los soldados del Tercio de Toledo, que
asistió en esta ciudad, y si de presente vinieran los dos referidos, no se hallará una
casa desembarazada para que los cabos principales de ellos puedan estar, ni cuar-
teles para los soldados, con que obligaría toda esta ciudad a desamparar sus casas
y retirarse a vivir a sus cortijos al campo y excusar los motivos que se originarían
de la multitud de jurisdicciones, dictámenes y belicosos naturales de ellas, todo lo
cual conviene poner en consideración de S.M. y la parte donde tocase, para que
sea servida de hacer merced a esta ciudad de que sus vecinos tengan el consuelo
que desean» (64).
Ahora bien, para una gran parte de la población los alojamientos de los
soldados y tripulantes de las Galeras suponía una molestia, por lo que muchos
vecinos se retiraban a vivir al campo. De ello se quejó el concejo a la regente
pues por añadidura, en 1671 ―cuando las galeras estaban en Cataluña― y
1673 ―en que se destacaron a Cerdeña―, se cargó a la población con la obli-
gación de hacer guardia permanente. Con ocasión de la guerra con Francia, el
gobernador de armas, Juan González de Salamanqués, acometió la reedifica-
ción de la torre de Cabo de Palos, tarea en la que el concejo obligó a colaborar
a los moradores de las casas de campo próximas al lugar.
Algo parecido se dio en 1675, cuando el ayuntamiento fue requerido para
que ayudase al socorro de Orán, amenazada desde Argel, para lo que las seis
galeras del marqués del Carpio embarcaron a mucha gente del reino de
Murcia, por lo que en vez de la marcha de una compañía de milicias se ofreció
a colaborar con dos fragatas de pescadores. Las extorsiones que acompañaban
a los alojamientos se daban también en el reclutamiento de soldados, de lo que
las autoridades municipales se hacían frecuente eco (MUÑOZ).
hacia Italia. De aquí que la salida del marqués de los Vélez, como virrey, a
Cerdeña y Nápoles (1672) y la sublevación de Mesina (1674-1678) fueran
ocasión para la marcha de algunos soldados y mercaderes de los reinos de
Murcia, Valencia y Mallorca a Cerdeña e Italia (77). De entre los primeros
podemos señalar a Manuel de Montemayor Conesa, que casó con M.ª Jesús
Hantus, de Cáller, hija de José Hantus y Damato (GUÍA). El Concejo de
Murcia, que se vio obligado a abastecer de trigo a la población sacándolo de
Jumilla, sufrió una inundación y fue alertado para que pagara lo que debía a
Duarte de Acosta en razón de la armada (78).
Cartagena se vio sacudida por la conmoción a causa de varios asesinatos
de vecinos cometidos por soldados de galeras. La inquietud provocada obligó
a organizar una ronda nocturna encabezada por el alcalde mayor, y a dirigir
una comisión al marqués de Orani, teniente general de las Galeras de España
(79). Estos estados de alarma social no eran raros en otros sitios de paso
frecuente de las Galeras, como Barcelona (80). Precisamente en estos años se
publicaron varios bandos dictados por los capitanes generales de las Galeras
que prohibían los desafíos y que soldados y marineros portaran pistolas o
carabinas (1670 y 1677) (81). Además, hubo que lidiar de nuevo con el absen-
tismo de muchos vecinos que abandonaban la ciudad y se iban a vivir en el
campo para evitar las cargas militares, y con la necesidad de reorganizar las
compañías de milicias locales, duplicándolas en número y haciendo que sus
capitanes y oficiales fueran anuales y no perpetuos (82). Por otra parte, desde
Madrid se recordó que los delitos cometidos en tierra debían ser juzgados por
los jueces ordinarios (83).
Los años siguientes estuvieron marcados por la alianza con los Países
Bajos del Norte (1672), la rebelión de Mesina (1674-1678) y una larga guerra
los que estaban exentos los ganaderos del corregimiento de Chinchilla: Alba-
cete, Las Peñas de San Pedro… (RUIZ IBÁÑEZ).
El Concejo de Murcia se vio obligado a levantar una compañía para el
tercio provincial (92), a lo que se resistió (93) siendo corregidor Francisco de
Alarcón Niño Carrillo y Osorio (94). En el tercio participó una compañía de
Hellín, para la que se propuso como capitán a Juan de Valcárcel Ladrón de
Guevara (95). A mediados de 1675, el gobernador militar advirtió del peligro
de la presencia de dieciséis navíos ingleses (96).
Las Galeras navegaron a Málaga, ya que un arráez de Cartagena dio poder
a Domingo Pinto, capitán de mar y guerra de la galera San Miguel, para que
cobrase lo que le correspondía de un laúd que era suyo propio y le había sido
robado del puerto de Málaga por unos moros de las galeras, estando surto en
el mismo hacía unos tres meses.
A mitad de 1675 se supo del peligro que corría Orán, asediado de nuevo por
alárabes de Argel, ahora con doce cañones de bronce (97). Como consecuencia
de la gravedad de la situación, que se vio paliada por la llegada de seis navíos de
la Armada del Mar Océano dirigidos por el marqués del Carpio, el gobernador
propuso que se le pidiera socorrer a Orán, amenazado desde Argel, y el concejo
nombró comisarios a Francisco González de Rivera, Alonso de la Jara y Molina,
Juan García de Cáceres y Sebastián del Hoyo, regidores, quienes consiguieron
que accediera a ello (98). El gobernador militar de Cartagena se embarcó con
los seis navíos de guerra, y la reina gobernadora ordenó además que la villa
armara dos fragatas y que transportaran los pertrechos pedidos por Íñigo de
Toledo, gobernador de Orán (99), a lo que el concejo accedió sin objeciones
(100). Juan de Henao y Monjaraz, corregidor de Murcia, sustituyó interinamen-
te a Juan González Salamanqués como gobernador militar y preparó el embar-
que de las compañías de Murcia (2.000 soldados), Lorca y Totana (101), aunque
más tarde fue sustituido definitivamente por Francisco Angulo y Castro.
Cartagena fue requerida para que armara dos fragatas en vez de enviar una
compañía, pues ya había muchas de las poblaciones del reino de Murcia, y su
ayuntamiento lo consiguió mediante acuerdo con La Pesquera (102), que no
mostró ninguna oposición (103). Además, envió una barca para obtener noti-
cias de Juan González Salamanqués y su necesidad de ayuda (104). El despla-
zamiento de las milicias de Murcia a Orán se complicó, pues su estancia de
guarnición se alargó tanto que se sucedieron muchas reclamaciones por parte
de la población, agravado todo ello por un brote de peste (105).
Bibliografía
ALCALÁ ZAMORA Y QUEIPO DE LLANO, J.: «Razón de Estado y geoestrategia en la política italia-
na de Carlos II: Florencia y los presidios, 1677-1681», en Boletín de la Real Academia de
la Historia, núm.173, 1976, pp. 297-358.
ALONSO ACERO, B.: Orán-Mazalquivir, 1589-1639. Una sociedad española en la frontera de
Berbería. CSIC, Madrid, 2000.
BÉLY, L. : Les relations internationales en Europe aux XVII-XVIII siècles. París, 1992.
BONNERY, M.: «Les opérations navales en Méditerranée (1672-1697): une lutte européenne au
détriment de l’Espagne», en Cuadernos del Seminario Floridablanca, núm. 5, t. 1. Murcia,
2003, http://www.tiemposmodernos.org/floridablanca/textobonnery.htm
BONO, Salvatore: Corsari nel Mediterraneo. Milán, 1997.
BUNES DE IBARRA, Miguel Ángel: «La defensa de la Cristiandad. Las armadas en el Mediterráneo
durante la Edad Moderna», en Cuadernos de Historia Moderna. Anejos, núm. 5, 2006, pp. 77-99.
CARRASCO MARTÍNEZ, Adolfo: «Los grandes, el poder y la cultura política de la nobleza en el
reinado de Carlos II»», en Studia historica. Historia moderna, núm. 20, 2000, pp. 77-136.
DEYÀ BAUZÀ, Miguel: «Repercussions del Tractat del Pirineus a les Illes Balears», en JANÉ, O.
(dir.): D’el Tractat dels Pirineus a l’Europa del segle XXI, un model en construcció? Gene-
ralitat de Catalunya, Museu d’Història de Catalunya, Barcelona, 2010, pp. 55-66.
EBBEN, Maurits A.: «Teoría y práctica de la política exterior de Johan de Witt: el caso de España,
1653-1672», en CRESPO SOLANA, A., y HERRERO SÁNCHEZ, M. (coords.): España y las 17 provin-
cias de los Países Bajos. Una revisión historiográfica (ss. XVI- XVIII). Córdoba, 2002, pp. 45-63.
ESPINO LÓPEZ, Antonio: «Recluta de tropas y bandolerismo durante el reinado de Carlos II: el
caso de la compañía ilicitana del capitán Gaspar Irles (1677)», en Revista de Historia
Moderna, núm. 24, 2006, pp. 487-512.
FERNÁNDEZ DURO, C.: Armada española desde la unión de los reinos de Castilla y de Aragón,
vol. 5. Ribadeneira, Madrid, 1900,
FERRÁNDIZ ARAÚJO, Carlos: Historia del Hospital de la Caridad de Cartagena (1693-1900). Murcia, 1981.
―: Magna Caritas. Arte, cultura y religiosidad en la patrona de Cartagena y su templo. Carta-
gena, CajaMurcia, 1994.
FONTENAY, Michel: «L’Empire ottoman et le risque corsaire au XVII siècle», en Revue d’Histoi-
re moderne et contemporaine, núm. XXXII, 1985, pp. 185-208.
―: «Los fenómenos corsarios en la periferización del Mediterráneo», en Áreas (desigualdad y
dependencia). Murcia, 1987, pp. 116-121.
GARCÉS FERRA, Bartolomé: «Noticias sobre armamento en Mallorca», en Saitabi, núm. 93,
1944, pp. 235-257.
―: «Propuesta de la armada contra los berberiscos entre Holanda y España a mediados del
siglo XVII», en Hispania, núm. 32, 1948, pp. 403-433.
GÓMEZ VIZCAÍNO, Aureliano, y MUNUERA NAVARRO, David: Estudio y catalogación de las defensas
de Cartagena y su bahía. Comunidad Autónoma de la Región de Murcia, 2002, p. 149-152.
GUÍA MARÍN, Lluís: «El Regent la Reial Tresorería al Regne de Sardenya. Un ofici emblematic
de la Corona d’Aragó en la cruilla dels canvis dinàstics del segle XVIII», en Saitabi, núm.
60-61, 2010-2011, pp. 395-419.
HERRERO SÁNCHEZ, M.: El acercamiento hispano-neerlandés (1648-1678). Madrid, 2000.
―, M., y ÁLVAREZ OSSORIO ALVARIÑO, A.: «La aristocracia genovesa al servicio de la Monar-
quía Católica: el caso del III marqués de Los Balbases (1630-1699)», en Génova y la Monar-
quía Hispánica (1528-1713). Società Ligure di Storia Patria, Génova, 2011, pp. 331-365.
MAESTRE DE SAN JUAN PELEGRÍN, Federico: «Cartagena 1650. Escenario bélico de la guerra
civil inglesa», en Cartagena Histórica, núm. 21. Cartagena, 2007, pp. 29-41.
MARCHENA GIMÉNEZ, José Manuel: La vida y los hombres de las galeras de España. Universi-
dad Complutense de Madrid, 2010.
MONTOJO MONTOJO, Vicente: «El comercio de Alicante a mitad del siglo XVII según los dere-
chos y sisas locales de 1658-1662 y su predominio sobre el de Cartagena», en Murgetana,
núm. 122, 2010, pp. 37-60.
MORA CASADO, Carlos: «“Nunca están para obrar nada”. El virrey marqués de Comarasa y la
conservación de la Escuadra de Galeras del reino de Cerdeña (1665-1688)», en Congreso
internacinal «El siglo de la Inmaculada (1550-1650)». Editum, Murcia, 2017.
MUÑOZ RODRÍGUEZ, Julio David: Damus ut des. Los servicios de la ciudad de Murcia a la
Corona a finales del siglo XVII. Murcia, 2003a, pp. 181-186.
―: «Consenso e imposición en la conservación de la Monarquía. La práctica política en un
territorio de la periferia castellana: el reino de Murcia (1682-1700)», en Hispania, núm. 215
(2003b). Madrid, pp. 969-994.
PÉREZ TOSTADO, Igor: «Una política de conveniencia y piedad: el despliegue diplomático de la
Monarquía hispánica en la confederación de Kilkenny y la transformación de las relaciones
hiberno-hispanas», en Tiempos Modernos, núm. 3/7, 2002, http://dialnet.unirioja.es/serv-
let/articulo?codigo=310141
PETER, J. : «Une stratégie de la terreur sous Louis XIV: les galiotes à bombes», en Revue Inter-
nacional d’Histoire Militar, núm. 81, pp. 215-256.
RODRÍGUEZ HERNÁNDEZ, Antonio José: España, Flandes y la Guerra de Devolución (1667-
1668). Guerra, reclutamiento y movilización para el mantenimiento de los Paises Bajos
españoles. Ministerio de Defensa, Madrid, 2007.
―: «Al servicio del rey. Reclutamiento y transporte de soldados italianos a España para luchar en la
Guerra contra Portugal (1640-1668)», en MAFFI, D. (dir.): Tra Marte e Astrea Giustizia e giuris-
dizione militare nell’Europa Della prima età moderna (secc. XVI-XVIII) Guerra e pace nell età
moderna. Annali di Storia Militare Europea, núm. 4, Franco Angeli, 2012, pp. 229-75.
RUBIO PAREDES, José M.ª: «Historia de las obras portuarias civiles en la bahía de Cartagena», en
MAS G.ª, J. (dir.): El Puerto de Cartagena. Athenas Ediciones, Cartagena, 1979, pp. 215-56.
RUIZ IBÁÑEZ, José Javier: «Tiempo de guerra, tiempo de cambio. Resistencias, realidades y represen-
taciones en los comienzos de la transición al pleno absolutismo en el Reino de Murcia (1642-
1669)», en Cuadernos del Seminario Floridablanca, núm. 5, t. I. Murcia, 2003, p. 633-695.
RUIZ IBÁÑEZ, J.J. (coord.): Las milicias del rey de España. Sociedad, política e identidad en las
Monarquías Ibéricas. FCE (Red Columnaria), Madrid, 2009.
SÁNCHEZ BELÉN, Juan Antonio: «Las relaciones internacionales de la Monarquía Hispánica
durante la regencia de doña Mariana de Austria», en Studia Historica. Historia Moderna,
núm. 20, 2000, pp. 137-172.
SCHAUB, Jean-Frédéric: «Europa en la segunda mitad del siglo XVII. ¿Una Europa sin fronteras?
El mundo después de Westfalia», en Saavedra Fajardo. Soñar la paz, soñar Europa.
Murcia, 2008, pp. 130-165.
THOMPSON, I.A.A.: «Las galeras en la política militar española en el Mediterráneo», en Manus-
crits, núm. 24, 2006, pp. 95-124.
VELASCO HERNÁNDEZ, Francisco: El otro Rocroi. La guerra naval contra Felipe IV en el Medi-
terráneo occidental o Mancha mediterránea. Áglaya, Cartagena, 2005.
―: «El declive de la actividad corsaria berberisca en el Sureste español desde mediados del
siglo XVII», en Actas de la XI Reunión Científica de la Fundación Española de Historia
Moderna, vol. II. Granada, 2012, pp. 1241-1552.
Resumen
Abstract
I have selected a naval, historic subject from Roman times perhaps not
well known but interesting, the battle of Actium, during the Second Roman
Triumvirate in the year 31 BC, which was a decisive battle, as it led to the end
of the Roman republic and the birth to the Roman empire, and also to the
demise of the Egyptian monarchy.
To get in proper place regarding the battle it is necessary to make a short
synthesis of the history of Ancient Rome.
Key words: Actium, 31 b.C, Roman Empire, naval battle, 1588, Francis
Drake, Juan de Garibay.
Antecedentes históricos
(1) Todas las fechas (tanto las dadas en años como en siglos), salvo indicación contraria,
se refieren a datas anteriores a la era común (AEC), es decir antes de Cristo.
Monarquía
Sus primeros habitantes fueron los etruscos (año 800), pueblo de la anti-
güedad romana cuyo núcleo geográfico fue la Toscana, en Italia, a la que
dieron el nombre de Etruria, de la que se desconoce su lengua y su historia.
Fueron rivales de los griegos y de los cartagineses en el dominio del comer-
cio mediterráneo.
Según la leyenda, Roma fue fundada por dos niños, Rómulo y Remo, en el
753. Ambos lucharon hasta la muerte de Remo para decidir quién sería el rey.
Rómulo, en recuerdo de su hermano, le puso a la ciudad el nombre de Roma,
ubicada en el monte Palatino y en las cercanías del mar, para poder recibir por
el Tíber las mercaderías. La Monarquía romana fue la primera forma política
de gobierno de la ciudad-estado de Roma. En la Monarquía existía un rey con
poderes religiosos y un Senado con poderes públicos. Roma dejó de ser un
núcleo agrícola y pastoril para devenir en lugar de intenso tráfico económico
situado estratégicamente a orillas del Tíber. A los cuatro primeros reyes les
sucedieron tres monarcas etruscos, que procedían de una cultura más avanza-
da. El primero en ser encumbrado fue Tarquino, que construyó el Capitolio,
centro consagrado a Júpiter. Le sucedió su yerno Servio Tulio, que dividió a la
sociedad en clases. A este le siguió Tarquino el Soberbio, que pretendió reinar
con poderes absolutos. Desde el año 600, cuando los latinos vencieron a los
etruscos, el poder del rey disminuyó y el Senado concentró todas las potesta-
des necesarias para el gobierno de Roma.
La causa del conflicto fue la apetencia romana por la isla de Sicilia. Los
cartagineses destruyeron con facilidad a los buques romanos, mandados por
almirantes inexpertos. Sin embargo, los romanos supieron extraer lecciones de
cada derrota naval y fueron percatándose de que su infantería era superior a la
cartaginesa. Decididos a aprovechar esta ventaja, diseñaron el corvus, plata-
forma de madera dotada de unos garfios en su extremo que perforaban la
cubierta del buque enemigo, permitiendo así el asalto. Merced a esta platafor-
ma de abordaje, la batalla naval derivó en un combate de infantería embarca-
da. Los cartagineses, que eran muy marineros, manejaban bien sus trirremes,
pero carecían de preparación en el combate cuerpo a cuerpo y terminaron
siendo derrotados en el año 241. Y así, después de veinte años de guerra, los
romanos consiguieron ser los dueños de Sicilia.
― Toma de Agrigento
Entre los años 260 y 257, Roma mantuvo en Sicilia una fuerza de 50.000
hombres. Además de las batallas navales, abundaron los movimientos en esta
isla. Los cartagineses solamente ocupaban la parte occidental, en posiciones
fácilmente defendibles. Mientras Cartago contase con una flota fuerte, el
asedio resultaba inviable.
Durante estos años se suceden las batallas en la mar, en las que alternan las
victorias púnicas y las romanas. Sin embargo, ninguna de ellas resultó decisi-
va, y el conflicto derivó en una guerra de desgaste.
Victoria de las islas Egadas (año 242) y fin de la guerra (año 241)
A partir del siglo II nace una nueva etapa en la historia romana conocida
como República tardía. Roma había adquirido el estatus de potencia hegemó-
nica mundial. Todas las grandes potencias mediterráneas fueron doblegadas
por ella: la república cartaginesa fue destruida en el año 146; el reino de
Macedonia, en las guerras macedónicas; en la guerra de Grecia, el imperio
seléucida pasó a ser una potencia de segundo orden y Grecia quedó sometida
al poder de Roma.
Así las cosas, en esta nueva época los mayores enemigos de Roma fueron
los interiores, surgidos con los nuevos conflictos ideológicos propiciados por
el éxito romano, viéndose sucedido por nuevas reivindicaciones sociales por
parte de los propios pueblos italianos aliados de Roma, cuyos miembros,
Formado por Julio César, Pompeyo y Craso. Pompeyo había ganado fama
en su lucha contra los piratas en el Mediterráneo. Craso partió para gobernar
la provincia romana de Asia Menor, donde moriría en la batalla de Qarrhae, y
Julio César dirigió la guerra de las Galias entre los años 58 y 51.
Pompeyo había convencido al Senado para eliminar a Julio César a fin de
salvar la República, en la creencia de que este, dominado por una creciente
ambición, se haría proclamar príncipe. Julio César, temeroso ante el peligro,
cruzó el río Rubicón (límite territorial de la Galia con Roma) y entró en Italia.
El Senado, liderado por Pompeyo, declaró la segunda guerra civil. En la bata-
lla de Farsalia, Pompeyo resultó vencido y huyó a Egipto, donde sería asesina-
do por los esbirros del faraón Ptolomeo XIV, quedando Julio César libre de
enemigos. Julio César conoció a Cleopatra en el año 48.
El asesinato de Julio Cesar (año 44) en el Senado, a manos de Bruto y
Casio, dejó un vacío de poder, puesto que los asesinos carecían de programa,
por lo que se creó el segundo Triunvirato (año 43), formado por Octavio,
Marco Antonio y Lépido.
número. Octavio contaba con más de 400 barcos, mientras que la flota efecti-
va de Marco Antonio, privada de los barcos amarrados en la costa y en las
islas, y reducida todavía más por las enfermedades y la deserción, se situaba
en 250.
La flota de Octavio comprendía los trirremes, con aproximadamente 200
soldados y remeros, que podrían llevar más de 500 hombres. Estaban equipa-
dos con espolones en la proa, aunque la táctica usual que empleaban era acer-
carse a la embarcación enemiga y atacarla con armas arrojadizas ―incluidas
pequeñas catapultas―, para después luchar cuerpo a cuerpo e intentar el asal-
to al buque enemigo.
Marco Antonio disponía de embarcaciones similares, más algunas naves de
mayor tamaño ―auténticas fortalezas flotantes con torres de arqueros a proa y
popa y capacidad para acoger a cientos de soldados en sus espaciosas cubier-
tas―. Eran barcos con velas, una práctica nada habitual en las antiguas bata-
llas navales. El plan de Marco Antonio, que mantenía a sus barcos fondeados
a la entrada del golfo de Ambracia, consistía en hacerse a la mar y, en cuanto
sus barcos tuviesen viento favorable, poner rumbo al sur, rodeando el Pelopo-
neso, hasta Egipto. Además de los barcos de guerra, Marco Antonio disponía
de numerosas embarcaciones comerciales, que apenas tenían capacidad para
alojar tropas y carecían de espolones o catapultas, pero transportaban los
cofres con los botines de guerra de Marco Antonio y Cleopatra, de manera que
resultaba vital que estos barcos se alejasen.
La batalla
Después de la batalla
Consideraciones tácticas
berar con Augusto, los comicios ciudadanos resultaban superfluos. Las magis-
traturas, desprovistas de efectividad, se convirtieron en meras escalas de
promoción social. Paralelamente, Augusto creó con sus funcionarios directos
una nueva carrera de honores que alcanzaba su más alto grado con el prefecto
del directorio, que mandaba la guardia, pero de este segundo cursus honorum
quedaron excluidos los senadores. En el año 27 se habían declarado senatoria-
les las provincias pacíficas, e imperiales las fronterizas y belicosas. Sobre
ellas Augusto mantenía el imperium; en realidad dominaba todo el orbe roma-
no. Fue una época de bonanza económica y la más brillante de la cultura
romana, el periodo en que cuajó el más puro clasicismo en el arte y en la lite-
ratura latina. Tras el infierno de las guerras civiles, Roma proclamó el naci-
miento de una nueva era de paz y prosperidad y la llegada al Mediterráneo de
la Pax Romana.
Asimismo, las numerosas reformas de Augusto, condicionadas por sus
sucesos, dieron lugar a una maquinaria administrativa capaz de gobernar
eficazmente hasta el último rincón del imperio, que se extendía desde Hispa-
nia hasta Siria y desde Normandía hasta Egipto.
Los cuadros medios y bajos de la Administración seguían funcionando,
a pesar de las veleidades de algunos emperadores crueles o estúpidos que
sumieron a la ciudad de Roma en el terror. El primer sucesor de Octavio
Augusto fue Tiberio, un gran general, inteligente y capaz, al que las
circunstancias habían obligado a ejercer un poder absoluto que repugnaba a
su talante aristocrático y espíritu conservador. Despreciaba la adulación de
los senadores y, paulatinamente, su carácter reservado derivó hacia una
profunda misantropía. Su sucesor, Calígula, se creía un dios y mandó arran-
car las cabezas de todas las estatuas de deidades de sus palacios para susti-
tuirlas por la suya.
Conclusiones
Bibliografía
FULLER, J.F.C. (General): Batallas decisivas del mundo occidental y su influencia en la Histo-
ria. Ediciones Ejército, 1979.
PLUTARCO: Vidas paralelas, t. VII.
SUÁREZ FDEZ.: Manual de historia universal. Espasa Calpe, 1958.
ANEXO
Resumen
Abstract
Thanks to the new social networks, and by pure chance, it has been possi-
ble to link two apparently unrelated stories: the intentional sinking of a
carrack in San Juan de Puerto Rico in 1595 and the Great Armada of 1588,
wrongly named Invincible Armada. In a parallel way, and with the same
carrack as the conducting thread, the famous Francis Drake and Juan Gutié-
(*) Ante todo, es preciso aclarar que este artículo no habría sido posible sin la publicación
de la colosal obra La batalla del Mar Océano. Corpus documental, dirigida por el tristemente
fallecido contralmirante José Ignacio González-Aller Hierro, a quien seguro le habría gustado
conocer este artículo. De no ser por los datos que recopiló y publicó, estas historias seguirían
inconexas.
rrez de Garibay, a great Spanish sailor, cross their paths. We will see how four
times the pirate and corsair tried to seize the carrack, without success, and
how Garibay each time forced the English to withdraw.
E
RA la nao Nuestra Señora de Begoña un magnífico barco, muestra de la
evolución tecnológica alcanzada por España, siempre descrita como
fuerte y muy velera. Con una eslora de unos 31 metros, manga de unos
diez y arqueo de 761 toneles machos, montaba entre 24 y 18 cañones, depen-
diendo del momento. Se la supone de construcción cántabra hacia 1585. Se
había fabricado para la Carrera de Indias, y ese fue su cometido hasta que en
1587 se decidió que pasase a formar parte de la jornada de Inglaterra que se
estaba preparando en Lisboa, adonde llegó en abril de 1588, apenas un mes
antes de que zarpara la Gran Armada.
El capitán de la Begoña era Juan Gutiérrez de Garibay, desconocido inclu-
so en su propia patria, pese a que llegó a ser uno de los grandes generales de
la Carrera de Indias (1). Sobre él, en pro de la brevedad baste decir que inició
su hoja de servicios con apenas trece o catorce años, como soldado a las órde-
nes de Pedro Menéndez de Avilés, en las selvas de Florida luchando contra los
hugonotes franceses; luego, pasó a la Armada de la Guarda de la Carrera de
Indias, donde fue ascendiendo. Después de su paso por la Gran Armada y por
las costas de Cuba, cuyos hechos veremos en este artículo, llegó su mayor hito
personal: defender la Flota de Indias de unos 150 buques ingleses al mando
del conde de Essex, en las Azores, a finales de 1597. Para mayor gloria, la
flota arribó intacta a España, lo que le valió toda clase de reconocimientos (2).
Sobre Francis Drake (corsario o pirata, según le aprovechase más) se ha
dicho tanto que no es necesario añadir nada más (3).
La «Contra-Armada» de 1589
había más de treinta ingleses armados de arcabuces con las mechas encendi-
das. Resulta evidente que los ingleses planeaban un golpe de mano pero que,
viendo las defensas a que debían enfrentarse, decidieron cancelar el ataque y
abandonar a los del navío francés a su suerte. De nuevo se quedaron los
enemigos con las ganas de apresar a la Begoña.
Tras fracasar estrepitosamente en Lisboa, los restos de la Contra-Arma-
da regresaron a Inglaterra pero, por necesidad de agua y víveres, recalaron
en Vigo a finales de junio. Considerando inviable la defensa de la incipien-
te ciudad, y teniendo muy presentes las atrocidades cometidas por los
ingleses en La Coruña, sus vecinos decidieron abandonar la urbe llevándo-
se consigo todo lo que pudieron cargar. Los atacantes desembarcaron el 30
de junio y, al ver todo desierto, se relajaron y se dedicaron al pillaje, lo que
fue aprovechado por los defensores para hacer una guerra de guerrillas. La
rapidísima llegada de refuerzos con soldados veteranos hizo que los galle-
gos pasasen al ataque ante los dispersos y descoordinados invasores, quie-
nes sufrieron cientos de bajas y reembarcaron a toda prisa, abandonando la
ría el 2 de julio. Fue en estos días cuando los ingleses, envalentonados por
su abrumadora superioridad, se plantean nuevamente tomar Bayona y la
nao Begoña, pero lo imponente de sus defensas les hizo cambiar de idea
otra vez.
Tras la Contra-Armada
valorada entre dos y tres millones de pesos, con el timón y el palo mayor rotos
a causa de una tormenta, milagrosamente había alcanzado a refugiarse en
dicho puerto a fin de ser reparada, para lo cual hubo de desembarcar el carga-
mento, que quedó custodiado en el castillo.
La escuadra corsaria ―tras ser rechazada varias veces en Canarias, lo que
la retrasó― llegó finalmente a Puerto Rico. Sin embargo, una flotilla de cinco
fragatas, al mando de Pedro Téllez de Guzmán, se le había adelantado, lo que
permitió preparar la defensa de San Juan, para lo cual se hundió a propósito la
Begoña como parte de una estrategia orientada a cerrar la entrada al puerto.
En la noche del 23 al 24 de noviembre de 1595 se produjo el combate, en el
que los ingleses sufrieron una contundente derrota que les obligó a retirarse.
Las cuatro fragatas españolas supervivientes ―una había ardido en la lucha―
cargaron el tesoro y a la gente de la Begoña (unos 300 hombres), regresando
rápidamente a Cádiz.
Drake, ostentando ahora el mando pues Hawkins había muerto por
enfermedad, intentó tomar Panamá, donde de nuevo vio cómo era vencido
y se le infligían grandes bajas. Tras la derrota ordenó ir a Portobelo, donde,
para rematar el desastre, moriría de disentería y su cadáver fue arrojado al
mar. Ahora, la desmoralizada, hambrienta, diezmada y enferma flotilla
corsaria quedaba a las órdenes del coronel de las tropas de tierra, Thomas
Baskerville, quien decidió que lo único sensato era volver a casa. Pero
antes había que preparar los buques para la travesía, de manera que los
restos de la flota se dirigieron a la isla de Pinos (al sur de Cuba) para poner
todo a punto.
Aún no habían llegado a España las noticias de lo de San Juan de Puerto
Rico, por lo que el segundo día de 1596 zarpó de Lisboa una escuadra de
refuerzo hacia el Caribe liderada por Bernardino de Avellaneda, siendo su
almirante nuestro conocido Juan Gutiérrez de Garibay. La fuerza se tropezó en
la travesía con un recio temporal que le causó averías y la obligó a hacer alto
en San Juan. Reparado lo imprescindible, se dirigió a Cartagena de Indias para
terminar los trabajos de puesta a punto. Al poco de fondear, los españoles se
enteraron de la ubicación de los ingleses, así que Avellaneda ordenó ir a Pinos
sin haber concluido las faenas. Garibay, que mandaba los barcos más veleros,
se adelantó al resto y llegó a tiempo de ver cómo catorce bajeles ingleses ya
alistados estaban con los últimos preparativos, aunque con mucha gente en
tierra. Pese a contar solo con tres unidades, sabiendo que detrás venían refuer-
zos, Garibay decidió aprovechar la ventaja de que mucha de la gente inglesa
estaba en tierra y se lanzó al ataque. La acometida provocó la desbandada de
los ingleses embarcados, que dejaron abandonados a sus compañeros en las
playas, y se saldó con el apresamiento de la nave mayor y de una pinaza,
aunque al precio de que una de las unidades de Garibay ardiese y explotase
con 80 hombres a bordo. Avellaneda llegó a tiempo para continuar la persecu-
ción, viendo asombrado cómo los ingleses mojaban las velas, para que atrapa-
ran más viento, y arrojaban la artillería al mar para ir más rápidos, por lo que
le fue imposible capturar nave alguna.
Dudas sobre la Begoña. Las nuevas tecnologías dan las primeras pistas
El dato definitivo
Fuentes documentales
― Archivo General de Indias, Casa de Contratación 1107, N.4, f. 19. Sevilla, 30 de octubre de
1593 (digitalizado y disponible en PARES. Póngase en el buscador «Begoña» y «Pardo
Osorio»).
― Ibídem, Escribanía de Cámara de Justicia, leg. 1074ª (resumen en PARES. Póngase en el
buscador «Begoña» y «Landecho»).
― Ibídem, Indiferente 1952, L.4, ff. 59r-59v; Indiferente 1953, L.5, ff. 76v-77v (resumen en
PARES. Póngase en el buscador «Begoña» y «Landecho»).
Bibliografía
CASADO SOTO, José Luis: Los barcos españoles del siglo XVI y la Gran Armada de 1588. San
Martín, Madrid, 1988.
GORROCHATEGUI SANTOS, Luis: Contra Armada. La mayor catástrofe naval de la historia de
Inglaterra. E-Lector, Sada (La Coruña), 2010.
PÉREZ-MALLAÍNA, Pablo Emilio: «Juan Gutiérrez Garibay. Vida y haciendas de un general de la
Carrera de Indias en la segunda mitad del siglo XVI», en Revista de Indias, vol. LXX, núm.
249. Sevilla, 2010.
RODRÍGUEZ GONZÁLEZ, Agustín Ramón: Mitos desvelados. Drake y la Invencible. Sekotia,
Madrid, 2011.
URGORRI CASADO, Fernando: «Hombres y navíos de la Invencible. Los que volvieron a La
Coruña, 1588 (II)», en Revista del Instituto José Cornide de Estudios Coruñeses, año XXIV,
núm. 24. La Coruña, 1988.
VV.AA.: La batalla del Mar Océano. Corpus documental de las hostilidades entre España e
Inglaterra (1568-1604). Vol. V: Anexos y apéndices. Ministerio de Defensa, Madrid, 2015.
Web del Portal de Archivos Españoles: pares.mcu.es
LA HISTORIA VIVIDA
gación española nombrada para ratificar nuestros tratados con el Japón, debiendo
hacer escala en la isla de Malta y en el puerto de Alejandría, desde donde debía
dirigirse a Port Said, ciudad que da entrada al canal por el lado del Mediterráneo.
Después de una travesía en la que subsistieron constantemente los vientos del
Este, entramos en el puerto de La Valeta el 1 de noviembre y, repuesto el carbón
consumido, el agua y adquiridos ciertos efectos indispensables, continuamos el 4
por la mañana nuestra navegación para Alejandría no sin vernos forzosamente
detenidos en Malta 24 horas mas de las que necesitábamos para nuestro alista-
miento, en espera de que cediese el temporal del primer cuadrante, que se declaró
después de nuestra entrada; pero ningún temporal daña a las embarcaciones una
vez dentro de este puerto.
Hallábase en el puerto, dispuesto a salir para Atenas a incorporarse a otros
buques y seguir desde allí a Port Said para asistir a la fiesta de inauguración del
canal de Suez, la escuadra inglesa al mando del vicealmirante Milne, compuesta
por cuatro fragatas acorazadas: Lord Warden, insignia del vicealmirante, Prince
Consort, Bellerophon y Caleddonian, con un vapor aviso.
Abonanzado el tiempo, salimos de Malta el 4 de noviembre para Alejandría.
El carbón de piedra se encuentra en Alejandría en el Arsenal del Gobierno y
también se compra a individuos particulares al mismo precio que en Malta, con
corta diferencia, si bien, por la mayor extensión del puerto no es el servicio tan
rápido como en la expresada isla. El agua se compra también, a precios razona-
bles, de algibes que hay para el servicio del puerto, unos de vapor y otros que no
lo son. Siendo Alejandría plaza de gran comercio y en la que abunda la población
europea, las comisiones de compras de nuestros buques podrán surtirse de cuantos
efectos sean necesarios, si bien a precios fabulosos.
Grande era el número de embarcaciones de guerra de diversas naciones euro-
peas que, con motivo de la próxima inauguración del canal de Suez, habían concu-
rrido en Alejandría, produciendo en el puerto un movimiento inusitado. La escua-
dra inglesa del vicealmirante Milne, fuerte de cinco fragatas acorazadas y cuatro
buques menores que ya habían llegado procedentes de Atenas, se encontraba
fondeada en la rada. Dentro del puerto, la escuadra francesa con insignia de
contralmirante, compuesta por una fragata de hélice y de varias goletas: además de
otra fragata de vela que permanece constantemente en Alejandría haciendo servi-
cio de hospital en la estación.
Estaba también la escuadra italiana compuesta por una fragata acorazada (en la
rada) y de algunos buques menores; muchos buques de vapor egipcios, entre ellos
el yate del virrey y el de la emperatriz de los franceses, que debía recibir a esta
augusta señora en Alejandría para conducirla a Puerto Said; una corbeta sueca,
otra holandesa, otra noruega y algunas mas [más].
El día 13, a la una de la tarde, después de evacuados los asuntos que nos
conducían a Alejandría, y en la necesidad de estar en tiempo oportuno en Puerto
Said, para la apertura del canal, que debía tener lugar el día 17, partimos para
dicho punto, y detrás de nosotros lo verificaron las corbetas de guerra sueca y
noruega, Wanaris y Nordstjernen.
En las primeras horas del día 14 estábamos a la altura de la torre Linterna de
Port Said, distinguiéndose claramente los buques que se encontraban en la rada y
dentro del puerto. Eran los primeros, dos fragatas acorazadas austriacas; una de
ellas con insignia de contralmirante. El viento del NO que venía reinando desde el
día anterior, y la considerable mar del Norte que arbolaba, nos hizo comprender
desde luego que no solo no sería posible aquel día la entrada en el puerto, pero tal
mente: al buque mixto le será ventajoso, en casi todos los casos el tránsito por
Suez.
Según acabamos de ver, la navegación totalmente a vela en ciertas épocas es
difícil en el mar Rojo. Sus costas están poco frecuentadas e imperfectamente reco-
nocidas: los vientos subsisten durante meses consecutivos; y si favorecen los
viajes en un sentido, le son enteramente contrarios en el opuesto. La navegación a
vela encontrará siempre verdaderas dificultades en este mar y muchos marinos
preferirán, aún por necesidad, la ruta por el cabo de Buena Esperanza.
Designado por M. Lesseps y demás directores de la compañía el día 2 para que
pasase la Berenguela hasta Ismailia, en unión de la fragata prusiana Hertha, que
también debía verificarlo; después de haber romaneado la artillería a fin de quedar
a 5,8 m de calado máximo, cantidad que habían exigido para verificar el paso con
seguridad, y sin riesgo de varadas de consideración por obstáculo material, salvo
los que dimanasen de accidente imprevisto, entramos en el canal a las diez de la
mañana de dicho día, seguidos como a una milla de distancia por la antedicha
fragata prusiana, y piloteados (sic) por el comandante de Marina de la compañía
M. Pointel, que se prestó graciosamente a hacer este importante servicio. A las tres
de la tarde nos quedamos en la gare [muelle de atraque] de Kantara, en el kilóme-
tro 45, con la dicha fragata, habiendo verificado esta travesía sin incidente alguno.
Esta parte del canal, salvo un pequeño torno a la entrada, es perfectamente recta en
dirección Sur, y se navega con facilidad con tal de tener sumo cuidado con el
gobierno del buque para no ir sobre las balizas colocadas a uno y otro lado, que
forman el verdadero canal, puesto que marcan la anchura del fondo, que en todo él
hasta Suez no mide más de 22 metros, pudiéndose calcular en 100 metros, más o
menos, en algunos parajes, la anchura total de rivera a rivera.
Enfrente del kilómetro 45 está una gran gare de 1.000 metros de largo para el
paso de los buques en direcciones opuestas y por la cual ha pasado sin dificultad
de ninguna especie, estando la Berenguela amarrada sobre la rivera de Asia, una
fragata noruega de nuestro porte.
A partir de Kantara los terrenos se elevan: las orillas son relativamente altas.
Del kilómetro 49 al 55 el terreno se deprime de nuevo hasta llegar al lago
Ballah.
Se continúa hasta el lago Timsah, o de los cocodrilos, que está en la elevación
máxima de 16 metros sobre el nivel del agua. Este es el punto en el que el canal no
mide más que 60 metros de ancho; pero su fondo es el mismo, y la anchura de este
fondo no baja de 22 metros.
Ya, al fin, en Ismailia, digno centro de los trabajos de la compañía.
Permanecimos en el lago Timsah, fondeados enfrente a Ismailia, verificando
las operaciones de alijo necesarias para poder salvar el único obstáculo que se
ofrecía ya a nuestro paso por el canal, que no era otro que una roca situada en el
centro del Serapeum, que sólo tenía 4 metros, 90 centímetros, y que se había
descubierto en los días mismos que precedieron a la inauguración del canal, situa-
da casualmente entre dos de las repetidas sondas hechas, que sólo tenía 20 metros
de extensión en longitud y sobre la cual se trabajaba incesantemente,
Mientras tanto, la fragata descargaba todos sus efectos en embarcaciones faci-
litadas por la compañía. Cinco metros, tres centímetros pudieron obtenerse de
calado medio con el alijo total. Pero mientras tanto ya en el Serapeum, a beneficio
de los trabajos hechos, se había logrado obtener este fondo, garantizándonos una
relativa seguridad en nuestro paso. Mientras tanto ya nuestros efectos habían sali-
do para Suez, en las dichas embarcaciones por el canal de agua dulce.
NOTICIAS GENERALES
Ese día se cursó una visita al Museo Naval de Madrid, actividad obligato-
ria de carácter complementario al curso.
Se concedieron dos créditos ECTS y dos créditos de libre configuración.
El curso estaba dirigido a personas con inquietud cultural por conocer la
actuación de la Armada española en la defensa de los territorios españoles
ante los ataques de Inglaterra.
UNED Madrid
C/ Tribulete 14, 3.ª planta
28012 Madrid
Telf.: 913 29 54 65
C/e: [email protected]
(*) La aportación a la defensa de las islas Filipinas ha sido investigada bajo la dirección
del profesor Martínez Shaw en el trabajo de fin del máster «Métodos y técnicas avanzadas de
Investigación Histórica, Artística y Geográfica».
― 28 de septiembre de 2017
Transcripción
J.C.P.
1.—I JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA (Agotado) 36.—LA ESCUADRA RUSA VENDIDA POR ALEJANDRO I A
ESPAÑA Y EL ULTRAMAR HISPÁNICO HASTA LA ILUS- FERNANDO VII EN 1817
TRACIÓN 37.— LA ORDEN DE MALTA, LA MAR Y LA AR-MADA
2.—II JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA (Agotado) 38.—TRAFALGAR
LA MARINA DE LA ILUSTRACIÓN 39.—LA CASA DE CONTRATACIÓN DE SEVILLA. APROXIMA-
3.—SIMPOSIO HISPANO-BRITÁNICO (Agotado) CIÓN A UN CENTENARIO (1503–2003)
LA GRAN ARMADA 40.—LOS VIRREYES MARINOS DE LA AMÉRICA HISPANA
4.—III JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA (Agotado) 41.—ARSENALES Y CONSTRUCCIÓN NAVAL EN EL SIGLO DE
LA ESPAÑA MARÍTIMA DEL SIGLO XIX (I) LAS ILUSTRACIONES
5.—IV JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA (Agotado) 42.—XXVII JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA. LA INSTITU-
LA ESPAÑA MARÍTIMA DEL SIGLO XIX (II) CIÓN DEL ALMIRANTAZGO EN ESPAÑA
6.—FERNÁNDEZ DURO (Agotado) 43.—XXVIII JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA
7.—ANTEQUERA Y BOBADILLA (Agotado) LA ÚLTIMA PROGRESIÓN DE LAS FRONTERAS HISPANAS
8.—V JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA EN ULTRAMAR Y SU DEFENSA
LA MARINA ANTE EL 98.–ANTECEDENTES DE UN 44.—LA GUERRA DE LA OREJA DE JENKINS (1739-1748)
CONFLICTO 45.—HISTORIA DE LA ARMADA ESPAÑOLA EN EL
9.—I JORNADAS DE POLÍTICA MARÍTIMA PRIMER TERCIO DEL S. XIX: IMPORTACIÓN VERSUS
LA POLÍTICA MARÍTIMA ESPAÑOLA Y SUS PROBLEMAS FOMENTO (1814-1835)
ACTUALES 46.—XXIX JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA
10.—LA REVISTA GENERAL DE MARINA Y SU PROYECCIÓN PIRATERÍA Y CORSO EN LA EDAD MODERNA
HISTÓRICA 47.—XXX JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA
11.—VI JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA ANTECEDENTES BÉLICOS NAVALES DE TRAFALGAR
LA MARINA ANTE EL 98.–GÉNESIS Y DESARROLLO DEL 48.—XXXI JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA. EL COMBATE
CONFLICTO DE TRAFALGAR
12.—MAQUINISTAS DE LA ARMADA (1850-1990) 49.—CRUCEROS DE COMBATE EN ACCIÓN
13.—I JORNADAS DE HISTORIOGRAFÍA 50.—V CENTENARIO DEL FALLECIMIENTO DE CRISTÓBAL
CASTILLA Y AMÉRICA EN LAS PUBLICACIONES COLÓN
DE LA ARMADA (I) 51.—XXXII JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA. DESPUÉS DE
14.—II JORNADAS DE HISTORIOGRAFÍA TRAFALGAR
CASTILLA Y AMÉRICA EN LAS PUBLICACIONES 52.—XXXIII JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA. EL COMER-
DE LA ARMADA (II) CIO MARÍTIMO ULTRAMARINO
15.—VII JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA 53.—VICENTE YAÑEZ PINZÓN Y LA CARABELA SAN BENITO
POLÍTICA ESPAÑOLA Y POLÍTICA NAVAL TRAS (EN PRENSA)
EL DESASTRE (1900-1914) 54.—XXXV JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA. LA ARMADA
16.—EL BRIGADIER GONZÁLEZ HONTORIA Y SUS HOMBRES EN UN MOMENTO DE TRANSICIÓN
17.—VIII JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA 55.—XXXVI JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA. LA MARINA
EL ALMIRANTE LOBO. DIMENSIÓN HUMANA Y EN LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA (II)
PROYECCIÓN HISTÓRICA 56.—III JORNADAS DE HISTORIOGRAFÍA NAVAL
18.—EL MUSEO NAVAL EN SU BICENTENARIO, 1992 LA HISTORIOGRAFÍA DE LA MARINA ESPAÑOLA
(Agotado) 57.—XXXVII JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA. PLAN
19.—EL CASTILLO DE SAN LORENZO DEL PUNTAL.–LA MARI- FERRANDIZ: PODER NAVAL Y PODER MARÍTIMO
NA EN LA HISTORIA DE CÁDIZ 58.—XXXVII JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA. V CENTE-
20.—IX JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA NARIO DEL NACIMIENTO DE ANDRÉS DE URDANETA
DESPUÉS DE LA GRAN ARMADA.–LA HISTORIA DESCO- 59.—XXXVI Y XXVIII JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA. LA
NOCIDA (1588-16...) MARINA EN LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA II Y III
21.—CICLO DE CONFERENCIAS (Agotado) 60.—XXXIX JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA. JOSÉ DE
LA ESCUELA NAVAL MILITAR EN EL CINCUENTENARIO MAZARREDO Y SALAZAR
DE SU TRASLADO 61.—XLI JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA. LA EXPULSIÓN
22.—CICLO DE CONFERENCIAS (Agotado) DE LOS MORISCOS Y LA ACTIVIDAD DE LOS CORSARIOS
MÉNDEZ NÚÑEZ Y SU PROYECCIÓN HISTÓRICA NORTEAFRICANOS.
23.—CICLO DE CONFERENCIAS 62.—XL JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA. LA PROTECCIÓN
LA ORDEN DE MALTA, LA MAR Y LA ARMADA DEL PATRIMONIO SUMERGIDO.
ESPAÑOLA 63.—XLII JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA. LA ORDEN DE
24.—XI JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA MALTA, LA MAR Y LA ARMADA (III).
MARTÍN FERNÁNDEZ DE NAVARRETE, EL MARINO 64.—XLIII JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA. LA EMANCI-
HISTORIADOR (1765-1844) PACIÓN DE AMÉRICA.
25.—XII JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA 65.—XLIV JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA. LA INDEPEN-
DON ANTONIO DE ULLOA, MARINO Y CIEN-TÍFICO DENCIA DE AMÉRICA ESPAÑOLA 1812-1828.
26.—XIII JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA ÁLVARO DE 66.—XLV JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA. ESPAÑA EN
MENDAÑA: EL PACÍFICO Y SU DIMENSIÓN HISTÓRICA FILIPINAS.
27.—CURSOS DE VERANO DE LA UNIVERSIDAD 67.—XLVI JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA. V CENTENA-
COMPLUTENSE DE MADRID (Agotado). MEDIDAS DE LOS RIO DEL DESCUBRIMIENTO DEL MAR DEL SUR POR
NAVÍOS DE LA JORNADA DE INGLATERRA NÚÑEZ DE BALBOA.
28.—XIV JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA 68.—XLVII JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA. JORGE JUAN
D. JUAN JOSÉ NAVARRO, MARQUÉS DE LA VICTORIA, EN Y LA CIENCIA ILUSTRADA EN ESPAÑA.
LA ESPAÑA DE SU TIEMPO 69.—XLVIII JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA. EXPEDICIO-
29.—XV JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA NES NAVALES ESPAÑOLAS EN EL SIGLO XVIII.
FERROL EN LA ESTRATEGIA MARÍTIMA DEL 70.—XLIX JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA. ESPAÑA Y LA
SIGLO XIX INDEPENDENCIA NORTEAMERICANA.
30.—XVI JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA. ASPECTOS 71.—L JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA. HISTORIA DEL
NAVALES EN RELACIÓN CON LA CRISIS DE CUBA ARMA SUBMARNA ESPAÑOLA
(1895-1898) 72.—LI JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA. LA MARINA DE LA
31.—CICLO DE CONFERENCIAS.–MAYO 1998 LA CRISIS ESPAÑO- CORONA DE ARAGÓN.
LA DEL 98: ASPECTOS NAVALES Y SOCIOLÓGICOS 73.—LII JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA. LOS FONDOS
32.—CICLO DE CONFERENCIAS.–OCTUBRE 1998. VISIONES DE DOCUMENTALES DE LA ARMADA.
ULTRAMAR: EL FRACASO DEL 98 74.—LIII JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA. D. ANTONIO DE
33.—LA CARPINTERÍA Y LA INDUSTRIA NAVAL EN EL SIGLO XVIII ULLOA.
34.—XIX JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA (Agotado) 75.—LIV JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA. III CENTENA-
HOMBRES Y ARMADAS EN EL REINADO DE CARLOS I RIO DE LA CREACIÓN DE LA REAL COMPAÑÍA DE
35.—XX JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA (Agotado) CABALLEROS GUARDIAS MARINAS.
JUAN DE LA COSA
Advertencias
• Evítese el empleo de abreviaturas, cuando sea posible. Las siglas y los acrónimos, siempre con
mayúsculas, deberán escribirse en claro la primera vez que se empleen. Las siglas muy conocidas se
escribirán sin puntos y en su traducción española (ONU, CIR, ATS, EE.UU., Marina de los EE.UU.,
etc.). Algunos nombres convertidos por el uso en palabras comunes se escribirán en redonda
(Banesto, Astano, etc.).
• Se aconseja el empleo de minúsculas para los empleos, cargos, títulos (capitán, gobernador, conde)
y con la inicial mayúscula para los organismos relevantes.
• Se subrayarán (letra cursiva) los nombres de buques, libros, revistas y palabras y expresiones en
idiomas diferentes del español.
• Las notas de pie de página se reservarán exclusivamente para datos y referencias relacionados
directamente con el texto, cuidando de no mezclarlas con la bibliografía. Se redactarán de forma
sintética.
• Las citas de libros y revistas se harán así:
— APELLIDOS, nombre: Título del libro. Editorial, sede de ésta, año, número de las páginas a que se
refiere la cita.
— APELLIDOS, nombre: «Título del artículo» el Nombre de la revista, número de serie, sede y año
en números romanos. Número del volumen de la revista, en números arábigos, número de la
revista, números de las páginas a que se refiere la nota.
• La lista bibliográfica deberá presentarse en orden alfabético; en caso de citar varias obras del
mismo autor, se seguirá el orden cronológico de aparición, sustituyendo para la segunda y siguien-
tes el nombre del autor por una raya. Cuando la obra sea anónima, se alfabetizará por la primera
palabra del título que no sea artículo. Como es habitual, se darán en listas independientes las obras
impresas y las manuscritas.
• Las citas documentales se harán en el orden siguiente:
Archivo, biblioteca o Institución.
Sección o fondo.
Signatura.
Tipología documental.
Lugar y fecha.
REVISTA
DE
HISTORIA NAVAL
SUPLEMENTO NÚM. 26
REVISTA
DE
HISTORIA NAVAL
CONSEJO RECTOR:
Presidente: Fernando Zumalacárregui Luxán, vicealmirante, director del Instituto
de Historia y Cultura Naval.
Vicepresidente
y Director: César Raúl Goday Buján, capitán de navío.
Redactor Jefe: José Antonio Ocampo Aneiros, coronel de Máquinas (R).
Vocales: José Cervera Pery, general auditor y periodista; Enrique Martínez
Ruiz, catedrático de Historia de la Universidad Complutense de
Madrid; Eduardo Bernal González-Villegas, capitán de navío, Depar-
tamento de Historia; José Ramón Vallespín Gómez, capitán de navío,
Departamento de Cultura Naval; Eduardo Brinquis Crespo, coronel de
Infantería de Marina, Departamento de Patrimonio Naval Sumergido;
Pedro Ramírez Quevedo, capitán de navío, Departamento de Cultura
Naval; ; José Antonio Ocampo Aneiros, coronel de Máquinas (R),
consejero-colaborador.
Redacción, Difusión y
Distribución: Ana Berenguer Berenguer; Delia Colazo Rodríguez.
Administración: Rocío Sánchez de Neyra Espuch; Paloma Molins Bedriñana.
DIRECCIÓN Y ADMINISTRACIÓN:
Instituto de Historia y Cultura Naval.
Juan de Mena, 1, 1.a planta.
28071 Madrid (España). http://publicaciones.defensa.gob.es/
Teléfono: 91 312 44 27.
Fax: 91 379 59 45.
c/e: [email protected]
IMPRIME:
Servicio de Publicaciones de la Armada.
Suscripción anual:
España y Portugal: 16 euros.
Resto del mundo: 25 euros.
En esta edición se ha utilizado
Depósito legal: M. 16.854-1983. papel 100% reciclado libre de
cloro.
ISSN: 0212-467-X (edición en papel).
ISSN: 2530-0873 (edición en línea).
NIPO: 083-15-091-7 (edición en papel).
NIPO: 083-15-092-2 (edición en línea).
Impreso en España. - Printed in Spain.
Págs.
Institución .............................................................................................................
...................................................................................................................................
Dirección postal .................................................................................
...................................................................................................................................
...................................................................................................................................
País .....................................................................
Teléfono ..........................................................
Fax ....................................................................
...................................................................................................................................
...................................................................................................................................
...................................................................................................................................
Dirección de intercambio:
Abstract
E
L que con el transcurso del tiempo llegará a ser el teniente general de la
Real Armada Carlos Reggio y Gravina nació en el año 1714, en Madrid
(1), en el seno de una noble familia italiana al servicio de Felipe V, la
cual, una vez finalizada la Guerra de Sucesión, quedó asentada en Guipúzcoa.
(2) En 1710 se le concedieron los honores de Grande de España para su persona y casa.
(3) Archivo-Museo Don Álvaro de Bazán (AMAB), Cuerpo General, leg. 620/1006.
(4) La expedición comenzó organizarse el 16 de marzo de 1732, en el puerto de Alicante,
bajo la responsabilidad de su padre, el príncipe de Campo Florido, por entonces capitán general
de Valencia.
(5) AMAB, Cuerpo General, leg. 620/1006.
(12) GÓMEZ VIZCAÍNO, Juan Antonio: «El teniente general Blas de Barreda y Campuzano
y el Departamento Marítimo de Cartagena de Levante (1761-1767)», en Revista de Historia
Naval, núm. 131, 2015.
(13) ANC, PIIG, L24.
(14) ANC, caja 1800.
(15) Museo Naval de Madrid (MNM), Catálogo de la Colección de Documentos de
Vargas Ponce (CCDVP), vol. I, t. XXXVI, docs. 326 y 327. Madrid, 1979.
«impedir que la rambla de Benipila, siga su curso por donde actualmente corre, y
procurar lo tenga por la espalda de la casa de Tacón como siempre lo ha tenido,
para lograrlo es preciso hacer una parada o Malecón con pilotes, atochadas y tierra
que sostenga el derrame de las aguas»,
pues de no hacerlo así, evitando que las aguas rompan directamente sobre el
malecón, «se padecerían muchas desgracias y considerable ruina en el arsenal
y población» (26).
El 1 de enero de 1769 había quedado establecida en la iglesia del convento
de Nuestra Señora de la Merced la parroquia castrense de San Fernando, en la
que desde principios de siglo radicaba la cofradía de la hermandad de los arti-
lleros de las Brigadas de la Real Armada de Mar Océano, que allí daba culto a
la imagen de su patrona, santa Bárbara.
La patrona estaba representada en una bella imagen que sobresalía entre
las demás por sus 70 centímetros de altura. Nimbada, de rodillas, con la mano
derecha en el pecho y portando en la izquierda la palma simbólica del marti-
rio. Pronto comenzó la administración de sacramentos, y ese mismo 1 de
enero se bautizó a un niña con el nombre de Josefa Bernarda, hija del maestre
y contador del jabeque Catalán José de la Encina, mientras que el primer
matrimonio se ofició, el 29 de junio de 1774, entre José Gutiérrez de Rubalca-
ba, caballero de la Orden de Montesa, y María Teresa de Medina y Rojas.
«Apuntanse los Edificios principales, que se hallan executados en los Reales Arse-
nales de Marina, y demás Puertos de España; y en particular se explica el método
observado en Cartagena para el establecimiento de los Diques de carena, y otras
Obras dentro del Agua»,
Las obras continúan pues a buen ritmo en el interior del arsenal y se suce-
den las mejoras en la logística, toda vez que los servicios de aguada en maes-
tranza, presidiarios, esclavos y buques ―que hasta ese momento se hacían
(27) «… la hermosa sala de gálibos, que medía 86 metros de largo por 13 de ancho, y
estaba situada en la parte de poniente del arsenal. En ella se trazaban los planos de los buques
para empezar su construcción…». GONZÁLEZ, Manuel: «El Arsenal de Cartagena (V)», en El
Porvenir, 13 de abril de 1929.
(28) «La primera de ellas, que es la más suntuosa y considerada de preferencia en el
fondo destinado a ellas, se trató de que fuera igual a la de Ferrol, pero se tocó la dificultad que
había de hacerse un gran desmonte, y quedó acordado se hiciera por el plano y perfil presentado
por el ingeniero D. Mateo Vodopich. Tiene mil quinientos sesenta pies de longitud, noventa y
nueve de latitud, y noventa de elevación; y ocupa casi todo el costado S. del arsenal. El cuartel
de presidiarios se proyectó en vista de los crecidos gastos que ocasionaban las recorridas y
reemplazos de las galeras donde aquellos se alojaban. Es también un buen edificio, de capaci-
dad para tres mil hombres». ÍDEM: «El Arsenal de Cartagena. Apuntes históricos», en El Eco de
Cartagena, 28 de julio de 1879.
(29) «La fuente se hizo por cuenta del asentista don Jerónimo Retortillo, marqués de
Granada, con un importe de 12.307 reales y 17 maravedís, pasando a propiedad de la Marina
por Real Orden de 22 de febrero de 1771». MEDIAVILLA SÁNCHEZ, José: Las aguas de la Región
Murciana. Cartagena, 1929.
(30) Durante la primera mitad del siglo XVIII, el navío Galicia estuvo sirviendo de
machina en el arsenal de Cartagena, hasta que, por real orden de 13 de agosto de 1757, el 17
de junio del año siguiente se arboló, aunque de forma provisional, la primera machina que
tuvo este arsenal. Formada con los palos del navío El Real, de ella se decía que era más
robusta que la de Tolón. Había además por entonces otra machina flotante de pequeñas
dimensiones.
El constructor fue enterrado al día siguiente, bajo las bóvedas del convento
de San Agustín. El comandante general, en el citado parte, ponía de manifies-
to las cualidades personales y profesionales que adornaban al fallecido:
«la mitad del sueldo de su marido y que a su hijo Tomás se le promueva a ayudan-
te de construcción con el grado de alférez de navío, para con esta satisfacción vivir
con algún consuelo en su desgracia y atender a la crecida familia que le ha queda-
do, de cinco hijos, sin el referido Tomás, que ya tiene sueldo, y otra casada ni otro
que está próximo a dar al mundo» (34).
01-1769
San Rafael
(16-06-1768)
(34) El rey le concederá una pensión anual de 900 pesos sencillos y casa para vivir en el
arsenal, en el piso segundo de la comandancia del arsenal, residencia que no abandonará hasta
1777, cuando se decidirá establecer en ella la Academia de Guardias Marinas. En compensa-
ción se le señalan diez pesos mensuales para pago de alquiler de otra. MEDIAVILLA SÁNCHEZ,
José: Las aguas de la Región Murciana. Cartagena, 1928.
(35) GONZÁLEZ, Manuel: «El Arsenal de Cartagena. Apuntes históricos», en El Eco de
Cartagena, 29 de julio de 1879.
20 cñs.
Santa Rita 1773
(de a 6)
700 t
Santa Florentina
6 cñs. eslora 163 pies 4˝
(Real Orden de 04-12- 24-7-1773
(de a 6) manga 36 pies 2˝
1772)
puntal 16 pies 11˝
En la mañana del 18 de enero de 1770 ardió en la grada que hay junto al almacén general, a
pesar del auxilio prestado por los Batallones de Marina, el regimiento de suizos de Reding y el
batallón de Flandes, que emplearon 16 bombas contraincendios. A la mañana siguiente solo
quedaban las ligazones, pero afortunadamente no hubo desgracias personales.
(1) Último buque del sistema inglés en el que intervino Bryant. Orden de construcción
04-02-1766 y denominación 01-11-1767.
(2) En la columna de botadura, la fecha entre paréntesis es la de puesta en quilla.
(41) MEDIAVILLA SÁNCHEZ, José: Las aguas de la Región Murciana, en relación con los
antecedentes históricos de los abastecimientos de la ciudad y Campos de Cartagena, Base
Naval y Puerto, y otros aprovechamientos de las mismas, t. III. Cartagena, 1929. Era natural de
Génova y, desde 1761, estaba al servicio de la Marina en Cartagena como asentista o construc-
tor de buques. En 1777 fue nombrado cónsul de las Dos Sicilias en Cartagena por fallecimiento
de Miguel Panisa.
Del resultado de esta visita, que deducimos debió de durar algo más de dos
meses, son fiel testimonio las órdenes que recibe el intendente del departa-
mento como consecuencia de uno de los informes que, fechado el 4 de agosto,
Gautier ha elevado a la superioridad, a la cual comunica que
«de resulta del reconocimiento hecho de esos Navíos ha resuelto el Rey aprovan-
dole, quanto propone (y así, se le, avisa) se excluya al Navío el Glorioso con el
Terrible y Aquiles, que ya la estaban, quedando estos 3 Vaxeles, existentes, como
el mismo Gautier ha pensado, y con el forro que deberá ponérseles para su conser-
vación, a exemplo, de lo practicado en Ferrol; que el Velasco se carene luego; y
que el referido Gautier pueda partir de ahí quando le parezca respecto de haver
concluido la comisión a que se dirigió su viaje, y de ser necesario su pronto retor-
no al expresado Ferrol» (44).
(47) MNM, CCDVP, vol. I, t. XXXVII, doc. 51, f. 61, 26 de febrero de 1771. Hay ciertas
diferencias con el texto original, también manuscrito, errores en la transcripción y omisión del
artículo 33, comparado con el que se conserva en el Archivo General de Simancas (Marina, leg.
79) y que aporta SÁNCHEZ CARRIÓN en el corpus documental de su tesis doctoral, «Los Ingenie-
ros de Marina, motores de la renovación y tecnificación de la construcción naval española
(1770-1827). Su organización, academia y realizaciones». Escuela Técnica Superior de Inge-
nieros Navales, Universidad Politécnica de Madrid, 2009.
(48) ANC, PIIG, L.26, 4 de junio de 1771.
(49) Ibídem, 16 de abril de 1771.
(50) MNM, CCDVP, vol. I, t. XXXVII, doc. 71, f. 88. De Arriaga a Juan Domingo de
Medina, 1 de agosto de 1771.
(54) Situada en las cercanías del castillo de la Concepción, en la calle del Gimero, fue
comprada por 16,5 pesos a una vecina de Murcia llamada Juana Navarrete, quien atendía a su
mantenimiento con los cuatro maravedíes que mensualmente aportaba cada esclavo.
(55) CAÑABATE NAVARRO, E.: Cartagena y sus antiguas defensas muradas. Cartagena,
1967. Durante el reinado de Felipe V existía en este lugar un cementerio de moros, esclavos y
libres, pues la población de esta etnia era numerosa.
(56) Archivo General de Simancas (AGS), Marina, leg. 709, carta de Barrero a Arriaga y
Cartagena, Cartagena, 20 de julio de 1757; Medina al gobernador del Consejo, 19 agosto 1761.
(57) AGS, Marina, leg. 709. Dictamen de la Inquisición. Cartagena, 28 de septiembre
de 1769.
(58) Ibídem. Palacio. Carta de Carlos III al conde de Aranda, 5 de abril de 1770.
(59) AGS, Marina, leg. 709. Reggio a Arriaga. Cartagena, 21 noviembre 1772.
(60) ibídem.
«que si entre los Reos, que los Tribunales y Justicias del Reino destinan a ese
Arsenal huviere algunos que por haver cometido delito deo, y tener la edad y talla
que prescribe la Orden de 24 de octubre de 1768, fuere a propósito para el servicio
de las armas, se entregue a los Batallones de Marina, destinados en ese Departa-
mento para que cumplan en ellos el tiempo de su condena» (67),
«El arsenal está rodeado de una muralla; unos barcos permanecían atracados
en el puerto y dos mil esclavos, unos cautivos moros y otros criminales, realizaban
los trabajos más duros; pude observar a estos desafortunados como sacaban el
agua estancada de los muelles completamente desnudos excepto por una tela que
cubría su cintura» (68).
(64) El hacinamiento en que vivían, en inmundas cuadras, los forzados y esclavos del
arsenal, y los actos inmorales y reprobables a que daba motivo la falta de luz y de vigilancia en
aquellos antros, verdaderas antesalas del infierno, inspiraron al comandante general Reggio la
idea de construir un cuartel para presidiarios, cosa que expuso en una de las reuniones que cele-
bró la junta del departamento, para lo que propuso levantar un plano y perfiles que se encargó
de cumplimentar el ingeniero don Mateo Vodopich. Ibídem.
(65) MNM, CCDVP, vol. I, t. XXXVI, doc. 281, f. 319.
(66) MARTÍNEZ RIZO, Isidoro: Fechas y fechos de Cartagena, 1891. Se llevaron a cabo
dos expediciones desde el puerto de Cartagena. La primera zarpó en octubre, y en ella se envia-
ron 1.247 argelinos y turcos sobre los navíos San Isidoro, San Vicente y Santa Isabel, la fragata
Santa Teresa y la tartana mercante mahonesa Santísima Trinidad, fletados todos por los padres
redentores y que regresaron con 1.066 cristianos, entre ellos 30 mujeres y 14 muchachos, resca-
tados con los 600.000 pesos que se destinaron a ello. La segunda expedición, que zarpó en
febrero del año siguiente, la componían el navío San Vicente y la fragata Santa Teresa, que
condujeron 242 moros.
(67) MNM, CCDVP, vol. I, t. XXXVII, doc. 33, f. 35.
(68) TORRES-FONTES SUÁREZ, Cristina: Viajes de extranjeros por el Reino de Murcia, t. II.
Murcia, 1996.
Así que la decisión de construir un edificio con capacidad para 3.000 forza-
dos llegó el 6 de marzo de 1770, encargándose el ingeniero Mateo Vodopich,
como director de las obras del arsenal, de llevar a cabo los estudios previos
correspondientes a dos posibles opciones, una ubicando el edificio en las proxi-
midades del arsenal, pero en el exterior, y otra en el interior del arsenal, si bien
separado por un foso y con acceso a través de un puente levadizo (69). La elec-
ción de una de estas dos opciones originó importantes divergencias entre Vodo-
pich y el comandante general, concretadas principalmente por un lado en el
adecuado pilotaje que imponían las condiciones del terreno ganado al mar que
había elegido Vodopich para asentar el edificio, y por otro en las numerosas
viviendas que habían de adquirirse para obtener la propiedad del terreno fuera
del arsenal, que era la opción del comandante general. No obstante, a fines del
verano ya estaban redactados los dos proyectos, y aunque Vodopich justificaba
razonadamente su inclinación por el que situaba el edificio en el interior del
arsenal, en un lugar que ya su antecesor, el ingeniero Sebastián Feringan, había
considerado muy adecuado para ello, se impuso el parecer del comandante
general y así se redactó el proyecto, si bien introduciendo Vodopich determina-
das cualidades técnicas en cuanto a bóvedas y pilotaje, lo que no satisfizo
mucho al comandante general, aduciendo el excesivo gasto que ocasionaba,
llegando a final del año siguiente sin que se iniciaran las obras.
(69) El terreno elegido por Reggio estaba situado en la llamada plaza de los Cables, y el
de Vodopich, en la zona suroeste de la dársena.
En esta situación se llegó a finales del año 1772, en que, ante la urgencia
manifestada por las autoridades del departamento y el mal estado de las gale-
ras, el ministro de Marina, antes de someter a la aprobación real el proyecto,
ordenó que emitiese informe el ingeniero general del recién creado Cuerpo de
Ingenieros de Marina, Francisco Gautier. El informe solicitado, si bien activó
la toma de decisión para solucionar lo que ya era un grave problema, tuvo
algo de «salomónico»:
«He examinado sobre el terreno los proyectos adjuntos que V. E. se ha servido
comunicarme, del Cuartel de Presidiarios y en su vista, voy a exponer mi dicta-
men: El sitio que propone el Comandante general D. Carlos Reggio es sin duda
preferible al que ideara el Ingeniero Director don Mateo Vodopich, quien lo
proyecta fuera del Arsenal y de la ciudad. El general lo propone entre el Arsenal y
el extremo de la ciudad, en cuya propuesta se encuentra ventilación, agua y seguri-
dad y precaución contra un motín. Los dos planos, que el general y el ingeniero
han proyectado, varían en la extensión y me parece que aunque el primero coge
menos terreno habrá sin embargo cabimiento para tres mil hombres, pero para
ventilar estas cuadras como se debe, soy de dictamen se alargue el patio como se
insinúa en el mismo proyecto del espacio. En cuanto a la construcción de los
(74) Las astillas que entonces se recogían no bastaban ni con mucho para satisfacer esta
necesidad. En enero de 1774 se hicieron 49 carretadas de gruesas y 120 de menuda. Además de
estas, hubo 55 de aserrín y cepillo.
(75) Archivo General de la Región de Murcia, Not. 6064. El 29 de julio de 1773 otorgó
testamento ante Agustín Carlos Roca.
(76) APSMGC, Libro de motes de entierros y fiestas, núm. 12 (1771-1779), ff. 77v y 78.
El 3 de septiembre se cantó en el convento de las monjas recomendación, vigilia y misa por el
Excmo. Sr. D. Carlos Reggio, todo con la música y todos los clérigos. El 4 y el 5 de septiembre
se hizo lo propio.
(77) El teniente general Reggio estableció su residencia en esta ciudad, donde en las
fincas que le fueron donadas por real orden de 11 de septiembre de 1762 edificó la casa adjunta
al Hospitalillo, que servía de habitación a los capellanes del mismo.
(78) ANC, RGII rr, año 1774, sign. 2415,1.
(79) MEDIAVILLA SÁNCHEZ, José: Las aguas de la Región Murciana. Su construcción se
costeó con los fondos dedicados al proyecto del arsenal. CHACÓN BULNES, José Manuel: «El
cuartel de presidiarios y esclavos de Cartagena» (tesis doctoral), 2011. Se confirmó la opinión
de Vodopich ya que, al abrir la caja para los cimientos, se vio que había sitios donde a los tres
pies de profundidad se encontraba agua, lo que dilató la ejecución del proyecto hasta resolver
su emplazamiento definitivo. La real orden de 10 de septiembre de 1773 se discutió en las suce-
sivas juntas del departamento.
(80) «Recuerdos de otros tiempos. El Arsenal de Cartagena. El Cuartel de presidiarios
(XVI)», en El Porvenir, 10 de julio de 1829.
Bibliografía adicional
ARANDA Y ANTÓN, Gaspar de: «La influencia de Duhamel du Monceau en la arquitectura naval
del siglo XVIII», en Revista de Historia Naval, núm. 78, año 2002.
ARÉVALO DEL RÍO, María José, y VALDÉS PEDAUYÉ, José María: «El cuartel de presidiarios y
moros en los siglos XVIII y XIX», en Cartagena Histórica, núm 23, abril-junio 2008.
ARNALDOS PÉREZ, Manuel: Los jesuitas en el reino de Murcia (apuntes históricos). Inédito,
ejemplar en la Biblioteca San Isidoro de Cartagena.
BACALLAR Y SANNA, Vicente: Comentarios de la guerra de España e historia de su rey Felipe
V, El Animoso, t. II. Año de 1714.
BARRIO GOZALO, Maximiliano: «La mano de obra esclava en el arsenal de Cartagena a media-
dos del Setecientos», en Investigaciones Históricas. Época Moderna y Contemporánea,
núm. 17. Universidad de Valladolid, 1997.
BLANCO NÚÑEZ, José María: La Armada española en la segunda mitad del siglo XX. IZAR
Construcciones Navales, S.A., Barcelona, 2004.
CARO, Lucas: Historia de Ceuta. Ceuta, 1989.
FERNÁNDEZ DURO, Cesáreo: Armada Española, t. VII (1759-1788). Madrid, 1895.
GONZÁLEZ-ALLER HIERRO, José Ignacio: «Origen e identificación de algunos modelos de barcos
del Museo Naval», en Revista de Historia Naval, núm. 76, año 2002.
GUARDIA, Ricardo de la: Datos para un cronicón de la Marina Militar de España. Ferrol, 1914.
GUIMARAENS IGUAL, Guillermo: «El último hálito de la fortificación abaluartada. El fuerte de
San Julián de Cartagena» (tesis doctoral). Valencia, 2007.
PÉREZ CRESPO, María Teresa: El Arsenal de Cartagena en el siglo XVIII. Madrid, 1992.
PIÑERA RIVAS, Álvaro, y THIAL BOISIÈRE, Jacqueline: «La construcción naval en España durante
el siglo XVIII», en Revista de Historia Naval, núm. 79, año 2002
PORTOLÉS GARCÍA, Consuelo: «El cuartel de presidiarios y esclavos», en Revista General de
Marina, agosto-septiembre 2007.
(81) AGS, MPyD, XIII-56, Marina, leg. 722. Plano de un lazareto en la playa de San
Julián, de la ciudad de Cartagena.
(82) Ibídem.
APÉNDICES
Apéndice 1
Proposición
Informe
«Cartagena 26 de junio de 1770.- Excmo. señor Bailio frey don Julián de
Arriaga. = Muy señor mío: Habiendo conferenciado con este Intendente don Juan
Domingo de Medina y el Director general de construcción, don Francisco
Gautier, acerca del pliego presentado a S.M. por don Baltasar Castellini y
Compañía, comprensivo de un nuevo asiento de dos navíos de setenta y dos
Resumen
y ya hemos visto que Castellini ofrecía hacerlas a razón de 55.000 cada una,
habiendo resultado el coste de la nombrada Santa Rosalía, en rosca, en 43.862
pesos, que se distribuyen como sigue:
Por seis mil cocos de madera de roble y pino....20.000 pesos de 15 reales
Por seiscientos quintales de hierro.....................................................4.000
De estopa, brea, grasa y betún ...........................................................2.000
Por los jornales de todas clases........................................................17.862
Total.................................................................................................43.862
FUENTE: MEDIAVILLA SÁNCHEZ, José: Las aguas de la Región Murciana, en relación con los ante-
cedentes históricos de los abastecimientos de la ciudad y Campos de Cartagena, Base Naval
y Puerto, y otros aprovechamientos de las mismas, t. III. Cartagena, 1929, pp. 230-242.
Apéndice 2
D. Manuel Travieso
Siendo teniente de navío vino destinado a este departamento por real orden
de 19 de junio de 1761 y quedó embarcado en el navío Firme, pero a causa de
enfermedad hubo de desembarcar y permanecer restableciendo su salud
durante cuatro meses en las inmediaciones de Murcia. Por Real Orden de 16
de abril de 1762 es aprobado su nombramiento como teniente de Maestranza,
para sustituir a Pedro Juan Sierra, y por otra real orden de 1 de junio del
mismo año se le destina como capitán de Maestranza interino. Por real patente
de 7 de febrero de 1763 se le confiere el grado de capitán de fragata y el
empleo en propiedad de capitán de maestranza del departamento de Cartage-
na, desempeñándolo hasta el 27 de julio de 1772.
D. José de Miranda
Oficiales mayores
D. Eduardo Bryant
Constructor de jabeques
Bartolomé Lluy
Ayudantes de construcción
Guillermo Turner
D. Manuel Salomón
D. Jacinto Palleschi
Delineador
D. Mauricio Oconnell
Contramaestres de construcción
Ramón Llompart
Bernardo Muñoz
Desempeña este cometido por real orden de 16 de enero de 1754. Por real
orden de 27 de abril de 1762 fue comisionado para la construcción de barcas
para el Ejército en Zamora, desempeñándola hasta el 20 de enero de 1763. Por
real orden de 24 de octubre de 1763 fue comisionado para la corta de madera
en los montes de Cataluña, desempeñándola hasta el 23 de enero de 1764.
Domingo Pallarés
Antonio Muñoz
Era maestro mayor de carpinteros de ribera y por decreto del ingeniero general
de Marina de 6 de septiembre de 1771 fue nombrado para servir en este empleo.
Joseph Chorat
Era segundo maestro de ribera de los diques de carena desde 1761 y fue
promovido a maestro primero de diques por real orden de 9 de agosto de
1767, siendo nombrado por decreto de 6 de septiembre de 1771 del ingeniero
general de Marina para servir en este empleo. De 23 de junio de 1773 a 1 de
julio de 1774 desempeñó comisión en los montes de Aragón.
Ayudante de contramaestre
Jayme Cantellopis
Era capataz de botes y lanchas y fue nombrado para servir en este empleo
por decreto de 6 de septiembre de 1771.
Maestros mayores
José Maltés
De arboladura.
Juan Pinzón
Domingo Liambre
De calafatería.
Alonso Payan
De calafatería.
D. Bernardo Barriolo
Antonio Barriolo
De Herrerías.
Francisco Gallardo
Francisco Cortés
De carpintero de lo blanco.
José Ganga
Bartolomé Minguet
Francisco García
Francisco Gil
Era capataz primero de calafates y fue promovido a este empleo por orden
del ingeniero general de 6 de septiembre de 1771.
Manuel de la Vena
Juan Viña
Pedro Aycardo
Alonso Gallardo
De farolería. Era farolero y fue nombrado para servir en este empleo por
decreto del intendente de 3 de octubre de 1765.
Antonio Delgado
Cristóbal López
Joseph Hernández
Manuel Pérez
Marcos Vell
Jaime Tuy
Rafael Pradell
José Bázquez
Era guardián del arsenal y se le concedió este empleo por decreto del
intendente del departamento de 10 de junio de 1766. A consecuencia de un
golpe recibido en los diques, falleció el 7 de mayo de 1768 y fue enterrado en
Santa María de Gracia.
Era capataz de una de las cuadrillas de peones del astillero y por decreto de
25 de mayo de 1768 del intendente del departamento se le concedió este
empleo. Falleció en el Real Hospital el 1 de noviembre de 1775 y al día
siguiente fue enterrado en Santa María de Gracia.
Ignacio Roche
Gerónimo de Murcia
Antonio Romero
Antonio Mercader
Antonio Román
Directores de fábrica
D. Agustín de Urrutia
Leandro Hortiz
D. Juan Bujó
Guillermo Clarck
Alfonso Mellado
FUENTE: Archivo Naval de Cartagena, PIA, M.1; PII, L.1; M-VII, A-L.1
1.—I JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA (Agotado) 36.—LA ESCUADRA RUSA VENDIDA POR ALEJANDRO I A
ESPAÑA Y EL ULTRAMAR HISPÁNICO HASTA LA ILUS- FERNANDO VII EN 1817
TRACIÓN 37.— LA ORDEN DE MALTA, LA MAR Y LA AR-MADA
2.—II JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA (Agotado) 38.—TRAFALGAR
LA MARINA DE LA ILUSTRACIÓN 39.—LA CASA DE CONTRATACIÓN DE SEVILLA. APROXIMA-
3.—SIMPOSIO HISPANO-BRITÁNICO (Agotado) CIÓN A UN CENTENARIO (1503–2003)
LA GRAN ARMADA 40.—LOS VIRREYES MARINOS DE LA AMÉRICA HISPANA
4.—III JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA (Agotado) 41.—ARSENALES Y CONSTRUCCIÓN NAVAL EN EL SIGLO DE
LA ESPAÑA MARÍTIMA DEL SIGLO XIX (I) LAS ILUSTRACIONES
5.—IV JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA (Agotado) 42.—XXVII JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA. LA INSTITU-
LA ESPAÑA MARÍTIMA DEL SIGLO XIX (II) CIÓN DEL ALMIRANTAZGO EN ESPAÑA
6.—FERNÁNDEZ DURO (Agotado) 43.—XXVIII JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA
7.—ANTEQUERA Y BOBADILLA (Agotado) LA ÚLTIMA PROGRESIÓN DE LAS FRONTERAS HISPANAS
8.—V JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA EN ULTRAMAR Y SU DEFENSA
LA MARINA ANTE EL 98.–ANTECEDENTES DE UN 44.—LA GUERRA DE LA OREJA DE JENKINS (1739-1748)
CONFLICTO 45.—HISTORIA DE LA ARMADA ESPAÑOLA EN EL
9.—I JORNADAS DE POLÍTICA MARÍTIMA PRIMER TERCIO DEL S. XIX: IMPORTACIÓN VERSUS
LA POLÍTICA MARÍTIMA ESPAÑOLA Y SUS PROBLEMAS FOMENTO (1814-1835)
ACTUALES 46.—XXIX JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA
10.—LA REVISTA GENERAL DE MARINA Y SU PROYECCIÓN PIRATERÍA Y CORSO EN LA EDAD MODERNA
HISTÓRICA 47.—XXX JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA
11.—VI JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA ANTECEDENTES BÉLICOS NAVALES DE TRAFALGAR
LA MARINA ANTE EL 98.–GÉNESIS Y DESARROLLO DEL 48.—XXXI JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA. EL COMBATE
CONFLICTO DE TRAFALGAR
12.—MAQUINISTAS DE LA ARMADA (1850-1990) 49.—CRUCEROS DE COMBATE EN ACCIÓN
13.—I JORNADAS DE HISTORIOGRAFÍA 50.—V CENTENARIO DEL FALLECIMIENTO DE CRISTÓBAL
CASTILLA Y AMÉRICA EN LAS PUBLICACIONES COLÓN
DE LA ARMADA (I) 51.—XXXII JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA. DESPUÉS DE
14.—II JORNADAS DE HISTORIOGRAFÍA TRAFALGAR
CASTILLA Y AMÉRICA EN LAS PUBLICACIONES 52.—XXXIII JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA. EL COMER-
DE LA ARMADA (II) CIO MARÍTIMO ULTRAMARINO
15.—VII JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA 53.—VICENTE YAÑEZ PINZÓN Y LA CARABELA SAN BENITO
POLÍTICA ESPAÑOLA Y POLÍTICA NAVAL TRAS (EN PRENSA)
EL DESASTRE (1900-1914) 54.—XXXV JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA. LA ARMADA
16.—EL BRIGADIER GONZÁLEZ HONTORIA Y SUS HOMBRES EN UN MOMENTO DE TRANSICIÓN
17.—VIII JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA 55.—XXXVI JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA. LA MARINA
EL ALMIRANTE LOBO. DIMENSIÓN HUMANA Y EN LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA (II)
PROYECCIÓN HISTÓRICA 56.—III JORNADAS DE HISTORIOGRAFÍA NAVAL
18.—EL MUSEO NAVAL EN SU BICENTENARIO, 1992 LA HISTORIOGRAFÍA DE LA MARINA ESPAÑOLA
(Agotado) 57.—XXXVII JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA. PLAN
19.—EL CASTILLO DE SAN LORENZO DEL PUNTAL.–LA MARI- FERRANDIZ: PODER NAVAL Y PODER MARÍTIMO
NA EN LA HISTORIA DE CÁDIZ 58.—XXXVII JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA. V CENTE-
20.—IX JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA NARIO DEL NACIMIENTO DE ANDRÉS DE URDANETA
DESPUÉS DE LA GRAN ARMADA.–LA HISTORIA DESCO- 59.—XXXVI Y XXVIII JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA. LA
NOCIDA (1588-16...) MARINA EN LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA II Y III
21.—CICLO DE CONFERENCIAS (Agotado) 60.—XXXIX JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA. JOSÉ DE
LA ESCUELA NAVAL MILITAR EN EL CINCUENTENARIO MAZARREDO Y SALAZAR
DE SU TRASLADO 61.—XLI JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA. LA EXPULSIÓN
22.—CICLO DE CONFERENCIAS (Agotado) DE LOS MORISCOS Y LA ACTIVIDAD DE LOS CORSARIOS
MÉNDEZ NÚÑEZ Y SU PROYECCIÓN HISTÓRICA NORTEAFRICANOS.
23.—CICLO DE CONFERENCIAS 62.—XL JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA. LA PROTECCIÓN
LA ORDEN DE MALTA, LA MAR Y LA ARMADA DEL PATRIMONIO SUMERGIDO.
ESPAÑOLA 63.—XLII JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA. LA ORDEN DE
24.—XI JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA MALTA, LA MAR Y LA ARMADA (III).
MARTÍN FERNÁNDEZ DE NAVARRETE, EL MARINO 64.—XLIII JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA. LA EMANCI-
HISTORIADOR (1765-1844) PACIÓN DE AMÉRICA.
25.—XII JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA 65.—XLIV JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA. LA INDEPEN-
DON ANTONIO DE ULLOA, MARINO Y CIEN-TÍFICO DENCIA DE AMÉRICA ESPAÑOLA 1812-1828.
26.—XIII JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA ÁLVARO DE 66.—XLV JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA. ESPAÑA EN
MENDAÑA: EL PACÍFICO Y SU DIMENSIÓN HISTÓRICA FILIPINAS.
27.—CURSOS DE VERANO DE LA UNIVERSIDAD 67.—XLVI JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA. V CENTENA-
COMPLUTENSE DE MADRID (Agotado). MEDIDAS DE LOS RIO DEL DESCUBRIMIENTO DEL MAR DEL SUR POR
NAVÍOS DE LA JORNADA DE INGLATERRA NÚÑEZ DE BALBOA.
28.—XIV JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA 68.—XLVII JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA. JORGE JUAN
D. JUAN JOSÉ NAVARRO, MARQUÉS DE LA VICTORIA, EN Y LA CIENCIA ILUSTRADA EN ESPAÑA.
LA ESPAÑA DE SU TIEMPO 69.—XLVIII JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA. EXPEDICIO-
29.—XV JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA NES NAVALES ESPAÑOLAS EN EL SIGLO XVIII.
FERROL EN LA ESTRATEGIA MARÍTIMA DEL 70.—XLIX JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA. ESPAÑA Y LA
SIGLO XIX INDEPENDENCIA NORTEAMERICANA.
30.—XVI JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA. ASPECTOS 71.—L JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA. HISTORIA DEL
NAVALES EN RELACIÓN CON LA CRISIS DE CUBA ARMA SUBMARNA ESPAÑOLA
(1895-1898) 72.—LI JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA. LA MARINA DE LA
31.—CICLO DE CONFERENCIAS.–MAYO 1998 LA CRISIS ESPAÑO- CORONA DE ARAGÓN.
LA DEL 98: ASPECTOS NAVALES Y SOCIOLÓGICOS 73.—LII JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA. LOS FONDOS
32.—CICLO DE CONFERENCIAS.–OCTUBRE 1998. VISIONES DE DOCUMENTALES DE LA ARMADA.
ULTRAMAR: EL FRACASO DEL 98 74.—LIII JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA. D. ANTONIO DE
33.—LA CARPINTERÍA Y LA INDUSTRIA NAVAL EN EL SIGLO XVIII ULLOA.
34.—XIX JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA (Agotado) 75.—LIV JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA. III CENTENA-
HOMBRES Y ARMADAS EN EL REINADO DE CARLOS I RIO DE LA CREACIÓN DE LA REAL COMPAÑÍA DE
35.—XX JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA (Agotado) CABALLEROS GUARDIAS MARINAS.
JUAN DE LA COSA
Advertencias
• Evítese el empleo de abreviaturas, cuando sea posible. Las siglas y los acrónimos, siempre con
mayúsculas, deberán escribirse en claro la primera vez que se empleen. Las siglas muy conocidas se
escribirán sin puntos y en su traducción española (ONU, CIR, ATS, EE.UU., Marina de los EE.UU.,
etc.). Algunos nombres convertidos por el uso en palabras comunes se escribirán en redonda
(Banesto, Astano, etc.).
• Se aconseja el empleo de minúsculas para los empleos, cargos, títulos (capitán, gobernador, conde)
y con la inicial mayúscula para los organismos relevantes.
• Se subrayarán (letra cursiva) los nombres de buques, libros, revistas y palabras y expresiones en
idiomas diferentes del español.
• Las notas de pie de página se reservarán exclusivamente para datos y referencias relacionados
directamente con el texto, cuidando de no mezclarlas con la bibliografía. Se redactarán de forma
sintética.
• Las citas de libros y revistas se harán así:
— APELLIDOS, nombre: Título del libro. Editorial, sede de ésta, año, número de las páginas a que se
refiere la cita.
— APELLIDOS, nombre: «Título del artículo» el Nombre de la revista, número de serie, sede y año
en números romanos. Número del volumen de la revista, en números arábigos, número de la
revista, números de las páginas a que se refiere la nota.
• La lista bibliográfica deberá presentarse en orden alfabético; en caso de citar varias obras del
mismo autor, se seguirá el orden cronológico de aparición, sustituyendo para la segunda y siguien-
tes el nombre del autor por una raya. Cuando la obra sea anónima, se alfabetizará por la primera
palabra del título que no sea artículo. Como es habitual, se darán en listas independientes las obras
impresas y las manuscritas.
• Las citas documentales se harán en el orden siguiente:
Archivo, biblioteca o Institución.
Sección o fondo.
Signatura.
Tipología documental.
Lugar y fecha.
Suplemento núm. 26 a la REVISTA DE HISTORIA NAVAL núm. 139 de 2017